• • La lealtad de un dragón es inquebrantable, una vez que has ganado su confianza, te acompañará hasta el final.°
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    //No puedo quitarme a ADO de la cabezaaaa su voz es tannn y ahora con imagine dragóns cielos lo escucharé hasta ordiarlo //

    https://youtu.be/1KSWjZXiw1g?si=ZzGsKbqZeRURiCVe
    //No puedo quitarme a ADO de la cabezaaaa su voz es tannn y ahora con imagine dragóns cielos lo escucharé hasta ordiarlo // https://youtu.be/1KSWjZXiw1g?si=ZzGsKbqZeRURiCVe :STK-27:
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    Alexstraza: Esto no es como "entrenar" a tu dragón señores..
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  • • Demasiadas criaturas, pero ningún dragón a la vista. °
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    •|| Algún dragón presente (?)
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  • -ella estaba en el jardín de castillo prácticamente practicando su magia , aquella magia tratando de darle forma la sombra frente a ella -

    Bien , se que puedes solo respira y buscaré la forma

    - ella dió un suspiro y así busco la forma de darle forma la sombra poco a poco aquella sombra tomo la forma de un dragón gigante con ojos rojos mantenido su consentracion -

    Lo lo hise! , le di forma si!

    -si tenía que mantenimiendo controlado allí ya que era su magia .-
    -ella estaba en el jardín de castillo prácticamente practicando su magia , aquella magia tratando de darle forma la sombra frente a ella - Bien , se que puedes solo respira y buscaré la forma - ella dió un suspiro y así busco la forma de darle forma la sombra poco a poco aquella sombra tomo la forma de un dragón gigante con ojos rojos mantenido su consentracion - Lo lo hise! , le di forma si! -si tenía que mantenimiendo controlado allí ya que era su magia .-
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  • 𝔽𝕝𝕠𝕣𝕖𝕤 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝔸𝕓𝕚𝕤𝕞𝕠

    Había aprendido a evitar los espejos desde entonces. Su cuerpo, cubierto de cicatrices profundas y retorcidas, era un recordatorio constante de lo que había soportado. La carne había sanado, pero el peso de las marcas seguía aplastándola en sueños, como si cada latigazo aún resonara en su mente. 150, en específico. En los días más oscuros, sentía que no eran solo cicatrices en su piel, sino en su alma.

    —¿Qué logré al sobrevivir? —Solía preguntarse, su voz interna cargada de una mezcla de reproche y cansancio.

    Dentro de ella, Myrrh también había cambiado. El dragón, que siempre había sido un pilar de frialdad a veces desbocada, ahora parecía... Más silencioso. Más sombrío. Era como si las cadenas invisibles que compartían se hubieran apretado aún más durante la tortura.

    —El dolor no nos define, Zaryna. Pero tampoco podemos olvidarlo. —Susurró el dragón, su tono grave llenando los rincones oscuros de su mente.— A veces, incluso yo siento que aún está ahí, como un eco que nunca termina.

    Ella cerraba los ojos cuando las escuchaba. Sus pestañas temblaban, como si con ello pudiera apagar esas voces que la atormentaban.

    —Dices que no nos define... Pero... —Murmuró de vuelta, pensativa, su voz quebrándose en el filo de cada palabra.— ¿Acaso somos las mismas personas que éramos antes de ese día?

    El silencio se acentuó entre ambos, cortado solo por los pequeños murmullos del viento en el exterior, golpeando las ventanas de lo que ahora era su refugio, su castillo. Las paredes de piedra parecían observarlos, cargadas con una especie de gravedad que pesaba sobre sus hombros.

    —No. Pero eso no significa que seamos menos. —Respondió Myrrh tras una pausa medida, sus palabras llegando con una seriedad que calaba profundo.— Somos... Diferentes. Más duros, tal vez. Más conscientes de lo que podemos soportar.

    Zaryna apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas, dejando marcas rojizas que desaparecían con el tiempo.

    —¿Y de qué sirve soportar? —La amargura teñía cada palabra, su voz casi temblando bajo el peso de la frustración.— Ellos me querían rota, y lo lograron. No puedes negar que algo se quebró dentro de mí... Dentro de nosotros.

    El rugido bajo de Myrrh vibró en su mente, cargado de una frustración contenida que no pudo ocultar.

    —Tal vez algo se quebró, pero algo también resistió. —Replicó el dragón, su tono firme, pero cargado de una dureza que rozaba la desesperación.— No olvides eso. El dolor... Lo sentimos juntos. Fue un castigo, sí, pero también una prueba. Si soportamos eso… ¿Qué podría doblegarnos ahora?

    Fue ella quien no respondió de inmediato en ese instante. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también había una sombra que no podía ignorar. Porque, aunque había sobrevivido, no podía negar que el precio había sido alto.

    —A veces, pienso que no es el dolor lo que me atormenta... —Su antiguo tono aterciopelado ahora parecía apagado, cansado.— …Sino lo que dejó atrás. Una versión de mí misma que no volverá.

    —Esa versión no habría sobrevivido a lo que hemos pasado. —Susurró Myrrh, su tono suavizándose como el roce de un ala.— Ahora eres más fuerte, Zaryna. No perfecta, no indemne... Pero aún estás aquí. Y eso es suficiente.

    Había noches en las que el silencio entre ambos se volvía insoportable. No eran enemigos, pero tampoco podían consolarse mutuamente del todo, pues las heridas que ambos cargaban eran diferentes. Estaban ligados por algo más profundo que las palabras, y, sin embargo, había un abismo de dolor entre ellos que ninguno sabía cómo cerrar. Aun así, cada amanecer les recordaba que estaban vivos, y aunque la oscuridad de las cicatrices nunca se borraría, había algo que seguía ardiendo en el fondo de ambos: la voluntad de no caer otra vez.

    Zaryna se levantó del asiento junto a la ventana, sus pasos resonando levemente sobre el suelo de piedra. Afuera, las estrellas comenzaban a desvanecerse ante el tenue resplandor del amanecer. Respiró hondo y se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte.

    —Vamos, busquemos a Gazú. —Dijo, girándose hacia la voz en su mente, su tono cargado de una determinación tímida al nombrarle, aunque palpable.— Vayamos a ver las flores.

    Myrrh no respondió de inmediato. Sentía la tensión en sus palabras, pero también una chispa de esperanza que no había escuchado en mucho tiempo.

    —¿Crees que las flores tengan alguna respuesta? —Preguntó finalmente, con una mezcla de escepticismo y curiosidad que se arrastraba en cada palabra.

    —Tal vez no respuestas, pero… Algo de paz. —Respondio Zaryna, mientras alzaba la mirada hacia el horizonte, su voz parecia haber recrobado su antaño tono, más suave y dulce ahora, casi como un susurro.— Algo que me recuerde que no todo está roto. Que hay belleza incluso en medio de todo esto.

    El dragón permaneció en silencio, observando a través de sus ojos. Sabía que esas palabras no eran solo para él, sino también para ella misma. Eran un intento de convencerse de que podía encontrar algo más allá del peso de las cicatrices.

    Pero, en el fondo, ambos sabían la verdad: Zaryna no había resistido únicamente por Myrrh. Había sido Gazú quien, con su presencia, le había dado algo más por lo que aferrarse. Una razón para seguir, incluso cuando todo parecía perdido. Porque, más que las flores, lo que brillaba era aquel nombre en los pensamientos de Zaryna, como un faro que le había mostrado un camino de regreso desde el abismo.
    𝔽𝕝𝕠𝕣𝕖𝕤 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝔸𝕓𝕚𝕤𝕞𝕠 Había aprendido a evitar los espejos desde entonces. Su cuerpo, cubierto de cicatrices profundas y retorcidas, era un recordatorio constante de lo que había soportado. La carne había sanado, pero el peso de las marcas seguía aplastándola en sueños, como si cada latigazo aún resonara en su mente. 150, en específico. En los días más oscuros, sentía que no eran solo cicatrices en su piel, sino en su alma. —¿Qué logré al sobrevivir? —Solía preguntarse, su voz interna cargada de una mezcla de reproche y cansancio. Dentro de ella, Myrrh también había cambiado. El dragón, que siempre había sido un pilar de frialdad a veces desbocada, ahora parecía... Más silencioso. Más sombrío. Era como si las cadenas invisibles que compartían se hubieran apretado aún más durante la tortura. —El dolor no nos define, Zaryna. Pero tampoco podemos olvidarlo. —Susurró el dragón, su tono grave llenando los rincones oscuros de su mente.— A veces, incluso yo siento que aún está ahí, como un eco que nunca termina. Ella cerraba los ojos cuando las escuchaba. Sus pestañas temblaban, como si con ello pudiera apagar esas voces que la atormentaban. —Dices que no nos define... Pero... —Murmuró de vuelta, pensativa, su voz quebrándose en el filo de cada palabra.— ¿Acaso somos las mismas personas que éramos antes de ese día? El silencio se acentuó entre ambos, cortado solo por los pequeños murmullos del viento en el exterior, golpeando las ventanas de lo que ahora era su refugio, su castillo. Las paredes de piedra parecían observarlos, cargadas con una especie de gravedad que pesaba sobre sus hombros. —No. Pero eso no significa que seamos menos. —Respondió Myrrh tras una pausa medida, sus palabras llegando con una seriedad que calaba profundo.— Somos... Diferentes. Más duros, tal vez. Más conscientes de lo que podemos soportar. Zaryna apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas, dejando marcas rojizas que desaparecían con el tiempo. —¿Y de qué sirve soportar? —La amargura teñía cada palabra, su voz casi temblando bajo el peso de la frustración.— Ellos me querían rota, y lo lograron. No puedes negar que algo se quebró dentro de mí... Dentro de nosotros. El rugido bajo de Myrrh vibró en su mente, cargado de una frustración contenida que no pudo ocultar. —Tal vez algo se quebró, pero algo también resistió. —Replicó el dragón, su tono firme, pero cargado de una dureza que rozaba la desesperación.— No olvides eso. El dolor... Lo sentimos juntos. Fue un castigo, sí, pero también una prueba. Si soportamos eso… ¿Qué podría doblegarnos ahora? Fue ella quien no respondió de inmediato en ese instante. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también había una sombra que no podía ignorar. Porque, aunque había sobrevivido, no podía negar que el precio había sido alto. —A veces, pienso que no es el dolor lo que me atormenta... —Su antiguo tono aterciopelado ahora parecía apagado, cansado.— …Sino lo que dejó atrás. Una versión de mí misma que no volverá. —Esa versión no habría sobrevivido a lo que hemos pasado. —Susurró Myrrh, su tono suavizándose como el roce de un ala.— Ahora eres más fuerte, Zaryna. No perfecta, no indemne... Pero aún estás aquí. Y eso es suficiente. Había noches en las que el silencio entre ambos se volvía insoportable. No eran enemigos, pero tampoco podían consolarse mutuamente del todo, pues las heridas que ambos cargaban eran diferentes. Estaban ligados por algo más profundo que las palabras, y, sin embargo, había un abismo de dolor entre ellos que ninguno sabía cómo cerrar. Aun así, cada amanecer les recordaba que estaban vivos, y aunque la oscuridad de las cicatrices nunca se borraría, había algo que seguía ardiendo en el fondo de ambos: la voluntad de no caer otra vez. Zaryna se levantó del asiento junto a la ventana, sus pasos resonando levemente sobre el suelo de piedra. Afuera, las estrellas comenzaban a desvanecerse ante el tenue resplandor del amanecer. Respiró hondo y se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte. —Vamos, busquemos a Gazú. —Dijo, girándose hacia la voz en su mente, su tono cargado de una determinación tímida al nombrarle, aunque palpable.— Vayamos a ver las flores. Myrrh no respondió de inmediato. Sentía la tensión en sus palabras, pero también una chispa de esperanza que no había escuchado en mucho tiempo. —¿Crees que las flores tengan alguna respuesta? —Preguntó finalmente, con una mezcla de escepticismo y curiosidad que se arrastraba en cada palabra. —Tal vez no respuestas, pero… Algo de paz. —Respondio Zaryna, mientras alzaba la mirada hacia el horizonte, su voz parecia haber recrobado su antaño tono, más suave y dulce ahora, casi como un susurro.— Algo que me recuerde que no todo está roto. Que hay belleza incluso en medio de todo esto. El dragón permaneció en silencio, observando a través de sus ojos. Sabía que esas palabras no eran solo para él, sino también para ella misma. Eran un intento de convencerse de que podía encontrar algo más allá del peso de las cicatrices. Pero, en el fondo, ambos sabían la verdad: Zaryna no había resistido únicamente por Myrrh. Había sido Gazú quien, con su presencia, le había dado algo más por lo que aferrarse. Una razón para seguir, incluso cuando todo parecía perdido. Porque, más que las flores, lo que brillaba era aquel nombre en los pensamientos de Zaryna, como un faro que le había mostrado un camino de regreso desde el abismo.
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  • ¡¡EZRAN!!

    —Tanto que les había llevado decorar el árbol navideño... Que el príncipe dragón era adorable. Pero no en esas situaciones —
    ¡¡EZRAN!! —Tanto que les había llevado decorar el árbol navideño... Que el príncipe dragón era adorable. Pero no en esas situaciones —
    0 turnos 0 maullidos 120 vistas
  • — Jamás perdonaría que... me hagan daño a propósito y a consciencia, que me utilicen, que intenten hacerle daño a los míos, que no se disculpen honestamente conmigo... Sí, soy un poquito rencoroso.

    — No puedo dejar de reír cuando... la gente que amo la pasa bien y es feliz gracias a mí.

    — La última tienda que visité fue... una de adornos navideños para decorar el bar.

    — Lo que más odio de mí mismo es... mi emocionalidad y mi lado femenino.

    — Me atraen las personas que... son seguras de sí mismas y no teman a ser auténticos.

    — Soy fan de... los panecillos de 🔥 Khan 🔥 y las infusiones de James Benjamin Blackwood.

    — Mi mayor miedo es... el abandono.

    — Lo más estúpido que he hecho fue... provocar la ira de un dragón y sobrevivir a ello.

    — Si pudiera pedir un deseo sin culpa sería... que el invierno fuera eterno.

    #Quiz #ElBrujoCojo
    — Jamás perdonaría que... me hagan daño a propósito y a consciencia, que me utilicen, que intenten hacerle daño a los míos, que no se disculpen honestamente conmigo... Sí, soy un poquito rencoroso. — No puedo dejar de reír cuando... la gente que amo la pasa bien y es feliz gracias a mí. — La última tienda que visité fue... una de adornos navideños para decorar el bar. — Lo que más odio de mí mismo es... mi emocionalidad y mi lado femenino. — Me atraen las personas que... son seguras de sí mismas y no teman a ser auténticos. — Soy fan de... los panecillos de [TheBalrog] y las infusiones de [Wendigo]. — Mi mayor miedo es... el abandono. — Lo más estúpido que he hecho fue... provocar la ira de un dragón y sobrevivir a ello. — Si pudiera pedir un deseo sin culpa sería... que el invierno fuera eterno. #Quiz #ElBrujoCojo
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  • Estaba sentada en el suelo, los obsequios acumulándose a cada momento. El amuleto nórdico ahora descansaba en su palma, dedos recorriendo los intrincados grabados mientras leía el mensaje que lo acompañaba.

    —De hielo... Siempre con las bromas. ¿Eh? —Comento con un leve suspiro, tratando de esconder la sonrisa de su rostro.

    Alzó el collar, observándolo a contraluz. Las palabras sobre Loki y las batallas evocaban una mezcla de respeto y curiosidad. A pesar de su actitud relajada, era evidente que el regalo tenía un significado especial para ella, teniendo en cuenta su avidez por la lectura, las historias y las leyendas.

    —No sé si es porque piensan que me falta calor o si solo intentan verme sonreír… —Murmuró para sí misma.

    Se colocó el collar alrededor del cuello, ajustándolo con cuidado. Mientras lo hacía, su expresión se suavizó. Por un momento, sintió el peso simbólico de todo lo que había recibido ese día: las flores, el dragón de peluche, y ahora ese amuleto lleno de historia.

    —Supongo que no me vendrá mal un poco de fuerza nórdica. Tal vez tenga razón… Le daré mejor uso.

    Se quedó un momento en silencio, tocando el amuleto que ahora colgaba de su cuello. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras se recolocaba.

    —No estoy segura de qué hice para merecer esto... Pero gracias.

    [Gracias Zagreo the Dark Demon Greek Mitology por el regalo~ ♥ ]
    Estaba sentada en el suelo, los obsequios acumulándose a cada momento. El amuleto nórdico ahora descansaba en su palma, dedos recorriendo los intrincados grabados mientras leía el mensaje que lo acompañaba. —De hielo... Siempre con las bromas. ¿Eh? —Comento con un leve suspiro, tratando de esconder la sonrisa de su rostro. Alzó el collar, observándolo a contraluz. Las palabras sobre Loki y las batallas evocaban una mezcla de respeto y curiosidad. A pesar de su actitud relajada, era evidente que el regalo tenía un significado especial para ella, teniendo en cuenta su avidez por la lectura, las historias y las leyendas. —No sé si es porque piensan que me falta calor o si solo intentan verme sonreír… —Murmuró para sí misma. Se colocó el collar alrededor del cuello, ajustándolo con cuidado. Mientras lo hacía, su expresión se suavizó. Por un momento, sintió el peso simbólico de todo lo que había recibido ese día: las flores, el dragón de peluche, y ahora ese amuleto lleno de historia. —Supongo que no me vendrá mal un poco de fuerza nórdica. Tal vez tenga razón… Le daré mejor uso. Se quedó un momento en silencio, tocando el amuleto que ahora colgaba de su cuello. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras se recolocaba. —No estoy segura de qué hice para merecer esto... Pero gracias. [Gracias [Dark_Demon] por el regalo~ ♥ ]
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