• Sentada en la cubierta del Thousand Sunny, con la brisa marina acariciando su rostro, Robin cerró los ojos y dejó que el sonido de las olas la envolviera. La noche era tranquila, la luna se reflejaba en el agua como un espejo que separaba dos mundos. En momentos como este, solía sumergirse en sus pensamientos, en los rastros de su pasado que, aunque difusos, seguían formando parte de ella.

    Recordó la soledad. No la soledad de estar sin compañía, sino la de no tener a nadie en quien confiar. Durante años, había vivido como una sombra, siempre en fuga, temiendo que el día siguiente fuera el final. Su vida se había construido sobre el miedo y la desconfianza, con alianzas efímeras y sonrisas vacías. Había aprendido a ser pragmática, a no esperar nada de nadie, a ser una sobreviviente en un mundo que la quería muerta.

    Pero entonces, llegaron ellos. Los Mugiwara. Un grupo de piratas que parecían desafiar toda lógica, que reían en la cara del peligro y que, contra toda razón, la aceptaron sin condiciones. Al principio, le había costado entenderlo. No podía concebir un mundo donde las personas se ayudaran sin esperar nada a cambio. La idea de que alguien pudiera arriesgar su vida por ella era inconcebible.

    Y sin embargo, lo hicieron.

    Robin abrió los ojos y miró el cielo estrellado. Aún se preguntaba en qué momento exacto había cambiado. Quizá fue en Alabasta, cuando Luffy le extendió la mano sin dudar. Quizá en Skypiea, cuando los vio reír juntos bajo un cielo dorado. O quizá en Enies Lobby, cuando escuchó sus voces gritar que la querían de vuelta, cuando se permitió, por primera vez en muchos años, querer vivir.

    Ya no era la arqueóloga solitaria con un precio por su cabeza y un corazón blindado. Ahora, era una Mugiwara. Tenía un lugar donde pertenecer, personas a las que llamar amigos, un sueño que ya no perseguía sola. El miedo a ser traicionada había sido reemplazado por la certeza de que, sin importar lo que pasara, ellos estarían allí.

    Robin sonrió, con esa expresión serena que solo mostraba cuando se sentía verdaderamente en paz. La noche seguía su curso, el mar susurraba canciones antiguas, y por primera vez en su vida, supo con absoluta certeza que ya no estaba sola.
    Sentada en la cubierta del Thousand Sunny, con la brisa marina acariciando su rostro, Robin cerró los ojos y dejó que el sonido de las olas la envolviera. La noche era tranquila, la luna se reflejaba en el agua como un espejo que separaba dos mundos. En momentos como este, solía sumergirse en sus pensamientos, en los rastros de su pasado que, aunque difusos, seguían formando parte de ella. Recordó la soledad. No la soledad de estar sin compañía, sino la de no tener a nadie en quien confiar. Durante años, había vivido como una sombra, siempre en fuga, temiendo que el día siguiente fuera el final. Su vida se había construido sobre el miedo y la desconfianza, con alianzas efímeras y sonrisas vacías. Había aprendido a ser pragmática, a no esperar nada de nadie, a ser una sobreviviente en un mundo que la quería muerta. Pero entonces, llegaron ellos. Los Mugiwara. Un grupo de piratas que parecían desafiar toda lógica, que reían en la cara del peligro y que, contra toda razón, la aceptaron sin condiciones. Al principio, le había costado entenderlo. No podía concebir un mundo donde las personas se ayudaran sin esperar nada a cambio. La idea de que alguien pudiera arriesgar su vida por ella era inconcebible. Y sin embargo, lo hicieron. Robin abrió los ojos y miró el cielo estrellado. Aún se preguntaba en qué momento exacto había cambiado. Quizá fue en Alabasta, cuando Luffy le extendió la mano sin dudar. Quizá en Skypiea, cuando los vio reír juntos bajo un cielo dorado. O quizá en Enies Lobby, cuando escuchó sus voces gritar que la querían de vuelta, cuando se permitió, por primera vez en muchos años, querer vivir. Ya no era la arqueóloga solitaria con un precio por su cabeza y un corazón blindado. Ahora, era una Mugiwara. Tenía un lugar donde pertenecer, personas a las que llamar amigos, un sueño que ya no perseguía sola. El miedo a ser traicionada había sido reemplazado por la certeza de que, sin importar lo que pasara, ellos estarían allí. Robin sonrió, con esa expresión serena que solo mostraba cuando se sentía verdaderamente en paz. La noche seguía su curso, el mar susurraba canciones antiguas, y por primera vez en su vida, supo con absoluta certeza que ya no estaba sola.
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  • Bodega del infierno
    Fandom OC / Piratas
    Categoría Fantasía
    El aire en la bodega era denso, cargado del olor a sal, madera húmeda y el leve rastro de algo más rancio, más agrio. Quizás sangre. Quizás desesperación.

    Galatea yacía en el suelo frío, sus escamas cubiertas por una tela vieja y áspera que no hacía más que recordarle su impotencia. La gruesa cadena de hierro mordía su piel con cada movimiento, y el sonido del metal contra la madera resonaba en la oscuridad cada vez que intentaba acomodarse. No había más luz que la que se filtraba a través de una rendija en la escotilla, apenas suficiente para trazar las sombras de los barriles apilados alrededor.

    No sabía cuánto tiempo llevaba allí. Los días y las noches se mezclaban en una secuencia de hambre, sed y el miedo que nunca abandonaba su pecho. A veces, el barco se inclinaba con el vaivén de las olas, y por un instante su corazón latía con la ilusión de que el mar todavía la llamaba. Pero la madera y el hierro la mantenían atrapada, lejos de todo lo que conocía.

    Encima de ella, los pasos pesados de los piratas retumbaban en la cubierta, risas ásperas y voces llenas de desdén. No podía verlos, pero sabía que estaban allí. Vigilándola. Esperando.

    Y luego, el sonido que más temía: el chirrido de la puerta al abrirse.

    La luz de un farol parpadeó en la penumbra, proyectando sombras alargadas contra los barriles. Unas botas resonaron en la madera con un ritmo lento, deliberado. Galatea no necesitaba alzar la vista para saber quién era.

    El capitán.

    Blackhart.

    Y en su mirada, el mismo brillo cruel de siempre.

    Se puede continuar en comentarios o en privado.
    El aire en la bodega era denso, cargado del olor a sal, madera húmeda y el leve rastro de algo más rancio, más agrio. Quizás sangre. Quizás desesperación. Galatea yacía en el suelo frío, sus escamas cubiertas por una tela vieja y áspera que no hacía más que recordarle su impotencia. La gruesa cadena de hierro mordía su piel con cada movimiento, y el sonido del metal contra la madera resonaba en la oscuridad cada vez que intentaba acomodarse. No había más luz que la que se filtraba a través de una rendija en la escotilla, apenas suficiente para trazar las sombras de los barriles apilados alrededor. No sabía cuánto tiempo llevaba allí. Los días y las noches se mezclaban en una secuencia de hambre, sed y el miedo que nunca abandonaba su pecho. A veces, el barco se inclinaba con el vaivén de las olas, y por un instante su corazón latía con la ilusión de que el mar todavía la llamaba. Pero la madera y el hierro la mantenían atrapada, lejos de todo lo que conocía. Encima de ella, los pasos pesados de los piratas retumbaban en la cubierta, risas ásperas y voces llenas de desdén. No podía verlos, pero sabía que estaban allí. Vigilándola. Esperando. Y luego, el sonido que más temía: el chirrido de la puerta al abrirse. La luz de un farol parpadeó en la penumbra, proyectando sombras alargadas contra los barriles. Unas botas resonaron en la madera con un ritmo lento, deliberado. Galatea no necesitaba alzar la vista para saber quién era. El capitán. Blackhart. Y en su mirada, el mismo brillo cruel de siempre. 🪧 Se puede continuar en comentarios o en privado.
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  • Extraño esoos dia piratas en que viajaaba por los mares , aquellos lugarles increíbles del mundo me sentia libre conmigo.
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  • - Estigia
    Armoniosa

    Vamos por todo y por nada, así de sencillos, nada perdemos todo es experiencia, el gemido de tu voz en mi oído quiero escucharlo como canto perpetuo, en las mañanas, en las tardes, por cada noche, el tiempo que se pueda las veces que quieras, de fuego el Alma y cuerpo hecho de papel, pintamos y marcamos para siempre colores invisibles, existentes en memorias que nos hacen recordar placeres, solo nuestros, el sonido de la cama rechinando, la hermosa melodía de palmas causado por el azote salvaje a tus nalgas, has visto tu cuello en el espejo y sientes aún en tus entrañas y sobre tu piel la fuerza de mis dientes, ha pasado tiempo. pero el cuerpo recuerda de manera permanente, la luna fue testigo, las estrellas cómplices incondicionales de aquellas calurosas noches en el jardín, no somos ayer, ni presente, fuimos desde el principio y seremos hasta el fin, por un momento que valga la vida y en mi muerte quiera recordar, te haré mía, porque si, porque lo mereces y lo deseo yo, te provocare, te haré arder, con una sonrisa me verás y te darás cuenta que lo que yo te ofrezco no se puede encontrar en ningún otro lugar, soy la bestia, el humilde, Dios de la venganza y el Señor de los piratas, tomaré de ti lo que me plazca, te pondré grilletes de locura y un collar en el cuello con el nombre de lujuria, entonces te verás como mi esclava y tu piel sentirá la libertad de ser amada, codiciada al éxtasis, infierno o cielo no importará ninguno, por besos de un momento que conviertan el día en un único recuerdo, valdrá y nos veremos libres en la jungla de cojines y sábanas, a perversidad y dulzura hasta que la vida nos alcance o alguno de los dos se canse .
    - Estigia Armoniosa Vamos por todo y por nada, así de sencillos, nada perdemos todo es experiencia, el gemido de tu voz en mi oído quiero escucharlo como canto perpetuo, en las mañanas, en las tardes, por cada noche, el tiempo que se pueda las veces que quieras, de fuego el Alma y cuerpo hecho de papel, pintamos y marcamos para siempre colores invisibles, existentes en memorias que nos hacen recordar placeres, solo nuestros, el sonido de la cama rechinando, la hermosa melodía de palmas causado por el azote salvaje a tus nalgas, has visto tu cuello en el espejo y sientes aún en tus entrañas y sobre tu piel la fuerza de mis dientes, ha pasado tiempo. pero el cuerpo recuerda de manera permanente, la luna fue testigo, las estrellas cómplices incondicionales de aquellas calurosas noches en el jardín, no somos ayer, ni presente, fuimos desde el principio y seremos hasta el fin, por un momento que valga la vida y en mi muerte quiera recordar, te haré mía, porque si, porque lo mereces y lo deseo yo, te provocare, te haré arder, con una sonrisa me verás y te darás cuenta que lo que yo te ofrezco no se puede encontrar en ningún otro lugar, soy la bestia, el humilde, Dios de la venganza y el Señor de los piratas, tomaré de ti lo que me plazca, te pondré grilletes de locura y un collar en el cuello con el nombre de lujuria, entonces te verás como mi esclava y tu piel sentirá la libertad de ser amada, codiciada al éxtasis, infierno o cielo no importará ninguno, por besos de un momento que conviertan el día en un único recuerdo, valdrá y nos veremos libres en la jungla de cojines y sábanas, a perversidad y dulzura hasta que la vida nos alcance o alguno de los dos se canse .
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Y si jugamos a los piratas ? arr
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  • Perfecionando una textura para ser un tanto mas humano similar al tipo este de piratas del caribe....el tipo de la barba de calamar
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  • — ¿Ese fue el nivel de los piratas bestia...? Pf...
    #SeductiveSunday
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  • El sonido de las olas golpeando suavemente el casco del Thousand Sunny llenaba el aire mientras Robin descansaba en la cubierta. La tarde era tranquila, el sol proyectaba un cálido resplandor dorado sobre el océano, y el bullicio habitual de sus compañeros piratas parecía haberse desvanecido, al menos por unos momentos. Robin, sentada con un libro abierto en sus manos, no leía realmente. Sus ojos recorrían las líneas de texto, pero su mente estaba atrapada en pensamientos del pasado.

    Había sido Miss All Sunday, la mano derecha de Crocodile, una figura envuelta en misterio y miedo. Aún podía sentir el peso de la máscara que había llevado durante tanto tiempo: el papel de la mujer inescrutable que siempre tenía un as bajo la manga, que ofrecía una sonrisa mientras urdía traiciones y esquemas. No tenía elección entonces; vivir como una herramienta era la única manera de sobrevivir. Había aprendido a no confiar en nadie, a mantener a todos a distancia y a asumir que cualquier conexión era una amenaza.

    Pero todo eso había cambiado.

    Robin alzó la vista del libro y observó el barco que ahora llamaba hogar. Luffy reía ruidosamente en la proa, probablemente porque Usopp había contado una de sus exageradas historias. Chopper trotaba alrededor, intentando convencer a Sanji de que no necesitaba comer más verduras. Incluso Zoro, que dormía bajo la sombra de las velas, irradiaba una tranquilidad contagiosa. Era una vida que jamás imaginó tener.

    "Robin-chwan, ¿un té?" La voz de Sanji la sacó de sus pensamientos. Él había aparecido con una taza perfectamente preparada, inclinándose como siempre con una mezcla de devoción y dramatismo. Robin sonrió, aceptando la taza. "Gracias, Sanji-kun."

    Esa simple interacción la llenó de calidez. Era tan... normal. No había dobles intenciones, no había cálculos. Solo una pequeña muestra de amabilidad que, en otra época, habría considerado peligrosa o manipuladora.

    Mientras sorbía el té, sus pensamientos volvieron a Arabasta, donde todo comenzó a cambiar. Luffy y los demás habían enfrentado a Crocodile no solo por el país, sino por sus propios ideales de justicia y amistad. Habían sido lo opuesto a todo lo que conocía: desinteresados, honestos y, de alguna manera, increíblemente tercos. Y cuando Luffy le ofreció un lugar en su barco, no lo había entendido. ¿Por qué querrían a alguien como ella, una mujer con una recompensa que la marcaba como peligrosa y una historia llena de sombras?

    Ahora sabía la respuesta. Luffy no veía el pasado como una carga insuperable. Para él, lo único que importaba era quién eras en ese momento y hacia dónde querías ir.

    Robin cerró los ojos, dejando que la brisa marina acariciara su rostro. Había noches en las que las sombras del pasado intentaban alcanzarla, susurros de traiciones pasadas y memorias de soledad. Pero ahora, tenía voces más fuertes que esas sombras: el grito entusiasta de Luffy, la risa escandalosa de Nami, las bromas de Usopp, las disputas de Zoro y Sanji.

    Y en esos momentos, cuando los recuerdos la acechaban, recordaba algo simple pero poderoso: ya no era Miss All Sunday. Era Nico Robin, la arqueóloga de los Piratas del Sombrero de Paja, y nunca había sentido tanto alivio por ello.
    El sonido de las olas golpeando suavemente el casco del Thousand Sunny llenaba el aire mientras Robin descansaba en la cubierta. La tarde era tranquila, el sol proyectaba un cálido resplandor dorado sobre el océano, y el bullicio habitual de sus compañeros piratas parecía haberse desvanecido, al menos por unos momentos. Robin, sentada con un libro abierto en sus manos, no leía realmente. Sus ojos recorrían las líneas de texto, pero su mente estaba atrapada en pensamientos del pasado. Había sido Miss All Sunday, la mano derecha de Crocodile, una figura envuelta en misterio y miedo. Aún podía sentir el peso de la máscara que había llevado durante tanto tiempo: el papel de la mujer inescrutable que siempre tenía un as bajo la manga, que ofrecía una sonrisa mientras urdía traiciones y esquemas. No tenía elección entonces; vivir como una herramienta era la única manera de sobrevivir. Había aprendido a no confiar en nadie, a mantener a todos a distancia y a asumir que cualquier conexión era una amenaza. Pero todo eso había cambiado. Robin alzó la vista del libro y observó el barco que ahora llamaba hogar. Luffy reía ruidosamente en la proa, probablemente porque Usopp había contado una de sus exageradas historias. Chopper trotaba alrededor, intentando convencer a Sanji de que no necesitaba comer más verduras. Incluso Zoro, que dormía bajo la sombra de las velas, irradiaba una tranquilidad contagiosa. Era una vida que jamás imaginó tener. "Robin-chwan, ¿un té?" La voz de Sanji la sacó de sus pensamientos. Él había aparecido con una taza perfectamente preparada, inclinándose como siempre con una mezcla de devoción y dramatismo. Robin sonrió, aceptando la taza. "Gracias, Sanji-kun." Esa simple interacción la llenó de calidez. Era tan... normal. No había dobles intenciones, no había cálculos. Solo una pequeña muestra de amabilidad que, en otra época, habría considerado peligrosa o manipuladora. Mientras sorbía el té, sus pensamientos volvieron a Arabasta, donde todo comenzó a cambiar. Luffy y los demás habían enfrentado a Crocodile no solo por el país, sino por sus propios ideales de justicia y amistad. Habían sido lo opuesto a todo lo que conocía: desinteresados, honestos y, de alguna manera, increíblemente tercos. Y cuando Luffy le ofreció un lugar en su barco, no lo había entendido. ¿Por qué querrían a alguien como ella, una mujer con una recompensa que la marcaba como peligrosa y una historia llena de sombras? Ahora sabía la respuesta. Luffy no veía el pasado como una carga insuperable. Para él, lo único que importaba era quién eras en ese momento y hacia dónde querías ir. Robin cerró los ojos, dejando que la brisa marina acariciara su rostro. Había noches en las que las sombras del pasado intentaban alcanzarla, susurros de traiciones pasadas y memorias de soledad. Pero ahora, tenía voces más fuertes que esas sombras: el grito entusiasta de Luffy, la risa escandalosa de Nami, las bromas de Usopp, las disputas de Zoro y Sanji. Y en esos momentos, cuando los recuerdos la acechaban, recordaba algo simple pero poderoso: ya no era Miss All Sunday. Era Nico Robin, la arqueóloga de los Piratas del Sombrero de Paja, y nunca había sentido tanto alivio por ello.
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  • —Para que luego digan que los piratas no se bañan. El que diga eso no conoce lo mucho que un honesto y humilde capitán pirata disfruta del agua fresca de una cascada virgen—

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ #SeductiveSunday

    ㅤㅤㅤㅤㅤ #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    —Para que luego digan que los piratas no se bañan. El que diga eso no conoce lo mucho que un honesto y humilde capitán pirata disfruta del agua fresca de una cascada virgen— ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ #SeductiveSunday ㅤㅤㅤㅤㅤ #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • When we first met
    Fandom OC, Siglo XVIII, Piratas.
    Categoría Romance
    South Street Seaport - Nueva York. 1685
    Starter para Skye Morrison

    Cada día más personas se amontonaban en los muelles del puerto sur de la ciudad, el lugar de oro para los mangantes y ladrones. La guerra hacía estragos al otro lado del charco y por si no era suficiente aún quedaban los piratas.

    El olor a pescado no era molestia para la joven pero sí para su acompañante que cubría con un pañuelo su nariz, en una expresión bastante molesta. No comprendía las ganas de la joven de pasear en un ambiente así y como no le repugnaba. La excusa de Maxine era evadirse del mismo aprovechando ese bullicio haciendo que su brazo se soltara y pudiera escapar de la presión que sentía junto a él.

    Lo consiguió, consiguió perderse entre la multitud sonriente por ello, disfrutando de esos minutos de paz y libertad hasta que diera con ella.
    South Street Seaport - Nueva York. 1685 Starter para [G0LDENSEA] Cada día más personas se amontonaban en los muelles del puerto sur de la ciudad, el lugar de oro para los mangantes y ladrones. La guerra hacía estragos al otro lado del charco y por si no era suficiente aún quedaban los piratas. El olor a pescado no era molestia para la joven pero sí para su acompañante que cubría con un pañuelo su nariz, en una expresión bastante molesta. No comprendía las ganas de la joven de pasear en un ambiente así y como no le repugnaba. La excusa de Maxine era evadirse del mismo aprovechando ese bullicio haciendo que su brazo se soltara y pudiera escapar de la presión que sentía junto a él. Lo consiguió, consiguió perderse entre la multitud sonriente por ello, disfrutando de esos minutos de paz y libertad hasta que diera con ella.
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