𒊹 "Zaldrīzes Vezof" – La Crónica de la Llama que Caminó
(“Dragón de Seda”) — De los escritos perdidos del Archimaestre Belor del Dominio)
“La vi una vez, envuelta en blanco como los huesos de los caídos, en medio del salón del trono aún no mancillado por la guerra. Su vestido no ocultaba nada, pero tampoco ofrecía nada a voluntad: dejaba a la vista el costado, la cintura, y el ombligo como si no temiera al juicio de ningún dios. Su escote era un suspiro contenido, y sus brazos desnudos parecían más peligrosos que cualquier espada.
El aire se detenía cuando Seirys Targaryen caminaba. El silencio no era respeto… era terror. Era fascinación.
Dicen que aquel vestido fue tejido en Lys, en un telar consagrado al placer. Que las telas estaban perfumadas con néctar de flor nocturna y sal marina del mar Angosto. Que la prenda misma fue cosida por manos que se cortaron a sí mismas para no sentir deseos indebidos.
Pero no fue el vestido lo que hizo temblar a los hombres ese día.
Fue la manera en que ella lo portaba. Como si el fuego de Valyria le acariciara la piel. Como si la desnudez no fuera debilidad sino dominio.
Aegon la miró con miedo. Aemond con rabia. Gwayne con lujuria reprimida. Y Criston Cole… con la semilla de un odio que florecería en vergüenza.
Mas nadie osó hablar. Porque Maegaryon, el dragón verde mohoso de ojos dorados, rugía desde las sombras de Rocadragón, soñando fuego mientras su jinete sonreía con labios de malicia y profecía.”
(“Dragón de Seda”) — De los escritos perdidos del Archimaestre Belor del Dominio)
“La vi una vez, envuelta en blanco como los huesos de los caídos, en medio del salón del trono aún no mancillado por la guerra. Su vestido no ocultaba nada, pero tampoco ofrecía nada a voluntad: dejaba a la vista el costado, la cintura, y el ombligo como si no temiera al juicio de ningún dios. Su escote era un suspiro contenido, y sus brazos desnudos parecían más peligrosos que cualquier espada.
El aire se detenía cuando Seirys Targaryen caminaba. El silencio no era respeto… era terror. Era fascinación.
Dicen que aquel vestido fue tejido en Lys, en un telar consagrado al placer. Que las telas estaban perfumadas con néctar de flor nocturna y sal marina del mar Angosto. Que la prenda misma fue cosida por manos que se cortaron a sí mismas para no sentir deseos indebidos.
Pero no fue el vestido lo que hizo temblar a los hombres ese día.
Fue la manera en que ella lo portaba. Como si el fuego de Valyria le acariciara la piel. Como si la desnudez no fuera debilidad sino dominio.
Aegon la miró con miedo. Aemond con rabia. Gwayne con lujuria reprimida. Y Criston Cole… con la semilla de un odio que florecería en vergüenza.
Mas nadie osó hablar. Porque Maegaryon, el dragón verde mohoso de ojos dorados, rugía desde las sombras de Rocadragón, soñando fuego mientras su jinete sonreía con labios de malicia y profecía.”
𒊹 "Zaldrīzes Vezof" – La Crónica de la Llama que Caminó
(“Dragón de Seda”) — De los escritos perdidos del Archimaestre Belor del Dominio)
“La vi una vez, envuelta en blanco como los huesos de los caídos, en medio del salón del trono aún no mancillado por la guerra. Su vestido no ocultaba nada, pero tampoco ofrecía nada a voluntad: dejaba a la vista el costado, la cintura, y el ombligo como si no temiera al juicio de ningún dios. Su escote era un suspiro contenido, y sus brazos desnudos parecían más peligrosos que cualquier espada.
El aire se detenía cuando Seirys Targaryen caminaba. El silencio no era respeto… era terror. Era fascinación.
Dicen que aquel vestido fue tejido en Lys, en un telar consagrado al placer. Que las telas estaban perfumadas con néctar de flor nocturna y sal marina del mar Angosto. Que la prenda misma fue cosida por manos que se cortaron a sí mismas para no sentir deseos indebidos.
Pero no fue el vestido lo que hizo temblar a los hombres ese día.
Fue la manera en que ella lo portaba. Como si el fuego de Valyria le acariciara la piel. Como si la desnudez no fuera debilidad sino dominio.
Aegon la miró con miedo. Aemond con rabia. Gwayne con lujuria reprimida. Y Criston Cole… con la semilla de un odio que florecería en vergüenza.
Mas nadie osó hablar. Porque Maegaryon, el dragón verde mohoso de ojos dorados, rugía desde las sombras de Rocadragón, soñando fuego mientras su jinete sonreía con labios de malicia y profecía.”

