El infierno no es fuego, al menos no solo eso.
Bajo la superficie del mundo humano, mucho más allá de su entendimiento y lo comprensible, existe un reino tejido con sombras vivas y estructuras que respiran como si el pisaje tuviera voluntad. En lo más profundo del noveno círculo, entre ruinas flotantes y enormes palacios de obsidiana, se erige la Corte Carmesí, el trono de un largo linaje de poderosos demonios caídos, donde el tiempo se derrama lento y espeso como la sangre ceremonial.
Neriah Viremont, hija del linaje puro de los primeros, próxima sucesora en el trono como reina de la raza demoníaca, aguarda en ese mundo subterráneo. Con ojos que han visto mil generaciones morir, piel marcada por pactos arcanos, y un corazón que late con curiosidad...no por necesidad. La coronación se acerca, es inminente. Todos los saben. Las demás casas se inclinan con respeto y su nombre recorre el inmenso salón con claro respeto. Aún no estaba lista, aún no podía aceptar el difícil cargo de reina porque había algo más que quería hacer. Algo que ni la eternidad del infierno podían ofrecerle: la experiencia humana.
[Aquí empezaría nuestro rol]
Y entonces, la invocación.
Un zumbido rasga el aire pesado del lugar. Un circulo de invocación se abre a su alrededor flameando con un fulgor que no pertenece al infierno. Reconocía la magia humana, la mujer entrecerró los ojos. Alguien la llamaba.
A pesar de que tenía un compromiso más grande con su raza, cualquier escapatoria funcionaba. Se dejó arrastrar, no por obligación, sino por aburrimiento. Por impulso.
El aire cambia.
De pronto, abre los ojos en una habitación fría, con olor a incienso y tiza. Frente a ella ve una especie diferente, el aspecto humano le parecía tan frágil a diferencia de los demonios. Sabía que estaba ahí para cumplir un deseo a cambio de ofrendas.
–¿Deseo...?—Murmura, su voz cargada de un acento muy diferente, diferenciandola de ese mundo. —¿Que es lo que quieres, humanx?
Sus ojos brillantes y astutos como los de un gato recorrieron lo observaron de arriba a abajo. Acababa de tener una increíble idea. Neriah sonríe, con colmillos semi ocultos tras sus labios rojos. No hay compasión en su rostro...solo diversión. Antes de que él torpe humano pudiera responder, ella se apresuró a poner un dedo sobre sus labios para callarlo.
–Te diré algo. Debes saber que no soy cualquier entidad, no cumplo deseos así como así. Soy la próxima reina de un largo linaje de sangre pura. Pero... — Quito lentamente el dedo sobre sus labios, antes de moverse un poco por la habitación con paso silenciosos como el humo. — Si a cambio, me dejas quedarme un tiempo en tu mundo y enseñarme las cosas humanas que hace tu raza...
Su mano se extiende, con dedos tan elegantes como letales.
–Entonces, y solo entonces... consideraré concederte lo que tanto anhelas.
El infierno no es fuego, al menos no solo eso.
Bajo la superficie del mundo humano, mucho más allá de su entendimiento y lo comprensible, existe un reino tejido con sombras vivas y estructuras que respiran como si el pisaje tuviera voluntad. En lo más profundo del noveno círculo, entre ruinas flotantes y enormes palacios de obsidiana, se erige la Corte Carmesí, el trono de un largo linaje de poderosos demonios caídos, donde el tiempo se derrama lento y espeso como la sangre ceremonial.
Neriah Viremont, hija del linaje puro de los primeros, próxima sucesora en el trono como reina de la raza demoníaca, aguarda en ese mundo subterráneo. Con ojos que han visto mil generaciones morir, piel marcada por pactos arcanos, y un corazón que late con curiosidad...no por necesidad. La coronación se acerca, es inminente. Todos los saben. Las demás casas se inclinan con respeto y su nombre recorre el inmenso salón con claro respeto. Aún no estaba lista, aún no podía aceptar el difícil cargo de reina porque había algo más que quería hacer. Algo que ni la eternidad del infierno podían ofrecerle: la experiencia humana.
[Aquí empezaría nuestro rol]
Y entonces, la invocación.
Un zumbido rasga el aire pesado del lugar. Un circulo de invocación se abre a su alrededor flameando con un fulgor que no pertenece al infierno. Reconocía la magia humana, la mujer entrecerró los ojos. Alguien la llamaba.
A pesar de que tenía un compromiso más grande con su raza, cualquier escapatoria funcionaba. Se dejó arrastrar, no por obligación, sino por aburrimiento. Por impulso.
El aire cambia.
De pronto, abre los ojos en una habitación fría, con olor a incienso y tiza. Frente a ella ve una especie diferente, el aspecto humano le parecía tan frágil a diferencia de los demonios. Sabía que estaba ahí para cumplir un deseo a cambio de ofrendas.
–¿Deseo...?—Murmura, su voz cargada de un acento muy diferente, diferenciandola de ese mundo. —¿Que es lo que quieres, humanx?
Sus ojos brillantes y astutos como los de un gato recorrieron lo observaron de arriba a abajo. Acababa de tener una increíble idea. Neriah sonríe, con colmillos semi ocultos tras sus labios rojos. No hay compasión en su rostro...solo diversión. Antes de que él torpe humano pudiera responder, ella se apresuró a poner un dedo sobre sus labios para callarlo.
–Te diré algo. Debes saber que no soy cualquier entidad, no cumplo deseos así como así. Soy la próxima reina de un largo linaje de sangre pura. Pero... — Quito lentamente el dedo sobre sus labios, antes de moverse un poco por la habitación con paso silenciosos como el humo. — Si a cambio, me dejas quedarme un tiempo en tu mundo y enseñarme las cosas humanas que hace tu raza...
Su mano se extiende, con dedos tan elegantes como letales.
–Entonces, y solo entonces... consideraré concederte lo que tanto anhelas.