• 𝙑𝘼𝘾𝘼𝙏𝙄𝙊𝙉 𝙊𝙉 𝙎𝙋𝘼𝙍𝙏𝘼𝙓
    Fandom 𝗠𝗔𝗥𝗩𝗘𝗟
    Categoría Acción
    Lo único que sabia respecto al viaje era que irían a un lugar llamado Spartax. El nombre no le era ajeno, sabía que era un lugar al que Quentin iba con frecuencia a ver a su pareja, el mitad celestial con excelente gusto musical y al que solo conocía de vista.

    Pensó en que Peter Quill iría a buscarlos o enviarles una nave, pero en su lugar, Quentin le mostró unas coordenadas en un holograma y le dio una referencia visual de ese planeta. Entendía lo que le estaba pidiendo pero no podía evitar sentirse un poco asustado, no por ir a un lugar nuevo sino por el hecho de expandir el alcance de la teletransportación.

    ──Uhm, Quentin...── Buscó la atención del ilusionista y este volteó a verlo con una expresión impaciente en el rostro, prácticamente rozando la molestia.

    ──¿Qué? ¿Vas a darme alguna excusa?── El tono de voz de Beck era tranquilo, pero sus palabras estaban lejos de serlo. ──No quiero problemas, quiero soluciones. Si no puedes hacerlo largate de mi vista.

    Dicho eso, le dio la espalda y continuó ajustando algunos tornillos en el brazalete computarizado que llevaba oculto en el brazo. Francis estaba acostumbrado a ese tipo de respuestas y aunque se esforzara por fingir que le eran indiferentes, en realidad le dolían y mucho.

    ──No es eso, solo quería saber cuando quieres que nos transporte hacia allá── Rodeó la mesa que los separaba y acerco la mano al hombro de su mentor, pero sin apoyarla todavía.

    ──Ahora, terminaré de reparar esto cuando estemos allá── Guardo la pantalla junto con las herramientas en un estuche y le hizo una señal de que podía apoyar la mano en su hombro. Quizás para Quentin eso no significa nada, pero para Francis era lo más cercano que había tenido a un abrazo.

    Cerró los ojos por un par de segundos y cuando la imagen de Spartax apareció en su mente, uso su habilidad para llevarlos allá. La única referencia que tenia era de un palacio y afortunadamente para ambos, por alguna razón aparecieron dentro del edificio.

    Inmediatamente fueron recibidos por un par alienígenas que hablaban perfectamente su idioma. Saludaron a Quentin como si fuese miembro de la realeza y cuando llego su turno de presentarse, Beck lo hizo por él, presentandolo como solía hacer desde que tenía uso de razón. "Él es Francis, mi sucesor" y sin más prosiguió "Peter le asigno una habitación cerca de la nuestra".

    Uno de los alienigenas le entrego una tarjeta y Francis supuso que sería la llave de su habitación. El ilusionista seguía conversando con esa gente, contandoles como habían estado sus días en la tierra y antes de comenzar a caminar con ellos, se giró hacia él.

    ──Puedes explorar el lugar, no te alejes ni toques nada. Te veo en la cena── Sin esperar una respuesta se marchó con los aliens dejándolo sólo en ese enorme salón vacío.

    De nuevo, no lo tomo personal, estaba acostumbrado a ese trato. Además, no le parecía mala idea explorar el lugar, no se parecía a nada que hubiese visto antes y estaba fascinado con el parecido que le encontraba a cualquier escenario de alguna película o videojuego futurista.

    Paso media hora recorriendo los pasillos hasta que encontró la salida a un enorme jardin, y a unos cuantos metros diviso un edificio pero lo que lo empujó a avanzar en esa dirección fue la nave estacionada, aparentemente sin supervision.

    Al llegar encontro la compuerta abierta, asomo la cabeza para corrobar que no había nadie dentro y entró. De pronto se sentía como en una película de Star wars, solo le faltaba el sable luminoso y un compañero robot. Inspeccióno todo el interior sin abrir ningún compartimiento, y cuando se acerco a la cabina de la nave encontro un casco en el asiento del copiloto.

    ──Espero que mi teléfono funcione aquí. Solo me tomaré una foto y me iré── Dijo en voz alta mientras se ponía el casco y se tomaba algunas selfies con su teléfono. Luego, se sentó en la silla del piloto y se inclino lo suficiente para leer lo que decía debajo de cada uno de los botones en el tablero de mando. ──Debe estar en asgardeano... No, el novio de Quentin no es eso, es un...

    Se quedo pensando en eso por un momento, tratando de recordar su raza. Si lo había oído alguna vez pero en ese momento solo podía recordar a Quentin refiriendose a Peter como un neandertal galáctico (cuando estaba enojado con él) o simplemente, llamándolo híbrido (cuando no).

    𝐃𝚄𝚂𝚃𝙸𝙽 𝚝𝚑𝚎 𝐏𝚒𝚕𝚘𝚝
    Lo único que sabia respecto al viaje era que irían a un lugar llamado Spartax. El nombre no le era ajeno, sabía que era un lugar al que Quentin iba con frecuencia a ver a su pareja, el mitad celestial con excelente gusto musical y al que solo conocía de vista. Pensó en que Peter Quill iría a buscarlos o enviarles una nave, pero en su lugar, Quentin le mostró unas coordenadas en un holograma y le dio una referencia visual de ese planeta. Entendía lo que le estaba pidiendo pero no podía evitar sentirse un poco asustado, no por ir a un lugar nuevo sino por el hecho de expandir el alcance de la teletransportación. ──Uhm, Quentin...── Buscó la atención del ilusionista y este volteó a verlo con una expresión impaciente en el rostro, prácticamente rozando la molestia. ──¿Qué? ¿Vas a darme alguna excusa?── El tono de voz de Beck era tranquilo, pero sus palabras estaban lejos de serlo. ──No quiero problemas, quiero soluciones. Si no puedes hacerlo largate de mi vista. Dicho eso, le dio la espalda y continuó ajustando algunos tornillos en el brazalete computarizado que llevaba oculto en el brazo. Francis estaba acostumbrado a ese tipo de respuestas y aunque se esforzara por fingir que le eran indiferentes, en realidad le dolían y mucho. ──No es eso, solo quería saber cuando quieres que nos transporte hacia allá── Rodeó la mesa que los separaba y acerco la mano al hombro de su mentor, pero sin apoyarla todavía. ──Ahora, terminaré de reparar esto cuando estemos allá── Guardo la pantalla junto con las herramientas en un estuche y le hizo una señal de que podía apoyar la mano en su hombro. Quizás para Quentin eso no significa nada, pero para Francis era lo más cercano que había tenido a un abrazo. Cerró los ojos por un par de segundos y cuando la imagen de Spartax apareció en su mente, uso su habilidad para llevarlos allá. La única referencia que tenia era de un palacio y afortunadamente para ambos, por alguna razón aparecieron dentro del edificio. Inmediatamente fueron recibidos por un par alienígenas que hablaban perfectamente su idioma. Saludaron a Quentin como si fuese miembro de la realeza y cuando llego su turno de presentarse, Beck lo hizo por él, presentandolo como solía hacer desde que tenía uso de razón. "Él es Francis, mi sucesor" y sin más prosiguió "Peter le asigno una habitación cerca de la nuestra". Uno de los alienigenas le entrego una tarjeta y Francis supuso que sería la llave de su habitación. El ilusionista seguía conversando con esa gente, contandoles como habían estado sus días en la tierra y antes de comenzar a caminar con ellos, se giró hacia él. ──Puedes explorar el lugar, no te alejes ni toques nada. Te veo en la cena── Sin esperar una respuesta se marchó con los aliens dejándolo sólo en ese enorme salón vacío. De nuevo, no lo tomo personal, estaba acostumbrado a ese trato. Además, no le parecía mala idea explorar el lugar, no se parecía a nada que hubiese visto antes y estaba fascinado con el parecido que le encontraba a cualquier escenario de alguna película o videojuego futurista. Paso media hora recorriendo los pasillos hasta que encontró la salida a un enorme jardin, y a unos cuantos metros diviso un edificio pero lo que lo empujó a avanzar en esa dirección fue la nave estacionada, aparentemente sin supervision. Al llegar encontro la compuerta abierta, asomo la cabeza para corrobar que no había nadie dentro y entró. De pronto se sentía como en una película de Star wars, solo le faltaba el sable luminoso y un compañero robot. Inspeccióno todo el interior sin abrir ningún compartimiento, y cuando se acerco a la cabina de la nave encontro un casco en el asiento del copiloto. ──Espero que mi teléfono funcione aquí. Solo me tomaré una foto y me iré── Dijo en voz alta mientras se ponía el casco y se tomaba algunas selfies con su teléfono. Luego, se sentó en la silla del piloto y se inclino lo suficiente para leer lo que decía debajo de cada uno de los botones en el tablero de mando. ──Debe estar en asgardeano... No, el novio de Quentin no es eso, es un... Se quedo pensando en eso por un momento, tratando de recordar su raza. Si lo había oído alguna vez pero en ese momento solo podía recordar a Quentin refiriendose a Peter como un neandertal galáctico (cuando estaba enojado con él) o simplemente, llamándolo híbrido (cuando no). [PANDEM0NIO]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    | Este botoncito se ha vuelto mi peor enemigo (?) la verdad ya ni sé cuánto rol debo y los mensajes viejos ni me cargan, mandenme un puntito a su rol y se los continuo pls
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  • Escrito en las paredes
    Fandom Hellaverse/Hazbin Hotel
    Categoría Otros
    Habían pasado ya algunos días y el cruce de palabras o siquiera miradas entre el rey y quien más estuviera en el hotel era mínimo, por no decir inexistente.
    Era evidente que de nuevo sus pensamientos lo estaban consumiendo y, sumado a ello, evitaba especialmente a cierto molesto botones que parecía haberle dado al menos un poco de paz mientras tanto, pero el gusto era extraño.

    Mientras más pasaba hundido en su propia mente y menos en las discusiones, de nuevo los pensamientos intrusivos se iban acumulando y fue entonces cuando recordó aquellas palabras, como un eco distante, pero llegó a su cabeza la imagen distorsionada y su voz.

    Su canto... era verdad que podía expresar mucho con la voz y lo había dejado de hacer hace tanto tiempo que incluso le costaba, pero volvía entonces a recordar esa tarde, un par de minutos apenas, pero que dejaron huella.
    Tomando un respiro profundo, caminó hacia el ventanal, observando desde su torre la ciudad, oscura y poco apoco en ruinas, pero no siempre fue de esa manera.

    Pasando la mano por el cristal como si de limpiar la mugre se tratara, fue entonces que lo vio, un espejismo del pasado mostrando cada edificio en su antigua gloria, cuando recién construyó todo desde la nada misma, piedra por piedra, a mano, pues no tenía a Keekee como ahora formaba parte del hotel y menos mano de obra.
    Abriendo las puertas, caminó por el balcón, tomando aire y comenzando a cantar suavemente, apenas dejando que su voz fuera llevada con el viento pero, al paso de los compases, era cada vez más audible, con más sentimiento, extendiendo las alas para arrojarse al vacío y, al poco de tocar el suelo, volver a elevarse, dejando que una estela dorada proyectara la misma imagen que él veía en su cabeza a quien fuera capaz de distinguirlo.

    Los años no solo habían sido crueles con las construcciones, también con él que había dejado partes de sí en todo lo que ahora veían los pecadores con desprecio, como si no fuera más que escombro, sin saber que era el mismo Lucifer quien buscó erguir un infierno majestuoso en el cual recibir a todos los pecadores, darles un segundo hogar tras la muerte y perder todo lo que en vida conocían, pisoteándolo.

    https://www.youtube.com/watch?v=jJD-UIB60vs&list=RDjJD-UIB60vs&start_radio=1
    Habían pasado ya algunos días y el cruce de palabras o siquiera miradas entre el rey y quien más estuviera en el hotel era mínimo, por no decir inexistente. Era evidente que de nuevo sus pensamientos lo estaban consumiendo y, sumado a ello, evitaba especialmente a cierto molesto botones que parecía haberle dado al menos un poco de paz mientras tanto, pero el gusto era extraño. Mientras más pasaba hundido en su propia mente y menos en las discusiones, de nuevo los pensamientos intrusivos se iban acumulando y fue entonces cuando recordó aquellas palabras, como un eco distante, pero llegó a su cabeza la imagen distorsionada y su voz. Su canto... era verdad que podía expresar mucho con la voz y lo había dejado de hacer hace tanto tiempo que incluso le costaba, pero volvía entonces a recordar esa tarde, un par de minutos apenas, pero que dejaron huella. Tomando un respiro profundo, caminó hacia el ventanal, observando desde su torre la ciudad, oscura y poco apoco en ruinas, pero no siempre fue de esa manera. Pasando la mano por el cristal como si de limpiar la mugre se tratara, fue entonces que lo vio, un espejismo del pasado mostrando cada edificio en su antigua gloria, cuando recién construyó todo desde la nada misma, piedra por piedra, a mano, pues no tenía a Keekee como ahora formaba parte del hotel y menos mano de obra. Abriendo las puertas, caminó por el balcón, tomando aire y comenzando a cantar suavemente, apenas dejando que su voz fuera llevada con el viento pero, al paso de los compases, era cada vez más audible, con más sentimiento, extendiendo las alas para arrojarse al vacío y, al poco de tocar el suelo, volver a elevarse, dejando que una estela dorada proyectara la misma imagen que él veía en su cabeza a quien fuera capaz de distinguirlo. Los años no solo habían sido crueles con las construcciones, también con él que había dejado partes de sí en todo lo que ahora veían los pecadores con desprecio, como si no fuera más que escombro, sin saber que era el mismo Lucifer quien buscó erguir un infierno majestuoso en el cual recibir a todos los pecadores, darles un segundo hogar tras la muerte y perder todo lo que en vida conocían, pisoteándolo. https://www.youtube.com/watch?v=jJD-UIB60vs&list=RDjJD-UIB60vs&start_radio=1
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  • Mientras pasa todo el rollo de la muerte sin sentido que ya me huele más a muerte por orgía que a muerte normal, quieres ver mi colección de patitos ? Agregue a un nuevo espécimen lo llamo mi último rayo de luz apendejado y bisexual, viene acompañado del sapo del botones con una estúpida cornamenta y cabello de lesbiana roja, la tijera gris expulsada del cielo sin un ojo....

