• 𝄞 𝄡 Y en los recovecos de su memoria extinguida...

    Existieron Dos Musas...

    La Demonio de Luz
    Y La Dragona de Sangre Real. 🩵

    Estás memorias aún permanecen intactas en la cruenta y oscura alma de aquel cuyo rostro es...

    Inaccesible.

    Lamentablemente fue un atisbo de lo que fue y de lo que no será jamás. Una historia diseñada para el tragico final.

    La consecuencia fue absoluta....
    Una creencia de que:
    ɢᴀᴢᴜ ɪꜱ ᴅᴇᴀᴅ

    𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒍𝒂 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒆𝒔 𝒐𝒕𝒓𝒂
    𝐖𝐄 𝐀𝐑𝐄 𝐆𝐀𝐙Ú──────────

    21.12.25
    𝄞 𝄡 Y en los recovecos de su memoria extinguida... Existieron Dos Musas... La Demonio de Luz 🌾 🤍 Y La Dragona de Sangre Real. 👑 🩵 Estás memorias aún permanecen intactas en la cruenta y oscura alma de aquel cuyo rostro es... Inaccesible. Lamentablemente fue un atisbo de lo que fue y de lo que no será jamás. Una historia diseñada para el tragico final. La consecuencia fue absoluta.... Una creencia de que: 👁️ ɢᴀᴢᴜ ɪꜱ ᴅᴇᴀᴅ 𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒍𝒂 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒆𝒔 𝒐𝒕𝒓𝒂 𝐖𝐄 𝐀𝐑𝐄 𝐆𝐀𝐙Ú────────── 21.12.25
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  • >> Tentando al Olimpo.



    Un día, como cualquier otro, fue convocado al Olimpo.

    Zeus, con el ceño fruncido, le habló desde su trono de nubes tempestuosas:

    —Los mortales han comenzado a soñar con cosas que no deberían conocer —dijo el rey de los dioses.


    —Sueñan con el futuro, con la caída de imperios, con el fin de los dioses. ¿Es obra tuya, Morfeo?—

    El dios de los sueños se mantuvo sereno. Sus ojos, profundos como la noche, reflejaban millones de visiones.

    —No, padre de los cielos. Yo solo les entrego imágenes tejidas con sus propios deseos, miedos y memorias. Si sueñan con el fin… es porque lo presienten. . . —

    >> Tentando al Olimpo. Un día, como cualquier otro, fue convocado al Olimpo. Zeus, con el ceño fruncido, le habló desde su trono de nubes tempestuosas: —Los mortales han comenzado a soñar con cosas que no deberían conocer —dijo el rey de los dioses. —Sueñan con el futuro, con la caída de imperios, con el fin de los dioses. ¿Es obra tuya, Morfeo?— El dios de los sueños se mantuvo sereno. Sus ojos, profundos como la noche, reflejaban millones de visiones. —No, padre de los cielos. Yo solo les entrego imágenes tejidas con sus propios deseos, miedos y memorias. Si sueñan con el fin… es porque lo presienten. . . —
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    Al menos ya recuperé la PC, una de las 4 memorias RAM pasó a mejor vida, bueno a esperar cuando tenga la oportunidad de volver a completar la memoria RAM
    Al menos ya recuperé la PC, una de las 4 memorias RAM pasó a mejor vida, bueno a esperar cuando tenga la oportunidad de volver a completar la memoria RAM :STK-2:
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  • El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado.

    "¿Cuántas veces hemos muerto ya?"

    La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices.

    Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura.

    — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos.

    Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos.

    Algo crecía dentro de ella.

    No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz.

    — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir.

    Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho.

    Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección.

    — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción...

    Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules.

    — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual?

    No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento.

    — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
    El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado. "¿Cuántas veces hemos muerto ya?" La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices. Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura. — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos. Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos. Algo crecía dentro de ella. No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz. — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir. Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho. Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección. — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción... Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules. — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual? No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento. — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
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  • Más allá del subconciente quedan implementadas las memorias de aquellos que han sucumbido.

    Primero J.K el suicida que dió un paso adelante y cayó al mar.

    Después H.S quién perdió la cabeza en la primera guerra.

    Siguiendo sus pasos S.P el excéntrico que murió envenenado.

    Cuarto I.K la cantante masacrada por un fanático.

    Para el #5 dejo de contar sus tragedias.

    ¿Qué son en realidad?.
    ¿Cuál es el verdadero objetivo?.
    El principio del fin. El fin del principio.
    #11 ¿Serás tú la última pieza de este rompecabezas?.

    Más allá del subconciente quedan implementadas las memorias de aquellos que han sucumbido. Primero J.K el suicida que dió un paso adelante y cayó al mar. Después H.S quién perdió la cabeza en la primera guerra. Siguiendo sus pasos S.P el excéntrico que murió envenenado. Cuarto I.K la cantante masacrada por un fanático. Para el #5 dejo de contar sus tragedias. ¿Qué son en realidad?. ¿Cuál es el verdadero objetivo?. El principio del fin. El fin del principio. #11 ¿Serás tú la última pieza de este rompecabezas?.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    "Mis memorias."

    23 de noviembre.
    Una semana antes me habían pedido viajar a el noroeste de las tierras Celestes, ¿el motivo? Un enano de la tribu más antigua que a habitado esos bosques se encontraba enfermo, habían llegado a escuchar de mi por otras misiones exitosas que había tenido cerca de allí por lo cual me contactaron.

    Viaje sin problema alguno hasta ellos, todos me recibieron con cordialidad, lo cual agradezco infinitamente, sin embargo al ver al afectado, me percato de que la enfermedad ya estaba muy avanzada, yo no podía hacer más... no podía derrotar a la muerte... el ciclo natural de la vida debía seguir con su curso. Con pociones naturales ayude a mitigar el dolor de su cuerpo, a él le gustaba mucho contarme sus tantas aventuras y el como salía librado de todas esas situaciones tan chuscas y precipitadas, yo amaba escucharlo y ver en su rostro la felicidad y orgullo que sentía por contarmelas.

    Finalmente su muerte llego, todo el pueblo se reunió para dar tributo al enano que con valor defendió muchas veces a los suyos, ofrecieron todo tipo de riquezas en su honor, para finalmente sepultarlo en lo más alto del bosque y junto con el un árbol que crecería fuerte como lo fue él en vida.

    Me hubiera gustado ayudar de otra manera, el saber que mi magia no podía hacer más me afecto de sobremanera, después entendí que no fue mi culpa y que al final le pude brindar calidez y alegría en sus últimos días. Nos veremos pronto Nori... querido amigo.
    "Mis memorias." 23 de noviembre. Una semana antes me habían pedido viajar a el noroeste de las tierras Celestes, ¿el motivo? Un enano de la tribu más antigua que a habitado esos bosques se encontraba enfermo, habían llegado a escuchar de mi por otras misiones exitosas que había tenido cerca de allí por lo cual me contactaron. Viaje sin problema alguno hasta ellos, todos me recibieron con cordialidad, lo cual agradezco infinitamente, sin embargo al ver al afectado, me percato de que la enfermedad ya estaba muy avanzada, yo no podía hacer más... no podía derrotar a la muerte... el ciclo natural de la vida debía seguir con su curso. Con pociones naturales ayude a mitigar el dolor de su cuerpo, a él le gustaba mucho contarme sus tantas aventuras y el como salía librado de todas esas situaciones tan chuscas y precipitadas, yo amaba escucharlo y ver en su rostro la felicidad y orgullo que sentía por contarmelas. Finalmente su muerte llego, todo el pueblo se reunió para dar tributo al enano que con valor defendió muchas veces a los suyos, ofrecieron todo tipo de riquezas en su honor, para finalmente sepultarlo en lo más alto del bosque y junto con el un árbol que crecería fuerte como lo fue él en vida. Me hubiera gustado ayudar de otra manera, el saber que mi magia no podía hacer más me afecto de sobremanera, después entendí que no fue mi culpa y que al final le pude brindar calidez y alegría en sus últimos días. Nos veremos pronto Nori... querido amigo.
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  • Kiara- Edad actualmente no reconocida. Edad de apariencia: 20 años.
    Siglo de la tragedia: No reconocido

    𝑹𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒐𝒔.

    Kiara es una joven marcada por la tragedia y la resiliencia. Varios años habían pasado desde que su pueblo fue arrasado, pero las memorias de su infancia aún resuenan en su mente como ecos lejanos. Recuerda los días soleados en los que corría libre entre los árboles, el aroma del campo y las risas de sus amigos. Cada rincón de aquel lugar estaba impregnado de magia y alegría, un hogar que ahora solo existe en sus recuerdos.

    La noche de la tragedia sigue grabada a fuego en su corazón. Huyó por el río, malherida y asustada, sintiendo cómo las aguas turbulentas la arrastraban lejos de todo lo que conocía. En ese momento de desesperación, casi se rindió; el cansancio la envolvía como una sombra oscura. Sin embargo, el destino tenía otros planes para ella. Fue rescatada por los guardias de un rey benevolente, un hombre que se convirtió en una figura paterna para Kiara. Aunque era humano, él vio más allá de su apariencia; reconoció su valor y su potencial.

    Bajo su tutela, Kiara aprendió a luchar con destreza y astucia, convirtiéndose en una guerrera fuerte e inteligente. El rey le enseñó no solo a defenderse, sino también a liderar con compasión y justicia. A pesar de ser un humano en un mundo que había traicionado a su pueblo, Kiara desarrolló un profundo aprecio por él. Se sintió protegida bajo su manto y encontró en él una nueva familia.

    Sin embargo, con el tiempo, la verdad sobre su naturaleza comenzó a salir a la luz. La gente del reino empezó a notar que no envejecía como ellos; sus rasgos permanecían inalterables mientras los demás pasaban por el ciclo natural de la vida. Temiendo ser descubierta y enfrentarse al mismo destino que había llevado a su pueblo a la ruina, decidió huir nuevamente. Dejó atrás el trono que había llegado a ocupar con tanto esfuerzo y sacrificio, dejando ese puesto en manos de un tirano.

    Ahora, Kiara vaga por tierras desconocidas, llevando consigo el peso del pasado y la esperanza de encontrar un nuevo propósito. Su corazón está dividido entre el amor por el rey que le dio una segunda oportunidad y el dolor por lo perdido. Aunque ha dejado atrás un reino que podría haber sido suyo, sigue buscando un lugar donde pueda ser libre sin temor a ser cazada nuevamente; un lugar donde pueda reconciliarse con su identidad como Kitsune y honrar la memoria de aquellos que ya no están.
    Kiara- Edad actualmente no reconocida. Edad de apariencia: 20 años. Siglo de la tragedia: No reconocido 𝑹𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒐𝒔. Kiara es una joven marcada por la tragedia y la resiliencia. Varios años habían pasado desde que su pueblo fue arrasado, pero las memorias de su infancia aún resuenan en su mente como ecos lejanos. Recuerda los días soleados en los que corría libre entre los árboles, el aroma del campo y las risas de sus amigos. Cada rincón de aquel lugar estaba impregnado de magia y alegría, un hogar que ahora solo existe en sus recuerdos. La noche de la tragedia sigue grabada a fuego en su corazón. Huyó por el río, malherida y asustada, sintiendo cómo las aguas turbulentas la arrastraban lejos de todo lo que conocía. En ese momento de desesperación, casi se rindió; el cansancio la envolvía como una sombra oscura. Sin embargo, el destino tenía otros planes para ella. Fue rescatada por los guardias de un rey benevolente, un hombre que se convirtió en una figura paterna para Kiara. Aunque era humano, él vio más allá de su apariencia; reconoció su valor y su potencial. Bajo su tutela, Kiara aprendió a luchar con destreza y astucia, convirtiéndose en una guerrera fuerte e inteligente. El rey le enseñó no solo a defenderse, sino también a liderar con compasión y justicia. A pesar de ser un humano en un mundo que había traicionado a su pueblo, Kiara desarrolló un profundo aprecio por él. Se sintió protegida bajo su manto y encontró en él una nueva familia. Sin embargo, con el tiempo, la verdad sobre su naturaleza comenzó a salir a la luz. La gente del reino empezó a notar que no envejecía como ellos; sus rasgos permanecían inalterables mientras los demás pasaban por el ciclo natural de la vida. Temiendo ser descubierta y enfrentarse al mismo destino que había llevado a su pueblo a la ruina, decidió huir nuevamente. Dejó atrás el trono que había llegado a ocupar con tanto esfuerzo y sacrificio, dejando ese puesto en manos de un tirano. Ahora, Kiara vaga por tierras desconocidas, llevando consigo el peso del pasado y la esperanza de encontrar un nuevo propósito. Su corazón está dividido entre el amor por el rey que le dio una segunda oportunidad y el dolor por lo perdido. Aunque ha dejado atrás un reino que podría haber sido suyo, sigue buscando un lugar donde pueda ser libre sin temor a ser cazada nuevamente; un lugar donde pueda reconciliarse con su identidad como Kitsune y honrar la memoria de aquellos que ya no están.
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  • El bosque se alzaba en sombras vivientes, sus troncos retorcidos como figuras esculpidas por el tiempo, sus ramas desnudas entrelazándose contra la bóveda oscura del cielo. El aire era denso con el aroma de la tierra húmeda, impregnado por el aliento musgoso de los árboles centenarios que se erguían como guardianes de un reino olvidado. Entre sus raíces nudosas, el silencio se enroscaba como un animal dormido, interrumpido solo por el murmullo lejano del viento filtrándose a través de las copas.

    La luna, alta y distante, vertía su luz pálida a través del dosel, con la frialdad de un ojo que observa sin intervenir. Su resplandor deslavado caía en delgadas franjas entre las hojas, bañando el suelo con manchas de plata líquida que se desvanecían en la penumbra circundante, allí donde las sombras se volvían tan densas que parecían absorber la propia luz. El claro donde ella se encontraba no era una excepción: en su centro, el lago yacía inmóvil, su superficie un espejo turbio que reflejaba el cielo estrellado y el contorno de los árboles inclinándose sobre él como figuras expectantes.

    Ella estaba allí, en el corazón de aquel rincón olvidado por el tiempo, de rodillas junto al borde del agua. La hierba húmeda se adhería a la tela de su manto negro, esparcido a su alrededor como una extensión de la misma sombra en la que se hallaba envuelta. Se fundía con la penumbra, indistinguible.

    Su cabello, suelto por primera vez en incontables noches, flotaba en el aire con la lentitud de la niebla atrapada en la brisa. Se deslizaba sobre sus hombros, algunas hebras rozando la superficie del agua con movimientos casi imperceptibles, perturbando apenas su reflejo. En el espejo líquido, su imagen se veía alterada, desdibujada por ondas minúsculas que hacían que su silueta pareciera fluctuar entre lo real y lo ilusorio.

    Sus alas, plegadas con una rigidez inusual contra su espalda, parecían más pesadas que nunca. No solo en el sentido físico, sino en algo más profundo, más insidioso. Como si aquella quietud que la rodeaba las mantuviera ancladas, encadenadas a algo que no podía verse ni tocarse.

    El aire a su alrededor era frío, pero no de la manera en que lo es el invierno, con su mordedura nítida y certera. Era un frío más sutil, un escalofrío que se deslizaba bajo la piel, que se filtraba en los huesos como un eco de memorias atrapadas en la bruma. Un frío que parecía emanar de la propia tierra, de la piedra sumergida en la profundidad del lago, de los árboles que habían estado allí por siglos, testigos silenciosos de incontables noches como esta.

    El aire estaba cargado de matices sutiles, esencias que se entrelazaban en la penumbra como hilos invisibles de un tapiz antiguo. La humedad de la noche impregnaba cada aliento con el perfume de la tierra negra, aún tibia de la luz extinguida del día. Había un dejo de musgo fresco y corteza húmeda, el aroma denso y profundo de los árboles viejos cuyas raíces se hundían en lo desconocido. En algún rincón, una flor oculta exhalaba una fragancia tenue, casi imperceptible, un susurro efímero de dulzura que se perdía antes de poder aferrarse del todo.

    Era un aroma cargado de vida, y sin embargo, había en él algo melancólico, como si el bosque respirara con la calma de un sueño olvidado. La brisa llevaba consigo rastros de agua estancada, un eco de humedad y quietud ancestral proveniente del lago, donde la superficie inmóvil conservaba el olor de las piedras sumergidas, del fango frío que yacía en sus profundidades. No era desagradable.

    El ambiente estaba impregnado de silencio. Era una mudez viva, tejida con los sonidos más pequeños y casi imperceptibles: el roce lejano de hojas al moverse con la brisa apenas perceptible, el crujido esporádico de una rama, el tenue zumbido de una criatura nocturna oculta entre las sombras. Cada sonido era un susurro contenido, un murmullo dentro de la inmensidad, como si el bosque entero escuchara, como si aguardara algo sin romper nunca su propia vigilia.

    Pero ella no se movió. Sus dedos descansaban sobre la hierba empapada, apenas rozando la humedad fría que se acumulaba en las hojas. Sus ojos, brasas encendidas en la penumbra, no miraban el reflejo, ni el lago, ni el bosque a su alrededor. Se perdían más allá, en un punto imposible de alcanzar.

    Pero algo la arrastró sutilmente fuera de su ensoñación.

    No fue un sonido evidente ni una alteración brusca. Fue la ausencia de algo que, hasta ese momento, había formado parte de aquel equilibrio silencioso. Un murmullo que cesó antes de tiempo. Una brizna de hierba que no volvió a oscilar con el viento. Un reflejo en el agua que pareció tensarse por una fracción de segundo antes de volver a la calma.

    No levantó la cabeza. Sus alas no se tensaron, sus manos no se apartaron del agua. Apenas si parpadeó. Pero en la inmovilidad de su postura había un matiz distinto ahora, un detenimiento apenas perceptible en la cadencia de su respiración.

    Si alguien estaba allí, su presencia era tolerada, aunque envuelta en el velo cauteloso del ángel.
    El bosque se alzaba en sombras vivientes, sus troncos retorcidos como figuras esculpidas por el tiempo, sus ramas desnudas entrelazándose contra la bóveda oscura del cielo. El aire era denso con el aroma de la tierra húmeda, impregnado por el aliento musgoso de los árboles centenarios que se erguían como guardianes de un reino olvidado. Entre sus raíces nudosas, el silencio se enroscaba como un animal dormido, interrumpido solo por el murmullo lejano del viento filtrándose a través de las copas. La luna, alta y distante, vertía su luz pálida a través del dosel, con la frialdad de un ojo que observa sin intervenir. Su resplandor deslavado caía en delgadas franjas entre las hojas, bañando el suelo con manchas de plata líquida que se desvanecían en la penumbra circundante, allí donde las sombras se volvían tan densas que parecían absorber la propia luz. El claro donde ella se encontraba no era una excepción: en su centro, el lago yacía inmóvil, su superficie un espejo turbio que reflejaba el cielo estrellado y el contorno de los árboles inclinándose sobre él como figuras expectantes. Ella estaba allí, en el corazón de aquel rincón olvidado por el tiempo, de rodillas junto al borde del agua. La hierba húmeda se adhería a la tela de su manto negro, esparcido a su alrededor como una extensión de la misma sombra en la que se hallaba envuelta. Se fundía con la penumbra, indistinguible. Su cabello, suelto por primera vez en incontables noches, flotaba en el aire con la lentitud de la niebla atrapada en la brisa. Se deslizaba sobre sus hombros, algunas hebras rozando la superficie del agua con movimientos casi imperceptibles, perturbando apenas su reflejo. En el espejo líquido, su imagen se veía alterada, desdibujada por ondas minúsculas que hacían que su silueta pareciera fluctuar entre lo real y lo ilusorio. Sus alas, plegadas con una rigidez inusual contra su espalda, parecían más pesadas que nunca. No solo en el sentido físico, sino en algo más profundo, más insidioso. Como si aquella quietud que la rodeaba las mantuviera ancladas, encadenadas a algo que no podía verse ni tocarse. El aire a su alrededor era frío, pero no de la manera en que lo es el invierno, con su mordedura nítida y certera. Era un frío más sutil, un escalofrío que se deslizaba bajo la piel, que se filtraba en los huesos como un eco de memorias atrapadas en la bruma. Un frío que parecía emanar de la propia tierra, de la piedra sumergida en la profundidad del lago, de los árboles que habían estado allí por siglos, testigos silenciosos de incontables noches como esta. El aire estaba cargado de matices sutiles, esencias que se entrelazaban en la penumbra como hilos invisibles de un tapiz antiguo. La humedad de la noche impregnaba cada aliento con el perfume de la tierra negra, aún tibia de la luz extinguida del día. Había un dejo de musgo fresco y corteza húmeda, el aroma denso y profundo de los árboles viejos cuyas raíces se hundían en lo desconocido. En algún rincón, una flor oculta exhalaba una fragancia tenue, casi imperceptible, un susurro efímero de dulzura que se perdía antes de poder aferrarse del todo. Era un aroma cargado de vida, y sin embargo, había en él algo melancólico, como si el bosque respirara con la calma de un sueño olvidado. La brisa llevaba consigo rastros de agua estancada, un eco de humedad y quietud ancestral proveniente del lago, donde la superficie inmóvil conservaba el olor de las piedras sumergidas, del fango frío que yacía en sus profundidades. No era desagradable. El ambiente estaba impregnado de silencio. Era una mudez viva, tejida con los sonidos más pequeños y casi imperceptibles: el roce lejano de hojas al moverse con la brisa apenas perceptible, el crujido esporádico de una rama, el tenue zumbido de una criatura nocturna oculta entre las sombras. Cada sonido era un susurro contenido, un murmullo dentro de la inmensidad, como si el bosque entero escuchara, como si aguardara algo sin romper nunca su propia vigilia. Pero ella no se movió. Sus dedos descansaban sobre la hierba empapada, apenas rozando la humedad fría que se acumulaba en las hojas. Sus ojos, brasas encendidas en la penumbra, no miraban el reflejo, ni el lago, ni el bosque a su alrededor. Se perdían más allá, en un punto imposible de alcanzar. Pero algo la arrastró sutilmente fuera de su ensoñación. No fue un sonido evidente ni una alteración brusca. Fue la ausencia de algo que, hasta ese momento, había formado parte de aquel equilibrio silencioso. Un murmullo que cesó antes de tiempo. Una brizna de hierba que no volvió a oscilar con el viento. Un reflejo en el agua que pareció tensarse por una fracción de segundo antes de volver a la calma. No levantó la cabeza. Sus alas no se tensaron, sus manos no se apartaron del agua. Apenas si parpadeó. Pero en la inmovilidad de su postura había un matiz distinto ahora, un detenimiento apenas perceptible en la cadencia de su respiración. Si alguien estaba allí, su presencia era tolerada, aunque envuelta en el velo cauteloso del ángel.
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  • Vestigia .

    El espejo

    Quien soy y que ha de ser .. maravillosa pregunta, a responder en la verdad diría un ilusionista, creador y destructor a voluntad, el suspiro de un corazón sin miedos y el latido que hace vibrar el espejo, revelado sin miedo, caballero y guerrero también aventurero, que no se diga que no dije y no advertí, pirata soy y mi placer es robar y conquistar corazones, que alguno venga con intención de hacerme guerra y lo haré vivir el peor error y lamentara las consecuencias de sus acciones, yo no conozco la piedad, el perdón no existe, vida por alma que mi tormento y mi castigo es eterno, que diré, quien soy, en este mundo y está versión soy un caballero con alma de fuego, escribiré canciones y daré versos, en este mundo, en esta vida, hasta que la vida me bendiga con una muerte digna, no tenga por mal alguno que está vida no soy de hacer mal soy de complacer, ni juzgo a quien porque no soy quien, versiones muchas y sin corazón, la lógica piensa el corazón no olvida, recuerdos y memorias vergüenzas o glorias, que más da si bailas con migo así sea una vez voy a ofrecerte un sueño irrepetible, porque eso somos irremediablemente fantasías en un espejo que no se repiten, el reflejo no regresa el tiempo .
    Vestigia . El espejo Quien soy y que ha de ser .. maravillosa pregunta, a responder en la verdad diría un ilusionista, creador y destructor a voluntad, el suspiro de un corazón sin miedos y el latido que hace vibrar el espejo, revelado sin miedo, caballero y guerrero también aventurero, que no se diga que no dije y no advertí, pirata soy y mi placer es robar y conquistar corazones, que alguno venga con intención de hacerme guerra y lo haré vivir el peor error y lamentara las consecuencias de sus acciones, yo no conozco la piedad, el perdón no existe, vida por alma que mi tormento y mi castigo es eterno, que diré, quien soy, en este mundo y está versión soy un caballero con alma de fuego, escribiré canciones y daré versos, en este mundo, en esta vida, hasta que la vida me bendiga con una muerte digna, no tenga por mal alguno que está vida no soy de hacer mal soy de complacer, ni juzgo a quien porque no soy quien, versiones muchas y sin corazón, la lógica piensa el corazón no olvida, recuerdos y memorias vergüenzas o glorias, que más da si bailas con migo así sea una vez voy a ofrecerte un sueño irrepetible, porque eso somos irremediablemente fantasías en un espejo que no se repiten, el reflejo no regresa el tiempo .
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  • No podía quedarme quieto.

    No sé si los seres como yo pueden sentir ansiedad, pero algo dentro de mí no me dejaba estar en paz.

    Si no podía regresar a la pradera, entonces ayudaría en otros lugares. No importaba cuán lejos estuvieran.

    ~ No me echaré a llorar en un rincón del vacío, eso sería deprimente hasta para mí. ~

    Así que caminé.

    O floté.

    O simplemente aparecí en distintos mundos.

    Algunas dimensiones eran hermosas, llenas de luz y melodías que hacían vibrar el alma. Otras eran ruinas interminables, donde solo quedaban sombras de lo que una vez fue.

    Algunas me aceptaban.

    Otras intentaban destruirme en cuanto me veían.

    Pero seguí adelante.

    En un mundo donde el cielo era de un púrpura hirviente, ayudé a un niño de cristal a encontrar su reflejo perdido.

    En una ciudad suspendida en el borde de una tormenta eterna, guié a un viajero que llevaba siglos buscando el camino a casa.

    En un reino hecho de memorias olvidadas, salvé a un ser hecho de palabras antes de que fuera devorado por el olvido.

    Algunos me agradecían.

    Otros me temían.

    Pero yo no hacía esto por ellos.

    Lo hacía para no olvidar quién soy.

    Para no olvidar por qué comencé todo esto.

    ~ Ayudar a los perdidos… ese siempre ha sido mi propósito, ¿no? ~

    Y si la pradera no me deja regresar, entonces convertiré todo el multiverso en mi campo de acción.

    Seguiré buscando el camino de vuelta.

    Pero mientras lo hago…

    Seguiré ayudando.
    No podía quedarme quieto. No sé si los seres como yo pueden sentir ansiedad, pero algo dentro de mí no me dejaba estar en paz. Si no podía regresar a la pradera, entonces ayudaría en otros lugares. No importaba cuán lejos estuvieran. ~ No me echaré a llorar en un rincón del vacío, eso sería deprimente hasta para mí. ~ Así que caminé. O floté. O simplemente aparecí en distintos mundos. Algunas dimensiones eran hermosas, llenas de luz y melodías que hacían vibrar el alma. Otras eran ruinas interminables, donde solo quedaban sombras de lo que una vez fue. Algunas me aceptaban. Otras intentaban destruirme en cuanto me veían. Pero seguí adelante. En un mundo donde el cielo era de un púrpura hirviente, ayudé a un niño de cristal a encontrar su reflejo perdido. En una ciudad suspendida en el borde de una tormenta eterna, guié a un viajero que llevaba siglos buscando el camino a casa. En un reino hecho de memorias olvidadas, salvé a un ser hecho de palabras antes de que fuera devorado por el olvido. Algunos me agradecían. Otros me temían. Pero yo no hacía esto por ellos. Lo hacía para no olvidar quién soy. Para no olvidar por qué comencé todo esto. ~ Ayudar a los perdidos… ese siempre ha sido mi propósito, ¿no? ~ Y si la pradera no me deja regresar, entonces convertiré todo el multiverso en mi campo de acción. Seguiré buscando el camino de vuelta. Pero mientras lo hago… Seguiré ayudando.
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