• The first mistake
    Fandom Marvel | OC
    Categoría Drama
    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝚂𝚃𝙰𝚁𝚃𝙴𝚁 𝚙𝚊𝚛𝚊
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⚆ ⸻「 𝐴𝑵𝑮𝑬𝑳𝑰𝑸𝑼𝑬 𝐁𝐀𝐊𝐄𝐑 」


    Aun le parecía asombroso el momento en que Angelique había accedido tan rápidamente a ser su acompañante en aquella fiesta. Lo cierto es que habría apostado toda su fortuna a que la joven rechazaría su oferta. Y hubiera perdido todo encantado de la vida solo por la posibilidad de llevar del brazo a esa mujer.

    La idea siguió haciéndosele totalmente ficticia durante las dos semanas siguientes, siempre esperando que ella se echara para atrás en el ultimo momento. Pero eso no pasó. Incluso se la veia animada hablando de las posibilidades de aquella fiesta, de las personas invitadas, de lo que supondría ese premio. Casi parecía que ella estaba mas entusiasmada que él. Le gustaba tanto aquella versión de Angelique, la que podía pasarse horas en pijama en su sofá hablando con él de cualquier cosa. La que se quedaba dormida apoyada en su hombro mientras veían una película cutre en la tele, la que le dejaba el desayuno en el hospital y alguna vez lo había esperado a la salida. Incluso una vez había sido el propio Stephen quien había esperado a la joven enfrente de la facultad para llevarla al teatro, a su palco privado.

    Le gustaba verla sonreír, divertirse, y le gustaba ver como poco a poco aquellos ojos recuperaban la luz que creían haber perdido. Pero no solo ella había cambiado, él tambien lo había hecho. Estaba más contento en el trabajo, más dicharachero y había reducido en un quince por ciento sus comentarios sardónicos en el trabajo. Algo era algo. Incluso Wong había notado aquel cambio cuando Strange se pasaba por Kamar-Taj para formar a los nuevos hechiceros.

    -Estás contento -le dijo mientras regresaban al Sancto Sanctorum.

    -¿Preguntas o afirmas? -preguntó Strange mientras atravesaba el portal y sus botas de piel eran sustituidas por su habitual par de zapatos oscuros. Al mismo tiempo su traje de Hechicero era sustituido por su traje de camisa, chaqueta y pantalón.

    -Es interesante… Como ver un unicornio o algo asi…- respondió Wong.

    -¿Temes que vaya a salir corriendo? -preguntó Strange mientras revisaba su teléfono móvil donde se le confirmaba el pedido que había hecho. Sabia que An no tenia demasiado qué ponerse para aquella gala asi que se había tomado la molestia de elegir con ella un vestido con el que se sintiera comoda. Aquella invitación era cosa suya asi que no iba a dejar que la joven se gastara un solo dólar.

    -Temo el momento en que todo te explote en la cara…- contestó Wong.

    El aviso en su email decía que el paquete había sido entregado aquella mañana asi que Stephen sonrió, ignorando el comentario de su colega.

    -Gracias por el optimismo, Wong…- comentó mientras tecleaba un mensaje para Angelique.

    Aquella noche la llevaría del brazo hasta uno de los hoteles más prestigiosos del país donde se llevaba a cabo aquel evento, y prácticamente seria la primera vez que An pisara el mundo real lejos de su facultad.

    : Te recojo dentro de una hora, estoy deseando verte

    Después de aquello, Strange creó un portal que lo llevó directo a su propio apartamento donde usó aquella hora para ducharse, ponerse un traje elegante recién comprado -y bastante caro además- y adecentarse mientras repetía mentalmente su discurso como ganador y su ponencia sobre el avance médico por el cual iban a premiarlo.

    Para cuando terminó le sobraban diez minutos asi que decidió bajar a por el coche y colocarlo enfrente del portal del edificio desde donde envió un nuevo mensaje para An.

    : Su carruaje espera, señorita Baker. Estoy abajo.
    ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝚂𝚃𝙰𝚁𝚃𝙴𝚁 𝚙𝚊𝚛𝚊 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⚆ [theblackswxn] ㅤ Aun le parecía asombroso el momento en que Angelique había accedido tan rápidamente a ser su acompañante en aquella fiesta. Lo cierto es que habría apostado toda su fortuna a que la joven rechazaría su oferta. Y hubiera perdido todo encantado de la vida solo por la posibilidad de llevar del brazo a esa mujer. La idea siguió haciéndosele totalmente ficticia durante las dos semanas siguientes, siempre esperando que ella se echara para atrás en el ultimo momento. Pero eso no pasó. Incluso se la veia animada hablando de las posibilidades de aquella fiesta, de las personas invitadas, de lo que supondría ese premio. Casi parecía que ella estaba mas entusiasmada que él. Le gustaba tanto aquella versión de Angelique, la que podía pasarse horas en pijama en su sofá hablando con él de cualquier cosa. La que se quedaba dormida apoyada en su hombro mientras veían una película cutre en la tele, la que le dejaba el desayuno en el hospital y alguna vez lo había esperado a la salida. Incluso una vez había sido el propio Stephen quien había esperado a la joven enfrente de la facultad para llevarla al teatro, a su palco privado. Le gustaba verla sonreír, divertirse, y le gustaba ver como poco a poco aquellos ojos recuperaban la luz que creían haber perdido. Pero no solo ella había cambiado, él tambien lo había hecho. Estaba más contento en el trabajo, más dicharachero y había reducido en un quince por ciento sus comentarios sardónicos en el trabajo. Algo era algo. Incluso Wong había notado aquel cambio cuando Strange se pasaba por Kamar-Taj para formar a los nuevos hechiceros. -Estás contento -le dijo mientras regresaban al Sancto Sanctorum. -¿Preguntas o afirmas? -preguntó Strange mientras atravesaba el portal y sus botas de piel eran sustituidas por su habitual par de zapatos oscuros. Al mismo tiempo su traje de Hechicero era sustituido por su traje de camisa, chaqueta y pantalón. -Es interesante… Como ver un unicornio o algo asi…- respondió Wong. -¿Temes que vaya a salir corriendo? -preguntó Strange mientras revisaba su teléfono móvil donde se le confirmaba el pedido que había hecho. Sabia que An no tenia demasiado qué ponerse para aquella gala asi que se había tomado la molestia de elegir con ella un vestido con el que se sintiera comoda. Aquella invitación era cosa suya asi que no iba a dejar que la joven se gastara un solo dólar. -Temo el momento en que todo te explote en la cara…- contestó Wong. El aviso en su email decía que el paquete había sido entregado aquella mañana asi que Stephen sonrió, ignorando el comentario de su colega. -Gracias por el optimismo, Wong…- comentó mientras tecleaba un mensaje para Angelique. Aquella noche la llevaría del brazo hasta uno de los hoteles más prestigiosos del país donde se llevaba a cabo aquel evento, y prácticamente seria la primera vez que An pisara el mundo real lejos de su facultad. 📱 💬: Te recojo dentro de una hora, estoy deseando verte Después de aquello, Strange creó un portal que lo llevó directo a su propio apartamento donde usó aquella hora para ducharse, ponerse un traje elegante recién comprado -y bastante caro además- y adecentarse mientras repetía mentalmente su discurso como ganador y su ponencia sobre el avance médico por el cual iban a premiarlo. Para cuando terminó le sobraban diez minutos asi que decidió bajar a por el coche y colocarlo enfrente del portal del edificio desde donde envió un nuevo mensaje para An. 📱 💬: Su carruaje espera, señorita Baker. Estoy abajo.
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  • ¡Un regalo! ¡No esperaba recibir nada! ¡Gracias Danny Bishop! Hará juego con el que ya llevo. Es precioso. No tenias porqué


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #HappyBirthdayAngelique
    ¡Un regalo! ¡No esperaba recibir nada! ¡Gracias [qtwarlock]! Hará juego con el que ya llevo. Es precioso. No tenias porqué #Personajes3D #3D #Comunidad3D #HappyBirthdayAngelique
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  • Guess Who...!

