“La Corona de Fuego y Sangre: Rhaenyra y el Príncipe del Alba”
Año 111 DC, Poniente
En la sala del Trono de Hierro, aquella pesada estructura forjada en las llamas del legendario Balerion, se sentaron dos figuras que marcaron el renacer del linaje Targaryen en tiempos oscuros y turbulentos.
Ella, Rhaenyra Targaryen, apenas una adolescente, de mirada feroz y melancólica, portaba el peso de ser la primera mujer con derecho a reclamar el Trono de Hierro, aunque el patriarcado y las intrigas de la corte se opusieran con uñas y dientes.
A su lado, un pequeño niño de cabello plateado y ojos violeta profundo, su hermano menor y legítimo heredero varón, Baelon II Targaryen, conocido como “El Príncipe del Alba”, descansaba con la inocencia que solo los bebés poseen, pero ya destinado a ser un rey de leyenda.
La dupla parecía un símbolo imposible, un fuego doble que desafía las sombras del pasado y las amenazas del presente.
Crónica del Trono Ardiente:
“La Corona de Fuego y Sangre: Rhaenyra y el Príncipe del Alba”
Año 111 DC, Poniente
En la sala del Trono de Hierro, aquella pesada estructura forjada en las llamas del legendario Balerion, se sentaron dos figuras que marcaron el renacer del linaje Targaryen en tiempos oscuros y turbulentos.
Ella, Rhaenyra Targaryen, apenas una adolescente, de mirada feroz y melancólica, portaba el peso de ser la primera mujer con derecho a reclamar el Trono de Hierro, aunque el patriarcado y las intrigas de la corte se opusieran con uñas y dientes.
A su lado, un pequeño niño de cabello plateado y ojos violeta profundo, su hermano menor y legítimo heredero varón, Baelon II Targaryen, conocido como “El Príncipe del Alba”, descansaba con la inocencia que solo los bebés poseen, pero ya destinado a ser un rey de leyenda.
La dupla parecía un símbolo imposible, un fuego doble que desafía las sombras del pasado y las amenazas del presente.
"Sigue haciendo frío. Cuando llegué, el dueño anterior me aseguró que esta casa guardaba bien el calor… pero el viento se pasa por las grietas con demasiada facilidad. Hoy no me queda más opción que salir a buscar leña para la chimenea. Quizás, al volver, me sirva una taza de café. Ya que aún me esperan mis libros de invocación, y no puedo darme el lujo de quedarme dormida."
"Este bosque, incluso en calma, algo oculta. El bosque que rodea mi hogar es silencioso… pero nunca está del todo en reposo. A veces, entre los árboles, juro ver sombras que no pertenecen al viento, o escuchar pasos que no son míos. Tiene una belleza antigua, de esas que no buscan agradar, más bien imponer respeto. Hay algo en su interior que me observa, no con malicia, mejor dicho con una curiosidad que no puedo entender del todo."
"Sigue haciendo frío. Cuando llegué, el dueño anterior me aseguró que esta casa guardaba bien el calor… pero el viento se pasa por las grietas con demasiada facilidad. Hoy no me queda más opción que salir a buscar leña para la chimenea. Quizás, al volver, me sirva una taza de café. Ya que aún me esperan mis libros de invocación, y no puedo darme el lujo de quedarme dormida."
"Este bosque, incluso en calma, algo oculta. El bosque que rodea mi hogar es silencioso… pero nunca está del todo en reposo. A veces, entre los árboles, juro ver sombras que no pertenecen al viento, o escuchar pasos que no son míos. Tiene una belleza antigua, de esas que no buscan agradar, más bien imponer respeto. Hay algo en su interior que me observa, no con malicia, mejor dicho con una curiosidad que no puedo entender del todo."
Las hojas crujían bajo sus pies mientras el bosque ardía. Lenguas de fuego danzaban por los árboles como serpientes hambrientas, tiñendo el cielo de un rojo feroz. El humo era denso, caliente, y convertía todo en una neblina sofocante. Pero entre las llamas y el caos, una silueta infantil se movía con firmeza, sin miedo.
★¡Vamos, Don Niebla! ¡Por allá escuché a más pequeñines! —gritó el pequeño vagabundo, con las mejillas sucias de hollín y los ojos brillando de determinación.
Don Niebla, siempre elegante incluso en medio del desastre, caminaba con sus largas zancadas inhumanas, protegiendo con su cuerpo a dos pequeñas criaturas acurrucadas en sus brazos: los conejitos alados que habían rescatado antes. Su máscara de porcelana, con su eterna expresión pintada de payaso triste, parecía aún más fantasmal con el reflejo del fuego.
El pequeño, con una mano sujetado al abrigo de Don Niebla y la otra extendida al frente, conjuraba una a una burbujas transparentes y chispeantes como discos de agua.
★¡¡Disck-Disck splash!! —exclamó, lanzando una ráfaga de burbujas hacia un árbol que estaba por caer en llamas. Las burbujas estallaron en ondas de energía acuosa, frenando el fuego lo suficiente para abrir un camino.
Ambos se abrieron paso entre los árboles humeantes, siguiendo los chillidos asustados de más criaturas. Don Niebla se agachó para permitir que un ciervo con alas rotas y un par de zorros diminutos se ocultaran bajo su abrigo. El pequeño vagabundo chasqueó la lengua, agitando la brújula rota colgando de su bolsa.
★¡Dice que para allá hay más amigos! ¡Vamos, vamos! —dijo sin detenerse, jadeando de la emoción, no del miedo.
A medida que la noche caía sobre el bosque carbonizado, la silueta de un niño de cabello alborotado y su enorme guardián brumoso desaparecían entre las brasas, llevando a salvo a un pequeño ejército de criaturas que, en otro mundo, no habrían tenido salvación.
El viento trajo un murmullo confuso desde las sombras de la espesura.
susurró Don Niebla con una voz que nadie más podría entender.
Pero el pequeño vagabundo simplemente sonrió.
★¡Lo hicimos bien, amigo! ¡Nos ganamos cena extra esta noche!
Las hojas crujían bajo sus pies mientras el bosque ardía. Lenguas de fuego danzaban por los árboles como serpientes hambrientas, tiñendo el cielo de un rojo feroz. El humo era denso, caliente, y convertía todo en una neblina sofocante. Pero entre las llamas y el caos, una silueta infantil se movía con firmeza, sin miedo.
★¡Vamos, Don Niebla! ¡Por allá escuché a más pequeñines! —gritó el pequeño vagabundo, con las mejillas sucias de hollín y los ojos brillando de determinación.
Don Niebla, siempre elegante incluso en medio del desastre, caminaba con sus largas zancadas inhumanas, protegiendo con su cuerpo a dos pequeñas criaturas acurrucadas en sus brazos: los conejitos alados que habían rescatado antes. Su máscara de porcelana, con su eterna expresión pintada de payaso triste, parecía aún más fantasmal con el reflejo del fuego.
El pequeño, con una mano sujetado al abrigo de Don Niebla y la otra extendida al frente, conjuraba una a una burbujas transparentes y chispeantes como discos de agua.
★¡¡Disck-Disck splash!! —exclamó, lanzando una ráfaga de burbujas hacia un árbol que estaba por caer en llamas. Las burbujas estallaron en ondas de energía acuosa, frenando el fuego lo suficiente para abrir un camino.
Ambos se abrieron paso entre los árboles humeantes, siguiendo los chillidos asustados de más criaturas. Don Niebla se agachó para permitir que un ciervo con alas rotas y un par de zorros diminutos se ocultaran bajo su abrigo. El pequeño vagabundo chasqueó la lengua, agitando la brújula rota colgando de su bolsa.
★¡Dice que para allá hay más amigos! ¡Vamos, vamos! —dijo sin detenerse, jadeando de la emoción, no del miedo.
A medida que la noche caía sobre el bosque carbonizado, la silueta de un niño de cabello alborotado y su enorme guardián brumoso desaparecían entre las brasas, llevando a salvo a un pequeño ejército de criaturas que, en otro mundo, no habrían tenido salvación.
El viento trajo un murmullo confuso desde las sombras de la espesura.
† ᴷʳᵉʰ... ᴸᵒˢ ᵛⁱᵛᵒˢ... ⁿᵒ ᵈᵉᵇᵉʳⁱᵃⁿ ᵐᵒʳⁱʳ ˢᵒˡᵒˢ... —
susurró Don Niebla con una voz que nadie más podría entender.
Pero el pequeño vagabundo simplemente sonrió.
★¡Lo hicimos bien, amigo! ¡Nos ganamos cena extra esta noche!
Séptimo año. Casa reservada. Mente afilada.
Thomas pertenece a una de las familias mágicas más influyentes, pero lo suyo no es la fama ni las apariencias. Mientras otros buscan destacar, él observa en silencio desde las sombras del castillo, donde el verdadero poder se mueve sin alardes.
Discreto, meticuloso y más inteligente de lo que deja ver, Thomas ha aprendido que en Hogwarts la información vale más que los hechizos... y que los secretos, bien guardados, son la mejor defensa.
Semidiosa de mirada firme y corazón indomable.
Forjada entre entrenamiento y profecías, Calista no es solo una guerrera: es la advertencia antes de la tormenta. Hija del mito, heredera de un destino que aún se escribe con sangre, acero y voluntad.
Leal hasta la médula, letal cuando hace falta, y con una conexión antigua con las fuerzas que rigen los cielos y la tierra. En los campos de batalla del Campamento Mestizo o más allá, su nombre no se olvida.
¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo.
Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!
Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil:
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🎉 Denle una cálida bienvenida a...
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Séptimo año. Casa reservada. Mente afilada.
Thomas pertenece a una de las familias mágicas más influyentes, pero lo suyo no es la fama ni las apariencias. Mientras otros buscan destacar, él observa en silencio desde las sombras del castillo, donde el verdadero poder se mueve sin alardes.
Discreto, meticuloso y más inteligente de lo que deja ver, Thomas ha aprendido que en Hogwarts la información vale más que los hechizos... y que los secretos, bien guardados, son la mejor defensa.
ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [fusion_copper_mouse_857]
Semidiosa de mirada firme y corazón indomable.
Forjada entre entrenamiento y profecías, Calista no es solo una guerrera: es la advertencia antes de la tormenta. Hija del mito, heredera de un destino que aún se escribe con sangre, acero y voluntad.
Leal hasta la médula, letal cuando hace falta, y con una conexión antigua con las fuerzas que rigen los cielos y la tierra. En los campos de batalla del Campamento Mestizo o más allá, su nombre no se olvida.
👋 ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo.
🧙♀️ Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!
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El lúgubre silencio se había apoderado del pasillo y el cuerpo de la criatura yacía inerte después de que la filosa espada de su novia atravesara esa forma retorcida, antinatural y dónde había una mandíbula de serpiente que parecía desafiar toda lógica ahora dejaba a la vista su forma original,el de una joven pasante que buscaba la mirada de aquella pareja al ver su vida apagarse dando un último suspiro de inocencia que rompió ese jodido silencio.
La sangre, un rastro macabro parecía guiarlos hacia el cuarto de control. Aarón, con la mandíbula tensa y al escuchar nuevos pasos acercarse rápidamente tomó la muñeca de su conmocionada novia y la llevó consigo dentro de aquel espacio
— ¿Estás bien?
Preguntó con un sutil tacto, realmente no había palabras de aliento y aunque tal vez una sola de esas cosas no era suficiente para hacerle frente a ella de manera física ¿Que había de sus emociones, sus sentimientos al ver correr la sangre de inocentes? La situación era mucho peor de lo que habían imaginado notándose cuando Aarón pudo acceder a las cámaras que mostraban un pandemónium desatado: ataques brutales en los pasillos, sombras danzando en la penumbra, cuerpos cayendo inertes y una marea creciente de infectados que avanzaba inexorablemente. El enorme edificio, antes un bastión de negocios ahora se convertía en una trampa mortal, un laberinto de corredores llenos de gritos y desesperación mientras la gente huía despavorida, tropezando sobre los caídos, buscando una salida que no parecía existir.
—¿Sabes que son demasiados verdad?
Aarón comenzó a manipular el teclado, aislando las imágenes más impactantes, buscando la forma de enviar una señal al exterior, de pedir ayuda pero realmente sabía porque esa ciudad se mantenía aislada,
— Creo que esto es algo que nos supera por ahora y si… se que no te gusta la idea pero está claro que esto no es algo con lo que debas lidiar tu sola… necesitamos al menos saber bien como se generan esas cosas
Añadió mientras su madura mano se acercaba a la ajena, buscando sostener sus dedos de manera cariñosa hasta entrelazarlos. Así mismo, su mano libre se encargaba de aislar las imágenes de cada una de las diferentes criaturas para que su novia pudiera saber exactamente a qué se enfrentaba mientras que los orbes del masculino se fijaron en un panel secundario y sin titubear presionó de manera discreta uno de los botones dando lugar a un estruendo que en instante selló con varias placas la puerta de la sala de control dejando claro que Aaron había tomado una decisión.
El exterior era un infierno desatado, un apocalipsis en miniatura y ese pequeño espacio aunque una jaula, era la única esperanza, la única forma de mantenerla a salvo aunque fuera a costa de su propia libertad.
El lúgubre silencio se había apoderado del pasillo y el cuerpo de la criatura yacía inerte después de que la filosa espada de su novia atravesara esa forma retorcida, antinatural y dónde había una mandíbula de serpiente que parecía desafiar toda lógica ahora dejaba a la vista su forma original,el de una joven pasante que buscaba la mirada de aquella pareja al ver su vida apagarse dando un último suspiro de inocencia que rompió ese jodido silencio.
La sangre, un rastro macabro parecía guiarlos hacia el cuarto de control. Aarón, con la mandíbula tensa y al escuchar nuevos pasos acercarse rápidamente tomó la muñeca de su conmocionada novia y la llevó consigo dentro de aquel espacio
— ¿Estás bien?
Preguntó con un sutil tacto, realmente no había palabras de aliento y aunque tal vez una sola de esas cosas no era suficiente para hacerle frente a ella de manera física ¿Que había de sus emociones, sus sentimientos al ver correr la sangre de inocentes? La situación era mucho peor de lo que habían imaginado notándose cuando Aarón pudo acceder a las cámaras que mostraban un pandemónium desatado: ataques brutales en los pasillos, sombras danzando en la penumbra, cuerpos cayendo inertes y una marea creciente de infectados que avanzaba inexorablemente. El enorme edificio, antes un bastión de negocios ahora se convertía en una trampa mortal, un laberinto de corredores llenos de gritos y desesperación mientras la gente huía despavorida, tropezando sobre los caídos, buscando una salida que no parecía existir.
—¿Sabes que son demasiados verdad?
Aarón comenzó a manipular el teclado, aislando las imágenes más impactantes, buscando la forma de enviar una señal al exterior, de pedir ayuda pero realmente sabía porque esa ciudad se mantenía aislada,
— Creo que esto es algo que nos supera por ahora y si… se que no te gusta la idea pero está claro que esto no es algo con lo que debas lidiar tu sola… necesitamos al menos saber bien como se generan esas cosas
Añadió mientras su madura mano se acercaba a la ajena, buscando sostener sus dedos de manera cariñosa hasta entrelazarlos. Así mismo, su mano libre se encargaba de aislar las imágenes de cada una de las diferentes criaturas para que su novia pudiera saber exactamente a qué se enfrentaba mientras que los orbes del masculino se fijaron en un panel secundario y sin titubear presionó de manera discreta uno de los botones dando lugar a un estruendo que en instante selló con varias placas la puerta de la sala de control dejando claro que Aaron había tomado una decisión.
El exterior era un infierno desatado, un apocalipsis en miniatura y ese pequeño espacio aunque una jaula, era la única esperanza, la única forma de mantenerla a salvo aunque fuera a costa de su propia libertad.
[Minami.Momokashi01]
-Tras todo lo transcurrido, empecé a sentirme extraño. Me sentía emocional y me frustraban tales sensaciones. Agité mi cabeza evitando pensar. Mi sombra salió a animarme, imitando gestos de cantar. Reí un poco; no parecía una mala idea. Era mejor expresar en una canción ciertas sensaciones para expulsarlas, así no torturar mi alma. Sujeté mi micrófono mientras otras sombras salían de mi cuerpo, posicionándose como si estuviéramos en un juzgado, en el estrado, dando mi declaración, defendiendo y captando el interés del jurado al que interpretaban, dando peso a mi verdad y a mi sentir.- https://youtu.be/c3hJjQDnvY4?si=GNZ0EBkr7ltv32hy
-Tras todo lo transcurrido, empecé a sentirme extraño. Me sentía emocional y me frustraban tales sensaciones. Agité mi cabeza evitando pensar. Mi sombra salió a animarme, imitando gestos de cantar. Reí un poco; no parecía una mala idea. Era mejor expresar en una canción ciertas sensaciones para expulsarlas, así no torturar mi alma. Sujeté mi micrófono mientras otras sombras salían de mi cuerpo, posicionándose como si estuviéramos en un juzgado, en el estrado, dando mi declaración, defendiendo y captando el interés del jurado al que interpretaban, dando peso a mi verdad y a mi sentir.-
https://youtu.be/c3hJjQDnvY4?si=GNZ0EBkr7ltv32hy
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Nikki no era una asesina cualquiera. Su nombre no figuraba en ningún registro, su rostro no aparecía en ninguna cámara. Era un fantasma entre las sombras, un susurro letal que solo se escuchaba cuando ya era demasiado tarde. Y esa noche, en el corazón vibrante de São Paulo, había recibido un nuevo encargo. Uno que cambiaría el equilibrio político de Brasil para siempre.
El objetivo era claro: eliminar al senador Jorge Arantes, un hombre que en la superficie era carismático y patriótico, pero que en realidad tejía una red de corrupción que había atrapado a empresas, jueces y hasta miembros de la policía federal. Sus crímenes no eran un secreto para todos, pero sus alianzas lo hacían intocable… hasta ahora.
Nikki aceptó el trabajo sin preguntas. Ella no juzgaba. No indagaba en motivos personales ni se interesaba por las consecuencias. Solo requería información precisa: rutinas, escoltas, puntos ciegos, acceso. Todo fue entregado en un sobre negro que le dejó un contacto en la recepción de un hotel lujoso. Lo leyó con calma, sentada en el balcón de su habitación, con las luces de la ciudad brillando como constelaciones artificiales a sus pies.
El senador Arantes asistiría a una gala en un teatro histórico. Seguridad reforzada, francotiradores en los techos, detectores de metales, un equipo entero de guardaespaldas. Nikki sonrió con suavidad. Era un desafío, y ella los adoraba.
Pasó los siguientes días moviéndose como una turista más. Con lentes oscuros y acento extranjero, paseaba por los mismos lugares por donde lo haría su presa. Observaba. Analizaba. Estudiaba la rutina de sus guardaespaldas como si fueran coreografías de ballet. Detectó los huecos, los tiempos muertos, la arrogancia del equipo de seguridad que ya se creía invencible. Era todo lo que necesitaba.
La noche del evento, Nikki no usó armas tradicionales. Entró como parte del equipo de catering, con una acreditación falsificada y un moño impecable. Llevaba un pequeño frasco de veneno en la costura de su delantal, una neurotoxina silenciosa que no dejaría rastros en las primeras horas. Durante la cena, esperó su momento. El senador, arrogante como siempre, no dudó en aceptar la copa de vino que ella le ofreció con una sonrisa neutra.
"Obrigado", dijo sin saber que acababa de sellar su destino.
Salió del edificio antes de que comenzaran los discursos. En el baño del personal, se quitó el uniforme, se quitó la peluca y se puso lentes de contacto marrones. En menos de cinco minutos era otra persona. Caminó entre la multitud con calma, su respiración serena, mientras las sirenas comenzaban a sonar a lo lejos.
Horas después, mientras abordaba un vuelo privado hacia Europa, encendió su celular solo para leer un único mensaje: “Trabajo limpio. Depósito recibido.”
Nikki apagó el dispositivo. Se acomodó en el asiento y cerró los ojos, como si solo estuviera dormitando entre cielos tranquilos. Otro nombre menos en la lista. Otra pieza corrupta fuera del tablero. No era justicia. No era venganza. Solo era trabajo. Y Nikki era, sin duda, la mejor.
Un nuevo trabajo – El encargo de Nikki
Nikki no era una asesina cualquiera. Su nombre no figuraba en ningún registro, su rostro no aparecía en ninguna cámara. Era un fantasma entre las sombras, un susurro letal que solo se escuchaba cuando ya era demasiado tarde. Y esa noche, en el corazón vibrante de São Paulo, había recibido un nuevo encargo. Uno que cambiaría el equilibrio político de Brasil para siempre.
El objetivo era claro: eliminar al senador Jorge Arantes, un hombre que en la superficie era carismático y patriótico, pero que en realidad tejía una red de corrupción que había atrapado a empresas, jueces y hasta miembros de la policía federal. Sus crímenes no eran un secreto para todos, pero sus alianzas lo hacían intocable… hasta ahora.
Nikki aceptó el trabajo sin preguntas. Ella no juzgaba. No indagaba en motivos personales ni se interesaba por las consecuencias. Solo requería información precisa: rutinas, escoltas, puntos ciegos, acceso. Todo fue entregado en un sobre negro que le dejó un contacto en la recepción de un hotel lujoso. Lo leyó con calma, sentada en el balcón de su habitación, con las luces de la ciudad brillando como constelaciones artificiales a sus pies.
El senador Arantes asistiría a una gala en un teatro histórico. Seguridad reforzada, francotiradores en los techos, detectores de metales, un equipo entero de guardaespaldas. Nikki sonrió con suavidad. Era un desafío, y ella los adoraba.
Pasó los siguientes días moviéndose como una turista más. Con lentes oscuros y acento extranjero, paseaba por los mismos lugares por donde lo haría su presa. Observaba. Analizaba. Estudiaba la rutina de sus guardaespaldas como si fueran coreografías de ballet. Detectó los huecos, los tiempos muertos, la arrogancia del equipo de seguridad que ya se creía invencible. Era todo lo que necesitaba.
La noche del evento, Nikki no usó armas tradicionales. Entró como parte del equipo de catering, con una acreditación falsificada y un moño impecable. Llevaba un pequeño frasco de veneno en la costura de su delantal, una neurotoxina silenciosa que no dejaría rastros en las primeras horas. Durante la cena, esperó su momento. El senador, arrogante como siempre, no dudó en aceptar la copa de vino que ella le ofreció con una sonrisa neutra.
"Obrigado", dijo sin saber que acababa de sellar su destino.
Salió del edificio antes de que comenzaran los discursos. En el baño del personal, se quitó el uniforme, se quitó la peluca y se puso lentes de contacto marrones. En menos de cinco minutos era otra persona. Caminó entre la multitud con calma, su respiración serena, mientras las sirenas comenzaban a sonar a lo lejos.
Horas después, mientras abordaba un vuelo privado hacia Europa, encendió su celular solo para leer un único mensaje: “Trabajo limpio. Depósito recibido.”
Nikki apagó el dispositivo. Se acomodó en el asiento y cerró los ojos, como si solo estuviera dormitando entre cielos tranquilos. Otro nombre menos en la lista. Otra pieza corrupta fuera del tablero. No era justicia. No era venganza. Solo era trabajo. Y Nikki era, sin duda, la mejor.
El agente vigila la oscuridad
como si de un criminal se tratara.
Quizás era un criminal que aún no
había cometido un crimen; uno de las sombras
y más allá de la imaginación humana.
Bajo la luna pálida y muerta,
viajaba por sendas que no existían, dejando al ingenuo agente atrás, pues no sabía en qué se metía.
Viajaba hacia un reino de piedra y tiempo congelado, donde el aire mismo era un sentimiento gris.
Las puertas gimieron al ser tocadas
después de siglos; como una novia virgen
esperando a su amante en una noche nupcial
y sintiendo con pasión la llegada de su señor.
Oh, Orlok, ¿Porqué tuviste que ser tan descuidado?
Dejándote consumir por la codicia de tu alma perdida y por la avaricia de tus deseos.
Dejando que el sentimiento que ha marcado a muchas generaciones en la perdición
y a pocos en la salvación te marchitara.
¿No era suficiente el poder?
¿Que hay de atractivo en querer?
Tu alma seguía vacía, pues nada podría reemplazarla.
Nada podría hacerte sentir vivo, amado o deseado.
Tu soledad era tu eterna condena, porque lo que está maldito nunca conocería la felicidad
Pero desafiaste al destino, erróneamente.
Y sólo me pregunto, ¿Valió la pena?
──────────
Una de las obras favoritas de Asher, amaba escribir sobre lo que interfería en su pensamiento cotidiano.
Cerró su libro de escritos luego de haberla recitado en voz baja para sí mismo. Era como tener una lectura agradable antes de seguir con su noche tranquila.
#Hobbie
#Writer
──────────
───────────────
𓄴ㅤ𝐎𝐃𝐄 𝐀𝐃 𝐍𝐎𝐒𝐅𝐄𝐑𝐀𝐓𝐔
El agente vigila la oscuridad
como si de un criminal se tratara.
Quizás era un criminal que aún no
había cometido un crimen; uno de las sombras
y más allá de la imaginación humana.
Bajo la luna pálida y muerta,
viajaba por sendas que no existían, dejando al ingenuo agente atrás, pues no sabía en qué se metía.
Viajaba hacia un reino de piedra y tiempo congelado, donde el aire mismo era un sentimiento gris.
Las puertas gimieron al ser tocadas
después de siglos; como una novia virgen
esperando a su amante en una noche nupcial
y sintiendo con pasión la llegada de su señor.
Oh, Orlok, ¿Porqué tuviste que ser tan descuidado?
Dejándote consumir por la codicia de tu alma perdida y por la avaricia de tus deseos.
Dejando que el sentimiento que ha marcado a muchas generaciones en la perdición
y a pocos en la salvación te marchitara.
¿No era suficiente el poder?
¿Que hay de atractivo en querer?
Tu alma seguía vacía, pues nada podría reemplazarla.
Nada podría hacerte sentir vivo, amado o deseado.
Tu soledad era tu eterna condena, porque lo que está maldito nunca conocería la felicidad
Pero desafiaste al destino, erróneamente.
Y sólo me pregunto, ¿Valió la pena?
──────────
Una de las obras favoritas de Asher, amaba escribir sobre lo que interfería en su pensamiento cotidiano.
Cerró su libro de escritos luego de haberla recitado en voz baja para sí mismo. Era como tener una lectura agradable antes de seguir con su noche tranquila.
Con pasos decididos y un brillo heroico en los ojos, el Pequeño Vagabundo avanzaba por el sendero de piedras rotas, alzando en alto su brújula rota como si de un tesoro mágico se tratase. El cristal estaba rayado, la aguja giraba sin sentido fijo… pero para él, cada vuelta era una señal, cada titubeo una promesa.
—¡No te preocupes, quien sea que esté en apuros! —gritó al viento con una mano en forma de bocina frente a su boca—. ¡El Pequeño Vagabundo va en caminooo!
Saltó por encima de una raíz retorcida con una risa sonora, como si fuera un caballero cruzando un puente levadizo invisible. En su mente, la señal de auxilio había sido clarísima: una hoja girando en el aire, un reflejo entre los árboles, el leve crujido de algo… algo importante. ¡Eso bastaba!
—La brújula dijo que era por aquí —susurró con seguridad mientras daba golpecitos a la tapa con el pulgar—. ¡Y si no lo dijo, yo lo decidí! ¡Lo mismo da!
Su compañero, la criatura sin nombre aún, lo seguía desde las sombras. No hacía ruido, pero su silueta se mantenía cerca, como un reflejo borroso que se negaba a separarse del niño.
El paisaje, sin embargo, empezaba a cambiar.
Los árboles se volvían más pequeños, más delgados, como agujas negras clavadas en la tierra. La luz del sol se filtraba como si lo hiciera a través de un velo húmedo y antiguo. El aire tenía un sabor extraño, como hierro y sal. Y al fondo, en el mar, se levantaba una estructura imponente, con forma de caparazón y paredes que parecían respirar.
Gigantesca, silenciosa… hambrienta.
Pero el Pequeño Vagabundo no se detuvo. Su sonrisa era pura, su alegría un faro que iluminaba incluso las grietas más oscuras. La mochila le rebotaba a la espalda y los cordones de sus zapatos estaban desatados, pero eso no importaba. Su brújula brilló por un instante con un destello incomprensible.
—¡Ya casi llegamos! ¡Yo te oigo! ¡Espera un poquito más! —gritó alegremente.
Pero él no temía. En su cabeza el iba a ayudar. Porque esa era su promesa.
Con pasos decididos y un brillo heroico en los ojos, el Pequeño Vagabundo avanzaba por el sendero de piedras rotas, alzando en alto su brújula rota como si de un tesoro mágico se tratase. El cristal estaba rayado, la aguja giraba sin sentido fijo… pero para él, cada vuelta era una señal, cada titubeo una promesa.
—¡No te preocupes, quien sea que esté en apuros! —gritó al viento con una mano en forma de bocina frente a su boca—. ¡El Pequeño Vagabundo va en caminooo!
Saltó por encima de una raíz retorcida con una risa sonora, como si fuera un caballero cruzando un puente levadizo invisible. En su mente, la señal de auxilio había sido clarísima: una hoja girando en el aire, un reflejo entre los árboles, el leve crujido de algo… algo importante. ¡Eso bastaba!
—La brújula dijo que era por aquí —susurró con seguridad mientras daba golpecitos a la tapa con el pulgar—. ¡Y si no lo dijo, yo lo decidí! ¡Lo mismo da!
Su compañero, la criatura sin nombre aún, lo seguía desde las sombras. No hacía ruido, pero su silueta se mantenía cerca, como un reflejo borroso que se negaba a separarse del niño.
El paisaje, sin embargo, empezaba a cambiar.
Los árboles se volvían más pequeños, más delgados, como agujas negras clavadas en la tierra. La luz del sol se filtraba como si lo hiciera a través de un velo húmedo y antiguo. El aire tenía un sabor extraño, como hierro y sal. Y al fondo, en el mar, se levantaba una estructura imponente, con forma de caparazón y paredes que parecían respirar.
Gigantesca, silenciosa… hambrienta.
Pero el Pequeño Vagabundo no se detuvo. Su sonrisa era pura, su alegría un faro que iluminaba incluso las grietas más oscuras. La mochila le rebotaba a la espalda y los cordones de sus zapatos estaban desatados, pero eso no importaba. Su brújula brilló por un instante con un destello incomprensible.
—¡Ya casi llegamos! ¡Yo te oigo! ¡Espera un poquito más! —gritó alegremente.
Pero él no temía. En su cabeza el iba a ayudar. Porque esa era su promesa.