• Un cielo brillante de media tarde da paso repentino a la tormenta. La lluvia comienza con un chasquido, convirtiéndose en un en un torrente implacable inmediatamente. El campo de deportes se vacía en cuestión de segundos, los estudiantes corren buscando refugio, riendo, gritando, maldiciendo el cambio repentino del clima, pero Ivory no se mueve.

    Permanece de pie en el centro del campo. El agua empapa su ropa, pesa sobre sus hombros, pero él no parece notarlo.

    Mira hacia el cielo, dejando que las gotas resbalen por su rostro como si fueran lágrimas ajenas. Cierra los ojos mientras se permite sentir la fría caricia de la tormenta, como si esta pudiera limpiar algo dentro de él que lleva tiempo intentando desaparecer.

    ── ¿Por qué buscan refugio de algo tan... real? ──murmura para sí mismo, apenas audible bajo el rugir del agua contra el suelo. Un escalofrío recorre su cuerpo, pero no retrocede en un instante de entrega, un momento de vulnerabilidad frente a un titán que podría destruirlo todo, pero prefiere nutrirlo con su fría caricia.

    de conexión con algo más grande y caótico que él. Una tormenta que, por un momento, parece reflejar lo que lleva dentro.
    Un cielo brillante de media tarde da paso repentino a la tormenta. La lluvia comienza con un chasquido, convirtiéndose en un en un torrente implacable inmediatamente. El campo de deportes se vacía en cuestión de segundos, los estudiantes corren buscando refugio, riendo, gritando, maldiciendo el cambio repentino del clima, pero Ivory no se mueve. Permanece de pie en el centro del campo. El agua empapa su ropa, pesa sobre sus hombros, pero él no parece notarlo. Mira hacia el cielo, dejando que las gotas resbalen por su rostro como si fueran lágrimas ajenas. Cierra los ojos mientras se permite sentir la fría caricia de la tormenta, como si esta pudiera limpiar algo dentro de él que lleva tiempo intentando desaparecer. ── ¿Por qué buscan refugio de algo tan... real? ──murmura para sí mismo, apenas audible bajo el rugir del agua contra el suelo. Un escalofrío recorre su cuerpo, pero no retrocede en un instante de entrega, un momento de vulnerabilidad frente a un titán que podría destruirlo todo, pero prefiere nutrirlo con su fría caricia. de conexión con algo más grande y caótico que él. Una tormenta que, por un momento, parece reflejar lo que lleva dentro.
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  • Nuevamente en todos los anillos del infierno enpiesa a sonar el programa de radio de alastor -


    Que tal lo están pasando mis pecadores infernales mmm? Si lo se es lunes y pero es un lunes muy tranquilo pero no se dejen llevar por esa tranquilidad mis ingenuos pedacitos del mal aveces cuando todo está en calma es porque algo grande puede pasar así que estén siempre alerta y mantengas esas adorable sonrisa en sus infernales rostros jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajakkakakaa!!!!
    Tenemos un pedido un oyente en particular del anillo de la pereza woooooo interesante tema lo que pediste mi estimado colega espero y está canción sea de tu agrado hahahaha
    Sin más en hacerlos esperar disfruten su tarde y no sin antes recordarles que sigan sintonizandonos y sígamnos con una SONRISA!! Su más fiel locutor ALASTOR le seguirá trayendo inspiración y desesperación a sus atormentadas almas

