• #NevermoreAcademy #ProfesorZientek #ElBrujoCojo
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  • -Es temprano y Delphos se alista para salir. Prepara su viejo y dañado bolso de cuero con una libreta, lápiz, una cajetilla de cigarros, sus gafas y el papel en blanco que estaba en la habitación de Kite.
    Baja al primer piso, se prepara un café muy cargado y muy dulce sabiendo que necesitará estar muy despierto y atento a todo lo que pueda pasar en las siguientes horas. ¿Qué demonios pasó con su alumna? ¿Cómo es que justo fue llamado a las afueras de la ciudad en ese momento? ¿Qué pudo hacer para evitar lo que ocurrió? Tantas preguntas y posibles escenarios que creó en su cabeza le sirvieron para evitar el desagradable sabor de lo que bebía a sorbos gigantescos para no retrasar su partida. Termina su taza y sale sin más demora.

    Era hora de encontrarse con el profesor Tolek. No sabe como luce ni que características le podrían ayudar hasta que recuerda lo hablado por teléfono:

    “𝘗𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘢𝘤𝘢𝘥𝘦𝘮𝘪𝘢 𝘕𝘦𝘷𝘦𝘳𝘮𝘰𝘳𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢𝘴, 𝘴ó𝘭𝘰 𝘥𝘦𝘣𝘦𝘴 𝘢𝘷𝘪𝘴𝘢𝘳𝘭𝘦 𝘢 𝘢𝘭𝘨ú𝘯 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘷𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘷𝘦𝘳𝘮𝘦.”

    Un cuervo. . . ¿Un cuervo? ¿Cómo encontraría un cuervo? No sabe donde comenzar a buscar. Pensó primero ir a un zoológico, pero ¿Cómo es que un ave cautiva podría guiarlo?

    Entonces, por instinto caminó hacia un parque que tenia muchos arboles y vegetación, pensando que quizás tendría suerte. Vagó por los alrededores, tomó asiento para fumar por un momento, luego siguió caminando por unos instantes hasta que vio un cuervo bajo un árbol. Se acercó con sigilo pues no sabia mucho sobre el comportamiento de estos animales. Cuando estuvo a una breve distancia le habló, sin saber qué ocurriría. -

    Hey! ¿Amiguito? Oye. . . Ahm. . . No sé cómo hacer esto, pero necesito encontrar a Tolek Zientek. ¿Lo conoces? Ahm. . . ¿La Academia Nevermore? ¿Sabes dónde queda?

    -Tomó asiento junto al ave, esperando alguna reacción-
    -Es temprano y Delphos se alista para salir. Prepara su viejo y dañado bolso de cuero con una libreta, lápiz, una cajetilla de cigarros, sus gafas y el papel en blanco que estaba en la habitación de Kite. Baja al primer piso, se prepara un café muy cargado y muy dulce sabiendo que necesitará estar muy despierto y atento a todo lo que pueda pasar en las siguientes horas. ¿Qué demonios pasó con su alumna? ¿Cómo es que justo fue llamado a las afueras de la ciudad en ese momento? ¿Qué pudo hacer para evitar lo que ocurrió? Tantas preguntas y posibles escenarios que creó en su cabeza le sirvieron para evitar el desagradable sabor de lo que bebía a sorbos gigantescos para no retrasar su partida. Termina su taza y sale sin más demora. Era hora de encontrarse con el profesor Tolek. No sabe como luce ni que características le podrían ayudar hasta que recuerda lo hablado por teléfono: “𝘗𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘢𝘤𝘢𝘥𝘦𝘮𝘪𝘢 𝘕𝘦𝘷𝘦𝘳𝘮𝘰𝘳𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢𝘴, 𝘴ó𝘭𝘰 𝘥𝘦𝘣𝘦𝘴 𝘢𝘷𝘪𝘴𝘢𝘳𝘭𝘦 𝘢 𝘢𝘭𝘨ú𝘯 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘷𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘷𝘦𝘳𝘮𝘦.” Un cuervo. . . ¿Un cuervo? ¿Cómo encontraría un cuervo? No sabe donde comenzar a buscar. Pensó primero ir a un zoológico, pero ¿Cómo es que un ave cautiva podría guiarlo? Entonces, por instinto caminó hacia un parque que tenia muchos arboles y vegetación, pensando que quizás tendría suerte. Vagó por los alrededores, tomó asiento para fumar por un momento, luego siguió caminando por unos instantes hasta que vio un cuervo bajo un árbol. Se acercó con sigilo pues no sabia mucho sobre el comportamiento de estos animales. Cuando estuvo a una breve distancia le habló, sin saber qué ocurriría. - Hey! ¿Amiguito? Oye. . . Ahm. . . No sé cómo hacer esto, pero necesito encontrar a [Tolek]. ¿Lo conoces? Ahm. . . ¿La Academia Nevermore? ¿Sabes dónde queda? -Tomó asiento junto al ave, esperando alguna reacción-
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  • Es el segundo ciclo por la mañana y la clase del profesor Zientek transcurre bajo una paz y un silencio completamente fuera de lugar en una academia. Y eso es porque sus alumnos están durmiendo.

    Tolek se encuentra sentado en el escritorio con una tablet entre sus manos, cuando se oye que alguien llama a la puerta. El rostro de la señorita Whitestone parece más preocupado de lo usual a través de la ventanilla, las arrugas de abuela severa se le marcan con más intensidad de lo usual, especialmente alrededor de los ojos y la boca torcida.

    El profesor se toma su tiempo en dejar el aparato sobre la mesa, luego alcanza su bastón y se levanta suavemente de su sitio, caminando con parsimonia hacia la puerta.

    La señorita Whitestone es de sus colegas menos preferidos dado el aire de madrastra insatisfecha que carga, lo que no sería asunto suyo si no fuera porque ella insiste ya no sólo en cuestionar sus métodos, también parece creerse con el derecho a exigirle hacer lo que ella considera una mejor forma de educar.

    — ¿Qué pasa? —Pregunta, en voz baja, al abrir la puerta.

    La señorita Whitestone luce ofendida por esa forma tan poco formal en que es recibida y cuestionada. Pero a Tolek no le importa, al contrario, le fascina desafiarle cada vez que puede.

    — Buenos días, profesor Zientek. Lo primero siempre es saludar —responde ella.

    — Ya le saludé en el salón de profesores, cuando usted no estaba interrumpiendo mi clase. ¿Qué quiere? —Insiste él.

    — He sido enviada por la directora —dice ella, con aires de autoridad que no le corresponden.

    Tolek está convencido de que la directora tuvo poco o nada que ver con el afán fiscalizador de Whitestone, pero lo deja pasar.

    A quien no deja pasar es a la propia Whitestone que intenta colarse dentro del salón, pero con el cuerpo del profesor en medio, sólo consigue echar un vistazo estirando el cuello como una jirafa hecha con papel maché.

    — ¿Están durmiendo? —Observa, en tono de espanto.

    — Sí, están durmiendo —confirma él—. Y agradecería que bajara la voz.

    Whitestone retrocede con una expresión casi horrorizada, con la boca abierta como si un grito se le hubiera atorado en la garganta.

    "La indignación is strong in this one", piensa Tolek.

    — Esto es inaudito. La siguiente clase de estos jovencitos es la mía, les necesito despiertos y enérgicos para el examen —se queja.

    — Lo sé. Por eso están durmiendo —responde él, sin impresionarse.

    Tras un respingo de indignación, Whitestone parece haber encontrado la excusa perfecta para tomarse el asunto de modo personal en las palabras del profesor.

    — Lo sabía —sentencia, achinando la mirada—. Usted está tratando de sabotearme.

    Whitestone pierde mucho tiempo en conspiraciones e ingeniería social, es decir, suele estar más pendiente de los chismes y de los bandos que estos conforman que en cumplir su calendario académico. Whitestone siempre está retrasada en la entrega de sus calificaciones, asimismos siempre está en busca de una oportunidad para achacarle la culpa a alguien más.

    La comunidad docente suele preferir pasar de ella y llevar la fiesta en paz, por eso le dan el trato de enjuiciadora no asignada que ella cree que se merece.

    Todos lo prefieren. Todos, menos Tolek Zientek.

    Usted no se saldrá con la suya —masculla ella—. He sido parte de esta noble institución desde sus inicios, ningún jovencito con aires de revolucionario como usted podrá mermar mis principios y mis buenas costumbres — discursa, antes de dar la estocada final en forma de amenaza—. La directora se enterará de esto.

    El profesor, lejos de tomarse en serio nada de lo que Whitestone dice, mantiene la calma y la expresión ceñuda.

    — No me interesa —declara—. Y si eso es todo, con permiso —finaliza, antes de cerrar la puerta.

    #NevermoreAcademy #ProfesorZientek
    Es el segundo ciclo por la mañana y la clase del profesor Zientek transcurre bajo una paz y un silencio completamente fuera de lugar en una academia. Y eso es porque sus alumnos están durmiendo. Tolek se encuentra sentado en el escritorio con una tablet entre sus manos, cuando se oye que alguien llama a la puerta. El rostro de la señorita Whitestone parece más preocupado de lo usual a través de la ventanilla, las arrugas de abuela severa se le marcan con más intensidad de lo usual, especialmente alrededor de los ojos y la boca torcida. El profesor se toma su tiempo en dejar el aparato sobre la mesa, luego alcanza su bastón y se levanta suavemente de su sitio, caminando con parsimonia hacia la puerta. La señorita Whitestone es de sus colegas menos preferidos dado el aire de madrastra insatisfecha que carga, lo que no sería asunto suyo si no fuera porque ella insiste ya no sólo en cuestionar sus métodos, también parece creerse con el derecho a exigirle hacer lo que ella considera una mejor forma de educar. — ¿Qué pasa? —Pregunta, en voz baja, al abrir la puerta. La señorita Whitestone luce ofendida por esa forma tan poco formal en que es recibida y cuestionada. Pero a Tolek no le importa, al contrario, le fascina desafiarle cada vez que puede. — Buenos días, profesor Zientek. Lo primero siempre es saludar —responde ella. — Ya le saludé en el salón de profesores, cuando usted no estaba interrumpiendo mi clase. ¿Qué quiere? —Insiste él. — He sido enviada por la directora —dice ella, con aires de autoridad que no le corresponden. Tolek está convencido de que la directora tuvo poco o nada que ver con el afán fiscalizador de Whitestone, pero lo deja pasar. A quien no deja pasar es a la propia Whitestone que intenta colarse dentro del salón, pero con el cuerpo del profesor en medio, sólo consigue echar un vistazo estirando el cuello como una jirafa hecha con papel maché. — ¿Están durmiendo? —Observa, en tono de espanto. — Sí, están durmiendo —confirma él—. Y agradecería que bajara la voz. Whitestone retrocede con una expresión casi horrorizada, con la boca abierta como si un grito se le hubiera atorado en la garganta. "La indignación is strong in this one", piensa Tolek. — Esto es inaudito. La siguiente clase de estos jovencitos es la mía, les necesito despiertos y enérgicos para el examen —se queja. — Lo sé. Por eso están durmiendo —responde él, sin impresionarse. Tras un respingo de indignación, Whitestone parece haber encontrado la excusa perfecta para tomarse el asunto de modo personal en las palabras del profesor. — Lo sabía —sentencia, achinando la mirada—. Usted está tratando de sabotearme. Whitestone pierde mucho tiempo en conspiraciones e ingeniería social, es decir, suele estar más pendiente de los chismes y de los bandos que estos conforman que en cumplir su calendario académico. Whitestone siempre está retrasada en la entrega de sus calificaciones, asimismos siempre está en busca de una oportunidad para achacarle la culpa a alguien más. La comunidad docente suele preferir pasar de ella y llevar la fiesta en paz, por eso le dan el trato de enjuiciadora no asignada que ella cree que se merece. Todos lo prefieren. Todos, menos Tolek Zientek. Usted no se saldrá con la suya —masculla ella—. He sido parte de esta noble institución desde sus inicios, ningún jovencito con aires de revolucionario como usted podrá mermar mis principios y mis buenas costumbres — discursa, antes de dar la estocada final en forma de amenaza—. La directora se enterará de esto. El profesor, lejos de tomarse en serio nada de lo que Whitestone dice, mantiene la calma y la expresión ceñuda. — No me interesa —declara—. Y si eso es todo, con permiso —finaliza, antes de cerrar la puerta. #NevermoreAcademy #ProfesorZientek
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  • — ¡Profe, hace frío! —Se queja un alumno, ese que se cree vocero de la clase.

    Y por supuesto, todo vocero depende del apoyo de la comunidad que, en este caso, no se hace esperar.

    — Sí, hace frío...

    — ¡Profe, tengo frío!

    — Nos congelamos —dicen.

    Tolek, que leía pacientemente en su escritorio, mientras sus chicos escribían un ensayo sobre ventajas y desventajas de los poderes de cada uno, alza la vista para mirarles.

    — No me digan —responde, sarcástico—. No es mi culpa, no he conjurado nada. Las mañanas son frías.

    Ya sabe a qué se deben tantas quejas y que no se trata de su aura de hielo, no esta vez. Sucede que esta es la forma en que estos chicos le piden que encienda la calefacción, es decir, que conjure algo que caliente el salón.

    También significa que es hora de argumentar, pues, según el profesor Zientek ha declarado: "Si me quieren convencer, háganme reír".

    — Pero, profe. ¡Se me congelan las ideas!

    — ¡Me patinan las neuronas!

    — ¡Se me resfrían los ancestros!

    Tolek tiene que contener la risa ya frente a los primeros intentos.

    — ¡Tengo los huevos en la garganta! —Añade aquel que siempre quiere ser el centro de atención, aunque sea mal hablando.

    Pero la clase no se ríe, saben que ese argumento no ayuda. Al contrario.

    — ¡Martínez! —Le regaña la puritana.

    — Eso no, baboso.

    — Ains, ya salió el tarado... —dice otro, llevándose la mano a la cara.

    El profesor tampoco se ríe, de hecho, se le ve molesto por el comentario del desubicado.

    — Bien hecho, Martínez. Has echado por tierra el esfuerzo de todos tus colegas —declara.

    Un coro de exclamaciones de lamento y de maldiciones en voz baja se deja oír en el salón.

    — Winter is here —dice un resignado.

    — Pero, profe, es injusto —proclama la justiciera—. ¿Por qué no hace algo que nos caliente a todos, menos a Martínez?

    Suena legítimo para algunos que no tardan en asentir estando de acuerdo. Otros agachan la cabeza para contener la risa...

    — Primero, porque somos un equipo. Segundo, porque sería inapropiado y tercero, estoy casado —responde el profesor.

    Las risas contenidas acaban escapando y a la justiciera se le tiñen las mejillas de rubor.

    — ¿Y si quemamos a Martínez? —Bromea uno.

    — ¿Y si me chupas la...? —Responde el aludido.

    Pero es interrumpido por el profesor.

    — ¡Martínez! Vete al gimnasio —ordena—. Necesitarás cuatrocientos tiros de tres puntos para sacar tu trasero de ahí.

    — Hostia... —murmura alguien, de impresión.

    — Por menso.

    — ¿Cuatrocientos? ¿Kha?

    — Me lleva... —refunfuña Martínez, poniéndose de pie de mala gana, empujando la mesa y haciendo ruido con la silla, pero sin azotar la puerta antes de salir.

    — Bueno, ya tiene algo más interesante que hacer con sus pelotas —comenta otro.

    Y aunque el silencio es más fuerte, lo cierto es que a más de alguno se le escapa una risita.

    Tolek también sonríe.

    — ¡Se rió! ¡Ganamos! — Exclama el oportunista.

    La clase le apoya y también festeja, como queriendo hacer válida la victoria. Pero la última palabra la tiene el profesor... que toma el bastón para conjurar un brillante diseño de líneas de fuego inofensivas, como una telaraña que se extiende por el piso y las paredes para calentar suavemente el ambiente.

    #NevermoreAcademy #ProfesorZientek
    — ¡Profe, hace frío! —Se queja un alumno, ese que se cree vocero de la clase. Y por supuesto, todo vocero depende del apoyo de la comunidad que, en este caso, no se hace esperar. — Sí, hace frío... — ¡Profe, tengo frío! — Nos congelamos —dicen. Tolek, que leía pacientemente en su escritorio, mientras sus chicos escribían un ensayo sobre ventajas y desventajas de los poderes de cada uno, alza la vista para mirarles. — No me digan —responde, sarcástico—. No es mi culpa, no he conjurado nada. Las mañanas son frías. Ya sabe a qué se deben tantas quejas y que no se trata de su aura de hielo, no esta vez. Sucede que esta es la forma en que estos chicos le piden que encienda la calefacción, es decir, que conjure algo que caliente el salón. También significa que es hora de argumentar, pues, según el profesor Zientek ha declarado: "Si me quieren convencer, háganme reír". — Pero, profe. ¡Se me congelan las ideas! — ¡Me patinan las neuronas! — ¡Se me resfrían los ancestros! Tolek tiene que contener la risa ya frente a los primeros intentos. — ¡Tengo los huevos en la garganta! —Añade aquel que siempre quiere ser el centro de atención, aunque sea mal hablando. Pero la clase no se ríe, saben que ese argumento no ayuda. Al contrario. — ¡Martínez! —Le regaña la puritana. — Eso no, baboso. — Ains, ya salió el tarado... —dice otro, llevándose la mano a la cara. El profesor tampoco se ríe, de hecho, se le ve molesto por el comentario del desubicado. — Bien hecho, Martínez. Has echado por tierra el esfuerzo de todos tus colegas —declara. Un coro de exclamaciones de lamento y de maldiciones en voz baja se deja oír en el salón. — Winter is here —dice un resignado. — Pero, profe, es injusto —proclama la justiciera—. ¿Por qué no hace algo que nos caliente a todos, menos a Martínez? Suena legítimo para algunos que no tardan en asentir estando de acuerdo. Otros agachan la cabeza para contener la risa... — Primero, porque somos un equipo. Segundo, porque sería inapropiado y tercero, estoy casado —responde el profesor. Las risas contenidas acaban escapando y a la justiciera se le tiñen las mejillas de rubor. — ¿Y si quemamos a Martínez? —Bromea uno. — ¿Y si me chupas la...? —Responde el aludido. Pero es interrumpido por el profesor. — ¡Martínez! Vete al gimnasio —ordena—. Necesitarás cuatrocientos tiros de tres puntos para sacar tu trasero de ahí. — Hostia... —murmura alguien, de impresión. — Por menso. — ¿Cuatrocientos? ¿Kha? — Me lleva... —refunfuña Martínez, poniéndose de pie de mala gana, empujando la mesa y haciendo ruido con la silla, pero sin azotar la puerta antes de salir. — Bueno, ya tiene algo más interesante que hacer con sus pelotas —comenta otro. Y aunque el silencio es más fuerte, lo cierto es que a más de alguno se le escapa una risita. Tolek también sonríe. — ¡Se rió! ¡Ganamos! — Exclama el oportunista. La clase le apoya y también festeja, como queriendo hacer válida la victoria. Pero la última palabra la tiene el profesor... que toma el bastón para conjurar un brillante diseño de líneas de fuego inofensivas, como una telaraña que se extiende por el piso y las paredes para calentar suavemente el ambiente. #NevermoreAcademy #ProfesorZientek
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