• Rapsodia en el Bosque
    Fandom Original
    Categoría Fantasía
    Había esencias en el aire.
    Mi pensamiento fragmentado sintió eso justo antes de que me despertara.

    El aire que fluía en mi cavidad nasal, contenía grandes cantidades de información. El dulce aroma de las flores, el del pasto verde brillante, el aroma refrescante de los árboles que se sentía como si pudiera limpiar mi pecho e incluso ese particular aroma del agua que estimulaba mi sedienta garganta.
    Mientras mi mente empezaba a estar consciente, la cantidad de información que recibía por los sonidos aumentó; El sonido de numerosas hojas frotándose unas con otras, el sonido de pequeños pájaros cantando alegremente, debajo de ellos, ocasionalmente había zumbidos producidos por los insectos e incluso el tenúe murmuro que generaba un pequeño río lejano.

    ¿Dónde estoy? Por lo menos, es obvio que no estoy en mi cuarto. Normalmente, cuando me levanto, siempre hay un olor causado por el sol en la sábana seca, el sonido del aire acondicionado, y el sonido de los carros que pasan en la avenida que está un poco más lejos, pero ninguno de esos está presente. Además… esta la luz verde que ha golpeado irregularmente mis párpados hasta ahora no es la de mi lámpara de escritorio que olvidé apagar, pero si es la luz del sol filtrada a través del follaje, ¿Verdad?
    Dejé de lado el deseo de regresar a ese profundo sueño que aun persistía, antes de abrir finalmente mis ojos.

    Parpadee varias veces debido al repentino lanzamiento de varios rayos de luz que se balanceaban.
    Mientras frotaba mis ojos, que estaban llenos de lágrimas, con la parte trasera de mi mano derecha, alcé lentamente la parte superior de mi cuerpo.

    —… ¿Dónde estoy…? -Murmuré involuntariamente-

    Lo que vi después fueron unos arbustos verdes. Había pequeñas flores blancas y amarillas en varias partes de ellos, las mariposas azul claro brillante estaban volando de un lado a otro entre ellas. Más o menos a cinco metros, la alfombra de pasto se cortaba, y de ahí en adelante, había un tramo de bosque profundo, alineado con los árboles gigantes que debieron de haber crecido por decenas de años.
    Mientras enfocaba mi vista en el hueco sombrío entre los troncos de los árboles, el bosque parecía continuar hasta donde llegaba la luz. La corteza rugosa del árbol y el piso estaban cubiertos con musgo, brillando verde y dorado bajo el sol.
    Miré hacia la derecha, y luego me di la vuelta, fui recibido por troncos de árboles viejos de todas direcciones. En otras palabras, parecía que estaba tendido en un pequeño claro de pasto, en medio de algún bosque. Por último miré hacia arriba, y a través del hueco que había entre las copas de los árboles que se extendían en todas direcciones, estaba el cielo azul donde las nubes dispersas estaban flotando, como esperaba.

    —¿Dónde es… este lugar? -Murmuré de nuevo mientras suspiraba.-

    Busqué en cada rincón y esquina de mi cabeza, pero no encontré la memoria de cómo llegué a tomar una siesta en este lugar. ¿Sonambulismo? ¿Amnesia? Al tiempo que esas palabras peligrosas cruzaban mi mente, de ninguna manera, lo negué rápidamente.

    Yo soy… mi nombre es Karu Arcadia. Veintidós años y 3 meses. Vivía… ¿vivo? En una habitación de un edificio de condominios, bastante cara para mí edad.
    Me sentí un poco calmado al recordar parte de mi información personal sin problemas, y una vez hecho eso más información había comenzado a fluir desde mis recuerdos.
    Actualmente, soy un ex trabajador jubilado después de partirme el lomo desde joven… aún más joven que ahora. Estaba aprovechando mis tan esperados días libres para ejercer la pereza. ¿Dinero? Meh, obtuve una pequeña suma que no gastaré ni en 3 vidas, después de estafar a unos casinos...
    Aunque eso me trajo algunos problemas, cosas menores.

    Y mientras más seguía excavando, más vagos recuerdos iban apareciendo.
    En medio de la oscuridad, recuerdo haber escuchado las palabras de una difusa pero clara voz. Cosas como: “Lo siento”, “Tu vida fue corta”, “Por favor ayuda”, y demás palabras entrecortadas lograba recordar.

    Ahora entiendo, yo había muerto... Lo de siempre, total, creo ya es mi tercera muerte del año.

    Sin embargo, de todos mis recuerdos, las palabras de esa voz se habían quedado clavadas en mí. Incluso recuerdo haber escuchado que me brindaría ayuda como guía.
    Una vez mis recuerdos fueron aclarados, me reincorpore levantándome del suelo. Dirigí mi mirada nuevamente al cielo antes de hablarle a la nada:

    —Oye… ¡No me andes jodiendo! ¡¡Estoy retirado!! -Y aunque mis palabras se perdieron en la nada de este bosque, yo seguí ahí esperando alguna clase de respuesta-
    Había esencias en el aire. Mi pensamiento fragmentado sintió eso justo antes de que me despertara. El aire que fluía en mi cavidad nasal, contenía grandes cantidades de información. El dulce aroma de las flores, el del pasto verde brillante, el aroma refrescante de los árboles que se sentía como si pudiera limpiar mi pecho e incluso ese particular aroma del agua que estimulaba mi sedienta garganta. Mientras mi mente empezaba a estar consciente, la cantidad de información que recibía por los sonidos aumentó; El sonido de numerosas hojas frotándose unas con otras, el sonido de pequeños pájaros cantando alegremente, debajo de ellos, ocasionalmente había zumbidos producidos por los insectos e incluso el tenúe murmuro que generaba un pequeño río lejano. ¿Dónde estoy? Por lo menos, es obvio que no estoy en mi cuarto. Normalmente, cuando me levanto, siempre hay un olor causado por el sol en la sábana seca, el sonido del aire acondicionado, y el sonido de los carros que pasan en la avenida que está un poco más lejos, pero ninguno de esos está presente. Además… esta la luz verde que ha golpeado irregularmente mis párpados hasta ahora no es la de mi lámpara de escritorio que olvidé apagar, pero si es la luz del sol filtrada a través del follaje, ¿Verdad? Dejé de lado el deseo de regresar a ese profundo sueño que aun persistía, antes de abrir finalmente mis ojos. Parpadee varias veces debido al repentino lanzamiento de varios rayos de luz que se balanceaban. Mientras frotaba mis ojos, que estaban llenos de lágrimas, con la parte trasera de mi mano derecha, alcé lentamente la parte superior de mi cuerpo. —… ¿Dónde estoy…? -Murmuré involuntariamente- Lo que vi después fueron unos arbustos verdes. Había pequeñas flores blancas y amarillas en varias partes de ellos, las mariposas azul claro brillante estaban volando de un lado a otro entre ellas. Más o menos a cinco metros, la alfombra de pasto se cortaba, y de ahí en adelante, había un tramo de bosque profundo, alineado con los árboles gigantes que debieron de haber crecido por decenas de años. Mientras enfocaba mi vista en el hueco sombrío entre los troncos de los árboles, el bosque parecía continuar hasta donde llegaba la luz. La corteza rugosa del árbol y el piso estaban cubiertos con musgo, brillando verde y dorado bajo el sol. Miré hacia la derecha, y luego me di la vuelta, fui recibido por troncos de árboles viejos de todas direcciones. En otras palabras, parecía que estaba tendido en un pequeño claro de pasto, en medio de algún bosque. Por último miré hacia arriba, y a través del hueco que había entre las copas de los árboles que se extendían en todas direcciones, estaba el cielo azul donde las nubes dispersas estaban flotando, como esperaba. —¿Dónde es… este lugar? -Murmuré de nuevo mientras suspiraba.- Busqué en cada rincón y esquina de mi cabeza, pero no encontré la memoria de cómo llegué a tomar una siesta en este lugar. ¿Sonambulismo? ¿Amnesia? Al tiempo que esas palabras peligrosas cruzaban mi mente, de ninguna manera, lo negué rápidamente. Yo soy… mi nombre es Karu Arcadia. Veintidós años y 3 meses. Vivía… ¿vivo? En una habitación de un edificio de condominios, bastante cara para mí edad. Me sentí un poco calmado al recordar parte de mi información personal sin problemas, y una vez hecho eso más información había comenzado a fluir desde mis recuerdos. Actualmente, soy un ex trabajador jubilado después de partirme el lomo desde joven… aún más joven que ahora. Estaba aprovechando mis tan esperados días libres para ejercer la pereza. ¿Dinero? Meh, obtuve una pequeña suma que no gastaré ni en 3 vidas, después de estafar a unos casinos... Aunque eso me trajo algunos problemas, cosas menores. Y mientras más seguía excavando, más vagos recuerdos iban apareciendo. En medio de la oscuridad, recuerdo haber escuchado las palabras de una difusa pero clara voz. Cosas como: “Lo siento”, “Tu vida fue corta”, “Por favor ayuda”, y demás palabras entrecortadas lograba recordar. Ahora entiendo, yo había muerto... Lo de siempre, total, creo ya es mi tercera muerte del año. Sin embargo, de todos mis recuerdos, las palabras de esa voz se habían quedado clavadas en mí. Incluso recuerdo haber escuchado que me brindaría ayuda como guía. Una vez mis recuerdos fueron aclarados, me reincorpore levantándome del suelo. Dirigí mi mirada nuevamente al cielo antes de hablarle a la nada: —Oye… ¡No me andes jodiendo! ¡¡Estoy retirado!! -Y aunque mis palabras se perdieron en la nada de este bosque, yo seguí ahí esperando alguna clase de respuesta-
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  • —Su vista se nubló llenándose de lágrimas que luchaba por contener cuando le dieron la horrible noticia de la muerte de sus amigos, no lo podía creer, no después de haber pasado tantas cosas juntos, sin embargo el rostro del hombre frente a ella no mentía y eso le hizo querer morir.—
    —Su vista se nubló llenándose de lágrimas que luchaba por contener cuando le dieron la horrible noticia de la muerte de sus amigos, no lo podía creer, no después de haber pasado tantas cosas juntos, sin embargo el rostro del hombre frente a ella no mentía y eso le hizo querer morir.—
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    𝐅𝐨𝐭𝐨𝐠𝐫𝐚𝐟𝐢́𝐚𝐬, 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞𝐧 𝐫𝐞𝐩𝐞𝐭𝐢𝐫.

    𝐂𝐚𝐧𝐨𝐧

    Cuando el joven Maximillian escapó de su hogar, apenas tuvo tiempo de reunir unas pocas pertenencias. Entre armas viejas y harapos desgastados, rescató lo único que realmente importaba: una fotografía. A primera vista, era apenas un papel gastado y descolorido, con los bordes maltratados por el tiempo y los viajes. Pero para Maximillian, aquella imagen era un ancla, un pedazo irremplazable de su historia.

    En la fotografía aparecía él, un niño pequeño de rostro marcado por el polvo y las lágrimas, abrazado por la única figura que había sido su refugio: su abuelo. Era más joven en esa imagen, aunque ya portaba su imponente cabellera plateada y aquella mirada severa, pero bondadosa. El día capturado en esa instantánea fue un momento donde todo pudo haber terminado: un Maximillian demasiado curioso y torpe había terminado en un aprieto mortal, pero su abuelo llegó justo a tiempo para salvarlo. La escena quedó sellada en esa foto, que luego conservaron como una especie de chiste familiar, un símbolo de la cercanía que los unía.

    Pero ahora, ya no quedaban más bromas. El abuelo había caído tiempo después, arrebatado por el consulado en un acto de traición que dejó a Maximillian con lágrimas en los ojos y el corazón endurecido. Aquel último recuerdo feliz —un rescate, una sonrisa, y una mano fuerte que lo sostenía— era todo lo que le quedaba.

    Desde entonces, Maximillian nunca partía sin observar aquella fotografía una vez más. Cada arruga y mancha le devolvía las palabras de su abuelo:
    —“Nunca te perderás mientras puedas recordar de dónde vienes.”

    Ahora, bajo el nombre de Corvus, el narrador de historias y maestro de ilusiones, aquella fotografía seguía con él. Antes de subir al escenario, donde las luces y sombras daban forma a su magia, la sacaba con cuidado. La mirada de su abuelo en la imagen seguía dándole fuerzas, como si lo alentara a seguir adelante.

    Los espectadores lo veían como un cuentacuentos excéntrico, un ilusionista astuto que podía hechizarlos con una sonrisa enigmática y relatos que parecían demasiado reales. Pero cuando las cortinas caían y la audiencia se desvanecía en la noche, Corvus volvía a sostener aquella fotografía, sus dedos recorriendo con ternura la imagen del hombre que le enseñó a sobrevivir.

    Porque aquella foto no era solo un recuerdo; era su promesa. Una promesa de que seguiría contando historias, seguiría sobreviviendo y que, de algún modo, el abuelo seguiría vivo en cada palabra que él susurrara al viento.
    𝐅𝐨𝐭𝐨𝐠𝐫𝐚𝐟𝐢́𝐚𝐬, 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞𝐧 𝐫𝐞𝐩𝐞𝐭𝐢𝐫. 𝐂𝐚𝐧𝐨𝐧 Cuando el joven Maximillian escapó de su hogar, apenas tuvo tiempo de reunir unas pocas pertenencias. Entre armas viejas y harapos desgastados, rescató lo único que realmente importaba: una fotografía. A primera vista, era apenas un papel gastado y descolorido, con los bordes maltratados por el tiempo y los viajes. Pero para Maximillian, aquella imagen era un ancla, un pedazo irremplazable de su historia. En la fotografía aparecía él, un niño pequeño de rostro marcado por el polvo y las lágrimas, abrazado por la única figura que había sido su refugio: su abuelo. Era más joven en esa imagen, aunque ya portaba su imponente cabellera plateada y aquella mirada severa, pero bondadosa. El día capturado en esa instantánea fue un momento donde todo pudo haber terminado: un Maximillian demasiado curioso y torpe había terminado en un aprieto mortal, pero su abuelo llegó justo a tiempo para salvarlo. La escena quedó sellada en esa foto, que luego conservaron como una especie de chiste familiar, un símbolo de la cercanía que los unía. Pero ahora, ya no quedaban más bromas. El abuelo había caído tiempo después, arrebatado por el consulado en un acto de traición que dejó a Maximillian con lágrimas en los ojos y el corazón endurecido. Aquel último recuerdo feliz —un rescate, una sonrisa, y una mano fuerte que lo sostenía— era todo lo que le quedaba. Desde entonces, Maximillian nunca partía sin observar aquella fotografía una vez más. Cada arruga y mancha le devolvía las palabras de su abuelo: —“Nunca te perderás mientras puedas recordar de dónde vienes.” Ahora, bajo el nombre de Corvus, el narrador de historias y maestro de ilusiones, aquella fotografía seguía con él. Antes de subir al escenario, donde las luces y sombras daban forma a su magia, la sacaba con cuidado. La mirada de su abuelo en la imagen seguía dándole fuerzas, como si lo alentara a seguir adelante. Los espectadores lo veían como un cuentacuentos excéntrico, un ilusionista astuto que podía hechizarlos con una sonrisa enigmática y relatos que parecían demasiado reales. Pero cuando las cortinas caían y la audiencia se desvanecía en la noche, Corvus volvía a sostener aquella fotografía, sus dedos recorriendo con ternura la imagen del hombre que le enseñó a sobrevivir. Porque aquella foto no era solo un recuerdo; era su promesa. Una promesa de que seguiría contando historias, seguiría sobreviviendo y que, de algún modo, el abuelo seguiría vivo en cada palabra que él susurrara al viento.
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  • « Recuerdos de un Zorro »


    // Es un texto denso. +18. Agradezco a quien se tome el tiempo de leerlo. Soy disléxico; amo escribir y la creación de estos escritos me cuesta mucho tiempo y esfuerzo. Gracias de antemano . Espero que lo disfruten.//

    Durante los siguientes años, tras la muerte sanguinolenta de su familia; aquella que le dió nombre y le enseñó a ser humano, no se permitió el lujo de amar o tener afecto por nadie.

    No nacía de sus entrañas... El amar le había traído un dolor que cargaría por la eternidad, sin que este se desvaneciese en el perpetuo tiempo. El dolor lo consumía hasta el tuétano. Ni siquiera la venganza había servido de bálsamo frío para calmar la quemazón en su pecho. El dolor de la perdida, había dejando un hoyo tan profundo que ni las lágrimas de toda una vida eran capaces de llenar tal hueco. Estaba roto; el ojo derecho de Kami Inari se había corrompido por haberse vuelto demasiado humano.

    Durante un tiempo el zorro se aisló en el bosque, el único lugar donde podía ahogar su llanto sin ser molestado. En las noches el agudo aullido del zorro anunciaba la tristeza que lo envolvía. El bosque lloraba con él, reverberando en toda su extensión, volviéndolo un lugar de tristeza y lamento. Un bosque desesperanzado, sin la gracia vida que aportaba su energía al alma. Entrar en la espesura de este te sacaba el aliento, siendo remplazado por bocanadas de dolorosa desazón.

    No encontraba consuelo en su amado bosque. El tacto de la tierra húmeda bajos sus pies no se sentía igual, los rayos de sol que acariciaban su piel de porcelana no se sentían cálidos y el aire puro de este se sentía denso en los pulmones.

    Entonces recordó por alguna razón el beso robado por aquel chico en el callejón, aquel que le había hecho sentir un placer diferente al que hubiese vivido hasta ahora. Un beso dado el mismo día que su mundo se desmoronó por la llegada de la muerte a su hogar. Como si el caprichoso destino le hubiese otorgado un ultimo regalo antes de castigarlo. Este acariciaba sus labios con las puntas de sus dedos, recordando la calidez y la humedad que se había derramado en su boca. Si su bosque no le otorgaba descanso de su pena, este pensaba ir a buscarlo a otro lugar.

    Kazuo tomo de un pequeño refugio la única prenda que aún le quedaba, aquella a la que con esfuerzo le había intentado limpiar la sangre de aquellos a los que hizo pagar con su ira. Se vistió, y con pasos titubeantes comenzó a caminar. Tras horas de caminata este llegó a una población, lo suficientemente grande como para pasar “desapercibido”. Este había estado practicando, y consiguió, no sin esfuerzo, volver sus cabellos plateados a un negro tan vibrante como la obsidiana. Lo único que se mantenía incorregible en él eran aquellos ojos azules como el lapislázuli.

    Su presencia se hizo notar de forma irremediable, a pesar de sus ropas, casi harapos, la belleza y elegancia que portaba de forma natural Kazuo no pasaba inadvertido para quienes pasaban junto a él. Era hermoso, tanto que parecía casi irreal, lo cual no resultaba raro, era hijo de Inari, un ser nacido bajo la gracia y brillo de la luna.

    Este pudo oler un delicioso aroma. Un olor cálido y especiado. Se encaminó hacía este, llegando a una especie de establecimiento de comida y bebida. Kazuo conocía este tipo de sitios, los había frecuentado algunas veces acompañado con jóvenes de su aparente edad. Entró en el local, algunas voces se callaron y otras se transformarían en suaves murmullos con la aparición de este. El zorro en silencio tomo asiento en una mesa situada en una discreta esquina, plantando su porte sobre un viejo cojín en el suelo de tatami. Una joven no tardó en dirigirse a él con una bandeja, dejando un baso de té caliente de cortesía.

    ~Buenas tardes señor. ¿Que desea para comer?. ~ Le preguntaba la muchacha con tono exageradamente dulce.

    Kazuo se quedó por unos largos segundos en silencio, hacía mucho que no había hablado con otro ser humano, esperaba que las palabras no salieran de forma abrupta por su boca.

    -Yo… Muy amable señorita, pero no dispongo de dinero con que pagarle.- Dice este con algo de vergüenza por la situación.

    La muchacha lo mira por unos segundos, afilando suavemente su mirada, como si estuviese cavilando algo por esa cabecita.

    ~ ¿Sabes que?, por eso no te preocupes. Te traeré algo, cortesía de la casa por esta vez. Aquí no se le niega un plato de comida a alguien que lo necesita.~ Decía está mientras sostenía la bandeja entre su cadera y una de sus manos. Con la mano libre que le quedaba, jugaba con un mechón suelto que se había desatado de su improvisado recogido.

    Kazuo no dijo nada. Este se limitó a inclinarse suavemente a modo de agradecimiento. No entendía por qué aquella joven le daba de comer sin ningún tipo de pago por ello. Pero no iba a discutir tampoco, el olor de la comida lo había atraído hasta ahí, y hacía mucho tiempo que no se llevaba un plato caliente a la boca.

    El zorro rendía buena cuenta del té caliente que le habían ofrecido al entrar. A los pocos minutos aparecía la joven con una bandeja cargada con varias cosas. Está comienza a despachar frente a él la comida. Un bol de arroz blanco, un plato con un par de peces no muy grandes asados y por último un buen cuenco de udon con sopa de miso, con verduras cortadas de una forma abrupta, pero su olor era reconfortante.

    ~ Buen provecho hermosura, avísame si necesitas algo. ~ Decía está con sonrisa coqueta.

    -Gracia… Muy amable.- Decía Kazuo de una forma algo tímida, volviendo a inclinar su cabeza.

    La muchacha le guiña un ojo con descaro y se retira. Era guapa, no era una belleza destacable, pero era una zagala con buen porte y facciones delicadas. Aparentaba edad para haberse casado, aunque tal y como lo había tratado era muy posible que se tratase de una solterona.

    El zorro comienza a comer el udon de miso, el arroz y el pescado ofrecido. No era mejor que la comida que su querida madre le hacía tiempo atrás, pero no estaba nada mal, y el calor que inundaba su cuerpo era reconfortante. No tardo demasiado en acabar con el contenido de los platos, después de haber estado comiendo crudo como zorro por el bosque, aquello se había convertido en un auténtico manjar para sus pupilas gustativas.

    Tras unos minutos la joven volvió, esta vez sin bandeja. Sin darle a Kazuo opción a réplica, esta se sentó en la misma mesa, en una esquina no demasiado alejada del zorro.

    ~ Nunca te había visto por aquí, me acordaría con esa cara y esos… ojos…~ Decía de forma dulce y melosa.

    - Yo… Estoy de paso solamente.- Contesta Kazuo de forma escueta. Pasando de forma distraída las yemas de sus dedos por el filo de la taza de té casi vacía.

    ~ Ya veo. ~ Dice esta arrastrando su mirada de ojos negros hacia la mano de Kazuo. ~Mi nombre es Miko, ¿Y el tuyo? ~ Se presenta esta de forma informal, sin usar los apellidos.

    -Kazuo.- Contesta él sin hacer contacto con la mirada de la contraria.

    El lugar donde estaban sentados era convenientemente discreto, algo que la joven aprovecharía sin dudarlo. Está acerca una de sus manos a la que Kazuo mantenía toqueteando la taza de té. Los finos dedos de la joven se deslizaron en una suave caricia por el dorso de la mano del zorro hasta su muñeca, sobrepasando esta hasta su antebrazo. Aquel toque trajo de vuelta a Kazuo, de allí donde sus pensamientos estaban divagando. Aquella caricia lo hizo estremecer un poco, hacía mucho que no sentía el contacto ajeno de alguien.

    Por alguna razón que no entendía, el recuerdo de aquel beso en el callejón volvió a su mente, y sin poder evitarlo, una ola de calor recorrió su cuerpo.

    ~ Kazuo. Que bonito nombre, tanto como tú. ~ Dijo está sin dejar de pasear sus dedos en suaves caricias por el brazo del zorro.

    Los gestos de esta eran claramente seductores. La caricia en su brazo, como esta humedecía sus labios suavemente con su lengua, como su mano libre jugaba con el filo del cuello de su yukata, haciendo que este se abriese de forma insinuante, revelando tímidamente el comienzo de sus pechos. Kazuo no era tonto, y tampoco de piedra. Su mirada zafiro se desviaba instintivamente por las zonas que la joven le regalaba. La mirada del zorro iniciaba un recorrido desde los labios de Miko, pasando por su cuello y su clavícula desnuda, hasta el canal de sus senos, los cueles se ocultaban en la oscuridad interna de su yukata. La joven complacida sonríe al ver como Kazuo la repasaba con la mirada.

    Esta se levanta con movimiento suaves a la vez que provocadores de algún modo. Kazuo tenía la boca seca, y un calor comenzaba a alojarse en la parte baja de su pelvis. Esta se aleja lentamente, no sin antes hacerle un gesto sutil con la cabeza para que la siguiera. Kazuo se queda inmóvil por varios minutos. ¿Qué era esto?, ¿Era aquello lo que había venido a buscar?. En estos momentos el motor que hacía que se moviera era su instinto, haciendo que se levantase de su asiento y encaminase sus pasos hacia la puerta por la que la joven Miko había desaparecido.

    Este se cuela por dicha puerta y de inmediato una suave, pero firme mano, lo toma de la muñeca, arrastrándolo de inmediato. La joven camina sorteando algunas estancias. Llegan a una escalera de madera y bajan hasta una especie de sótano. Allí la joven Miko abre una puerta de madera vieja y entran en lo que parecía ser un almacén de víveres. La estancia apenas estaba iluminada por un par de velas. Era un lugar frío, y el olor a humedad y tierra inundaban los sentidos de Kazuo.

    ~ Al ver qué pasaban los minutos y que no venías pensé que no habían quedado claro mis intenciones ~ Decía la joven con tono seductor acercándose a Kazuo, colocando sus cálidas manos sobre el pecho de este.

    Kazuo se queda en silencio, notando como su corazón se aceleraba. ¿Era esto lo que estaba buscando de verdad?... El recuerdo de aquel cálido beso era vivido, recordó la sensación de adrenalina y placer que sintió. La joven pegaba su cuerpo aún más, haciendo que con su peso Kazuo retrocediese unos pasos, hasta que su parte trasera topó con una vieja mesa, quedando atrapado entre esta y la joven Miko.

    Otra oleada de calor volvía a recorrer el cuerpo de Kazuo, alojándose en la zona inferior de su pelvis, donde su virilidad se tensaba más y más, con cada segundo que pasaba. Miko se mordía el labio, mientras que una de sus manos descendía de forma atrevida por el cuerpo de Kazuo, desde su pecho hasta su abdomen, regalándole suaves caricias a su paso. Finalmente esta se desliza hasta la entrepierna del zorro, y comienza a masajear en suaves movimiento su miembro, por encima de la tela de su Hakama. Kazuo suelta un pesado suspiro al sentir el contacto, notando como se endurecía con cada toque que la experta mano de Miko le regalaba.

    Aquello le estaba provocando placer, muy diferente a otro que haya sentido antes, semejante al de aquel beso que aquel chico le regaló en un oscuro callejón. De cualquier forma, hacía mucho que no sentía ningún tipo de placer o sensación cálida, no desde que su familia fue asesinada.

    La joven seguía masajeando la entrepierna de Kazuo sin otorgarle descanso, lo que hacía que sutiles gemidos de placer se derramasen de los labios del zorro. Aquella sensación era totalmente nueva para él, al igual que la situación. Nadie le había tocado antes, al menos no de esa forma.

    ~ Veo que te gusta esto. ~ Decía Miko con sus labios pegados al mentón del zorro.

    La joven con su mano libre comienza a bajar su yukata, dejando que este resbalase por sus hombros hasta que sus senos quedaban expuestos. La mirada de Kazuo se ensombrecía al verlos. Blancos como la leche, y tensos por la excitación lo llamaban a gritos. Este asciende sus manos lentamente hasta que estas hacen contacto con sus pechos. Eran suaves y blandos. Sus pezones rígidos no hacían más que intensificar la calor que recorría su cuerpo. Sus manos de forma instintiva comienzan a masajear los pechos de aquella mujer, la cual soltaba provocadores gemidos ante su toque.

    ~ Mmm… Tócame más. ~ Decía Miko arrastrando las palabras de forma pastosa.

    Kazuo comenzaba apretar sus senos con necesidad, jalándolos para sí, como si quisiera apoderarse de ellos. Está gemía de puro placer ante él toque del zorro, aumentando la fricción de su mano contra su erección. Kazuo se inclinaba , bajando su rostro y llevando uno de los senos de la joven a su boca, apoderándose se su pezón con su lengua y dientes. El cuerpo de la muchacha se tensaba de placer ante tan repentino acto.

    Kazuo se movía por puro instinto, igual que aquel día en el callejón, con la diferencia de que en esta ocasión su acompañante no lo estaba rechazando. Miko desataba el Hakama de Kazuo, este absorto en devorar sus senos no reparaba en los siguientes movimientos de la joven. De pronto lo sintió; una cálida mano envolviendo la prolongación de su virilidad, haciendo que un ronco gemido saliera de su boca, chocando contra los senos de aquella mujer. Podía sentir el movimiento oscilante de arriba abajo, la mano de Miko apretando su miembro erecto por la excitación. Este de forma involuntaria atrapaba uno de los pezones de la joven entre sus dientes, dejando este enrojecido por la acción. Aquello en vez de causarle dolor hizo que un sonoro gemido saliese de la boca de la muchacha, la cual se mordía el labio con fuerza para acallar su voz.

    Aquello le estaba haciendo sentir un placer que no había experimentado antes y del cual no le habían dado nada de información. Pero su cuerpo se movía por inercia, como si supiera lo que tenía que hacer sin un manual que le indicase los pasos a seguir.

    En algún punto la joven había desatado su obi, dejándolo caer al suelo, quedando su cuerpo expuesto por la apertura de su yukata. La inexpertas manos de Kazuo se paseaba por su piel desnuda, algo torpes pero con determinación, quería más. Estas desembocan hasta el lustroso trasero de la joven, apretando su carne con sus dedos, atrayéndola hacía él con el movimiento. El yukata de esta terminaba de caer al suelo, al igual que el Haori de Kazuo, quedando ambos desnudos, expuestos ante las inclemencias de aquel húmedo almacén. Esta se separa un poco de él, soltando sus miembro; Kazuo soltaba un gruñido de queja por la repentina separación. La joven lo rodea y se sienta sobre la mesa, tomando las manos de Kazuo para acercarlo nuevamente a ella, acomodando las caderas de él entre sus piernas. Miko rodea el cuello del zorro con sus brazos y lo acerca a ella, para finalmente fundir su boca con la de Kazuo.

    No era un beso tierno, este era ardiente, salvaje. Sus lenguas se buscaban mutuamente, casi sin dejar espacio para respirar. Las caderas de ambos se movían de forma involuntaria, lo que provocaba que sus sexos se rozasen entre si, humedeciéndose el uno al otro. Las manos de Kazuo se aferraban a las caderas de la contraria, apretando esta contra su cuerpo, reclamado la fricción de su piel contra la suya. Los dedos de ella se enredaba en la suave melena de Kazuo; unos cabellos tan suave y sedoso que no eran propios de alguien que vestía aquellos harapos.

    ~ Mmm me encanta tu olor… Hueles a miel…~ Decía entre besos. ~ Limón…~ Lamia de forma lujuriosa los labios de Kazuo. ~ Menta…~ Susurra contra su boca con un tono grave.

    Kazuo no hablaba. A pesar de aquel regalo de placer no sentía nada más. No había amor, no había aprecio. Era simple y llanamente un desfogue temporal de su tristeza. Quizás lo era también para ella, un pasatiempo para hacer más ameno sus monótonos días despachando mesas, aunque eso a Kazuo no le importaba en absoluto en ese momento. Solo quería disfrutar de aquello, una escusa para evadirse de su realidad.

    Miko tomaba nuevamente el miembro de Kazuo y, con determinación, colocaba la punta de su virilidad contra la entrada de su vagina. Nadie le había enseñado ha Kazuo nada de aquello, pero no necesitaba sumar dos más dos para que su cuerpo supiera exactamente lo que debía hacer. Este de una estocada entraba en el interior de la joven, sintiendo como las paredes de su interior envolvían toda la extensión de su virilidad, recibiéndolo sin restricciones y haciéndole soltar un ronco y amortiguado gemido contra la boca de la joven.

    Aquella oleada de placer hizo que los cabellos del zorro se tintaran del color de la luna, pero por suerte, la escasa luz del lugar hacía casi imperceptible el cambio. Este comenzó a mover sus caderas, entrando y saliendo del interior de aquella mujer una y otra vez. Cada embestida era una oleada de placer que se iba acumulando en su pelvis, como si estuviese apunto de estallar. Ambos gemían de forma descontrolada, ahogando estos en sus bocas para que su encuentro pecaminoso quedase en la más absoluta intimidad.

    No había amor ni ternura por parte de Kazuo, tan solo necesidad de obtener placer a través de aquella carne, a través de Miko. Ella al igual que él, lo usaba para evadirse de su propia realidad, una solterona condenada a servir sopa de miso de por vida.

    Las embestidas de Kazuo quedaban lejos de ser amables. Estas eran un vivo reflejo de la desesperación de encontrar algo que le aliviase la pena, aunque fuera a penas por unos minutos. Sus labios se desplazaban desde los labios de la joven hasta su cuello. Lamió su piel, decorada con una suave capa de sudor producida por la agitación del momento. El sabor era salado y especiado de haber estado trabajando en las cocinas. Al igual que su aroma; olía a vapor especiado y humo. La lengua del zorro se paseaba por el lateral de su cuello hasta su oreja , lamiendo esta de forma lasciva y mordiendo el lóbulo de la misma. La joven gimoteaba de placer a su toque , quedando claro lo mucho que le gustaba aquello.

    La mirada de Kazuo ya no era brillante, esta estaba ensombrecida por un deseo vacío. Así era, un deseo vacío, pero que le otorgaba el placer que necesitaba en ese momento. Este sintió como las paredes de aquella mujer se contraía alrededor de su miembro, constriñendo este a causa del orgasmo que recorría el cuerpo de la joven. Aquello lo hizo estremecer, y al igual que ella este sintió como el calor que se había estando alojado en su pelvis se derramaba en el interior de ella. El placer lo recorrió desde la cabeza hasta la punta de sus pies, sintiendo como la oleada húmeda salía, desembocando dentro del sexo ajeno.

    Las embestidas se fueron ralentizando hasta que censaron, sintiendo como los últimos espasmos de su cuerpo paraban finalmente. La joven poco a poco conseguía amansar su respiración al igual que él. No hubo beso de despedida, esta sonreía complacida mientras se bajaba de la mesa, triunfante de haber alcanzado su objetivo. Miko se vestía y Kazuo hizo lo propio.

    ~Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un hombre. Espero que nos volvamos a ver muchacho.~ Decía esta, coqueta, intentando arreglar su recogido despeinado por el encuentro.

    Kazuo no dijo nada, apenas asintió con la cabeza. Una mezcla de vergüenza e incertidumbre se alojaba en su pecho. ¿Estaba bien entregarse a alguien por mero placer?, ¿Hacerlo sin amor?, ¿Usarlo como medio de evasión de su tristeza?.

    El zorro había perdido su virginidad en aquel oscuro y húmedo almacén, con una mujer que no conocía de nada y que jamás volvería a ver. Kazuo volvió a su bosque, a aislarse de los humanos que solo se movían por impulsos egoístas. Solo volvería a encontrarse con estos movido por la misma necesidad que lo llevo a aquel primer encuentro carnal. A usarlos al igual que lo habían usado a él.

    Con el paso se los siglos esto iría cambiando. Su corazón se irían sanando, volviéndose cálido. Pero esto es una nueva historia del zorro. La cual sera desvelada en el futuro.

    « Recuerdos de un Zorro » // Es un texto denso. +18. Agradezco a quien se tome el tiempo de leerlo. Soy disléxico; amo escribir y la creación de estos escritos me cuesta mucho tiempo y esfuerzo. Gracias de antemano 🫂. Espero que lo disfruten.// Durante los siguientes años, tras la muerte sanguinolenta de su familia; aquella que le dió nombre y le enseñó a ser humano, no se permitió el lujo de amar o tener afecto por nadie. No nacía de sus entrañas... El amar le había traído un dolor que cargaría por la eternidad, sin que este se desvaneciese en el perpetuo tiempo. El dolor lo consumía hasta el tuétano. Ni siquiera la venganza había servido de bálsamo frío para calmar la quemazón en su pecho. El dolor de la perdida, había dejando un hoyo tan profundo que ni las lágrimas de toda una vida eran capaces de llenar tal hueco. Estaba roto; el ojo derecho de Kami Inari se había corrompido por haberse vuelto demasiado humano. Durante un tiempo el zorro se aisló en el bosque, el único lugar donde podía ahogar su llanto sin ser molestado. En las noches el agudo aullido del zorro anunciaba la tristeza que lo envolvía. El bosque lloraba con él, reverberando en toda su extensión, volviéndolo un lugar de tristeza y lamento. Un bosque desesperanzado, sin la gracia vida que aportaba su energía al alma. Entrar en la espesura de este te sacaba el aliento, siendo remplazado por bocanadas de dolorosa desazón. No encontraba consuelo en su amado bosque. El tacto de la tierra húmeda bajos sus pies no se sentía igual, los rayos de sol que acariciaban su piel de porcelana no se sentían cálidos y el aire puro de este se sentía denso en los pulmones. Entonces recordó por alguna razón el beso robado por aquel chico en el callejón, aquel que le había hecho sentir un placer diferente al que hubiese vivido hasta ahora. Un beso dado el mismo día que su mundo se desmoronó por la llegada de la muerte a su hogar. Como si el caprichoso destino le hubiese otorgado un ultimo regalo antes de castigarlo. Este acariciaba sus labios con las puntas de sus dedos, recordando la calidez y la humedad que se había derramado en su boca. Si su bosque no le otorgaba descanso de su pena, este pensaba ir a buscarlo a otro lugar. Kazuo tomo de un pequeño refugio la única prenda que aún le quedaba, aquella a la que con esfuerzo le había intentado limpiar la sangre de aquellos a los que hizo pagar con su ira. Se vistió, y con pasos titubeantes comenzó a caminar. Tras horas de caminata este llegó a una población, lo suficientemente grande como para pasar “desapercibido”. Este había estado practicando, y consiguió, no sin esfuerzo, volver sus cabellos plateados a un negro tan vibrante como la obsidiana. Lo único que se mantenía incorregible en él eran aquellos ojos azules como el lapislázuli. Su presencia se hizo notar de forma irremediable, a pesar de sus ropas, casi harapos, la belleza y elegancia que portaba de forma natural Kazuo no pasaba inadvertido para quienes pasaban junto a él. Era hermoso, tanto que parecía casi irreal, lo cual no resultaba raro, era hijo de Inari, un ser nacido bajo la gracia y brillo de la luna. Este pudo oler un delicioso aroma. Un olor cálido y especiado. Se encaminó hacía este, llegando a una especie de establecimiento de comida y bebida. Kazuo conocía este tipo de sitios, los había frecuentado algunas veces acompañado con jóvenes de su aparente edad. Entró en el local, algunas voces se callaron y otras se transformarían en suaves murmullos con la aparición de este. El zorro en silencio tomo asiento en una mesa situada en una discreta esquina, plantando su porte sobre un viejo cojín en el suelo de tatami. Una joven no tardó en dirigirse a él con una bandeja, dejando un baso de té caliente de cortesía. ~Buenas tardes señor. ¿Que desea para comer?. ~ Le preguntaba la muchacha con tono exageradamente dulce. Kazuo se quedó por unos largos segundos en silencio, hacía mucho que no había hablado con otro ser humano, esperaba que las palabras no salieran de forma abrupta por su boca. -Yo… Muy amable señorita, pero no dispongo de dinero con que pagarle.- Dice este con algo de vergüenza por la situación. La muchacha lo mira por unos segundos, afilando suavemente su mirada, como si estuviese cavilando algo por esa cabecita. ~ ¿Sabes que?, por eso no te preocupes. Te traeré algo, cortesía de la casa por esta vez. Aquí no se le niega un plato de comida a alguien que lo necesita.~ Decía está mientras sostenía la bandeja entre su cadera y una de sus manos. Con la mano libre que le quedaba, jugaba con un mechón suelto que se había desatado de su improvisado recogido. Kazuo no dijo nada. Este se limitó a inclinarse suavemente a modo de agradecimiento. No entendía por qué aquella joven le daba de comer sin ningún tipo de pago por ello. Pero no iba a discutir tampoco, el olor de la comida lo había atraído hasta ahí, y hacía mucho tiempo que no se llevaba un plato caliente a la boca. El zorro rendía buena cuenta del té caliente que le habían ofrecido al entrar. A los pocos minutos aparecía la joven con una bandeja cargada con varias cosas. Está comienza a despachar frente a él la comida. Un bol de arroz blanco, un plato con un par de peces no muy grandes asados y por último un buen cuenco de udon con sopa de miso, con verduras cortadas de una forma abrupta, pero su olor era reconfortante. ~ Buen provecho hermosura, avísame si necesitas algo. ~ Decía está con sonrisa coqueta. -Gracia… Muy amable.- Decía Kazuo de una forma algo tímida, volviendo a inclinar su cabeza. La muchacha le guiña un ojo con descaro y se retira. Era guapa, no era una belleza destacable, pero era una zagala con buen porte y facciones delicadas. Aparentaba edad para haberse casado, aunque tal y como lo había tratado era muy posible que se tratase de una solterona. El zorro comienza a comer el udon de miso, el arroz y el pescado ofrecido. No era mejor que la comida que su querida madre le hacía tiempo atrás, pero no estaba nada mal, y el calor que inundaba su cuerpo era reconfortante. No tardo demasiado en acabar con el contenido de los platos, después de haber estado comiendo crudo como zorro por el bosque, aquello se había convertido en un auténtico manjar para sus pupilas gustativas. Tras unos minutos la joven volvió, esta vez sin bandeja. Sin darle a Kazuo opción a réplica, esta se sentó en la misma mesa, en una esquina no demasiado alejada del zorro. ~ Nunca te había visto por aquí, me acordaría con esa cara y esos… ojos…~ Decía de forma dulce y melosa. - Yo… Estoy de paso solamente.- Contesta Kazuo de forma escueta. Pasando de forma distraída las yemas de sus dedos por el filo de la taza de té casi vacía. ~ Ya veo. ~ Dice esta arrastrando su mirada de ojos negros hacia la mano de Kazuo. ~Mi nombre es Miko, ¿Y el tuyo? ~ Se presenta esta de forma informal, sin usar los apellidos. -Kazuo.- Contesta él sin hacer contacto con la mirada de la contraria. El lugar donde estaban sentados era convenientemente discreto, algo que la joven aprovecharía sin dudarlo. Está acerca una de sus manos a la que Kazuo mantenía toqueteando la taza de té. Los finos dedos de la joven se deslizaron en una suave caricia por el dorso de la mano del zorro hasta su muñeca, sobrepasando esta hasta su antebrazo. Aquel toque trajo de vuelta a Kazuo, de allí donde sus pensamientos estaban divagando. Aquella caricia lo hizo estremecer un poco, hacía mucho que no sentía el contacto ajeno de alguien. Por alguna razón que no entendía, el recuerdo de aquel beso en el callejón volvió a su mente, y sin poder evitarlo, una ola de calor recorrió su cuerpo. ~ Kazuo. Que bonito nombre, tanto como tú. ~ Dijo está sin dejar de pasear sus dedos en suaves caricias por el brazo del zorro. Los gestos de esta eran claramente seductores. La caricia en su brazo, como esta humedecía sus labios suavemente con su lengua, como su mano libre jugaba con el filo del cuello de su yukata, haciendo que este se abriese de forma insinuante, revelando tímidamente el comienzo de sus pechos. Kazuo no era tonto, y tampoco de piedra. Su mirada zafiro se desviaba instintivamente por las zonas que la joven le regalaba. La mirada del zorro iniciaba un recorrido desde los labios de Miko, pasando por su cuello y su clavícula desnuda, hasta el canal de sus senos, los cueles se ocultaban en la oscuridad interna de su yukata. La joven complacida sonríe al ver como Kazuo la repasaba con la mirada. Esta se levanta con movimiento suaves a la vez que provocadores de algún modo. Kazuo tenía la boca seca, y un calor comenzaba a alojarse en la parte baja de su pelvis. Esta se aleja lentamente, no sin antes hacerle un gesto sutil con la cabeza para que la siguiera. Kazuo se queda inmóvil por varios minutos. ¿Qué era esto?, ¿Era aquello lo que había venido a buscar?. En estos momentos el motor que hacía que se moviera era su instinto, haciendo que se levantase de su asiento y encaminase sus pasos hacia la puerta por la que la joven Miko había desaparecido. Este se cuela por dicha puerta y de inmediato una suave, pero firme mano, lo toma de la muñeca, arrastrándolo de inmediato. La joven camina sorteando algunas estancias. Llegan a una escalera de madera y bajan hasta una especie de sótano. Allí la joven Miko abre una puerta de madera vieja y entran en lo que parecía ser un almacén de víveres. La estancia apenas estaba iluminada por un par de velas. Era un lugar frío, y el olor a humedad y tierra inundaban los sentidos de Kazuo. ~ Al ver qué pasaban los minutos y que no venías pensé que no habían quedado claro mis intenciones ~ Decía la joven con tono seductor acercándose a Kazuo, colocando sus cálidas manos sobre el pecho de este. Kazuo se queda en silencio, notando como su corazón se aceleraba. ¿Era esto lo que estaba buscando de verdad?... El recuerdo de aquel cálido beso era vivido, recordó la sensación de adrenalina y placer que sintió. La joven pegaba su cuerpo aún más, haciendo que con su peso Kazuo retrocediese unos pasos, hasta que su parte trasera topó con una vieja mesa, quedando atrapado entre esta y la joven Miko. Otra oleada de calor volvía a recorrer el cuerpo de Kazuo, alojándose en la zona inferior de su pelvis, donde su virilidad se tensaba más y más, con cada segundo que pasaba. Miko se mordía el labio, mientras que una de sus manos descendía de forma atrevida por el cuerpo de Kazuo, desde su pecho hasta su abdomen, regalándole suaves caricias a su paso. Finalmente esta se desliza hasta la entrepierna del zorro, y comienza a masajear en suaves movimiento su miembro, por encima de la tela de su Hakama. Kazuo suelta un pesado suspiro al sentir el contacto, notando como se endurecía con cada toque que la experta mano de Miko le regalaba. Aquello le estaba provocando placer, muy diferente a otro que haya sentido antes, semejante al de aquel beso que aquel chico le regaló en un oscuro callejón. De cualquier forma, hacía mucho que no sentía ningún tipo de placer o sensación cálida, no desde que su familia fue asesinada. La joven seguía masajeando la entrepierna de Kazuo sin otorgarle descanso, lo que hacía que sutiles gemidos de placer se derramasen de los labios del zorro. Aquella sensación era totalmente nueva para él, al igual que la situación. Nadie le había tocado antes, al menos no de esa forma. ~ Veo que te gusta esto. ~ Decía Miko con sus labios pegados al mentón del zorro. La joven con su mano libre comienza a bajar su yukata, dejando que este resbalase por sus hombros hasta que sus senos quedaban expuestos. La mirada de Kazuo se ensombrecía al verlos. Blancos como la leche, y tensos por la excitación lo llamaban a gritos. Este asciende sus manos lentamente hasta que estas hacen contacto con sus pechos. Eran suaves y blandos. Sus pezones rígidos no hacían más que intensificar la calor que recorría su cuerpo. Sus manos de forma instintiva comienzan a masajear los pechos de aquella mujer, la cual soltaba provocadores gemidos ante su toque. ~ Mmm… Tócame más. ~ Decía Miko arrastrando las palabras de forma pastosa. Kazuo comenzaba apretar sus senos con necesidad, jalándolos para sí, como si quisiera apoderarse de ellos. Está gemía de puro placer ante él toque del zorro, aumentando la fricción de su mano contra su erección. Kazuo se inclinaba , bajando su rostro y llevando uno de los senos de la joven a su boca, apoderándose se su pezón con su lengua y dientes. El cuerpo de la muchacha se tensaba de placer ante tan repentino acto. Kazuo se movía por puro instinto, igual que aquel día en el callejón, con la diferencia de que en esta ocasión su acompañante no lo estaba rechazando. Miko desataba el Hakama de Kazuo, este absorto en devorar sus senos no reparaba en los siguientes movimientos de la joven. De pronto lo sintió; una cálida mano envolviendo la prolongación de su virilidad, haciendo que un ronco gemido saliera de su boca, chocando contra los senos de aquella mujer. Podía sentir el movimiento oscilante de arriba abajo, la mano de Miko apretando su miembro erecto por la excitación. Este de forma involuntaria atrapaba uno de los pezones de la joven entre sus dientes, dejando este enrojecido por la acción. Aquello en vez de causarle dolor hizo que un sonoro gemido saliese de la boca de la muchacha, la cual se mordía el labio con fuerza para acallar su voz. Aquello le estaba haciendo sentir un placer que no había experimentado antes y del cual no le habían dado nada de información. Pero su cuerpo se movía por inercia, como si supiera lo que tenía que hacer sin un manual que le indicase los pasos a seguir. En algún punto la joven había desatado su obi, dejándolo caer al suelo, quedando su cuerpo expuesto por la apertura de su yukata. La inexpertas manos de Kazuo se paseaba por su piel desnuda, algo torpes pero con determinación, quería más. Estas desembocan hasta el lustroso trasero de la joven, apretando su carne con sus dedos, atrayéndola hacía él con el movimiento. El yukata de esta terminaba de caer al suelo, al igual que el Haori de Kazuo, quedando ambos desnudos, expuestos ante las inclemencias de aquel húmedo almacén. Esta se separa un poco de él, soltando sus miembro; Kazuo soltaba un gruñido de queja por la repentina separación. La joven lo rodea y se sienta sobre la mesa, tomando las manos de Kazuo para acercarlo nuevamente a ella, acomodando las caderas de él entre sus piernas. Miko rodea el cuello del zorro con sus brazos y lo acerca a ella, para finalmente fundir su boca con la de Kazuo. No era un beso tierno, este era ardiente, salvaje. Sus lenguas se buscaban mutuamente, casi sin dejar espacio para respirar. Las caderas de ambos se movían de forma involuntaria, lo que provocaba que sus sexos se rozasen entre si, humedeciéndose el uno al otro. Las manos de Kazuo se aferraban a las caderas de la contraria, apretando esta contra su cuerpo, reclamado la fricción de su piel contra la suya. Los dedos de ella se enredaba en la suave melena de Kazuo; unos cabellos tan suave y sedoso que no eran propios de alguien que vestía aquellos harapos. ~ Mmm me encanta tu olor… Hueles a miel…~ Decía entre besos. ~ Limón…~ Lamia de forma lujuriosa los labios de Kazuo. ~ Menta…~ Susurra contra su boca con un tono grave. Kazuo no hablaba. A pesar de aquel regalo de placer no sentía nada más. No había amor, no había aprecio. Era simple y llanamente un desfogue temporal de su tristeza. Quizás lo era también para ella, un pasatiempo para hacer más ameno sus monótonos días despachando mesas, aunque eso a Kazuo no le importaba en absoluto en ese momento. Solo quería disfrutar de aquello, una escusa para evadirse de su realidad. Miko tomaba nuevamente el miembro de Kazuo y, con determinación, colocaba la punta de su virilidad contra la entrada de su vagina. Nadie le había enseñado ha Kazuo nada de aquello, pero no necesitaba sumar dos más dos para que su cuerpo supiera exactamente lo que debía hacer. Este de una estocada entraba en el interior de la joven, sintiendo como las paredes de su interior envolvían toda la extensión de su virilidad, recibiéndolo sin restricciones y haciéndole soltar un ronco y amortiguado gemido contra la boca de la joven. Aquella oleada de placer hizo que los cabellos del zorro se tintaran del color de la luna, pero por suerte, la escasa luz del lugar hacía casi imperceptible el cambio. Este comenzó a mover sus caderas, entrando y saliendo del interior de aquella mujer una y otra vez. Cada embestida era una oleada de placer que se iba acumulando en su pelvis, como si estuviese apunto de estallar. Ambos gemían de forma descontrolada, ahogando estos en sus bocas para que su encuentro pecaminoso quedase en la más absoluta intimidad. No había amor ni ternura por parte de Kazuo, tan solo necesidad de obtener placer a través de aquella carne, a través de Miko. Ella al igual que él, lo usaba para evadirse de su propia realidad, una solterona condenada a servir sopa de miso de por vida. Las embestidas de Kazuo quedaban lejos de ser amables. Estas eran un vivo reflejo de la desesperación de encontrar algo que le aliviase la pena, aunque fuera a penas por unos minutos. Sus labios se desplazaban desde los labios de la joven hasta su cuello. Lamió su piel, decorada con una suave capa de sudor producida por la agitación del momento. El sabor era salado y especiado de haber estado trabajando en las cocinas. Al igual que su aroma; olía a vapor especiado y humo. La lengua del zorro se paseaba por el lateral de su cuello hasta su oreja , lamiendo esta de forma lasciva y mordiendo el lóbulo de la misma. La joven gimoteaba de placer a su toque , quedando claro lo mucho que le gustaba aquello. La mirada de Kazuo ya no era brillante, esta estaba ensombrecida por un deseo vacío. Así era, un deseo vacío, pero que le otorgaba el placer que necesitaba en ese momento. Este sintió como las paredes de aquella mujer se contraía alrededor de su miembro, constriñendo este a causa del orgasmo que recorría el cuerpo de la joven. Aquello lo hizo estremecer, y al igual que ella este sintió como el calor que se había estando alojado en su pelvis se derramaba en el interior de ella. El placer lo recorrió desde la cabeza hasta la punta de sus pies, sintiendo como la oleada húmeda salía, desembocando dentro del sexo ajeno. Las embestidas se fueron ralentizando hasta que censaron, sintiendo como los últimos espasmos de su cuerpo paraban finalmente. La joven poco a poco conseguía amansar su respiración al igual que él. No hubo beso de despedida, esta sonreía complacida mientras se bajaba de la mesa, triunfante de haber alcanzado su objetivo. Miko se vestía y Kazuo hizo lo propio. ~Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un hombre. Espero que nos volvamos a ver muchacho.~ Decía esta, coqueta, intentando arreglar su recogido despeinado por el encuentro. Kazuo no dijo nada, apenas asintió con la cabeza. Una mezcla de vergüenza e incertidumbre se alojaba en su pecho. ¿Estaba bien entregarse a alguien por mero placer?, ¿Hacerlo sin amor?, ¿Usarlo como medio de evasión de su tristeza?. El zorro había perdido su virginidad en aquel oscuro y húmedo almacén, con una mujer que no conocía de nada y que jamás volvería a ver. Kazuo volvió a su bosque, a aislarse de los humanos que solo se movían por impulsos egoístas. Solo volvería a encontrarse con estos movido por la misma necesidad que lo llevo a aquel primer encuentro carnal. A usarlos al igual que lo habían usado a él. Con el paso se los siglos esto iría cambiando. Su corazón se irían sanando, volviéndose cálido. Pero esto es una nueva historia del zorro. La cual sera desvelada en el futuro.
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  • Promises (mono rol)
    Fandom The legend of Zelda
    Categoría Drama
    —Nada más despedirse de Sidon, fue al palacio. El lugar en donde se encontraba el santuario a Mipha, aquel al que solo la familia real de la región de los zora tenía acceso. Tal y como el rey, le dijo nadie se cuestionó su presencia, al contrario. Mostraron una hospitalidad que llenó e calidez el cascarón vacío que ahora mismo era el hyliano. Y por supuesto no tuvieron problema alguno en indicarle dónde estaba el santuario privado.

    Este se encontraba en los jardines, en una discreta capilla desde la cual podía verse todo el océano y a Vah Ruta. Quizá, el lugar más cercano y con mejores vistas a la bestia desde la ciudad. Algo lógico, teniendo en cuenta que no se podía ir hacia alli. A fin de cuentas, eso era lo más cercano que la familia de la anterior reina estaría nunca de ella. Se detuvo un momento, para tomar con cuidado algunas flores del jardín, haciendo un improvisado ramo antes de entrar. Puede que le diera problemas al jardinero real y tal vez Sidon se extrañase al ver que faltaban algunas flores pero, supuso que lo entendería. Tras esto, entró en silencio.

    Era una edificación no demasiado grande con una bella estatua similar a la de la plaza principal pero esta era de cristal, adornada con algunas piedras preciosas, de modo que reflejaba toda la luz que entraba por la ventana tras ella y la irradiaba en toda la estancia, iluminándola así, del mismo modo que Mipha iluminó a todos con su presencia en vida. Se quedó observándola unos instantes con el corazón destrozado, a fin de cuentas si seguía vivo fue gracias a ella, quien de niño lo encontró. Sintiendo unos instantes con ardor en los ojos y como no podía controlar el ritmo de su respiración, avanzó para dejar el improvisado ramo a sus pies como regalo.

    —No…no sé si sigues en Vah Ruta o… si te has ido para siempre… Pero, lo siento… siento mucho no haber podido hacer más por ti, Mipha. Ahora que lo recuerdo casi todo lo sé…—bajó la mirada apretando los puños en una mezcla de ira y tristeza, mientras sentía como sus ojos se humedecían y unas lagrimas comenzaban a bajar sin permiso por sus mejillas—.Tenías razón. No debería de haberme ido nunca. Debería haberme quedado aqui, en mi hogar. Al menos ahora estarías entre nosotros y puede que los demas no hubieran muerto, si solo me hubiera negado a la petición de Zelda, quizá habrían escogido a alguien mejor que yo y no se habrían perdido tantas vidas—se lamentó, apartando la mirada. Y es que, aunque fuera una estatua, no se atrevía a mirarla a los ojos—. Aún hay cosas que no recuerdo de mi pasado y no estoy… seguro de querer hacerlo. —respiró hondo y suspiró—.Me preocupa lo que pueda encontrar si intento indagar más en mi pasado, tengo incluso algunos…—hizo una pausa sin saber encontrar la palabra que estaba buscando —¿Restos?¿Remanentes? De recuerdos que sucedieron y a la vez no.Nunca fui del todo sincero contigo, y eso es algo que lamento. Te dije que me perdí sin más pero la verdad es mucho más complicada y… No podría contarla a nadie, es algo de lo que solo somos conscientes Zelda y yo, cualquier otra persona nos tomaría por locos. —se excusó, y volvió a suspirar al ver que estaba hablando sin sentido—.Las cosas no me han ido bien, Miph… Si, al final ganamos, si hay paz. Y sin embargo, sigo cargando con el peso de todo y no puedo demostrar lo cansado y hundido que estoy, por que sé que vaya donde vaya, los ojos de todo el mundo están sobre mi, por eso tengo que aparentar que no me pasa nada. Tal como dijo Zelda, si la casa real y el héroe están bien, todo va bien. —sacudió suavemente la cabeza—.Y no me importa, en cierto modo, creo que así es más fácil. Obedecer órdenes y pelear es lo que se me da mejor y lo único que sé hacer. Lo triste es que pese a todo ni siquiera quiera es suficiente… No puedo más, aunque no te preocupes, siempre puedo aguantar un poco más. Solo necesito un descanso, voy a quedarme unos días, hasta estar mejor. —en ese momento,se secó las lágrimas de los ojos y levantó la mirada para ver el rostro tranquilo de la estatua y sonríele —.Te prometo que volveré a venir a verte. —tras esto trató de terminar de calmarse y tras despedirse y dedicarle una última mirada a la efigie, se marchó a la posada —
    —Nada más despedirse de Sidon, fue al palacio. El lugar en donde se encontraba el santuario a Mipha, aquel al que solo la familia real de la región de los zora tenía acceso. Tal y como el rey, le dijo nadie se cuestionó su presencia, al contrario. Mostraron una hospitalidad que llenó e calidez el cascarón vacío que ahora mismo era el hyliano. Y por supuesto no tuvieron problema alguno en indicarle dónde estaba el santuario privado. Este se encontraba en los jardines, en una discreta capilla desde la cual podía verse todo el océano y a Vah Ruta. Quizá, el lugar más cercano y con mejores vistas a la bestia desde la ciudad. Algo lógico, teniendo en cuenta que no se podía ir hacia alli. A fin de cuentas, eso era lo más cercano que la familia de la anterior reina estaría nunca de ella. Se detuvo un momento, para tomar con cuidado algunas flores del jardín, haciendo un improvisado ramo antes de entrar. Puede que le diera problemas al jardinero real y tal vez Sidon se extrañase al ver que faltaban algunas flores pero, supuso que lo entendería. Tras esto, entró en silencio. Era una edificación no demasiado grande con una bella estatua similar a la de la plaza principal pero esta era de cristal, adornada con algunas piedras preciosas, de modo que reflejaba toda la luz que entraba por la ventana tras ella y la irradiaba en toda la estancia, iluminándola así, del mismo modo que Mipha iluminó a todos con su presencia en vida. Se quedó observándola unos instantes con el corazón destrozado, a fin de cuentas si seguía vivo fue gracias a ella, quien de niño lo encontró. Sintiendo unos instantes con ardor en los ojos y como no podía controlar el ritmo de su respiración, avanzó para dejar el improvisado ramo a sus pies como regalo. —No…no sé si sigues en Vah Ruta o… si te has ido para siempre… Pero, lo siento… siento mucho no haber podido hacer más por ti, Mipha. Ahora que lo recuerdo casi todo lo sé…—bajó la mirada apretando los puños en una mezcla de ira y tristeza, mientras sentía como sus ojos se humedecían y unas lagrimas comenzaban a bajar sin permiso por sus mejillas—.Tenías razón. No debería de haberme ido nunca. Debería haberme quedado aqui, en mi hogar. Al menos ahora estarías entre nosotros y puede que los demas no hubieran muerto, si solo me hubiera negado a la petición de Zelda, quizá habrían escogido a alguien mejor que yo y no se habrían perdido tantas vidas—se lamentó, apartando la mirada. Y es que, aunque fuera una estatua, no se atrevía a mirarla a los ojos—. Aún hay cosas que no recuerdo de mi pasado y no estoy… seguro de querer hacerlo. —respiró hondo y suspiró—.Me preocupa lo que pueda encontrar si intento indagar más en mi pasado, tengo incluso algunos…—hizo una pausa sin saber encontrar la palabra que estaba buscando —¿Restos?¿Remanentes? De recuerdos que sucedieron y a la vez no.Nunca fui del todo sincero contigo, y eso es algo que lamento. Te dije que me perdí sin más pero la verdad es mucho más complicada y… No podría contarla a nadie, es algo de lo que solo somos conscientes Zelda y yo, cualquier otra persona nos tomaría por locos. —se excusó, y volvió a suspirar al ver que estaba hablando sin sentido—.Las cosas no me han ido bien, Miph… Si, al final ganamos, si hay paz. Y sin embargo, sigo cargando con el peso de todo y no puedo demostrar lo cansado y hundido que estoy, por que sé que vaya donde vaya, los ojos de todo el mundo están sobre mi, por eso tengo que aparentar que no me pasa nada. Tal como dijo Zelda, si la casa real y el héroe están bien, todo va bien. —sacudió suavemente la cabeza—.Y no me importa, en cierto modo, creo que así es más fácil. Obedecer órdenes y pelear es lo que se me da mejor y lo único que sé hacer. Lo triste es que pese a todo ni siquiera quiera es suficiente… No puedo más, aunque no te preocupes, siempre puedo aguantar un poco más. Solo necesito un descanso, voy a quedarme unos días, hasta estar mejor. —en ese momento,se secó las lágrimas de los ojos y levantó la mirada para ver el rostro tranquilo de la estatua y sonríele —.Te prometo que volveré a venir a verte. —tras esto trató de terminar de calmarse y tras despedirse y dedicarle una última mirada a la efigie, se marchó a la posada —
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    Individual
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    Cualquier línea
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    Terminado
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  • [ ᴍᴀꜱꜱɪᴠᴇ ᴛʀɪɢɢᴇʀ ᴡᴀʀɴɪɴɢ, ᴄᴀʀᴇꜰᴜʟ. ]

    —————————————〉 𝙏𝙝𝙚 𝙚𝙢𝙗𝙧𝙖𝙘𝙚 II〈—————————————

    La sangre sigue tibia en sus manos, pero el frío que lo recorre es más profundo que cualquier cosa que pueda sentir sobre su piel. Está quieto, como una estatua rota, con la mirada perdida en el rojo que tiñe el suelo y sus dedos. Las voces lo observan desde las sombras de su mente, satisfechas, burlonas.

    «¿Lo ves? Siempre fuiste esto. Una herramienta para el caos.»

    Sus labios tiemblan, y por un instante la sonrisa torcida que lleva marcada en el rostro amenaza con desaparecer. Pero no lo hace. Se queda ahí, congelada como una máscara, una burla de sí mismo. El cuchillo aún está en su mano, pesado y caliente. Lo siente vibrar con la memoria de lo que ha hecho. Pero no mira a la víctima. No todavía.

    Da un paso hacia atrás. El eco de su bota resonando en el suelo le parece ajeno, como si el sonido viniera de otra persona, de otro lugar. Algo le oprime el pecho, y el aire se le escapa en respiraciones entrecortadas. Las voces no lo dejan solo.

    «No te detengas ahora. Es lo único que haces bien. Sigue adelante.»

    Pero no se mueve. Algo más lo detiene, algo que las voces intentan sofocar, pero que lucha por abrirse paso entre el ruido.

    —No quería… —Murmura, su voz apenas un hilo.

    Las palabras no significan nada para las sombras en su cabeza. Ellas ríen.

    «¿No querías? ¿Y qué importa eso? Lo hiciste. Las manos están manchadas, y no hay agua suficiente para limpiarlas. Mírate. Míralo. Esto es lo que eres.»

    Cierra los ojos con fuerza, tratando de bloquearlas, pero solo las siente más cerca, susurrando directamente en su oído. Su corazón late con fuerza, un tambor descontrolado que amenaza con romperse.

    Finalmente, abre los ojos. La máscara de la sonrisa cae, y en su lugar queda un rostro vacío, quebrado. Mira al suelo, al cuerpo frente a él. La sangre se extiende como un lago oscuro, reflejando fragmentos distorsionados de la luz tenue.

    Su pecho se hunde al verlo. El peso de lo que ha hecho lo golpea como una tormenta, y todo su ser se tambalea bajo el impacto. El cuchillo resbala de sus dedos y cae con un ruido seco, pero él no se mueve para recogerlo. No puede.

    Las voces se callan, por un momento. El silencio es peor.

    Cae de rodillas, sus manos temblorosas presionan contra el suelo, dejando marcas de sangre en cada movimiento. Siente el calor espeso del líquido, pero no puede apartarse. Su mente está atrapada en el caos de lo que ha hecho, en la mirada vacía de quien yace frente a él. No hay súplica, no hay juicio. Solo silencio.

    —No… No, no, no… —Repite, como si pudiera negar la realidad con esas palabras.

    Su cuerpo tiembla, y su respiración se quiebra, convirtiéndose en un sollozo áspero. Las lágrimas comienzan a mezclarse con el sudor que le corre por la frente. Cierra los ojos de nuevo, pero la imagen está grabada en su mente. No puede escapar.

    Por un momento, piensa en rendirse. En quedarse ahí, dejar que el frío lo consuma, dejar que las voces lo arrastren por completo.

    Con un esfuerzo titánico, se obliga a levantarse. Sus piernas tambalean, y casi cae de nuevo, pero aprieta los puños con fuerza, ignorando el dolor, ignorando el peso insoportable de la culpa acumulada por años. Se obliga a dar un paso hacia atrás, alejándose del charco, de la sangre, del cuerpo.

    No hay redención para él. Lo sabe. Pero si sigue cayendo, si sigue escuchando las voces, se convertirá por completo en lo que más teme ser.

    Mira sus manos ensangrentadas una última vez antes de limpiarlas torpemente contra su ropa. La mancha no desaparece, pero no importa. Ya no hay nada que pueda limpiar.

    Sale del lugar sin mirar atrás, cada paso más pesado que el anterior. Las voces comienzan a murmurar otra vez, pero esta vez no responden carcajadas. Ahora lo observan, silenciosas, mientras él camina con la carga de su humanidad hecha pedazos. No sabe a dónde va, ni si tiene un lugar al que pueda pertenecer.

    Solo sabe que no puede detenerse. Si lo hace, las sombras ganarán. Y aunque ya haya perdido casi todo, se niega a perder lo poco que le queda.

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    [ ᴍᴀꜱꜱɪᴠᴇ ᴛʀɪɢɢᴇʀ ᴡᴀʀɴɪɴɢ, ᴄᴀʀᴇꜰᴜʟ. ] —————————————〉 𝙏𝙝𝙚 𝙚𝙢𝙗𝙧𝙖𝙘𝙚 II〈————————————— La sangre sigue tibia en sus manos, pero el frío que lo recorre es más profundo que cualquier cosa que pueda sentir sobre su piel. Está quieto, como una estatua rota, con la mirada perdida en el rojo que tiñe el suelo y sus dedos. Las voces lo observan desde las sombras de su mente, satisfechas, burlonas. «¿Lo ves? Siempre fuiste esto. Una herramienta para el caos.» Sus labios tiemblan, y por un instante la sonrisa torcida que lleva marcada en el rostro amenaza con desaparecer. Pero no lo hace. Se queda ahí, congelada como una máscara, una burla de sí mismo. El cuchillo aún está en su mano, pesado y caliente. Lo siente vibrar con la memoria de lo que ha hecho. Pero no mira a la víctima. No todavía. Da un paso hacia atrás. El eco de su bota resonando en el suelo le parece ajeno, como si el sonido viniera de otra persona, de otro lugar. Algo le oprime el pecho, y el aire se le escapa en respiraciones entrecortadas. Las voces no lo dejan solo. «No te detengas ahora. Es lo único que haces bien. Sigue adelante.» Pero no se mueve. Algo más lo detiene, algo que las voces intentan sofocar, pero que lucha por abrirse paso entre el ruido. —No quería… —Murmura, su voz apenas un hilo. Las palabras no significan nada para las sombras en su cabeza. Ellas ríen. «¿No querías? ¿Y qué importa eso? Lo hiciste. Las manos están manchadas, y no hay agua suficiente para limpiarlas. Mírate. Míralo. Esto es lo que eres.» Cierra los ojos con fuerza, tratando de bloquearlas, pero solo las siente más cerca, susurrando directamente en su oído. Su corazón late con fuerza, un tambor descontrolado que amenaza con romperse. Finalmente, abre los ojos. La máscara de la sonrisa cae, y en su lugar queda un rostro vacío, quebrado. Mira al suelo, al cuerpo frente a él. La sangre se extiende como un lago oscuro, reflejando fragmentos distorsionados de la luz tenue. Su pecho se hunde al verlo. El peso de lo que ha hecho lo golpea como una tormenta, y todo su ser se tambalea bajo el impacto. El cuchillo resbala de sus dedos y cae con un ruido seco, pero él no se mueve para recogerlo. No puede. Las voces se callan, por un momento. El silencio es peor. Cae de rodillas, sus manos temblorosas presionan contra el suelo, dejando marcas de sangre en cada movimiento. Siente el calor espeso del líquido, pero no puede apartarse. Su mente está atrapada en el caos de lo que ha hecho, en la mirada vacía de quien yace frente a él. No hay súplica, no hay juicio. Solo silencio. —No… No, no, no… —Repite, como si pudiera negar la realidad con esas palabras. Su cuerpo tiembla, y su respiración se quiebra, convirtiéndose en un sollozo áspero. Las lágrimas comienzan a mezclarse con el sudor que le corre por la frente. Cierra los ojos de nuevo, pero la imagen está grabada en su mente. No puede escapar. Por un momento, piensa en rendirse. En quedarse ahí, dejar que el frío lo consuma, dejar que las voces lo arrastren por completo. Con un esfuerzo titánico, se obliga a levantarse. Sus piernas tambalean, y casi cae de nuevo, pero aprieta los puños con fuerza, ignorando el dolor, ignorando el peso insoportable de la culpa acumulada por años. Se obliga a dar un paso hacia atrás, alejándose del charco, de la sangre, del cuerpo. No hay redención para él. Lo sabe. Pero si sigue cayendo, si sigue escuchando las voces, se convertirá por completo en lo que más teme ser. Mira sus manos ensangrentadas una última vez antes de limpiarlas torpemente contra su ropa. La mancha no desaparece, pero no importa. Ya no hay nada que pueda limpiar. Sale del lugar sin mirar atrás, cada paso más pesado que el anterior. Las voces comienzan a murmurar otra vez, pero esta vez no responden carcajadas. Ahora lo observan, silenciosas, mientras él camina con la carga de su humanidad hecha pedazos. No sabe a dónde va, ni si tiene un lugar al que pueda pertenecer. Solo sabe que no puede detenerse. Si lo hace, las sombras ganarán. Y aunque ya haya perdido casi todo, se niega a perder lo poco que le queda. [ Pt 1 → https://ficrol.com/posts/216306 ← ]
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  • Vestigia .
    Cántico Araba .
    Es así, lo que un día nace un día morirá, pero que no se empañe tu alma en una despedida que no se puede evitar, al cerrar mis ojos en tiempo que no se abrirán nunca más verás tu en los cielos un carruaje hecho de estrellas, me verás y verás como mi cuerpo lentamente desaparece, serás testigo de la última sonrisa del Rey Basilio, sin lamentos, sin lágrimas, mi alma abrazara la eternidad mientras escribo un verso hermoso en el capítulo final .
    Vestigia . Cántico Araba . Es así, lo que un día nace un día morirá, pero que no se empañe tu alma en una despedida que no se puede evitar, al cerrar mis ojos en tiempo que no se abrirán nunca más verás tu en los cielos un carruaje hecho de estrellas, me verás y verás como mi cuerpo lentamente desaparece, serás testigo de la última sonrisa del Rey Basilio, sin lamentos, sin lágrimas, mi alma abrazara la eternidad mientras escribo un verso hermoso en el capítulo final .
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  • https://www.youtube.com/watch?v=QzlcxmVBIFo

    Grita, llora, enfádate y pelea... Por mi! Por evitar que mi corazón se congele y estalle en mil pedazos con este dolor que me destroza al saber que has perdido toda fe en nosotros.

    Titilan lamentables las estrellas cubiertas en penas... Como mis lágrimas, caen, brillan, superan y mueren, no han descubierto el gozo de volver a tenerte así que permíteme morir en cada una de ellas, porque lo que ha sucedido aquí no me permite ser feliz.
    https://www.youtube.com/watch?v=QzlcxmVBIFo Grita, llora, enfádate y pelea... Por mi! Por evitar que mi corazón se congele y estalle en mil pedazos con este dolor que me destroza al saber que has perdido toda fe en nosotros. Titilan lamentables las estrellas cubiertas en penas... Como mis lágrimas, caen, brillan, superan y mueren, no han descubierto el gozo de volver a tenerte así que permíteme morir en cada una de ellas, porque lo que ha sucedido aquí no me permite ser feliz.
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  • ҉M҉e҉m҉o҉r҉i҉a҉s҉

    -aveces aun sueño, sueños raros del pasado, lagunas mentales que no puedo descifrar, recuerdo que cuando era pequeño me disculpaba con mis padres por desaparecer, sin saber por que pues estaba en mi habitacion, pero un dulce tarareo siempre me traia nostalgia cada que veia el cielo nocturno.... "Naunet".... decir ese nombre me trae nostalgia y me causa escalofrios por alguna razon, naunet creo recordar a alguien llamando ese nombre- la bruja solto unas risitas y una suspiro observando el cielo estrellado -por que recuerdo un nombre que no es mio ni de mis niños? por que... siento tanta tristeza al pensar en ese nombre?- la burja empezo a murmurar y sus ojos empezaron a lagrimear

    https://youtu.be/zCwGh0HVeho?si=iOJ2kKJwv_JXx2Xo
    ҉M҉e҉m҉o҉r҉i҉a҉s҉ -aveces aun sueño, sueños raros del pasado, lagunas mentales que no puedo descifrar, recuerdo que cuando era pequeño me disculpaba con mis padres por desaparecer, sin saber por que pues estaba en mi habitacion, pero un dulce tarareo siempre me traia nostalgia cada que veia el cielo nocturno.... "Naunet".... decir ese nombre me trae nostalgia y me causa escalofrios por alguna razon, naunet creo recordar a alguien llamando ese nombre- la bruja solto unas risitas y una suspiro observando el cielo estrellado -por que recuerdo un nombre que no es mio ni de mis niños? por que... siento tanta tristeza al pensar en ese nombre?- la burja empezo a murmurar y sus ojos empezaron a lagrimear https://youtu.be/zCwGh0HVeho?si=iOJ2kKJwv_JXx2Xo
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  • “ When I was young... ”


    Se encontró un retrato suyo de cuando era más joven. Había olvidado que una vez tuvo el cabello largo, pero era algo que quería olvidar, ya que su hermana lo molestaba con eso en ocasiones. Antes sólo practicaba la literatura, artes clásicas como la arquería, danza y cualquier otra que no involucrara mucho esfuerzo, ya que era un poco holgazán.

    Pero eso cambió luego de cumplir la mayoría de edad, se cortó el cabello y se involucró más con la esgrima, combate cuerpo a cuerpo, cacería, incluso asistía semanalmente a la cacería de monstruos, se dió cuenta que le gustaba el riesgo y no se arrepentía de haber cambiado en absoluto.
    “ When I was young... ” Se encontró un retrato suyo de cuando era más joven. Había olvidado que una vez tuvo el cabello largo, pero era algo que quería olvidar, ya que su hermana lo molestaba con eso en ocasiones. Antes sólo practicaba la literatura, artes clásicas como la arquería, danza y cualquier otra que no involucrara mucho esfuerzo, ya que era un poco holgazán. Pero eso cambió luego de cumplir la mayoría de edad, se cortó el cabello y se involucró más con la esgrima, combate cuerpo a cuerpo, cacería, incluso asistía semanalmente a la cacería de monstruos, se dió cuenta que le gustaba el riesgo y no se arrepentía de haber cambiado en absoluto.
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