    - enpiesa a sonar la música y con un tono de voz divertido y esperanzador imaginando que estoy en un rascacielo y sintiendo el viento enpieso a cantar con la ayuda de Huks a duo -




    https://youtu.be/qdY9_P1lM_g?si=E3vwy3OHOtqvdllB
    Nuevamente en todos los anillos del infierno enpiesa a sonar el programa de radio de alastor - Que tal lo están pasando mis pecadores infernales mmm? Si lo se es lunes y pero es un lunes muy tranquilo pero no se dejen llevar por esa tranquilidad mis ingenuos pedacitos del mal aveces cuando todo está en calma es porque algo grande puede pasar así que estén siempre alerta y mantengas esas adorable sonrisa en sus infernales rostros jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajakkakakaa!!!! Tenemos un pedido un oyente en particular del anillo de la pereza woooooo interesante tema lo que pediste mi estimado colega espero y está canción sea de tu agrado hahahaha🎶🎶🎶🎙️ Sin más en hacerlos esperar disfruten su tarde y no sin antes recordarles que sigan sintonizandonos y sígamnos con una SONRISA!! Su más fiel locutor ALASTOR le seguirá trayendo inspiración y desesperación a sus atormentadas almas 🎶🎶🎶 - enpiesa a sonar la música y con un tono de voz divertido y esperanzador imaginando que estoy en un rascacielo y sintiendo el viento enpieso a cantar con la ayuda de Huks a duo - https://youtu.be/qdY9_P1lM_g?si=E3vwy3OHOtqvdllB :STK-9:
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  • La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus.


    Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio.

    Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior.

    Apolo (gritando al cielo):
    “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!”

    La venganza.

    Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas.

    Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia.
    • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno.
    • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida.
    • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores.

    Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza.


    Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más.

    Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina.

    La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
    La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus. Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio. Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior. Apolo (gritando al cielo): “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!” La venganza. Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas. Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia. • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno. • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida. • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores. Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza. Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más. Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina. La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
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  • Tormenta de anhelos, deseos, euforia y tristeza que cicatrizan unas por sobre las otras consecutivamente, hasta el final de los tiempos. Una existencia de conquistas inevitablemente en esta Paz Caótica, ésta que vivo... Lentamente atormentada mientras corro perdida en búsqueda de mi felicidad.
    Tormenta de anhelos, deseos, euforia y tristeza que cicatrizan unas por sobre las otras consecutivamente, hasta el final de los tiempos. Una existencia de conquistas inevitablemente en esta Paz Caótica, ésta que vivo... Lentamente atormentada mientras corro perdida en búsqueda de mi felicidad.
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  • 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝
    𝘌𝘭 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘳.

    El letargo era un refugio y una prisión. En la vasta oscuridad de su interior, Zaryna flotaba, como una hoja atrapada en aguas quietas, incapaz de moverse hacia la superficie. Había cedido, no por cobardía, sino por necesidad. La chispa de humanidad que aún ardía en su corazón estaba al borde de extinguirse, y su última acción antes de entregarse al sueño fue protegerla, ocultándola tras las garras de Myrrh, su padre y protector, ahora tan contaminado como ella.

    —Dormiré... —Se había dicho entonces.— ...Hasta que la escarcha en mi alma vuelva a sentir algo más que este vacío. —Pero el vacío no se llenó, ni la calma llegó con el sueño. A través del letargo, Zaryna era una sombra atrapada en su propio ser, observando con horror cómo Myrrh desataba su furia en el castillo que había sido su cárcel. Las llamas de su corrupción y su dolor consumieron las paredes y las almas que una vez la atormentaron. Había justicia en ese caos, pero también había desesperación.

    Meses, o quizá años, pasaron sin medida mientras Myrrh caminaba entre los escombros humeantes, portando el cuerpo de Zaryna como una armadura fracturada. Las huellas que dejaban eran tanto suyas como de él, marcadas por escamas quebradas y ceniza que caía como polvo en un paisaje de ruinas. Y aunque la libertad era dulce, sabía que también era incompleta. La corrupción era una jaula que ni siquiera el caos de Myrrh podía romper.

    Fue entonces, cuando el tiempo había perdido su forma y los ecos del castillo destruido eran un susurro lejano, que algo la despertó. Al principio, fue un tirón en su conciencia, como un leve movimiento en un lago helado. Una voz, ajena y desconocida, atravesó la neblina. No era una llamada brusca ni un grito, sino un murmullo cargado de intención.

