Tenlo en cuenta al responder.
A veces me pregunto si los mortales comprenden el peso de un sueño. No es un simple escape, no, es una verdad sin filtros, un rostro que se revela cuando la conciencia duerme. Yo los observo en su vulnerabilidad y aún así, es allí donde más fuertes son.
Miran el descanso como un fin del día. Para mí, es el principio de todo.
Los he visto llorar en sus sueños por cosas que no se atreven a decir en la vigilia. He visto a niños volar sin alas, a viejos danzar sin huesos, a amantes reencontrarse en mundos que solo existen cuando cierran los ojos.
Y sin embargo… nadie recuerda mi rostro.
Tal vez está bien así. No necesito ser recordado, solo sentido. Como el recuerdo de una canción que alguna vez amaron, o un recuerdo que acaricia la memoria justo antes de dormir.
Yo no soy quien sueña. Soy quien guarda los fragmentos rotos, quien da forma al silencio y lo vuelve susurro.
Y cada noche, cuando me disuelvo en la penumbra, me permito un instante de melancolía.
Porque incluso el dios de los sueños... también desea, a veces, ser soñado...
Miran el descanso como un fin del día. Para mí, es el principio de todo.
Los he visto llorar en sus sueños por cosas que no se atreven a decir en la vigilia. He visto a niños volar sin alas, a viejos danzar sin huesos, a amantes reencontrarse en mundos que solo existen cuando cierran los ojos.
Y sin embargo… nadie recuerda mi rostro.
Tal vez está bien así. No necesito ser recordado, solo sentido. Como el recuerdo de una canción que alguna vez amaron, o un recuerdo que acaricia la memoria justo antes de dormir.
Yo no soy quien sueña. Soy quien guarda los fragmentos rotos, quien da forma al silencio y lo vuelve susurro.
Y cada noche, cuando me disuelvo en la penumbra, me permito un instante de melancolía.
Porque incluso el dios de los sueños... también desea, a veces, ser soñado...
A veces me pregunto si los mortales comprenden el peso de un sueño. No es un simple escape, no, es una verdad sin filtros, un rostro que se revela cuando la conciencia duerme. Yo los observo en su vulnerabilidad y aún así, es allí donde más fuertes son.
Miran el descanso como un fin del día. Para mí, es el principio de todo.
Los he visto llorar en sus sueños por cosas que no se atreven a decir en la vigilia. He visto a niños volar sin alas, a viejos danzar sin huesos, a amantes reencontrarse en mundos que solo existen cuando cierran los ojos.
Y sin embargo… nadie recuerda mi rostro.
Tal vez está bien así. No necesito ser recordado, solo sentido. Como el recuerdo de una canción que alguna vez amaron, o un recuerdo que acaricia la memoria justo antes de dormir.
Yo no soy quien sueña. Soy quien guarda los fragmentos rotos, quien da forma al silencio y lo vuelve susurro.
Y cada noche, cuando me disuelvo en la penumbra, me permito un instante de melancolía.
Porque incluso el dios de los sueños... también desea, a veces, ser soñado...

