𝑌𝑜𝑢’𝑟𝑒 𝑡ℎ𝑒 𝑠𝑎𝑙𝑡 𝑜𝑓 𝑡ℎ𝑒 𝑓𝑎𝑟𝑎𝑤𝑎𝑦 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑟𝑡, 𝑎 𝑠ℎ𝑎𝑑𝑜𝑤 𝑜𝑓 𝑡ℎ𝑒 𝑟𝑒𝑑 ℎ𝑜𝑡 𝑒𝑞𝑢𝑎𝑡𝑜𝑟
𝑌𝑜𝑢 𝑚𝑎𝑘𝑒 𝑚𝑒 𝑡𝑎𝑠𝑡𝑒 𝑎 𝑚𝑜𝑚𝑒𝑛𝑡 𝑜𝑓 𝑝𝑙𝑒𝑎𝑠𝑢𝑟𝑒 𝑡ℎ𝑒𝑛 𝑦𝑜𝑢 𝑏𝑢𝑟𝑛 𝑢𝑝 𝑚𝑦 𝑡ℎ𝑟𝑜𝑎𝑡 𝑎𝑔𝑎𝑖𝑛
Rol con [Nifrid]
════ ⋆★⋆ ════
—Sus órdenes eran claras.
No había muchos pelirojos en Ruthouryn, mucho menos que perteneciesen a la nobleza. Aquel chico destacaba entre la multitud rápidamente, casi como si llevase una flecha gigante en su cabeza.
Poco importaba lo que intentase cubrirse, si no era él, era su acompañante; una dama blanca y pálida que, desde luego, no encajaba para nada entre las gentes de aquella región.
Aquel era un trabajo regalado.
Primero, tuvo que deshacerse de la guardiana. Lo cuál no resultó una tarea fácil, porque era tozuda y testaruda. Myra tuvo que esperar tres días antes de que la mujer (por aquel entonces ya había averiguado su nombre, Neramar) se distrajese con algunos asuntos relacionados con su divinidad.
Dioses. Sí. Menos mal que todavía quedaban ingenuos que creyesen en ellos.
Sin perder más tiempo, se acercó al muchacho que descansaba solo en su tienda. Y podría matarle allí mismo, pero eso le quitaría la diversión al asunto.
No, era mejor algo un poco más dramático—.
¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! —Poniendo su mejor cara de conejita desvalida, se ha lanzado a sus brazos, todavía sin mirarle a la cara.
Tendría que empezar a investigar a sus objetivos un poco mejor—.
𝑌𝑜𝑢’𝑟𝑒 𝑡ℎ𝑒 𝑠𝑎𝑙𝑡 𝑜𝑓 𝑡ℎ𝑒 𝑓𝑎𝑟𝑎𝑤𝑎𝑦 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑟𝑡, 𝑎 𝑠ℎ𝑎𝑑𝑜𝑤 𝑜𝑓 𝑡ℎ𝑒 𝑟𝑒𝑑 ℎ𝑜𝑡 𝑒𝑞𝑢𝑎𝑡𝑜𝑟
𝑌𝑜𝑢 𝑚𝑎𝑘𝑒 𝑚𝑒 𝑡𝑎𝑠𝑡𝑒 𝑎 𝑚𝑜𝑚𝑒𝑛𝑡 𝑜𝑓 𝑝𝑙𝑒𝑎𝑠𝑢𝑟𝑒 𝑡ℎ𝑒𝑛 𝑦𝑜𝑢 𝑏𝑢𝑟𝑛 𝑢𝑝 𝑚𝑦 𝑡ℎ𝑟𝑜𝑎𝑡 𝑎𝑔𝑎𝑖𝑛
Rol con [Nifrid]
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—Sus órdenes eran claras.
No había muchos pelirojos en Ruthouryn, mucho menos que perteneciesen a la nobleza. Aquel chico destacaba entre la multitud rápidamente, casi como si llevase una flecha gigante en su cabeza.
Poco importaba lo que intentase cubrirse, si no era él, era su acompañante; una dama blanca y pálida que, desde luego, no encajaba para nada entre las gentes de aquella región.
Aquel era un trabajo regalado.
Primero, tuvo que deshacerse de la guardiana. Lo cuál no resultó una tarea fácil, porque era tozuda y testaruda. Myra tuvo que esperar tres días antes de que la mujer (por aquel entonces ya había averiguado su nombre, Neramar) se distrajese con algunos asuntos relacionados con su divinidad.
Dioses. Sí. Menos mal que todavía quedaban ingenuos que creyesen en ellos.
Sin perder más tiempo, se acercó al muchacho que descansaba solo en su tienda. Y podría matarle allí mismo, pero eso le quitaría la diversión al asunto.
No, era mejor algo un poco más dramático—.
¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! —Poniendo su mejor cara de conejita desvalida, se ha lanzado a sus brazos, todavía sin mirarle a la cara.
Tendría que empezar a investigar a sus objetivos un poco mejor—.