• Escena: “Mortis Cola – Edición Prohibida”
    Luna bajó a la cocina con los ojos aún entrecerrados. Había pasado toda la noche estudiando rituales antiguos y necesitaba un respiro… y cafeína. Pero en el suelo, encontró algo aún más desconcertante que cualquier símbolo arcano:

    Mortis, acostado como una estrella de rock retirada, lucía una etiqueta de Coca-Cola alrededor del cuerpo. Inmóvil. Dramático. Y sí, con cara de que lo había hecho a propósito.

    —¿Qué…? —Luna se frotó los ojos—. ¿Estás bien?

    El gato ni se inmutó.

    —¿Eres…? —continuó ella, reprimiendo una carcajada— ¿una edición coleccionable?

    Mortis giró la cabeza lentamente, como si dijera: Soy más raro y valioso que cualquier objeto en esta dimensión.

    Luna no aguantó más. Le tomó una foto.

    —"Mortis Cola: con sabor a caos y conjuros. Solo por tiempo limitado" —leyó en voz alta, divertida.

    De pronto, las luces parpadearon. El aire se volvió denso.

    —Ups… —susurró ella, viendo cómo el collar de Mortis comenzaba a brillar—. No debí burlarme, ¿verdad?

    El gato se levantó lentamente, dejó caer la etiqueta al suelo con un golpe seco… y caminó hacia la oscuridad del pasillo como si nada.

    Pero antes de desaparecer, se detuvo y soltó un leve:

    —Miau.

    La luz volvió. Luna temblaba.

    Mortis Coca-Cola no era una broma.
    🐾 Escena: “Mortis Cola – Edición Prohibida” Luna bajó a la cocina con los ojos aún entrecerrados. Había pasado toda la noche estudiando rituales antiguos y necesitaba un respiro… y cafeína. Pero en el suelo, encontró algo aún más desconcertante que cualquier símbolo arcano: Mortis, acostado como una estrella de rock retirada, lucía una etiqueta de Coca-Cola alrededor del cuerpo. Inmóvil. Dramático. Y sí, con cara de que lo había hecho a propósito. —¿Qué…? —Luna se frotó los ojos—. ¿Estás bien? El gato ni se inmutó. —¿Eres…? —continuó ella, reprimiendo una carcajada— ¿una edición coleccionable? Mortis giró la cabeza lentamente, como si dijera: Soy más raro y valioso que cualquier objeto en esta dimensión. Luna no aguantó más. Le tomó una foto. —"Mortis Cola: con sabor a caos y conjuros. Solo por tiempo limitado" —leyó en voz alta, divertida. De pronto, las luces parpadearon. El aire se volvió denso. —Ups… —susurró ella, viendo cómo el collar de Mortis comenzaba a brillar—. No debí burlarme, ¿verdad? El gato se levantó lentamente, dejó caer la etiqueta al suelo con un golpe seco… y caminó hacia la oscuridad del pasillo como si nada. Pero antes de desaparecer, se detuvo y soltó un leve: —Miau. La luz volvió. Luna temblaba. Mortis Coca-Cola no era una broma.
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  • Sospechas y gobstones
    Fandom Harry Potter
    Categoría Fantasía
    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ𝒂𝒖𝒓𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒚 𝒕𝒓𝒖𝒉𝒂𝒏𝒆𝒔
    ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ Dante Carrow



    ㅤㅤㅤㅤAlgún día terminaría por acostumbrarse a tanto cambio horario, estaba segura. Algún día se acostumbraría a trabajar en el culo del mundo, echar una cabezada en Dublín y estar a tiempo en Manhattan para asistir a la reunión de personal. Bueno, lo cierto era que no siempre le costaba trabajo encajar aquellos saltos entre países. Pero esa semana… esa semana estaba siendo especialmente complicada. Si echaba la vista atrás, recordaba haber dormido un total de siete horas en total. Sus pasos la habían llevado a recorrer medio planeta en pos de un mago oscuro que había tratado de practicar la nigromancia y resucitar magos tenebrosos a lo largo de casi tres continentes.

    Cuando quiso quitarse de encima la larguísima sombra de sus padres usando sus habilidades como auror por todo el planeta jamás imaginó que seria tan estresante. La parte mala de haber cosechado una reputación como la que ella se había labrado a lo largo de los últimos años era que su nombre se trataba del más codiciado entre los departamentos de Seguridad Mágica del mundo.

    Asi que, por eso ni siquiera se extrañó cuando su nombre salió a colación en el MACUSA entre los aurores que podrían ayudar en aquella delicada situación… Ni siquiera llevaba diez minutos tumbada en el sofá de su apartamento en Manhattan cuando aquella lechuza repiqueteó en su ventana con las garras de una de sus patas. Minerva ladeó la cabeza en dirección a aquel sonido entrecerrando los ojos a causa de la claridad que entraba por la ventana. Ni siquiera tenia idea de qué dichosa hora era.

    Se dio la vuelta en el sofá, pero aquella lechuza era insistente en su cometido. Minerva dejó ir un suspiro de aburrimiento y se movió en el sofá para incorporarse al tiempo que echaba hacia atrás su cabellera oscura que, por momentos se estaba tornando rojizo en las puntas a causa del enfado provocado por el cansancio.

    -Ya voy…- gruñó mientras se ponía en pie y se acercaba a la ventana. Una vez abierta, recogió la carta que la lechuza llevaba y esta ululó en un suave gorjeo alegre- Al menos sus lechuzas son agradables… -comentó mientras echaba mano del pequeño saquito donde tenía las chucherías lechuciles y le ofreció una al animal. Después desenrolló el pergamino y comenzó a leer.

    -Pues parece que las dos volvemos al MACUSA… -comentó mientras buscaba pluma y tinta para escribir una rápida respuesta:

    “Estaré allí en treinta minutos”

    >> Por suerte para Minerva, la reunión en el MACUSA no había durado demasiado tiempo, no hay nada que le diera más por saco que tener que estar encerrada entre cuatro paredes demasiado estrechas. Pero, para su desgracia su tarea era, probablemente, lo más desagradable que había tenido que hacer en mucho tiempo.

    -¿Dante Carrow? ¿Es en serio? -había preguntado Minerva- ¿Qué os hace pensar que verdaderamente él está implicado en todo esto? Quiero decir…

    Jenkins ladeó la cabeza.

    -Es su familia.- dijo el Jefe del Departamento de Aurores del MACUSA- Su apellido está enlazado con magia tenebrosa desde hace mucho tiempo…

    Minerva cambió el paso de su cuerpo de un pie a otro.

    -Si, lo entiendo… Sé de historia… -asintió rodando los ojos dando por hecho todo lo que tenia que ver la procedencia oscura de la familia Carrow- Conozco las Guerras Mágicas de Reino Unido… Pero conozco a Dante. Era… un poco chulo, solía hacer novillos, pero… esto es… jugar en otra liga. Él no es un asesino. Es… Solo un…

    -Es heredero de un linaje oscuro, señorita Keane -sentenció Jenkins- Necesitamos que te reúnas con él. Consideramos que eres la persona más capaz de resolver esta situación.

    Minerva puso los ojos en blanco.

    -¿Esto es por mis habilidades como auror o porque Dante me persiguió por todo Ilvermorny? -preguntó ella logrando una media sonrisita por parte de Jenkins.

    >> Incluso desde el otro lado de la puerta del bar podía escucharse los acordes de la música rock retumbando contra las paredes. Minerva se recolocó la chaqueta de cuero y atravesó la puerta del bar con ese aire de femme fatale que domina el mundo a cada paso que da. No era un papel… Los últimos años de su vida, lo que había visto y lo que había vivido, le habían convertido en una mujer dura, bastante poderosa y con ciertas malas pulgas. Aunque eso cambiaba en casa… su fachada se derrumbaba cada vez que su padre la recibía en uno de esos abrazos de oso que quitaban el aliento. Pero su padre no esta allí, asi que Minerva atravesó el bar con la barbilla alta y gesto altivo. No le había costado demasiado trabajo encontrar a Dante, por supuesto sabia en qué ambientes solía moverse. Ya había tenido que seguir sus pasos un año atrás cuando sus travesuras habían alertado al departamento de aurores. Aun asi, Minerva sabia que era un buen tio… pese a que nunca admitiría eso en voz alta..

    De pronto una bronca estalló en el fondo del bar seguido de un estruendo cuando una mesa cayó al suelo. Minerva siguió el sonido de los gritos y llegó a tiempo de ver como Dante Carrow recibía un puñetazo en plena cara.

    -¡¿Es que crees que puedes engañarme, Carrow?! -espetó un tipo enorme con aire de tener bastantes malas pulgas.

    Empujó a Dante contra el suelo al mismo tiempo que Minerva llegaba hasta él, lo que provocó que la cabeza del moreno quedara entre los dos pies de la auror.

    -¿Asi es como pasas el rato ahora? -le preguntó la morena descendiendo la mirada hacia él.

    El tipo de las malas pulgas dio un paso hacia ella con intención de seguir la bronca, pero Minerva sacó rápidamente su varita y, con un encantamiento no verbal lo congeló en el sitio.

    -Deja hablar a los mayores… -dijo con un deje de aburrimiento y volvió a mirar a Dante- ¿Te gusta meterte en líos?


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Starter

    formato texto: [WH0YAGONNACALL on X]
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    ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ𝒂𝒖𝒓𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒚 𝒕𝒓𝒖𝒉𝒂𝒏𝒆𝒔 ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [CARR0W] ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤAlgún día terminaría por acostumbrarse a tanto cambio horario, estaba segura. Algún día se acostumbraría a trabajar en el culo del mundo, echar una cabezada en Dublín y estar a tiempo en Manhattan para asistir a la reunión de personal. Bueno, lo cierto era que no siempre le costaba trabajo encajar aquellos saltos entre países. Pero esa semana… esa semana estaba siendo especialmente complicada. Si echaba la vista atrás, recordaba haber dormido un total de siete horas en total. Sus pasos la habían llevado a recorrer medio planeta en pos de un mago oscuro que había tratado de practicar la nigromancia y resucitar magos tenebrosos a lo largo de casi tres continentes. Cuando quiso quitarse de encima la larguísima sombra de sus padres usando sus habilidades como auror por todo el planeta jamás imaginó que seria tan estresante. La parte mala de haber cosechado una reputación como la que ella se había labrado a lo largo de los últimos años era que su nombre se trataba del más codiciado entre los departamentos de Seguridad Mágica del mundo. Asi que, por eso ni siquiera se extrañó cuando su nombre salió a colación en el MACUSA entre los aurores que podrían ayudar en aquella delicada situación… Ni siquiera llevaba diez minutos tumbada en el sofá de su apartamento en Manhattan cuando aquella lechuza repiqueteó en su ventana con las garras de una de sus patas. Minerva ladeó la cabeza en dirección a aquel sonido entrecerrando los ojos a causa de la claridad que entraba por la ventana. Ni siquiera tenia idea de qué dichosa hora era. Se dio la vuelta en el sofá, pero aquella lechuza era insistente en su cometido. Minerva dejó ir un suspiro de aburrimiento y se movió en el sofá para incorporarse al tiempo que echaba hacia atrás su cabellera oscura que, por momentos se estaba tornando rojizo en las puntas a causa del enfado provocado por el cansancio. -Ya voy…- gruñó mientras se ponía en pie y se acercaba a la ventana. Una vez abierta, recogió la carta que la lechuza llevaba y esta ululó en un suave gorjeo alegre- Al menos sus lechuzas son agradables… -comentó mientras echaba mano del pequeño saquito donde tenía las chucherías lechuciles y le ofreció una al animal. Después desenrolló el pergamino y comenzó a leer. -Pues parece que las dos volvemos al MACUSA… -comentó mientras buscaba pluma y tinta para escribir una rápida respuesta: “Estaré allí en treinta minutos” >> Por suerte para Minerva, la reunión en el MACUSA no había durado demasiado tiempo, no hay nada que le diera más por saco que tener que estar encerrada entre cuatro paredes demasiado estrechas. Pero, para su desgracia su tarea era, probablemente, lo más desagradable que había tenido que hacer en mucho tiempo. -¿Dante Carrow? ¿Es en serio? -había preguntado Minerva- ¿Qué os hace pensar que verdaderamente él está implicado en todo esto? Quiero decir… Jenkins ladeó la cabeza. -Es su familia.- dijo el Jefe del Departamento de Aurores del MACUSA- Su apellido está enlazado con magia tenebrosa desde hace mucho tiempo… Minerva cambió el paso de su cuerpo de un pie a otro. -Si, lo entiendo… Sé de historia… -asintió rodando los ojos dando por hecho todo lo que tenia que ver la procedencia oscura de la familia Carrow- Conozco las Guerras Mágicas de Reino Unido… Pero conozco a Dante. Era… un poco chulo, solía hacer novillos, pero… esto es… jugar en otra liga. Él no es un asesino. Es… Solo un… -Es heredero de un linaje oscuro, señorita Keane -sentenció Jenkins- Necesitamos que te reúnas con él. Consideramos que eres la persona más capaz de resolver esta situación. Minerva puso los ojos en blanco. -¿Esto es por mis habilidades como auror o porque Dante me persiguió por todo Ilvermorny? -preguntó ella logrando una media sonrisita por parte de Jenkins. >> Incluso desde el otro lado de la puerta del bar podía escucharse los acordes de la música rock retumbando contra las paredes. Minerva se recolocó la chaqueta de cuero y atravesó la puerta del bar con ese aire de femme fatale que domina el mundo a cada paso que da. No era un papel… Los últimos años de su vida, lo que había visto y lo que había vivido, le habían convertido en una mujer dura, bastante poderosa y con ciertas malas pulgas. Aunque eso cambiaba en casa… su fachada se derrumbaba cada vez que su padre la recibía en uno de esos abrazos de oso que quitaban el aliento. Pero su padre no esta allí, asi que Minerva atravesó el bar con la barbilla alta y gesto altivo. No le había costado demasiado trabajo encontrar a Dante, por supuesto sabia en qué ambientes solía moverse. Ya había tenido que seguir sus pasos un año atrás cuando sus travesuras habían alertado al departamento de aurores. Aun asi, Minerva sabia que era un buen tio… pese a que nunca admitiría eso en voz alta.. De pronto una bronca estalló en el fondo del bar seguido de un estruendo cuando una mesa cayó al suelo. Minerva siguió el sonido de los gritos y llegó a tiempo de ver como Dante Carrow recibía un puñetazo en plena cara. -¡¿Es que crees que puedes engañarme, Carrow?! -espetó un tipo enorme con aire de tener bastantes malas pulgas. Empujó a Dante contra el suelo al mismo tiempo que Minerva llegaba hasta él, lo que provocó que la cabeza del moreno quedara entre los dos pies de la auror. -¿Asi es como pasas el rato ahora? -le preguntó la morena descendiendo la mirada hacia él. El tipo de las malas pulgas dio un paso hacia ella con intención de seguir la bronca, pero Minerva sacó rápidamente su varita y, con un encantamiento no verbal lo congeló en el sitio. -Deja hablar a los mayores… -dijo con un deje de aburrimiento y volvió a mirar a Dante- ¿Te gusta meterte en líos? #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Starter formato texto: [WH0YAGONNACALL on X] psd: [Mischief by waatsoned on DeviantArt]
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  • Desenvolviendo los regalos, Jean se encontró con:

