• - entrenado con la espada en los jardines de castillo de reino de liones sola tratando de consentrarse y prácticando sus movimientos libremente -
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  • El turno nocturno había comenzado hacía poco más de una hora. En ese momento la tienda permanecía vacía, quizás porque afuera lloviznaba. La precipitación, aunque leve, era algo que resultaba agradable para Alaska la mayoría del tiempo, porque provocaba que el flujo de clientes en la tienda se reduciera casi a cero. No había nadie. Solo el reflejo de su propia figura, pálida y delgada, moviéndose como un fantasma entre los pasillos.

    Caminó hacia el mostrador y se detuvo justo detrás. Tomó su libreta, vieja y gastada, y deslizó sus dedos por las hojas llenas de anotaciones angulosas y esquemáticas. Su mirada se posó sobre la lista que había dejado recientemente en la esquina de una página:

    ⠀• Reestablecer orden en estante de snacks ✓
    ⠀• Revisar fecha de caducidad de los sandwiches refrigerados ✓
    ⠀• Limpiar mecanismos de tarjetas

    Con una concentración casi absoluta, comenzó a desmontar meticulosamente la máquina registradora. Extrajo cada tornillo y cada pieza con precisión, limpiando cada componente con un paño de microfibra. Un destornillador, una pinza y un frasquito de alcohol estaban perfectamente alineados a su derecha junto a su cuaderno de notas. No era su trabajo, pero el polvo acumulado entre las teclas alteraba la fluidez con la que se presionaban las mismas, y el ruido que hacía el rodillo de papel de las facturas estaba unos 0.3 decibelios más alto de lo normal. Eran pequeñaa imperfecciones, pequeños defectos casi imperceptibles para la mayoría. Pero a ella le causaban ruido, así que sentía la necesidad de corregirlos.

    La pantalla de la caja marcaba la hora en rojo: 21:28. El silencio era profundo, así que podía oir el leve zumbido constante que hacían los tubos de luz fluorescente. Nada parecía fuera de lugar. Todo permanecía en aparente orden por el momento.

    Ethan Brown
    El turno nocturno había comenzado hacía poco más de una hora. En ese momento la tienda permanecía vacía, quizás porque afuera lloviznaba. La precipitación, aunque leve, era algo que resultaba agradable para Alaska la mayoría del tiempo, porque provocaba que el flujo de clientes en la tienda se reduciera casi a cero. No había nadie. Solo el reflejo de su propia figura, pálida y delgada, moviéndose como un fantasma entre los pasillos. Caminó hacia el mostrador y se detuvo justo detrás. Tomó su libreta, vieja y gastada, y deslizó sus dedos por las hojas llenas de anotaciones angulosas y esquemáticas. Su mirada se posó sobre la lista que había dejado recientemente en la esquina de una página: ⠀• Reestablecer orden en estante de snacks ✓ ⠀• Revisar fecha de caducidad de los sandwiches refrigerados ✓ ⠀• Limpiar mecanismos de tarjetas Con una concentración casi absoluta, comenzó a desmontar meticulosamente la máquina registradora. Extrajo cada tornillo y cada pieza con precisión, limpiando cada componente con un paño de microfibra. Un destornillador, una pinza y un frasquito de alcohol estaban perfectamente alineados a su derecha junto a su cuaderno de notas. No era su trabajo, pero el polvo acumulado entre las teclas alteraba la fluidez con la que se presionaban las mismas, y el ruido que hacía el rodillo de papel de las facturas estaba unos 0.3 decibelios más alto de lo normal. Eran pequeñaa imperfecciones, pequeños defectos casi imperceptibles para la mayoría. Pero a ella le causaban ruido, así que sentía la necesidad de corregirlos. La pantalla de la caja marcaba la hora en rojo: 21:28. El silencio era profundo, así que podía oir el leve zumbido constante que hacían los tubos de luz fluorescente. Nada parecía fuera de lugar. Todo permanecía en aparente orden por el momento. [blaze_beryl_fox_406]
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  • 𝗠𝗮𝗿𝘁𝗲𝘀 - 𝟮𝟭:𝟯𝟰

    Sentado en la banca de una pequeña plaza de mala muerte, con una libreta en la zurda y un bolígrafo en la diestra, Ethan miraba a la nada en frente suyo. No había demasiado para observar si se tenía en cuenta la pobre iluminación del sitio, pero a él le parecía perfecto por el hecho de estar solo y sin ruido alrededor.

