• " 𝙿𝚊𝚍𝚛𝚎 𝚗𝚞𝚎𝚜𝚝𝚛𝚘, 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚜𝚝á𝚜 𝚎𝚗 𝚕𝚘𝚜 𝚌𝚒𝚎𝚕𝚘𝚜 "









    Su cuerpo estaba tirado en el sofá de su oficina, el estrés lo estaba matando. Los problemas solo parecían llegar uno tras otro. Y lo único que lo atormentaba eran aquellas palabras que habían salido de la boca de aquella mujer.

    Tomo una de las fichas que estaban dispersas en el suelo. Eran todas de hombres que trabajaban para el padre de Kiev. Uno le llamo la atención.


    "𝑺𝒂𝒏𝒕𝒊𝒇𝒊𝒄𝒂𝒅𝒐 𝒔𝒆𝒂 𝒕𝒐𝒖 𝒏𝒐𝒎𝒆"

    El señor Marco Isagaretti, un hombre cristiano de 45 años, que se dedicaba al tráfico de personas, alguien muy activo en la iglesia, ofreciendo donaciones en nombre de Dios.

    "𝑽𝒆𝒏𝒈𝒂 𝒂 𝒏𝒐𝒔𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒕𝒖 𝒓𝒆𝒊𝒏𝒐"

    Se levantó del sofá con la intención de hacer el trabajo. Normalmente ese hombre iba a la iglesia en la tarde, sus hombres vigilaban todo el lugar, así que tenía que ver cómo entrar.

    — ¿Y si me visto de padre? — Sonrió y chasqueo los dedos ante la idea. Hacia tiempo que no se disfrazaba.

    "𝑯á𝒈𝒂𝒔𝒆 𝒕𝒖 𝒗𝒐𝒍𝒖𝒏𝒕𝒂𝒅 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒕𝒊𝒆𝒓𝒓𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐"

    — Puedes hablar hermano.

    Estaba del otro lado del confesionario, escuchando atentamente cada delito cometido y que iba a cometer aquel hombre.

    "𝑫𝒂𝒏𝒐𝒔 𝒉𝒐𝒚, 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒐 𝒑𝒂𝒏 𝒅𝒆 𝒄𝒂𝒅𝒂 𝒅í𝒂; 𝒑𝒆𝒓𝒅𝒐𝒏𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔 𝒐𝒇𝒆𝒏𝒔𝒂𝒔."

    — Una cosa más. — El viejo señor añadió — Deseo a una mujer. Y creo que la voy a tomar a la fuerza. Se que es malo, pero ella es preciosa como una joya ,y la quiero para mí, incluso su nombre le hace justicia... "Rubí"

    "𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒕𝒂𝒎𝒃𝒊é𝒏 𝒏𝒐𝒔𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒅𝒐𝒏𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐𝒔 𝒐𝒇𝒆𝒏𝒅𝒆𝒏; "

    La mirada de Ryan se oscureció, sus latidos se aceleraron, su sangre hervía y su cuerpo temblaba de rabia. Solo cerro los ojos un segundo, y ya estába sobre él, la sangre se escurría de sus manos y la escena era de horror.

    Su cuerpo y respiración agitado, lo decía todo. Había perdido el control.


    " 𝒏𝒐 𝒏𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒋𝒆𝒔 𝒄𝒂𝒆𝒓 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒕𝒂𝒄𝒊ó𝒏, 𝒚 𝒍í𝒃𝒓𝒂𝒏𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒂𝒍. "

    — Amén. — Sus dedos temblantes y sangrientos, dibujaban una cruz en el aire.
    " 𝙿𝚊𝚍𝚛𝚎 𝚗𝚞𝚎𝚜𝚝𝚛𝚘, 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚜𝚝á𝚜 𝚎𝚗 𝚕𝚘𝚜 𝚌𝚒𝚎𝚕𝚘𝚜 " Su cuerpo estaba tirado en el sofá de su oficina, el estrés lo estaba matando. Los problemas solo parecían llegar uno tras otro. Y lo único que lo atormentaba eran aquellas palabras que habían salido de la boca de aquella mujer. Tomo una de las fichas que estaban dispersas en el suelo. Eran todas de hombres que trabajaban para el padre de Kiev. Uno le llamo la atención. "𝑺𝒂𝒏𝒕𝒊𝒇𝒊𝒄𝒂𝒅𝒐 𝒔𝒆𝒂 𝒕𝒐𝒖 𝒏𝒐𝒎𝒆" El señor Marco Isagaretti, un hombre cristiano de 45 años, que se dedicaba al tráfico de personas, alguien muy activo en la iglesia, ofreciendo donaciones en nombre de Dios. "𝑽𝒆𝒏𝒈𝒂 𝒂 𝒏𝒐𝒔𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒕𝒖 𝒓𝒆𝒊𝒏𝒐" Se levantó del sofá con la intención de hacer el trabajo. Normalmente ese hombre iba a la iglesia en la tarde, sus hombres vigilaban todo el lugar, así que tenía que ver cómo entrar. — ¿Y si me visto de padre? — Sonrió y chasqueo los dedos ante la idea. Hacia tiempo que no se disfrazaba. "𝑯á𝒈𝒂𝒔𝒆 𝒕𝒖 𝒗𝒐𝒍𝒖𝒏𝒕𝒂𝒅 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒕𝒊𝒆𝒓𝒓𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐" — Puedes hablar hermano. Estaba del otro lado del confesionario, escuchando atentamente cada delito cometido y que iba a cometer aquel hombre. "𝑫𝒂𝒏𝒐𝒔 𝒉𝒐𝒚, 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒐 𝒑𝒂𝒏 𝒅𝒆 𝒄𝒂𝒅𝒂 𝒅í𝒂; 𝒑𝒆𝒓𝒅𝒐𝒏𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔 𝒐𝒇𝒆𝒏𝒔𝒂𝒔." — Una cosa más. — El viejo señor añadió — Deseo a una mujer. Y creo que la voy a tomar a la fuerza. Se que es malo, pero ella es preciosa como una joya ,y la quiero para mí, incluso su nombre le hace justicia... "Rubí" "𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒕𝒂𝒎𝒃𝒊é𝒏 𝒏𝒐𝒔𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒅𝒐𝒏𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐𝒔 𝒐𝒇𝒆𝒏𝒅𝒆𝒏; " La mirada de Ryan se oscureció, sus latidos se aceleraron, su sangre hervía y su cuerpo temblaba de rabia. Solo cerro los ojos un segundo, y ya estába sobre él, la sangre se escurría de sus manos y la escena era de horror. Su cuerpo y respiración agitado, lo decía todo. Había perdido el control. " 𝒏𝒐 𝒏𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒋𝒆𝒔 𝒄𝒂𝒆𝒓 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒕𝒂𝒄𝒊ó𝒏, 𝒚 𝒍í𝒃𝒓𝒂𝒏𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒂𝒍. " — Amén. — Sus dedos temblantes y sangrientos, dibujaban una cruz en el aire.
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    - Sacerdotisa Yae . Una figura misteriosa y poderosa que poseía el don de controlar sus dualidades, su lado de luz y oscuridad, pero que al llegar cierta época del año, su lado oscuro se tornaba imposible de contener.

