• Mᴇᴅɪᴀ sᴇᴍᴀɴᴀ ᴀɴᴛᴇs ᴅᴇ ᴍᴏʀɪʀ

    Sus dedos bailaban suavemente sobre la masa, acariciándola con ternura, mientras se aseguraba de darle la forma de una bolita esponjosa. Los baozi eran los favoritos de su hermano menor, así que quiso prepararlos, para darle un pequeño capricho.

    Con cuidado trataba de no manchar las mangas de su hanfu, pues hace nada lo había lavado y no quería ir nuevamente al río para limpiar la tela.

    —Seguro le gustarán —sonreía contenta.
    Mᴇᴅɪᴀ sᴇᴍᴀɴᴀ ᴀɴᴛᴇs ᴅᴇ ᴍᴏʀɪʀ Sus dedos bailaban suavemente sobre la masa, acariciándola con ternura, mientras se aseguraba de darle la forma de una bolita esponjosa. Los baozi eran los favoritos de su hermano menor, así que quiso prepararlos, para darle un pequeño capricho. Con cuidado trataba de no manchar las mangas de su hanfu, pues hace nada lo había lavado y no quería ir nuevamente al río para limpiar la tela. —Seguro le gustarán —sonreía contenta.
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  • Con una vuelta elegante, mecía las mangas de su vestido.

    —A-aquí vamos.
    Con una vuelta elegante, mecía las mangas de su vestido. —A-aquí vamos.
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  • La medianoche me encuentra en la cocina, con las mangas remangadas y las manos impregnadas del aroma dulce de la manteca. La masa se siente suave entre mis dedos mientras moldeo cada galleta con cuidado, y el glaseado, en tonos rosados y dorados, se extiende con precisión sobre la superficie, dibujando patrones florales casi sin darme cuenta.

    Mientras trabajo, mi mente se pierde en un pensamiento recurrente: abrir mi propio negocio. ¿Debería ser una pastelería acogedora, donde la gente venga a disfrutar de un dulce y una conversación? ¿O tal vez una cafetería elegante con postres exquisitos? Incluso me tienta la idea de un restaurante dedicado solo a los dulces, un lugar donde cada plato sea una experiencia.

    Suspiro y, con la espátula en mano, doy los últimos toques al glaseado.

    —No estaría mal... —murmuro para mí mismo, imaginando el sonido de las tazas al chocar suavemente, el murmullo de los clientes disfrutando de mis creaciones, el aire impregnado de azúcar y especias.

    Tomo una galleta y le doy un pequeño mordisco. La textura perfecta, el sabor justo. Sonrío. Quizás ese sueño no esté tan lejos después de todo.
    La medianoche me encuentra en la cocina, con las mangas remangadas y las manos impregnadas del aroma dulce de la manteca. La masa se siente suave entre mis dedos mientras moldeo cada galleta con cuidado, y el glaseado, en tonos rosados y dorados, se extiende con precisión sobre la superficie, dibujando patrones florales casi sin darme cuenta. Mientras trabajo, mi mente se pierde en un pensamiento recurrente: abrir mi propio negocio. ¿Debería ser una pastelería acogedora, donde la gente venga a disfrutar de un dulce y una conversación? ¿O tal vez una cafetería elegante con postres exquisitos? Incluso me tienta la idea de un restaurante dedicado solo a los dulces, un lugar donde cada plato sea una experiencia. Suspiro y, con la espátula en mano, doy los últimos toques al glaseado. —No estaría mal... —murmuro para mí mismo, imaginando el sonido de las tazas al chocar suavemente, el murmullo de los clientes disfrutando de mis creaciones, el aire impregnado de azúcar y especias. Tomo una galleta y le doy un pequeño mordisco. La textura perfecta, el sabor justo. Sonrío. Quizás ese sueño no esté tan lejos después de todo.
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  • A Ohime nunca le había interesado de forma activa la lectura, a veces leía mangas, sobretodo romance, dramas o fantasía, pero libros como tal no. Esta vez quiso leer, empezaría por una novela para no abrumarse demasiado, ese interés al parecer no había nacido por si sólo.
    A Ohime nunca le había interesado de forma activa la lectura, a veces leía mangas, sobretodo romance, dramas o fantasía, pero libros como tal no. Esta vez quiso leer, empezaría por una novela para no abrumarse demasiado, ese interés al parecer no había nacido por si sólo.
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  • Cerca al lugar donde vive, hay un restaurante el cual ya estaba decorado con globos en forma de corazón y un arco hecho con rosas rojas en la entrada. Cada vez que pasaba por allí, uno de los meseros, que curiosamente vive en el edificio que ella también ocupa, comienza a burlarse de que está sola y que no pasará con nadie el día de San Valentín; para rematar le lanzó unos pétalos de rosa echados a perder una vez que caminaba por allí y que por poco arruina la bolsa con víveres que llevaba.

