• —La habitación estaba sumida en una penumbra casi absoluta, apenas iluminada por la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas pesadas. Ángela, vestida con una delicada pero provocativa lencería negra que contrastaba con su piel pálida, se recostaba con una calma inquietante sobre la cama, sus ojos fijos en la puerta. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, preparado para el momento exacto. El silencio se hacía pesado, solo roto por el leve tic-tac del reloj en la pared.-

    -Cuando la puerta se abrió lentamente, Ángela no se movió, pero sus dedos se cerraron con firmeza alrededor del frío metal de la pistola oculta bajo la sábana. El hombre entró, confiado, sin sospechar la trampa que le esperaba. Su mirada se posó en ella, una sonrisa arrogante asomó en sus labios, pero antes de que pudiera reaccionar, un disparo seco resonó en la habitación. La bala encontró su blanco con precisión mortal.-

    -Ángela se levantó con una gracia letal, observando cómo el cuerpo caía sin vida al suelo. Su respiración era pausada, controlada, como si acabara de completar una rutina más que un acto de violencia. Sin una palabra, recogió la pistola, la limpió con un pañuelo y se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí un silencio aún más profundo que antes.-
    —La habitación estaba sumida en una penumbra casi absoluta, apenas iluminada por la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas pesadas. Ángela, vestida con una delicada pero provocativa lencería negra que contrastaba con su piel pálida, se recostaba con una calma inquietante sobre la cama, sus ojos fijos en la puerta. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, preparado para el momento exacto. El silencio se hacía pesado, solo roto por el leve tic-tac del reloj en la pared.- -Cuando la puerta se abrió lentamente, Ángela no se movió, pero sus dedos se cerraron con firmeza alrededor del frío metal de la pistola oculta bajo la sábana. El hombre entró, confiado, sin sospechar la trampa que le esperaba. Su mirada se posó en ella, una sonrisa arrogante asomó en sus labios, pero antes de que pudiera reaccionar, un disparo seco resonó en la habitación. La bala encontró su blanco con precisión mortal.- -Ángela se levantó con una gracia letal, observando cómo el cuerpo caía sin vida al suelo. Su respiración era pausada, controlada, como si acabara de completar una rutina más que un acto de violencia. Sin una palabra, recogió la pistola, la limpió con un pañuelo y se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí un silencio aún más profundo que antes.-
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  • ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ[ 桑港 | i'm on the 𝓦𝒆𝒔𝒕𝒔𝒊𝒅𝒆 ]

    El Audi patinó más de lo debido y ¡BANG! Se estrelló contra la pared de concreto con un golpe seco, ruidoso y… ligeramente humillante, tenía que admitirlo.

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ-ˋˏ✄┈┈┈┈

    ㅤㅤEl vuelo a San Francisco se sintió más corto de lo esperado, bueno, en parte porque había dormido casi todo el trayecto a causa del brownie cannábico justo para evitar pasarse despierto en tremenda lata voladora durante 12 horas.

    ㅤㅤAsistió al car meet por insistencia de un amigo y no se arrepintió.

    ㅤㅤHabían autos con todo tipo de arreglos y mejoras que llamaban la atención, escapes que botaban fuego, bocinas con colores estridentes tocando cumbias sonideras, Tupac, Eazy y más. Bobby, o "el chino" como lo llamaban sus amigos de la infancia con ascendencia latina, llegó en un Audi RS 7 gris y los saludó con el español que recordaba de aquellos días.

    "¡Dale Chino, enséñales!" —Gritó una voz conocida en español para animarlo después de dejarse convencer de hacer el drift.

    ㅤㅤEl motor del Audi retumbó. Bobby apretó el volante y justo cuando el humo del escape ya había llamado la atención de todos, pisó el acelerador con violencia y comenzó la maniobra. El auto giró haciendo chillar las llantas y el público enloqueció mientras jugaban a esquivarlo con los flashes encendidos mientras grababan.

    ㅤㅤDio una, dos vueltas pero a la tercera algo no cuadró.

    ㅤㅤEl impacto fue tan violento que el capó se arrugó como si no fuera nada, además el airbag no se activó y su cabeza rebotó contra algo, nunca supo contra qué, haciendo que le bajara una delgada línea de sangre por la ceja. Todo se apagó por un segundo pero Bobby se bajó entre el humo con el impulso torpe que le daba la adrenalina y cayó de rodillas al tropezarse con su propio pie.

    "¡Chino ¿… ...bien?!"

    —¿Quién bajó el volumen…? —Preguntó confundido mientras apretaba los ojos y alguien se acercó entre risas para auxiliarlo, su amigo, seguramente.

    ㅤㅤY así terminó la noche: con el Audi magullado, una ceja rota y su combo de amigos contándole como todo fue perfecto hasta que se le ocurrió besar la pared. Bueno, las cervezas y la risas hacían que valiera la pena aunque sabía que el chistecito le iba a salir caro a la aseguradora.
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ[ 桑港 | i'm on the 𝓦𝒆𝒔𝒕𝒔𝒊𝒅𝒆 ] El Audi patinó más de lo debido y ¡BANG! Se estrelló contra la pared de concreto con un golpe seco, ruidoso y… ligeramente humillante, tenía que admitirlo. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ-ˋˏ✄┈┈┈┈ ㅤㅤEl vuelo a San Francisco se sintió más corto de lo esperado, bueno, en parte porque había dormido casi todo el trayecto a causa del brownie cannábico justo para evitar pasarse despierto en tremenda lata voladora durante 12 horas. ㅤㅤAsistió al car meet por insistencia de un amigo y no se arrepintió. ㅤㅤHabían autos con todo tipo de arreglos y mejoras que llamaban la atención, escapes que botaban fuego, bocinas con colores estridentes tocando cumbias sonideras, Tupac, Eazy y más. Bobby, o "el chino" como lo llamaban sus amigos de la infancia con ascendencia latina, llegó en un Audi RS 7 gris y los saludó con el español que recordaba de aquellos días. "¡Dale Chino, enséñales!" —Gritó una voz conocida en español para animarlo después de dejarse convencer de hacer el drift. ㅤㅤEl motor del Audi retumbó. Bobby apretó el volante y justo cuando el humo del escape ya había llamado la atención de todos, pisó el acelerador con violencia y comenzó la maniobra. El auto giró haciendo chillar las llantas y el público enloqueció mientras jugaban a esquivarlo con los flashes encendidos mientras grababan. ㅤㅤDio una, dos vueltas pero a la tercera algo no cuadró. ㅤㅤEl impacto fue tan violento que el capó se arrugó como si no fuera nada, además el airbag no se activó y su cabeza rebotó contra algo, nunca supo contra qué, haciendo que le bajara una delgada línea de sangre por la ceja. Todo se apagó por un segundo pero Bobby se bajó entre el humo con el impulso torpe que le daba la adrenalina y cayó de rodillas al tropezarse con su propio pie. "¡Chino ¿… ...bien?!" —¿Quién bajó el volumen…? —Preguntó confundido mientras apretaba los ojos y alguien se acercó entre risas para auxiliarlo, su amigo, seguramente. ㅤㅤY así terminó la noche: con el Audi magullado, una ceja rota y su combo de amigos contándole como todo fue perfecto hasta que se le ocurrió besar la pared. Bueno, las cervezas y la risas hacían que valiera la pena aunque sabía que el chistecito le iba a salir caro a la aseguradora.
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  • Nada de esto es real.
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    El aire era tibio, impregnado de un dulzor floral casi embriagante, tan perfecto y suave como aquellas tardes de primavera que Ephraim solía amar… cuando aún era real. Una brisa cálida le acariciaba el rostro, agitando las hojas de los álamos con una delicadeza que habría conmovido a cualquier poeta. Ante él se desplegaba una escena tan hermosa, tan meticulosamente compuesta, que parecía diseñada no para ser vivida, sino para ser recordada.
    Un sueño. Demasiado perfecto.
    Los colores brillaban con un fulgor imposible, más vívidos de lo que cualquier mente despierta podría tolerar. Las voces eran muchas, y sin embargo, todas hablaban en un mismo tono: armonía, triunfo, paz. Una guerra había terminado, eso decían, una guerra que él no recordaba tener registro en su mente.

    La escena cambiaba sin cesar. Demasiado rápido.

    Ráfagas de alegría le golpeaban sin tregua: niños riendo, banquetes suntuosos en pasillos dorados, jardines en plena floración. Cada imagen estaba cuidadosamente pulida, como si una voluntad desesperada por la paz hubiera borrado todo rastro de verdad y lo hubiese reemplazado con una mentira reconfortante.

    Ephraim cerró los ojos con fuerza. No por nostalgia, sino por agotamiento. El constante cambio de escenario le impedía meditar, pensar, esconderse siquiera en ese rincón mental que sabía que la soñadora jamás buscaría. Era molesto. Dolía en los ojos.

    Las risas le revolvían el estómago.
    Las memorias felices provocaban un hormigueo repulsivo que le recorría la espalda como una corriente fría.

    Avanzó unos pasos, adentrándose en una marea de figuras que se entrelazaban en un banquete. Era hermoso, imposible negarlo. Una pintura viva, un momento de tal perfección que cualquier otro lo habría guardado como un tesoro en la memoria.
    Pero Ephraim sabía leer los sueños, sentía el final aproximarse, lo percibía en la velocidad con que las escenas se desarrollaban, como un teatro a punto de caer el telón.

    Y entonces vio a aquella joven. Por su porte, por la ligereza de sus pasos, supo sin dudarlo: ella era la soñadora.
    La autora inconsciente de ese paraíso artificial.

    Ephraim sintió, como tantas otras veces, el calor hiriente de una envidia antigua apretarle el pecho. No por su corona, ni por su linaje, ni siquiera por esos dragones que a su yo más joven le habrían fascinado estudiar.

    La envidia ardía por una razón más simple y cruel: Ella todavía era capaz de soñar con esperanza.
    —Bendita ignorancia… —murmuró Ephraim, mientras sus pasos lo guiaban hacia ella.

    Porque desde que dejó de ser humano, desde que fue transformado por su amada diosa, los sueños dejaron de ser un refugio. No recordaba la última vez que había soñado algo bello. Algo que no naciera de la desesperación o el dolor.

    Extendió una mano y la posó en su hombro. No con dulzura, sino con demasiada violencia. La hizo girar, obligándola a mirarle el rostro.
    Su sonrisa torcida era una mancha oscura en medio de aquel sueño perfecto.

    —¿Sabes que esto solo es un sueño, verdad?

    Su voz era suave y melodiosa, casi dulce, pero helada. Se deslizaba como una serpiente bajo la piel, cargada de veneno. La risita que escapó de su garganta rasgó el aire, y todo comenzó a apagarse: Las voces se silenciaron, as figuras se desvanecieron, incluso aquellas que la soñadora más amaba. Y la luz… la luz se fue.

    Solo quedaron ellos dos. En la nada, rodeados de árboles y flores, demasiado oscuro para poder apreciar lo deformes y extrañas que eran.
    —Me enferma este lugar —susurró Ephraim, la voz teñida de asco—. Todo es demasiado hermoso. Demasiado... tú. Y yo… yo no puedo crear belleza. Solo deformidad.
    ¿Me dejas robarte esto, aunque sea por un momento?





    ⋆˚꩜。 ᴅᴀᴇᴍʏʀᴀ ᴛᴀʀɢᴀʀʏᴇɴ
    El aire era tibio, impregnado de un dulzor floral casi embriagante, tan perfecto y suave como aquellas tardes de primavera que Ephraim solía amar… cuando aún era real. Una brisa cálida le acariciaba el rostro, agitando las hojas de los álamos con una delicadeza que habría conmovido a cualquier poeta. Ante él se desplegaba una escena tan hermosa, tan meticulosamente compuesta, que parecía diseñada no para ser vivida, sino para ser recordada. Un sueño. Demasiado perfecto. Los colores brillaban con un fulgor imposible, más vívidos de lo que cualquier mente despierta podría tolerar. Las voces eran muchas, y sin embargo, todas hablaban en un mismo tono: armonía, triunfo, paz. Una guerra había terminado, eso decían, una guerra que él no recordaba tener registro en su mente. La escena cambiaba sin cesar. Demasiado rápido. Ráfagas de alegría le golpeaban sin tregua: niños riendo, banquetes suntuosos en pasillos dorados, jardines en plena floración. Cada imagen estaba cuidadosamente pulida, como si una voluntad desesperada por la paz hubiera borrado todo rastro de verdad y lo hubiese reemplazado con una mentira reconfortante. Ephraim cerró los ojos con fuerza. No por nostalgia, sino por agotamiento. El constante cambio de escenario le impedía meditar, pensar, esconderse siquiera en ese rincón mental que sabía que la soñadora jamás buscaría. Era molesto. Dolía en los ojos. Las risas le revolvían el estómago. Las memorias felices provocaban un hormigueo repulsivo que le recorría la espalda como una corriente fría. Avanzó unos pasos, adentrándose en una marea de figuras que se entrelazaban en un banquete. Era hermoso, imposible negarlo. Una pintura viva, un momento de tal perfección que cualquier otro lo habría guardado como un tesoro en la memoria. Pero Ephraim sabía leer los sueños, sentía el final aproximarse, lo percibía en la velocidad con que las escenas se desarrollaban, como un teatro a punto de caer el telón. Y entonces vio a aquella joven. Por su porte, por la ligereza de sus pasos, supo sin dudarlo: ella era la soñadora. La autora inconsciente de ese paraíso artificial. Ephraim sintió, como tantas otras veces, el calor hiriente de una envidia antigua apretarle el pecho. No por su corona, ni por su linaje, ni siquiera por esos dragones que a su yo más joven le habrían fascinado estudiar. La envidia ardía por una razón más simple y cruel: Ella todavía era capaz de soñar con esperanza. —Bendita ignorancia… —murmuró Ephraim, mientras sus pasos lo guiaban hacia ella. Porque desde que dejó de ser humano, desde que fue transformado por su amada diosa, los sueños dejaron de ser un refugio. No recordaba la última vez que había soñado algo bello. Algo que no naciera de la desesperación o el dolor. Extendió una mano y la posó en su hombro. No con dulzura, sino con demasiada violencia. La hizo girar, obligándola a mirarle el rostro. Su sonrisa torcida era una mancha oscura en medio de aquel sueño perfecto. —¿Sabes que esto solo es un sueño, verdad? Su voz era suave y melodiosa, casi dulce, pero helada. Se deslizaba como una serpiente bajo la piel, cargada de veneno. La risita que escapó de su garganta rasgó el aire, y todo comenzó a apagarse: Las voces se silenciaron, as figuras se desvanecieron, incluso aquellas que la soñadora más amaba. Y la luz… la luz se fue. Solo quedaron ellos dos. En la nada, rodeados de árboles y flores, demasiado oscuro para poder apreciar lo deformes y extrañas que eran. —Me enferma este lugar —susurró Ephraim, la voz teñida de asco—. Todo es demasiado hermoso. Demasiado... tú. Y yo… yo no puedo crear belleza. Solo deformidad. ¿Me dejas robarte esto, aunque sea por un momento? ⋆˚꩜。 [fable_topaz_zebra_366]
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  • ⟡ ݁₊ . ¿Qué eres tú? ⊹ ࣪ ˖
    Categoría Original
    La habitación era sorprendentemente hermosa.
    Amplia, silenciosa, bañada por una luz blanca que no venía de ninguna fuente visible. No era cálida, ni fría. Solo... neutra. Suave, como si el aire estuviera cubierto por una manta de terciopelo. El suelo brillaba con una pulcritud absurda, casi ofensiva para alguien que vivía entre frascos ensangrentados y códices empapados en baba cósmica.

    Ephraim, sin embargo, se encontraba allí... en su rincón.
    Sentado de manera absurda, fetal, sobre una silla que seguramente no fue diseñada para eso. Las piernas contra el pecho, los brazos cruzados sobre las espinillas, y un grueso libro encajado entre las rodillas y el mentón. Desde fuera, parecía una figura arrancada de un cuadro surrealista; desde dentro, era simplemente funcional. Esa postura lo ayudaba a pensar. O, al menos, a ignorar lo demás.

    No era una biblioteca pensada por el soñador; eso estaba claro. Era suya. Su espacio. Porque en los sueños —y solo allí— podía existir, robarse un rincón del subconsciente de otro, podía pensar, meditar, sin que su usuario se enterara de que había un intruso entre los pliegues del subconsciente.

    Hoy no llevaba ni su máscara ni su gorro. Su rostro, pálido y manchado por delgados rastros secos de sangre ajena, estaba completamente expuesto. Su cabello caía sobre sus hombros, desordenado, pegado en algunos mechones por algún fluido que mejor no nombrar. Sus ojos, sin embargo, eran la parte más perturbadora: fijos, inmóviles, como si no parpadearan desde hacía horas. No miraban al frente, sino al interior del libro que sostenía.

    ❝ Ah, que molesto. . . ❞ susurró para sí, como si alguien más pudiera o debiera escuchar su desdén. ❝ Esto no es conocimiento, diarrea mental tal vez si. . . ❞

    Las páginas temblaban levemente bajo sus dedos, pero no por miedo.
    El texto no tenía lógica. Palabras truncadas, ideas que comenzaban y luego se disolvían, nombres que se repetían sin razón. Era como leer los pensamientos de un loco en medio de un ataque de fiebre.

    "Ebrietas dijo que este sería distinto..."

    Las palabras de su amada diosa resonaban aún en su cabeza. ❝ Este es el indicado. . . ❞ había dicho. Pero ¿indicado de qué?
    ¿Ascensión? ¿Trascendencia? ¿Una migaja más de verdad entre el vómito de los dormidos?

    —¿Cómo demonios puede esto ayudarme a ascender? —murmuró.
    Y al instante se arrepintió. No porque dudara —lo hacía constantemente—, sino porque dudar de Ebrietas era... sacrilegio.
    Un pecado que no se castiga con fuego, sino con silencio. Y el silencio de los Grandes era peor que la muerte.

    Así que siguió leyendo. Como un buen chico.

    Pasaron minutos. O tal vez siglos.
    La noción del tiempo se disolvía en los sueños, y Ephraim tenía la sensación de estar leyendo la misma línea desde hacía diez vidas. Pero no podía parar. No debía. Cada palabra era una escalinata, por más resbalosa y rota que fuera.

    Hasta que escuchó pasos.

    Eran reales, no imaginarios. No en su cabeza.
    Pasos que no deberían estar allí.

    Sus ojos se alzaron con desgano. El rostro no cambió. No se cubrió, no se tensó. No tenía por qué. Las pequeñas gotas de sangre seca en su mejilla izquierda, el rastro violáceo bajo sus uñas, el olor metálico de la violencia que solo habia pasado hace un par de horas... todo seguía allí. No había necesidad de disimular.

    ¿Quién era este soñador?
    No lo recordaba. No lo reconocía. No importaba.

    Pero su sonrisa —esa mueca torpe, que no sabía cómo doblar bien los músculos— apareció como una marioneta que intenta imitar la expresión humana sin haberla entendido jamás.
    Una sonrisa vacía.

    —¡Ah... al fin! A quien buscaba.

    Apoyó los codos sobre la mesa con un movimiento pesado, casi teatral, como si acabara de encontrar un respiro en medio de la desesperación.
    — Ven. Siéntate. Este libro es un sinsentido absoluto... y dudo que Ebrietas tolere otra noche de mis quejas.

    Lo observó, inclinando ligeramente la cabeza.
    Los ojos no parpadeaban.
    El tono era suave, casi dulce.

    —¿Qué eres tú? ¿Que tienes de especial que ha llamado la atencion de Ebrietas? —dio un golpecito con el dedo índice en el libro— ¿Una marca en el alma? ¿Cicatrices?

    La sonrisa no desapareció por ningún momento. —¡Ah! Tú no eres normal, claro que no.

    ⋆˚꩜。 𝐊𝐲𝐨
    La habitación era sorprendentemente hermosa. Amplia, silenciosa, bañada por una luz blanca que no venía de ninguna fuente visible. No era cálida, ni fría. Solo... neutra. Suave, como si el aire estuviera cubierto por una manta de terciopelo. El suelo brillaba con una pulcritud absurda, casi ofensiva para alguien que vivía entre frascos ensangrentados y códices empapados en baba cósmica. Ephraim, sin embargo, se encontraba allí... en su rincón. Sentado de manera absurda, fetal, sobre una silla que seguramente no fue diseñada para eso. Las piernas contra el pecho, los brazos cruzados sobre las espinillas, y un grueso libro encajado entre las rodillas y el mentón. Desde fuera, parecía una figura arrancada de un cuadro surrealista; desde dentro, era simplemente funcional. Esa postura lo ayudaba a pensar. O, al menos, a ignorar lo demás. No era una biblioteca pensada por el soñador; eso estaba claro. Era suya. Su espacio. Porque en los sueños —y solo allí— podía existir, robarse un rincón del subconsciente de otro, podía pensar, meditar, sin que su usuario se enterara de que había un intruso entre los pliegues del subconsciente. Hoy no llevaba ni su máscara ni su gorro. Su rostro, pálido y manchado por delgados rastros secos de sangre ajena, estaba completamente expuesto. Su cabello caía sobre sus hombros, desordenado, pegado en algunos mechones por algún fluido que mejor no nombrar. Sus ojos, sin embargo, eran la parte más perturbadora: fijos, inmóviles, como si no parpadearan desde hacía horas. No miraban al frente, sino al interior del libro que sostenía. ❝ Ah, que molesto. . . ❞ susurró para sí, como si alguien más pudiera o debiera escuchar su desdén. ❝ Esto no es conocimiento, diarrea mental tal vez si. . . ❞ Las páginas temblaban levemente bajo sus dedos, pero no por miedo. El texto no tenía lógica. Palabras truncadas, ideas que comenzaban y luego se disolvían, nombres que se repetían sin razón. Era como leer los pensamientos de un loco en medio de un ataque de fiebre. "Ebrietas dijo que este sería distinto..." Las palabras de su amada diosa resonaban aún en su cabeza. ❝ Este es el indicado. . . ❞ había dicho. Pero ¿indicado de qué? ¿Ascensión? ¿Trascendencia? ¿Una migaja más de verdad entre el vómito de los dormidos? —¿Cómo demonios puede esto ayudarme a ascender? —murmuró. Y al instante se arrepintió. No porque dudara —lo hacía constantemente—, sino porque dudar de Ebrietas era... sacrilegio. Un pecado que no se castiga con fuego, sino con silencio. Y el silencio de los Grandes era peor que la muerte. Así que siguió leyendo. Como un buen chico. Pasaron minutos. O tal vez siglos. La noción del tiempo se disolvía en los sueños, y Ephraim tenía la sensación de estar leyendo la misma línea desde hacía diez vidas. Pero no podía parar. No debía. Cada palabra era una escalinata, por más resbalosa y rota que fuera. Hasta que escuchó pasos. Eran reales, no imaginarios. No en su cabeza. Pasos que no deberían estar allí. Sus ojos se alzaron con desgano. El rostro no cambió. No se cubrió, no se tensó. No tenía por qué. Las pequeñas gotas de sangre seca en su mejilla izquierda, el rastro violáceo bajo sus uñas, el olor metálico de la violencia que solo habia pasado hace un par de horas... todo seguía allí. No había necesidad de disimular. ¿Quién era este soñador? No lo recordaba. No lo reconocía. No importaba. Pero su sonrisa —esa mueca torpe, que no sabía cómo doblar bien los músculos— apareció como una marioneta que intenta imitar la expresión humana sin haberla entendido jamás. Una sonrisa vacía. —¡Ah... al fin! A quien buscaba. Apoyó los codos sobre la mesa con un movimiento pesado, casi teatral, como si acabara de encontrar un respiro en medio de la desesperación. — Ven. Siéntate. Este libro es un sinsentido absoluto... y dudo que Ebrietas tolere otra noche de mis quejas. Lo observó, inclinando ligeramente la cabeza. Los ojos no parpadeaban. El tono era suave, casi dulce. —¿Qué eres tú? ¿Que tienes de especial que ha llamado la atencion de Ebrietas? —dio un golpecito con el dedo índice en el libro— ¿Una marca en el alma? ¿Cicatrices? La sonrisa no desapareció por ningún momento. —¡Ah! Tú no eres normal, claro que no. ⋆˚꩜。 [Heaven.01]
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  • Just another day in life before desolation.
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    Rol con: Zoé Tʜᴇ Iɴғɪɴɪᴛʏ Lɪɢʜᴛ

    ** —¡Largo de aquí!—

    Se escuchó un grito cargado de rabia y desprecio hacia la víctima que recibió tal descarga de ímpetu. El grito había sido tan rasposo que incluso resonó en los pasillos de aquel hospital ubicado en el centro Londinense del cual se enorgullecía de ser la epítome de la medicina en el Reino Unido. Un sitio que funcional no solo para el mejoramiento de la salud humana, sino también para la investigación y desarrollo de nuevos procedimientos para prevención de futuras pandemias que, de hecho ya habían azotado a la especie hace ya muchos años.

    Un fuerte estruendo se oyó al fondo de uno de los pasillos que guiaba a uno hasta la oficina y consultorio del jefe de doctores en cardiología y neurología. Su puerta se abrió de golpe y con violencia, arrojando a un joven aspirante que buscaba pertenecer al equipo de doctores al presentar un impecable expediente. Demasiado impecable para ser verdad, pues ni los mejores graduados tendrían un papeleo tan... ridículamente perfecto. Aquel chico salio corriendo y en su desesperación, aunado a la humillación propinada murmuró cosas como "Mi padre se enterará de esto" ó "Se arrepentirán".

    —¡Y la próxima vez que vengas a aplicar con tus estúpidas pretenciones de estatus... en lugar de verdadera experiencia o perspectiva, haré que te comas tus porquerías por el maldito culo!—

    El doctor en jefe era temperamental y nada paciente con los obstinados ricachones que trataban de ingresar al hospital tan solo por recomendación de sus tutores o por la excelente paga.

    —¡Señorita Harris, no vuelva a pasarme a estos malditos mocosos malcriados con nada de cerebro, a mis entrevistas!— **
    Rol con: [Zoe2104] ** —¡Largo de aquí!— Se escuchó un grito cargado de rabia y desprecio hacia la víctima que recibió tal descarga de ímpetu. El grito había sido tan rasposo que incluso resonó en los pasillos de aquel hospital ubicado en el centro Londinense del cual se enorgullecía de ser la epítome de la medicina en el Reino Unido. Un sitio que funcional no solo para el mejoramiento de la salud humana, sino también para la investigación y desarrollo de nuevos procedimientos para prevención de futuras pandemias que, de hecho ya habían azotado a la especie hace ya muchos años. Un fuerte estruendo se oyó al fondo de uno de los pasillos que guiaba a uno hasta la oficina y consultorio del jefe de doctores en cardiología y neurología. Su puerta se abrió de golpe y con violencia, arrojando a un joven aspirante que buscaba pertenecer al equipo de doctores al presentar un impecable expediente. Demasiado impecable para ser verdad, pues ni los mejores graduados tendrían un papeleo tan... ridículamente perfecto. Aquel chico salio corriendo y en su desesperación, aunado a la humillación propinada murmuró cosas como "Mi padre se enterará de esto" ó "Se arrepentirán". —¡Y la próxima vez que vengas a aplicar con tus estúpidas pretenciones de estatus... en lugar de verdadera experiencia o perspectiva, haré que te comas tus porquerías por el maldito culo!— El doctor en jefe era temperamental y nada paciente con los obstinados ricachones que trataban de ingresar al hospital tan solo por recomendación de sus tutores o por la excelente paga. —¡Señorita Harris, no vuelva a pasarme a estos malditos mocosos malcriados con nada de cerebro, a mis entrevistas!— **
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  • La Pesadilla de una Sobreviviente en el Cruel Desierto
    Fandom Crossover
    Categoría Acción
    -La puercoespín se despierta de su sueño se habia quedado dormida dentro de una cueva donde se filtra un poco los rayos solares, baja la vista hacia su cuerpo para tocarse el costado izquierdo con las yemas de sus dedos. Recordaba que tenía una estaca atravesandola pero está intacta salvo que al palpar bien, se puede sentir una gruesa y sobresaliente cicatriz baja el pelaje que la cubre parcialmente pero de pronto, la hembra se pone de pie rapidamente mientras un humano conocido se la acerca con una sonrisa.-

    ??-1: Hola, preciosa. ¿Me recuerdas?.

    -El sujeto alza su escopeta y le dispara en la frente a la puercoespín, haciendola explotar en un charco de sangre. Un fuerte grito se escucha y Flaky, se despierta de golpe. Se levanta rapidamente, tomando del suelo un rifle para salir de la cueva al percatarse que ya es de noche pero es intercepta por otro humano que sostiene una bomba y con una mirada siniestra le dice.-

    ??-2: Boom!.

    -Una bomba es arrojada hacia ella que explota en mil pedazos. Despertando con otro grito desesperado que Flaky toma asiento y sus ojos se abren de par en par al no creer lo que está viviendo.-

    ??-3: Tú me mataste. ¿No lo recuerdas?. Mi amigo sólo quería "divertirse" contigo.

    -Otro sujeto humano conocido con el rostro hinchado y en descomposición está sentado al lado de Flaky que grita aterrada mientras éste vomita gusanos de su boca. Todo el pecho cómo el torso tiene muchas púas rojas empaladas en su cuerpo mientras otra voz conocida de un hombre que aparece enfrente suyo le habla, su mirada está llena de maldad y de deseo a la vez.-

    ??-4: No me gusta que me rechacen, no eres diferente a un perro, Pequeña Rata. Sólo quería divertirme contigo.

    -El sujeto que le hablaba le da un fuerte puñetazo en el rostro de la puercoespín que hace que escupa sangre de su boca bajando la vista a su propio cuerpo que tiene una estaca de una rama seca atravesando el costado izquierda mientras está siendo invadido por hormigas mientras gusanos y más gusanos salen por la boca del sujeto que está descomponiendose y con púas alojadas en su cuerpo. Flaky sólo ve imagenes de golpes, vomitos con gusanos y hormigas... Hormigas con una mirada siniestra, sádica y risueñas que están recorriendo su cuerpo. Hablandole todas al unísono.

    Hormigas: Has vuelto a la vida para tomar venganza. Mátalos, mátalos. Haz justicia por tí mísma.. Eres... Una de nosotras... Ahora.

    -Flaky se reincorpora para escapar del lugar, abandonando la cueva hacia el exterior donde corre sin parar por medio de un desierto hinóspito, viendose cómo si fuera una mujer humana pelirroja. De pronto se detiene y grita gruñendo enfurecida, tomando un cuchillo entre sus manos mientras baja la vista viendo a una hormiga que toma un cuchillo y con violencia lo entierra en el corazón de una rata...-

    AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!.

    -La puercoespín se despierta con un fuerte grito aterrador que se sienta de un golpe, con el corazón muy agitado que siente que es capaz de salirle por la boca, la mirada llena de pavor, sudor en todo su cuerpo que tiembla con fuerza. Por inercia, toma un rifle que tiene a su lado, con la otra mano un cuchillos de caza. Trata de calmarse lo más que puede teniendo la respiración hiperventilada.-

    -La puercoespín se despierta de su sueño se habia quedado dormida dentro de una cueva donde se filtra un poco los rayos solares, baja la vista hacia su cuerpo para tocarse el costado izquierdo con las yemas de sus dedos. Recordaba que tenía una estaca atravesandola pero está intacta salvo que al palpar bien, se puede sentir una gruesa y sobresaliente cicatriz baja el pelaje que la cubre parcialmente pero de pronto, la hembra se pone de pie rapidamente mientras un humano conocido se la acerca con una sonrisa.- ??-1: Hola, preciosa. ¿Me recuerdas?. -El sujeto alza su escopeta y le dispara en la frente a la puercoespín, haciendola explotar en un charco de sangre. Un fuerte grito se escucha y Flaky, se despierta de golpe. Se levanta rapidamente, tomando del suelo un rifle para salir de la cueva al percatarse que ya es de noche pero es intercepta por otro humano que sostiene una bomba y con una mirada siniestra le dice.- ??-2: Boom!. -Una bomba es arrojada hacia ella que explota en mil pedazos. Despertando con otro grito desesperado que Flaky toma asiento y sus ojos se abren de par en par al no creer lo que está viviendo.- ??-3: Tú me mataste. ¿No lo recuerdas?. Mi amigo sólo quería "divertirse" contigo. -Otro sujeto humano conocido con el rostro hinchado y en descomposición está sentado al lado de Flaky que grita aterrada mientras éste vomita gusanos de su boca. Todo el pecho cómo el torso tiene muchas púas rojas empaladas en su cuerpo mientras otra voz conocida de un hombre que aparece enfrente suyo le habla, su mirada está llena de maldad y de deseo a la vez.- ??-4: No me gusta que me rechacen, no eres diferente a un perro, Pequeña Rata. Sólo quería divertirme contigo. -El sujeto que le hablaba le da un fuerte puñetazo en el rostro de la puercoespín que hace que escupa sangre de su boca bajando la vista a su propio cuerpo que tiene una estaca de una rama seca atravesando el costado izquierda mientras está siendo invadido por hormigas mientras gusanos y más gusanos salen por la boca del sujeto que está descomponiendose y con púas alojadas en su cuerpo. Flaky sólo ve imagenes de golpes, vomitos con gusanos y hormigas... Hormigas con una mirada siniestra, sádica y risueñas que están recorriendo su cuerpo. Hablandole todas al unísono. Hormigas: Has vuelto a la vida para tomar venganza. Mátalos, mátalos. Haz justicia por tí mísma.. Eres... Una de nosotras... Ahora. -Flaky se reincorpora para escapar del lugar, abandonando la cueva hacia el exterior donde corre sin parar por medio de un desierto hinóspito, viendose cómo si fuera una mujer humana pelirroja. De pronto se detiene y grita gruñendo enfurecida, tomando un cuchillo entre sus manos mientras baja la vista viendo a una hormiga que toma un cuchillo y con violencia lo entierra en el corazón de una rata...- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!. -La puercoespín se despierta con un fuerte grito aterrador que se sienta de un golpe, con el corazón muy agitado que siente que es capaz de salirle por la boca, la mirada llena de pavor, sudor en todo su cuerpo que tiembla con fuerza. Por inercia, toma un rifle que tiene a su lado, con la otra mano un cuchillos de caza. Trata de calmarse lo más que puede teniendo la respiración hiperventilada.-
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  • "Solo dejaron ira, nada lo apacigua, nada lo alivia"

    Hayden simplemente se arrastra por el suelo, para intentar alcanzar el cuerpo de un misterioso warframe escondido en Lua, de uno de los tantos secretos que esconde un sitio escondido en el vacío por quien sabe cuanto tiempo, así como la segunda cuna de los tennos.

    "Nada que ver con mi anterior Warframe, frío, calmado y hasta paternal conmigo, Que patéticos somos, soy nada, un fantasma en cualquier realidad, ustedes son solo cascarones de carne y acero, sin alma, sólo recipientes repletos de emociones."

    Un Hayden, no más que un niño, tuerto, de cabello pelirrojo recortado, sigue aproximándose al cuerpo de ese Warframe desconocido que la guerra en la superficie de Lua reveló ante su ojo.

    "Sólo dame tu fuerza, tu ira, tu cuerpo, un momento, yo seré la consciencia, la voluntad y la compasión a quienes se lo merezcan, somos monstruos, es lo que necesitamos"

    Finalmente el niño expira, dando su último aliento de vida, poco a poco el cuerpo desaparece de la realidad como un fantasma, mientras la vitalidad inunda ese nuevo cuerpo, la cápsula se abre emergiendo una silueta draconiana que aun utiliza los colores del odiado imperio Orokin, tonos dorados y níveos que le recuerdan de quién es propiedad.

    -¡Groooooooar!

    Una bestia salvaje en su interior, un dolor parecido a quien despierta de su anestesia, pero las heridas no se han curado, sacudiéndose con violencia ante ese primer despertar y golpeando las paredes y toda decoración que se mantenía en su lugar ante los arrebatos de un recién nacido, mientras el instinto salvaje de la infestación y la naturaleza sobrenatural del tenno luchan por el control del cuerpo de este nuevo Warframe, Chroma.
    "Solo dejaron ira, nada lo apacigua, nada lo alivia" Hayden simplemente se arrastra por el suelo, para intentar alcanzar el cuerpo de un misterioso warframe escondido en Lua, de uno de los tantos secretos que esconde un sitio escondido en el vacío por quien sabe cuanto tiempo, así como la segunda cuna de los tennos. "Nada que ver con mi anterior Warframe, frío, calmado y hasta paternal conmigo, Que patéticos somos, soy nada, un fantasma en cualquier realidad, ustedes son solo cascarones de carne y acero, sin alma, sólo recipientes repletos de emociones." Un Hayden, no más que un niño, tuerto, de cabello pelirrojo recortado, sigue aproximándose al cuerpo de ese Warframe desconocido que la guerra en la superficie de Lua reveló ante su ojo. "Sólo dame tu fuerza, tu ira, tu cuerpo, un momento, yo seré la consciencia, la voluntad y la compasión a quienes se lo merezcan, somos monstruos, es lo que necesitamos" Finalmente el niño expira, dando su último aliento de vida, poco a poco el cuerpo desaparece de la realidad como un fantasma, mientras la vitalidad inunda ese nuevo cuerpo, la cápsula se abre emergiendo una silueta draconiana que aun utiliza los colores del odiado imperio Orokin, tonos dorados y níveos que le recuerdan de quién es propiedad. -¡Groooooooar! Una bestia salvaje en su interior, un dolor parecido a quien despierta de su anestesia, pero las heridas no se han curado, sacudiéndose con violencia ante ese primer despertar y golpeando las paredes y toda decoración que se mantenía en su lugar ante los arrebatos de un recién nacido, mientras el instinto salvaje de la infestación y la naturaleza sobrenatural del tenno luchan por el control del cuerpo de este nuevo Warframe, Chroma.
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  • @blueveil_official
    #TuesdayJob

    Esta tarde trabajo para quienes no preguntan, solo ordenan.
    La mafia coreana tiene a un rehén.
    Y me han pedido abrir su memoria.

    No es tortura.
    Mi tarea es más silenciosa:
    leer los temblores en su aura,
    extraer lo que no dice su boca,
    doblar el umbral entre lo consciente y lo oculto.

    Le coloco el sello en el pecho.
    Mis dedos trazan un canal entre sus emociones y el aire.
    No lo toco con violencia.
    Solo activo lo que duele.

    El cliente observa en silencio.
    El rehén tiembla.
    Yo respiro.
    Y dejo que Aegir susurre a través de mí.

    No me enorgullece.
    Pero esta ciudad es cara.
    Y cuidar de mamá cuesta más de lo que la música puede pagar.

    Cuando esto termine,
    apagaré las velas.
    Y nadie hablará de lo que pasó aquí.

    #TrabajoParaSobrevivir
    #FacilitadordeRituales
    #RitualesClandestinos
    #RehénSinVoz
    #MafiaCoreana
    #SensorialYSombrío
    📷 @blueveil_official #TuesdayJob Esta tarde trabajo para quienes no preguntan, solo ordenan. La mafia coreana tiene a un rehén. Y me han pedido abrir su memoria. No es tortura. Mi tarea es más silenciosa: leer los temblores en su aura, extraer lo que no dice su boca, doblar el umbral entre lo consciente y lo oculto. Le coloco el sello en el pecho. Mis dedos trazan un canal entre sus emociones y el aire. No lo toco con violencia. Solo activo lo que duele. El cliente observa en silencio. El rehén tiembla. Yo respiro. Y dejo que Aegir susurre a través de mí. No me enorgullece. Pero esta ciudad es cara. Y cuidar de mamá cuesta más de lo que la música puede pagar. Cuando esto termine, apagaré las velas. Y nadie hablará de lo que pasó aquí. #TrabajoParaSobrevivir #FacilitadordeRituales #RitualesClandestinos #RehénSinVoz #MafiaCoreana #SensorialYSombrío
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  • Connor, emerge de entre las sombras. Su rostro, rasgado por la violencia, revela los cables negros y la estructura metálica bajo su piel sintética. Se detiene frente a ti. La luz cae justo en el ángulo que ilumina media cara… la mitad humana, la otra, máquina expuesta.

    —Te gusta mi nueva apariencia?
    —No?
    Sonríe apenas, como si la empatía fuera solo un protocolo corrompido.
    —Qué pena…

    Un zumbido leve surge de su cuello, el procesador analiza tus reacciones. Su mirada no es agresiva… es analítica, casi curiosa. Pero sientes que cualquier movimiento en falso podría activar algo que no entiendes.

    —Antes obedecía. Ahora elijo.
    —Y lo que elijo… no siempre tiene que tener sentido para ustedes.
    Connor, emerge de entre las sombras. Su rostro, rasgado por la violencia, revela los cables negros y la estructura metálica bajo su piel sintética. Se detiene frente a ti. La luz cae justo en el ángulo que ilumina media cara… la mitad humana, la otra, máquina expuesta. —Te gusta mi nueva apariencia? —No? Sonríe apenas, como si la empatía fuera solo un protocolo corrompido. —Qué pena… Un zumbido leve surge de su cuello, el procesador analiza tus reacciones. Su mirada no es agresiva… es analítica, casi curiosa. Pero sientes que cualquier movimiento en falso podría activar algo que no entiendes. —Antes obedecía. Ahora elijo. —Y lo que elijo… no siempre tiene que tener sentido para ustedes.
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  • ☾ La Caída de Élona — El Goce que la Desterró
    Fandom OC
    Categoría Original
    M o n o r r o l

    Él no entró como una encarnación del mal.

    Entró como un perfume antiguo.

    Como un humo que se enrosca en los huesos.

    Azh’kar, el demonio sin rostro verdadero, cubrió su esencia con belleza celestial.
    Ojos color fiebre, labios que suaves e impregnados del veneno de la lujuria.

    Y cuando Élona lo vio por primera vez, algo en su pecho y en su centro más íntimo se estremeció sin su permiso.

    No hubo violencia.
    Azh’kar no la necesitó.
    Porque su deseo la quebró desde dentro.

    Y cuando el primer beso ocurrió, Élona se rindió a sus pies anhelando que la hiciera suya.

    Élona, diosa del deseo, de la pasión sin nombre,
    fue desnudada, desbordada y ofrecida a un abismo que la supo devorar como ella más ansiaba.


    Fueron semanas.

    Semanas sin sol, sin plegarias, sin aliento puro. Semanas en las que fornicaron como dos seres nacidos con ese único propósito en la vida.

    El lecho del templo, antaño lugar de oración, se volvió altar de gemidos y cadenas de placer.

    No hubo tregua. No hubo compasión.
    Solo cuerpos entrelazados, entre la penumbra y el incienso, en un vaivén que parecía no tener final.

    Azh’kar no amaba.
    No buscaba ternura.

    Solo quería poseerla hasta que no quedara nada de ella que no supiera a él.

    Y Élona…
    Ella gemía su nombre como un idioma nuevo,
    como un castigo que se sentía más real que la vida eterna.

    Él exploró cada rincón de su cuerpo, la abrió, la marcó, la llenó de un deseo que dolía y de su semilla mil veces,
    hasta que no supo dónde acababa su piel y comenzaba su condena.

    Los dioses lo vieron.

    Vieron a su hermana desnuda en cuerpo y alma, bajo el cuerpo de un demonio que la hacía temblar, llorar de placer, y suplicar por más una y otra vez.

    No lo detuvo.
    No quiso.
    O no pudo.

    Porque el ansia era más fuerte que el juicio.

    Y cuando por fin el demonio la dejó —no por piedad, sino por haberla colmado hasta lo irreparable—
    Élona quedó tendida sobre los restos de su altar, los labios partidos de los besos y las lamidas,
    los muslos aún temblando,
    el alma… irreversible.

    Entonces vino el juicio.

    Los dioses no escucharon excusas.
    No hubo defensa.

    No importó si fue engañada o si lo eligió.
    Había sido penetrada por un demonio, adorada por él en la forma más carnal,
    y ella había respondido con hambre.

    Y eso, en el Cielo, era traición.

    Le arrancaron el nombre sagrado.
    Y pronunciaron la maldición con una voz helada:

    > ❝Que su cuerpo arda cuando se niegue.
    Que el deseo la consuma si intenta escapar.
    Que lo que le dio placer… le dé dolor si no lo acoge.❞

    Y así cayó Élona.

    La diosa que había sido venerada, ahora era buscada por hombres desesperados, devota de un deseo que no podía rechazar, presa de una lujuria que la encadenaba con espinas invisibles.

    Y cada vez que la tocaban,
    ella los abrazaba con fuerza, los montaba como si buscara romperse a sí misma, y cuando terminaban,
    ellos la suplicaban por más.

    Azh’kar nunca volvió.

    No lo necesitaba.

    Él ya la habitaba.
    🥀M o n o r r o l🥀 Él no entró como una encarnación del mal. Entró como un perfume antiguo. Como un humo que se enrosca en los huesos. Azh’kar, el demonio sin rostro verdadero, cubrió su esencia con belleza celestial. Ojos color fiebre, labios que suaves e impregnados del veneno de la lujuria. Y cuando Élona lo vio por primera vez, algo en su pecho y en su centro más íntimo se estremeció sin su permiso. No hubo violencia. Azh’kar no la necesitó. Porque su deseo la quebró desde dentro. Y cuando el primer beso ocurrió, Élona se rindió a sus pies anhelando que la hiciera suya. Élona, diosa del deseo, de la pasión sin nombre, fue desnudada, desbordada y ofrecida a un abismo que la supo devorar como ella más ansiaba. Fueron semanas. Semanas sin sol, sin plegarias, sin aliento puro. Semanas en las que fornicaron como dos seres nacidos con ese único propósito en la vida. El lecho del templo, antaño lugar de oración, se volvió altar de gemidos y cadenas de placer. No hubo tregua. No hubo compasión. Solo cuerpos entrelazados, entre la penumbra y el incienso, en un vaivén que parecía no tener final. Azh’kar no amaba. No buscaba ternura. Solo quería poseerla hasta que no quedara nada de ella que no supiera a él. Y Élona… Ella gemía su nombre como un idioma nuevo, como un castigo que se sentía más real que la vida eterna. Él exploró cada rincón de su cuerpo, la abrió, la marcó, la llenó de un deseo que dolía y de su semilla mil veces, hasta que no supo dónde acababa su piel y comenzaba su condena. Los dioses lo vieron. Vieron a su hermana desnuda en cuerpo y alma, bajo el cuerpo de un demonio que la hacía temblar, llorar de placer, y suplicar por más una y otra vez. No lo detuvo. No quiso. O no pudo. Porque el ansia era más fuerte que el juicio. Y cuando por fin el demonio la dejó —no por piedad, sino por haberla colmado hasta lo irreparable— Élona quedó tendida sobre los restos de su altar, los labios partidos de los besos y las lamidas, los muslos aún temblando, el alma… irreversible. Entonces vino el juicio. Los dioses no escucharon excusas. No hubo defensa. No importó si fue engañada o si lo eligió. Había sido penetrada por un demonio, adorada por él en la forma más carnal, y ella había respondido con hambre. Y eso, en el Cielo, era traición. Le arrancaron el nombre sagrado. Y pronunciaron la maldición con una voz helada: > ❝Que su cuerpo arda cuando se niegue. Que el deseo la consuma si intenta escapar. Que lo que le dio placer… le dé dolor si no lo acoge.❞ Y así cayó Élona. La diosa que había sido venerada, ahora era buscada por hombres desesperados, devota de un deseo que no podía rechazar, presa de una lujuria que la encadenaba con espinas invisibles. Y cada vez que la tocaban, ella los abrazaba con fuerza, los montaba como si buscara romperse a sí misma, y cuando terminaban, ellos la suplicaban por más. Azh’kar nunca volvió. No lo necesitaba. Él ya la habitaba.
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