• 𝐌𝐚𝐝𝐫𝐞, Persefone Reina del Inframundo Spring 𝐞𝐬 𝐫𝐞𝐟𝐮𝐠𝐢𝐨.
    Su voz calma incluso a las sombras más densas del Inframundo.

    𝐄𝐥 𝐯𝐢𝐞𝐣𝐨(𝐏𝐚𝐝𝐫𝐞)hades Greek Mitology , 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐫𝐨.
    Inquebrantable, frío, siempre allí… incluso cuando no quisiera reconocer(?; es el que nos protege como guardián.

    𝐘𝐨, 𝐞𝐥 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐝𝐨.
    Forjado a golpes, de deber y rebeldía. Aprendí a resistir más que a golpear.

    𝐏𝐞𝐫𝐨 Melınoë, Melinoë
    Ella es otra historia.
    Una chispa. Una posibilidad.

    Luz que no quema.
    Empatía que no exige.
    Color que ni el mismo Tártaro puede borrar.

    Ellα, es lo que madre siempre quiso traer a estas tierras.

    Y ʟᴏ ϙᴜᴇ ʏᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ ᴘʀᴏᴛᴇɢᴇʀᴇ́.
    𝐌𝐚𝐝𝐫𝐞, [legend_orange_eagle_209] 𝐞𝐬 𝐫𝐞𝐟𝐮𝐠𝐢𝐨. Su voz calma incluso a las sombras más densas del Inframundo. 𝐄𝐥 𝐯𝐢𝐞𝐣𝐨(𝐏𝐚𝐝𝐫𝐞)[quasar_yellow_whale_469] , 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐫𝐨. Inquebrantable, frío, siempre allí… incluso cuando no quisiera reconocer(?; es el que nos protege como guardián. 𝐘𝐨, 𝐞𝐥 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐝𝐨. Forjado a golpes, de deber y rebeldía. Aprendí a resistir más que a golpear. 𝐏𝐞𝐫𝐨 Melınoë, [Mel_Infra] … Ella es otra historia. Una chispa. Una posibilidad. Luz que no quema. Empatía que no exige. Color que ni el mismo Tártaro puede borrar. Ellα, es lo que madre siempre quiso traer a estas tierras. Y ʟᴏ ϙᴜᴇ ʏᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ ᴘʀᴏᴛᴇɢᴇʀᴇ́.
    Me encocora
    Me gusta
    5
    0 turnos 1 maullido
  • Un Recuerdo de Perséfone: El Encuentro con Hades

    Recuerdo el día en que todo cambió, como si fuera ayer, aunque los años que han pasado desde entonces se mezclan entre sombras y luces, entre estaciones que nacen y mueren sin cesar.

    Estaba en los campos, rodeada de flores que se abrían al sol de la primavera, riendo entre las risas de las ninfas, sin saber que ese día mi vida tomaría un rumbo irreversible. En ese entonces, era la hija querida de Deméter, y todo lo que tocaba parecía florecer.

    Pero él llegó sin previo aviso. No vi su sombra acercándose, ni el eco de su paso en la tierra que amaba. De pronto, el suelo se abrió bajo mis pies y el aire se tornó frío. Hades, el rey del inframundo, me tomó por sorpresa, como un relámpago en una tarde tranquila. Su mirada, profunda y oscura, era como un abismo que absorbía todo a su paso. Sin palabras, sin promesas, me arrebató de la luz y me arrastró al reino que dominaba con mano firme, un reino alejado de todo lo que conocía.

    Durante los primeros momentos en el inframundo, todo fue frío, vacío. El silencio era denso, casi palpable, y sentí el peso de la soledad sobre mis hombros. Pero en él, en Hades, descubrí algo más. No era el monstruo que muchos temían, sino un ser cuya presencia contenía una fuerza que nunca había imaginado. A través de sus ojos, vi la tristeza y la soledad que cargaba, como si el reino de sombras que gobernaba fuera también su propia condena.

    No entendía, no podía comprender cómo alguien como él, tan oscuro, podía hablarme en susurros suaves, tan distintos al estrépito de las batallas que había oído hablar. Y sin embargo, algo en su mirada me atrapó, algo más allá del miedo y la desesperación. En su mundo sombrío, algo comenzaba a brotar, algo tan inusual como el invierno que, a veces, trae consigo la promesa de la primavera.

    A lo largo de los días, comencé a ver más allá de las sombras. Aprendí que el inframundo no era solo muerte, sino también el lugar donde las almas encontraban su descanso, donde todo aquello que moría se transformaba en algo distinto, en algo eterno. Y, en ese vasto silencio, en ese reino apartado, comenzaba a entender a Hades de una manera diferente.

    El hombre que me había raptado era también el guardián de los secretos de la vida y la muerte. Y aunque nunca habría esperado que algo naciera allí, entre las tinieblas, algo comenzó a florecer entre nosotros.

    hades Greek Mitology
    Un Recuerdo de Perséfone: El Encuentro con Hades Recuerdo el día en que todo cambió, como si fuera ayer, aunque los años que han pasado desde entonces se mezclan entre sombras y luces, entre estaciones que nacen y mueren sin cesar. Estaba en los campos, rodeada de flores que se abrían al sol de la primavera, riendo entre las risas de las ninfas, sin saber que ese día mi vida tomaría un rumbo irreversible. En ese entonces, era la hija querida de Deméter, y todo lo que tocaba parecía florecer. Pero él llegó sin previo aviso. No vi su sombra acercándose, ni el eco de su paso en la tierra que amaba. De pronto, el suelo se abrió bajo mis pies y el aire se tornó frío. Hades, el rey del inframundo, me tomó por sorpresa, como un relámpago en una tarde tranquila. Su mirada, profunda y oscura, era como un abismo que absorbía todo a su paso. Sin palabras, sin promesas, me arrebató de la luz y me arrastró al reino que dominaba con mano firme, un reino alejado de todo lo que conocía. Durante los primeros momentos en el inframundo, todo fue frío, vacío. El silencio era denso, casi palpable, y sentí el peso de la soledad sobre mis hombros. Pero en él, en Hades, descubrí algo más. No era el monstruo que muchos temían, sino un ser cuya presencia contenía una fuerza que nunca había imaginado. A través de sus ojos, vi la tristeza y la soledad que cargaba, como si el reino de sombras que gobernaba fuera también su propia condena. No entendía, no podía comprender cómo alguien como él, tan oscuro, podía hablarme en susurros suaves, tan distintos al estrépito de las batallas que había oído hablar. Y sin embargo, algo en su mirada me atrapó, algo más allá del miedo y la desesperación. En su mundo sombrío, algo comenzaba a brotar, algo tan inusual como el invierno que, a veces, trae consigo la promesa de la primavera. A lo largo de los días, comencé a ver más allá de las sombras. Aprendí que el inframundo no era solo muerte, sino también el lugar donde las almas encontraban su descanso, donde todo aquello que moría se transformaba en algo distinto, en algo eterno. Y, en ese vasto silencio, en ese reino apartado, comenzaba a entender a Hades de una manera diferente. El hombre que me había raptado era también el guardián de los secretos de la vida y la muerte. Y aunque nunca habría esperado que algo naciera allí, entre las tinieblas, algo comenzó a florecer entre nosotros. [quasar_yellow_whale_469]
    Me gusta
    Me encocora
    10
    0 turnos 0 maullidos
  • Dime tu nombre, forastero, antes de que mi guardián decida que no vale la pena salvarte.
    Dime tu nombre, forastero, antes de que mi guardián decida que no vale la pena salvarte.
    Me gusta
    Me encocora
    3
    1 turno 0 maullidos
  • Dentro del Palacio de Hades, en el corazón del Inframundo, detrás de una puerta forjada en hierro meteórico y sellada con juramentos olvidados por los vivos yace la habitación de Melíone, la hija velada de Perséfone, engendrada en los silencios profundos del Inframundo.

    Ubicada en una de las torres más antiguas del palacio de Hades, donde ni siquiera Cerbero se atreve a rondar, la habitación de Melíone no fue construida: fue convocada. Surgió del eco del primer suspiro que Perséfone soltó tras que Hades sacara de su vientre a su hija, el suspiro que mezcló lo fértil de la tierra con lo inmutable de la muerte.

    Con paredes traslucidas donde sombras se mueven libremente como peces dentro del firme mármol negro. Cada sombra representa una parte del alma de Melíone que jamás tocará la luz del mundo mortal. Inscritas en las paredes hay palabras órficas en espiral, que giran muy lentamente, revelando profecías a quien sepa leerlas sin enloquecer.

    El techo no existe. En su lugar, hay una apertura a un firmamento interior donde flota el Nyktaión, una luna artificial creada por la propia Melíone: negra como la tinta del río Estigia, pero brillante con la luz de las almas que han sido juzgadas con justicia.

    Su lecho está hecho con huesos de leviatanes del Tártaro, suavizado con plumas que cayeron de las alas de Pegaso. A su lado duerme un pequeño espíritu de fuego azul, un antiguo guardián que sólo responde a su voz, y que puede volverse un cometa de furia si se la amenaza.

    El aire en su cámara está lleno de aromas imposibles: la esencia de la flor de asfódelo mezclada con incienso lunar, y la humedad dulce de los campos élisicos, donde su linaje se entrelaza con la esperanza de redención. En un rincón, una fuente derrama eternamente agua del Lete, el río del olvido. Melíone a veces la contempla, aunque jamás bebe de ella. Guarda la memoria de su madre, de los mortales que la invocan en sus sueños, y de las antiguas ceremonias en las que fue honrada con su nombre temido: la oscura hija, la del rostro oculto, la de los pasos que no dejan huella.

    Un lugar donde no cualquiera puede entrar o salir sin el permiso de la tenebrosa Melinoe, se cuenta que dentro aun se escuchan los susurros de aquellos valientes o tontos que se atrevieron a entrar pero nunca salieron.

    Y aunque Hades rara vez sube hasta su torre, se dice que hay una inscripción en la entrada, grabada con su propia mano:

    “Aquí mora la hija que no fue concebida por el tiempo,
    ni por la voluntad de los dioses,
    sino por el equilibrio sagrado entre lo que muere y lo que renace.”


    //Yo no escribí esto, me lo envió alguien más lo cambie poquito pero ella fue la que lo hizo
    Dentro del Palacio de Hades, en el corazón del Inframundo, detrás de una puerta forjada en hierro meteórico y sellada con juramentos olvidados por los vivos yace la habitación de Melíone, la hija velada de Perséfone, engendrada en los silencios profundos del Inframundo. Ubicada en una de las torres más antiguas del palacio de Hades, donde ni siquiera Cerbero se atreve a rondar, la habitación de Melíone no fue construida: fue convocada. Surgió del eco del primer suspiro que Perséfone soltó tras que Hades sacara de su vientre a su hija, el suspiro que mezcló lo fértil de la tierra con lo inmutable de la muerte. Con paredes traslucidas donde sombras se mueven libremente como peces dentro del firme mármol negro. Cada sombra representa una parte del alma de Melíone que jamás tocará la luz del mundo mortal. Inscritas en las paredes hay palabras órficas en espiral, que giran muy lentamente, revelando profecías a quien sepa leerlas sin enloquecer. El techo no existe. En su lugar, hay una apertura a un firmamento interior donde flota el Nyktaión, una luna artificial creada por la propia Melíone: negra como la tinta del río Estigia, pero brillante con la luz de las almas que han sido juzgadas con justicia. Su lecho está hecho con huesos de leviatanes del Tártaro, suavizado con plumas que cayeron de las alas de Pegaso. A su lado duerme un pequeño espíritu de fuego azul, un antiguo guardián que sólo responde a su voz, y que puede volverse un cometa de furia si se la amenaza. El aire en su cámara está lleno de aromas imposibles: la esencia de la flor de asfódelo mezclada con incienso lunar, y la humedad dulce de los campos élisicos, donde su linaje se entrelaza con la esperanza de redención. En un rincón, una fuente derrama eternamente agua del Lete, el río del olvido. Melíone a veces la contempla, aunque jamás bebe de ella. Guarda la memoria de su madre, de los mortales que la invocan en sus sueños, y de las antiguas ceremonias en las que fue honrada con su nombre temido: la oscura hija, la del rostro oculto, la de los pasos que no dejan huella. Un lugar donde no cualquiera puede entrar o salir sin el permiso de la tenebrosa Melinoe, se cuenta que dentro aun se escuchan los susurros de aquellos valientes o tontos que se atrevieron a entrar pero nunca salieron. Y aunque Hades rara vez sube hasta su torre, se dice que hay una inscripción en la entrada, grabada con su propia mano: “Aquí mora la hija que no fue concebida por el tiempo, ni por la voluntad de los dioses, sino por el equilibrio sagrado entre lo que muere y lo que renace.” //Yo no escribí esto, me lo envió alguien más lo cambie poquito pero ella fue la que lo hizo
    Me gusta
    Me encocora
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • ??: La ciudad parece tener un ángel guardián, ya que hay reportes de una silueta de una mujer voladora que los ha rescate de una muerte segura... Ángel guardián o una demoledora humana, hay destrucción por todo el puente.
    ??: La ciudad parece tener un ángel guardián, ya que hay reportes de una silueta de una mujer voladora que los ha rescate de una muerte segura... Ángel guardián o una demoledora humana, hay destrucción por todo el puente.
    Me gusta
    Me encocora
    3
    1 turno 0 maullidos
  • Morfeo no es hombre ni espectro. Es una sombra errante, desprovista de cuerpo, de voz, de memoria propia. Recorre los caminos entre los sueños y la vigilia, entre la niebla de la madrugada y los susurros del crepúsculo. Donde él pasa, las linternas titilan y los relojes atrasan. No deja huellas, pero su presencia entibia el aire como una promesa que no se cumple.