    —Hoy es su cumpleaños y, no es que ya lleve la cuenta ni nada de eso después de los siglos pero lo cierto es que está tan entusiasmada que le está costando trabajo conciliar el sueño—

    #HappyBirthdayAngelique

    #3D #Personajes3D #Comunidad3D
    Guess Who...! —Hoy es su cumpleaños y, no es que ya lleve la cuenta ni nada de eso después de los siglos pero lo cierto es que está tan entusiasmada que le está costando trabajo conciliar el sueño— #HappyBirthdayAngelique #3D #Personajes3D #Comunidad3D
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  • ㅤ𝚂𝚃𝙰𝚁𝚃𝙴𝚁 𝚙𝚊𝚛𝚊
    ㅤㅤㅤ ⸻「 𝐒𝐓𝐄𝐏𝐇𝐄𝐍 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐍𝐆𝐄





    Dos días después, Angelique Baker despertó del letargo sueño. Las imágenes pasaban por su mente como truenos, relámpagos que iluminaban su memoria haciéndole recordar en pequeños fragmentos lo que había sucedido hacía ya cuarenta y ocho horas. Lo único que le dijo que todo aquello que ahora se proyectaba fugaz y violentamente en su mente era real, fue el traje aún ceñido a su piel. Lo tocó, lo memorizó con la yema de sus dedos siguiendo su figura. Aquello era suyo. Y de nadie más.

    Cuando por fin pudo recobrar el sentido y darle respuestas a todo cuanto había acontecido, Angelique supo que lo que había hecho era incluso más grande de lo que tenía previsto. Pudo sentirlo, un cambio en su cuerpo, en sus músculos, en su fuerza. Su vientre se había marcado sutilmente. Los trazos de sus abdominales de pronto se reflejaban en la imagen que le devolvía el espejo. ¿En qué momento había sucedido aquello? ¿Había acaso su cuerpo estado cosechando todo aquello en aquellas horas?
    Al parecer sí. Y aquello la hizo comprender que debía continuar con lo que había conseguido, sin olvidar por qué lo había hecho.

    Durante aquellos días, Angelique había estado experimentando con su propio cuerpo y el poder que el elixir junto a la fórmula le habían otorgado. Sin embargo, la telequinesis no era algo sencillo de dominar, por supuesto. Inyectar el contenido del frasco en su cuerpo no la convertiría en aquello que ansiaba simplemente porque sí. Requería de cierta práctica, de conocimiento, de perfeccionamiento. Así que, el apartamento de Baker se convirtió aquellos días en una continua fiesta de crujidos, chasquidos, estruendos y bullicio. Un escándalo constante que Strange no pudo evadir.
    Día tras día la escuchaba y su ceño se fruncía curioso cuando los sonidos que se percibían sutilmente a través del suelo de su apartamento. Era cuanto menos curiosa la escena del hechicero luchando contra sus propios impulsos de querer saber qué acontecía bajo sus pies. Pero se había prometido no hacerlo, ¿verdad? El mismo día que le pidió a aquel chico que vigilara los movimientos de su vecina, semanas antes de aquello.


    Strange había vuelto de Kamar-Taj con una idea en claro; proteger a aquella muchacha costara lo que costase. Sin embargo, a medida que iba acercándose al edificio en el que se encontraba su apartamento, la sensación comenzó a ser distinta. No supo por qué su cabeza se estaba centrando tanto en aquel momento en recordarle todas las ocasiones en las que ella había rechazado su ayuda y le había pedido que se alejara. ¿Por qué simplemente no podía hacerle caso? ¿Era tal su ego que siempre pretendía tener la razón incluso cuando tal vez ni siquiera la tenía? ¿Acaso… todo lo que había sucedido, su accidente, su nueva labor como Hechicero Supremo, no lo había hecho cambiar? Dejar atrás aquel Stephen Strange pedante que creía que lo sabía todo, que trabajaba solo, que decidía por él y por los demás sin tener en cuenta qué quisiera el resto. No… él ya no era eso.

    Vestido ya con ropa formal Strange atravesó la puerta hacia la entrada principal del edificio. Ahí estaba ese chico, saludándole con una sonrisa.
    —Bienvenido, Sr. Strange. ¡S-Stephen! —se corrigió inmediatamente.
    El hechicero lo miró con una sonrisa forzada a causa de tantos pensamientos contradiciéndose en su mente, y se acercó hasta él. No fue pues una casualidad que Tyler comenzara a explicarle todo lo que sabía sobre ella en ese breve espacio de tiempo.
    —Volvió no hace mucho. Tenía… mal aspecto-
    —Oye, chico…
    Pero Tyler lo interrumpió, siguiendo con su explicación.
    —Era como si estuviera muy cansada. Y apenas hacía unas horas que había salido, lo cual es extraño porque ella no suele llegar a casa tan temprano. Al menos normalmente. No es que yo me haya fijado demasiado. No hasta que usted me lo pidió, claro.

    El chico hablaba rápidamente, frenético. Emocionado porque alguien hubiera contado con él para algo interesante y tan emocionante como le parecía aquello. Sin embargo… no iba a durar mucho tiempo.
    Strange lo miró con un gesto compasivo, viendo a través de aquella veloz forma de expresarse, la ilusión que tenía el joven.

    —Escucha…
    —Tyler —le recordó emocionado.
    —Tyler… Si ves… algo extraño en ella-
    —Se lo diré.
    —No.
    —¿No?
    —No…

    ¿Y era pues esa la decisión acertada? Una parte de él le decía que no, pero la otra…
    Strange se despidió del chico con una sonrisa apagada y volvió a su apartamento.
    Y era demasiado extraño todo aquello de no poder apartar ni un solo segundo el pensamiento de su mente, no poder apartarla a ella. A sus recuerdos. Los pocos que habían compartido. ¿Qué intentaba decirle su subconsciente? ¿Estaba siendo racional o solo intentaba proteger a aquella chica por haberla visto rota y desamparada? ¿Era su deber moral, o el despreciable instinto de superhéroe por querer siempre ser el protagonista de otra vida?

    En ese mismo punto se encontraba en aquel momento, cuando el sonido de los muebles atravesando el salón de la contraria no lo dejaron disfrutar de su lectura diaria. Strange dejó el libro sobre la mesa de la cocina y caminó hacia la puerta, dispuesto a abrirla y bajar al piso de abajo para enfrentarla, como lo hizo la primera vez que…
    Y de nuevo aquel tirón en el vientre, esa… señal que le indicaba todo lo contrario a lo que había decidido. El hechicero apretó los puños y dio media vuelta hacia la espaciosa cocina. Agarró el libro y esta vez, se sentó en el sofá para leerlo.

    Pero cada vez eran más las cosas que se escuchaban ahí abajo, y con el transcurso de los días el impulso de bajar y averiguar qué estaba sucediendo pudo con él. ¿En qué momento se encontró a sí mismo tumbado sobre el suelo de su apartamento, con la mejilla y la oreja contra el parqué? Una imagen ridícula que acompañó a muchas, muchas más durante aquella semana.
    Mientras preparaba el té, mientras cocinaba, mientras veía la televisión, o contemplaba las vistas de la ciudad con una copa de vino… Los ruidos en el piso inferior volvían a reproducirse. Contenerse estaba siendo todo un reto. Sus dedos le pedían moverse ansiosamente para formar un portal que comunicara con el salón contrario y poder ver así a través de él. Como un espía, como un…
    No. Él no era nada de eso. Se mantendría firme. Como siempre lo había hecho.


    Un jueves por la noche, cuando por fin parecía haberse desecho momentáneamente del pensamiento de que algo extraño acontecía bajo su apartamento, Strange se dirigía hacia el ascensor para asistir a un evento importante. En su mente sólo había espacio para eso en aquel momento. Una sonrisa satisfecha mientras se ajustaba la corbata ensayando previamente su discurso en su cabeza se encontraba cuando uno de los ruidos más fuertes hasta el momento lo sobresaltaron. Y por supuesto, venía del piso inferior. Frunció el ceño, arrugó la frente y sus dedos se despegaron lentamente del nudo de la corbata recién acomodado. Su mirada descendió hacia sus pies. No supo en qué momento éstos decidieron moverse por sí solos y bajar las escaleras, colocándose sobre el felpudo de la Srta. Baker.




    Abrumada por la situación, Angelique respiraba pesadamente tras haber logrado por primera vez levantar el pesado sofá del apartamento y moverlo a su antojo, sin siquiera tocarlo, sin mover ni un solo dedo. Los mechones de su frente se agitaron junto a sus jadeos emocionados, un “lo he conseguido. Lo he logrado” pareció esbozarse en su sonrisa.
    Pero entonces, un tirón en su vientre la hizo girarse de golpe hacia el recibidor, como si pudiera… sentir…

    ¿En qué momento se encontraban los dos pegados a la madera de la puerta de su apartamento? Él fuera, y ella dentro, sin saber que los dos tenían la misma intención: mirar a través de una mirilla imaginaria.

