• Uuuuf ¿Por qué la cara larga? ¡Mejor sonríe y aleja la tristeza! La invasión de tu planeta es algo emocionante.
    Uuuuf ¿Por qué la cara larga? ¡Mejor sonríe y aleja la tristeza! La invasión de tu planeta es algo emocionante.
    Me encocora
    Me gusta
    4
    4 turnos 0 maullidos 109 vistas
  • Querido lector(a)
    Si tus lágrimas han caído últimamente, me gustaría acariciar tu mejilla y decirte con voz suave que todo estará bien.
    Guarda los latidos de tu tristeza para descansar, que cuando agarres fuerza... Nadie podrá parar el sonido de tu brillo.
    Querido lector(a) Si tus lágrimas han caído últimamente, me gustaría acariciar tu mejilla y decirte con voz suave que todo estará bien. Guarda los latidos de tu tristeza para descansar, que cuando agarres fuerza... Nadie podrá parar el sonido de tu brillo.
    Me encocora
    Me gusta
    Me shockea
    5
    17 turnos 0 maullidos 386 vistas
  • Mi inspiración y yo nos divorciamos, no me dí cuenta, sucedió nada más, quizás es mi tristeza, no puedo negar que algo de bondad habitaba en medio de toda mi maldad .
    Mi inspiración y yo nos divorciamos, no me dí cuenta, sucedió nada más, quizás es mi tristeza, no puedo negar que algo de bondad habitaba en medio de toda mi maldad .
    Me gusta
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos 259 vistas
  • La coronación de Adrián estaba por comenzar, pero en su mente, todo era un caos. Apenas el domingo había recibido la impactante noticia de que su hermana mayor, Alía, quien era la reina del reino, había desaparecido sin dejar rastro. No había tenido tiempo de procesar lo sucedido, y ahora, tan solo dos días después, el martes, se encontraba de pie frente a una multitud que esperaba que asumiera el trono.

    El peso de la situación se sentía aplastante sobre sus hombros. Sabía que desde ese momento, su vida cambiaría por completo. Las aventuras despreocupadas, las bromas compartidas, las noches sin preocupaciones sobre el mañana... todo eso quedaba atrás. Ahora debía enfocarse en algo mucho más grande: el reino, su gente y las expectativas que todos habían puesto sobre él, aunque nadie le hubiera preguntado si estaba listo. La verdad era que ni siquiera él había tenido tiempo para asimilar lo que estaba ocurriendo. Todo había sucedido demasiado rápido.

    Los preparativos para su coronación comenzaron casi inmediatamente después de la desaparición de Alía, y Adrián apenas había tenido un momento para detenerse a pensar. Se sentía atrapado en una mezcla de confusión, tristeza y un sentido de responsabilidad que lo abrumaba, pero sabía que no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por esas emociones. El reino necesitaba un líder, y a él lo habían elegido, estuviera preparado o no.

    Junto a él, caminaba su hermana gemela, Adriana. Ella, a pesar de compartir la preocupación y el peso emocional del momento, intentaba infundirle ánimos con una ligera sonrisa y un toque de complicidad. Ambos avanzaban hacia el Gran Salón del Castillo Real, y en su trayecto, Adrián no pudo evitar notar algunas caras conocidas entre la multitud. Cerca de la entrada, sus ojos se encontraron brevemente con Alexa y Daniel Selene, quienes observaban la escena con una mezcla de preocupación y apoyo. Saber que ellos estaban presentes le brindó un leve consuelo, recordándole que, a pesar de todo, no estaba completamente solo en esta travesía.

    El Gran Salón estaba repleto de personas, y aunque trataba de mantener una fachada de compostura, cada vez le resultaba más difícil ignorar el peso de las miradas que lo observaban con duda, escepticismo, e incluso desdén. Después de todo, Adrián era conocido como el hijo ilegítimo del antiguo rey, y muchos todavía no aceptaban que alguien con su origen pudiera sentarse en el trono.

    El sumo sacerdote, encargado de presidir la ceremonia, se acercó a Adrián para comenzar el ritual de coronación. Mientras las oraciones y ofrendas a los dioses ancestrales resonaban en todo el salón, Adrián permanecía en silencio, con sus pensamientos acelerados. ¿Realmente estaba preparado para asumir ese papel? Sabía que su vida de libertad había llegado a su fin, y que ahora debía convertirse en el rey que su pueblo necesitaba, a pesar de que muchos no lo querían allí.

    — "Que los dioses antiguos bendigan este día y guíen al nuevo rey en su reinado,"—

    proclamó el sumo sacerdote con voz firme, mientras encendía una antorcha que simbolizaba el inicio de una nueva era. Adrián observó la llama con atención y, por un instante, se sintió reflejado en esa luz: rodeado por la oscuridad, pero tratando de brillar a pesar de todo.

    El sumo sacerdote, al terminar sus oraciones, se dirigió entonces a la multitud

    — "Hoy, el destino del reino está en las manos de Adrián Salvatore. Aunque su historia esté llena de sombras y secretos, ha sido llamado a guiar a su pueblo. Que la sabiduría de los dioses lo acompañe en cada paso que dé.—


    Estas palabras resonaron en el salón, provocando murmullos entre los presentes, pero la ceremonia continuaba imperturbable. Adrián sabía que el momento de hablar había llegado. Se acercó al estrado, tomó aire profundamente y enfrentó a la multitud, consciente de que debía elegir bien sus palabras, que debían ser sinceras y transmitir firmeza.


    — Gente del reino—

    comenzó con voz firme pero cargada de emoción

    — sé que esta situación ha sido inesperada para todos, incluyéndome a mí. Hace apenas unos dias, éramos gobernados por mi hermana Alía, y hoy me encuentro ante vosotros, asumiendo una responsabilidad que jamás imaginé que llegaría tan rápido—

    Hizo una pausa, permitiéndose observar a las personas frente a él. Sabía que muchos aún dudaban de su capacidad para gobernar, y eso lo motivaba a ser más honesto.

    — No tuve tiempo para prepararme, y soy consciente de que algunos de vosotros habéis dudado de mi habilidad para ser rey. También sé lo que significa mi origen para muchos de vosotros. Sin embargo, os prometo que mi compromiso con este reino es inquebrantable. No os fallaré.—

    Con cada palabra que pronunciaba, su voz se volvía más segura, aunque en su interior aún batallaba con el nerviosismo y la presión del momento.

    — Mi hermana, Alía, dejó un legado que siempre recordaré. Aunque ya no esté aquí para guiarme, sé que su espíritu me acompañará en cada decisión que tome. A partir de hoy, no caminaré solo, porque caminaré junto a vosotros. Juntos construiremos un futuro mejor para este reino.—

    El silencio que siguió a sus palabras estaba cargado de tensión, pero también de una nueva esperanza que comenzaba a surgir entre la multitud.

    El sumo sacerdote, entonces, se acercó con la corona dorada en sus manos, el símbolo máximo de poder y responsabilidad. Con un gesto solemne, la colocó sobre la cabeza de Adrián, declarando con voz ceremoniosa:

    — "Con esta corona, te declaro Adrián Salvatore, Rey de este...nuestro reino...nuestro hogar. Que gobiernes con justicia, fortaleza y compasión.—


    Una luz del sol entró por las grandes ventanas del salón, iluminando a Adrián con un resplandor dorado mientras la corona reposaba sobre su cabeza.

