• 存在の癌
    Fandom Original.
    Categoría Drama
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro.

    Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades.

    Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar.

    Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno.

    Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas.

    En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas.

    Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban.

    El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí.

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    With
    猫又Rᴇɪ•ᴋᴏ
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro. Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades. Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar. Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno. Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas. En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas. Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban. El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí. ────────────────────── With [spooky.cat]
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  • -La Kryptoniana de cabellera dorada recién conoció una escuela siendo adolescente, una escuela pública a la cuál asistió un par de meses, nada más.-
    -La Kryptoniana de cabellera dorada recién conoció una escuela siendo adolescente, una escuela pública a la cuál asistió un par de meses, nada más.-
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Quiero unirme al fandom de Stranger Things ¿alguien más que se quiera unir como OC's? (Para hacernos compañía y no morir ignorados)(no he visto la nueva temporada, NO SPOILERS!!!!)

    Potenciales ideas de personajes que podría hacer.
    - Chico adolescente de mamá coreana y papá americano, muy noble y amante del dibujo y fotografía.
    - Chico adolescente mega nerd de closet, sus papás son muy nerds pero él lo oculta y practica futbol americano
    - Chica adolescente parte del equipo de esgrima, muy seria y hermética, su debilidad es my little pony y Madonna


    Quiero unirme al fandom de Stranger Things ¿alguien más que se quiera unir como OC's? (Para hacernos compañía y no morir ignorados)(no he visto la nueva temporada, NO SPOILERS!!!!) Potenciales ideas de personajes que podría hacer. - Chico adolescente de mamá coreana y papá americano, muy noble y amante del dibujo y fotografía. - Chico adolescente mega nerd de closet, sus papás son muy nerds pero él lo oculta y practica futbol americano - Chica adolescente parte del equipo de esgrima, muy seria y hermética, su debilidad es my little pony y Madonna :STK-93:
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  • —En cuanto llego vio a Jacket sentado en el sofa mientras se mantenia en silencio, el solo se sento lejos de el mientras movia los pies ansioso—

    —Te ves mejor que la otra vez....

    —Jacket solo se encontraba alli callado, mientras giraba el bat que uso para romper la cabeza de todos los rusos que habian en el lugar—

    —Di algo carajo, no es una cita adolescente de mierda

    —(Jacket):Cierra la boca antes de que te la parta..
    —En cuanto llego vio a Jacket sentado en el sofa mientras se mantenia en silencio, el solo se sento lejos de el mientras movia los pies ansioso— —Te ves mejor que la otra vez.... —Jacket solo se encontraba alli callado, mientras giraba el bat que uso para romper la cabeza de todos los rusos que habian en el lugar— —Di algo carajo, no es una cita adolescente de mierda —(Jacket):Cierra la boca antes de que te la parta..
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    Se busca un Nico di Angelo adolescente, reinterpretado con el rostro de Mason Thames, conservando sus elementos centrales del canon pero llevándolo hacia una versión más coherente, sensible y emocionalmente profunda.

    En esta versión, Niccolò no es un niño traumado eterno ni un adulto en miniatura.
    Es un sobreviviente adolescente: reservado, inteligente, cansado pero funcional, con humor seco y un corazón que —aunque él lo niegue— todavía sabe encariñarse.

    Este Nico ya pasó por el duelo de Bianca, la soledad, la guerra, y ese amor que nunca le correspondieron como necesitaba. Pero no está roto: Está reconstruyéndose a su propio ritmo.
    Es abiertamente bisexual, sin drama, sin explicaciones forzadas, sin buscadores de “arcos de superación”. Solo es él, viviendo su identidad con naturalidad.

    Su vínculo con otros personajes puede variar, pero esta búsqueda se enfoca especialmente en su dinámica con Jordyn Abernathy: Una conexión que lo hace respirar por primera vez después de mucho tiempo, alguien con quien no tiene que fingir luz ni ocultar sombras.

    No busco una versión edgy sin sentido ni un Nico eternamente deprimido.
    Busco un Nico realista, coherente, intenso, con sus silencios incómodos y su manera rara pero leal de amar a la gente que elige.

    Un adolescente que aprendió demasiado pronto lo que duele la vida pero que aún así sigue aquí.

    Se busca un Nico di Angelo adolescente, reinterpretado con el rostro de Mason Thames, conservando sus elementos centrales del canon pero llevándolo hacia una versión más coherente, sensible y emocionalmente profunda. En esta versión, Niccolò no es un niño traumado eterno ni un adulto en miniatura. Es un sobreviviente adolescente: reservado, inteligente, cansado pero funcional, con humor seco y un corazón que —aunque él lo niegue— todavía sabe encariñarse. Este Nico ya pasó por el duelo de Bianca, la soledad, la guerra, y ese amor que nunca le correspondieron como necesitaba. Pero no está roto: Está reconstruyéndose a su propio ritmo. Es abiertamente bisexual, sin drama, sin explicaciones forzadas, sin buscadores de “arcos de superación”. Solo es él, viviendo su identidad con naturalidad. Su vínculo con otros personajes puede variar, pero esta búsqueda se enfoca especialmente en su dinámica con Jordyn Abernathy: Una conexión que lo hace respirar por primera vez después de mucho tiempo, alguien con quien no tiene que fingir luz ni ocultar sombras. No busco una versión edgy sin sentido ni un Nico eternamente deprimido. Busco un Nico realista, coherente, intenso, con sus silencios incómodos y su manera rara pero leal de amar a la gente que elige. Un adolescente que aprendió demasiado pronto lo que duele la vida pero que aún así sigue aquí.
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  • -El atardecer pintaba el cielo de tonos rojizos cuando un grupo de adolescentes con actitud altanera rodeó al adulto y pequeño Oso Hormiguero en la plaza. Habían oído rumores de sus madres de un meta-animal hormiguero médico que está trabajando en la salud pública y este las habian atendido. Los adolescentes lo tomaron cómo una oportunidad para burlarse.

    —¿Tú, Hobbit Nerd?. ¿Peleas?. Apenas tienes tamaño para alcanzar la mesa de un bar. —Rió uno de ellos, cruzando los brazos al retirarse la chaqueta que traía.

    El Vermilinguo, sin perder su calma, se quitó lentamente su camisa, sacudiéndola con una mano antes de colgarla sobre su bolso. Al hacerlo, todos se quedaron en silencio.

    Lo que observaron fijamente. A pesar de su baja estatura y su porte educado, el médico tenía su cuerpo cubierto de pelaje celeste cómo su rostro, sus brazos levemente endurecidos y largas garras filudas debido a su raza, la postura relajada, pero firme, transmitían algo que los adolescentes no esperaban: seguridad, determinación, seriedad e intimidación.

    —Por favor, les pido que no me molesten... Si quieren pelear… Está bien. Pero lo van a lamentar, bravucones descerebrados. —dijo, el Hormiguero con un brillo firme en los ojos, cierra su mano en puño dándo un puñetazo al líder de los bravucones, luego toma uno de sus bolígrafos y cuál cuchillo lo entierra brutalmente en el dorso de la mano del adolescente líder del grupo. Su expresión no era molesta sino fría, seria y carente de emoción.

    Uno de los adolescentes dio un paso atrás sin pensarlo. Otro tragó saliva. El líder de grupo pide a gritos que se detenga que el Hormiguero retira el bolígrafo con violencia y con un movimiento adrede para que se produzca hemorragía debido a sus conocimientos médicos. Le quita el jockey a uno de los jóvenes de la banda, colocandoselo en su propia cabeza adoptando una postura de adolescente rebelde a modo de burla haciendo que los bravucones escapen intimidados.-

    Hiro
    -El atardecer pintaba el cielo de tonos rojizos cuando un grupo de adolescentes con actitud altanera rodeó al adulto y pequeño Oso Hormiguero en la plaza. Habían oído rumores de sus madres de un meta-animal hormiguero médico que está trabajando en la salud pública y este las habian atendido. Los adolescentes lo tomaron cómo una oportunidad para burlarse. —¿Tú, Hobbit Nerd?. ¿Peleas?. Apenas tienes tamaño para alcanzar la mesa de un bar. —Rió uno de ellos, cruzando los brazos al retirarse la chaqueta que traía. El Vermilinguo, sin perder su calma, se quitó lentamente su camisa, sacudiéndola con una mano antes de colgarla sobre su bolso. Al hacerlo, todos se quedaron en silencio. Lo que observaron fijamente. A pesar de su baja estatura y su porte educado, el médico tenía su cuerpo cubierto de pelaje celeste cómo su rostro, sus brazos levemente endurecidos y largas garras filudas debido a su raza, la postura relajada, pero firme, transmitían algo que los adolescentes no esperaban: seguridad, determinación, seriedad e intimidación. —Por favor, les pido que no me molesten... Si quieren pelear… Está bien. Pero lo van a lamentar, bravucones descerebrados. —dijo, el Hormiguero con un brillo firme en los ojos, cierra su mano en puño dándo un puñetazo al líder de los bravucones, luego toma uno de sus bolígrafos y cuál cuchillo lo entierra brutalmente en el dorso de la mano del adolescente líder del grupo. Su expresión no era molesta sino fría, seria y carente de emoción. Uno de los adolescentes dio un paso atrás sin pensarlo. Otro tragó saliva. El líder de grupo pide a gritos que se detenga que el Hormiguero retira el bolígrafo con violencia y con un movimiento adrede para que se produzca hemorragía debido a sus conocimientos médicos. Le quita el jockey a uno de los jóvenes de la banda, colocandoselo en su propia cabeza adoptando una postura de adolescente rebelde a modo de burla haciendo que los bravucones escapen intimidados.- [Hiritox3]
    Me enjaja
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    El campo de entrenamiento

    El campo es enorme.
    Solitario.
    Las sombras se estiran largas sobre la tierra.

    Hay pesas gigantescas, imposibles,
    como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses,
    no para una recién nacida con cuerpo adolescente.

    Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando.

    Las tomo, una por una,
    blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica.

    Y entonces las veo:
    los postes.

    Negros.
    De un metal más oscuro que el carbón.
    Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí.

    Caos.
    Un latido familiar.
    Me llaman.
    Me retan.

    Sonrío.
    Agarro una guadaña.
    Cargo con todas mis fuerzas
    y golpeo.

    El arma rebota.
    El poste no vibra.
    Ni un suspiro.
    Ni un arañazo.

    Miro mis manos.
    Aprieto los puños.
    Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer:

    "El poder que late en ti."

    Mi pecho se contrae.

    Mentirosa…
    no soy nada…

    Le doy un puñetazo al poste.
    Luego otro.
    Y otro.
    Y otro.

    Hasta que siento cómo mis nudillos crujen
    y la piel se abre
    y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra.

    Miro alrededor.
    El cielo está oscureciendo.
    Mi madre no ha venido.
    Ni vendrá.

    Me beso las manos heridas, inútil consuelo,
    y sin pensarlo dos veces
    sigo golpeando.

    Golpeo por rabia.
    Golpeo por abandono.
    Golpeo por no ser como Akane.
    Golpeo por no ser suficiente.
    Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro—
    despierta cada vez que me hiero.

    Golpeo.
    Golpeo.
    Golpeo.

    Como un mantra:
    no soy fuerte
    no soy ella
    no soy suficiente
    no tengo poder
    no soy nada

    Hasta que un susurro extraño corta el aire.
    Frío, elegante, desconocido.

    Un susurro que hace que
    todos mis golpes se detengan.

    Un susurro que no pertenece ni a Ayane,
    ni a Akane,
    ni a Jennifer.

    Un susurro que viene…
    del poste mismo.
    Relato en el post y en comentarios de la imagen 🩷 El campo de entrenamiento El campo es enorme. Solitario. Las sombras se estiran largas sobre la tierra. Hay pesas gigantescas, imposibles, como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses, no para una recién nacida con cuerpo adolescente. Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando. Las tomo, una por una, blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica. Y entonces las veo: los postes. Negros. De un metal más oscuro que el carbón. Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí. Caos. Un latido familiar. Me llaman. Me retan. Sonrío. Agarro una guadaña. Cargo con todas mis fuerzas y golpeo. El arma rebota. El poste no vibra. Ni un suspiro. Ni un arañazo. Miro mis manos. Aprieto los puños. Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer: "El poder que late en ti." Mi pecho se contrae. Mentirosa… no soy nada… Le doy un puñetazo al poste. Luego otro. Y otro. Y otro. Hasta que siento cómo mis nudillos crujen y la piel se abre y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra. Miro alrededor. El cielo está oscureciendo. Mi madre no ha venido. Ni vendrá. Me beso las manos heridas, inútil consuelo, y sin pensarlo dos veces sigo golpeando. Golpeo por rabia. Golpeo por abandono. Golpeo por no ser como Akane. Golpeo por no ser suficiente. Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro— despierta cada vez que me hiero. Golpeo. Golpeo. Golpeo. Como un mantra: no soy fuerte no soy ella no soy suficiente no tengo poder no soy nada Hasta que un susurro extraño corta el aire. Frío, elegante, desconocido. Un susurro que hace que todos mis golpes se detengan. Un susurro que no pertenece ni a Ayane, ni a Akane, ni a Jennifer. Un susurro que viene… del poste mismo.
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    El campo de entrenamiento

