ㅤ𝚂𝚃𝙰𝚁𝚃𝙴𝚁 𝚙𝚊𝚛𝚊
ㅤㅤㅤ ⸻「 𝐒𝐓𝐄𝐏𝐇𝐄𝐍 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐍𝐆𝐄 」
Dos días después, Angelique Baker despertó del letargo sueño. Las imágenes pasaban por su mente como truenos, relámpagos que iluminaban su memoria haciéndole recordar en pequeños fragmentos lo que había sucedido hacía ya cuarenta y ocho horas. Lo único que le dijo que todo aquello que ahora se proyectaba fugaz y violentamente en su mente era real, fue el traje aún ceñido a su piel. Lo tocó, lo memorizó con la yema de sus dedos siguiendo su figura. Aquello era suyo. Y de nadie más.
Cuando por fin pudo recobrar el sentido y darle respuestas a todo cuanto había acontecido, Angelique supo que lo que había hecho era incluso más grande de lo que tenía previsto. Pudo sentirlo, un cambio en su cuerpo, en sus músculos, en su fuerza. Su vientre se había marcado sutilmente. Los trazos de sus abdominales de pronto se reflejaban en la imagen que le devolvía el espejo. ¿En qué momento había sucedido aquello? ¿Había acaso su cuerpo estado cosechando todo aquello en aquellas horas?
Al parecer sí. Y aquello la hizo comprender que debía continuar con lo que había conseguido, sin olvidar por qué lo había hecho.
Durante aquellos días, Angelique había estado experimentando con su propio cuerpo y el poder que el elixir junto a la fórmula le habían otorgado. Sin embargo, la telequinesis no era algo sencillo de dominar, por supuesto. Inyectar el contenido del frasco en su cuerpo no la convertiría en aquello que ansiaba simplemente porque sí. Requería de cierta práctica, de conocimiento, de perfeccionamiento. Así que, el apartamento de Baker se convirtió aquellos días en una continua fiesta de crujidos, chasquidos, estruendos y bullicio. Un escándalo constante que Strange no pudo evadir.
Día tras día la escuchaba y su ceño se fruncía curioso cuando los sonidos que se percibían sutilmente a través del suelo de su apartamento. Era cuanto menos curiosa la escena del hechicero luchando contra sus propios impulsos de querer saber qué acontecía bajo sus pies. Pero se había prometido no hacerlo, ¿verdad? El mismo día que le pidió a aquel chico que vigilara los movimientos de su vecina, semanas antes de aquello.
Strange había vuelto de Kamar-Taj con una idea en claro; proteger a aquella muchacha costara lo que costase. Sin embargo, a medida que iba acercándose al edificio en el que se encontraba su apartamento, la sensación comenzó a ser distinta. No supo por qué su cabeza se estaba centrando tanto en aquel momento en recordarle todas las ocasiones en las que ella había rechazado su ayuda y le había pedido que se alejara. ¿Por qué simplemente no podía hacerle caso? ¿Era tal su ego que siempre pretendía tener la razón incluso cuando tal vez ni siquiera la tenía? ¿Acaso… todo lo que había sucedido, su accidente, su nueva labor como Hechicero Supremo, no lo había hecho cambiar? Dejar atrás aquel Stephen Strange pedante que creía que lo sabía todo, que trabajaba solo, que decidía por él y por los demás sin tener en cuenta qué quisiera el resto. No… él ya no era eso.
Vestido ya con ropa formal Strange atravesó la puerta hacia la entrada principal del edificio. Ahí estaba ese chico, saludándole con una sonrisa.
—Bienvenido, Sr. Strange. ¡S-Stephen! —se corrigió inmediatamente.
El hechicero lo miró con una sonrisa forzada a causa de tantos pensamientos contradiciéndose en su mente, y se acercó hasta él. No fue pues una casualidad que Tyler comenzara a explicarle todo lo que sabía sobre ella en ese breve espacio de tiempo.
—Volvió no hace mucho. Tenía… mal aspecto-
—Oye, chico…
Pero Tyler lo interrumpió, siguiendo con su explicación.
—Era como si estuviera muy cansada. Y apenas hacía unas horas que había salido, lo cual es extraño porque ella no suele llegar a casa tan temprano. Al menos normalmente. No es que yo me haya fijado demasiado. No hasta que usted me lo pidió, claro.
El chico hablaba rápidamente, frenético. Emocionado porque alguien hubiera contado con él para algo interesante y tan emocionante como le parecía aquello. Sin embargo… no iba a durar mucho tiempo.
Strange lo miró con un gesto compasivo, viendo a través de aquella veloz forma de expresarse, la ilusión que tenía el joven.
—Escucha…
—Tyler —le recordó emocionado.
—Tyler… Si ves… algo extraño en ella-
—Se lo diré.
—No.
—¿No?
—No…
¿Y era pues esa la decisión acertada? Una parte de él le decía que no, pero la otra…
Strange se despidió del chico con una sonrisa apagada y volvió a su apartamento.
Y era demasiado extraño todo aquello de no poder apartar ni un solo segundo el pensamiento de su mente, no poder apartarla a ella. A sus recuerdos. Los pocos que habían compartido. ¿Qué intentaba decirle su subconsciente? ¿Estaba siendo racional o solo intentaba proteger a aquella chica por haberla visto rota y desamparada? ¿Era su deber moral, o el despreciable instinto de superhéroe por querer siempre ser el protagonista de otra vida?
En ese mismo punto se encontraba en aquel momento, cuando el sonido de los muebles atravesando el salón de la contraria no lo dejaron disfrutar de su lectura diaria. Strange dejó el libro sobre la mesa de la cocina y caminó hacia la puerta, dispuesto a abrirla y bajar al piso de abajo para enfrentarla, como lo hizo la primera vez que…
Y de nuevo aquel tirón en el vientre, esa… señal que le indicaba todo lo contrario a lo que había decidido. El hechicero apretó los puños y dio media vuelta hacia la espaciosa cocina. Agarró el libro y esta vez, se sentó en el sofá para leerlo.
Pero cada vez eran más las cosas que se escuchaban ahí abajo, y con el transcurso de los días el impulso de bajar y averiguar qué estaba sucediendo pudo con él. ¿En qué momento se encontró a sí mismo tumbado sobre el suelo de su apartamento, con la mejilla y la oreja contra el parqué? Una imagen ridícula que acompañó a muchas, muchas más durante aquella semana.
Mientras preparaba el té, mientras cocinaba, mientras veía la televisión, o contemplaba las vistas de la ciudad con una copa de vino… Los ruidos en el piso inferior volvían a reproducirse. Contenerse estaba siendo todo un reto. Sus dedos le pedían moverse ansiosamente para formar un portal que comunicara con el salón contrario y poder ver así a través de él. Como un espía, como un…
No. Él no era nada de eso. Se mantendría firme. Como siempre lo había hecho.
Un jueves por la noche, cuando por fin parecía haberse desecho momentáneamente del pensamiento de que algo extraño acontecía bajo su apartamento, Strange se dirigía hacia el ascensor para asistir a un evento importante. En su mente sólo había espacio para eso en aquel momento. Una sonrisa satisfecha mientras se ajustaba la corbata ensayando previamente su discurso en su cabeza se encontraba cuando uno de los ruidos más fuertes hasta el momento lo sobresaltaron. Y por supuesto, venía del piso inferior. Frunció el ceño, arrugó la frente y sus dedos se despegaron lentamente del nudo de la corbata recién acomodado. Su mirada descendió hacia sus pies. No supo en qué momento éstos decidieron moverse por sí solos y bajar las escaleras, colocándose sobre el felpudo de la Srta. Baker.
Abrumada por la situación, Angelique respiraba pesadamente tras haber logrado por primera vez levantar el pesado sofá del apartamento y moverlo a su antojo, sin siquiera tocarlo, sin mover ni un solo dedo. Los mechones de su frente se agitaron junto a sus jadeos emocionados, un “lo he conseguido. Lo he logrado” pareció esbozarse en su sonrisa.
Pero entonces, un tirón en su vientre la hizo girarse de golpe hacia el recibidor, como si pudiera… sentir…
¿En qué momento se encontraban los dos pegados a la madera de la puerta de su apartamento? Él fuera, y ella dentro, sin saber que los dos tenían la misma intención: mirar a través de una mirilla imaginaria.