    —Despierta.

    La palabra penetró las capas de su letargo, reverberando como una campana en un sueño profundo. Al principio, Zaryna resistió. Volver significaba enfrentar el dolor que había tratado de enterrar. Significaba abrir los ojos a un mundo que ya no podía reconocer y a una versión de sí misma que no quería aceptar.

    —Despierta. —Insistió la voz, más firme esta vez, pero sin perder la calma.

    Finalmente, fue Myrrh quien cedió primero. La presencia del dragón se retiró como una tormenta apaciguándose, dejando espacio para que Zaryna emergiera. Su despertar fue lento y doloroso, como el hielo resquebrajándose tras un invierno interminable. Sintio primero el peso de su cuerpo, luego el aire pesado y cargado de ceniza, y finalmente la conciencia completa. Sus ojos, rojos como brasas dormidas, se abrieron con dificultad.

    La figura ante ella era desconocida, una silueta envuelta en una capa de sombras que parecía casi un espectro entre las ruinas.

    —Eres tú. —Dijo la figura, su voz cargada de significado que Zaryna no podía descifrar de inmediato.

    Ella no respondió de inmediato. Todavía estaba reuniendo los fragmentos de su ser, intentando comprender dónde terminaba ella y comenzaba la corrupción que había impregnado cada parte de su alma.

    —¿Por qué? —Fue todo lo que logró decir, su voz ronca, como si hubiera olvidado cómo hablar.

    La figura no respondió, al menos no con palabras. Extendieron una mano hacia ella, un gesto que no era de mando ni de amenaza, sino de algo más profundo: comprensión. En ese instante, Zaryna sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: duda, no sobre sí misma, sino sobre el mundo a su alrededor. Quién era esta figura y por qué había llegado hasta ella era un misterio que no sabía si queria resolver.

    Por ahora, el letargo había terminado, y con ello, el comienzo de algo nuevo, incierto y cargado de posibilidades que no estaba segura de querer enfrentar. Pero no había otra opción. La chispa de humanidad en su interior había parpadeado, y aunque débil, aún ardía.
    𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𝘌𝘭 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘳. El letargo era un refugio y una prisión. En la vasta oscuridad de su interior, Zaryna flotaba, como una hoja atrapada en aguas quietas, incapaz de moverse hacia la superficie. Había cedido, no por cobardía, sino por necesidad. La chispa de humanidad que aún ardía en su corazón estaba al borde de extinguirse, y su última acción antes de entregarse al sueño fue protegerla, ocultándola tras las garras de Myrrh, su padre y protector, ahora tan contaminado como ella. —Dormiré... —Se había dicho entonces.— ...Hasta que la escarcha en mi alma vuelva a sentir algo más que este vacío. —Pero el vacío no se llenó, ni la calma llegó con el sueño. A través del letargo, Zaryna era una sombra atrapada en su propio ser, observando con horror cómo Myrrh desataba su furia en el castillo que había sido su cárcel. Las llamas de su corrupción y su dolor consumieron las paredes y las almas que una vez la atormentaron. Había justicia en ese caos, pero también había desesperación. Meses, o quizá años, pasaron sin medida mientras Myrrh caminaba entre los escombros humeantes, portando el cuerpo de Zaryna como una armadura fracturada. Las huellas que dejaban eran tanto suyas como de él, marcadas por escamas quebradas y ceniza que caía como polvo en un paisaje de ruinas. Y aunque la libertad era dulce, sabía que también era incompleta. La corrupción era una jaula que ni siquiera el caos de Myrrh podía romper. Fue entonces, cuando el tiempo había perdido su forma y los ecos del castillo destruido eran un susurro lejano, que algo la despertó. Al principio, fue un tirón en su conciencia, como un leve movimiento en un lago helado. Una voz, ajena y desconocida, atravesó la neblina. No era una llamada brusca ni un grito, sino un murmullo cargado de intención. —Despierta. La palabra penetró las capas de su letargo, reverberando como una campana en un sueño profundo. Al principio, Zaryna resistió. Volver significaba enfrentar el dolor que había tratado de enterrar. Significaba abrir los ojos a un mundo que ya no podía reconocer y a una versión de sí misma que no quería aceptar. —Despierta. —Insistió la voz, más firme esta vez, pero sin perder la calma. Finalmente, fue Myrrh quien cedió primero. La presencia del dragón se retiró como una tormenta apaciguándose, dejando espacio para que Zaryna emergiera. Su despertar fue lento y doloroso, como el hielo resquebrajándose tras un invierno interminable. Sintio primero el peso de su cuerpo, luego el aire pesado y cargado de ceniza, y finalmente la conciencia completa. Sus ojos, rojos como brasas dormidas, se abrieron con dificultad. La figura ante ella era desconocida, una silueta envuelta en una capa de sombras que parecía casi un espectro entre las ruinas. —Eres tú. —Dijo la figura, su voz cargada de significado que Zaryna no podía descifrar de inmediato. Ella no respondió de inmediato. Todavía estaba reuniendo los fragmentos de su ser, intentando comprender dónde terminaba ella y comenzaba la corrupción que había impregnado cada parte de su alma. —¿Por qué? —Fue todo lo que logró decir, su voz ronca, como si hubiera olvidado cómo hablar. La figura no respondió, al menos no con palabras. Extendieron una mano hacia ella, un gesto que no era de mando ni de amenaza, sino de algo más profundo: comprensión. En ese instante, Zaryna sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: duda, no sobre sí misma, sino sobre el mundo a su alrededor. Quién era esta figura y por qué había llegado hasta ella era un misterio que no sabía si queria resolver. Por ahora, el letargo había terminado, y con ello, el comienzo de algo nuevo, incierto y cargado de posibilidades que no estaba segura de querer enfrentar. Pero no había otra opción. La chispa de humanidad en su interior había parpadeado, y aunque débil, aún ardía.
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  • 𓂀 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𓂀

    El lugar parecía detenido en un tiempo que ya nadie recordaba. Columnas caídas yacen dispersas como huesos de un gigante olvidado, cubiertas de un musgo frío que crece sin prisa. La luz de la luna filtraba su pálida claridad a través de los huecos de un techo inexistente, proyectando sombras entre los arcos rotos. El aire estaba impregnado de humedad y un leve olor a tierra vieja, mezclado con el silencio que sólo los lugares abandonados saben guardar.

    En el centro de aquel vacío, permanecía de pie, inmóvil como una estatua, apenas un resplandor oscuro contra el paisaje desolado. Su manto caía sobre ella como una extensión de las sombras mismas, abrazándola y convirtiéndola en parte de la penumbra. En su mano derecha sostenía un medallón antiguo, frío al tacto, sus runas apenas visibles bajo la tenue luz, vibrando suavemente con una energía que ella podía sentir más que ver.

    Sus ojos, que brillaban con la intensidad de brasas vivas, estaban fijos en el horizonte, más allá de las ruinas. Observaba algo que no estaba allí, un punto perdido en la maraña de pensamientos que la mantenían atrapada. Un susurro interno le hablaba, no con palabras, sino con emociones que se enredaban entre la culpa, la determinación y un vacío que nunca terminaba de llenarse.

    Sus dedos trazaron los grabados del medallón, una caricia ausente que buscaba consuelo en lo que ya no podía ofrecerle respuestas. "Equilibrio..." murmuró, apenas un eco de voz que se perdió antes de alcanzar las paredes. La palabra cargaba un peso que resonaba en cada fibra de su ser, como una oración a un dios que no respondería.

    El viento, frío y delicado, sopló entre las ruinas, acariciando su rostro descubierto. Una rareza para ella, dejar a la intemperie los rasgos que casi siempre permanecían ocultos tras la máscara. Aquello no era un acto de confianza, sino de agotamiento. ¿Qué más podía esconder en un lugar donde nadie vendría a mirar?

    Alzó la vista al cielo, donde las estrellas titilaban indiferentes, como ojos eternos que habían visto más de lo que ella jamás podría comprender. Allí, entre las luces del firmamento, se permitió un instante de vulnerabilidad, un pequeño respiro para la tormenta que llevaba dentro. Su mente volvía a las mismas preguntas, las mismas sombras que nunca se apartaban del todo. ¿Había luz suficiente para compensar las penumbras? ¿Había un final en la balanza que pesaba sobre su existencia?

    La brisa murió lentamente, dejando el aire inmóvil una vez más. Y Moiril, con una calma tensa y una mirada cargada de significado, cerró los ojos. La soledad del lugar la envolvía, pero no la asfixiaba. Era familiar, casi un refugio, aunque lleno de cicatrices que ella misma había tallado.

    La quietud era casi tangible, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse para observarla. Con los ojos cerrados, podía sentir la textura del lugar en su piel, la rugosidad del aire cargado de historia y las vibraciones imperceptibles que susurraban secretos de lo que una vez fue. Cada grieta en las piedras parecía murmurar una verdad olvidada, y ella, en su inmovilidad, las escuchaba.

    Su mente, sin embargo, era cualquier cosa menos tranquila. Imágenes dispersas cruzaban su conciencia: rostros que apenas podía recordar, risas que sonaban huecas y gritos que se desvanecían antes de completarse. Fragmentos de un pasado que ella nunca había podido recomponer, como pedazos de un espejo roto donde la luz y la oscuridad se reflejaban indistintas.

    Una lágrima silenciosa comenzó a formarse, deslizando un rastro helado por su mejilla, apenas visible en la penumbra. No era debilidad, ni arrepentimiento; era la manifestación de un peso que no podía ser ignorado. Con un gesto lento, casi ritual, sus dedos buscaron la máscara que descansaba cerca, su superficie fría y lisa como un eco del vacío que llevaba dentro. Se detuvo un instante, mirándola, como si el reflejo distorsionado en el metal pudiera devolverle algo perdido.

    Finalmente, se la colocó con precisión, ajustándola hasta que encajó perfectamente, ocultando su rostro y dejando en su lugar un enigma impenetrable. No era un acto de cobardía, sino una decisión consciente de apartar el dolor de la vista del mundo. La máscara era su escudo, un límite que nadie podía atravesar, una forma de mantenerse intacta en medio de las ruinas que la rodeaban.
    𓂀 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𓂀 El lugar parecía detenido en un tiempo que ya nadie recordaba. Columnas caídas yacen dispersas como huesos de un gigante olvidado, cubiertas de un musgo frío que crece sin prisa. La luz de la luna filtraba su pálida claridad a través de los huecos de un techo inexistente, proyectando sombras entre los arcos rotos. El aire estaba impregnado de humedad y un leve olor a tierra vieja, mezclado con el silencio que sólo los lugares abandonados saben guardar. En el centro de aquel vacío, permanecía de pie, inmóvil como una estatua, apenas un resplandor oscuro contra el paisaje desolado. Su manto caía sobre ella como una extensión de las sombras mismas, abrazándola y convirtiéndola en parte de la penumbra. En su mano derecha sostenía un medallón antiguo, frío al tacto, sus runas apenas visibles bajo la tenue luz, vibrando suavemente con una energía que ella podía sentir más que ver. Sus ojos, que brillaban con la intensidad de brasas vivas, estaban fijos en el horizonte, más allá de las ruinas. Observaba algo que no estaba allí, un punto perdido en la maraña de pensamientos que la mantenían atrapada. Un susurro interno le hablaba, no con palabras, sino con emociones que se enredaban entre la culpa, la determinación y un vacío que nunca terminaba de llenarse. Sus dedos trazaron los grabados del medallón, una caricia ausente que buscaba consuelo en lo que ya no podía ofrecerle respuestas. "Equilibrio..." murmuró, apenas un eco de voz que se perdió antes de alcanzar las paredes. La palabra cargaba un peso que resonaba en cada fibra de su ser, como una oración a un dios que no respondería. El viento, frío y delicado, sopló entre las ruinas, acariciando su rostro descubierto. Una rareza para ella, dejar a la intemperie los rasgos que casi siempre permanecían ocultos tras la máscara. Aquello no era un acto de confianza, sino de agotamiento. ¿Qué más podía esconder en un lugar donde nadie vendría a mirar? Alzó la vista al cielo, donde las estrellas titilaban indiferentes, como ojos eternos que habían visto más de lo que ella jamás podría comprender. Allí, entre las luces del firmamento, se permitió un instante de vulnerabilidad, un pequeño respiro para la tormenta que llevaba dentro. Su mente volvía a las mismas preguntas, las mismas sombras que nunca se apartaban del todo. ¿Había luz suficiente para compensar las penumbras? ¿Había un final en la balanza que pesaba sobre su existencia? La brisa murió lentamente, dejando el aire inmóvil una vez más. Y Moiril, con una calma tensa y una mirada cargada de significado, cerró los ojos. La soledad del lugar la envolvía, pero no la asfixiaba. Era familiar, casi un refugio, aunque lleno de cicatrices que ella misma había tallado. La quietud era casi tangible, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse para observarla. Con los ojos cerrados, podía sentir la textura del lugar en su piel, la rugosidad del aire cargado de historia y las vibraciones imperceptibles que susurraban secretos de lo que una vez fue. Cada grieta en las piedras parecía murmurar una verdad olvidada, y ella, en su inmovilidad, las escuchaba. Su mente, sin embargo, era cualquier cosa menos tranquila. Imágenes dispersas cruzaban su conciencia: rostros que apenas podía recordar, risas que sonaban huecas y gritos que se desvanecían antes de completarse. Fragmentos de un pasado que ella nunca había podido recomponer, como pedazos de un espejo roto donde la luz y la oscuridad se reflejaban indistintas. Una lágrima silenciosa comenzó a formarse, deslizando un rastro helado por su mejilla, apenas visible en la penumbra. No era debilidad, ni arrepentimiento; era la manifestación de un peso que no podía ser ignorado. Con un gesto lento, casi ritual, sus dedos buscaron la máscara que descansaba cerca, su superficie fría y lisa como un eco del vacío que llevaba dentro. Se detuvo un instante, mirándola, como si el reflejo distorsionado en el metal pudiera devolverle algo perdido. Finalmente, se la colocó con precisión, ajustándola hasta que encajó perfectamente, ocultando su rostro y dejando en su lugar un enigma impenetrable. No era un acto de cobardía, sino una decisión consciente de apartar el dolor de la vista del mundo. La máscara era su escudo, un límite que nadie podía atravesar, una forma de mantenerse intacta en medio de las ruinas que la rodeaban.
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  • Si que el día está demaciado tranquilo espero y no sea solo un espejismo porque días así solo traen tormentas de desgracia
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    https://www.tiktok.com/@derrastta/video/7212716479119297798?lang=es&q=vergil%20memes&t=1737570179745

    Yo soy...la tormenta que se acerca...
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    - Gorou, Aether y Zhongli...necesito otra alma desgraciada a la cual atormentar con los vestiditos de Maid, quién será el siguiente (??)
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  • Capítulo #5: La gran guerra nupcial. Parte #2.

