• Los días finales del mes se acercaban, eso quería decir que Jean, la Maestra Intendente iba a estar más ocupada que los días anteriores.

    Desde temprano se encontraba en su oficina revisando, analizando y firmando documentos, aprobando solicitudes, rechazando otras, los reportes de los caballeros asignando los nuevos reportes para los días siguientes cubriendo las actividades de los futuros turnos, y como fin de mes, el pago de las Moras a sus caballeros.

    -Kaeya...aunque ni debería pagarle... -dice frunciendo ligeramente las cejas con una molestia cómica, aunque lo decía sabía que no lo decía en serio-...Esto es para que le pague a los caballeros que tiene bajo su mando...Eula...va un extra para ella...aquí también está el pago para los caballeros que lidera...Amber...La mesada de Klee.... El salario de Lisa....

    Mientras seguía contando y enumerando sus ojos se iban cerrando haciéndola cabecear de vez en cuando hasta que su cuerpo triunfó sobre ella, quedó dormida sobre su escritorio escondiendo el rostro entre sus brazos, ya era de noche.
    Los días finales del mes se acercaban, eso quería decir que Jean, la Maestra Intendente iba a estar más ocupada que los días anteriores. Desde temprano se encontraba en su oficina revisando, analizando y firmando documentos, aprobando solicitudes, rechazando otras, los reportes de los caballeros asignando los nuevos reportes para los días siguientes cubriendo las actividades de los futuros turnos, y como fin de mes, el pago de las Moras a sus caballeros. -Kaeya...aunque ni debería pagarle... -dice frunciendo ligeramente las cejas con una molestia cómica, aunque lo decía sabía que no lo decía en serio-...Esto es para que le pague a los caballeros que tiene bajo su mando...Eula...va un extra para ella...aquí también está el pago para los caballeros que lidera...Amber...La mesada de Klee.... El salario de Lisa.... Mientras seguía contando y enumerando sus ojos se iban cerrando haciéndola cabecear de vez en cuando hasta que su cuerpo triunfó sobre ella, quedó dormida sobre su escritorio escondiendo el rostro entre sus brazos, ya era de noche.
    Me encocora
    Me gusta
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • -probando nuevos vestuarios, este me hace ver nalgon, que vivan las rayas que me quitan lo plano visualmente-
    -probando nuevos vestuarios, este me hace ver nalgon, que vivan las rayas que me quitan lo plano visualmente-
    Me gusta
    1
    5 turnos 0 maullidos
  • *chibi estaba enfrente del espejo probandose todos sus disfraces para ir a pedir dulce* owo .....*posaba
    *chibi estaba enfrente del espejo probandose todos sus disfraces para ir a pedir dulce* owo .....*posaba
    Me gusta
    3
    3 turnos 0 maullidos
  • El sol caía lento sobre los campos, tiñendo todo de naranja. El sudor le escurría por la espalda, marcando cada fibra tensada después de horas de entrenamiento. Había estado repitiendo los mismos movimientos una y otra vez, hasta que la respiración se volvió vapor y la espada pesaba el doble.
    Finalmente clavó la punta en el suelo, apoyándose un instante para recuperar el aire.

    — ¿Nunca viste a alguien entrenar en serio?

    Sus ojos verdes brillaban con el reflejo del atardecer. Levantó la espada de nuevo, girando la muñeca probandop su equilibrio.

    — Si tienes tiempo para mirar, podrías al menos traer agua…
    El sol caía lento sobre los campos, tiñendo todo de naranja. El sudor le escurría por la espalda, marcando cada fibra tensada después de horas de entrenamiento. Había estado repitiendo los mismos movimientos una y otra vez, hasta que la respiración se volvió vapor y la espada pesaba el doble. Finalmente clavó la punta en el suelo, apoyándose un instante para recuperar el aire. — ¿Nunca viste a alguien entrenar en serio? Sus ojos verdes brillaban con el reflejo del atardecer. Levantó la espada de nuevo, girando la muñeca probandop su equilibrio. — Si tienes tiempo para mirar, podrías al menos traer agua…
    Me encocora
    1
    9 turnos 0 maullidos
  • Ayer no estuve... Sentí la fuerza de mi hermano llegar a la tierra y provocó que me durmiera... Nuestros vinculos volvieron a unirse, la familia volvió a estar como debía, estaba probando nuevas vestimentas esta mañana, creo que me gusta mas que la ropa grande
    Ayer no estuve... Sentí la fuerza de mi hermano llegar a la tierra y provocó que me durmiera... Nuestros vinculos volvieron a unirse, la familia volvió a estar como debía, estaba probando nuevas vestimentas esta mañana, creo que me gusta mas que la ropa grande
    Me gusta
    Me encocora
    4
    9 turnos 0 maullidos
  • ⸻ No parece el clásico caso de depredador organizado.

    Hammond levantó la vista de los informes, serio, para centrar su mirada en Lauren.

    ⸻ Porque no lo es. El patrón es errático, y eso lo hace más peligroso.

    JT, quien habia permanecido en silencio hasta el momento, se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa.

    ⸻ Errático o calculado… a veces lo caótico es parte del plan.

    Wesson hojeó el expediente con un gesto de fastidio.

    ⸻ Yo diría que aquí alguien está probando los límites. Y nosotros estamos incluidos en el juego.

    Angie, con las notas de su investigación aún frescas, cerró la carpeta con decisión. Esa chica aprendía con pasos de gigante.

    ⸻ Sea lo que sea, no podemos darle ventaja. Necesitamos adelantarnos ya.

    #oneshot #randomscene #criminalminds
    ⸻ No parece el clásico caso de depredador organizado. Hammond levantó la vista de los informes, serio, para centrar su mirada en Lauren. ⸻ Porque no lo es. El patrón es errático, y eso lo hace más peligroso. JT, quien habia permanecido en silencio hasta el momento, se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa. ⸻ Errático o calculado… a veces lo caótico es parte del plan. Wesson hojeó el expediente con un gesto de fastidio. ⸻ Yo diría que aquí alguien está probando los límites. Y nosotros estamos incluidos en el juego. Angie, con las notas de su investigación aún frescas, cerró la carpeta con decisión. Esa chica aprendía con pasos de gigante. ⸻ Sea lo que sea, no podemos darle ventaja. Necesitamos adelantarnos ya. #oneshot #randomscene #criminalminds
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • [Probando un nuevo estilo mas emo rockero]

    - No, no me gusta para nada
    [Probando un nuevo estilo mas emo rockero] - No, no me gusta para nada
    12 turnos 0 maullidos
  • — Alguien se está probando trajes.
    — Alguien se está probando trajes.
    Me encocora
    Me gusta
    6
    11 turnos 0 maullidos
  • *- Estaba en un callejón aleatorio, tirado en el suelo y completamente desnudo además de tener los ojos cerrados; lentamente abre los ojos, luego se sienta y empieza a procesar que había pasado. -*

    “— Hm…. CARAJO ME MORÍ!!. MIERDAAAAAAAAAAAA!”

    *- Grita con ira pura. Cada vez que moría revivía en el mismo callejón y sin ropa; además cada vez que muere tiene una consecuencia de la cual no le gusta hablar. -*

    “— A ver… Cálmate… Piensa; ¿Como verga me morí?… Lo último que recuerdo es que estaba probando lo que Yaken me recomendó y… Carajo, sabia que era una mala idea… JODETE YAKEN!, AAAH PORQUE DEJE QUE ME HICIERA CONFIAR EN QUE YO ERA CAPAZ DE ADAPTAR ESA PUTA MAGIA!?”

    *- Lagrimea un poco de la desesperación, al parecer lo que sea que hubiera pasado por haber muerto era muy grave. Finalmente respira profundo y consigue recobrar la calma y notar que su libro estaba a su lado. -*

    “— Te odio tanto que el simple hecho de admitir que no puedo deshacerme de ti me frustra más que mi muerte reciente…”

    *- Le dice al libro antes de tomarlo para poder abrir un portal, traer su ropa y vestirse. -*

    “— Juro que la próxima vez que vea a Yaken lo golpeare… Oh bueno no, el solo intento ayudar… Aun así, hubiera deseado que no lo hiciera.”
    *- Estaba en un callejón aleatorio, tirado en el suelo y completamente desnudo además de tener los ojos cerrados; lentamente abre los ojos, luego se sienta y empieza a procesar que había pasado. -* “— Hm…. CARAJO ME MORÍ!!. MIERDAAAAAAAAAAAA!” *- Grita con ira pura. Cada vez que moría revivía en el mismo callejón y sin ropa; además cada vez que muere tiene una consecuencia de la cual no le gusta hablar. -* “— A ver… Cálmate… Piensa; ¿Como verga me morí?… Lo último que recuerdo es que estaba probando lo que Yaken me recomendó y… Carajo, sabia que era una mala idea… JODETE YAKEN!, AAAH PORQUE DEJE QUE ME HICIERA CONFIAR EN QUE YO ERA CAPAZ DE ADAPTAR ESA PUTA MAGIA!?” *- Lagrimea un poco de la desesperación, al parecer lo que sea que hubiera pasado por haber muerto era muy grave. Finalmente respira profundo y consigue recobrar la calma y notar que su libro estaba a su lado. -* “— Te odio tanto que el simple hecho de admitir que no puedo deshacerme de ti me frustra más que mi muerte reciente…” *- Le dice al libro antes de tomarlo para poder abrir un portal, traer su ropa y vestirse. -* “— Juro que la próxima vez que vea a Yaken lo golpeare… Oh bueno no, el solo intento ayudar… Aun así, hubiera deseado que no lo hiciera.”
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    3
    29 turnos 0 maullidos
  • Caída a la Tierra
    Fandom OC
    Categoría Original
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad.

    Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia.

    Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias.

    Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa.

    Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas.

    Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar.

    Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad. Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia. Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias. Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa. Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas. Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar. Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    3
    17 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados