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    Para ti, madre de mi alma, que me llevaste en tu vientre durante nueve meses. Para ti, que soportaste los maltratos de mi padre para brindarme un hogar. Para ti, que te levantabas antes del amanecer para prepararme el desayuno, vestirme y llevarme a la escuela. Para ti, que me protegiste del mundo con amor, incluso con pocas herramientas, y me regalaste a tu propia madre para que continuara cuidando de mí cuando tú no podías.

    Para ti, que buscando el bienestar y la ayuda de Dios, te metiste en la boca del lobo, que te atrapó por completo. Aun en tu desesperación, decidiste sacrificarte por mi bien y felicidad, a pesar de que te gritara, te golpeara y te ignorara mientras la bestia te devoraba en tu habitación.

    Para ti, que encontraste la manera de ayudarme a salir del infierno en el que vivía, dándome razones para dejar la casa que llamé hogar durante 17 años, a costa de tu bienestar, dejando tu ser a merced de un monstruo que me desea.

    Para ti, que llevas años dormida, crucificada como Jesucristo, sacrificándote por los pecados del mundo; gracias. Gracias por darme todo el amor que pudiste en vida, aunque en ese entonces no lo supe valorar. Gracias por preferir dar tu vida para salvar la mía, por amarme con un amor infinito que no dudaste en ofrecer, sacrificando tu alma para que yo pudiera ser feliz en esta vida.

    Gracias, mamá, mi madre querida, por el amor infinito que solo una madre puede ofrecer. Perdóname por no haberte valorado y por haberte juzgado con rencor, perdóname por mi ceguera.

    Si puedes oírme, madre, quiero decirte que te amo, quizás no tanto como tú a mí, ya que pongo en duda si sería capaz de entregar todo mi ser como tú hiciste por mí. Pero estoy muy agradecida por permitirme vivir, reír y llorar lejos del infierno, lejos de la boca del lobo que aún te desgarra entre sus dientes.

    Quisiera poder hacer algo para salvar tu alma y evitarte el sufrimiento, pero no puedo... porque diste todo por mí, atándote a ese vampiro que consume tu alma en lugar de tu sangre. Quisiera regresar al infierno y sufrir junto a ustedes, al menos para compensarles por todo lo que hicieron por mí. Pero no puedo.

    Ahora tengo dos personas que me necesitan, que requieren mi alegría y energía, que buscan el equilibrio que traigo a sus vidas. Tengo razones para vivir más allá de las exigencias del mundo, más allá de la depresión que casi me arrastra como lo hizo ese demonio contigo.

    Madre mía, estas palabras nunca serán suficientes para agradecerte y llorar tu pérdida como te mereces, porque sí, esto es una pérdida. Tu cuerpo vive y respira, pero pertenece a alguien más, a algo que no eres tú. Desde tu primera crisis, supe que nunca regresarías... que te había perdido para siempre.

    Solo tú, la bestia y Dios saben lo que ocurrió esa noche... Gracias a Él, no dormí contigo aquella vez. Te imagino desgarrándote por dentro, eligiendo salvarme a cambio de todo lo que significabas.

    Gracias, mamá, por permitirme ser libre en esta vida; quizás en otras no lo fui, tal vez por eso te sacrificaste. Prometo valorar mi vida y mi tiempo, esforzarme por ser una mejor persona, crecer, tener éxito y hacer que esta vida que salvaste valga la pena.

    Te amo, mamá...
    Para ti, madre de mi alma, que me llevaste en tu vientre durante nueve meses. Para ti, que soportaste los maltratos de mi padre para brindarme un hogar. Para ti, que te levantabas antes del amanecer para prepararme el desayuno, vestirme y llevarme a la escuela. Para ti, que me protegiste del mundo con amor, incluso con pocas herramientas, y me regalaste a tu propia madre para que continuara cuidando de mí cuando tú no podías. Para ti, que buscando el bienestar y la ayuda de Dios, te metiste en la boca del lobo, que te atrapó por completo. Aun en tu desesperación, decidiste sacrificarte por mi bien y felicidad, a pesar de que te gritara, te golpeara y te ignorara mientras la bestia te devoraba en tu habitación. Para ti, que encontraste la manera de ayudarme a salir del infierno en el que vivía, dándome razones para dejar la casa que llamé hogar durante 17 años, a costa de tu bienestar, dejando tu ser a merced de un monstruo que me desea. Para ti, que llevas años dormida, crucificada como Jesucristo, sacrificándote por los pecados del mundo; gracias. Gracias por darme todo el amor que pudiste en vida, aunque en ese entonces no lo supe valorar. Gracias por preferir dar tu vida para salvar la mía, por amarme con un amor infinito que no dudaste en ofrecer, sacrificando tu alma para que yo pudiera ser feliz en esta vida. Gracias, mamá, mi madre querida, por el amor infinito que solo una madre puede ofrecer. Perdóname por no haberte valorado y por haberte juzgado con rencor, perdóname por mi ceguera. Si puedes oírme, madre, quiero decirte que te amo, quizás no tanto como tú a mí, ya que pongo en duda si sería capaz de entregar todo mi ser como tú hiciste por mí. Pero estoy muy agradecida por permitirme vivir, reír y llorar lejos del infierno, lejos de la boca del lobo que aún te desgarra entre sus dientes. Quisiera poder hacer algo para salvar tu alma y evitarte el sufrimiento, pero no puedo... porque diste todo por mí, atándote a ese vampiro que consume tu alma en lugar de tu sangre. Quisiera regresar al infierno y sufrir junto a ustedes, al menos para compensarles por todo lo que hicieron por mí. Pero no puedo. Ahora tengo dos personas que me necesitan, que requieren mi alegría y energía, que buscan el equilibrio que traigo a sus vidas. Tengo razones para vivir más allá de las exigencias del mundo, más allá de la depresión que casi me arrastra como lo hizo ese demonio contigo. Madre mía, estas palabras nunca serán suficientes para agradecerte y llorar tu pérdida como te mereces, porque sí, esto es una pérdida. Tu cuerpo vive y respira, pero pertenece a alguien más, a algo que no eres tú. Desde tu primera crisis, supe que nunca regresarías... que te había perdido para siempre. Solo tú, la bestia y Dios saben lo que ocurrió esa noche... Gracias a Él, no dormí contigo aquella vez. Te imagino desgarrándote por dentro, eligiendo salvarme a cambio de todo lo que significabas. Gracias, mamá, por permitirme ser libre en esta vida; quizás en otras no lo fui, tal vez por eso te sacrificaste. Prometo valorar mi vida y mi tiempo, esforzarme por ser una mejor persona, crecer, tener éxito y hacer que esta vida que salvaste valga la pena. Te amo, mamá...
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  • ¿Visitas?¿En este humilde taller clandestino?, esperé que voy por mis herramientas
    ¿Visitas?¿En este humilde taller clandestino?, esperé que voy por mis herramientas
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  • "Interesante..."

    Un sitio poco habitual para hacer y cerrar tratos, sin embargo, simplemente, sigue a los guardias uniformados que cruzan un enorme salón activo con luces y volumen alto que hacía imposible tener una conversación normal.

    Pero lo que sus ojos resplandecientes entre aquel juego de luces y sombras que más le llamó la atención fue ver muchas mujeres bailar de manera rítmica y provocativa ante un publico más concentrado y atento que ha visto en su vida.

    No los culpa, posiblemente, él si tuviera la oportunidad lo experimentaría, pero su condición es otra, luego dirige la mirada hacia los uniformados, igual comprende porque le pidieran que viniera sin su juguete de acero, podría causar problemas en ese negocio.

    Llegan al segundo piso dejando atrás el ruido y el exceso de luces, aun con las gafas oscuras el resplandor siniestro del vacío se refleja sobre el cristal negro, otra condición de las bendiciones del vacío, cruzan un estrecho pasillo y llegan a la oficina del dueño del club de caballeros, con una oficina opulenta, no más que las que solía ver en los tiempos de los orokins.

    Un hombre de espaldas, sentado contemplando bajo la luz de su lámpara personal un frasco transparente que sujeta entre sus dedos.

    - ¿Lo conoces verdad?

    El hombre gira con la silla y pone sobre el escritorio el frasco, Hayden lo reconoce de inmediato, una muestra captura del virus de la tecnocita, la materia prima de cualquier Warframe como de los monstruos de pesadillas tecno-orgánicas que puede engendrar una sola muestra, sin embargo, mantiene la calma, solo asiente con la cabeza.

    - Descuida, no me interesa, prefiero las herramientas como armas.

    Hayden siente mucha desconfianza sobre esas últimas palabras, tiene un fuerte impulso de traer a Chroma y llevarse a la fuerza esa muestra para destruirla lejos, sin embargo, aquel trozo de carne intenta salir del frasco ante la presencia del tenno.

    - En ese caso, cual es el precio, no creo que me lo entregues por buena voluntad.
    Añade Hayden mientras se queda de brazos cruzados esperando la propuesta que debe recibir de un hombre que tiene entre sus manos, un arma que puede acabar con todos en esta ciudad.
    "Interesante..." Un sitio poco habitual para hacer y cerrar tratos, sin embargo, simplemente, sigue a los guardias uniformados que cruzan un enorme salón activo con luces y volumen alto que hacía imposible tener una conversación normal. Pero lo que sus ojos resplandecientes entre aquel juego de luces y sombras que más le llamó la atención fue ver muchas mujeres bailar de manera rítmica y provocativa ante un publico más concentrado y atento que ha visto en su vida. No los culpa, posiblemente, él si tuviera la oportunidad lo experimentaría, pero su condición es otra, luego dirige la mirada hacia los uniformados, igual comprende porque le pidieran que viniera sin su juguete de acero, podría causar problemas en ese negocio. Llegan al segundo piso dejando atrás el ruido y el exceso de luces, aun con las gafas oscuras el resplandor siniestro del vacío se refleja sobre el cristal negro, otra condición de las bendiciones del vacío, cruzan un estrecho pasillo y llegan a la oficina del dueño del club de caballeros, con una oficina opulenta, no más que las que solía ver en los tiempos de los orokins. Un hombre de espaldas, sentado contemplando bajo la luz de su lámpara personal un frasco transparente que sujeta entre sus dedos. - ¿Lo conoces verdad? El hombre gira con la silla y pone sobre el escritorio el frasco, Hayden lo reconoce de inmediato, una muestra captura del virus de la tecnocita, la materia prima de cualquier Warframe como de los monstruos de pesadillas tecno-orgánicas que puede engendrar una sola muestra, sin embargo, mantiene la calma, solo asiente con la cabeza. - Descuida, no me interesa, prefiero las herramientas como armas. Hayden siente mucha desconfianza sobre esas últimas palabras, tiene un fuerte impulso de traer a Chroma y llevarse a la fuerza esa muestra para destruirla lejos, sin embargo, aquel trozo de carne intenta salir del frasco ante la presencia del tenno. - En ese caso, cual es el precio, no creo que me lo entregues por buena voluntad. Añade Hayden mientras se queda de brazos cruzados esperando la propuesta que debe recibir de un hombre que tiene entre sus manos, un arma que puede acabar con todos en esta ciudad.
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  • No hay nada más ruidoso que un “haber” donde debió ir un “a ver”. Nada más violento que una frase decapitada por comas en huelga. La ignorancia no siempre grita: a veces susurra desde una pantalla, desde un perfil lleno de opiniones disfrazadas de certezas y errores vestidos con indiferencia.

    Hay quienes se jactan de su autenticidad mientras degüellan la lengua con cada palabra mal escrita. Creen que la forma no importa, que el fondo se sostiene solo. Pero el fondo, sin forma, se pudre. ¿Cómo respetar un pensamiento que no sabe sostenerse sobre un verbo correctamente conjugado?

    El analfabeto sutil no es aquel que nunca aprendió, sino el que pudo haber aprendido y decidió no hacerlo. El que presume ideas sin las herramientas para expresarlas. El que ignora que escribir con corrección no es elitismo, sino respeto: por uno mismo y por quien te lee.

    Y así, entre tildes ausentes, signos huérfanos y confusiones básicas, la decadencia se disfraza de libertad. No es rebeldía, es renuncia. No es autenticidad, es pereza. Porque quien no sabe escribir, tampoco sabe pensar con claridad. La lengua no solo comunica: ordena el mundo.

    Y si el lenguaje es el mapa del pensamiento, muchos están perdidos sin saberlo.
    No hay nada más ruidoso que un “haber” donde debió ir un “a ver”. Nada más violento que una frase decapitada por comas en huelga. La ignorancia no siempre grita: a veces susurra desde una pantalla, desde un perfil lleno de opiniones disfrazadas de certezas y errores vestidos con indiferencia. Hay quienes se jactan de su autenticidad mientras degüellan la lengua con cada palabra mal escrita. Creen que la forma no importa, que el fondo se sostiene solo. Pero el fondo, sin forma, se pudre. ¿Cómo respetar un pensamiento que no sabe sostenerse sobre un verbo correctamente conjugado? El analfabeto sutil no es aquel que nunca aprendió, sino el que pudo haber aprendido y decidió no hacerlo. El que presume ideas sin las herramientas para expresarlas. El que ignora que escribir con corrección no es elitismo, sino respeto: por uno mismo y por quien te lee. Y así, entre tildes ausentes, signos huérfanos y confusiones básicas, la decadencia se disfraza de libertad. No es rebeldía, es renuncia. No es autenticidad, es pereza. Porque quien no sabe escribir, tampoco sabe pensar con claridad. La lengua no solo comunica: ordena el mundo. Y si el lenguaje es el mapa del pensamiento, muchos están perdidos sin saberlo.
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  • Dean no era alguien demasiado detallista, o eso era lo que siempre había escuchado. Sam era el atento, el sensible, aquel que tenía en cuenta a los demás y sus deseos. Él era el pasota, el que no daba importancia a las pequeñas cosas…
    Y por desgracia era algo que el mismo Dean había llegado a creerse. Hasta tal punto que todo lo que hacía por los demás, nunca era suficiente, y pasaba por completo desapercibido para todo el mundo.

    Como el hecho de que llevara en secreto preparando aquel regalo para Hope Mikaelson semanas. Semanas en las que aunque había cortado toda relación con la tribrida, habita trabajado en secreto a espaldas de todo el mundo, incluso de los sentidos puñeteramente aumentados de la Mikaelson, para que aquel día la sorpresa fuera todo lo perfecta que él esperaba que fuera.
    Porque Dean la seguía queriendo, porque sus actos estaban respaldados por esos sentimientos que Hope le provocaba, y no podia no hacer nada ese dos de mayo, a pesar de que quizás estuviera fuera de lugar. Le daba igual.

    Todos en aquel bunker habían sufrido demasiado en sus vidas, y sus cumpleaños tan solo eran recordatorios de aquellos que no estaban con ellos, de todos los que faltaban y a los que echaban de menos, así que Dean, ese día tenía la misión, si no de llenar el vacío, cosa que era imposible, si de dibujar una sonrisa en aquellos labios femeninos que le volvían loco.

    Con aquella idea en la cabeza y después de haber dado los últimos retoques, el cazador se dirige a la habitación de Hope, abre la puerta sin llamar, y ve a la tribrida en la cama, por supuesto no es capaz de sorprenderla, porque le mira con esos increíbles ojos en cuanto pone un pie dentro.

    — Aborrezco tu ultra oído…. Ven conmigo.

    Se acerca a la cama y la toma de la mano escondiendo una sonrisa, porque por primera vez estaba casi convencido de que lo había clavado con un regalo.
    Ambos salen del cuarto, y Dean guía a Hope, por los pasillos del bunker, sin vacilar en uno de sus pasos, mientras ambos iban hacia la zona de aquel refugio que, por la poca cantidad de gente viviendo allí ahora mismo, prácticamente no usaban.
    Al final se para frente a una puerta y deja allí a Hope, perfectamente colocada, quedando él justo atrás de ella.

    Detrás de aquella puerta de madera, le esperaba a Hope una impresionante habitación de pintura. Con la mejor iluminación posible al carecer de ventanas, con un caballete y un armario lleno de lienzos en blanco, con todas las herramientas posibles a inimaginables.
    Había pinturas acrílicas, acuarelas, carboncillos, lápices de colores, rotuladores, pinceles, todo lo necesario para el mantenimiento de las mismas así como para la limpieza del lugar, incluso al lado de la puerta había un colgador lleno de impolutas batas blancas, todas de la talla de la tribrida.

    — Feliz cumpleaños, Hope.

    Dean se había quedado unos pasos detrás de ella. Justo en el umbral de la puerta, como si aquel lugar fuera tan solo refugio y propiedad de la morena y él no quisiera contaminarlo con su presencia.

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #CumpleañosHope #Winchelson
    Dean no era alguien demasiado detallista, o eso era lo que siempre había escuchado. Sam era el atento, el sensible, aquel que tenía en cuenta a los demás y sus deseos. Él era el pasota, el que no daba importancia a las pequeñas cosas… Y por desgracia era algo que el mismo Dean había llegado a creerse. Hasta tal punto que todo lo que hacía por los demás, nunca era suficiente, y pasaba por completo desapercibido para todo el mundo. Como el hecho de que llevara en secreto preparando aquel regalo para [thetribrid] semanas. Semanas en las que aunque había cortado toda relación con la tribrida, habita trabajado en secreto a espaldas de todo el mundo, incluso de los sentidos puñeteramente aumentados de la Mikaelson, para que aquel día la sorpresa fuera todo lo perfecta que él esperaba que fuera. Porque Dean la seguía queriendo, porque sus actos estaban respaldados por esos sentimientos que Hope le provocaba, y no podia no hacer nada ese dos de mayo, a pesar de que quizás estuviera fuera de lugar. Le daba igual. Todos en aquel bunker habían sufrido demasiado en sus vidas, y sus cumpleaños tan solo eran recordatorios de aquellos que no estaban con ellos, de todos los que faltaban y a los que echaban de menos, así que Dean, ese día tenía la misión, si no de llenar el vacío, cosa que era imposible, si de dibujar una sonrisa en aquellos labios femeninos que le volvían loco. Con aquella idea en la cabeza y después de haber dado los últimos retoques, el cazador se dirige a la habitación de Hope, abre la puerta sin llamar, y ve a la tribrida en la cama, por supuesto no es capaz de sorprenderla, porque le mira con esos increíbles ojos en cuanto pone un pie dentro. — Aborrezco tu ultra oído…. Ven conmigo. Se acerca a la cama y la toma de la mano escondiendo una sonrisa, porque por primera vez estaba casi convencido de que lo había clavado con un regalo. Ambos salen del cuarto, y Dean guía a Hope, por los pasillos del bunker, sin vacilar en uno de sus pasos, mientras ambos iban hacia la zona de aquel refugio que, por la poca cantidad de gente viviendo allí ahora mismo, prácticamente no usaban. Al final se para frente a una puerta y deja allí a Hope, perfectamente colocada, quedando él justo atrás de ella. Detrás de aquella puerta de madera, le esperaba a Hope una impresionante habitación de pintura. Con la mejor iluminación posible al carecer de ventanas, con un caballete y un armario lleno de lienzos en blanco, con todas las herramientas posibles a inimaginables. Había pinturas acrílicas, acuarelas, carboncillos, lápices de colores, rotuladores, pinceles, todo lo necesario para el mantenimiento de las mismas así como para la limpieza del lugar, incluso al lado de la puerta había un colgador lleno de impolutas batas blancas, todas de la talla de la tribrida. — Feliz cumpleaños, Hope. Dean se había quedado unos pasos detrás de ella. Justo en el umbral de la puerta, como si aquel lugar fuera tan solo refugio y propiedad de la morena y él no quisiera contaminarlo con su presencia. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #CumpleañosHope #Winchelson
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  • Operación Boreal
    Fandom Marbella Vice
    Categoría Original
    La joven eslava, de cabellos plateados como la luna y ojos grises que ocultaban tormentas, descendió del avión con el corazón encogido y la mente afilada como una cuchilla. Atrás quedaban los campos helados de Rusia, los barracones militares y los años de obediencia ciega al uniforme. Había sido soldado: entrenada para sobrevivir, para matar si era necesario, y para desaparecer sin dejar huellas. Ahora, su batalla era distinta, más silenciosa y mucho más peligrosa.

    Durante tres años se preparó para ese momento: idiomas, acentos, gestos, modales. Practicó hasta la perfección su historia falsa, cada detalle de su nueva identidad, como si de ello dependiera su vida. Porque, de hecho, así era. Sus documentos decían que era una joven desesperada, venida del este en busca de dinero fácil para ayudar a su familia pobre en Rusia. La verdad, sin embargo, era una operación encubierta, una misión suicida entre sombras.

    Canadá la recibió con un frío distinto al de Rusia: no el del clima, sino el de lo incierto. En el aeropuerto, entre turistas felices y ejecutivos apurados, ella era una sombra con un propósito. Su única maleta —vieja, discreta, con más secretos que ropa— parecía arrastrarla más a ella que al revés. En su interior, todo estaba calculado: herramientas, recuerdos falsos y rastros cuidadosamente seleccionados para sostener la mentira.

    El hostal que la esperaba era una habitación con baño propio, paredes desconchadas y olor a humedad. Un lugar de paso, de olvido, perfecto para lo que debía hacer. En ese mundo, cada mirada sería una amenaza, cada palabra, una prueba. Tenía que infiltrarse en la mafia canadiense, escalar, ganar confianza… y desmantelarla desde dentro.

    Su rostro no mostraba emoción, pero bajo la calma latía un fuego antiguo: el de la disciplina, el de la rabia contenida, el de alguien que ya había sobrevivido a una guerra. Porque esto, aunque disfrazado de civilización, también lo era.

    Lo sabía bien.

    Lo había aprendido años atrás, en una aldea de Chechenia, con el fusil helado entre las manos y el corazón acelerado bajo el chaleco antibalas. El cielo gris parecía más bajo allá, como si el mundo pesara sobre ellos. Tenía solo diecinueve años cuando recibió su primera orden de combate. El pueblo estaba “limpio”, dijeron, pero los gritos, los disparos y el olor a pólvora les dijeron otra cosa. Ella no dudó. El entrenamiento, brutal y constante, había enterrado cualquier temblor. Disparó antes de pensar, mató antes de preguntar. Sobrevivió. Cuando la misión terminó, vomitó detrás de una casa quemada y se quedó allí un largo rato, con las manos ensangrentadas, entendiendo que ya no volvería a ser la misma.

    Esa misma frialdad la acompañaba ahora. La necesitaba.

    Durante días lo observó. Lo siguió sin ser vista por las calles húmedas de Montreal. Era cuidadosa, calculadora. No usaba la misma ruta dos veces. Cambiaba de ropa, de ritmo, de expresión. Lo vigiló desde un viejo edificio de oficinas abandonado, a través del reflejo de una vitrina, entre el humo de una esquina mal iluminada. Aprendió la forma en que caminaba, cómo encendía sus cigarrillos, los lugares donde se detenía, los hombres con los que hablaba. Era uno de los suyos: no un pez grande, pero lo bastante cerca del núcleo como para llevarla hasta allí.

    Sabía a qué hora salía del club clandestino en el que trabajaba como "portero", cómo caminaba hacia su auto sin mirar atrás. Esa noche, él dobló por un callejón lateral para evitar una calle con demasiadas cámaras. Ella ya lo esperaba allí. No frente a él. No como una aparición. Desde la oscuridad.

    Apenas se oyó el clic de su encendedor cuando lo encendió para prender otro cigarro. Entonces ella se movió, solo un poco, dejando que el tacón de su bota resonara una vez sobre el concreto húmedo.

    El se giró, alerta.

    Pero no vio a nadie.

    Ella ya había desaparecido entre las sombras, dejando la inquietud suficiente para sembrar curiosidad, no sospecha. Era un juego psicológico. La manipulación comenzaba antes del primer contacto.

    No era casualidad. Era estrategia.

    La joven eslava, de cabellos plateados como la luna y ojos grises que ocultaban tormentas, descendió del avión con el corazón encogido y la mente afilada como una cuchilla. Atrás quedaban los campos helados de Rusia, los barracones militares y los años de obediencia ciega al uniforme. Había sido soldado: entrenada para sobrevivir, para matar si era necesario, y para desaparecer sin dejar huellas. Ahora, su batalla era distinta, más silenciosa y mucho más peligrosa. Durante tres años se preparó para ese momento: idiomas, acentos, gestos, modales. Practicó hasta la perfección su historia falsa, cada detalle de su nueva identidad, como si de ello dependiera su vida. Porque, de hecho, así era. Sus documentos decían que era una joven desesperada, venida del este en busca de dinero fácil para ayudar a su familia pobre en Rusia. La verdad, sin embargo, era una operación encubierta, una misión suicida entre sombras. Canadá la recibió con un frío distinto al de Rusia: no el del clima, sino el de lo incierto. En el aeropuerto, entre turistas felices y ejecutivos apurados, ella era una sombra con un propósito. Su única maleta —vieja, discreta, con más secretos que ropa— parecía arrastrarla más a ella que al revés. En su interior, todo estaba calculado: herramientas, recuerdos falsos y rastros cuidadosamente seleccionados para sostener la mentira. El hostal que la esperaba era una habitación con baño propio, paredes desconchadas y olor a humedad. Un lugar de paso, de olvido, perfecto para lo que debía hacer. En ese mundo, cada mirada sería una amenaza, cada palabra, una prueba. Tenía que infiltrarse en la mafia canadiense, escalar, ganar confianza… y desmantelarla desde dentro. Su rostro no mostraba emoción, pero bajo la calma latía un fuego antiguo: el de la disciplina, el de la rabia contenida, el de alguien que ya había sobrevivido a una guerra. Porque esto, aunque disfrazado de civilización, también lo era. Lo sabía bien. Lo había aprendido años atrás, en una aldea de Chechenia, con el fusil helado entre las manos y el corazón acelerado bajo el chaleco antibalas. El cielo gris parecía más bajo allá, como si el mundo pesara sobre ellos. Tenía solo diecinueve años cuando recibió su primera orden de combate. El pueblo estaba “limpio”, dijeron, pero los gritos, los disparos y el olor a pólvora les dijeron otra cosa. Ella no dudó. El entrenamiento, brutal y constante, había enterrado cualquier temblor. Disparó antes de pensar, mató antes de preguntar. Sobrevivió. Cuando la misión terminó, vomitó detrás de una casa quemada y se quedó allí un largo rato, con las manos ensangrentadas, entendiendo que ya no volvería a ser la misma. Esa misma frialdad la acompañaba ahora. La necesitaba. Durante días lo observó. Lo siguió sin ser vista por las calles húmedas de Montreal. Era cuidadosa, calculadora. No usaba la misma ruta dos veces. Cambiaba de ropa, de ritmo, de expresión. Lo vigiló desde un viejo edificio de oficinas abandonado, a través del reflejo de una vitrina, entre el humo de una esquina mal iluminada. Aprendió la forma en que caminaba, cómo encendía sus cigarrillos, los lugares donde se detenía, los hombres con los que hablaba. Era uno de los suyos: no un pez grande, pero lo bastante cerca del núcleo como para llevarla hasta allí. Sabía a qué hora salía del club clandestino en el que trabajaba como "portero", cómo caminaba hacia su auto sin mirar atrás. Esa noche, él dobló por un callejón lateral para evitar una calle con demasiadas cámaras. Ella ya lo esperaba allí. No frente a él. No como una aparición. Desde la oscuridad. Apenas se oyó el clic de su encendedor cuando lo encendió para prender otro cigarro. Entonces ella se movió, solo un poco, dejando que el tacón de su bota resonara una vez sobre el concreto húmedo. El se giró, alerta. Pero no vio a nadie. Ella ya había desaparecido entre las sombras, dejando la inquietud suficiente para sembrar curiosidad, no sospecha. Era un juego psicológico. La manipulación comenzaba antes del primer contacto. No era casualidad. Era estrategia.
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  • No llevo tatuajes y piercings por vanidad, cada marca en mi piel, cada pedazo de metal incrustado en mi cuerpo, tiene una razón… y no siempre es bonita. Algunos de mis tatuajes son antiguos símbolos de mi linaje, de la sangre alfa que corre por mis venas. Otros, cicatrices convertidas en arte, memoria viva de batallas que casi me matan. Pero si estás leyendo esto, seguro no te interesa mi historia de guerra, ¿verdad?

    Hablemos de lo otro, hablemos guarro.

    Los piercings que llevo no son solo para mostrar rebeldía. Son herramientas. Armas silenciosas. Lengua perforada doble con precisión. ¿Por qué? Porque el placer no solo se ofrece con las manos o con la voz… también con la boca. Y si puedo hacer que una hembra olvide cómo se llama con solo deslizar mi lengua por su piel, por sus lugares más sensibles… entonces he cumplido con mi deber. No hay mayor poder que conocer el cuerpo de alguien mejor que ellos mismos.

    Ahora, el más… intenso. El más íntimo. El Príncipe Alberto. Sí, también lo tengo. Y no lo oculto. Una perforación que atraviesa la piel sensible de mi miembro, colocada con el propósito específico de incrementar el placer, no solo para mí, sino para quien me acompaña en la cama. La vibración, el contacto, el roce… todo se intensifica. Cada embestida se convierte en una experiencia. No se trata de lujo. Se trata de devoción al placer, al acto salvaje, crudo y sincero del deseo.

    Porque cuando tomas a una hembra, cuando la haces tuya… no basta con hacerlo bien. Hay que marcarla, hacer que no pueda compararte con nadie más. Que incluso el recuerdo de ti, la vuelva loca.

    Y yo nací para eso, para dejar marca, en la piel, en la memoria y en el alma....

    #3D
    No llevo tatuajes y piercings por vanidad, cada marca en mi piel, cada pedazo de metal incrustado en mi cuerpo, tiene una razón… y no siempre es bonita. Algunos de mis tatuajes son antiguos símbolos de mi linaje, de la sangre alfa que corre por mis venas. Otros, cicatrices convertidas en arte, memoria viva de batallas que casi me matan. Pero si estás leyendo esto, seguro no te interesa mi historia de guerra, ¿verdad? Hablemos de lo otro, hablemos guarro. Los piercings que llevo no son solo para mostrar rebeldía. Son herramientas. Armas silenciosas. Lengua perforada doble con precisión. ¿Por qué? Porque el placer no solo se ofrece con las manos o con la voz… también con la boca. Y si puedo hacer que una hembra olvide cómo se llama con solo deslizar mi lengua por su piel, por sus lugares más sensibles… entonces he cumplido con mi deber. No hay mayor poder que conocer el cuerpo de alguien mejor que ellos mismos. Ahora, el más… intenso. El más íntimo. El Príncipe Alberto. Sí, también lo tengo. Y no lo oculto. Una perforación que atraviesa la piel sensible de mi miembro, colocada con el propósito específico de incrementar el placer, no solo para mí, sino para quien me acompaña en la cama. La vibración, el contacto, el roce… todo se intensifica. Cada embestida se convierte en una experiencia. No se trata de lujo. Se trata de devoción al placer, al acto salvaje, crudo y sincero del deseo. Porque cuando tomas a una hembra, cuando la haces tuya… no basta con hacerlo bien. Hay que marcarla, hacer que no pueda compararte con nadie más. Que incluso el recuerdo de ti, la vuelva loca. Y yo nací para eso, para dejar marca, en la piel, en la memoria y en el alma.... #3D
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  • Dibujar Dibujar Dibujar!!!
    Nunca pensé que dibujar digitalmente me daría más herramientas de las que deseo!!! ESTO ES EL PARAÍSO!!!
    Dibujar Dibujar Dibujar!!! Nunca pensé que dibujar digitalmente me daría más herramientas de las que deseo!!! ESTO ES EL PARAÍSO!!!
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  • ─── Yo no tengo amigos, solamente víctimas, herramientas y herencia.
    ─── Yo no tengo amigos, solamente víctimas, herramientas y herencia.
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