• ⠀⠀La noche se había adueñado de la ciudad, pero las luces de la iglesia de San Miguel brillaban iluminando la calle en penumbra. Kazuha se detuvo frente a la verja. Era una espectadora silenciosa en un culto ajeno.

    ⠀⠀Desde el interior, llegaba el murmullo de una oración colectiva, un sonido que le erizó la piel. No por devoción, sino por una molesta familiaridad.

    "𝘗𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰𝘴..."

    ⠀⠀Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. ¿En los cielos? Ella provenía de un linaje que se decía ser descendiente de una entidad que habitaba en los sueños. Aeloria, Guardiana de los Sueños. Una leyenda tan antigua y difusa como el propio concepto de Dios para estos humanos.

    "𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘢 𝘵𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦..."

    ⠀⠀Ellos tenían su libro sagrado, su Biblia, con reglas escritas en piedra y mandamientos entregados en una montaña. Los Aelorianos tenían un Código de Ética. Un reglamento seco, frío, escrito por un Consejo de Ancianos temerosos que decidieron que el miedo era una buena base para la moral. "No usar el poder para ventaja personal. No alterar el equilibrio mágico en el mundo" Tsk, ¿quién decidió qué era el "equilibrio"? ¿Un puñado de viejos asustados que añoraban los días en que eran venerados como dioses menores?

    "𝘋𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘺 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘪𝘢..."

    ⠀⠀Ellos pedían pan. Sus clientes pedían amor, poder, venganza. ¿Era tan distinto? Ambos suplicaban a una fuerza superior para llenar un vacío. La única diferencia era el intermediario. Ellos tenían sacerdotes que prometían una recompensa después de la muerte. Y ella era como una sacerdotisa que cobraba antes de conceder el milagro, y advertía que el cielo podía caerte encima en cualquier momento.

    «Aeloria no nos dió este poder para que lo usaramos, sino para que lo entendieramos". La frase, una de las tantas que le habían repetido hasta el cansancio en su juventud. ¿Entenderlo? ¿Entender el caos? Era como intentar entender un huracán metiéndose en el ojo de la tormenta. ¡Absurdo!. El poder era para usarse. Para sentirlo arder en las venas, para moldear la realidad a voluntad. ¿Acaso no era eso entenderlo verdaderamente? Abrazar su naturaleza depredadora, en lugar de intentar domarla con reglas hipócritas.

    ⠀⠀Un Código de Ética escrito por un puñado de viejos cobardes era su biblia. Y ella era como la serpiente del Edén, prefería ofrecer la manzana del conocimiento prohibido, aunque a cambio de un precio que respnaría en los ecos del alma.

    ⠀⠀Una mariposa roja se materializó y se posó en un barrotes justo frente a su rostro.

    —¿Lo ves? —murmuró, y su voz se perdió en el canto de los feligreces— ellos rezan a un dios que no contesta. Y nosotros... somos los dioses que contestamos. Por eso nos temen más que a su propio dios silente, hmph.

    ⠀⠀Giró sobre sus talones y se alejó de la luz de la iglesia. No había respuestas para ella en ese lugar, solo el eco reconfortante de su propia herejía. Ella era una creyente más fiel que todos ellos. Porque creía en el poder mismo. Y no en las reglas que los hombres, humanos o Aelorianos, inventaban para sentirse menos aterrados de la oscuridad que llevaban dentro.

    ⠀⠀El eco de un "Amén" colectivo la persiguió calle abajo. Ella no necesitaba amén. Tenía el sonido de las mariposas rojas aleteando siempre cerca de ella.
    ⠀⠀La noche se había adueñado de la ciudad, pero las luces de la iglesia de San Miguel brillaban iluminando la calle en penumbra. Kazuha se detuvo frente a la verja. Era una espectadora silenciosa en un culto ajeno. ⠀⠀Desde el interior, llegaba el murmullo de una oración colectiva, un sonido que le erizó la piel. No por devoción, sino por una molesta familiaridad. "𝘗𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰𝘴..." ⠀⠀Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. ¿En los cielos? Ella provenía de un linaje que se decía ser descendiente de una entidad que habitaba en los sueños. Aeloria, Guardiana de los Sueños. Una leyenda tan antigua y difusa como el propio concepto de Dios para estos humanos. "𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘢 𝘵𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦..." ⠀⠀Ellos tenían su libro sagrado, su Biblia, con reglas escritas en piedra y mandamientos entregados en una montaña. Los Aelorianos tenían un Código de Ética. Un reglamento seco, frío, escrito por un Consejo de Ancianos temerosos que decidieron que el miedo era una buena base para la moral. "No usar el poder para ventaja personal. No alterar el equilibrio mágico en el mundo" Tsk, ¿quién decidió qué era el "equilibrio"? ¿Un puñado de viejos asustados que añoraban los días en que eran venerados como dioses menores? "𝘋𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘺 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘪𝘢..." ⠀⠀Ellos pedían pan. Sus clientes pedían amor, poder, venganza. ¿Era tan distinto? Ambos suplicaban a una fuerza superior para llenar un vacío. La única diferencia era el intermediario. Ellos tenían sacerdotes que prometían una recompensa después de la muerte. Y ella era como una sacerdotisa que cobraba antes de conceder el milagro, y advertía que el cielo podía caerte encima en cualquier momento. «Aeloria no nos dió este poder para que lo usaramos, sino para que lo entendieramos". La frase, una de las tantas que le habían repetido hasta el cansancio en su juventud. ¿Entenderlo? ¿Entender el caos? Era como intentar entender un huracán metiéndose en el ojo de la tormenta. ¡Absurdo!. El poder era para usarse. Para sentirlo arder en las venas, para moldear la realidad a voluntad. ¿Acaso no era eso entenderlo verdaderamente? Abrazar su naturaleza depredadora, en lugar de intentar domarla con reglas hipócritas. ⠀⠀Un Código de Ética escrito por un puñado de viejos cobardes era su biblia. Y ella era como la serpiente del Edén, prefería ofrecer la manzana del conocimiento prohibido, aunque a cambio de un precio que respnaría en los ecos del alma. ⠀⠀Una mariposa roja se materializó y se posó en un barrotes justo frente a su rostro. —¿Lo ves? —murmuró, y su voz se perdió en el canto de los feligreces— ellos rezan a un dios que no contesta. Y nosotros... somos los dioses que contestamos. Por eso nos temen más que a su propio dios silente, hmph. ⠀⠀Giró sobre sus talones y se alejó de la luz de la iglesia. No había respuestas para ella en ese lugar, solo el eco reconfortante de su propia herejía. Ella era una creyente más fiel que todos ellos. Porque creía en el poder mismo. Y no en las reglas que los hombres, humanos o Aelorianos, inventaban para sentirse menos aterrados de la oscuridad que llevaban dentro. ⠀⠀El eco de un "Amén" colectivo la persiguió calle abajo. Ella no necesitaba amén. Tenía el sonido de las mariposas rojas aleteando siempre cerca de ella.
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    La Guardiana
    Negro profundo, plumas rojizas y bordados cobrizos en un vestido que evoca la silueta de la fuerza. La cola en piel sintética representa lo indomable. Para mí, es la mujer que custodia los secretos ancestrales: firme, sabia y enigmática.
    #Mirror #ReflejosDelInconsciente #LaGuardiana #AltaCostura #MIRROR2025
    🦉 La Guardiana Negro profundo, plumas rojizas y bordados cobrizos en un vestido que evoca la silueta de la fuerza. La cola en piel sintética representa lo indomable. Para mí, es la mujer que custodia los secretos ancestrales: firme, sabia y enigmática. #Mirror #ReflejosDelInconsciente #LaGuardiana #AltaCostura #MIRROR2025
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    Crónica de la Luna IX – El alma que habita en mi (Final de la saga la luz de la luna)

    Cuando Selin, la Elunai, murió protegiendo a su hija, no sólo ancló su alma en la Luna.
    En aquel instante también quebró un ciclo antiguo, dormido desde el primer eclipse.

    La niña que llevaba en su vientre jamás vio la luz.
    Su pequeño corazón se apagó, pero su alma no desapareció.
    Como un cristal quebrado por el choque del caos y la luna, se dividió en dos fragmentos.

