Ryu…
Hoy he intentado hacer algo por ti.
Un hechizo de los que me enseñó mamá Ayane —uno de los más simples, el número cinco del grimorio—:
“Pétalo Guardián”, un pequeño conjuro de protección.
Solo debía usar un pétalo de rosa, de lirio o de narciso…
pero no pude.
En cambio, fui al jardín secreto Ishtar, donde el aire siempre huele a luna recién nacida.
Bajo nuestro árbol de sakura —el que florece incluso cuando el tiempo duerme—, encontré un pétalo caído sobre el estanque.
Tan suave, tan perfecto…
y pensé que no había flor más nuestra que esa.
Así que lo tomé entre mis dedos, preparé el sello de cera y recité las palabras en Tharésh’Kael:
> “Florin serha, kael’nah trov…”
La voz me tembló.
Por un momento creí que no funcionaría,
pero el pétalo comenzó a brillar, primero con una luz leve, casi un suspiro,
y luego más intensa, como si me respondiera.
No sé si fue suerte o si el sakura quiso ayudarme.
Lo guardé dentro de un pequeño colgante de cristal,
con un hilo de plata y una gota de mi propia sangre —solo una, para sellar la intención—.
No creo que dure más de un día, ni que te proteja de algo realmente peligroso…
pero es mi primer hechizo por ti,
y eso ya lo hace especial.
Cuando lo lleves, quiero que pienses que, aunque la magia se disuelva con el amanecer,
el deseo con el que lo hice —que estés a salvo, que vuelvas—
ese no se rompe.
Ni con el tiempo.
Ni con nada.
🩷
Hoy he intentado hacer algo por ti.
Un hechizo de los que me enseñó mamá Ayane —uno de los más simples, el número cinco del grimorio—:
“Pétalo Guardián”, un pequeño conjuro de protección.
Solo debía usar un pétalo de rosa, de lirio o de narciso…
pero no pude.
En cambio, fui al jardín secreto Ishtar, donde el aire siempre huele a luna recién nacida.
Bajo nuestro árbol de sakura —el que florece incluso cuando el tiempo duerme—, encontré un pétalo caído sobre el estanque.
Tan suave, tan perfecto…
y pensé que no había flor más nuestra que esa.
Así que lo tomé entre mis dedos, preparé el sello de cera y recité las palabras en Tharésh’Kael:
> “Florin serha, kael’nah trov…”
La voz me tembló.
Por un momento creí que no funcionaría,
pero el pétalo comenzó a brillar, primero con una luz leve, casi un suspiro,
y luego más intensa, como si me respondiera.
No sé si fue suerte o si el sakura quiso ayudarme.
Lo guardé dentro de un pequeño colgante de cristal,
con un hilo de plata y una gota de mi propia sangre —solo una, para sellar la intención—.
No creo que dure más de un día, ni que te proteja de algo realmente peligroso…
pero es mi primer hechizo por ti,
y eso ya lo hace especial.
Cuando lo lleves, quiero que pienses que, aunque la magia se disuelva con el amanecer,
el deseo con el que lo hice —que estés a salvo, que vuelvas—
ese no se rompe.
Ni con el tiempo.
Ni con nada.
🩷
Ryu…
Hoy he intentado hacer algo por ti.
Un hechizo de los que me enseñó mamá Ayane —uno de los más simples, el número cinco del grimorio—:
“Pétalo Guardián”, un pequeño conjuro de protección.
Solo debía usar un pétalo de rosa, de lirio o de narciso…
pero no pude.
En cambio, fui al jardín secreto Ishtar, donde el aire siempre huele a luna recién nacida.
Bajo nuestro árbol de sakura —el que florece incluso cuando el tiempo duerme—, encontré un pétalo caído sobre el estanque.
Tan suave, tan perfecto…
y pensé que no había flor más nuestra que esa.
Así que lo tomé entre mis dedos, preparé el sello de cera y recité las palabras en Tharésh’Kael:
> “Florin serha, kael’nah trov…”
La voz me tembló.
Por un momento creí que no funcionaría,
pero el pétalo comenzó a brillar, primero con una luz leve, casi un suspiro,
y luego más intensa, como si me respondiera.
No sé si fue suerte o si el sakura quiso ayudarme.
Lo guardé dentro de un pequeño colgante de cristal,
con un hilo de plata y una gota de mi propia sangre —solo una, para sellar la intención—.
No creo que dure más de un día, ni que te proteja de algo realmente peligroso…
pero es mi primer hechizo por ti,
y eso ya lo hace especial.
Cuando lo lleves, quiero que pienses que, aunque la magia se disuelva con el amanecer,
el deseo con el que lo hice —que estés a salvo, que vuelvas—
ese no se rompe.
Ni con el tiempo.
Ni con nada.
🩷

