• Noche sin Luna.
    Fandom Original.
    Categoría Acción
    𝗟𝘦𝘆𝙨𝘩𝗮 𝗟𝖺𝗻𝗰𝖺𝙨t𝗲𝙧

    ⠀⠀El aire denso del bar se mezclaba con el aroma agrio de tabaco viejo y madera húmeda. Las luces amarillas, opacas por décadas de polvo, proyectaban sombras largas sobre las mesas vacías a esa hora incierta entre la tarde y la noche. En un rincón, donde el bullicio de las conversaciones moría y la luz nocturna se reflejaba sobre la ventana, el cura se sentó solo, con la espalda apoyada contra la pared rugosa.

    ⠀⠀Tenía veinte y pocos años, pero algo en su mirada —una profundidad turbia, lejana— desentonaba con la tersura de su rostro joven. Su mano derecha rodeaba el vaso de vidrio con un gesto apagado, como si aquella acción formara parte de una costumbre más antigua que su propio cuerpo, puesto que el alcohol fue el descubrimiento más fiel del hombre. Las marcas de nacimiento en su antebrazo, oscuras y difusas como cicatrices de un fuego olvidado, se asomaban bajo la manga de su túnica remangada, quizá lo que más resaltaba.

    ⠀⠀Mientras la tele chirriaba un ruido estridente, una punzada familiar cruzó su sien. Un zumbido, un susurro lejano, apenas un eco: recuerdos que no eran suyos, pero que ardían como si siempre lo hubieran sido. En ese instante, supo que algo lo había llevado allí. No era casualidad. Aquel bar era un umbral, un portal para lo pecaminoso que se ocultaba en lo nocturno.

    ⠀⠀Parecía que nunca tendría una noche en paz.

    ⠀⠀Elevó la mirada, su ceja se arqueó. Algo había en esa silueta femenina que acababa de entrar, algo que le gritaba ecos de la sangre, como si hirviera.
    [Leysha1] ⠀ ⠀⠀El aire denso del bar se mezclaba con el aroma agrio de tabaco viejo y madera húmeda. Las luces amarillas, opacas por décadas de polvo, proyectaban sombras largas sobre las mesas vacías a esa hora incierta entre la tarde y la noche. En un rincón, donde el bullicio de las conversaciones moría y la luz nocturna se reflejaba sobre la ventana, el cura se sentó solo, con la espalda apoyada contra la pared rugosa. ⠀⠀Tenía veinte y pocos años, pero algo en su mirada —una profundidad turbia, lejana— desentonaba con la tersura de su rostro joven. Su mano derecha rodeaba el vaso de vidrio con un gesto apagado, como si aquella acción formara parte de una costumbre más antigua que su propio cuerpo, puesto que el alcohol fue el descubrimiento más fiel del hombre. Las marcas de nacimiento en su antebrazo, oscuras y difusas como cicatrices de un fuego olvidado, se asomaban bajo la manga de su túnica remangada, quizá lo que más resaltaba. ⠀⠀Mientras la tele chirriaba un ruido estridente, una punzada familiar cruzó su sien. Un zumbido, un susurro lejano, apenas un eco: recuerdos que no eran suyos, pero que ardían como si siempre lo hubieran sido. En ese instante, supo que algo lo había llevado allí. No era casualidad. Aquel bar era un umbral, un portal para lo pecaminoso que se ocultaba en lo nocturno. ⠀⠀Parecía que nunca tendría una noche en paz. ⠀⠀Elevó la mirada, su ceja se arqueó. Algo había en esa silueta femenina que acababa de entrar, algo que le gritaba ecos de la sangre, como si hirviera. ⠀
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  • La vida la alcanzó como el rayo que rompe la noche.

    Violento, súbito. Y despiadado.

    Su pecho se arqueó. Una fuerza invisible la desgarró desde dentro, y, por primera vez, sus pulmones buscaron el mundo.

    El aire entró con fuerza, desplazando el líquido negro que los ocupaba, una sustancia viscosa y corrupta que parecía hecha de luto y raíces muertas. Tosió. Tosió como una criatura nacida del fango y la tortura.

    Cada espasmo la sacudió entera, haciéndole temblar con la violencia que gritaba no debes estar viva.

    El agua, entonces, volvió a reclamarla.
    Su cuerpo fue tragado otra vez por el pantano, pero ya no era el mismo barro. Su consciencia se encendió en la profundidad y una sombra, un residuo de poder y voluntad, creció bajo la superficie.

    Allí donde su cuerpo tocara el mundo, surgió una mancha: negra, densa, oleosa, un error en la piel del paisaje. No solo manchaba: devoraba. Crecía con hambre, extendiéndose en filamentos que ondulaban como tentáculos suaves sobre el agua.

    Y fue esa misma mancha la que la sostuvo.

    La alzó sin prisa, sin manos. El pantano le perteneció por ese instante, y la depositó en la orilla, a salvo.

    Ekkora se incorporó.

    Sus piernas, hasta entonces ajenas a la gravedad, temblaban como juncos en el viento. Cada músculo era torpe, débil, pero su aura, incluso en ese estado, era imposible de ignorar.

    No brillaba.
    No ardía.

    Negra.
    Profunda.

    Se sentía como un vacío que tiraba mundo hacia ella, como un campo magnético atrayendo si mover todo lo que le rodeaba. Una tensión en el aire, espesa y húmeda, que anunciaba que algo imposible había ocurrido. Y nada podría detenerla.

    Entonces, abrió los ojos.
    Y no eran ojos humanos.

    Al principio vacíos, oscuros, el infinito en las profundas cuencas. Pero, en un segundo, se redefinieron, adoptando la forma de la realidad que la rodeaba, con una chispa de la magia que el brujo embulló en sus venas; Ya no negros, ahora celestes.

    La magia de Tolek, la desesperación de su amor, los huesos de Side, la oscuridad que una vez fue Blackhole... ahora latían en su interior, en su piel, en su existencia.
    La vida la alcanzó como el rayo que rompe la noche. Violento, súbito. Y despiadado. Su pecho se arqueó. Una fuerza invisible la desgarró desde dentro, y, por primera vez, sus pulmones buscaron el mundo. El aire entró con fuerza, desplazando el líquido negro que los ocupaba, una sustancia viscosa y corrupta que parecía hecha de luto y raíces muertas. Tosió. Tosió como una criatura nacida del fango y la tortura. Cada espasmo la sacudió entera, haciéndole temblar con la violencia que gritaba no debes estar viva. El agua, entonces, volvió a reclamarla. Su cuerpo fue tragado otra vez por el pantano, pero ya no era el mismo barro. Su consciencia se encendió en la profundidad y una sombra, un residuo de poder y voluntad, creció bajo la superficie. Allí donde su cuerpo tocara el mundo, surgió una mancha: negra, densa, oleosa, un error en la piel del paisaje. No solo manchaba: devoraba. Crecía con hambre, extendiéndose en filamentos que ondulaban como tentáculos suaves sobre el agua. Y fue esa misma mancha la que la sostuvo. La alzó sin prisa, sin manos. El pantano le perteneció por ese instante, y la depositó en la orilla, a salvo. Ekkora se incorporó. Sus piernas, hasta entonces ajenas a la gravedad, temblaban como juncos en el viento. Cada músculo era torpe, débil, pero su aura, incluso en ese estado, era imposible de ignorar. No brillaba. No ardía. Negra. Profunda. Se sentía como un vacío que tiraba mundo hacia ella, como un campo magnético atrayendo si mover todo lo que le rodeaba. Una tensión en el aire, espesa y húmeda, que anunciaba que algo imposible había ocurrido. Y nada podría detenerla. Entonces, abrió los ojos. Y no eran ojos humanos. Al principio vacíos, oscuros, el infinito en las profundas cuencas. Pero, en un segundo, se redefinieron, adoptando la forma de la realidad que la rodeaba, con una chispa de la magia que el brujo embulló en sus venas; Ya no negros, ahora celestes. La magia de Tolek, la desesperación de su amor, los huesos de Side, la oscuridad que una vez fue Blackhole... ahora latían en su interior, en su piel, en su existencia.
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    𝐊𝐡𝐚𝐥𝐞𝐛
    𝗕𝗼𝘂𝗻𝘁𝘆 𝗛𝘂𝗻𝘁𝗲𝗿 (1)

    Luego de la inyección del suero, Khaleb pasó por varios procesos hasta alcanzar a adaptarse lo suficientemente bien a su nuevo cuerpo, o mejor dicho a sus nuevas habilidades, que de a poco fue conociendo en profundidad y límites. Sin embargo, estos procesos llegaron a deteriorar levemente la mente del árabe, lo cual explicaría su extraña psicología resultante.

    Esto por un lado, ya que por el otro se encuentran las vivencias a lo largo de los años y por supuesto, el mundo en el que se adentró a temprana edad, en donde se encontró con todo tipo de situaciones tanto benéficas como perjudiciales.

    A día de hoy, está más que claro que no se encuentra en sus cabales. No está para nada bien de la cabeza, pero es un aspecto suyo que sólo se deja ver verdaderamente en situaciones específicas. No obstante, no por ello generalmente se muestra como una persona precisamente normal, y tampoco se preocupa en hacerlo.

    Le gusta intimidar, provocar miedo, incomodar, asustar, amenazar, extorsionar, asesinar. No se considera una “mala persona” por más curioso que suene, pero tampoco es común que deje pasar el más mínimo insulto. Mientras no se metan con él, no se meterá con el resto, a menos que sean parte u objetivo de sus trabajos.
    𝐊𝐡𝐚𝐥𝐞𝐛 𝗕𝗼𝘂𝗻𝘁𝘆 𝗛𝘂𝗻𝘁𝗲𝗿 (1) Luego de la inyección del suero, Khaleb pasó por varios procesos hasta alcanzar a adaptarse lo suficientemente bien a su nuevo cuerpo, o mejor dicho a sus nuevas habilidades, que de a poco fue conociendo en profundidad y límites. Sin embargo, estos procesos llegaron a deteriorar levemente la mente del árabe, lo cual explicaría su extraña psicología resultante. Esto por un lado, ya que por el otro se encuentran las vivencias a lo largo de los años y por supuesto, el mundo en el que se adentró a temprana edad, en donde se encontró con todo tipo de situaciones tanto benéficas como perjudiciales. A día de hoy, está más que claro que no se encuentra en sus cabales. No está para nada bien de la cabeza, pero es un aspecto suyo que sólo se deja ver verdaderamente en situaciones específicas. No obstante, no por ello generalmente se muestra como una persona precisamente normal, y tampoco se preocupa en hacerlo. Le gusta intimidar, provocar miedo, incomodar, asustar, amenazar, extorsionar, asesinar. No se considera una “mala persona” por más curioso que suene, pero tampoco es común que deje pasar el más mínimo insulto. Mientras no se metan con él, no se meterá con el resto, a menos que sean parte u objetivo de sus trabajos.
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  • El genio entre los árboles sangrantes
    Fandom Oc
    Categoría Fantasía
    El bosque sangrante se extiende sin final aparente, tan extraño, tan peculiar, y tan silenciosamente tétrico. Al fondo, una vez recorrido el sendero, está la recompensa, el señor que habita entre las hojas sangrientas que caen como lluvia. De rodillas está, como si te hubiera estado esperando desde siempre, frente al fin del camino, junto a una tetera y dos tazas de porcelana que yacen frente a él.

    —Mi nombre es Hēdonē, y te concederé un deseo.

    Exclamó el gigante gris, aquél cuya cornamenta parece emitir un destello ancestral desde las profundidades de las grietas en sus cuernos.
    El bosque sangrante se extiende sin final aparente, tan extraño, tan peculiar, y tan silenciosamente tétrico. Al fondo, una vez recorrido el sendero, está la recompensa, el señor que habita entre las hojas sangrientas que caen como lluvia. De rodillas está, como si te hubiera estado esperando desde siempre, frente al fin del camino, junto a una tetera y dos tazas de porcelana que yacen frente a él. —Mi nombre es Hēdonē, y te concederé un deseo. Exclamó el gigante gris, aquél cuya cornamenta parece emitir un destello ancestral desde las profundidades de las grietas en sus cuernos.
    Tipo
    Grupal
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  • La vida no se trata de encontrar respuestas, sino de vivir con profundidad las preguntas.
    La vida no se trata de encontrar respuestas, sino de vivir con profundidad las preguntas.
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  • Quizás haga una guia enseñando los eventos en profundidad. Y las Sagas (aunque estas nunca las he usado realmente) hmmm
    Quizás haga una guia enseñando los eventos en profundidad. Y las Sagas (aunque estas nunca las he usado realmente) hmmm :STK-78:
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Yo soy Morfeo. El que da forma a lo intangible. El que canta sin voz en el oído de los durmientes. Todos sueñan por mí, pero nadie me sueña a mí.

    No saben lo que se siente... ser eterno en un mundo hecho para lo efímero.

    Cada noche bajo a las profundidades de la conciencia humana. Entrego imágenes, consuelo, a veces castigos. Pero siempre me voy antes de que amanezca. Me llaman, me usan, me olvidan.

    Lo que ellos no saben… es que yo no puedo soñar.

    Desde que fui creado, nunca he sentido el temblor dulce de la esperanza ni el dolor punzante del anhelo. Yo moldeo lo que nunca sentiré. Como un pintor ciego que domina los colores que jamás ha visto...

    Yo soy Morfeo. El que da forma a lo intangible. El que canta sin voz en el oído de los durmientes. Todos sueñan por mí, pero nadie me sueña a mí. No saben lo que se siente... ser eterno en un mundo hecho para lo efímero. Cada noche bajo a las profundidades de la conciencia humana. Entrego imágenes, consuelo, a veces castigos. Pero siempre me voy antes de que amanezca. Me llaman, me usan, me olvidan. Lo que ellos no saben… es que yo no puedo soñar. Desde que fui creado, nunca he sentido el temblor dulce de la esperanza ni el dolor punzante del anhelo. Yo moldeo lo que nunca sentiré. Como un pintor ciego que domina los colores que jamás ha visto...
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  • « Las buenas costumbres se aprenden, las malas nunca se olvidan. »

    Quizá su abuela tenía razón. Quizá se veía a sí mismo como un perro viejo que no era capaz de aprender nuevos trucos, pero creía que siempre había sido así desde que pasara al último plano de intereses para sus padres. Era como si de pronto, cuando perdiera la voz, todos sus privilegios se hubiesen desvanecido junto con él. ¿A eso se referían los adultos cuando decían que al si no se habla, los dioses no escuchan plegarias? Era ridículo, pero más ridículo era que le estuviese dando tantas vueltas al asunto.

    Al igual que cuando chiquillo, Nikolay miraba a ningún punto fijo de aquella cafetería mientras masticaba la pajilla plástica de su café. Quizá se podría decir que su mirada era penetrante e insistente, que observaba con atención algo en concreto, pero ni él mismo sabía qué había captado su atención en ese extremo para lograr disociar por completo. Si alguien le preguntara por los detalles de esa ventana o de la profundidad en la conversación, no sabría qué responder. Incluso las voces de sus amigos, que charlaban amenamente sobre temas de la universidad, parecían tan lejanas como su cerebro mismo. Apenas los escuchaba reír y se preguntaba la clase de chiste absurdo que habían soltado, uno malisimo y absurdo, de esos que dan pena y que solo causan gracia por compromiso.

    Suspiró, cuando pareció que su cabeza y su cuerpo volvieron a conectar, para demostrar lo aburrido que se sentía de ese mundo. Si todos fueran como él, imposibilitados del habla, ¿verían ese mundo con los mismos ojos? ¿podrían soportar quedarse callados mientras los demás llenaban la conversación de cosas sin sentido y tonterías? Probablemente no, por ello, suspiró de nuevo para demostrar su hartazgo en la vida.

    « Debí quedarme en casa. Mi cama estaba más confortable que este lugar.»
    « Las buenas costumbres se aprenden, las malas nunca se olvidan. » Quizá su abuela tenía razón. Quizá se veía a sí mismo como un perro viejo que no era capaz de aprender nuevos trucos, pero creía que siempre había sido así desde que pasara al último plano de intereses para sus padres. Era como si de pronto, cuando perdiera la voz, todos sus privilegios se hubiesen desvanecido junto con él. ¿A eso se referían los adultos cuando decían que al si no se habla, los dioses no escuchan plegarias? Era ridículo, pero más ridículo era que le estuviese dando tantas vueltas al asunto. Al igual que cuando chiquillo, Nikolay miraba a ningún punto fijo de aquella cafetería mientras masticaba la pajilla plástica de su café. Quizá se podría decir que su mirada era penetrante e insistente, que observaba con atención algo en concreto, pero ni él mismo sabía qué había captado su atención en ese extremo para lograr disociar por completo. Si alguien le preguntara por los detalles de esa ventana o de la profundidad en la conversación, no sabría qué responder. Incluso las voces de sus amigos, que charlaban amenamente sobre temas de la universidad, parecían tan lejanas como su cerebro mismo. Apenas los escuchaba reír y se preguntaba la clase de chiste absurdo que habían soltado, uno malisimo y absurdo, de esos que dan pena y que solo causan gracia por compromiso. Suspiró, cuando pareció que su cabeza y su cuerpo volvieron a conectar, para demostrar lo aburrido que se sentía de ese mundo. Si todos fueran como él, imposibilitados del habla, ¿verían ese mundo con los mismos ojos? ¿podrían soportar quedarse callados mientras los demás llenaban la conversación de cosas sin sentido y tonterías? Probablemente no, por ello, suspiró de nuevo para demostrar su hartazgo en la vida. « Debí quedarme en casa. Mi cama estaba más confortable que este lugar.»
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  • 𝐐𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐞𝐫 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐢.

    Pensé, mientras me perdía en la profundidad de tus ojos oscuros, que no había universo más vasto ni lugar más seguro que esa mirada tuya. En ese instante lo supe, con una certeza que no necesita palabras: tú eres la persona a la que, con todo mi ser, quiero dedicarme, a quien deseo cuidar, hacer reír y ver feliz cada día de mi vida.

    No existe tesoro en el mundo que iguale el regalo de tu compañía. No hay joya que brille más que tu sonrisa, ni riqueza que pueda comprarse que sea comparable a la paz que encuentro en tu abrazo.

    Me siento la mujer más afortunada del mundo. Tu amor ha sido como un faro que guía mis días, como un refugio en medio de cualquier tormenta, como un susurro de calma en los días agitados.

    Prometo que cada día de mi vida haré todo lo que esté en mis manos para devolverte aunque sea una parte de todo lo que eres y me has dado. Prometo que mis palabras, mis actos y mis silencios estarán siempre llenos de amor hacia ti.

    https://www.youtube.com/watch?v=lB6Iu2UGWuo
    𝐐𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐞𝐫 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐢. Pensé, mientras me perdía en la profundidad de tus ojos oscuros, que no había universo más vasto ni lugar más seguro que esa mirada tuya. En ese instante lo supe, con una certeza que no necesita palabras: tú eres la persona a la que, con todo mi ser, quiero dedicarme, a quien deseo cuidar, hacer reír y ver feliz cada día de mi vida. No existe tesoro en el mundo que iguale el regalo de tu compañía. No hay joya que brille más que tu sonrisa, ni riqueza que pueda comprarse que sea comparable a la paz que encuentro en tu abrazo. Me siento la mujer más afortunada del mundo. Tu amor ha sido como un faro que guía mis días, como un refugio en medio de cualquier tormenta, como un susurro de calma en los días agitados. Prometo que cada día de mi vida haré todo lo que esté en mis manos para devolverte aunque sea una parte de todo lo que eres y me has dado. Prometo que mis palabras, mis actos y mis silencios estarán siempre llenos de amor hacia ti. https://www.youtube.com/watch?v=lB6Iu2UGWuo
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  • Eclipse Conjurado

    Fondo Musical:

    https://www.youtube.com/watch?v=H0vMGJXtTLc

    Emblemático, supremo, tan dadivoso que hasta las golondrinas podían sentirlo relucir de entre todos los entramados. Se mueve como una oruga, ondulante y de presteza acérrima; quién sino como en el cómo equilibrar la grandeza de su ensoñación. Eleva la crucialita de la aurora boreal de su rostro. Las gotas de sus cuencas, de vestimenta de bruna osadía, hieden a incienso y candores incorruptos. La rueda del tiempo cabalga sobre su pelvis, corrompida por los laureles que arropan la estructura de su corporeidad.

    Esa tan ajena a lo casual de las bestias y estrellas, sangre y altares que forman los aromas de su cuerpo.

    Se persigna, se persigna, se persigna. Sus treinta y tres extremidades hacen el amor con la anatomía de esa nieve lluvia, garganta, espalda, mano y sien que son sometidas a la tortura de sus ecos nacientes. Cercenadas sus primeras almas decaen en el pozo del purgatorio, como una cascada sobre el embrollo de sus versales, de tan crecientes crisálidas indistintas de parir a la villanía de sus pensamientos: venideros de su imaginación.

    Ondula, rasga, acalla su mudez. Muge, ladra, bala y su voz no perfora la pared de hierro, porque los cordeles del eclipse que lo ha reclamado como suyo, cala por sus huesos. Los clavos de la esclavitud con la que lo han condenado enciende la llamada de a los más santos soñadores.

    Frialdad inevitable, gala presea que degüella la profundidad de sus espejismos.

    Trocean los más inmolados la veintena de sus dedos; quedan otras docenas más por las que repartir entre las crías que escudan sus amainadas promesas. Crecen sus alabeos de desideratas. Decrecen sus solfeos de liras labradas con huesos de sus costillas.

    Dignifican el conjuro sobre el mural del teatro en el que representa la buena obra por la que ha arribado al equilibrio de ese planeta corrompido por sendos exterminios. Es un príncipe o una princesa, no se sabe cuál, a la espera de su propio yo. Corrompida su doblegues de premura acaudala; los primeros ritos, segundos compases, terceros valses provocan el emerger del coseno de su madre en el centro de las entrañas del mismísimo regente amanecido.

    Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne.

    Equilibrio del conjurado que sostiene el machete sobre la bilis que ensucia sus labiales y el tronco de su garganta. Muge, ladra y bala con la espesura de un rosal, al instante en que encalla en las orillas. Le reciben con la locura anunciada a sus abismos de emancipación. Con canela desdobla los puntos de la playa. Crea y ejecuta empinadas obras maestras.

    Chocan y vibran, vibran y chocan en el terrario donde las mariposas son depuestas en frascos que encierran a sus deseos. Su garganta es cercenada y el manantial decae de entre el clamor de la comedia, que se luce en su ser con inevitables capacidades de ser riego de mantos y otros conjuros, que en la aldea se pueden sopesar como una buena nueva para los más propensos a ser nacimiento de esperanza.

    Gracia de lunares, en Fa sostenida. Equilibrio de pastizales sobre el puente de mis mejillas. Tersura de rostros, soy un príncipe de sueños. Un Ángel clandestino en tiempo de obsidianas. Maltrecho de corazón, ruego por nosotros en este orfanatorio de poetas muertos. Quien a la causa ennoblece sus extremidades, las junta con un entramado de prismas.

    Un sollozo de espinas renace de entre sus piernas. Muge, ladra y bala y la música sostiene el terror de su mente, la que te imagina con tu manzana dorada en el contraes del arrullo de tus labios. Arrullas a los gritos de otros prisioneros que se decapitan a sí mismos, con malsana y crudezas agallas.

    El eclipse que anuncia la prontitud de la mortandad, es una vez y sólo una vez, de amalgamas de otros tantos afluentes de libertad. De santos aparecidos. De santos cercenados. De otros tantos que se dan las manos en amaestra hambruna y que hacen el amor para romper la maldición de valles de crisantemos y cardenales de plata.
    Eclipse Conjurado Fondo Musical: https://www.youtube.com/watch?v=H0vMGJXtTLc Emblemático, supremo, tan dadivoso que hasta las golondrinas podían sentirlo relucir de entre todos los entramados. Se mueve como una oruga, ondulante y de presteza acérrima; quién sino como en el cómo equilibrar la grandeza de su ensoñación. Eleva la crucialita de la aurora boreal de su rostro. Las gotas de sus cuencas, de vestimenta de bruna osadía, hieden a incienso y candores incorruptos. La rueda del tiempo cabalga sobre su pelvis, corrompida por los laureles que arropan la estructura de su corporeidad. Esa tan ajena a lo casual de las bestias y estrellas, sangre y altares que forman los aromas de su cuerpo. Se persigna, se persigna, se persigna. Sus treinta y tres extremidades hacen el amor con la anatomía de esa nieve lluvia, garganta, espalda, mano y sien que son sometidas a la tortura de sus ecos nacientes. Cercenadas sus primeras almas decaen en el pozo del purgatorio, como una cascada sobre el embrollo de sus versales, de tan crecientes crisálidas indistintas de parir a la villanía de sus pensamientos: venideros de su imaginación. Ondula, rasga, acalla su mudez. Muge, ladra, bala y su voz no perfora la pared de hierro, porque los cordeles del eclipse que lo ha reclamado como suyo, cala por sus huesos. Los clavos de la esclavitud con la que lo han condenado enciende la llamada de a los más santos soñadores. Frialdad inevitable, gala presea que degüella la profundidad de sus espejismos. Trocean los más inmolados la veintena de sus dedos; quedan otras docenas más por las que repartir entre las crías que escudan sus amainadas promesas. Crecen sus alabeos de desideratas. Decrecen sus solfeos de liras labradas con huesos de sus costillas. Dignifican el conjuro sobre el mural del teatro en el que representa la buena obra por la que ha arribado al equilibrio de ese planeta corrompido por sendos exterminios. Es un príncipe o una princesa, no se sabe cuál, a la espera de su propio yo. Corrompida su doblegues de premura acaudala; los primeros ritos, segundos compases, terceros valses provocan el emerger del coseno de su madre en el centro de las entrañas del mismísimo regente amanecido. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Equilibrio del conjurado que sostiene el machete sobre la bilis que ensucia sus labiales y el tronco de su garganta. Muge, ladra y bala con la espesura de un rosal, al instante en que encalla en las orillas. Le reciben con la locura anunciada a sus abismos de emancipación. Con canela desdobla los puntos de la playa. Crea y ejecuta empinadas obras maestras. Chocan y vibran, vibran y chocan en el terrario donde las mariposas son depuestas en frascos que encierran a sus deseos. Su garganta es cercenada y el manantial decae de entre el clamor de la comedia, que se luce en su ser con inevitables capacidades de ser riego de mantos y otros conjuros, que en la aldea se pueden sopesar como una buena nueva para los más propensos a ser nacimiento de esperanza. Gracia de lunares, en Fa sostenida. Equilibrio de pastizales sobre el puente de mis mejillas. Tersura de rostros, soy un príncipe de sueños. Un Ángel clandestino en tiempo de obsidianas. Maltrecho de corazón, ruego por nosotros en este orfanatorio de poetas muertos. Quien a la causa ennoblece sus extremidades, las junta con un entramado de prismas. Un sollozo de espinas renace de entre sus piernas. Muge, ladra y bala y la música sostiene el terror de su mente, la que te imagina con tu manzana dorada en el contraes del arrullo de tus labios. Arrullas a los gritos de otros prisioneros que se decapitan a sí mismos, con malsana y crudezas agallas. El eclipse que anuncia la prontitud de la mortandad, es una vez y sólo una vez, de amalgamas de otros tantos afluentes de libertad. De santos aparecidos. De santos cercenados. De otros tantos que se dan las manos en amaestra hambruna y que hacen el amor para romper la maldición de valles de crisantemos y cardenales de plata.
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