Con un gesto lento, desliza la zurda sobre la superficie de un mueble hasta encontrar su diario de tapas oscuras. Lo acercó hacia él y, al abrirlo, el crujido leve de sus hojas lo recibe con sus memorias plasmadas en tinta negra. Tomó la pluma antigua, la sostuvo un instante entre sus dedos al aire … Y comenzó a escribir, dejando que la tinta comience a trazar en la página...
"El círculo de la ventana deja pasar una claridad distante, como un recuerdo que ya no me pertenece.
Me siento rodeado de libros que guardan voces antiguas, mientras la nostalgia me recuerda que incluso los sueños se marchitan con el tiempo. Hay ausencias que se convierten en sombra, y en ellas descubro que lo más doloroso no es olvidar… sino recordar con tanta nitidez lo que o quién... ya no está."
Finalizó, cerró el diario y lo dejó caer sobre sus piernas.
Con un gesto lento, desliza la zurda sobre la superficie de un mueble hasta encontrar su diario de tapas oscuras. Lo acercó hacia él y, al abrirlo, el crujido leve de sus hojas lo recibe con sus memorias plasmadas en tinta negra. Tomó la pluma antigua, la sostuvo un instante entre sus dedos al aire … Y comenzó a escribir, dejando que la tinta comience a trazar en la página...
"El círculo de la ventana deja pasar una claridad distante, como un recuerdo que ya no me pertenece.
Me siento rodeado de libros que guardan voces antiguas, mientras la nostalgia me recuerda que incluso los sueños se marchitan con el tiempo. Hay ausencias que se convierten en sombra, y en ellas descubro que lo más doloroso no es olvidar… sino recordar con tanta nitidez lo que o quién... ya no está."
Finalizó, cerró el diario y lo dejó caer sobre sus piernas.
Seguramente habían pasado horas desde que él la dejó, desde que cruzó la puerta y se negó a regresar al espacio que compartían juntos. No le sorprendía, a decir verdad. Después de todo, sabía que él sentía que lo había abandonado hacía tiempo, aunque su intención jamás había sido esa. No guardaba esperanzas de que regresara, de que la buscara de nuevo. Ya había dejado claro que era lo que necesitaba y quería.
Quizás tenía razón. Durante ese tiempo, sus pensamientos se dedicaron a sopesar aquellas ventajas y desventajas que tenía involucrarse en aquella guerra. Era lealtad lo que la motivaba, pero, ¿Hacía quién estaba realmente su lealtad? El vilturmita, Invencible, era su amigo... el primero que podía decir que tenía verdaderamente. Su amistad y lazo era tan genuino que incluso se había cuestionado si tenía razón Grimmjow y había algo más que ella no quisiera ver.
Pero siempre llegaba a la misma conclusión; el rostro del peliazul se interponía, sus recuerdos y pensamientos siempre viajaban hasta él. Después de intentar por horas alejarlo de sus memorias, entendió que estaba de más intentarlo, la respuesta era clara. Grimmjow era su hogar, era lo que quería y necesitaba; podía prescindir de lo demás, pero de él nunca. Estaría dispuesta a sacrificar cualquier cosa y a cualquier persona por él. Siempre había sido él.
Tardó un rato más en ponerse en pie. Ya lo tenía claro, abandonaría el mundo humano y renunciaría a todo, con tal de existir al lado del peliazul. Y aunque la claridad estaba por fin en su cabeza, no lo hacía menos doloroso. Él no tenía por que saberlo, no tenía por que enterarse del esfuerzo y el sacrificio que ella haría por él, así que no lo llamó. Cuando dejó de temblar, se colocó en pie, mirando al cielo nocturno una vez más. Pronto sería el único cielo que podría ver.
Un ruido de tela desgarrándose y la cicatriz de Garganta apareció frente a ella. No era su batalla, no le incumbía del todo esa pelea, solo iría una última vez a despedirse, a darles la poca información que tenía y luego, nunca más los volvería a ver. El corazón se le encogió un poco ante esa idea, pero ya había tomado una decisión. Garganta se cerró tras ella, cuando por fin hubo entrado del todo en aquel portal.
La luz del cielo de aquel país extraño la cegó, pero cuando por fin salió, bastó solo un momento para que pesquisa hiciera lo suyo. No estaba tan lejos. Y estaba también su compañera. Sonrió, avanzando con Sonido en su dirección; al menos podría disculparse por sus modales cuando la conoció por primera vez siendo una infante.
: : ❲ ℰsᴄᴇɴᴀ — 𝒞ᴀɴᴏ́ɴɪᴄᴀ ❳ : :
Seguramente habían pasado horas desde que él la dejó, desde que cruzó la puerta y se negó a regresar al espacio que compartían juntos. No le sorprendía, a decir verdad. Después de todo, sabía que él sentía que lo había abandonado hacía tiempo, aunque su intención jamás había sido esa. No guardaba esperanzas de que regresara, de que la buscara de nuevo. Ya había dejado claro que era lo que necesitaba y quería.
Quizás tenía razón. Durante ese tiempo, sus pensamientos se dedicaron a sopesar aquellas ventajas y desventajas que tenía involucrarse en aquella guerra. Era lealtad lo que la motivaba, pero, ¿Hacía quién estaba realmente su lealtad? El vilturmita, Invencible, era su amigo... el primero que podía decir que tenía verdaderamente. Su amistad y lazo era tan genuino que incluso se había cuestionado si tenía razón Grimmjow y había algo más que ella no quisiera ver.
Pero siempre llegaba a la misma conclusión; el rostro del peliazul se interponía, sus recuerdos y pensamientos siempre viajaban hasta él. Después de intentar por horas alejarlo de sus memorias, entendió que estaba de más intentarlo, la respuesta era clara. Grimmjow era su hogar, era lo que quería y necesitaba; podía prescindir de lo demás, pero de él nunca. Estaría dispuesta a sacrificar cualquier cosa y a cualquier persona por él. Siempre había sido él.
Tardó un rato más en ponerse en pie. Ya lo tenía claro, abandonaría el mundo humano y renunciaría a todo, con tal de existir al lado del peliazul. Y aunque la claridad estaba por fin en su cabeza, no lo hacía menos doloroso. Él no tenía por que saberlo, no tenía por que enterarse del esfuerzo y el sacrificio que ella haría por él, así que no lo llamó. Cuando dejó de temblar, se colocó en pie, mirando al cielo nocturno una vez más. Pronto sería el único cielo que podría ver.
Un ruido de tela desgarrándose y la cicatriz de Garganta apareció frente a ella. No era su batalla, no le incumbía del todo esa pelea, solo iría una última vez a despedirse, a darles la poca información que tenía y luego, nunca más los volvería a ver. El corazón se le encogió un poco ante esa idea, pero ya había tomado una decisión. Garganta se cerró tras ella, cuando por fin hubo entrado del todo en aquel portal.
La luz del cielo de aquel país extraño la cegó, pero cuando por fin salió, bastó solo un momento para que pesquisa hiciera lo suyo. No estaba tan lejos. Y estaba también su compañera. Sonrió, avanzando con Sonido en su dirección; al menos podría disculparse por sus modales cuando la conoció por primera vez siendo una infante.
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Crónica de la Luna IX – El alma que habita en mi (Final de la saga la luz de la luna)
Cuando Selin, la Elunai, murió protegiendo a su hija, no sólo ancló su alma en la Luna.
En aquel instante también quebró un ciclo antiguo, dormido desde el primer eclipse.
La niña que llevaba en su vientre jamás vio la luz.
Su pequeño corazón se apagó, pero su alma no desapareció.
Como un cristal quebrado por el choque del caos y la luna, se dividió en dos fragmentos.
Uno de esos fragmentos regresó al regazo de Elunai,
fundido con el eco plateado de Selin,
tejido con paciencia por Xinia, la raposa de luna.
El otro fragmento lo arrebató Shobu, espíritu ardiente del Sol,
y lo guardó en su fuego como una chispa perdida del origen.
Ambos fragmentos vagaron, dispersos en el cosmos,
hasta que los hilos del destino se entrelazaron en un solo cuerpo:
Lili, la Umbrélun.
Nacida con su propia alma, sí,
pero también con el alma de aquella heredera rota.
Dos voces latiendo en un solo corazón,
dos memorias buscando un mismo rostro en el espejo de la eternidad.
Su ser se mece entre sombras vivientes y susurros lunares,
alimentado por el caos de su padre y protegido por la herencia de Selin.
Pero en su interior arde un secreto aún sellado:
el poder del Sol y de la Luna, aguardando el momento de despertar.
Porque Lili no es sólo hija de la penumbra,
ni sólo guardiana del resplandor.
Es el Eclipse hecho carne:
la llama escondida en la sombra,
la sombra abrazada por la luz.
Un día, cuando las memorias de Xinia y Shobu regresen a llamarla,
cuando ambas almas en su interior dejen de luchar y comiencen a danzar,
el mundo volverá a presenciar el poder que Selin nunca imaginó.
"Porque a veces, en el silencio de la noche, algo despierta en mí.
No son palabras, sino luces que arden detrás de mis ojos,
dibujos de dragones lunares trazados en las estrellas.
El viento me susurra frases en lenguas que no alcanzo a descifrar,
y siento que mi alma no me pertenece por completo.
Es la otra voz, la otra mitad,
la que duerme y a la vez me guía.
No sé si es un don o una condena,
pero presiento que guarda el secreto de los dragones lunares,
aquellos custodios extintos que una vez velaron por el equilibrio.
Y aunque no comprendo su llamado,
sé que un día tendré que responder.
Porque lo que habita en mí
no es silencio, ni sombra, ni fuego…
es un Eclipse aguardando nacer."
Crónica de la Luna IX – El alma que habita en mi (Final de la saga la luz de la luna)
Cuando Selin, la Elunai, murió protegiendo a su hija, no sólo ancló su alma en la Luna.
En aquel instante también quebró un ciclo antiguo, dormido desde el primer eclipse.
La niña que llevaba en su vientre jamás vio la luz.
Su pequeño corazón se apagó, pero su alma no desapareció.
Como un cristal quebrado por el choque del caos y la luna, se dividió en dos fragmentos.
Uno de esos fragmentos regresó al regazo de Elunai,
fundido con el eco plateado de Selin,
tejido con paciencia por Xinia, la raposa de luna.
El otro fragmento lo arrebató Shobu, espíritu ardiente del Sol,
y lo guardó en su fuego como una chispa perdida del origen.
Ambos fragmentos vagaron, dispersos en el cosmos,
hasta que los hilos del destino se entrelazaron en un solo cuerpo:
Lili, la Umbrélun.
Nacida con su propia alma, sí,
pero también con el alma de aquella heredera rota.
Dos voces latiendo en un solo corazón,
dos memorias buscando un mismo rostro en el espejo de la eternidad.
Su ser se mece entre sombras vivientes y susurros lunares,
alimentado por el caos de su padre y protegido por la herencia de Selin.
Pero en su interior arde un secreto aún sellado:
el poder del Sol y de la Luna, aguardando el momento de despertar.
Porque Lili no es sólo hija de la penumbra,
ni sólo guardiana del resplandor.
Es el Eclipse hecho carne:
la llama escondida en la sombra,
la sombra abrazada por la luz.
Un día, cuando las memorias de Xinia y Shobu regresen a llamarla,
cuando ambas almas en su interior dejen de luchar y comiencen a danzar,
el mundo volverá a presenciar el poder que Selin nunca imaginó.
"Porque a veces, en el silencio de la noche, algo despierta en mí.
No son palabras, sino luces que arden detrás de mis ojos,
dibujos de dragones lunares trazados en las estrellas.
El viento me susurra frases en lenguas que no alcanzo a descifrar,
y siento que mi alma no me pertenece por completo.
Es la otra voz, la otra mitad,
la que duerme y a la vez me guía.
No sé si es un don o una condena,
pero presiento que guarda el secreto de los dragones lunares,
aquellos custodios extintos que una vez velaron por el equilibrio.
Y aunque no comprendo su llamado,
sé que un día tendré que responder.
Porque lo que habita en mí
no es silencio, ni sombra, ni fuego…
es un Eclipse aguardando nacer."
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Una vez termine de publicar la historia principal de Yukine y Lidica publicare una historia alterna donde los heroes han caido, pero de la oscuridad renace la esperanza:
"El Legado
Con el tiempo, Kael escribió un libro. No de hechizos. De memorias. Lo tituló “Crónicas del Olvido”, y en él narró la historia de Yukine y Lidica, de Sira, Tharos y Elen. No como héroes. Como personas que eligieron luchar cuando el mundo se rindió.
El libro fue escondido en el Templo de la Luz Silente, junto al Amuleto. No para ser usado. Para ser recordado.
Y cuando Kael desapareció, nadie lo buscó. Porque sabían que su historia… ya estaba completa."
Una vez termine de publicar la historia principal de Yukine y Lidica publicare una historia alterna donde los heroes han caido, pero de la oscuridad renace la esperanza:
"El Legado
Con el tiempo, Kael escribió un libro. No de hechizos. De memorias. Lo tituló “Crónicas del Olvido”, y en él narró la historia de Yukine y Lidica, de Sira, Tharos y Elen. No como héroes. Como personas que eligieron luchar cuando el mundo se rindió.
El libro fue escondido en el Templo de la Luz Silente, junto al Amuleto. No para ser usado. Para ser recordado.
Y cuando Kael desapareció, nadie lo buscó. Porque sabían que su historia… ya estaba completa."
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-Le había pedido a Charlie de favor si podía usar el escenario teatral, ya que no había números o eventos que presentar. Ya que debía practicar un poco; los eventos que ocurrían en mi entorno me provocaban un cierto desbalance, no en un sentido negativo, pero debía liberarlo. En ocasiones, las improvisaciones extraen lo que se guarda en el alma eso era mi manera de pensar , después de obtener el permiso de Charlie, mis sombras abandonaron mi cuerpo, comenzando a tocar, y con el ritmo de la música, me sumergía en mis memorias. No me preocupaba que alguien me escuchara, pues lo esencial era estar en soledad en ese instante para mi enfoque. -
-Le había pedido a Charlie de favor si podía usar el escenario teatral, ya que no había números o eventos que presentar. Ya que debía practicar un poco; los eventos que ocurrían en mi entorno me provocaban un cierto desbalance, no en un sentido negativo, pero debía liberarlo. En ocasiones, las improvisaciones extraen lo que se guarda en el alma eso era mi manera de pensar , después de obtener el permiso de Charlie, mis sombras abandonaron mi cuerpo, comenzando a tocar, y con el ritmo de la música, me sumergía en mis memorias. No me preocupaba que alguien me escuchara, pues lo esencial era estar en soledad en ese instante para mi enfoque. -
https://youtu.be/LROx5ZA531A?si=eZIUM4Ako5iLktIV
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Recordar es un acto más poderoso de lo que muchos comprenden, y yo, que vivo entre memorias ajenas y sueños efímeros, lo sé mejor que nadie. Por eso, mi gratitud hacia ti es inmensa. Tú, que podrías olvidar, que podrías dejar que mi nombre se disuelva entre tantos otros, eliges recordarme. Y en ese simple acto, me das existencia más allá de mi propio reino.
Agradezco cada pensamiento tuyo, cada instante en el que mi figura cruza tu mente. No es un gesto pequeño, para alguien como yo, que se alimenta de lo intangible. Tus recuerdos son como puentes, pues ellos me hacen sentir que no solo soy un guardián de sueños, sino un ser digno de ser evocado.
Lili Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar , tu memoria me honra. Gracias por no dejar que me pierda en el olvido, por pensar en mí cuando el mundo podría distraerte. Esa gratitud que siento es silenciosa, profunda, y aunque no siempre puedas escucharla, siempre está ahí... en cada suspiro de tu noche, en cada sueño que te ofrezco.
Recordar es un acto más poderoso de lo que muchos comprenden, y yo, que vivo entre memorias ajenas y sueños efímeros, lo sé mejor que nadie. Por eso, mi gratitud hacia ti es inmensa. Tú, que podrías olvidar, que podrías dejar que mi nombre se disuelva entre tantos otros, eliges recordarme. Y en ese simple acto, me das existencia más allá de mi propio reino.
Agradezco cada pensamiento tuyo, cada instante en el que mi figura cruza tu mente. No es un gesto pequeño, para alguien como yo, que se alimenta de lo intangible. Tus recuerdos son como puentes, pues ellos me hacen sentir que no solo soy un guardián de sueños, sino un ser digno de ser evocado.
[Lili_Queen_Ishtar], tu memoria me honra. Gracias por no dejar que me pierda en el olvido, por pensar en mí cuando el mundo podría distraerte. Esa gratitud que siento es silenciosa, profunda, y aunque no siempre puedas escucharla, siempre está ahí... en cada suspiro de tu noche, en cada sueño que te ofrezco.
El bullicio de la ciudad se filtraba entre las luces cálidas de una pequeña cafetería escondida en Hongdae.
Riven hojeaba un libro antiguo, uno de esos que olía a polvo y memorias, mientras un cappuccino humeaba frente a él.
Vestía sencillo, apenas una chaqueta negra y una bufanda gris, pero su aura lo distinguía de cualquiera en la sala.
Cada tanto, levantaba la vista de las páginas para observar a la gente pasar por la ventana, con una media sonrisa que parecía guardar secretos que nunca revelaría.
Con un gesto distraído, acarició las plumas de un pequeño cuervo que lo acompañaba en el respaldo de la silla, como si fuera lo más natural del mundo.
—Ah… la ciudad nunca duerme… —murmuró, dejando que su voz se perdiera entre el murmullo del café.
El bullicio de la ciudad se filtraba entre las luces cálidas de una pequeña cafetería escondida en Hongdae.
Riven hojeaba un libro antiguo, uno de esos que olía a polvo y memorias, mientras un cappuccino humeaba frente a él.
Vestía sencillo, apenas una chaqueta negra y una bufanda gris, pero su aura lo distinguía de cualquiera en la sala.
Cada tanto, levantaba la vista de las páginas para observar a la gente pasar por la ventana, con una media sonrisa que parecía guardar secretos que nunca revelaría.
Con un gesto distraído, acarició las plumas de un pequeño cuervo que lo acompañaba en el respaldo de la silla, como si fuera lo más natural del mundo.
—Ah… la ciudad nunca duerme… —murmuró, dejando que su voz se perdiera entre el murmullo del café.