• Diario Semanal De Darküs Volkøv.

    Nunca me gustó que otros decidieran por mí, pero en este caso fue el padre de Lía quien selló el destino. Ese viejo cabrón me puso un arma invisible en la sien, me entregó a su hija como moneda de cambio y dejó claro que si no cumplía, había una bala de plata esperándome. Y no era solo la mía, también la de ella. Lo que hacía aún más sucio todo este trato.

    Él cree que al ponerla conmigo la protege, que nadie mejor que yo para cuidarla, para darle un futuro en un mundo lleno de traiciones y cuchillos en la oscuridad. Lo que no entiende —o quizá sí y no le importa— es que Lía no quiere saber nada de esto, no quiere una vida marcada por la mafia, ni por secretos, ni por amenazas. Ella solo quiere algo que yo jamás tuve, amor verdadero, libre de cadenas. Y ese no estaba en el contrato.

    Por eso la traje conmigo, por eso la retuve en la isla. No porque deseara ser su carcelero, sino porque era la única forma de salvarnos a los dos. Quería hacerlo bien, por las buenas, sin necesidad de imponerme. Y se lo dije, no me interesa romperla, me interesa que elija quedarse. Que se comprometa en aquella isla de los dos. Pero ella me devuelve odio y reproches, me recuerda a cada segundo que me ve como el verdugo que le arrebató la libertad molestándolo en cada palabra.

    Sé que no es fácil mirarla y no ceder, porque tiene fuego en la mirada y esa rebeldía me provoca más de lo que debería. Ella me reta, me insulta, me desafía, y en cada palabra me demuestra que no será fácil doblegarla. Y aun así, ahí está el problema: no quiero que se doblegue, quiero que me vea y elija, aunque seamos dos piezas de un ajedrez podrido.

    El tiempo se acaba y lo sé. Si no acepta, ambos tenemos una bala escrita con nuestros nombres. Y en mi mundo, no hay espacio para finales felices ni cuentos de hadas. Así que le di la opción, dejar que yo la convenza por las buenas, o arrastrarla por la fuerza. Porque lo que Lia no entiende es que su padre puede haberla usado como pieza, pero conmigo… conmigo no hay salida.

    Lia Russell
    Diario Semanal De Darküs Volkøv. Nunca me gustó que otros decidieran por mí, pero en este caso fue el padre de Lía quien selló el destino. Ese viejo cabrón me puso un arma invisible en la sien, me entregó a su hija como moneda de cambio y dejó claro que si no cumplía, había una bala de plata esperándome. Y no era solo la mía, también la de ella. Lo que hacía aún más sucio todo este trato. Él cree que al ponerla conmigo la protege, que nadie mejor que yo para cuidarla, para darle un futuro en un mundo lleno de traiciones y cuchillos en la oscuridad. Lo que no entiende —o quizá sí y no le importa— es que Lía no quiere saber nada de esto, no quiere una vida marcada por la mafia, ni por secretos, ni por amenazas. Ella solo quiere algo que yo jamás tuve, amor verdadero, libre de cadenas. Y ese no estaba en el contrato. Por eso la traje conmigo, por eso la retuve en la isla. No porque deseara ser su carcelero, sino porque era la única forma de salvarnos a los dos. Quería hacerlo bien, por las buenas, sin necesidad de imponerme. Y se lo dije, no me interesa romperla, me interesa que elija quedarse. Que se comprometa en aquella isla de los dos. Pero ella me devuelve odio y reproches, me recuerda a cada segundo que me ve como el verdugo que le arrebató la libertad molestándolo en cada palabra. Sé que no es fácil mirarla y no ceder, porque tiene fuego en la mirada y esa rebeldía me provoca más de lo que debería. Ella me reta, me insulta, me desafía, y en cada palabra me demuestra que no será fácil doblegarla. Y aun así, ahí está el problema: no quiero que se doblegue, quiero que me vea y elija, aunque seamos dos piezas de un ajedrez podrido. El tiempo se acaba y lo sé. Si no acepta, ambos tenemos una bala escrita con nuestros nombres. Y en mi mundo, no hay espacio para finales felices ni cuentos de hadas. Así que le di la opción, dejar que yo la convenza por las buenas, o arrastrarla por la fuerza. Porque lo que Lia no entiende es que su padre puede haberla usado como pieza, pero conmigo… conmigo no hay salida. [ripple_platinum_crow_772]
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  • —Hacemos nuestro destino; el cielo y el infierno.

    *La declaración se desvanece entre el bullicio de la gente, pero su mensaje permanecería para los oídos ajenos que estuvieran lo suficientemente cerca. El mensajero destaca entre los invitados de la fiesta, pero al mismo tiempo no lo hace; en el rincón de la barra de bebidas, cabizbajo y con la mirada perdida en la multitud. Es como un maniquí, destacando por sus características superficiales y nada más.

    —No me refiero a pecar o respetar los mandamientos. Tiene que ver, pero no es lo que quiero decir.

    *Recuesta la parte superior del cuerpo en la barra, apoyando la cabeza sobre los brazos en busca de comodidad. Habla, dice cosas dignas de ser consideradas delirios de la ebriedad.

    —Quiero decir, más allá de la religión, ¿Y si fuera el cerebro tratando de abordar el trauma de morir? Algo así como un último sueño, un intento de convencerte de que tu vida tuvo algún significado.
    —Hacemos nuestro destino; el cielo y el infierno. *La declaración se desvanece entre el bullicio de la gente, pero su mensaje permanecería para los oídos ajenos que estuvieran lo suficientemente cerca. El mensajero destaca entre los invitados de la fiesta, pero al mismo tiempo no lo hace; en el rincón de la barra de bebidas, cabizbajo y con la mirada perdida en la multitud. Es como un maniquí, destacando por sus características superficiales y nada más. —No me refiero a pecar o respetar los mandamientos. Tiene que ver, pero no es lo que quiero decir. *Recuesta la parte superior del cuerpo en la barra, apoyando la cabeza sobre los brazos en busca de comodidad. Habla, dice cosas dignas de ser consideradas delirios de la ebriedad. —Quiero decir, más allá de la religión, ¿Y si fuera el cerebro tratando de abordar el trauma de morir? Algo así como un último sueño, un intento de convencerte de que tu vida tuvo algún significado.
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  • ❝ A veces pienso que el destino me dio a Aelios no como guardián, sino como recordatorio de que incluso en medio del caos, existe una ternura capaz de sostenernos; su canto no es un sonido común, es un hilo invisible que me ata a la calma, y cada vez que lo escucho, siento que el mundo, con todas sus sombras y batallas, vuelve a encontrar un lugar donde respirar. ❞
    ❝ A veces pienso que el destino me dio a Aelios no como guardián, sino como recordatorio de que incluso en medio del caos, existe una ternura capaz de sostenernos; su canto no es un sonido común, es un hilo invisible que me ata a la calma, y cada vez que lo escucho, siento que el mundo, con todas sus sombras y batallas, vuelve a encontrar un lugar donde respirar. ❞
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  • — Al principio de todo, cuando aún era un joven y testarudo Caballero rojo de Velder una chica de cabello y ropas moradas apareció ante mí. De algún modo, nuestros destinos de entrelazaron a pesar de tener objetivos diferentes.

    — Ahora, años más tarde, agradezco a la Dama de El por ponerte en mi camino. Te has convertido en la maga más fuerte y capaz de nuestro reino. Aisha Landar, te pido que te quedes a mi lado como amiga, compañera, confidente y esposa.
    — Al principio de todo, cuando aún era un joven y testarudo Caballero rojo de Velder una chica de cabello y ropas moradas apareció ante mí. De algún modo, nuestros destinos de entrelazaron a pesar de tener objetivos diferentes. — Ahora, años más tarde, agradezco a la Dama de El por ponerte en mi camino. Te has convertido en la maga más fuerte y capaz de nuestro reino. Aisha Landar, te pido que te quedes a mi lado como amiga, compañera, confidente y esposa.
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  • {La luna apenas lograba filtrarse entre las nubes negras que cubrían el cielo. Las ruinas de la ciudad se extendían a lo lejos.}

    {Frente a mí, entre la bruma, emergió el espíritu que esperaba. A quién no había invocado hace muchos años. Un corcel alado de sombra, tan oscuro cómo la noche, y sus alas extendidas. Sus ojos vacíos, ardientes, se clavaron en mis ojos.}

    {Sostuve la mirada, mientras el viento agitaba mí cabello.}

    —Así que… Aquí estás...

    {Susurré, mientras mis dedos se apretaban sobre la empuñadura de la espada.}

    {El espíritu inclinó ligeramente la cabeza. Ambos nos mirábamos, unidos en un encuentro planeado por el mismo destino.}


    {Con una voz grave, metálica y demoníaca, el espíritu rompió el silencio.}

    —Han pasado muchos años, pequeña neko… Dime, ¿aún conservas el libro de transformación que los espíritus te entregaron como obsequio?

    {Sus ojos espectrales se posaron con insistencia en mis orejas felinas, y su mirada descendió hacia mi cola, que se movía inquieta.}

    —Ah… ya lo entiendo.

    {Prosiguió con una risa oscura y algo burlona.}

    —Por eso sentí esa energía al acercarme. Has liberado tu verdadero ser. Sin embargo, tu sangre sigue contaminada por lo humano. Esa debilidad jamás te permitirá alcanzar la fuerza absoluta. ¿Acaso no fue por eso que tus propios padres te ocultaron entre los humanos? Lo hicieron para que sobrevivieras.

    {Al escuchar esas palabras, un escalofrío recorrió mi piel. Mis manos se cerraron con fuerza en torno al mango de mi espada.}

    —Silencio. No te convoqué para escuchar tus lamentos.

    {Por mí tono de voz, el espíritu se irguió, pero no respondió. La fuerza de mi mirada lo obligó a callar.
    Su trabajo era obedecerme.}

    —Tengo un deber que cumplir. Mi aliado me ha encomendado una misión. Pero antes, necesito de tu ayuda...
    {La luna apenas lograba filtrarse entre las nubes negras que cubrían el cielo. Las ruinas de la ciudad se extendían a lo lejos.} {Frente a mí, entre la bruma, emergió el espíritu que esperaba. A quién no había invocado hace muchos años. Un corcel alado de sombra, tan oscuro cómo la noche, y sus alas extendidas. Sus ojos vacíos, ardientes, se clavaron en mis ojos.} {Sostuve la mirada, mientras el viento agitaba mí cabello.} —Así que… Aquí estás... {Susurré, mientras mis dedos se apretaban sobre la empuñadura de la espada.} {El espíritu inclinó ligeramente la cabeza. Ambos nos mirábamos, unidos en un encuentro planeado por el mismo destino.} {Con una voz grave, metálica y demoníaca, el espíritu rompió el silencio.} —Han pasado muchos años, pequeña neko… Dime, ¿aún conservas el libro de transformación que los espíritus te entregaron como obsequio? {Sus ojos espectrales se posaron con insistencia en mis orejas felinas, y su mirada descendió hacia mi cola, que se movía inquieta.} —Ah… ya lo entiendo. {Prosiguió con una risa oscura y algo burlona.} —Por eso sentí esa energía al acercarme. Has liberado tu verdadero ser. Sin embargo, tu sangre sigue contaminada por lo humano. Esa debilidad jamás te permitirá alcanzar la fuerza absoluta. ¿Acaso no fue por eso que tus propios padres te ocultaron entre los humanos? Lo hicieron para que sobrevivieras. {Al escuchar esas palabras, un escalofrío recorrió mi piel. Mis manos se cerraron con fuerza en torno al mango de mi espada.} —Silencio. No te convoqué para escuchar tus lamentos. {Por mí tono de voz, el espíritu se irguió, pero no respondió. La fuerza de mi mirada lo obligó a callar. Su trabajo era obedecerme.} —Tengo un deber que cumplir. Mi aliado me ha encomendado una misión. Pero antes, necesito de tu ayuda...
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  • La hija de la armonía, abrazo su destino, caminara por el sendero sola, llevado la armonía a donde vaya, hasta el final.
    La hija de la armonía, abrazo su destino, caminara por el sendero sola, llevado la armonía a donde vaya, hasta el final.
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  • 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝓙𝑒𝑠𝑠 𝓦𝑖𝑙𝑙𝑜𝑤𝑠

    Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla.
    Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado.

    Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente.
    Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir.

    Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖."
    Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica.
    Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más.

    Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo.

    Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses.
    Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada.
    Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos.
    El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo.

    Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida.

    La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto.
    Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto.
    Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero…

    Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más.
    Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta.

    UN AÑO DESPUES

    Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua.
    Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza.
    Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía.

    En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida.
    Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda.
    Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo.

    Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema.
    En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos.

    Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él.

    Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año.

    — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita.


    [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: Hope Mikaelson ]
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 [FIGHTERAUR0R] Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla. Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado. Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente. Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir. Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖." Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica. Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más. Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo. Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses. Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada. Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos. El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo. Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida. La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto. Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto. Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero… Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más. Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta. UN AÑO DESPUES Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua. Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza. Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía. En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida. Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda. Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo. Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema. En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos. Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él. Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año. — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita. [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: [thetribrid] ]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Espero que el destino me dé la oportunidad de volver a abrazarte, Phainon.
    https://youtu.be/8GUsT3Bu840?si=9PQl0c4Ozq5kkhxg
    Espero que el destino me dé la oportunidad de volver a abrazarte, Phainon.💫 https://youtu.be/8GUsT3Bu840?si=9PQl0c4Ozq5kkhxg
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  • La luz en tu camino, un ángel del destino....
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  • Mi novio me regaló un peluche de compañía, me ayuda muchísimo con mis bajones emocionales.

    No quiero ir a terapia, pero, debo hacerlo, si definitivamente mi destino no es poder tener hijos, lo mejor es hacer las paces con ello.
    Mi novio me regaló un peluche de compañía, me ayuda muchísimo con mis bajones emocionales. No quiero ir a terapia, pero, debo hacerlo, si definitivamente mi destino no es poder tener hijos, lo mejor es hacer las paces con ello.
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