    Dicen que fue un dios, o un guardián de los sueños, expulsado por desafiar el límite entre la ensoñación y la realidad. En su afán por comprender a los humanos, descendió demasiado.

    Ahora vaga, prisionero del mundo intermedio, recogiendo fragmentos de los sueños de otros con la esperanza de reconstruir el suyo. Aquellos que lo encuentran en sus pesadillas a menudo despiertan llorando, con una sensación extraña de haber perdido algo valioso, sin saber qué. Algunos lo dibujan en sus diarios: una figura alargada, envuelta en sombra líquida, con ojos que no son ojos, sino recuerdos atrapados.

    Pero no es maligno, aunque muchos lo teman. Morfeo no busca dañar. Busca redención. Busca volver a ser completo.
    Morfeo no es hombre ni espectro. Es una sombra errante, desprovista de cuerpo, de voz, de memoria propia. Recorre los caminos entre los sueños y la vigilia, entre la niebla de la madrugada y los susurros del crepúsculo. Donde él pasa, las linternas titilan y los relojes atrasan. No deja huellas, pero su presencia entibia el aire como una promesa que no se cumple. Dicen que fue un dios, o un guardián de los sueños, expulsado por desafiar el límite entre la ensoñación y la realidad. En su afán por comprender a los humanos, descendió demasiado. Ahora vaga, prisionero del mundo intermedio, recogiendo fragmentos de los sueños de otros con la esperanza de reconstruir el suyo. Aquellos que lo encuentran en sus pesadillas a menudo despiertan llorando, con una sensación extraña de haber perdido algo valioso, sin saber qué. Algunos lo dibujan en sus diarios: una figura alargada, envuelta en sombra líquida, con ojos que no son ojos, sino recuerdos atrapados. Pero no es maligno, aunque muchos lo teman. Morfeo no busca dañar. Busca redención. Busca volver a ser completo.
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • "Caminando con los Muertos" (Parte III)

    Es un crujido el que retumba en el ambiente haciendo eco en el pecho del brujo como lo haría un parlante de cualquier concierto metal, pero sin ruido.

    — Amo, eso no es natural... —advierte Lester, quien ha sentido exactamente lo mismo y luce sus plumas erizadas cual gato espantado.

    Tolek no dice nada, pero aprecia la advertencia. Pronto, alza una mano para aplastar al cuervo contra su cuerpo, pues presiente la llegada de las consecuencias de la brecha rota.

    Una onda expansiva gélida empuja llevándose consigo las almas, los cadáveres fantasmales, los restos que descansaban a su alrededor. Todo vuela violentamente lejos hacia atrás, dejando al brujo y al cuervo como diminutas motas en medio de un trazo marcado sobre el lodo por un pincel gigante que hubiera barrido por encima de ellos.

    Para el brujo cuyas raíces calan intrínsecas en la naturaleza misma del frío elemental, la ráfaga le resulta energizante como una ducha helada. Marcas antiguas brillan pulsando en símbolos paganos surcando su piel cuando absorbe la esencia del impulso.

    — Puede que no sea natural de aquí ahora, pero lo fue, más que cualquier otra cosa, aunque hace ya mucho tiempo.

    Las voces de las almas que han resultado liberadas arrastran consigo una mortaja más antigua que las edades actuales, más foráneas, pero a la vez también originales. Tolek resuena con el dolor que estas arrastran y disfruta, por repulsivo que le parezca, cuando el instinto del Liche se agita en su interior exigiendo ser alimentado.

    El brujo se encoge conteniéndose a sí mismo, presiona quizás demasiado al ave sobre su hombro, aunque sólo quiera protegerle. Cierra los ojos con fuerza y respira profundo.

    — Amo, me vas a hacer puré de cuervo —protesta Lester, su voz resonando en la mente del brujo.

    Tolek sacude la cabeza con fuerza en un intento por deshacerse de la lujuria de la muerte que intenta apoderarse de él.

    — Lo siento —murmura en respuesta.

    Afloja así la presión sobre el ave, antes de alzar la cabeza enderezando el cuerpo. Ha perdido la dirección de donde apareció la brecha y hacia donde huyeron las almas ya dispersas.

    — ¿Has visto dónde ha sido eso? —Pregunta, impaciente, a su ave guía.

    Pero Lester estaba cubierto por la manota del brujo, ¿Cómo podría haber visto algo?

    — Amo, no pude. Estaba ocupado siendo estampilla.

    El brujo deja escapar un gruñido de frustración mientras observa alrededor donde no ve más que un interminable horizonte igual en todas direcciones, hasta que algo toma forma a lo lejos rompiendo la silueta monótona del más allá.

    Es la figura recortada de una criatura demasiado alta para ser humana, con cuernos saliendo de su cabeza cuyo rostro cadavérico se muestra similar al de un ciervo sin piel alguna, sus ojos destellando apenas en el vacío de sus cuencas.

    Tolek enfrenta los ojos de la criatura que, otra vez, le parece más familiar aún que la esencia liberada de la brecha rota. Es una presencia antigua, rancia y marchita como el aroma de una cueva enmohecida y encerrada, pero a la vez llena de vida como las ciénagas a la luz del sol de primavera.

    Veles.

    Y en cuanto Tolek le reconoce, prestándose a posar una rodilla en el fangoso suelo en reverencia al espíritu guardián de su clan, la figura desaparece.

    — ¡Amo, ese era...! —Exclama el cuervo.

    — Nos está señalando el camino.

    #ElBrujoCojo [SideBlackHole]
    "Caminando con los Muertos" (Parte III) Es un crujido el que retumba en el ambiente haciendo eco en el pecho del brujo como lo haría un parlante de cualquier concierto metal, pero sin ruido. — Amo, eso no es natural... —advierte Lester, quien ha sentido exactamente lo mismo y luce sus plumas erizadas cual gato espantado. Tolek no dice nada, pero aprecia la advertencia. Pronto, alza una mano para aplastar al cuervo contra su cuerpo, pues presiente la llegada de las consecuencias de la brecha rota. Una onda expansiva gélida empuja llevándose consigo las almas, los cadáveres fantasmales, los restos que descansaban a su alrededor. Todo vuela violentamente lejos hacia atrás, dejando al brujo y al cuervo como diminutas motas en medio de un trazo marcado sobre el lodo por un pincel gigante que hubiera barrido por encima de ellos. Para el brujo cuyas raíces calan intrínsecas en la naturaleza misma del frío elemental, la ráfaga le resulta energizante como una ducha helada. Marcas antiguas brillan pulsando en símbolos paganos surcando su piel cuando absorbe la esencia del impulso. — Puede que no sea natural de aquí ahora, pero lo fue, más que cualquier otra cosa, aunque hace ya mucho tiempo. Las voces de las almas que han resultado liberadas arrastran consigo una mortaja más antigua que las edades actuales, más foráneas, pero a la vez también originales. Tolek resuena con el dolor que estas arrastran y disfruta, por repulsivo que le parezca, cuando el instinto del Liche se agita en su interior exigiendo ser alimentado. El brujo se encoge conteniéndose a sí mismo, presiona quizás demasiado al ave sobre su hombro, aunque sólo quiera protegerle. Cierra los ojos con fuerza y respira profundo. — Amo, me vas a hacer puré de cuervo —protesta Lester, su voz resonando en la mente del brujo. Tolek sacude la cabeza con fuerza en un intento por deshacerse de la lujuria de la muerte que intenta apoderarse de él. — Lo siento —murmura en respuesta. Afloja así la presión sobre el ave, antes de alzar la cabeza enderezando el cuerpo. Ha perdido la dirección de donde apareció la brecha y hacia donde huyeron las almas ya dispersas. — ¿Has visto dónde ha sido eso? —Pregunta, impaciente, a su ave guía. Pero Lester estaba cubierto por la manota del brujo, ¿Cómo podría haber visto algo? — Amo, no pude. Estaba ocupado siendo estampilla. El brujo deja escapar un gruñido de frustración mientras observa alrededor donde no ve más que un interminable horizonte igual en todas direcciones, hasta que algo toma forma a lo lejos rompiendo la silueta monótona del más allá. Es la figura recortada de una criatura demasiado alta para ser humana, con cuernos saliendo de su cabeza cuyo rostro cadavérico se muestra similar al de un ciervo sin piel alguna, sus ojos destellando apenas en el vacío de sus cuencas. Tolek enfrenta los ojos de la criatura que, otra vez, le parece más familiar aún que la esencia liberada de la brecha rota. Es una presencia antigua, rancia y marchita como el aroma de una cueva enmohecida y encerrada, pero a la vez llena de vida como las ciénagas a la luz del sol de primavera. Veles. Y en cuanto Tolek le reconoce, prestándose a posar una rodilla en el fangoso suelo en reverencia al espíritu guardián de su clan, la figura desaparece. — ¡Amo, ese era...! —Exclama el cuervo. — Nos está señalando el camino. #ElBrujoCojo [SideBlackHole]
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Una entidad más allá de la consciencia, considerada la madre forjadora del destino. Alabada y bendecida por sus seguidores, Maiev: La Bruja del Vórtice, empezó sus días con las intenciones más puras y solemnes, deseaba ayudar a la humanidad, encaminarla por un camino de esperanza y compasión.

    Pero hasta una mujer solitaria como ella necesita compañía. El día que nació, el reino tembló y los bosques susurraron su nombre: Chronos. Un bebé tan brillante como el Sol, ojos color carmín, fina piel blanca como porcelana y albino. Cayó rendida al encanto del infante, por primera vez en siglos de soledad nació el interés romántico de poseer a ese hombre.

    Se corrompió. Maquino todo un plan y se deshizo de sus padres apareciendo frente a él como un ángel guardián que le cuidaría hasta el fin de sus días. Chronos, era puro e inocente con una capacidad intelectual elevada a su corta edad. Le regaló compañía, conocimiento, comodidad y afecto que escaló hasta la intimidad cuando apenas el joven cumplió 15 años.

    Chronos deseaba explorar el mundo, deseaba encontrar su propósito, su propio camino. Pero Maiev se llenó de celos con la propuesta, lo dejaría partir siempre y cuando ella lo acompañará en su descubrimiento. Y juntos viajaron por el mundo corrupto.

    La putrefacción de la humanidad enfermo, sus guerras por pedazos de tierra, el odio, el dolor, la fatiga... Chronos en su inexperiencia sintió una cosa: placer. Amaba la sangre derramada sin sentido, los lamentos de un pueblo abandonado, la tiranía de los gobernantes, él quería tomar ese lugar y levantarse por encima de todos.

    Pero Maiev no estaba convencida del todo con esta versión, aunque lo amaba con locura.

    To be continued...
    Una entidad más allá de la consciencia, considerada la madre forjadora del destino. Alabada y bendecida por sus seguidores, Maiev: La Bruja del Vórtice, empezó sus días con las intenciones más puras y solemnes, deseaba ayudar a la humanidad, encaminarla por un camino de esperanza y compasión. Pero hasta una mujer solitaria como ella necesita compañía. El día que nació, el reino tembló y los bosques susurraron su nombre: Chronos. Un bebé tan brillante como el Sol, ojos color carmín, fina piel blanca como porcelana y albino. Cayó rendida al encanto del infante, por primera vez en siglos de soledad nació el interés romántico de poseer a ese hombre. Se corrompió. Maquino todo un plan y se deshizo de sus padres apareciendo frente a él como un ángel guardián que le cuidaría hasta el fin de sus días. Chronos, era puro e inocente con una capacidad intelectual elevada a su corta edad. Le regaló compañía, conocimiento, comodidad y afecto que escaló hasta la intimidad cuando apenas el joven cumplió 15 años. Chronos deseaba explorar el mundo, deseaba encontrar su propósito, su propio camino. Pero Maiev se llenó de celos con la propuesta, lo dejaría partir siempre y cuando ella lo acompañará en su descubrimiento. Y juntos viajaron por el mundo corrupto. La putrefacción de la humanidad enfermo, sus guerras por pedazos de tierra, el odio, el dolor, la fatiga... Chronos en su inexperiencia sintió una cosa: placer. Amaba la sangre derramada sin sentido, los lamentos de un pueblo abandonado, la tiranía de los gobernantes, él quería tomar ese lugar y levantarse por encima de todos. Pero Maiev no estaba convencida del todo con esta versión, aunque lo amaba con locura. To be continued...
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Incluso él era capaz de buscar esos pequeños momentos para desconectar.

    Kazuo era un ser muy disciplinado. Se levantaba con los primeros rayos del alba para iniciar sus tareas diarias. Su templo, aunque no fuera excesivamente grande, requería un mantenimiento y cuidado diario.

    Además de aquellas tareas matutinas, atendía a aquellos que viniesen de visita o a rezar. Aunque esto último era casi inexistente a causa del frío y la nieve.

    Y no solo su templo; también se ocupaba de todo el territorio que abarcaba su amado bosque. Este lo pratullaba y velaba por él, a veces con la noche acariciando su lomo. Era su guardián, su rey, su protector.

    Pero a pesar de todo esto. Siempre buscaba tener tiempo de calidad con su amada. Este la buscaba en cada esquina con la mirada, intentando encontrar cualquier escusa para estar a su lado.

    Y otras veces, cuando la soledad azotaba, realizaba otro tipo de actividades. Kazuo amaba pintar; trazar finas líneas, dando forma a aquello que se plasmaba en su mente. Era meticuloso; creando siluetas de trazos exquisitamente medidos. Los siglos le habían otorgado el tiempo suficiente como para haber perfeccionado dicha habilidad.

    Era por eso que aquella tarde, bajo un sol despejado, el zorro pintaba en el cristal de un porta velas. Pensando que sería un regalo hermoso para el amor de su vida; 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 .
    Incluso él era capaz de buscar esos pequeños momentos para desconectar. Kazuo era un ser muy disciplinado. Se levantaba con los primeros rayos del alba para iniciar sus tareas diarias. Su templo, aunque no fuera excesivamente grande, requería un mantenimiento y cuidado diario. Además de aquellas tareas matutinas, atendía a aquellos que viniesen de visita o a rezar. Aunque esto último era casi inexistente a causa del frío y la nieve. Y no solo su templo; también se ocupaba de todo el territorio que abarcaba su amado bosque. Este lo pratullaba y velaba por él, a veces con la noche acariciando su lomo. Era su guardián, su rey, su protector. Pero a pesar de todo esto. Siempre buscaba tener tiempo de calidad con su amada. Este la buscaba en cada esquina con la mirada, intentando encontrar cualquier escusa para estar a su lado. Y otras veces, cuando la soledad azotaba, realizaba otro tipo de actividades. Kazuo amaba pintar; trazar finas líneas, dando forma a aquello que se plasmaba en su mente. Era meticuloso; creando siluetas de trazos exquisitamente medidos. Los siglos le habían otorgado el tiempo suficiente como para haber perfeccionado dicha habilidad. Era por eso que aquella tarde, bajo un sol despejado, el zorro pintaba en el cristal de un porta velas. Pensando que sería un regalo hermoso para el amor de su vida; [Liz_bloodFlame].
    Me encocora
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • —No soy guardián ni maestro. No llevo a nadie de la mano. Solo soy el eco de un lugar donde los que se caen de la realidad aterrizan un momento antes de seguir cayendo… o de aprender a volar.

    —Algunos llegan con preguntas. Otros con miedo. Algunos ni siquiera saben que han llegado.

    —No soy yo quien da respuestas. Las respuestas ya estaban dentro de ustedes. Yo solo señalo dónde buscar.
    —A veces alguien se encuentra. A veces alguien se pierde más. Ambas cosas son lo mismo.

    —Porque al final, no importa cuánto busques… la única verdad es que todo sigue.

    —Incluso cuando crees que has llegado al final.
    —No soy guardián ni maestro. No llevo a nadie de la mano. Solo soy el eco de un lugar donde los que se caen de la realidad aterrizan un momento antes de seguir cayendo… o de aprender a volar. —Algunos llegan con preguntas. Otros con miedo. Algunos ni siquiera saben que han llegado. —No soy yo quien da respuestas. Las respuestas ya estaban dentro de ustedes. Yo solo señalo dónde buscar. —A veces alguien se encuentra. A veces alguien se pierde más. Ambas cosas son lo mismo. —Porque al final, no importa cuánto busques… la única verdad es que todo sigue. —Incluso cuando crees que has llegado al final.
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados