• —Visité un país extraño. Allí habían carruajes de metal, aparatos raros que funcionaban con electricidad y comida que jamás había probado. Me quedé en una posada que era llamada hotel en aquel lugar. Todo era tan actualizado que me sentí como un anciano, durante mi estadía allí un amigo me enseñó a usar un objeto con forma rectangular del cual no recuerdo el nombre. Pero era impresionante, con ese aparato podíamos crear retratos de nosotros mismos casi de forma instantánea. —
    —Visité un país extraño. Allí habían carruajes de metal, aparatos raros que funcionaban con electricidad y comida que jamás había probado. Me quedé en una posada que era llamada hotel en aquel lugar. Todo era tan actualizado que me sentí como un anciano, durante mi estadía allí un amigo me enseñó a usar un objeto con forma rectangular del cual no recuerdo el nombre. Pero era impresionante, con ese aparato podíamos crear retratos de nosotros mismos casi de forma instantánea. —
    Me gusta
    Me enjaja
    Me encocora
    7
    0 turnos 0 maullidos
  • 𝐃𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐩𝐜𝐢𝐨𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐌𝐚𝐧𝐬𝐢𝐨𝐧 𝐓𝐡𝐨𝐫𝐧

    La Mansión Thorn no es solo una construcción antigua perdida entre los árboles, es una entidad viva, un ser consciente hecho de piedra, madera y sombras. Respira a través del viento que se filtra por sus pasillos, siente mediante los crujidos de sus suelos y observa desde los retratos que decoran sus muros. Su existencia está entrelazada con la de Arielle Thorn, el cual es es el guardian de la gran mansión y el protector de los seres que en ella habitan, sin embargo el origen de esta es desconocido incluso hasta para las personas mas cercanas a él.

    Se sabe que por generacionesa Mansión Thorn ha servido como un refugio que acoge a quienes buscan paz, pero también enfrenta a cada huésped con la verdad que intenta ocultar. Arielle se encarga de reclutar toda clase de creaturas con diversas habilidades, no solo para protegerlas del mundo exterior, sino para unir sus fuerzas y alimentar el espíritu ancestral que habita en la propia mansión. Cada ser que cruza su umbral aporta una chispa de energía vital, un fragmento de esencia que se entrelaza con la estructura viva del lugar, reforzando sus muros, su magia y su conexión con el plano espiritual.

    Arielle es consciente de su vínculo con la casa, actúa como mediador entre ambos, guiando a las criaturas hacia una coexistencia, ellas encuentran protección y refugio, mientras la mansión alimentada por su poder colectivo se fortalece, extendiendo su influencia más allá del bosque que la rodea.

    Dentro de la mansión las paredes parecen hechas de piedra oscura, pero bajo la luz de las velas se revelan vetas que laten con un brillo sutil, como si un pulso recorriera todo el edificio. Cada rincón guarda un eco, un susurro o una sombra que parece moverse con propósito debido a los espíritus que la habitan.

    El suelo está cubierto por alfombras de tonos verdosos y azul profundo, gastadas pero nunca polvorientas. Candelabros de hierro cuelgan del techo, proyectando una luz temblorosa que hace bailar las sombras en las paredes. Los retratos de antiguos Thorn rostros severos y figuras enigmáticas observan con ojos que parecen seguir al visitante. A veces, sus expresiones cambian levemente cuando alguien pasa frente a ellos.

    Muebles tallados a mano, espejos enmarcados en plata ennegrecida y vitrales de colores sombríos llenan los pasillos. Esta mansión cuenta con un gran jardín, un cementerio y múltiples habitaciones las cuales guardan interminables secretos.
    𝐃𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐩𝐜𝐢𝐨𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐌𝐚𝐧𝐬𝐢𝐨𝐧 𝐓𝐡𝐨𝐫𝐧 La Mansión Thorn no es solo una construcción antigua perdida entre los árboles, es una entidad viva, un ser consciente hecho de piedra, madera y sombras. Respira a través del viento que se filtra por sus pasillos, siente mediante los crujidos de sus suelos y observa desde los retratos que decoran sus muros. Su existencia está entrelazada con la de Arielle Thorn, el cual es es el guardian de la gran mansión y el protector de los seres que en ella habitan, sin embargo el origen de esta es desconocido incluso hasta para las personas mas cercanas a él. Se sabe que por generacionesa Mansión Thorn ha servido como un refugio que acoge a quienes buscan paz, pero también enfrenta a cada huésped con la verdad que intenta ocultar. Arielle se encarga de reclutar toda clase de creaturas con diversas habilidades, no solo para protegerlas del mundo exterior, sino para unir sus fuerzas y alimentar el espíritu ancestral que habita en la propia mansión. Cada ser que cruza su umbral aporta una chispa de energía vital, un fragmento de esencia que se entrelaza con la estructura viva del lugar, reforzando sus muros, su magia y su conexión con el plano espiritual. Arielle es consciente de su vínculo con la casa, actúa como mediador entre ambos, guiando a las criaturas hacia una coexistencia, ellas encuentran protección y refugio, mientras la mansión alimentada por su poder colectivo se fortalece, extendiendo su influencia más allá del bosque que la rodea. Dentro de la mansión las paredes parecen hechas de piedra oscura, pero bajo la luz de las velas se revelan vetas que laten con un brillo sutil, como si un pulso recorriera todo el edificio. Cada rincón guarda un eco, un susurro o una sombra que parece moverse con propósito debido a los espíritus que la habitan. El suelo está cubierto por alfombras de tonos verdosos y azul profundo, gastadas pero nunca polvorientas. Candelabros de hierro cuelgan del techo, proyectando una luz temblorosa que hace bailar las sombras en las paredes. Los retratos de antiguos Thorn rostros severos y figuras enigmáticas observan con ojos que parecen seguir al visitante. A veces, sus expresiones cambian levemente cuando alguien pasa frente a ellos. Muebles tallados a mano, espejos enmarcados en plata ennegrecida y vitrales de colores sombríos llenan los pasillos. Esta mansión cuenta con un gran jardín, un cementerio y múltiples habitaciones las cuales guardan interminables secretos.
    0 turnos 0 maullidos
  • Había viajado a otro país con el fin de hacer algunos negocios y contratos con el/la gobernante de allí. Recordaba aquel lugar con cariño, puesto que de pequeño ya había estado ahí con sus fallecidos padres.

    ‎—Wao... Este lugar está muy cambiado y al mismo tiempo igual que antes. Creo que además de hacer negocios me tomaré unos días de vacaciones aquí. —Soltó una carcajada mientras levantaba las gafas que traía puestas.

    ‎—Arzu, camina rápido, no tengo todo el día. Recuerda que después tendrás que ir a buscar mi carruaje, traje algunos regalos para el/la actual gobernador/a y no quiero que se echen a perder. —Le ordenó a su sirviente sin siquiera mirarlo antes de continuar caminando.
    Había viajado a otro país con el fin de hacer algunos negocios y contratos con el/la gobernante de allí. Recordaba aquel lugar con cariño, puesto que de pequeño ya había estado ahí con sus fallecidos padres. ‎ ‎—Wao... Este lugar está muy cambiado y al mismo tiempo igual que antes. Creo que además de hacer negocios me tomaré unos días de vacaciones aquí. —Soltó una carcajada mientras levantaba las gafas que traía puestas. ‎ ‎—Arzu, camina rápido, no tengo todo el día. Recuerda que después tendrás que ir a buscar mi carruaje, traje algunos regalos para el/la actual gobernador/a y no quiero que se echen a perder. —Le ordenó a su sirviente sin siquiera mirarlo antes de continuar caminando.
    Me gusta
    Me enjaja
    Me encocora
    Me emputece
    7
    85 turnos 0 maullidos
  • ⸻ A las afueras de Londres, en la actualidad ⸻

    Ya serán veinte años desde que cerraron la casa. Veinte años sin pasos, sin voces, sin calor. Veinte años en los que la seda de araña y el polvo han tejido cortinas sobre los muebles y en cada rincón, donde la luz se cuela a hurtadillas por cristales rotos y se vuelve pálida y fría como el rostro de un muerto.

