• Un hueso duro de roer.
    Fandom OC
    Categoría Drama
    Huesos El Mercader

    ¿Cómo podía haberlo pasado por alto?
    ¿Cómo se había ocultado de ella tanto tiempo?
    ¿Cómo podría ser que existiera un ser como él si no lo había creado ella?

    No tenía respuestas, pero planeaba conseguirlas de una forma u otra.

    Había concretado una cita con esta persona, conocía apenas un par de cosas sobre... ¿Él?¿Ella?¿Acaso un esqueleto tendría género?

    La ventaja de que Morana se moviera por el bajo mundo y fuera conocida en el mismo era que no había rastro que se le escapara y movería cielo, tierra y mar con tal de conseguir respuestas.

    La cita se llevaría a cabo en un edificio elegido por Morana, un lugar donde nadie hacía preguntas, donde se podía tener una charla sobre cualquier cosa sin que ningún oído curioso tratara de meterse.

    Un local de un "conocido" de Morana, si es que se le podía llamar así.

    Morana ya se encontraba en la mesa donde ocurriría la reunión, una habitación en la parte de atrás de dicho local, cortesía del "conocido" de Morana.

    — ¿Huesos? Tch, ni siquiera se molesta en esconderse... — Murmuró Morana para si misma mientras se encendía el cuarto cigarro.

    La habitación tenía una sola luz en el techo, iluminando poco más que la mesa y los asientos de la misma.

    Había indicado al dueño del local que tendría una cita con alguien peculiar, así que lo dirigirían directamente a la misma habitación que ella tan pronto dijera su nombre en la barra de la sala principal.

    La mirada de Morana estaba fija en la puerta, tenía las piernas cruzadas y no paraba de mover un pie, claramente no tenía paciencia para esperar y no le gustaba que sus invitados llegaran tarde.

    Miró a su reloj de bolsillo.

    — Tch. — Chasqueó la lengua, aún quedaban 10 minutos, pero ya se estaba impacientando. Dio una larga calada al cigarro y soltó el humo.

    ¿Cuánto tardaría en llegar dicho invitado?
    [Huesos_27666] ¿Cómo podía haberlo pasado por alto? ¿Cómo se había ocultado de ella tanto tiempo? ¿Cómo podría ser que existiera un ser como él si no lo había creado ella? No tenía respuestas, pero planeaba conseguirlas de una forma u otra. Había concretado una cita con esta persona, conocía apenas un par de cosas sobre... ¿Él?¿Ella?¿Acaso un esqueleto tendría género? La ventaja de que Morana se moviera por el bajo mundo y fuera conocida en el mismo era que no había rastro que se le escapara y movería cielo, tierra y mar con tal de conseguir respuestas. La cita se llevaría a cabo en un edificio elegido por Morana, un lugar donde nadie hacía preguntas, donde se podía tener una charla sobre cualquier cosa sin que ningún oído curioso tratara de meterse. Un local de un "conocido" de Morana, si es que se le podía llamar así. Morana ya se encontraba en la mesa donde ocurriría la reunión, una habitación en la parte de atrás de dicho local, cortesía del "conocido" de Morana. — ¿Huesos? Tch, ni siquiera se molesta en esconderse... — Murmuró Morana para si misma mientras se encendía el cuarto cigarro. La habitación tenía una sola luz en el techo, iluminando poco más que la mesa y los asientos de la misma. Había indicado al dueño del local que tendría una cita con alguien peculiar, así que lo dirigirían directamente a la misma habitación que ella tan pronto dijera su nombre en la barra de la sala principal. La mirada de Morana estaba fija en la puerta, tenía las piernas cruzadas y no paraba de mover un pie, claramente no tenía paciencia para esperar y no le gustaba que sus invitados llegaran tarde. Miró a su reloj de bolsillo. — Tch. — Chasqueó la lengua, aún quedaban 10 minutos, pero ya se estaba impacientando. Dio una larga calada al cigarro y soltó el humo. ¿Cuánto tardaría en llegar dicho invitado?
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  • La tarde había resultado tranquila, extrañamente familiar. Jamás se imaginó, o al menos no desde los sucesos que pasó en vida, que iba a poder algún día tener una charla tan amena y sincera con Arackniss. Mucho menos que pasaría una especie de "tarde familiar" con él y los niños. Y sin embargo, había pasado.
    Ahora los menores volvían no sólo alegres, sino también agotados. De tanto haber corrido, jugado y hasta cantado, no podían sino volver con las baterías agotadas. Incluso había tenido que volver trayéndolos en brazos completamente dormidos.

    Al entrar al hotel fue directo hacia sus habitaciones. Tras todas las emociones, reencuentros y la vuelta de su alegre personalidad, supuso que ya era hora de intentar devolverios a sus habitaciones. Aunque tras recostar a cada uno en su cama y arroparios, sólo por si acaso, volvió a su propia habitación para buscar al cerdito. Sí. Ese puerco que tanto le huía a las travesuras infantiles pero que a veces también le tocaba el trabajo de niñera.

    — Ya sabes qué hacer — Fue todo lo que le dijo al animal tras dejarlo en la habitación de los infantes, cerrando la puerta después. Sólo entonces soltó un suspiro cansado y se estiró, incluso desplegando las alas junto con un bostezo.
    Había estado todo el día fuera por lo que decidió que era mejor quedarse en el bar lo que quedara de jornada y tal vez un poco más. No quería reproches ni jodidas de Alastor después. Sin embargo, al pasar por delante de la puerta de la habitación que compartía con Angel se detuvo. Una idea cruzando por su mente.

    Tal vez los menores ya estuvieran mejor, pero había alguien cuya atención no le había podido dedicar como le hubiera gustado. Entrando al cuarto, comenzó a rebuscar tranquilamente entre las cosas, sólo notando entonces la extraña nieve cayendo en el exterior. Eso le hizo alzar una ceja pero también le arrebató una sonrisa nostálgica, tomando un suéter también porque previó que podría comenzar a refrescar. Había oído hablar a la princesa sobre una celebración navideña, decorar el hotel Y sin duda estaba decorado, se había encargado de eso, pero a él le faltaba hacerlo aún en el bar. Por lo que no demoraría en ir hasta su lugar de trabajo, tras encontrar lo que buscaba, y decorario sutilmente antes de ocultarse tras la barra del bar donde Angel Dust no pudiera verie.

    Sabía que dejando todas las luces encendidas la araña podría llegar a buscarie y no sería hasta que se acercara para encontrarlo que él iría por detrás para sorprenderlo. Tocando de repente su cintura de forma juguetona para que se diera la vuelta y entonces él, repentinamente, abrazario por las piernas para alzarlo. Una pequeña risa escapando de entre sus labios acompañado por un suave ronroneo.
    No diría ni una sola palabra, tan solo levantando la vista un momento. Una sutil señal para que mirase para arriba y así encontrar, sobre sus cabezas, un pequeño racimo de muérdago.
    La tarde había resultado tranquila, extrañamente familiar. Jamás se imaginó, o al menos no desde los sucesos que pasó en vida, que iba a poder algún día tener una charla tan amena y sincera con Arackniss. Mucho menos que pasaría una especie de "tarde familiar" con él y los niños. Y sin embargo, había pasado. Ahora los menores volvían no sólo alegres, sino también agotados. De tanto haber corrido, jugado y hasta cantado, no podían sino volver con las baterías agotadas. Incluso había tenido que volver trayéndolos en brazos completamente dormidos. Al entrar al hotel fue directo hacia sus habitaciones. Tras todas las emociones, reencuentros y la vuelta de su alegre personalidad, supuso que ya era hora de intentar devolverios a sus habitaciones. Aunque tras recostar a cada uno en su cama y arroparios, sólo por si acaso, volvió a su propia habitación para buscar al cerdito. Sí. Ese puerco que tanto le huía a las travesuras infantiles pero que a veces también le tocaba el trabajo de niñera. — Ya sabes qué hacer — Fue todo lo que le dijo al animal tras dejarlo en la habitación de los infantes, cerrando la puerta después. Sólo entonces soltó un suspiro cansado y se estiró, incluso desplegando las alas junto con un bostezo. Había estado todo el día fuera por lo que decidió que era mejor quedarse en el bar lo que quedara de jornada y tal vez un poco más. No quería reproches ni jodidas de Alastor después. Sin embargo, al pasar por delante de la puerta de la habitación que compartía con Angel se detuvo. Una idea cruzando por su mente. Tal vez los menores ya estuvieran mejor, pero había alguien cuya atención no le había podido dedicar como le hubiera gustado. Entrando al cuarto, comenzó a rebuscar tranquilamente entre las cosas, sólo notando entonces la extraña nieve cayendo en el exterior. Eso le hizo alzar una ceja pero también le arrebató una sonrisa nostálgica, tomando un suéter también porque previó que podría comenzar a refrescar. Había oído hablar a la princesa sobre una celebración navideña, decorar el hotel Y sin duda estaba decorado, se había encargado de eso, pero a él le faltaba hacerlo aún en el bar. Por lo que no demoraría en ir hasta su lugar de trabajo, tras encontrar lo que buscaba, y decorario sutilmente antes de ocultarse tras la barra del bar donde [Ange1Dust] no pudiera verie. Sabía que dejando todas las luces encendidas la araña podría llegar a buscarie y no sería hasta que se acercara para encontrarlo que él iría por detrás para sorprenderlo. Tocando de repente su cintura de forma juguetona para que se diera la vuelta y entonces él, repentinamente, abrazario por las piernas para alzarlo. Una pequeña risa escapando de entre sus labios acompañado por un suave ronroneo. No diría ni una sola palabra, tan solo levantando la vista un momento. Una sutil señal para que mirase para arriba y así encontrar, sobre sus cabezas, un pequeño racimo de muérdago.
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  • "Las cosas que perdemos"
    Fandom The Walking Dead
    Categoría Drama
    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⤷ㅤ𝑁𝘜𝐸𝘝𝑂 𝑆𝘛𝐴𝘙𝑇𝘌𝑅
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Kate Blake
    ㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤDespués de aquel día todo fue bien. La relacion de Daryl y Kate volvio a florecer de nuevo, como si aquellos dias distanciados los hubieran hecho mucho más fuertes. Hershel había podido ocuparse de la fea herida en el brazo de Kate. Y, aunque no pudo reconstruir perfectamente el tatuaje de su brazo, lo cierto era que fue un milagro que aquella herida cicatrizara tan bien a pesar de no contar con demasiados avances médicos en aquel lugar.

    Una vez que Kate estuvo recuperada y Hershel le dio el visto bueno, la ex – sargento y Daryl salían muy a menudo de la prisión en busca del Gobernador. Michonne tambien. A veces iban en equipo, a veces se dividían. En tres meses barrieron todos los pueblos a la redonda en un margen de treinta kilómetros. Pero nunca había pistas. Daryl sabía que Kate no estaba demasiado convencida con aquellas salidas, que lo hacía únicamente por pasar tiempo con él y por “proteger su trasero”. Y entonces, un día, dejaron de salir. Dejaron de querer estar en otro sitio. Dejaron de perder su vida por encontrar a aquel cabrón asesino.

    Y la vida continuó. Daryl y Kate se asentaron como figuras de confianza para las personas de la prisión: formaban parte del consejo, salían a cazar juntos, hacían juntos las vigilancias. Eran un equipo imparable. Mientras Rick descansaba y se dedicaba a la vida en el campo y a volver a sintonizar consigo mismo, la gente en la prisión salía adelante gracias a la estupenda organización del Consejo.

    Hershel, Carol, Sasha, Daryl, Glenn, Kate… Todos ellos trabajando como uno solo para el bienestar de todos. Todo se sometía a votación, todo se evaluaba en grupo. Se habían reforzado vallas, las puertas, las entradas… Fueron seis meses de absoluta calma… hasta que llegó el desastre.

    Un brote de gripe arrasó la prisión llevándose consigo a un tercio de la población de aquella pequeña comunidad, obligando a Daryl, Kate, Bob, Michonne y Tyresse a salir a buscar medicamentos para los enfermos… Cuando regresaron y trataron a los enfermos pareció que lo peor había pasado hasta que…

    Él regresó.

    El Gobernador se presentó con más de una veintena de hombres y mujeres armados y un tanque totalmente armado, como pudieron comprobar. Había capturado a Hershel y Michonne y amenazó con matarlos a todos y destruir la prisión si Rick no claudicaba y abandonaban el recinto. El ex – líder trató de hacer entrar en razon al Gobernador pero aquellas palabras de Rick se saldaron con la muerte fría y cruel de Hershel. Y entonces… se desató el horror.

    Daryl había repartido armas para Beth, Maggie, Carl y Kate. Una mirada le bastó para pedirle de forma silenciosa que tuviera cuidado, que siguiera “el plan”. En cuanto el cuerpo de Hershel cayó al suelo las balas comenzaron a llover por todas partes. El tanque entró en el recinto tirando las vallas. La prisión estaba perdida, ya resultaba del todo inútil… Sin las vallas que contenían a los muertos ese lugar no valía de absolutamente nada.

    Durante el tiroteo y mientras peleaban en medio de la contienda, Daryl perdió de vista a Kate. Y temió perderla tambien a ella. Igual que habían perdido a Hershel, igual que habían perdido la prisión…

    Y aquel pensamiento fue el que lo llevó a matar por primera vez a sangre fría. Tras colar una granada de mano dentro del cañón del tanque y alejarse para verlo explotar pudo observar como el artillero salía de este un segundo antes de la explosión. Y allí, de pie frente a un hombre desarmado, Daryl disparó su ballesta. La flecha se clavó en el pecho de aquel tipo y Daryl lo vio caer. No sentía nada. Nada más que rabia y un profundo rencor hacia si mismo por haberse rendido tan pronto. Por haber dejado de buscar…

    -¡Hay que llevar a los niños al autobús! - Beth llegó corriendo hasta él. Lo agarró del brazo y tiró de este.

    -Tenemos que irnos… ¿Has visto a Kate? -preguntó, con cierto deje entre destrozado y preocupado en la voz.

    -Iba detrás de Maggie. Querían sacar a Glenn…-explicó Beth. Daryl tuvo el impulso de correr hacia el interior del pabellón donde sabía que se encontraba Glenn pero un monton de caminantes le cortaron el paso.

    Daryl aguardó unos segundos esperando a ver aparecer a Kate por alguna parte, alzó su rostro y se puso de puntillas para ver por encima de las cabezas de los muertos. Pero no la veia. Beth tenía razón, tenían que largarse. Si se quedaban allí morirían. Echó a correr con la rubia sin más armas ni protección que su ballesta y el rifle de asalto de Beth.

    -Joder.. -miró un momento atrás al llegar a un agujero en la valla. No veia nada más allá del humo y caminantes. No veia a Rick, no veia a Michonne, ni Maggie… Ni Kate- Hay que irse… -dijo, intentando parecer más entero de lo que realmente se sentía.

    Pero, aunque sus palabras eran de aliento, animando a la joven Greene a seguir adelante, lo cierto era que Daryl no pudo evitar darse la vuelta una vez más esperando ver a Kate llegar corriendo hacia él. Y una parte de sí mismo, en su fuero interno, se sintió tentado de regresar, de liarse a tiros con todo lo que encontrase y de revisar cada centímetro de aquel lugar perdido hasta que encontrara a la morena. Pero sabía que Beth moriría sin él. La chica era dura, pero no estaba acostumbrada a sobrevivir sola ahí afuera.

    Unos cuantos disparos resonaron desde el interior de la prisión, esa que habían dejado atrás hacia varios metros y cuando la voz preocupada de Beth sugirió que, tal vez, se tratase de Maggie, Daryl le impidió regresar.

    -Se acabó -dijo- Corre.

    -Pero… ¡son nuestros amigos! ¡Quizás quede alguien! ¡Rick! ¡Carl! ¡Maggie! ¡Kate! -le espetó Beth intentando regresar, pero Daryl, estático, le agarró del brazo de forma firme.

    -Se acabó. Estamos solos -dijo Daryl, con crudeza.

    Porque si se permitía pensar en todo lo que había perdido aquel día se sentía morir. Porque sabía que había sido culpa suya. Porque había perdido a su familia. Porque la había perdido a ella. No volvería a ver a Kate. A abrazarla. A escucharla reírse con uno de sus comentarios de mierda. La había perdido. Otra vez.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
    ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⤷ㅤ𝑁𝘜𝐸𝘝𝑂 𝑆𝘛𝐴𝘙𝑇𝘌𝑅 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [KateBlake] ㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤDespués de aquel día todo fue bien. La relacion de Daryl y Kate volvio a florecer de nuevo, como si aquellos dias distanciados los hubieran hecho mucho más fuertes. Hershel había podido ocuparse de la fea herida en el brazo de Kate. Y, aunque no pudo reconstruir perfectamente el tatuaje de su brazo, lo cierto era que fue un milagro que aquella herida cicatrizara tan bien a pesar de no contar con demasiados avances médicos en aquel lugar. Una vez que Kate estuvo recuperada y Hershel le dio el visto bueno, la ex – sargento y Daryl salían muy a menudo de la prisión en busca del Gobernador. Michonne tambien. A veces iban en equipo, a veces se dividían. En tres meses barrieron todos los pueblos a la redonda en un margen de treinta kilómetros. Pero nunca había pistas. Daryl sabía que Kate no estaba demasiado convencida con aquellas salidas, que lo hacía únicamente por pasar tiempo con él y por “proteger su trasero”. Y entonces, un día, dejaron de salir. Dejaron de querer estar en otro sitio. Dejaron de perder su vida por encontrar a aquel cabrón asesino. Y la vida continuó. Daryl y Kate se asentaron como figuras de confianza para las personas de la prisión: formaban parte del consejo, salían a cazar juntos, hacían juntos las vigilancias. Eran un equipo imparable. Mientras Rick descansaba y se dedicaba a la vida en el campo y a volver a sintonizar consigo mismo, la gente en la prisión salía adelante gracias a la estupenda organización del Consejo. Hershel, Carol, Sasha, Daryl, Glenn, Kate… Todos ellos trabajando como uno solo para el bienestar de todos. Todo se sometía a votación, todo se evaluaba en grupo. Se habían reforzado vallas, las puertas, las entradas… Fueron seis meses de absoluta calma… hasta que llegó el desastre. Un brote de gripe arrasó la prisión llevándose consigo a un tercio de la población de aquella pequeña comunidad, obligando a Daryl, Kate, Bob, Michonne y Tyresse a salir a buscar medicamentos para los enfermos… Cuando regresaron y trataron a los enfermos pareció que lo peor había pasado hasta que… Él regresó. El Gobernador se presentó con más de una veintena de hombres y mujeres armados y un tanque totalmente armado, como pudieron comprobar. Había capturado a Hershel y Michonne y amenazó con matarlos a todos y destruir la prisión si Rick no claudicaba y abandonaban el recinto. El ex – líder trató de hacer entrar en razon al Gobernador pero aquellas palabras de Rick se saldaron con la muerte fría y cruel de Hershel. Y entonces… se desató el horror. Daryl había repartido armas para Beth, Maggie, Carl y Kate. Una mirada le bastó para pedirle de forma silenciosa que tuviera cuidado, que siguiera “el plan”. En cuanto el cuerpo de Hershel cayó al suelo las balas comenzaron a llover por todas partes. El tanque entró en el recinto tirando las vallas. La prisión estaba perdida, ya resultaba del todo inútil… Sin las vallas que contenían a los muertos ese lugar no valía de absolutamente nada. Durante el tiroteo y mientras peleaban en medio de la contienda, Daryl perdió de vista a Kate. Y temió perderla tambien a ella. Igual que habían perdido a Hershel, igual que habían perdido la prisión… Y aquel pensamiento fue el que lo llevó a matar por primera vez a sangre fría. Tras colar una granada de mano dentro del cañón del tanque y alejarse para verlo explotar pudo observar como el artillero salía de este un segundo antes de la explosión. Y allí, de pie frente a un hombre desarmado, Daryl disparó su ballesta. La flecha se clavó en el pecho de aquel tipo y Daryl lo vio caer. No sentía nada. Nada más que rabia y un profundo rencor hacia si mismo por haberse rendido tan pronto. Por haber dejado de buscar… -¡Hay que llevar a los niños al autobús! - Beth llegó corriendo hasta él. Lo agarró del brazo y tiró de este. -Tenemos que irnos… ¿Has visto a Kate? -preguntó, con cierto deje entre destrozado y preocupado en la voz. -Iba detrás de Maggie. Querían sacar a Glenn…-explicó Beth. Daryl tuvo el impulso de correr hacia el interior del pabellón donde sabía que se encontraba Glenn pero un monton de caminantes le cortaron el paso. Daryl aguardó unos segundos esperando a ver aparecer a Kate por alguna parte, alzó su rostro y se puso de puntillas para ver por encima de las cabezas de los muertos. Pero no la veia. Beth tenía razón, tenían que largarse. Si se quedaban allí morirían. Echó a correr con la rubia sin más armas ni protección que su ballesta y el rifle de asalto de Beth. -Joder.. -miró un momento atrás al llegar a un agujero en la valla. No veia nada más allá del humo y caminantes. No veia a Rick, no veia a Michonne, ni Maggie… Ni Kate- Hay que irse… -dijo, intentando parecer más entero de lo que realmente se sentía. Pero, aunque sus palabras eran de aliento, animando a la joven Greene a seguir adelante, lo cierto era que Daryl no pudo evitar darse la vuelta una vez más esperando ver a Kate llegar corriendo hacia él. Y una parte de sí mismo, en su fuero interno, se sintió tentado de regresar, de liarse a tiros con todo lo que encontrase y de revisar cada centímetro de aquel lugar perdido hasta que encontrara a la morena. Pero sabía que Beth moriría sin él. La chica era dura, pero no estaba acostumbrada a sobrevivir sola ahí afuera. Unos cuantos disparos resonaron desde el interior de la prisión, esa que habían dejado atrás hacia varios metros y cuando la voz preocupada de Beth sugirió que, tal vez, se tratase de Maggie, Daryl le impidió regresar. -Se acabó -dijo- Corre. -Pero… ¡son nuestros amigos! ¡Quizás quede alguien! ¡Rick! ¡Carl! ¡Maggie! ¡Kate! -le espetó Beth intentando regresar, pero Daryl, estático, le agarró del brazo de forma firme. -Se acabó. Estamos solos -dijo Daryl, con crudeza. Porque si se permitía pensar en todo lo que había perdido aquel día se sentía morir. Porque sabía que había sido culpa suya. Porque había perdido a su familia. Porque la había perdido a ella. No volvería a ver a Kate. A abrazarla. A escucharla reírse con uno de sus comentarios de mierda. La había perdido. Otra vez. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
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  • Do you remember me? Remember all of that?
    Fandom IT
    Categoría Terror
    Los Ángeles, 2016.

    Aquel fin de semana no pudo ir a visitar a Nathan, estaba demasiado ocupada, su agenda estaba completa. Su teléfono no dejaba de sonar, Alice, su representante, estaba concertándole mil y una citas con agencias de actores, muchas ellas estaban buscando gente para micro teatros, otras para anuncios, y las que más le importaban a ella: las películas y las series. Llevaba años persiguiendo el papel de protagonista y hasta ahora no había pasado ninguno de los castings a los que se había presentado. ¿Tendría tal vez algo que ver con que ella jamás se marchó de Derry? ¿No del todo? Ese sitio te ataba, te estancaba, te hacía miserable en la vida. Si Ally hubiera coincidido con los que fueron en su día sus amigos, “los perdedores”, se hubiera asombrado de ver que cada uno de ellos había obtenido la fama y el trabajo de sus sueños. Sin embargo, ahí estaba ella, persiguiendo un sueño que parecía jamás lograr alcanzar. Alice le había conseguido, además de un casting como antagonista en una película de terror (de la cual aún no sabía el nombre), un piso en el centro a un buen precio.

    Las mudanzas nunca le habían gustado, y de no ser porque no tenía demasiadas cosas que transportar, se hubiera negado en rotundo, y hubiera continuado viviendo en ese cuchitril asqueroso al que llamaba casa.

    Eso le recordaba a Neibolt Street, a la casa de su hermano. Ella había pasado un año entero durmiendo en un sótano acondicionado como habitación, estaba acostumbrada al olor a humedad, a las telarañas… A todo eso que cualquiera que viviera en Los Ángeles detestaría.

    Ese día fue un día de lo más estresante: tuvo dos entrevistas de trabajo, tres castings y la dichosa mudanza. No le importaba que no le escogieran en ninguno de los dos ámbitos porque tanto los trabajos como los proyectos asignados a esos castings, eran aburridos, más de lo mismo que había hecho durante toda su vida; dependienta de una tienda de telefonía, y canguro. ¿Y más obras de teatro sobre la edad media? Estaba muy cansada de aquello. Necesitaba algo nuevo, romper con lo cuotidiano, salirse de su zona de confort.

    Lo que Ally no sabía, es que ese día, unos minutos antes de llegar al paseo de la fama, encontraría su respuesta en uno de los carteles del Hollywood Pantages Theatre. Llevaba consigo una de las últimas cajas de la mudanza, pues el apartamento estaba a unos 10 minutos desde allí, y menos mal que en el interior de ésta no había cosas demasiado pesadas, porque ésta se le cayó sobre los pies cuando vio aquello:

    LA DIVERSIÓN ACABA DE EMPEZAR, CON RICHIE TOZIER.
    ESTA NOCHE A LAS 22:00, EN EL PANTAGES THEATRE.

    La muchacha, en cuanto vio aquel nombre en pantalla y la foto que identificaba al protagonista de ese número, sintió cómo todo su cuerpo se tensaba. Pudo notar el corazón bombeándole en el interior del pecho con tanta intensidad, que incluso se preocupó. Una alerta en su reloj inteligente vibró en su muñeca: “Frecuencia cardiaca alta, date un respiro.”

    Tragó saliva, poniéndose nerviosa. En seguida se paró a recoger todo lo que se le había caído al suelo, sin mirar siquiera el interior de la caja, o si se dejaba algo sobre el suelo. No le importó, no podía dejar de mirar la enorme pantalla, con el rostro de su amigo. Corrió hacia la taquilla, ésta estaba a punto de cerrar, de hecho, la muchacha del interior, bajó la persiana delante de sus narices.
    —H-hola —dijo la chica, nerviosa, sintiendo que perdería aquella oportunidad—. Q-quería una entrada para —alzó la cabeza hacia la plantilla con todos los shows, para recordar el nombre—. La diversión ac-
    Pero la taquillera le interrumpió, con un tono borde y desganado. Se notaba que se había memorizado aquella frase, porque la dictaba como un robot.
    —Está cerrado. Abrimos de 10:00 a 14:00 y de 19:00 a 20:00 antes de la función. Gracias.
    —¡Eh! ¡Espera! Por favor, es un amigo mío.
    La muchacha de la cabina rodó los ojos.
    —Te pagaré la entrada doble, quédate con el resto, por favor…
    —Está cerrado, vuelva más tarde.
    —Escucha… Puedo pagarte una entrada y darte a ti el equivalente a tres entradas más. Tú te lo quedas, nadie se entera, y todos felices. ¿Qué me dices?
    —Abrimos de 19:00-
    Ally la interrumpió:
    —¡OH, POR FAVOR! ¡Ya sé a qué hora abrís, te estoy pidiendo por favor que-
    Pero la contraria cerró por completo la persiana, y la chica se quedó con la palabra en la boca.
    En aquel momento la hubiera estrangulado con sus propias manos. Ally era una persona impaciente, alguien que quería algo YA si se le antojaba.
    Acababa de encontrarle, a él, en Los Ángeles, después de 25 años sin verle. Al terminar con Eso, en agosto, Ally volvió con su familia a Ludlow, y no volvió hasta unos años más tarde, cuando Richie había dejado la ciudad de Derry, junto a sus padres. Desde entonces, Ally solo volvía para pasar fines de semana con su hermano, o alguna que otra festividad. Y ahora, después de tanto tiempo, la casualidad de la que hablaba cuando eran niños, la había llevado hasta allí.
    —Mira, entiendo lo que es que alguien venga a molestarte fuera de tu horario laboral, créeme… Pero de verdad que necesito esas entradas. Te daré lo que me pidas, de verdad.
    No supo cómo, pero la convenció. La muchacha del interior de la cabina tecleó en su ordenador dispuesta a imprimirle las entradas.
    —¿Asiento?
    —¡Gracias!... ¡Gracias! El que sea, de verdad que no me importa.
    —¿Hora?
    Ally frunció el ceño, confusa, y revisó de nuevo el cartel en el que aparecían los horarios de la función.
    —Solo hay un espectáculo…
    —¿Qué espectáculo desea ver? —realmente la voz cortante e inapetente de la contraria, la hacía parecer una máquina, un robot en el cuerpo de un humano.
    Ally chasqueó la lengua, molesta por tener que volver a revisar el título del show.
    —La diversión acaba de empezar.
    Después de un par de segundos, la chica respondió:
    —No quedan entradas para esta noche a la función de “La diversión acaba de empezar.”
    —¿Qué? Me tienes que estar tomando el pelo…
    —¿Quiere comprar una entrada para mañana?
    —C-claro… —respondió dubitativa. Ella no quería ir al día siguiente, quería verlo ese mismo día. Ya le iba a costar esperar 8 horas, como para esperar 32.
    —¿A qué hora?
    —A la… única maldita hora que hay —masculló entre dientes, esa mujer estaba acabando con su paciencia.
    —De acuerdo. Mañana a las 22:00 “La diversión acaba de empezar” —dijo antes de confirmar la compra.
    —Sí —respondió, hastiada.
    —Lo siento, no quedan entradas. ¿Quiere comprar una para pasado mañana?
    Ally soltó todo el aire de sus pulmones, completamente irritada.
    —No, déjalo. No importa.
    —De acuerdo, que tenga un buen día.
    Y una vez más la persiana volvió a cerrarse frente a ella.
    No podía tener tan mala suerte. O sí… Sí, por supuesto que podía.
    —¡EH! ¡OIGA! ¡VUELVA AQUÍ, SEÑOR!
    Cuando pensabas que las cosas no podían irte peor, era sin duda porque las cosas podían irte muchísimo peor. La caja de ropa que había dejado a un lado de la taquilla había desaparecido, y ahora estaba en los brazos de un anciano que no dejaba de correr, como si tuviera 15 años. Intentó ir tras él, pero estaba tan furiosa, que, en lugar de eso, se rindió, sentándose sobre los escalones que daban paso a la puerta del teatro.
    —Por dios, pero qué te he hecho… —preguntó mirando al cielo—. Dame una tregua, vamos…
    El teléfono sonó en el interior de su bolsillo, y sobre su muñeca, la pantalla del reloj se iluminó con el nombre de Alice. Ally se sacó el teléfono del bolsillo, deslizó el dedo hacia la derecha y contestó.
    —Alice, no es un buen momento.
    —Claro que lo es. Me han llamado del Journal para hacerte una entrevista.
    —¿Una entrevista? ¿En el Journal? ¿Necesitan secretaria? —preguntó con un tono sarcástico.
    —No, idiota. Quieren hacerte una prueba, un casting.
    —Joder, Alice, pues di las cosas bien si quieres que te entiendan a la primera. ¿Sobre qué es?
    —Te quieren como protagonista para una serie —dijo con ilusión la voz tras el teléfono.
    —¿De verdad?... —preguntó Ally, relajándose por fin.
    —¡Sí! Aún no sé cuál es la trama, pero pinta muy bien. Netflix ha comprado los derechos, ¡estarás en mil pantallas!
    —Eso si me cogen.
    —Ey, ¿qué te pasa? Acabo de conseguirte la entrevista de tu vida y estás con ese tonito todo el rato.
    —No es un buen momento…
    —¿Qué ha pasado?
    —¿Podemos vernos? Es demasiado fuerte como para contártelo por teléfono —dijo la chica, observando con admiración el rostro de su amigo en la gran pantalla sobre el teatro.

    3 horas después, en el Holly West Restaurant.

    —¡¿Qué?!
    —Baja la voz… —le pidió Ally, pero Alice no pudo contener la sorpresa ante lo que acababa de escuchar—.Y es una mierda porque no he conseguido entradas para verle. Era la única forma que tenía de volver a hablar con él, ¿sino cómo? Ahora que es famoso a poca gente le dejará acercarse.
    —¿Y cómo pensabas hacerlo si conseguías las entradas?
    —Conozco el Hollywood Pantages como la palma de mi mano. He hecho ahí unas cuantas obras, sé por dónde salen los actores.
    —¿Y por qué no le esperas a la entrada en lugar de a la salida?
    —No quiero ponerle nervioso antes del espectáculo. ¿Sabes cómo se pondrá cuando me vea? Hace 25 años que no le veo, los dos hemos cambiado.
    —Espera un segundo… ¿Has dicho que actúa en el Pantages?
    —Sí.
    —¿Esta noche?
    —¿Conoces a alguien que me pueda colar sin que nadie se entere? —preguntó con una sonrisa fingida, pues sabía que las cosas no serían tan sencillas como lo esperaba. ¿O sí?
    —¿Cómo se llama?
    —Richie. Richie Tozier —jamás olvidaría ese nombre.
    —No. Él no. Su show.
    —Ah. Oh… La diversión acaba de empezar.
    Alice sacó su teléfono, con el entrecejo fruncido, como si buscara algo.
    —No las vas a conseguir, yo también las he buscado pensando que esa zorra de la taquilla me la tenía jurada… —espetó Ally, dándole un sorbo a la coca-cola, sintiendo cómo el hielo le adormecía el labio superior. Pero cuando su amiga le mostró su correo en la pantalla, y en éste aparecieron las entradas, no logró contener el líquido en su boca, escupiéndoselo en la cara sin poder evitarlo, ante la sorpresa—. ¡Oh, joder! Mierda, lo siento, ¿estás bien? ¿Te he dado en el ojo?
    Alice apretó los ojos, cerrándolos con fuerza para que no le entrara el líquido y le provocara una tremenda irritación, limpiándose los restos de refresco y saliva, con la servilleta sobre la mesa.
    —¿Cómo cojones las has conseguido?
    —Sam…
    Sam era el tipo que estaba empezando a conocer, el mismo que Ally días antes había estado criticando, y no era porque el chico no fuera una buena persona, lo poco que le había contado de él era suficiente para saber que era un buen tío. Lo que verdaderamente le sucedió para detestarlo tanto, es que sabía que si Alice conseguía un novio, dejaría de tenerla disponible las 24 horas, así que, egoístamente, lo hizo por eso.
    —¡Sam! —dijo de pronto, como si le hubiera recordado— .¡Sam, claro! ¡Ese gran tipo! ¿Por qué nunca me lo has presentado?
    —Te lo presenté, y le llamaste raro a la cara…
    —¿Qué? ¿De verdad? Por dios, no me acuerdo de haber hecho eso, pero ya sabes que soy una bocazas, no me lo tomes en cuenta, sabes que me encanta ese chico —mintió.
    —Le detestas. Siempre me dices que lo mande a la mierda.
    —¡Yo nunca he dicho eso!
    —Si querías las entradas no hacía falta que me mintieras, sabes que te basta con pedírmelas.
    Ally subió los codos sobre le mesa, juntó sus manos, entrelazando sus dedos y le suplicó inclinándose hacia ella.
    —Por favor, necesito esa entrada…
    Alice suspiró, mirándola como una madre miraría a su hija, una mirada que decía: “no tiene remedio”. El único inconveniente era que Alice tenía 23 años, y Ally 38, así que nunca podría ser su madre.

    Por fin la suerte estaba de su parte, había conseguido la maldita entrada y ya tenía su plan bien detallado mentalmente. Disfrutaría de ver a su amigo hacer lo que mejor se le daba; hacer reír a la gente. Lo esperaría en el parking de coches, donde se situaba la puerta de la salida de los camerinos, perfectamente disimulada con un cartel que el bar de enfrente les había prestado, en el que podía leerse: SALA DE CONTADORES.
    A nadie le hubiera interesado entrar en una sala de contadores, así que era un buen método para mantener a los fans alejados. Ella en cambio, siempre habría deseado salir de allí después de un estreno y encontrarse a millones de personas esperándola, pidiéndole autógrafos y fotos que después publicarían en sus redes sociales. Pero ese día aún no había llegado, la gente no le reconocía por la calle, y con esa suerte, seguramente nunca lo harían.

    El tiempo pasó lento, despacio, excepto cuando tuvo que escoger qué ropa ponerse y de qué color pintar sus labios, en ese momento el reloj corrió dando la vuelta por completo. Había perdido una hora en arreglarse, y poco era para el reencuentro que estaría a punto de vivir…
    Al final se decantó por una blusa blanca, con un escote que dejaba apreciar su esternón y una pequeña parte de la curvatura de sus pechos, descotados. En la parte inferior de su cintura llevaba unos pantalones negros, pitillos, junto con unas converse de color negro y blanco. No se había cargado de maquillaje, únicamente había usado su lápiz de ojos negro, marcando la línea inferior de su párpado, un poco de rímel para acentuar sus pestañas, y un pintalabios rojo oscuro, de esos que aguantaban toda la noche y que luego te costaba quitarte.
    El cuchitril en el que vivía, de momento, quedaba a más de una hora de allí, y ya eran las 20:30, así que se dio prisa en llamar a un taxi.
    Para cuando éste la dejó en la puerta del Hollywood Pantages, eran las 21:40. El maldito tráfico de L.A.

    Estuvo a punto de llegar tarde, a punto de que le cerraran la puerta en las narices, pero al no tratarse de una obra como tal, al ser un espectáculo de humor, algo que en esos sitios infravaloraban muchísimo, la dejaron pasar. Su asiento estaba situado en Platea B, justo la zona superior derecha frente al escenario, la parte alta de las butacas. No era un mal sitio, mejor que haber estado en primera fila, pues no quería sorprenderle en mitad de un número, quería verle la cara de cerca, saber cuáles eran sus pensamientos, sus sensaciones…
    Estaba nerviosa, casi como si la que tuviera que subirse al escenario fuera ella. Cuando su nombre resonó en los altavoces de la sala, sintió un hormigueo en el estómago, la emoción apoderándose de ella. Y al verle… al contemplar cómo salía, con qué andares y qué seguridad se acercaba al centro del escenario, se sintió temblar sobre el asiento.
    Los recuerdos la bombardearon, y no solo lloró de la risa por sus comentarios jocosos y sus chistes durante todo el espectáculo, sino que lo hizo por la emoción, la ilusión de ese reencuentro, de verle una vez más, de encontrarse después de tantos años. Él había cambiado físicamente, pero sus rasgos eran los mismos, y su personalidad no había cambiado en absoluto. Seguía haciendo ese tipo de comentarios subiditos de tono…
    El sexo siempre había sido un tema que él trataba con humor, tal vez porque esa era su forma de normalizar algo que con el resto de sus amigos no tenía en común.

    La gente lo adoraba, aplaudían, reían, gritaban, era todo un ídolo allí. Y aquello la enorgulleció, la hizo sentir feliz del hombre en el que se había convertido, sobre todo por haber podido llegar hasta allí, cumpliendo su sueño, eso que tanto quería; hacer reír al mundo entero. Ally esperó impaciente a que terminara el espectáculo, no por aburrimiento, sino porque no aguantaba más tiempo allí sentada, imaginándose cómo sería el reencuentro. Necesitaba tenerle ya delante, y cuando eso sucedió… cuando divisó que la puerta del cartel de la sala de contadores falsa, se abría, viéndolo, saliendo de allí encendiéndose el cigarro con el mechero, se deshizo por dentro. Se sintió como una de esas adolescentes que acampaban en las entradas de los conciertos días y días, esperando ver únicamente el coche en el que iban montados sus ídolos, con los cristales tintados. Era absurdo, ¿verdad? Sí, por supuesto que lo era, al igual que esos estúpidos nervios que estaba sintiendo, ese temblor en sus piernas. Necesitaba acabar ya con ese momento de tensión. Richie se quedó ahí de pie, abrazando con la palma de su mano el cigarro y la llama, evitando así que el viento la apagara. Ally se acercó, despacio. Lo único que los alumbraba era una farola en medio de aquella calle, que daba al patio trasero del edificio, cerca del parking de coches.
    Cuando estaba lo suficientemente cerca, musitó:
    —Hola, Richie.
    —¡OH, MIERDA! — masculló con el tabaco entre los labios. Sobresaltándose tanto, que por poco se tragó el cigarro, cayéndoseles éste junto con mechero. En seguida se puso en posición de defensa, con las palmas de las manos por delante, y los brazos estirados hacia la chica—. ¿Quién coño eres? —le preguntó con cierta sospecha. Era habitual últimamente que la gente lo acosara, muchos de sus fans incluso habían averiguado dónde vivía, y su última experiencia con una fan loca dejó mucho que desear.
    —¿No te acuerdas de mí?...
    Richie miró hacia todas partes, por si aquella tía venía acompañada de sus amiguitas las locas. Se separó, poniéndose a andar, con las manos en los bolsillos, alejándose de ella.
    —No te conozco de nada, lo siento —le dijo, ceñudo.
    —Pues yo a ti sí que te conozco —respondió ella, desde donde estaba. No se había movido, pero sí había alzado el tono para qué este le escuchara.
    —Todas me conocéis demasiado —murmuró él entre dientes, sacando las llaves de su Mustang Cabrío, de color burdeos. La luz del vehículo parpadeó dos veces, haciéndose ver entre el resto. Era un cochazo, desde luego.
    —Jamás podría olvidar al chico que me salvó de una paliza —dijo entonces ella, esperando que él recordaba aquello.
    Richie se detuvo en seco, con el ceño fruncido, dándole aún la espalda.
    —Al chico que me llevó en su bicicleta hasta su casa, porque yo estaba aterrorizada…
    Los Ángeles, 2016. Aquel fin de semana no pudo ir a visitar a Nathan, estaba demasiado ocupada, su agenda estaba completa. Su teléfono no dejaba de sonar, Alice, su representante, estaba concertándole mil y una citas con agencias de actores, muchas ellas estaban buscando gente para micro teatros, otras para anuncios, y las que más le importaban a ella: las películas y las series. Llevaba años persiguiendo el papel de protagonista y hasta ahora no había pasado ninguno de los castings a los que se había presentado. ¿Tendría tal vez algo que ver con que ella jamás se marchó de Derry? ¿No del todo? Ese sitio te ataba, te estancaba, te hacía miserable en la vida. Si Ally hubiera coincidido con los que fueron en su día sus amigos, “los perdedores”, se hubiera asombrado de ver que cada uno de ellos había obtenido la fama y el trabajo de sus sueños. Sin embargo, ahí estaba ella, persiguiendo un sueño que parecía jamás lograr alcanzar. Alice le había conseguido, además de un casting como antagonista en una película de terror (de la cual aún no sabía el nombre), un piso en el centro a un buen precio. Las mudanzas nunca le habían gustado, y de no ser porque no tenía demasiadas cosas que transportar, se hubiera negado en rotundo, y hubiera continuado viviendo en ese cuchitril asqueroso al que llamaba casa. Eso le recordaba a Neibolt Street, a la casa de su hermano. Ella había pasado un año entero durmiendo en un sótano acondicionado como habitación, estaba acostumbrada al olor a humedad, a las telarañas… A todo eso que cualquiera que viviera en Los Ángeles detestaría. Ese día fue un día de lo más estresante: tuvo dos entrevistas de trabajo, tres castings y la dichosa mudanza. No le importaba que no le escogieran en ninguno de los dos ámbitos porque tanto los trabajos como los proyectos asignados a esos castings, eran aburridos, más de lo mismo que había hecho durante toda su vida; dependienta de una tienda de telefonía, y canguro. ¿Y más obras de teatro sobre la edad media? Estaba muy cansada de aquello. Necesitaba algo nuevo, romper con lo cuotidiano, salirse de su zona de confort. Lo que Ally no sabía, es que ese día, unos minutos antes de llegar al paseo de la fama, encontraría su respuesta en uno de los carteles del Hollywood Pantages Theatre. Llevaba consigo una de las últimas cajas de la mudanza, pues el apartamento estaba a unos 10 minutos desde allí, y menos mal que en el interior de ésta no había cosas demasiado pesadas, porque ésta se le cayó sobre los pies cuando vio aquello: LA DIVERSIÓN ACABA DE EMPEZAR, CON RICHIE TOZIER. ESTA NOCHE A LAS 22:00, EN EL PANTAGES THEATRE. La muchacha, en cuanto vio aquel nombre en pantalla y la foto que identificaba al protagonista de ese número, sintió cómo todo su cuerpo se tensaba. Pudo notar el corazón bombeándole en el interior del pecho con tanta intensidad, que incluso se preocupó. Una alerta en su reloj inteligente vibró en su muñeca: “Frecuencia cardiaca alta, date un respiro.” Tragó saliva, poniéndose nerviosa. En seguida se paró a recoger todo lo que se le había caído al suelo, sin mirar siquiera el interior de la caja, o si se dejaba algo sobre el suelo. No le importó, no podía dejar de mirar la enorme pantalla, con el rostro de su amigo. Corrió hacia la taquilla, ésta estaba a punto de cerrar, de hecho, la muchacha del interior, bajó la persiana delante de sus narices. —H-hola —dijo la chica, nerviosa, sintiendo que perdería aquella oportunidad—. Q-quería una entrada para —alzó la cabeza hacia la plantilla con todos los shows, para recordar el nombre—. La diversión ac- Pero la taquillera le interrumpió, con un tono borde y desganado. Se notaba que se había memorizado aquella frase, porque la dictaba como un robot. —Está cerrado. Abrimos de 10:00 a 14:00 y de 19:00 a 20:00 antes de la función. Gracias. —¡Eh! ¡Espera! Por favor, es un amigo mío. La muchacha de la cabina rodó los ojos. —Te pagaré la entrada doble, quédate con el resto, por favor… —Está cerrado, vuelva más tarde. —Escucha… Puedo pagarte una entrada y darte a ti el equivalente a tres entradas más. Tú te lo quedas, nadie se entera, y todos felices. ¿Qué me dices? —Abrimos de 19:00- Ally la interrumpió: —¡OH, POR FAVOR! ¡Ya sé a qué hora abrís, te estoy pidiendo por favor que- Pero la contraria cerró por completo la persiana, y la chica se quedó con la palabra en la boca. En aquel momento la hubiera estrangulado con sus propias manos. Ally era una persona impaciente, alguien que quería algo YA si se le antojaba. Acababa de encontrarle, a él, en Los Ángeles, después de 25 años sin verle. Al terminar con Eso, en agosto, Ally volvió con su familia a Ludlow, y no volvió hasta unos años más tarde, cuando Richie había dejado la ciudad de Derry, junto a sus padres. Desde entonces, Ally solo volvía para pasar fines de semana con su hermano, o alguna que otra festividad. Y ahora, después de tanto tiempo, la casualidad de la que hablaba cuando eran niños, la había llevado hasta allí. —Mira, entiendo lo que es que alguien venga a molestarte fuera de tu horario laboral, créeme… Pero de verdad que necesito esas entradas. Te daré lo que me pidas, de verdad. No supo cómo, pero la convenció. La muchacha del interior de la cabina tecleó en su ordenador dispuesta a imprimirle las entradas. —¿Asiento? —¡Gracias!... ¡Gracias! El que sea, de verdad que no me importa. —¿Hora? Ally frunció el ceño, confusa, y revisó de nuevo el cartel en el que aparecían los horarios de la función. —Solo hay un espectáculo… —¿Qué espectáculo desea ver? —realmente la voz cortante e inapetente de la contraria, la hacía parecer una máquina, un robot en el cuerpo de un humano. Ally chasqueó la lengua, molesta por tener que volver a revisar el título del show. —La diversión acaba de empezar. Después de un par de segundos, la chica respondió: —No quedan entradas para esta noche a la función de “La diversión acaba de empezar.” —¿Qué? Me tienes que estar tomando el pelo… —¿Quiere comprar una entrada para mañana? —C-claro… —respondió dubitativa. Ella no quería ir al día siguiente, quería verlo ese mismo día. Ya le iba a costar esperar 8 horas, como para esperar 32. —¿A qué hora? —A la… única maldita hora que hay —masculló entre dientes, esa mujer estaba acabando con su paciencia. —De acuerdo. Mañana a las 22:00 “La diversión acaba de empezar” —dijo antes de confirmar la compra. —Sí —respondió, hastiada. —Lo siento, no quedan entradas. ¿Quiere comprar una para pasado mañana? Ally soltó todo el aire de sus pulmones, completamente irritada. —No, déjalo. No importa. —De acuerdo, que tenga un buen día. Y una vez más la persiana volvió a cerrarse frente a ella. No podía tener tan mala suerte. O sí… Sí, por supuesto que podía. —¡EH! ¡OIGA! ¡VUELVA AQUÍ, SEÑOR! Cuando pensabas que las cosas no podían irte peor, era sin duda porque las cosas podían irte muchísimo peor. La caja de ropa que había dejado a un lado de la taquilla había desaparecido, y ahora estaba en los brazos de un anciano que no dejaba de correr, como si tuviera 15 años. Intentó ir tras él, pero estaba tan furiosa, que, en lugar de eso, se rindió, sentándose sobre los escalones que daban paso a la puerta del teatro. —Por dios, pero qué te he hecho… —preguntó mirando al cielo—. Dame una tregua, vamos… El teléfono sonó en el interior de su bolsillo, y sobre su muñeca, la pantalla del reloj se iluminó con el nombre de Alice. Ally se sacó el teléfono del bolsillo, deslizó el dedo hacia la derecha y contestó. —Alice, no es un buen momento. —Claro que lo es. Me han llamado del Journal para hacerte una entrevista. —¿Una entrevista? ¿En el Journal? ¿Necesitan secretaria? —preguntó con un tono sarcástico. —No, idiota. Quieren hacerte una prueba, un casting. —Joder, Alice, pues di las cosas bien si quieres que te entiendan a la primera. ¿Sobre qué es? —Te quieren como protagonista para una serie —dijo con ilusión la voz tras el teléfono. —¿De verdad?... —preguntó Ally, relajándose por fin. —¡Sí! Aún no sé cuál es la trama, pero pinta muy bien. Netflix ha comprado los derechos, ¡estarás en mil pantallas! —Eso si me cogen. —Ey, ¿qué te pasa? Acabo de conseguirte la entrevista de tu vida y estás con ese tonito todo el rato. —No es un buen momento… —¿Qué ha pasado? —¿Podemos vernos? Es demasiado fuerte como para contártelo por teléfono —dijo la chica, observando con admiración el rostro de su amigo en la gran pantalla sobre el teatro. 3 horas después, en el Holly West Restaurant. —¡¿Qué?! —Baja la voz… —le pidió Ally, pero Alice no pudo contener la sorpresa ante lo que acababa de escuchar—.Y es una mierda porque no he conseguido entradas para verle. Era la única forma que tenía de volver a hablar con él, ¿sino cómo? Ahora que es famoso a poca gente le dejará acercarse. —¿Y cómo pensabas hacerlo si conseguías las entradas? —Conozco el Hollywood Pantages como la palma de mi mano. He hecho ahí unas cuantas obras, sé por dónde salen los actores. —¿Y por qué no le esperas a la entrada en lugar de a la salida? —No quiero ponerle nervioso antes del espectáculo. ¿Sabes cómo se pondrá cuando me vea? Hace 25 años que no le veo, los dos hemos cambiado. —Espera un segundo… ¿Has dicho que actúa en el Pantages? —Sí. —¿Esta noche? —¿Conoces a alguien que me pueda colar sin que nadie se entere? —preguntó con una sonrisa fingida, pues sabía que las cosas no serían tan sencillas como lo esperaba. ¿O sí? —¿Cómo se llama? —Richie. Richie Tozier —jamás olvidaría ese nombre. —No. Él no. Su show. —Ah. Oh… La diversión acaba de empezar. Alice sacó su teléfono, con el entrecejo fruncido, como si buscara algo. —No las vas a conseguir, yo también las he buscado pensando que esa zorra de la taquilla me la tenía jurada… —espetó Ally, dándole un sorbo a la coca-cola, sintiendo cómo el hielo le adormecía el labio superior. Pero cuando su amiga le mostró su correo en la pantalla, y en éste aparecieron las entradas, no logró contener el líquido en su boca, escupiéndoselo en la cara sin poder evitarlo, ante la sorpresa—. ¡Oh, joder! Mierda, lo siento, ¿estás bien? ¿Te he dado en el ojo? Alice apretó los ojos, cerrándolos con fuerza para que no le entrara el líquido y le provocara una tremenda irritación, limpiándose los restos de refresco y saliva, con la servilleta sobre la mesa. —¿Cómo cojones las has conseguido? —Sam… Sam era el tipo que estaba empezando a conocer, el mismo que Ally días antes había estado criticando, y no era porque el chico no fuera una buena persona, lo poco que le había contado de él era suficiente para saber que era un buen tío. Lo que verdaderamente le sucedió para detestarlo tanto, es que sabía que si Alice conseguía un novio, dejaría de tenerla disponible las 24 horas, así que, egoístamente, lo hizo por eso. —¡Sam! —dijo de pronto, como si le hubiera recordado— .¡Sam, claro! ¡Ese gran tipo! ¿Por qué nunca me lo has presentado? —Te lo presenté, y le llamaste raro a la cara… —¿Qué? ¿De verdad? Por dios, no me acuerdo de haber hecho eso, pero ya sabes que soy una bocazas, no me lo tomes en cuenta, sabes que me encanta ese chico —mintió. —Le detestas. Siempre me dices que lo mande a la mierda. —¡Yo nunca he dicho eso! —Si querías las entradas no hacía falta que me mintieras, sabes que te basta con pedírmelas. Ally subió los codos sobre le mesa, juntó sus manos, entrelazando sus dedos y le suplicó inclinándose hacia ella. —Por favor, necesito esa entrada… Alice suspiró, mirándola como una madre miraría a su hija, una mirada que decía: “no tiene remedio”. El único inconveniente era que Alice tenía 23 años, y Ally 38, así que nunca podría ser su madre. Por fin la suerte estaba de su parte, había conseguido la maldita entrada y ya tenía su plan bien detallado mentalmente. Disfrutaría de ver a su amigo hacer lo que mejor se le daba; hacer reír a la gente. Lo esperaría en el parking de coches, donde se situaba la puerta de la salida de los camerinos, perfectamente disimulada con un cartel que el bar de enfrente les había prestado, en el que podía leerse: SALA DE CONTADORES. A nadie le hubiera interesado entrar en una sala de contadores, así que era un buen método para mantener a los fans alejados. Ella en cambio, siempre habría deseado salir de allí después de un estreno y encontrarse a millones de personas esperándola, pidiéndole autógrafos y fotos que después publicarían en sus redes sociales. Pero ese día aún no había llegado, la gente no le reconocía por la calle, y con esa suerte, seguramente nunca lo harían. El tiempo pasó lento, despacio, excepto cuando tuvo que escoger qué ropa ponerse y de qué color pintar sus labios, en ese momento el reloj corrió dando la vuelta por completo. Había perdido una hora en arreglarse, y poco era para el reencuentro que estaría a punto de vivir… Al final se decantó por una blusa blanca, con un escote que dejaba apreciar su esternón y una pequeña parte de la curvatura de sus pechos, descotados. En la parte inferior de su cintura llevaba unos pantalones negros, pitillos, junto con unas converse de color negro y blanco. No se había cargado de maquillaje, únicamente había usado su lápiz de ojos negro, marcando la línea inferior de su párpado, un poco de rímel para acentuar sus pestañas, y un pintalabios rojo oscuro, de esos que aguantaban toda la noche y que luego te costaba quitarte. El cuchitril en el que vivía, de momento, quedaba a más de una hora de allí, y ya eran las 20:30, así que se dio prisa en llamar a un taxi. Para cuando éste la dejó en la puerta del Hollywood Pantages, eran las 21:40. El maldito tráfico de L.A. Estuvo a punto de llegar tarde, a punto de que le cerraran la puerta en las narices, pero al no tratarse de una obra como tal, al ser un espectáculo de humor, algo que en esos sitios infravaloraban muchísimo, la dejaron pasar. Su asiento estaba situado en Platea B, justo la zona superior derecha frente al escenario, la parte alta de las butacas. No era un mal sitio, mejor que haber estado en primera fila, pues no quería sorprenderle en mitad de un número, quería verle la cara de cerca, saber cuáles eran sus pensamientos, sus sensaciones… Estaba nerviosa, casi como si la que tuviera que subirse al escenario fuera ella. Cuando su nombre resonó en los altavoces de la sala, sintió un hormigueo en el estómago, la emoción apoderándose de ella. Y al verle… al contemplar cómo salía, con qué andares y qué seguridad se acercaba al centro del escenario, se sintió temblar sobre el asiento. Los recuerdos la bombardearon, y no solo lloró de la risa por sus comentarios jocosos y sus chistes durante todo el espectáculo, sino que lo hizo por la emoción, la ilusión de ese reencuentro, de verle una vez más, de encontrarse después de tantos años. Él había cambiado físicamente, pero sus rasgos eran los mismos, y su personalidad no había cambiado en absoluto. Seguía haciendo ese tipo de comentarios subiditos de tono… El sexo siempre había sido un tema que él trataba con humor, tal vez porque esa era su forma de normalizar algo que con el resto de sus amigos no tenía en común. La gente lo adoraba, aplaudían, reían, gritaban, era todo un ídolo allí. Y aquello la enorgulleció, la hizo sentir feliz del hombre en el que se había convertido, sobre todo por haber podido llegar hasta allí, cumpliendo su sueño, eso que tanto quería; hacer reír al mundo entero. Ally esperó impaciente a que terminara el espectáculo, no por aburrimiento, sino porque no aguantaba más tiempo allí sentada, imaginándose cómo sería el reencuentro. Necesitaba tenerle ya delante, y cuando eso sucedió… cuando divisó que la puerta del cartel de la sala de contadores falsa, se abría, viéndolo, saliendo de allí encendiéndose el cigarro con el mechero, se deshizo por dentro. Se sintió como una de esas adolescentes que acampaban en las entradas de los conciertos días y días, esperando ver únicamente el coche en el que iban montados sus ídolos, con los cristales tintados. Era absurdo, ¿verdad? Sí, por supuesto que lo era, al igual que esos estúpidos nervios que estaba sintiendo, ese temblor en sus piernas. Necesitaba acabar ya con ese momento de tensión. Richie se quedó ahí de pie, abrazando con la palma de su mano el cigarro y la llama, evitando así que el viento la apagara. Ally se acercó, despacio. Lo único que los alumbraba era una farola en medio de aquella calle, que daba al patio trasero del edificio, cerca del parking de coches. Cuando estaba lo suficientemente cerca, musitó: —Hola, Richie. —¡OH, MIERDA! — masculló con el tabaco entre los labios. Sobresaltándose tanto, que por poco se tragó el cigarro, cayéndoseles éste junto con mechero. En seguida se puso en posición de defensa, con las palmas de las manos por delante, y los brazos estirados hacia la chica—. ¿Quién coño eres? —le preguntó con cierta sospecha. Era habitual últimamente que la gente lo acosara, muchos de sus fans incluso habían averiguado dónde vivía, y su última experiencia con una fan loca dejó mucho que desear. —¿No te acuerdas de mí?... Richie miró hacia todas partes, por si aquella tía venía acompañada de sus amiguitas las locas. Se separó, poniéndose a andar, con las manos en los bolsillos, alejándose de ella. —No te conozco de nada, lo siento —le dijo, ceñudo. —Pues yo a ti sí que te conozco —respondió ella, desde donde estaba. No se había movido, pero sí había alzado el tono para qué este le escuchara. —Todas me conocéis demasiado —murmuró él entre dientes, sacando las llaves de su Mustang Cabrío, de color burdeos. La luz del vehículo parpadeó dos veces, haciéndose ver entre el resto. Era un cochazo, desde luego. —Jamás podría olvidar al chico que me salvó de una paliza —dijo entonces ella, esperando que él recordaba aquello. Richie se detuvo en seco, con el ceño fruncido, dándole aún la espalda. —Al chico que me llevó en su bicicleta hasta su casa, porque yo estaba aterrorizada…
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  • Hubo un tiempo en el que la sola idea de ir a un mini golf le provocaba una reacción alérgica a Kahili.

    Siendo que ella era una golfista de élite, era como si a un jugador de bolos le ofreciesen una cita jugando a la petanca. ¿En serio? ¿Petanca?

    No obstante, hacía ya años de eso. Llevar a sus citas a un campo de golf solo les dejaba sintiéndose incómodas, después de todo el golf era un deporte complejo de dominar y un novato se sentiría en bragas.

    A la tercera cita en el campo de golf, se rindió. Estaba estresando y ahuyentando a la gente.

    Fue entonces cuando, una tarde próxima a la noche en la que se aburría demasiado, decidió ir por su lado a un mini golf. Sola, y con la frustración de saber que iba a odiarlo.

    Inesperadamente, un chico guapo le preguntó si podían jugar juntos y su respeta fue "Lo que sea, me da igual". Una frialdad inicial que se derritió a lo largo de siete circuitos, cada uno atrayéndola más hacia esta versión diluida del deporte que respetaba.

    Cuando despertó, desnuda y habiendo compartido cama con el chico, se dio cuenta de que debía admitirlo. El mini golf no estuvo nada mal. Es por eso que desde entonces había empezado a llevar allí a sus citas.

    Incluso, en ocasiones, iría ella sola cuando quería desestresarse. Una bola que pasaba entre las aspas de un molino y caía en el hoyo.

    Ese mini golf la había visto besarse con chicas, chicos y personas no-binarias. El restaurante del sitio ponía unas hamburguesas de 7 con un bacon de 8 y un queso de 9. El pan, al menos, era un 10. Con semillas de sésame que danzaban en la boca.

    Esa noche, mientras recordaba que su última cita había sido un desastre y había pasado hacía cuatro días, esperaba en la parada del bus a que llegase su cita para comerse una maldita hamburguesa bien rica y jugar al mini golf.

    Su ceño, como siempre, estaba fruncido y sus brazos cruzados. Una expresión que no duraría mucho, pues intentaba salirse de su seriedad y mostrar su amor a sus citas. Un amor que iba desde la tolerancia y no querer estrangularles, hasta el cariño y la casi adoración.

    Así que, esperó a su cita. El autobús rugiendo como el ronroneo de un gato y apareciendo por la esquina.

    Hubo un tiempo en el que la sola idea de ir a un mini golf le provocaba una reacción alérgica a Kahili. Siendo que ella era una golfista de élite, era como si a un jugador de bolos le ofreciesen una cita jugando a la petanca. ¿En serio? ¿Petanca? No obstante, hacía ya años de eso. Llevar a sus citas a un campo de golf solo les dejaba sintiéndose incómodas, después de todo el golf era un deporte complejo de dominar y un novato se sentiría en bragas. A la tercera cita en el campo de golf, se rindió. Estaba estresando y ahuyentando a la gente. Fue entonces cuando, una tarde próxima a la noche en la que se aburría demasiado, decidió ir por su lado a un mini golf. Sola, y con la frustración de saber que iba a odiarlo. Inesperadamente, un chico guapo le preguntó si podían jugar juntos y su respeta fue "Lo que sea, me da igual". Una frialdad inicial que se derritió a lo largo de siete circuitos, cada uno atrayéndola más hacia esta versión diluida del deporte que respetaba. Cuando despertó, desnuda y habiendo compartido cama con el chico, se dio cuenta de que debía admitirlo. El mini golf no estuvo nada mal. Es por eso que desde entonces había empezado a llevar allí a sus citas. Incluso, en ocasiones, iría ella sola cuando quería desestresarse. Una bola que pasaba entre las aspas de un molino y caía en el hoyo. Ese mini golf la había visto besarse con chicas, chicos y personas no-binarias. El restaurante del sitio ponía unas hamburguesas de 7 con un bacon de 8 y un queso de 9. El pan, al menos, era un 10. Con semillas de sésame que danzaban en la boca. Esa noche, mientras recordaba que su última cita había sido un desastre y había pasado hacía cuatro días, esperaba en la parada del bus a que llegase su cita para comerse una maldita hamburguesa bien rica y jugar al mini golf. Su ceño, como siempre, estaba fruncido y sus brazos cruzados. Una expresión que no duraría mucho, pues intentaba salirse de su seriedad y mostrar su amor a sus citas. Un amor que iba desde la tolerancia y no querer estrangularles, hasta el cariño y la casi adoración. Así que, esperó a su cita. El autobús rugiendo como el ronroneo de un gato y apareciendo por la esquina.
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  • — Han pasado años desde que ví este cuadro, regalo de mi viejo amante, el rey Blackwood.
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  • || Tenno chiquito: Yey nuevo trauma desbloqueado sobre su pasado.

    Tenno adulto: Hora de corromper monjas.
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  • ────He sido invitada para presentar el show de magia del programa especial de navidad. Sí... lo que suele verse en pantalla ese día son programas previamente grabados. Pero, ey, eso no le quita el toque especial y mágico. El año pasado tuvimos una aparición muy especial; Bertha, la iguana escondida en mi sombrero. Y esta navidad... ¿Quién será nuestro acompañante sorpresa para el último número? ¿Qué secretos se ocultarán esta vez en el interior de mi sombrero?
    ────He sido invitada para presentar el show de magia del programa especial de navidad. Sí... lo que suele verse en pantalla ese día son programas previamente grabados. Pero, ey, eso no le quita el toque especial y mágico. El año pasado tuvimos una aparición muy especial; Bertha, la iguana escondida en mi sombrero. Y esta navidad... ¿Quién será nuestro acompañante sorpresa para el último número? ¿Qué secretos se ocultarán esta vez en el interior de mi sombrero?
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  • La casa estaba demasiado silenciosa.
    Me apoyé en la balaustrada de piedra, dejando que el frío se filtrara a través de la tela oscura de mi ropa mientras observaba el gran espacio que se abría frente a mis ojos. Las sombras se alargaban entre columnas antiguas haciendo que me pregunté si acaso viejos fantasmas se escondían entre los altos arcos.

    El eco de mis propios movimientos parecía exagerado en un lugar que normalmente estaría lleno de voces, risas y magia compartida.

    Casi todos habían salido a celebrar Yule. Fogatas, cantos, vino caliente… la vida siguiendo su curso lejos de aquí. Yo, en cambio, me había quedado atrás, custodiando una casa que parecía más un recuerdo atrapado en el tiempo que un verdadero hogar. Quién sabe, quizá esto era cosa mía: A pesar de los años que había pasado aquí aún no había podido considerar este lugar como parte de mi.

    Molesta conmigo misma dejé que el peso de mi cuerpo descansara un poco más sobre la piedra, mis dedos recorriendo distraídamente la superficie fría y gastada. Había algo hermoso en la soledad, sí, pero también un aburrimiento sutil, insistente, que se colaba entre mis pensamientos y los recuerdos de la familia que alguna vez llamé mia.

    Suspire.
    Quizá no tenía sentido recordar a mis padres o a mi hermano, no si eso desgastaba las pocas energías que tenía para salir de mi aburrimiento.

    Una voz en el fondo de mi mente susurró un nombre: "David", mi primo ¿No se suponía que esté día se celebraba el cumpleaños de su padre? Bueno, no estaba segura, con Yule encima, no sería raro que todo pasara desapercibido…
    Saqué el teléfono, girándolo lentamente entre mis dedos mientras dudaba...

    Una parte de mí solo buscaba romper el silencio; otra, una excusa para no pasar la noche sola y al mismo tiempo mi alma parecía buscar inconcientemente el lugar en el que había crecido y llamado hogar aunque ahora eso no fuera más que parte de un pasado al que ya no podía volver.

    Al final, desbloqueé la pantalla decidida a dejar de revolcarme en mi autocompasión. Total.... un mensaje no haría daño. ¿Verdad? El texto fue breve:

    David Darkness
    hey... ¿Estás haciendo algo para tu padre está noche?

    Desconfiada deje el teléfono sobre la fría piedra negándome a tener esperanza. Mi relación con ellos no era tan íntima, es más, apenas y habíamos tenido unas cuantas interacciones y aún se sentía raro...
    La casa estaba demasiado silenciosa. Me apoyé en la balaustrada de piedra, dejando que el frío se filtrara a través de la tela oscura de mi ropa mientras observaba el gran espacio que se abría frente a mis ojos. Las sombras se alargaban entre columnas antiguas haciendo que me pregunté si acaso viejos fantasmas se escondían entre los altos arcos. El eco de mis propios movimientos parecía exagerado en un lugar que normalmente estaría lleno de voces, risas y magia compartida. Casi todos habían salido a celebrar Yule. Fogatas, cantos, vino caliente… la vida siguiendo su curso lejos de aquí. Yo, en cambio, me había quedado atrás, custodiando una casa que parecía más un recuerdo atrapado en el tiempo que un verdadero hogar. Quién sabe, quizá esto era cosa mía: A pesar de los años que había pasado aquí aún no había podido considerar este lugar como parte de mi. Molesta conmigo misma dejé que el peso de mi cuerpo descansara un poco más sobre la piedra, mis dedos recorriendo distraídamente la superficie fría y gastada. Había algo hermoso en la soledad, sí, pero también un aburrimiento sutil, insistente, que se colaba entre mis pensamientos y los recuerdos de la familia que alguna vez llamé mia. Suspire. Quizá no tenía sentido recordar a mis padres o a mi hermano, no si eso desgastaba las pocas energías que tenía para salir de mi aburrimiento. Una voz en el fondo de mi mente susurró un nombre: "David", mi primo ¿No se suponía que esté día se celebraba el cumpleaños de su padre? Bueno, no estaba segura, con Yule encima, no sería raro que todo pasara desapercibido… Saqué el teléfono, girándolo lentamente entre mis dedos mientras dudaba... Una parte de mí solo buscaba romper el silencio; otra, una excusa para no pasar la noche sola y al mismo tiempo mi alma parecía buscar inconcientemente el lugar en el que había crecido y llamado hogar aunque ahora eso no fuera más que parte de un pasado al que ya no podía volver. Al final, desbloqueé la pantalla decidida a dejar de revolcarme en mi autocompasión. Total.... un mensaje no haría daño. ¿Verdad? El texto fue breve: [eclipse_pearl_ape_668] 💬 hey... ¿Estás haciendo algo para tu padre está noche? Desconfiada deje el teléfono sobre la fría piedra negándome a tener esperanza. Mi relación con ellos no era tan íntima, es más, apenas y habíamos tenido unas cuantas interacciones y aún se sentía raro...
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  • El verdadero monstruo.
    Fandom OC
    Categoría Drama
    Caceus Mori

    Hacía siglos que Morana no sabía nada de otro nigromante, de nadie que tuviera capacidades similares a las de ella, pues, por lo que ella sabía, la nigromancia había quedado enterrada en el pasado.

    Hasta ese día.

    Había oído rumores de alguien que vivió demasiado tiempo, recluido, pero con una vitalidad que parecía no deteriorarse.

    Esto a Morana le interesaba ¿Sería otro nigromante?¿Sería un ser inmortal? De cualquier manera, le interesaba saber qué era, porque, en caso de ser nigromante, si podía aprender de sus métodos, quizás y podría seguir avanzando en su entendimiento del alma.

    Parece que la sed de poder de Morana no se había apagado por completo, solo necesitaba un incentivo.

    Era de noche, caminaba a paso calmado, pero cada paso resonaba en el callejón.

    Según le habían contado, este "ser", se había instalado en un edificio abandonado, el cual se encontraba en el borde de la ciudad.

    — Podría haber elegido un lugar más limpio. — Murmuró para si misma. Al final del callejón se encontraba una puerta, cubierta de óxido.

    Abrió la puerta y un chirrido se escuchó con el movimiento de las bisagras. — Ahí se fue todo el secretismo. — Comentó, pero poco le importaba, no pretendía ocultarse, no necesitaba hacerlo.

    Caminó hacia el interior del edificio, y, aunque no pudiera ver claramente, sus ojos estaban adaptados parcialmente a la oscuridad, que en ocasiones era iluminada levemente por las luces del exterior.

    Se inclinó hacia delante antes de alzar la voz. — ¿Dónde estás?~ Solo quiero hablar~. — Esto para ella parecía un juego.

    ¿Obtendría respuesta o tendría que buscar?
    [tempest_platinum_tiger_912] Hacía siglos que Morana no sabía nada de otro nigromante, de nadie que tuviera capacidades similares a las de ella, pues, por lo que ella sabía, la nigromancia había quedado enterrada en el pasado. Hasta ese día. Había oído rumores de alguien que vivió demasiado tiempo, recluido, pero con una vitalidad que parecía no deteriorarse. Esto a Morana le interesaba ¿Sería otro nigromante?¿Sería un ser inmortal? De cualquier manera, le interesaba saber qué era, porque, en caso de ser nigromante, si podía aprender de sus métodos, quizás y podría seguir avanzando en su entendimiento del alma. Parece que la sed de poder de Morana no se había apagado por completo, solo necesitaba un incentivo. Era de noche, caminaba a paso calmado, pero cada paso resonaba en el callejón. Según le habían contado, este "ser", se había instalado en un edificio abandonado, el cual se encontraba en el borde de la ciudad. — Podría haber elegido un lugar más limpio. — Murmuró para si misma. Al final del callejón se encontraba una puerta, cubierta de óxido. Abrió la puerta y un chirrido se escuchó con el movimiento de las bisagras. — Ahí se fue todo el secretismo. — Comentó, pero poco le importaba, no pretendía ocultarse, no necesitaba hacerlo. Caminó hacia el interior del edificio, y, aunque no pudiera ver claramente, sus ojos estaban adaptados parcialmente a la oscuridad, que en ocasiones era iluminada levemente por las luces del exterior. Se inclinó hacia delante antes de alzar la voz. — ¿Dónde estás?~ Solo quiero hablar~. — Esto para ella parecía un juego. ¿Obtendría respuesta o tendría que buscar?
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