• //Queria hacer esta escena como parte del regalo que te di, Anillo ᴱᶰᵗᶤᵈᵃᵈ ᶜᵒ́ˢᵐᶤᶜᵃ ᵈᵉˡ ᴬᵐᵒʳ X3


    (El chico robot se quita el mameluco de piel sintetica, y se sube el hoodie, mostrandose tal y como es con el metal blancuzco y el corazón/botón en el centro. Pero ahora, abre los paneles de su pecho, mostrando sus sistemas internos y principalmente, su corazón sintetico latiendo aún)

    Hiro: Quiero que lo tome, señorita Anillo :3 No se asuste, tengo otro en ese maletin de ahi, podra reconectarmelo despues pero... queria darle en su cumpleaños algo importante y que valiera mucho. No se si es el mejor regalo, pero quiero que lo tenga siempre con usted... siempre, señorita Anillo :"3

    (Se le caen las lagrimas un poco)
    //Queria hacer esta escena como parte del regalo que te di, [Anouk] X3 (El chico robot se quita el mameluco de piel sintetica, y se sube el hoodie, mostrandose tal y como es con el metal blancuzco y el corazón/botón en el centro. Pero ahora, abre los paneles de su pecho, mostrando sus sistemas internos y principalmente, su corazón sintetico latiendo aún) Hiro: Quiero que lo tome, señorita Anillo :3 No se asuste, tengo otro en ese maletin de ahi, podra reconectarmelo despues pero... queria darle en su cumpleaños algo importante y que valiera mucho. No se si es el mejor regalo, pero quiero que lo tenga siempre con usted... siempre, señorita Anillo :"3 (Se le caen las lagrimas un poco)
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  • Era un día común en la escuela, y Shoko estaba más que lista para una pausa bien merecida. Había sobrevivido a un sinfín de quejas de estudiantes sobre rasguños "mortales" y "heridas letales" que no eran más que cortes superficiales. Todo lo que quería era un café frío de la máquina expendedora cerca de la enfermería.

    Con su cigarrillo apagado en los labios y unas monedas en la mano, se dirigió al imponente artefacto, que, según los rumores, tenía una tendencia a "tragarse" el dinero de los estudiantes.

    —No me decepciones —le dijo a la máquina, como si fuera un compañero de trabajo que ya había arruinado demasiadas cosas.

    Insertó las monedas y pulsó el botón para su café frío favorito. La máquina zumbó, parpadeó... y nada salió. Shoko la miró fijamente, evaluando la situación como si se tratara de una cirugía de alto riesgo.

    —Ah, ¿así vamos a jugar? —murmuró, encendiendo el cigarrillo para calmarse mientras observaba el panel de botones.

    Volvió a presionar. Esta vez con más fuerza. El zumbido aumentó, pero el café seguía sin aparecer. Shoko soltó el humo con un suspiro cansado y dio un paso atrás, evaluando sus opciones.

    Plan A: Presionar todos los botones. Lo hizo, y lo único que consiguió fue un ruido preocupante y más luces parpadeantes.
    Plan B: Golpear la máquina. Dio un leve empujón con la cadera, y luego un golpe con el puño. Nada.
    Plan C: Llamar a alguien para que la ayudara. Pero, claro, no iba a darle esa satisfacción a nadie.

    —Está bien. Si quieres guerra, tendrás guerra.

    Con una determinación poco común, Shoko dejó su cigarrillo a un lado y se arremangó. Intentó inclinar la máquina hacia adelante, pero esta se tambaleó y cayó de golpe hacia atrás. El ruido resonó en toda la escuela.

    La puerta del pasillo se abrió de golpe, y un par de estudiantes asomaron la cabeza.

    —¿Doctora Ieiri? ¿Está bien? —preguntó uno, con una mezcla de curiosidad y miedo.

    —Perfectamente —respondió Shoko, sacudiéndose el polvo de las manos mientras encendía otro cigarrillo—. Ahora, largo de aquí. —

    Los estudiantes desaparecieron al instante, y Shoko volvió a mirar a la máquina, que yacía en el suelo con una leve inclinación. Fue entonces cuando vio su victoria: el café frío rodó lentamente fuera de la ranura, como un soldado derrotado que entregaba sus armas.

    Shoko lo recogió, dio un sorbo y suspiró con satisfacción.

    —Sabía que ganaría, pero tenía que hacerte sufrir.

    Dejó la máquina en el suelo y volvió a la enfermería como si nada hubiera pasado. Desde ese día, nadie se atrevió a tocar la máquina expendedora sin antes asegurarse de que Shoko no estuviera cerca.

    Era un día común en la escuela, y Shoko estaba más que lista para una pausa bien merecida. Había sobrevivido a un sinfín de quejas de estudiantes sobre rasguños "mortales" y "heridas letales" que no eran más que cortes superficiales. Todo lo que quería era un café frío de la máquina expendedora cerca de la enfermería. Con su cigarrillo apagado en los labios y unas monedas en la mano, se dirigió al imponente artefacto, que, según los rumores, tenía una tendencia a "tragarse" el dinero de los estudiantes. —No me decepciones —le dijo a la máquina, como si fuera un compañero de trabajo que ya había arruinado demasiadas cosas. Insertó las monedas y pulsó el botón para su café frío favorito. La máquina zumbó, parpadeó... y nada salió. Shoko la miró fijamente, evaluando la situación como si se tratara de una cirugía de alto riesgo. —Ah, ¿así vamos a jugar? —murmuró, encendiendo el cigarrillo para calmarse mientras observaba el panel de botones. Volvió a presionar. Esta vez con más fuerza. El zumbido aumentó, pero el café seguía sin aparecer. Shoko soltó el humo con un suspiro cansado y dio un paso atrás, evaluando sus opciones. Plan A: Presionar todos los botones. Lo hizo, y lo único que consiguió fue un ruido preocupante y más luces parpadeantes. Plan B: Golpear la máquina. Dio un leve empujón con la cadera, y luego un golpe con el puño. Nada. Plan C: Llamar a alguien para que la ayudara. Pero, claro, no iba a darle esa satisfacción a nadie. —Está bien. Si quieres guerra, tendrás guerra. Con una determinación poco común, Shoko dejó su cigarrillo a un lado y se arremangó. Intentó inclinar la máquina hacia adelante, pero esta se tambaleó y cayó de golpe hacia atrás. El ruido resonó en toda la escuela. La puerta del pasillo se abrió de golpe, y un par de estudiantes asomaron la cabeza. —¿Doctora Ieiri? ¿Está bien? —preguntó uno, con una mezcla de curiosidad y miedo. —Perfectamente —respondió Shoko, sacudiéndose el polvo de las manos mientras encendía otro cigarrillo—. Ahora, largo de aquí. — Los estudiantes desaparecieron al instante, y Shoko volvió a mirar a la máquina, que yacía en el suelo con una leve inclinación. Fue entonces cuando vio su victoria: el café frío rodó lentamente fuera de la ranura, como un soldado derrotado que entregaba sus armas. Shoko lo recogió, dio un sorbo y suspiró con satisfacción. —Sabía que ganaría, pero tenía que hacerte sufrir. Dejó la máquina en el suelo y volvió a la enfermería como si nada hubiera pasado. Desde ese día, nadie se atrevió a tocar la máquina expendedora sin antes asegurarse de que Shoko no estuviera cerca.
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    Tengo que reconocer que lo que más me gusta de esta red social es el botón de abrazar. Puede que porque user sea un ñoño (?) Pero me encanta.
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    Lucifer tiene un enorme botón rojo que dice: "No presionar", ese botón rojo básicamente es su paciencia, puede soportar muchas cosas (porque casi todo le importa un pepino) sin embargo, hay una en particular que no soporta y, cuando se le cruza en el camino, no es agradable.

    Lucifer enojado es...digamos que estar muerto sería preferible antes que estar con él cuando se enoja.
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  • Texto no apto para gente aprensiva.

    Analepsis. "Historias de su pasado".

    𝓥𝓮𝓷𝓰𝓪𝓷𝔃𝓪 ( 𝓟𝓪𝓻𝓽𝓮 2 )

    Se había vengado... ¿Por qué entonces se sentía tan vacío?

    Habían muerto... Toda su familia humana habían muerto. Aquellos que le dieron un nombre, enseñado hablar y a ser invisible. Aquellos que les había enseñado que era amar. 

    No paraba de llover. Kazuo, transformado después de tantos años en un imponente zorro de dos colas, corría de forma frenética, zigzagueando entre los árboles del bosque, como si fuera una sombra entre estos. Su poder explotaba en una maraña salvaje, incontrolable y voraz.

    Podía olerlos... Podía oler a los culpables de aquel acto atroz, de aquel asesinato a sangre fría, sin compasión y brutal. No estaban lejos, su hedor cada vez más intenso, mezclado con la sangre de sus padres y sus hermanos. Sentía como le ardían los pulmones, como estos amenazaban por salir de su boca en un estallido. Pero no podía parar, estaba tan cerca de alcanzarlos que casi podía sentir la anticipación del crujir de sus huesos en su mandíbula.

    El cuerpo del zorro se movía solo. Su mente en modo automático, conectado con el botón de destruir activado. Oteando el horizonte, allí estaban, cuatro jinetes a caballo desbocado, riendo y hablando como si no acabarán de arrebatarles la vida a una familia entera, a su familia. La impotencia era desmedida, tan dolorosa que por unos instantes hubiese preferido la muerte al dolor que estaba experimentando. 

    Con cada zancada a cuatro patas, Kazuo comienza a acercarse peligrosamente, hasta que finalmente en un impulso la enorme criatura se alzaba por encima de estos, agarrando una de las cabezas de los jinetes entre sus fauces, arrancándosela de cuajo con una facilidad pasmosa. 

    El zorro aterrizaba frente a ellos, aun con la cabeza chorreante entre sus dientes, una imagen visceral, solo a la altura de la más tenebrosa de las pesadillas. Estaba nublado por la rabia, un sentimiento que descubrió ese mismo día, ya que ciento de años atrás no tenía consciencia de sus sentimientos, simplemente el de la pura supervivencia. Todos estos cambiaría después de conocer a su familia, ahora muerta, con sus cuerpos aún calientes en lo que era su hogar. 

    Kazuo daba un latigazo con su cuello, arrojando la cabeza del jinete frente a los otros que frenaban en seco sus caballos. El zorro rugía, un gutural sonido que emanaba de su pecho, ahora tintando por el líquido carmesí, ensuciando su pelaje blanco y puro como el color de la luna. Este hacía retroceder sus orejas hacia atrás, apretando sus colmillos mientras todo su gesto se tensaba en una amenaza, sintiendo el sabor metálico de la sangre ajena en su boca.

    Agazapado, listo para abalanzarse, este comienza a acercarse, lentamente, acechando a sus presas que comenzaban a jadear presas del pánico. Estos no sabían las razones por las que el demonio arremetía contra ellos, pero mientras estos murieran, el Yokai no necesitaba nada más. En un abrir y cerrar de ojos, como si de un espectro se tratase, el zorro se abalanzaba sobre otro de los jinetes, haciéndole caer a él y su caballo al suelo. Mientras el equino se ponía en pie y se marchaba, dejaba al descubierto la sanguinaria escena, mientras el asesino gritaba con desesperación, Kazuo mordía su estómago con saña, desperdigando sus tripas por la tierra, llenando esta de sus vísceras y su sangre. Había sido una muerte agónica, tortuosa, solo el primero de los jinetes que habían muerto había tenido la suerte de tener una muerte limpia y rápida. ¿El resto?; estos iban a sufrir, primero con el miedo, el miedo certero de la llegada de su muerte, y más tarde la consecuencia de esta con un dolor y sufrimiento cruel y despiadado.

    Mientras el zorro se volteaba, los otros dos hombres restantes había cardado sus arcos, y sin que este pudiera evitarlo, sentía los punzantes filos de hierro atravesar su carne. Las pupilas del zorro se dilataban y sin proliferar el más mínimo aullido de dolor, unas llamas azules envuelven su cuerpo, haciendo consumir las fechas, reduciéndolas a cenizas que la misma brisa del viento se llevaba. 

