• Sería mentirse a sí mismo decir que, incluso a él, Maximilian no le producía escalofríos. A pesar de su magia caótica y lo bizarro que podía ser a veces, nunca le había visto tan enfadado como hasta ese momento.
    Aunque a un paso más lento, caminaba junto a él para ir a por Angel Dust en la torre de los V's. Específicamente, para liberarlo de Valentino . Suspiró tras oírlo, bajando las orejas.

    — Mentirte a ti o a Angel sería estúpido. Incluso a Lucifer... Solo le dije a los niños que era un truco de magia para que no se asustaran — Admitió y es que, ¿Por qué andar con rodeos? De todas formas, no serviría contra quienes lo conocían ocultar lo obvio. Incluso, inevitable, una de sus manos fue hasta su hombro contrario, casi como si quisiera tocar las heridas que dolían y a las que no llegaba.
    Pero enseguida que había escuchado que quería remediarlo negó con la cabeza de forma instantánea.

    — No, no es... — Comenzó suspirando, frotándose la cien — Solo, fue mi culpa. Sabía lo que podía ocurrir y acepté de todas formas. Tú no hiciste nada malo... Esta es solo otra consecuencia de mis decisiones. Estoy acostumbrado. Después de todo, fui yo quien le vendió mi alma por completo —

    Justificó encogiéndose de hombros.
    Sería mentirse a sí mismo decir que, incluso a él, [Maxi8] no le producía escalofríos. A pesar de su magia caótica y lo bizarro que podía ser a veces, nunca le había visto tan enfadado como hasta ese momento. Aunque a un paso más lento, caminaba junto a él para ir a por [Ange1Dust] en la torre de los V's. Específicamente, para liberarlo de [ember_silver_hare_973] . Suspiró tras oírlo, bajando las orejas. — Mentirte a ti o a Angel sería estúpido. Incluso a Lucifer... Solo le dije a los niños que era un truco de magia para que no se asustaran — Admitió y es que, ¿Por qué andar con rodeos? De todas formas, no serviría contra quienes lo conocían ocultar lo obvio. Incluso, inevitable, una de sus manos fue hasta su hombro contrario, casi como si quisiera tocar las heridas que dolían y a las que no llegaba. Pero enseguida que había escuchado que quería remediarlo negó con la cabeza de forma instantánea. — No, no es... — Comenzó suspirando, frotándose la cien — Solo, fue mi culpa. Sabía lo que podía ocurrir y acepté de todas formas. Tú no hiciste nada malo... Esta es solo otra consecuencia de mis decisiones. Estoy acostumbrado. Después de todo, fui yo quien le vendió mi alma por completo — Justificó encogiéndose de hombros.
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  • Se sostuvo de la pared a tiempo para no caer.
    Sus orejas abajo y el color rojizo tiñendo desde su espalda hasta el suelo, dejando un rastro por donde iba pasando.

    Sus garras arañaron el tapiz de la pared, dejando sus marcas, cuando el dolor punzante lo atacó de nuevo. Incluso su cuerpo tembló de forma inevitable.
    Jadeaba, más no de verdadero cansancio.
    Su garganta dolía por haber gritado y el pelaje de su rostro se encontraba húmedo. Sucio. Tal vez había llorado.
    Aunque lento, había llegado hasta su lugar de trabajo, el bar. No deseaba ir a la habitación donde probablemente estuvieran los niños. No así. Por suerte demasiado estúpidos de lastimaban borrachos y él contaba siempre con vendas por si acaso. Y esta vez, eran para él.

    Se sostuvo de la barra antes de dejarse caer de rodillas. Su cuerpo aún tembloroso mientras extendía una de sus manos hasta poder agarrar un paño que humedeció con un poco de alcohol.
    Aparentando los labios, tal vez incluso mordiéndose el inferior, cerró los ojos con fuerza y, como pudo, llevó el paño hasta su espalda. Allí, donde alguna vez estuvieron sus alas.
    El ardor le llegó enseguida en cuanto el paño se apoyó en las heridas. Mordiendo su labio inferior hasta hacerlo sangrar, pero aún así no se detuvo.

    Intentó limpiar cuánto pudo de sus heridas y limpiar la sangre de su pelaje.
    Finalmente tomó las vendas y se las envolvió desde el torso hasta llegar a envolver su espalda, las tiras de vendaje cruzando sus hombros para mantenerlas en su lugar hasta que hizo un nudo que aseguraría no se saldrían.
    Suspiró y se pasó una mano por el rostro. Ni siquiera quería ver cómo se veía, probablemente desastroso.
    Tomó la botella más fuerte que había allí detrás de la barra y bebió un largo trago antes de exhalar con cansancio. Pensando sus opciones, rebuscó entre sus cosas allí dispersas y, para su fortuna, encontró una camisa, aunque algo sucia, que allí había dejado una vez. No dudó en ponérsela. Prefería no asustar a sus hijos al ver sus vendajes.

    Una vez cambiado, se levantó. Aún con dificultad. Sus piernas aún temblaban por el dolor pero se obligó a ser fuerte.
    Había desaparecido dos días, ni siquiera le había avisado a Angel de lo emocionado que había estado por la invitación de Maxi. Era mejor ir a verle antes de que siguiera preocupado.
    Con dolorosa calma caminó hasta su habitación compartida, abriendo la puerta y encontrándose, para variar, como recibimiento al pequeño cerdito huyendo de los niños que ahora se escondía detrás de él.

    — ¡Papá! — Habían exclamado los pequeños al verle pero sus sonrisas se borraron rápidamente, bajando sus orejas, al ver su rostro algo desaliñado y la evidente falta de sus alas.
    Él sabía que lo notarían enseguida, pero en su mente ya había armado la excusa perfecta.

    Se agachó, poniéndose de cuclillas para recibir a sus hijos y estos vinieron enseguida a abrazarlo. Debió contenerse para disimular el dolor que sintió por eso.

    — ¿Papá, estás bien? ¿Dónde están tus alas? ¿Estuviste llorando? — Por supuesto, la más sensible, Lottery. Podía ver en ambos jóvenes rostros la preocupación y el miedo. Pero él no iba a permitir que sus hijos pasaran por el dolor de saber la verdad.

    — No, no. Sólo estoy cansado, nada que dormir no solucione — Respondió primero, besando la cabeza de ambos infantes y luego señaló detrás de él. El lugar donde las alas ya no estaban — ¿Esto? Es un truco de magia. Las hice desaparecer. No se lo esperaban, ¿Verdad? — Justificó, pudiendo ver en sus ojos la ilusión de la magia. Aquella expresión de asombro por los mágicos trucos que él solía hacerles para entretenerlos.

    Solo entonces volvió la mirada a la habitación, frunciendo el ceño confundido. Angel no estaba allí, tan solo la niñera que Maximilian solía usar para cuidar a sus pequeños, y si aún estaba allí, significaba que su prometido jamás había vuelto.
    Se levantó del suelo extrañado, dirigiendo la atención de vuelta a sus hijos.
    — Rummy, Lottie... ¿Dónde está papi? — Les preguntó antes de volver a mirar por la habitación, efectivamente, no estaba.
    Los niños se encogieron de hombros, de vuelta la angustia en sus rostros. Fue entonces cuando comprendió que Angel no había vuelto del trabajo.

    Bajó las orejas con expresión preocupada y corrió a buscar en la pequeña mesa de luz su celular que poco usaba. Fue entonces cuando se encontró con el mensaje de Angel Dust. Chasqueando la lengua con enfado antes de oír a sus hijos preguntar preocupados si algo le había pasado a su papi.
    No era el lugar ni el momento de ser tan evidente, por lo que volvió a disimular. No era actor, pero le resultaba sorprendente incluso a él lo bueno que se había vuelto tan solo por sus hijos.

    — No, no. Es solo que a Papi se le juntó más trabajo del que esperaba.... Iré a buscarlo. Vengan conmigo, los cuidará alguien hasta que vuelva. — Les contestó, extendiendo sus manos que cada niño tomó, aunque demoraron un poco por insistir en llevar a Nuggets con ellos, sosteniendo los pequeños su correa.
    Antes de salir de la habitación, volteó dirigiéndose a la niñera. Maxi tenía una magia incomprensible, incluso para él, pero en ese momento era lo que necesitaba. — Dile que me espere en la torre del reloj, o me encuentre con Lucifer. Necesito su ayuda. —

    Sin más que agregar, salió de la habitación. Caminaron en silencio hasta salir del hotel y más allá también, solo hasta detenerse en la entrada de un gran hogar, allí donde Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 vivía, los niños parecían confundidos pero él los calmó con suave voz.

    — No se preocupen. Él es su otro tío. Estarán bien —
    Se sostuvo de la pared a tiempo para no caer. Sus orejas abajo y el color rojizo tiñendo desde su espalda hasta el suelo, dejando un rastro por donde iba pasando. Sus garras arañaron el tapiz de la pared, dejando sus marcas, cuando el dolor punzante lo atacó de nuevo. Incluso su cuerpo tembló de forma inevitable. Jadeaba, más no de verdadero cansancio. Su garganta dolía por haber gritado y el pelaje de su rostro se encontraba húmedo. Sucio. Tal vez había llorado. Aunque lento, había llegado hasta su lugar de trabajo, el bar. No deseaba ir a la habitación donde probablemente estuvieran los niños. No así. Por suerte demasiado estúpidos de lastimaban borrachos y él contaba siempre con vendas por si acaso. Y esta vez, eran para él. Se sostuvo de la barra antes de dejarse caer de rodillas. Su cuerpo aún tembloroso mientras extendía una de sus manos hasta poder agarrar un paño que humedeció con un poco de alcohol. Aparentando los labios, tal vez incluso mordiéndose el inferior, cerró los ojos con fuerza y, como pudo, llevó el paño hasta su espalda. Allí, donde alguna vez estuvieron sus alas. El ardor le llegó enseguida en cuanto el paño se apoyó en las heridas. Mordiendo su labio inferior hasta hacerlo sangrar, pero aún así no se detuvo. Intentó limpiar cuánto pudo de sus heridas y limpiar la sangre de su pelaje. Finalmente tomó las vendas y se las envolvió desde el torso hasta llegar a envolver su espalda, las tiras de vendaje cruzando sus hombros para mantenerlas en su lugar hasta que hizo un nudo que aseguraría no se saldrían. Suspiró y se pasó una mano por el rostro. Ni siquiera quería ver cómo se veía, probablemente desastroso. Tomó la botella más fuerte que había allí detrás de la barra y bebió un largo trago antes de exhalar con cansancio. Pensando sus opciones, rebuscó entre sus cosas allí dispersas y, para su fortuna, encontró una camisa, aunque algo sucia, que allí había dejado una vez. No dudó en ponérsela. Prefería no asustar a sus hijos al ver sus vendajes. Una vez cambiado, se levantó. Aún con dificultad. Sus piernas aún temblaban por el dolor pero se obligó a ser fuerte. Había desaparecido dos días, ni siquiera le había avisado a Angel de lo emocionado que había estado por la invitación de Maxi. Era mejor ir a verle antes de que siguiera preocupado. Con dolorosa calma caminó hasta su habitación compartida, abriendo la puerta y encontrándose, para variar, como recibimiento al pequeño cerdito huyendo de los niños que ahora se escondía detrás de él. — ¡Papá! — Habían exclamado los pequeños al verle pero sus sonrisas se borraron rápidamente, bajando sus orejas, al ver su rostro algo desaliñado y la evidente falta de sus alas. Él sabía que lo notarían enseguida, pero en su mente ya había armado la excusa perfecta. Se agachó, poniéndose de cuclillas para recibir a sus hijos y estos vinieron enseguida a abrazarlo. Debió contenerse para disimular el dolor que sintió por eso. — ¿Papá, estás bien? ¿Dónde están tus alas? ¿Estuviste llorando? — Por supuesto, la más sensible, Lottery. Podía ver en ambos jóvenes rostros la preocupación y el miedo. Pero él no iba a permitir que sus hijos pasaran por el dolor de saber la verdad. — No, no. Sólo estoy cansado, nada que dormir no solucione — Respondió primero, besando la cabeza de ambos infantes y luego señaló detrás de él. El lugar donde las alas ya no estaban — ¿Esto? Es un truco de magia. Las hice desaparecer. No se lo esperaban, ¿Verdad? — Justificó, pudiendo ver en sus ojos la ilusión de la magia. Aquella expresión de asombro por los mágicos trucos que él solía hacerles para entretenerlos. Solo entonces volvió la mirada a la habitación, frunciendo el ceño confundido. Angel no estaba allí, tan solo la niñera que [Maxi8] solía usar para cuidar a sus pequeños, y si aún estaba allí, significaba que su prometido jamás había vuelto. Se levantó del suelo extrañado, dirigiendo la atención de vuelta a sus hijos. — Rummy, Lottie... ¿Dónde está papi? — Les preguntó antes de volver a mirar por la habitación, efectivamente, no estaba. Los niños se encogieron de hombros, de vuelta la angustia en sus rostros. Fue entonces cuando comprendió que Angel no había vuelto del trabajo. Bajó las orejas con expresión preocupada y corrió a buscar en la pequeña mesa de luz su celular que poco usaba. Fue entonces cuando se encontró con el mensaje de [Ange1Dust]. Chasqueando la lengua con enfado antes de oír a sus hijos preguntar preocupados si algo le había pasado a su papi. No era el lugar ni el momento de ser tan evidente, por lo que volvió a disimular. No era actor, pero le resultaba sorprendente incluso a él lo bueno que se había vuelto tan solo por sus hijos. — No, no. Es solo que a Papi se le juntó más trabajo del que esperaba.... Iré a buscarlo. Vengan conmigo, los cuidará alguien hasta que vuelva. — Les contestó, extendiendo sus manos que cada niño tomó, aunque demoraron un poco por insistir en llevar a Nuggets con ellos, sosteniendo los pequeños su correa. Antes de salir de la habitación, volteó dirigiéndose a la niñera. Maxi tenía una magia incomprensible, incluso para él, pero en ese momento era lo que necesitaba. — Dile que me espere en la torre del reloj, o me encuentre con Lucifer. Necesito su ayuda. — Sin más que agregar, salió de la habitación. Caminaron en silencio hasta salir del hotel y más allá también, solo hasta detenerse en la entrada de un gran hogar, allí donde [LuciHe11] vivía, los niños parecían confundidos pero él los calmó con suave voz. — No se preocupen. Él es su otro tío. Estarán bien —
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  • 𝐌𝐚𝐠𝐢𝐜𝐨𝐧𝐠𝐫𝐞𝐬𝐨 𝐔́𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐒𝐨𝐜𝐢𝐞𝐝𝐚𝐝 𝐀𝐦𝐞𝐫𝐢𝐜𝐚𝐧𝐚.
    Fandom Harry Potter
    Categoría Romance
    STARTER PARA ───── 𝑸𝑼𝑬𝑬𝑵𝑰𝑬 𝐆𝐎𝐋𝐃𝐒𝐓𝐄𝐈𝐍


    Edificio Woolworth.
    Nueva York, Estados Unidos de América.

    El cómo había llegado hasta allí era una pregunta que llevaba planteándose incluso desde antes de que se iniciara su viaje. Sabía bien que debería dirigirse hacia el MACUSA para realizar un par de trámites que a él le parecían desde luego innecesarios.

    La seguridad se había extremado aquellos días dado el actual peligro en el mundo mágico. Las cosas no estaban tan bien como el Ministro aseguraba, y el pueblo lo sabía. ¿Cómo no saberlo?

    El Ministerio de Magia Británico también estaba al tanto del peligro que representaban aquellos que deseaban presentarse próximamente a las elecciones generales para liderar el mundo mágico. Grindelwald estaba entre ellos, y aunque la inmensa mayoría deseaba que gobernara puesto que sus ideales eran compartidos por gran parte de la comunidad mágica, sus ideas eran descabelladas para muchos. La pureza de la sangre, los no-mags (gente no mágica) y muchas otras cosas más tenían al mundo patas arriba. El miedo los dominaba, claro; era comprensible.

    Pero por suerte, Abraxas pertenecía a ese bando al que no le preocupaba lo que sucediera con los derechos de las personas no mágicas. La pureza de sangre siempre había existido en su familia, era parte de esa gran mayoría que apoyaba la causa. Aunque, para ser sinceros, a él poco le importaban esas luchas.

    Había oído hablar de Grindelwald y se había interesado en formar parte de sus filas. Dado su poder como cambiaformas, podría resultar de gran utilidad como espía. Cambiando su aspecto a voluntad —ya fuese un animal, una persona (incluyendo géneros diversos)—, Abraxas era capaz de adquirir la forma que quisiera en su propio beneficio.

    Su familia había apoyado y defendido con suma satisfacción su decisión de viajar hasta Nueva York para presentarse ante Grindelwald y servir a sus propósitos. Lo que en absoluto le apetecía era tener que presentarse al MACUSA y entregar toda aquella información sobre él.

    Allí todos lo observaban de cerca, su apellido era bien conocido y aunque, precisamente, una Lestrange trabajara para el Ministerio Británico de Magia como ayudante del Jefe del Departamento de Seguridad Mágica, el rostro de Abraxas ya despertaba ciertas sospechas de que sus intenciones podrían no llegar a ser las esperadas.

    —¿Queda algo más? ¿O ya puedo visitar su hermoso país? —preguntó, después de firmar el que creyó (y esperó) que fuese el último pergamino de permisos del MACUSA.
    —Oficina del permiso de varitas. Una planta más abajo.
    —¿Permiso de varitas?

    Pero la ventanilla del servicio en el que se encontraba se cerró de malas formas. Abraxas apretó los dientes, marcándose su mandíbula bajo los pómulos. Tragó saliva y removió sus cabellos, apartándolos de su rostro. Si había algo que no soportaba era que tocaran sus cosas, y su varita era tal vez lo más preciado que tenía en posesión. Podría resultar extraño que alguien se aferrara tanto a su varita, pero para él simbolizaba demasiado como para que un funcionario estúpido se dedicara a toquetearla sin más.

    De alguna forma era como que alguien toqueteara a tu esposa, a tu hija, y tú no pudieras hacer nada. Su varita era una extensión de sí mismo, una de sus fuentes de poder. Si alguien la tocaba con sus malditas manos podría apropiarse de ese poder o incluso mermarlo de alguna forma. No, no permitiría que nadie tocara su varita.

    Abraxas no era especialmente conocido por su buen comportamiento con respecto a la ley. Así que no tuvo que lidiar demasiado con la duda de si marcharse de allí sin presentar el último trámite o quedarse y ser un ciudadano ejemplar.

    Lestrange bajó, cruzó la entrada principal y en seguida alguien lo detuvo. Un tipo de uniforme policial llamó su atención. Era un sujeto corpulento, calvo y de piel más roja que blanca. En su camisa había restos del desayuno, migas de rosquilla. Y si se acercaba lo suficiente, su boca desprendería el olor del café que había ingerido horas antes.

    —Caballero.
    Abraxas se detuvo en seco, girándose.
    —La Oficina del permiso de varitas está por aquí.

    No era de extrañar que lo supiera. Allí todo el mundo lo sabía todo. La seguridad se había extremado y algo tan simple como revisar una varita parecía ser de especial importancia aquellos días. Menuda estupidez, pensó.

    Pero no pudo hacer mucho: el guardia lo llevó hasta la oficina y, para cuando quiso darse cuenta, estaba esperando para ser atendido.

    Su mirada repasó por completo todo el lugar y a las personas que allí se encontraban. No podía imaginarse a ninguna de ellas tocando su varita. ¿Deberían hacerlo? ¿Formaba acaso eso parte del procedimiento?

    —¿Sr. Lestrange? —preguntó una voz femenina tan dulce que logró confundirlo.

    Su mirada buscó en dirección a la voz, hacia su derecha. Una mujer rubia, con aspecto reluciente, aguardaba con una dulce sonrisa.

    —Sí.
    —Está en el lugar indicado. Venga conmigo.

    ¿Contigo?

    Lestrange volvió a mirar al resto de mesas; nadie allí se había levantado para recibir a nadie, así que supuso que era simplemente una funcionaria que se dedicaba a distribuir a los clientes a las mesas asignadas. Pero los pasos seguían avanzando y las mesas vacías se iban alejando. Entonces ella tomó asiento tras un escritorio. “Queenie Goldstein”, rezaba el cartel sobre la madera de roble.

    —Por favor, siéntese.

    Una sonrisa por cada palabra. Pero en el gesto de él no había ninguna sonrisa, sino más bien desconfianza; una evidente desconfianza y una clara incomodidad que ni siquiera se molestó en ocultar.

    —Tranquilo, no le robaré mucho tiempo, tan solo necesito un par de documentos y su varita. Será rápido, ya lo verá…
    —No voy a darle mi varita.

    Quizá aquella fue la primera vez en toda su vida que alguien se negaba a algo tan sencillo como mostrar su varita. Normalmente solían presentarse más molestos cuando les solicitaba que les entregara todos los documentos que eran necesarios, ¿pero aquello?

    La mirada de Abraxas se mantenía fija en los ojos de la bruja de manera severa. Bien sabía él que la cosa no se terminaba ahí, pero seguiría firme en su respuesta.
    STARTER PARA [L3GEREMENS] Edificio Woolworth. Nueva York, Estados Unidos de América. El cómo había llegado hasta allí era una pregunta que llevaba planteándose incluso desde antes de que se iniciara su viaje. Sabía bien que debería dirigirse hacia el MACUSA para realizar un par de trámites que a él le parecían desde luego innecesarios. La seguridad se había extremado aquellos días dado el actual peligro en el mundo mágico. Las cosas no estaban tan bien como el Ministro aseguraba, y el pueblo lo sabía. ¿Cómo no saberlo? El Ministerio de Magia Británico también estaba al tanto del peligro que representaban aquellos que deseaban presentarse próximamente a las elecciones generales para liderar el mundo mágico. Grindelwald estaba entre ellos, y aunque la inmensa mayoría deseaba que gobernara puesto que sus ideales eran compartidos por gran parte de la comunidad mágica, sus ideas eran descabelladas para muchos. La pureza de la sangre, los no-mags (gente no mágica) y muchas otras cosas más tenían al mundo patas arriba. El miedo los dominaba, claro; era comprensible. Pero por suerte, Abraxas pertenecía a ese bando al que no le preocupaba lo que sucediera con los derechos de las personas no mágicas. La pureza de sangre siempre había existido en su familia, era parte de esa gran mayoría que apoyaba la causa. Aunque, para ser sinceros, a él poco le importaban esas luchas. Había oído hablar de Grindelwald y se había interesado en formar parte de sus filas. Dado su poder como cambiaformas, podría resultar de gran utilidad como espía. Cambiando su aspecto a voluntad —ya fuese un animal, una persona (incluyendo géneros diversos)—, Abraxas era capaz de adquirir la forma que quisiera en su propio beneficio. Su familia había apoyado y defendido con suma satisfacción su decisión de viajar hasta Nueva York para presentarse ante Grindelwald y servir a sus propósitos. Lo que en absoluto le apetecía era tener que presentarse al MACUSA y entregar toda aquella información sobre él. Allí todos lo observaban de cerca, su apellido era bien conocido y aunque, precisamente, una Lestrange trabajara para el Ministerio Británico de Magia como ayudante del Jefe del Departamento de Seguridad Mágica, el rostro de Abraxas ya despertaba ciertas sospechas de que sus intenciones podrían no llegar a ser las esperadas. —¿Queda algo más? ¿O ya puedo visitar su hermoso país? —preguntó, después de firmar el que creyó (y esperó) que fuese el último pergamino de permisos del MACUSA. —Oficina del permiso de varitas. Una planta más abajo. —¿Permiso de varitas? Pero la ventanilla del servicio en el que se encontraba se cerró de malas formas. Abraxas apretó los dientes, marcándose su mandíbula bajo los pómulos. Tragó saliva y removió sus cabellos, apartándolos de su rostro. Si había algo que no soportaba era que tocaran sus cosas, y su varita era tal vez lo más preciado que tenía en posesión. Podría resultar extraño que alguien se aferrara tanto a su varita, pero para él simbolizaba demasiado como para que un funcionario estúpido se dedicara a toquetearla sin más. De alguna forma era como que alguien toqueteara a tu esposa, a tu hija, y tú no pudieras hacer nada. Su varita era una extensión de sí mismo, una de sus fuentes de poder. Si alguien la tocaba con sus malditas manos podría apropiarse de ese poder o incluso mermarlo de alguna forma. No, no permitiría que nadie tocara su varita. Abraxas no era especialmente conocido por su buen comportamiento con respecto a la ley. Así que no tuvo que lidiar demasiado con la duda de si marcharse de allí sin presentar el último trámite o quedarse y ser un ciudadano ejemplar. Lestrange bajó, cruzó la entrada principal y en seguida alguien lo detuvo. Un tipo de uniforme policial llamó su atención. Era un sujeto corpulento, calvo y de piel más roja que blanca. En su camisa había restos del desayuno, migas de rosquilla. Y si se acercaba lo suficiente, su boca desprendería el olor del café que había ingerido horas antes. —Caballero. Abraxas se detuvo en seco, girándose. —La Oficina del permiso de varitas está por aquí. No era de extrañar que lo supiera. Allí todo el mundo lo sabía todo. La seguridad se había extremado y algo tan simple como revisar una varita parecía ser de especial importancia aquellos días. Menuda estupidez, pensó. Pero no pudo hacer mucho: el guardia lo llevó hasta la oficina y, para cuando quiso darse cuenta, estaba esperando para ser atendido. Su mirada repasó por completo todo el lugar y a las personas que allí se encontraban. No podía imaginarse a ninguna de ellas tocando su varita. ¿Deberían hacerlo? ¿Formaba acaso eso parte del procedimiento? —¿Sr. Lestrange? —preguntó una voz femenina tan dulce que logró confundirlo. Su mirada buscó en dirección a la voz, hacia su derecha. Una mujer rubia, con aspecto reluciente, aguardaba con una dulce sonrisa. —Sí. —Está en el lugar indicado. Venga conmigo. ¿Contigo? Lestrange volvió a mirar al resto de mesas; nadie allí se había levantado para recibir a nadie, así que supuso que era simplemente una funcionaria que se dedicaba a distribuir a los clientes a las mesas asignadas. Pero los pasos seguían avanzando y las mesas vacías se iban alejando. Entonces ella tomó asiento tras un escritorio. “Queenie Goldstein”, rezaba el cartel sobre la madera de roble. —Por favor, siéntese. Una sonrisa por cada palabra. Pero en el gesto de él no había ninguna sonrisa, sino más bien desconfianza; una evidente desconfianza y una clara incomodidad que ni siquiera se molestó en ocultar. —Tranquilo, no le robaré mucho tiempo, tan solo necesito un par de documentos y su varita. Será rápido, ya lo verá… —No voy a darle mi varita. Quizá aquella fue la primera vez en toda su vida que alguien se negaba a algo tan sencillo como mostrar su varita. Normalmente solían presentarse más molestos cuando les solicitaba que les entregara todos los documentos que eran necesarios, ¿pero aquello? La mirada de Abraxas se mantenía fija en los ojos de la bruja de manera severa. Bien sabía él que la cosa no se terminaba ahí, pero seguiría firme en su respuesta.
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  • 存在の癌
    Fandom Original.
    Categoría Drama
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro.

    Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades.

    Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar.

    Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno.

    Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas.

    En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas.

    Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban.

    El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí.

    ──────────────────────

    With
    猫又Rᴇɪ•ᴋᴏ
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro. Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades. Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar. Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno. Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas. En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas. Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban. El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí. ────────────────────── With [spooky.cat]
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  • Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin Chantle Queen Ishtar

    Una tarde de galletitas, nieve y amor

    La nieve caía lenta al otro lado de la ventana, como si también quisiera asomarse a vernos. El apartamento olía a jengibre, a canela y a hogar. Nuestro árbol de navidad brillaba con una luz suave, casi tímida, mientras las guirnaldas reflejaban los destellos cálidos de las lámparas de la cocina.

    Ryu estaba a mi lado, mi hermosa lobita de colmillitos, concentrada como si hornear fuera un arte ancestral extraño para ella. Cada vez que levantaba la vista para mirarme, me regalaba esa sonrisa ligera que me desarma por completo. Yo, con mi plato de galletas a medio decorar, simplemente me sentía completa. Como si ese instante fuese el centro de todas mis vidas.

    Chantle, con su aire travieso, había tomado el control absoluto de las decoraciones. Sus manos se movían rápido sobre los pequeños muñecos de jengibre, vistiéndolos con fondant de colores. Algunos llevaban bufanditas, otros chaquetas diminutas.

    Ryu tomó una galleta y le dio un mordisco pequeño, como si probara algo sagrado. Luego apoyó su codo en la encimera y me dedicó esa mirada lenta, enamorada, que solo ella sabe dar.

    Nos reunimos alrededor de la isla de la cocina, los tres, con tazas de leche caliente, mordiendo galletitas que parecían demasiado bonitas para comer. Afuera la nieve seguía cayendo, pero dentro… dentro era cálido, seguro, perfecto.

    En un momento, sin pensarlo, me acerqué por detrás de Ryu, abracé su cintura, y apoyé mi mejilla en su hombro.

    —Amo esto —susurré—. Amo pasar tiempo con vosotros. Amo nuestra familia. 🩷

    Ryu cubrió mi mano con la suya, suave, cálida, llena de vida.

    Chantle, siempre atento, nos miró con una sonrisa llena de orgullo y cariño. Tomó una galleta con forma de corazón y la dejó en medio de la mesa, como un pequeño símbolo silencioso.

    Así, rodeados de luces, azúcar y risas, la tarde se convirtió en uno de esos recuerdos que se guardan para siempre. Donde las galletas saben a magia, la nieve a calma, y el amor… a hogar.
    [Ryu] [frost_platinum_hare_393] Una tarde de galletitas, nieve y amor La nieve caía lenta al otro lado de la ventana, como si también quisiera asomarse a vernos. El apartamento olía a jengibre, a canela y a hogar. Nuestro árbol de navidad brillaba con una luz suave, casi tímida, mientras las guirnaldas reflejaban los destellos cálidos de las lámparas de la cocina. Ryu estaba a mi lado, mi hermosa lobita de colmillitos, concentrada como si hornear fuera un arte ancestral extraño para ella. Cada vez que levantaba la vista para mirarme, me regalaba esa sonrisa ligera que me desarma por completo. Yo, con mi plato de galletas a medio decorar, simplemente me sentía completa. Como si ese instante fuese el centro de todas mis vidas. Chantle, con su aire travieso, había tomado el control absoluto de las decoraciones. Sus manos se movían rápido sobre los pequeños muñecos de jengibre, vistiéndolos con fondant de colores. Algunos llevaban bufanditas, otros chaquetas diminutas. Ryu tomó una galleta y le dio un mordisco pequeño, como si probara algo sagrado. Luego apoyó su codo en la encimera y me dedicó esa mirada lenta, enamorada, que solo ella sabe dar. Nos reunimos alrededor de la isla de la cocina, los tres, con tazas de leche caliente, mordiendo galletitas que parecían demasiado bonitas para comer. Afuera la nieve seguía cayendo, pero dentro… dentro era cálido, seguro, perfecto. En un momento, sin pensarlo, me acerqué por detrás de Ryu, abracé su cintura, y apoyé mi mejilla en su hombro. —Amo esto —susurré—. Amo pasar tiempo con vosotros. Amo nuestra familia. 🩷 Ryu cubrió mi mano con la suya, suave, cálida, llena de vida. Chantle, siempre atento, nos miró con una sonrisa llena de orgullo y cariño. Tomó una galleta con forma de corazón y la dejó en medio de la mesa, como un pequeño símbolo silencioso. Así, rodeados de luces, azúcar y risas, la tarde se convirtió en uno de esos recuerdos que se guardan para siempre. Donde las galletas saben a magia, la nieve a calma, y el amor… a hogar.
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  • El Edén
    Fandom Hazbin Hotel
    Categoría Otros
    // Rp con: Lilith Magne //


    Descendió desde los cielos, con los tres pares de alas extendidas, y tras tocar el suelo comenzó a mirar a su alrededor.
    Rumores habían llegado a sus oídos en el basto reino celestial. Aburrido, paseando por los pasillos, no paraba de oír a sus hermanos hablar una y otra vez de la maravillosa creación que su padre había hecho. Los serafines también parecían de lo más satisfechos.
    No era de extrañar que él no supiera nada al respecto, dejado de lado, como de costumbre, no era la primera vez que se lo excluía de los planes de la creación... Pero, sin embargo, los rumores de la última habían captado su interés y curiosidad.

    Gracias a la magia del cielo, había podido apreciar un poco de lo que era un gran jardín. Eso lo había decepcionado un poco... No encontrando nada singular o especial a lo que había en su tierra celestial... Incluso, apostaba, la vegetación del cielo era mucho más hermosa que la que apreciaba en ese jardín que, luego se enteró, se llamaba "El Edén".
    Se había negado a creer que ese simple jardín era lo que traía tan enloquecido de emoción y felicidad a sus compañeros y hermanos, por lo que tomó la decisión de escabullirse de los cielos y bajar a ver de qué se trataba todo aquello.

    Ahora recorría el lugar andando entre los árboles. Pudo notar algunas pequeñas criaturas cuadrúpedas correr de espanto cuando lo escuchaban acercarse.
    Criaturas de vida finita, por lo que había llegado a averiguar. Cuya existencia efímera no era nada en comparación a la eternidad que vivían los ángeles como él... Entonces ¿Cómo algo tan efímero, tan finito, casi insignificante podía realmente marcar un antes y un después en la tierra creada por su padre? En los planes que los ángeles con tanto esmero y cautela habían planeado. Planes en los que él jamás había podido participar a pesar de las ideas que había propuesto.
    Pero por más que se adentraba en ese extenso jardín, nada encontró que lo hiciera comprender el por qué de la exaltación del cielo... Estaba resignado, creyendo que sólo se trataría del jardín en sí...

    Hasta que de pronto, sus pasos se detuvieron. Una voz llegó hasta sus oídos, suave, hermosa... Una melodía única sin duda y de la voz más exquisita que jamás pudiera haber escuchado, ni siquiera en la eternidad del cielo.
    Se dejó llevar por el ruido, caminando en su dirección entre las plantas, corriendo sus ramas y bordeando árboles; hasta que de pronto lo encontró.
    Una criatura de lo más hermosa, perfecta... Estaba seguro. ¡Esa criatura debía de ser lo que tenía tan revuelto al cielo!

    — Woah.... —

    Exclamó en un susurró apenas audible. Sus ojos brillando, con rostro perplejo ante la mujer delante de sus ojos, metros más allá de donde él se hallaba oculto tras un árbol.
    Intentó no hacer ruido, preguntándose si se espantaría como los animales si lo viera llegar.
    Recargó sus manos en el árbol, sus mejillas teñidas de un suave carmín... Solo por inercia dio un paso al frente, pisando una rama que al crujir delataría su presencia.
    En pánico de ser descubierto, sólo pudo atinar a agacharse tras el árbol, casi abrazándose con sus seis pares de alas mientras cubría sus labios con sus manos... ¿Lo habría visto?....

    Le fue inevitable no asomarse un poco para ver de reojo si es que acaso tal hermosa creación se había percatado de su presencia.
    // Rp con: [He11greatestmom] // Descendió desde los cielos, con los tres pares de alas extendidas, y tras tocar el suelo comenzó a mirar a su alrededor. Rumores habían llegado a sus oídos en el basto reino celestial. Aburrido, paseando por los pasillos, no paraba de oír a sus hermanos hablar una y otra vez de la maravillosa creación que su padre había hecho. Los serafines también parecían de lo más satisfechos. No era de extrañar que él no supiera nada al respecto, dejado de lado, como de costumbre, no era la primera vez que se lo excluía de los planes de la creación... Pero, sin embargo, los rumores de la última habían captado su interés y curiosidad. Gracias a la magia del cielo, había podido apreciar un poco de lo que era un gran jardín. Eso lo había decepcionado un poco... No encontrando nada singular o especial a lo que había en su tierra celestial... Incluso, apostaba, la vegetación del cielo era mucho más hermosa que la que apreciaba en ese jardín que, luego se enteró, se llamaba "El Edén". Se había negado a creer que ese simple jardín era lo que traía tan enloquecido de emoción y felicidad a sus compañeros y hermanos, por lo que tomó la decisión de escabullirse de los cielos y bajar a ver de qué se trataba todo aquello. Ahora recorría el lugar andando entre los árboles. Pudo notar algunas pequeñas criaturas cuadrúpedas correr de espanto cuando lo escuchaban acercarse. Criaturas de vida finita, por lo que había llegado a averiguar. Cuya existencia efímera no era nada en comparación a la eternidad que vivían los ángeles como él... Entonces ¿Cómo algo tan efímero, tan finito, casi insignificante podía realmente marcar un antes y un después en la tierra creada por su padre? En los planes que los ángeles con tanto esmero y cautela habían planeado. Planes en los que él jamás había podido participar a pesar de las ideas que había propuesto. Pero por más que se adentraba en ese extenso jardín, nada encontró que lo hiciera comprender el por qué de la exaltación del cielo... Estaba resignado, creyendo que sólo se trataría del jardín en sí... Hasta que de pronto, sus pasos se detuvieron. Una voz llegó hasta sus oídos, suave, hermosa... Una melodía única sin duda y de la voz más exquisita que jamás pudiera haber escuchado, ni siquiera en la eternidad del cielo. Se dejó llevar por el ruido, caminando en su dirección entre las plantas, corriendo sus ramas y bordeando árboles; hasta que de pronto lo encontró. Una criatura de lo más hermosa, perfecta... Estaba seguro. ¡Esa criatura debía de ser lo que tenía tan revuelto al cielo! — Woah.... — Exclamó en un susurró apenas audible. Sus ojos brillando, con rostro perplejo ante la mujer delante de sus ojos, metros más allá de donde él se hallaba oculto tras un árbol. Intentó no hacer ruido, preguntándose si se espantaría como los animales si lo viera llegar. Recargó sus manos en el árbol, sus mejillas teñidas de un suave carmín... Solo por inercia dio un paso al frente, pisando una rama que al crujir delataría su presencia. En pánico de ser descubierto, sólo pudo atinar a agacharse tras el árbol, casi abrazándose con sus seis pares de alas mientras cubría sus labios con sus manos... ¿Lo habría visto?.... Le fue inevitable no asomarse un poco para ver de reojo si es que acaso tal hermosa creación se había percatado de su presencia.
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  • -Arañó con profundidad una de las paredes cerca de su habitación antes de entrar, cerrando la puerta detrás de él.
    Su torso aún cubierto de sangre y la herida aún dolía, incluso más que cuando Adán se la hizo.
    Caminó con una mano ensangrentada en el pecho hasta llegar a su tocador donde se sostuvo con ambas manos. Levantando su mirada para ver su reflejo en el espejo, notando su aspecto desaliñado y la sangre sobre su ropa, sus garras se clavaron sobre la madera del mueble dejando profundos arañazos antes de lanzar todo lo que hubiera encima con evidente furia.

    El sonido de alguna botella de licor fuerte que tenía sobre el tocador al estrellarse contra el suelo resonando en la amplia habitación.-

    Si es que acaso cree que lo dejaré así...

    -Comenzó farfullando entre dientes, usando su magia para volver a cocer la herida hasta que se detuvo de repente. Una sensación, medio conocida medio desconocida lo detuvo desconcertandolo.
    La pérdida de algo que le pertenecía.

    La estática de radio se escuchó por un momento, incluso los diales en sus ojos aparecieron mientras él se quedaba como piedra.
    La habitación parecía repentinamente hundida en una penumbra sepulcral, un silencio estremecedor. La calma antes de la tormenta.

    Se percató enseguida. Lo notó. Una pequeña mascota suya se había librado de sus cadenas sin su consentimiento....-
    -Arañó con profundidad una de las paredes cerca de su habitación antes de entrar, cerrando la puerta detrás de él. Su torso aún cubierto de sangre y la herida aún dolía, incluso más que cuando Adán se la hizo. Caminó con una mano ensangrentada en el pecho hasta llegar a su tocador donde se sostuvo con ambas manos. Levantando su mirada para ver su reflejo en el espejo, notando su aspecto desaliñado y la sangre sobre su ropa, sus garras se clavaron sobre la madera del mueble dejando profundos arañazos antes de lanzar todo lo que hubiera encima con evidente furia. El sonido de alguna botella de licor fuerte que tenía sobre el tocador al estrellarse contra el suelo resonando en la amplia habitación.- Si es que acaso cree que lo dejaré así... -Comenzó farfullando entre dientes, usando su magia para volver a cocer la herida hasta que se detuvo de repente. Una sensación, medio conocida medio desconocida lo detuvo desconcertandolo. La pérdida de algo que le pertenecía. La estática de radio se escuchó por un momento, incluso los diales en sus ojos aparecieron mientras él se quedaba como piedra. La habitación parecía repentinamente hundida en una penumbra sepulcral, un silencio estremecedor. La calma antes de la tormenta. Se percató enseguida. Lo notó. Una pequeña mascota suya se había librado de sus cadenas sin su consentimiento....-
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  • Eres la razón por la que creo en la magia. Tu forma de ser y esa fuerza que llevas dentro me tienen completamente enamorado. No hay día en que no te admire y agradezco al universo por haberte cruzado en mi camino.
    Eres la razón por la que creo en la magia. Tu forma de ser y esa fuerza que llevas dentro me tienen completamente enamorado. No hay día en que no te admire y agradezco al universo por haberte cruzado en mi camino.
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  • *El Hazbin Hotel estaba tranquilo por la noche sin muchos huéspedes yendo de aquí para allá, aprovechando ese momento para hacer una de mis apariciones extravagantes delante de la barra del bar donde estaría Husk trabajando, una baraja de cartas del tamaño humano apareció junto con dos guantes gigantes comenzaron a barajar rápidamente haciendo algún que otro juego de manos mostrando alguna que otra carta como si hicieran un truco de magia, hasta que finalmente “repartieron” una carta en concreto clavándose en una de sus esquinas de la carta en el suelo mostrando que era la carta del Joker, segundos después comenzó a moverse para salir de la carta y colocarme bien el cuello de la chaqueta junto con el sombrero de copa, esbozando una amplia sonrisa como de costumbre me acerque a la barra escuchándose los golpecitos de mi bastón mientras caminaba, una vez frente a la barra apoye mi brazo en horizontal dejando la mano colgando en el borde y mirando a Husk*

    - Hola hola mi gatito favorito~, tengo una propuesta para ti que sé que no podrás rechazar… *desaparecí del sitio para aparecer a su lado rodeando mi brazo por su cuello y le di un toquecito en la nariz* Vengo a ofrecerte una oportunidad de librarte de esas cadenas que te atan durante *sacando mi reloj de bolsillo mirando el tiempo y guardándolo de nuevo* unas horas o minutos, depende de si la diosa fortuna esta de tu parte~.

    *Me separe de él para dar un leve brinco en la barra y pasar al otro lado estando de espaldas, apuntando con mi bastón en vertical hacia arriba y haciendo aparecer una ilusión donde se veía un casino*

    - ¿Qué me dices campeón? ¿Quieres volverte el Rey… o mejor aún el Dios de la Fortuna en el mejor casino de todos llamado Bellagio o prefieres seguir amargándote detrás de esta barra haciéndole caso a un cervatillo?

    *Dándome de nuevo la vuelta apoyando ambas manos en el basto inclinándome hacia adelante para apoyar mi barbilla sobre mis manos mirándole*

    - ¿Cuál es tu respuesta~? Y no te preocupes por los detalles de “Soy un pecador, no puedo salir del infierno”, si he podido hacer que un pecador saliese del círculo del orgullo… ¿Quién dice que no puedo sacar a uno del infierno? Ah y obviamente te hare un cambio de imagen, a no ser que quieras ir tal cual y decir que estas haciendo un cosplay de furro~.

    *Riendo a carcajadas poniéndome recto dándole vueltas al bastón para volverlo a colocar en el suelo*

    - Sera nuestro pequeño secretito, salimos de este antro para pasarlo bien juntos, tú te desahogas un rato y estrechamos lazos~.
    *El Hazbin Hotel estaba tranquilo por la noche sin muchos huéspedes yendo de aquí para allá, aprovechando ese momento para hacer una de mis apariciones extravagantes delante de la barra del bar donde estaría [barcat75] trabajando, una baraja de cartas del tamaño humano apareció junto con dos guantes gigantes comenzaron a barajar rápidamente haciendo algún que otro juego de manos mostrando alguna que otra carta como si hicieran un truco de magia, hasta que finalmente “repartieron” una carta en concreto clavándose en una de sus esquinas de la carta en el suelo mostrando que era la carta del Joker, segundos después comenzó a moverse para salir de la carta y colocarme bien el cuello de la chaqueta junto con el sombrero de copa, esbozando una amplia sonrisa como de costumbre me acerque a la barra escuchándose los golpecitos de mi bastón mientras caminaba, una vez frente a la barra apoye mi brazo en horizontal dejando la mano colgando en el borde y mirando a Husk* - Hola hola mi gatito favorito~, tengo una propuesta para ti que sé que no podrás rechazar… *desaparecí del sitio para aparecer a su lado rodeando mi brazo por su cuello y le di un toquecito en la nariz* Vengo a ofrecerte una oportunidad de librarte de esas cadenas que te atan durante *sacando mi reloj de bolsillo mirando el tiempo y guardándolo de nuevo* unas horas o minutos, depende de si la diosa fortuna esta de tu parte~. *Me separe de él para dar un leve brinco en la barra y pasar al otro lado estando de espaldas, apuntando con mi bastón en vertical hacia arriba y haciendo aparecer una ilusión donde se veía un casino* - ¿Qué me dices campeón? ¿Quieres volverte el Rey… o mejor aún el Dios de la Fortuna en el mejor casino de todos llamado Bellagio o prefieres seguir amargándote detrás de esta barra haciéndole caso a un cervatillo? *Dándome de nuevo la vuelta apoyando ambas manos en el basto inclinándome hacia adelante para apoyar mi barbilla sobre mis manos mirándole* - ¿Cuál es tu respuesta~? Y no te preocupes por los detalles de “Soy un pecador, no puedo salir del infierno”, si he podido hacer que un pecador saliese del círculo del orgullo… ¿Quién dice que no puedo sacar a uno del infierno? Ah y obviamente te hare un cambio de imagen, a no ser que quieras ir tal cual y decir que estas haciendo un cosplay de furro~. *Riendo a carcajadas poniéndome recto dándole vueltas al bastón para volverlo a colocar en el suelo* - Sera nuestro pequeño secretito, salimos de este antro para pasarlo bien juntos, tú te desahogas un rato y estrechamos lazos~.
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  • Encuentro casual.
    Fandom Cualquiera.
    Categoría Slice of Life
    Hace poco fuiste aceptado/a en la mejor academia de magia del mundo, quien diría que deberías estudiar formulas mágicas y millares de símbolos para glifos. Es una mierda, pero, al menos la biblioteca dentro del instituto te ha permitido estudiarlos en paz.
    Era un día normal, como cualquier otro, estabas en tú asiento de siempre en la biblioteca cuando una sombra alta se posó frente a tú libro, haciendote levantar la mirada para ver a alguien cuya fama era total en el lugar, no solo era la hechicera más poderosa de la generación, sino que también era la heredera directa de uno de los 4 clanes de hechiceros más poderosos del planeta.

    ❝ ¿Me puedo sentar aquí? ❞ Preguntó la chica con una mirada hueca y apática, no parecía maliciosa ni cruel. Solo vacía.
    Hace poco fuiste aceptado/a en la mejor academia de magia del mundo, quien diría que deberías estudiar formulas mágicas y millares de símbolos para glifos. Es una mierda, pero, al menos la biblioteca dentro del instituto te ha permitido estudiarlos en paz. Era un día normal, como cualquier otro, estabas en tú asiento de siempre en la biblioteca cuando una sombra alta se posó frente a tú libro, haciendote levantar la mirada para ver a alguien cuya fama era total en el lugar, no solo era la hechicera más poderosa de la generación, sino que también era la heredera directa de uno de los 4 clanes de hechiceros más poderosos del planeta. ❝ ¿Me puedo sentar aquí? ❞ Preguntó la chica con una mirada hueca y apática, no parecía maliciosa ni cruel. Solo vacía.
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