Las olas resonaban en un suave vaivén, acompañadas por el delicado suspiro del viento que, al acariciar las flores, formaba una melodía capaz de hacer a Link relajarse mientras admiraba los colores con los que el cielo comenzaba a teñirse.
Era como si su respiración y sus latidos se acompasaran al ritmo de la naturaleza que lo rodeaba.
Los momentos de calma en su vida siempre habían sido escasos. Como ex campeón de Hyrule y actual héroe de lo que quedaba de su reino, había aprendido a vivir en constante alerta, preparado para cuando la paz se viera interrumpida una vez más.
Pero ahora, después de que la lucha contra los piratas que infestaban el pueblo costero de Lurelin había terminado, podía permitirse un merecido descanso, además de atender los rasguños y cortes adquiridos durante el combate.
Lurelin, que poco a poco volvía a pertenecer a su gente, requería la reconstrucción de viviendas y locales para devolverle la vida que alguna vez tuvo. Pero así como su salvador necesitaba reposo antes del trabajo que estaba por venir, los habitantes de la aldea también disfrutaban de la calma que traía consigo la libertad.
Después de todo, no estaba de más respirar un poco, ahora que la tormenta finalmente se había disipado.
Con una última mirada al horizonte, Link dejó que el silencio del atardecer lo envolviera, reconociendo en aquel instante que incluso los héroes merecen descansar.
El sol descendía entre tonos dorados, morados y rosados, y una sensación de serenidad se apoderó de él al ver cómo el mar reflejaba los últimos destellos del día.
Con una leve sonrisa, se puso de pie y se encaminó hacia la pequeña palapa que el jefe de Lurelin le había ofrecido para pasar la noche.
El murmullo de las olas lo acompañó mientras se perdía entre la brisa, preparado al fin para dormir bajo un cielo en paz.
Era como si su respiración y sus latidos se acompasaran al ritmo de la naturaleza que lo rodeaba.
Los momentos de calma en su vida siempre habían sido escasos. Como ex campeón de Hyrule y actual héroe de lo que quedaba de su reino, había aprendido a vivir en constante alerta, preparado para cuando la paz se viera interrumpida una vez más.
Pero ahora, después de que la lucha contra los piratas que infestaban el pueblo costero de Lurelin había terminado, podía permitirse un merecido descanso, además de atender los rasguños y cortes adquiridos durante el combate.
Lurelin, que poco a poco volvía a pertenecer a su gente, requería la reconstrucción de viviendas y locales para devolverle la vida que alguna vez tuvo. Pero así como su salvador necesitaba reposo antes del trabajo que estaba por venir, los habitantes de la aldea también disfrutaban de la calma que traía consigo la libertad.
Después de todo, no estaba de más respirar un poco, ahora que la tormenta finalmente se había disipado.
Con una última mirada al horizonte, Link dejó que el silencio del atardecer lo envolviera, reconociendo en aquel instante que incluso los héroes merecen descansar.
El sol descendía entre tonos dorados, morados y rosados, y una sensación de serenidad se apoderó de él al ver cómo el mar reflejaba los últimos destellos del día.
Con una leve sonrisa, se puso de pie y se encaminó hacia la pequeña palapa que el jefe de Lurelin le había ofrecido para pasar la noche.
El murmullo de las olas lo acompañó mientras se perdía entre la brisa, preparado al fin para dormir bajo un cielo en paz.
Las olas resonaban en un suave vaivén, acompañadas por el delicado suspiro del viento que, al acariciar las flores, formaba una melodía capaz de hacer a Link relajarse mientras admiraba los colores con los que el cielo comenzaba a teñirse.
Era como si su respiración y sus latidos se acompasaran al ritmo de la naturaleza que lo rodeaba.
Los momentos de calma en su vida siempre habían sido escasos. Como ex campeón de Hyrule y actual héroe de lo que quedaba de su reino, había aprendido a vivir en constante alerta, preparado para cuando la paz se viera interrumpida una vez más.
Pero ahora, después de que la lucha contra los piratas que infestaban el pueblo costero de Lurelin había terminado, podía permitirse un merecido descanso, además de atender los rasguños y cortes adquiridos durante el combate.
Lurelin, que poco a poco volvía a pertenecer a su gente, requería la reconstrucción de viviendas y locales para devolverle la vida que alguna vez tuvo. Pero así como su salvador necesitaba reposo antes del trabajo que estaba por venir, los habitantes de la aldea también disfrutaban de la calma que traía consigo la libertad.
Después de todo, no estaba de más respirar un poco, ahora que la tormenta finalmente se había disipado.
Con una última mirada al horizonte, Link dejó que el silencio del atardecer lo envolviera, reconociendo en aquel instante que incluso los héroes merecen descansar.
El sol descendía entre tonos dorados, morados y rosados, y una sensación de serenidad se apoderó de él al ver cómo el mar reflejaba los últimos destellos del día.
Con una leve sonrisa, se puso de pie y se encaminó hacia la pequeña palapa que el jefe de Lurelin le había ofrecido para pasar la noche.
El murmullo de las olas lo acompañó mientras se perdía entre la brisa, preparado al fin para dormir bajo un cielo en paz.