    -rebusca a su alrededor los demás patitos-

    Uhm... Creo que el sapo del botones se comió a los demás.... Te estoy vigilando ....

    -observa al patito de goma rojo entre ojos no le da confianza y eso que el mismo creo a ese pato de goma -
    Mientras pasa todo el rollo de la muerte sin sentido que ya me huele más a muerte por orgía que a muerte normal, quieres ver mi colección de patitos ? Agregue a un nuevo espécimen lo llamo mi último rayo de luz apendejado y bisexual, viene acompañado del sapo del botones con una estúpida cornamenta y cabello de lesbiana roja, la tijera gris expulsada del cielo sin un ojo.... -rebusca a su alrededor los demás patitos- Uhm... Creo que el sapo del botones se comió a los demás.... Te estoy vigilando .... -observa al patito de goma rojo entre ojos no le da confianza y eso que el mismo creo a ese pato de goma -
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  • Anoche me encerré porque ya no tenía piel para seguir por fuera.
    Cerré la puerta y sentí que algo dentro de mí
    se estaba rompiendo con un ruido tan silencioso
    que solo yo podía escucharlo.

    Quise cantar…
    pero lo que salió no fue voz,
    fue un temblor.
    Un temblor que me dijo sin decirlo:
    “ya no puedes sostenerte ni a ti misma.”

    Cada intento de seguir la letra
    me hundía más.
    No alcanzaba las notas,
    no alcanzaba mi propio aire,
    no alcanzaba nada.
    Y esa falta, ese hueco,
    me desgarraba como si tuviera filo.

    Tomé.
    Tomé porque no sabía qué más arrancarme.
    Porque cuando ya no puedes gritar,
    bebes,
    y cuando ya no puedes beber,
    lloras,
    y cuando ya no puedes llorar…
    te quedas ahí, vaciándote sin que nadie lo note.

    Las lágrimas me salían sin permiso,
    a borbotones,
    como si mi cuerpo tratara de expulsar algo
    que no sabe por dónde salir.
    Como si lo que llevo guardado
    arañara por dentro,
    buscando una grieta para escapar.

    Me miré un instante en la pantalla,
    borrosa, torcida, irreconocible.
    Y me dolió.
    Porque vi a alguien que ya no sabía cómo sostener su propia tristeza,
    alguien que se había ido quedando sin voz, sin fuerza,
    sin forma de sacarse el peso del pecho.

    Y ahí, con el karaoke sonando solo,
    y yo hecha pedazos,
    entendí algo que me atravesó
    como un vidrio frío:

    No estaba llorando por la noche.
    Ni por el alcohol.
    Ni por la canción.

    Lloraba por todo lo que llevo años tragándome,
    por todo lo que nunca dije,
    por todo lo que dejé que me hiriera,
    por todo lo que me callé para no romperme…

    …y me rompí igual.
    Anoche me encerré porque ya no tenía piel para seguir por fuera. Cerré la puerta y sentí que algo dentro de mí se estaba rompiendo con un ruido tan silencioso que solo yo podía escucharlo. Quise cantar… pero lo que salió no fue voz, fue un temblor. Un temblor que me dijo sin decirlo: “ya no puedes sostenerte ni a ti misma.” Cada intento de seguir la letra me hundía más. No alcanzaba las notas, no alcanzaba mi propio aire, no alcanzaba nada. Y esa falta, ese hueco, me desgarraba como si tuviera filo. Tomé. Tomé porque no sabía qué más arrancarme. Porque cuando ya no puedes gritar, bebes, y cuando ya no puedes beber, lloras, y cuando ya no puedes llorar… te quedas ahí, vaciándote sin que nadie lo note. Las lágrimas me salían sin permiso, a borbotones, como si mi cuerpo tratara de expulsar algo que no sabe por dónde salir. Como si lo que llevo guardado arañara por dentro, buscando una grieta para escapar. Me miré un instante en la pantalla, borrosa, torcida, irreconocible. Y me dolió. Porque vi a alguien que ya no sabía cómo sostener su propia tristeza, alguien que se había ido quedando sin voz, sin fuerza, sin forma de sacarse el peso del pecho. Y ahí, con el karaoke sonando solo, y yo hecha pedazos, entendí algo que me atravesó como un vidrio frío: No estaba llorando por la noche. Ni por el alcohol. Ni por la canción. Lloraba por todo lo que llevo años tragándome, por todo lo que nunca dije, por todo lo que dejé que me hiriera, por todo lo que me callé para no romperme… …y me rompí igual.
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  • 𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳

    Habían pasado toda la tarde jugando videojuegos, la rubia tenía el ceño fruncido tratando de concentrarse en tocar desesperadamente los botones correctos del control, soltó un suspiro con frustración al ver como volvía a perder la partida por cuarta vez. Dejo caer el control sobre el sillón y se cruzó de brazos.

    —No puede ser...debes estar haciendo trampa. —bufó, mirando la pantalla.

    Apretó los labios, casi indignada por haber sido derrotada tan fácilmente.

    —Eres un digno oponente, nadie me gana en este juego, le dedique mi vida! —bromeo.

    Se inclinó hacia adelante, como si hubiera recuperado el espíritu competitivo y aunque se sentía herida en el orgullo, mostró una sonrisa desafiante.

    —Toma el control, vamos por otra. No cerraré sesión hasta que demuestre que lo tuyo fue suerte. —y aún así, el rubor en sus mejillas la traicionaba: le molestaba perder, pero más le molestaba que tú la vieras.
    𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳🍮 Habían pasado toda la tarde jugando videojuegos, la rubia tenía el ceño fruncido tratando de concentrarse en tocar desesperadamente los botones correctos del control, soltó un suspiro con frustración al ver como volvía a perder la partida por cuarta vez. Dejo caer el control sobre el sillón y se cruzó de brazos. —No puede ser...debes estar haciendo trampa. —bufó, mirando la pantalla. Apretó los labios, casi indignada por haber sido derrotada tan fácilmente. —Eres un digno oponente, nadie me gana en este juego, le dedique mi vida! —bromeo. Se inclinó hacia adelante, como si hubiera recuperado el espíritu competitivo y aunque se sentía herida en el orgullo, mostró una sonrisa desafiante. —Toma el control, vamos por otra. No cerraré sesión hasta que demuestre que lo tuyo fue suerte. —y aún así, el rubor en sus mejillas la traicionaba: le molestaba perder, pero más le molestaba que tú la vieras.
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  • Velada de máscaras
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler OC y otros
    Categoría Otros
    ✦ 𝐒𝐈𝐑𝐈𝐔𝐒 ✦

    𝟏𝟗𝟎𝟎
    𝐇𝐨𝐭𝐞𝐥 𝐋𝐚𝐧𝐠𝐡𝐚𝐦

    La cola negra ondeó por el viento nocturno, refinada como su frac, elegante como su porte.

    —¿Es el conde Phantomhive?

    Los nobles a su alrededor susurraban descaradamente fuerte.

    —¡Es él!

    De hecho, algunos de ellos se acercaron a saludarlo. Ciel les respondió con una sonrisa cortés e ingresó en el hotel.

    El vestíbulo era puro lujo; candelabros del cristal más precioso, brillando traslúcidos bajo la iluminación eléctrica. Paredes y suelos de un impoluto blanco con dorado: la opulencia en todo su esplendor.

    —Conde Phantomhive, ¿está aquí por la velada?

    Asintió.

    Pero fue su mayordomo quien se encargó de entregar la invitación con una sonrisa. Luego, fueron guiados hacia el gran salón donde se desarrollaba el evento.

    Las puertas fueron abiertas por el botones, y de inmediato, Ciel se encontró con la vista de una habitación amplia, llena de mesas decoradas con buen gusto, ocupadas por aristócratas vestidos de la misma manera.

    Vaciló un instante, pero metió un pie en el interior, luego el otro.

    La gente ya lo había visto, clavando sus miradas en él. Algunos arrogantes, otros curiosos, o indiferentes.

    Así, tragándose su renuencia, Ciel ingresó dispuesto a lidiar con la alta sociedad.
    ✦ 𝐒𝐈𝐑𝐈𝐔𝐒 ✦ 𝟏𝟗𝟎𝟎 𝐇𝐨𝐭𝐞𝐥 𝐋𝐚𝐧𝐠𝐡𝐚𝐦 La cola negra ondeó por el viento nocturno, refinada como su frac, elegante como su porte. —¿Es el conde Phantomhive? Los nobles a su alrededor susurraban descaradamente fuerte. —¡Es él! De hecho, algunos de ellos se acercaron a saludarlo. Ciel les respondió con una sonrisa cortés e ingresó en el hotel. El vestíbulo era puro lujo; candelabros del cristal más precioso, brillando traslúcidos bajo la iluminación eléctrica. Paredes y suelos de un impoluto blanco con dorado: la opulencia en todo su esplendor. —Conde Phantomhive, ¿está aquí por la velada? Asintió. Pero fue su mayordomo quien se encargó de entregar la invitación con una sonrisa. Luego, fueron guiados hacia el gran salón donde se desarrollaba el evento. Las puertas fueron abiertas por el botones, y de inmediato, Ciel se encontró con la vista de una habitación amplia, llena de mesas decoradas con buen gusto, ocupadas por aristócratas vestidos de la misma manera. Vaciló un instante, pero metió un pie en el interior, luego el otro. La gente ya lo había visto, clavando sus miradas en él. Algunos arrogantes, otros curiosos, o indiferentes. Así, tragándose su renuencia, Ciel ingresó dispuesto a lidiar con la alta sociedad.
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  • La importancia de hacer amigos e influir en las personas
    Fandom Harry Potter
    Categoría Fantasía


