• El castigo de los perdedores
    Fandom OC
    Categoría Original
    Se retuerce en su dormitorio, se aferra a las sábanas, otra vez aquel sueño lo consume. Respira agitado, no puede despertar, alguien o algo no le permite dicha gloria y siempre expresa con una tenebrosa voz " acaba con ellos o acabarán contigo primero, se un Rey ". Esa voz espeluznante, las imágenes que lo acompañan lo atormentan todas las noches.

    "Elliot, traidor, tu nos mataste."

    Despertó, alrededor de las 7 de la madrugada, el sol mañanero se filtro por la abertura de las cortinas de seda. Cubierto de sudor, una mano en el corazón y con la otra ensangrentada por la fuerza ejecutada al intentar despertar.

    Siente alivio. — No es real.— Se sienta en la cama y medita en silencio. Ama a su familia, no hay duda alguna. Pero la sangre en sus manos, lo que corre por sus venas está podrido. Suspiro con pesadez y se levantó, el tiempo no espera y lo que deba pasar, pasará.

    Se prepara para salir, hoy tiene que ejecutar una misión que si no es importante, es necesaria. La excusa del viaje lo mantiene lejos. Su cuerpo suena como metal, el hombre rubio de un ojo se adentra en los dominios de su padre, se inclina y contempla por última vez (sin saber) los rostros de su hermano, su cuñada y su sobrina.

    — Volveré tan pronto como me sea posible. Bell, pórtate bien en mi ausencia. Ethan, cuida de mis dos princesas o te daré una paliza. — Canturreo. Sin mucha emoción, partió en caballo junto al grupo leal de
    hombres que no dudan de su líder.

    "Otra vez el lacayo juntando logros, patético."

    Elliot lo sabe. Por más esfuerzos que ponga, los nobles no están de acuerdo con su estatus, por más que su hermano intenta persuadir esos fantasmas, algo dentro de Elliot cruje con furia.

    El viaje inicia. ¿Qué encontrará en su camino?. ¿Aliados o enemigos?. ¿O quizá, al perpetrador que le muestra su destino?.
    Se retuerce en su dormitorio, se aferra a las sábanas, otra vez aquel sueño lo consume. Respira agitado, no puede despertar, alguien o algo no le permite dicha gloria y siempre expresa con una tenebrosa voz " acaba con ellos o acabarán contigo primero, se un Rey ". Esa voz espeluznante, las imágenes que lo acompañan lo atormentan todas las noches. "Elliot, traidor, tu nos mataste." Despertó, alrededor de las 7 de la madrugada, el sol mañanero se filtro por la abertura de las cortinas de seda. Cubierto de sudor, una mano en el corazón y con la otra ensangrentada por la fuerza ejecutada al intentar despertar. Siente alivio. — No es real.— Se sienta en la cama y medita en silencio. Ama a su familia, no hay duda alguna. Pero la sangre en sus manos, lo que corre por sus venas está podrido. Suspiro con pesadez y se levantó, el tiempo no espera y lo que deba pasar, pasará. Se prepara para salir, hoy tiene que ejecutar una misión que si no es importante, es necesaria. La excusa del viaje lo mantiene lejos. Su cuerpo suena como metal, el hombre rubio de un ojo se adentra en los dominios de su padre, se inclina y contempla por última vez (sin saber) los rostros de su hermano, su cuñada y su sobrina. — Volveré tan pronto como me sea posible. Bell, pórtate bien en mi ausencia. Ethan, cuida de mis dos princesas o te daré una paliza. — Canturreo. Sin mucha emoción, partió en caballo junto al grupo leal de hombres que no dudan de su líder. "Otra vez el lacayo juntando logros, patético." Elliot lo sabe. Por más esfuerzos que ponga, los nobles no están de acuerdo con su estatus, por más que su hermano intenta persuadir esos fantasmas, algo dentro de Elliot cruje con furia. El viaje inicia. ¿Qué encontrará en su camino?. ¿Aliados o enemigos?. ¿O quizá, al perpetrador que le muestra su destino?.
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  • 𝐐𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐞𝐫 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐢.

    Pensé, mientras me perdía en la profundidad de tus ojos oscuros, que no había universo más vasto ni lugar más seguro que esa mirada tuya. En ese instante lo supe, con una certeza que no necesita palabras: tú eres la persona a la que, con todo mi ser, quiero dedicarme, a quien deseo cuidar, hacer reír y ver feliz cada día de mi vida.

    No existe tesoro en el mundo que iguale el regalo de tu compañía. No hay joya que brille más que tu sonrisa, ni riqueza que pueda comprarse que sea comparable a la paz que encuentro en tu abrazo.

    Me siento la mujer más afortunada del mundo. Tu amor ha sido como un faro que guía mis días, como un refugio en medio de cualquier tormenta, como un susurro de calma en los días agitados.

    Prometo que cada día de mi vida haré todo lo que esté en mis manos para devolverte aunque sea una parte de todo lo que eres y me has dado. Prometo que mis palabras, mis actos y mis silencios estarán siempre llenos de amor hacia ti.

    https://www.youtube.com/watch?v=lB6Iu2UGWuo
    𝐐𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐞𝐫 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐢. Pensé, mientras me perdía en la profundidad de tus ojos oscuros, que no había universo más vasto ni lugar más seguro que esa mirada tuya. En ese instante lo supe, con una certeza que no necesita palabras: tú eres la persona a la que, con todo mi ser, quiero dedicarme, a quien deseo cuidar, hacer reír y ver feliz cada día de mi vida. No existe tesoro en el mundo que iguale el regalo de tu compañía. No hay joya que brille más que tu sonrisa, ni riqueza que pueda comprarse que sea comparable a la paz que encuentro en tu abrazo. Me siento la mujer más afortunada del mundo. Tu amor ha sido como un faro que guía mis días, como un refugio en medio de cualquier tormenta, como un susurro de calma en los días agitados. Prometo que cada día de mi vida haré todo lo que esté en mis manos para devolverte aunque sea una parte de todo lo que eres y me has dado. Prometo que mis palabras, mis actos y mis silencios estarán siempre llenos de amor hacia ti. https://www.youtube.com/watch?v=lB6Iu2UGWuo
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  • 𝔸𝕔𝕥𝕦𝕒𝕝𝕚𝕕𝕒𝕕

    Bucky se sentó en la silla, rodeado de sombras, mientras la tormenta lloraba fuera. El rugido de la lluvia era como un grito que desgarraba su alma, haciéndolo temblar de miedo. La cama, un abismo de silencio, lo esperaba. Pero él no se atrevía a acercarse, temiendo que el sueño se convirtiera en una trampa. El estruendo de los truenos lo hacía saltar en su asiento, y James se sentía perdido en un mar de miedo y recuerdos, incapaz de escapar del ruido que lo atormentaba.
    𝔸𝕔𝕥𝕦𝕒𝕝𝕚𝕕𝕒𝕕 Bucky se sentó en la silla, rodeado de sombras, mientras la tormenta lloraba fuera. El rugido de la lluvia era como un grito que desgarraba su alma, haciéndolo temblar de miedo. La cama, un abismo de silencio, lo esperaba. Pero él no se atrevía a acercarse, temiendo que el sueño se convirtiera en una trampa. El estruendo de los truenos lo hacía saltar en su asiento, y James se sentía perdido en un mar de miedo y recuerdos, incapaz de escapar del ruido que lo atormentaba.
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  • — Después de la tormenta siempre viene la calma. Y aunque esa calma sea el preludio de la próxima tormenta, es el momento perfecto para retomar fuerzas, sentir, ser felices.—
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  • —¿Entonces al final hablaste con ella o te cagaste otra vez? —le suelta Dani con una sonrisa burlona, mientras le da un trago a su lata de bebida y se recuesta contra la pared del campus.

    —Cállate ya, tío. Hablé con ella un poco después de la obra —responde Aarón, cruzándose de brazos, con una media sonrisa que no puede evitar.

    —¿Y qué? ¿Qué te dijo? ¿Le gustó tu actuación de loco atormentado o le dio miedo real?

    —Me dijo que le pareció intensa… que le impactó —dice Aarón, bajando un poco la voz, recordando cómo la chica lo miró, con esa mezcla entre curiosidad y desconfianza.

    —"Intensa", dice. Vamos, que le gustaste —Dani le da un empujón en el hombro—. ¿Y ahora qué? ¿Vas a escribir otra escena con ella?

    -Aarón duda. Mira al cielo un segundo, con la mandíbula algo tensa.

    —No lo sé… la he incluido en uno de mis guiones. Aún no sé si fue buena idea.

    —¿Otra vez con eso de que tus guiones se hacen realidad? Estás fatal, hermano.

    —Ojalá estuviera de coña… pero si esta historia sigue su curso, ella no acaba bien.

    -Dani se ríe, aunque nota algo raro en el tono de Aarón. Una sombra en sus ojos.

    —Tío, de verdad… ¿no estarás volviéndote loco de verdad, no?

    —Quizá. Pero no soy yo quien decide cómo terminan las historias. Solo soy el que las escribe.

    —¿Entonces al final hablaste con ella o te cagaste otra vez? —le suelta Dani con una sonrisa burlona, mientras le da un trago a su lata de bebida y se recuesta contra la pared del campus. —Cállate ya, tío. Hablé con ella un poco después de la obra —responde Aarón, cruzándose de brazos, con una media sonrisa que no puede evitar. —¿Y qué? ¿Qué te dijo? ¿Le gustó tu actuación de loco atormentado o le dio miedo real? —Me dijo que le pareció intensa… que le impactó —dice Aarón, bajando un poco la voz, recordando cómo la chica lo miró, con esa mezcla entre curiosidad y desconfianza. —"Intensa", dice. Vamos, que le gustaste —Dani le da un empujón en el hombro—. ¿Y ahora qué? ¿Vas a escribir otra escena con ella? -Aarón duda. Mira al cielo un segundo, con la mandíbula algo tensa. —No lo sé… la he incluido en uno de mis guiones. Aún no sé si fue buena idea. —¿Otra vez con eso de que tus guiones se hacen realidad? Estás fatal, hermano. —Ojalá estuviera de coña… pero si esta historia sigue su curso, ella no acaba bien. -Dani se ríe, aunque nota algo raro en el tono de Aarón. Una sombra en sus ojos. —Tío, de verdad… ¿no estarás volviéndote loco de verdad, no? —Quizá. Pero no soy yo quien decide cómo terminan las historias. Solo soy el que las escribe.
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  • A𝚕𝚎𝚖𝚊𝚗𝚒𝚊 1790

    𝙳𝚎𝚜𝚝𝚒𝚗𝚊𝚛𝚒𝚘: 𝙳𝚎𝚜𝚌𝚘𝚗𝚘𝚌𝚒𝚍𝚘

    Ha pasado 2 meses desde el incidente, necesito escribirle esto alguien, ya no puedo aguantar más este calvario, apenas puedo dormir, su recuerdo siempre aparece en mi cabeza habiéndose cada vez más constante, se repite como flashes, a veces puedo sentir su presencia cerca de mí y eso me atormenta, esta ahí, observandome desde la oscuridad.

    ¿Acaso estoy loca?
    No hace falta que respondas, sé la respuesta, llevó 13 días sin salir de la habitación, sumida en la soledad de estás 4 paredes que acompañan mi tormentoso padecimiento.

    Vuelve al pasado, vuelve al martes 15, por favor...
    Puedo oirlos, viene acompañado con miles de ellos.
    ¿Futuro?, pero...¿Qué es eso?, el tiempo se agota, mis esperanzas mueren y mi mente se daña cada vez más.

    Ya llegaron...

    La puerta retumba, quieren entrar, debo apurarme, maldita mano muévete más rápido, necesito advertirl...

