• Kael subió el último escalón con la respiración un poco acelerada y la caja de herramientas golpeándole el muslo. La llamada había sido hacía menos de veinte minutos: *“Che, hermano, te tiro un laburito rápido. Estoy tapado. Es en tal dirección. Andá ya si podés.”*
    Y acá estaba.

    Frunció el ceño para leer bien el número del departamento y, cuando lo encontró, golpeó dos veces con los nudillos, directo y sin rodeos.

    —Buenas —saludó cuando la puerta se abrió, pasándose una mano por el cabello, todavía húmedo por la lluvia de camino—. Soy Kael… un amigo tuyo o de tu contratista—hizo un gesto con la mano—…me pidió que lo cubra con este trabajo.

    Levantó un poco la caja de herramientas, como si fuera una explicación suficiente.

    —No me dieron muchos detalles, solo que había algo que arreglar o instalar, y que era urgente.

    Se le notaba algo nervioso e incómodo, llamar a una persona y que otra totalmente distinta llegue a tu puerta es por decir poco, extraño, una parte de él estaba preparado para ser rechazado y retirarse.

    —Si querés, paso y lo veo. Ya estoy acá, así que…

    La media sonrisa apareció apenas, cansada pero genuina.

    —Prometo no dejarte la casa peor de lo que la encontré. Sólo decime por dónde empiezo.
    Kael subió el último escalón con la respiración un poco acelerada y la caja de herramientas golpeándole el muslo. La llamada había sido hacía menos de veinte minutos: *“Che, hermano, te tiro un laburito rápido. Estoy tapado. Es en tal dirección. Andá ya si podés.”* Y acá estaba. Frunció el ceño para leer bien el número del departamento y, cuando lo encontró, golpeó dos veces con los nudillos, directo y sin rodeos. —Buenas —saludó cuando la puerta se abrió, pasándose una mano por el cabello, todavía húmedo por la lluvia de camino—. Soy Kael… un amigo tuyo o de tu contratista—hizo un gesto con la mano—…me pidió que lo cubra con este trabajo. Levantó un poco la caja de herramientas, como si fuera una explicación suficiente. —No me dieron muchos detalles, solo que había algo que arreglar o instalar, y que era urgente. Se le notaba algo nervioso e incómodo, llamar a una persona y que otra totalmente distinta llegue a tu puerta es por decir poco, extraño, una parte de él estaba preparado para ser rechazado y retirarse. —Si querés, paso y lo veo. Ya estoy acá, así que… La media sonrisa apareció apenas, cansada pero genuina. —Prometo no dejarte la casa peor de lo que la encontré. Sólo decime por dónde empiezo.
    0 turnos 0 maullidos
  • Cazadores… Siempre había sentido esa mezcla rara de rabia y tristeza cuando los veía, no por ellos mismos, sino por la forma en que los dioses los usaban como si fueran herramientas sin valor. ¿Cómo iba a matar a un humano, por más fuerza que tuviera o por más que sus habilidades despertaran cuando estaba en peligro? Al final del día seguían siendo personas, solo que ahora sus cuerpos ya no les pertenecían. La lluvia caía tan fuerte que lograba borrar los pasos en el barro, pero aun así no los perdía de vista; esos ojos rojos brillando como si algo dentro de ellos estuviera vivo y retorciéndose. No era natural. Esa deidad que los controlaba les había dado más velocidad, más fuerza, más resistencia… todo para que pudieran hacer el trabajo sucio que él quería cumplir con sus propias manos. Su cabello rojizo se le pegaba al rostro mientras esquivaba golpes que cada vez se volvían más violentos, tratando de no lastimarlos más de lo necesario. Le dolía tener que enfrentarlos, saber que no eran ellos quienes la estaban atacando, sino algo que tiraba de sus hilos desde lejos. Y aun así, no podía dejarse vencer. No podía caer allí.

    Pero en medio de todo ese caos y de los ataques cargados de ese brillo rojo enfermizo, sintió algo que no venía de esos cuerpos poseídos. Era diferente, mucho más frío, más pesado… como si la oscuridad hubiera cobrado vida por un segundo. No tenía pasos, no tenía respiración. Solo estaba ahí, escondido entre los árboles, mirándola de una manera que hizo que el aire se le quedara atrapado en el pecho. No era la deidad que controlaba a los cazadores, eso estaba claro. Esto era otra cosa, algo que no parecía querer matarla, sino… observarla. La tormenta pareció hacerse más silenciosa por un instante, como si todo se detuviera alrededor. Giró ligeramente, sin bajar la guardia, sintiendo ese cosquilleo incómodo en la nuca. Sabía que no estaba sola. Que entre esa cacería forzada y la furia de los dioses había algo más moviéndose, algo que la seguía en silencio.

    Ryo Izanagi
    Cazadores… Siempre había sentido esa mezcla rara de rabia y tristeza cuando los veía, no por ellos mismos, sino por la forma en que los dioses los usaban como si fueran herramientas sin valor. ¿Cómo iba a matar a un humano, por más fuerza que tuviera o por más que sus habilidades despertaran cuando estaba en peligro? Al final del día seguían siendo personas, solo que ahora sus cuerpos ya no les pertenecían. La lluvia caía tan fuerte que lograba borrar los pasos en el barro, pero aun así no los perdía de vista; esos ojos rojos brillando como si algo dentro de ellos estuviera vivo y retorciéndose. No era natural. Esa deidad que los controlaba les había dado más velocidad, más fuerza, más resistencia… todo para que pudieran hacer el trabajo sucio que él quería cumplir con sus propias manos. Su cabello rojizo se le pegaba al rostro mientras esquivaba golpes que cada vez se volvían más violentos, tratando de no lastimarlos más de lo necesario. Le dolía tener que enfrentarlos, saber que no eran ellos quienes la estaban atacando, sino algo que tiraba de sus hilos desde lejos. Y aun así, no podía dejarse vencer. No podía caer allí. Pero en medio de todo ese caos y de los ataques cargados de ese brillo rojo enfermizo, sintió algo que no venía de esos cuerpos poseídos. Era diferente, mucho más frío, más pesado… como si la oscuridad hubiera cobrado vida por un segundo. No tenía pasos, no tenía respiración. Solo estaba ahí, escondido entre los árboles, mirándola de una manera que hizo que el aire se le quedara atrapado en el pecho. No era la deidad que controlaba a los cazadores, eso estaba claro. Esto era otra cosa, algo que no parecía querer matarla, sino… observarla. La tormenta pareció hacerse más silenciosa por un instante, como si todo se detuviera alrededor. Giró ligeramente, sin bajar la guardia, sintiendo ese cosquilleo incómodo en la nuca. Sabía que no estaba sola. Que entre esa cacería forzada y la furia de los dioses había algo más moviéndose, algo que la seguía en silencio. [ryo.izanagi]
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    12
    4 turnos 0 maullidos
  • “Ahora que lo pienso, en mi antigua vida, cuando aún era un mortal, nunca quise aferrarme a la creencia de un Dios. Negué su existencia, resté importancia al concepto que representan, hasta que los conocí de verdad. Pero aun así me rehusé a venerarlos, lo cual muchas veces puede conllevar un castigo, algunos peores que otros.

    Los humanos… No, los mortales… En su mayoría se aferran a sus deidades bondadosas, otros lo hacen con sus “deidades más siniestras”. Pero nunca piensan en la posibilidad de que tal vez su Dios no los aprecie. De que nunca los quiso y que incluso los odie.

    La diferencia entre un Dios y un mortal con poder no es tan distinta cuando ambos comparten la posibilidad de ver a los más débiles como nada más que herramientas, juguetes o un simple objeto para señalar y burlarse, matándose a carcajadas.”
    “Ahora que lo pienso, en mi antigua vida, cuando aún era un mortal, nunca quise aferrarme a la creencia de un Dios. Negué su existencia, resté importancia al concepto que representan, hasta que los conocí de verdad. Pero aun así me rehusé a venerarlos, lo cual muchas veces puede conllevar un castigo, algunos peores que otros. Los humanos… No, los mortales… En su mayoría se aferran a sus deidades bondadosas, otros lo hacen con sus “deidades más siniestras”. Pero nunca piensan en la posibilidad de que tal vez su Dios no los aprecie. De que nunca los quiso y que incluso los odie. La diferencia entre un Dios y un mortal con poder no es tan distinta cuando ambos comparten la posibilidad de ver a los más débiles como nada más que herramientas, juguetes o un simple objeto para señalar y burlarse, matándose a carcajadas.”
    Me gusta
    6
    0 turnos 0 maullidos
  • ¿QUÉ DESEA?
    Fandom Cualquiera.
    Categoría Slice of Life
    Los pasos de gente acercándose llamaron la atención de la chica que lustraba una espada de acero con sumo cuidado, girando su vista hacia el nuevo cliente que llegaron a su humilde herrería.

    ❝ Oh, mucho gusto señor/a. ¿Qué está buscando?. ❞ Mi voz notaba predisposición a aceptar el pedido que aquella persona estaba buscando, todo mientras acomodaba sus herramientas sobre una mesa.
    Los pasos de gente acercándose llamaron la atención de la chica que lustraba una espada de acero con sumo cuidado, girando su vista hacia el nuevo cliente que llegaron a su humilde herrería. ❝ Oh, mucho gusto señor/a. ¿Qué está buscando?. ❞ Mi voz notaba predisposición a aceptar el pedido que aquella persona estaba buscando, todo mientras acomodaba sus herramientas sobre una mesa.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • —¡QUIERO ESTA CASA TERMINADA DENTRO DE 4 MESES O ME COMERÉ A SUS HIJOS ENFRENTE DE USTEDES!

    —Mark secuestro a un grupo de obreros,llevo recuersos y herramientas para ellos y los puso a trabajar bajo amenazas,les daba comida y agua cada 4 horas para mantener el ritmo junto a unos colchones para dormir afuera de la obra—
    —¡QUIERO ESTA CASA TERMINADA DENTRO DE 4 MESES O ME COMERÉ A SUS HIJOS ENFRENTE DE USTEDES! —Mark secuestro a un grupo de obreros,llevo recuersos y herramientas para ellos y los puso a trabajar bajo amenazas,les daba comida y agua cada 4 horas para mantener el ritmo junto a unos colchones para dormir afuera de la obra—
    Me gusta
    Me encocora
    Me enjaja
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Alessia llevó al tipo que se coló en la casa de su prometida hasta el garaje, un lugar frío, con olor a aceite y metal. Lo ató a una silla con bridas y cuerda, asegurándose de que no hubiera forma de que se soltara cuando despertara. Encendió una lámpara portátil y la apuntó directo al rostro del tipo, esperando a que recobrara la conciencia. El silencio sólo se rompía por el goteo lejano de algún tubo y el zumbido del neón.

    Cuando el traidor abrió los ojos, se encontró con Alessia sentada frente a él, afilando con calma un cuchillo de caza.
    —Bienvenido de vuelta —dijo con voz suave, peligrosa—. Ya sabemos lo de Luca Ferraro. Pero sabemos que hay más… y vas a decirme quiénes son.

    El hombre escupió sangre, intentando aparentar valentía.
    —No sabes con quién te metes…

    Alessia sonrió, inclinando apenas la cabeza.
    —Oh, claro que lo sé. Lo que no sabes tú… es con quién te metiste tú.

    Clavó la hoja en el brazo de la silla, a un centímetro de su mano, lo suficientemente cerca para que sintiera el calor del metal. Luego sacó una aguja de acero y un alicate de la mesa de herramientas.
    —Te daré una oportunidad de ahorrar tiempo… y dedos. ¿Quién te envió? ¿Luca solo? ¿O hay otro nombre que valga la pena?

    La tensión en la habitación era espesa como humo; cada palabra de Alessia caía como un martillazo, cada segundo un recordatorio de que estaba dispuesta a todo.
    Alessia llevó al tipo que se coló en la casa de su prometida hasta el garaje, un lugar frío, con olor a aceite y metal. Lo ató a una silla con bridas y cuerda, asegurándose de que no hubiera forma de que se soltara cuando despertara. Encendió una lámpara portátil y la apuntó directo al rostro del tipo, esperando a que recobrara la conciencia. El silencio sólo se rompía por el goteo lejano de algún tubo y el zumbido del neón. Cuando el traidor abrió los ojos, se encontró con Alessia sentada frente a él, afilando con calma un cuchillo de caza. —Bienvenido de vuelta —dijo con voz suave, peligrosa—. Ya sabemos lo de Luca Ferraro. Pero sabemos que hay más… y vas a decirme quiénes son. El hombre escupió sangre, intentando aparentar valentía. —No sabes con quién te metes… Alessia sonrió, inclinando apenas la cabeza. —Oh, claro que lo sé. Lo que no sabes tú… es con quién te metiste tú. Clavó la hoja en el brazo de la silla, a un centímetro de su mano, lo suficientemente cerca para que sintiera el calor del metal. Luego sacó una aguja de acero y un alicate de la mesa de herramientas. —Te daré una oportunidad de ahorrar tiempo… y dedos. ¿Quién te envió? ¿Luca solo? ¿O hay otro nombre que valga la pena? La tensión en la habitación era espesa como humo; cada palabra de Alessia caía como un martillazo, cada segundo un recordatorio de que estaba dispuesta a todo.
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Sabías qué hay más de...

    1000 Starters
    1800 Artículos
    200 Clasificados
    140 Grupos
    100000 Publicaciones y creciendo día a día...

    ¡Encontrar rol hay en todos lados!

    Las herramientas y secciones están a tu disposición; busca, crea y comparte con otros personajes.
    Sabías qué hay más de... 1000 Starters 1800 Artículos 200 Clasificados 140 Grupos 100000 Publicaciones y creciendo día a día... ¡Encontrar rol hay en todos lados! Las herramientas y secciones están a tu disposición; busca, crea y comparte con otros personajes. :STK-93:
    Me encocora
    Me gusta
    Me shockea
    Me enjaja
    Me endiabla
    Me entristece
    34
    0 turnos 2 maullidos
  • Ya volví, tengo que ver que mis amigos estén bien o de causar un desastre si hace falta, no se preocupen que traje mis herramientas
    Ya volví, tengo que ver que mis amigos estén bien o de causar un desastre si hace falta, no se preocupen que traje mis herramientas
    Me encocora
    Me enjaja
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • Reflexiones de un Ángel Caído III

    "He comenzado a leer sus libros... No las sagradas escrituras, sino esas ficciones que inventan en su desesperación por llenar el silencio del universo. ¿No es acaso la literatura el último refugio de lo sagrado? Universos completos nacidos de la arrogancia de diminutos Dioses de la tinta, infiernos de metáforas y redenciones heroicas que solo existen en el último capítulo. Me sorprende la valentía de jugar a ser demiurgos con tan frágiles herramientas.

    Y sin embargo, hay una belleza perversa en su obsesión por controlar lo incontrolable. Duele admitir que siento admiración. Me recuerda de las pasiones luciferinas que guiaron nuestro descenso al abismo."
    Reflexiones de un Ángel Caído III "He comenzado a leer sus libros... No las sagradas escrituras, sino esas ficciones que inventan en su desesperación por llenar el silencio del universo. ¿No es acaso la literatura el último refugio de lo sagrado? Universos completos nacidos de la arrogancia de diminutos Dioses de la tinta, infiernos de metáforas y redenciones heroicas que solo existen en el último capítulo. Me sorprende la valentía de jugar a ser demiurgos con tan frágiles herramientas. Y sin embargo, hay una belleza perversa en su obsesión por controlar lo incontrolable. Duele admitir que siento admiración. Me recuerda de las pasiones luciferinas que guiaron nuestro descenso al abismo."
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Ama jugar con los corazones de los hombres, en especial cuando tiene un uso para ellos, son herramientas que ocupa para sus beneficios personales, tal como realizaron experimentos en ella.
    Ama jugar con los corazones de los hombres, en especial cuando tiene un uso para ellos, son herramientas que ocupa para sus beneficios personales, tal como realizaron experimentos en ella.
    Me encocora
    Me enjaja
    Me endiabla
    4
    3 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados