• Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Haber al menos reaccionen a lo que publicó creo que esperan a que no se quiénes son para bombardearme viendo mi perfil descuiden no muerdo a menos que se lo nerescan XDD
    Haber al menos reaccionen a lo que publicó creo que esperan a que no se quiénes son para bombardearme viendo mi perfil descuiden no muerdo a menos que se lo nerescan XDD 🤣
    Me gusta
    Me enjaja
    2
    1 comentario 0 compartidos
  • ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒



    ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨.


    Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando.

    "Hay un bastardo que me debe algo."

    Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados.

    El Ministro de Defensa de Rusia.

    Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad.

    — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable.

    "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí."

    Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie.

    El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo:

    — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?!

    Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo.

    "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía."

    La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse.

    Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies.

    . . .

    En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente.

    Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein.

    Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles.

    Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí.

    Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio.

    ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable.

    Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante.

    — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable.

    El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
    ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒ ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨. Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando. "Hay un bastardo que me debe algo." Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados. El Ministro de Defensa de Rusia. Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad. — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable. "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí." Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie. El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo: — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?! Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo. "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía." La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse. Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies. . . . En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente. Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein. Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles. Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí. Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio. ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable. Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante. — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable. El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
    Me shockea
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    18
    4 turnos 0 maullidos
  • ──── 𝐎𝐑𝐈𝐆𝐄𝐍 ────

    𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐍𝐀𝐌𝐄 𝐖𝐈𝐋𝐋 𝐁𝐄 : 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐢𝐚𝐠𝐨 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟓]

    Solo yacía allí, con la mirada cabizbaja, un dolor insoportable de cabeza y la sangre seca cubriendo gran parte de esta. Era un don nadie en ése entonces, un desconocido por esos lares pero curiosamente esa organización sabía quién era él realmente.

    Sentado; ahora en el despacho de la oficina de Sergei. Solo esperaba una sentencia más y que fuera esta la muerte. Cerró sus ojos unos momentos, sintiéndose en paz unos segundos hasta que escuchó unos pasos acercándose y un fuerte golpe contra el escritorio que lo hizo reaccionar de momento y verlo fijamente. Era el mismo Sergei, con una hoja en mano.

    Santiago no entendía nada, pero sabía que no debía estar en ese sitio ni entablando una conversación con aquél perpetrador cuál este solo se dignó a agarrar el pulgar de su mano cuál yacía cubierto de su propia sangre y colocarlo en la aquella hoja : Un contrato de terminos y condiciones. Donde ahora, yacía pactada con la sangre del ángel caído.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ──── 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘵𝘶 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘭 𝘥í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘢𝘱𝘢𝘳 𝘺 𝘵𝘳𝘢𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘳𝘮𝘦. 𝘛𝘦 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘺 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘳á𝘴 𝘦𝘴𝘦 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘢 𝘵𝘶 𝘦𝘵𝘦𝘳𝘯𝘪𝘥𝘢𝘥. ──── Volvió a sus pasos para colocar el papel en un portafolio y así guardarlo en su escritorio. Solo mantenía su mirada firme en el argentino para luego mostrar una sonrisa mostrando su carencia de empatía y bondad.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ──── 𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰, 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘪𝘤𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘱𝘶𝘯𝘵𝘰 𝟣 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘤𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢 : 𝘗𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘢𝘥𝘦𝘤𝘶𝘢𝘥𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘮í. 𝘘𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘳 𝘵𝘶 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘺 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. . . 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘦𝘯 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘵𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴. ────

    El ángel caído, ahora renombrado Santiago, solo se mantuvo en silencio unos segundos. Ni había podido leer aquél contrato, ni sus condiciones ni términos. Solo fue obligado a hacer un pacto de sangre en su momento más vulnerable.

    Trato de recordar su pasado; el dolor las torturas, el miedo, el abuso, la tristeza, la soledad. Nunca conoció aquello que se llamaba : 𝐅𝐄𝐋𝐈𝐂𝐈𝐃𝐀𝐃.

    Un nudo en la garganta se le formó en aquél entonces hasta que pudo expresar palabras con las pocas fuerzas que aún le quedaban.

    ──── 𝘠𝘰. . . 𝘊𝘢í 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰, 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰𝘴. 𝘍𝘶í 𝘦𝘹𝘱𝘶𝘭𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘮𝘪 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘰 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘦𝘳 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘥𝘪𝘧𝘦𝘳𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘔𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘰𝘫ó 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘣𝘢𝘴𝘶𝘳𝘢 𝘴𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢𝘴𝘦 𝘺 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘵𝘳𝘢𝘯𝘴𝘤𝘶𝘳𝘴𝘰 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘦𝘯𝘴𝘰 𝘮𝘪𝘴 𝘢𝘭𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘲𝘶𝘦𝘣𝘳𝘢𝘯𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯. ──── Levantó su camisa mostrando una gran cicatriz superficial en el area superior de su hombro y costado abdominal.

    ──── 𝘔𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘮𝘱𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘴𝘶𝘦𝘭𝘰 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘪𝘦 𝘯𝘰𝘵𝘰 𝘮𝘪 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘛𝘰𝘥𝘰𝘴 é𝘴𝘵𝘰𝘴 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘧𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪ó 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥, 𝘶𝘯 𝘮𝘢𝘳𝘨𝘪𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘣𝘢 𝘢𝘭 𝘮𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥. . . 𝘔𝘦 𝘢𝘭𝘪𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢, 𝘱𝘦𝘯𝘴é 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘪𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘪𝘯𝘮𝘰𝘳𝘵𝘢𝘭. 𝘌𝘴𝘢 𝘦𝘴 𝘮𝘪 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘤𝘪ó𝘯. ────

    ──── ❝ ¡𝐂ó𝐦𝐨 𝐜𝐚í𝐬𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨, 𝐨𝐡 𝐋𝐮𝐜𝐞𝐫𝐨, 𝐡𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚ñ𝐚𝐧𝐚! 𝐂𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐟𝐮𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐭ú 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐛𝐢𝐥𝐢𝐭𝐚𝐛𝐚𝐬 𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬. ❞ ──── 𝐈𝐬𝐚í𝐚𝐬 (𝟏𝟒:𝟏𝟐)

    Refutó con estas últimas palabras mientras sus ojos carmesí se encontraban con los de Sergei cuál escuchaba atentamente su historia.

    ──── ¿𝘏𝘢𝘴 𝘭𝘦í𝘥𝘰 𝘭𝘢 𝘣𝘪𝘣𝘭𝘪𝘢? 𝘌𝘯 é𝘴𝘦 𝘷𝘦𝘳𝘴í𝘤𝘶𝘭𝘰, 𝘴𝘰𝘺 𝘺𝘰 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘤𝘢𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘶𝘯 𝘴𝘦𝘳 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘪𝘯 𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘦𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘤𝘰𝘳𝘳𝘰𝘮𝘱𝘪𝘥𝘢. ────
    ──── 𝐎𝐑𝐈𝐆𝐄𝐍 ──── 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐍𝐀𝐌𝐄 𝐖𝐈𝐋𝐋 𝐁𝐄 : 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐢𝐚𝐠𝐨 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟓] Solo yacía allí, con la mirada cabizbaja, un dolor insoportable de cabeza y la sangre seca cubriendo gran parte de esta. Era un don nadie en ése entonces, un desconocido por esos lares pero curiosamente esa organización sabía quién era él realmente. Sentado; ahora en el despacho de la oficina de Sergei. Solo esperaba una sentencia más y que fuera esta la muerte. Cerró sus ojos unos momentos, sintiéndose en paz unos segundos hasta que escuchó unos pasos acercándose y un fuerte golpe contra el escritorio que lo hizo reaccionar de momento y verlo fijamente. Era el mismo Sergei, con una hoja en mano. Santiago no entendía nada, pero sabía que no debía estar en ese sitio ni entablando una conversación con aquél perpetrador cuál este solo se dignó a agarrar el pulgar de su mano cuál yacía cubierto de su propia sangre y colocarlo en la aquella hoja : Un contrato de terminos y condiciones. Donde ahora, yacía pactada con la sangre del ángel caído. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ──── 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘵𝘶 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘭 𝘥í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘢𝘱𝘢𝘳 𝘺 𝘵𝘳𝘢𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘳𝘮𝘦. 𝘛𝘦 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘺 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘳á𝘴 𝘦𝘴𝘦 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘢 𝘵𝘶 𝘦𝘵𝘦𝘳𝘯𝘪𝘥𝘢𝘥. ──── Volvió a sus pasos para colocar el papel en un portafolio y así guardarlo en su escritorio. Solo mantenía su mirada firme en el argentino para luego mostrar una sonrisa mostrando su carencia de empatía y bondad. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ──── 𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰, 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘪𝘤𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘱𝘶𝘯𝘵𝘰 𝟣 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘤𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢 : 𝘗𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘢𝘥𝘦𝘤𝘶𝘢𝘥𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘮í. 𝘘𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘳 𝘵𝘶 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘺 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. . . 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘦𝘯 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘵𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴. ──── El ángel caído, ahora renombrado Santiago, solo se mantuvo en silencio unos segundos. Ni había podido leer aquél contrato, ni sus condiciones ni términos. Solo fue obligado a hacer un pacto de sangre en su momento más vulnerable. Trato de recordar su pasado; el dolor las torturas, el miedo, el abuso, la tristeza, la soledad. Nunca conoció aquello que se llamaba : 𝐅𝐄𝐋𝐈𝐂𝐈𝐃𝐀𝐃. Un nudo en la garganta se le formó en aquél entonces hasta que pudo expresar palabras con las pocas fuerzas que aún le quedaban. ──── 𝘠𝘰. . . 𝘊𝘢í 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰, 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰𝘴. 𝘍𝘶í 𝘦𝘹𝘱𝘶𝘭𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘮𝘪 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘰 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘦𝘳 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘥𝘪𝘧𝘦𝘳𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘔𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘰𝘫ó 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘣𝘢𝘴𝘶𝘳𝘢 𝘴𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢𝘴𝘦 𝘺 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘵𝘳𝘢𝘯𝘴𝘤𝘶𝘳𝘴𝘰 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘦𝘯𝘴𝘰 𝘮𝘪𝘴 𝘢𝘭𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘲𝘶𝘦𝘣𝘳𝘢𝘯𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯. ──── Levantó su camisa mostrando una gran cicatriz superficial en el area superior de su hombro y costado abdominal. ──── 𝘔𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘮𝘱𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘴𝘶𝘦𝘭𝘰 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘪𝘦 𝘯𝘰𝘵𝘰 𝘮𝘪 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘛𝘰𝘥𝘰𝘴 é𝘴𝘵𝘰𝘴 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘧𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪ó 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥, 𝘶𝘯 𝘮𝘢𝘳𝘨𝘪𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘣𝘢 𝘢𝘭 𝘮𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥. . . 𝘔𝘦 𝘢𝘭𝘪𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢, 𝘱𝘦𝘯𝘴é 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘪𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘪𝘯𝘮𝘰𝘳𝘵𝘢𝘭. 𝘌𝘴𝘢 𝘦𝘴 𝘮𝘪 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘤𝘪ó𝘯. ──── ──── ❝ ¡𝐂ó𝐦𝐨 𝐜𝐚í𝐬𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨, 𝐨𝐡 𝐋𝐮𝐜𝐞𝐫𝐨, 𝐡𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚ñ𝐚𝐧𝐚! 𝐂𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐟𝐮𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐭ú 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐛𝐢𝐥𝐢𝐭𝐚𝐛𝐚𝐬 𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬. ❞ ──── 𝐈𝐬𝐚í𝐚𝐬 (𝟏𝟒:𝟏𝟐) Refutó con estas últimas palabras mientras sus ojos carmesí se encontraban con los de Sergei cuál escuchaba atentamente su historia. ──── ¿𝘏𝘢𝘴 𝘭𝘦í𝘥𝘰 𝘭𝘢 𝘣𝘪𝘣𝘭𝘪𝘢? 𝘌𝘯 é𝘴𝘦 𝘷𝘦𝘳𝘴í𝘤𝘶𝘭𝘰, 𝘴𝘰𝘺 𝘺𝘰 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘤𝘢𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘶𝘯 𝘴𝘦𝘳 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘪𝘯 𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘦𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘤𝘰𝘳𝘳𝘰𝘮𝘱𝘪𝘥𝘢. ────
    Me shockea
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    Me entristece
    13
    1 turno 0 maullidos
  • Ese día el ascensor había fallado. Se detuvo entre el tercer y cuarto piso. Durante los vientisiete minutos que estuvo atrapada, Alaska contó las respiraciones de la mujer que compartía el espacio con ella (unas 37 respiraciones por minuto, lo que era un indicador de pánico) y registro cada uno de sus suspiros de ansiedad. Sin contar que la mujer hablaba demasiado. No fue peligroso. Fue ruidoso. Cuando la puerta se abrió finalmente, Alaska salió sin decir una sola palabra, pero cada paso hacia su apartamento era más rígido que el anterior.

    Ese mismo día, de pie frente a su ventana, hizo lo que siempre hacía cuando el mundo exterior parecía filtrarse demasiado: evaluar variables.

    — El apartamento tiene 47 metros cuadrados, 3 ventanas, 1 puerta principal, y 35 vecinos cuyos horarios he mapeado. . . Y aún así, la probabilidad de interacciones no deseadas sigue siendo del 63.7%

    Se acercó a la ventana, apartó la cortina y asomó su rostro, sintiendo los rayos cálidos sobre su piel.

    — Los apartamentos son organismos compartidos. Pasillos. Ascensores. Escaleras. Gente. —pausa breve— Pero una casa. . . no tiene eso. Una casa es un perímetro cerrado. . .

    Cerró la ventana, fue hacia su libreta y abrió una página en blanco. En la parte superior escribió: "Cosas por hacer: Reubicación. Mudarme a una casa"

    — Si —susurró, y fue la conclusión mas lógica a la que llegó— lo mejor será conseguir una casa para vivir. . . Ahora solo necesito conseguir una casa en alquiler que mi sueldo de empleada en la tienda pueda pagar...
    Ese día el ascensor había fallado. Se detuvo entre el tercer y cuarto piso. Durante los vientisiete minutos que estuvo atrapada, Alaska contó las respiraciones de la mujer que compartía el espacio con ella (unas 37 respiraciones por minuto, lo que era un indicador de pánico) y registro cada uno de sus suspiros de ansiedad. Sin contar que la mujer hablaba demasiado. No fue peligroso. Fue ruidoso. Cuando la puerta se abrió finalmente, Alaska salió sin decir una sola palabra, pero cada paso hacia su apartamento era más rígido que el anterior. Ese mismo día, de pie frente a su ventana, hizo lo que siempre hacía cuando el mundo exterior parecía filtrarse demasiado: evaluar variables. — El apartamento tiene 47 metros cuadrados, 3 ventanas, 1 puerta principal, y 35 vecinos cuyos horarios he mapeado. . . Y aún así, la probabilidad de interacciones no deseadas sigue siendo del 63.7% Se acercó a la ventana, apartó la cortina y asomó su rostro, sintiendo los rayos cálidos sobre su piel. — Los apartamentos son organismos compartidos. Pasillos. Ascensores. Escaleras. Gente. —pausa breve— Pero una casa. . . no tiene eso. Una casa es un perímetro cerrado. . . Cerró la ventana, fue hacia su libreta y abrió una página en blanco. En la parte superior escribió: "Cosas por hacer: Reubicación. Mudarme a una casa" — Si —susurró, y fue la conclusión mas lógica a la que llegó— lo mejor será conseguir una casa para vivir. . . Ahora solo necesito conseguir una casa en alquiler que mi sueldo de empleada en la tienda pueda pagar...
    Me gusta
    Me encocora
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • Como suelo decir siempre, me gusta más demostrar que hablar, las palabras se las lleva el viento y las acciones prevalecen por encima de todas las cosas.
    Como suelo decir siempre, me gusta más demostrar que hablar, las palabras se las lleva el viento y las acciones prevalecen por encima de todas las cosas.
    Me gusta
    Me encocora
    Me enjaja
    8
    38 turnos 0 maullidos
  • "En lo largo de mis viajes siempre he podido rescatar algo entre la humanidad.
    No solamente se trata de que en primera instancia parte de mí pertenece a ellos, es más un recuerdo lejano de la inocencia que se tiene. Jamás llegan a ser lo bastante viejos como para ver los contrastes de sus acciones.

    Un hombre jamás verá hasta dónde puede llegar su sangre.
    A qué punto sus ideales se mantienen o qué tan importantes se tornan sus logros en vida.
    Al final nadie vive lo suficiente para ver las consecuencias de sus actos.

    Y son condenados. Condenados a repetir los mismos actos una y otra vez.
    Siempre buscando otro nombre para bautizar sus atrocidades.
    Halagados de creerse los genios de una idea que siglos atrás alguien más la tuvo.

    Lo sé. Lo sé muy bien. Mis bibliotecas albergan todo lo que pueden, mi propia investigación concretadas bajo las biografías de nombres que seguramente nadie más recordará.

    Nadie excepto yo.
    Me siento viejo, viejo de recordar.
    Viejo de andar, de vagar.

    En las noches el cielo estrellado es mi compañía. Porque por más que quisiera no está aquí.
    Por más que desee no habrá rastro de su descendencia. Nuestra descendencia.

    Nuestros actos, no hay vestigio de ellos, las arenas del tiempo se encargaron de olvidarnos."
    "En lo largo de mis viajes siempre he podido rescatar algo entre la humanidad. No solamente se trata de que en primera instancia parte de mí pertenece a ellos, es más un recuerdo lejano de la inocencia que se tiene. Jamás llegan a ser lo bastante viejos como para ver los contrastes de sus acciones. Un hombre jamás verá hasta dónde puede llegar su sangre. A qué punto sus ideales se mantienen o qué tan importantes se tornan sus logros en vida. Al final nadie vive lo suficiente para ver las consecuencias de sus actos. Y son condenados. Condenados a repetir los mismos actos una y otra vez. Siempre buscando otro nombre para bautizar sus atrocidades. Halagados de creerse los genios de una idea que siglos atrás alguien más la tuvo. Lo sé. Lo sé muy bien. Mis bibliotecas albergan todo lo que pueden, mi propia investigación concretadas bajo las biografías de nombres que seguramente nadie más recordará. Nadie excepto yo. Me siento viejo, viejo de recordar. Viejo de andar, de vagar. En las noches el cielo estrellado es mi compañía. Porque por más que quisiera no está aquí. Por más que desee no habrá rastro de su descendencia. Nuestra descendencia. Nuestros actos, no hay vestigio de ellos, las arenas del tiempo se encargaron de olvidarnos."
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • // Pensaba en dejar las cosas como estaban, pero dado a las recientes situaciones, me he sentido en la necesidad de aclarar ciertos puntos para seguir evitando malos entendidos y habladurías de ciertas personas.

    1- Creo que todos sabemos que app es un forma de entrenamiento muy bonita y divertida, más no una obligación. Por lo que se entiende que todos tenemos una vida fuera de esto.

    2- Todos tenemos derecho a la privacidad de nuestros asuntos fuera de aquí. Sea el que fuera, no lo hace más ni menos que otro.

    3- Para la persona D, que ha llevado esta situación al público. Quiero decirle que al menos si vas a dar una versión, hazlo con todo el contexto completo y las cosas tal cual pasaron. Puntuando que en ningún momento yo te pedí/exigí hacer un personaje netamente dedicado al mío. La situación empezó en que tú posteaste el querer participar en cualquier rol. Incluso aclaré que el rol que se formó no debería ser un interferente a que tú puedas acceder a otros. Porque supuestamente tu PJ es un "multishipp" y las interacciones con otros PJ han fluido de manera amena y notoria.

    4- Ese tema de "Nunca abandonar", me causa un poco de gracia que lo mencionas así, cuando tú sabes muy bien como han sucedido las cosas en un pasado.

    5- Todos invertimos tiempo y dedicación en las interacciones, por lo que lo hace valioso para todos, no solo el tuyo, campeón.

    6- No de todos me pude despedir por temas personales y que necesitaban mi atención inmediata. Por lo que si están leyendo esto les agradezco mucho las interacciones que hemos compartido y quizás en un futuro sería genial poder coincidir de nuevo .

    Solo vine para aclarar estos puntos. Ya que me parece de muy mal gusto este tipo de situaciones. Sobre todo si la otra persona involucrada no está presente. Así que te pido abstenerte a seguir haciendo un drama innecesario.

    Saludos...

    // Pensaba en dejar las cosas como estaban, pero dado a las recientes situaciones, me he sentido en la necesidad de aclarar ciertos puntos para seguir evitando malos entendidos y habladurías de ciertas personas. 1- Creo que todos sabemos que app es un forma de entrenamiento muy bonita y divertida, más no una obligación. Por lo que se entiende que todos tenemos una vida fuera de esto. 2- Todos tenemos derecho a la privacidad de nuestros asuntos fuera de aquí. Sea el que fuera, no lo hace más ni menos que otro. 3- Para la persona D, que ha llevado esta situación al público. Quiero decirle que al menos si vas a dar una versión, hazlo con todo el contexto completo y las cosas tal cual pasaron. Puntuando que en ningún momento yo te pedí/exigí hacer un personaje netamente dedicado al mío. La situación empezó en que tú posteaste el querer participar en cualquier rol. Incluso aclaré que el rol que se formó no debería ser un interferente a que tú puedas acceder a otros. Porque supuestamente tu PJ es un "multishipp" y las interacciones con otros PJ han fluido de manera amena y notoria. 4- Ese tema de "Nunca abandonar", me causa un poco de gracia que lo mencionas así, cuando tú sabes muy bien como han sucedido las cosas en un pasado. 5- Todos invertimos tiempo y dedicación en las interacciones, por lo que lo hace valioso para todos, no solo el tuyo, campeón. 6- No de todos me pude despedir por temas personales y que necesitaban mi atención inmediata. Por lo que si están leyendo esto les agradezco mucho las interacciones que hemos compartido y quizás en un futuro sería genial poder coincidir de nuevo ❤️. Solo vine para aclarar estos puntos. Ya que me parece de muy mal gusto este tipo de situaciones. Sobre todo si la otra persona involucrada no está presente. Así que te pido abstenerte a seguir haciendo un drama innecesario. Saludos...
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    8
    0 turnos 0 maullidos
  • La campanilla de la puerta tintineó suavemente cuando Kaelith entró en la cafetería-bar de su hermano, un lugar elegante y cálido, donde las luces bajas acariciaban los muebles de madera oscura y los cristales brillaban con reflejos ámbar. Noah había tenido que ausentarse por una reunión importante, y por primera vez en semanas, Kaelith se veía obligado a encargarse de atender el lugar personalmente.

    Respiró hondo, ajustando la chaqueta de su traje oscuro y dejando que la calma que siempre emanaba fluyera. Su cabello blanco caía ligeramente sobre sus hombros mientras sus ojos plateados recorrían el espacio, evaluando cada detalle con precisión. No necesitaba instrucciones: la disposición de las mesas, los copas en la barra, incluso los gestos de los clientes eran notas en la sinfonía que él controlaba con naturalidad.

    —Bienvenidos —dijo con voz profunda, medida, mientras un cliente se acercaba al mostrador—. ¿Desean algo en especial?

    Su presencia era suficiente para que las conversaciones bajaran unos tonos y todos los presentes sintieran, aunque fuera subconscientemente, que estaban bajo su control. Kaelith movía cada taza y plato con delicadeza, sirviendo cafés y cocteles como si fueran rituales de precisión. No era un simple acto de cortesía; cada movimiento mostraba su disciplina, su atención al detalle y, en cierto modo, su autoridad innata.

    Mientras equilibraba una bandeja con varios cafés, notó un pequeño destello en la esquina del bar: Kurogane, su lobo espiritual, apenas visible, observando con sus ojos azul eléctrico cualquier indicio de problemas. Kaelith sonrió apenas perceptiblemente; la presencia del espíritu le daba seguridad y un recordatorio de que, aunque pareciera todo control y calma, siempre estaba listo para lo inesperado.

    —Aquí tienen —anunció, dejando las bebidas frente a los clientes con un gesto preciso, casi ceremonial—. Que disfruten.

    A medida que el flujo de personas continuaba, Kaelith caminaba entre las mesas con pasos medidos, corrigiendo un detalle en una servilleta, ajustando un asiento, asegurándose de que todo fuera perfecto. Para él, atender el bar no era simplemente una tarea; era un juego de estrategia, observación y control, y lo hacía sin esfuerzo, aunque la gente solo viera un hombre elegante sirviendo cafés.

    Cuando una bandeja se le resbaló casi imperceptiblemente, Kaelith reaccionó con rapidez sobrehumana, atrapándola antes de que cayera. Nadie notó el instante, salvo Kurogane, que emitió un leve gruñido de aprobación, invisible para los demás. Sonrió internamente. Incluso en tareas mundanas, su instinto de lobo y su naturaleza híbrida se mostraban sutilmente, como un recordatorio de que no era solo un empresario o un hermano: era Kaelith Veiryth, Alfa, híbrido, protector.

    Mientras servía un último café a una pareja sentada junto a la ventana, pensó en Noah. “Hoy será un buen día… aunque no me gusta estar lejos del control total de mi mundo, al menos aquí todo está bajo mi supervisión.” Su mirada plateada recorrió la barra y, por un instante, sus ojos se encontraron con Kurogane. Un vínculo silencioso, una promesa tácita: cuidaría este lugar, este mundo, mientras fuera necesario, con la misma fiereza con la que protegería a su hermano o a cualquier aliado.
    La campanilla de la puerta tintineó suavemente cuando Kaelith entró en la cafetería-bar de su hermano, un lugar elegante y cálido, donde las luces bajas acariciaban los muebles de madera oscura y los cristales brillaban con reflejos ámbar. Noah había tenido que ausentarse por una reunión importante, y por primera vez en semanas, Kaelith se veía obligado a encargarse de atender el lugar personalmente. Respiró hondo, ajustando la chaqueta de su traje oscuro y dejando que la calma que siempre emanaba fluyera. Su cabello blanco caía ligeramente sobre sus hombros mientras sus ojos plateados recorrían el espacio, evaluando cada detalle con precisión. No necesitaba instrucciones: la disposición de las mesas, los copas en la barra, incluso los gestos de los clientes eran notas en la sinfonía que él controlaba con naturalidad. —Bienvenidos —dijo con voz profunda, medida, mientras un cliente se acercaba al mostrador—. ¿Desean algo en especial? Su presencia era suficiente para que las conversaciones bajaran unos tonos y todos los presentes sintieran, aunque fuera subconscientemente, que estaban bajo su control. Kaelith movía cada taza y plato con delicadeza, sirviendo cafés y cocteles como si fueran rituales de precisión. No era un simple acto de cortesía; cada movimiento mostraba su disciplina, su atención al detalle y, en cierto modo, su autoridad innata. Mientras equilibraba una bandeja con varios cafés, notó un pequeño destello en la esquina del bar: Kurogane, su lobo espiritual, apenas visible, observando con sus ojos azul eléctrico cualquier indicio de problemas. Kaelith sonrió apenas perceptiblemente; la presencia del espíritu le daba seguridad y un recordatorio de que, aunque pareciera todo control y calma, siempre estaba listo para lo inesperado. —Aquí tienen —anunció, dejando las bebidas frente a los clientes con un gesto preciso, casi ceremonial—. Que disfruten. A medida que el flujo de personas continuaba, Kaelith caminaba entre las mesas con pasos medidos, corrigiendo un detalle en una servilleta, ajustando un asiento, asegurándose de que todo fuera perfecto. Para él, atender el bar no era simplemente una tarea; era un juego de estrategia, observación y control, y lo hacía sin esfuerzo, aunque la gente solo viera un hombre elegante sirviendo cafés. Cuando una bandeja se le resbaló casi imperceptiblemente, Kaelith reaccionó con rapidez sobrehumana, atrapándola antes de que cayera. Nadie notó el instante, salvo Kurogane, que emitió un leve gruñido de aprobación, invisible para los demás. Sonrió internamente. Incluso en tareas mundanas, su instinto de lobo y su naturaleza híbrida se mostraban sutilmente, como un recordatorio de que no era solo un empresario o un hermano: era Kaelith Veiryth, Alfa, híbrido, protector. Mientras servía un último café a una pareja sentada junto a la ventana, pensó en Noah. “Hoy será un buen día… aunque no me gusta estar lejos del control total de mi mundo, al menos aquí todo está bajo mi supervisión.” Su mirada plateada recorrió la barra y, por un instante, sus ojos se encontraron con Kurogane. Un vínculo silencioso, una promesa tácita: cuidaría este lugar, este mundo, mientras fuera necesario, con la misma fiereza con la que protegería a su hermano o a cualquier aliado.
    Me gusta
    2
    19 turnos 0 maullidos
  • Un verdadero caballero acepta su error, lo encara, se adueña de ello y mejora con acciones.

    Si vas a poner a alguien de culpable, mira bien tu reflejo caballero de Boreas.

    Un verdadero hombre no juega con el corazón de una dama, mucho menos varias.
    Un verdadero caballero se saca el corazón por su dama y defiende su honor.

    Me tiene sin cuidado si soy el villano.
    Prefiero serlo, que ver a mi aliada sufrir por un escurridizo reptil.
    Un verdadero caballero acepta su error, lo encara, se adueña de ello y mejora con acciones. Si vas a poner a alguien de culpable, mira bien tu reflejo caballero de Boreas. Un verdadero hombre no juega con el corazón de una dama, mucho menos varias. Un verdadero caballero se saca el corazón por su dama y defiende su honor. Me tiene sin cuidado si soy el villano. Prefiero serlo, que ver a mi aliada sufrir por un escurridizo reptil.
    Me encocora
    Me gusta
    10
    0 turnos 0 maullidos
  • — Me han preguntando si tengo redes sociales. Varias veces. Como si no tenerlas fuera una anomalía.

    Observa el icono de Instagram en la pantalla de su teléfono. Desliza su dedo por la pantalla principal de la app. Piensa en crear una cuenta.
    No tener presencia digital hoy en día equivale a no existir. O a existir demasiado. Ambas opciones le generan ruido.

    — La ausencia genera sospecha. . . —acerca su dedo a la opción "crear cuenta" pero se detiene— Hmmh, pero tener una cuenta es igual a datos expuestos e interacciones impredecibles... ¿Debería abrirla. . . o no?
    — Me han preguntando si tengo redes sociales. Varias veces. Como si no tenerlas fuera una anomalía. Observa el icono de Instagram en la pantalla de su teléfono. Desliza su dedo por la pantalla principal de la app. Piensa en crear una cuenta. No tener presencia digital hoy en día equivale a no existir. O a existir demasiado. Ambas opciones le generan ruido. — La ausencia genera sospecha. . . —acerca su dedo a la opción "crear cuenta" pero se detiene— Hmmh, pero tener una cuenta es igual a datos expuestos e interacciones impredecibles... ¿Debería abrirla. . . o no?
    Me gusta
    2
    2 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados