• La luna ascendía lenta sobre el dosel de los árboles, filtrando su luz plateada entre las hojas. El bosque, que para otros sería un lugar de misterio o temor, para ella era hogar. Artemisa caminó descalza sobre la hierba húmeda, su capa arrastrándose suavemente tras de sí.

    Se detuvo frente a un viejo roble, cuyas raíces parecían haber nacido antes del tiempo. Se sentó con naturalidad, recostando la espalda contra su tronco, cerrando los ojos por un instante. El viento susurraba nombres que solo ella comprendía.

    Uno a uno, los habitantes del bosque fueron acercándose. Un zorro se enroscó junto a su costado, un búho se posó sobre una rama cercana, y un ciervo joven se acomodó a sus pies. Incluso los más tímidos —liebres, ardillas, hasta un pequeño lobo solitario— se acercaron en silencio, buscando su calor, su calma.

    Ella no dijo palabra. Solo respiró hondo, con los párpados cerrados y una leve sonrisa en los labios. Dormir bajo el cielo abierto, con la noche como cobija y el bosque como guardián… no había lugar más sagrado para la diosa de la Luna.
    La luna ascendía lenta sobre el dosel de los árboles, filtrando su luz plateada entre las hojas. El bosque, que para otros sería un lugar de misterio o temor, para ella era hogar. Artemisa caminó descalza sobre la hierba húmeda, su capa arrastrándose suavemente tras de sí. Se detuvo frente a un viejo roble, cuyas raíces parecían haber nacido antes del tiempo. Se sentó con naturalidad, recostando la espalda contra su tronco, cerrando los ojos por un instante. El viento susurraba nombres que solo ella comprendía. Uno a uno, los habitantes del bosque fueron acercándose. Un zorro se enroscó junto a su costado, un búho se posó sobre una rama cercana, y un ciervo joven se acomodó a sus pies. Incluso los más tímidos —liebres, ardillas, hasta un pequeño lobo solitario— se acercaron en silencio, buscando su calor, su calma. Ella no dijo palabra. Solo respiró hondo, con los párpados cerrados y una leve sonrisa en los labios. Dormir bajo el cielo abierto, con la noche como cobija y el bosque como guardián… no había lugar más sagrado para la diosa de la Luna.
    Me encocora
    Me gusta
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • Hoy, las llamas que una vez iluminaron la noche se han apagado. Diluc Ragnvindr, protector incansable, portador del alba y guardián en las sombras, ha partido.

    Con el fuego de la justicia en el corazón, defendió su ciudad y las causas justas incluso cuando todo el mundo le dio la espalda. En silencio, sin buscar gloria ni reconocimiento, luchó por el bien común, guiado solo por el recuerdo de quienes amó y perdió. Que su llama jamás se extinga en nuestros corazones.

    Descansa en paz Diluc ⚘️

    Ullr en la tumba:¿Entonces la herencia es mía?
    Hoy, las llamas que una vez iluminaron la noche se han apagado. Diluc Ragnvindr, protector incansable, portador del alba y guardián en las sombras, ha partido. Con el fuego de la justicia en el corazón, defendió su ciudad y las causas justas incluso cuando todo el mundo le dio la espalda. En silencio, sin buscar gloria ni reconocimiento, luchó por el bien común, guiado solo por el recuerdo de quienes amó y perdió. Que su llama jamás se extinga en nuestros corazones. Descansa en paz Diluc ⚘️ Ullr en la tumba:¿Entonces la herencia es mía?
    Me shockea
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • "Caminando con los Muertos" (Parte III)

    Es un crujido el que retumba en el ambiente haciendo eco en el pecho del brujo como lo haría un parlante de cualquier concierto metal, pero sin ruido.

    — Amo, eso no es natural... —advierte Lester, quien ha sentido exactamente lo mismo y luce sus plumas erizadas cual gato espantado.

    Tolek no dice nada, pero aprecia la advertencia. Pronto, alza una mano para aplastar al cuervo contra su cuerpo, pues presiente la llegada de las consecuencias de la brecha rota.

    Una onda expansiva gélida empuja llevándose consigo las almas, los cadáveres fantasmales, los restos que descansaban a su alrededor. Todo vuela violentamente lejos hacia atrás, dejando al brujo y al cuervo como diminutas motas en medio de un trazo marcado sobre el lodo por un pincel gigante que hubiera barrido por encima de ellos.