    ➢ Unas trufas de chocolate hechas por Sebastián.
    Jean se comió una. Como era de esperarse, estaba deliciosa. Pero dejará el resto para más tarde.

    ➢ Un peluche de un conejo blanco, de Ciel.
    Es... esponjoso y suave. Lo conservará, pero escondido en algún lado. Jean ya no es un niño para jugar con peluches (tiene 13 años).

    ➢ Un pergamino nórdico por parte de su padre, el conde Phantomhive (¿o debería decir ex-conde?). Está un poco dañado, pero el contenido puede leerse. Fascinante.
    Lo traducirá más tarde.

    ➢ Un seax, una arma de doble filo. De su padre, el conde Grey. Se ve un poco desgastada, pero sin ningún rastro de oxido, excelentemente conservada. Le encanta.

    ➢ Una cruz celta, de Hiro. Parece que Jean no pudo disimular su fascinación por ellos. Su amigo es muy considerado.

    ➢ Un anillo céfiro, es precioso. De Ryan. Que buen detalle de su parte.

    ➢ Un atrapasueños que muestra indicios del futuro, de Alastor. Tendrá que probarlo esta noche.

    ➢ Una hermosa y antigua pluma estilográfica, una libreta de cuero, y también había una nota... Palabras sabias de la Teniente Sakimoto.

    ➢ Una colección de libros antiguos restaurados, junto a una nota escrita con tinta negra... de Heinrich. Él parece conocer bien sus gustos. Tendrá que agradecérselo personalmente.

    ➢ Un rompecabezas de cincomil piezas, de la señorita Charlotte. La dama con gran talento musical.

    Lo demás, eran deliciosos pasteles que se habían consumido el día de la fiesta. Del señor Echeverri y la dama Taoqi.

    Viendo la cantidad de paquetes y cajas apiladas a un lado, se sorprendió.

    —No esperaba despertar tanto aprecio.
    Desenvolviendo los regalos, Jean se encontró con: ➢ Unas trufas de chocolate hechas por Sebastián. Jean se comió una. Como era de esperarse, estaba deliciosa. Pero dejará el resto para más tarde. ➢ Un peluche de un conejo blanco, de Ciel. Es... esponjoso y suave. Lo conservará, pero escondido en algún lado. Jean ya no es un niño para jugar con peluches (tiene 13 años). ➢ Un pergamino nórdico por parte de su padre, el conde Phantomhive (¿o debería decir ex-conde?). Está un poco dañado, pero el contenido puede leerse. Fascinante. Lo traducirá más tarde. ➢ Un seax, una arma de doble filo. De su padre, el conde Grey. Se ve un poco desgastada, pero sin ningún rastro de oxido, excelentemente conservada. Le encanta. ➢ Una cruz celta, de Hiro. Parece que Jean no pudo disimular su fascinación por ellos. Su amigo es muy considerado. ➢ Un anillo céfiro, es precioso. De Ryan. Que buen detalle de su parte. ➢ Un atrapasueños que muestra indicios del futuro, de Alastor. Tendrá que probarlo esta noche. ➢ Una hermosa y antigua pluma estilográfica, una libreta de cuero, y también había una nota... Palabras sabias de la Teniente Sakimoto. ➢ Una colección de libros antiguos restaurados, junto a una nota escrita con tinta negra... de Heinrich. Él parece conocer bien sus gustos. Tendrá que agradecérselo personalmente. ➢ Un rompecabezas de cincomil piezas, de la señorita Charlotte. La dama con gran talento musical. Lo demás, eran deliciosos pasteles que se habían consumido el día de la fiesta. Del señor Echeverri y la dama Taoqi. Viendo la cantidad de paquetes y cajas apiladas a un lado, se sorprendió. —No esperaba despertar tanto aprecio.
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  • No sé si tengo gustos raros, pero sí sé que hay cosas muy concretas que me hacen sentir cómoda. Por ejemplo…

    ✦ Me gusta caminar sola con música, aunque muchas veces no escucho nada. Solo me pongo los auriculares para que no me hablen.
    ✦ Me flipa el café fuerte, sin azúcar. Si está frío, incluso mejor.
    ✦ Los libros que ya han pasado por otras manos. Si tienen subrayados o notas a lápiz, me los quedo.
    ✦ Las ciudades grises. La luz suave. La lluvia, si estoy bajo techo.
    ✦ Me gustan las personas que no necesitan llenar los silencios. Que te acompañan sin invadirte.
    ✦ Y las películas donde “no pasa nada”, pero cuando terminan, sientes que te movieron algo. Esas me las guardo.