    Se levantó de la cama temprano decidida a vengarse, no solo del muchacho, si no también de la dueña del restaurante que no la defendió, si no que se burló en su cara diciendo que era una bromita inocente. Se vistió con pantalones, camiseta de mangas largas y zapatos negros. Sobre ella también se colocó un abrigo, cubrebocas , pañuelo para la cabeza y una gorra. Agarra de la mesa una lata de pintura en spray saliendo sigilosa por la puesta de atrás para caminar hacia el restaurante.

    Para su fortuna, las cámaras de seguridad de la calle no funcionaban, se fue a una pared del restaurante donde estaba más o menos decorada con un dibujo de corazones. Sonríe de manera traviesa, a pesar de que no se le ve por el tapabocas; empieza a agitar la lata de pintura empezando a hacer un simple grafiti, luego va hacia la entrada para pintarrajear el arco de rosas; para luego irse hacia donde vive.

    Luego de una ducha rápida, se cambia de ropa y pasa por el restaurante con disimulo mirando como todos los empleados del lugar están alborotados mientras remueven el arco de rosas estropeado. El chico que la molestó grita de horror al ver la pared pintarrajeada para luego irse de allí con una sonrisa triunfante en el rostro.

    #Picasso
    Cerca al lugar donde vive, hay un restaurante el cual ya estaba decorado con globos en forma de corazón y un arco hecho con rosas rojas en la entrada. Cada vez que pasaba por allí, uno de los meseros, que curiosamente vive en el edificio que ella también ocupa, comienza a burlarse de que está sola y que no pasará con nadie el día de San Valentín; para rematar le lanzó unos pétalos de rosa echados a perder una vez que caminaba por allí y que por poco arruina la bolsa con víveres que llevaba. Se levantó de la cama temprano decidida a vengarse, no solo del muchacho, si no también de la dueña del restaurante que no la defendió, si no que se burló en su cara diciendo que era una bromita inocente. Se vistió con pantalones, camiseta de mangas largas y zapatos negros. Sobre ella también se colocó un abrigo, cubrebocas , pañuelo para la cabeza y una gorra. Agarra de la mesa una lata de pintura en spray saliendo sigilosa por la puesta de atrás para caminar hacia el restaurante. Para su fortuna, las cámaras de seguridad de la calle no funcionaban, se fue a una pared del restaurante donde estaba más o menos decorada con un dibujo de corazones. Sonríe de manera traviesa, a pesar de que no se le ve por el tapabocas; empieza a agitar la lata de pintura empezando a hacer un simple grafiti, luego va hacia la entrada para pintarrajear el arco de rosas; para luego irse hacia donde vive. Luego de una ducha rápida, se cambia de ropa y pasa por el restaurante con disimulo mirando como todos los empleados del lugar están alborotados mientras remueven el arco de rosas estropeado. El chico que la molestó grita de horror al ver la pared pintarrajeada para luego irse de allí con una sonrisa triunfante en el rostro. #Picasso
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  • Creo que ir en mangas de camisa en pleno invierno —por hacerme la chulita— no fue buena idea. Me he puesto el termómetro y jeje tengo fiebre. Esta senana el Andromeda estará sin sumiller
    Creo que ir en mangas de camisa en pleno invierno —por hacerme la chulita— no fue buena idea. Me he puesto el termómetro y jeje tengo fiebre. Esta senana el Andromeda estará sin sumiller
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  • 《La tenue luz de la lámpara de aceite parpadea en la habitación mientras Maomao, con las mangas arremangadas, trabaja en su improvisado laboratorio. Sobre la mesa, el pequeño montón de flores que le ha regalado ✮ S̷t̷e̷l̷l̷e̷ ✮ descansa junto a varios frascos y herramientas de boticaria.》