    La guerra se desató... la familia del zar apenas lograron escapar de la encerrona que supuso la boda falsa, y de la zarevna descarriada y el traidor de su sirviente no se supo más... esto hizo que la tensa paz artificial entre las dos naciones finalmente rompiera su último hilo que la mantenía, iniciando la gran guerra. Este conflicto duró 300 años completos, en los cuales las grandes batallas en cielo mar y tierra se libraron. Poderosos hechizos y la más avanzada tecnología militar se desplegaron, aeronaves y dragones surcaban los cielos desatando bombas y bolas de fuego sobre la población y derramando sangre combatiente y civil por igual en ambos frentes. Durante años ambos bandos mantenían un estira y afloja en el campo de batalla, mientras que sus científicos y magos desarrollaban nuevas tecnología y rituales para tratar de derrotar a sus enemigos. Bases caían, los cadáveres se acumulaban y la miseria caía sobre los más inocentes...
    Entre estas tecnologías, en el tercer siglo de guerra el emperador Claude V, descendiente directo del emperador culpable de esta blasfemia contra la humanidad, ordenó usar un horrendo tomo antiguo recuperado de una misteriosa capilla negra en los territorios de la perdida civilización de Saionia; un grimorio negro azabache con el que lograron invocar y domar horrendos demonios llamados Formoire; gigantes de fuego y azufre nacidos de apócrifos ritos de sangre y orgías, con grandes astas, ojos llenos de locura y odio, gigantescas alas negras como la noche durante una tormenta y armados con enormes tridentes de hierro incandescente.
    Los Krassnos no se quedaron atrás, pues el Zar en curso, Nicolai Nicolaiev II ordenó l aconstrucción de las unidades de combate "Bogatyr"; colosales trajes de combate armados hasta los dientes capaces de causar la cantidad de daño que un escuadrón militar completo podría, apenas tripulados por un puñado de soldados...
    Y el agujero oscuro en el cielo sigue siendo ignorado... ahora es tan grande para que una persona quepa a través de él... y una gota de un líquido negro cayó casi al mismo tiempo que los demonios y las máquinas pisaron la tierra para desatar el horror...
    Capítulo #5: La gran guerra nupcial. Parte #2. La guerra se desató... la familia del zar apenas lograron escapar de la encerrona que supuso la boda falsa, y de la zarevna descarriada y el traidor de su sirviente no se supo más... esto hizo que la tensa paz artificial entre las dos naciones finalmente rompiera su último hilo que la mantenía, iniciando la gran guerra. Este conflicto duró 300 años completos, en los cuales las grandes batallas en cielo mar y tierra se libraron. Poderosos hechizos y la más avanzada tecnología militar se desplegaron, aeronaves y dragones surcaban los cielos desatando bombas y bolas de fuego sobre la población y derramando sangre combatiente y civil por igual en ambos frentes. Durante años ambos bandos mantenían un estira y afloja en el campo de batalla, mientras que sus científicos y magos desarrollaban nuevas tecnología y rituales para tratar de derrotar a sus enemigos. Bases caían, los cadáveres se acumulaban y la miseria caía sobre los más inocentes... Entre estas tecnologías, en el tercer siglo de guerra el emperador Claude V, descendiente directo del emperador culpable de esta blasfemia contra la humanidad, ordenó usar un horrendo tomo antiguo recuperado de una misteriosa capilla negra en los territorios de la perdida civilización de Saionia; un grimorio negro azabache con el que lograron invocar y domar horrendos demonios llamados Formoire; gigantes de fuego y azufre nacidos de apócrifos ritos de sangre y orgías, con grandes astas, ojos llenos de locura y odio, gigantescas alas negras como la noche durante una tormenta y armados con enormes tridentes de hierro incandescente. Los Krassnos no se quedaron atrás, pues el Zar en curso, Nicolai Nicolaiev II ordenó l aconstrucción de las unidades de combate "Bogatyr"; colosales trajes de combate armados hasta los dientes capaces de causar la cantidad de daño que un escuadrón militar completo podría, apenas tripulados por un puñado de soldados... Y el agujero oscuro en el cielo sigue siendo ignorado... ahora es tan grande para que una persona quepa a través de él... y una gota de un líquido negro cayó casi al mismo tiempo que los demonios y las máquinas pisaron la tierra para desatar el horror...
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