—Hacemos nuestro destino; el cielo y el infierno.
*La declaración se desvanece entre el bullicio de la gente, pero su mensaje permanecería para los oídos ajenos que estuvieran lo suficientemente cerca. El mensajero destaca entre los invitados de la fiesta, pero al mismo tiempo no lo hace; en el rincón de la barra de bebidas, cabizbajo y con la mirada perdida en la multitud. Es como un maniquí, destacando por sus características superficiales y nada más.
—No me refiero a pecar o respetar los mandamientos. Tiene que ver, pero no es lo que quiero decir.
*Recuesta la parte superior del cuerpo en la barra, apoyando la cabeza sobre los brazos en busca de comodidad. Habla, dice cosas dignas de ser consideradas delirios de la ebriedad.
—Quiero decir, más allá de la religión, ¿Y si fuera el cerebro tratando de abordar el trauma de morir? Algo así como un último sueño, un intento de convencerte de que tu vida tuvo algún significado.
*La declaración se desvanece entre el bullicio de la gente, pero su mensaje permanecería para los oídos ajenos que estuvieran lo suficientemente cerca. El mensajero destaca entre los invitados de la fiesta, pero al mismo tiempo no lo hace; en el rincón de la barra de bebidas, cabizbajo y con la mirada perdida en la multitud. Es como un maniquí, destacando por sus características superficiales y nada más.
—No me refiero a pecar o respetar los mandamientos. Tiene que ver, pero no es lo que quiero decir.
*Recuesta la parte superior del cuerpo en la barra, apoyando la cabeza sobre los brazos en busca de comodidad. Habla, dice cosas dignas de ser consideradas delirios de la ebriedad.
—Quiero decir, más allá de la religión, ¿Y si fuera el cerebro tratando de abordar el trauma de morir? Algo así como un último sueño, un intento de convencerte de que tu vida tuvo algún significado.
—Hacemos nuestro destino; el cielo y el infierno.
*La declaración se desvanece entre el bullicio de la gente, pero su mensaje permanecería para los oídos ajenos que estuvieran lo suficientemente cerca. El mensajero destaca entre los invitados de la fiesta, pero al mismo tiempo no lo hace; en el rincón de la barra de bebidas, cabizbajo y con la mirada perdida en la multitud. Es como un maniquí, destacando por sus características superficiales y nada más.
—No me refiero a pecar o respetar los mandamientos. Tiene que ver, pero no es lo que quiero decir.
*Recuesta la parte superior del cuerpo en la barra, apoyando la cabeza sobre los brazos en busca de comodidad. Habla, dice cosas dignas de ser consideradas delirios de la ebriedad.
—Quiero decir, más allá de la religión, ¿Y si fuera el cerebro tratando de abordar el trauma de morir? Algo así como un último sueño, un intento de convencerte de que tu vida tuvo algún significado.