    Esᴄʀɪᴛᴏ ᴇɴᴄᴏɴᴛʀᴀᴅᴏ ᴊᴜɴᴛᴏ ᴀʟ ᴄᴜᴇʀᴘᴏ ɪɴᴇʀᴛᴇ ᴅᴇ ᴜɴᴀ ᴍᴜᴊᴇʀ sɪɴ ᴄᴀʙᴇᴢᴀ ʏ ᴍᴀɴᴏs, ʟᴏs ғᴏʀᴇɴsᴇs ɴᴏ ᴛɪᴇɴᴇɴ ᴜɴᴀ ᴄᴀᴜsᴀ ᴀᴘᴀʀᴇɴᴛᴇ ᴅᴇ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ , sᴏɴ ᴄᴏʀᴛᴀᴅᴀs ʟɪᴍᴘɪᴀs ,ᴄᴏᴍᴏ sɪ ᴀʟǫᴜɪᴇɴ ᴏ ᴀʟɢᴏ ʜᴜʙɪᴇʀᴀ ʜᴇᴄʜᴏ ᴜɴ ᴀᴛᴀǫᴜᴇ ᴘʀᴇᴄɪsᴏ ʏ ᴅᴇsᴘɪᴀᴅᴀᴅᴏ, sᴏʟᴏ ᴜsᴀɴᴅᴏ ʟᴀ ғᴜᴇʀᴢᴀ , ᴘᴇʀᴏ ¿ᴇsᴏ ᴇs ᴘᴏsɪʙʟᴇ?

    Una pequeña historia...
    A𝚕𝚎𝚖𝚊𝚗𝚒𝚊 1790 𝙳𝚎𝚜𝚝𝚒𝚗𝚊𝚛𝚒𝚘: 𝙳𝚎𝚜𝚌𝚘𝚗𝚘𝚌𝚒𝚍𝚘 Ha pasado 2 meses desde el incidente, necesito escribirle esto alguien, ya no puedo aguantar más este calvario, apenas puedo dormir, su recuerdo siempre aparece en mi cabeza habiéndose cada vez más constante, se repite como flashes, a veces puedo sentir su presencia cerca de mí y eso me atormenta, esta ahí, observandome desde la oscuridad. ¿Acaso estoy loca? No hace falta que respondas, sé la respuesta, llevó 13 días sin salir de la habitación, sumida en la soledad de estás 4 paredes que acompañan mi tormentoso padecimiento. Vuelve al pasado, vuelve al martes 15, por favor... Puedo oirlos, viene acompañado con miles de ellos. ¿Futuro?, pero...¿Qué es eso?, el tiempo se agota, mis esperanzas mueren y mi mente se daña cada vez más. Ya llegaron... La puerta retumba, quieren entrar, debo apurarme, maldita mano muévete más rápido, necesito advertirl... Esᴄʀɪᴛᴏ ᴇɴᴄᴏɴᴛʀᴀᴅᴏ ᴊᴜɴᴛᴏ ᴀʟ ᴄᴜᴇʀᴘᴏ ɪɴᴇʀᴛᴇ ᴅᴇ ᴜɴᴀ ᴍᴜᴊᴇʀ sɪɴ ᴄᴀʙᴇᴢᴀ ʏ ᴍᴀɴᴏs, ʟᴏs ғᴏʀᴇɴsᴇs ɴᴏ ᴛɪᴇɴᴇɴ ᴜɴᴀ ᴄᴀᴜsᴀ ᴀᴘᴀʀᴇɴᴛᴇ ᴅᴇ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ , sᴏɴ ᴄᴏʀᴛᴀᴅᴀs ʟɪᴍᴘɪᴀs ,ᴄᴏᴍᴏ sɪ ᴀʟǫᴜɪᴇɴ ᴏ ᴀʟɢᴏ ʜᴜʙɪᴇʀᴀ ʜᴇᴄʜᴏ ᴜɴ ᴀᴛᴀǫᴜᴇ ᴘʀᴇᴄɪsᴏ ʏ ᴅᴇsᴘɪᴀᴅᴀᴅᴏ, sᴏʟᴏ ᴜsᴀɴᴅᴏ ʟᴀ ғᴜᴇʀᴢᴀ , ᴘᴇʀᴏ ¿ᴇsᴏ ᴇs ᴘᴏsɪʙʟᴇ? Una pequeña historia...
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  • El dios de la vida, sin darse cuenta está causando una tormenta, en su mundo, al seguir deprimido y con el sentimiento culpable++
    El dios de la vida, sin darse cuenta está causando una tormenta, en su mundo, al seguir deprimido y con el sentimiento culpable++
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  • joshua pelea y pierde, joshua no pelea y pierde, joshua es atormentado y pierde

    cuando joshua podra vivir tranquilamente? lumidas le entrego la fuerza a joshua, la suficiente para ganar apesar de sacrificarlo todo y aun asi, su miedo a perder lo hizo ser debil, juliet no iba a morir, porque? porque joshua? sacrificio inutil, suicida de mierda...

    electricidad, una representacion de su energia "imparable"

    2 ojos que podian mirar a travez de todo y hallar el camino

    la resistencia que el mismo se otorgo ante toda su vida

    un saco de juegos perfecto para un sitio tan bizarro como lumidas, porque tanta espera? divirtamosnos un poco mas, yo invito
    joshua pelea y pierde, joshua no pelea y pierde, joshua es atormentado y pierde cuando joshua podra vivir tranquilamente? lumidas le entrego la fuerza a joshua, la suficiente para ganar apesar de sacrificarlo todo y aun asi, su miedo a perder lo hizo ser debil, juliet no iba a morir, porque? porque joshua? sacrificio inutil, suicida de mierda... electricidad, una representacion de su energia "imparable" 2 ojos que podian mirar a travez de todo y hallar el camino la resistencia que el mismo se otorgo ante toda su vida un saco de juegos perfecto para un sitio tan bizarro como lumidas, porque tanta espera? divirtamosnos un poco mas, yo invito
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  • 𝘌𝘯𝘵𝘳𝘦 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘺 𝘭𝘶𝘻
    Fandom Ninguno
    Categoría Fantasía
    〈 Rol con Svetla Le’ron ♡ 〉

    El viento murmuraba entre los árboles, susurrando antiguas melodías que solo la naturaleza comprendía, una canción ancestral tejida con las huellas de generaciones pasadas. Cada brisa que cruzaba el claro parecía tener una voz propia, modulada por el crujir suave de las ramas y el suspiro de las hojas que se mecían en su danza. Los árboles, imponentes y sabios, se erguían en una formación que hablaba de un orden primordial, más allá de la percepción humana; sus troncos, gruesos y rugosos, estaban marcados por las cicatrices de siglos, testigos de tormentas, inviernos y veranos interminables. Sus raíces, hundidas en lo profundo de la tierra, parecían como venas vivas, respirando al ritmo de la misma tierra que nutría todo lo que los rodeaba.

    Las hojas, de un verde profundo y casi vibrante, danzaban suavemente al compás del viento. La luz que se filtraba entre las ramas creaba una sinfonía de sombras, que se estiraban y se contraían, como si jugaran con la luz misma. Cada movimiento de estas era una susurrante revelación, una historia contada en un lenguaje antiguo, entendible solo para aquellos que supieran escuchar con el alma. El aire, que acariciaba la piel con su frescura, estaba impregnado con la fragancia envolvente de las flores silvestres, pequeñas joyas del campo que se alzaban como un tapiz multicolor entre la hierba alta. El aroma era un recordatorio de la vida que florecía sin restricciones, ajena a las manos del hombre, pura y sin contaminar.

    La tierra, mojada por la reciente lluvia, exhalaba un aroma cálido, profundo como el suspiro de la naturaleza misma. Cada rincón del claro parecía vibrar con la promesa de vida renovada, un respiro que solo los rincones alejados del mundo podían ofrecer. El suelo, cubierto de musgo y hojas caídas, crujía suavemente bajo cada paso, como si el propio suelo tuviera conciencia de su ser. A veces, el eco lejano del canto de un pájaro, o el crujido de un pequeño roedor en la maleza rompía el silencio, trayendo consigo la sensación de que la vida nunca dejaba de moverse.

    Era un lugar apartado, despojado de la influencia de los castillos altivos, que se alzaban como monumentos de poder e indiferencia a la belleza de lo natural. Ahí, no existían las murmuraciones de los pueblos bulliciosos, ni el constante clamor de los mercados o las forjas. En su lugar, sólo existía la pureza inquebrantable del entorno, donde el tiempo parecía haberse detenido, olvidado entre las sombras del pasado. No había rastro de la humanidad, de sus pesares, de sus ambiciones, solo la eterna danza de la naturaleza, que se renovaba constantemente, ajena a los destinos de aquellos que vivían más allá de su alcance. La luz del sol se descomponía en haces que caían suavemente sobre el suelo, creando un paisaje de sombras y claridad que se alternaban como una melodía en constante transformación.

    Pero entre todo aquello, entre la vida que brotaba en el silencio, algo sobresalía. Algo que no pertenecía a ese rincón olvidado de la tierra. Una figura, solitaria y solemne, caminaba en medio de la quietud del claro, su presencia desafiando todo lo que ese lugar representaba: pureza, vida, frescura. Ella no era de ese mundo, ni de los mundos que deberían haberla acogido. Era un eco de lo que debió haber sido, un vestigio de lo que alguna vez brilló, pero que la oscuridad había mancillado.

    Su figura era una contradicción en movimiento. Un ser atrapado entre lo que era y lo que ya no era, suspendido en ese espacio intermedio donde las expectativas se disuelven y el destino es incierto. Su manto negro, pesado y solemne, ondeaba suavemente en el aire, absorbiendo la luz del sol como si fuera parte de la misma nada.

    El cabello, de un color dorado desvaído, caía en ondas suaves sobre sus hombros. El brillo del trigo maduro, de la vida a punto de ser cosechada, se entrelazaba con el viento, creando una especie de halo irreal. Pero lo que realmente atraía la mirada eran sus ojos como el ámbar incandescente, llameantes y profundos que reflejaban las cenizas de un sol olvidado, y la luz de una luna que ya no existía en este mundo. Eran ojos que no pertenecían a alguien inocente ni a alguien purificado; eran ojos de alguien que había contemplado la parte de una eternidad en su peor forma, que había desvelado el sufrimiento del tiempo y lo había aceptado como parte de su ser.

    Su armadura, a medio camino entre lo antiguo y lo desgastado, se abrazaba a su cuerpo con la misma delicadeza que la sombra se abrazaba a la luna. Unas placas de metal oscuro cubrían sus hombros, el torso, las piernas, pero en su centro, donde la batalla había dejado sus huellas, las marcas de la guerra eran claras. La armadura estaba mellada, rota en algunas partes, como si hubiera sido desgarrada por el paso de muchas luchas. Los surcos en el metal, las abolladuras y grietas eran la prueba de que había peleado, de que había resistido y caído, pero aún estaba de pie.

    Pero lo que realmente la definía, lo que la hacía imposible de ignorar, eran sus alas. Un par de alas, majestuosas en su caída, que se desplegaban con una lentitud casi dolorosa. No blancas, no puras, sino bañadas en una neblina de polvo gris, un gris ceniciento que parecía llevar consigo la marca de un fuego que nunca terminó de consumirla. Eran alas malditas, alas que no sabían si pertenecían a un ángel caído o a una criatura condenada. Aun así, la belleza era innegable, en su tormento, en su suciedad. Las plumas, aunque desgastadas y manchadas, mantenían una fuerza solemne, un recordatorio de una majestuosidad que había sido, pero ya no era.

    Aquel ser, atrapado entre lo humano y lo divino, entre la condena y la salvación, se arrodilló en el centro del claro. El suelo era frío bajo sus rodillas, pero no parecía importarle. Sus ojos, fijos en el pequeño racimo de flores que crecía junto a ella, se suavizaron, como si el simple gesto de observar las pequeñas criaturas de la tierra le ofreciera una tregua, aunque breve, de la guerra interna que libraba. Sus manos, endurecidas por el acero, por la lucha, por el sufrimiento, se extendieron lentamente hacia las flores y con una delicadeza inesperada, tocó los pétalos con la punta de sus dedos, apenas una caricia, pero llena de la reverencia de alguien que aún sabe lo que es sentir.

    Los pétalos eran suaves, frágiles, como si pudieran desvanecerse en cualquier momento, pero las tocó con una quietud que contrastaba con la tormenta que era su vida. En sus ojos, había una chispa, una sombra de algo profundo, algo que no se revelaba fácilmente: nostalgia. Nostalgia de algo perdido, de algo que tal vez nunca fue suyo, pero que había sido tocado por su existencia. La flor, en su simpleza, en su fragilidad, le ofrecía algo que el mundo ya no podía: consuelo.

    Las alas, al agacharse, se arrastraron suavemente por el suelo, como si también ellas quisieran descansar, aliviar su peso. La imagen de aquel ángel mancillado, de aquella alma rota, quedó suspendida en el aire entre lo que fue y lo que podría haber sido. Y mientras la flor se mecía en el viento, ella permaneció allí, inmóvil atrapada en sus propios pensamientos.
    〈 Rol con [Svetlaler0n] ♡ 〉 El viento murmuraba entre los árboles, susurrando antiguas melodías que solo la naturaleza comprendía, una canción ancestral tejida con las huellas de generaciones pasadas. Cada brisa que cruzaba el claro parecía tener una voz propia, modulada por el crujir suave de las ramas y el suspiro de las hojas que se mecían en su danza. Los árboles, imponentes y sabios, se erguían en una formación que hablaba de un orden primordial, más allá de la percepción humana; sus troncos, gruesos y rugosos, estaban marcados por las cicatrices de siglos, testigos de tormentas, inviernos y veranos interminables. Sus raíces, hundidas en lo profundo de la tierra, parecían como venas vivas, respirando al ritmo de la misma tierra que nutría todo lo que los rodeaba. Las hojas, de un verde profundo y casi vibrante, danzaban suavemente al compás del viento. La luz que se filtraba entre las ramas creaba una sinfonía de sombras, que se estiraban y se contraían, como si jugaran con la luz misma. Cada movimiento de estas era una susurrante revelación, una historia contada en un lenguaje antiguo, entendible solo para aquellos que supieran escuchar con el alma. El aire, que acariciaba la piel con su frescura, estaba impregnado con la fragancia envolvente de las flores silvestres, pequeñas joyas del campo que se alzaban como un tapiz multicolor entre la hierba alta. El aroma era un recordatorio de la vida que florecía sin restricciones, ajena a las manos del hombre, pura y sin contaminar. La tierra, mojada por la reciente lluvia, exhalaba un aroma cálido, profundo como el suspiro de la naturaleza misma. Cada rincón del claro parecía vibrar con la promesa de vida renovada, un respiro que solo los rincones alejados del mundo podían ofrecer. El suelo, cubierto de musgo y hojas caídas, crujía suavemente bajo cada paso, como si el propio suelo tuviera conciencia de su ser. A veces, el eco lejano del canto de un pájaro, o el crujido de un pequeño roedor en la maleza rompía el silencio, trayendo consigo la sensación de que la vida nunca dejaba de moverse. Era un lugar apartado, despojado de la influencia de los castillos altivos, que se alzaban como monumentos de poder e indiferencia a la belleza de lo natural. Ahí, no existían las murmuraciones de los pueblos bulliciosos, ni el constante clamor de los mercados o las forjas. En su lugar, sólo existía la pureza inquebrantable del entorno, donde el tiempo parecía haberse detenido, olvidado entre las sombras del pasado. No había rastro de la humanidad, de sus pesares, de sus ambiciones, solo la eterna danza de la naturaleza, que se renovaba constantemente, ajena a los destinos de aquellos que vivían más allá de su alcance. La luz del sol se descomponía en haces que caían suavemente sobre el suelo, creando un paisaje de sombras y claridad que se alternaban como una melodía en constante transformación. Pero entre todo aquello, entre la vida que brotaba en el silencio, algo sobresalía. Algo que no pertenecía a ese rincón olvidado de la tierra. Una figura, solitaria y solemne, caminaba en medio de la quietud del claro, su presencia desafiando todo lo que ese lugar representaba: pureza, vida, frescura. Ella no era de ese mundo, ni de los mundos que deberían haberla acogido. Era un eco de lo que debió haber sido, un vestigio de lo que alguna vez brilló, pero que la oscuridad había mancillado. Su figura era una contradicción en movimiento. Un ser atrapado entre lo que era y lo que ya no era, suspendido en ese espacio intermedio donde las expectativas se disuelven y el destino es incierto. Su manto negro, pesado y solemne, ondeaba suavemente en el aire, absorbiendo la luz del sol como si fuera parte de la misma nada. El cabello, de un color dorado desvaído, caía en ondas suaves sobre sus hombros. El brillo del trigo maduro, de la vida a punto de ser cosechada, se entrelazaba con el viento, creando una especie de halo irreal. Pero lo que realmente atraía la mirada eran sus ojos como el ámbar incandescente, llameantes y profundos que reflejaban las cenizas de un sol olvidado, y la luz de una luna que ya no existía en este mundo. Eran ojos que no pertenecían a alguien inocente ni a alguien purificado; eran ojos de alguien que había contemplado la parte de una eternidad en su peor forma, que había desvelado el sufrimiento del tiempo y lo había aceptado como parte de su ser. Su armadura, a medio camino entre lo antiguo y lo desgastado, se abrazaba a su cuerpo con la misma delicadeza que la sombra se abrazaba a la luna. Unas placas de metal oscuro cubrían sus hombros, el torso, las piernas, pero en su centro, donde la batalla había dejado sus huellas, las marcas de la guerra eran claras. La armadura estaba mellada, rota en algunas partes, como si hubiera sido desgarrada por el paso de muchas luchas. Los surcos en el metal, las abolladuras y grietas eran la prueba de que había peleado, de que había resistido y caído, pero aún estaba de pie. Pero lo que realmente la definía, lo que la hacía imposible de ignorar, eran sus alas. Un par de alas, majestuosas en su caída, que se desplegaban con una lentitud casi dolorosa. No blancas, no puras, sino bañadas en una neblina de polvo gris, un gris ceniciento que parecía llevar consigo la marca de un fuego que nunca terminó de consumirla. Eran alas malditas, alas que no sabían si pertenecían a un ángel caído o a una criatura condenada. Aun así, la belleza era innegable, en su tormento, en su suciedad. Las plumas, aunque desgastadas y manchadas, mantenían una fuerza solemne, un recordatorio de una majestuosidad que había sido, pero ya no era. Aquel ser, atrapado entre lo humano y lo divino, entre la condena y la salvación, se arrodilló en el centro del claro. El suelo era frío bajo sus rodillas, pero no parecía importarle. Sus ojos, fijos en el pequeño racimo de flores que crecía junto a ella, se suavizaron, como si el simple gesto de observar las pequeñas criaturas de la tierra le ofreciera una tregua, aunque breve, de la guerra interna que libraba. Sus manos, endurecidas por el acero, por la lucha, por el sufrimiento, se extendieron lentamente hacia las flores y con una delicadeza inesperada, tocó los pétalos con la punta de sus dedos, apenas una caricia, pero llena de la reverencia de alguien que aún sabe lo que es sentir. Los pétalos eran suaves, frágiles, como si pudieran desvanecerse en cualquier momento, pero las tocó con una quietud que contrastaba con la tormenta que era su vida. En sus ojos, había una chispa, una sombra de algo profundo, algo que no se revelaba fácilmente: nostalgia. Nostalgia de algo perdido, de algo que tal vez nunca fue suyo, pero que había sido tocado por su existencia. La flor, en su simpleza, en su fragilidad, le ofrecía algo que el mundo ya no podía: consuelo. Las alas, al agacharse, se arrastraron suavemente por el suelo, como si también ellas quisieran descansar, aliviar su peso. La imagen de aquel ángel mancillado, de aquella alma rota, quedó suspendida en el aire entre lo que fue y lo que podría haber sido. Y mientras la flor se mecía en el viento, ella permaneció allí, inmóvil atrapada en sus propios pensamientos.
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  • -Entrando a una de esas habitaciones extrañas se podía ver tormentas electricas con tornados
    Me encantaba ver esos fenómenos climáticos me producían adrenalina pura me adentre en esa habitación y con cada paso que daba unos diablitos salían de mis pisadas y chasqueando mis dedos los diablitos saltaban y bailaban burlones mientras enpesaba a cantar nuevamente en el recinto se podía oír que alguien cantaba algunos querubines que pasaban por el anexo se emocionaban por la vibración del sonido -





    https://youtu.be/yeHk7MKorvU?si=OeDEviAXX6uxAWeR
    -Entrando a una de esas habitaciones extrañas se podía ver tormentas electricas con tornados Me encantaba ver esos fenómenos climáticos me producían adrenalina pura me adentre en esa habitación y con cada paso que daba unos diablitos salían de mis pisadas y chasqueando mis dedos los diablitos saltaban y bailaban burlones mientras enpesaba a cantar nuevamente en el recinto se podía oír que alguien cantaba algunos querubines que pasaban por el anexo se emocionaban por la vibración del sonido - https://youtu.be/yeHk7MKorvU?si=OeDEviAXX6uxAWeR
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