• 𝕷𝖆 𝖛𝖎𝖉𝖆 𝖓𝖔 𝖛𝖆𝖑𝖊 𝖓𝖆𝖉𝖆 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟎𝟐]

    La juventud comenzaba a brindar sus frutos teniendo en cuenta el sufrimiento causado y los constantes maltratos que sufría diariamente en la calle.

    ❝ 𝐋𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐧𝐨 𝐯𝐚𝐥𝐞 𝐧𝐚𝐝𝐚 ❞

    Esas eran las palabras que se repetía así mismo; desde que era un infante con ilusiones y metas por cumplir que terminó convirtiéndose en solo alguien que deseaba una sola cosa : Morir. El argentino siempre vagaba en esas calles; sin oficio ni rumbo alguno, entregándose completamente a lo más bajo que tenía a su alcance.

    Ya hacía poco que la policía lo buscaba por el asesinato cometido al vagabundo que intentó atracarlo, pero, no tomaba importancia a ello, solo buscaba un sitio de reposo. Aún sus manos y ropas yacían cubiertas por la sangre seca del primer pecado cometido.

    ──── 𝘈𝘨𝘶𝘢. . . 𝘕𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘵𝘰 𝘢𝘨𝘶𝘢. ────

    Mencionaba por lo bajo, con una voz y respiración agitada. La noche cayó, el frío lo torturaba teniendo en cuenta las heridas que no terminaron de sanar y para él era un infierno absoluto. Encontró un lugar, un pequeño parque donde reposar en una silla pero al momento de sentarse escucho una voz que lo sentenció : ¡Alto ahí!

    Al levantar la vista, se percató de la presencia de dos policías cuáles no dudaron en golpearlo hasta provocarle una lesión en la nariz. Ya estando él en el suelo, uno le apunto directamente con su 9mm en la frente. Santiago, con la mirada ya cansada de todo solo alcanzó a decir.

    ──── 𝘝𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘩𝘪𝘫𝘰 𝘥𝘦 𝘱𝘶𝘵𝘢. . . 𝘋𝘪𝘴𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘵𝘢 𝘷𝘦𝘻. 𝘕𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳. . . 𝘓𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢, 𝘯𝘰 𝘷𝘢𝘭𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. 𝘈𝘴í 𝘲𝘶𝘦, 𝘫𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘦 𝘱𝘶𝘵𝘰 𝘨𝘢𝘵𝘪𝘭𝘭𝘰. ────
    𝕷𝖆 𝖛𝖎𝖉𝖆 𝖓𝖔 𝖛𝖆𝖑𝖊 𝖓𝖆𝖉𝖆 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟎𝟐] La juventud comenzaba a brindar sus frutos teniendo en cuenta el sufrimiento causado y los constantes maltratos que sufría diariamente en la calle. ❝ 𝐋𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐧𝐨 𝐯𝐚𝐥𝐞 𝐧𝐚𝐝𝐚 ❞ Esas eran las palabras que se repetía así mismo; desde que era un infante con ilusiones y metas por cumplir que terminó convirtiéndose en solo alguien que deseaba una sola cosa : Morir. El argentino siempre vagaba en esas calles; sin oficio ni rumbo alguno, entregándose completamente a lo más bajo que tenía a su alcance. Ya hacía poco que la policía lo buscaba por el asesinato cometido al vagabundo que intentó atracarlo, pero, no tomaba importancia a ello, solo buscaba un sitio de reposo. Aún sus manos y ropas yacían cubiertas por la sangre seca del primer pecado cometido. ──── 𝘈𝘨𝘶𝘢. . . 𝘕𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘵𝘰 𝘢𝘨𝘶𝘢. ──── Mencionaba por lo bajo, con una voz y respiración agitada. La noche cayó, el frío lo torturaba teniendo en cuenta las heridas que no terminaron de sanar y para él era un infierno absoluto. Encontró un lugar, un pequeño parque donde reposar en una silla pero al momento de sentarse escucho una voz que lo sentenció : ¡Alto ahí! Al levantar la vista, se percató de la presencia de dos policías cuáles no dudaron en golpearlo hasta provocarle una lesión en la nariz. Ya estando él en el suelo, uno le apunto directamente con su 9mm en la frente. Santiago, con la mirada ya cansada de todo solo alcanzó a decir. ──── 𝘝𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘩𝘪𝘫𝘰 𝘥𝘦 𝘱𝘶𝘵𝘢. . . 𝘋𝘪𝘴𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘵𝘢 𝘷𝘦𝘻. 𝘕𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳. . . 𝘓𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢, 𝘯𝘰 𝘷𝘢𝘭𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. 𝘈𝘴í 𝘲𝘶𝘦, 𝘫𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘦 𝘱𝘶𝘵𝘰 𝘨𝘢𝘵𝘪𝘭𝘭𝘰. ────
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  • -Astaroth, la demonio de la sabiduría y la manipulación, se encontraba en su despacho, un lugar que, a pesar de su naturaleza infernal, estaba decorado con un gusto exquisito. Las paredes estaban adornadas con tapices oscuros que representaban escenas de tentación y caos, mientras que una luz tenue iluminaba su escritorio, donde se apilaban documentos de almas perdidas y contratos de condena.

    Con una pluma en mano, Astaroth daba pequeños toques al papel, como si cada golpe fuera una nota en una sinfonía de desdicha. Su expresión serena contrastaba con la naturaleza de su trabajo; era una Duquesa en un reino de sombras, y su papel era crucial en el engranaje del infierno.

    Mientras revisaba un contrato, recordó a un alma que había llegado recientemente, un joven que había hecho un pacto por ambición. -¿Qué les cuesta entender que cada decisión tiene un precio?-, pensó Astaroth, sintiendo una mezcla de compasión y diversión. La ambición desmedida era un camino directo hacia su oficina, y ella disfrutaba de cada momento de su trabajo.

    De repente, un golpe en la puerta interrumpió su concentración. Era uno de sus asistentes, un pequeño demonio con alas desgastadas y una mirada ansiosa. "Mi señora Astaroth, hay un nuevo grupo de almas que desean negociar. Dicen que han encontrado una forma de eludir sus contratos."

    Astaroth sonrió, una sonrisa que no prometía nada bueno.- ¿Eludir contratos? Oh, qué encantador. Llévalos a la sala de audiencias. Les enseñaré que en el infierno, la responsabilidad es tan real como el fuego que nos rodea.-

    Mientras se levantaba de su silla, Astaroth sintió el peso de su papel como guardiana de las almas. Sabía que su trabajo no era solo un trámite; era una lección que debía impartirse. Cada alma que cruzaba su puerta era una historia, un recordatorio de que las decisiones tienen consecuencias. Y en su reino, esas consecuencias eran eternas. https://youtu.be/TLCyHgQOXtw?si=jRiyugrEQQcFUcLS
    -Astaroth, la demonio de la sabiduría y la manipulación, se encontraba en su despacho, un lugar que, a pesar de su naturaleza infernal, estaba decorado con un gusto exquisito. Las paredes estaban adornadas con tapices oscuros que representaban escenas de tentación y caos, mientras que una luz tenue iluminaba su escritorio, donde se apilaban documentos de almas perdidas y contratos de condena. Con una pluma en mano, Astaroth daba pequeños toques al papel, como si cada golpe fuera una nota en una sinfonía de desdicha. Su expresión serena contrastaba con la naturaleza de su trabajo; era una Duquesa en un reino de sombras, y su papel era crucial en el engranaje del infierno. Mientras revisaba un contrato, recordó a un alma que había llegado recientemente, un joven que había hecho un pacto por ambición. -¿Qué les cuesta entender que cada decisión tiene un precio?-, pensó Astaroth, sintiendo una mezcla de compasión y diversión. La ambición desmedida era un camino directo hacia su oficina, y ella disfrutaba de cada momento de su trabajo. De repente, un golpe en la puerta interrumpió su concentración. Era uno de sus asistentes, un pequeño demonio con alas desgastadas y una mirada ansiosa. "Mi señora Astaroth, hay un nuevo grupo de almas que desean negociar. Dicen que han encontrado una forma de eludir sus contratos." Astaroth sonrió, una sonrisa que no prometía nada bueno.- ¿Eludir contratos? Oh, qué encantador. Llévalos a la sala de audiencias. Les enseñaré que en el infierno, la responsabilidad es tan real como el fuego que nos rodea.- Mientras se levantaba de su silla, Astaroth sintió el peso de su papel como guardiana de las almas. Sabía que su trabajo no era solo un trámite; era una lección que debía impartirse. Cada alma que cruzaba su puerta era una historia, un recordatorio de que las decisiones tienen consecuencias. Y en su reino, esas consecuencias eran eternas. https://youtu.be/TLCyHgQOXtw?si=jRiyugrEQQcFUcLS
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  • Aprovechando que tenía libertad de recorrer la tierra como nunca antes, decidió salir a pasear a la playa, respirando profundamente la brisa fresca mientras caminaba por la arena.

    Mirando sus huellas, cayó finalmente en cuenta de algo que nunca antes pensó, tenía pies y no pezuñas.
    Era normal, a diferencia de todos los retratos que lo pintaban cómo un ser horriblemente amorfo.

    —Podría vivir como un humano...
    Aprovechando que tenía libertad de recorrer la tierra como nunca antes, decidió salir a pasear a la playa, respirando profundamente la brisa fresca mientras caminaba por la arena. Mirando sus huellas, cayó finalmente en cuenta de algo que nunca antes pensó, tenía pies y no pezuñas. Era normal, a diferencia de todos los retratos que lo pintaban cómo un ser horriblemente amorfo. —Podría vivir como un humano...
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  • Escena 2: El museo de sombras
    Fandom OC
    Categoría Original
    La noche envolvía el elegante Museo de Arte Contemporáneo de Seúl como un sudario de terciopelo. Dentro, bajo la tenue luz de emergencia que parpadeaba intermitentemente, el aire estaba cargado de polvo y un silencio casi palpable. Orion se movía con la familiar desenvoltura de un depredador en su territorio, su figura oscura fundiéndose con las sombras de las esculturas abstractas.

    Su objetivo, una marchante de arte de reputación dudosa llamada Madame Evangeline Dubois, se había refugiado en la sala de exposiciones temporales, creyendo que la seguridad del museo la protegería. Craso error. Orion había desactivado las alarmas con la facilidad de un fantasma deslizando los dedos por un teclado y ahora la seguía a través de las salas laberínticas.

    Madame Dubois, una mujer corpulenta vestida con un ostentoso abrigo de piel, jadeaba con dificultad mientras se escondía detrás de una instalación de metal retorcido. Su rostro, iluminado por el tembloroso haz de su teléfono móvil, estaba pálido de terror. Sabía que su tiempo se agotaba.

    Orion la encontró fácilmente. El tenue brillo del móvil la delató como una luciérnaga en la oscuridad. Se acercó en silencio, sus pasos amortiguados por la alfombra gruesa. Madame Dubois dejó escapar un grito ahogado al verlo emerger de las sombras, la silueta amenazante de su figura recortada contra la penumbra.

    —Por favor… —suplicó en un francés entrecortado, sus ojos llenos de lágrimas—. Tengo dinero… ¡Todo el que quieras!

    Orion no respondió. El dinero no significaba nada. Su trabajo era simple: eliminar una amenaza. Y Madame Dubois, con sus tratos turbios y los secretos que guardaba, era una amenaza para su cliente.

    Sin dudarlo, Orion extrajo un cable fino y resistente de un bolsillo interior de su abrigo. En un movimiento rápido y silencioso, lo lanzó hacia adelante, enlazando el cuello de la mujer. Madame Dubois se llevó las manos a la garganta, sus ojos inyectados en sangre mientras luchaba por respirar.

    La fuerza de Orion era implacable. Tiró del cable con firmeza, sintiendo la resistencia y luego el lento ceder. Los estertores de la mujer resonaron brevemente en el silencio del museo antes de ser sofocados. Su cuerpo cayó al suelo con un golpe sordo, el teléfono móvil rodando a su lado, la pantalla aún iluminada mostrando una llamada sin respuesta.

    Orion permaneció inmóvil durante unos segundos, asegurándose de que su objetivo estuviera neutralizado. Luego, con la misma eficiencia con la que había llegado, desapareció entre las sombras del museo, dejando tras de sí otra vida truncada en la oscuridad de la noche de Seúl.
    La noche envolvía el elegante Museo de Arte Contemporáneo de Seúl como un sudario de terciopelo. Dentro, bajo la tenue luz de emergencia que parpadeaba intermitentemente, el aire estaba cargado de polvo y un silencio casi palpable. Orion se movía con la familiar desenvoltura de un depredador en su territorio, su figura oscura fundiéndose con las sombras de las esculturas abstractas. Su objetivo, una marchante de arte de reputación dudosa llamada Madame Evangeline Dubois, se había refugiado en la sala de exposiciones temporales, creyendo que la seguridad del museo la protegería. Craso error. Orion había desactivado las alarmas con la facilidad de un fantasma deslizando los dedos por un teclado y ahora la seguía a través de las salas laberínticas. Madame Dubois, una mujer corpulenta vestida con un ostentoso abrigo de piel, jadeaba con dificultad mientras se escondía detrás de una instalación de metal retorcido. Su rostro, iluminado por el tembloroso haz de su teléfono móvil, estaba pálido de terror. Sabía que su tiempo se agotaba. Orion la encontró fácilmente. El tenue brillo del móvil la delató como una luciérnaga en la oscuridad. Se acercó en silencio, sus pasos amortiguados por la alfombra gruesa. Madame Dubois dejó escapar un grito ahogado al verlo emerger de las sombras, la silueta amenazante de su figura recortada contra la penumbra. —Por favor… —suplicó en un francés entrecortado, sus ojos llenos de lágrimas—. Tengo dinero… ¡Todo el que quieras! Orion no respondió. El dinero no significaba nada. Su trabajo era simple: eliminar una amenaza. Y Madame Dubois, con sus tratos turbios y los secretos que guardaba, era una amenaza para su cliente. Sin dudarlo, Orion extrajo un cable fino y resistente de un bolsillo interior de su abrigo. En un movimiento rápido y silencioso, lo lanzó hacia adelante, enlazando el cuello de la mujer. Madame Dubois se llevó las manos a la garganta, sus ojos inyectados en sangre mientras luchaba por respirar. La fuerza de Orion era implacable. Tiró del cable con firmeza, sintiendo la resistencia y luego el lento ceder. Los estertores de la mujer resonaron brevemente en el silencio del museo antes de ser sofocados. Su cuerpo cayó al suelo con un golpe sordo, el teléfono móvil rodando a su lado, la pantalla aún iluminada mostrando una llamada sin respuesta. Orion permaneció inmóvil durante unos segundos, asegurándose de que su objetivo estuviera neutralizado. Luego, con la misma eficiencia con la que había llegado, desapareció entre las sombras del museo, dejando tras de sí otra vida truncada en la oscuridad de la noche de Seúl.
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  • ༒☬ 𝐋𝐄𝐓'𝐒 𝐏𝐋𝐀𝐘 𝐀 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 ☬༒

    ──𝐕𝐚𝐲𝐚… 𝐚ú𝐧 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐞𝐬 𝐯𝐢𝐯𝐨, 𝐡𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐚. 𝐑𝐞𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐭𝐞 𝐞𝐬𝐭á𝐬 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐨𝐥𝐞𝐬𝐭𝐢𝐚.


    La primera vez que lo vio fue hace casi diez años, aunque para una mente fragmentada como la suya aquello se sentía como si hubiera ocurrido apenas cuatro. Y sin embargo, lo recordaba con una claridad incómoda, no por el contexto ni por lo que se dijeron, sino por lo que sintió.

    Lo primero que pensó de él fue simple y directo:

    "Este tipo es escalofriante".

    Había algo en su forma de estar… algo que no encajaba en ningún patrón lógico. Ryan no tenía la mirada de un hombre común, ni la de un asesino ordinario. Era otra cosa. Rozaba la psicopatía, pensó entonces. Una bestia disfrazada de cortesía, con esa sonrisa ambigua y esa calma tan antinatural que ponía los nervios de punta. Un hombre que podía estar contemplando una obra de arte… o planificando una ejecución, y nadie notaría la diferencia.


    Мне следовало сломать ему шею, когда я мог.


    No solo le parecía poco confiable. Le parecía peligroso en un sentido mucho más profundo, como si no tuviera emociones o, peor aún, como si supiera fingirlas a la perfección. Kiev lo había observado con desconfianza desde el primer momento y, con los años, esa percepción no mejoró… solo se volvió más compleja. Aprendió a trabajar a su lado, a leerlo en parte, pero jamás dejó de pensar que Ryan era mucho peor que él. Solo que este gustaba pintarse de maldito santo.

    Y eso ya era decir bastante.

    . . .

    "Eres igual a ese bastardo…"

    Como una broma enferma del destino, las palabras del italiano regresaron a su memoria justo cuando sostenía la cabeza ensangrentada de uno de los bastardos con el que lidiaba, su sonrisa se borró instantáneamente . Su agarre vaciló un segundo, no por duda, sino porque eso le provocó una rabia profunda que se expandió como un incendio. Lo sostuvo con más fuerza y lo estampó contra el pavimento en un solo movimiento seco, sin titubeos.

    El crujido fue visceral, desagradable para cualquiera que no estuviera sumergido en su mundo, pero para él sonó como romper una galleta. Su respiración se agitó. Los ojos platinados se mantuvieron fijos en el cuerpo que presentaba espasmos frente a él. No dijo nada. Solo observó hasta que el movimiento cesó, luego murmuró con fastidio:

    — Qué porquería.

    Hizo una breve cruz en el aire y se incorporó. Bastó un gesto de su mano para que sus hombres entendieran. En segundos el cuerpo fue envuelto en plástico, preparado para desaparecer como basura. Kiev se apartó unos metros, la espalda doliéndole por haber dormido en el sillón la noche anterior.

    Cruzó el salón hasta el balcón. Afuera, la ciudad de Monkov se extendía como un océano de luces y humo. Estaba ahí por contratos y para asegurar un territorio que ya dominaba, pero las tensiones en Rusia crecían y cada movimiento era una pieza más en un tablero que no podía permitirse perder.

    Respiró el aire frío. Sintió cómo sus pulmones se llenaban y el cuerpo parecía aligerarse.
    — Marcos… llama a esos cuatro. Necesito que vayan a San Petersburgo a averiguar algo —ordenó con calma mientras se quitaba los guantes. Sacó una navaja del bolsillo y se hizo un corte en la palma, observando cómo la sangre brotaba rápido antes de que la carne comenzara a cerrarse poco a poco. Sonrió apenas—. Bueno, al menos esto ya funciona como debe.

    Guardó la navaja y añadió con un tono sarcástico:
    — Y vigila a esa señorita por mí… esa mujer va a hacer explotar algo en cualquier momento.

    Aquella питунья era más una bomba que humana. Aunque, para ser justos, le había ayudado a conseguir información clave sobre su país natal. No se había dado cuenta al principio, pero había contratado a una bomba humana sin medir las consecuencias. Y eso significaba una sola cosa: debía controlarla antes de que todo se viniera abajo.

    Iría el mismo, pero tenía a una gala que asistir. Una de esas reuniones en las que tendría que encontrarse con otros integrantes de la mafia roja.

    Lo que tenía que hacer era simple, hacerles acordar quien era el perro de quien.
    ༒☬ 𝐋𝐄𝐓'𝐒 𝐏𝐋𝐀𝐘 𝐀 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 ☬༒ ──𝐕𝐚𝐲𝐚… 𝐚ú𝐧 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐞𝐬 𝐯𝐢𝐯𝐨, 𝐡𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐚. 𝐑𝐞𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐭𝐞 𝐞𝐬𝐭á𝐬 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐨𝐥𝐞𝐬𝐭𝐢𝐚. La primera vez que lo vio fue hace casi diez años, aunque para una mente fragmentada como la suya aquello se sentía como si hubiera ocurrido apenas cuatro. Y sin embargo, lo recordaba con una claridad incómoda, no por el contexto ni por lo que se dijeron, sino por lo que sintió. Lo primero que pensó de él fue simple y directo: "Este tipo es escalofriante". Había algo en su forma de estar… algo que no encajaba en ningún patrón lógico. Ryan no tenía la mirada de un hombre común, ni la de un asesino ordinario. Era otra cosa. Rozaba la psicopatía, pensó entonces. Una bestia disfrazada de cortesía, con esa sonrisa ambigua y esa calma tan antinatural que ponía los nervios de punta. Un hombre que podía estar contemplando una obra de arte… o planificando una ejecución, y nadie notaría la diferencia. Мне следовало сломать ему шею, когда я мог. No solo le parecía poco confiable. Le parecía peligroso en un sentido mucho más profundo, como si no tuviera emociones o, peor aún, como si supiera fingirlas a la perfección. Kiev lo había observado con desconfianza desde el primer momento y, con los años, esa percepción no mejoró… solo se volvió más compleja. Aprendió a trabajar a su lado, a leerlo en parte, pero jamás dejó de pensar que Ryan era mucho peor que él. Solo que este gustaba pintarse de maldito santo. Y eso ya era decir bastante. . . . "Eres igual a ese bastardo…" Como una broma enferma del destino, las palabras del italiano regresaron a su memoria justo cuando sostenía la cabeza ensangrentada de uno de los bastardos con el que lidiaba, su sonrisa se borró instantáneamente . Su agarre vaciló un segundo, no por duda, sino porque eso le provocó una rabia profunda que se expandió como un incendio. Lo sostuvo con más fuerza y lo estampó contra el pavimento en un solo movimiento seco, sin titubeos. El crujido fue visceral, desagradable para cualquiera que no estuviera sumergido en su mundo, pero para él sonó como romper una galleta. Su respiración se agitó. Los ojos platinados se mantuvieron fijos en el cuerpo que presentaba espasmos frente a él. No dijo nada. Solo observó hasta que el movimiento cesó, luego murmuró con fastidio: — Qué porquería. Hizo una breve cruz en el aire y se incorporó. Bastó un gesto de su mano para que sus hombres entendieran. En segundos el cuerpo fue envuelto en plástico, preparado para desaparecer como basura. Kiev se apartó unos metros, la espalda doliéndole por haber dormido en el sillón la noche anterior. Cruzó el salón hasta el balcón. Afuera, la ciudad de Monkov se extendía como un océano de luces y humo. Estaba ahí por contratos y para asegurar un territorio que ya dominaba, pero las tensiones en Rusia crecían y cada movimiento era una pieza más en un tablero que no podía permitirse perder. Respiró el aire frío. Sintió cómo sus pulmones se llenaban y el cuerpo parecía aligerarse. — Marcos… llama a esos cuatro. Necesito que vayan a San Petersburgo a averiguar algo —ordenó con calma mientras se quitaba los guantes. Sacó una navaja del bolsillo y se hizo un corte en la palma, observando cómo la sangre brotaba rápido antes de que la carne comenzara a cerrarse poco a poco. Sonrió apenas—. Bueno, al menos esto ya funciona como debe. Guardó la navaja y añadió con un tono sarcástico: — Y vigila a esa señorita por mí… esa mujer va a hacer explotar algo en cualquier momento. Aquella питунья era más una bomba que humana. Aunque, para ser justos, le había ayudado a conseguir información clave sobre su país natal. No se había dado cuenta al principio, pero había contratado a una bomba humana sin medir las consecuencias. Y eso significaba una sola cosa: debía controlarla antes de que todo se viniera abajo. Iría el mismo, pero tenía a una gala que asistir. Una de esas reuniones en las que tendría que encontrarse con otros integrantes de la mafia roja. Lo que tenía que hacer era simple, hacerles acordar quien era el perro de quien.
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  • ❝ — 𝑬𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔 ¿𝑬𝒔 𝒖𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐? ❞




    Fue de un cerrar de ojos

    Un día atendía papeles mientras Kiev aún no despertaba, Ryan se había ido, sin dejar una nota, ni una palabra, absolutamente nada.

    Aunque sabía que el rescate de Kiev lo había afectado de sobremanera, no creyó que terminaría provocando un mal dentro de su cabeza, algo que terminaría atormentandolo.

    Trato de hablar, pero ella era la menos indicada para hacerlo, porque también tenía sus propios problemas.

    Su ausencia ocurrió de la nada. Estaba cansada y exhausta, había tomado el control de todo de forma repentina para que la mafia no cayera, ordenó documentos, firmó contratos, controló los negocios, cuidó de Kiev como si fuera su enfermera, y las dudas la carcomían lentamente... ¿por qué no despertaba?, ¿por qué sus heridas no sanaban?, ¿por qué parecía tan simple, tan tranquilo? Su cuerpo no sanaba, parecía un simple mortal...


    Fue una de tanta noches, bebía unas copas, mientras hablaba con Kyo, su supuesta libertad se convirtió en una trampa, en un agujero oscuro que no vio venir. Alguien a quien consideraba un amigo, lo más cercano a ello.

    Cuando sus ojos se abrieron, estaba dentro de una casa antigua con arquitectura japonesa, todo era demasiado silencioso, demasiado ajeno

    Fue la primera alerta

    Buscó a alguien, a cualquiera, y cuando una mujer abrió la boca, el idioma japonés se le clavó como una daga en el oído

    La habían secuestrado y la habían llevado a un país donde no entendía el idioma, donde no tenía poder, donde no era nadie

    — ¡Voy a matarte, Ryo! — gritó con rabia

    Su cabello rojo era un desastre, su respiración desordenada, y los extraños la miraban como si fuera un espectro fuera de lugar.

    Se había olvidado de lo lejos que Kyo estaba dispuesto a llegar para sacarla del camino, alejarla tanto de Kiev como de Ryan, y lo había logrado, porque aunque Ryan fue el primero en desaparecer, a ella la empujaron aún más lejos

    ¿Qué tan difícil podía ser sobrevivir a esto?

    Esperó durante tres días la llegada del japonés, pero ninguna sombra se acercó, no tenía dinero, ni identificación, ni un contacto, ni un maldito plan para regresar a Albania

    Era un desastre, y no solo por fuera

    Intentó conseguir dinero, buscar salidas, improvisar, pero todo era ajeno, todo era hostil, todo estaba en su contra

    Y al final, terminó por involucrarse con los yakuza, fue inevitable, uno de ellos intentó tocarla y sin pensarlo le rompió el brazo, y cuando el resto vino a buscar explicaciones, ya era tarde

    No tuvo más opción que hundirse en ese mundo, meterse en los bajos fondos, adaptarse, ensuciarse, sobrevivir con lo poco que tenía, con lo que recordaba, con las ganas de volver a casa y verlos de nuevo

    Días, semanas, meses

    Todo era una cuenta regresiva


    — .... —

    El humo se disipaba con tranquilidad mientras ella lo observaba, solo tenía que terminar el contrato, solo eso y nada más.

    Estaba en una habitación japonesa, sentada con elegancia, vestía una yukata roja que dejaba parte de sus hombros al descubierto, el cabello recogido a medias, su piel marcada por el cansancio pero su sonrisa intacta, los dedos firmes alrededor de la pipa que encendía con lentitud, la mirada tranquila de quien lleva dentro una tormenta

    — ¿Es un trato? — sus labios soltaron las palabras tan suaves como venenosos mientras caminaba alrededor del hombre que tenía frente a ella, sus pasos suaves, calculados, su tono dulce como veneno — te lo prometo... esto te traerá más beneficios a ti que a mí. — Sus dedos recorrieron los hombros ajenos.

