• La casa estaba demasiado silenciosa.
    Me apoyé en la balaustrada de piedra, dejando que el frío se filtrara a través de la tela oscura de mi ropa mientras observaba el gran espacio que se abría frente a mis ojos. Las sombras se alargaban entre columnas antiguas haciendo que me pregunté si acaso viejos fantasmas se escondían entre los altos arcos.

    El eco de mis propios movimientos parecía exagerado en un lugar que normalmente estaría lleno de voces, risas y magia compartida.

    Casi todos habían salido a celebrar Yule. Fogatas, cantos, vino caliente… la vida siguiendo su curso lejos de aquí. Yo, en cambio, me había quedado atrás, custodiando una casa que parecía más un recuerdo atrapado en el tiempo que un verdadero hogar. Quién sabe, quizá esto era cosa mía: A pesar de los años que había pasado aquí aún no había podido considerar este lugar como parte de mi.

    Molesta conmigo misma dejé que el peso de mi cuerpo descansara un poco más sobre la piedra, mis dedos recorriendo distraídamente la superficie fría y gastada. Había algo hermoso en la soledad, sí, pero también un aburrimiento sutil, insistente, que se colaba entre mis pensamientos y los recuerdos de la familia que alguna vez llamé mia.

    Suspire.
    Quizá no tenía sentido recordar a mis padres o a mi hermano, no si eso desgastaba las pocas energías que tenía para salir de mi aburrimiento.

    Una voz en el fondo de mi mente susurró un nombre: "David", mi primo ¿No se suponía que esté día se celebraba el cumpleaños de su padre? Bueno, no estaba segura, con Yule encima, no sería raro que todo pasara desapercibido…
    Saqué el teléfono, girándolo lentamente entre mis dedos mientras dudaba...

    Una parte de mí solo buscaba romper el silencio; otra, una excusa para no pasar la noche sola y al mismo tiempo mi alma parecía buscar inconcientemente el lugar en el que había crecido y llamado hogar aunque ahora eso no fuera más que parte de un pasado al que ya no podía volver.

    Al final, desbloqueé la pantalla decidida a dejar de revolcarme en mi autocompasión. Total.... un mensaje no haría daño. ¿Verdad? El texto fue breve:

    David Darkness
    hey... ¿Estás haciendo algo para tu padre está noche?

    Desconfiada deje el teléfono sobre la fría piedra negándome a tener esperanza. Mi relación con ellos no era tan íntima, es más, apenas y habíamos tenido unas cuantas interacciones y aún se sentía raro...
    La casa estaba demasiado silenciosa. Me apoyé en la balaustrada de piedra, dejando que el frío se filtrara a través de la tela oscura de mi ropa mientras observaba el gran espacio que se abría frente a mis ojos. Las sombras se alargaban entre columnas antiguas haciendo que me pregunté si acaso viejos fantasmas se escondían entre los altos arcos. El eco de mis propios movimientos parecía exagerado en un lugar que normalmente estaría lleno de voces, risas y magia compartida. Casi todos habían salido a celebrar Yule. Fogatas, cantos, vino caliente… la vida siguiendo su curso lejos de aquí. Yo, en cambio, me había quedado atrás, custodiando una casa que parecía más un recuerdo atrapado en el tiempo que un verdadero hogar. Quién sabe, quizá esto era cosa mía: A pesar de los años que había pasado aquí aún no había podido considerar este lugar como parte de mi. Molesta conmigo misma dejé que el peso de mi cuerpo descansara un poco más sobre la piedra, mis dedos recorriendo distraídamente la superficie fría y gastada. Había algo hermoso en la soledad, sí, pero también un aburrimiento sutil, insistente, que se colaba entre mis pensamientos y los recuerdos de la familia que alguna vez llamé mia. Suspire. Quizá no tenía sentido recordar a mis padres o a mi hermano, no si eso desgastaba las pocas energías que tenía para salir de mi aburrimiento. Una voz en el fondo de mi mente susurró un nombre: "David", mi primo ¿No se suponía que esté día se celebraba el cumpleaños de su padre? Bueno, no estaba segura, con Yule encima, no sería raro que todo pasara desapercibido… Saqué el teléfono, girándolo lentamente entre mis dedos mientras dudaba... Una parte de mí solo buscaba romper el silencio; otra, una excusa para no pasar la noche sola y al mismo tiempo mi alma parecía buscar inconcientemente el lugar en el que había crecido y llamado hogar aunque ahora eso no fuera más que parte de un pasado al que ya no podía volver. Al final, desbloqueé la pantalla decidida a dejar de revolcarme en mi autocompasión. Total.... un mensaje no haría daño. ¿Verdad? El texto fue breve: [eclipse_pearl_ape_668] 💬 hey... ¿Estás haciendo algo para tu padre está noche? Desconfiada deje el teléfono sobre la fría piedra negándome a tener esperanza. Mi relación con ellos no era tan íntima, es más, apenas y habíamos tenido unas cuantas interacciones y aún se sentía raro...
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  • This can be our secret… if you want.
    Fandom Game Of Thrones
    Categoría Romance
    STARTER PARA 𝚂𝙰𝙽𝙳𝙾𝚁 𝙲𝙻𝙴𝙶𝙰𝙽𝙴

    Aquella noche, tras temer durante horas soñar con el hombre que la mantenía en vilo, resultó soñar con el único que había conseguido calmarla. No solo a ella, sino a su dolor. Aquel que la había atormentado, que la había hecho sangrar en la bañera, que había conseguido que incluso él, el hombre más tosco de aquel lugar, arrugara el ceño.

    Aquella noche, Serenna soñó con Sandor.
    Pero no fue un sueño apacible, ni agradable. Fue uno de aquellos que te despiertan en mitad de la noche con la frente perlada.

    Las preocupaciones de la noche anterior la habían llevado hasta allí, hasta aquel recóndito lugar de su mente en el que se proyectaron sus miedos. Su temor a haber perdido el poco acercamiento que había tenido con su protector.

    El miedo de haberle asustado, de haberse sobrepasado, tal vez. El miedo a… perder lo único que le quedaba en aquel castillo y, probablemente, en aquel mundo.

    Lord Tywin Lannister parecía no sentir ni un mínimo resquicio de cariño, la mantenía aún en su encierro como un castigo que parecía eterno.

    Ella por supuesto, no sabía que Sandor le explicaba cada noche cómo había sido el día. Que el León sabía perfectamente cómo estaba, lo que hacía, y cómo seguía.

    Y tal vez por eso, su preocupación había pasado de estar en él a estar en Sandor Clegane: El Perro. Su guardián. Su sombra.

    ------------------------------------------------------

    Se había despertado aquella mañana, agitada, con el dolor aún retumbando en su vientre. No había olvidado la noche anterior, y la pesadilla hizo que fuese por ello imposible. Sandor todavía no estaba ahí, no había llegado aún. Pero sí las doncellas, quien la ayudaron a vestirse. La peinaron, la acicalaron y le colocaron el vestido.

    La puerta sonó, pero esta vez no fue Sandor quien aguardaba tras ella, sino Jaime Lannister.

    Vestido con su armadura dorada, aunque sin el casco, su cabello rubio caía desordenado sobre sus hombros.
    Jaime entró sin pedir permiso, mirando rápidamente a Serenna.

    —Parece que la princesa Velaryon —dijo, con su evidente tono irónico—, ha sobrevivido a otra luna. ¿Lista para un paseo matutino, mi lady? —Hizo un gesto exagerado con la mano, invitándola a seguirlo.

    Ella lo contempló ceñuda, sin esperarse encontrarle a él, menos aún, que le preguntara cómo estaba. O pareciera estar haciéndolo

    Las doncellas se apartaron rápidamente, inclinando la cabeza a modo de reverencia.

    —¿Paseo? —preguntó ella—. Ya bien sabéis ser Jaime, que no puedo salir de este lugar.

    Él se encogió de hombros.

    —No quiero estropearos la sorpresa. Digamos que es… un asunto familiar —Hizo una pausa, cruzando los brazos. Avanzó un paso más hacia ella, extendiendo la mano—. Después de vos… Mi Lady.

    “Un asunto familiar”. Aquello hizo que sus alarmas se dispararan.

    Serenna asomó la cabeza hacia la puerta, buscando la figura de Sandor.
    No tardó en ver parte de su armadura, aguardando fuera. Soltó despacio el aire y asintió. Las doncellas se apartaron, y Jaime la acompañó a la salida.

    Ahí estaba Sandor, de pie, sin siquiera mirarla.
    Ella esperó a que lo hiciera, pero parecía que la presencia de Jaime Lannister provocó que lo que la poca cercanía que hubo entre ellos dejara de existir.

    Jaime la tomó por el brazo y ella se negó a dejar de mirar a Sandor, como si esperara que él en cualquier momento fuese a devolverle la mirada. Un: ¿no venís conmigo? ¿Por qué no venís conmigo?...

    No fue sino hasta que ella por poco tropezó con sus propios pies que miró al frente y dejó de esperar, que Sandor la miró, y en sus labios se dibujó un gesto de hastío, incluso de asco.

    ¿Fue por ella? ¿Fue por Jaime?...

    La guio por los pasillos de la Fortaleza Roja.
    El camino los llevó a través de patios internos y escaleras empinadas, hasta llegar a la Torre de la Mano.
    La estructura irguiéndose imponente, casi como una forma de representar el poder que Tywin Lannister ejercía sobre el reino.

    Los guardias de capas carmesíes flanqueaban la entrada, apartándose sin articular palabra ante la llegada de Jaime.

    Serenna sintió cómo algo se agitaba en su interior. Después de todo aquel tiempo volvería a verle.
    Y lo cierto es que no estaba segura de… querer hacerlo.

    O eso pensó hasta que entró, y lo vio. En el centro, sentado tras el escritorio macizo.

    Al verlos entrar, levantó la vista con deliberada lentitud, como si su tiempo fuera un recurso precioso que no malgastaba en saludos innecesarios.

    —Padre —dijo Jaime, soltando el brazo de Serenna—. Os traigo a Lady Velaryon, como ordenasteis.

    Tywin hizo un gesto casi imperceptible con la mano, despidiendo a su hijo. Jaime arqueó una ceja, pero no protestó; sonrió amargamente antes de girarse y salir.

    Tywin ni siquiera la miró, continuó escribiendo en el pergamino hasta que creyó suficiente el hacerla temblar. Entonces, la observó durante un largo momento, evaluándola, sabiendo que aquello la estaba poniendo demasiado nerviosa. Podía verlo en su mirada, en sus ojos, en su cuerpo… Debilidad, flaqueza. Su labio se arqueó un instante.

    Suficiente para que ella lo viera, y su corazón se resquebrajara un instante.

    —Has languidecido lo suficiente en tu jaula. He decidido poner fin a tu aislamiento.

    Ella contuvo el aliento.

    —Te permitiré vagar por la Fortaleza Roja y sus jardines, siempre bajo vigilancia.
    Y ahora, lo soltó de golpe. “Bajo vigilancia” Aquello significaba que Él seguiría a su lado.
    El alivio inicial se entremezcló con la cautela; nada con Tywin Lannister era tan simple. Se inclinó ligeramente, manteniendo la compostura. O al menos, intentándolo.

    —My lord... os agradezco vuestra clemencia.

    Él asintió.

    —¿Significa eso que...?

    Entonces él la interrumpió, con un gesto seco, levantándose de su asiento. Caminó alrededor del escritorio, deteniéndose a unos pasos de ella, su estatura imponente y su mirada perforante, dispararon su pulso. Al parcer, nada había cambiado…

    —No lo confundas… Hay una condición… El mar te está vetado. No pisarás los muelles, no olerás la brisa salada.

    En cierto punto de la conversación, Serenna se despegó de la realidad, se marchó lejos, al pensamiento de Sandor, como si de algún modo, algo la estuviera obligando a volver ahí, al sueño.

    Entonces, la voz de Tywin la hizo volver en sí.

    —¿He sido lo suficientemente claro?

    Serenna sintió el nudo en la garganta. El mar lo era todo para ella, pero sabía que aquello era más de lo que podía pedir. Le había levantado el castigo y aquello ya era demasiado.
    Casi podía escuchar a Cersei quejarse, diciéndole que era una mala decisión, que debería ser tan duro como lo fue con ellos.

    Asintió lentamente, bajando la vista.

    —Sí, mi lord. Lo entiendo.

    Tywin regresó a su asiento, como si el asunto estuviera zanjado, pero su voz
    —Bien... El Perro seguirá siendo tu sombra, vigilando cada uno de tus pasos. No se lo pongas más difícil. Créeme… no quieres enfadarlo.

    Ella tragó saliva y asintió una vez más.
    Y es cierto que no supo cómo actuar. Se quedó paralizada, como si aquella situación fuese extraña, como si… fuese diferente a todas las demás.

    ¿De verdad a él le importaba tan poco como estaba demostrando?

    Aquello hizo que su ceño se frunciera, que su mirada descendiera al suelo y que deseara marcharse de allí cuanto antes. Así que, y sin su permiso, Serenna asintió a modo de despedida, hizo una reverencia y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse.
    Pero entonces, su voz la detuvo.

    —No recuerdo haberte dicho que pudieras irte.

    Serenna se quedó inmóvil.

    Tywin se levantó despacio. Caminó hacia ella, deteniéndose lo suficientemente cerca para que el calor de su cuerpo la envolviera, para que su aliento rozara apenas su nuca, evidenciando así que estaba tras ella.

    Ésta se giró lentamente, enfrentándole. Tragó saliva, el pulso acelerándosele en el cuello visiblemente.

    —No... no era mi intención desafiaros, My Lord —susurró ella. Su cuerpo traicionándola al inclinarse apenas hacia atrás.