    Bueno. Casi perfecto.

    De no ser porque la escena del crimen vista con el detective Graves esa mañana casi le causa perder su perfecto control, todo seguiría de maravilla. Pero hasta ese momento, en la banca, le estaba costando no ponerse de pie y hacer lo que terminó por llevarlo a prisión hace unos años atrás.

    Giró de manera precisa, calculada, el bolígrafo en su mano. Lo pasó de dedo en dedo, volvía a girarlo, lo equilibraba en su índice. Repetía.

    En la libreta habían varias anotaciones referente al caso.

    sᴇʟᴇᴄᴄɪóɴ ᴅᴇ ᴠíᴄᴛɪᴍᴀs: ᴍᴜᴊᴇʀᴇs ᴊóᴠᴇɴᴇs, ᴇɴᴛʀᴇ 𝟷𝟾 ᴀ 𝟸𝟷 ᴀñᴏs, ᴀᴘᴀʀᴇɴᴛᴇᴍᴇɴᴛᴇ ᴇʟᴇɢɪᴅᴀs ᴀʟ ᴀᴢᴀʀ.
    ᴍéᴛᴏᴅᴏ: ᴄᴏʀᴛᴇs ᴛᴏʀᴘᴇs, ɪʀʀᴇɢᴜʟᴀʀᴇs, sɪɴ ᴘʀᴇᴄɪsɪóɴ. ᴅᴇsᴍᴇᴍʙʀᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ ʙᴀᴊᴏ ɪɢɴᴏʀᴀɴᴄɪᴀ.
    ᴅɪsᴘᴏsɪᴄɪóɴ ᴅᴇ ʟᴏs ᴄᴜᴇʀᴘᴏs: ʙᴏᴄᴀ ᴀʙᴀᴊᴏ, ᴇxᴛʀᴇᴍɪᴅᴀᴅᴇs ᴄᴏʟᴏᴄᴀᴅᴀs ᴅᴇ ʟᴀᴅᴏs ᴏᴘᴜᴇsᴛᴏs.
    ᴘᴀᴛʀóɴ: ᴘᴀʀᴇᴄᴇ ᴀᴛᴀᴄᴀʀ ᴅᴇ ᴍᴀᴅʀᴜɢᴀᴅᴀ.

    Pero... había algo más allí. Un registro que llevaba de sí mismo.

    ᴀᴜᴛᴏᴄᴏɴᴛʀᴏʟ:
    [ x ] ɪᴍᴘᴜʟsᴏ ᴘʀᴇsᴇɴᴛᴇ.
    [ ] ᴄᴏɴᴛʀᴏʟ ᴛᴏᴛᴀʟ.
    -ᴇʟ ᴅᴇsᴇᴏ ᴀᴜᴍᴇɴᴛᴀ ᴀʟ ᴠᴇʀ ᴛʀᴀʙᴀᴊᴏs ǫᴜᴇ ᴘᴜᴇᴅᴇɴ ᴘᴇʀғᴇᴄᴄɪᴏɴᴀʀsᴇ.

    Sus ojos bajaron hasta la página, a aquellas últimas líneas, deteniendo el movimiento del bolígrafo de repente con el puño cerrado. Apretó con ligereza. Una voz interna le decía que el criminal estaba arruinando cada asesinato con descuido. El podría haberlo hecho mejor.

    Suspiró a través de la nariz, lento. No era la primera vez que le ocurría, ni la última.

    "No voy a volver", se repitió como mantra, poco antes de escuchar pasos acercarse al área. Ahí mismo cerró la libreta con fuerza para guardarla en el bolsillo interior de su saco. No obstante, el bolígrafo siguió en su mano como intento de continuar regulándose a sí mismo mientras su atención iba hacia el sonido de los pasos.
    𝗠𝗮𝗿𝘁𝗲𝘀 - 𝟮𝟭:𝟯𝟰 Sentado en la banca de una pequeña plaza de mala muerte, con una libreta en la zurda y un bolígrafo en la diestra, Ethan miraba a la nada en frente suyo. No había demasiado para observar si se tenía en cuenta la pobre iluminación del sitio, pero a él le parecía perfecto por el hecho de estar solo y sin ruido alrededor. Bueno. Casi perfecto. De no ser porque la escena del crimen vista con el detective Graves esa mañana casi le causa perder su perfecto control, todo seguiría de maravilla. Pero hasta ese momento, en la banca, le estaba costando no ponerse de pie y hacer lo que terminó por llevarlo a prisión hace unos años atrás. Giró de manera precisa, calculada, el bolígrafo en su mano. Lo pasó de dedo en dedo, volvía a girarlo, lo equilibraba en su índice. Repetía. En la libreta habían varias anotaciones referente al caso. sᴇʟᴇᴄᴄɪóɴ ᴅᴇ ᴠíᴄᴛɪᴍᴀs: ᴍᴜᴊᴇʀᴇs ᴊóᴠᴇɴᴇs, ᴇɴᴛʀᴇ 𝟷𝟾 ᴀ 𝟸𝟷 ᴀñᴏs, ᴀᴘᴀʀᴇɴᴛᴇᴍᴇɴᴛᴇ ᴇʟᴇɢɪᴅᴀs ᴀʟ ᴀᴢᴀʀ. ᴍéᴛᴏᴅᴏ: ᴄᴏʀᴛᴇs ᴛᴏʀᴘᴇs, ɪʀʀᴇɢᴜʟᴀʀᴇs, sɪɴ ᴘʀᴇᴄɪsɪóɴ. ᴅᴇsᴍᴇᴍʙʀᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ ʙᴀᴊᴏ ɪɢɴᴏʀᴀɴᴄɪᴀ. ᴅɪsᴘᴏsɪᴄɪóɴ ᴅᴇ ʟᴏs ᴄᴜᴇʀᴘᴏs: ʙᴏᴄᴀ ᴀʙᴀᴊᴏ, ᴇxᴛʀᴇᴍɪᴅᴀᴅᴇs ᴄᴏʟᴏᴄᴀᴅᴀs ᴅᴇ ʟᴀᴅᴏs ᴏᴘᴜᴇsᴛᴏs. ᴘᴀᴛʀóɴ: ᴘᴀʀᴇᴄᴇ ᴀᴛᴀᴄᴀʀ ᴅᴇ ᴍᴀᴅʀᴜɢᴀᴅᴀ. Pero... había algo más allí. Un registro que llevaba de sí mismo. ᴀᴜᴛᴏᴄᴏɴᴛʀᴏʟ: [ x ] ɪᴍᴘᴜʟsᴏ ᴘʀᴇsᴇɴᴛᴇ. [ ] ᴄᴏɴᴛʀᴏʟ ᴛᴏᴛᴀʟ. -ᴇʟ ᴅᴇsᴇᴏ ᴀᴜᴍᴇɴᴛᴀ ᴀʟ ᴠᴇʀ ᴛʀᴀʙᴀᴊᴏs ǫᴜᴇ ᴘᴜᴇᴅᴇɴ ᴘᴇʀғᴇᴄᴄɪᴏɴᴀʀsᴇ. Sus ojos bajaron hasta la página, a aquellas últimas líneas, deteniendo el movimiento del bolígrafo de repente con el puño cerrado. Apretó con ligereza. Una voz interna le decía que el criminal estaba arruinando cada asesinato con descuido. El podría haberlo hecho mejor. Suspiró a través de la nariz, lento. No era la primera vez que le ocurría, ni la última. "No voy a volver", se repitió como mantra, poco antes de escuchar pasos acercarse al área. Ahí mismo cerró la libreta con fuerza para guardarla en el bolsillo interior de su saco. No obstante, el bolígrafo siguió en su mano como intento de continuar regulándose a sí mismo mientras su atención iba hacia el sonido de los pasos.
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  • ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios.

    ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos.

    ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳".

    ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada.

    —Que decepcionante —susurró para sí.

    ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦."

    —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado...

    ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros.

    —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas

    ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura.

    —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~

    ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
    ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios. ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos. ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳". ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada. —Que decepcionante —susurró para sí. ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦." —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado... ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros. —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura. —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~ ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
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  • El Baratie estaba a reventar de clientes. El bullicio de voces, risas y brindis apenas era superado por el golpeteo constante de platos sobre las mesas. Entre todo ese caos, una figura rubia destacaba, avanzaba entre las mesas con cinco platos perfectamente equilibrados.

    —¡Cuidado con las manos, que esto no es buffet libre, idiotas!

    Gruñó, esquivando un brazo que casi choca con la torre de comida, para luego sonreír mientras se dirigía a la mesa.
    El Baratie estaba a reventar de clientes. El bullicio de voces, risas y brindis apenas era superado por el golpeteo constante de platos sobre las mesas. Entre todo ese caos, una figura rubia destacaba, avanzaba entre las mesas con cinco platos perfectamente equilibrados. —¡Cuidado con las manos, que esto no es buffet libre, idiotas! Gruñó, esquivando un brazo que casi choca con la torre de comida, para luego sonreír mientras se dirigía a la mesa.
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  • La fiesta ardía como un ritual antiguo, oculta entre los árboles oscuros y la neblina que rozaba las copas con dedos invisibles. Antorchas temblaban al ritmo de tambores lejanos, y el aire se llenaba de un incienso espeso, casi embriagador. Era una celebración de los que ya no temían a los dioses ni a las sombras. Una fiesta pagana, donde lo sagrado y lo profano danzaban entrelazados.

    Lilith Blackwood no era el centro de la multitud.

    Y sin embargo, era imposible no mirarla.

    Se deslizaba entre cuerpos sin rozarlos, como si flotara sobre el suelo de tierra mojada. Su vestido negro —translúcido, etéreo— apenas contenía la promesa de su silueta. La luz del fuego bailaba entre los pliegues de la tela como si obedeciera su voluntad. El cabello, plata líquida, caía en cascadas sobre sus hombros desnudos. Y sus ojos... sus ojos parecían soñadores cerrando los en busca de respuestas y en muestra de lo mucho que disfrutaba ser libre.

    Bastaba su risa, baja y cortante como el canto de una copa de cristal, para hacer que las miradas se volvieran hacia ella con hambre. Bastaba su perfume, una mezcla de azahar, sangre y algo más —algo que no debía tener nombre— para que los pasos se dirigieran hacia donde ella estaba, sin que sus dueños supieran por qué.

    Bailaba sola, sí.

    Pero el círculo a su alrededor crecía limitaneo a observar, como si temieran romper el hechizo. Y ella, Lilith, danzaba con una lentitud peligrosa, como si bailara no para entretener, sino para ella misma , buscando la libertad en cada uno de sus pasos con sus pies descalzos, lo que empezó como solo una fiesta ahora un momento de liberación para ella.

    Cómo si el aire cambiará para Lilith detuvo su giro, casi mperceptiblemente, como si algo —o alguien— hubiera alterado el flujo invisible que seguía su danza. No fue una mirada lo que la llamó, ni una palabra. Fue una presencia.

    De entre las sombras logro divisar la mirada de un extraño -no tan extraño- y sin romper su ritmo se acercó, con el cabello revuelto por bailar y por el aire , agitada pero feliz, extendio su mano a el

    —Baila conmigo —fue lo único que dijo mientras su sonrisa , su paz y esa energía aún seguían en su cuerpo desprendiéndose y contagiando a quien se acercara, no era un conjuro, no era un hechizo era Lilith siendo ella misma.
    La fiesta ardía como un ritual antiguo, oculta entre los árboles oscuros y la neblina que rozaba las copas con dedos invisibles. Antorchas temblaban al ritmo de tambores lejanos, y el aire se llenaba de un incienso espeso, casi embriagador. Era una celebración de los que ya no temían a los dioses ni a las sombras. Una fiesta pagana, donde lo sagrado y lo profano danzaban entrelazados. Lilith Blackwood no era el centro de la multitud. Y sin embargo, era imposible no mirarla. Se deslizaba entre cuerpos sin rozarlos, como si flotara sobre el suelo de tierra mojada. Su vestido negro —translúcido, etéreo— apenas contenía la promesa de su silueta. La luz del fuego bailaba entre los pliegues de la tela como si obedeciera su voluntad. El cabello, plata líquida, caía en cascadas sobre sus hombros desnudos. Y sus ojos... sus ojos parecían soñadores cerrando los en busca de respuestas y en muestra de lo mucho que disfrutaba ser libre. Bastaba su risa, baja y cortante como el canto de una copa de cristal, para hacer que las miradas se volvieran hacia ella con hambre. Bastaba su perfume, una mezcla de azahar, sangre y algo más —algo que no debía tener nombre— para que los pasos se dirigieran hacia donde ella estaba, sin que sus dueños supieran por qué. Bailaba sola, sí. Pero el círculo a su alrededor crecía limitaneo a observar, como si temieran romper el hechizo. Y ella, Lilith, danzaba con una lentitud peligrosa, como si bailara no para entretener, sino para ella misma , buscando la libertad en cada uno de sus pasos con sus pies descalzos, lo que empezó como solo una fiesta ahora un momento de liberación para ella. Cómo si el aire cambiará para Lilith detuvo su giro, casi mperceptiblemente, como si algo —o alguien— hubiera alterado el flujo invisible que seguía su danza. No fue una mirada lo que la llamó, ni una palabra. Fue una presencia. De entre las sombras logro divisar la mirada de un extraño -no tan extraño- y sin romper su ritmo se acercó, con el cabello revuelto por bailar y por el aire , agitada pero feliz, extendio su mano a el —Baila conmigo —fue lo único que dijo mientras su sonrisa , su paz y esa energía aún seguían en su cuerpo desprendiéndose y contagiando a quien se acercara, no era un conjuro, no era un hechizo era Lilith siendo ella misma.
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  • Se tomó su día libre para reorganizar sus pasatiempos. Pero antes, visito la biblioteca y dono algunos libros - ya no útiles - que tenía guardados desde el día de la mudanza.
    Se tomó su día libre para reorganizar sus pasatiempos. Pero antes, visito la biblioteca y dono algunos libros - ya no útiles - que tenía guardados desde el día de la mudanza.
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  • Ese día el ascensor había fallado. Se detuvo entre el tercer y cuarto piso. Durante los vientisiete minutos que estuvo atrapada, Alaska contó las respiraciones de la mujer que compartía el espacio con ella (unas 37 respiraciones por minuto, lo que era un indicador de pánico) y registro cada uno de sus suspiros de ansiedad. Sin contar que la mujer hablaba demasiado. No fue peligroso. Fue ruidoso. Cuando la puerta se abrió finalmente, Alaska salió sin decir una sola palabra, pero cada paso hacia su apartamento era más rígido que el anterior.

    Ese mismo día, de pie frente a su ventana, hizo lo que siempre hacía cuando el mundo exterior parecía filtrarse demasiado: evaluar variables.

    — El apartamento tiene 47 metros cuadrados, 3 ventanas, 1 puerta principal, y 35 vecinos cuyos horarios he mapeado. . . Y aún así, la probabilidad de interacciones no deseadas sigue siendo del 63.7%

    Se acercó a la ventana, apartó la cortina y asomó su rostro, sintiendo los rayos cálidos sobre su piel.

    — Los apartamentos son organismos compartidos. Pasillos. Ascensores. Escaleras. Gente. —pausa breve— Pero una casa. . . no tiene eso. Una casa es un perímetro cerrado. . .

    Cerró la ventana, fue hacia su libreta y abrió una página en blanco. En la parte superior escribió: "Cosas por hacer: Reubicación. Mudarme a una casa"

    — Si —susurró, y fue la conclusión mas lógica a la que llegó— lo mejor será conseguir una casa para vivir. . . Ahora solo necesito conseguir una casa en alquiler que mi sueldo de empleada en la tienda pueda pagar...
    Ese día el ascensor había fallado. Se detuvo entre el tercer y cuarto piso. Durante los vientisiete minutos que estuvo atrapada, Alaska contó las respiraciones de la mujer que compartía el espacio con ella (unas 37 respiraciones por minuto, lo que era un indicador de pánico) y registro cada uno de sus suspiros de ansiedad. Sin contar que la mujer hablaba demasiado. No fue peligroso. Fue ruidoso. Cuando la puerta se abrió finalmente, Alaska salió sin decir una sola palabra, pero cada paso hacia su apartamento era más rígido que el anterior. Ese mismo día, de pie frente a su ventana, hizo lo que siempre hacía cuando el mundo exterior parecía filtrarse demasiado: evaluar variables. — El apartamento tiene 47 metros cuadrados, 3 ventanas, 1 puerta principal, y 35 vecinos cuyos horarios he mapeado. . . Y aún así, la probabilidad de interacciones no deseadas sigue siendo del 63.7% Se acercó a la ventana, apartó la cortina y asomó su rostro, sintiendo los rayos cálidos sobre su piel. — Los apartamentos son organismos compartidos. Pasillos. Ascensores. Escaleras. Gente. —pausa breve— Pero una casa. . . no tiene eso. Una casa es un perímetro cerrado. . . Cerró la ventana, fue hacia su libreta y abrió una página en blanco. En la parte superior escribió: "Cosas por hacer: Reubicación. Mudarme a una casa" — Si —susurró, y fue la conclusión mas lógica a la que llegó— lo mejor será conseguir una casa para vivir. . . Ahora solo necesito conseguir una casa en alquiler que mi sueldo de empleada en la tienda pueda pagar...
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  • El siglo XXI cambió las cadenas, no a los prisioneros. Yo sigo liberandolos.🪻
    Neones, humo y acero… todo da igual. Donde otros ven monstruos, yo veo sombras que esperan ser libres.
    🌑 El siglo XXI cambió las cadenas, no a los prisioneros. Yo sigo liberandolos.🪻 Neones, humo y acero… todo da igual. Donde otros ven monstruos, yo veo sombras que esperan ser libres.
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  • — Entonces... Suena mejor "Me comienzas a quemar con tu manera de besar"... —rasgueó algunos acordes, tarareando lo que sería la letra — Oye Thalya, estoy de rodillas suplicandote que seas mía... Y me pone mal, tu piel me hace gritar.

    Asintió un par de veces, repitiendo el coro, para luego anotar en una libretita las modificaciones.
    — Entonces... Suena mejor "Me comienzas a quemar con tu manera de besar"... —rasgueó algunos acordes, tarareando lo que sería la letra — Oye Thalya, estoy de rodillas suplicandote que seas mía... Y me pone mal, tu piel me hace gritar. Asintió un par de veces, repitiendo el coro, para luego anotar en una libretita las modificaciones.
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