    Para el brujo cuyas raíces calan intrínsecas en la naturaleza misma del frío elemental, la ráfaga le resulta energizante como una ducha helada. Marcas antiguas brillan pulsando en símbolos paganos surcando su piel cuando absorbe la esencia del impulso.

    — Puede que no sea natural de aquí ahora, pero lo fue, más que cualquier otra cosa, aunque hace ya mucho tiempo.

    Las voces de las almas que han resultado liberadas arrastran consigo una mortaja más antigua que las edades actuales, más foráneas, pero a la vez también originales. Tolek resuena con el dolor que estas arrastran y disfruta, por repulsivo que le parezca, cuando el instinto del Liche se agita en su interior exigiendo ser alimentado.

    El brujo se encoge conteniéndose a sí mismo, presiona quizás demasiado al ave sobre su hombro, aunque sólo quiera protegerle. Cierra los ojos con fuerza y respira profundo.

    — Amo, me vas a hacer puré de cuervo —protesta Lester, su voz resonando en la mente del brujo.

    Tolek sacude la cabeza con fuerza en un intento por deshacerse de la lujuria de la muerte que intenta apoderarse de él.

    — Lo siento —murmura en respuesta.

    Afloja así la presión sobre el ave, antes de alzar la cabeza enderezando el cuerpo. Ha perdido la dirección de donde apareció la brecha y hacia donde huyeron las almas ya dispersas.

    — ¿Has visto dónde ha sido eso? —Pregunta, impaciente, a su ave guía.

    Pero Lester estaba cubierto por la manota del brujo, ¿Cómo podría haber visto algo?

    — Amo, no pude. Estaba ocupado siendo estampilla.

    El brujo deja escapar un gruñido de frustración mientras observa alrededor donde no ve más que un interminable horizonte igual en todas direcciones, hasta que algo toma forma a lo lejos rompiendo la silueta monótona del más allá.

    Es la figura recortada de una criatura demasiado alta para ser humana, con cuernos saliendo de su cabeza cuyo rostro cadavérico se muestra similar al de un ciervo sin piel alguna, sus ojos destellando apenas en el vacío de sus cuencas.

    Tolek enfrenta los ojos de la criatura que, otra vez, le parece más familiar aún que la esencia liberada de la brecha rota. Es una presencia antigua, rancia y marchita como el aroma de una cueva enmohecida y encerrada, pero a la vez llena de vida como las ciénagas a la luz del sol de primavera.

    Veles.

    Y en cuanto Tolek le reconoce, prestándose a posar una rodilla en el fangoso suelo en reverencia al espíritu guardián de su clan, la figura desaparece.

    — ¡Amo, ese era...! —Exclama el cuervo.

    — Nos está señalando el camino.

    #ElBrujoCojo §iძ𝑬
    "Caminando con los Muertos" (Parte III) Es un crujido el que retumba en el ambiente haciendo eco en el pecho del brujo como lo haría un parlante de cualquier concierto metal, pero sin ruido. — Amo, eso no es natural... —advierte Lester, quien ha sentido exactamente lo mismo y luce sus plumas erizadas cual gato espantado. Tolek no dice nada, pero aprecia la advertencia. Pronto, alza una mano para aplastar al cuervo contra su cuerpo, pues presiente la llegada de las consecuencias de la brecha rota. Una onda expansiva gélida empuja llevándose consigo las almas, los cadáveres fantasmales, los restos que descansaban a su alrededor. Todo vuela violentamente lejos hacia atrás, dejando al brujo y al cuervo como diminutas motas en medio de un trazo marcado sobre el lodo por un pincel gigante que hubiera barrido por encima de ellos. Para el brujo cuyas raíces calan intrínsecas en la naturaleza misma del frío elemental, la ráfaga le resulta energizante como una ducha helada. Marcas antiguas brillan pulsando en símbolos paganos surcando su piel cuando absorbe la esencia del impulso. — Puede que no sea natural de aquí ahora, pero lo fue, más que cualquier otra cosa, aunque hace ya mucho tiempo. Las voces de las almas que han resultado liberadas arrastran consigo una mortaja más antigua que las edades actuales, más foráneas, pero a la vez también originales. Tolek resuena con el dolor que estas arrastran y disfruta, por repulsivo que le parezca, cuando el instinto del Liche se agita en su interior exigiendo ser alimentado. El brujo se encoge conteniéndose a sí mismo, presiona quizás demasiado al ave sobre su hombro, aunque sólo quiera protegerle. Cierra los ojos con fuerza y respira profundo. — Amo, me vas a hacer puré de cuervo —protesta Lester, su voz resonando en la mente del brujo. Tolek sacude la cabeza con fuerza en un intento por deshacerse de la lujuria de la muerte que intenta apoderarse de él. — Lo siento —murmura en respuesta. Afloja así la presión sobre el ave, antes de alzar la cabeza enderezando el cuerpo. Ha perdido la dirección de donde apareció la brecha y hacia donde huyeron las almas ya dispersas. — ¿Has visto dónde ha sido eso? —Pregunta, impaciente, a su ave guía. Pero Lester estaba cubierto por la manota del brujo, ¿Cómo podría haber visto algo? — Amo, no pude. Estaba ocupado siendo estampilla. El brujo deja escapar un gruñido de frustración mientras observa alrededor donde no ve más que un interminable horizonte igual en todas direcciones, hasta que algo toma forma a lo lejos rompiendo la silueta monótona del más allá. Es la figura recortada de una criatura demasiado alta para ser humana, con cuernos saliendo de su cabeza cuyo rostro cadavérico se muestra similar al de un ciervo sin piel alguna, sus ojos destellando apenas en el vacío de sus cuencas. Tolek enfrenta los ojos de la criatura que, otra vez, le parece más familiar aún que la esencia liberada de la brecha rota. Es una presencia antigua, rancia y marchita como el aroma de una cueva enmohecida y encerrada, pero a la vez llena de vida como las ciénagas a la luz del sol de primavera. Veles. Y en cuanto Tolek le reconoce, prestándose a posar una rodilla en el fangoso suelo en reverencia al espíritu guardián de su clan, la figura desaparece. — ¡Amo, ese era...! —Exclama el cuervo. — Nos está señalando el camino. #ElBrujoCojo [SideBlackHole]
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Una entidad más allá de la consciencia, considerada la madre forjadora del destino. Alabada y bendecida por sus seguidores, Maiev: La Bruja del Vórtice, empezó sus días con las intenciones más puras y solemnes, deseaba ayudar a la humanidad, encaminarla por un camino de esperanza y compasión.

    Pero hasta una mujer solitaria como ella necesita compañía. El día que nació, el reino tembló y los bosques susurraron su nombre: Chronos. Un bebé tan brillante como el Sol, ojos color carmín, fina piel blanca como porcelana y albino. Cayó rendida al encanto del infante, por primera vez en siglos de soledad nació el interés romántico de poseer a ese hombre.

    Se corrompió. Maquino todo un plan y se deshizo de sus padres apareciendo frente a él como un ángel guardián que le cuidaría hasta el fin de sus días. Chronos, era puro e inocente con una capacidad intelectual elevada a su corta edad. Le regaló compañía, conocimiento, comodidad y afecto que escaló hasta la intimidad cuando apenas el joven cumplió 15 años.

    Chronos deseaba explorar el mundo, deseaba encontrar su propósito, su propio camino. Pero Maiev se llenó de celos con la propuesta, lo dejaría partir siempre y cuando ella lo acompañará en su descubrimiento. Y juntos viajaron por el mundo corrupto.

    La putrefacción de la humanidad enfermo, sus guerras por pedazos de tierra, el odio, el dolor, la fatiga... Chronos en su inexperiencia sintió una cosa: placer. Amaba la sangre derramada sin sentido, los lamentos de un pueblo abandonado, la tiranía de los gobernantes, él quería tomar ese lugar y levantarse por encima de todos.

    Pero Maiev no estaba convencida del todo con esta versión, aunque lo amaba con locura.

    To be continued...
    Una entidad más allá de la consciencia, considerada la madre forjadora del destino. Alabada y bendecida por sus seguidores, Maiev: La Bruja del Vórtice, empezó sus días con las intenciones más puras y solemnes, deseaba ayudar a la humanidad, encaminarla por un camino de esperanza y compasión. Pero hasta una mujer solitaria como ella necesita compañía. El día que nació, el reino tembló y los bosques susurraron su nombre: Chronos. Un bebé tan brillante como el Sol, ojos color carmín, fina piel blanca como porcelana y albino. Cayó rendida al encanto del infante, por primera vez en siglos de soledad nació el interés romántico de poseer a ese hombre. Se corrompió. Maquino todo un plan y se deshizo de sus padres apareciendo frente a él como un ángel guardián que le cuidaría hasta el fin de sus días. Chronos, era puro e inocente con una capacidad intelectual elevada a su corta edad. Le regaló compañía, conocimiento, comodidad y afecto que escaló hasta la intimidad cuando apenas el joven cumplió 15 años. Chronos deseaba explorar el mundo, deseaba encontrar su propósito, su propio camino. Pero Maiev se llenó de celos con la propuesta, lo dejaría partir siempre y cuando ella lo acompañará en su descubrimiento. Y juntos viajaron por el mundo corrupto. La putrefacción de la humanidad enfermo, sus guerras por pedazos de tierra, el odio, el dolor, la fatiga... Chronos en su inexperiencia sintió una cosa: placer. Amaba la sangre derramada sin sentido, los lamentos de un pueblo abandonado, la tiranía de los gobernantes, él quería tomar ese lugar y levantarse por encima de todos. Pero Maiev no estaba convencida del todo con esta versión, aunque lo amaba con locura. To be continued...
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • Incluso él era capaz de buscar esos pequeños momentos para desconectar.

    Kazuo era un ser muy disciplinado. Se levantaba con los primeros rayos del alba para iniciar sus tareas diarias. Su templo, aunque no fuera excesivamente grande, requería un mantenimiento y cuidado diario.

    Además de aquellas tareas matutinas, atendía a aquellos que viniesen de visita o a rezar. Aunque esto último era casi inexistente a causa del frío y la nieve.

    Y no solo su templo; también se ocupaba de todo el territorio que abarcaba su amado bosque. Este lo pratullaba y velaba por él, a veces con la noche acariciando su lomo. Era su guardián, su rey, su protector.

    Pero a pesar de todo esto. Siempre buscaba tener tiempo de calidad con su amada. Este la buscaba en cada esquina con la mirada, intentando encontrar cualquier escusa para estar a su lado.

    Y otras veces, cuando la soledad azotaba, realizaba otro tipo de actividades. Kazuo amaba pintar; trazar finas líneas, dando forma a aquello que se plasmaba en su mente. Era meticuloso; creando siluetas de trazos exquisitamente medidos. Los siglos le habían otorgado el tiempo suficiente como para haber perfeccionado dicha habilidad.

    Era por eso que aquella tarde, bajo un sol despejado, el zorro pintaba en el cristal de un porta velas. Pensando que sería un regalo hermoso para el amor de su vida; 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 .
    Incluso él era capaz de buscar esos pequeños momentos para desconectar. Kazuo era un ser muy disciplinado. Se levantaba con los primeros rayos del alba para iniciar sus tareas diarias. Su templo, aunque no fuera excesivamente grande, requería un mantenimiento y cuidado diario. Además de aquellas tareas matutinas, atendía a aquellos que viniesen de visita o a rezar. Aunque esto último era casi inexistente a causa del frío y la nieve. Y no solo su templo; también se ocupaba de todo el territorio que abarcaba su amado bosque. Este lo pratullaba y velaba por él, a veces con la noche acariciando su lomo. Era su guardián, su rey, su protector. Pero a pesar de todo esto. Siempre buscaba tener tiempo de calidad con su amada. Este la buscaba en cada esquina con la mirada, intentando encontrar cualquier escusa para estar a su lado. Y otras veces, cuando la soledad azotaba, realizaba otro tipo de actividades. Kazuo amaba pintar; trazar finas líneas, dando forma a aquello que se plasmaba en su mente. Era meticuloso; creando siluetas de trazos exquisitamente medidos. Los siglos le habían otorgado el tiempo suficiente como para haber perfeccionado dicha habilidad. Era por eso que aquella tarde, bajo un sol despejado, el zorro pintaba en el cristal de un porta velas. Pensando que sería un regalo hermoso para el amor de su vida; [Liz_bloodFlame].
    Me encocora
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • —No soy guardián ni maestro. No llevo a nadie de la mano. Solo soy el eco de un lugar donde los que se caen de la realidad aterrizan un momento antes de seguir cayendo… o de aprender a volar.

    —Algunos llegan con preguntas. Otros con miedo. Algunos ni siquiera saben que han llegado.

    —No soy yo quien da respuestas. Las respuestas ya estaban dentro de ustedes. Yo solo señalo dónde buscar.
    —A veces alguien se encuentra. A veces alguien se pierde más. Ambas cosas son lo mismo.

    —Porque al final, no importa cuánto busques… la única verdad es que todo sigue.