    Uno de esos fragmentos regresó al regazo de Elunai,
    fundido con el eco plateado de Selin,
    tejido con paciencia por Xinia, la raposa de luna.
    El otro fragmento lo arrebató Shobu, espíritu ardiente del Sol,
    y lo guardó en su fuego como una chispa perdida del origen.

    Ambos fragmentos vagaron, dispersos en el cosmos,
    hasta que los hilos del destino se entrelazaron en un solo cuerpo:
    Lili, la Umbrélun.

    Nacida con su propia alma, sí,
    pero también con el alma de aquella heredera rota.
    Dos voces latiendo en un solo corazón,
    dos memorias buscando un mismo rostro en el espejo de la eternidad.

    Su ser se mece entre sombras vivientes y susurros lunares,
    alimentado por el caos de su padre y protegido por la herencia de Selin.
    Pero en su interior arde un secreto aún sellado:
    el poder del Sol y de la Luna, aguardando el momento de despertar.

    Porque Lili no es sólo hija de la penumbra,
    ni sólo guardiana del resplandor.
    Es el Eclipse hecho carne:
    la llama escondida en la sombra,
    la sombra abrazada por la luz.

    Un día, cuando las memorias de Xinia y Shobu regresen a llamarla,
    cuando ambas almas en su interior dejen de luchar y comiencen a danzar,
    el mundo volverá a presenciar el poder que Selin nunca imaginó.

    "Porque a veces, en el silencio de la noche, algo despierta en mí.
    No son palabras, sino luces que arden detrás de mis ojos,
    dibujos de dragones lunares trazados en las estrellas.
    El viento me susurra frases en lenguas que no alcanzo a descifrar,
    y siento que mi alma no me pertenece por completo.

    Es la otra voz, la otra mitad,
    la que duerme y a la vez me guía.
    No sé si es un don o una condena,
    pero presiento que guarda el secreto de los dragones lunares,
    aquellos custodios extintos que una vez velaron por el equilibrio.

    Y aunque no comprendo su llamado,
    sé que un día tendré que responder.
    Porque lo que habita en mí
    no es silencio, ni sombra, ni fuego…
    es un Eclipse aguardando nacer."

    Crónica de la Luna IX – El alma que habita en mi (Final de la saga la luz de la luna) Cuando Selin, la Elunai, murió protegiendo a su hija, no sólo ancló su alma en la Luna. En aquel instante también quebró un ciclo antiguo, dormido desde el primer eclipse. La niña que llevaba en su vientre jamás vio la luz. Su pequeño corazón se apagó, pero su alma no desapareció. Como un cristal quebrado por el choque del caos y la luna, se dividió en dos fragmentos. Uno de esos fragmentos regresó al regazo de Elunai, fundido con el eco plateado de Selin, tejido con paciencia por Xinia, la raposa de luna. El otro fragmento lo arrebató Shobu, espíritu ardiente del Sol, y lo guardó en su fuego como una chispa perdida del origen. Ambos fragmentos vagaron, dispersos en el cosmos, hasta que los hilos del destino se entrelazaron en un solo cuerpo: Lili, la Umbrélun. Nacida con su propia alma, sí, pero también con el alma de aquella heredera rota. Dos voces latiendo en un solo corazón, dos memorias buscando un mismo rostro en el espejo de la eternidad. Su ser se mece entre sombras vivientes y susurros lunares, alimentado por el caos de su padre y protegido por la herencia de Selin. Pero en su interior arde un secreto aún sellado: el poder del Sol y de la Luna, aguardando el momento de despertar. Porque Lili no es sólo hija de la penumbra, ni sólo guardiana del resplandor. Es el Eclipse hecho carne: la llama escondida en la sombra, la sombra abrazada por la luz. Un día, cuando las memorias de Xinia y Shobu regresen a llamarla, cuando ambas almas en su interior dejen de luchar y comiencen a danzar, el mundo volverá a presenciar el poder que Selin nunca imaginó. "Porque a veces, en el silencio de la noche, algo despierta en mí. No son palabras, sino luces que arden detrás de mis ojos, dibujos de dragones lunares trazados en las estrellas. El viento me susurra frases en lenguas que no alcanzo a descifrar, y siento que mi alma no me pertenece por completo. Es la otra voz, la otra mitad, la que duerme y a la vez me guía. No sé si es un don o una condena, pero presiento que guarda el secreto de los dragones lunares, aquellos custodios extintos que una vez velaron por el equilibrio. Y aunque no comprendo su llamado, sé que un día tendré que responder. Porque lo que habita en mí no es silencio, ni sombra, ni fuego… es un Eclipse aguardando nacer."
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  • 𝐂𝐈𝐔𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 – 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈
    𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐄𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬

    Los cielos sangraban. Columnas humeantes y cenizas ascendían hasta perderse en la noche, mientras los gritos de guerra resonaban como ecos que rasgaban la noche. Fuego y oscuridad fundidos en uno solo.