    El zorro dirigía su mirada a uno de los atacantes, dejando que sus ojos penetraran en los del contrario. Este comenzaba a gritar, comenzaba a tocarse todo su cuerpo, arañar su carne con desesperación. Ampollas empezaban a adornar su piel, explotando, dejando escapar vapor con cada implosión. Le estaba quemando desde dentro, dejaba que una furiosa llama purificase su interior de dentro hacia afuera hasta que este explota en una llamarada, cayendo del caballo y retorciéndose en el suelo de dolor, arrastrándose por el suelo como la escoria que era. En algún momento este dejaba de gritar, y cuando esto ocurre Kazuo miraba al que quedaba, aparentemente el cabecilla del grupo.

    El asesino de su familia, temeroso, había emprendido una carrera frenética para intentar escapar. El zorro, con tranquilidad inquietante y pétrea, se desvanece entre llamas, desplazándose como si de un espectro se tratase. Finalmente, la figura de un joven de cabellos color plata se plantaba frente al jinete. Este, con sus cabellos plateados cayendo de sus hombros hasta su cintura, con dos puntiagudas orejas en lo alto de su cabeza y dos colas que oscilaban de un lado para el otro, ardoradas de llamas color zafiro, tan brillantes como sus ojos. La imponente presencia del zorro hacía que el caballo se alzase de sus patas delanteras, tirando al aquel temeroso hombre de su montura. Kazuo se aproxima con tanta calma que daba aún más miedo que en su forma más primitiva. Este se agacha a la altura del asesino, mirándolo a los ojos con una frialdad que casi se podían saborear.

    En un rápido movimiento toma al contrario del cuello, haciendo que se levante del suelo para después alzarlo con una sola mano por encima de su cabeza, clavando sus garras en el cuello de este. La mirada del zorro era vacía y distante, como el eco de una piedra cayendo en el fondo de un pozo. 

    - Ojo por ojo.-

    Aquella era una expresión tan humana. En el pasado no le encontraba sentido. No hasta ese momento. Mientras aquel hombre luchaba por respirar, la mano libre del zorro se posicionaba a la altura del corazón de la escoria que sostenía en el aire. Sus músculos tensos por el esfuerzo de la elevación, marchándose todos y cana unos de estos. Poco a poco sus garras penetraban su carne, abriéndose paso con la facilidad con la que los pies entraban al barro. 

    Este gritaba, gritaba tanto que el zorro incluso lo estaba disfrutando. Continuaba su perforación hasta que en un golpe seco toda la longitud de su mano se introducía en su pecho. Los ojos vidriosos de aquel hombre se clavaban en los fríos e inexpresivos del zorro. Este dejaba de patalear en el momento justo que Kazuo extrae su corazón, aún palpitante entre sus alargados dedos. Este deja caer el cuerpo inerte del cabecilla de los asesinos de su familia, como si fuera un muñeco de trapo, profiriendo un chasquido seco al contacto con el suelo. Instantes más tarde, mientras Kazuo seguía mirándolo, aprieta su puño, estrujando el corazón aún humeante con sus garras, transformando este en un amasijo de carne deshecha.

    Finalizada su venganza, se mira las manos, llena de la sangre de sus enemigos. Sentía el juicio de Inari sobre sus hombros, y sabía que necesitaría siglos de redención por sus actos. Después de hacer aquello esperaba sentir paz, su familia había sido vengada con creces, a costa del sufrimiento de sus asesinos. Pero el zorro no se sentía mejor, no encontraba consuelo en esas muertes. Lo único que veía era un animal que había perdido el control de sus actos, un ser que se había dejado llevar por la oscuridad de su corazón.

    La lluvia intentaba llevarse el rastro de lo acontecido, más era imposible borrar nada de aquella escena. Kazuo miraba al cielo, dejando que el agua se llevase la sangre de su cuerpo, que la frialdad de esta apagase su rabia y su fuego.