    Con las manías… bueno. Tengo unas cuantas, no voy a mentir.

    ✦ Clasifico mis fotos por sensaciones, no por fechas. Tengo carpetas que se llaman “vacío”, “frío”, “ruido”… así me organizo.
    ✦ No borro ninguna foto en el momento. Aunque sepa que está mal, me gusta volver a mirarla después. A veces hay algo.
    ✦ Cuando me pongo nerviosa, me toco el anillo del pulgar sin darme cuenta.
    ✦ Y tengo una caja con fotos que nunca he enseñado. Ni sé si quiero hacerlo. Algunas son demasiado mías.
    ✦ Antes de disparar una foto, respiro hondo. Siempre. No es consciente, pero ya es automático.

    Lo que no aguanto…

    ✦ El postureo. Especialmente en el mundo creativo. No necesito que me vendan nada con mil palabras bonitas si no hay verdad detrás.
    ✦ Las fotos que están tan editadas que ya no parecen nada.
    ✦ Que me interrumpan cuando estoy trabajando. Me desconecta por completo.
    ✦ Y eso de que todo tenga que ir rápido… no va conmigo. Prefiero hacer menos cosas, pero que me digan algo de verdad.

    No soy complicada, pero sí soy muy de detalles. Y si algo me remueve, me quedo con eso para siempre.
    No sé si tengo gustos raros, pero sí sé que hay cosas muy concretas que me hacen sentir cómoda. Por ejemplo… ✦ Me gusta caminar sola con música, aunque muchas veces no escucho nada. Solo me pongo los auriculares para que no me hablen. ✦ Me flipa el café fuerte, sin azúcar. Si está frío, incluso mejor. ✦ Los libros que ya han pasado por otras manos. Si tienen subrayados o notas a lápiz, me los quedo. ✦ Las ciudades grises. La luz suave. La lluvia, si estoy bajo techo. ✦ Me gustan las personas que no necesitan llenar los silencios. Que te acompañan sin invadirte. ✦ Y las películas donde “no pasa nada”, pero cuando terminan, sientes que te movieron algo. Esas me las guardo. Con las manías… bueno. Tengo unas cuantas, no voy a mentir. ✦ Clasifico mis fotos por sensaciones, no por fechas. Tengo carpetas que se llaman “vacío”, “frío”, “ruido”… así me organizo. ✦ No borro ninguna foto en el momento. Aunque sepa que está mal, me gusta volver a mirarla después. A veces hay algo. ✦ Cuando me pongo nerviosa, me toco el anillo del pulgar sin darme cuenta. ✦ Y tengo una caja con fotos que nunca he enseñado. Ni sé si quiero hacerlo. Algunas son demasiado mías. ✦ Antes de disparar una foto, respiro hondo. Siempre. No es consciente, pero ya es automático. Lo que no aguanto… ✦ El postureo. Especialmente en el mundo creativo. No necesito que me vendan nada con mil palabras bonitas si no hay verdad detrás. ✦ Las fotos que están tan editadas que ya no parecen nada. ✦ Que me interrumpan cuando estoy trabajando. Me desconecta por completo. ✦ Y eso de que todo tenga que ir rápido… no va conmigo. Prefiero hacer menos cosas, pero que me digan algo de verdad. No soy complicada, pero sí soy muy de detalles. Y si algo me remueve, me quedo con eso para siempre.
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  • Angela me dejó frente al portal hace media hora. Iba a tomar café con su amiga. Tiempo justo para que yo viniera a buscar unos papeles, ropa, la Glock con silenciador y poco más. También coger a Lunetta

    Entro como siempre, viendo todo en orden. Cierro la puerta, dejo el abrigo en el perchero, me recojo el pelo en una coleta rápida y voy directo al dormitorio. Saco la caja de munición de la estantería y la meto en la bolsa negra. Me agacho para buscar la pistola detrás del doble fondo de la cómoda.

    Y entonces escucho el sonido. Una respiración.

    Me congelo y me levanto despacio girándome. Lo veo.

    Está en el pasillo.
    Apoyado en la pared como si fuera su puta casa.

    Mi padre.

    Más delgado, con la barba sucia, los ojos más hundidos, pero igual.
    La misma mirada.

    —¿No vas a saludar, bambina?

    No digo nada ni me muevo. Él da un paso. Yo otro hacia atrás.

    —Te tomaste tu tiempo —escupo.
    —Tú también —dice él—. Doce años es mucho, ¿no crees?

    —Te lo merecías.

    Sonríe. Esa sonrisa ladeada que me dan ganas de borrarle de un puñetazo.

    —Me entregaste. A los doce. ¿Te acuerdas?
    —No me olvido de lo que hice bien.

    Él asiente despacio. Se saca un cuchillo pequeño del bolsillo del abrigo.

    —No vengo a matarte aún. Solo quería que supieras que estoy de vuelta.
    —Te metiste solo en ese agujero. Yo solo abrí la puerta.

    —Y ahora te la vengo a cerrar —dice.

    Se me lanza encima antes de que reaccione. Me cubro el costado pero el cuchillo me roza por debajo de la costilla izquierda. No es profundo, pero me quema al instante. Me echo hacia atrás, le doy una patada en la rodilla, lo desestabilizo, cojo la lámpara de la mesita y se la estampo en la cabeza. No lo dejo caer. Le clavo la rodilla en el pecho y él se ríe con la sangre en los labios.

    —Esto es solo el principio.

    Se levanta como puede. Cojea, pero sale por la ventana de la cocina. La dejó semiabierta, el muy desgraciado.

    Respiro agitada. Me miro la camiseta. Rota y manchada de rojo.
    La herida no es grave, pero sangra. Me limpio como puedo vendándome el torso y me pongo una camisa nueva encima. Todo limpio.

    Pienso en llamar a Angela. No sé si debería contárselo, así que espero a que acabe y me recoja. Ya decidiré si se lo digo o no.
    Angela me dejó frente al portal hace media hora. Iba a tomar café con su amiga. Tiempo justo para que yo viniera a buscar unos papeles, ropa, la Glock con silenciador y poco más. También coger a Lunetta Entro como siempre, viendo todo en orden. Cierro la puerta, dejo el abrigo en el perchero, me recojo el pelo en una coleta rápida y voy directo al dormitorio. Saco la caja de munición de la estantería y la meto en la bolsa negra. Me agacho para buscar la pistola detrás del doble fondo de la cómoda. Y entonces escucho el sonido. Una respiración. Me congelo y me levanto despacio girándome. Lo veo. Está en el pasillo. Apoyado en la pared como si fuera su puta casa. Mi padre. Más delgado, con la barba sucia, los ojos más hundidos, pero igual. La misma mirada. —¿No vas a saludar, bambina? No digo nada ni me muevo. Él da un paso. Yo otro hacia atrás. —Te tomaste tu tiempo —escupo. —Tú también —dice él—. Doce años es mucho, ¿no crees? —Te lo merecías. Sonríe. Esa sonrisa ladeada que me dan ganas de borrarle de un puñetazo. —Me entregaste. A los doce. ¿Te acuerdas? —No me olvido de lo que hice bien. Él asiente despacio. Se saca un cuchillo pequeño del bolsillo del abrigo. —No vengo a matarte aún. Solo quería que supieras que estoy de vuelta. —Te metiste solo en ese agujero. Yo solo abrí la puerta. —Y ahora te la vengo a cerrar —dice. Se me lanza encima antes de que reaccione. Me cubro el costado pero el cuchillo me roza por debajo de la costilla izquierda. No es profundo, pero me quema al instante. Me echo hacia atrás, le doy una patada en la rodilla, lo desestabilizo, cojo la lámpara de la mesita y se la estampo en la cabeza. No lo dejo caer. Le clavo la rodilla en el pecho y él se ríe con la sangre en los labios. —Esto es solo el principio. Se levanta como puede. Cojea, pero sale por la ventana de la cocina. La dejó semiabierta, el muy desgraciado. Respiro agitada. Me miro la camiseta. Rota y manchada de rojo. La herida no es grave, pero sangra. Me limpio como puedo vendándome el torso y me pongo una camisa nueva encima. Todo limpio. Pienso en llamar a Angela. No sé si debería contárselo, así que espero a que acabe y me recoja. Ya decidiré si se lo digo o no.
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  • Los pasos de Joon resonaban apagados sobre el piso pulido del pasillo. El eco era sutil, pero suficiente para llenar los huecos entre una palabra y otra. El caso había sido cerrado, finalmente. No quedaban cabos sueltos, ni testigos, ni dudas. Sólo informes, un par de carpetas selladas y un silencio extraño que se había instalado en su pecho desde la última vez que entró al museo. Todo encajaba. Las pistas sin sentido, los símbolos dispersos, las preguntas sin lógica aparente. Todo había tenido un patrón. Y ahora… ya no quedaba nada por hacer.

    Caminaba con las manos dentro del abrigo, la mirada hacia adelante. A su lado, su compañero mantenía el paso sin prisa, como si supiera que no valía la pena apurarse. Como si ese pasillo fuera la última escena de una historia demasiado larga.

    ⸻ Así que se cerró el caso ⸻dijo él, sin mirarlo⸻. Al fin.

    Joon no respondió de inmediato. Respiró. Lo suficiente como para que el aire frío le doliera en los pulmones. No sabía si el alivio que sentía era real, o si simplemente era lo que venía después de cerrar una puerta demasiado tiempo entreabierta. Bajó la mirada un segundo, como si pensara en responder algo inteligente. No lo hizo.

    ⸻ Sí… al fin ⸻musitó, con una media sonrisa que no alcanzó a tocarle los ojos.

    Siguieron caminando. El sonido de sus pasos volvió a llenar el pasillo. Luego, uno de los dos volvió a hablar, esta vez con un tono más suave, más medido, como quien tantea un terreno que no sabe si está a punto de romperse bajo sus pies.

    ⸻ Entonces, ¿qué sigue? ¿Te vas a quedar aquí… o te vas a ir? Escuché que te están requiriendo en la otra central.

    El otro giró el rostro apenas para mirarlo, como si evaluara su expresión, o tal vez esperando encontrar algo más que solo curiosidad en su voz. Pero no dijo nada enseguida. Solo volvió a mirar al frente y caminó unos pasos más.

    ⸻ No lo sé aún. A veces creo que ya no hay nada que me retenga, que esto fue solo el cierre que necesitaba. Pero otras… ⸻se encogió apenas de hombros⸻ otras siento que si me muevo ahora, algo se va a quedar atrás. Algo importante. Tú me entiendes.

    No lo miraba, pero sentía su presencia a un par de pasos. Como si el otro supiera exactamente de qué hablaba. Como si las palabras no dichas también tuvieran peso en el aire. Joon respiró hondo, cerró los ojos un segundo al pasar junto a una de las ventanas y dejó escapar algo que no llegó a ser un suspiro.


    #nightfallrevenge - Un último intento

    Los pasos de Joon resonaban apagados sobre el piso pulido del pasillo. El eco era sutil, pero suficiente para llenar los huecos entre una palabra y otra. El caso había sido cerrado, finalmente. No quedaban cabos sueltos, ni testigos, ni dudas. Sólo informes, un par de carpetas selladas y un silencio extraño que se había instalado en su pecho desde la última vez que entró al museo. Todo encajaba. Las pistas sin sentido, los símbolos dispersos, las preguntas sin lógica aparente. Todo había tenido un patrón. Y ahora… ya no quedaba nada por hacer. Caminaba con las manos dentro del abrigo, la mirada hacia adelante. A su lado, su compañero mantenía el paso sin prisa, como si supiera que no valía la pena apurarse. Como si ese pasillo fuera la última escena de una historia demasiado larga. ⸻ Así que se cerró el caso ⸻dijo él, sin mirarlo⸻. Al fin. Joon no respondió de inmediato. Respiró. Lo suficiente como para que el aire frío le doliera en los pulmones. No sabía si el alivio que sentía era real, o si simplemente era lo que venía después de cerrar una puerta demasiado tiempo entreabierta. Bajó la mirada un segundo, como si pensara en responder algo inteligente. No lo hizo. ⸻ Sí… al fin ⸻musitó, con una media sonrisa que no alcanzó a tocarle los ojos. Siguieron caminando. El sonido de sus pasos volvió a llenar el pasillo. Luego, uno de los dos volvió a hablar, esta vez con un tono más suave, más medido, como quien tantea un terreno que no sabe si está a punto de romperse bajo sus pies. ⸻ Entonces, ¿qué sigue? ¿Te vas a quedar aquí… o te vas a ir? Escuché que te están requiriendo en la otra central. El otro giró el rostro apenas para mirarlo, como si evaluara su expresión, o tal vez esperando encontrar algo más que solo curiosidad en su voz. Pero no dijo nada enseguida. Solo volvió a mirar al frente y caminó unos pasos más. ⸻ No lo sé aún. A veces creo que ya no hay nada que me retenga, que esto fue solo el cierre que necesitaba. Pero otras… ⸻se encogió apenas de hombros⸻ otras siento que si me muevo ahora, algo se va a quedar atrás. Algo importante. Tú me entiendes. No lo miraba, pero sentía su presencia a un par de pasos. Como si el otro supiera exactamente de qué hablaba. Como si las palabras no dichas también tuvieran peso en el aire. Joon respiró hondo, cerró los ojos un segundo al pasar junto a una de las ventanas y dejó escapar algo que no llegó a ser un suspiro. #nightfallrevenge - Un último intento
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  • ⟡ ݁₊ . ¿Qué eres tú? ⊹ ࣪ ˖
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    La habitación era sorprendentemente hermosa.
    Amplia, silenciosa, bañada por una luz blanca que no venía de ninguna fuente visible. No era cálida, ni fría. Solo... neutra. Suave, como si el aire estuviera cubierto por una manta de terciopelo. El suelo brillaba con una pulcritud absurda, casi ofensiva para alguien que vivía entre frascos ensangrentados y códices empapados en baba cósmica.

    Ephraim, sin embargo, se encontraba allí... en su rincón.
    Sentado de manera absurda, fetal, sobre una silla que seguramente no fue diseñada para eso. Las piernas contra el pecho, los brazos cruzados sobre las espinillas, y un grueso libro encajado entre las rodillas y el mentón. Desde fuera, parecía una figura arrancada de un cuadro surrealista; desde dentro, era simplemente funcional. Esa postura lo ayudaba a pensar. O, al menos, a ignorar lo demás.

    No era una biblioteca pensada por el soñador; eso estaba claro. Era suya. Su espacio. Porque en los sueños —y solo allí— podía existir, robarse un rincón del subconsciente de otro, podía pensar, meditar, sin que su usuario se enterara de que había un intruso entre los pliegues del subconsciente.

    Hoy no llevaba ni su máscara ni su gorro. Su rostro, pálido y manchado por delgados rastros secos de sangre ajena, estaba completamente expuesto. Su cabello caía sobre sus hombros, desordenado, pegado en algunos mechones por algún fluido que mejor no nombrar. Sus ojos, sin embargo, eran la parte más perturbadora: fijos, inmóviles, como si no parpadearan desde hacía horas. No miraban al frente, sino al interior del libro que sostenía.

    ❝ Ah, que molesto. . . ❞ susurró para sí, como si alguien más pudiera o debiera escuchar su desdén. ❝ Esto no es conocimiento, diarrea mental tal vez si. . . ❞

    Las páginas temblaban levemente bajo sus dedos, pero no por miedo.
    El texto no tenía lógica. Palabras truncadas, ideas que comenzaban y luego se disolvían, nombres que se repetían sin razón. Era como leer los pensamientos de un loco en medio de un ataque de fiebre.

    "Ebrietas dijo que este sería distinto..."

    Las palabras de su amada diosa resonaban aún en su cabeza. ❝ Este es el indicado. . . ❞ había dicho. Pero ¿indicado de qué?
    ¿Ascensión? ¿Trascendencia? ¿Una migaja más de verdad entre el vómito de los dormidos?

    —¿Cómo demonios puede esto ayudarme a ascender? —murmuró.
    Y al instante se arrepintió. No porque dudara —lo hacía constantemente—, sino porque dudar de Ebrietas era... sacrilegio.
    Un pecado que no se castiga con fuego, sino con silencio. Y el silencio de los Grandes era peor que la muerte.

    Así que siguió leyendo. Como un buen chico.

    Pasaron minutos. O tal vez siglos.
    La noción del tiempo se disolvía en los sueños, y Ephraim tenía la sensación de estar leyendo la misma línea desde hacía diez vidas. Pero no podía parar. No debía. Cada palabra era una escalinata, por más resbalosa y rota que fuera.

    Hasta que escuchó pasos.

    Eran reales, no imaginarios. No en su cabeza.
    Pasos que no deberían estar allí.

    Sus ojos se alzaron con desgano. El rostro no cambió. No se cubrió, no se tensó. No tenía por qué. Las pequeñas gotas de sangre seca en su mejilla izquierda, el rastro violáceo bajo sus uñas, el olor metálico de la violencia que solo habia pasado hace un par de horas... todo seguía allí. No había necesidad de disimular.

    ¿Quién era este soñador?
    No lo recordaba. No lo reconocía. No importaba.

    Pero su sonrisa —esa mueca torpe, que no sabía cómo doblar bien los músculos— apareció como una marioneta que intenta imitar la expresión humana sin haberla entendido jamás.
    Una sonrisa vacía.

    —¡Ah... al fin! A quien buscaba.

    Apoyó los codos sobre la mesa con un movimiento pesado, casi teatral, como si acabara de encontrar un respiro en medio de la desesperación.
    — Ven. Siéntate. Este libro es un sinsentido absoluto... y dudo que Ebrietas tolere otra noche de mis quejas.

    Lo observó, inclinando ligeramente la cabeza.
    Los ojos no parpadeaban.
    El tono era suave, casi dulce.

    —¿Qué eres tú? ¿Que tienes de especial que ha llamado la atencion de Ebrietas? —dio un golpecito con el dedo índice en el libro— ¿Una marca en el alma? ¿Cicatrices?

    La sonrisa no desapareció por ningún momento. —¡Ah! Tú no eres normal, claro que no.

    ⋆˚꩜。 𝐊𝐲𝐨
    La habitación era sorprendentemente hermosa. Amplia, silenciosa, bañada por una luz blanca que no venía de ninguna fuente visible. No era cálida, ni fría. Solo... neutra. Suave, como si el aire estuviera cubierto por una manta de terciopelo. El suelo brillaba con una pulcritud absurda, casi ofensiva para alguien que vivía entre frascos ensangrentados y códices empapados en baba cósmica. Ephraim, sin embargo, se encontraba allí... en su rincón. Sentado de manera absurda, fetal, sobre una silla que seguramente no fue diseñada para eso. Las piernas contra el pecho, los brazos cruzados sobre las espinillas, y un grueso libro encajado entre las rodillas y el mentón. Desde fuera, parecía una figura arrancada de un cuadro surrealista; desde dentro, era simplemente funcional. Esa postura lo ayudaba a pensar. O, al menos, a ignorar lo demás. No era una biblioteca pensada por el soñador; eso estaba claro. Era suya. Su espacio. Porque en los sueños —y solo allí— podía existir, robarse un rincón del subconsciente de otro, podía pensar, meditar, sin que su usuario se enterara de que había un intruso entre los pliegues del subconsciente. Hoy no llevaba ni su máscara ni su gorro. Su rostro, pálido y manchado por delgados rastros secos de sangre ajena, estaba completamente expuesto. Su cabello caía sobre sus hombros, desordenado, pegado en algunos mechones por algún fluido que mejor no nombrar. Sus ojos, sin embargo, eran la parte más perturbadora: fijos, inmóviles, como si no parpadearan desde hacía horas. No miraban al frente, sino al interior del libro que sostenía. ❝ Ah, que molesto. . . ❞ susurró para sí, como si alguien más pudiera o debiera escuchar su desdén. ❝ Esto no es conocimiento, diarrea mental tal vez si. . . ❞ Las páginas temblaban levemente bajo sus dedos, pero no por miedo. El texto no tenía lógica. Palabras truncadas, ideas que comenzaban y luego se disolvían, nombres que se repetían sin razón. Era como leer los pensamientos de un loco en medio de un ataque de fiebre. "Ebrietas dijo que este sería distinto..." Las palabras de su amada diosa resonaban aún en su cabeza. ❝ Este es el indicado. . . ❞ había dicho. Pero ¿indicado de qué? ¿Ascensión? ¿Trascendencia? ¿Una migaja más de verdad entre el vómito de los dormidos? —¿Cómo demonios puede esto ayudarme a ascender? —murmuró. Y al instante se arrepintió. No porque dudara —lo hacía constantemente—, sino porque dudar de Ebrietas era... sacrilegio. Un pecado que no se castiga con fuego, sino con silencio. Y el silencio de los Grandes era peor que la muerte. Así que siguió leyendo. Como un buen chico. Pasaron minutos. O tal vez siglos. La noción del tiempo se disolvía en los sueños, y Ephraim tenía la sensación de estar leyendo la misma línea desde hacía diez vidas. Pero no podía parar. No debía. Cada palabra era una escalinata, por más resbalosa y rota que fuera. Hasta que escuchó pasos. Eran reales, no imaginarios. No en su cabeza. Pasos que no deberían estar allí. Sus ojos se alzaron con desgano. El rostro no cambió. No se cubrió, no se tensó. No tenía por qué. Las pequeñas gotas de sangre seca en su mejilla izquierda, el rastro violáceo bajo sus uñas, el olor metálico de la violencia que solo habia pasado hace un par de horas... todo seguía allí. No había necesidad de disimular. ¿Quién era este soñador? No lo recordaba. No lo reconocía. No importaba. Pero su sonrisa —esa mueca torpe, que no sabía cómo doblar bien los músculos— apareció como una marioneta que intenta imitar la expresión humana sin haberla entendido jamás. Una sonrisa vacía. —¡Ah... al fin! A quien buscaba. Apoyó los codos sobre la mesa con un movimiento pesado, casi teatral, como si acabara de encontrar un respiro en medio de la desesperación. — Ven. Siéntate. Este libro es un sinsentido absoluto... y dudo que Ebrietas tolere otra noche de mis quejas. Lo observó, inclinando ligeramente la cabeza. Los ojos no parpadeaban. El tono era suave, casi dulce. —¿Qué eres tú? ¿Que tienes de especial que ha llamado la atencion de Ebrietas? —dio un golpecito con el dedo índice en el libro— ¿Una marca en el alma? ¿Cicatrices? La sonrisa no desapareció por ningún momento. —¡Ah! Tú no eres normal, claro que no. ⋆˚꩜。 [Heaven.01]
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  • Yo me escondí y me quebré
    Perdí la voz sin entender
    Mi notas no tenían control
    Mi vida ya quedó sin dirección
    Pero junto a ti puedo revivir
    Crees no servir, aunque para mí lo haces
    Siempre quise cambiar, sé que yo puedo
    Y lo haré, si a mi lado tú estás
    Cuando te veo todo empieza a encajar
    Cuando te veo yo empiezo a confiar
    Mis secretos oscuros te cuento
    Mis temores y mis pensamientos
    Tienes tu sombra y yo igual, en realidad
    Hay que enfrentarlas, si queremos la verdad
    Con valor y un alma que vibre
    Solo así ya podremos ser libres
    Libres de ver, ver
    Enfrentar nuestros miedos es bueno
    Que el pasado sea solo un recuerdo ~
    Yo me escondí y me quebré Perdí la voz sin entender Mi notas no tenían control Mi vida ya quedó sin dirección Pero junto a ti puedo revivir Crees no servir, aunque para mí lo haces Siempre quise cambiar, sé que yo puedo Y lo haré, si a mi lado tú estás Cuando te veo todo empieza a encajar Cuando te veo yo empiezo a confiar Mis secretos oscuros te cuento Mis temores y mis pensamientos Tienes tu sombra y yo igual, en realidad Hay que enfrentarlas, si queremos la verdad Con valor y un alma que vibre Solo así ya podremos ser libres Libres de ver, ver Enfrentar nuestros miedos es bueno Que el pasado sea solo un recuerdo ~
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  • Anyel Martnes

    Escena: una noche cualquiera, en un baño pequeño con demasiadas botellas vacías en el lavamanos.

    —No te muevas, Rojita —dijo Anyel con voz arrastrada por el vino barato, mientras sostenía con una mano la ducha y con la otra la botella que no soltaba ni para respirar.

    —Te juro que si me tiras agua fría otra vez, te ahogo con esa misma botella —gruñó Luna, con los ojos cerrados y una media sonrisa que no podía ocultar.

    —Jamás te haría eso… intencionalmente —respondió él, riéndose por lo bajo y dejando caer el chorro tibio sobre su cabeza—. ¿Ves? Soy un caballero.

    —Eres un borracho con complejo de mayordomo —replicó ella, apoyando la mejilla contra su mano, dejando que el agua le corriera por el rostro como si fuera un bálsamo.

    Anyel la miró en silencio unos segundos, mientras bebía un trago más.

    —Rojita, ¿te puedo decir algo sin que me pegues?

    —Depende de cuánta estupidez venga después de eso.

    —Que me alegra que estés aquí, aunque estés loca, insoportable y a veces me dan ganas de encerrarte en una caja. Pero me alegra.

    Luna abrió un ojo y lo miró de reojo.

    —¿Sabes que no necesitas emborracharte para decirme esas cosas, cierto?

    —Lo sé —dijo Anyel, bajando la voz—. Pero a veces me es más fácil cuando el mundo se tambalea un poco.

    Ella suspiró. Estaba cansada, dolida, pero en paz. Porque tenía a Anyel. A su Rojita y su caos compartido. A veces la familia se elige, y a veces, también te moja el cabello mientras bebe directamente de la botella.

    [Anyel01] Escena: una noche cualquiera, en un baño pequeño con demasiadas botellas vacías en el lavamanos. —No te muevas, Rojita —dijo Anyel con voz arrastrada por el vino barato, mientras sostenía con una mano la ducha y con la otra la botella que no soltaba ni para respirar. —Te juro que si me tiras agua fría otra vez, te ahogo con esa misma botella —gruñó Luna, con los ojos cerrados y una media sonrisa que no podía ocultar. —Jamás te haría eso… intencionalmente —respondió él, riéndose por lo bajo y dejando caer el chorro tibio sobre su cabeza—. ¿Ves? Soy un caballero. —Eres un borracho con complejo de mayordomo —replicó ella, apoyando la mejilla contra su mano, dejando que el agua le corriera por el rostro como si fuera un bálsamo. Anyel la miró en silencio unos segundos, mientras bebía un trago más. —Rojita, ¿te puedo decir algo sin que me pegues? —Depende de cuánta estupidez venga después de eso. —Que me alegra que estés aquí, aunque estés loca, insoportable y a veces me dan ganas de encerrarte en una caja. Pero me alegra. Luna abrió un ojo y lo miró de reojo. —¿Sabes que no necesitas emborracharte para decirme esas cosas, cierto? —Lo sé —dijo Anyel, bajando la voz—. Pero a veces me es más fácil cuando el mundo se tambalea un poco. Ella suspiró. Estaba cansada, dolida, pero en paz. Porque tenía a Anyel. A su Rojita y su caos compartido. A veces la familia se elige, y a veces, también te moja el cabello mientras bebe directamente de la botella.
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  • Los días había pasado, apenas dos o tres a lo sumo. Las pesadillas de Kazuo eran cada vez más intensas, más vividas. El hermano de 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 seguía en una estancia indefinida en las termas cercanas al templo. Seguían muchos frentes abiertos.

    Sin embargo lo que más le preocupaba a Kazuo, aquello que le arrancaba el sueño, era el estado de Elizabeth. Saber que había tenido repetidos pinchazos de dolor en el vientre lo tenía muy intranquilo.

    Sin poder soportarlo más, fué en busca de Elizabeth. No necesitaba llamarla a voces, este era más que capaz de capar tu aroma y seguir el mismo. Finalmente sale fuera y la encuentra cerca del cerezo que se situaba en el centro del templo. Los estorninos cantaban desde sus ramas, como si se sintiesmran atraídos por la presencia de ella.

    Este camina hasta estar cerca, dedicándole una suave sonrisa. Tomó ambas manos con las suyas, tirando de estas para acercarla un poco a él.

    - Elizabeth... Quiero proponerte algo...- Comenzó a decir con un tono amable.

    - Me gustaría que bajaramos a la ciudad. Y encontrar una matrona sacerdotisa que te examine. No estoy tranquilo sabiendo que tienes esos pinchazos.- Dijo este acercándose más, hasta que la rodea con sus brazos, encajando su rostro entre su hombro y su cuello.

    - No se que tanto nos podrá decir. Dudo que sepa algo siendo un hijo concebido por un demonio y, no me siento cómodo revelándole ese dato . Pero creo que no estaré tranquilo hasta saber qué todo está bien. - Dijo en un susurro. Lo suficientemente alto para que lo pudiera escuchar.

    -Si ella no es capaz de decirnos algo buscaré a alguien en el mundo de los espíritus. Aún no sé cómo pero lo haré.- Dijo finalmente.

    Este se quedó ahí, abrazado a ella, aguardando su respuesta.
    Los días había pasado, apenas dos o tres a lo sumo. Las pesadillas de Kazuo eran cada vez más intensas, más vividas. El hermano de [Liz_bloodFlame] seguía en una estancia indefinida en las termas cercanas al templo. Seguían muchos frentes abiertos. Sin embargo lo que más le preocupaba a Kazuo, aquello que le arrancaba el sueño, era el estado de Elizabeth. Saber que había tenido repetidos pinchazos de dolor en el vientre lo tenía muy intranquilo. Sin poder soportarlo más, fué en busca de Elizabeth. No necesitaba llamarla a voces, este era más que capaz de capar tu aroma y seguir el mismo. Finalmente sale fuera y la encuentra cerca del cerezo que se situaba en el centro del templo. Los estorninos cantaban desde sus ramas, como si se sintiesmran atraídos por la presencia de ella. Este camina hasta estar cerca, dedicándole una suave sonrisa. Tomó ambas manos con las suyas, tirando de estas para acercarla un poco a él. - Elizabeth... Quiero proponerte algo...- Comenzó a decir con un tono amable. - Me gustaría que bajaramos a la ciudad. Y encontrar una matrona sacerdotisa que te examine. No estoy tranquilo sabiendo que tienes esos pinchazos.- Dijo este acercándose más, hasta que la rodea con sus brazos, encajando su rostro entre su hombro y su cuello. - No se que tanto nos podrá decir. Dudo que sepa algo siendo un hijo concebido por un demonio y, no me siento cómodo revelándole ese dato . Pero creo que no estaré tranquilo hasta saber qué todo está bien. - Dijo en un susurro. Lo suficientemente alto para que lo pudiera escuchar. -Si ella no es capaz de decirnos algo buscaré a alguien en el mundo de los espíritus. Aún no sé cómo pero lo haré.- Dijo finalmente. Este se quedó ahí, abrazado a ella, aguardando su respuesta.
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