    —Incluso cuando crees que has llegado al final.
    —No soy guardián ni maestro. No llevo a nadie de la mano. Solo soy el eco de un lugar donde los que se caen de la realidad aterrizan un momento antes de seguir cayendo… o de aprender a volar. —Algunos llegan con preguntas. Otros con miedo. Algunos ni siquiera saben que han llegado. —No soy yo quien da respuestas. Las respuestas ya estaban dentro de ustedes. Yo solo señalo dónde buscar. —A veces alguien se encuentra. A veces alguien se pierde más. Ambas cosas son lo mismo. —Porque al final, no importa cuánto busques… la única verdad es que todo sigue. —Incluso cuando crees que has llegado al final.
    0 turnos 0 maullidos
  • Jimoto surcaba los cielos con velocidad, su aura ardía como una llama viva a su alrededor mientras avanzaba sin descanso hacia el templo celestial. Las nubes se apartaban a su paso y la brisa fría golpeaba su rostro, pero nada de eso importaba. Había sentido aquella energía desde hace tiempo, una presencia nueva en el lugar que alguna vez perteneció al viejo Kamisama.

    Cuando aterrizó en la plataforma flotante del templo, sus botas resonaron contra el suelo de mármol. Frente a él, con la túnica blanca ondeando levemente por el viento de las alturas, estaba el hombre que ahora ocupaba el puesto de guardián de la Tierra. Era alto, de complexión delgada pero firme, con una larga melena blanca que descendía hasta su espalda y ojos dorados que parecían ver más allá de la simple realidad.

    —Sabía que vendrías, Jimoto —dijo con una voz tranquila, sin necesidad de elevarla.

    Jimoto entrecerró los ojos. —Tú… no eres un namekiano. ¿Qué hiciste con el Kamisama anterior?

    El hombre esbozó una leve sonrisa y cruzó los brazos detrás de su espalda. —El antiguo Kamisama eligió partir. Se dio cuenta de que su tiempo aquí había terminado y decidió regresar con los suyos. Antes de irse, necesitaba alguien que protegiera este mundo… y así fui elegido.

    Jimoto apretó los puños, su energía vibró un instante antes de calmarse. —¿Y qué te hace digno de ese título?

    —No es cuestión de dignidad —respondió el nuevo Kamisama con serenidad—. Es cuestión de propósito. Yo no soy un dios ni un namekiano, pero tengo el poder y el conocimiento para guiar a quienes buscan alcanzar su verdadero potencial.

    Jimoto sintió un escalofrío recorrer su espalda. No sabía si era por la autoridad en su voz o por la calma absoluta que irradiaba su presencia.

    —¿Eso significa que…?

    —Sí —asintió Kamisama—. Puedo mostrarte el camino hacia tu máximo poder. Pero solo si estás dispuesto a enfrentarte a lo que realmente eres.

    El viento volvió a soplar con fuerza, como si el cielo mismo anticipara la respuesta de Jimoto.

    //Nota: si ya se que ése no es un personaje de Dragón Ball pero me gustó su diseño//
    Jimoto surcaba los cielos con velocidad, su aura ardía como una llama viva a su alrededor mientras avanzaba sin descanso hacia el templo celestial. Las nubes se apartaban a su paso y la brisa fría golpeaba su rostro, pero nada de eso importaba. Había sentido aquella energía desde hace tiempo, una presencia nueva en el lugar que alguna vez perteneció al viejo Kamisama. Cuando aterrizó en la plataforma flotante del templo, sus botas resonaron contra el suelo de mármol. Frente a él, con la túnica blanca ondeando levemente por el viento de las alturas, estaba el hombre que ahora ocupaba el puesto de guardián de la Tierra. Era alto, de complexión delgada pero firme, con una larga melena blanca que descendía hasta su espalda y ojos dorados que parecían ver más allá de la simple realidad. —Sabía que vendrías, Jimoto —dijo con una voz tranquila, sin necesidad de elevarla. Jimoto entrecerró los ojos. —Tú… no eres un namekiano. ¿Qué hiciste con el Kamisama anterior? El hombre esbozó una leve sonrisa y cruzó los brazos detrás de su espalda. —El antiguo Kamisama eligió partir. Se dio cuenta de que su tiempo aquí había terminado y decidió regresar con los suyos. Antes de irse, necesitaba alguien que protegiera este mundo… y así fui elegido. Jimoto apretó los puños, su energía vibró un instante antes de calmarse. —¿Y qué te hace digno de ese título? —No es cuestión de dignidad —respondió el nuevo Kamisama con serenidad—. Es cuestión de propósito. Yo no soy un dios ni un namekiano, pero tengo el poder y el conocimiento para guiar a quienes buscan alcanzar su verdadero potencial. Jimoto sintió un escalofrío recorrer su espalda. No sabía si era por la autoridad en su voz o por la calma absoluta que irradiaba su presencia. —¿Eso significa que…? —Sí —asintió Kamisama—. Puedo mostrarte el camino hacia tu máximo poder. Pero solo si estás dispuesto a enfrentarte a lo que realmente eres. El viento volvió a soplar con fuerza, como si el cielo mismo anticipara la respuesta de Jimoto. //Nota: si ya se que ése no es un personaje de Dragón Ball pero me gustó su diseño//
    Me gusta
    1
    1 turno 0 maullidos
  • Dos delincuentes corrían a toda velocidad por la acera, uno de ellos sosteniendo un bolso que acababan de arrebatar a su dueña. Justo cuando creían haber escapado, una sombra descendió frente a ellos, bloqueando su camino con una pose dramática.

    —¡Alto ahí, villanos! —proclamó con voz potente—. ¡Porque ante ustedes está el guardián de la justicia, el defensor de los inocentes, el inigualable… **Gran Saiyaman Omega**!

    Los ladrones frenaron en seco, observando al peculiar héroe con incredulidad.

    —¿Gran qué? —soltó uno, arqueando una ceja.

    —¡No puede ser real! —dijo el otro, soltando una carcajada—. ¡Mira su capa, parece sacado de un show de televisión!

    Uno de los delincuentes intentó empujarlo para seguir corriendo, pero antes de que pudiera reaccionar, Gran Saiyaman Omega se movió con una velocidad impresionante. Con un ágil giro, lo desarmó y lo lanzó al suelo con un movimiento limpio. El otro trató de huir, pero Jimoto saltó por encima de él y, con una patada giratoria, lo derribó en el acto.

    La multitud observaba atónita mientras el héroe recogía el bolso robado.

    —¡No tema más, honorable ciudadana! —exclamó, entregándole el bolso con un gesto noble—.
    Dos delincuentes corrían a toda velocidad por la acera, uno de ellos sosteniendo un bolso que acababan de arrebatar a su dueña. Justo cuando creían haber escapado, una sombra descendió frente a ellos, bloqueando su camino con una pose dramática. —¡Alto ahí, villanos! —proclamó con voz potente—. ¡Porque ante ustedes está el guardián de la justicia, el defensor de los inocentes, el inigualable… **Gran Saiyaman Omega**! Los ladrones frenaron en seco, observando al peculiar héroe con incredulidad. —¿Gran qué? —soltó uno, arqueando una ceja. —¡No puede ser real! —dijo el otro, soltando una carcajada—. ¡Mira su capa, parece sacado de un show de televisión! Uno de los delincuentes intentó empujarlo para seguir corriendo, pero antes de que pudiera reaccionar, Gran Saiyaman Omega se movió con una velocidad impresionante. Con un ágil giro, lo desarmó y lo lanzó al suelo con un movimiento limpio. El otro trató de huir, pero Jimoto saltó por encima de él y, con una patada giratoria, lo derribó en el acto. La multitud observaba atónita mientras el héroe recogía el bolso robado. —¡No tema más, honorable ciudadana! —exclamó, entregándole el bolso con un gesto noble—.
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • **El Errante y el Dragón Azul**

    El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria.

    El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta.

    Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número.

    Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento.

    El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo.

    Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo.

    —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia.

    Jimoto parpadeó, sorprendido.

    —Sí… ¿cómo es posible?

    Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad.

    —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.*

    Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer.

    Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía.

    Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
    **El Errante y el Dragón Azul** El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria. El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta. Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número. Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento. El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo. Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo. —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia. Jimoto parpadeó, sorprendido. —Sí… ¿cómo es posible? Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad. —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.* Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer. Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía. Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Para ser gemelos, seguir siendo el más chiquito de los dos es irónico.
    Aunque entiende más aún que Michael estaba destinado a ser guerrero y guardián a diferencia suyo, por algo son similares y diferentes a la vez.
    Para ser gemelos, seguir siendo el más chiquito de los dos es irónico. Aunque entiende más aún que Michael estaba destinado a ser guerrero y guardián a diferencia suyo, por algo son similares y diferentes a la vez.
    Adivinen cual es cual de los hermanos jajajjajajjajsjja
    Me enjaja
    Me gusta
    3
    0 comentarios 0 compartidos
Ver más resultados
Patrocinados