    Entre las ruinas, un carro de guerra se abría paso entre los escombros, atravesando una ciudad que estaba condenada y que pronto, lo único que quedaría de ella era un nombre y un recuerdo distante. El suelo temblaba bajo sus ruedas, que esquivaban flechas, espadas, cuerpos y piedras que caían a su alrededor.

    Las llamas recortaron la silueta cálida de un jinete que se abalanzó por el costado del carro. Su espada descendió con furia contra el escudo del héroe abordo, haciéndolo vibrar como un trueno cruzando en el cielo al absorber el impacto.

    El héroe alzó su brazo, arrastrando ambas armas y dejando el espacio suficiente para que el filo de bronce celestial de su espada abriera el abdomen desprotegido del jinete, que cayó desplomado de su montura.

    ────¡Rápido! –gruñó a su compañero que sujetaba las riendas– Tenemos que salir de aquí.

    ────No falta mucho para que lleguemos. Acates nos está esperando del otro lado.

    A lo lejos, la muralla se erigió sobre la ciudad. Un gigante imperturbable a la masacre que se suscitó en el interior de sus muros. El héroe apretó el puño.

    No había podido salvar a su gente. Ni a su ciudad. Ellos los habían abordado durante la noche, arrancándoles la vida en medio de sus sueños. Que tontos, que ilusos fueron al creer que tenían la victoria en sus manos.

    «Más rápido».

    Las enormes puertas del norte estaban abiertas de par en par. Una última oportunidad. El viento silbaba entre las llamas. La ciudad ardía a su alrededor convertida en una tumba. Su tumba.

    ────¡Los muelles cayeron! –su compañero apretó los dientes. Las ruedas saltaron sobre los escombros–. Tomaremos el río subterráneo. Si no nos traga primero, nos escupirá libres a...

    El aire silbó. Un destello de hierro.

    No pudo terminar. Una lanza afilada atravesó su pecho y su grito se quebró en la sangre. Su cuerpo trastabilló y rodó sin vida al suelo.

    Se quedó helado. Todo a su alrededor parecía desvanecerse: el choque de las espadas, las flechas surcando la noche, el rugido de las llamas. Solo escuchaba el golpe seco del cuerpo de su amigo contra las piedras, repitiéndose una y otra vez.

    «No».

    El héroe se inclinó y jaló las riendas con un rugido de furia. Los caballos relincharon, encabritándose y por un instante, el carro se elevó entre la cenizas antes de detenerse en seco.

    El héroe saltó del carro y corrió hacia su compañero caído. Sus dedos, helados y temblorosos, retiraron el casco de su cabeza y apretaron con fuerza aquella mano que pronto comenzaba a enfriarse.

    Su compañero, el hombre que había compartido con él tantas batallas. El que sabía cuándo callar. Cuándo reírse de la muerte para no dejarse tragar por el miedo a ella. Un hermano forjado en el campo de batalla y que en ese momento, se le escapaba de entre los dedos.

    «No...»

    En el borde de la plaza central, una figura gloriosa se alzó entre las sombras y el fuego. El general Diomedes contemplaba la escena con una calma cruel, mortal. Era un agila majestuosa, vigilando desde lo alto, aguardando el momento de descender sobre su presa.

    ────Ustedes vayan por los demás –ordenó a sus hombres, sin apartar la mirada–. El chico es mío.

    Diomedes se inclinó y arrancó una lanza enemiga del suelo, con un movimiento elegante, solemne. La sostuvo como si fuera el cetro de un heraldo de la muerte y sus labios se curvaron en una sonrisa fría, letal.