    La kitsune, con el corazón dividido entre la bondad de un ángel misericordioso y la ferocidad de una criatura letal, prefería refugiarse en su lado más infantil y alegre. Disfrutaba sumergirse en su mundo rosa lleno de inocencia y alegría, tratando desesperadamente de encontrar el equilibrio entre sus dos facetas opuestas.

    Sin embargo, cuando la sombra se cernía sobre ella, la sacerdotisa se veía atrapada en un torbellino de emociones descontroladas y un poder temible que amenazaba con consumirla por completo. A pesar de sus esfuerzos por mantener la armonía interior, el conflicto interno la atormentaba implacablemente.Durante los períodos de turbulencia, se recluía en su santuario, alejada de todos, luchando con sus emociones desbocadas y su poder incontrolable.

    Los monjes que la conocían la respetaban y temían a partes iguales. Sabían que solo podían ayudarla a atravesar esos momentos difíciles sellando su santuario mientras ella luchaba por recuperar el equilibrio perdido

    Inmersa en un misterio que rodeaba su propio ser, Kitsune luchaba incansablemente por encontrar la calma y mantener a raya su lado oscuro. Nadie podía desentrañar el enigma que encerraba su apariencia inocente y risueña, pero todos respetaban su fuerza y temían su furia cuando la oscuridad se apoderaba de ella.

    Recitando las sabias palabras de su Sensei, -La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacerlo-, la Kitsune se aferraba a la esperanza de hallar la paz interior que tanto anhelaba.

    En cada ciclo de luz y sombra, la sacerdotisa Kitsune se enfrentaba a su propia dualidad, buscando desentrañar el misterio que la envolvía y hallar la verdadera esencia detrás de su naturaleza única. Al final del día, en medio de la danza eterna entre la luz y la oscuridad, Kitsune descubriría que solo aceptando y abrazando ambos lados de su ser, podría alcanzar la auténtica armonía y liberar toda su potencia.
    🌸- Sacerdotisa Yae . Una figura misteriosa y poderosa que poseía el don de controlar sus dualidades, su lado de luz y oscuridad, pero que al llegar cierta época del año, su lado oscuro se tornaba imposible de contener. La kitsune, con el corazón dividido entre la bondad de un ángel misericordioso y la ferocidad de una criatura letal, prefería refugiarse en su lado más infantil y alegre. Disfrutaba sumergirse en su mundo rosa lleno de inocencia y alegría, tratando desesperadamente de encontrar el equilibrio entre sus dos facetas opuestas. Sin embargo, cuando la sombra se cernía sobre ella, la sacerdotisa se veía atrapada en un torbellino de emociones descontroladas y un poder temible que amenazaba con consumirla por completo. A pesar de sus esfuerzos por mantener la armonía interior, el conflicto interno la atormentaba implacablemente.Durante los períodos de turbulencia, se recluía en su santuario, alejada de todos, luchando con sus emociones desbocadas y su poder incontrolable. Los monjes que la conocían la respetaban y temían a partes iguales. Sabían que solo podían ayudarla a atravesar esos momentos difíciles sellando su santuario mientras ella luchaba por recuperar el equilibrio perdido Inmersa en un misterio que rodeaba su propio ser, Kitsune luchaba incansablemente por encontrar la calma y mantener a raya su lado oscuro. Nadie podía desentrañar el enigma que encerraba su apariencia inocente y risueña, pero todos respetaban su fuerza y temían su furia cuando la oscuridad se apoderaba de ella. Recitando las sabias palabras de su Sensei, -La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacerlo-, la Kitsune se aferraba a la esperanza de hallar la paz interior que tanto anhelaba. En cada ciclo de luz y sombra, la sacerdotisa Kitsune se enfrentaba a su propia dualidad, buscando desentrañar el misterio que la envolvía y hallar la verdadera esencia detrás de su naturaleza única. Al final del día, en medio de la danza eterna entre la luz y la oscuridad, Kitsune descubriría que solo aceptando y abrazando ambos lados de su ser, podría alcanzar la auténtica armonía y liberar toda su potencia.
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  • ★Poco a poco, la luz del sol atravesó las densas nubes de la tormenta, indicando la llegada de días más cálidos. Él cerró los ojos, ya que ese lado del autobús lo dejaba expuesto para que los rayos solares le dieran directamente en la cara. Hansel Russo volvía a casa, parcialmente mojado por la lluvia mañanera, mientras cargaba un par de bolsas llenas de lo que parecía ser mercadería: verduras, comidas enlatadas, entre otras cosas, para reabastecer su inventario. Se veía cansado, incluso desaliñado, con una corbata suelta, el cuello de la camisa abierto y su húmedo pelo desordenado.

    Abrió los ojos, parpadeando lentamente mientras se adaptaba a la luz del sol que entraba por la ventana del autobús. Su mirada roja, intensa, parecía escudriñar cada detalle del entorno, como si buscara algo o a alguien. Sus iris rojos lo caracterizaban como alguien enigmático, y sumados a las marcas de quemaduras en sus párpados, lo hacían alguien difícil de mirar. Su presencia llegaba a ser incómoda, incluso desagradable.★
    ★Poco a poco, la luz del sol atravesó las densas nubes de la tormenta, indicando la llegada de días más cálidos. Él cerró los ojos, ya que ese lado del autobús lo dejaba expuesto para que los rayos solares le dieran directamente en la cara. Hansel Russo volvía a casa, parcialmente mojado por la lluvia mañanera, mientras cargaba un par de bolsas llenas de lo que parecía ser mercadería: verduras, comidas enlatadas, entre otras cosas, para reabastecer su inventario. Se veía cansado, incluso desaliñado, con una corbata suelta, el cuello de la camisa abierto y su húmedo pelo desordenado. Abrió los ojos, parpadeando lentamente mientras se adaptaba a la luz del sol que entraba por la ventana del autobús. Su mirada roja, intensa, parecía escudriñar cada detalle del entorno, como si buscara algo o a alguien. Sus iris rojos lo caracterizaban como alguien enigmático, y sumados a las marcas de quemaduras en sus párpados, lo hacían alguien difícil de mirar. Su presencia llegaba a ser incómoda, incluso desagradable.★
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  • Entonces.. Todo fue un sueño... ¿No es así?
    Que cruel es la vida, deseaba tanto que fuera verdad pero como un sueño, te volviste a es fumar, mas no puedo olvidar tu mirada, esa que dejo marca en mi alma... Deseando volver a verte una vez más pero esta vez, quedate... Por favor...

    Al menos, fuiste capaz de calmar esa tormenta de culpa que me quemaba...
    Entonces.. Todo fue un sueño... ¿No es así? Que cruel es la vida, deseaba tanto que fuera verdad pero como un sueño, te volviste a es fumar, mas no puedo olvidar tu mirada, esa que dejo marca en mi alma... Deseando volver a verte una vez más pero esta vez, quedate... Por favor... Al menos, fuiste capaz de calmar esa tormenta de culpa que me quemaba...
    Me entristece
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  • Preso de este verso etéreo, un paraje desierto ante mis ramas y hojas de rosadas orquídeas, arropo mi quietud instalada, acérrima, esa amante venerable ante las ilusiones del cuadro en el que me visto; libros de míseros alientos que edifiqué con las presciencias de mis solemnes dedos, los que viajaron decorosos por el conducto de tus respiraciones. Después de todo, después de nadas, la presencia de velos de seda con la que me visto en estos instantes en los que aguardo tu arribo, dista mucho del ente que amaste.

    Mis ojos lamentan tu ausencia. Mis labios tus extremidades sobre las cortinas de hebras que poblaron mi cabeza; me tendiste aquí, y desde el recuerdo renazco, para amarte como tantas veces, en el diario en el que escribo con tinta y sangre, orina y voz de fantasmales perdiciones. Ante mis abismos, ante mí morada, la quietud que nos separa como una víctima más de tus caprichos, comunica la caída del palacio de algodón de azúcar ante el que te conocí.

    Tan sólo era el espectro de tu cuento de hadas en el que te sumergías, el espectro que amaste y al que te entregaste pese a tu infertilidad. Mis alas te vistieron en la noche de bodas, mis garras propulsaron un corrupto edén en el que morarías; serías mi princesa de primigenias aladas en helado sueño, ese en el que, ante más y menos descarados, condenaron nuestra unión.

    Esta quietud, saga, este relumbre en el que me encandilo sin poderte hallar en mis memorias, me provoca el llanto. Vislumbro mis heridas, mi propia crucifixión, corona de bronce y hojalata. Soy tuyo, perenne pese a que me alzo, apenas consciente, en esta ilusión de oscuridad. La vida que me obsequiaste es una cascada seca, secas son mis hojas cada vez que mudo de piel. Encuentro tu estampa dormida en el recuadro y, ante esto, juego por unos instantes a las escondidas con la que tanto me llamas con apremio. Porque aunque estoy perdido, rezo en este sillón envuelto con la piel curtida de mi raza. Raza a la que entregaste por un puñado de salvación y pocas aparecidas monedas.
    Vislumbro tus intenciones, desde esta prisión cada vez que atardece ante lo vidente de tus ojos. Esa casa en la que resido, el espejo en el que recreo tus espejismos, la carne entre la que te escucho cantar. Trinar en el reposo de mis pisadas cada vez que me invocas con palabras que creas con tu lenguaje secreto, tus crayolas apagadas, blancos gises que recorren a tus anatomías. Después de todo entreví tu rostro, aparecido como ilusorio loto, en el lago en el que morabas, en tu ataúd, rodeada por luces de bengalas.

    A ellas las sometí a mis caprichos, salvaje doncella de revueltas y destinos. A ti te reclamé como novia, esposa, amante, musa; música de mi alma tejida con historias que no debieron ser contadas. A ti, mi elemento de la oscuridad de mi millar de corazón a corazón, ramaje risueño, a ti y ante ti, a ti princesa de perlas de luz, te ruego me des el único beso que me provoque renacer entre tus brazos, tomar el alimento que sólo contiene tu savia vitae, y no revelarte nada más, salvo mis encandilados secretos.

    Soy, después de todo el muñeco que edificaste, con uñas, huesos, dientes de leche, cordones umbilicales de las crías que tú misma pariste, con los que te apremiaste conquistar, ante estos riscos con los que me entierras tus hechizadas agujas, y, verdaderos besos de amor clandestino, al abandonado de amor por amor que, tú, olvidada Shófiyar, tú, a quién amo, aún con tus vestimentas de arrugas y acuarelas, lamenta la tormenta entre tormentas de panteones ante los que aguarda a un amor extraviado.

    Maldita vieja, vislumbra a nuestro dios astado, beso y beso en el tiempo de los tiempos, historia entre historias, Shófiyar, tú, con pago por pago, en esta, tu aprehensión primigenia.
    La ascensión de tu historia, Shófiyar, con tus ojos cargados de culpa, ya la aurora boreal se revela ante tus puertas y las preciosas piedras que manan de tus dulces labios carnosos.

    Potente entre nosotros, ante los que cuentan tus hazañas. Cada vez que hurtas una nueva víctima, con tus más visiones extremas, seduces estrellas, astros y velas negras; te instalas ante tu altar y montas a este recién universo herido. Mi música, déjalos en paz y sonríe para mí, pese a que el dolor se abre paso en tus podridas entrañas. En las orillas de un océano de sanguinolentas aparecidas. Ya no te importa que sus cuerpos sean concebidos por tu imaginación retorcida, que sea la música la que tocas con cuerdas para él, porque él te llama desde el recuerdo; a mí, que te amo con locura.
    Preso de este verso etéreo, un paraje desierto ante mis ramas y hojas de rosadas orquídeas, arropo mi quietud instalada, acérrima, esa amante venerable ante las ilusiones del cuadro en el que me visto; libros de míseros alientos que edifiqué con las presciencias de mis solemnes dedos, los que viajaron decorosos por el conducto de tus respiraciones. Después de todo, después de nadas, la presencia de velos de seda con la que me visto en estos instantes en los que aguardo tu arribo, dista mucho del ente que amaste. Mis ojos lamentan tu ausencia. Mis labios tus extremidades sobre las cortinas de hebras que poblaron mi cabeza; me tendiste aquí, y desde el recuerdo renazco, para amarte como tantas veces, en el diario en el que escribo con tinta y sangre, orina y voz de fantasmales perdiciones. Ante mis abismos, ante mí morada, la quietud que nos separa como una víctima más de tus caprichos, comunica la caída del palacio de algodón de azúcar ante el que te conocí. Tan sólo era el espectro de tu cuento de hadas en el que te sumergías, el espectro que amaste y al que te entregaste pese a tu infertilidad. Mis alas te vistieron en la noche de bodas, mis garras propulsaron un corrupto edén en el que morarías; serías mi princesa de primigenias aladas en helado sueño, ese en el que, ante más y menos descarados, condenaron nuestra unión. Esta quietud, saga, este relumbre en el que me encandilo sin poderte hallar en mis memorias, me provoca el llanto. Vislumbro mis heridas, mi propia crucifixión, corona de bronce y hojalata. Soy tuyo, perenne pese a que me alzo, apenas consciente, en esta ilusión de oscuridad. La vida que me obsequiaste es una cascada seca, secas son mis hojas cada vez que mudo de piel. Encuentro tu estampa dormida en el recuadro y, ante esto, juego por unos instantes a las escondidas con la que tanto me llamas con apremio. Porque aunque estoy perdido, rezo en este sillón envuelto con la piel curtida de mi raza. Raza a la que entregaste por un puñado de salvación y pocas aparecidas monedas. Vislumbro tus intenciones, desde esta prisión cada vez que atardece ante lo vidente de tus ojos. Esa casa en la que resido, el espejo en el que recreo tus espejismos, la carne entre la que te escucho cantar. Trinar en el reposo de mis pisadas cada vez que me invocas con palabras que creas con tu lenguaje secreto, tus crayolas apagadas, blancos gises que recorren a tus anatomías. Después de todo entreví tu rostro, aparecido como ilusorio loto, en el lago en el que morabas, en tu ataúd, rodeada por luces de bengalas. A ellas las sometí a mis caprichos, salvaje doncella de revueltas y destinos. A ti te reclamé como novia, esposa, amante, musa; música de mi alma tejida con historias que no debieron ser contadas. A ti, mi elemento de la oscuridad de mi millar de corazón a corazón, ramaje risueño, a ti y ante ti, a ti princesa de perlas de luz, te ruego me des el único beso que me provoque renacer entre tus brazos, tomar el alimento que sólo contiene tu savia vitae, y no revelarte nada más, salvo mis encandilados secretos. Soy, después de todo el muñeco que edificaste, con uñas, huesos, dientes de leche, cordones umbilicales de las crías que tú misma pariste, con los que te apremiaste conquistar, ante estos riscos con los que me entierras tus hechizadas agujas, y, verdaderos besos de amor clandestino, al abandonado de amor por amor que, tú, olvidada Shófiyar, tú, a quién amo, aún con tus vestimentas de arrugas y acuarelas, lamenta la tormenta entre tormentas de panteones ante los que aguarda a un amor extraviado. Maldita vieja, vislumbra a nuestro dios astado, beso y beso en el tiempo de los tiempos, historia entre historias, Shófiyar, tú, con pago por pago, en esta, tu aprehensión primigenia. La ascensión de tu historia, Shófiyar, con tus ojos cargados de culpa, ya la aurora boreal se revela ante tus puertas y las preciosas piedras que manan de tus dulces labios carnosos. Potente entre nosotros, ante los que cuentan tus hazañas. Cada vez que hurtas una nueva víctima, con tus más visiones extremas, seduces estrellas, astros y velas negras; te instalas ante tu altar y montas a este recién universo herido. Mi música, déjalos en paz y sonríe para mí, pese a que el dolor se abre paso en tus podridas entrañas. En las orillas de un océano de sanguinolentas aparecidas. Ya no te importa que sus cuerpos sean concebidos por tu imaginación retorcida, que sea la música la que tocas con cuerdas para él, porque él te llama desde el recuerdo; a mí, que te amo con locura.
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    [Por desgracia, aquí estoy de nuevo para reclamarlo una vez más. Yo, Godfrey, ¡El primer Señor del Círculo]

    Godfrey es considerado como el primer Señor del Círculo de la Orden Dorada, y ex consorte de la Reina Márika la Eterna. Godfrey fue una vez un guerrero feroz, pero cuando juró sus votos para convertirse en Señor, comenzó a llevar a la bestia regente Serosh a sus espaldas, con el fin de calmar su incesante deseo de batalla.

    Por orden de Márika, Godfrey lideró la guerra contra los gigantes, pasando a los gigantes por la espada y confinando su llama en la cima de los Picos de los gigantes.Esta guerra marcó el nacimiento del Árbol Áureo,una época que sería gobernada por la Reina Márika y su Señor del Círculo.

    Godfrey y su descendencia con la Reina Márika se convirtieron en los primeros semidioses, considerados como el Linaje Dorado. La imagen de Serosh se convirtió en un emblema del Linaje Dorado, actuando como consejero y guía para ellos. Miembros notables del Linaje Dorado incluyen a Godwyn el Dorado, los gemelos Augurios Mohg y Morgott, y el débil Godrick, el último del Linaje Dorado.

    Antes de que llegara a ser una personificación del Orden, todo estaba en oposición al Árbol Áureo.Esta época comenzó en medio de conflictos y Godfrey era considerado el Señor de la Batalla. Empuñaba una gran hacha de dos hojas en la batalla, un arma que simbolizaba la promesa de actuar como un señor y que más tarde se convertiría en un símbolo del Linaje Dorado.La ornamentación del hacha también se convertiría en un símbolo del caballero Ordovis, quien comandó a los caballeros del crisol bajo el mando de Godfrey.
    Como Señor de la Batalla, Godfrey luchó en muchos conflictos. Durante el asedio al castillo de Morne, Godfrey venció a un héroe solitario que luchó por venganza. Además de liderar la guerra contra los gigantes, se enfrentó solo al Señor de la Tormenta. Sin embargo, cuando cayó su último enemigo, según dice la historia, el color de los ojos de Godfrey se desvaneció. Al final de su campaña, aunque sus ejércitos dorados permanecían invencibles e incólumes, encontró su Gracia perdida, deteriorada y marchita.Él y sus guerreros fueron abordados por la Reina Márika, quien les informó que los había despojado de su Gracia. Les ordenó que abandonaran las Tierras Intermedias para hacer la guerra en una tierra lejana, donde vivirían y morirían. Así, Godfrey y sus parientes se convirtieron en los primeros Sinluz,y abandonaron juntos las Tierras Intermedias en una peregrinación conocida como la Larga Marcha, al final de la cual Godfrey se despojó de la realeza y se convirtió una vez más en un simple guerrero

    [Marika : Mi señor. Os despojo a ti y a tus hombres de la Gracia.
    Con la mirada teñida de oscuro, seréis expulsados de las Tierras Intermedias.
    Guerrearéis en una tierra lejana, donde viviréis y moriréis.]
    [Por desgracia, aquí estoy de nuevo para reclamarlo una vez más. Yo, Godfrey, ¡El primer Señor del Círculo] Godfrey es considerado como el primer Señor del Círculo de la Orden Dorada, y ex consorte de la Reina Márika la Eterna. Godfrey fue una vez un guerrero feroz, pero cuando juró sus votos para convertirse en Señor, comenzó a llevar a la bestia regente Serosh a sus espaldas, con el fin de calmar su incesante deseo de batalla. Por orden de Márika, Godfrey lideró la guerra contra los gigantes, pasando a los gigantes por la espada y confinando su llama en la cima de los Picos de los gigantes.Esta guerra marcó el nacimiento del Árbol Áureo,una época que sería gobernada por la Reina Márika y su Señor del Círculo. Godfrey y su descendencia con la Reina Márika se convirtieron en los primeros semidioses, considerados como el Linaje Dorado. La imagen de Serosh se convirtió en un emblema del Linaje Dorado, actuando como consejero y guía para ellos. Miembros notables del Linaje Dorado incluyen a Godwyn el Dorado, los gemelos Augurios Mohg y Morgott, y el débil Godrick, el último del Linaje Dorado. Antes de que llegara a ser una personificación del Orden, todo estaba en oposición al Árbol Áureo.Esta época comenzó en medio de conflictos y Godfrey era considerado el Señor de la Batalla. Empuñaba una gran hacha de dos hojas en la batalla, un arma que simbolizaba la promesa de actuar como un señor y que más tarde se convertiría en un símbolo del Linaje Dorado.La ornamentación del hacha también se convertiría en un símbolo del caballero Ordovis, quien comandó a los caballeros del crisol bajo el mando de Godfrey. Como Señor de la Batalla, Godfrey luchó en muchos conflictos. Durante el asedio al castillo de Morne, Godfrey venció a un héroe solitario que luchó por venganza. Además de liderar la guerra contra los gigantes, se enfrentó solo al Señor de la Tormenta. Sin embargo, cuando cayó su último enemigo, según dice la historia, el color de los ojos de Godfrey se desvaneció. Al final de su campaña, aunque sus ejércitos dorados permanecían invencibles e incólumes, encontró su Gracia perdida, deteriorada y marchita.Él y sus guerreros fueron abordados por la Reina Márika, quien les informó que los había despojado de su Gracia. Les ordenó que abandonaran las Tierras Intermedias para hacer la guerra en una tierra lejana, donde vivirían y morirían. Así, Godfrey y sus parientes se convirtieron en los primeros Sinluz,y abandonaron juntos las Tierras Intermedias en una peregrinación conocida como la Larga Marcha, al final de la cual Godfrey se despojó de la realeza y se convirtió una vez más en un simple guerrero [Marika : Mi señor. Os despojo a ti y a tus hombres de la Gracia. Con la mirada teñida de oscuro, seréis expulsados de las Tierras Intermedias. Guerrearéis en una tierra lejana, donde viviréis y moriréis.]
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  • El bardo se encontraba tocando su música en un teatro, rodeado de sus oyentes.
    Era tanta la dedicación que las partituras eran visibles en el lugar.

    𝐕𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐆𝐮𝐞𝐫𝐫𝐚
    Verso 1:
    En tiempos de paz, los campos florecen,
    Los ríos susurran, el sol resplandece.
    Las gentes se ríen, las copas se alzan,
    Bajo la luna, la vida avanza.

    Coro:
    Pero en la lejanía se oyen tambores,
    El cielo oscurece con sombras mayores.
    Las espadas se afilan, las flechas esperan,
    Pues se acercan vientos de guerra.

    Verso 2:
    Las historias de héroes en bardos resuenan,
    De viejas batallas y amores que tiemblan.
    Pero el eco que hoy recorre el sendero,
    Es de sangre, de acero, de un destino fiero.

    Coro:
    Pero en la lejanía se oyen tambores,
    El cielo oscurece con sombras mayores.
    Las espadas se afilan, las flechas esperan,
    Pues se acercan vientos de guerra.

    Puente:
    La luna tiembla en su oscuro trono,
    El cuervo grita, augurio de encono.
    El bardo ya sabe, su canción se apaga,
    Los guerreros marchan, la paz se embriaga.

    Coro Final:
    En la lejanía, el trueno retumba,
    La muerte y la furia se alzan en tumba.
    Las espadas se alzan, la tormenta no espera,
    Pues se acercan vientos de guerra.
    El bardo se encontraba tocando su música en un teatro, rodeado de sus oyentes. Era tanta la dedicación que las partituras eran visibles en el lugar. 🎶 𝐕𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐆𝐮𝐞𝐫𝐫𝐚🎶 Verso 1: En tiempos de paz, los campos florecen, Los ríos susurran, el sol resplandece. Las gentes se ríen, las copas se alzan, Bajo la luna, la vida avanza. Coro: Pero en la lejanía se oyen tambores, El cielo oscurece con sombras mayores. Las espadas se afilan, las flechas esperan, Pues se acercan vientos de guerra. Verso 2: Las historias de héroes en bardos resuenan, De viejas batallas y amores que tiemblan. Pero el eco que hoy recorre el sendero, Es de sangre, de acero, de un destino fiero. Coro: Pero en la lejanía se oyen tambores, El cielo oscurece con sombras mayores. Las espadas se afilan, las flechas esperan, Pues se acercan vientos de guerra. Puente: La luna tiembla en su oscuro trono, El cuervo grita, augurio de encono. El bardo ya sabe, su canción se apaga, Los guerreros marchan, la paz se embriaga. Coro Final: En la lejanía, el trueno retumba, La muerte y la furia se alzan en tumba. Las espadas se alzan, la tormenta no espera, Pues se acercan vientos de guerra.
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  • Iona, conocida entre unos pocos como Lepus, es una entidad mística que elige cuándo y cómo revelarse a los humanos. Habita en la ciudad moderna, oculta entre la multitud, pero su verdadera naturaleza solo es perceptible bajo condiciones muy particulares. Existen varias formas en las que alguien puede verla o interactuar con ella:

    1. Cuando ella lo decide: Iona controla cuándo desea ser vista. Si decide mostrarse, lo hará con intención, permitiendo que una persona la perciba. Sin embargo, su presencia no es fácil de retener en la memoria: aquellos que la ven suelen olvidarla poco después, como si su mente se negase a reconocer lo sobrenatural de su existencia.

    2. Buscando sus servicios: Hay quienes, sin saber cómo, encuentran el camino hacia su tienda de flores, atraídos por la necesidad de olvidar algo: un recuerdo doloroso, un secreto imposible de cargar, o la esperanza de liberarse de un pasado que los atormenta. Estas personas no saben conscientemente que buscan a Iona, pero el destino parece guiarlos hasta su puerta. Al cruzar el umbral de su tienda, sienten una extraña familiaridad, aunque el cómo llegaron hasta allí se disuelve en un vacío de memoria.

    3. Iona te encuentra: En ocasiones, Iona misma toma la iniciativa. Si su papel como guardiana del olvido es necesario, puede aparecer en la vida de alguien sin previo aviso. A veces lo hace a través de sutiles señales, otras, de manera más directa. Su llegada puede manifestarse en sueños o en momentos de confusión, dejando una huella difícil de definir pero imposible de ignorar.

    4. A través de un ritual: Solo aquellos que conocen el verdadero nombre de Iona y los secretos de la constelación Lepus pueden invocarla mediante un ritual esotérico. Este ritual requiere precisión y ciertos objetos específicos, como una máscara de conejo, para llamarla. Si la invocación es realizada correctamente, Iona siempre aparece. Sin embargo, sus servicios como guardiana del olvido tienen un precio, aunque este no siempre es de naturaleza tangible.