    Las puertas crujen. Los retratos me observan con ojos vacíos. Los cuervos anidan en la despensa abandonada.

    ¿Por qué sigo aquí?
    ¿Por qué no puedo escapar?

    La casa se ha vuelto un cuerpo herido y yo el latido de su moribundo corazón, atrapado en su pecho desvencijado hasta que el tiempo carcoma los cimientos.

    Soy el grito, la voz detrás de la pared, el aliento frío en la nuca de quien se atreva a visitarnos.
    ⸻ A las afueras de Londres, en la actualidad ⸻ Ya serán veinte años desde que cerraron la casa. Veinte años sin pasos, sin voces, sin calor. Veinte años en los que la seda de araña y el polvo han tejido cortinas sobre los muebles y en cada rincón, donde la luz se cuela a hurtadillas por cristales rotos y se vuelve pálida y fría como el rostro de un muerto. Las puertas crujen. Los retratos me observan con ojos vacíos. Los cuervos anidan en la despensa abandonada. ¿Por qué sigo aquí? ¿Por qué no puedo escapar? La casa se ha vuelto un cuerpo herido y yo el latido de su moribundo corazón, atrapado en su pecho desvencijado hasta que el tiempo carcoma los cimientos. Soy el grito, la voz detrás de la pared, el aliento frío en la nuca de quien se atreva a visitarnos.
    Me gusta
    Me encocora
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • —No es lo que suelo hacer... pero sí que he tenido tratos con personas. Yo entrego ayuda para que sean exitosos en lo que quieran y, a cambio, me alimentan.
    >Admito que eso no siempre salió bien... Tuve que encargarme de ellos. Los adultos no son tan sabrosos, pero sirven un poco.
    —No es lo que suelo hacer... pero sí que he tenido tratos con personas. Yo entrego ayuda para que sean exitosos en lo que quieran y, a cambio, me alimentan. >Admito que eso no siempre salió bien... Tuve que encargarme de ellos. Los adultos no son tan sabrosos, pero sirven un poco.
    Me encocora
    Me gusta
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • Noche en Sangre y Seda
    Fandom Original
    Categoría Original
    Charlotte Baxter

    Phineas, nombre que usaba por aquellas partes del mundo en la que su nombre sonaba como un trabalenguas mal pronunciado, se encontraba en uno de los locales de moda por una reunión de negocios.

    El lugar no era de su predilección. No había demasiada intimidad para poder cerrar tratos, pero a la otra parte de los negocios le gustaba el sitio por las mujeres que solían frecuentarlos, aun cuando muchas de ellas también hacían negocios con aquellos hombres.

    El vampiro solía diferenciarlas por el perfume que usaban, aunque no era como que les prestara demasiada atención; todo dependía del hambre que tuviera en ese momento.

    Ahora por ejemplo estaba satisfecho, y todavía aquella reunión estaba en la parte trivial, donde compartían copas de alcohol. La favorita de Phineas. Sólo tenía que fingir estar un poco achispado frente a ellos para conseguir todo lo que deseaba con esos tratos.

    Una mano alzó cuando la botella se vació para llamar a uno de los camareros del lugar.
    [THUNT3R] Phineas, nombre que usaba por aquellas partes del mundo en la que su nombre sonaba como un trabalenguas mal pronunciado, se encontraba en uno de los locales de moda por una reunión de negocios. El lugar no era de su predilección. No había demasiada intimidad para poder cerrar tratos, pero a la otra parte de los negocios le gustaba el sitio por las mujeres que solían frecuentarlos, aun cuando muchas de ellas también hacían negocios con aquellos hombres. El vampiro solía diferenciarlas por el perfume que usaban, aunque no era como que les prestara demasiada atención; todo dependía del hambre que tuviera en ese momento. Ahora por ejemplo estaba satisfecho, y todavía aquella reunión estaba en la parte trivial, donde compartían copas de alcohol. La favorita de Phineas. Sólo tenía que fingir estar un poco achispado frente a ellos para conseguir todo lo que deseaba con esos tratos. Una mano alzó cuando la botella se vació para llamar a uno de los camareros del lugar.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    4 turnos 0 maullidos
  • Estaba tumbada en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, el portátil sobre las piernas. Las costillas todavía me molestaban cada vez que cambiaba de postura, pero no era nada comparado con lo que había pasado. Angela me tenía prácticamente secuestrada en la habitación, no me dejaba ni poner un pie en la cocina.

    Ella estaba sentada en el suelo, a pocos metros, con una carpeta llena de papeles y el móvil en altavoz. Revisaba contratos y números de uno de sus negocios, seria y concentrada. El contraste me arrancó una media sonrisa: yo buscando flores y vestidos, ella hablando de márgenes y proveedores.

    —¿Te has dado cuenta de que esto parece al revés? —dije, alzando la mirada para mirarla. Tenía el ceño fruncido, mordía la tapa de un bolígrafo mientras pasaba hojas.

    —¿El qué? —preguntó sin apartar la vista de sus notas.

    —Que tú llevas la parte seria y yo la romántica —respondí, levantando un poco el portátil para enseñarle una foto de un salón decorado con luces cálidas y mesas largas—. Nunca me imaginé a mí misma pensando en estas cosas.

    Angela levantó la mirada apenas un segundo y me observó en silencio. Ese brillo en sus ojos, como si la idea de verme ocupada en algo tan “normal” le conmoviera, me atravesó.

    —Pues a mí me gusta —dijo finalmente, con una voz más suave de lo que esperaba.

    Sentí un nudo en la garganta. Cerré el portátil con calma y lo dejé a un lado, extendiendo una mano hacia ella.

    —Ven un momento, deja los papeles.

    Angela dudó, pero se levantó y se acercó a la cama. La jalé suavemente hasta que quedó sentada a mi lado, y apoyé mi frente en la suya, queriendo tener un momento para nosotras.

    Angela Di Trapani
    Estaba tumbada en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, el portátil sobre las piernas. Las costillas todavía me molestaban cada vez que cambiaba de postura, pero no era nada comparado con lo que había pasado. Angela me tenía prácticamente secuestrada en la habitación, no me dejaba ni poner un pie en la cocina. Ella estaba sentada en el suelo, a pocos metros, con una carpeta llena de papeles y el móvil en altavoz. Revisaba contratos y números de uno de sus negocios, seria y concentrada. El contraste me arrancó una media sonrisa: yo buscando flores y vestidos, ella hablando de márgenes y proveedores. —¿Te has dado cuenta de que esto parece al revés? —dije, alzando la mirada para mirarla. Tenía el ceño fruncido, mordía la tapa de un bolígrafo mientras pasaba hojas. —¿El qué? —preguntó sin apartar la vista de sus notas. —Que tú llevas la parte seria y yo la romántica —respondí, levantando un poco el portátil para enseñarle una foto de un salón decorado con luces cálidas y mesas largas—. Nunca me imaginé a mí misma pensando en estas cosas. Angela levantó la mirada apenas un segundo y me observó en silencio. Ese brillo en sus ojos, como si la idea de verme ocupada en algo tan “normal” le conmoviera, me atravesó. —Pues a mí me gusta —dijo finalmente, con una voz más suave de lo que esperaba. Sentí un nudo en la garganta. Cerré el portátil con calma y lo dejé a un lado, extendiendo una mano hacia ella. —Ven un momento, deja los papeles. Angela dudó, pero se levantó y se acercó a la cama. La jalé suavemente hasta que quedó sentada a mi lado, y apoyé mi frente en la suya, queriendo tener un momento para nosotras. [haze_orange_shark_766]
    Me gusta
    1
    28 turnos 0 maullidos
  • ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios.

    ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos.

    ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳".

    ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada.

    —Que decepcionante —susurró para sí.

    ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦."

    —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado...

    ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros.

    —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas

    ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura.

    —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~

    ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
    ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios. ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos. ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳". ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada. —Que decepcionante —susurró para sí. ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦." —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado... ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros. —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura. —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~ ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • "Es hora de trabajar, encargarme de unos empresarios deudores de mi jefe, no puedo permitir que sigan sin pagar, por las buenas o por las malas, o las peores."

    Renjiro cerró el aula con calma, como si nada pesara en sus hombros. Sus estudiantes pensaban que era un hombre brillante, un académico apasionado por su oficio. Nadie sospechaba que debajo de esa fachada impecable se escondía el otro rostro, el que se activaba cuando caía la noche.

    El primer destino fue un despacho privado, donde tres empresarios nerviosos lo esperaban. La mesa estaba cubierta de documentos, contratos que no habían cumplido, promesas vacías. Renjiro se sentó frente a ellos, sacando un pañuelo para limpiar las lentes de sus gafas.
    —He sido claro antes —susurró, su voz tranquila, como si recitara un verso—. Mi jefe no aprecia las demoras.

    Uno intentó justificar el retraso, pero antes de que terminara, el sonido metálico de una navaja plegándose rompió la tensión. Renjiro no levantó la voz, no necesitó amenazar. Bastó un gesto sutil, un movimiento casi elegante… y el silencio volvió a reinar, teñido de un rojo discreto que manchaba los papeles.

    Más tarde, en un estacionamiento subterráneo, el escenario fue distinto. Allí no hubo palabras ni advertencias. Solo un eco de pasos, un susurro en la oscuridad y el golpe sordo de un cuerpo desplomándose. Renjiro trabajaba con precisión quirúrgica: rápido, eficiente, sin alardes. Cuando terminó, apenas una mancha de sangre se deslizó por su guante, que limpió con el mismo pañuelo blanco que antes había usado para sus gafas.

    La noche cerró con él de regreso en su oficina de profesor. Encendió la lámpara, sacó un cuaderno y corrigió un ensayo como si la sangre aún fresca en su memoria fuese solo tinta derramada sobre un papel.

    Para Renjiro, la muerte era un lenguaje. Y él, un académico que lo dominaba en silencio.
    "Es hora de trabajar, encargarme de unos empresarios deudores de mi jefe, no puedo permitir que sigan sin pagar, por las buenas o por las malas, o las peores." Renjiro cerró el aula con calma, como si nada pesara en sus hombros. Sus estudiantes pensaban que era un hombre brillante, un académico apasionado por su oficio. Nadie sospechaba que debajo de esa fachada impecable se escondía el otro rostro, el que se activaba cuando caía la noche. El primer destino fue un despacho privado, donde tres empresarios nerviosos lo esperaban. La mesa estaba cubierta de documentos, contratos que no habían cumplido, promesas vacías. Renjiro se sentó frente a ellos, sacando un pañuelo para limpiar las lentes de sus gafas. —He sido claro antes —susurró, su voz tranquila, como si recitara un verso—. Mi jefe no aprecia las demoras. Uno intentó justificar el retraso, pero antes de que terminara, el sonido metálico de una navaja plegándose rompió la tensión. Renjiro no levantó la voz, no necesitó amenazar. Bastó un gesto sutil, un movimiento casi elegante… y el silencio volvió a reinar, teñido de un rojo discreto que manchaba los papeles. Más tarde, en un estacionamiento subterráneo, el escenario fue distinto. Allí no hubo palabras ni advertencias. Solo un eco de pasos, un susurro en la oscuridad y el golpe sordo de un cuerpo desplomándose. Renjiro trabajaba con precisión quirúrgica: rápido, eficiente, sin alardes. Cuando terminó, apenas una mancha de sangre se deslizó por su guante, que limpió con el mismo pañuelo blanco que antes había usado para sus gafas. La noche cerró con él de regreso en su oficina de profesor. Encendió la lámpara, sacó un cuaderno y corrigió un ensayo como si la sangre aún fresca en su memoria fuese solo tinta derramada sobre un papel. Para Renjiro, la muerte era un lenguaje. Y él, un académico que lo dominaba en silencio.
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • La sala estaba llena de humo y murmullos apagados. Isla Rowan permanecía en un rincón, con la chaqueta negra ajustada al cuerpo y los brazos cruzados. Frente a ella, hombres de trajes oscuros discutían contratos, entregas y pagos, sin percibir que ella no estaba allí para negociar. Solo escuchaba, calculaba, anotaba mentalmente cada dato que pudiera ser útil más adelante.

    El contrato que le habían dejado sobre la mesa parecía ordinario: un objetivo, un lugar, una fecha. Pero había algo extraño en los documentos que hizo que sus ojos azules se estrecharan: un nombre conocido. No era una casualidad, y tampoco un error. Guardó la carpeta bajo la chaqueta y se levantó con la misma calma silenciosa que la caracterizaba.

    Cuando salió del edificio, la lluvia recién comenzaba a humedecer las calles. Sus botas negras resonaban contra el pavimento mientras avanzaba entre el neón y los charcos. No miraba a nadie, no saludaba, no percibía los gritos ni los coches que pasaban. Para cualquier transeúnte era solo una sombra más entre luces y humo.

    Sin embargo, la forma en que sus ojos se movían, midiendo cada reflejo y cada esquina, el ritmo seguro de su paso y el silencio absoluto que la rodeaba, dejaban claro que ella no era alguien a quien ignorar. Cualquier persona con ojos suficientes podría notar que Isla Rowan no estaba sola, aunque estuviera sola.

    Y en ese instante, cualquier figura que quisiera acercarse, seguir o simplemente observarla tenía toda la libertad de hacerlo… pero el riesgo de cruzarse con ella sería suyo, no de ella.
    La sala estaba llena de humo y murmullos apagados. Isla Rowan permanecía en un rincón, con la chaqueta negra ajustada al cuerpo y los brazos cruzados. Frente a ella, hombres de trajes oscuros discutían contratos, entregas y pagos, sin percibir que ella no estaba allí para negociar. Solo escuchaba, calculaba, anotaba mentalmente cada dato que pudiera ser útil más adelante. El contrato que le habían dejado sobre la mesa parecía ordinario: un objetivo, un lugar, una fecha. Pero había algo extraño en los documentos que hizo que sus ojos azules se estrecharan: un nombre conocido. No era una casualidad, y tampoco un error. Guardó la carpeta bajo la chaqueta y se levantó con la misma calma silenciosa que la caracterizaba. Cuando salió del edificio, la lluvia recién comenzaba a humedecer las calles. Sus botas negras resonaban contra el pavimento mientras avanzaba entre el neón y los charcos. No miraba a nadie, no saludaba, no percibía los gritos ni los coches que pasaban. Para cualquier transeúnte era solo una sombra más entre luces y humo. Sin embargo, la forma en que sus ojos se movían, midiendo cada reflejo y cada esquina, el ritmo seguro de su paso y el silencio absoluto que la rodeaba, dejaban claro que ella no era alguien a quien ignorar. Cualquier persona con ojos suficientes podría notar que Isla Rowan no estaba sola, aunque estuviera sola. Y en ese instante, cualquier figura que quisiera acercarse, seguir o simplemente observarla tenía toda la libertad de hacerlo… pero el riesgo de cruzarse con ella sería suyo, no de ella.
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados