• — ¿Será que sólo en sueños nos volveremos a ver? —
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  • Un étrange café.
    Fandom oc
    Categoría Otros
    ℂ𝐡𝐥𝐨𝑒 ⁖⁖

    Era de noche, la oscuridad era perfecta para que se cometieran los actos más atroces, para que los cazadores salieran por sus presas y para que estas se ocultaran.

    Algo así es lo que sucedía en este momento. El dragón había ido en caza de ciertas personas que cometieron un acto en contra de su cliente, uno cuya pena era la muerte.

    ¿Le importaba? No, sólo lo hacía por las joyas prometidas, unas que le habían gustado a Seryn su pequeña hermana, y sólo eso era necesario para que derramara sangre sin dudarlo.

    Se supone que sus objetivos eran los dueños de una cafetería en lo que sería su tierra natal, Francia. Así que decidió hacer una visita, claro, como cliente.

    Debía reconocer el terreno, ver cualquier posible salida de emergencia no contemplada, calcular la distancia de dicho sitio a cualquier punto donde pudieran usar vehículos y escaparse.

    Para eso servía esa noche, era de reconocimiento, y por ello es que decidió tomar asiento en una de las mesas que se encontraban fuera del sitio, como para poder hacer su análisis sin ser descubierto.

    Tampoco quería que su rostro fuese aprendido por dichos dueños, pues tenían fama de paranoicos por sus actos diarios, lo cual sería un problema para el futuro de la misión.

    Como cualquier cliente esperó a que se acercara un mozo para preguntar por su comanda, y entonces fue cuando pidió lo de siempre en esa clase de lugares.

    ── Un café negro, con doble carga y bien caliente. ──
    [Pandemonium.ft] Era de noche, la oscuridad era perfecta para que se cometieran los actos más atroces, para que los cazadores salieran por sus presas y para que estas se ocultaran. Algo así es lo que sucedía en este momento. El dragón había ido en caza de ciertas personas que cometieron un acto en contra de su cliente, uno cuya pena era la muerte. ¿Le importaba? No, sólo lo hacía por las joyas prometidas, unas que le habían gustado a Seryn su pequeña hermana, y sólo eso era necesario para que derramara sangre sin dudarlo. Se supone que sus objetivos eran los dueños de una cafetería en lo que sería su tierra natal, Francia. Así que decidió hacer una visita, claro, como cliente. Debía reconocer el terreno, ver cualquier posible salida de emergencia no contemplada, calcular la distancia de dicho sitio a cualquier punto donde pudieran usar vehículos y escaparse. Para eso servía esa noche, era de reconocimiento, y por ello es que decidió tomar asiento en una de las mesas que se encontraban fuera del sitio, como para poder hacer su análisis sin ser descubierto. Tampoco quería que su rostro fuese aprendido por dichos dueños, pues tenían fama de paranoicos por sus actos diarios, lo cual sería un problema para el futuro de la misión. Como cualquier cliente esperó a que se acercara un mozo para preguntar por su comanda, y entonces fue cuando pidió lo de siempre en esa clase de lugares. ── Un café negro, con doble carga y bien caliente. ──
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    Individual
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  • Aham, ahora sí, nada raro, nada sucio, nada depravado, nada de doble sentido, ni ofensivo, ni atrevido. Sólo yo y mi hamburguesita. Sip, puedo ser normal, ¿ven? ~
    Aham, ahora sí, nada raro, nada sucio, nada depravado, nada de doble sentido, ni ofensivo, ni atrevido. Sólo yo y mi hamburguesita. Sip, puedo ser normal, ¿ven? ~
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  • El bar, al igual que el hall del hotel, quedaron en absoluto silencio tras la partida de Lucifer. Sólo el tintinear de los hielos contra el vidrio del vaso era audible cuando él jugaba con el mismo entre sus manos.
    Aún sentado en el taburete de aquel bar tan desolado como el hotel, había su brazo libre en la barra y recargado su rostro en su mano mientras, distraídamente, observaba el licor a medio beber en el vaso. El líquido ondeaba en círculos paralelos a los movimientos que él hacía con el recipiente en su mano. Suspiró sin darse cuenta. Su mente divagando más allá del presente. Hacia el pasado, pero no uno muy lejano. Tan solo hacía unos minutos atrás ¿Quién sabía si menos?
    Sin embargo, pronto su mente terminó recordando la melodía de un violín. El canto angelical que acompañaba una suave melodía tocada a dueto por dos armoniosos instrumentos. Un brillo dorado que había acabado por iluminar el ambiente incluso más que cualquier luz que pudo alguna vez haber visto.

    — Mmm mmm... — Pronto se encontró a sí mismo tarareando, aunque tal vez no fue del todo consciente que lo hacía. Su sombra bajo sus pies, escurriéndose en la pared a su lado, observándolo con expresión confundida y ladeando la cabeza. Intentando verle a los ojos pero él no parecía notario. Su mirada en el licor que todavía hacía girar en su vaso mientras observaba sin mirar. Su mente divagando más allá.
    La sombra insistió, pasando a estar frente a él, incluso una mano agitó en sus narices pero, otra vez él no lo notó. O tal vez sí esta segunda vez pero no le importó. Apoyó el vaso en la barra y, sin levantarse, le dio la espalda para apoyarse sutilmente en la misma. Su mirada ahora perdida en el piano y sus oídos parecieron reproducir la suave melodía. Por un momento incluso sus ojos lo engañaron con la ilusión de la magia sucedida alrededor del instrumento.

    Apoyando un brazo en la barra y recargando su rostro en el piano, volvió a pensar en silencio.
    Volvió a recordar y, poco después, dejó escapar una suave risa silenciosa.

    — My radiant beam in the night
    I don't need no light to see you
    Shine
    It's your golden hour (oh)
    You slow down tiilime
    In your golden hour (oh) —

    Comenzó a tararear en voz baja de forma distraída con suave sonrisa.
    El bar, al igual que el hall del hotel, quedaron en absoluto silencio tras la partida de Lucifer. Sólo el tintinear de los hielos contra el vidrio del vaso era audible cuando él jugaba con el mismo entre sus manos. Aún sentado en el taburete de aquel bar tan desolado como el hotel, había su brazo libre en la barra y recargado su rostro en su mano mientras, distraídamente, observaba el licor a medio beber en el vaso. El líquido ondeaba en círculos paralelos a los movimientos que él hacía con el recipiente en su mano. Suspiró sin darse cuenta. Su mente divagando más allá del presente. Hacia el pasado, pero no uno muy lejano. Tan solo hacía unos minutos atrás ¿Quién sabía si menos? Sin embargo, pronto su mente terminó recordando la melodía de un violín. El canto angelical que acompañaba una suave melodía tocada a dueto por dos armoniosos instrumentos. Un brillo dorado que había acabado por iluminar el ambiente incluso más que cualquier luz que pudo alguna vez haber visto. — Mmm mmm... — Pronto se encontró a sí mismo tarareando, aunque tal vez no fue del todo consciente que lo hacía. Su sombra bajo sus pies, escurriéndose en la pared a su lado, observándolo con expresión confundida y ladeando la cabeza. Intentando verle a los ojos pero él no parecía notario. Su mirada en el licor que todavía hacía girar en su vaso mientras observaba sin mirar. Su mente divagando más allá. La sombra insistió, pasando a estar frente a él, incluso una mano agitó en sus narices pero, otra vez él no lo notó. O tal vez sí esta segunda vez pero no le importó. Apoyó el vaso en la barra y, sin levantarse, le dio la espalda para apoyarse sutilmente en la misma. Su mirada ahora perdida en el piano y sus oídos parecieron reproducir la suave melodía. Por un momento incluso sus ojos lo engañaron con la ilusión de la magia sucedida alrededor del instrumento. Apoyando un brazo en la barra y recargando su rostro en el piano, volvió a pensar en silencio. Volvió a recordar y, poco después, dejó escapar una suave risa silenciosa. — My radiant beam in the night I don't need no light to see you Shine It's your golden hour (oh) You slow down tiilime In your golden hour (oh) — Comenzó a tararear en voz baja de forma distraída con suave sonrisa.
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  • Llega el momento del parto.

    Las contracciones me atraviesan como cuchillas antiguas. No es solo dolor: es una guerra interna. Siento cómo mis propios órganos parecen desplazarse, desgarrarse, pelear entre sí, como si el cuerpo tuviera que decidir quién vive y quién muere para que algo nuevo pueda nacer. Cada espasmo es una sentencia. Cada grito, un desgarro del mundo.

    Cuando llegamos al hospital, el dolor ya no es humano. Es tan agudo, tan absoluto, que los médicos se miran con terror. Hablan deprisa. Temen por mi vida. Deciden abrir, cortar antes de que mi cuerpo colapse del todo.

    Preparan el instrumental.

    Pero entonces…
    antes de que el bisturí toque mi piel, algo sale de mí.

    No carne.
    No sangre.

    Un espíritu de parto natural emerge entre mis piernas como una llamarada pálida, antigua, imposible. No llora. No respira. Simplemente es. La habitación se llena de un frío sobrenatural, y los humanos retroceden. Gritan. Algunos rezan. Otros huyen sin mirar atrás.

    Salen corriendo.

    El segundo nace inmediatamente después.
    El tercero lo sigue, arrastrado por la misma fuerza invisible.
    Tres presencias se manifiestan, idénticas entre sí y a mí, vibrando con una energía que no pertenece a este plano.

    Pero entonces… el tiempo se rompe.

    Los demás tardan.

    Mi cuerpo vuelve a reclamarme con violencia. El dolor regresa multiplicado, brutal. Ya no hay manos que ayuden, ni voces que guíen. Solo yo, el suelo frío, y aquello que aún se resiste a salir.

    Aprieto los dientes.
    Aferro el mundo con las uñas.
    Empujo con todo lo que me queda.

    Una vez.
    Otra.
    Otra más.

    Con un esfuerzo que me arranca el alma, consigo sacar cinco más.

    Caen pesados. Silenciosos.

    No se mueven.

    Una lágrima cae por mi mejilla.

    —Lo siento mi ama Naamah sólo he podido engendrar a tres...

    Los otros tres salen disparados por la ventana rompiéndola y desapareciendo. Listos para causar estragos... mientras el viento que entra por la ventana ondula mi cabello y seca mi lágrima.
    Llega el momento del parto. Las contracciones me atraviesan como cuchillas antiguas. No es solo dolor: es una guerra interna. Siento cómo mis propios órganos parecen desplazarse, desgarrarse, pelear entre sí, como si el cuerpo tuviera que decidir quién vive y quién muere para que algo nuevo pueda nacer. Cada espasmo es una sentencia. Cada grito, un desgarro del mundo. Cuando llegamos al hospital, el dolor ya no es humano. Es tan agudo, tan absoluto, que los médicos se miran con terror. Hablan deprisa. Temen por mi vida. Deciden abrir, cortar antes de que mi cuerpo colapse del todo. Preparan el instrumental. Pero entonces… antes de que el bisturí toque mi piel, algo sale de mí. No carne. No sangre. Un espíritu de parto natural emerge entre mis piernas como una llamarada pálida, antigua, imposible. No llora. No respira. Simplemente es. La habitación se llena de un frío sobrenatural, y los humanos retroceden. Gritan. Algunos rezan. Otros huyen sin mirar atrás. Salen corriendo. El segundo nace inmediatamente después. El tercero lo sigue, arrastrado por la misma fuerza invisible. Tres presencias se manifiestan, idénticas entre sí y a mí, vibrando con una energía que no pertenece a este plano. Pero entonces… el tiempo se rompe. Los demás tardan. Mi cuerpo vuelve a reclamarme con violencia. El dolor regresa multiplicado, brutal. Ya no hay manos que ayuden, ni voces que guíen. Solo yo, el suelo frío, y aquello que aún se resiste a salir. Aprieto los dientes. Aferro el mundo con las uñas. Empujo con todo lo que me queda. Una vez. Otra. Otra más. Con un esfuerzo que me arranca el alma, consigo sacar cinco más. Caen pesados. Silenciosos. No se mueven. Una lágrima cae por mi mejilla. —Lo siento mi ama [n.a.a.m.a.h] sólo he podido engendrar a tres... Los otros tres salen disparados por la ventana rompiéndola y desapareciendo. Listos para causar estragos... mientras el viento que entra por la ventana ondula mi cabello y seca mi lágrima.
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  • —Ahm... gracias por el detalle pero... ¿Seguro que no sabes porque lo tenías?

    Algo le dice que es mentira y sólo quiere verlo vestido de Maid, conoce esos fetiches.
    —Ahm... gracias por el detalle pero... ¿Seguro que no sabes porque lo tenías? Algo le dice que es mentira y sólo quiere verlo vestido de Maid, conoce esos fetiches.
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  • Meredith ya sabía que Billy estaría ahí.

    No porque alguien se lo hubiera dicho, sino porque el aire alrededor del estacionamiento se sentía distinto: cargado, tenso, como cuando una tormenta se queda suspendida sin decidirse a caer. Él siempre venía acompañado de esa sensación.

    Se apoyó contra la baranda, el cuaderno abierto sobre las piernas, dibujando sin mirar demasiado el papel. No necesitaba hacerlo. Sus manos sabían qué trazar solas. A unos metros, el Camaro rugía bajo el peso del silencio, y Meredith podía sentir la presencia de Billy incluso sin voltearse.

    —Estás haciendo mucho ruido —comentó, sin alzar la voz, como si continuara una conversación que nunca había terminado.

    Sus ojos se desviaron hacia ese punto vacío, apenas a la derecha del auto. El murmullo volvió, suave, insistente. Meredith frunció el ceño y apoyó el lápiz contra la hoja, marcando una línea más fuerte de lo necesario.

    —Hoy están inquietos —añadió, sin explicarse. Billy nunca pedía explicaciones, y por eso ella hablaba.

    Cerró el cuaderno al fin y levantó la vista hacia él, expresión serena, curiosa, completamente libre de interés romántico. Con Billy no necesitaba fingir. No intentaba impresionarlo ni esquivarlo. Era una rareza compartida, un acuerdo tácito.

    —¿Tú también lo sientes?—preguntó, ladeando la cabeza—. O sólo estás de mal humor otra vez.

    La pregunta quedó flotando entre ambos, junto con el ruido lejano de Hawkins fingiendo normalidad.

    Meredith esperó, paciente, mientras algo invisible parecía moverse justo detrás de él.


    Billy Hargrove
    Meredith ya sabía que Billy estaría ahí. No porque alguien se lo hubiera dicho, sino porque el aire alrededor del estacionamiento se sentía distinto: cargado, tenso, como cuando una tormenta se queda suspendida sin decidirse a caer. Él siempre venía acompañado de esa sensación. Se apoyó contra la baranda, el cuaderno abierto sobre las piernas, dibujando sin mirar demasiado el papel. No necesitaba hacerlo. Sus manos sabían qué trazar solas. A unos metros, el Camaro rugía bajo el peso del silencio, y Meredith podía sentir la presencia de Billy incluso sin voltearse. —Estás haciendo mucho ruido —comentó, sin alzar la voz, como si continuara una conversación que nunca había terminado. Sus ojos se desviaron hacia ese punto vacío, apenas a la derecha del auto. El murmullo volvió, suave, insistente. Meredith frunció el ceño y apoyó el lápiz contra la hoja, marcando una línea más fuerte de lo necesario. —Hoy están inquietos —añadió, sin explicarse. Billy nunca pedía explicaciones, y por eso ella hablaba. Cerró el cuaderno al fin y levantó la vista hacia él, expresión serena, curiosa, completamente libre de interés romántico. Con Billy no necesitaba fingir. No intentaba impresionarlo ni esquivarlo. Era una rareza compartida, un acuerdo tácito. —¿Tú también lo sientes?—preguntó, ladeando la cabeza—. O sólo estás de mal humor otra vez. La pregunta quedó flotando entre ambos, junto con el ruido lejano de Hawkins fingiendo normalidad. Meredith esperó, paciente, mientras algo invisible parecía moverse justo detrás de él. [Billy_Hargrove]
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  • Da un paso al centro, envuelto en un aura fría y luminosa. La imagen del chico de mirada azul cristalina —su yo más joven, su esencia pura— se proyecta detrás de él como un eco ancestral. Su tono es firme, solemne… pero con esa arrogancia elegante que sólo un descendiente de tantas líneas poderosas puede permitirse.

    Heredero del Caos Azul y Sangre de Tres Dinastías

    Mi nombre es Sting Nura Byakuren Ishtar.
    No soy un simple descendiente.
    Soy la confluencia de dos linajes que nunca debieron mezclarse…
    y aun así lo hicieron para crear algo que el mundo no podrá ignorar.

    ✦ Mi Padre:

    R𝚎𝚡 𝙷𝚒𝚛𝚘𝚜𝚑𝚒 𝙹𝚊𝚎𝚐𝚎𝚛𝚓𝚊𝚚𝚞𝚎𝚣 𝙸𝚜𝚑𝚝𝚊𝚛
    Un híbrido Arrancar/Íncubo.
    El Rey Demonio de la Luna Blanca.
    El Pilar de la Oscuridad.

    De él heredé:
    —El poder para devorar almas y sombras.
    —La sangre que no se inclina ante nadie.
    —Una herencia que ha quebrado mundos.

    Abuelos paternos:

    ⛧ Seieki Yokin – Reina demonio, la que convirtió el deseo en arma.
    ⛧ Sasha Ishtar – La Emperatriz. No se la describe: se la obedece.
    ⛧ Henry Grimmtael Jaegerjaquez Black – Rey demonio, señor de lo inevitable.

    Mi linaje por parte de mi padre no es sangre:
    es sentencia.

    ✦ Mi Madre:
    Menardi Nura Byakuren
    Híbrida de Youkai y Ángel Celestial.
    De alas blancas, de magia curativa, de alma pura.
    La luz que puede sanar cualquier herida…
    y la sombra que dejó al dividir sus poderes entre sus dos hijas.

    Ella es el equilibrio imposible entre cielo y abismo.
    La que me enseñó que un arma también puede proteger.

    Su gemela:

    Sakura – alas negras, portadora de la magia oscura.
    El reflejo perfecto y contrario de mi madre.

    Abuelos maternos:

    ⛧ Hijiri Byakuren – Sacerdotisa eterna, bendecida por la luz.
    ⛧ Sain Nura Nanao – Patriarca Youkai, señor de la metamorfosis espiritual.

    De mi madre heredé:
    —El alma que brilla incluso entre monstruos.
    —La magia blanca que cicatriza lo que otros destruyen.
    —El equilibrio entre lo que soy y lo que podría perderme.

    ✦ Yo, Sting:

    Soy el hijo de la Luna Blanca y del Cielo Dividido.
    El nieto de demonios, emperatrices, ángeles y youkai.
    Un corazón que late entre el caos y la pureza.

    El mundo no me definirá.

    Seré yo quien lo rehaga.
    Da un paso al centro, envuelto en un aura fría y luminosa. La imagen del chico de mirada azul cristalina —su yo más joven, su esencia pura— se proyecta detrás de él como un eco ancestral. Su tono es firme, solemne… pero con esa arrogancia elegante que sólo un descendiente de tantas líneas poderosas puede permitirse. Heredero del Caos Azul y Sangre de Tres Dinastías Mi nombre es Sting Nura Byakuren Ishtar. No soy un simple descendiente. Soy la confluencia de dos linajes que nunca debieron mezclarse… y aun así lo hicieron para crear algo que el mundo no podrá ignorar. ✦ Mi Padre: R𝚎𝚡 𝙷𝚒𝚛𝚘𝚜𝚑𝚒 𝙹𝚊𝚎𝚐𝚎𝚛𝚓𝚊𝚚𝚞𝚎𝚣 𝙸𝚜𝚑𝚝𝚊𝚛 Un híbrido Arrancar/Íncubo. El Rey Demonio de la Luna Blanca. El Pilar de la Oscuridad. De él heredé: —El poder para devorar almas y sombras. —La sangre que no se inclina ante nadie. —Una herencia que ha quebrado mundos. Abuelos paternos: ⛧ Seieki Yokin – Reina demonio, la que convirtió el deseo en arma. ⛧ Sasha Ishtar – La Emperatriz. No se la describe: se la obedece. ⛧ Henry Grimmtael Jaegerjaquez Black – Rey demonio, señor de lo inevitable. Mi linaje por parte de mi padre no es sangre: es sentencia. ✦ Mi Madre: Menardi Nura Byakuren Híbrida de Youkai y Ángel Celestial. De alas blancas, de magia curativa, de alma pura. La luz que puede sanar cualquier herida… y la sombra que dejó al dividir sus poderes entre sus dos hijas. Ella es el equilibrio imposible entre cielo y abismo. La que me enseñó que un arma también puede proteger. Su gemela: Sakura – alas negras, portadora de la magia oscura. El reflejo perfecto y contrario de mi madre. Abuelos maternos: ⛧ Hijiri Byakuren – Sacerdotisa eterna, bendecida por la luz. ⛧ Sain Nura Nanao – Patriarca Youkai, señor de la metamorfosis espiritual. De mi madre heredé: —El alma que brilla incluso entre monstruos. —La magia blanca que cicatriza lo que otros destruyen. —El equilibrio entre lo que soy y lo que podría perderme. ✦ Yo, Sting: Soy el hijo de la Luna Blanca y del Cielo Dividido. El nieto de demonios, emperatrices, ángeles y youkai. Un corazón que late entre el caos y la pureza. El mundo no me definirá. Seré yo quien lo rehaga.
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  • EL PLAN DE ASGARDUS Y ELINNOR

    Dohanna la Diosa de la Luna fué absorbida por una especie de energía bastante formidable, que la teletransportó de forma involuntaria hacia un plano desconocido. Los hermanos Guardianes de la Luna, sabían que tarde o temprano esto podría llegar a pasar, por lo que inmediatamente comenzaron a actuar, en crear un Cubo de energía Lunar con el que podrían traer de nuevo a Dohanna en caso de que le pase algo sea donde sea el lugar a dónde la fuerza misteriosa la haya llevado, para esto deberán utilizar sus espadas celestiales de la Luna para darle todo el poder de la Luna al Cubo.

    Elinnor:
    — Muy bien hermano, ya tenemos el Cubo, ahora sólo falta cargarlo de energía Lunar, y pronto nuestra Deidad Dohanna volverá a la Luna como si no hubiera pasado nada. —

    Asgardus:
    — Hermano, ¿Estás seguro de que esto funcionará? —

    Elinnor:
    — Claro que sí, esto ya ha ocurrido varias veces, esto es lo que hacían nuestros padres cuando a nuestra Diosa la derrotaban. Si logran acabar con ella en ese lugar en dónde fué teletransportada, este Cubo inmediatamente se convertirá en Dohanna. —

    Asgardus:
    — De acuerdo, hagámoslo! —

    Los hermanos Guardianes de la Luna comienza a apuntar el Cubo con sus espadas celestiales, y cargan el mismo con la energía de la Luna, obviamente que esto llevará un par de minutos, ya que al ser solamente dos espadas celestiales hace que la carga sea lenta, pues se requieren de muchas más, sin embargo, como son los únicos Guardianes de la Luna que han quedado luego de tantas guerras, sólo les queda esperar hasta que el proceso termine.
    Los minutos pasan y el Cubo parece haberse llenado por completo de energía de la Luna, si a Dohanna le pasara algo en aquel lugar en el que se encuentra, entonces ella podría volver a la Luna gracias al Cubo con energía Lunar.

    Elinnor:
    — Bien hecho hermano, ahora sólo queda esperar a ver qué pasará con nuestra Diosa, si la llegan a derrotar, ella volverá gracias a este Cubo. —

    Asgardus:
    — Increíble hermano, ¿Porqué no me habías dicho de esto antes? —

    Elinnor:
    — Pues no creí que esto podría volver a ocurrir, pero tal parece que sí. Ahora, debemos de cuidar del Universo hasta que Dohanna vuelva. —

    Asgardus:
    — Estoy de acuerdo contigo hermano. —
    EL PLAN DE ASGARDUS Y ELINNOR Dohanna la Diosa de la Luna fué absorbida por una especie de energía bastante formidable, que la teletransportó de forma involuntaria hacia un plano desconocido. Los hermanos Guardianes de la Luna, sabían que tarde o temprano esto podría llegar a pasar, por lo que inmediatamente comenzaron a actuar, en crear un Cubo de energía Lunar con el que podrían traer de nuevo a Dohanna en caso de que le pase algo sea donde sea el lugar a dónde la fuerza misteriosa la haya llevado, para esto deberán utilizar sus espadas celestiales de la Luna para darle todo el poder de la Luna al Cubo. Elinnor: — Muy bien hermano, ya tenemos el Cubo, ahora sólo falta cargarlo de energía Lunar, y pronto nuestra Deidad Dohanna volverá a la Luna como si no hubiera pasado nada. — Asgardus: — Hermano, ¿Estás seguro de que esto funcionará? — Elinnor: — Claro que sí, esto ya ha ocurrido varias veces, esto es lo que hacían nuestros padres cuando a nuestra Diosa la derrotaban. Si logran acabar con ella en ese lugar en dónde fué teletransportada, este Cubo inmediatamente se convertirá en Dohanna. — Asgardus: — De acuerdo, hagámoslo! — Los hermanos Guardianes de la Luna comienza a apuntar el Cubo con sus espadas celestiales, y cargan el mismo con la energía de la Luna, obviamente que esto llevará un par de minutos, ya que al ser solamente dos espadas celestiales hace que la carga sea lenta, pues se requieren de muchas más, sin embargo, como son los únicos Guardianes de la Luna que han quedado luego de tantas guerras, sólo les queda esperar hasta que el proceso termine. Los minutos pasan y el Cubo parece haberse llenado por completo de energía de la Luna, si a Dohanna le pasara algo en aquel lugar en el que se encuentra, entonces ella podría volver a la Luna gracias al Cubo con energía Lunar. Elinnor: — Bien hecho hermano, ahora sólo queda esperar a ver qué pasará con nuestra Diosa, si la llegan a derrotar, ella volverá gracias a este Cubo. — Asgardus: — Increíble hermano, ¿Porqué no me habías dicho de esto antes? — Elinnor: — Pues no creí que esto podría volver a ocurrir, pero tal parece que sí. Ahora, debemos de cuidar del Universo hasta que Dohanna vuelva. — Asgardus: — Estoy de acuerdo contigo hermano. —
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  • *Así pues, aquella chica de las mandarinas le dijo a Clive que volvería a irse. Clive se puso muy triste, pero le dijo que respetaría su decisión.
    Cayó la noche, y ambos fueron a descansar. Pero al despertar Clive no encontró a la chica. Ella se había ido, y sólo había dejado una de sus frutas atrás, a manera de promesa de que algún día se volverían a encontrar.*
    *Clive estaba triste y decaído. La había reencontrado luego de tanto tiempo, sólo para que ella se volviera a ir...*

    -Últimamente... Me parece que estoy rodeado de mujeres a las que no les importa cómo me siento...

    *Clive mira al cielo cuando el sol se pone, y en él ve a aquella chica...*

    -¿Realmente... podremos volver a encontrarnos?
    *Así pues, aquella chica de las mandarinas le dijo a Clive que volvería a irse. Clive se puso muy triste, pero le dijo que respetaría su decisión. Cayó la noche, y ambos fueron a descansar. Pero al despertar Clive no encontró a la chica. Ella se había ido, y sólo había dejado una de sus frutas atrás, a manera de promesa de que algún día se volverían a encontrar.* *Clive estaba triste y decaído. La había reencontrado luego de tanto tiempo, sólo para que ella se volviera a ir...* -Últimamente... Me parece que estoy rodeado de mujeres a las que no les importa cómo me siento... *Clive mira al cielo cuando el sol se pone, y en él ve a aquella chica...* -¿Realmente... podremos volver a encontrarnos?
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