    El campo es enorme.
    Solitario.
    Las sombras se estiran largas sobre la tierra.

    Hay pesas gigantescas, imposibles,
    como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses,
    no para una recién nacida con cuerpo adolescente.

    Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando.

    Las tomo, una por una,
    blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica.

    Y entonces las veo:
    los postes.

    Negros.
    De un metal más oscuro que el carbón.
    Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí.

    Caos.
    Un latido familiar.
    Me llaman.
    Me retan.

    Sonrío.
    Agarro una guadaña.
    Cargo con todas mis fuerzas
    y golpeo.

    El arma rebota.
    El poste no vibra.
    Ni un suspiro.
    Ni un arañazo.

    Miro mis manos.
    Aprieto los puños.
    Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer:

    "El poder que late en ti."

    Mi pecho se contrae.

    Mentirosa…
    no soy nada…

    Le doy un puñetazo al poste.
    Luego otro.
    Y otro.
    Y otro.

    Hasta que siento cómo mis nudillos crujen
    y la piel se abre
    y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra.

    Miro alrededor.
    El cielo está oscureciendo.
    Mi madre no ha venido.
    Ni vendrá.

    Me beso las manos heridas, inútil consuelo,
    y sin pensarlo dos veces
    sigo golpeando.

    Golpeo por rabia.
    Golpeo por abandono.
    Golpeo por no ser como Akane.
    Golpeo por no ser suficiente.
    Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro—
    despierta cada vez que me hiero.

    Golpeo.
    Golpeo.
    Golpeo.

    Como un mantra:
    no soy fuerte
    no soy ella
    no soy suficiente
    no tengo poder
    no soy nada

    Hasta que un susurro extraño corta el aire.
    Frío, elegante, desconocido.

    Un susurro que hace que
    todos mis golpes se detengan.

    Un susurro que no pertenece ni a Ayane,
    ni a Akane,
    ni a Jennifer.

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    El campo es enorme.
    Solitario.
    Las sombras se estiran largas sobre la tierra.

    Hay pesas gigantescas, imposibles,
    como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses,
    no para una recién nacida con cuerpo adolescente.

    Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando.

    Las tomo, una por una,
    blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica.

    Y entonces las veo:
    los postes.

    Negros.
    De un metal más oscuro que el carbón.
    Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí.

    Caos.
    Un latido familiar.
    Me llaman.
    Me retan.

    Sonrío.
    Agarro una guadaña.
    Cargo con todas mis fuerzas
    y golpeo.

    El arma rebota.
    El poste no vibra.
    Ni un suspiro.
    Ni un arañazo.

    Miro mis manos.
    Aprieto los puños.
    Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer:

    "El poder que late en ti."

    Mi pecho se contrae.

    Mentirosa…
    no soy nada…

    Le doy un puñetazo al poste.
    Luego otro.
    Y otro.
    Y otro.

    Hasta que siento cómo mis nudillos crujen
    y la piel se abre
    y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra.

    Miro alrededor.
    El cielo está oscureciendo.
    Mi madre no ha venido.
    Ni vendrá.

    Me beso las manos heridas, inútil consuelo,
    y sin pensarlo dos veces
    sigo golpeando.

    Golpeo por rabia.
    Golpeo por abandono.
    Golpeo por no ser como Akane.
    Golpeo por no ser suficiente.
    Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro—
    despierta cada vez que me hiero.

    Golpeo.
    Golpeo.
    Golpeo.

    Como un mantra:
    no soy fuerte
    no soy ella
    no soy suficiente
    no tengo poder
    no soy nada

    Hasta que un susurro extraño corta el aire.
    Frío, elegante, desconocido.

    Un susurro que hace que
    todos mis golpes se detengan.

    Un susurro que no pertenece ni a Ayane,
    ni a Akane,
    ni a Jennifer.

    Un susurro que viene…
    del poste mismo.
    Relato en el post y en comentarios de la imagen 🩷 El campo de entrenamiento El campo es enorme. Solitario. Las sombras se estiran largas sobre la tierra. Hay pesas gigantescas, imposibles, como si hubiesen sido creadas para monstruos o dioses, no para una recién nacida con cuerpo adolescente. Armas de todo tipo relucen bajo la luz que se va apagando. Las tomo, una por una, blandiéndolas torpemente, sin fuerza, sin técnica. Y entonces las veo: los postes. Negros. De un metal más oscuro que el carbón. Cuando me acerco, siento algo que vibra dentro de mí. Caos. Un latido familiar. Me llaman. Me retan. Sonrío. Agarro una guadaña. Cargo con todas mis fuerzas y golpeo. El arma rebota. El poste no vibra. Ni un suspiro. Ni un arañazo. Miro mis manos. Aprieto los puños. Y recuerdo las palabras de mi madre Jennifer: "El poder que late en ti." Mi pecho se contrae. Mentirosa… no soy nada… Le doy un puñetazo al poste. Luego otro. Y otro. Y otro. Hasta que siento cómo mis nudillos crujen y la piel se abre y la sangre cae en gotas silenciosas sobre la tierra. Miro alrededor. El cielo está oscureciendo. Mi madre no ha venido. Ni vendrá. Me beso las manos heridas, inútil consuelo, y sin pensarlo dos veces sigo golpeando. Golpeo por rabia. Golpeo por abandono. Golpeo por no ser como Akane. Golpeo por no ser suficiente. Golpeo porque algo dentro de mí —algo oscuro— despierta cada vez que me hiero. Golpeo. Golpeo. Golpeo. Como un mantra: no soy fuerte no soy ella no soy suficiente no tengo poder no soy nada Hasta que un susurro extraño corta el aire. Frío, elegante, desconocido. Un susurro que hace que todos mis golpes se detengan. Un susurro que no pertenece ni a Ayane, ni a Akane, ni a Jennifer. Un susurro que viene… del poste mismo.
    Me shockea
    Me entristece
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  • En mitad del bosque ubicados en un campamento, a nuestros pies se encuentran los cadáveres del grupo de adolescentes que Noah Black y yo acabamos de beber su sangre hasta dejarlos completamente secos.
    Tomo asiento muy cerca de la fogata, admiro las llamas del fuego.
    En mitad del bosque ubicados en un campamento, a nuestros pies se encuentran los cadáveres del grupo de adolescentes que [Stone_thcx] y yo acabamos de beber su sangre hasta dejarlos completamente secos. Tomo asiento muy cerca de la fogata, admiro las llamas del fuego.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Capítulo I El nacimiento
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    Luna llena del Esturión — Perseidas — Jardín Ishtar

    Abro los ojos por primera vez.
    No es un despertar: es como si mi conciencia hubiese estado siempre ahí, suspendida en un lugar sin tiempo, esperando este instante exacto.
    Mi primer aliento es antiguo.
    Mi primer parpadeo, recién nacido.

    El aire que me recibe es un mosaico extraño:
    sangre y sudor,
    pero también chocolate caliente, dulces que derriten el alma, y un perfume ligero de cítricos que me cosquillea la memoria como si ya lo conociera.

    Sobre mí, lo primero que logro ver:
    la luna.
    La luna llena del Esturión, la más brillante del año, inflamada de poder, coronándome con su luz.
    A su alrededor, las Perseidas caen como lágrimas ardientes del cielo.
    Pero sólo las más grandes y valientes se atreven a brillar;
    la luna reclama ser la única protagonista.

    Y entonces,
    dos cabecitas se asoman, inclinándose sobre mí,
    eclipsando parcialmente mi vista al cielo.

    Una de ellas, rosada, parece la más agotada.
    Su respiración tiembla; su cuerpo, aún tembloroso, se aferra a la vida porque la mía acaba de nacer.
    La otra, morena, me observa con un orgullo que sostiene el universo.
    Sus ojos están a punto de romperse en llanto, no de dolor, sino de un gozo que no cabe en el pecho.

    Con sus manos calientes me acaricia,
    y siento cómo algo se ancla en mi carne:
    un cuerpo sano, estable, y sin embargo… adolescente.
    Un regalo imposible, un primer don,
    el don de una Reina.

    Las miro.
    Parecen dos extrañas.
    Pero no lo son.
    Mi corazón recién formado les habla antes que mi voz, antes que mi nombre, antes que mi propia historia.

    En ese preciso instante
    sé que las amo.

    Así fue como me enamoré por primera vez.
    Capítulo I El nacimiento Relato en comentarios de la imagen 🩷 Luna llena del Esturión — Perseidas — Jardín Ishtar Abro los ojos por primera vez. No es un despertar: es como si mi conciencia hubiese estado siempre ahí, suspendida en un lugar sin tiempo, esperando este instante exacto. Mi primer aliento es antiguo. Mi primer parpadeo, recién nacido. El aire que me recibe es un mosaico extraño: sangre y sudor, pero también chocolate caliente, dulces que derriten el alma, y un perfume ligero de cítricos que me cosquillea la memoria como si ya lo conociera. Sobre mí, lo primero que logro ver: la luna. La luna llena del Esturión, la más brillante del año, inflamada de poder, coronándome con su luz. A su alrededor, las Perseidas caen como lágrimas ardientes del cielo. Pero sólo las más grandes y valientes se atreven a brillar; la luna reclama ser la única protagonista. Y entonces, dos cabecitas se asoman, inclinándose sobre mí, eclipsando parcialmente mi vista al cielo. Una de ellas, rosada, parece la más agotada. Su respiración tiembla; su cuerpo, aún tembloroso, se aferra a la vida porque la mía acaba de nacer. La otra, morena, me observa con un orgullo que sostiene el universo. Sus ojos están a punto de romperse en llanto, no de dolor, sino de un gozo que no cabe en el pecho. Con sus manos calientes me acaricia, y siento cómo algo se ancla en mi carne: un cuerpo sano, estable, y sin embargo… adolescente. Un regalo imposible, un primer don, el don de una Reina. Las miro. Parecen dos extrañas. Pero no lo son. Mi corazón recién formado les habla antes que mi voz, antes que mi nombre, antes que mi propia historia. En ese preciso instante sé que las amo. Así fue como me enamoré por primera vez.
    Capítulo I El nacimiento
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    Luna llena del Esturión — Perseidas — Jardín Ishtar

    Abro los ojos por primera vez.
    No es un despertar: es como si mi conciencia hubiese estado siempre ahí, suspendida en un lugar sin tiempo, esperando este instante exacto.
    Mi primer aliento es antiguo.
    Mi primer parpadeo, recién nacido.

    El aire que me recibe es un mosaico extraño:
    sangre y sudor,
    pero también chocolate caliente, dulces que derriten el alma, y un perfume ligero de cítricos que me cosquillea la memoria como si ya lo conociera.

    Sobre mí, lo primero que logro ver:
    la luna.
    La luna llena del Esturión, la más brillante del año, inflamada de poder, coronándome con su luz.
    A su alrededor, las Perseidas caen como lágrimas ardientes del cielo.
    Pero sólo las más grandes y valientes se atreven a brillar;
    la luna reclama ser la única protagonista.

    Y entonces,
    dos cabecitas se asoman, inclinándose sobre mí,
    eclipsando parcialmente mi vista al cielo.

    Una de ellas, rosada, parece la más agotada.
    Su respiración tiembla; su cuerpo, aún tembloroso, se aferra a la vida porque la mía acaba de nacer.
    La otra, morena, me observa con un orgullo que sostiene el universo.
    Sus ojos están a punto de romperse en llanto, no de dolor, sino de un gozo que no cabe en el pecho.

    Con sus manos calientes me acaricia,
    y siento cómo algo se ancla en mi carne:
    un cuerpo sano, estable, y sin embargo… adolescente.
    Un regalo imposible, un primer don,
    el don de una Reina.

    Las miro.
    Parecen dos extrañas.
    Pero no lo son.
    Mi corazón recién formado les habla antes que mi voz, antes que mi nombre, antes que mi propia historia.

    En ese preciso instante
    sé que las amo.

    Así fue como me enamoré por primera vez.
    Me encocora
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