    ────¡Ah! No temas hijo de la Tejedora de Engaños –dijo con falsa dulzura. Cada palabra destilando burla–. No sufrirás mucho. Pronto te reunirás con tu pobre amigo en el mundo de los muertos.

    Diomedes arrojó la lanza.

    Una voz femenina resonó en el humo denso, llamando al héroe.

    ────¡Eneas!

    El corazón del héroe latió con fuerza. La lanza cortó el aire, la punta reflejando la ciudad sangrando en ruinas.

    ────¡Eneas!

    Alzó la mirada. Entre la bruma espesa y partículas ardientes de cenizas, una figura avanzaba. La habría reconocido en la más densa oscuridad. Pequeña, grácil. Con su cabello color vino flotando con cada paso, sus sandalias doradas corriendo en el caos.

    Era ella. Aquella mujer que lo crío bajo el disfraz de una dulce nodriza. La que lo escuchó en sus noches más oscuras. La que sostuvo su mano cuando nadie más lo hizo. Su confidente. Su guardiana.

    Afro.

    Y ahora corría hacia el sin pensar en el peligro, su rostro celestial pálido del terror.

    Su madre, la diosa del amor había llegado para salvar a su hijo.
    𝐂𝐈𝐔𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 🔥 – 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈 𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐄𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬 Los cielos sangraban. Columnas humeantes y cenizas ascendían hasta perderse en la noche, mientras los gritos de guerra resonaban como ecos que rasgaban la noche. Fuego y oscuridad fundidos en uno solo. Entre las ruinas, un carro de guerra se abría paso entre los escombros, atravesando una ciudad que estaba condenada y que pronto, lo único que quedaría de ella era un nombre y un recuerdo distante. El suelo temblaba bajo sus ruedas, que esquivaban flechas, espadas, cuerpos y piedras que caían a su alrededor. Las llamas recortaron la silueta cálida de un jinete que se abalanzó por el costado del carro. Su espada descendió con furia contra el escudo del héroe abordo, haciéndolo vibrar como un trueno cruzando en el cielo al absorber el impacto. El héroe alzó su brazo, arrastrando ambas armas y dejando el espacio suficiente para que el filo de bronce celestial de su espada abriera el abdomen desprotegido del jinete, que cayó desplomado de su montura. ────¡Rápido! –gruñó a su compañero que sujetaba las riendas– Tenemos que salir de aquí. ────No falta mucho para que lleguemos. Acates nos está esperando del otro lado. A lo lejos, la muralla se erigió sobre la ciudad. Un gigante imperturbable a la masacre que se suscitó en el interior de sus muros. El héroe apretó el puño. No había podido salvar a su gente. Ni a su ciudad. Ellos los habían abordado durante la noche, arrancándoles la vida en medio de sus sueños. Que tontos, que ilusos fueron al creer que tenían la victoria en sus manos. «Más rápido». Las enormes puertas del norte estaban abiertas de par en par. Una última oportunidad. El viento silbaba entre las llamas. La ciudad ardía a su alrededor convertida en una tumba. Su tumba. ────¡Los muelles cayeron! –su compañero apretó los dientes. Las ruedas saltaron sobre los escombros–. Tomaremos el río subterráneo. Si no nos traga primero, nos escupirá libres a... El aire silbó. Un destello de hierro. No pudo terminar. Una lanza afilada atravesó su pecho y su grito se quebró en la sangre. Su cuerpo trastabilló y rodó sin vida al suelo. Se quedó helado. Todo a su alrededor parecía desvanecerse: el choque de las espadas, las flechas surcando la noche, el rugido de las llamas. Solo escuchaba el golpe seco del cuerpo de su amigo contra las piedras, repitiéndose una y otra vez. «No». El héroe se inclinó y jaló las riendas con un rugido de furia. Los caballos relincharon, encabritándose y por un instante, el carro se elevó entre la cenizas antes de detenerse en seco. El héroe saltó del carro y corrió hacia su compañero caído. Sus dedos, helados y temblorosos, retiraron el casco de su cabeza y apretaron con fuerza aquella mano que pronto comenzaba a enfriarse. Su compañero, el hombre que había compartido con él tantas batallas. El que sabía cuándo callar. Cuándo reírse de la muerte para no dejarse tragar por el miedo a ella. Un hermano forjado en el campo de batalla y que en ese momento, se le escapaba de entre los dedos. «No...» En el borde de la plaza central, una figura gloriosa se alzó entre las sombras y el fuego. El general Diomedes contemplaba la escena con una calma cruel, mortal. Era un agila majestuosa, vigilando desde lo alto, aguardando el momento de descender sobre su presa. ────Ustedes vayan por los demás –ordenó a sus hombres, sin apartar la mirada–. El chico es mío. Diomedes se inclinó y arrancó una lanza enemiga del suelo, con un movimiento elegante, solemne. La sostuvo como si fuera el cetro de un heraldo de la muerte y sus labios se curvaron en una sonrisa fría, letal. ────¡Ah! No temas hijo de la Tejedora de Engaños –dijo con falsa dulzura. Cada palabra destilando burla–. No sufrirás mucho. Pronto te reunirás con tu pobre amigo en el mundo de los muertos. Diomedes arrojó la lanza. Una voz femenina resonó en el humo denso, llamando al héroe. ────¡Eneas! El corazón del héroe latió con fuerza. La lanza cortó el aire, la punta reflejando la ciudad sangrando en ruinas. ────¡Eneas! Alzó la mirada. Entre la bruma espesa y partículas ardientes de cenizas, una figura avanzaba. La habría reconocido en la más densa oscuridad. Pequeña, grácil. Con su cabello color vino flotando con cada paso, sus sandalias doradas corriendo en el caos. Era ella. Aquella mujer que lo crío bajo el disfraz de una dulce nodriza. La que lo escuchó en sus noches más oscuras. La que sostuvo su mano cuando nadie más lo hizo. Su confidente. Su guardiana. Afro. Y ahora corría hacia el sin pensar en el peligro, su rostro celestial pálido del terror. Su madre, la diosa del amor había llegado para salvar a su hijo.
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    Se que está parte de la historia se llama el laberinto de las guardianas, pero por cosas legales y de cuota de género hay 2 guardianes hombres y 2 mujeres xsd
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    Agencia de Modelaje: Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour

    Modelo: Ashtoreth – Gran Duquesa del Infierno
    Título Infernal: Gran Duquesa del Infierno, parte de la Trinidad Maligna junto a Belcebú y Lucifer.
    Alias en la Agencia: La Emperatriz de las Alas Negras / La Reina del Deseo Prohibido
    Jerarquía: Primera Jerarquía Infernal
    Origen: Reinos Abismales del Infierno
    Complexión: Majestuosa y voluptuosa, de silueta infernal que mezcla la perfección con la amenaza.
    Cabello: Negro como la medianoche, largo y sedoso, cayendo como un manto de sombras.
    Ojos: Dorados incandescentes, símbolo de su poder y de su maligna divinidad.
    Piel: Alabastro con un tenue resplandor oscuro que delata su naturaleza demoníaca.
    Alas: De cuervo infernal, imponentes y negras como el vacío.

    Descripción General:
    Ashtoreth es la encarnación de la belleza infernal y del poder absoluto. Como Gran Duquesa del Infierno, su presencia dentro de Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour no es solo la de una modelo, sino la de un estandarte viviente. Ella representa la cúspide de la tentación y el dominio, siendo la musa predilecta en las colecciones que fusionan moda, pecado y realeza oscura.

    Cada aparición suya en pasarela es un ritual prohibido, donde el público queda sometido al magnetismo de su mirada dorada y a la elegancia letal de su figura.

    Especialidad en la Agencia:
    Protagonista de desfiles de alta moda Infernal & Gothic Royalty.
    Imagen principal en campañas de joyería maldita y coronas abismales.
    Musa inspiradora de colecciones centradas en la fusión de lujuria y poder absoluto.
    Modelo estrella en eventos privados de la Noche de las Dèesses, donde representa el vértice del glamour demoníaco.

    Personalidad Profesional:
    Imponente, dominante y con un aura de majestad infernal. Su presencia genera reverencia y temor en iguales proporciones. Cada pose es un decreto, cada sonrisa un pacto sellado, y cada mirada un hechizo del que nadie puede escapar.

    Menciones Honoríficas:
    Corona Abismal del Glamour – Reconocida como soberana de la estética oscura en la Gala Infernale.
    Trofeo Rosa Carmesí Maldita – Por su papel central en la colección Eternal Sin Couture.
    Distinción Emperatriz del Deseo – Por su influencia en diseñadores y artistas internacionales.
    Guardiana de la Pasarela Oscura – Reconocimiento exclusivo de Metphies Jaegerjaquez Yokin Ishtar por su lealtad a la visión de la agencia.

    Frase Emblemática:

    "El deseo es mi arma, la oscuridad mi corona… y el glamour, mi eterno reinado." ― Ashtoreth

    "Gran Duquesa del Infierno"
    ✨ Agencia de Modelaje: Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour ✨ 🟪 Modelo: Ashtoreth – Gran Duquesa del Infierno 🟥 Título Infernal: Gran Duquesa del Infierno, parte de la Trinidad Maligna junto a Belcebú y Lucifer. 🟨 Alias en la Agencia: La Emperatriz de las Alas Negras / La Reina del Deseo Prohibido 🟩 Jerarquía: Primera Jerarquía Infernal 🟦 Origen: Reinos Abismales del Infierno 🟪 Complexión: Majestuosa y voluptuosa, de silueta infernal que mezcla la perfección con la amenaza. 🟫 Cabello: Negro como la medianoche, largo y sedoso, cayendo como un manto de sombras. ⬛ Ojos: Dorados incandescentes, símbolo de su poder y de su maligna divinidad. ⬜ Piel: Alabastro con un tenue resplandor oscuro que delata su naturaleza demoníaca. ⚪ Alas: De cuervo infernal, imponentes y negras como el vacío. 📜 Descripción General: Ashtoreth es la encarnación de la belleza infernal y del poder absoluto. Como Gran Duquesa del Infierno, su presencia dentro de Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour no es solo la de una modelo, sino la de un estandarte viviente. Ella representa la cúspide de la tentación y el dominio, siendo la musa predilecta en las colecciones que fusionan moda, pecado y realeza oscura. Cada aparición suya en pasarela es un ritual prohibido, donde el público queda sometido al magnetismo de su mirada dorada y a la elegancia letal de su figura. 💎 Especialidad en la Agencia: 🔺Protagonista de desfiles de alta moda Infernal & Gothic Royalty. 🔺Imagen principal en campañas de joyería maldita y coronas abismales. 🔺Musa inspiradora de colecciones centradas en la fusión de lujuria y poder absoluto. 🔺Modelo estrella en eventos privados de la Noche de las Dèesses, donde representa el vértice del glamour demoníaco. ⚜️ Personalidad Profesional: Imponente, dominante y con un aura de majestad infernal. Su presencia genera reverencia y temor en iguales proporciones. Cada pose es un decreto, cada sonrisa un pacto sellado, y cada mirada un hechizo del que nadie puede escapar. 🏅 Menciones Honoríficas: 🔹Corona Abismal del Glamour – Reconocida como soberana de la estética oscura en la Gala Infernale. 🔹Trofeo Rosa Carmesí Maldita – Por su papel central en la colección Eternal Sin Couture. 🔹Distinción Emperatriz del Deseo – Por su influencia en diseñadores y artistas internacionales. 🔹Guardiana de la Pasarela Oscura – Reconocimiento exclusivo de Metphies Jaegerjaquez Yokin Ishtar por su lealtad a la visión de la agencia. ✨ Frase Emblemática: "El deseo es mi arma, la oscuridad mi corona… y el glamour, mi eterno reinado." ― Ashtoreth "Gran Duquesa del Infierno"
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  • -Astaroth, la demonio de la sabiduría y la manipulación, se encontraba en su despacho, un lugar que, a pesar de su naturaleza infernal, estaba decorado con un gusto exquisito. Las paredes estaban adornadas con tapices oscuros que representaban escenas de tentación y caos, mientras que una luz tenue iluminaba su escritorio, donde se apilaban documentos de almas perdidas y contratos de condena.

    Con una pluma en mano, Astaroth daba pequeños toques al papel, como si cada golpe fuera una nota en una sinfonía de desdicha. Su expresión serena contrastaba con la naturaleza de su trabajo; era una Duquesa en un reino de sombras, y su papel era crucial en el engranaje del infierno.

