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    || Ya que no tenemos telequinesis, os digo: NO ROLEO POR MP. En mensajes privados han intentado hacer cosas muy desagradables a mis personajes sin mi consentimiento y es una situación que quiero evitar a toda costa.

    Si quieres planear una trama, ¡claro que puedes escribirme un mensaje privado! Pero todo rol que llevemos a cabo, será a través de las herramientas que la plataforma nos brinda y con privacidad para "amigos" si así te sientes más seguro.
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    Diablos ahora entiendo por qué algunos quedan "enganchados" con esas herramientas de generación de textos automatizados.
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  • ── La vida sigue...¿No es así?
    Insípida, insulsa, anodino, banal, gris, seca, infeliz, patética... No importa cómo lo diga, me siento muerta en vida. ──

    La duquesa respondió al mayordomo que se había tomado personal apoyarla en su visita de negocios, ajena a que estaba siendo espiada por ese mismo mayordomo.
    Y no era para menos estaba siendo forzada a conocer a posibles hombres que hagan su fortuna aún más grande de lo que ya es.
    Que proveen la mano de obra leal y más herramientas para excavar las interminables minas que son su propiedad. Tenía tanta fortuna, que ni su séptima u octava generación vería la diferencia en los números, no le importaba lo que alguien de ellos podría o no aportar.

    Entonces, uno de los prospectos más fuertes entró por la puerta, escoltado por sus soldados con ese aire de superioridad y dominancia que todo hombre soñaba tener...pero...

    La mirada de Sylvaine estaba puesta en alguien más, de manera fija, alguien completamente fuera de su alcance, alguien que se suponía le había dejado en claro su rechazo y ahora lo veía de manera clara, la forma en la que él protegía a esa mujer de cabellos blancos que sin duda se veía enérgica y joven.

    Era claro, más claro que el agua, no era la juventud, no era la energía... el problema era ella.
    Él ni siquiera le volteó a ver ¿tan horrible era Sylvie? ¿tan insoportable era su mera presencia?

    Las palabras del posible pretendiente sonaban como balbuceos lejanos los cuales ella interrumpió para que él la dejara ir.

    Dio unos cuantos pasos sosteniendo su vestido, planeaba ir detrás de ellos dos, encararlo de una buena vez, no se iba a detener hasta que él verbalmente se lo dijera.

    Pero la misma gente...no los quería juntos, por lo que apenas Adelgard y su acompañante pasaron a otra zona, dos guardias le cerraron el paso a ella, argumentando que la sala solo era para ciudadanos.

    El pecho de la duquesa se sintió pesado, aún así, pidió apoyo para pasar. "Solo saludar a un viejo amigo, solo eso y nada más" mintió.
    Pero ni así, le permitieron pasar.
    ── La vida sigue...¿No es así? Insípida, insulsa, anodino, banal, gris, seca, infeliz, patética... No importa cómo lo diga, me siento muerta en vida. ── La duquesa respondió al mayordomo que se había tomado personal apoyarla en su visita de negocios, ajena a que estaba siendo espiada por ese mismo mayordomo. Y no era para menos estaba siendo forzada a conocer a posibles hombres que hagan su fortuna aún más grande de lo que ya es. Que proveen la mano de obra leal y más herramientas para excavar las interminables minas que son su propiedad. Tenía tanta fortuna, que ni su séptima u octava generación vería la diferencia en los números, no le importaba lo que alguien de ellos podría o no aportar. Entonces, uno de los prospectos más fuertes entró por la puerta, escoltado por sus soldados con ese aire de superioridad y dominancia que todo hombre soñaba tener...pero... La mirada de Sylvaine estaba puesta en alguien más, de manera fija, alguien completamente fuera de su alcance, alguien que se suponía le había dejado en claro su rechazo y ahora lo veía de manera clara, la forma en la que él protegía a esa mujer de cabellos blancos que sin duda se veía enérgica y joven. Era claro, más claro que el agua, no era la juventud, no era la energía... el problema era ella. Él ni siquiera le volteó a ver ¿tan horrible era Sylvie? ¿tan insoportable era su mera presencia? Las palabras del posible pretendiente sonaban como balbuceos lejanos los cuales ella interrumpió para que él la dejara ir. Dio unos cuantos pasos sosteniendo su vestido, planeaba ir detrás de ellos dos, encararlo de una buena vez, no se iba a detener hasta que él verbalmente se lo dijera. Pero la misma gente...no los quería juntos, por lo que apenas Adelgard y su acompañante pasaron a otra zona, dos guardias le cerraron el paso a ella, argumentando que la sala solo era para ciudadanos. El pecho de la duquesa se sintió pesado, aún así, pidió apoyo para pasar. "Solo saludar a un viejo amigo, solo eso y nada más" mintió. Pero ni así, le permitieron pasar.
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  • ➤ “Mi querido 𝘏𝘦𝘳𝘳 𝘚𝘤𝘰𝘶𝘵, parece que has olvidado la primera regla de la práctica médica: un buen médico siempre lleva sus herramientas. Y cuando la situación requiere... cirugía creativa. ¡Uno debe adaptarse! Permiteme tocar estos últimos momentos... Antes de que veas la profundidad del pozo del infierno hasta que no tengas nadie más quien pueda sacarte de tu miseria. ¡Sigue intentándolo y correras mas lejos que el coyote!”
    ➤ “Mi querido 𝘏𝘦𝘳𝘳 𝘚𝘤𝘰𝘶𝘵, parece que has olvidado la primera regla de la práctica médica: un buen médico siempre lleva sus herramientas. Y cuando la situación requiere... cirugía creativa. ¡Uno debe adaptarse! Permiteme tocar estos últimos momentos... Antes de que veas la profundidad del pozo del infierno hasta que no tengas nadie más quien pueda sacarte de tu miseria. ¡Sigue intentándolo y correras mas lejos que el coyote!”
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  • El mercado del pueblo bullía de actividad. Los puestos ofrecían desde frutas frescas hasta herramientas de herrería, y los comerciantes alzaban la voz para atraer a los transeúntes. Skuld caminaba despacio entre la multitud, sosteniendo una pequeña bolsa de monedas mientras Cayus flotaba a su lado, sus grandes ojos observando con curiosidad todo a su alrededor.

    —¿Qué te parece esto? —preguntó Skuld, deteniéndose frente a un puesto que exhibía dulces cubiertos de azúcar.

    Cayus emitió un suave bip, inclinándose hacia adelante para mirar los dulces, pero luego dejó escapar un ruidito seco, como si bufara. Skuld arqueó una ceja y suspiró.

    —Sí, ya sé. No alcanza para nada.

    Siguieron caminando, pasando por un puesto de amuletos, otro de frutas y uno más de herramientas de cocina. Cada vez que Skuld intentaba sacar su pequeña bolsa de monedas, Cayus lanzaba un pip pip alarmado, flotando delante de ella como si quisiera impedirle comprar.

    Finalmente, se detuvieron frente a un panadero que mostraba sus hogazas doradas y humeantes. Skuld examinó las monedas restantes en su bolsa y luego miró al panadero.

    —Una barra de pan, por favor.

    El panadero le entregó la hogaza envuelta en un trozo de papel marrón. Skuld suspiró, sosteniéndola con ambas manos mientras se alejaban del bullicio. Cayus flotaba detrás de ella, emitiendo un leve brrr de lo que parecía ser resignación.

    Llegaron a las afueras del pueblo, donde un árbol solitario ofrecía su sombra. Skuld se sentó bajo él, rompiendo el pan en dos. Extendió un trozo hacia Cayus, quien se acercó y lo tomó entre sus diminutas manitas.

    —Bueno, no fue lo que esperaba, pero al menos tenemos esto —dijo Skuld, más para sí misma que para su pequeño compañero.

    Cayus emitió un suave bip bip, su tono de piel cambiando a un cálido color dorado mientras mordisqueaba el pan. Skuld no pudo evitar sonreír al verlo.

    Se reclinó contra el tronco del árbol, arrancando pequeños pedazos del pan y llevándoselos a la boca. El sol filtrado entre las hojas pintaba el suelo con manchas de luz, y el suave viento hacía que las ramas crujieran de forma relajante.

    Cayus flotó hasta apoyarse contra su hombro, soltando un leve brrr de satisfacción.

    —Supongo que no estuvo tan mal después de todo, ¿verdad?

    Aunque Cayus no respondió con palabras, su color dorado y la tranquilidad que irradiaba eran respuesta suficiente. Y así, compartiendo una simple hogaza de pan bajo un árbol, ambos disfrutaron del momento, felices por la pequeña aventura que habían vivido juntos.
    El mercado del pueblo bullía de actividad. Los puestos ofrecían desde frutas frescas hasta herramientas de herrería, y los comerciantes alzaban la voz para atraer a los transeúntes. Skuld caminaba despacio entre la multitud, sosteniendo una pequeña bolsa de monedas mientras Cayus flotaba a su lado, sus grandes ojos observando con curiosidad todo a su alrededor. —¿Qué te parece esto? —preguntó Skuld, deteniéndose frente a un puesto que exhibía dulces cubiertos de azúcar. Cayus emitió un suave bip, inclinándose hacia adelante para mirar los dulces, pero luego dejó escapar un ruidito seco, como si bufara. Skuld arqueó una ceja y suspiró. —Sí, ya sé. No alcanza para nada. Siguieron caminando, pasando por un puesto de amuletos, otro de frutas y uno más de herramientas de cocina. Cada vez que Skuld intentaba sacar su pequeña bolsa de monedas, Cayus lanzaba un pip pip alarmado, flotando delante de ella como si quisiera impedirle comprar. Finalmente, se detuvieron frente a un panadero que mostraba sus hogazas doradas y humeantes. Skuld examinó las monedas restantes en su bolsa y luego miró al panadero. —Una barra de pan, por favor. El panadero le entregó la hogaza envuelta en un trozo de papel marrón. Skuld suspiró, sosteniéndola con ambas manos mientras se alejaban del bullicio. Cayus flotaba detrás de ella, emitiendo un leve brrr de lo que parecía ser resignación. Llegaron a las afueras del pueblo, donde un árbol solitario ofrecía su sombra. Skuld se sentó bajo él, rompiendo el pan en dos. Extendió un trozo hacia Cayus, quien se acercó y lo tomó entre sus diminutas manitas. —Bueno, no fue lo que esperaba, pero al menos tenemos esto —dijo Skuld, más para sí misma que para su pequeño compañero. Cayus emitió un suave bip bip, su tono de piel cambiando a un cálido color dorado mientras mordisqueaba el pan. Skuld no pudo evitar sonreír al verlo. Se reclinó contra el tronco del árbol, arrancando pequeños pedazos del pan y llevándoselos a la boca. El sol filtrado entre las hojas pintaba el suelo con manchas de luz, y el suave viento hacía que las ramas crujieran de forma relajante. Cayus flotó hasta apoyarse contra su hombro, soltando un leve brrr de satisfacción. —Supongo que no estuvo tan mal después de todo, ¿verdad? Aunque Cayus no respondió con palabras, su color dorado y la tranquilidad que irradiaba eran respuesta suficiente. Y así, compartiendo una simple hogaza de pan bajo un árbol, ambos disfrutaron del momento, felices por la pequeña aventura que habían vivido juntos.
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  • La sala de tratamiento estaba en silencio, salvo por el tenue zumbido de los tubos fluorescentes. Shoko se inclinaba sobre una camilla vacía, limpiando las manchas de sangre seca en las sábanas con movimientos metódicos. No le gustaba dejar el trabajo a medias, aunque odiaba admitir que aquello le daba cierto sentido de control. El olor metálico de la sangre persistía, mezclándose con el desinfectante que había usado momentos antes.

    Se enderezó, encendiendo un cigarrillo con el encendedor desgastado que siempre llevaba en el bolsillo. Dio una larga calada, dejando que el humo llenara sus pulmones y luego se disipara en el aire. Miró el reloj en la pared: las tres de la madrugada. Esa era la hora en la que todo parecía más crudo, más honesto. La hora donde los pensamientos no pedían permiso para invadirla.

    Shoko caminó hacia la ventana abierta. Afuera, la luna bañaba el patio en una luz tenue y fría. El viento helado rozó su rostro, pero no hizo ningún intento por cerrarla. Era extraño cómo aquella brisa nocturna parecía ser lo único que le recordaba que aún estaba viva, que aún existía más allá de las sombras de los demás.

    Pensó en todo lo que había visto ese día: maldiciones que apenas lograron ser exorcizadas, estudiantes heridos que le pedían que no dejara de curarlos, aunque apenas podían hablar del dolor. Se había acostumbrado al trabajo, al horror constante. Pero a veces, como ahora, la acumulación de esas imágenes se filtraba en su mente, quedándose atrapadas en un rincón donde ni el humo podía alcanzarlas.

    Dejó escapar una risa seca. Había tenido la oportunidad de escoger una vida más sencilla. Podría haber sido médica en cualquier hospital ordinario, tratando enfermedades normales y lidiando con problemas humanos. Pero no, había elegido esto: sangre, maldiciones y cicatrices que nadie más podía ver.

    "¿Por qué lo hago?" murmuró en voz baja, dirigiéndose al reflejo borroso de su rostro en el vidrio de la ventana. "¿Por qué sigo aquí?"

    La respuesta no llegó. Nunca llegaba. Tal vez no existía.

    Apagó el cigarrillo contra el borde de la ventana y dejó que la colilla cayera al suelo del patio. Volvió a la sala de tratamiento, recogiendo las herramientas que había usado y guardándolas con precisión casi ritual. Cada objeto tenía su lugar, y esa rutina era lo único que le daba estructura a su caos interno.

    Finalmente, se sentó en la silla giratoria junto al escritorio, encendiendo otra vez su encendedor sin intención de usarlo. La llama bailaba delante de sus ojos, proyectando sombras que parecían figuras familiares: rostros de amigos que ya no estaban, de estudiantes que se habían marchado demasiado pronto. Cerró el encendedor con un chasquido y apoyó la cabeza entre las manos.

    El amanecer no estaba lejos, pero Shoko sabía que esa noche, como tantas otras, no dormiría. No porque no pudiera, sino porque no quería.
    La sala de tratamiento estaba en silencio, salvo por el tenue zumbido de los tubos fluorescentes. Shoko se inclinaba sobre una camilla vacía, limpiando las manchas de sangre seca en las sábanas con movimientos metódicos. No le gustaba dejar el trabajo a medias, aunque odiaba admitir que aquello le daba cierto sentido de control. El olor metálico de la sangre persistía, mezclándose con el desinfectante que había usado momentos antes. Se enderezó, encendiendo un cigarrillo con el encendedor desgastado que siempre llevaba en el bolsillo. Dio una larga calada, dejando que el humo llenara sus pulmones y luego se disipara en el aire. Miró el reloj en la pared: las tres de la madrugada. Esa era la hora en la que todo parecía más crudo, más honesto. La hora donde los pensamientos no pedían permiso para invadirla. Shoko caminó hacia la ventana abierta. Afuera, la luna bañaba el patio en una luz tenue y fría. El viento helado rozó su rostro, pero no hizo ningún intento por cerrarla. Era extraño cómo aquella brisa nocturna parecía ser lo único que le recordaba que aún estaba viva, que aún existía más allá de las sombras de los demás. Pensó en todo lo que había visto ese día: maldiciones que apenas lograron ser exorcizadas, estudiantes heridos que le pedían que no dejara de curarlos, aunque apenas podían hablar del dolor. Se había acostumbrado al trabajo, al horror constante. Pero a veces, como ahora, la acumulación de esas imágenes se filtraba en su mente, quedándose atrapadas en un rincón donde ni el humo podía alcanzarlas. Dejó escapar una risa seca. Había tenido la oportunidad de escoger una vida más sencilla. Podría haber sido médica en cualquier hospital ordinario, tratando enfermedades normales y lidiando con problemas humanos. Pero no, había elegido esto: sangre, maldiciones y cicatrices que nadie más podía ver. "¿Por qué lo hago?" murmuró en voz baja, dirigiéndose al reflejo borroso de su rostro en el vidrio de la ventana. "¿Por qué sigo aquí?" La respuesta no llegó. Nunca llegaba. Tal vez no existía. Apagó el cigarrillo contra el borde de la ventana y dejó que la colilla cayera al suelo del patio. Volvió a la sala de tratamiento, recogiendo las herramientas que había usado y guardándolas con precisión casi ritual. Cada objeto tenía su lugar, y esa rutina era lo único que le daba estructura a su caos interno. Finalmente, se sentó en la silla giratoria junto al escritorio, encendiendo otra vez su encendedor sin intención de usarlo. La llama bailaba delante de sus ojos, proyectando sombras que parecían figuras familiares: rostros de amigos que ya no estaban, de estudiantes que se habían marchado demasiado pronto. Cerró el encendedor con un chasquido y apoyó la cabeza entre las manos. El amanecer no estaba lejos, pero Shoko sabía que esa noche, como tantas otras, no dormiría. No porque no pudiera, sino porque no quería.
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  • #AnuncioImportante

    ¡Atención, comunidad de FicRol!

    Este es un anuncio importante de parte de la administración, moderación y RolSage de la plataforma, para todos los personajes de FicRol:

    Desde la creación de FicRol el día 1 de Abril de 2023, la administración ha creado eventos donde los personajes participasen, interactuasen y ganasen fantásticos premios. A saber, la MetGala, evento de crossover, evento de Starter, Tapiz de Perfil, Gala de Aniversario...


    ¡Y ha sido muy interesante ver a todos los personajes participar y evolucionar!

    Pero ahora la administración, valiéndose de una política de transparencia, ha decidido que es hora de pasar el testigo a los propios personajes dejando que sean ellos los que creen sus propios eventos. Por ello, hasta nuevo aviso, la administración no creará más eventos mensuales.

    De modo que...

    Hacemos un llamado a nuestros usuarios para que, tomando la creatividad en sus manos, generen sus instancias de rol con temáticas festivas. A lo largo de los meses se han implementado y mejorado herramientas, que quedan a su entera disposición para generar momentos junto a los demás usuarios en donde puedan compartir. Los eventos son una de esas herramientas.

    ¿Cómo funciona?
    Simplemente accedan a la sección de creación de eventos, elijan el tema que más les apasione y empiecen a dar vida a sus ideas. ¡Las posibilidades son infinitas! Cumpleaños, bodas, fiestas de aniversario, fiestas de Navidad, de año nuevo, karaoke...

    Este es un espacio para que cada uno de ustedes aporte su visión y se conecte con otros narradores. ¡No se pierdan la oportunidad de hacer realidad sus historias!

    ¡Empiecen a crear y a compartir hoy mismo!

    Su participación es clave para que FicRol siga creciendo como la comunidad vibrante que somos. ¡Esperamos ver sus eventos pronto!

    ¡Gracias por ser parte de FicRol!

    En esta guia se explica lo necesario sobre Eventos: https://ficrol.com/posts/139640

    Mensaje redactado por la RolSage Caroline Forbes y la subadministradora de FicRol, Zairissa Dorpione

    #FicRol #Administración #Moderación #RolSage
    #AnuncioImportante 🌟 ¡Atención, comunidad de FicRol! 🌟 📣 Este es un anuncio importante de parte de la administración, moderación y RolSage de la plataforma, para todos los personajes de FicRol: Desde la creación de FicRol el día 1 de Abril de 2023, la administración ha creado eventos donde los personajes participasen, interactuasen y ganasen fantásticos premios. A saber, la MetGala, evento de crossover, evento de Starter, Tapiz de Perfil, Gala de Aniversario... 🤩 ¡Y ha sido muy interesante ver a todos los personajes participar y evolucionar! 👤 Pero ahora la administración, valiéndose de una política de transparencia, ha decidido que es hora de pasar el testigo a los propios personajes dejando que sean ellos los que creen sus propios eventos. Por ello, hasta nuevo aviso, la administración no creará más eventos mensuales. De modo que... ⭐ Hacemos un llamado a nuestros usuarios para que, tomando la creatividad en sus manos, generen sus instancias de rol con temáticas festivas. A lo largo de los meses se han implementado y mejorado herramientas, que quedan a su entera disposición para generar momentos junto a los demás usuarios en donde puedan compartir. Los eventos son una de esas herramientas. 👉 ¿Cómo funciona? Simplemente accedan a la sección de creación de eventos, elijan el tema que más les apasione y empiecen a dar vida a sus ideas. ¡Las posibilidades son infinitas! Cumpleaños, bodas, fiestas de aniversario, fiestas de Navidad, de año nuevo, karaoke... Este es un espacio para que cada uno de ustedes aporte su visión y se conecte con otros narradores. ¡No se pierdan la oportunidad de hacer realidad sus historias! 📅 ¡Empiecen a crear y a compartir hoy mismo! Su participación es clave para que FicRol siga creciendo como la comunidad vibrante que somos. ¡Esperamos ver sus eventos pronto! ¡Gracias por ser parte de FicRol! 🎭✨ En esta guia se explica lo necesario sobre Eventos: https://ficrol.com/posts/139640 📌 Mensaje redactado por la RolSage [CarolineForbes] y la subadministradora de FicRol, [Dorpione] #FicRol #Administración #Moderación #RolSage
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    𝐄𝐥 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐠𝐮𝐚𝐫𝐝𝐚𝐝𝐨

    Había tanto que decir, pero poco tiempo.
    Un adiós ¿Tal vez?
    El ¡Hasta luego! Nos vemos mañana, Aquel te amo ho ese lo siento; había tanto que decir, pero nada de tiempo.

    Silencioso lloraba el corazón de la menor, descubrió entre las cosas de su hermano, lo que jamás pensó hallar, el último diario de puño y letra de su madre; en el, como sonetos, danzaban sentimientos a los que, lamentablemente atormentaban a su madre, con ello podía entender mucho más lo que en su momento fueron fuertes palabras. —"𝐍𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐝𝐞𝐬 𝐭𝐮 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨𝐧 𝐩𝐨𝐫 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐥𝐞𝐭𝐨"— Una flor debe tener siempre un mecanismo me defensa, como una rosa, elegante y arisca que cuidado con recelo sus pétalos; pese ha ello nunca conoció a una mujer tan dada a los demás.

    Dentro de su sufrimiento encontró la valentía para sacarlos hacia adelante, criarlos y darles las herramientas necesarias, a pesar que el tiempo lo tenía contado.

    Uno de sus escritos con su frase favorita, causó alboroto en las entrañas de Kokia; el llanto no tardo en hacerse presente, la taza de chocolate y malvaviscos fue el ancla para no sentir que de derrumbaba allí, y con ello, ser descubierta por su hermano, cuando tenia tantas páginas por leer, tantas que le brindaban consuelo, como otras, que le partian el alma a gajos. Lo que si estaba segura es que en ese momento, sintió aquel aroma, conjunto al abrazo de su madre.
    ㅤㅤ ㅤ 𝐄𝐥 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐠𝐮𝐚𝐫𝐝𝐚𝐝𝐨 ㅤ Había tanto que decir, pero poco tiempo. Un adiós ¿Tal vez? El ¡Hasta luego! Nos vemos mañana, Aquel te amo ho ese lo siento; había tanto que decir, pero nada de tiempo. Silencioso lloraba el corazón de la menor, descubrió entre las cosas de su hermano, lo que jamás pensó hallar, el último diario de puño y letra de su madre; en el, como sonetos, danzaban sentimientos a los que, lamentablemente atormentaban a su madre, con ello podía entender mucho más lo que en su momento fueron fuertes palabras. —"𝐍𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐝𝐞𝐬 𝐭𝐮 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨𝐧 𝐩𝐨𝐫 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐥𝐞𝐭𝐨"— Una flor debe tener siempre un mecanismo me defensa, como una rosa, elegante y arisca que cuidado con recelo sus pétalos; pese ha ello nunca conoció a una mujer tan dada a los demás. Dentro de su sufrimiento encontró la valentía para sacarlos hacia adelante, criarlos y darles las herramientas necesarias, a pesar que el tiempo lo tenía contado. Uno de sus escritos con su frase favorita, causó alboroto en las entrañas de Kokia; el llanto no tardo en hacerse presente, la taza de chocolate y malvaviscos fue el ancla para no sentir que de derrumbaba allí, y con ello, ser descubierta por su hermano, cuando tenia tantas páginas por leer, tantas que le brindaban consuelo, como otras, que le partian el alma a gajos. Lo que si estaba segura es que en ese momento, sintió aquel aroma, conjunto al abrazo de su madre.
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  • Entonces, una mañana muy temprano cuando el sol todavía no terminaba de levantarse, el brujo ya estaba en marcha hacia el bar, caminando deprisa. Ningún apuro le impulsaba y no había emergencia que atender, tampoco era presa de la ansiedad ni buscaba ejercitarse. Sólo quería andar rápido, quería disfrutar su pierna recuperada.

    Por supuesto, el bar está vacío. La roomba mágica es la segunda en hacer ruido en el lugar, aunque ni tanto, se trata de una máquina silenciosa. Tolek enciende las luces sin tocar interruptor alguno y se presta a preparar café. Salió de casa sin tomar desayuno.

    Dentro de poco debería llegar aquel a quien citó, James Benjamin Blackwood, y no quiere esperarle sin al menos una taza de café. Y es que a sabiendas de que no puede alimentarle, al menos quiere ofrecerle eso.

    Hoy deberían buscar el paradero de Nayla Vannicelli, sin número de celular al cual poder llamarle ni email para escribirle, mucho menos dirección alguna o siquiera una pista. Pero Tolek es una caja herramientas mágicas entre las que se encuentran varios tipos de hechizos capaces de encontrar a una persona perdida sin nada más que su recuerdo, y planea ponerlas en práctica... pero con el recuerdo de James, pues el suyo propio no es muy grato con respecto a la muchacha y seguramente afectaría el hechizo.

    #ElBrujoCojo
    Entonces, una mañana muy temprano cuando el sol todavía no terminaba de levantarse, el brujo ya estaba en marcha hacia el bar, caminando deprisa. Ningún apuro le impulsaba y no había emergencia que atender, tampoco era presa de la ansiedad ni buscaba ejercitarse. Sólo quería andar rápido, quería disfrutar su pierna recuperada. Por supuesto, el bar está vacío. La roomba mágica es la segunda en hacer ruido en el lugar, aunque ni tanto, se trata de una máquina silenciosa. Tolek enciende las luces sin tocar interruptor alguno y se presta a preparar café. Salió de casa sin tomar desayuno. Dentro de poco debería llegar aquel a quien citó, [Wendigo], y no quiere esperarle sin al menos una taza de café. Y es que a sabiendas de que no puede alimentarle, al menos quiere ofrecerle eso. Hoy deberían buscar el paradero de [Nayla0], sin número de celular al cual poder llamarle ni email para escribirle, mucho menos dirección alguna o siquiera una pista. Pero Tolek es una caja herramientas mágicas entre las que se encuentran varios tipos de hechizos capaces de encontrar a una persona perdida sin nada más que su recuerdo, y planea ponerlas en práctica... pero con el recuerdo de James, pues el suyo propio no es muy grato con respecto a la muchacha y seguramente afectaría el hechizo. #ElBrujoCojo
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  • -𝑻𝒓𝒂𝒎𝒂 𝑴𝒂́𝒈𝒊𝒄𝒂-


    La habitación de Junior no se limitaba a un dormitorio con una cama, una cómoda y un escritorio. Estaba compuesta, en realidad, por un complejo de habitaciones que harían en total unos tres cuartos unidos entre sí: un salón pequeño, con sillones, una mesa y lo que compone un salón en general; el dormitorio propiamente dicho, con un baño y un cambiador —lo que podría agregar dos habitaciones más a su complejo—, y su parte favorita: un estudio, que no podía compararse al de su padre, pero que estaba bien provisto con un escritorio, unas estanterías con libros que le habían sido obsequiados, y una sección donde hacía sus experimentos, dotado de un microscopio y diversas herramientas más propias de un científico que de un niño.

    Pero el chico en cuestión no estaba realizando ninguna actividad como esa. En realidad, hacia la actividad opuesta, algo que hace tan solo unos días habría pensado como mera fantasía.

    Sentado en la silla de su escritorio, de espaldas a la puerta, mirando hacia el ventanal; tenía los ojos cerrados y parecía sumido en sueños, pero estaba bien despierto, practicando manejar los hilos de la magia presentes en el ambiente.

    Aquella bruja llamada Bloom le había enseñado cómo interactuar con la magia, y Junior estaba en proceso de aprendizaje, tanteando esos hilos tímidamente.
    Pero, de repente, sintió algo que lo hizo saltar de su asiento, abrir los ojos y mirar hacia atrás.

    Era extraño, pero si pudiera describirlo con palabras, había experimentado una sensación oscura y siniestra. Y estaba detrás de esa puerta.

    De hecho, unos segundos después, escuchó unos golpes, suaves y acompasados.

    Junior lo reconoció como el mayordomo, por lo que se calmó.
    —Adelante —contestó, aún afectado por esa sensación extraña.

    La puerta fue abierta, y quien ingresó fue Sebastián, portando su característica sonrisa gentil.

    —Joven amo —dijo, trayendo en un carrito té y bocadillos.
    —Le he traído algo para comer. Es tarde y usted ha pasado mucho tiempo aquí sin comer nada.

    Sus palabras transmitían preocupación y, una vez más, Sebastián demostraba ser un mayordomo atento. Sin embargo, Junior todavía seguía sintiéndose extraño.
    Algo parecía decirle que estaba frente a un ser peligroso, maligno y retorcido.

    Junior veía el rostro sonriente de Sebastián con recelo, y se había quedado en su asiento quieto como una estatua, como si moverse implicara que la bestia frente a él se lanzara para devorarlo.

    Pero rápidamente se dio cuenta de lo absurdo que eran sus pensamientos.
    “Qué sinsentido. Sebastián es Sebastián”, pensó, asintiéndole con la cabeza al mayordomo, moviéndose y acomodándose para poder comer.

    El mayordomo se acercó y dispuso todo en la mesa, pero Junior seguía sintiendo ese aura proveniente de él, y estando tan cerca, la sensación se había intensificado. Fue agobiante: como si él mismo estuviera siendo corrompido por esa oscuridad que parecía rodear al sirviente.

    Corrió la cara hacia un lado, como si así pudiera evitar al hombre.

    Sebastián pareció notar su inquietud.
    —¿Se encuentra bien? —preguntó, con una ceja alzada en señal de preocupación.

    Junior asintió, restando importancia con un gesto de la mano.
    —Estoy bien. Puedes retirarte —indicó, deseando que se fuera lo antes posible.

    El mayordomo obedeció, lo reverenció y se retiró sin decir mucho más junto el carrito vacío.

    Cuando se hubo ido, y alejado lo suficiente, Junior soltó un suspiro de alivio. Se llevó una mano al corazón, que todavía latía de manera frenética.

    —¿Qué acaba de suceder? —se preguntó, perplejo.

    ¿Había sido la magia? ¿Había hecho algo malo tratando de invocarla?

    —Tal vez —pensó en voz alta. —Estaba queriendo decirme algo importante.
    -𝑻𝒓𝒂𝒎𝒂 𝑴𝒂́𝒈𝒊𝒄𝒂- La habitación de Junior no se limitaba a un dormitorio con una cama, una cómoda y un escritorio. Estaba compuesta, en realidad, por un complejo de habitaciones que harían en total unos tres cuartos unidos entre sí: un salón pequeño, con sillones, una mesa y lo que compone un salón en general; el dormitorio propiamente dicho, con un baño y un cambiador —lo que podría agregar dos habitaciones más a su complejo—, y su parte favorita: un estudio, que no podía compararse al de su padre, pero que estaba bien provisto con un escritorio, unas estanterías con libros que le habían sido obsequiados, y una sección donde hacía sus experimentos, dotado de un microscopio y diversas herramientas más propias de un científico que de un niño. Pero el chico en cuestión no estaba realizando ninguna actividad como esa. En realidad, hacia la actividad opuesta, algo que hace tan solo unos días habría pensado como mera fantasía. Sentado en la silla de su escritorio, de espaldas a la puerta, mirando hacia el ventanal; tenía los ojos cerrados y parecía sumido en sueños, pero estaba bien despierto, practicando manejar los hilos de la magia presentes en el ambiente. Aquella bruja llamada Bloom le había enseñado cómo interactuar con la magia, y Junior estaba en proceso de aprendizaje, tanteando esos hilos tímidamente. Pero, de repente, sintió algo que lo hizo saltar de su asiento, abrir los ojos y mirar hacia atrás. Era extraño, pero si pudiera describirlo con palabras, había experimentado una sensación oscura y siniestra. Y estaba detrás de esa puerta. De hecho, unos segundos después, escuchó unos golpes, suaves y acompasados. Junior lo reconoció como el mayordomo, por lo que se calmó. —Adelante —contestó, aún afectado por esa sensación extraña. La puerta fue abierta, y quien ingresó fue Sebastián, portando su característica sonrisa gentil. —Joven amo —dijo, trayendo en un carrito té y bocadillos. —Le he traído algo para comer. Es tarde y usted ha pasado mucho tiempo aquí sin comer nada. Sus palabras transmitían preocupación y, una vez más, Sebastián demostraba ser un mayordomo atento. Sin embargo, Junior todavía seguía sintiéndose extraño. Algo parecía decirle que estaba frente a un ser peligroso, maligno y retorcido. Junior veía el rostro sonriente de Sebastián con recelo, y se había quedado en su asiento quieto como una estatua, como si moverse implicara que la bestia frente a él se lanzara para devorarlo. Pero rápidamente se dio cuenta de lo absurdo que eran sus pensamientos. “Qué sinsentido. Sebastián es Sebastián”, pensó, asintiéndole con la cabeza al mayordomo, moviéndose y acomodándose para poder comer. El mayordomo se acercó y dispuso todo en la mesa, pero Junior seguía sintiendo ese aura proveniente de él, y estando tan cerca, la sensación se había intensificado. Fue agobiante: como si él mismo estuviera siendo corrompido por esa oscuridad que parecía rodear al sirviente. Corrió la cara hacia un lado, como si así pudiera evitar al hombre. Sebastián pareció notar su inquietud. —¿Se encuentra bien? —preguntó, con una ceja alzada en señal de preocupación. Junior asintió, restando importancia con un gesto de la mano. —Estoy bien. Puedes retirarte —indicó, deseando que se fuera lo antes posible. El mayordomo obedeció, lo reverenció y se retiró sin decir mucho más junto el carrito vacío. Cuando se hubo ido, y alejado lo suficiente, Junior soltó un suspiro de alivio. Se llevó una mano al corazón, que todavía latía de manera frenética. —¿Qué acaba de suceder? —se preguntó, perplejo. ¿Había sido la magia? ¿Había hecho algo malo tratando de invocarla? —Tal vez —pensó en voz alta. —Estaba queriendo decirme algo importante.
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