    ㅤㅤㅤㅤ ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ Emmeline Bletchley


    ㅤㅤㅤㅤㅤNo había pasado mucho tiempo esa noche antes de que obtuvieran una respuesta via lechuza del parte del tal Billy, se conoce que se había entusiasmado al recibir una carta de Emmeline y se había meado de la emoción al recibir noticias de su exnovia… Vale, eso era lo que Acheron queria imaginar. Pero fuere como fuere, Billy había respondido y estaba dispuesto a hablar con Emmeline de lo que ella quisiera y ayudarla en lo que pudiera.

    -Qué servicial -había mascullado Acheron entre dientes mientras se entretenía recogiendo los restos de la cena.

    Pero, por mucho que le tocara las narices la predisposición de Billy, lo cierto era que jugaba en su favor. Estaban un pasito -pequeño sí, pero algo era algo- más cerca de descubrir qué era lo que estaba pasando. Y, con un poco de suerte, encontrar a Florean. Eso era todo lo que importaba a Acheron en ese momento. No podía dejar de pensar y de sentir, que todo aquello era su culpa… necesitaba limpiar su conciencia… Porque si era capaz de encontrar a Bones con vida no seria tan mala persona, ¿verdad?
    Emmeline insistió en qué Acheron pasara la noche en el apartamento, asi que el mago decidió que el sofá seria su mejor amigo aquella noche. Había dormido en lugares tan deplorables y cuestionables que aquel sofá le pareció el lugar más confortable del mundo.

    Podría acostumbrarse demasiado rapido a ese tipo de vida, estaba claro. Sobre todo cuando se despertaba con el olor del café recién hecho y un monton de bolsas de papel de una tienda cercana llenas de ropa esperando por él.

    -¿Me… has comprado ropa? ¿Y desayuno? -preguntó mientras avanzaba por el salón hasta la isla de la cocina- Vaya, el que podría acostumbrarse a esto soy yo -dijo mientras ya husmeaba dentro de una de aquellas bolsas de papel y sacaba unos pantalones de pinza de color oscuro- Oh, vaya, me va a tocar ser el mago pimpollo -bromeó y luego le dedicó un guiño divertido- Era una broma, gracias Emmeline… Te prometo que haré el papel de novio perfecto. Puedo ser tremendamente educado cuando quiero.

    Más le valía. No por nada había recibido una educación familiar de lo más esmerada…

    >> -¡Caramba! -exclamó Acheron desde el interior del dormitorio de Emmeline mientras la joven aguardaba en el salón, expectante. Dejó ir un silbido mientras se miraba en el espejo. Hacia mucho tiempo que había decidido prescindir de aquella clase de ropa, pero había que admitir que le sentaba como un guante. Y Emmeline tenía muy buen ojo con la ropa, al menos para elegir aquel traje de chaqueta y pantalón de color gris oscuro de rayas diplomáticas, con chaleco a juego y una corbata satinada de color negro- Voy a pedirte que me elijas la ropa cada día de mi vida. Si te hubiera tenido como estilista mi vida hubiera sido mucho menos penosa, estoy seguro… -rio el mago mientras salía del cuarto de Emmeline.

    Tenía la vista baja mientras guardaba la varita en el bolsillo interno de la chaqueta destinado para esta.

    -¿Y bien? ¿Qué te parece? Bueno, ya sé que lo has elegido tú, pero… Creo que me queda estupendamente -dijo alzando la mirada y guardando su mano diestra en el bolsillo del pantalón.


    >> En vista de que Acheron no era funcionario del Ministerio de Magia, Emmeline y él tuvieron que usar la puerta para las visitas que, honestamente Acheron prefirió mucho más que la entrada oficial. Cuando Emmeline le contó en qué consistía esa otra entrada, el mago se sintió agradecido de no tener que meterse en un retrete… Además, esa cabina de teléfono era mucho más comoda que el baño público del metro de Londres. Por lo que no iba a poner pegas a pesar del poco espacio que podían compartir Emmeline y él ahí dentro. Se colocó en la solapa la insignia de visitante que Emmeline le proporcionó y aguardó pacientemente hasta que aquel ascensor mágico llegó hasta el Atrio del Ministerio de Magia donde Acheron puso en marcha su plan “novio perfecto”.

    Acomodándose la chaqueta y abotonándola, bajó de la cabina observando el amplio pasillo ante él, sin dejarse sorprender por las personas que iban y venían haciendo sus vidas de un lado a otro. Le dedicó una rápida mirada a la estatua dorada del centro del Atrio y luego se giró hacia Emmeline tendiéndole una mano para ayudarla a descender.

    -Siempre es un placer viajar en cabina contigo -bromeó el mago con una sonrisita curvada en sus labios antes de emprender la marcha con Emmeline- Te sigo -dijo con más seguridad de la que en realidad sentía, porque la verdad era que estar en aquel lugar acojonaba a cualquiera.



    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #HarryPotter
    ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤ ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [3mmlineB] ㅤㅤㅤㅤㅤNo había pasado mucho tiempo esa noche antes de que obtuvieran una respuesta via lechuza del parte del tal Billy, se conoce que se había entusiasmado al recibir una carta de Emmeline y se había meado de la emoción al recibir noticias de su exnovia… Vale, eso era lo que Acheron queria imaginar. Pero fuere como fuere, Billy había respondido y estaba dispuesto a hablar con Emmeline de lo que ella quisiera y ayudarla en lo que pudiera. -Qué servicial -había mascullado Acheron entre dientes mientras se entretenía recogiendo los restos de la cena. Pero, por mucho que le tocara las narices la predisposición de Billy, lo cierto era que jugaba en su favor. Estaban un pasito -pequeño sí, pero algo era algo- más cerca de descubrir qué era lo que estaba pasando. Y, con un poco de suerte, encontrar a Florean. Eso era todo lo que importaba a Acheron en ese momento. No podía dejar de pensar y de sentir, que todo aquello era su culpa… necesitaba limpiar su conciencia… Porque si era capaz de encontrar a Bones con vida no seria tan mala persona, ¿verdad? Emmeline insistió en qué Acheron pasara la noche en el apartamento, asi que el mago decidió que el sofá seria su mejor amigo aquella noche. Había dormido en lugares tan deplorables y cuestionables que aquel sofá le pareció el lugar más confortable del mundo. Podría acostumbrarse demasiado rapido a ese tipo de vida, estaba claro. Sobre todo cuando se despertaba con el olor del café recién hecho y un monton de bolsas de papel de una tienda cercana llenas de ropa esperando por él. -¿Me… has comprado ropa? ¿Y desayuno? -preguntó mientras avanzaba por el salón hasta la isla de la cocina- Vaya, el que podría acostumbrarse a esto soy yo -dijo mientras ya husmeaba dentro de una de aquellas bolsas de papel y sacaba unos pantalones de pinza de color oscuro- Oh, vaya, me va a tocar ser el mago pimpollo -bromeó y luego le dedicó un guiño divertido- Era una broma, gracias Emmeline… Te prometo que haré el papel de novio perfecto. Puedo ser tremendamente educado cuando quiero. Más le valía. No por nada había recibido una educación familiar de lo más esmerada… >> -¡Caramba! -exclamó Acheron desde el interior del dormitorio de Emmeline mientras la joven aguardaba en el salón, expectante. Dejó ir un silbido mientras se miraba en el espejo. Hacia mucho tiempo que había decidido prescindir de aquella clase de ropa, pero había que admitir que le sentaba como un guante. Y Emmeline tenía muy buen ojo con la ropa, al menos para elegir aquel traje de chaqueta y pantalón de color gris oscuro de rayas diplomáticas, con chaleco a juego y una corbata satinada de color negro- Voy a pedirte que me elijas la ropa cada día de mi vida. Si te hubiera tenido como estilista mi vida hubiera sido mucho menos penosa, estoy seguro… -rio el mago mientras salía del cuarto de Emmeline. Tenía la vista baja mientras guardaba la varita en el bolsillo interno de la chaqueta destinado para esta. -¿Y bien? ¿Qué te parece? Bueno, ya sé que lo has elegido tú, pero… Creo que me queda estupendamente -dijo alzando la mirada y guardando su mano diestra en el bolsillo del pantalón. >> En vista de que Acheron no era funcionario del Ministerio de Magia, Emmeline y él tuvieron que usar la puerta para las visitas que, honestamente Acheron prefirió mucho más que la entrada oficial. Cuando Emmeline le contó en qué consistía esa otra entrada, el mago se sintió agradecido de no tener que meterse en un retrete… Además, esa cabina de teléfono era mucho más comoda que el baño público del metro de Londres. Por lo que no iba a poner pegas a pesar del poco espacio que podían compartir Emmeline y él ahí dentro. Se colocó en la solapa la insignia de visitante que Emmeline le proporcionó y aguardó pacientemente hasta que aquel ascensor mágico llegó hasta el Atrio del Ministerio de Magia donde Acheron puso en marcha su plan “novio perfecto”. Acomodándose la chaqueta y abotonándola, bajó de la cabina observando el amplio pasillo ante él, sin dejarse sorprender por las personas que iban y venían haciendo sus vidas de un lado a otro. Le dedicó una rápida mirada a la estatua dorada del centro del Atrio y luego se giró hacia Emmeline tendiéndole una mano para ayudarla a descender. -Siempre es un placer viajar en cabina contigo -bromeó el mago con una sonrisita curvada en sus labios antes de emprender la marcha con Emmeline- Te sigo -dijo con más seguridad de la que en realidad sentía, porque la verdad era que estar en aquel lugar acojonaba a cualquiera. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #HarryPotter
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  • [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ]





    Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera abrir los ojos.

    A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma y sin una gota de humanidad.

    La más mínima molestia desaparecía de su camino con una gran facilidad. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así.

    Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia.

    Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena.

    Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse como un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia.

    Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya.

    Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba.
    La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara?

    Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano.

    ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero?

    No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre.



    [ ... ]


    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨…

    Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo.

    𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella.

    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫.

    En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella.

    Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫.

    La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena.

    Intentó reaccionar, pero fue tarde.

    La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos.

    Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable.

    Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella.


    ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞


    El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída.

    La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma.


    ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞


    La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia.

    El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado.


    ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞


    Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió.


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞


    La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha.

    A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver.

    —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno..


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞


    Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar.


    — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
    [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ] Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera abrir los ojos. A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma y sin una gota de humanidad. La más mínima molestia desaparecía de su camino con una gran facilidad. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así. Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia. Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena. Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse como un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya. Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba. La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara? Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano. ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero? No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre. [ ... ] 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo. 𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨… Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella. 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫. En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella. Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨… El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫. La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena. Intentó reaccionar, pero fue tarde. La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos. Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable. Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella. ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞ El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída. La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma. ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞ La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia. El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado. ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞ Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞ La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha. A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver. —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno.. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞ Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar. — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
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  • Yo, .. el que no tiene derecho alguno, ese mismo, yo, el que te ama, te anhela y en la oscuridad te cuida, tu sombra, tu tirano, tu andar .

    Hoy te pido déjame soñar, porque hoy quiero soñar, necesito dormir y abrazarte en lugar de extrañarte, hoy por ser hoy y nada más, quiero soñar, quiero colgar la máscara del Tirano, déjame que mi alma se derrama y eso no sucede siempre, llueve en mi por los besos que te jure y no te di, y entonces yo colgando el orgullo diré que quiero soñar con usted

    Soñaré.. no como el Rey, tampoco el arrepentido y mucho menos el esclavo, soñaré como un Pirata, si.. con una camisa blanca medio abotonada, un pañuelo con tu bandera en mi cabeza y un viejo sombrero de cuero, un pantalón de tela gastado y botas con suela forjada en acero, es mi navío volador, conquistador de la nubes y Encantador de la Luna, las radiantes estrellas son islas en la inmensa oscuridad del universo, nuestro mar, nuestra historia en las estrellas, la que no podemos negar y de la cual tampoco hablar, ave mía yo soñé como el pirata, el gigante navío Encantador, se mantiene oculto usando la noche como cómplice, ha descendido una escalera en el patio de tu casa, he venido yo y he tocado un par de veces el cristal de tu ventana, me viste y sin pensarlo saltaste sobre mi, es así, yo te abrace con toda mi alma, la escalera colgante fue subiendo al tiempo que nos dábamos besos, llegamos al barco en medio de besos y reclamos, nos abrazamos, y el sueño nos llevó a un lugar que solo existe para nadie mas, nuestro hogar .

    Dulce ironía
    Verso Aldebaran .
    Yo, .. el que no tiene derecho alguno, ese mismo, yo, el que te ama, te anhela y en la oscuridad te cuida, tu sombra, tu tirano, tu andar . Hoy te pido déjame soñar, porque hoy quiero soñar, necesito dormir y abrazarte en lugar de extrañarte, hoy por ser hoy y nada más, quiero soñar, quiero colgar la máscara del Tirano, déjame que mi alma se derrama y eso no sucede siempre, llueve en mi por los besos que te jure y no te di, y entonces yo colgando el orgullo diré que quiero soñar con usted Soñaré.. no como el Rey, tampoco el arrepentido y mucho menos el esclavo, soñaré como un Pirata, si.. con una camisa blanca medio abotonada, un pañuelo con tu bandera en mi cabeza y un viejo sombrero de cuero, un pantalón de tela gastado y botas con suela forjada en acero, es mi navío volador, conquistador de la nubes y Encantador de la Luna, las radiantes estrellas son islas en la inmensa oscuridad del universo, nuestro mar, nuestra historia en las estrellas, la que no podemos negar y de la cual tampoco hablar, ave mía yo soñé como el pirata, el gigante navío Encantador, se mantiene oculto usando la noche como cómplice, ha descendido una escalera en el patio de tu casa, he venido yo y he tocado un par de veces el cristal de tu ventana, me viste y sin pensarlo saltaste sobre mi, es así, yo te abrace con toda mi alma, la escalera colgante fue subiendo al tiempo que nos dábamos besos, llegamos al barco en medio de besos y reclamos, nos abrazamos, y el sueño nos llevó a un lugar que solo existe para nadie mas, nuestro hogar . Dulce ironía Verso Aldebaran .
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