• Los gritos, la respiración entrecortada, el golpe seco del enemigo, el corazón latiendo con tanta fuerza que parecía querer salirse del pecho… todo se sentía demasiado real dentro de aquella pesadilla. No podía despertar. Quería huir, escapar de ese recuerdo en el que casi deja de existir, pero la memoria era más fuerte. Sintió otra vez la frialdad de la pared contra su espalda, el roce áspero de la piedra, el sonido del monstruo acercándose… hasta que sus garras la atravesaron.

    Se incorporó de golpe, jadeando, con el sudor corriéndole por la frente y el dolor punzante en el costado recordándole que, aunque solo fue un sueño, aquello había ocurrido de verdad.

    Le tomó varios minutos recuperar el aliento. Sus ojos recorrieron el lugar, tratando de ubicarse, de recordarse viva. Esperaba que Kazuo siguiera descansando; la noche anterior lo había notado agotado, su magia le había cobrado un precio alto.

    Con lentitud, se incorporó. Sus pies descalzos tocaron el suelo frío y su ropa, aún desgarrada a la altura del abdomen, le recordaba la fragilidad del cuerpo que habitaba. Caminó hacia la salida, deslizó la puerta corrediza con cuidado y sonrió apenas al sentir los primeros rayos del sol sobre su rostro.

    Dio unos pasos más, dejando que la brisa jugueteara con su cabello. Alzó el rostro hacia el cielo, dejando que el calor la envolviera por completo. Soltó un suspiro largo, casi tembloroso.
    Solo había sido una pesadilla… una horrible pesadilla.
    Los gritos, la respiración entrecortada, el golpe seco del enemigo, el corazón latiendo con tanta fuerza que parecía querer salirse del pecho… todo se sentía demasiado real dentro de aquella pesadilla. No podía despertar. Quería huir, escapar de ese recuerdo en el que casi deja de existir, pero la memoria era más fuerte. Sintió otra vez la frialdad de la pared contra su espalda, el roce áspero de la piedra, el sonido del monstruo acercándose… hasta que sus garras la atravesaron. Se incorporó de golpe, jadeando, con el sudor corriéndole por la frente y el dolor punzante en el costado recordándole que, aunque solo fue un sueño, aquello había ocurrido de verdad. Le tomó varios minutos recuperar el aliento. Sus ojos recorrieron el lugar, tratando de ubicarse, de recordarse viva. Esperaba que [8KazuoAihara8] siguiera descansando; la noche anterior lo había notado agotado, su magia le había cobrado un precio alto. Con lentitud, se incorporó. Sus pies descalzos tocaron el suelo frío y su ropa, aún desgarrada a la altura del abdomen, le recordaba la fragilidad del cuerpo que habitaba. Caminó hacia la salida, deslizó la puerta corrediza con cuidado y sonrió apenas al sentir los primeros rayos del sol sobre su rostro. Dio unos pasos más, dejando que la brisa jugueteara con su cabello. Alzó el rostro hacia el cielo, dejando que el calor la envolviera por completo. Soltó un suspiro largo, casi tembloroso. Solo había sido una pesadilla… una horrible pesadilla.
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  • Si con el tema de las estafas la cosa con el Ministerio se complica... ¿Qué tal me veo como haciendo espectáculos de magia para niños?
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  • Amaya se detuvo unos metros más adelante, cuando el viento cambió de dirección y trajo consigo un susurro apenas audible, como una voz que el bosque intentaba ocultar. Sus dedos se tensaron, y un leve brillo etéreo recorrió la palma de su mano: el éter respondía a su inquietud. Había aprendido a no ignorar esos signos. Desde aquella noche en que su magia desató la tormenta, el mundo parecía hablarle de maneras que pocos podían comprender.

    El camino descendía hacia un valle cubierto por la neblina, donde se alzaban las ruinas de un antiguo santuario arcano. Era allí donde los ecos de su linaje la habían guiado, noche tras noche, en sueños imposibles de olvidar. Dio un paso al frente, y las runas de su capa cambiaron de color —del azul sereno al violeta profundo—, mientras murmuraba para sí:
    —Si el destino quiere respuestas… que las encuentre yo antes que La Orden, solo espero no arrepentirme al entrar aqui...- se decía Amaya para ella misma en voz baja.