    Adrián levantó la mano derecha, preparándose para hacer el juramento que sellaría su destino


    — Yo, Adrián Salvatore, juro gobernar con justicia, defender este reino y a su gente con todo mi ser. No descansaré hasta demostrar que soy digno de vuestra confianza, y juntos construiremos un futuro mejor—

    Sus palabras resonaron en cada rincón del salón, cargadas de convicción. El sumo sacerdote, levantando sus manos hacia el cielo, finalizó el rito con un grito imponente

    — "¡Larga vida al Rey Adrián!"—

    La respuesta de la multitud fue inmediata y unánime, una explosión de voces que llenó el salón

    — "¡Larga vida al Rey Adrián! ¡Larga vida al Rey Adrián!"—

    Todos, desde los nobles hasta los ciudadanos más humildes, se arrodillaron ante su nuevo rey, inclinando la cabeza en señal de respeto.

    Adrián, observando cómo su pueblo se inclinaba ante él, sintió finalmente el verdadero peso de la corona sobre sus hombros. Su vida había cambiado de forma radical, y el destino de todo el reino descansaba ahora en sus manos.

    Con paso decidido, avanzó entre la multitud postrada, pero en lugar de dirigirse al Gran Salón donde comenzaba la celebración, optó por caminar hacia los Jardines Reales. Allí, el aire fresco lo recibió, proporcionándole unos momentos de tranquilidad en medio del caos que ahora era su vida. Sabía que su reinado apenas estaba comenzando, y que el camino por delante sería largo y arduo, pero, por primera vez en el día, sintió que tal vez, solo tal vez, estaba preparado para lo que vendría..