    —¿Regalo, eh?"—《Murmura para sí misma, recordando a la joven que le entregó las flores. Era raro recibir obsequios, y más aún, flores tan peculiares.》

    《Con manos firmes, separa los pétalos y los machaca con un mortero de piedra, liberando un aroma dulzón y ligeramente amargo.》

    —Esto tiene propiedades calmantes… Podría servir para hacer una infusión para el insomnio. Pero si aumento la concentración..."—《Sus ojos brillan con una chispa de curiosidad científica mientras mezcla el extracto con una base alcohólica en un pequeño frasco.》

    《Tras unos minutos, se detiene y observa el líquido resultante. Lo agita suavemente y, con un dedo, toma una gota para analizar su textura.》
    《La tenue luz de la lámpara de aceite parpadea en la habitación mientras Maomao, con las mangas arremangadas, trabaja en su improvisado laboratorio. Sobre la mesa, el pequeño montón de flores que le ha regalado [Stelle1] descansa junto a varios frascos y herramientas de boticaria.》 —¿Regalo, eh?"—《Murmura para sí misma, recordando a la joven que le entregó las flores. Era raro recibir obsequios, y más aún, flores tan peculiares.》 《Con manos firmes, separa los pétalos y los machaca con un mortero de piedra, liberando un aroma dulzón y ligeramente amargo.》 —Esto tiene propiedades calmantes… Podría servir para hacer una infusión para el insomnio. Pero si aumento la concentración..."—《Sus ojos brillan con una chispa de curiosidad científica mientras mezcla el extracto con una base alcohólica en un pequeño frasco.》 《Tras unos minutos, se detiene y observa el líquido resultante. Lo agita suavemente y, con un dedo, toma una gota para analizar su textura.》
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  • ♧ Una Boticaria en la Corte ♧

    El palacio resplandece con farolillos dorados y sedas rojas ondeando en los pasillos. Esta noche es especial: un banquete imperial en honor a una victoria militar. La élite de la corte se ha reunido en el gran salón, donde la música y el murmullo de conversaciones llenan el aire.

    Entre la multitud, una joven destaca, pero no por su estatus, sino por su evidente incomodidad. Maomao, con su cabello adornado con flores y un refinado kimono rojo con detalles dorados, está lejos de sentirse cómoda. Sus manos, acostumbradas a manipular hierbas y venenos, se sienten torpes envueltas en mangas de seda.

    Hognian que la había arreglado la observa con una sonrisa divertida.

    Hongniang: 《riendo suavemente》 "Maomao, luces maravillosa esta noche. Deberías arreglarte así más seguido."

    Maomao: 《frunce el ceño y toca sus labios con el dedo, en un gesto de resignación》"No te acostumbres. Esto es solo por hoy."



    El gran salón resplandecía con luces doradas y aromas embriagadores. La música flotaba en el aire, acompañada de risas y murmullos de nobles que brindaban con elegancia ensayada. Maomao observaba la escena desde su rincón, con una copa en la mano que aún dudaba en beber.

    Las mujeres en la sala eran como flores en un jarrón de porcelana: hermosas, perfectamente arregladas, pero sin voz ni propósito más allá de adornar el festín. Las concubinas reían con dulzura, con los rostros maquillados y los gestos calculados, esforzándose por atraer una mirada, una pizca de atención que pudiera asegurar su posición en la corte.

    Era absurdo. Estas fiestas eran un espectáculo de poder, pero no de quien vestía las ropas más opulentas ni de quien bailaba con más gracia. El verdadero poder estaba en quienes dictaban las reglas, en los hombres que alzaban sus copas y decidían el destino de esas mismas mujeres con una sola palabra.

    Sumergida en sus pensamientos no se dió cuenta de que una silueta se le acercaba por la espalda....
    ♧ Una Boticaria en la Corte ♧ El palacio resplandece con farolillos dorados y sedas rojas ondeando en los pasillos. Esta noche es especial: un banquete imperial en honor a una victoria militar. La élite de la corte se ha reunido en el gran salón, donde la música y el murmullo de conversaciones llenan el aire. Entre la multitud, una joven destaca, pero no por su estatus, sino por su evidente incomodidad. Maomao, con su cabello adornado con flores y un refinado kimono rojo con detalles dorados, está lejos de sentirse cómoda. Sus manos, acostumbradas a manipular hierbas y venenos, se sienten torpes envueltas en mangas de seda. Hognian que la había arreglado la observa con una sonrisa divertida. Hongniang: 《riendo suavemente》 "Maomao, luces maravillosa esta noche. Deberías arreglarte así más seguido." Maomao: 《frunce el ceño y toca sus labios con el dedo, en un gesto de resignación》"No te acostumbres. Esto es solo por hoy." El gran salón resplandecía con luces doradas y aromas embriagadores. La música flotaba en el aire, acompañada de risas y murmullos de nobles que brindaban con elegancia ensayada. Maomao observaba la escena desde su rincón, con una copa en la mano que aún dudaba en beber. Las mujeres en la sala eran como flores en un jarrón de porcelana: hermosas, perfectamente arregladas, pero sin voz ni propósito más allá de adornar el festín. Las concubinas reían con dulzura, con los rostros maquillados y los gestos calculados, esforzándose por atraer una mirada, una pizca de atención que pudiera asegurar su posición en la corte. Era absurdo. Estas fiestas eran un espectáculo de poder, pero no de quien vestía las ropas más opulentas ni de quien bailaba con más gracia. El verdadero poder estaba en quienes dictaban las reglas, en los hombres que alzaban sus copas y decidían el destino de esas mismas mujeres con una sola palabra. Sumergida en sus pensamientos no se dió cuenta de que una silueta se le acercaba por la espalda....
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  • — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz?

    Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas.

    Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta.

    — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha?

    Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos.

    — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan?

    Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma.

    — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más.

    « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor.

    "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico."

    Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo.

    " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba".

    Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor.

    — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta.

    « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
    — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz? Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas. Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta. — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha? Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos. — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan? Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma. — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más. « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor. "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico." Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo. " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba". Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor. — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta. « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
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  • 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈

    𝑷𝒓𝒆𝒇𝒊𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒓 𝒔𝒐𝒍𝒂. . .


    𝑃𝑟𝑒𝑓𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑠𝑜𝑙𝑎... 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑒𝑠𝑐𝑙𝑎𝑣𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑠. 𝑆𝑖 𝑛𝑜 𝑐𝑟𝑒𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑠𝑒. 𝑇𝑒 𝑑𝑖 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑦 𝑡𝑢́ 𝑝𝑜𝑟 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑙𝑜 𝑣𝑒𝑛𝑑𝑖𝑠𝑡𝑒...

    El anillo de camino con su dueño.

    Su corazón desconectado una vez más.

    No sentía nada... como si de pronto algo en su interior hubiera hecho "click" y... adiós dolor, adiós recuerdo, no más lágrimas.

    Los sentimientos podían ser un arma de doble filo y una ventaja al enemigo. Se permitió sentir pero de formas crueles como sólo su vida podía enseñarle... Le demostró una vez más que estaba mejor sola.

    𝑌𝑎 𝑏𝑜𝑟𝑟𝑒́ 𝑡𝑜𝑑𝑎𝑠 𝑙𝑎𝑠 𝑓𝑜𝑡𝑜𝑠.
    𝐸𝑙 𝑡𝑒𝑞𝑢𝑖𝑙𝑎 𝑚𝑒 𝑐𝑢𝑟𝑜́...
    𝐶𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑎𝑛𝑐ℎ𝑒𝑟𝑎 𝑡𝑒 𝑜𝑙𝑣𝑖𝑑𝑜...

    Se sacó el atuendo que había destinado especialmente para un evento al que asistiría con Ryan, su compañero.
    Por obvias razones no lo harían, ella no estaba para disfrutar, aún podía sentir el aturdimiento, el dolor, su respiración pesada y un picor en los ojos con el que lucharía porque no iba a derramar ni un céntimo de lágrima.

    Ryan estaba al tanto de lo sucedido y nada contento pero sabía que no actuaría por el ardid del momento, se abocaría a permanecer con ella como su sombra.
    No era la primera vez que algo la hería y desde que Kiev los hizo compañeros se unieron de tal forma que sólo ellos se entendían en su dolor, en su locura, en sus pesadillas y traumas.

    Se apoyaban.
    Cuidaban sus espaldas.
    Caían juntos en picada.
    Un equipo.

    Estaba en ropa interior, lista para ponerse su pijama que consistía en un pantalón a cuadros negros y rojos que iba a juego con una playera negra de mangas cortas; muy varonil pero cómoda y funcional. Los conjuntos de colores chillones eran para otras ocasiones.

    Dejó las prendas sobre la cama, luego las tomó y se colocó de a una con cuidado.
    Estaba por acomodar la playera cuando un ruido en la ventana la puso en alerta.
    No era Ryan por dos motivos:

    1. Esa no era la señal que ellos tenían.
    2. ¿La ventana? Él derribaría la puerta.

    Sus yemas alcanzaron a rozar su arma pero el sujeto de la ventana fue más rápido; terminó de invadir su habitación y la lanzó contra el suelo. Con el impulso de un cuerpo corpulento el golpe se escuchó bastante fuerte; aún así la joven se repuso tan rápido como pudo y le asestó un par de golpes que lo hicieron tambalear. Pudo haber hecho más pero ingresaron dos pares más de hombres.

    Entre ellos estaban Killian y otro ser infernal que podría reconocer a kilómetros.
    Se habían aliado.
    Estaba jodida.

    —Mierda...

    Ojos demoníacos y sonrisa afilada.
    Killian estaba disfrutando del momento, su cacería había dado fin.
    Sin salida y por terquedad trató de dar pelea un instante.
    Lo hizo.
    Después un golpe en el sitio correcto y la noquearon.
    Cayó de cara al suelo y ahí se quedó hasta que entre sueños escuchó a Ryan gritando y tratando de entrar.
    Quería decirle que se fuera, que se salvara del infierno que vendría pero no podía, estaba atrapada en las sombras.

    El rubio ingresó y casi podía sentir como el socio de su verdugo saboreaba el instante.
    Segundo noqueo.
    Ahora ambos, atrapados en sus respectivas sombras, serían llevados a lo que sería el evento del año.

    𝐸𝑠𝑡𝑜𝑦 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑠𝑜𝑙𝑎. 𝐴𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒, 𝑑𝑒 𝑣𝑒𝑧 𝑒𝑛 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜, 𝑎𝑑𝑚𝑖𝑡𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑝𝑖𝑒𝑛𝑠𝑜... 𝑡𝑢 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑜, 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑙𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜.
    𝑃𝑢𝑒𝑠 𝑠𝑖 𝑡𝑒 𝑜𝑑𝑖𝑜 𝑒𝑠 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑓𝑜𝑛𝑑𝑜... 𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜...

    Esa canción aún resonaba en su mente como soundtrack de inicio a su momento infernal.





    𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈 𝑷𝒓𝒆𝒇𝒊𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒓 𝒔𝒐𝒍𝒂. . . 𝑃𝑟𝑒𝑓𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑠𝑜𝑙𝑎... 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑒𝑠𝑐𝑙𝑎𝑣𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑠. 𝑆𝑖 𝑛𝑜 𝑐𝑟𝑒𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑠𝑒. 𝑇𝑒 𝑑𝑖 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑦 𝑡𝑢́ 𝑝𝑜𝑟 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑙𝑜 𝑣𝑒𝑛𝑑𝑖𝑠𝑡𝑒... El anillo de camino con su dueño. Su corazón desconectado una vez más. No sentía nada... como si de pronto algo en su interior hubiera hecho "click" y... adiós dolor, adiós recuerdo, no más lágrimas. Los sentimientos podían ser un arma de doble filo y una ventaja al enemigo. Se permitió sentir pero de formas crueles como sólo su vida podía enseñarle... Le demostró una vez más que estaba mejor sola. 𝑌𝑎 𝑏𝑜𝑟𝑟𝑒́ 𝑡𝑜𝑑𝑎𝑠 𝑙𝑎𝑠 𝑓𝑜𝑡𝑜𝑠. 𝐸𝑙 𝑡𝑒𝑞𝑢𝑖𝑙𝑎 𝑚𝑒 𝑐𝑢𝑟𝑜́... 𝐶𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑎𝑛𝑐ℎ𝑒𝑟𝑎 𝑡𝑒 𝑜𝑙𝑣𝑖𝑑𝑜... Se sacó el atuendo que había destinado especialmente para un evento al que asistiría con Ryan, su compañero. Por obvias razones no lo harían, ella no estaba para disfrutar, aún podía sentir el aturdimiento, el dolor, su respiración pesada y un picor en los ojos con el que lucharía porque no iba a derramar ni un céntimo de lágrima. Ryan estaba al tanto de lo sucedido y nada contento pero sabía que no actuaría por el ardid del momento, se abocaría a permanecer con ella como su sombra. No era la primera vez que algo la hería y desde que Kiev los hizo compañeros se unieron de tal forma que sólo ellos se entendían en su dolor, en su locura, en sus pesadillas y traumas. Se apoyaban. Cuidaban sus espaldas. Caían juntos en picada. Un equipo. Estaba en ropa interior, lista para ponerse su pijama que consistía en un pantalón a cuadros negros y rojos que iba a juego con una playera negra de mangas cortas; muy varonil pero cómoda y funcional. Los conjuntos de colores chillones eran para otras ocasiones. Dejó las prendas sobre la cama, luego las tomó y se colocó de a una con cuidado. Estaba por acomodar la playera cuando un ruido en la ventana la puso en alerta. No era Ryan por dos motivos: 1. Esa no era la señal que ellos tenían. 2. ¿La ventana? Él derribaría la puerta. Sus yemas alcanzaron a rozar su arma pero el sujeto de la ventana fue más rápido; terminó de invadir su habitación y la lanzó contra el suelo. Con el impulso de un cuerpo corpulento el golpe se escuchó bastante fuerte; aún así la joven se repuso tan rápido como pudo y le asestó un par de golpes que lo hicieron tambalear. Pudo haber hecho más pero ingresaron dos pares más de hombres. Entre ellos estaban Killian y otro ser infernal que podría reconocer a kilómetros. Se habían aliado. Estaba jodida. —Mierda... Ojos demoníacos y sonrisa afilada. Killian estaba disfrutando del momento, su cacería había dado fin. Sin salida y por terquedad trató de dar pelea un instante. Lo hizo. Después un golpe en el sitio correcto y la noquearon. Cayó de cara al suelo y ahí se quedó hasta que entre sueños escuchó a Ryan gritando y tratando de entrar. Quería decirle que se fuera, que se salvara del infierno que vendría pero no podía, estaba atrapada en las sombras. El rubio ingresó y casi podía sentir como el socio de su verdugo saboreaba el instante. Segundo noqueo. Ahora ambos, atrapados en sus respectivas sombras, serían llevados a lo que sería el evento del año. 𝐸𝑠𝑡𝑜𝑦 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑠𝑜𝑙𝑎. 𝐴𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒, 𝑑𝑒 𝑣𝑒𝑧 𝑒𝑛 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜, 𝑎𝑑𝑚𝑖𝑡𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑝𝑖𝑒𝑛𝑠𝑜... 𝑡𝑢 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑜, 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑙𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜. 𝑃𝑢𝑒𝑠 𝑠𝑖 𝑡𝑒 𝑜𝑑𝑖𝑜 𝑒𝑠 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑓𝑜𝑛𝑑𝑜... 𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜... Esa canción aún resonaba en su mente como soundtrack de inicio a su momento infernal.
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