    Independientemente de cómo ocurra el encuentro, Iona siempre es la que tiene el control. La mayoría de las personas que interactúan con ella no son plenamente conscientes de su naturaleza ni del impacto que tiene en sus vidas, y cuando el trabajo de Iona concluye, el olvido vuelve a sellar la experiencia, tal y como ella lo prefiere.
    Iona, conocida entre unos pocos como Lepus, es una entidad mística que elige cuándo y cómo revelarse a los humanos. Habita en la ciudad moderna, oculta entre la multitud, pero su verdadera naturaleza solo es perceptible bajo condiciones muy particulares. Existen varias formas en las que alguien puede verla o interactuar con ella: 1. Cuando ella lo decide: Iona controla cuándo desea ser vista. Si decide mostrarse, lo hará con intención, permitiendo que una persona la perciba. Sin embargo, su presencia no es fácil de retener en la memoria: aquellos que la ven suelen olvidarla poco después, como si su mente se negase a reconocer lo sobrenatural de su existencia. 2. Buscando sus servicios: Hay quienes, sin saber cómo, encuentran el camino hacia su tienda de flores, atraídos por la necesidad de olvidar algo: un recuerdo doloroso, un secreto imposible de cargar, o la esperanza de liberarse de un pasado que los atormenta. Estas personas no saben conscientemente que buscan a Iona, pero el destino parece guiarlos hasta su puerta. Al cruzar el umbral de su tienda, sienten una extraña familiaridad, aunque el cómo llegaron hasta allí se disuelve en un vacío de memoria. 3. Iona te encuentra: En ocasiones, Iona misma toma la iniciativa. Si su papel como guardiana del olvido es necesario, puede aparecer en la vida de alguien sin previo aviso. A veces lo hace a través de sutiles señales, otras, de manera más directa. Su llegada puede manifestarse en sueños o en momentos de confusión, dejando una huella difícil de definir pero imposible de ignorar. 4. A través de un ritual: Solo aquellos que conocen el verdadero nombre de Iona y los secretos de la constelación Lepus pueden invocarla mediante un ritual esotérico. Este ritual requiere precisión y ciertos objetos específicos, como una máscara de conejo, para llamarla. Si la invocación es realizada correctamente, Iona siempre aparece. Sin embargo, sus servicios como guardiana del olvido tienen un precio, aunque este no siempre es de naturaleza tangible. Independientemente de cómo ocurra el encuentro, Iona siempre es la que tiene el control. La mayoría de las personas que interactúan con ella no son plenamente conscientes de su naturaleza ni del impacto que tiene en sus vidas, y cuando el trabajo de Iona concluye, el olvido vuelve a sellar la experiencia, tal y como ella lo prefiere.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    -Yae se sentía aburrida de siempre lo mismo en sus días solitarios. Estaba cansada de la monotonía y comenzó a plantearse la idea de buscar un (masoca,papucho,pareja, marido )que pudiera atormentar sus días y aguantarla, haciéndole la vida una verdadera tortura. Quería alguien que pudiera alegrarle su existencia de una forma peculiar.
    Y decidió salir a buscar a ese hombre que estuviera dispuesto a soportarla, aunque fuera para hacer de su vida un infierno. Comenzó a investigar en diferentes círculos sociales, buscando un candidato que cumpliera con sus requisitos. ()
    🌸-Yae se sentía aburrida de siempre lo mismo en sus días solitarios. Estaba cansada de la monotonía y comenzó a plantearse la idea de buscar un (masoca,papucho,pareja, marido )que pudiera atormentar sus días y aguantarla, haciéndole la vida una verdadera tortura. Quería alguien que pudiera alegrarle su existencia de una forma peculiar. Y decidió salir a buscar a ese hombre que estuviera dispuesto a soportarla, aunque fuera para hacer de su vida un infierno. Comenzó a investigar en diferentes círculos sociales, buscando un candidato que cumpliera con sus requisitos. (😂) :STK-34:
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  • ❏— ˚₊· ͟͟͞͞➳ ❝𝓓𝓲𝓿𝓲𝓷𝓪𝓽𝓲𝓸𝓷.𝓤𝓷𝓻𝓪𝓿𝓮𝓵𝓲𝓷𝓰 𝓹𝓪𝓼𝓽, 𝓹𝓻𝓮𝓼𝓮𝓷𝓽, 𝓪𝓷𝓭 𝓯𝓾𝓽𝓾𝓻𝓮 𝓽𝓱𝓻𝓸𝓾𝓰𝓱 𝓿𝓲𝓼𝓲𝓸𝓷𝓼, 𝓭𝓻𝓮𝓪𝓶𝓼 𝓽𝓪𝓻𝓸𝓽 𝓬𝓪𝓻𝓭𝓼, 𝓼𝓬𝓻𝔂𝓲𝓷𝓰 𝓪𝓷𝓭 𝓸𝓽𝓱𝓮𝓻 𝓮𝓷𝓬𝓱𝓪𝓷𝓽𝓲𝓷𝓰 𝓶𝓮𝓽𝓱𝓸𝓭𝓼.❞
    Fandom AHS, Coven.
    Categoría Otros
    ㅤLas implacables gotas de lluvia golpeaban furiosamente el techo, como si el cielo estuviera desahogando su furia sobre la tierra. Hacía ya horas que dormía, envuelto en la suavidad de las mantas de crochet que lo acogían en su calor. Los destellos fugaces de los relámpagos iluminaban su rostro, revelando su serenidad, pero también la creciente inquietud que se gestaba en su interior. Algo volvía a suceder. Esa familiar sensación de descontrol lo invadía una vez más. En su sueño, se desplazaba a otro lugar, uno que conocía demasiado bien, como si la bruma del tiempo no hubiera borrado sus huellas.

    ㅤDe pronto, se encontraba en aquel mercado, junto a los grandes puestos que parecían desdibujarse entre los recuerdos. Un viejo mantel rojo, desgastado y de cuadros, reposaba en el suelo. Encima, unas pocas hierbas: perejil, cebollín y romero, mientras una canasta con tomates y zanahorias ocupaba el centro de la escena, como si fuera un recuerdo congelado en el tiempo. Allí, abrazado a sus rodillas, observaba el ir y venir de la gente, indiferente ante su humilde puesto. Pero no estaba solo. Había una figura, una silueta que le era demasiado familiar. Esa manera de caminar, tan sutil, tan delicada... ¿Cómo podría olvidarla?

    ㅤUn nuevo relámpago iluminó la habitación, revelando su cuerpo girando bruscamente hacia la derecha, abrazando las mantas con una intensidad desesperada. Podía sentirlo, el aroma de su perfume tan vívido, como si aún estuviera presente. Su piel, erizada bajo el suave roce de la lana, era testigo de la turbulencia que lo sacudía. Su mente se aferraba a ese recuerdo, ese deseo profundo de alcanzarlo. Se veía a sí mismo de pie, sobre aquel mantel deslucido, intentando una vez más tocar su mano, acariciar su piel con las yemas de los dedos, como si ese simple gesto pudiera detener el tiempo.

    ㅤContenía el aliento mientras la lluvia arreciaba, sus ojos encontrando los de él en esa conexión irrompible. Había una urgencia por comprender, por desentrañar el mensaje oculto tras aquella mirada. ¿Por qué estaba allí? El aroma de los jazmines se hacía tan penetrante, tan real, como si la noche estuviera llena de ellos. Una calidez inusitada se apoderaba de él, envolviéndolo en una certeza extraña. ¿Era este uno de esos sueños en los que lo buscaba o, acaso, su mente le estaba jugando una cruel broma? En cada rincón de sus pensamientos, lo anhelaba, lo llamaba. Y siempre, de alguna manera, él respondía.

    ㅤEra casi como si ese joven elegante y palabras elocuentes hubiera sido invocado desde los rincones más profundos de su subconsciente. Lo hacía en los sueños, cuando la granja dormía, cuando todo a su alrededor estaba en calma. Y en ese estado de vigilia forzada, su búsqueda continuaba. Un trueno atronador lo arrancó de ese sueño, haciéndolo incorporarse de golpe en la cama. Sus manos ardían, su rostro también. No había dudas. La ventana, abierta de par en par, dejaba que el viento jugara con las cortinas. Se levantó de inmediato para cerrarla, el frío se filtraba, pero su mente permanecía cálida y obsesionada.

    ㅤAl regresar a la cama, solo un pensamiento lo atormentaba. Ese muchacho, cuya presencia aún resonaba en él. Trató de dormir, pero el sueño lo eludía. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Qué tan cerca estaba? Mientras el resto del mundo dormía, la luna seguía bañando la granja con su luz pálida, y él, con los ojos abiertos de par en par, seguía buscándole en la oscuridad de la noche.
    ㅤLas implacables gotas de lluvia golpeaban furiosamente el techo, como si el cielo estuviera desahogando su furia sobre la tierra. Hacía ya horas que dormía, envuelto en la suavidad de las mantas de crochet que lo acogían en su calor. Los destellos fugaces de los relámpagos iluminaban su rostro, revelando su serenidad, pero también la creciente inquietud que se gestaba en su interior. Algo volvía a suceder. Esa familiar sensación de descontrol lo invadía una vez más. En su sueño, se desplazaba a otro lugar, uno que conocía demasiado bien, como si la bruma del tiempo no hubiera borrado sus huellas. ㅤDe pronto, se encontraba en aquel mercado, junto a los grandes puestos que parecían desdibujarse entre los recuerdos. Un viejo mantel rojo, desgastado y de cuadros, reposaba en el suelo. Encima, unas pocas hierbas: perejil, cebollín y romero, mientras una canasta con tomates y zanahorias ocupaba el centro de la escena, como si fuera un recuerdo congelado en el tiempo. Allí, abrazado a sus rodillas, observaba el ir y venir de la gente, indiferente ante su humilde puesto. Pero no estaba solo. Había una figura, una silueta que le era demasiado familiar. Esa manera de caminar, tan sutil, tan delicada... ¿Cómo podría olvidarla? ㅤUn nuevo relámpago iluminó la habitación, revelando su cuerpo girando bruscamente hacia la derecha, abrazando las mantas con una intensidad desesperada. Podía sentirlo, el aroma de su perfume tan vívido, como si aún estuviera presente. Su piel, erizada bajo el suave roce de la lana, era testigo de la turbulencia que lo sacudía. Su mente se aferraba a ese recuerdo, ese deseo profundo de alcanzarlo. Se veía a sí mismo de pie, sobre aquel mantel deslucido, intentando una vez más tocar su mano, acariciar su piel con las yemas de los dedos, como si ese simple gesto pudiera detener el tiempo. ㅤContenía el aliento mientras la lluvia arreciaba, sus ojos encontrando los de él en esa conexión irrompible. Había una urgencia por comprender, por desentrañar el mensaje oculto tras aquella mirada. ¿Por qué estaba allí? El aroma de los jazmines se hacía tan penetrante, tan real, como si la noche estuviera llena de ellos. Una calidez inusitada se apoderaba de él, envolviéndolo en una certeza extraña. ¿Era este uno de esos sueños en los que lo buscaba o, acaso, su mente le estaba jugando una cruel broma? En cada rincón de sus pensamientos, lo anhelaba, lo llamaba. Y siempre, de alguna manera, él respondía. ㅤEra casi como si ese joven elegante y palabras elocuentes hubiera sido invocado desde los rincones más profundos de su subconsciente. Lo hacía en los sueños, cuando la granja dormía, cuando todo a su alrededor estaba en calma. Y en ese estado de vigilia forzada, su búsqueda continuaba. Un trueno atronador lo arrancó de ese sueño, haciéndolo incorporarse de golpe en la cama. Sus manos ardían, su rostro también. No había dudas. La ventana, abierta de par en par, dejaba que el viento jugara con las cortinas. Se levantó de inmediato para cerrarla, el frío se filtraba, pero su mente permanecía cálida y obsesionada. ㅤAl regresar a la cama, solo un pensamiento lo atormentaba. Ese muchacho, cuya presencia aún resonaba en él. Trató de dormir, pero el sueño lo eludía. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Qué tan cerca estaba? Mientras el resto del mundo dormía, la luna seguía bañando la granja con su luz pálida, y él, con los ojos abiertos de par en par, seguía buscándole en la oscuridad de la noche.
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