    //aqui pongan las reacciones si quieren y en el siguiente publicacion sera la comida con todos los invitados
    La coronación de Adrián estaba por comenzar, pero en su mente, todo era un caos. Apenas el domingo había recibido la impactante noticia de que su hermana mayor, Alía, quien era la reina del reino, había desaparecido sin dejar rastro. No había tenido tiempo de procesar lo sucedido, y ahora, tan solo dos días después, el martes, se encontraba de pie frente a una multitud que esperaba que asumiera el trono. El peso de la situación se sentía aplastante sobre sus hombros. Sabía que desde ese momento, su vida cambiaría por completo. Las aventuras despreocupadas, las bromas compartidas, las noches sin preocupaciones sobre el mañana... todo eso quedaba atrás. Ahora debía enfocarse en algo mucho más grande: el reino, su gente y las expectativas que todos habían puesto sobre él, aunque nadie le hubiera preguntado si estaba listo. La verdad era que ni siquiera él había tenido tiempo para asimilar lo que estaba ocurriendo. Todo había sucedido demasiado rápido. Los preparativos para su coronación comenzaron casi inmediatamente después de la desaparición de Alía, y Adrián apenas había tenido un momento para detenerse a pensar. Se sentía atrapado en una mezcla de confusión, tristeza y un sentido de responsabilidad que lo abrumaba, pero sabía que no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por esas emociones. El reino necesitaba un líder, y a él lo habían elegido, estuviera preparado o no. Junto a él, caminaba su hermana gemela, Adriana. Ella, a pesar de compartir la preocupación y el peso emocional del momento, intentaba infundirle ánimos con una ligera sonrisa y un toque de complicidad. Ambos avanzaban hacia el Gran Salón del Castillo Real, y en su trayecto, Adrián no pudo evitar notar algunas caras conocidas entre la multitud. Cerca de la entrada, sus ojos se encontraron brevemente con Alexa y Daniel Selene, quienes observaban la escena con una mezcla de preocupación y apoyo. Saber que ellos estaban presentes le brindó un leve consuelo, recordándole que, a pesar de todo, no estaba completamente solo en esta travesía. El Gran Salón estaba repleto de personas, y aunque trataba de mantener una fachada de compostura, cada vez le resultaba más difícil ignorar el peso de las miradas que lo observaban con duda, escepticismo, e incluso desdén. Después de todo, Adrián era conocido como el hijo ilegítimo del antiguo rey, y muchos todavía no aceptaban que alguien con su origen pudiera sentarse en el trono. El sumo sacerdote, encargado de presidir la ceremonia, se acercó a Adrián para comenzar el ritual de coronación. Mientras las oraciones y ofrendas a los dioses ancestrales resonaban en todo el salón, Adrián permanecía en silencio, con sus pensamientos acelerados. ¿Realmente estaba preparado para asumir ese papel? Sabía que su vida de libertad había llegado a su fin, y que ahora debía convertirse en el rey que su pueblo necesitaba, a pesar de que muchos no lo querían allí. — "Que los dioses antiguos bendigan este día y guíen al nuevo rey en su reinado,"— proclamó el sumo sacerdote con voz firme, mientras encendía una antorcha que simbolizaba el inicio de una nueva era. Adrián observó la llama con atención y, por un instante, se sintió reflejado en esa luz: rodeado por la oscuridad, pero tratando de brillar a pesar de todo. El sumo sacerdote, al terminar sus oraciones, se dirigió entonces a la multitud — "Hoy, el destino del reino está en las manos de Adrián Salvatore. Aunque su historia esté llena de sombras y secretos, ha sido llamado a guiar a su pueblo. Que la sabiduría de los dioses lo acompañe en cada paso que dé.— Estas palabras resonaron en el salón, provocando murmullos entre los presentes, pero la ceremonia continuaba imperturbable. Adrián sabía que el momento de hablar había llegado. Se acercó al estrado, tomó aire profundamente y enfrentó a la multitud, consciente de que debía elegir bien sus palabras, que debían ser sinceras y transmitir firmeza. — Gente del reino— comenzó con voz firme pero cargada de emoción — sé que esta situación ha sido inesperada para todos, incluyéndome a mí. Hace apenas unos dias, éramos gobernados por mi hermana Alía, y hoy me encuentro ante vosotros, asumiendo una responsabilidad que jamás imaginé que llegaría tan rápido— Hizo una pausa, permitiéndose observar a las personas frente a él. Sabía que muchos aún dudaban de su capacidad para gobernar, y eso lo motivaba a ser más honesto. — No tuve tiempo para prepararme, y soy consciente de que algunos de vosotros habéis dudado de mi habilidad para ser rey. También sé lo que significa mi origen para muchos de vosotros. Sin embargo, os prometo que mi compromiso con este reino es inquebrantable. No os fallaré.— Con cada palabra que pronunciaba, su voz se volvía más segura, aunque en su interior aún batallaba con el nerviosismo y la presión del momento. — Mi hermana, Alía, dejó un legado que siempre recordaré. Aunque ya no esté aquí para guiarme, sé que su espíritu me acompañará en cada decisión que tome. A partir de hoy, no caminaré solo, porque caminaré junto a vosotros. Juntos construiremos un futuro mejor para este reino.— El silencio que siguió a sus palabras estaba cargado de tensión, pero también de una nueva esperanza que comenzaba a surgir entre la multitud. El sumo sacerdote, entonces, se acercó con la corona dorada en sus manos, el símbolo máximo de poder y responsabilidad. Con un gesto solemne, la colocó sobre la cabeza de Adrián, declarando con voz ceremoniosa: — "Con esta corona, te declaro Adrián Salvatore, Rey de este...nuestro reino...nuestro hogar. Que gobiernes con justicia, fortaleza y compasión.— Una luz del sol entró por las grandes ventanas del salón, iluminando a Adrián con un resplandor dorado mientras la corona reposaba sobre su cabeza. Adrián levantó la mano derecha, preparándose para hacer el juramento que sellaría su destino — Yo, Adrián Salvatore, juro gobernar con justicia, defender este reino y a su gente con todo mi ser. No descansaré hasta demostrar que soy digno de vuestra confianza, y juntos construiremos un futuro mejor— Sus palabras resonaron en cada rincón del salón, cargadas de convicción. El sumo sacerdote, levantando sus manos hacia el cielo, finalizó el rito con un grito imponente — "¡Larga vida al Rey Adrián!"— La respuesta de la multitud fue inmediata y unánime, una explosión de voces que llenó el salón — "¡Larga vida al Rey Adrián! ¡Larga vida al Rey Adrián!"— Todos, desde los nobles hasta los ciudadanos más humildes, se arrodillaron ante su nuevo rey, inclinando la cabeza en señal de respeto. Adrián, observando cómo su pueblo se inclinaba ante él, sintió finalmente el verdadero peso de la corona sobre sus hombros. Su vida había cambiado de forma radical, y el destino de todo el reino descansaba ahora en sus manos. Con paso decidido, avanzó entre la multitud postrada, pero en lugar de dirigirse al Gran Salón donde comenzaba la celebración, optó por caminar hacia los Jardines Reales. Allí, el aire fresco lo recibió, proporcionándole unos momentos de tranquilidad en medio del caos que ahora era su vida. Sabía que su reinado apenas estaba comenzando, y que el camino por delante sería largo y arduo, pero, por primera vez en el día, sintió que tal vez, solo tal vez, estaba preparado para lo que vendría.. //aqui pongan las reacciones si quieren y en el siguiente publicacion sera la comida con todos los invitados
    Me gusta
    Me encocora
    11
    17 turnos 5 maullidos 2122 vistas
  • ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫──────── ≪
    Elizabeth estuvo toda la tarde en el prado, rodeada por el suave murmullo del viento y el susurro de las flores chocando unas con otras. El horizonte se tiñó de un rojo profundo, como si la propia tierra llorara la pérdida de tiempos que ya no volverían.

    La intensa búsqueda de respuestas la había abrumado, como un denso manto de nubes que oprime el cielo. Se sentía atrapada entre sombras y recuerdos, cuestionándose si realmente tenía sentido seguir adelante.

    Sus pensamientos se oscurecían junto con el día, esta era la primera luna de sangre que vivía lejos de sus tierras, un fenómeno que evocaba rituales pasados, danzas mágicas y pactos con el agua salada de mar.

    No podía creer que habían pasado ya diez años desde el último ritual que presenció;Esta vez bajo la luna no había bailes ni derramamiento de sangre que sellara pactos olvidados. Solo estaba ella, inmersa en una profunda tristeza, haciendo memoria de aquellos días de infancia, donde todo parecía posible a pesar del régimen que moldeaba sus sueños para convertirlos en armas. Recordaba la luz dorada que bañaba su hogar, los rostros familiares delineados por la esperanza, aunque la guerra acechara en el horizonte.

    Ahora, esa vitalidad se había desvanecido, y Liz vagaba sin rumbo, sin propósito definido, buscando un sentido en un mundo que parecía despojado de significado. Los ecos de su pasado resonaban como cantos lejanos, llevándola a preguntarse si alguna vez podría encontrar un nuevo hogar en la vasta soledad del presente.
    ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫──────── ≪ Elizabeth estuvo toda la tarde en el prado, rodeada por el suave murmullo del viento y el susurro de las flores chocando unas con otras. El horizonte se tiñó de un rojo profundo, como si la propia tierra llorara la pérdida de tiempos que ya no volverían. La intensa búsqueda de respuestas la había abrumado, como un denso manto de nubes que oprime el cielo. Se sentía atrapada entre sombras y recuerdos, cuestionándose si realmente tenía sentido seguir adelante. Sus pensamientos se oscurecían junto con el día, esta era la primera luna de sangre que vivía lejos de sus tierras, un fenómeno que evocaba rituales pasados, danzas mágicas y pactos con el agua salada de mar. No podía creer que habían pasado ya diez años desde el último ritual que presenció;Esta vez bajo la luna no había bailes ni derramamiento de sangre que sellara pactos olvidados. Solo estaba ella, inmersa en una profunda tristeza, haciendo memoria de aquellos días de infancia, donde todo parecía posible a pesar del régimen que moldeaba sus sueños para convertirlos en armas. Recordaba la luz dorada que bañaba su hogar, los rostros familiares delineados por la esperanza, aunque la guerra acechara en el horizonte. Ahora, esa vitalidad se había desvanecido, y Liz vagaba sin rumbo, sin propósito definido, buscando un sentido en un mundo que parecía despojado de significado. Los ecos de su pasado resonaban como cantos lejanos, llevándola a preguntarse si alguna vez podría encontrar un nuevo hogar en la vasta soledad del presente.
    Me encocora
    Me gusta
    11
    3 turnos 0 maullidos 1115 vistas
  • Se que no debo sentir esta tristeza pero , los odio .... Odio esos malditos demonios y aquellas razas me quitaron mis padres .....

    -decia mientras lloraba en su cama.-

    Juro que acabaré con todos ellos.
    Se que no debo sentir esta tristeza pero , los odio .... Odio esos malditos demonios y aquellas razas me quitaron mis padres ..... -decia mientras lloraba en su cama.- Juro que acabaré con todos ellos.
    Me entristece
    Me gusta
    Me encocora
    5
    6 turnos 0 maullidos 272 vistas
  • — No le encanta hablar mucho de ese tema, pero la razón por la cual no ha regresado a su reino, fue una batalla que tuvo en la que no pudo defender a los suyos —

    “... No dejaré que acabas con ellos, si te metes con uno, entonces¡todos irán tras de ti!”

    — En esa batalla había perdido todo, amigos, subditos e incluso el templo mismo, fue obligado a vagar por cierto tiempo y ocultaba la misma tristeza e impotencia con una sonrisa. No espera volver pronto a su reino, solo quiere tener la cabeza en paz —.
    — No le encanta hablar mucho de ese tema, pero la razón por la cual no ha regresado a su reino, fue una batalla que tuvo en la que no pudo defender a los suyos — “... No dejaré que acabas con ellos, si te metes con uno, entonces¡todos irán tras de ti!” — En esa batalla había perdido todo, amigos, subditos e incluso el templo mismo, fue obligado a vagar por cierto tiempo y ocultaba la misma tristeza e impotencia con una sonrisa. No espera volver pronto a su reino, solo quiere tener la cabeza en paz —.
    Me entristece
    Me shockea
    4
    0 turnos 0 maullidos 234 vistas
  • —Sirius y Holly lucharon en plena noche estrellada,el sonido de sus espadas era lo unico que se oia el ambiente,Holly no podia ni ver a su hermano a los ojos,los cuales reflejaban la misma tristeza y furia que ella solia tener por la sola presencia de su padre,Holly trataba de llevarlo a un Maizal amplio para poder escapar y perder a su hermano,sin embargo,Sirius no le daba un solo respiro a Holly durante la batalla,en un momento,ambos se metieron en una zanja vacia bastante amplia,ambos estaban cansados y realmente agotados,Holly aprovecho el retroceso de su hermanl para subir la zanja y tener ventaja—



    "¡Esto se termino...Tengo el terreno alto!..."


    —Sirius observo desafiante a su hermana mientras preparaba su ataque,Holly ya sabia sus intenciones por lo que se preparo"


    "No lo intentes..."


    —Sirius subio la zanja para luego dar un brinco,pasando encima de su hermana,en un movimiento rapido y en pleno vuelo de Sirius,ella corto sus piernas y uno de sus brazos desde el hombro,Sirius cayo a un pozo que tenia Cal Viva en el fondo,su piel empezo a quemarse debido a la reaccion que tenia la Cal con la piel,mientras Holly observaba con lagrimas en los ojos,esta misma tomo la espada de Sirius y lo dejo alli




    —Sirius por el dolor se desmayo y desperto en una camilla mientras sentia como algo tocaba sus extremidades cortadas,podia sentir como le aplicaban algo a sus muslos,haciendolo gritar del dolor con las pocas fuerzas que tenia,el dolor ceso y vio como le ponian una mascara en la cara,este al ver esto solto un murmullo sutil—


    —Ayuda...


    —Sirius sentia como su dolor desaparecia y como empezaba a respirar de manera fluida—
    —Sirius y Holly lucharon en plena noche estrellada,el sonido de sus espadas era lo unico que se oia el ambiente,Holly no podia ni ver a su hermano a los ojos,los cuales reflejaban la misma tristeza y furia que ella solia tener por la sola presencia de su padre,Holly trataba de llevarlo a un Maizal amplio para poder escapar y perder a su hermano,sin embargo,Sirius no le daba un solo respiro a Holly durante la batalla,en un momento,ambos se metieron en una zanja vacia bastante amplia,ambos estaban cansados y realmente agotados,Holly aprovecho el retroceso de su hermanl para subir la zanja y tener ventaja— "¡Esto se termino...Tengo el terreno alto!..." —Sirius observo desafiante a su hermana mientras preparaba su ataque,Holly ya sabia sus intenciones por lo que se preparo" "No lo intentes..." —Sirius subio la zanja para luego dar un brinco,pasando encima de su hermana,en un movimiento rapido y en pleno vuelo de Sirius,ella corto sus piernas y uno de sus brazos desde el hombro,Sirius cayo a un pozo que tenia Cal Viva en el fondo,su piel empezo a quemarse debido a la reaccion que tenia la Cal con la piel,mientras Holly observaba con lagrimas en los ojos,esta misma tomo la espada de Sirius y lo dejo alli —Sirius por el dolor se desmayo y desperto en una camilla mientras sentia como algo tocaba sus extremidades cortadas,podia sentir como le aplicaban algo a sus muslos,haciendolo gritar del dolor con las pocas fuerzas que tenia,el dolor ceso y vio como le ponian una mascara en la cara,este al ver esto solto un murmullo sutil— —Ayuda... —Sirius sentia como su dolor desaparecia y como empezaba a respirar de manera fluida—
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos 378 vistas
  • - Alaí había pasado por una compo abandonado , allí parecía que no vivía nadie un lugar donde antes abia caballos y animales también había dos tumbas por allí en eso sintió una tristeza y dolor a su pecho recordando a quel día hace 16 años cuando , aún era pequeña.-

    Este lugar me recuerda mi viejo hogar, de pequeña.
    - Alaí había pasado por una compo abandonado , allí parecía que no vivía nadie un lugar donde antes abia caballos y animales también había dos tumbas por allí en eso sintió una tristeza y dolor a su pecho recordando a quel día hace 16 años cuando , aún era pequeña.- Este lugar me recuerda mi viejo hogar, de pequeña.
    0 turnos 0 maullidos 211 vistas
  • La noche envolvía la ciudad en un manto de silencio interrumpido solo por el sonido lejano de automóviles y el murmullo ocasional de los transeúntes. Las luces parpadeantes de los edificios iluminaban las calles empedradas, y entre las sombras, una figura caminaba con pasos ligeros, casi flotando sobre el suelo.

    Lepus avanzaba sin ser vista, su presencia etérea se deslizaba entre los humanos como un susurro en la oscuridad. Su cabello blanco como la luna se movía con la brisa nocturna, y sus ojos turquesa observaban el mundo a su alrededor, siempre alerta, siempre observadora. Aunque sus pies tocaban la acera, no dejaban huella, y su sombra nunca se proyectaba bajo las farolas. Nadie la percibía; para los humanos, era tan invisible como el viento.

    A su paso, las figuras humanas continuaban con sus vidas, indiferentes a la presencia de una entidad que existía más allá de su comprensión. Iona, como en tantas otras noches, sentía una mezcla de curiosidad y distanciamiento. Miraba los rostros de los caminantes, sus expresiones cargadas de pensamientos que jamás serían pronunciados. Eran secretos tan profundos como el abismo del que ella venía, y por un breve momento, se preguntaba qué sería vivir con una fragilidad tan presente, donde cada paso parecía impulsado por el temor de lo efímero.

    Bajo su capa oscura, los símbolos esotéricos apenas eran visibles, pero resonaban con el poder de lo oculto. En sus manos, el pequeño amuleto de conejo, su símbolo, descansaba con una ligera vibración. El viento frío le trajo el aroma de las flores de una tienda cercana, y su mente divagó hacia los rituales que la aguardaban, las invocaciones que surgirían al amanecer. Aquellos que la necesitaban vendrían, como siempre, aunque no supieran que la habían llamado.

    Se detuvo frente a una vieja librería, observando cómo un anciano cerraba la puerta y apagaba las luces del interior. En sus ojos brillaba una tristeza profunda, algo que Lepus reconocía de inmediato. Una parte de ella quiso acercarse, pero sabía que no era el momento. No todos los que sufrían debían verla, no todos podían recordar su rostro cuando la oscuridad se disipaba. Así era su labor, y ella aceptaba el papel que le había sido impuesto por el destino.

    El viento susurró su nombre en algún rincón lejano de la ciudad, y Lepus lo escuchó. Era hora de partir. Con un último vistazo a las calles vacías, siguió su camino, invisible, inalcanzable, pero siempre presente.

    La noche envolvía la ciudad en un manto de silencio interrumpido solo por el sonido lejano de automóviles y el murmullo ocasional de los transeúntes. Las luces parpadeantes de los edificios iluminaban las calles empedradas, y entre las sombras, una figura caminaba con pasos ligeros, casi flotando sobre el suelo. Lepus avanzaba sin ser vista, su presencia etérea se deslizaba entre los humanos como un susurro en la oscuridad. Su cabello blanco como la luna se movía con la brisa nocturna, y sus ojos turquesa observaban el mundo a su alrededor, siempre alerta, siempre observadora. Aunque sus pies tocaban la acera, no dejaban huella, y su sombra nunca se proyectaba bajo las farolas. Nadie la percibía; para los humanos, era tan invisible como el viento. A su paso, las figuras humanas continuaban con sus vidas, indiferentes a la presencia de una entidad que existía más allá de su comprensión. Iona, como en tantas otras noches, sentía una mezcla de curiosidad y distanciamiento. Miraba los rostros de los caminantes, sus expresiones cargadas de pensamientos que jamás serían pronunciados. Eran secretos tan profundos como el abismo del que ella venía, y por un breve momento, se preguntaba qué sería vivir con una fragilidad tan presente, donde cada paso parecía impulsado por el temor de lo efímero. Bajo su capa oscura, los símbolos esotéricos apenas eran visibles, pero resonaban con el poder de lo oculto. En sus manos, el pequeño amuleto de conejo, su símbolo, descansaba con una ligera vibración. El viento frío le trajo el aroma de las flores de una tienda cercana, y su mente divagó hacia los rituales que la aguardaban, las invocaciones que surgirían al amanecer. Aquellos que la necesitaban vendrían, como siempre, aunque no supieran que la habían llamado. Se detuvo frente a una vieja librería, observando cómo un anciano cerraba la puerta y apagaba las luces del interior. En sus ojos brillaba una tristeza profunda, algo que Lepus reconocía de inmediato. Una parte de ella quiso acercarse, pero sabía que no era el momento. No todos los que sufrían debían verla, no todos podían recordar su rostro cuando la oscuridad se disipaba. Así era su labor, y ella aceptaba el papel que le había sido impuesto por el destino. El viento susurró su nombre en algún rincón lejano de la ciudad, y Lepus lo escuchó. Era hora de partir. Con un último vistazo a las calles vacías, siguió su camino, invisible, inalcanzable, pero siempre presente.
    Me encocora
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos 333 vistas
Ver más resultados
Patrocinados