7:02 p.m: pleno atardecer en la ciudad.
Hari Engelin
Mark estaba de pie afuera de una cafetería cercana a su universidad. Había escogido justamente ese lugar porque era uno de sus favoritos para pasar el rato; su temática era pura y exclusivamente japonesa, y aunque el no era muy amante del manga, disfrutaba viendo anime y por eso el local le parecía más que cómodo. Allí mismo había citado a la joven de cabello corto y tatuajes, a la cual había invitado ha tomar un café luego de una extraña interacción. Fue algo espontaneo, aunque para el eso no era un problema.
El joven estaba apoyado contra una farola, con la mirada fija en la pantalla de su celular, sin prestar realmente atención a lo que veía en el. Lo desbloqueaba y lo bloqueaba de nuevo cada tanto, solo para asegurarse de que no se le hubiera pasado algún mensaje. Por el momento no hubo ninguna llamada de urgencia por parte de los guardianes del globo, ni tampoco información reciente sobre los villanos que estaba persiguiendo que recibía de parte de Robot, por lo que Mark finalmente guardó su celular en el bolsillo derecho e intentó olvidarse de todo eso.
—Ok Mark, no digas nada sobre tu identidad secreta. —murmuró para sí mismo, aunque la sonrisa que se le escapó después fue más honesta de lo que habría admitido.
Levantó la vista, buscando entre los rostros de los transeúntes para ver si ella estaba cerca. Nada todavía. Se acomodó el cuello de la chaqueta, como si eso fuera a hacer que pasara el tiempo más rápido.
—Acepta una cita con una chica que parece que escucha a Nirvana mientras entierra cuerpos. ¿Qué podría salir mal? —comentó en su mente con algo de sarcasmo, aunque sin rastro de burla real.
Vagamente recordaba su rostro y modales: aunque parecía que era una mujer bastante ruda e independiente, también se la veía triste; como si todavía no hubiera encontrado algo que la haga feliz. El esperaba ver esa tristeza en su mirada otra vez. No por querer que siguiera con ese sentimiento, sino porque algo le hacía sentir que tal vez… el también podía ser alguien con quien compartir ese silencio incómodo del mundo.
—Solo espero que Cecil no me joda esta vez, odio a ese anciano. —dijo en voz baja, aún sin moverse de su lugar.
Y entonces…
Escuchó pasos.
Hari Engelin
Mark estaba de pie afuera de una cafetería cercana a su universidad. Había escogido justamente ese lugar porque era uno de sus favoritos para pasar el rato; su temática era pura y exclusivamente japonesa, y aunque el no era muy amante del manga, disfrutaba viendo anime y por eso el local le parecía más que cómodo. Allí mismo había citado a la joven de cabello corto y tatuajes, a la cual había invitado ha tomar un café luego de una extraña interacción. Fue algo espontaneo, aunque para el eso no era un problema.
El joven estaba apoyado contra una farola, con la mirada fija en la pantalla de su celular, sin prestar realmente atención a lo que veía en el. Lo desbloqueaba y lo bloqueaba de nuevo cada tanto, solo para asegurarse de que no se le hubiera pasado algún mensaje. Por el momento no hubo ninguna llamada de urgencia por parte de los guardianes del globo, ni tampoco información reciente sobre los villanos que estaba persiguiendo que recibía de parte de Robot, por lo que Mark finalmente guardó su celular en el bolsillo derecho e intentó olvidarse de todo eso.
—Ok Mark, no digas nada sobre tu identidad secreta. —murmuró para sí mismo, aunque la sonrisa que se le escapó después fue más honesta de lo que habría admitido.
Levantó la vista, buscando entre los rostros de los transeúntes para ver si ella estaba cerca. Nada todavía. Se acomodó el cuello de la chaqueta, como si eso fuera a hacer que pasara el tiempo más rápido.
—Acepta una cita con una chica que parece que escucha a Nirvana mientras entierra cuerpos. ¿Qué podría salir mal? —comentó en su mente con algo de sarcasmo, aunque sin rastro de burla real.
Vagamente recordaba su rostro y modales: aunque parecía que era una mujer bastante ruda e independiente, también se la veía triste; como si todavía no hubiera encontrado algo que la haga feliz. El esperaba ver esa tristeza en su mirada otra vez. No por querer que siguiera con ese sentimiento, sino porque algo le hacía sentir que tal vez… el también podía ser alguien con quien compartir ese silencio incómodo del mundo.
—Solo espero que Cecil no me joda esta vez, odio a ese anciano. —dijo en voz baja, aún sin moverse de su lugar.
Y entonces…
Escuchó pasos.
7:02 p.m: pleno atardecer en la ciudad.
[flash_navy_bat_117]
Mark estaba de pie afuera de una cafetería cercana a su universidad. Había escogido justamente ese lugar porque era uno de sus favoritos para pasar el rato; su temática era pura y exclusivamente japonesa, y aunque el no era muy amante del manga, disfrutaba viendo anime y por eso el local le parecía más que cómodo. Allí mismo había citado a la joven de cabello corto y tatuajes, a la cual había invitado ha tomar un café luego de una extraña interacción. Fue algo espontaneo, aunque para el eso no era un problema.
El joven estaba apoyado contra una farola, con la mirada fija en la pantalla de su celular, sin prestar realmente atención a lo que veía en el. Lo desbloqueaba y lo bloqueaba de nuevo cada tanto, solo para asegurarse de que no se le hubiera pasado algún mensaje. Por el momento no hubo ninguna llamada de urgencia por parte de los guardianes del globo, ni tampoco información reciente sobre los villanos que estaba persiguiendo que recibía de parte de Robot, por lo que Mark finalmente guardó su celular en el bolsillo derecho e intentó olvidarse de todo eso.
—Ok Mark, no digas nada sobre tu identidad secreta. —murmuró para sí mismo, aunque la sonrisa que se le escapó después fue más honesta de lo que habría admitido.
Levantó la vista, buscando entre los rostros de los transeúntes para ver si ella estaba cerca. Nada todavía. Se acomodó el cuello de la chaqueta, como si eso fuera a hacer que pasara el tiempo más rápido.
—Acepta una cita con una chica que parece que escucha a Nirvana mientras entierra cuerpos. ¿Qué podría salir mal? —comentó en su mente con algo de sarcasmo, aunque sin rastro de burla real.
Vagamente recordaba su rostro y modales: aunque parecía que era una mujer bastante ruda e independiente, también se la veía triste; como si todavía no hubiera encontrado algo que la haga feliz. El esperaba ver esa tristeza en su mirada otra vez. No por querer que siguiera con ese sentimiento, sino porque algo le hacía sentir que tal vez… el también podía ser alguien con quien compartir ese silencio incómodo del mundo.
—Solo espero que Cecil no me joda esta vez, odio a ese anciano. —dijo en voz baja, aún sin moverse de su lugar.
Y entonces…
Escuchó pasos.