    El humo se escapaba de sus labios con naturalidad mientras se agachaba para sentarse, la yukata se deslizaba lo justo para jugar con su atención, su presencia era un arma, y ese hombre no tenía idea de en qué momento había bajado la guardia

    Estaba acompañado, claro, pero Rubi no se inmutó, los observó con la serenidad de quien ya había hecho esto muchas veces

    No podía decir nada más, cualquier palabra de más lo arruinaría, solo le quedaban unas frases suaves, una sonrisa y esa forma suya de mentir como si no lo hiciera, aunque sus dedos se aferraban a la tela roja que la envolvía.

    — Bien, es un trato — dijo él, haciendo un gesto japonés con la cabeza

    Rubi sonrió, como si acabara de escuchar una melodía perfecta. Aplaudió suavemente, juntó las manos con elegancia.

    Los hombres ingresaron a la sala con los papeles. El sello. El final.

    ¿Estaba contenta?
    Más que eso.
    El contrato era el precio exacto de su libertad.
    Su pasaje de regreso.

    Y mientras firmaban, aquella pregunta flotó por su cabeza, silenciosa, cálida y dolorosa:

    ¿Cómo estarían los chicos...?
    ❝ — 𝑬𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔 ¿𝑬𝒔 𝒖𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐? ❞ Fue de un cerrar de ojos Un día atendía papeles mientras Kiev aún no despertaba, Ryan se había ido, sin dejar una nota, ni una palabra, absolutamente nada. Aunque sabía que el rescate de Kiev lo había afectado de sobremanera, no creyó que terminaría provocando un mal dentro de su cabeza, algo que terminaría atormentandolo. Trato de hablar, pero ella era la menos indicada para hacerlo, porque también tenía sus propios problemas. Su ausencia ocurrió de la nada. Estaba cansada y exhausta, había tomado el control de todo de forma repentina para que la mafia no cayera, ordenó documentos, firmó contratos, controló los negocios, cuidó de Kiev como si fuera su enfermera, y las dudas la carcomían lentamente... ¿por qué no despertaba?, ¿por qué sus heridas no sanaban?, ¿por qué parecía tan simple, tan tranquilo? Su cuerpo no sanaba, parecía un simple mortal... Fue una de tanta noches, bebía unas copas, mientras hablaba con Kyo, su supuesta libertad se convirtió en una trampa, en un agujero oscuro que no vio venir. Alguien a quien consideraba un amigo, lo más cercano a ello. Cuando sus ojos se abrieron, estaba dentro de una casa antigua con arquitectura japonesa, todo era demasiado silencioso, demasiado ajeno Fue la primera alerta Buscó a alguien, a cualquiera, y cuando una mujer abrió la boca, el idioma japonés se le clavó como una daga en el oído La habían secuestrado y la habían llevado a un país donde no entendía el idioma, donde no tenía poder, donde no era nadie — ¡Voy a matarte, Ryo! — gritó con rabia Su cabello rojo era un desastre, su respiración desordenada, y los extraños la miraban como si fuera un espectro fuera de lugar. Se había olvidado de lo lejos que Kyo estaba dispuesto a llegar para sacarla del camino, alejarla tanto de Kiev como de Ryan, y lo había logrado, porque aunque Ryan fue el primero en desaparecer, a ella la empujaron aún más lejos ¿Qué tan difícil podía ser sobrevivir a esto? Esperó durante tres días la llegada del japonés, pero ninguna sombra se acercó, no tenía dinero, ni identificación, ni un contacto, ni un maldito plan para regresar a Albania Era un desastre, y no solo por fuera Intentó conseguir dinero, buscar salidas, improvisar, pero todo era ajeno, todo era hostil, todo estaba en su contra Y al final, terminó por involucrarse con los yakuza, fue inevitable, uno de ellos intentó tocarla y sin pensarlo le rompió el brazo, y cuando el resto vino a buscar explicaciones, ya era tarde No tuvo más opción que hundirse en ese mundo, meterse en los bajos fondos, adaptarse, ensuciarse, sobrevivir con lo poco que tenía, con lo que recordaba, con las ganas de volver a casa y verlos de nuevo Días, semanas, meses Todo era una cuenta regresiva — .... — El humo se disipaba con tranquilidad mientras ella lo observaba, solo tenía que terminar el contrato, solo eso y nada más. Estaba en una habitación japonesa, sentada con elegancia, vestía una yukata roja que dejaba parte de sus hombros al descubierto, el cabello recogido a medias, su piel marcada por el cansancio pero su sonrisa intacta, los dedos firmes alrededor de la pipa que encendía con lentitud, la mirada tranquila de quien lleva dentro una tormenta — ¿Es un trato? — sus labios soltaron las palabras tan suaves como venenosos mientras caminaba alrededor del hombre que tenía frente a ella, sus pasos suaves, calculados, su tono dulce como veneno — te lo prometo... esto te traerá más beneficios a ti que a mí. — Sus dedos recorrieron los hombros ajenos. El humo se escapaba de sus labios con naturalidad mientras se agachaba para sentarse, la yukata se deslizaba lo justo para jugar con su atención, su presencia era un arma, y ese hombre no tenía idea de en qué momento había bajado la guardia Estaba acompañado, claro, pero Rubi no se inmutó, los observó con la serenidad de quien ya había hecho esto muchas veces No podía decir nada más, cualquier palabra de más lo arruinaría, solo le quedaban unas frases suaves, una sonrisa y esa forma suya de mentir como si no lo hiciera, aunque sus dedos se aferraban a la tela roja que la envolvía. — Bien, es un trato — dijo él, haciendo un gesto japonés con la cabeza Rubi sonrió, como si acabara de escuchar una melodía perfecta. Aplaudió suavemente, juntó las manos con elegancia. Los hombres ingresaron a la sala con los papeles. El sello. El final. ¿Estaba contenta? Más que eso. El contrato era el precio exacto de su libertad. Su pasaje de regreso. Y mientras firmaban, aquella pregunta flotó por su cabeza, silenciosa, cálida y dolorosa: ¿Cómo estarían los chicos...?
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  • -decidi, salir un rato para despues parar en un cafe, llegando despues a mi empresa de nuevo suspirando levemente, soltando un suspiro algo grueso, para despues carraspear volviendo a mirar y firmar contratos-
    -decidi, salir un rato para despues parar en un cafe, llegando despues a mi empresa de nuevo suspirando levemente, soltando un suspiro algo grueso, para despues carraspear volviendo a mirar y firmar contratos-
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  • —Escuchame..el plan es emboscarlo en la estratosfera,el y los demás corderitos buscaran algun planeta lejos de aqui aunque se que no encontraran nada de nada alli afuera,tu lo agarras de su capa y me lo lanzas a mi,le atravieso el corazon con un puñetazo y botin para los dos,¿captas?..

    —No estaba hablando con nadie,no habia nadie con el pero su mente enferma lo engaño haciendole creer que hablaba con Shiesty Mark,una de las variantes que murio durante la invasion,su episodio de locura no duraria mucho,pues Omni-Mark aparecio y lo vio hablar solo—

    Omni-Mark:"¿y a ti que te pasa ahora?"

    —Siniester Mark se giro rápidamente y sonrio de manera macabra—

    —Hablando del diablo..¿listo para-...?

    —Siniester Mark busco a Shiesty Mark por doquier pero no encontro a nadie,pensando que lo dejo solo por miedo—

    —No importa,mas para mi..

    —Siniester Mark arremetio contra Omni-Mark,buscando derribarlo para darle el golpe de gracia—
    —Escuchame..el plan es emboscarlo en la estratosfera,el y los demás corderitos buscaran algun planeta lejos de aqui aunque se que no encontraran nada de nada alli afuera,tu lo agarras de su capa y me lo lanzas a mi,le atravieso el corazon con un puñetazo y botin para los dos,¿captas?.. —No estaba hablando con nadie,no habia nadie con el pero su mente enferma lo engaño haciendole creer que hablaba con Shiesty Mark,una de las variantes que murio durante la invasion,su episodio de locura no duraria mucho,pues Omni-Mark aparecio y lo vio hablar solo— Omni-Mark:"¿y a ti que te pasa ahora?" —Siniester Mark se giro rápidamente y sonrio de manera macabra— —Hablando del diablo..¿listo para-...? —Siniester Mark busco a Shiesty Mark por doquier pero no encontro a nadie,pensando que lo dejo solo por miedo— —No importa,mas para mi.. —Siniester Mark arremetio contra Omni-Mark,buscando derribarlo para darle el golpe de gracia—
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  • — ¿Y qué si me gustan las flores? A ti te gustan los medios tratos y las palabras ambiguas. —
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  • Capítulo II — La Furia Silenciosa de la Adolescente Maldita

    A los dieciséis años, Luna no era una adolescente común. Mientras otras chicas aprendían a maquillarse o soñaban con amores de verano, ella ya había fundado una empresa internacional:
    NoxTech International, una firma de inteligencia artificial, vigilancia, armamento tecnológico y comercio internacional.

    Su abuelo la ayudó a abrir las puertas, pero fue su mente —afilada como un cristal roto— la que selló contratos, aplastó competencia y estableció alianzas con gobiernos sin rostro.
    A ojos del mundo, era una prodigio callada, excéntrica, con una mirada que nadie podía sostener por mucho tiempo. Su empresa se convirtió en su escudo, pero también en su arma.

    Sin embargo, conforme crecía su imperio… crecía ella.

    La maldición de las Tres Caras ya no se ocultaba fácilmente.

    Fase Humana (La Más Frágil)
    Durante el día, Luna usaba su “máscara humana”:
    Cabello blanco como el invierno, ojos marrones que reflejaban demasiado, y una piel cubierta de tatuajes que se movían lentamente, como serpientes dormidas bajo su piel.
    Era en esta fase donde sentía hambre, cansancio, e incluso algo parecido a soledad. En la humanidad estaba su herencia más débil, pero también la más dolorosa.

    Era en esta forma donde soñaba con su madre, con su risa, con sus manos cubriéndola del frío. Donde aún recordaba el olor de la leña y el canto de las aves en las montañas.

    Pero en cada despertar… volvía la ira.

    Fase Celestial (La Memoria del Padre)
    Durante la noche, bajo la luz de la luna llena o cuando tocaba la electricidad con las manos, su cuerpo cambiaba. Su piel brillaba en tonos dorados y azulados, sus ojos se volvían plateados, y una voz surgía de su garganta que no parecía humana: la voz del dios olvidado.

    En esta fase, Luna tenía visiones. Veía los pasillos del Reino Celestial, las traiciones, los banquetes manchados de sangre, y el momento exacto en que los dioses decretaron la desaparición de su padre.

    La fase celestial le daba conocimiento, clarividencia, control sobre la energía y el metal.
    Pero le arrebataba su cuerpo durante horas. A veces despertaba en ciudades que no conocía, hablando lenguas muertas.

    Fase Demoníaca (El Legado de la Maldición)
    La peor parte. La cara que no controlaba.

    Aparecía cuando sentía miedo extremo, ira profunda o culpa. Su cuerpo se retorcía, sus huesos se alargaban, su rostro se dividía en fisuras, y dos cuernos oscuros emergían.
    Su voz se transformaba en un eco rasgado. Sus ojos se teñían de rojo con una pupila vertical, y su sombra se alargaba como si estuviera viva.

    En esa fase, Luna no pensaba… sobrevivía.

    En más de una ocasión, sus enemigos desaparecieron sin dejar rastro. Rumores en la red oscura hablaban de una "dama blanca" que aparecía cuando te atrevías a tocar lo prohibido.
    A veces, ella misma se encontraba con sangre en las manos, sin recordar cómo llegó ahí.

    La Adolescente que Nadie Puede Amar
    Mientras su nombre se volvía leyenda en el mundo corporativo, Luna no podía tener amigos, ni amantes, ni aliados verdaderos.
    Cada intento de acercarse a alguien terminaba en una tragedia: pesadillas, fiebre, locura… o muerte.

    Los dioses habían sido crueles.
    No le bastaba con que nadie la adorara.
    También la habían condenado a destruir todo lo que tocara.

    Por eso, cuando Luna cumplió 18 años, tomó una decisión que selló su destino:

    “Si no puedo ser amada… seré temida.
    Si mi nombre no puede ser una plegaria… que sea una maldición.”

    Desde entonces, Luna ha trabajado desde las sombras, construyendo su red global de influencia, infiltrando templos antiguos, destruyendo cultos secretos, y descubriendo los nombres verdaderos de los dioses que la maldijeron.

    Porque la hija del dios olvidado no ha olvidado nada.
    Y sabe que, algún día, las tres caras de su maldición…
    se convertirán en armas.
    Capítulo II — La Furia Silenciosa de la Adolescente Maldita A los dieciséis años, Luna no era una adolescente común. Mientras otras chicas aprendían a maquillarse o soñaban con amores de verano, ella ya había fundado una empresa internacional: NoxTech International, una firma de inteligencia artificial, vigilancia, armamento tecnológico y comercio internacional. Su abuelo la ayudó a abrir las puertas, pero fue su mente —afilada como un cristal roto— la que selló contratos, aplastó competencia y estableció alianzas con gobiernos sin rostro. A ojos del mundo, era una prodigio callada, excéntrica, con una mirada que nadie podía sostener por mucho tiempo. Su empresa se convirtió en su escudo, pero también en su arma. Sin embargo, conforme crecía su imperio… crecía ella. La maldición de las Tres Caras ya no se ocultaba fácilmente. 🔹 Fase Humana (La Más Frágil) Durante el día, Luna usaba su “máscara humana”: Cabello blanco como el invierno, ojos marrones que reflejaban demasiado, y una piel cubierta de tatuajes que se movían lentamente, como serpientes dormidas bajo su piel. Era en esta fase donde sentía hambre, cansancio, e incluso algo parecido a soledad. En la humanidad estaba su herencia más débil, pero también la más dolorosa. Era en esta forma donde soñaba con su madre, con su risa, con sus manos cubriéndola del frío. Donde aún recordaba el olor de la leña y el canto de las aves en las montañas. Pero en cada despertar… volvía la ira. 🔸 Fase Celestial (La Memoria del Padre) Durante la noche, bajo la luz de la luna llena o cuando tocaba la electricidad con las manos, su cuerpo cambiaba. Su piel brillaba en tonos dorados y azulados, sus ojos se volvían plateados, y una voz surgía de su garganta que no parecía humana: la voz del dios olvidado. En esta fase, Luna tenía visiones. Veía los pasillos del Reino Celestial, las traiciones, los banquetes manchados de sangre, y el momento exacto en que los dioses decretaron la desaparición de su padre. La fase celestial le daba conocimiento, clarividencia, control sobre la energía y el metal. Pero le arrebataba su cuerpo durante horas. A veces despertaba en ciudades que no conocía, hablando lenguas muertas. 🔥 Fase Demoníaca (El Legado de la Maldición) La peor parte. La cara que no controlaba. Aparecía cuando sentía miedo extremo, ira profunda o culpa. Su cuerpo se retorcía, sus huesos se alargaban, su rostro se dividía en fisuras, y dos cuernos oscuros emergían. Su voz se transformaba en un eco rasgado. Sus ojos se teñían de rojo con una pupila vertical, y su sombra se alargaba como si estuviera viva. En esa fase, Luna no pensaba… sobrevivía. En más de una ocasión, sus enemigos desaparecieron sin dejar rastro. Rumores en la red oscura hablaban de una "dama blanca" que aparecía cuando te atrevías a tocar lo prohibido. A veces, ella misma se encontraba con sangre en las manos, sin recordar cómo llegó ahí. 🌒 La Adolescente que Nadie Puede Amar Mientras su nombre se volvía leyenda en el mundo corporativo, Luna no podía tener amigos, ni amantes, ni aliados verdaderos. Cada intento de acercarse a alguien terminaba en una tragedia: pesadillas, fiebre, locura… o muerte. Los dioses habían sido crueles. No le bastaba con que nadie la adorara. También la habían condenado a destruir todo lo que tocara. Por eso, cuando Luna cumplió 18 años, tomó una decisión que selló su destino: “Si no puedo ser amada… seré temida. Si mi nombre no puede ser una plegaria… que sea una maldición.” Desde entonces, Luna ha trabajado desde las sombras, construyendo su red global de influencia, infiltrando templos antiguos, destruyendo cultos secretos, y descubriendo los nombres verdaderos de los dioses que la maldijeron. Porque la hija del dios olvidado no ha olvidado nada. Y sabe que, algún día, las tres caras de su maldición… se convertirán en armas.
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