• FICHA DE PAUL



    PAUL RICHARDS

    "¿oí lujuruia?,yo le se a eso"



    —Nombre humano: Paul Richards

    —Nombre demoniaco: Azzazel Réquiem

    —Clase de demonio: Demonio de la lujuria y de los deseos carnales (novato)


    —Historia: Paul nació en la tierra y creció allí hasta los cuatro años,cuando se fue a vivir al infranmundo con su madre,nunca supo de su padre,lo único que sabe de el es que era un fanático de Satanás y que invoco a su madre sin querer,Paul creció siendo hijo único hasta los 12 años,cuando su hermana menor nació y tuvo que asumir la responsabilidad de hermano mayor,Paul nunca acepto su sangre demoníaca,tenía la esperanza de que algún día su padre lo encuentre y se lo lleve a vivir en la tierra de los mortales,pero esto jamás pasó como tal,por lo que tuvo que lidiar con su tristeza con comedia y rehusandose a crecer como demonio y como humano.


    A los 18,Paul asumio el papel de incubo con el fin de traer almas vírgenes a el inframundo,cosa que jamás le gusto,ya que el quería ser alguien con un papel menos importante en el infierno


    —Hablidades:

    •Lazos de maná
    •Conjuros de todo tipo (defensivos,curativos,etc)
    •Hipnosis (basica)
    •Sueño profundo (avanzado)
    •Volar (con ayuda de sus alas)
    •Rabia (Se requiere mucho estrés e ira)


    —Debilidades:
    •Magia avanzada
    •Explosiones
    •Conjuro Suicida (solo si es ejecutado por el)
    •Angeles de la guarda



    —Características:

    •Paul mide 1,67 (algo enano)
    •Tiene un carácter muy infantil e inmaduro
    •Es algo sensible en sus cuernos
    •Posee alas grandes,solo que no las extiende por completo


    —Curiosidades

    •A pesar de ser un demonio de la lujuria y deba recolectar almas vírgenes,el aún sigue siendo virgen,cosa totalmente irónica
    •Paul tiene cierta atracción por las mujeres maduras
    •En el fondo,es alguien bueno y con un buen corazón,pero esta tapado por un cascaron de chico malo y rebelde
    FICHA DE PAUL PAUL RICHARDS "¿oí lujuruia?,yo le se a eso" —Nombre humano: Paul Richards —Nombre demoniaco: Azzazel Réquiem —Clase de demonio: Demonio de la lujuria y de los deseos carnales (novato) —Historia: Paul nació en la tierra y creció allí hasta los cuatro años,cuando se fue a vivir al infranmundo con su madre,nunca supo de su padre,lo único que sabe de el es que era un fanático de Satanás y que invoco a su madre sin querer,Paul creció siendo hijo único hasta los 12 años,cuando su hermana menor nació y tuvo que asumir la responsabilidad de hermano mayor,Paul nunca acepto su sangre demoníaca,tenía la esperanza de que algún día su padre lo encuentre y se lo lleve a vivir en la tierra de los mortales,pero esto jamás pasó como tal,por lo que tuvo que lidiar con su tristeza con comedia y rehusandose a crecer como demonio y como humano. A los 18,Paul asumio el papel de incubo con el fin de traer almas vírgenes a el inframundo,cosa que jamás le gusto,ya que el quería ser alguien con un papel menos importante en el infierno —Hablidades: •Lazos de maná •Conjuros de todo tipo (defensivos,curativos,etc) •Hipnosis (basica) •Sueño profundo (avanzado) •Volar (con ayuda de sus alas) •Rabia (Se requiere mucho estrés e ira) —Debilidades: •Magia avanzada •Explosiones •Conjuro Suicida (solo si es ejecutado por el) •Angeles de la guarda —Características: •Paul mide 1,67 (algo enano) •Tiene un carácter muy infantil e inmaduro •Es algo sensible en sus cuernos •Posee alas grandes,solo que no las extiende por completo —Curiosidades •A pesar de ser un demonio de la lujuria y deba recolectar almas vírgenes,el aún sigue siendo virgen,cosa totalmente irónica •Paul tiene cierta atracción por las mujeres maduras •En el fondo,es alguien bueno y con un buen corazón,pero esta tapado por un cascaron de chico malo y rebelde
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  • Me siento sobre saltada sobre la cama con la respiración agitada y las lágrimas acomulandose en mi rostro luchando por tocar mi mejillas pero me niego a dejarlas ir.

    Otra vez tú imagen ronda por mi cabeza, tú voz susurra en mis oídos y mi corazón se aplasta ante el inmenso dolor que me provocas.

    Una tristeza me engulle y no hay nada que llene el hueco que me has dejado. Ni siquiera mi hambre están grandes como tú falta.

    Mi dulce amor, ¿Por qué tuve que quererte tanto para que este maldito mundo te arrebatará de mi? Solo deciaria tenerte aquí conmigo una vez más, daría y haría lo que sea por volverte a tener.

    Cierro los ojos y apoyo mi cabeza sobre mi mano para intentar mitigar mi dolor mientras me hago más y más pequeña en mi lugar.

    Tú eras inocente, yo debí ser quien muriera pero está maldición que me envuelve impidió mi muerte, eras tan dulce, solo deciaria volver en el tiempo para salvarte.
    Me siento sobre saltada sobre la cama con la respiración agitada y las lágrimas acomulandose en mi rostro luchando por tocar mi mejillas pero me niego a dejarlas ir. Otra vez tú imagen ronda por mi cabeza, tú voz susurra en mis oídos y mi corazón se aplasta ante el inmenso dolor que me provocas. Una tristeza me engulle y no hay nada que llene el hueco que me has dejado. Ni siquiera mi hambre están grandes como tú falta. Mi dulce amor, ¿Por qué tuve que quererte tanto para que este maldito mundo te arrebatará de mi? Solo deciaria tenerte aquí conmigo una vez más, daría y haría lo que sea por volverte a tener. Cierro los ojos y apoyo mi cabeza sobre mi mano para intentar mitigar mi dolor mientras me hago más y más pequeña en mi lugar. Tú eras inocente, yo debí ser quien muriera pero está maldición que me envuelve impidió mi muerte, eras tan dulce, solo deciaria volver en el tiempo para salvarte.
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  • A sus veintipocos, Carmina siempre responde lo mismo cuando alguien le pregunta si ha estado enamorada: "No, nunca. Nunca me ha pasado." Lo dice con una sonrisa y el tono de quien ha olvidado el sabor de ese sentimiento o de quien, simplemente, jamás lo ha probado. Y cualquiera podría creerle. Al menos hasta que Carmina se queda en silencio, y sus ojos, por unos instantes, parecen viajar a otro tiempo, a otras tardes donde el sol era más cálido y el aire olía a pan fresco.

    Cuando tenía diecisiete años, Carmina se enamoró de Nicolás, su vecino. Era el hijo mayor de la familia que administraba la panadería del vecindario, un lugar al que todos iban en busca de pan recién horneado y, para algunos, de una charla amable. Nicolás era un joven alto, de piel bronceada por el sol, con el cabello castaño largo y despeinado, y unos ojos negros que parecían guardar secretos y sueños. Él cuidaba de los gatos callejeros, que lo seguían por las calles como si fuera uno de ellos. Carmina, intrigada por su forma serena y bondadosa, se había acercado al principio por curiosidad, y luego por una conexión que no entendía del todo.

    Siempre se limitó a ser su amiga, a escucharle con atención cuando él hablaba de lo orgulloso que estaba de su familia o de sus planes para ayudar más en la panadería. Jamás confesó el cariño inmenso que sentía por él. ¿Para qué decirlo?, pensaba. Bastaba con estar cerca y compartir momentos sencillos, con esa paz que le traía el sonido de su voz o la risa que le escapaba cuando un gato le subía al hombro.

    Sin embargo, había momentos en que Nicolás parecía sentir lo mismo. A veces, él dejaba caer palabras tímidas o miradas que parecían decir más de lo que ella estaba dispuesta a aceptar. Como aquella vez, tras una tarde cuidando gatos, cuando se quedaron en silencio y Nicolás, con las mejillas levemente sonrojadas, le confesó que le gustaba estar cerca de ella. Carmina había desviado la mirada, riendo con nerviosismo, hablando de otra cosa, como si esas palabras no hubieran sido lo que realmente eran: una confesión disfrazada.

    La noche antes de que Nicolás desapareciera, él le había propuesto ir a tomar un café juntos el fin de semana. Carmina, con el corazón en la garganta, apenas pudo asentir, pensando que tal vez ese sería el momento en que ambos dejarían de esconder sus sentimientos. Pero el destino tenía otros planes.

    A la mañana siguiente, Nicolás ya no estaba. Desapareció sin dejar rastro, y aunque nadie sabía qué le había ocurrido exactamente, el vecindario asumió lo peor, al tratarse de un asunto que involucraba problemas con la mafia. Se decía que, sin tener culpa, se había visto atrapado en problemas por culpa de amigos que lo arrastraron sin quererlo a asuntos oscuros. Nicolás siempre fue un joven honesto y trabajador, alguien que quería ayudar a su familia, nada más. Carmina, al enterarse, sintió cómo su mundo se volvía gris. Las palabras de él, su invitación, resonaron en su mente como una broma amarga. Aquel café, aquella posibilidad, se desvaneció antes de poder ser real.

    La noticia le trajo también un eco doloroso del pasado. Recordó cómo su madre, años atrás, había arruinado la vida de su familia al involucrarse con un hombre que estaba ligado a la mafia. Carmina había crecido con el miedo constante de perderlo todo, de que el caos de esa vida secreta estallara un día y los devorara. Ahora, el ciclo parecía repetirse de un modo cruel, llevándose a Nicolás, otro inocente atrapado en una red de la que no pudo escapar.

    En las semanas que siguieron, Carmina visitaba la panadería en silencio, intentando mantenerse fuerte mientras veía a la familia de Nicolás seguir adelante con tristeza en los ojos. A veces, se acercaba a los gatos, los mismos que él había cuidado, como si en ellos pudiera encontrar algo de él, un último vestigio de aquel amor que guardó en silencio.

    Ahora, cuando alguien le pregunta si alguna vez se ha enamorado, Carmina recuerda el brillo de los ojos de Nicolás, sus palabras temblorosas y su invitación. Pero sigue negándolo, porque hablar de ese amor es como abrir una herida que aún no sana, una herida marcada por una promesa rota y una vida truncada por los errores de otros. Así, aquel amor permanece escondido entre las sombras de los años y en la fragancia del pan recién horneado que aún flota en su memoria.

    Sin embargo, guarda dos tesoros que no ha dejado que el tiempo borre: una de las pocas fotos que se tomaron juntos, donde él sonríe y la mira de reojo, y los gatos del vecindario, a quienes cuida como una promesa silenciosa, una manera de mantener vivo el recuerdo de aquel primer y único amor.
    A sus veintipocos, Carmina siempre responde lo mismo cuando alguien le pregunta si ha estado enamorada: "No, nunca. Nunca me ha pasado." Lo dice con una sonrisa y el tono de quien ha olvidado el sabor de ese sentimiento o de quien, simplemente, jamás lo ha probado. Y cualquiera podría creerle. Al menos hasta que Carmina se queda en silencio, y sus ojos, por unos instantes, parecen viajar a otro tiempo, a otras tardes donde el sol era más cálido y el aire olía a pan fresco. Cuando tenía diecisiete años, Carmina se enamoró de Nicolás, su vecino. Era el hijo mayor de la familia que administraba la panadería del vecindario, un lugar al que todos iban en busca de pan recién horneado y, para algunos, de una charla amable. Nicolás era un joven alto, de piel bronceada por el sol, con el cabello castaño largo y despeinado, y unos ojos negros que parecían guardar secretos y sueños. Él cuidaba de los gatos callejeros, que lo seguían por las calles como si fuera uno de ellos. Carmina, intrigada por su forma serena y bondadosa, se había acercado al principio por curiosidad, y luego por una conexión que no entendía del todo. Siempre se limitó a ser su amiga, a escucharle con atención cuando él hablaba de lo orgulloso que estaba de su familia o de sus planes para ayudar más en la panadería. Jamás confesó el cariño inmenso que sentía por él. ¿Para qué decirlo?, pensaba. Bastaba con estar cerca y compartir momentos sencillos, con esa paz que le traía el sonido de su voz o la risa que le escapaba cuando un gato le subía al hombro. Sin embargo, había momentos en que Nicolás parecía sentir lo mismo. A veces, él dejaba caer palabras tímidas o miradas que parecían decir más de lo que ella estaba dispuesta a aceptar. Como aquella vez, tras una tarde cuidando gatos, cuando se quedaron en silencio y Nicolás, con las mejillas levemente sonrojadas, le confesó que le gustaba estar cerca de ella. Carmina había desviado la mirada, riendo con nerviosismo, hablando de otra cosa, como si esas palabras no hubieran sido lo que realmente eran: una confesión disfrazada. La noche antes de que Nicolás desapareciera, él le había propuesto ir a tomar un café juntos el fin de semana. Carmina, con el corazón en la garganta, apenas pudo asentir, pensando que tal vez ese sería el momento en que ambos dejarían de esconder sus sentimientos. Pero el destino tenía otros planes. A la mañana siguiente, Nicolás ya no estaba. Desapareció sin dejar rastro, y aunque nadie sabía qué le había ocurrido exactamente, el vecindario asumió lo peor, al tratarse de un asunto que involucraba problemas con la mafia. Se decía que, sin tener culpa, se había visto atrapado en problemas por culpa de amigos que lo arrastraron sin quererlo a asuntos oscuros. Nicolás siempre fue un joven honesto y trabajador, alguien que quería ayudar a su familia, nada más. Carmina, al enterarse, sintió cómo su mundo se volvía gris. Las palabras de él, su invitación, resonaron en su mente como una broma amarga. Aquel café, aquella posibilidad, se desvaneció antes de poder ser real. La noticia le trajo también un eco doloroso del pasado. Recordó cómo su madre, años atrás, había arruinado la vida de su familia al involucrarse con un hombre que estaba ligado a la mafia. Carmina había crecido con el miedo constante de perderlo todo, de que el caos de esa vida secreta estallara un día y los devorara. Ahora, el ciclo parecía repetirse de un modo cruel, llevándose a Nicolás, otro inocente atrapado en una red de la que no pudo escapar. En las semanas que siguieron, Carmina visitaba la panadería en silencio, intentando mantenerse fuerte mientras veía a la familia de Nicolás seguir adelante con tristeza en los ojos. A veces, se acercaba a los gatos, los mismos que él había cuidado, como si en ellos pudiera encontrar algo de él, un último vestigio de aquel amor que guardó en silencio. Ahora, cuando alguien le pregunta si alguna vez se ha enamorado, Carmina recuerda el brillo de los ojos de Nicolás, sus palabras temblorosas y su invitación. Pero sigue negándolo, porque hablar de ese amor es como abrir una herida que aún no sana, una herida marcada por una promesa rota y una vida truncada por los errores de otros. Así, aquel amor permanece escondido entre las sombras de los años y en la fragancia del pan recién horneado que aún flota en su memoria. Sin embargo, guarda dos tesoros que no ha dejado que el tiempo borre: una de las pocas fotos que se tomaron juntos, donde él sonríe y la mira de reojo, y los gatos del vecindario, a quienes cuida como una promesa silenciosa, una manera de mantener vivo el recuerdo de aquel primer y único amor.
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  • —Sigue buscando el cuerpo de Lucifer pero, no encuentra nada y no se puede quitar ese sentimiento de añoranza y tristeza de encima—
    —Sigue buscando el cuerpo de Lucifer pero, no encuentra nada y no se puede quitar ese sentimiento de añoranza y tristeza de encima—
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  • —Cegado por la ira y la tristeza,Sirius acudio ante Cassandra,sosteniendo la espada de su padre,buscando enfrentarla por lo que el hizo,El ni solto una palabra al dar el primer espadazo en contra de Cassandra,ella ni tuvo que desenfundar su espada,para ella,solo era el berrinche de un niño que queria desquitarse por algo que el hizo—


    "Tanto entrenamiento para nada..."

    —Ella desenfundo su espada y con un corte certero corto la cara de Sirius,haciendo que este suelte la espada de su padre por el dolor,haciendo que se sujete la cara—


    "Das pena...al menos tu padre si dio una muy buena pelea"

    —Ella puso su espada encima de la cabeza de Sirius,preparandose para ejecutarlo,pero de inmediato se retracto—

    "Si vuelves a revelarte ante mi...te arrojare a los perros"


    —Ella enfundo su espada y se retiro del lugar—
    —Cegado por la ira y la tristeza,Sirius acudio ante Cassandra,sosteniendo la espada de su padre,buscando enfrentarla por lo que el hizo,El ni solto una palabra al dar el primer espadazo en contra de Cassandra,ella ni tuvo que desenfundar su espada,para ella,solo era el berrinche de un niño que queria desquitarse por algo que el hizo— "Tanto entrenamiento para nada..." —Ella desenfundo su espada y con un corte certero corto la cara de Sirius,haciendo que este suelte la espada de su padre por el dolor,haciendo que se sujete la cara— "Das pena...al menos tu padre si dio una muy buena pelea" —Ella puso su espada encima de la cabeza de Sirius,preparandose para ejecutarlo,pero de inmediato se retracto— "Si vuelves a revelarte ante mi...te arrojare a los perros" —Ella enfundo su espada y se retiro del lugar—
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  • Carmina salió de casa una tarde de otoño, cuando el aire era fresco y las hojas de los árboles caían en una cascada de colores dorados y rojizos. La calle estaba tranquila, solo el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies acompañaba sus pensamientos. Llevaba consigo una bufanda que su abuela Lucia le había tejido, y cada vez que el viento la rodeaba, sentía el cálido abrazo de su familia, como un consuelo en medio de la incertidumbre.

    Mientras avanzaba, miraba a su alrededor. Observaba cómo el sol bañaba los árboles en un resplandor cálido, creando sombras alargadas que hacían que el paisaje pareciera un cuadro. Carmina no pudo evitar sonreír al ver a algunos niños jugando con las hojas caídas y a las personas con una expresión de calma, como si el mundo entero compartiera un instante de paz.

    Sus pensamientos, sin embargo, no estaban tan serenos. Sentía que algo dentro de ella había cambiado, como si una parte de sí misma se le hubiera escapado sin darse cuenta. Se esforzaba por recordar esa versión suya que era plena y segura, pero todo parecía lejano, como si no fuera realmente suyo. La inquietud de no reconocerse a sí misma le pesaba más que cualquier otra cosa, y a esa sensación se unía una soledad que últimamente la inundaba, incluso cuando estaba rodeada de otros.

    Carmina se detuvo un momento y se sentó en una banca, rodeada de hojas y del aroma terroso del otoño. Cerró los ojos y respiró profundo, dejando que el viento frío llenara sus pulmones. En medio de sus pensamientos, comprendió que esos momentos de tranquilidad, de simple belleza, le recordaban lo que realmente importaba. Las dudas y la tristeza eran parte de ella, sí, pero también lo eran esos instantes de felicidad que parecían surgir de la nada, como pequeñas luces en medio de la penumbra.

    Miró al cielo, donde unas nubes suaves se movían lentamente, y de repente sintió que, a pesar de la incertidumbre, todo estaba bien. Aunque no tenía todas las respuestas y aún no entendía por qué sentía que algo de sí misma se había perdido, comprendía que a veces solo era cuestión de permitir que el tiempo y el cambio siguieran su curso. Aquel paseo en medio del otoño le enseñó que la felicidad podía estar en los detalles más simples y que, a pesar de sus miedos y de esa soledad que la envolvía, siempre habría momentos para encontrar paz en lo inesperado.

    Con una sonrisa tranquila y una nostalgia en el corazón, Carmina se levantó y siguió caminando, sintiendo que, de algún modo, ese día de otoño había traído un poco de claridad a su alma, incluso si no tenía todas las respuestas.

    Carmina salió de casa una tarde de otoño, cuando el aire era fresco y las hojas de los árboles caían en una cascada de colores dorados y rojizos. La calle estaba tranquila, solo el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies acompañaba sus pensamientos. Llevaba consigo una bufanda que su abuela Lucia le había tejido, y cada vez que el viento la rodeaba, sentía el cálido abrazo de su familia, como un consuelo en medio de la incertidumbre. Mientras avanzaba, miraba a su alrededor. Observaba cómo el sol bañaba los árboles en un resplandor cálido, creando sombras alargadas que hacían que el paisaje pareciera un cuadro. Carmina no pudo evitar sonreír al ver a algunos niños jugando con las hojas caídas y a las personas con una expresión de calma, como si el mundo entero compartiera un instante de paz. Sus pensamientos, sin embargo, no estaban tan serenos. Sentía que algo dentro de ella había cambiado, como si una parte de sí misma se le hubiera escapado sin darse cuenta. Se esforzaba por recordar esa versión suya que era plena y segura, pero todo parecía lejano, como si no fuera realmente suyo. La inquietud de no reconocerse a sí misma le pesaba más que cualquier otra cosa, y a esa sensación se unía una soledad que últimamente la inundaba, incluso cuando estaba rodeada de otros. Carmina se detuvo un momento y se sentó en una banca, rodeada de hojas y del aroma terroso del otoño. Cerró los ojos y respiró profundo, dejando que el viento frío llenara sus pulmones. En medio de sus pensamientos, comprendió que esos momentos de tranquilidad, de simple belleza, le recordaban lo que realmente importaba. Las dudas y la tristeza eran parte de ella, sí, pero también lo eran esos instantes de felicidad que parecían surgir de la nada, como pequeñas luces en medio de la penumbra. Miró al cielo, donde unas nubes suaves se movían lentamente, y de repente sintió que, a pesar de la incertidumbre, todo estaba bien. Aunque no tenía todas las respuestas y aún no entendía por qué sentía que algo de sí misma se había perdido, comprendía que a veces solo era cuestión de permitir que el tiempo y el cambio siguieran su curso. Aquel paseo en medio del otoño le enseñó que la felicidad podía estar en los detalles más simples y que, a pesar de sus miedos y de esa soledad que la envolvía, siempre habría momentos para encontrar paz en lo inesperado. Con una sonrisa tranquila y una nostalgia en el corazón, Carmina se levantó y siguió caminando, sintiendo que, de algún modo, ese día de otoño había traído un poco de claridad a su alma, incluso si no tenía todas las respuestas.
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  • —No le costó demasiado encontrar el pequeño Edén creado por Lucifer. Aterrizó y comenzó a buscar, inevitable fue alguna pequeña sonrisa, ya que estaba muy logrado y aquello le traía recuerdos. Era extraño…Recordaba el comienzo, pero no una gran parte de en medio, al menos no después de dejar a Lilith. Pero si recordaba a sus hijos, a todos ellos.

    Caminando por el lugar, se perdió en sus recuerdos, en antes de conocer a Lilith, cuando estaba solo y cada día era un nuevo descubrimiento, aquella emoción de encontrar plantas y animales nuevos, de paisajes hermosos que estaban solo para él. Arrugó ligeramente la nariz. Como de atrapado se había sentido con Lilith, quien no solo se negaba a acompañarle en sus viajes por el Edén, si no que además se esforzaba por retenerlo y que, en resumidas cuentas le obedeciera en todo. Suspiró, cuanto habría deseado a una compañera que compartiera su misma curiosidad y sed de libertad.

    Y entonces, sin motivo aparente… comenzó a sentirse triste. Sentía añoranza como si recordar aquello hiciera presente que, aún sin saberlo algo, o mejor dicho alguien le faltaba. Sin embargo, hasta donde recordaba después de Lilith no hubo nadie más… Aunque entonces… ¿Quien era la madre de sus hijos? Por qué, estos no habían salido solos. Tal y como sucedió con una de sus últimas charlas amistosas con Lucifer, Adán necesitó masajearse las sienes, ya que al intentar hacer memoria, sintió un punzante dolor que atravesó su cabeza de lado a lado.

    Sacudió la cabeza, decidió no darle importancia y, aunque aquel sentimiento de tristeza no desaparecía, prefirió tratar en centrarse en encontrar el cuerpo de Lucifer —
    —No le costó demasiado encontrar el pequeño Edén creado por Lucifer. Aterrizó y comenzó a buscar, inevitable fue alguna pequeña sonrisa, ya que estaba muy logrado y aquello le traía recuerdos. Era extraño…Recordaba el comienzo, pero no una gran parte de en medio, al menos no después de dejar a Lilith. Pero si recordaba a sus hijos, a todos ellos. Caminando por el lugar, se perdió en sus recuerdos, en antes de conocer a Lilith, cuando estaba solo y cada día era un nuevo descubrimiento, aquella emoción de encontrar plantas y animales nuevos, de paisajes hermosos que estaban solo para él. Arrugó ligeramente la nariz. Como de atrapado se había sentido con Lilith, quien no solo se negaba a acompañarle en sus viajes por el Edén, si no que además se esforzaba por retenerlo y que, en resumidas cuentas le obedeciera en todo. Suspiró, cuanto habría deseado a una compañera que compartiera su misma curiosidad y sed de libertad. Y entonces, sin motivo aparente… comenzó a sentirse triste. Sentía añoranza como si recordar aquello hiciera presente que, aún sin saberlo algo, o mejor dicho alguien le faltaba. Sin embargo, hasta donde recordaba después de Lilith no hubo nadie más… Aunque entonces… ¿Quien era la madre de sus hijos? Por qué, estos no habían salido solos. Tal y como sucedió con una de sus últimas charlas amistosas con Lucifer, Adán necesitó masajearse las sienes, ya que al intentar hacer memoria, sintió un punzante dolor que atravesó su cabeza de lado a lado. Sacudió la cabeza, decidió no darle importancia y, aunque aquel sentimiento de tristeza no desaparecía, prefirió tratar en centrarse en encontrar el cuerpo de Lucifer —
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  • //Quién quiera interactuar en la fiesta es bienvenid@ //

    Para muchos "la noche de los muertos" había terminado. Pero para Kazuo y su mundo era algo muy diferente.

    Todo mortal que conocía aquella zona sabía que en las siguientes noches nadie debía ir por el bosque solo, ni tan siquiera debería salir de casa. Los demonios y espíritus tomaban más fuerza en aquellos días, y muchos era protagonistas acciones terribles.

    Sin embargo otros Yōkais aprovechanban aquel fulgor para celebrar. Celebrar su existencia en este mundo y en el más allá. Kazuo también lo hacía, y su templo se llenaba de júbilo las siguientes noches. El sake, la comida y el baile estaban bien servidos. Bienvenido era todo alquel, o aquella, que quisiera disfrutar de corazón. Una vez has cruzado el antiguo Tori, todo tú rencor y tristeza deber quedarse a las puertas. ¿Tú única tarea?; Dejarte llevar.
    //Quién quiera interactuar en la fiesta es bienvenid@ 😸// Para muchos "la noche de los muertos" había terminado. Pero para Kazuo y su mundo era algo muy diferente. Todo mortal que conocía aquella zona sabía que en las siguientes noches nadie debía ir por el bosque solo, ni tan siquiera debería salir de casa. Los demonios y espíritus tomaban más fuerza en aquellos días, y muchos era protagonistas acciones terribles. Sin embargo otros Yōkais aprovechanban aquel fulgor para celebrar. Celebrar su existencia en este mundo y en el más allá. Kazuo también lo hacía, y su templo se llenaba de júbilo las siguientes noches. El sake, la comida y el baile estaban bien servidos. Bienvenido era todo alquel, o aquella, que quisiera disfrutar de corazón. Una vez has cruzado el antiguo Tori, todo tú rencor y tristeza deber quedarse a las puertas. ¿Tú única tarea?; Dejarte llevar.
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  • —Espero no haber importunado su tiempo, estimado Wong.

    La voz de Sung se escucharia serena en todo momento, mientras recibia al hombre; Wong, un abogado de gran influencia en el mundo del derecho, hace no mucho este habia llegado a la comisaria interponiendo una denuncia. Su hija, su unica, y adorada hija, lo unico que tenia en el mundo tras la prematura muerte de su esposa, habia sido encontrada sin vida en la ducha de su casa. Un crimen ciertamente peculiar.. de el se sabe que no se encontraba en casa cuando ocurrio la situacion, un completo sin sentido que ciertamente dejaba a todos sin una sola pista de cual fuese la razon para que esto sucediera.

    No hay huellas digitales evidentes, quien lo hubiese hecho se cuido bastante de no dejar siquiera una sombra de su presencia. La medicina forense era una de las ramas mas poderosas en cuanto a conocer lo que ha pasado antes y despues de un crimen como este, sin embargo, entre los mejores investigadores, el coreano era uno de los que mas renombre poseian, no sabian como, pero siempre encontraba una respuesta a todo lo que no pareciera tener luz.

    Como si los muertos le hablasen.

    El, tras semanas de investigacion, tendria el permiso para accesar al sitio de los hechos. Donde recibio las respuestas que habia estado buscando durante tanto tiempo, uniendo las piezas que faltaban en este oscuro rompecabezas

    .— ¿Le cuento algo? Sinceramente, no pudimos encontrar una respuesta para lo ocurrido con su hija…— El rostro de Sung denotaba una tristeza imposible de fingir, por su lado, Wong parecía primero mostrarse molesto ante su respuesta, antes de dejarlo decir algo más —Desgraciadamente, quien haya hecho esto, fue inteligente. Era como si supiera moverse cuál sombra… no habían restos, no habían huellas, era como si…—

    Ante esta respuesta, quien lo escuchaba poco a poco dibujó una pequeña sonrisa en sus labios… como si, contrario a recibir una terrible noticia, lo que estaba escuchando le fuese agradable… más intentó no perder la compostura mientras Sung hablaba.

    —Como si conociera cada centímetro de la casa a la cual entró— La sonrisa del hombre se borró por un momento, el tono de Sung en ese comentario expresaba cierta duda, no una cual pregunta… si no, una acusación silenciosa.

    —Así que me di la tarea de conseguir información a mi manera.—

    Hubo algo en esa respuesta, el ambiente del lugar empezó a sentirse helado poco a poco, un escalofrío que recorrió la espalda del anciano mientras el aura de Sung pasaba de ser apacible, a poco a poco volverse más frívola.

    —¿Sabe algo curioso señor Wong? Este tipo de crímenes, por lo general son de personas cercanas. Amigos, hermanos… amantes o novios celosos que quieren venganza. Solo alguien que tuviese confianza con ella podría entrar a la casa como si nada y llegar hasta el baño donde estaba duchándose.—

    Supo dónde iban las piedras, así que el hombre arremetió

    “¿Cómo te atreves? Yo soy el afectado aquí. Fue mi hija a la que arrancaron de mis brazos. No permitiré que..”

    De pronto un escalofrío, ese mismo ambiente gélido pasaba ahora de solo una mala sensación, a volverse en una especie de recorrido por su espina dorsal, como si algo estuviese tocándolo desde la espalda baja hasta el centro de la misma.

    —¿Su hija? Oh cierto, Sun-Hee. La dulce joven que usted cuidaba como premio…

    La chica que cuando creció se parecía tanto a su madre. Que usted no pudo evitar querer tenerla más, más y más a su lado.

    Al punto de tocarla para intentar recordar como se sentía estar con su esposa ¿no es así?—

    El hombre intentó responderle, pero entonces sintió algo en su cuello. Una mano que lo sostuvo, fueron dos en total que lo rodeaban cual frívolo abrazo. Instintivamente, trató de alzar la vista

    Y ahí estaba ella. Pálida, sus ojos perdidos en una negrura absoluta, pero Sung no se inmutaba.

    —¿Sabe que dicen de nosotros los forenses? Hablamos con los que han partido de este mundo. Sin embargo, en mi caso; aquellos que se fueron bajo circunstancias horribles, me cuentan toda su historia de inicio a fin.

    Mi estimado señor Wong. Tiene muchos pecados que pagar, pero su hija será quien se encargue de usted esta noche.—

    Gritos se escucharon a lo lejos, horribles, desgarradores, agónicos. Gritos que tardaron horas, hasta que todo se silencio, al escucharse un sonido de desgarre.

    Como si algo, hubiese sido separado de un cuerpo.

    #HappyHalloween
    —Espero no haber importunado su tiempo, estimado Wong. La voz de Sung se escucharia serena en todo momento, mientras recibia al hombre; Wong, un abogado de gran influencia en el mundo del derecho, hace no mucho este habia llegado a la comisaria interponiendo una denuncia. Su hija, su unica, y adorada hija, lo unico que tenia en el mundo tras la prematura muerte de su esposa, habia sido encontrada sin vida en la ducha de su casa. Un crimen ciertamente peculiar.. de el se sabe que no se encontraba en casa cuando ocurrio la situacion, un completo sin sentido que ciertamente dejaba a todos sin una sola pista de cual fuese la razon para que esto sucediera. No hay huellas digitales evidentes, quien lo hubiese hecho se cuido bastante de no dejar siquiera una sombra de su presencia. La medicina forense era una de las ramas mas poderosas en cuanto a conocer lo que ha pasado antes y despues de un crimen como este, sin embargo, entre los mejores investigadores, el coreano era uno de los que mas renombre poseian, no sabian como, pero siempre encontraba una respuesta a todo lo que no pareciera tener luz. Como si los muertos le hablasen. El, tras semanas de investigacion, tendria el permiso para accesar al sitio de los hechos. Donde recibio las respuestas que habia estado buscando durante tanto tiempo, uniendo las piezas que faltaban en este oscuro rompecabezas .— ¿Le cuento algo? Sinceramente, no pudimos encontrar una respuesta para lo ocurrido con su hija…— El rostro de Sung denotaba una tristeza imposible de fingir, por su lado, Wong parecía primero mostrarse molesto ante su respuesta, antes de dejarlo decir algo más —Desgraciadamente, quien haya hecho esto, fue inteligente. Era como si supiera moverse cuál sombra… no habían restos, no habían huellas, era como si…— Ante esta respuesta, quien lo escuchaba poco a poco dibujó una pequeña sonrisa en sus labios… como si, contrario a recibir una terrible noticia, lo que estaba escuchando le fuese agradable… más intentó no perder la compostura mientras Sung hablaba. —Como si conociera cada centímetro de la casa a la cual entró— La sonrisa del hombre se borró por un momento, el tono de Sung en ese comentario expresaba cierta duda, no una cual pregunta… si no, una acusación silenciosa. —Así que me di la tarea de conseguir información a mi manera.— Hubo algo en esa respuesta, el ambiente del lugar empezó a sentirse helado poco a poco, un escalofrío que recorrió la espalda del anciano mientras el aura de Sung pasaba de ser apacible, a poco a poco volverse más frívola. —¿Sabe algo curioso señor Wong? Este tipo de crímenes, por lo general son de personas cercanas. Amigos, hermanos… amantes o novios celosos que quieren venganza. Solo alguien que tuviese confianza con ella podría entrar a la casa como si nada y llegar hasta el baño donde estaba duchándose.— Supo dónde iban las piedras, así que el hombre arremetió “¿Cómo te atreves? Yo soy el afectado aquí. Fue mi hija a la que arrancaron de mis brazos. No permitiré que..” De pronto un escalofrío, ese mismo ambiente gélido pasaba ahora de solo una mala sensación, a volverse en una especie de recorrido por su espina dorsal, como si algo estuviese tocándolo desde la espalda baja hasta el centro de la misma. —¿Su hija? Oh cierto, Sun-Hee. La dulce joven que usted cuidaba como premio… La chica que cuando creció se parecía tanto a su madre. Que usted no pudo evitar querer tenerla más, más y más a su lado. Al punto de tocarla para intentar recordar como se sentía estar con su esposa ¿no es así?— El hombre intentó responderle, pero entonces sintió algo en su cuello. Una mano que lo sostuvo, fueron dos en total que lo rodeaban cual frívolo abrazo. Instintivamente, trató de alzar la vista Y ahí estaba ella. Pálida, sus ojos perdidos en una negrura absoluta, pero Sung no se inmutaba. —¿Sabe que dicen de nosotros los forenses? Hablamos con los que han partido de este mundo. Sin embargo, en mi caso; aquellos que se fueron bajo circunstancias horribles, me cuentan toda su historia de inicio a fin. Mi estimado señor Wong. Tiene muchos pecados que pagar, pero su hija será quien se encargue de usted esta noche.— Gritos se escucharon a lo lejos, horribles, desgarradores, agónicos. Gritos que tardaron horas, hasta que todo se silencio, al escucharse un sonido de desgarre. Como si algo, hubiese sido separado de un cuerpo. #HappyHalloween
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  • Orihime se encontraba en su habitación, observando la suave luz de la luna que se colaba por la ventana. Esa misma luz, fría y distante, parecía iluminar las dudas que se acumulaban en su pecho, las emociones que había intentado reprimir tantas veces pero que siempre regresaban, fuertes y desbordantes.

    Desde la noche en que se había despedido de Ichigo en silencio, las palabras que le había dicho, aún dormido, seguían resonando en su mente. "Te amo", había susurrado, apenas atreviéndose a pronunciarlo, como si al decirlo en voz alta hubiera invocado un hechizo secreto. Recordaba el ligero roce de sus labios en su mejilla, la mezcla de alegría y tristeza que había sentido. Sabía que no podía esperar nada a cambio, pero no podía evitar soñar, aunque fuera solo en su imaginación.

    Mientras contemplaba el cielo, se preguntó si algún día tendría el valor de decírselo frente a frente, mirándolo a los ojos. Pensó en todas las veces que Ichigo había estado allí para ella, protegiéndola sin dudar. ¿Lo notaba él, acaso? ¿Podía sentir cuánto significaba para ella cada gesto, cada palabra, incluso cuando parecía distante? Orihime sonrió con melancolía. Tal vez Ichigo nunca se enteraría de cuánto lo amaba, pero eso estaba bien. Su felicidad siempre había sido suficiente para ella.

    Apoyó la mano en el vidrio de la ventana y cerró los ojos, imaginando por un momento que Ichigo estaba a su lado, que le sonreía con esa mirada segura que la hacía sentir tan protegida. "Si tan solo supieras…" pensó, mientras el eco de sus sentimientos flotaba en la habitación, en silencio, como un secreto eterno guardado bajo la luz de la luna.
    Orihime se encontraba en su habitación, observando la suave luz de la luna que se colaba por la ventana. Esa misma luz, fría y distante, parecía iluminar las dudas que se acumulaban en su pecho, las emociones que había intentado reprimir tantas veces pero que siempre regresaban, fuertes y desbordantes. Desde la noche en que se había despedido de Ichigo en silencio, las palabras que le había dicho, aún dormido, seguían resonando en su mente. "Te amo", había susurrado, apenas atreviéndose a pronunciarlo, como si al decirlo en voz alta hubiera invocado un hechizo secreto. Recordaba el ligero roce de sus labios en su mejilla, la mezcla de alegría y tristeza que había sentido. Sabía que no podía esperar nada a cambio, pero no podía evitar soñar, aunque fuera solo en su imaginación. Mientras contemplaba el cielo, se preguntó si algún día tendría el valor de decírselo frente a frente, mirándolo a los ojos. Pensó en todas las veces que Ichigo había estado allí para ella, protegiéndola sin dudar. ¿Lo notaba él, acaso? ¿Podía sentir cuánto significaba para ella cada gesto, cada palabra, incluso cuando parecía distante? Orihime sonrió con melancolía. Tal vez Ichigo nunca se enteraría de cuánto lo amaba, pero eso estaba bien. Su felicidad siempre había sido suficiente para ella. Apoyó la mano en el vidrio de la ventana y cerró los ojos, imaginando por un momento que Ichigo estaba a su lado, que le sonreía con esa mirada segura que la hacía sentir tan protegida. "Si tan solo supieras…" pensó, mientras el eco de sus sentimientos flotaba en la habitación, en silencio, como un secreto eterno guardado bajo la luz de la luna.
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