    Conectados.
    ㅤ𝚂𝚃𝙰𝚁𝚃𝙴𝚁 𝚙𝚊𝚛𝚊 ㅤㅤㅤ ⸻「 [MxgicalHands] 」 Dos días después, Angelique Baker despertó del letargo sueño. Las imágenes pasaban por su mente como truenos, relámpagos que iluminaban su memoria haciéndole recordar en pequeños fragmentos lo que había sucedido hacía ya cuarenta y ocho horas. Lo único que le dijo que todo aquello que ahora se proyectaba fugaz y violentamente en su mente era real, fue el traje aún ceñido a su piel. Lo tocó, lo memorizó con la yema de sus dedos siguiendo su figura. Aquello era suyo. Y de nadie más. Cuando por fin pudo recobrar el sentido y darle respuestas a todo cuanto había acontecido, Angelique supo que lo que había hecho era incluso más grande de lo que tenía previsto. Pudo sentirlo, un cambio en su cuerpo, en sus músculos, en su fuerza. Su vientre se había marcado sutilmente. Los trazos de sus abdominales de pronto se reflejaban en la imagen que le devolvía el espejo. ¿En qué momento había sucedido aquello? ¿Había acaso su cuerpo estado cosechando todo aquello en aquellas horas? Al parecer sí. Y aquello la hizo comprender que debía continuar con lo que había conseguido, sin olvidar por qué lo había hecho. Durante aquellos días, Angelique había estado experimentando con su propio cuerpo y el poder que el elixir junto a la fórmula le habían otorgado. Sin embargo, la telequinesis no era algo sencillo de dominar, por supuesto. Inyectar el contenido del frasco en su cuerpo no la convertiría en aquello que ansiaba simplemente porque sí. Requería de cierta práctica, de conocimiento, de perfeccionamiento. Así que, el apartamento de Baker se convirtió aquellos días en una continua fiesta de crujidos, chasquidos, estruendos y bullicio. Un escándalo constante que Strange no pudo evadir. Día tras día la escuchaba y su ceño se fruncía curioso cuando los sonidos que se percibían sutilmente a través del suelo de su apartamento. Era cuanto menos curiosa la escena del hechicero luchando contra sus propios impulsos de querer saber qué acontecía bajo sus pies. Pero se había prometido no hacerlo, ¿verdad? El mismo día que le pidió a aquel chico que vigilara los movimientos de su vecina, semanas antes de aquello. Strange había vuelto de Kamar-Taj con una idea en claro; proteger a aquella muchacha costara lo que costase. Sin embargo, a medida que iba acercándose al edificio en el que se encontraba su apartamento, la sensación comenzó a ser distinta. No supo por qué su cabeza se estaba centrando tanto en aquel momento en recordarle todas las ocasiones en las que ella había rechazado su ayuda y le había pedido que se alejara. ¿Por qué simplemente no podía hacerle caso? ¿Era tal su ego que siempre pretendía tener la razón incluso cuando tal vez ni siquiera la tenía? ¿Acaso… todo lo que había sucedido, su accidente, su nueva labor como Hechicero Supremo, no lo había hecho cambiar? Dejar atrás aquel Stephen Strange pedante que creía que lo sabía todo, que trabajaba solo, que decidía por él y por los demás sin tener en cuenta qué quisiera el resto. No… él ya no era eso. Vestido ya con ropa formal Strange atravesó la puerta hacia la entrada principal del edificio. Ahí estaba ese chico, saludándole con una sonrisa. —Bienvenido, Sr. Strange. ¡S-Stephen! —se corrigió inmediatamente. El hechicero lo miró con una sonrisa forzada a causa de tantos pensamientos contradiciéndose en su mente, y se acercó hasta él. No fue pues una casualidad que Tyler comenzara a explicarle todo lo que sabía sobre ella en ese breve espacio de tiempo. —Volvió no hace mucho. Tenía… mal aspecto- —Oye, chico… Pero Tyler lo interrumpió, siguiendo con su explicación. —Era como si estuviera muy cansada. Y apenas hacía unas horas que había salido, lo cual es extraño porque ella no suele llegar a casa tan temprano. Al menos normalmente. No es que yo me haya fijado demasiado. No hasta que usted me lo pidió, claro. El chico hablaba rápidamente, frenético. Emocionado porque alguien hubiera contado con él para algo interesante y tan emocionante como le parecía aquello. Sin embargo… no iba a durar mucho tiempo. Strange lo miró con un gesto compasivo, viendo a través de aquella veloz forma de expresarse, la ilusión que tenía el joven. —Escucha… —Tyler —le recordó emocionado. —Tyler… Si ves… algo extraño en ella- —Se lo diré. —No. —¿No? —No… ¿Y era pues esa la decisión acertada? Una parte de él le decía que no, pero la otra… Strange se despidió del chico con una sonrisa apagada y volvió a su apartamento. Y era demasiado extraño todo aquello de no poder apartar ni un solo segundo el pensamiento de su mente, no poder apartarla a ella. A sus recuerdos. Los pocos que habían compartido. ¿Qué intentaba decirle su subconsciente? ¿Estaba siendo racional o solo intentaba proteger a aquella chica por haberla visto rota y desamparada? ¿Era su deber moral, o el despreciable instinto de superhéroe por querer siempre ser el protagonista de otra vida? En ese mismo punto se encontraba en aquel momento, cuando el sonido de los muebles atravesando el salón de la contraria no lo dejaron disfrutar de su lectura diaria. Strange dejó el libro sobre la mesa de la cocina y caminó hacia la puerta, dispuesto a abrirla y bajar al piso de abajo para enfrentarla, como lo hizo la primera vez que… Y de nuevo aquel tirón en el vientre, esa… señal que le indicaba todo lo contrario a lo que había decidido. El hechicero apretó los puños y dio media vuelta hacia la espaciosa cocina. Agarró el libro y esta vez, se sentó en el sofá para leerlo. Pero cada vez eran más las cosas que se escuchaban ahí abajo, y con el transcurso de los días el impulso de bajar y averiguar qué estaba sucediendo pudo con él. ¿En qué momento se encontró a sí mismo tumbado sobre el suelo de su apartamento, con la mejilla y la oreja contra el parqué? Una imagen ridícula que acompañó a muchas, muchas más durante aquella semana. Mientras preparaba el té, mientras cocinaba, mientras veía la televisión, o contemplaba las vistas de la ciudad con una copa de vino… Los ruidos en el piso inferior volvían a reproducirse. Contenerse estaba siendo todo un reto. Sus dedos le pedían moverse ansiosamente para formar un portal que comunicara con el salón contrario y poder ver así a través de él. Como un espía, como un… No. Él no era nada de eso. Se mantendría firme. Como siempre lo había hecho. Un jueves por la noche, cuando por fin parecía haberse desecho momentáneamente del pensamiento de que algo extraño acontecía bajo su apartamento, Strange se dirigía hacia el ascensor para asistir a un evento importante. En su mente sólo había espacio para eso en aquel momento. Una sonrisa satisfecha mientras se ajustaba la corbata ensayando previamente su discurso en su cabeza se encontraba cuando uno de los ruidos más fuertes hasta el momento lo sobresaltaron. Y por supuesto, venía del piso inferior. Frunció el ceño, arrugó la frente y sus dedos se despegaron lentamente del nudo de la corbata recién acomodado. Su mirada descendió hacia sus pies. No supo en qué momento éstos decidieron moverse por sí solos y bajar las escaleras, colocándose sobre el felpudo de la Srta. Baker. Abrumada por la situación, Angelique respiraba pesadamente tras haber logrado por primera vez levantar el pesado sofá del apartamento y moverlo a su antojo, sin siquiera tocarlo, sin mover ni un solo dedo. Los mechones de su frente se agitaron junto a sus jadeos emocionados, un “lo he conseguido. Lo he logrado” pareció esbozarse en su sonrisa. Pero entonces, un tirón en su vientre la hizo girarse de golpe hacia el recibidor, como si pudiera… sentir… ¿En qué momento se encontraban los dos pegados a la madera de la puerta de su apartamento? Él fuera, y ella dentro, sin saber que los dos tenían la misma intención: mirar a través de una mirilla imaginaria. Conectados.
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  • WHAT DO I DO
    Fandom GUARDIANS OF THE GALAXY
    Categoría Acción
    @icxheart1

    Aquella noche logró, extrañamente, conciliar el sueño. Y era extraño, puesto que normalmente le suponía todo un reto aquello de irse a dormir. Tenía demasiadas cosas en las que pensar como para que fuera sencillo. Y después de todo lo que había sucedido, de todo lo que representaba ese día en concreto, lo había conseguido. ¿Cómo? Era todo un misterio.

    Y es que, lo que Angelique no sabía, era que Nébula había estado observándola en silencio sin que ella lo supiera, vigilando su descanso, velando por él. No porque realmente le importaba si dormía o no, sino porque no podía sacarse de la cabeza qué era aquello que había sentido y que llevaba un tiempo sintiendo hacia ella. Ese cambio repentino en sus sentimientos, en la sensación que tenía cuando estaban cerca.

    Angelique también había cambiado. Incluso más qu ella. Pero el motivo aún era todo un misterio. No es que hablaran demasiado. Por no decir que no hablaban de nada.
    ¿Cómo hacerlo? Si parecía que cada vez que Angelique quería acercarse a la arpía, ésta le respondía con tanta frialdad.

    ...

    Secándose el pelo frente al espejo de las duchas se encontraba cuando Nébula abrió la puerta del lavabo, hallándola con una toalla al rededor del cuerpo. Angelique la miró en silencio.

    —Salimos en quince minutos —informó.
    Angelique asintió, y Nébula cerró la puerta.
    La castaña contempó su reflejo en el espejo, soltando un suspiro sin saber, que la arpía había hecho lo mismo tras la puerta, quedándose un segundo paralizada, dándole vueltas a eso mismo que parecía rondar la mente de la chica.
    @icxheart1 Aquella noche logró, extrañamente, conciliar el sueño. Y era extraño, puesto que normalmente le suponía todo un reto aquello de irse a dormir. Tenía demasiadas cosas en las que pensar como para que fuera sencillo. Y después de todo lo que había sucedido, de todo lo que representaba ese día en concreto, lo había conseguido. ¿Cómo? Era todo un misterio. Y es que, lo que Angelique no sabía, era que Nébula había estado observándola en silencio sin que ella lo supiera, vigilando su descanso, velando por él. No porque realmente le importaba si dormía o no, sino porque no podía sacarse de la cabeza qué era aquello que había sentido y que llevaba un tiempo sintiendo hacia ella. Ese cambio repentino en sus sentimientos, en la sensación que tenía cuando estaban cerca. Angelique también había cambiado. Incluso más qu ella. Pero el motivo aún era todo un misterio. No es que hablaran demasiado. Por no decir que no hablaban de nada. ¿Cómo hacerlo? Si parecía que cada vez que Angelique quería acercarse a la arpía, ésta le respondía con tanta frialdad. ... Secándose el pelo frente al espejo de las duchas se encontraba cuando Nébula abrió la puerta del lavabo, hallándola con una toalla al rededor del cuerpo. Angelique la miró en silencio. —Salimos en quince minutos —informó. Angelique asintió, y Nébula cerró la puerta. La castaña contempó su reflejo en el espejo, soltando un suspiro sin saber, que la arpía había hecho lo mismo tras la puerta, quedándose un segundo paralizada, dándole vueltas a eso mismo que parecía rondar la mente de la chica.
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  • 𝐛𝐮𝐭 𝐲𝐨𝐮 𝐜𝐚𝐧'𝐭 𝐩𝐫𝐞𝐯𝐞𝐧𝐭 𝐚 𝐰𝐚𝐯𝐞 𝑏𝑟𝑒𝑎𝑘𝑖𝑛𝑔 𝐨𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐬𝐚𝐧𝐝.
    Fandom Dr. Strange.
    Categoría Crossover
    𝐒𝐓𝐄𝐏𝐇𝐄𝐍 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐍𝐆𝐄

    ¿Se había fijado acaso ella alguna vez en las manos de alguien? ¿Se había fijado siquiera en las de Norman? No… Había muchas cosas de él que tenía memorizadas por sus propios antojos, pero sus manos no estaban en aquella lista. ¿Por qué entonces estaba soñando con las de Stephen Strange?

    Se había fijado en cómo se movían al realizar sus hechizos. Había estado considerablemente cerca de él aquellos días e incluso lo había acompañado al Sanctum Sanctorum, casi como su pupila. Lo había ayudado y había escuchado todo cuanto tenía que contarle y explicarle. Era algo que siempre le había gustado: que alguien con conocimientos superiores la ilustrara. Se había dado cuenta entonces de que aquello no era más que un… ¿fetiche? Tal vez. Le sucedió en Oscorp, con Osborn, y ahora… Ahora parecía estar sucediéndole con Stephen Strange.

    No se había dado cuenta, y no fue gracias a su inconsciencia que lo supo. A través de aquellos sueños que la despertaron agitada y con un extraño y dulce palpitar entre sus muslos. Ese cosquilleo la hizo comprender cosas que hasta el momento había pasado por alto. Y una de ellas fueron las manos del mago. Sus dedos moviéndose, sus nudillos, sus venas marcadas.

    Un suspiro que dejó caer como si fuera pesado. Tan pesado como aquella sensación de dulce agonía que la estaba presionando. Parpadeó despacio. Parecía que su cuerpo se había despertado incluso antes que ella misma. ¿Cómo podía estar sintiendo todo eso si apenas podía despegar los párpados?
    Tragó saliva y cometió el error de volver a cerrar los ojos, tumbándose sobre la cama.

    Las imágenes del hechicero no tardaron en acudir rápidamente a su llamado. El de su cuerpo. Podía ver su sonrisa pretenciosa, esa que tanto la sacaba de quicio y que ahora se le tornaba sumamente atractiva.

    ¿Pero por qué?… ¿Qué había pasado?

    Sin duda alguna las siestas se habían terminado.

    En seguida entendió por qué le habían parecido tan atractivos aquellos dedos y el pensamiento obsceno con el que lo había rescatado su mente.
    Ahora sí se levantó de golpe, como si pensar y sentir todo aquello en cierto modo la hiciera sentirse completamente culpable. Sucia. Indecente.

    Se levantó y se desperezó mientras se dirigía al salón, sentándose de golpe. Sus muslos apretándose en aquella caída no ayudaron a despegar aquellos pensamientos, y estaba empezando a preocuparse de que no desaparecieran nunca más. Que se quedaran ahí, estancados hasta que…

    —No.

    Se dijo así misma.

    —Es… un sueño. Las personas sueñan cosas que no tienen por qué significar nada. Llevas… mucho tiempo sin…

    Y su ceño se frunció. Las imágenes volvieron rápidamente, como una marea que al marcharse vuelve inevitablemente.
    El mar… Sí… Se sentía muy afín a cómo se sentía entre sus piernas.

    Tuvo que coger el aire para soltarlo muy despacio. Pero volver a cerrar los ojos no ayudaba en absoluto. Se desquició. Detestaba no poder controlar lo que pensaba, pero es que en realidad… ni siquiera lo estaba intentando. No quería apartarlo porque le estaba resultando placentero. Un juego peligroso que terminaría quemándola. ¿Pero la había asustado a ella alguna vez el fuego?…

    Procuró distraerse, pero aquello sólo duró unos minutos antes de que su mente caprichosa la antojara con un deseo. Subir al apartamento de arriba.
    Llamó a la puerta barajando cuál de los pretextos era el mejor y más creíble, y para cuando Strange abrió y ella se encontró con su confuso y curioso gesto (al no esperarla allí a esas horas).

    Ella se quedó con la boca abierta y una expresión de estar a punto de pedir algo. ¿Pero y los pretextos? ¿Se habían extinguido cuando le había mirado a la cara? Apretó los ojos, sintiéndose una estúpida, y finalmente dijo:

    —Me he quedado sin jengibre.

    Lo soltó de golpe, como si fuera algo imperdonable, como si acabara de confesar el peor de sus errores. Quedarse sin jengibre, qué barbaridad…

    Stephen la contempló con una sonrisa divertida a la par que extrañada. ¿Jengibre?… Pareció pensar. Pero por suerte para ella, él era el Señor de las Pócimas, de los mejunjes, de los ungüentos y las infusiones.
    No respondió, la invitó a pasar, apartándose del marco y extendiendo su brazo hacia el interior del apartamento. Esperó a que entrara y cerró tras ella la puerta.

    —¿Estás bien? —le preguntó mientras le daba la espalda, dirigiéndose hacia la cocina.

    Pero no… No lo estaba, y mucho menos lo estuvo cuando el aroma de su perfume se abandonó en el aire, esperando torturarla. Sus pupilas se dilataron, sus ojos se cerraron y sus labios se entreabrieron tomando un suspiro ansioso. ¿Qué le estaba pasando? ¿Desde cuando él la hacía sentir así?

    ¿Acaso lo había notado?… ¿Podía él sentir ese tipo de cosas?… Eso que la hacía sentir tan… ¿culpable?

    —M-m-e había quedado dormida.
    —¿Tú? ¿Dormida? —se miró el reloj—. Son las siete y media. Una siesta un poco larga, ¿no crees?
    —Un poco —y de haberse extendido un poco más, quizá hubiera llegado a tener un orgasmo. Aquel pensamiento la hizo apartar la mirada, avergonzada. Hacía mucho, mucho tiempo que no se ponía nerviosa delante de él. Delante de nadie.
    —Me alegra saber que has podido descansar. Y sin mi ayuda —alzó las cejas, como si aquello fuera lo realmente sorprendente.

    Ella no pudo evitar sonreír con sorna, negando.

    “Si tú supieras…”

    —Pues ya ves —se encogió de hombros, soltando el aire de golpe.
    Strange frunció el ceño, extrañado. La sentía rara, diferente. Como si no fuera… la misma. ¿Por qué parecía tan nerviosa?
    Se acercó a ella y le entregó lo que le había pedido. Pero era inevitable no fijarse en aquel rostro angelical de mirada ligeramente abstraída. Lo hizo curvar el gesto, inclinar ligeramente su cabeza, curioso. Aguzó la mirada.

    —¿Angelique? —le preguntó en un tono casi divertido, como si verla así le causara cierta gracia.

    Ella pareció despertar de la ensoñación, tomando rápidamente el jengibre en su mano.

    —G-gracias.
    —¿De verdad estás bien?
    —Sí. No me sientan bien las siestas.
    —Y que lo digas… —dijo casi para sí mismo—. ¿Para qué lo necesitas? —le preguntó, refiriéndose al jengibre.
    Ella lo miró, como si no le perteneciera, como si verdaderamente ni siquiera lo necesitara. No lo hacía, de hecho. Así que, su pregunta la dejó en blanco.
    —¿Sabes cómo se utiliza? —decidió preguntarle Strange ante su silencio. Atreviéndose a adivinar que la respuesta era un evidente “no”.
    —C-claro.
    El hechicero frunció el ceño, discrepando.
    —¿Quieres que te lo explique?
    ¿Explicárselo? ¿Y fomentar aquel fetiche?
    —¡No! —respondió rápidamente—. No. S-sé cómo se usa.
    —…De acuerdo… —respondió con precaución, como si sus reacciones más que sorprenderle empezaran a preocuparle.
    Angelique asintió torpemente y lo rodeó para marcharse. Pero entonces él tuvo que estirar su brazo y atrapar el suyo. El primer latigazo se instaló en su vientre, descendiendo. Su corazón pareció latir entonces en todas partes, sobretodo en la que menos deseaba… Cerró los ojos, apretándolos con fuerza, avergonzada. Se giró (o más bien él la hizo girarse), y extendió su mano libre hacia ella con la palma abierta hacia arriba. Hizo un movimiento demandante con sus dedos.

    Sus dedos.

    Oh no… Sus dedos.

    Volvió a cerrar los ojos y tragó saliva.
    Le estaba pidiendo de vuelta el jengibre. ¿Por qué? Porque no se fiaba de ella, claro. Era más que evidente que no tenía ni idea de para qué se usaba eso. Ella abrió la palma de su mano y él recuperó el ingrediente. Estaba dispuesto a preparar él mismo aquello que quería, pero primero necesitaba saber qué era.

    ¿No estaban demasiado cerca? Sí. Tanto que podía respirar su fragancia una vez más, desestabilizándose.

    Por dios, por qué he tenido que subir…

    Él aflojó el agarre de sus dedos, soltando su brazo.

    —¿Para qué querías el jengibre? —le preguntó suavemente. Ahora iba a resultar que su voz también causaba el mismo efecto. ¿O es que seguía soñando? ¿Estaba todavía en ese sueño? ¿Era por eso que todo en él parecía provocarla de manera inoportuna?
    Y qué error cometió al alzar la mirada hacia sus ojos, pues en seguida descendió hacia sus labios, evidenciando sus deseos.
    —Me he dejado el fuego encendido.

    Y corrió hacia la puerta, la abrió, y salió de allí tan pronto como pudo. Aprovechó entonces para respirar. Su pecho ascendía y descendía violentamente. En su mente se recolectaron todas aquellas imágenes. Sus manos, sus dedos, la forma en la que le había sostenido el brazo…
    Aún seguía tras la puerta del apartamento. Si a él se le ocurría simplemente abrir…

    ¿Y durante cuánto tiempo iba a estar así? ¿Acaso iba a soportarlo mucho tiempo? Ya había sentido algo similar una vez, y sabía que no podría, no aguantaría.
    Cerró los ojos, se dio la vuelta y sus nudillos llamaron a la puerta.

    Stephen apenas tardó en abrir. Ni siquiera se había movido, estaba completamente paralizado, sin entender qué acababa de pasar. Apenas lo estaba intentando procesar cuando la puerta sonó. Fue, la abrió y se la encontró ahí parada, mirándole con aquellos ojos celestes que le perforaban el alma. ¿Pero acaso no estaban sus pupilas demasiado dilatadas?…

    —No me lo digas, se te han olvidado las llaves dentro.

    Pero ella no respondió. Pareció centrarse en los ojos celestes del contrario, como si estuviera esperando el momento preciso, ese que le dictaba su cuerpo para lanzarse y actuar. Y así sucedió. En cuestión de unos segundos ella se acercó rauda hacia el hechicero besando sus labios con un ferviente deseo. Él apenas pudo corresponder aquel beso, al no esperarse que sucedería. Pero fue tal la necesidad que sintió en aquel contacto que su cuerpo reaccionó por él, correspondiéndola.
    [MxgicalHands] ¿Se había fijado acaso ella alguna vez en las manos de alguien? ¿Se había fijado siquiera en las de Norman? No… Había muchas cosas de él que tenía memorizadas por sus propios antojos, pero sus manos no estaban en aquella lista. ¿Por qué entonces estaba soñando con las de Stephen Strange? Se había fijado en cómo se movían al realizar sus hechizos. Había estado considerablemente cerca de él aquellos días e incluso lo había acompañado al Sanctum Sanctorum, casi como su pupila. Lo había ayudado y había escuchado todo cuanto tenía que contarle y explicarle. Era algo que siempre le había gustado: que alguien con conocimientos superiores la ilustrara. Se había dado cuenta entonces de que aquello no era más que un… ¿fetiche? Tal vez. Le sucedió en Oscorp, con Osborn, y ahora… Ahora parecía estar sucediéndole con Stephen Strange. No se había dado cuenta, y no fue gracias a su inconsciencia que lo supo. A través de aquellos sueños que la despertaron agitada y con un extraño y dulce palpitar entre sus muslos. Ese cosquilleo la hizo comprender cosas que hasta el momento había pasado por alto. Y una de ellas fueron las manos del mago. Sus dedos moviéndose, sus nudillos, sus venas marcadas. Un suspiro que dejó caer como si fuera pesado. Tan pesado como aquella sensación de dulce agonía que la estaba presionando. Parpadeó despacio. Parecía que su cuerpo se había despertado incluso antes que ella misma. ¿Cómo podía estar sintiendo todo eso si apenas podía despegar los párpados? Tragó saliva y cometió el error de volver a cerrar los ojos, tumbándose sobre la cama. Las imágenes del hechicero no tardaron en acudir rápidamente a su llamado. El de su cuerpo. Podía ver su sonrisa pretenciosa, esa que tanto la sacaba de quicio y que ahora se le tornaba sumamente atractiva. ¿Pero por qué?… ¿Qué había pasado? Sin duda alguna las siestas se habían terminado. En seguida entendió por qué le habían parecido tan atractivos aquellos dedos y el pensamiento obsceno con el que lo había rescatado su mente. Ahora sí se levantó de golpe, como si pensar y sentir todo aquello en cierto modo la hiciera sentirse completamente culpable. Sucia. Indecente. Se levantó y se desperezó mientras se dirigía al salón, sentándose de golpe. Sus muslos apretándose en aquella caída no ayudaron a despegar aquellos pensamientos, y estaba empezando a preocuparse de que no desaparecieran nunca más. Que se quedaran ahí, estancados hasta que… —No. Se dijo así misma. —Es… un sueño. Las personas sueñan cosas que no tienen por qué significar nada. Llevas… mucho tiempo sin… Y su ceño se frunció. Las imágenes volvieron rápidamente, como una marea que al marcharse vuelve inevitablemente. El mar… Sí… Se sentía muy afín a cómo se sentía entre sus piernas. Tuvo que coger el aire para soltarlo muy despacio. Pero volver a cerrar los ojos no ayudaba en absoluto. Se desquició. Detestaba no poder controlar lo que pensaba, pero es que en realidad… ni siquiera lo estaba intentando. No quería apartarlo porque le estaba resultando placentero. Un juego peligroso que terminaría quemándola. ¿Pero la había asustado a ella alguna vez el fuego?… Procuró distraerse, pero aquello sólo duró unos minutos antes de que su mente caprichosa la antojara con un deseo. Subir al apartamento de arriba. Llamó a la puerta barajando cuál de los pretextos era el mejor y más creíble, y para cuando Strange abrió y ella se encontró con su confuso y curioso gesto (al no esperarla allí a esas horas). Ella se quedó con la boca abierta y una expresión de estar a punto de pedir algo. ¿Pero y los pretextos? ¿Se habían extinguido cuando le había mirado a la cara? Apretó los ojos, sintiéndose una estúpida, y finalmente dijo: —Me he quedado sin jengibre. Lo soltó de golpe, como si fuera algo imperdonable, como si acabara de confesar el peor de sus errores. Quedarse sin jengibre, qué barbaridad… Stephen la contempló con una sonrisa divertida a la par que extrañada. ¿Jengibre?… Pareció pensar. Pero por suerte para ella, él era el Señor de las Pócimas, de los mejunjes, de los ungüentos y las infusiones. No respondió, la invitó a pasar, apartándose del marco y extendiendo su brazo hacia el interior del apartamento. Esperó a que entrara y cerró tras ella la puerta. —¿Estás bien? —le preguntó mientras le daba la espalda, dirigiéndose hacia la cocina. Pero no… No lo estaba, y mucho menos lo estuvo cuando el aroma de su perfume se abandonó en el aire, esperando torturarla. Sus pupilas se dilataron, sus ojos se cerraron y sus labios se entreabrieron tomando un suspiro ansioso. ¿Qué le estaba pasando? ¿Desde cuando él la hacía sentir así? ¿Acaso lo había notado?… ¿Podía él sentir ese tipo de cosas?… Eso que la hacía sentir tan… ¿culpable? —M-m-e había quedado dormida. —¿Tú? ¿Dormida? —se miró el reloj—. Son las siete y media. Una siesta un poco larga, ¿no crees? —Un poco —y de haberse extendido un poco más, quizá hubiera llegado a tener un orgasmo. Aquel pensamiento la hizo apartar la mirada, avergonzada. Hacía mucho, mucho tiempo que no se ponía nerviosa delante de él. Delante de nadie. —Me alegra saber que has podido descansar. Y sin mi ayuda —alzó las cejas, como si aquello fuera lo realmente sorprendente. Ella no pudo evitar sonreír con sorna, negando. “Si tú supieras…” —Pues ya ves —se encogió de hombros, soltando el aire de golpe. Strange frunció el ceño, extrañado. La sentía rara, diferente. Como si no fuera… la misma. ¿Por qué parecía tan nerviosa? Se acercó a ella y le entregó lo que le había pedido. Pero era inevitable no fijarse en aquel rostro angelical de mirada ligeramente abstraída. Lo hizo curvar el gesto, inclinar ligeramente su cabeza, curioso. Aguzó la mirada. —¿Angelique? —le preguntó en un tono casi divertido, como si verla así le causara cierta gracia. Ella pareció despertar de la ensoñación, tomando rápidamente el jengibre en su mano. —G-gracias. —¿De verdad estás bien? —Sí. No me sientan bien las siestas. —Y que lo digas… —dijo casi para sí mismo—. ¿Para qué lo necesitas? —le preguntó, refiriéndose al jengibre. Ella lo miró, como si no le perteneciera, como si verdaderamente ni siquiera lo necesitara. No lo hacía, de hecho. Así que, su pregunta la dejó en blanco. —¿Sabes cómo se utiliza? —decidió preguntarle Strange ante su silencio. Atreviéndose a adivinar que la respuesta era un evidente “no”. —C-claro. El hechicero frunció el ceño, discrepando. —¿Quieres que te lo explique? ¿Explicárselo? ¿Y fomentar aquel fetiche? —¡No! —respondió rápidamente—. No. S-sé cómo se usa. —…De acuerdo… —respondió con precaución, como si sus reacciones más que sorprenderle empezaran a preocuparle. Angelique asintió torpemente y lo rodeó para marcharse. Pero entonces él tuvo que estirar su brazo y atrapar el suyo. El primer latigazo se instaló en su vientre, descendiendo. Su corazón pareció latir entonces en todas partes, sobretodo en la que menos deseaba… Cerró los ojos, apretándolos con fuerza, avergonzada. Se giró (o más bien él la hizo girarse), y extendió su mano libre hacia ella con la palma abierta hacia arriba. Hizo un movimiento demandante con sus dedos. Sus dedos. Oh no… Sus dedos. Volvió a cerrar los ojos y tragó saliva. Le estaba pidiendo de vuelta el jengibre. ¿Por qué? Porque no se fiaba de ella, claro. Era más que evidente que no tenía ni idea de para qué se usaba eso. Ella abrió la palma de su mano y él recuperó el ingrediente. Estaba dispuesto a preparar él mismo aquello que quería, pero primero necesitaba saber qué era. ¿No estaban demasiado cerca? Sí. Tanto que podía respirar su fragancia una vez más, desestabilizándose. Por dios, por qué he tenido que subir… Él aflojó el agarre de sus dedos, soltando su brazo. —¿Para qué querías el jengibre? —le preguntó suavemente. Ahora iba a resultar que su voz también causaba el mismo efecto. ¿O es que seguía soñando? ¿Estaba todavía en ese sueño? ¿Era por eso que todo en él parecía provocarla de manera inoportuna? Y qué error cometió al alzar la mirada hacia sus ojos, pues en seguida descendió hacia sus labios, evidenciando sus deseos. —Me he dejado el fuego encendido. Y corrió hacia la puerta, la abrió, y salió de allí tan pronto como pudo. Aprovechó entonces para respirar. Su pecho ascendía y descendía violentamente. En su mente se recolectaron todas aquellas imágenes. Sus manos, sus dedos, la forma en la que le había sostenido el brazo… Aún seguía tras la puerta del apartamento. Si a él se le ocurría simplemente abrir… ¿Y durante cuánto tiempo iba a estar así? ¿Acaso iba a soportarlo mucho tiempo? Ya había sentido algo similar una vez, y sabía que no podría, no aguantaría. Cerró los ojos, se dio la vuelta y sus nudillos llamaron a la puerta. Stephen apenas tardó en abrir. Ni siquiera se había movido, estaba completamente paralizado, sin entender qué acababa de pasar. Apenas lo estaba intentando procesar cuando la puerta sonó. Fue, la abrió y se la encontró ahí parada, mirándole con aquellos ojos celestes que le perforaban el alma. ¿Pero acaso no estaban sus pupilas demasiado dilatadas?… —No me lo digas, se te han olvidado las llaves dentro. Pero ella no respondió. Pareció centrarse en los ojos celestes del contrario, como si estuviera esperando el momento preciso, ese que le dictaba su cuerpo para lanzarse y actuar. Y así sucedió. En cuestión de unos segundos ella se acercó rauda hacia el hechicero besando sus labios con un ferviente deseo. Él apenas pudo corresponder aquel beso, al no esperarse que sucedería. Pero fue tal la necesidad que sintió en aquel contacto que su cuerpo reaccionó por él, correspondiéndola.
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  • 𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐋𝐋𝐄𝐒; 𝟏𝟕𝟖𝟕

    En los opulentos salones del Palacio de Versalles, Angelique se encontraba ocupada ajustando los pliegues de la exquisita vestimenta de la reina. A pesar de la majestuosidad que la rodeaba, el ambiente estaba cargado de tensión debido a los rumores de disturbios que se propagaban por las calles de París. Angelique, siendo una de las ayudantes de cámara más cercanas y confidentes de la reina, decidió abordar el tema que estaba en la mente de todos.

    Con manos expertas, Angelique pasaba la aguja a través de la seda mientras murmuraba suavemente.

    -Vuestra Majestad, los rumores acerca de los disturbios en París parecen cada vez más inquietantes
    María Antonieta suspiró y giró la cabeza para mirar a Angelique con una mirada mezcla de preocupación y resignación.

    -Sí, Angelique, la situación es preocupante. Parece que el descontento en las calles está creciendo, y el pueblo clama por justicia y cambio.

    Angelique continuó con su tarea, eligiendo sus palabras con cuidado.

    -Vuestra Majestad, ¿creéis que hay alguna forma de apaciguar a la población y restaurar la calma en el reino?
    La reina dejó escapar un suspiro y miró por la ventana hacia los jardines del palacio.

    -Angelique, desearía poder encontrar una solución rápida y sencilla para esta crisis. Pero sé que las tensiones en el país son profundas y arraigadas. Hemos vivido en la opulencia mientras muchos de nuestros súbditos luchan por sobrevivir.

    -Sin embargo, Vuestra Majestad, vuestro corazón siempre ha estado con el pueblo. Tal vez podríais considerar alguna forma de acercaros a ellos, mostrarles que os importan sus dificultades- sugirió Angelique con un tono suave pero firme.
    María Antonieta miró a su amiga con gratitud.

    -Tienes razón, Angelique. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi pueblo sufre. Tal vez sería prudente organizar alguna forma de asistencia para los más necesitados, demostrarles que estamos dispuestos a escuchar sus demandas y trabajar juntos para encontrar soluciones.

    Angelique sonrió, sintiendo que sus palabras habían encontrado eco en el corazón de la reina.

    -Vuestra Majestad, el gesto no solo podría calmar las tensiones, sino también ganaros el apoyo y el respeto de aquellos que hoy se sienten desesperados.
    María Antonieta asintió lentamente, perdida en sus pensamientos.

    -Gracias, Angelique. Siempre has sido la voz de la razón y la compasión. Haré todo lo posible por enmendar las relaciones con el pueblo y trabajar hacia un futuro mejor para todos.

    Mientras las dos mujeres continuaban su conversación, las agujas seguían su baile sobre la tela, y en ese momento, se fortaleció aún más el vínculo entre la reina y su confidente. Juntas, intentarían enfrentar las adversidades que amenazaban con desgarrar el reino, demostrando que la empatía y la voluntad de cambio podrían prevalecer incluso en los tiempos más tumultuosos…
    𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐋𝐋𝐄𝐒; 𝟏𝟕𝟖𝟕 En los opulentos salones del Palacio de Versalles, Angelique se encontraba ocupada ajustando los pliegues de la exquisita vestimenta de la reina. A pesar de la majestuosidad que la rodeaba, el ambiente estaba cargado de tensión debido a los rumores de disturbios que se propagaban por las calles de París. Angelique, siendo una de las ayudantes de cámara más cercanas y confidentes de la reina, decidió abordar el tema que estaba en la mente de todos. Con manos expertas, Angelique pasaba la aguja a través de la seda mientras murmuraba suavemente. -Vuestra Majestad, los rumores acerca de los disturbios en París parecen cada vez más inquietantes María Antonieta suspiró y giró la cabeza para mirar a Angelique con una mirada mezcla de preocupación y resignación. -Sí, Angelique, la situación es preocupante. Parece que el descontento en las calles está creciendo, y el pueblo clama por justicia y cambio. Angelique continuó con su tarea, eligiendo sus palabras con cuidado. -Vuestra Majestad, ¿creéis que hay alguna forma de apaciguar a la población y restaurar la calma en el reino? La reina dejó escapar un suspiro y miró por la ventana hacia los jardines del palacio. -Angelique, desearía poder encontrar una solución rápida y sencilla para esta crisis. Pero sé que las tensiones en el país son profundas y arraigadas. Hemos vivido en la opulencia mientras muchos de nuestros súbditos luchan por sobrevivir. -Sin embargo, Vuestra Majestad, vuestro corazón siempre ha estado con el pueblo. Tal vez podríais considerar alguna forma de acercaros a ellos, mostrarles que os importan sus dificultades- sugirió Angelique con un tono suave pero firme. María Antonieta miró a su amiga con gratitud. -Tienes razón, Angelique. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi pueblo sufre. Tal vez sería prudente organizar alguna forma de asistencia para los más necesitados, demostrarles que estamos dispuestos a escuchar sus demandas y trabajar juntos para encontrar soluciones. Angelique sonrió, sintiendo que sus palabras habían encontrado eco en el corazón de la reina. -Vuestra Majestad, el gesto no solo podría calmar las tensiones, sino también ganaros el apoyo y el respeto de aquellos que hoy se sienten desesperados. María Antonieta asintió lentamente, perdida en sus pensamientos. -Gracias, Angelique. Siempre has sido la voz de la razón y la compasión. Haré todo lo posible por enmendar las relaciones con el pueblo y trabajar hacia un futuro mejor para todos. Mientras las dos mujeres continuaban su conversación, las agujas seguían su baile sobre la tela, y en ese momento, se fortaleció aún más el vínculo entre la reina y su confidente. Juntas, intentarían enfrentar las adversidades que amenazaban con desgarrar el reino, demostrando que la empatía y la voluntad de cambio podrían prevalecer incluso en los tiempos más tumultuosos…
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  • 𝗧𝗔𝗥𝗘𝗔𝗦 𝗣𝗘𝗡𝗗𝗜𝗘𝗡𝗧𝗘𝗦

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