    Mientras revisaba un contrato, recordó a un alma que había llegado recientemente, un joven que había hecho un pacto por ambición. -¿Qué les cuesta entender que cada decisión tiene un precio?-, pensó Astaroth, sintiendo una mezcla de compasión y diversión. La ambición desmedida era un camino directo hacia su oficina, y ella disfrutaba de cada momento de su trabajo.

    De repente, un golpe en la puerta interrumpió su concentración. Era uno de sus asistentes, un pequeño demonio con alas desgastadas y una mirada ansiosa. "Mi señora Astaroth, hay un nuevo grupo de almas que desean negociar. Dicen que han encontrado una forma de eludir sus contratos."

    Astaroth sonrió, una sonrisa que no prometía nada bueno.- ¿Eludir contratos? Oh, qué encantador. Llévalos a la sala de audiencias. Les enseñaré que en el infierno, la responsabilidad es tan real como el fuego que nos rodea.-

    Mientras se levantaba de su silla, Astaroth sintió el peso de su papel como guardiana de las almas. Sabía que su trabajo no era solo un trámite; era una lección que debía impartirse. Cada alma que cruzaba su puerta era una historia, un recordatorio de que las decisiones tienen consecuencias. Y en su reino, esas consecuencias eran eternas. https://youtu.be/TLCyHgQOXtw?si=jRiyugrEQQcFUcLS
    -Astaroth, la demonio de la sabiduría y la manipulación, se encontraba en su despacho, un lugar que, a pesar de su naturaleza infernal, estaba decorado con un gusto exquisito. Las paredes estaban adornadas con tapices oscuros que representaban escenas de tentación y caos, mientras que una luz tenue iluminaba su escritorio, donde se apilaban documentos de almas perdidas y contratos de condena. Con una pluma en mano, Astaroth daba pequeños toques al papel, como si cada golpe fuera una nota en una sinfonía de desdicha. Su expresión serena contrastaba con la naturaleza de su trabajo; era una Duquesa en un reino de sombras, y su papel era crucial en el engranaje del infierno. Mientras revisaba un contrato, recordó a un alma que había llegado recientemente, un joven que había hecho un pacto por ambición. -¿Qué les cuesta entender que cada decisión tiene un precio?-, pensó Astaroth, sintiendo una mezcla de compasión y diversión. La ambición desmedida era un camino directo hacia su oficina, y ella disfrutaba de cada momento de su trabajo. De repente, un golpe en la puerta interrumpió su concentración. Era uno de sus asistentes, un pequeño demonio con alas desgastadas y una mirada ansiosa. "Mi señora Astaroth, hay un nuevo grupo de almas que desean negociar. Dicen que han encontrado una forma de eludir sus contratos." Astaroth sonrió, una sonrisa que no prometía nada bueno.- ¿Eludir contratos? Oh, qué encantador. Llévalos a la sala de audiencias. Les enseñaré que en el infierno, la responsabilidad es tan real como el fuego que nos rodea.- Mientras se levantaba de su silla, Astaroth sintió el peso de su papel como guardiana de las almas. Sabía que su trabajo no era solo un trámite; era una lección que debía impartirse. Cada alma que cruzaba su puerta era una historia, un recordatorio de que las decisiones tienen consecuencias. Y en su reino, esas consecuencias eran eternas. https://youtu.be/TLCyHgQOXtw?si=jRiyugrEQQcFUcLS
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  • @𝒳ᥲყᥲh 𝒮tᥲrgᥙᥲrdιᥲᥒ
    Romper reglas está bien, pero no cuando destruyes a tus hermanas. No dejaré que caigas más en ese abismo. No te perderé, Xayah.
    @[XayahGuardianaEstelar] Romper reglas está bien, pero no cuando destruyes a tus hermanas. No dejaré que caigas más en ese abismo. No te perderé, Xayah.
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  • Está observando los que llega, ¿Una guardiana? ¿Será de la realeza?
    Está observando los que llega, ¿Una guardiana? ¿Será de la realeza?
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  • En el de los sueños puedo tomar diferentes formas , para el soñador que esta en ese sueño , solo soy una guardiana para los soñadores.
    En el de los sueños puedo tomar diferentes formas , para el soñador que esta en ese sueño , solo soy una guardiana para los soñadores.
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