Conectados.
ㅤㅤㅤ ⸻「 𝐒𝐓𝐄𝐏𝐇𝐄𝐍 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐍𝐆𝐄 」
Dos días después, Angelique Baker despertó del letargo sueño. Las imágenes pasaban por su mente como truenos, relámpagos que iluminaban su memoria haciéndole recordar en pequeños fragmentos lo que había sucedido hacía ya cuarenta y ocho horas. Lo único que le dijo que todo aquello que ahora se proyectaba fugaz y violentamente en su mente era real, fue el traje aún ceñido a su piel. Lo tocó, lo memorizó con la yema de sus dedos siguiendo su figura. Aquello era suyo. Y de nadie más.
Cuando por fin pudo recobrar el sentido y darle respuestas a todo cuanto había acontecido, Angelique supo que lo que había hecho era incluso más grande de lo que tenía previsto. Pudo sentirlo, un cambio en su cuerpo, en sus músculos, en su fuerza. Su vientre se había marcado sutilmente. Los trazos de sus abdominales de pronto se reflejaban en la imagen que le devolvía el espejo. ¿En qué momento había sucedido aquello? ¿Había acaso su cuerpo estado cosechando todo aquello en aquellas horas?
Al parecer sí. Y aquello la hizo comprender que debía continuar con lo que había conseguido, sin olvidar por qué lo había hecho.
Durante aquellos días, Angelique había estado experimentando con su propio cuerpo y el poder que el elixir junto a la fórmula le habían otorgado. Sin embargo, la telequinesis no era algo sencillo de dominar, por supuesto. Inyectar el contenido del frasco en su cuerpo no la convertiría en aquello que ansiaba simplemente porque sí. Requería de cierta práctica, de conocimiento, de perfeccionamiento. Así que, el apartamento de Baker se convirtió aquellos días en una continua fiesta de crujidos, chasquidos, estruendos y bullicio. Un escándalo constante que Strange no pudo evadir.
Día tras día la escuchaba y su ceño se fruncía curioso cuando los sonidos que se percibían sutilmente a través del suelo de su apartamento. Era cuanto menos curiosa la escena del hechicero luchando contra sus propios impulsos de querer saber qué acontecía bajo sus pies. Pero se había prometido no hacerlo, ¿verdad? El mismo día que le pidió a aquel chico que vigilara los movimientos de su vecina, semanas antes de aquello.
Strange había vuelto de Kamar-Taj con una idea en claro; proteger a aquella muchacha costara lo que costase. Sin embargo, a medida que iba acercándose al edificio en el que se encontraba su apartamento, la sensación comenzó a ser distinta. No supo por qué su cabeza se estaba centrando tanto en aquel momento en recordarle todas las ocasiones en las que ella había rechazado su ayuda y le había pedido que se alejara. ¿Por qué simplemente no podía hacerle caso? ¿Era tal su ego que siempre pretendía tener la razón incluso cuando tal vez ni siquiera la tenía? ¿Acaso… todo lo que había sucedido, su accidente, su nueva labor como Hechicero Supremo, no lo había hecho cambiar? Dejar atrás aquel Stephen Strange pedante que creía que lo sabía todo, que trabajaba solo, que decidía por él y por los demás sin tener en cuenta qué quisiera el resto. No… él ya no era eso.
Vestido ya con ropa formal Strange atravesó la puerta hacia la entrada principal del edificio. Ahí estaba ese chico, saludándole con una sonrisa.
—Bienvenido, Sr. Strange. ¡S-Stephen! —se corrigió inmediatamente.
El hechicero lo miró con una sonrisa forzada a causa de tantos pensamientos contradiciéndose en su mente, y se acercó hasta él. No fue pues una casualidad que Tyler comenzara a explicarle todo lo que sabía sobre ella en ese breve espacio de tiempo.
—Volvió no hace mucho. Tenía… mal aspecto-
—Oye, chico…
Pero Tyler lo interrumpió, siguiendo con su explicación.
—Era como si estuviera muy cansada. Y apenas hacía unas horas que había salido, lo cual es extraño porque ella no suele llegar a casa tan temprano. Al menos normalmente. No es que yo me haya fijado demasiado. No hasta que usted me lo pidió, claro.
El chico hablaba rápidamente, frenético. Emocionado porque alguien hubiera contado con él para algo interesante y tan emocionante como le parecía aquello. Sin embargo… no iba a durar mucho tiempo.
Strange lo miró con un gesto compasivo, viendo a través de aquella veloz forma de expresarse, la ilusión que tenía el joven.
—Escucha…
—Tyler —le recordó emocionado.
—Tyler… Si ves… algo extraño en ella-
—Se lo diré.
—No.
—¿No?
—No…
¿Y era pues esa la decisión acertada? Una parte de él le decía que no, pero la otra…
Strange se despidió del chico con una sonrisa apagada y volvió a su apartamento.
Y era demasiado extraño todo aquello de no poder apartar ni un solo segundo el pensamiento de su mente, no poder apartarla a ella. A sus recuerdos. Los pocos que habían compartido. ¿Qué intentaba decirle su subconsciente? ¿Estaba siendo racional o solo intentaba proteger a aquella chica por haberla visto rota y desamparada? ¿Era su deber moral, o el despreciable instinto de superhéroe por querer siempre ser el protagonista de otra vida?
En ese mismo punto se encontraba en aquel momento, cuando el sonido de los muebles atravesando el salón de la contraria no lo dejaron disfrutar de su lectura diaria. Strange dejó el libro sobre la mesa de la cocina y caminó hacia la puerta, dispuesto a abrirla y bajar al piso de abajo para enfrentarla, como lo hizo la primera vez que…
Y de nuevo aquel tirón en el vientre, esa… señal que le indicaba todo lo contrario a lo que había decidido. El hechicero apretó los puños y dio media vuelta hacia la espaciosa cocina. Agarró el libro y esta vez, se sentó en el sofá para leerlo.
Pero cada vez eran más las cosas que se escuchaban ahí abajo, y con el transcurso de los días el impulso de bajar y averiguar qué estaba sucediendo pudo con él. ¿En qué momento se encontró a sí mismo tumbado sobre el suelo de su apartamento, con la mejilla y la oreja contra el parqué? Una imagen ridícula que acompañó a muchas, muchas más durante aquella semana.
Mientras preparaba el té, mientras cocinaba, mientras veía la televisión, o contemplaba las vistas de la ciudad con una copa de vino… Los ruidos en el piso inferior volvían a reproducirse. Contenerse estaba siendo todo un reto. Sus dedos le pedían moverse ansiosamente para formar un portal que comunicara con el salón contrario y poder ver así a través de él. Como un espía, como un…
No. Él no era nada de eso. Se mantendría firme. Como siempre lo había hecho.
Un jueves por la noche, cuando por fin parecía haberse desecho momentáneamente del pensamiento de que algo extraño acontecía bajo su apartamento, Strange se dirigía hacia el ascensor para asistir a un evento importante. En su mente sólo había espacio para eso en aquel momento. Una sonrisa satisfecha mientras se ajustaba la corbata ensayando previamente su discurso en su cabeza se encontraba cuando uno de los ruidos más fuertes hasta el momento lo sobresaltaron. Y por supuesto, venía del piso inferior. Frunció el ceño, arrugó la frente y sus dedos se despegaron lentamente del nudo de la corbata recién acomodado. Su mirada descendió hacia sus pies. No supo en qué momento éstos decidieron moverse por sí solos y bajar las escaleras, colocándose sobre el felpudo de la Srta. Baker.
Abrumada por la situación, Angelique respiraba pesadamente tras haber logrado por primera vez levantar el pesado sofá del apartamento y moverlo a su antojo, sin siquiera tocarlo, sin mover ni un solo dedo. Los mechones de su frente se agitaron junto a sus jadeos emocionados, un “lo he conseguido. Lo he logrado” pareció esbozarse en su sonrisa.
Pero entonces, un tirón en su vientre la hizo girarse de golpe hacia el recibidor, como si pudiera… sentir…
¿En qué momento se encontraban los dos pegados a la madera de la puerta de su apartamento? Él fuera, y ella dentro, sin saber que los dos tenían la misma intención: mirar a través de una mirilla imaginaria.
Conectados.
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ㅤㅤㅤ ⸻「 [MxgicalHands] 」
Dos días después, Angelique Baker despertó del letargo sueño. Las imágenes pasaban por su mente como truenos, relámpagos que iluminaban su memoria haciéndole recordar en pequeños fragmentos lo que había sucedido hacía ya cuarenta y ocho horas. Lo único que le dijo que todo aquello que ahora se proyectaba fugaz y violentamente en su mente era real, fue el traje aún ceñido a su piel. Lo tocó, lo memorizó con la yema de sus dedos siguiendo su figura. Aquello era suyo. Y de nadie más.
Cuando por fin pudo recobrar el sentido y darle respuestas a todo cuanto había acontecido, Angelique supo que lo que había hecho era incluso más grande de lo que tenía previsto. Pudo sentirlo, un cambio en su cuerpo, en sus músculos, en su fuerza. Su vientre se había marcado sutilmente. Los trazos de sus abdominales de pronto se reflejaban en la imagen que le devolvía el espejo. ¿En qué momento había sucedido aquello? ¿Había acaso su cuerpo estado cosechando todo aquello en aquellas horas?
Al parecer sí. Y aquello la hizo comprender que debía continuar con lo que había conseguido, sin olvidar por qué lo había hecho.
Durante aquellos días, Angelique había estado experimentando con su propio cuerpo y el poder que el elixir junto a la fórmula le habían otorgado. Sin embargo, la telequinesis no era algo sencillo de dominar, por supuesto. Inyectar el contenido del frasco en su cuerpo no la convertiría en aquello que ansiaba simplemente porque sí. Requería de cierta práctica, de conocimiento, de perfeccionamiento. Así que, el apartamento de Baker se convirtió aquellos días en una continua fiesta de crujidos, chasquidos, estruendos y bullicio. Un escándalo constante que Strange no pudo evadir.
Día tras día la escuchaba y su ceño se fruncía curioso cuando los sonidos que se percibían sutilmente a través del suelo de su apartamento. Era cuanto menos curiosa la escena del hechicero luchando contra sus propios impulsos de querer saber qué acontecía bajo sus pies. Pero se había prometido no hacerlo, ¿verdad? El mismo día que le pidió a aquel chico que vigilara los movimientos de su vecina, semanas antes de aquello.
Strange había vuelto de Kamar-Taj con una idea en claro; proteger a aquella muchacha costara lo que costase. Sin embargo, a medida que iba acercándose al edificio en el que se encontraba su apartamento, la sensación comenzó a ser distinta. No supo por qué su cabeza se estaba centrando tanto en aquel momento en recordarle todas las ocasiones en las que ella había rechazado su ayuda y le había pedido que se alejara. ¿Por qué simplemente no podía hacerle caso? ¿Era tal su ego que siempre pretendía tener la razón incluso cuando tal vez ni siquiera la tenía? ¿Acaso… todo lo que había sucedido, su accidente, su nueva labor como Hechicero Supremo, no lo había hecho cambiar? Dejar atrás aquel Stephen Strange pedante que creía que lo sabía todo, que trabajaba solo, que decidía por él y por los demás sin tener en cuenta qué quisiera el resto. No… él ya no era eso.
Vestido ya con ropa formal Strange atravesó la puerta hacia la entrada principal del edificio. Ahí estaba ese chico, saludándole con una sonrisa.
—Bienvenido, Sr. Strange. ¡S-Stephen! —se corrigió inmediatamente.
El hechicero lo miró con una sonrisa forzada a causa de tantos pensamientos contradiciéndose en su mente, y se acercó hasta él. No fue pues una casualidad que Tyler comenzara a explicarle todo lo que sabía sobre ella en ese breve espacio de tiempo.
—Volvió no hace mucho. Tenía… mal aspecto-
—Oye, chico…
Pero Tyler lo interrumpió, siguiendo con su explicación.
—Era como si estuviera muy cansada. Y apenas hacía unas horas que había salido, lo cual es extraño porque ella no suele llegar a casa tan temprano. Al menos normalmente. No es que yo me haya fijado demasiado. No hasta que usted me lo pidió, claro.
El chico hablaba rápidamente, frenético. Emocionado porque alguien hubiera contado con él para algo interesante y tan emocionante como le parecía aquello. Sin embargo… no iba a durar mucho tiempo.
Strange lo miró con un gesto compasivo, viendo a través de aquella veloz forma de expresarse, la ilusión que tenía el joven.
—Escucha…
—Tyler —le recordó emocionado.
—Tyler… Si ves… algo extraño en ella-
—Se lo diré.
—No.
—¿No?
—No…
¿Y era pues esa la decisión acertada? Una parte de él le decía que no, pero la otra…
Strange se despidió del chico con una sonrisa apagada y volvió a su apartamento.
Y era demasiado extraño todo aquello de no poder apartar ni un solo segundo el pensamiento de su mente, no poder apartarla a ella. A sus recuerdos. Los pocos que habían compartido. ¿Qué intentaba decirle su subconsciente? ¿Estaba siendo racional o solo intentaba proteger a aquella chica por haberla visto rota y desamparada? ¿Era su deber moral, o el despreciable instinto de superhéroe por querer siempre ser el protagonista de otra vida?
En ese mismo punto se encontraba en aquel momento, cuando el sonido de los muebles atravesando el salón de la contraria no lo dejaron disfrutar de su lectura diaria. Strange dejó el libro sobre la mesa de la cocina y caminó hacia la puerta, dispuesto a abrirla y bajar al piso de abajo para enfrentarla, como lo hizo la primera vez que…
Y de nuevo aquel tirón en el vientre, esa… señal que le indicaba todo lo contrario a lo que había decidido. El hechicero apretó los puños y dio media vuelta hacia la espaciosa cocina. Agarró el libro y esta vez, se sentó en el sofá para leerlo.
Pero cada vez eran más las cosas que se escuchaban ahí abajo, y con el transcurso de los días el impulso de bajar y averiguar qué estaba sucediendo pudo con él. ¿En qué momento se encontró a sí mismo tumbado sobre el suelo de su apartamento, con la mejilla y la oreja contra el parqué? Una imagen ridícula que acompañó a muchas, muchas más durante aquella semana.
Mientras preparaba el té, mientras cocinaba, mientras veía la televisión, o contemplaba las vistas de la ciudad con una copa de vino… Los ruidos en el piso inferior volvían a reproducirse. Contenerse estaba siendo todo un reto. Sus dedos le pedían moverse ansiosamente para formar un portal que comunicara con el salón contrario y poder ver así a través de él. Como un espía, como un…
No. Él no era nada de eso. Se mantendría firme. Como siempre lo había hecho.
Un jueves por la noche, cuando por fin parecía haberse desecho momentáneamente del pensamiento de que algo extraño acontecía bajo su apartamento, Strange se dirigía hacia el ascensor para asistir a un evento importante. En su mente sólo había espacio para eso en aquel momento. Una sonrisa satisfecha mientras se ajustaba la corbata ensayando previamente su discurso en su cabeza se encontraba cuando uno de los ruidos más fuertes hasta el momento lo sobresaltaron. Y por supuesto, venía del piso inferior. Frunció el ceño, arrugó la frente y sus dedos se despegaron lentamente del nudo de la corbata recién acomodado. Su mirada descendió hacia sus pies. No supo en qué momento éstos decidieron moverse por sí solos y bajar las escaleras, colocándose sobre el felpudo de la Srta. Baker.
Abrumada por la situación, Angelique respiraba pesadamente tras haber logrado por primera vez levantar el pesado sofá del apartamento y moverlo a su antojo, sin siquiera tocarlo, sin mover ni un solo dedo. Los mechones de su frente se agitaron junto a sus jadeos emocionados, un “lo he conseguido. Lo he logrado” pareció esbozarse en su sonrisa.
Pero entonces, un tirón en su vientre la hizo girarse de golpe hacia el recibidor, como si pudiera… sentir…
¿En qué momento se encontraban los dos pegados a la madera de la puerta de su apartamento? Él fuera, y ella dentro, sin saber que los dos tenían la misma intención: mirar a través de una mirilla imaginaria.
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