    Amaya se detuvo unos metros más adelante, cuando el viento cambió de dirección y trajo consigo un susurro apenas audible, como una voz que el bosque intentaba ocultar. Sus dedos se tensaron, y un leve brillo etéreo recorrió la palma de su mano: el éter respondía a su inquietud. Había aprendido a no ignorar esos signos. Desde aquella noche en que su magia desató la tormenta, el mundo parecía hablarle de maneras que pocos podían comprender. El camino descendía hacia un valle cubierto por la neblina, donde se alzaban las ruinas de un antiguo santuario arcano. Era allí donde los ecos de su linaje la habían guiado, noche tras noche, en sueños imposibles de olvidar. Dio un paso al frente, y las runas de su capa cambiaron de color —del azul sereno al violeta profundo—, mientras murmuraba para sí: —Si el destino quiere respuestas… que las encuentre yo antes que La Orden, solo espero no arrepentirme al entrar aqui...- se decía Amaya para ella misma en voz baja.
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  • Nacemos, crecemos y vivimos en la creencia de que la magia blanca es todo castidad, pureza y docilidad. Pero ser de luz no significa ser inocente; algunas sabemos cómo quemar sin necesidad de usar fuego oscuro.
    Nacemos, crecemos y vivimos en la creencia de que la magia blanca es todo castidad, pureza y docilidad. Pero ser de luz no significa ser inocente; algunas sabemos cómo quemar sin necesidad de usar fuego oscuro.
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  • *Sana levanta su sombrero de bruja con una sonrisa amplia y un brillo juguetón en los ojos dorados, la luz de la luna reflejándose en su cabello*

    -Ehehe~ ¿Qué te parece? ¡Ya estoy completamente lista para Halloween!~

    *Da una pequeña vuelta mostrando su vestido con detalles de estrellas y lunas, mientras su capa se agita con elegancia.*

    -Los mortales celebran con dulces y sustos, pero yo prefiero añadir un toque de energía cósmica al ambiente~. Esta vez, no habrá simple ‘truco o trato’… ¡habrá una noche llena de magia estelar!

    *Hace un pequeño gesto con la mano, y diminutos destellos luminosos giran a su alrededor.*

    -Así que… ¿te atreverás a acompañarme bajo la luna, o temes que te convierta en parte de una constelación?
    *Sana levanta su sombrero de bruja con una sonrisa amplia y un brillo juguetón en los ojos dorados, la luz de la luna reflejándose en su cabello* -Ehehe~ ¿Qué te parece? ¡Ya estoy completamente lista para Halloween!~🎃 *Da una pequeña vuelta mostrando su vestido con detalles de estrellas y lunas, mientras su capa se agita con elegancia.* -Los mortales celebran con dulces y sustos, pero yo prefiero añadir un toque de energía cósmica al ambiente~. Esta vez, no habrá simple ‘truco o trato’… ¡habrá una noche llena de magia estelar! ✨ *Hace un pequeño gesto con la mano, y diminutos destellos luminosos giran a su alrededor.* -Así que… ¿te atreverás a acompañarme bajo la luna, o temes que te convierta en parte de una constelación?🌕💫
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  • La llegada a un nuevo mundo
    Fandom Oc
    Categoría Slice of Life
    La noche respiraba en silencio. Las sombras parecían plegarse a cada paso de la pelirroja, como si reconocieran en ella a la dueña legítima de la oscuridad.
    La luna colgaba alta, plateando el contorno de los edificios abandonados y el polvo que danzaba con el viento. Aquel era un mundo ajeno, otra dimensión de las tantas que había cruzado, y aun así el mismo sentimiento de vacío la acompañaba como una vieja herida que nunca cerraba.

    Tiana avanzó entre los escombros con paso felino, la chamarra de cuero abierta ondeando apenas por la brisa nocturna. Su mirada jade se detuvo en la distancia, donde un resplandor rojizo marcaba el lugar del portal.
    “Al fin… después de tanto tiempo.”
    El eco de sus pensamientos fue tan frío como su sonrisa.

    Dos figuras custodiaban el arco rúnico, susurros apagados que no lograban escapar del rugido sordo del poder contenido en aquel sello. Tiana se detuvo a unos metros, observando. Una parte de ella, la que aún recordaba la compasión, dudó. La otra la más fuerte, la que había sobrevivido a la traición y al exilio ardía por desatar el fuego.

    –Supongo que no esperaban visitas –murmuró, la voz baja, ronca, impregnada de burla.

    Uno de los guardias giró bruscamente al escucharla. El otro retrocedió apenas un paso, percibiendo la energía que la envolvía. Humo oscuro comenzó a brotar de entre los labios de Tiana, ascendiendo en espirales lentas hacia el cielo.

    –Denme una razón –sus ojos brillaron con un destello carmesí– para no convertir este lugar en un recuerdo carbonizado.

    El aire se volvió denso cómo esperando la confrontación inminente , más en cambio los guardias dieron la espalda al portal reconociendo a la pelirroja , aburrida simplemente ingreso en aquel espiral de magia.

    -Donde carajos estoy ahora ?-
    La noche respiraba en silencio. Las sombras parecían plegarse a cada paso de la pelirroja, como si reconocieran en ella a la dueña legítima de la oscuridad. La luna colgaba alta, plateando el contorno de los edificios abandonados y el polvo que danzaba con el viento. Aquel era un mundo ajeno, otra dimensión de las tantas que había cruzado, y aun así el mismo sentimiento de vacío la acompañaba como una vieja herida que nunca cerraba. Tiana avanzó entre los escombros con paso felino, la chamarra de cuero abierta ondeando apenas por la brisa nocturna. Su mirada jade se detuvo en la distancia, donde un resplandor rojizo marcaba el lugar del portal. “Al fin… después de tanto tiempo.” El eco de sus pensamientos fue tan frío como su sonrisa. Dos figuras custodiaban el arco rúnico, susurros apagados que no lograban escapar del rugido sordo del poder contenido en aquel sello. Tiana se detuvo a unos metros, observando. Una parte de ella, la que aún recordaba la compasión, dudó. La otra la más fuerte, la que había sobrevivido a la traición y al exilio ardía por desatar el fuego. –Supongo que no esperaban visitas –murmuró, la voz baja, ronca, impregnada de burla. Uno de los guardias giró bruscamente al escucharla. El otro retrocedió apenas un paso, percibiendo la energía que la envolvía. Humo oscuro comenzó a brotar de entre los labios de Tiana, ascendiendo en espirales lentas hacia el cielo. –Denme una razón –sus ojos brillaron con un destello carmesí– para no convertir este lugar en un recuerdo carbonizado. El aire se volvió denso cómo esperando la confrontación inminente , más en cambio los guardias dieron la espalda al portal reconociendo a la pelirroja , aburrida simplemente ingreso en aquel espiral de magia. -Donde carajos estoy ahora ?-
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    Grupal
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  • Crónicas del Olvido - Epilogo: El Último Portador

    El Corazón del Vacío colapsó. El Señor de las Sombras no explotó ni se desintegró. Simplemente… dejó de existir. Como si nunca hubiera estado allí.
    Kael, de pie en el centro, con el Amuleto del Destino completo en sus manos, cayó de rodillas.
    No por dolor. Por todo lo que había perdido.

    El Templo del Viento – En honor a Sira
    Cada año, Kael regresa al Templo del Viento. No entra. Se sienta en la entrada, donde la corriente aún canta.
    Saca la daga de Sira, la coloca sobre una piedra pulida por el tiempo, y espera.

    Kael (en voz baja): “El viento no se detiene. Solo cambia de dirección.”

    Las hojas giran. El aire se arremolina. Y Kael escucha, sin buscar respuestas. Solo presencia.

    El Templo de Ceniza – En honor a Tharos
    En Aeloria, Kael camina entre campos que florecen con fuego controlado. En el altar del templo, coloca la piedra incandescente.
    El calor no quema. Abraza.

    Kael: “Tu fuego no destruyó. Iluminó lo que no queríamos ver.”

    El templo vibra. Las llamas bailan sin consumir. Y Kael se queda hasta que el sol se oculta.

    El Templo del Bosque – En honor a Elen

    En el corazón del Bosque de los Ancestros, Kael encuentra el árbol que creció donde Elen cayó. En sus ramas, flores que solo brotan en primavera.

    Kael coloca la flor que recogió aquel día en una raíz expuesta, y se sienta.

    Kael: “Tu memoria no se perdió. Se convirtió en raíz.”

    El árbol susurra. Las criaturas mágicas se acercan. Y Kael permanece, sin magia. Solo con manos temblorosas.

    Kael no fundó academias. No lideró reinos. Viajó solo, llevando el Amuleto en una caja tallada por él mismo, sin hechizos. Solo con intención.
    En el Templo de la Luz Silente, dejó el Amuleto y su libro: Crónicas del Olvido.

    “No somos el final. Somos el comienzo.”


    Kael desapareció. Nadie lo buscó. Porque sabían que su historia… ya estaba completa.

    Pero en cada rincón, en cada flor, en cada corriente de viento, se siente el eco de una promesa:

    “La luz no muere. Solo espera.”



    Crónicas del Olvido - Epilogo: El Último Portador El Corazón del Vacío colapsó. El Señor de las Sombras no explotó ni se desintegró. Simplemente… dejó de existir. Como si nunca hubiera estado allí. Kael, de pie en el centro, con el Amuleto del Destino completo en sus manos, cayó de rodillas. No por dolor. Por todo lo que había perdido. El Templo del Viento – En honor a Sira Cada año, Kael regresa al Templo del Viento. No entra. Se sienta en la entrada, donde la corriente aún canta. Saca la daga de Sira, la coloca sobre una piedra pulida por el tiempo, y espera. Kael (en voz baja): “El viento no se detiene. Solo cambia de dirección.” Las hojas giran. El aire se arremolina. Y Kael escucha, sin buscar respuestas. Solo presencia. El Templo de Ceniza – En honor a Tharos En Aeloria, Kael camina entre campos que florecen con fuego controlado. En el altar del templo, coloca la piedra incandescente. El calor no quema. Abraza. Kael: “Tu fuego no destruyó. Iluminó lo que no queríamos ver.” El templo vibra. Las llamas bailan sin consumir. Y Kael se queda hasta que el sol se oculta. El Templo del Bosque – En honor a Elen En el corazón del Bosque de los Ancestros, Kael encuentra el árbol que creció donde Elen cayó. En sus ramas, flores que solo brotan en primavera. Kael coloca la flor que recogió aquel día en una raíz expuesta, y se sienta. Kael: “Tu memoria no se perdió. Se convirtió en raíz.” El árbol susurra. Las criaturas mágicas se acercan. Y Kael permanece, sin magia. Solo con manos temblorosas. Kael no fundó academias. No lideró reinos. Viajó solo, llevando el Amuleto en una caja tallada por él mismo, sin hechizos. Solo con intención. En el Templo de la Luz Silente, dejó el Amuleto y su libro: Crónicas del Olvido. “No somos el final. Somos el comienzo.” Kael desapareció. Nadie lo buscó. Porque sabían que su historia… ya estaba completa. Pero en cada rincón, en cada flor, en cada corriente de viento, se siente el eco de una promesa: “La luz no muere. Solo espera.”
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  • Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío

    El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido.

    Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto

    Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada.
    Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.”

    Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.”

    Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición.
    Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?”

    Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.”

    Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente.
    Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.”

    Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece.


    Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira

    Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente.


    Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida.


    Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen.

    En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención.

    Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas

    Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos.
    Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.”

    Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.”

    Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía.
    Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.”

    Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro.

    Kael y el Señor de las Sombras

    Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado.
    El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío.
    Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.”

    Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.”

    El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió.
    Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.”

    Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.”

    Kael recuerda:
    Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.”

    Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío.
    El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad.
    Y desaparece.



    Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido. Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada. Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.” Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.” Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición. Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?” Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.” Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente. Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.” Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece. Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente. Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida. Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen. En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención. Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos. Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.” Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.” Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía. Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.” Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro. Kael y el Señor de las Sombras Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado. El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío. Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.” Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.” El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió. Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.” Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.” Kael recuerda: Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.” Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío. El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad. Y desaparece.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    —¡Sorpresa! ¿A que no te esperabas que pudiera materializar cadenas? Tu magia no te salvará esta vez.
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  • Crónicas del Olvido — Capítulo V: El Camino del Sacrificio

    Tras la restauración del Templo del Bosque, el grupo regresa al Templo de la Luz Silente, donde el Amuleto del Destino comienza a reconstruirse. Kael, ahora más conectado con la magia de origen, guía el proceso. Pero cada fragmento restaurado libera una onda que despierta enemigos ocultos: los Heraldos del Vacío, antiguos guardianes corrompidos por el Señor de las Sombras.

    El mundo comienza a cambiar. Las zonas purificadas se expanden lentamente. Aldeas olvidadas ven la luz por primera vez en años. Criaturas mágicas regresan. Pero con cada paso, el Cuarteto se enfrenta a enemigos más fuertes, más inteligentes, más crueles.

    Los Heraldos no son simples monstruos. Son estrategas. Algunos manipulan el tiempo, otros distorsionan la gravedad, y otros atacan directamente los vínculos emocionales del grupo.

    El grupo es dividido en planos temporales divergentes. No solo están separados físicamente, sino emocionalmente: cada uno vive una versión alternativa de su historia.

    Kael, atrapado en un bucle donde Yukine muere una y otra vez, comienza a perder noción del presente. En cada intento de salvarlo, el resultado es el mismo: fracaso.

    Kael (susurrando): “¿Cuántas veces debo fallar para entender que no todo puede salvarse?”

    Kael comienza a escribir runas en el aire, cada una representando una emoción: culpa, esperanza, fe. Solo la runa de “memoria” permanece. Con ella, Kael ancla su conciencia y rompe el bucle.
    Sira enfrenta versiones de sí misma: una que se rindió, otra que se volvió cruel, otra que nunca conoció a Lidica.

    Sira (gritando): “¡No soy lo que el dolor hizo de mí! Soy lo que elegí ser… por ella.”

    Al aceptar su vulnerabilidad, el plano se colapsa y Sira regresa.

    Tharos ve un mundo donde nunca se liberó. Su fuego es negro, su alma hueca. Pero al recordar el rostro de Elen, una chispa pura emerge.

    Tharos: “Si el fuego puede destruir… también puede iluminar.”

    Elen, atrapada en un tiempo donde el bosque nunca floreció, canaliza una semilla que crece a través de las eras. La raíz rompe el plano y la devuelve.

    El Heraldo de la Fractura se disuelve, no por fuerza, sino por sincronía emocional. El grupo se reúne, pero Kael comienza a escuchar ecos de futuros que aún no existen.

    Heraldo del Eco – Aeloria: El Reflejo que Miente

    El Heraldo del Eco no solo copia habilidades. Copia heridas. Cada réplica es una versión corrompida del alma.
    Kael ve una versión de sí mismo que usó el Amuleto como arma y destruyó el mundo.

    Kael (al reflejo): “No eres mi sombra. Eres mi advertencia. Y yo… ya elegí.”

    Kael conjura un sello de contención que no destruye al reflejo, lo encierra en una runa de propósito.

    Sira enfrenta una copia que manipula el viento con precisión quirúrgica. Cada ráfaga es perfecta. Pero sin alma.
    Sira: “El viento no se domina. Se escucha.”

    Sira deja de atacar. Se queda quieta. El viento real la envuelve, y la réplica se desvanece.

    Tharos ve una versión que abraza la ira como virtud. Lucha sin magia. Solo con voluntad.

    Tharos: “La furia me dio fuerza. Pero el perdón… me dio control.”

    Elen enfrenta una réplica que cura sin alma. Al canalizar su vínculo con las raíces vivas, purifica la réplica desde dentro.
    El Heraldo del Eco se disuelve, dejando una advertencia:
    “Toda luz genera sombra. Y ustedes… ya tienen demasiadas.”

    Heraldo de la Marea – Nymar: El Agua que Recuerda

    El agua se convierte en veneno emocional. Cada gota muestra un recuerdo feliz… corrompido.

    Kael ve a Yukine sonriendo, pero la sonrisa se convierte en grito.

    Kael: “No quiero cambiar el pasado. Solo honrarlo.”

    Kael conjura una barrera de aceptación. No repele el agua. La transforma.

    Sira ve a Lidica bailando en el viento, pero el viento se vuelve cuchilla.

    Sira: “Si el viento la llevó… que me lleve a mí también.”

    Sira canaliza su vínculo real y purifica la corriente.

    Tharos ve a su familia viva, luego ardiendo. Se sumerge en el lago, dejando que el fuego se apague. Emerge con una nueva llama: la llama del perdón.

    Elen ve a su madre cantando, pero la canción se distorsiona. Canta de nuevo, con voz temblorosa. El lago responde con luz.

    El Heraldo de la Marea se disuelve, pero deja una última frase:
    “La culpa no se vence. Se aprende a convivir con ella.”

    Después del Asedio

    El grupo no celebra. No hay victoria. Solo marcas.

    • Tharos pierde parte de su sensibilidad mágica.
    • Elen envejece físicamente por el uso excesivo de magia de raíz.
    • Sira comienza a perder la capacidad de distinguir sus propios recuerdos de los de Lidica.
    • Kael guarda silencio. Porque sabe que el Amuleto está casi completo… y que cuando lo esté, él será el canal.

    Kael (en voz baja): “No somos los héroes que el mundo esperaba. Somos los que eligieron no rendirse.”

    El grupo no habla de lo que pierde. Pero lo siente.

    • Tharos se aleja por momentos, temiendo que su fuego vuelva a corromperlo.
    • Elen comienza a escribir sus memorias, por si su mente se fragmenta.
    • Sira entrena sola, intentando recuperar el control de su percepción.
    • Kael solo observa a lo lejos.

    A pesar de todo, el mundo comienza a respirar.

    • En Khar-Dun, los monumentos a los caídos se iluminan por primera vez.
    • En Nymar, los niños juegan en lagos purificados.
    • En Tharion, los sabios regresan a enseñar.
    • En Aeloria, los campos florecen con flores que solo nacen tras la purificación.

    El Cuarteto no es celebrado. No busca gloria. Pero en cada pueblo, en cada rincón, se murmura:

    “El legado de los Heroes aun vive.”

    Con el Amuleto casi completo, el grupo se dirige al Corazón del Vacío, una región donde la oscuridad es tan densa que la luz no entra. Allí, el Señor de las Sombras ha comenzado a manifestarse físicamente. No como una figura… sino como un entorno. El mundo mismo se pliega a su voluntad.

    Antes de partir, el grupo se reúne en silencio.

    • Kael entrega sus notas a Elen, por si no regresa.
    • Sira deja sus dagas en el Templo, llevando solo una.
    • Tharos apaga su fuego voluntariamente, para no perder el control.
    • Elen planta una semilla en cada templo, como promesa de regreso.

    No saben si sobrevivirán. Pero saben que deben hacerlo.




    Crónicas del Olvido — Capítulo V: El Camino del Sacrificio Tras la restauración del Templo del Bosque, el grupo regresa al Templo de la Luz Silente, donde el Amuleto del Destino comienza a reconstruirse. Kael, ahora más conectado con la magia de origen, guía el proceso. Pero cada fragmento restaurado libera una onda que despierta enemigos ocultos: los Heraldos del Vacío, antiguos guardianes corrompidos por el Señor de las Sombras. El mundo comienza a cambiar. Las zonas purificadas se expanden lentamente. Aldeas olvidadas ven la luz por primera vez en años. Criaturas mágicas regresan. Pero con cada paso, el Cuarteto se enfrenta a enemigos más fuertes, más inteligentes, más crueles. Los Heraldos no son simples monstruos. Son estrategas. Algunos manipulan el tiempo, otros distorsionan la gravedad, y otros atacan directamente los vínculos emocionales del grupo. El grupo es dividido en planos temporales divergentes. No solo están separados físicamente, sino emocionalmente: cada uno vive una versión alternativa de su historia. Kael, atrapado en un bucle donde Yukine muere una y otra vez, comienza a perder noción del presente. En cada intento de salvarlo, el resultado es el mismo: fracaso. Kael (susurrando): “¿Cuántas veces debo fallar para entender que no todo puede salvarse?” Kael comienza a escribir runas en el aire, cada una representando una emoción: culpa, esperanza, fe. Solo la runa de “memoria” permanece. Con ella, Kael ancla su conciencia y rompe el bucle. Sira enfrenta versiones de sí misma: una que se rindió, otra que se volvió cruel, otra que nunca conoció a Lidica. Sira (gritando): “¡No soy lo que el dolor hizo de mí! Soy lo que elegí ser… por ella.” Al aceptar su vulnerabilidad, el plano se colapsa y Sira regresa. Tharos ve un mundo donde nunca se liberó. Su fuego es negro, su alma hueca. Pero al recordar el rostro de Elen, una chispa pura emerge. Tharos: “Si el fuego puede destruir… también puede iluminar.” Elen, atrapada en un tiempo donde el bosque nunca floreció, canaliza una semilla que crece a través de las eras. La raíz rompe el plano y la devuelve. El Heraldo de la Fractura se disuelve, no por fuerza, sino por sincronía emocional. El grupo se reúne, pero Kael comienza a escuchar ecos de futuros que aún no existen. Heraldo del Eco – Aeloria: El Reflejo que Miente El Heraldo del Eco no solo copia habilidades. Copia heridas. Cada réplica es una versión corrompida del alma. Kael ve una versión de sí mismo que usó el Amuleto como arma y destruyó el mundo. Kael (al reflejo): “No eres mi sombra. Eres mi advertencia. Y yo… ya elegí.” Kael conjura un sello de contención que no destruye al reflejo, lo encierra en una runa de propósito. Sira enfrenta una copia que manipula el viento con precisión quirúrgica. Cada ráfaga es perfecta. Pero sin alma. Sira: “El viento no se domina. Se escucha.” Sira deja de atacar. Se queda quieta. El viento real la envuelve, y la réplica se desvanece. Tharos ve una versión que abraza la ira como virtud. Lucha sin magia. Solo con voluntad. Tharos: “La furia me dio fuerza. Pero el perdón… me dio control.” Elen enfrenta una réplica que cura sin alma. Al canalizar su vínculo con las raíces vivas, purifica la réplica desde dentro. El Heraldo del Eco se disuelve, dejando una advertencia: “Toda luz genera sombra. Y ustedes… ya tienen demasiadas.” Heraldo de la Marea – Nymar: El Agua que Recuerda El agua se convierte en veneno emocional. Cada gota muestra un recuerdo feliz… corrompido. Kael ve a Yukine sonriendo, pero la sonrisa se convierte en grito. Kael: “No quiero cambiar el pasado. Solo honrarlo.” Kael conjura una barrera de aceptación. No repele el agua. La transforma. Sira ve a Lidica bailando en el viento, pero el viento se vuelve cuchilla. Sira: “Si el viento la llevó… que me lleve a mí también.” Sira canaliza su vínculo real y purifica la corriente. Tharos ve a su familia viva, luego ardiendo. Se sumerge en el lago, dejando que el fuego se apague. Emerge con una nueva llama: la llama del perdón. Elen ve a su madre cantando, pero la canción se distorsiona. Canta de nuevo, con voz temblorosa. El lago responde con luz. El Heraldo de la Marea se disuelve, pero deja una última frase: “La culpa no se vence. Se aprende a convivir con ella.” Después del Asedio El grupo no celebra. No hay victoria. Solo marcas. • Tharos pierde parte de su sensibilidad mágica. • Elen envejece físicamente por el uso excesivo de magia de raíz. • Sira comienza a perder la capacidad de distinguir sus propios recuerdos de los de Lidica. • Kael guarda silencio. Porque sabe que el Amuleto está casi completo… y que cuando lo esté, él será el canal. Kael (en voz baja): “No somos los héroes que el mundo esperaba. Somos los que eligieron no rendirse.” El grupo no habla de lo que pierde. Pero lo siente. • Tharos se aleja por momentos, temiendo que su fuego vuelva a corromperlo. • Elen comienza a escribir sus memorias, por si su mente se fragmenta. • Sira entrena sola, intentando recuperar el control de su percepción. • Kael solo observa a lo lejos. A pesar de todo, el mundo comienza a respirar. • En Khar-Dun, los monumentos a los caídos se iluminan por primera vez. • En Nymar, los niños juegan en lagos purificados. • En Tharion, los sabios regresan a enseñar. • En Aeloria, los campos florecen con flores que solo nacen tras la purificación. El Cuarteto no es celebrado. No busca gloria. Pero en cada pueblo, en cada rincón, se murmura: “El legado de los Heroes aun vive.” Con el Amuleto casi completo, el grupo se dirige al Corazón del Vacío, una región donde la oscuridad es tan densa que la luz no entra. Allí, el Señor de las Sombras ha comenzado a manifestarse físicamente. No como una figura… sino como un entorno. El mundo mismo se pliega a su voluntad. Antes de partir, el grupo se reúne en silencio. • Kael entrega sus notas a Elen, por si no regresa. • Sira deja sus dagas en el Templo, llevando solo una. • Tharos apaga su fuego voluntariamente, para no perder el control. • Elen planta una semilla en cada templo, como promesa de regreso. No saben si sobrevivirán. Pero saben que deben hacerlo.
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