    ⚠️ Texto no apto para gente aprensiva.⚠️ Analepsis. "Historias de su pasado". 𝓥𝓮𝓷𝓰𝓪𝓷𝔃𝓪 ( 𝓟𝓪𝓻𝓽𝓮 2 ) Se había vengado... ¿Por qué entonces se sentía tan vacío? Habían muerto... Toda su familia humana habían muerto. Aquellos que le dieron un nombre, enseñado hablar y a ser invisible. Aquellos que les había enseñado que era amar.  No paraba de llover. Kazuo, transformado después de tantos años en un imponente zorro de dos colas, corría de forma frenética, zigzagueando entre los árboles del bosque, como si fuera una sombra entre estos. Su poder explotaba en una maraña salvaje, incontrolable y voraz. Podía olerlos... Podía oler a los culpables de aquel acto atroz, de aquel asesinato a sangre fría, sin compasión y brutal. No estaban lejos, su hedor cada vez más intenso, mezclado con la sangre de sus padres y sus hermanos. Sentía como le ardían los pulmones, como estos amenazaban por salir de su boca en un estallido. Pero no podía parar, estaba tan cerca de alcanzarlos que casi podía sentir la anticipación del crujir de sus huesos en su mandíbula. El cuerpo del zorro se movía solo. Su mente en modo automático, conectado con el botón de destruir activado. Oteando el horizonte, allí estaban, cuatro jinetes a caballo desbocado, riendo y hablando como si no acabarán de arrebatarles la vida a una familia entera, a su familia. La impotencia era desmedida, tan dolorosa que por unos instantes hubiese preferido la muerte al dolor que estaba experimentando.  Con cada zancada a cuatro patas, Kazuo comienza a acercarse peligrosamente, hasta que finalmente en un impulso la enorme criatura se alzaba por encima de estos, agarrando una de las cabezas de los jinetes entre sus fauces, arrancándosela de cuajo con una facilidad pasmosa.  El zorro aterrizaba frente a ellos, aun con la cabeza chorreante entre sus dientes, una imagen visceral, solo a la altura de la más tenebrosa de las pesadillas. Estaba nublado por la rabia, un sentimiento que descubrió ese mismo día, ya que ciento de años atrás no tenía consciencia de sus sentimientos, simplemente el de la pura supervivencia. Todos estos cambiaría después de conocer a su familia, ahora muerta, con sus cuerpos aún calientes en lo que era su hogar.  Kazuo daba un latigazo con su cuello, arrojando la cabeza del jinete frente a los otros que frenaban en seco sus caballos. El zorro rugía, un gutural sonido que emanaba de su pecho, ahora tintando por el líquido carmesí, ensuciando su pelaje blanco y puro como el color de la luna. Este hacía retroceder sus orejas hacia atrás, apretando sus colmillos mientras todo su gesto se tensaba en una amenaza, sintiendo el sabor metálico de la sangre ajena en su boca. Agazapado, listo para abalanzarse, este comienza a acercarse, lentamente, acechando a sus presas que comenzaban a jadear presas del pánico. Estos no sabían las razones por las que el demonio arremetía contra ellos, pero mientras estos murieran, el Yokai no necesitaba nada más. En un abrir y cerrar de ojos, como si de un espectro se tratase, el zorro se abalanzaba sobre otro de los jinetes, haciéndole caer a él y su caballo al suelo. Mientras el equino se ponía en pie y se marchaba, dejaba al descubierto la sanguinaria escena, mientras el asesino gritaba con desesperación, Kazuo mordía su estómago con saña, desperdigando sus tripas por la tierra, llenando esta de sus vísceras y su sangre. Había sido una muerte agónica, tortuosa, solo el primero de los jinetes que habían muerto había tenido la suerte de tener una muerte limpia y rápida. ¿El resto?; estos iban a sufrir, primero con el miedo, el miedo certero de la llegada de su muerte, y más tarde la consecuencia de esta con un dolor y sufrimiento cruel y despiadado. Mientras el zorro se volteaba, los otros dos hombres restantes había cardado sus arcos, y sin que este pudiera evitarlo, sentía los punzantes filos de hierro atravesar su carne. Las pupilas del zorro se dilataban y sin proliferar el más mínimo aullido de dolor, unas llamas azules envuelven su cuerpo, haciendo consumir las fechas, reduciéndolas a cenizas que la misma brisa del viento se llevaba.  El zorro dirigía su mirada a uno de los atacantes, dejando que sus ojos penetraran en los del contrario. Este comenzaba a gritar, comenzaba a tocarse todo su cuerpo, arañar su carne con desesperación. Ampollas empezaban a adornar su piel, explotando, dejando escapar vapor con cada implosión. Le estaba quemando desde dentro, dejaba que una furiosa llama purificase su interior de dentro hacia afuera hasta que este explota en una llamarada, cayendo del caballo y retorciéndose en el suelo de dolor, arrastrándose por el suelo como la escoria que era. En algún momento este dejaba de gritar, y cuando esto ocurre Kazuo miraba al que quedaba, aparentemente el cabecilla del grupo. El asesino de su familia, temeroso, había emprendido una carrera frenética para intentar escapar. El zorro, con tranquilidad inquietante y pétrea, se desvanece entre llamas, desplazándose como si de un espectro se tratase. Finalmente, la figura de un joven de cabellos color plata se plantaba frente al jinete. Este, con sus cabellos plateados cayendo de sus hombros hasta su cintura, con dos puntiagudas orejas en lo alto de su cabeza y dos colas que oscilaban de un lado para el otro, ardoradas de llamas color zafiro, tan brillantes como sus ojos. La imponente presencia del zorro hacía que el caballo se alzase de sus patas delanteras, tirando al aquel temeroso hombre de su montura. Kazuo se aproxima con tanta calma que daba aún más miedo que en su forma más primitiva. Este se agacha a la altura del asesino, mirándolo a los ojos con una frialdad que casi se podían saborear. En un rápido movimiento toma al contrario del cuello, haciendo que se levante del suelo para después alzarlo con una sola mano por encima de su cabeza, clavando sus garras en el cuello de este. La mirada del zorro era vacía y distante, como el eco de una piedra cayendo en el fondo de un pozo.  - Ojo por ojo.- Aquella era una expresión tan humana. En el pasado no le encontraba sentido. No hasta ese momento. Mientras aquel hombre luchaba por respirar, la mano libre del zorro se posicionaba a la altura del corazón de la escoria que sostenía en el aire. Sus músculos tensos por el esfuerzo de la elevación, marchándose todos y cana unos de estos. Poco a poco sus garras penetraban su carne, abriéndose paso con la facilidad con la que los pies entraban al barro.  Este gritaba, gritaba tanto que el zorro incluso lo estaba disfrutando. Continuaba su perforación hasta que en un golpe seco toda la longitud de su mano se introducía en su pecho. Los ojos vidriosos de aquel hombre se clavaban en los fríos e inexpresivos del zorro. Este dejaba de patalear en el momento justo que Kazuo extrae su corazón, aún palpitante entre sus alargados dedos. Este deja caer el cuerpo inerte del cabecilla de los asesinos de su familia, como si fuera un muñeco de trapo, profiriendo un chasquido seco al contacto con el suelo. Instantes más tarde, mientras Kazuo seguía mirándolo, aprieta su puño, estrujando el corazón aún humeante con sus garras, transformando este en un amasijo de carne deshecha. Finalizada su venganza, se mira las manos, llena de la sangre de sus enemigos. Sentía el juicio de Inari sobre sus hombros, y sabía que necesitaría siglos de redención por sus actos. Después de hacer aquello esperaba sentir paz, su familia había sido vengada con creces, a costa del sufrimiento de sus asesinos. Pero el zorro no se sentía mejor, no encontraba consuelo en esas muertes. Lo único que veía era un animal que había perdido el control de sus actos, un ser que se había dejado llevar por la oscuridad de su corazón. La lluvia intentaba llevarse el rastro de lo acontecido, más era imposible borrar nada de aquella escena. Kazuo miraba al cielo, dejando que el agua se llevase la sangre de su cuerpo, que la frialdad de esta apagase su rabia y su fuego.
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  • La noche menos deseada.
    Fandom OC
    Categoría Contemporáneo
    Rol con ┆ ° • ➵ 𝓜𝐚𝐭𝐭𝐡𝐞𝐰 𝓦𝐢𝐥𝐥𝐢𝐚𝐦𝐬

    Pasaron las horas y Dalia miraba el reloj, se encontraba sentada en aquel taburete de la barra del bar. Finalmente ya iba a cerrar e irse a su casa en el que vivía con sus padres, jugueteó con sus manos y se levantó. Ya no vendría nadie lo más probable así que había que empezar a recoger todo.

    Pasó el paño por todas las mesas y la barra, dejándolas completamente limpias. Después de eso, terminó de dejar todo ordenado y salió cerrando bien la tienda con llave. Guardándolas en su bolso.

    Comenzó a caminar, sintió esa brisa pasar por su pelo, peinadola y chasqueó un poco su lengua, esperaría una caminata lo bastante larga. Lo que no esperaba era que a unas cuadras más adelantes se encontraría a sus compañeros de clase, de las cuales Dalia no gustaba ver tratando de dar media vuelta. Los chicos se dieron cuenta y antes de que pudiera echar a correr la habían agarrado entre los 3 apartándola a un callejón.

    Dalia no dejaba de soltar gritos de socorro, pidiendo ayuda y ellos simplemente se reian tapanfo su boca. Tenía miedo de lo que fuese a pasar y sobretodo no saber a quien llamar, no tenía tampoco su teléfono a mano para apretar el botón de socorro. Mordió la mano de uno de ellos a lo que recibió una bofetada en su cara, cayéndola al suelo por la fuerza.

    — Te vas a enterar, maldita zorra.

    Estaba apunto de recibir puñetazos.
    🔏 Rol con [echo_lime_giraffe_897] Pasaron las horas y Dalia miraba el reloj, se encontraba sentada en aquel taburete de la barra del bar. Finalmente ya iba a cerrar e irse a su casa en el que vivía con sus padres, jugueteó con sus manos y se levantó. Ya no vendría nadie lo más probable así que había que empezar a recoger todo. Pasó el paño por todas las mesas y la barra, dejándolas completamente limpias. Después de eso, terminó de dejar todo ordenado y salió cerrando bien la tienda con llave. Guardándolas en su bolso. Comenzó a caminar, sintió esa brisa pasar por su pelo, peinadola y chasqueó un poco su lengua, esperaría una caminata lo bastante larga. Lo que no esperaba era que a unas cuadras más adelantes se encontraría a sus compañeros de clase, de las cuales Dalia no gustaba ver tratando de dar media vuelta. Los chicos se dieron cuenta y antes de que pudiera echar a correr la habían agarrado entre los 3 apartándola a un callejón. Dalia no dejaba de soltar gritos de socorro, pidiendo ayuda y ellos simplemente se reian tapanfo su boca. Tenía miedo de lo que fuese a pasar y sobretodo no saber a quien llamar, no tenía tampoco su teléfono a mano para apretar el botón de socorro. Mordió la mano de uno de ellos a lo que recibió una bofetada en su cara, cayéndola al suelo por la fuerza. — Te vas a enterar, maldita zorra. Estaba apunto de recibir puñetazos.
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    || El botón de agregar y el de abrazar estan peligrosamente juntos, en cualquier momento se me escapa el dedo y un desconocido se va a llevar el abrazo de un random que solo andaba mirando el perfil.
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    || Es esa clase de partner que es la mejor del mundo.
    ¿Editar? Para muestra un botón.
    ¿Tramear juntxs y llenaros de feels? Por supuesto.
    ¿Respuestas que son una montaña rusa de emociones porque escribe que es un locura? Aseguradisimo.

    Just saying...
    || Es esa clase de partner que es la mejor del mundo. ¿Editar? Para muestra un botón. ¿Tramear juntxs y llenaros de feels? Por supuesto. ¿Respuestas que son una montaña rusa de emociones porque escribe que es un locura? Aseguradisimo. Just saying...
    ❒; aprovecho para decir que tengo cuentas para reciclar y tal. He estado mirando los clasificados y ninguno me llama porque no son mis zonas de confort o fandoms en los que me muevo, pero estoy abierta a sugerencias.

    ¿que tengo 898654 otps? si, PERO-----

    soy esa clase de partner que edita matching layout con su partner, je
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  • ×porque me interrumpen no ven que estoy ocupado?×

    ×Que quieren idiot*s!?×

    -señor encontramos al culpable sobre el delito de botón

    ×Y ya le preguntaron dónde está la droga*?×

    -no señor

    ×Entonces que esperan vayan a interrogarlo y déjenme jugar tranquilo,más tarde iré×
    ×porque me interrumpen no ven que estoy ocupado?× ×Que quieren idiot*s!?× -señor encontramos al culpable sobre el delito de botón ×Y ya le preguntaron dónde está la droga*?× -no señor ×Entonces que esperan vayan a interrogarlo y déjenme jugar tranquilo,más tarde iré×
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    || Ficrol, afaplisu necesito botón de "Tengo los feels por el suelo", gracias.
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