    Tywin no dijo nada, tan solo la miró, analizándola en silencio. Aquellos ojos azules, penetrantes, se aguzaban mientras la escudriñaban. Su ceño fruncido, su ceja arqueada. Y ahí estaba… aquella expresión tan suya… Esa que utilizaba cuando diseccionaba a las personas, cuando evaluaba cada detalle. Y oh… en ella pudo ver mucho… Demasiado.

    El temblor sutil en sus hombros, el modo en que su pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada, el pulso visible en su cuello…

    Avanzó un paso más, y luego otro, acorralándola. Su altura imponente obligándola a retroceder instintivamente hasta que su espalda rozó la piedra fría.

    Serenna levantó la vista hacia él, sus labios entreabriéndose por un deseo incontrolable.

    Intentó mantener la compostura, apretando los muslos con disimulo, mordiéndose el interior de la mejilla para no dejar escapar un suspiro, pero el calor de su proximidad la traicionaba, haciendo que su cuerpo respondiera con un pulso insistente entre sus piernas, un anhelo que rogaba no ser visto.

    Tywin se detuvo entonces, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su rostro, sus ojos clavados en los de ella, notando cada matiz: el rubor que subía a sus mejillas, el leve temblor de sus labios, el deseo que emanaba de ella.

    Su mandíbula se tensó fugazmente, un atisbo de aquella debilidad que solo ella provocaba en él, pero lo contuvo, como siempre.

    Casi como si solo hubiera querido comprobar eso: que ella aún lo deseaba, que su atracción por él no se había extinguido, que seguía siendo capaz de encender ese fuego en ella con solo su presencia.

    Satisfecho, o al menos, aparentándolo, dio un paso atrás, rompiendo la tensión, dejándola con las ganas.

    —Que no se vuelva a repetir —advirtió, volviendo a su escritorio, sentándose como si nada hubiera pasado.

    Serenna asintió, temblorosa, saliendo de la torre con el cuerpo aún latiendo por el encuentro, el deseo no saciado quemándole por dentro.

    Confundida, volvió a sus aposentos, aunque allí ya no tuviese que estar. No por obligación, al menos.

    Cuando llegó, Sandor la esperaba, de nuevo con la mirada al frente, sin mirarla. Ella, desilusionada y con el reciente encuentro de Tywin, decidió no continuar presionándole. No volvió a mirarle, no esperó respuesta, tan solo entró en la habitación, se encerró y se echó a llorar. La espalda contra la puerta, el cuerpo encogido, sus brazos rodeándose.

    Le deseaba, le quería. Aún a pesar de todo lo que le había hecho. Aún a pesar de que le hubiera prohibido aquello que más quería.
    El mar.

    ------------------------------------------------------


    Una semana más tarde, cuando todo pareció asentarse, Tywin anunció su marcha.
    Debía viajar unos días para unos asuntos importantes. Sandor, como ya había aclarado, se quedaría con Serenna, cuidando de ella, y protegiéndola. Como había sido hasta ahora.

    La relación del Perro y la “princesa” había sido diferente aquellos días. Ella parecía haber aceptado que no volvería a repetirse lo que había sucedido en su encierro. Él era su protector, y nada más.
    Y es que, la joven Velaryon no podía permitirse perderle.

    Aquel día Sandor la acompañaba en lo alto del castillo. El mar se extendía bajo ellos. El cabello de la joven se mecía suavemente. El perfume de su piel llegaba hasta él, inundándolo.

    Entonces, ella se giró, y buscó su mirada.

    —Ser Clegane…

    Insistió en llamarlo así. A veces, eso hacía que él reaccionara, que… pareciera humano, que… pareciera el mismo hombre de aquellos días.

    STARTER PARA [THEH0UND] Aquella noche, tras temer durante horas soñar con el hombre que la mantenía en vilo, resultó soñar con el único que había conseguido calmarla. No solo a ella, sino a su dolor. Aquel que la había atormentado, que la había hecho sangrar en la bañera, que había conseguido que incluso él, el hombre más tosco de aquel lugar, arrugara el ceño. Aquella noche, Serenna soñó con Sandor. Pero no fue un sueño apacible, ni agradable. Fue uno de aquellos que te despiertan en mitad de la noche con la frente perlada. Las preocupaciones de la noche anterior la habían llevado hasta allí, hasta aquel recóndito lugar de su mente en el que se proyectaron sus miedos. Su temor a haber perdido el poco acercamiento que había tenido con su protector. El miedo de haberle asustado, de haberse sobrepasado, tal vez. El miedo a… perder lo único que le quedaba en aquel castillo y, probablemente, en aquel mundo. Lord Tywin Lannister parecía no sentir ni un mínimo resquicio de cariño, la mantenía aún en su encierro como un castigo que parecía eterno. Ella por supuesto, no sabía que Sandor le explicaba cada noche cómo había sido el día. Que el León sabía perfectamente cómo estaba, lo que hacía, y cómo seguía. Y tal vez por eso, su preocupación había pasado de estar en él a estar en Sandor Clegane: El Perro. Su guardián. Su sombra. ------------------------------------------------------ Se había despertado aquella mañana, agitada, con el dolor aún retumbando en su vientre. No había olvidado la noche anterior, y la pesadilla hizo que fuese por ello imposible. Sandor todavía no estaba ahí, no había llegado aún. Pero sí las doncellas, quien la ayudaron a vestirse. La peinaron, la acicalaron y le colocaron el vestido. La puerta sonó, pero esta vez no fue Sandor quien aguardaba tras ella, sino Jaime Lannister. Vestido con su armadura dorada, aunque sin el casco, su cabello rubio caía desordenado sobre sus hombros. Jaime entró sin pedir permiso, mirando rápidamente a Serenna. —Parece que la princesa Velaryon —dijo, con su evidente tono irónico—, ha sobrevivido a otra luna. ¿Lista para un paseo matutino, mi lady? —Hizo un gesto exagerado con la mano, invitándola a seguirlo. Ella lo contempló ceñuda, sin esperarse encontrarle a él, menos aún, que le preguntara cómo estaba. O pareciera estar haciéndolo Las doncellas se apartaron rápidamente, inclinando la cabeza a modo de reverencia. —¿Paseo? —preguntó ella—. Ya bien sabéis ser Jaime, que no puedo salir de este lugar. Él se encogió de hombros. —No quiero estropearos la sorpresa. Digamos que es… un asunto familiar —Hizo una pausa, cruzando los brazos. Avanzó un paso más hacia ella, extendiendo la mano—. Después de vos… Mi Lady. “Un asunto familiar”. Aquello hizo que sus alarmas se dispararan. Serenna asomó la cabeza hacia la puerta, buscando la figura de Sandor. No tardó en ver parte de su armadura, aguardando fuera. Soltó despacio el aire y asintió. Las doncellas se apartaron, y Jaime la acompañó a la salida. Ahí estaba Sandor, de pie, sin siquiera mirarla. Ella esperó a que lo hiciera, pero parecía que la presencia de Jaime Lannister provocó que lo que la poca cercanía que hubo entre ellos dejara de existir. Jaime la tomó por el brazo y ella se negó a dejar de mirar a Sandor, como si esperara que él en cualquier momento fuese a devolverle la mirada. Un: ¿no venís conmigo? ¿Por qué no venís conmigo?... No fue sino hasta que ella por poco tropezó con sus propios pies que miró al frente y dejó de esperar, que Sandor la miró, y en sus labios se dibujó un gesto de hastío, incluso de asco. ¿Fue por ella? ¿Fue por Jaime?... La guio por los pasillos de la Fortaleza Roja. El camino los llevó a través de patios internos y escaleras empinadas, hasta llegar a la Torre de la Mano. La estructura irguiéndose imponente, casi como una forma de representar el poder que Tywin Lannister ejercía sobre el reino. Los guardias de capas carmesíes flanqueaban la entrada, apartándose sin articular palabra ante la llegada de Jaime. Serenna sintió cómo algo se agitaba en su interior. Después de todo aquel tiempo volvería a verle. Y lo cierto es que no estaba segura de… querer hacerlo. O eso pensó hasta que entró, y lo vio. En el centro, sentado tras el escritorio macizo. Al verlos entrar, levantó la vista con deliberada lentitud, como si su tiempo fuera un recurso precioso que no malgastaba en saludos innecesarios. —Padre —dijo Jaime, soltando el brazo de Serenna—. Os traigo a Lady Velaryon, como ordenasteis. Tywin hizo un gesto casi imperceptible con la mano, despidiendo a su hijo. Jaime arqueó una ceja, pero no protestó; sonrió amargamente antes de girarse y salir. Tywin ni siquiera la miró, continuó escribiendo en el pergamino hasta que creyó suficiente el hacerla temblar. Entonces, la observó durante un largo momento, evaluándola, sabiendo que aquello la estaba poniendo demasiado nerviosa. Podía verlo en su mirada, en sus ojos, en su cuerpo… Debilidad, flaqueza. Su labio se arqueó un instante. Suficiente para que ella lo viera, y su corazón se resquebrajara un instante. —Has languidecido lo suficiente en tu jaula. He decidido poner fin a tu aislamiento. Ella contuvo el aliento. —Te permitiré vagar por la Fortaleza Roja y sus jardines, siempre bajo vigilancia. Y ahora, lo soltó de golpe. “Bajo vigilancia” Aquello significaba que Él seguiría a su lado. El alivio inicial se entremezcló con la cautela; nada con Tywin Lannister era tan simple. Se inclinó ligeramente, manteniendo la compostura. O al menos, intentándolo. —My lord... os agradezco vuestra clemencia. Él asintió. —¿Significa eso que...? Entonces él la interrumpió, con un gesto seco, levantándose de su asiento. Caminó alrededor del escritorio, deteniéndose a unos pasos de ella, su estatura imponente y su mirada perforante, dispararon su pulso. Al parcer, nada había cambiado… —No lo confundas… Hay una condición… El mar te está vetado. No pisarás los muelles, no olerás la brisa salada. En cierto punto de la conversación, Serenna se despegó de la realidad, se marchó lejos, al pensamiento de Sandor, como si de algún modo, algo la estuviera obligando a volver ahí, al sueño. Entonces, la voz de Tywin la hizo volver en sí. —¿He sido lo suficientemente claro? Serenna sintió el nudo en la garganta. El mar lo era todo para ella, pero sabía que aquello era más de lo que podía pedir. Le había levantado el castigo y aquello ya era demasiado. Casi podía escuchar a Cersei quejarse, diciéndole que era una mala decisión, que debería ser tan duro como lo fue con ellos. Asintió lentamente, bajando la vista. —Sí, mi lord. Lo entiendo. Tywin regresó a su asiento, como si el asunto estuviera zanjado, pero su voz —Bien... El Perro seguirá siendo tu sombra, vigilando cada uno de tus pasos. No se lo pongas más difícil. Créeme… no quieres enfadarlo. Ella tragó saliva y asintió una vez más. Y es cierto que no supo cómo actuar. Se quedó paralizada, como si aquella situación fuese extraña, como si… fuese diferente a todas las demás. ¿De verdad a él le importaba tan poco como estaba demostrando? Aquello hizo que su ceño se frunciera, que su mirada descendiera al suelo y que deseara marcharse de allí cuanto antes. Así que, y sin su permiso, Serenna asintió a modo de despedida, hizo una reverencia y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse. Pero entonces, su voz la detuvo. —No recuerdo haberte dicho que pudieras irte. Serenna se quedó inmóvil. Tywin se levantó despacio. Caminó hacia ella, deteniéndose lo suficientemente cerca para que el calor de su cuerpo la envolviera, para que su aliento rozara apenas su nuca, evidenciando así que estaba tras ella. Ésta se giró lentamente, enfrentándole. Tragó saliva, el pulso acelerándosele en el cuello visiblemente. —No... no era mi intención desafiaros, My Lord —susurró ella. Su cuerpo traicionándola al inclinarse apenas hacia atrás. Tywin no dijo nada, tan solo la miró, analizándola en silencio. Aquellos ojos azules, penetrantes, se aguzaban mientras la escudriñaban. Su ceño fruncido, su ceja arqueada. Y ahí estaba… aquella expresión tan suya… Esa que utilizaba cuando diseccionaba a las personas, cuando evaluaba cada detalle. Y oh… en ella pudo ver mucho… Demasiado. El temblor sutil en sus hombros, el modo en que su pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada, el pulso visible en su cuello… Avanzó un paso más, y luego otro, acorralándola. Su altura imponente obligándola a retroceder instintivamente hasta que su espalda rozó la piedra fría. Serenna levantó la vista hacia él, sus labios entreabriéndose por un deseo incontrolable. Intentó mantener la compostura, apretando los muslos con disimulo, mordiéndose el interior de la mejilla para no dejar escapar un suspiro, pero el calor de su proximidad la traicionaba, haciendo que su cuerpo respondiera con un pulso insistente entre sus piernas, un anhelo que rogaba no ser visto. Tywin se detuvo entonces, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su rostro, sus ojos clavados en los de ella, notando cada matiz: el rubor que subía a sus mejillas, el leve temblor de sus labios, el deseo que emanaba de ella. Su mandíbula se tensó fugazmente, un atisbo de aquella debilidad que solo ella provocaba en él, pero lo contuvo, como siempre. Casi como si solo hubiera querido comprobar eso: que ella aún lo deseaba, que su atracción por él no se había extinguido, que seguía siendo capaz de encender ese fuego en ella con solo su presencia. Satisfecho, o al menos, aparentándolo, dio un paso atrás, rompiendo la tensión, dejándola con las ganas. —Que no se vuelva a repetir —advirtió, volviendo a su escritorio, sentándose como si nada hubiera pasado. Serenna asintió, temblorosa, saliendo de la torre con el cuerpo aún latiendo por el encuentro, el deseo no saciado quemándole por dentro. Confundida, volvió a sus aposentos, aunque allí ya no tuviese que estar. No por obligación, al menos. Cuando llegó, Sandor la esperaba, de nuevo con la mirada al frente, sin mirarla. Ella, desilusionada y con el reciente encuentro de Tywin, decidió no continuar presionándole. No volvió a mirarle, no esperó respuesta, tan solo entró en la habitación, se encerró y se echó a llorar. La espalda contra la puerta, el cuerpo encogido, sus brazos rodeándose. Le deseaba, le quería. Aún a pesar de todo lo que le había hecho. Aún a pesar de que le hubiera prohibido aquello que más quería. El mar. ------------------------------------------------------ Una semana más tarde, cuando todo pareció asentarse, Tywin anunció su marcha. Debía viajar unos días para unos asuntos importantes. Sandor, como ya había aclarado, se quedaría con Serenna, cuidando de ella, y protegiéndola. Como había sido hasta ahora. La relación del Perro y la “princesa” había sido diferente aquellos días. Ella parecía haber aceptado que no volvería a repetirse lo que había sucedido en su encierro. Él era su protector, y nada más. Y es que, la joven Velaryon no podía permitirse perderle. Aquel día Sandor la acompañaba en lo alto del castillo. El mar se extendía bajo ellos. El cabello de la joven se mecía suavemente. El perfume de su piel llegaba hasta él, inundándolo. Entonces, ella se giró, y buscó su mirada. —Ser Clegane… Insistió en llamarlo así. A veces, eso hacía que él reaccionara, que… pareciera humano, que… pareciera el mismo hombre de aquellos días.
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  • *Grabándose el anuncio desde mi despacho estando de pie apoyado en mi bastón teniendo a un hatbot pequeño a mi derecha mientras otro venía con una bandeja para servirme una copa*

    - ¡Bienvenidos horribles criaturas!

    *Puse el bastón para hacer caer al hatbot que traía la bandeja cayéndose al suelo pudiéndose ver bastante dolorido*

    ¿Están sus secuaces tan cansados que su torpeza natural se ha incrementado el doble? *levantando la cabeza del hatbot con el bastón desde la barbilla para luego soltarlo haciendo que caiga de nuevo* ¿acaso se atreven a pedirles vacaciones? *este casi levantado asintió rápidamente* ¡Pues… tienen suerte! Por primera vez en la historia pueden mandarlo… *Con un chasquido de dedos una trampilla se abrió para dejarlo caer y la cámara cambio viéndose a este con dos maletas en frente de un resort* ¡Al Black Hat Resort para secuaces inútiles! Nuestro personal altamente capacitado se encargará de todas sus necesidades.

    *Dos hatbots más grandes le llevaron las maletas no sin antes uno de ellos machacar al pequeño volviéndolo una maleta para transportarlo a su habitación*

    ¡Disfrutaran de la vista en nuestras lujosas habitaciones!

    *En la habitación se vería al hatbot encima de una cama doble junto con cuadros de mi alrededor donde los ojos se giraron para mirarle y acto seguido una trampilla en la cama se abrió dejándolo caer mandándolo por un “tobogán”*

    ¡Se divertirán en nuestras emocionantes atracciones!

    *El tobogán lo había mandado a una piscina contaminada por radiación donde una anguila eléctrica y un tiburón le atacaron*

    ¡O bailaran hasta morir gozando de la vida nocturna!

    *En otra escena donde estaba en una discoteca rayos laser le dispararon haciendo que se mueva bailando volviéndolo a lanzar por una trampilla*

    ¡Y se relajaran en nuestro Spa con un masaje gentil~!

    *En esta escena se vería al hatbot atado a una cama de masaje donde seria aplastado por una gran prensa hidráulica, al “despertar” se vería atado en otro lugar con muchos más secuaces y al Dr Flug revisándolos*

    ¡Disfrutaran junto con miles de otros invitados~!

    En Black Hat Resort les garantizamos… que nunca se querrán IR. *la trampilla que estaba abierta desde un inicio se vio a ese mismo hatbot intentando salir arañando el suelo hasta que lo empuje con la planta del pie para hacerlo volver*
    *Grabándose el anuncio desde mi despacho estando de pie apoyado en mi bastón teniendo a un hatbot pequeño a mi derecha mientras otro venía con una bandeja para servirme una copa* - ¡Bienvenidos horribles criaturas! *Puse el bastón para hacer caer al hatbot que traía la bandeja cayéndose al suelo pudiéndose ver bastante dolorido* ¿Están sus secuaces tan cansados que su torpeza natural se ha incrementado el doble? *levantando la cabeza del hatbot con el bastón desde la barbilla para luego soltarlo haciendo que caiga de nuevo* ¿acaso se atreven a pedirles vacaciones? *este casi levantado asintió rápidamente* ¡Pues… tienen suerte! Por primera vez en la historia pueden mandarlo… *Con un chasquido de dedos una trampilla se abrió para dejarlo caer y la cámara cambio viéndose a este con dos maletas en frente de un resort* ¡Al Black Hat Resort para secuaces inútiles! Nuestro personal altamente capacitado se encargará de todas sus necesidades. *Dos hatbots más grandes le llevaron las maletas no sin antes uno de ellos machacar al pequeño volviéndolo una maleta para transportarlo a su habitación* ¡Disfrutaran de la vista en nuestras lujosas habitaciones! *En la habitación se vería al hatbot encima de una cama doble junto con cuadros de mi alrededor donde los ojos se giraron para mirarle y acto seguido una trampilla en la cama se abrió dejándolo caer mandándolo por un “tobogán”* ¡Se divertirán en nuestras emocionantes atracciones! *El tobogán lo había mandado a una piscina contaminada por radiación donde una anguila eléctrica y un tiburón le atacaron* ¡O bailaran hasta morir gozando de la vida nocturna! *En otra escena donde estaba en una discoteca rayos laser le dispararon haciendo que se mueva bailando volviéndolo a lanzar por una trampilla* ¡Y se relajaran en nuestro Spa con un masaje gentil~! *En esta escena se vería al hatbot atado a una cama de masaje donde seria aplastado por una gran prensa hidráulica, al “despertar” se vería atado en otro lugar con muchos más secuaces y al Dr Flug revisándolos* ¡Disfrutaran junto con miles de otros invitados~! En Black Hat Resort les garantizamos… que nunca se querrán IR. *la trampilla que estaba abierta desde un inicio se vio a ese mismo hatbot intentando salir arañando el suelo hasta que lo empuje con la planta del pie para hacerlo volver*
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    https://vt.tiktok.com/ZSPgMQGfs/

    Quienes coman así tienen serios problemas en la mesa

    Es preferible que se alejen de mi mis nervios no lo soportarían y terminaría por reaccionar como la chica
    https://vt.tiktok.com/ZSPgMQGfs/ Quienes coman así tienen serios problemas en la mesa 😅 Es preferible que se alejen de mi mis nervios no lo soportarían y terminaría por reaccionar como la chica 🤣
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  • *Kendo se encontraba en Roma, tratando de pasar desapercibido pues el demonio que estaba buscando ya se le escapó una vez y ya tenia memorizada una de sus múltiples caras, asi que llevaba un nivel de ira en el que su cara no fuera tan parecida a la que el demonio recordaba, y tambien llevaba unos lentes semi oscuros por si acaso.*

    —Tranquilo Kendo, solo tienes que esperar a que aparezca, sacarlo de aqui de alguna manera y matarle... sencillo...—

    *Murmura para si mismo. Estaba sentado en una mesa de una cafeteria, solo y tomandose un café, pues el demonio que buscaba se hacia pasar por humano y trataba de vivir como uno, frecuentado diario esa cafetería en horarios impredecibles, algo completamente inaceptable para el culto.*

    —Sin distracciones... No se te puede escapar denuevo, o ya sabes que te hara el lider del culto...—

    *Le da un sorbo a su café.*
    *Kendo se encontraba en Roma, tratando de pasar desapercibido pues el demonio que estaba buscando ya se le escapó una vez y ya tenia memorizada una de sus múltiples caras, asi que llevaba un nivel de ira en el que su cara no fuera tan parecida a la que el demonio recordaba, y tambien llevaba unos lentes semi oscuros por si acaso.* —Tranquilo Kendo, solo tienes que esperar a que aparezca, sacarlo de aqui de alguna manera y matarle... sencillo...— *Murmura para si mismo. Estaba sentado en una mesa de una cafeteria, solo y tomandose un café, pues el demonio que buscaba se hacia pasar por humano y trataba de vivir como uno, frecuentado diario esa cafetería en horarios impredecibles, algo completamente inaceptable para el culto.* —Sin distracciones... No se te puede escapar denuevo, o ya sabes que te hara el lider del culto...— *Le da un sorbo a su café.*
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    || No, no entre en Hiatus solo necesitaba ordenar algunas cosas para terminar mi ciclo escolar. Gracias a todos por la espera. He vuelto para responderles roles pendientes y nuevas interacciones, todos son bienvenidos. ~

    https://youtu.be/8D0ybTfYmCE?si=fnYJ4Mtj5ySCHD9v
    || No, no entre en Hiatus solo necesitaba ordenar algunas cosas para terminar mi ciclo escolar. Gracias a todos por la espera. He vuelto para responderles roles pendientes y nuevas interacciones, todos son bienvenidos. ~ https://youtu.be/8D0ybTfYmCE?si=fnYJ4Mtj5ySCHD9v
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  • Llega la hora.

    No es un parto: es una maldición del infierno reclamando su precio.
    El pago de un ejército no se hace con oro ni con sangre ajena, sino con servidumbre… y con un dolor que no pertenece a ningún mundo humano.

    Me encuentro en los dominios de las amas, pero lejos de sus salones y de sus tronos. Un lugar apartado, desnudo, donde la piedra está caliente como una herida abierta. Mis gritos atraviesan el territorio, se expanden durante kilómetros, rompen el aire, desgarran el velo entre planos.
    A ninguna le importa.
    Nadie acude.

    Nadie… excepto Eisheth.

    Aparece sin prisa, como si el tiempo no la tocara. Se detiene a lo lejos y me observa con esa sonrisa torcida, ambigua, que hoy me aterra más que nunca. En mi vulnerabilidad absoluta no sé qué es peor: si ha venido a contemplar mi sufrimiento como un espectáculo… o si espera, paciente, a que nazcan los cuerpos sin vida para alimentarse de ellos.

    No tengo fuerzas para preguntarlo.

    El dolor me parte en dos.

    Los primeros salen desgarrándome, uno tras otro, sin tregua.
    Cinco.
    Cinco fragmentos del Caos arrancados de mí como si mi cuerpo fuese solo un envoltorio prescindible. El grito que libero no sale de mi garganta: sale de mi alma, de un lugar más antiguo que el miedo.

    Pero no me desmayo.
    No todavía.

    Con un esfuerzo que me roba años de existencia, consigo expulsar ocho más. Mis músculos tiemblan, mi visión se nubla, mi conciencia se rompe en bordes afilados. Siento cómo mi cuerpo empieza a fallar, cómo suplica rendirse.

    Pero aún quedan siete.

    Entonces algo se rompe del todo.

    Mi cuerpo ya no recuerda cómo ser humano. Me desplomo a cuatro patas, como un animal herido. Mis puños se clavan en el suelo, la piedra se resquebraja bajo ellos. Empujo. Grito. Suplico. Maldigo.
    Durante cinco horas.

    Cinco horas de gritos que no sirven.
    Cinco horas de contracciones que solo castigan.
    Cinco horas de infierno contenido en un cuerpo que ya no debería sostener nada.

    Y al final… salen.

    Los siete restantes emergen como un último castigo.
    Cuerpos sin vida, marcados, medio adornados por la intervención cruel de sus propias hermanas. Diminutas réplicas de mí misma, pero espectrales, irreales, como si nunca hubieran pertenecido del todo a este plano.

    Veinte en total.
    El precio completo.

    Las sanas no se quedan.
    Desaparecen una a una, devorando el mundo, creciendo lejos de mí, afinándose para convertirse en lo que han sido concebidas para ser: soldados del Caos.

    Yo ya no puedo seguir en pie.

    Caigo al suelo, apenas consciente, al borde del desmayo. El miedo me atraviesa de pronto, frío y puro: cerrar los ojos y no volver a abrirlos. Desaparecer aquí, olvidada, después de haberlo dado todo.

    Me asusta…
    pero no creo tener fuerzas para evitarlo.

    Naamah Agrat Eisheth Zenunim
    Llega la hora. No es un parto: es una maldición del infierno reclamando su precio. El pago de un ejército no se hace con oro ni con sangre ajena, sino con servidumbre… y con un dolor que no pertenece a ningún mundo humano. Me encuentro en los dominios de las amas, pero lejos de sus salones y de sus tronos. Un lugar apartado, desnudo, donde la piedra está caliente como una herida abierta. Mis gritos atraviesan el territorio, se expanden durante kilómetros, rompen el aire, desgarran el velo entre planos. A ninguna le importa. Nadie acude. Nadie… excepto Eisheth. Aparece sin prisa, como si el tiempo no la tocara. Se detiene a lo lejos y me observa con esa sonrisa torcida, ambigua, que hoy me aterra más que nunca. En mi vulnerabilidad absoluta no sé qué es peor: si ha venido a contemplar mi sufrimiento como un espectáculo… o si espera, paciente, a que nazcan los cuerpos sin vida para alimentarse de ellos. No tengo fuerzas para preguntarlo. El dolor me parte en dos. Los primeros salen desgarrándome, uno tras otro, sin tregua. Cinco. Cinco fragmentos del Caos arrancados de mí como si mi cuerpo fuese solo un envoltorio prescindible. El grito que libero no sale de mi garganta: sale de mi alma, de un lugar más antiguo que el miedo. Pero no me desmayo. No todavía. Con un esfuerzo que me roba años de existencia, consigo expulsar ocho más. Mis músculos tiemblan, mi visión se nubla, mi conciencia se rompe en bordes afilados. Siento cómo mi cuerpo empieza a fallar, cómo suplica rendirse. Pero aún quedan siete. Entonces algo se rompe del todo. Mi cuerpo ya no recuerda cómo ser humano. Me desplomo a cuatro patas, como un animal herido. Mis puños se clavan en el suelo, la piedra se resquebraja bajo ellos. Empujo. Grito. Suplico. Maldigo. Durante cinco horas. Cinco horas de gritos que no sirven. Cinco horas de contracciones que solo castigan. Cinco horas de infierno contenido en un cuerpo que ya no debería sostener nada. Y al final… salen. Los siete restantes emergen como un último castigo. Cuerpos sin vida, marcados, medio adornados por la intervención cruel de sus propias hermanas. Diminutas réplicas de mí misma, pero espectrales, irreales, como si nunca hubieran pertenecido del todo a este plano. Veinte en total. El precio completo. Las sanas no se quedan. Desaparecen una a una, devorando el mundo, creciendo lejos de mí, afinándose para convertirse en lo que han sido concebidas para ser: soldados del Caos. Yo ya no puedo seguir en pie. Caigo al suelo, apenas consciente, al borde del desmayo. El miedo me atraviesa de pronto, frío y puro: cerrar los ojos y no volver a abrirlos. Desaparecer aquí, olvidada, después de haberlo dado todo. Me asusta… pero no creo tener fuerzas para evitarlo. [n.a.a.m.a.h] [f_off_bih] [demonsmile01]
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  • Podría llenarte de palabras bonitas, pero no le harían justicia a la inmensidad que recorre mi interior, a la sensación abrumadora y única que despierta navegar la intensidad de los mares que portas como ojos o la perdición en la que caigo cada vez que pruebo el sabor de tus labios. Quiero seguir allí cuando la tormenta sacuda esas aguas, cuando tu oscuridad salga a opacar la belleza de tu luz, quiero amarte por completo, de forma detallada; festejar tus victorias, abrazar tus derrotas, volver de manera silenciosa todas tus heridas como mías, que cada día mis acciones cargadas de amor puro y honesto le den valor a aquellas palabras que quedan eclipsadas por el latir de mi corazón por ti.

    Kazuo
    Podría llenarte de palabras bonitas, pero no le harían justicia a la inmensidad que recorre mi interior, a la sensación abrumadora y única que despierta navegar la intensidad de los mares que portas como ojos o la perdición en la que caigo cada vez que pruebo el sabor de tus labios. Quiero seguir allí cuando la tormenta sacuda esas aguas, cuando tu oscuridad salga a opacar la belleza de tu luz, quiero amarte por completo, de forma detallada; festejar tus victorias, abrazar tus derrotas, volver de manera silenciosa todas tus heridas como mías, que cada día mis acciones cargadas de amor puro y honesto le den valor a aquellas palabras que quedan eclipsadas por el latir de mi corazón por ti. [8KazuoAihara8]
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  • Agrat Eisheth Zenunim Naamah

    Vuelvo a estar en cinta.

    No debería haber ocurrido así.
    No ahora.
    No cuando Agrat, la hermana mayor, había dictado su voluntad: que fuese Eisheth quien trajera a las siguientes soldados, que el peso del Caos cambiara de vientre, de sangre, de sacrificio.

    Pero Naamah nunca obedece del todo.

    Su deseo me encuentra de nuevo, como una grieta que jamás termina de cerrarse. Otra ordaz de engendros se forma en mí, más numerosa, más hambrienta, más impaciente. No he terminado de sanar del último parto cuando mi cuerpo vuelve a convertirse en umbral.

    Las contracciones comienzan demasiado pronto.
    No avanzan: estallan.

    Son peores que las anteriores, más profundas, más crueles. No siento solo el útero contrayéndose; siento capas enteras de mí colapsando hacia dentro, como si el espacio se plegara para darles lugar. Respiro y el aire no alcanza. Grito y el sonido no basta.

    Me tumban para el ecógrafo.

    La pantalla parpadea.
    El técnico se queda inmóvil.

    Uno.
    Dos.
    Cinco.
    Diez.

    El contador sigue subiendo mientras el silencio se vuelve espeso, irrespirable. Las formas se superponen, se mueven demasiado, como si no respetaran límites físicos. El aparato emite un pitido agudo, nervioso.

    —Veinte —susurra alguien, sin darse cuenta de que ha hablado en voz alta.

    Veinte criaturas dentro de mí.

    Siento cómo se empujan, cómo reclaman espacio que no existe, cómo aprenden a odiarse incluso antes de nacer. Mis entrañas arden. Cada contracción es una orden directa del Caos: abre, cede, rompe.

    Agrat no quería esto.
    Eisheth debía ser la siguiente.

    Pero Naamah me ha elegido otra vez.

    Y mi cuerpo, traidor y templo, vuelve a obedecer.
    [f_off_bih] [demonsmile01] [n.a.a.m.a.h] Vuelvo a estar en cinta. No debería haber ocurrido así. No ahora. No cuando Agrat, la hermana mayor, había dictado su voluntad: que fuese Eisheth quien trajera a las siguientes soldados, que el peso del Caos cambiara de vientre, de sangre, de sacrificio. Pero Naamah nunca obedece del todo. Su deseo me encuentra de nuevo, como una grieta que jamás termina de cerrarse. Otra ordaz de engendros se forma en mí, más numerosa, más hambrienta, más impaciente. No he terminado de sanar del último parto cuando mi cuerpo vuelve a convertirse en umbral. Las contracciones comienzan demasiado pronto. No avanzan: estallan. Son peores que las anteriores, más profundas, más crueles. No siento solo el útero contrayéndose; siento capas enteras de mí colapsando hacia dentro, como si el espacio se plegara para darles lugar. Respiro y el aire no alcanza. Grito y el sonido no basta. Me tumban para el ecógrafo. La pantalla parpadea. El técnico se queda inmóvil. Uno. Dos. Cinco. Diez. El contador sigue subiendo mientras el silencio se vuelve espeso, irrespirable. Las formas se superponen, se mueven demasiado, como si no respetaran límites físicos. El aparato emite un pitido agudo, nervioso. —Veinte —susurra alguien, sin darse cuenta de que ha hablado en voz alta. Veinte criaturas dentro de mí. Siento cómo se empujan, cómo reclaman espacio que no existe, cómo aprenden a odiarse incluso antes de nacer. Mis entrañas arden. Cada contracción es una orden directa del Caos: abre, cede, rompe. Agrat no quería esto. Eisheth debía ser la siguiente. Pero Naamah me ha elegido otra vez. Y mi cuerpo, traidor y templo, vuelve a obedecer.
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  • 僕は佇み君を思う。
    Eunwoo Kim

    Escuchó la afirmación sobre su acento con un fuerte revuelo en el pecho, como si en su interior, en lugar de un estanque en paz, hubiera una fuerte tormenta haciendo estragos en sus emociones. Yuiichi escondió el rostro entre sus manos un momento antes de tomar, esta vez, el vaso de agua —Gracias —susurró apenas, con una voz que podría confundirse con el murmullo del viento tras la ventana, mientras sus mejillas lucían un rojo brillante. No se esforzó por apartar el cabello que caía sobre su cara; no hacía más que existir como podía tras la declaración de Eunwoo. ¿Y cómo no estarlo? Estaba tan inmerso en sus sentimientos y en el latido frenético de su corazón que apenas lograba reaccionar. Muy pocas veces solía tener ese tipo de cumplidos, algunas veces, personas con las que había salido antes tenían como una especie de burla hacía cosas tan simples como su acento japonés, la dificultad para mencionar la “L” era una de las cosas que más le daba vergüenza después de su yaeba —No suelen decir cosas lindas de eso, o de mis dientes— comentó sin pensarlo mucho, arrepintiéndose un poco de su hablar sin pensar.

    Tras perderse en el silencio acompasado por el sonido de sus propios latidos, giró hacia Eunwoo al escuchar su pregunta. Con los ojos brillantes por el calor de su piel, alternó la vista entre el labio que el coreano mordía y sus ojos. ¿Acaso no era consciente de lo que provocaba? —Bueno, me gusta mucho la comida japonesa —dijo suave, volviendo la mirada al vaso que descansaba en sus manos para evitar los labios que soñaba con besar más pronto que tarde— No soy muy fan de la comida picante, pero por lo demás, como de todo —aclaró finalmente tras carraspear un poco, buscando sentirse menos apenado, aun jugando con el vaso en sus manos heladas.

    Luego de aspirar más hondo de lo habitual, inhalando el aroma ajeno, soltó el aire junto con su nombre: —Eunwoo... Tus gatos son de verdad muy adorables, me gustan mucho sus nombres —dijo, cambiando el tema mientras miraba hacia cualquier lado para evitar la cara de Eunwoo. Se humedeció los labios con la lengua; tenía sed de nuevo—. Suki... Está escrito con el kanji de "querer" y "cuidado". Onna y Ko, mujer y niño, respectivamente—pareció reflexionar un momento para luego repetir lo dicho, haciendo hincapié en ello— Es el significado de querer, de apreciar mucho algo.

    Comenzó a explicar los kanjis como podía, dibujando con la humedad del vaso sobre el dorso de la mano de Eunwoo: —Suki significa... como querer o gustar. —Siempre le había agradado dar ese tipo de explicaciones sobre lo que le apasionaba; por algo había terminado dando clases a pesar de la paga poco justa —Así que, por los cuidados que están tus gatos, y por el amor que se nota que les tienes, puedo decir que es un buen nombre— Terminó de agregar, esperando no haber dicho nada incorrecto y cuidando pronunciar todas las letras de la mejor forma, evitando resaltar su habla nativa. Pasaron un rato en silencio. Él esperaba el momento indicado para hablar, sumergido en todo lo que Eunwoo le hacía sentir, hasta que recordó lo que iba a decir antes de que su acento lo delatara por completo.

    —Antes de decir Purin... Pu... Pringles... —Sintió una oleada de vergüenza al notar que casi cometía el mismo error, justo cuando se armaba de valor para hablar de la única forma que encontraba—. Quería... —soltó un leve hmmm—. Quería saber más de ti— Con cada palabra su tono de voz bajaba más. Colocó su mano libre sobre su cuello, intentando comprobar por qué su temperatura era tan alta y por qué sentía que el ruido de su corazón era tan fuerte que podría escucharse en toda la cuadra.
    僕は佇み君を思う。 [whisper_scarlet_hawk_977] Escuchó la afirmación sobre su acento con un fuerte revuelo en el pecho, como si en su interior, en lugar de un estanque en paz, hubiera una fuerte tormenta haciendo estragos en sus emociones. Yuiichi escondió el rostro entre sus manos un momento antes de tomar, esta vez, el vaso de agua —Gracias —susurró apenas, con una voz que podría confundirse con el murmullo del viento tras la ventana, mientras sus mejillas lucían un rojo brillante. No se esforzó por apartar el cabello que caía sobre su cara; no hacía más que existir como podía tras la declaración de Eunwoo. ¿Y cómo no estarlo? Estaba tan inmerso en sus sentimientos y en el latido frenético de su corazón que apenas lograba reaccionar. Muy pocas veces solía tener ese tipo de cumplidos, algunas veces, personas con las que había salido antes tenían como una especie de burla hacía cosas tan simples como su acento japonés, la dificultad para mencionar la “L” era una de las cosas que más le daba vergüenza después de su yaeba —No suelen decir cosas lindas de eso, o de mis dientes— comentó sin pensarlo mucho, arrepintiéndose un poco de su hablar sin pensar. Tras perderse en el silencio acompasado por el sonido de sus propios latidos, giró hacia Eunwoo al escuchar su pregunta. Con los ojos brillantes por el calor de su piel, alternó la vista entre el labio que el coreano mordía y sus ojos. ¿Acaso no era consciente de lo que provocaba? —Bueno, me gusta mucho la comida japonesa —dijo suave, volviendo la mirada al vaso que descansaba en sus manos para evitar los labios que soñaba con besar más pronto que tarde— No soy muy fan de la comida picante, pero por lo demás, como de todo —aclaró finalmente tras carraspear un poco, buscando sentirse menos apenado, aun jugando con el vaso en sus manos heladas. Luego de aspirar más hondo de lo habitual, inhalando el aroma ajeno, soltó el aire junto con su nombre: —Eunwoo... Tus gatos son de verdad muy adorables, me gustan mucho sus nombres —dijo, cambiando el tema mientras miraba hacia cualquier lado para evitar la cara de Eunwoo. Se humedeció los labios con la lengua; tenía sed de nuevo—. Suki... Está escrito con el kanji de "querer" y "cuidado". Onna y Ko, mujer y niño, respectivamente—pareció reflexionar un momento para luego repetir lo dicho, haciendo hincapié en ello— Es el significado de querer, de apreciar mucho algo. Comenzó a explicar los kanjis como podía, dibujando con la humedad del vaso sobre el dorso de la mano de Eunwoo: —Suki significa... como querer o gustar. —Siempre le había agradado dar ese tipo de explicaciones sobre lo que le apasionaba; por algo había terminado dando clases a pesar de la paga poco justa —Así que, por los cuidados que están tus gatos, y por el amor que se nota que les tienes, puedo decir que es un buen nombre— Terminó de agregar, esperando no haber dicho nada incorrecto y cuidando pronunciar todas las letras de la mejor forma, evitando resaltar su habla nativa. Pasaron un rato en silencio. Él esperaba el momento indicado para hablar, sumergido en todo lo que Eunwoo le hacía sentir, hasta que recordó lo que iba a decir antes de que su acento lo delatara por completo. —Antes de decir Purin... Pu... Pringles... —Sintió una oleada de vergüenza al notar que casi cometía el mismo error, justo cuando se armaba de valor para hablar de la única forma que encontraba—. Quería... —soltó un leve hmmm—. Quería saber más de ti— Con cada palabra su tono de voz bajaba más. Colocó su mano libre sobre su cuello, intentando comprobar por qué su temperatura era tan alta y por qué sentía que el ruido de su corazón era tan fuerte que podría escucharse en toda la cuadra.
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