— ¡Profe, hace frío! —Se queja un alumno, ese que se cree vocero de la clase.

Y por supuesto, todo vocero depende del apoyo de la comunidad que, en este caso, no se hace esperar.

— Sí, hace frío...

— ¡Profe, tengo frío!

— Nos congelamos —dicen.

Tolek, que leía pacientemente en su escritorio, mientras sus chicos escribían un ensayo sobre ventajas y desventajas de los poderes de cada uno, alza la vista para mirarles.

— No me digan —responde, sarcástico—. No es mi culpa, no he conjurado nada. Las mañanas son frías.

Ya sabe a qué se deben tantas quejas y que no se trata de su aura de hielo, no esta vez. Sucede que esta es la forma en que estos chicos le piden que encienda la calefacción, es decir, que conjure algo que caliente el salón.

También significa que es hora de argumentar, pues, según el profesor Zientek ha declarado: "Si me quieren convencer, háganme reír".

— Pero, profe. ¡Se me congelan las ideas!

— ¡Me patinan las neuronas!

— ¡Se me resfrían los ancestros!

Tolek tiene que contener la risa ya frente a los primeros intentos.

— ¡Tengo los huevos en la garganta! —Añade aquel que siempre quiere ser el centro de atención, aunque sea mal hablando.

Pero la clase no se ríe, saben que ese argumento no ayuda. Al contrario.

— ¡Martínez! —Le regaña la puritana.

— Eso no, baboso.

— Ains, ya salió el tarado... —dice otro, llevándose la mano a la cara.

El profesor tampoco se ríe, de hecho, se le ve molesto por el comentario del desubicado.

— Bien hecho, Martínez. Has echado por tierra el esfuerzo de todos tus colegas —declara.

Un coro de exclamaciones de lamento y de maldiciones en voz baja se deja oír en el salón.

— Winter is here —dice un resignado.

— Pero, profe, es injusto —proclama la justiciera—. ¿Por qué no hace algo que nos caliente a todos, menos a Martínez?

Suena legítimo para algunos que no tardan en asentir estando de acuerdo. Otros agachan la cabeza para contener la risa...

— Primero, porque somos un equipo. Segundo, porque sería inapropiado y tercero, estoy casado —responde el profesor.

Las risas contenidas acaban escapando y a la justiciera se le tiñen las mejillas de rubor.

— ¿Y si quemamos a Martínez? —Bromea uno.

— ¿Y si me chupas la...? —Responde el aludido.

Pero es interrumpido por el profesor.

— ¡Martínez! Vete al gimnasio —ordena—. Necesitarás cuatrocientos tiros de tres puntos para sacar tu trasero de ahí.

— Hostia... —murmura alguien, de impresión.

— Por menso.

— ¿Cuatrocientos? ¿Kha?

— Me lleva... —refunfuña Martínez, poniéndose de pie de mala gana, empujando la mesa y haciendo ruido con la silla, pero sin azotar la puerta antes de salir.

— Bueno, ya tiene algo más interesante que hacer con sus pelotas —comenta otro.

Y aunque el silencio es más fuerte, lo cierto es que a más de alguno se le escapa una risita.

Tolek también sonríe.

— ¡Se rió! ¡Ganamos! — Exclama el oportunista.

La clase le apoya y también festeja, como queriendo hacer válida la victoria. Pero la última palabra la tiene el profesor... que toma el bastón para conjurar un brillante diseño de líneas de fuego inofensivas, como una telaraña que se extiende por el piso y las paredes para calentar suavemente el ambiente.

#NevermoreAcademy #ProfesorZientek
— ¡Profe, hace frío! —Se queja un alumno, ese que se cree vocero de la clase. Y por supuesto, todo vocero depende del apoyo de la comunidad que, en este caso, no se hace esperar. — Sí, hace frío... — ¡Profe, tengo frío! — Nos congelamos —dicen. Tolek, que leía pacientemente en su escritorio, mientras sus chicos escribían un ensayo sobre ventajas y desventajas de los poderes de cada uno, alza la vista para mirarles. — No me digan —responde, sarcástico—. No es mi culpa, no he conjurado nada. Las mañanas son frías. Ya sabe a qué se deben tantas quejas y que no se trata de su aura de hielo, no esta vez. Sucede que esta es la forma en que estos chicos le piden que encienda la calefacción, es decir, que conjure algo que caliente el salón. También significa que es hora de argumentar, pues, según el profesor Zientek ha declarado: "Si me quieren convencer, háganme reír". — Pero, profe. ¡Se me congelan las ideas! — ¡Me patinan las neuronas! — ¡Se me resfrían los ancestros! Tolek tiene que contener la risa ya frente a los primeros intentos. — ¡Tengo los huevos en la garganta! —Añade aquel que siempre quiere ser el centro de atención, aunque sea mal hablando. Pero la clase no se ríe, saben que ese argumento no ayuda. Al contrario. — ¡Martínez! —Le regaña la puritana. — Eso no, baboso. — Ains, ya salió el tarado... —dice otro, llevándose la mano a la cara. El profesor tampoco se ríe, de hecho, se le ve molesto por el comentario del desubicado. — Bien hecho, Martínez. Has echado por tierra el esfuerzo de todos tus colegas —declara. Un coro de exclamaciones de lamento y de maldiciones en voz baja se deja oír en el salón. — Winter is here —dice un resignado. — Pero, profe, es injusto —proclama la justiciera—. ¿Por qué no hace algo que nos caliente a todos, menos a Martínez? Suena legítimo para algunos que no tardan en asentir estando de acuerdo. Otros agachan la cabeza para contener la risa... — Primero, porque somos un equipo. Segundo, porque sería inapropiado y tercero, estoy casado —responde el profesor. Las risas contenidas acaban escapando y a la justiciera se le tiñen las mejillas de rubor. — ¿Y si quemamos a Martínez? —Bromea uno. — ¿Y si me chupas la...? —Responde el aludido. Pero es interrumpido por el profesor. — ¡Martínez! Vete al gimnasio —ordena—. Necesitarás cuatrocientos tiros de tres puntos para sacar tu trasero de ahí. — Hostia... —murmura alguien, de impresión. — Por menso. — ¿Cuatrocientos? ¿Kha? — Me lleva... —refunfuña Martínez, poniéndose de pie de mala gana, empujando la mesa y haciendo ruido con la silla, pero sin azotar la puerta antes de salir. — Bueno, ya tiene algo más interesante que hacer con sus pelotas —comenta otro. Y aunque el silencio es más fuerte, lo cierto es que a más de alguno se le escapa una risita. Tolek también sonríe. — ¡Se rió! ¡Ganamos! — Exclama el oportunista. La clase le apoya y también festeja, como queriendo hacer válida la victoria. Pero la última palabra la tiene el profesor... que toma el bastón para conjurar un brillante diseño de líneas de fuego inofensivas, como una telaraña que se extiende por el piso y las paredes para calentar suavemente el ambiente. #NevermoreAcademy #ProfesorZientek
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