• Su oficina, usualmente ordenada, estaba ahora cubierta de documentos, fotografías y mapas con líneas rojas que unían puntos sin sentido. La desaparición de aquella chica se estaba convirtiendo en una pesadilla que lo empujaba más allá de sus límites.

    Con un suspiro pesado, se pasó una mano por el rostro, sintiendo el peso del cansancio y la frustración. Sobre el escritorio, la lista que había llegado junto a un viejo violín brillaba bajo la tenue luz del escritorio. Tres nombres. Tres vidas tachadas. La violinista era la última, pero ¿a dónde llevaba todo esto?

    Se inclinó hacia atrás en la silla, empujándose las gafas sobre el cabello desordenado. Recordó al hombre que días atrás le entregó el violín. Su apariencia andrajosa y sus palabras cargadas de pánico resonaban en su mente: “Ella no quería tocarlo, pero no tuvo elección. Si lo encuentra... sabrá.”

    Antes de que pudiera presionarlo para más detalles, el hombre desapareció como un fantasma, dejándolo solo con aquel instrumento antiguo entre sus manos.

    #nightfallrevenge

    Su oficina, usualmente ordenada, estaba ahora cubierta de documentos, fotografías y mapas con líneas rojas que unían puntos sin sentido. La desaparición de aquella chica se estaba convirtiendo en una pesadilla que lo empujaba más allá de sus límites. Con un suspiro pesado, se pasó una mano por el rostro, sintiendo el peso del cansancio y la frustración. Sobre el escritorio, la lista que había llegado junto a un viejo violín brillaba bajo la tenue luz del escritorio. Tres nombres. Tres vidas tachadas. La violinista era la última, pero ¿a dónde llevaba todo esto? Se inclinó hacia atrás en la silla, empujándose las gafas sobre el cabello desordenado. Recordó al hombre que días atrás le entregó el violín. Su apariencia andrajosa y sus palabras cargadas de pánico resonaban en su mente: “Ella no quería tocarlo, pero no tuvo elección. Si lo encuentra... sabrá.” Antes de que pudiera presionarlo para más detalles, el hombre desapareció como un fantasma, dejándolo solo con aquel instrumento antiguo entre sus manos. #nightfallrevenge
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  • *Está cabeceando muy fuertemente encima de un porrón de libros con más siglos que telarañas que se han terminado quedando desparramados sobre la mesa. El Matcha casi terminado, Thunder, su colega el geniecillo echándose una buena siesta usando su borrador Milan como almohada y el crepitar de la chimenea todavía resonando en la sala. A este paso, de no ser porque le están empezando a rugir las tripas como un león furioso, está a nada de seguir los pasos del pequeñajo, la verdad.
    Horas y horas y como que todavía no ha averiguado nada de nada sobre el tipo raro fantasma o lo que sea del otro día. En fin, fan, fun , ojalá un bocata de atún.*
    *Está cabeceando muy fuertemente encima de un porrón de libros con más siglos que telarañas que se han terminado quedando desparramados sobre la mesa. El Matcha casi terminado, Thunder, su colega el geniecillo echándose una buena siesta usando su borrador Milan como almohada y el crepitar de la chimenea todavía resonando en la sala. A este paso, de no ser porque le están empezando a rugir las tripas como un león furioso, está a nada de seguir los pasos del pequeñajo, la verdad. Horas y horas y como que todavía no ha averiguado nada de nada sobre el tipo raro fantasma o lo que sea del otro día. En fin, fan, fun , ojalá un bocata de atún.*
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  • Poppy Davies apoyó la cabeza contra la ventanilla del Impala y dejó escapar un pequeño bostezo.

    — Recuérdame otra vez por qué estoy siendo "𝘰𝘣𝘭𝘪𝘨𝘢𝘥𝘢" a esto… —murmuró, cruzando los brazos con expresión de fastidio.

    DEAN WINCHESTER, al volante, giró la cabeza hacia ella con una sonrisa burlona.

    — Porque necesitamos salir, socializar, vivir un poco.

    — ¿Y tu idea de "vivir un poco" es ir a un partido de baloncesto?

    Dean puso los ojos en blanco.

    — Oh, vamos, Pops. No es una cacería, no hay fantasmas, vampiros ni demonios. Solo un estadio, cerveza fría y un montón de tipos lanzando una pelota. Un descanso de lo sobrenatural.

    Poppy ladeó la cabeza hacia él, claramente poco convencida.

    — La última vez que dijiste "un descanso de lo sobrenatural", terminamos atrapados en un cine encantado con un espíritu obsesionado con las películas de los años 50.

    Dean soltó una carcajada.

    — Bueno, técnicamente, eso no fue mi culpa.

    — Ajá, claro —resopló ella, mirando por la ventana—. Solo digo que si algo raro pasa en este partido, te lo restregaré en la cara.

    — Lo acepto —dijo Dean con un encogimiento de hombros—, pero relájate, princesa. Hoy solo vamos a disfrutar. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo normal?

    Poppy parpadeó, dándose cuenta de que no tenía una respuesta inmediata. Con una mueca resignada, dejó escapar otro pequeño bostezo y apoyó la mejilla en la palma de su mano.

    — Está bien, pero si esto se vuelve aburrido, quiero comida gratis.

    Dean sonrió con suficiencia.

    —Trato hecho. Pero te advierto, Pomerania… después de esta noche, puede que hasta te guste el baloncesto.

    Ella arqueó una ceja, pero la sonrisa que intentó ocultar traicionó su desinterés fingido. Mientras el Impala rugía por la carretera, Poppy solo podía esperar que, por una vez, Dean tuviera razón y esto fuera solo un partido.

    El estadio estaba abarrotado, las luces brillaban intensamente sobre la cancha de madera pulida y el bullicio de la multitud hacía que Poppy se sintiera fuera de lugar. Se ajustó la chaqueta y miró a su alrededor con expresión de escepticismo mientras Dean, emocionado como un niño en Navidad, la guiaba hasta sus asientos de pista.

    — Mira esto, Pops. Asientos perfectos, buena vista de la cancha y, lo mejor de todo… —Dean se giró con una sonrisa orgullosa y levantó dos vasos de cerveza—. La magia del baloncesto servida fría.

    Poppy tomó el suyo con un gesto resignado, dando un sorbo mientras observaba a los jugadores calentando.

    —Bien, estamos aquí. Ahora dime, ¿cuál es el plan? ¿Solo gritamos cada vez que alguien lanza el balón o hay una ciencia detrás de esto?

    Dean se rió y sacudió la cabeza.

    — No te preocupes, lo entenderás cuando el juego empiece. Solo siéntelo, Davies. La emoción, la tensión, el drama… —Hizo un gesto amplio con los brazos—. Es como una cacería, pero sin la parte de morir.

    Ella lo miró de reojo, divertida.

    — ¿Seguro? Porque esa multitud parece dispuesta a matar si su equipo pierde.

    Justo en ese momento, el sonido ensordecedor de la bocina hizo temblar el estadio, marcando el inicio del partido. La multitud rugió, Dean se puso de pie de un salto y Poppy se encogió ligeramente, aún tratando de entender qué demonios hacía allí.

    A medida que los minutos avanzaban, Poppy no podía evitar notar lo inmerso que estaba Dean. Gritaba, aplaudía, maldecía cuando el árbitro pitaba algo que no le gustaba, e incluso saltó cuando su equipo encestó un triple espectacular.

    —¡¿Has visto eso, Pomerania?! —exclamó, dándole un codazo amistoso.

    Ella parpadeó y se encogió de hombros.

    —Sí, alguien ha metido una pelota en un aro. Impactante.

    Dean soltó una carcajada y sacudió la cabeza.

    —Eres un caso perdido.

    Pero lo cierto era que, aunque no lo admitiera, Poppy empezaba a disfrutar el ambiente. Había una energía contagiosa en todo aquello, en la pasión de la gente y en la forma en que Dean se dejaba llevar por la emoción. Se sorprendió a sí misma inclinándose un poco hacia adelante cuando el marcador se puso parejo.
    Sabia que Dean vería a través de su desinterés fingido, y la encontraría ligeramente interesada, pero era algo que jamás aceptaría en voz alta.
    Poppy Davies apoyó la cabeza contra la ventanilla del Impala y dejó escapar un pequeño bostezo. — Recuérdame otra vez por qué estoy siendo "𝘰𝘣𝘭𝘪𝘨𝘢𝘥𝘢" a esto… —murmuró, cruzando los brazos con expresión de fastidio. [thxsoldier], al volante, giró la cabeza hacia ella con una sonrisa burlona. — Porque necesitamos salir, socializar, vivir un poco. — ¿Y tu idea de "vivir un poco" es ir a un partido de baloncesto? Dean puso los ojos en blanco. — Oh, vamos, Pops. No es una cacería, no hay fantasmas, vampiros ni demonios. Solo un estadio, cerveza fría y un montón de tipos lanzando una pelota. Un descanso de lo sobrenatural. Poppy ladeó la cabeza hacia él, claramente poco convencida. — La última vez que dijiste "un descanso de lo sobrenatural", terminamos atrapados en un cine encantado con un espíritu obsesionado con las películas de los años 50. Dean soltó una carcajada. — Bueno, técnicamente, eso no fue mi culpa. — Ajá, claro —resopló ella, mirando por la ventana—. Solo digo que si algo raro pasa en este partido, te lo restregaré en la cara. — Lo acepto —dijo Dean con un encogimiento de hombros—, pero relájate, princesa. Hoy solo vamos a disfrutar. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo normal? Poppy parpadeó, dándose cuenta de que no tenía una respuesta inmediata. Con una mueca resignada, dejó escapar otro pequeño bostezo y apoyó la mejilla en la palma de su mano. — Está bien, pero si esto se vuelve aburrido, quiero comida gratis. Dean sonrió con suficiencia. —Trato hecho. Pero te advierto, Pomerania… después de esta noche, puede que hasta te guste el baloncesto. Ella arqueó una ceja, pero la sonrisa que intentó ocultar traicionó su desinterés fingido. Mientras el Impala rugía por la carretera, Poppy solo podía esperar que, por una vez, Dean tuviera razón y esto fuera solo un partido. El estadio estaba abarrotado, las luces brillaban intensamente sobre la cancha de madera pulida y el bullicio de la multitud hacía que Poppy se sintiera fuera de lugar. Se ajustó la chaqueta y miró a su alrededor con expresión de escepticismo mientras Dean, emocionado como un niño en Navidad, la guiaba hasta sus asientos de pista. — Mira esto, Pops. Asientos perfectos, buena vista de la cancha y, lo mejor de todo… —Dean se giró con una sonrisa orgullosa y levantó dos vasos de cerveza—. La magia del baloncesto servida fría. Poppy tomó el suyo con un gesto resignado, dando un sorbo mientras observaba a los jugadores calentando. —Bien, estamos aquí. Ahora dime, ¿cuál es el plan? ¿Solo gritamos cada vez que alguien lanza el balón o hay una ciencia detrás de esto? Dean se rió y sacudió la cabeza. — No te preocupes, lo entenderás cuando el juego empiece. Solo siéntelo, Davies. La emoción, la tensión, el drama… —Hizo un gesto amplio con los brazos—. Es como una cacería, pero sin la parte de morir. Ella lo miró de reojo, divertida. — ¿Seguro? Porque esa multitud parece dispuesta a matar si su equipo pierde. Justo en ese momento, el sonido ensordecedor de la bocina hizo temblar el estadio, marcando el inicio del partido. La multitud rugió, Dean se puso de pie de un salto y Poppy se encogió ligeramente, aún tratando de entender qué demonios hacía allí. A medida que los minutos avanzaban, Poppy no podía evitar notar lo inmerso que estaba Dean. Gritaba, aplaudía, maldecía cuando el árbitro pitaba algo que no le gustaba, e incluso saltó cuando su equipo encestó un triple espectacular. —¡¿Has visto eso, Pomerania?! —exclamó, dándole un codazo amistoso. Ella parpadeó y se encogió de hombros. —Sí, alguien ha metido una pelota en un aro. Impactante. Dean soltó una carcajada y sacudió la cabeza. —Eres un caso perdido. Pero lo cierto era que, aunque no lo admitiera, Poppy empezaba a disfrutar el ambiente. Había una energía contagiosa en todo aquello, en la pasión de la gente y en la forma en que Dean se dejaba llevar por la emoción. Se sorprendió a sí misma inclinándose un poco hacia adelante cuando el marcador se puso parejo. Sabia que Dean vería a través de su desinterés fingido, y la encontraría ligeramente interesada, pero era algo que jamás aceptaría en voz alta.
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  • si pudieras ver la expresión en tu rostro.
    No... no estás viendo un fantasma o un doppelganger...
    Solo la "bendición" de un vampiro.
    si pudieras ver la expresión en tu rostro. No... no estás viendo un fantasma o un doppelganger... Solo la "bendición" de un vampiro.
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  • - Vaya vaya… parece que alguien se ha perdido por el bosque, ¿debería ayudarlo o gastarle una broma? Mmm me llama más lo segundo~.

    *Riendo escuchándose por todo el bosque aquella risita típica de un Skull Kid, iba de rama en rama, asomándome de árbol en árbol como si fuera un fantasma que acosaba a la persona que se había perdido por aquel bosque, curioso de cómo se las ingeniaría para salir de allí ya que una espesa niebla apareció de repente sin dejarle ver siquiera a un palmo de él y todos los arboles eran iguales, con esos dos elementos juntos aquello se transformó en una buena broma transformando el bosque en un laberinto infinito*

    - Es hora de buscar la salida, pero ¿por dónde estará? Solo el secreto de la pista lo dirá, “Si de tus 5 aliados uno te ha fallado encuentra a su contrario~”.
    - Vaya vaya… parece que alguien se ha perdido por el bosque, ¿debería ayudarlo o gastarle una broma? Mmm me llama más lo segundo~. *Riendo escuchándose por todo el bosque aquella risita típica de un Skull Kid, iba de rama en rama, asomándome de árbol en árbol como si fuera un fantasma que acosaba a la persona que se había perdido por aquel bosque, curioso de cómo se las ingeniaría para salir de allí ya que una espesa niebla apareció de repente sin dejarle ver siquiera a un palmo de él y todos los arboles eran iguales, con esos dos elementos juntos aquello se transformó en una buena broma transformando el bosque en un laberinto infinito* - Es hora de buscar la salida, pero ¿por dónde estará? Solo el secreto de la pista lo dirá, “Si de tus 5 aliados uno te ha fallado encuentra a su contrario~”.
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  • El silencio del búnker era sofocante. Dean Winchester se apoyó en la mesa de madera, la mirada fija en el whisky de su vaso, pero su mente estaba muy lejos de allí. La lámpara sobre él parpadeó levemente, proyectando sombras alargadas en las paredes cubiertas de libros, pero ni siquiera el ambiente lúgubre podía compararse con la tormenta que se arremolinaba en su cabeza.

    No encontraba la respuesta.

    Había repasado cada caso parecido, cada criatura que se ajustara al problema, cada solución que alguna vez había funcionado… pero esta vez nada encajaba. Y eso le carcomía por dentro.

    —Piensa, maldita sea… —susurró, pasándose las manos por la cara.

    Pero su mente no cooperaba. En lugar de lógica, lo asaltaban los fantasmas de sus fracasos. El eco de las veces que no llegó a tiempo. De las promesas que rompió. De las miradas de aquellos a quienes no pudo salvar.

    El whisky bajó ardiendo por su garganta, pero no ayudó a apagar el fuego de la culpa.

    Se puso de pie de golpe y comenzó a caminar en círculos por la habitación, las botas resonando contra el suelo de concreto. Tenía que haber algo. Tenía que haber una forma. Porque si la respuesta no estaba en los libros, ni en los contactos que le quedaban, significaba que estaba dentro de él.

    Respiró hondo y cerró los ojos. Dejó que la ansiedad lo atravesara como una bala, que la desesperación le mostrara su peor cara… y entonces, en medio de todo el caos mental, una idea se filtró. Un detalle que había pasado por alto.

    Abrió los ojos.

    Por primera vez en horas, su respiración se calmó.

    Sí. Había una salida. Y si había aprendido algo en su vida, era que nunca debía subestimar su instinto.
    El silencio del búnker era sofocante. Dean Winchester se apoyó en la mesa de madera, la mirada fija en el whisky de su vaso, pero su mente estaba muy lejos de allí. La lámpara sobre él parpadeó levemente, proyectando sombras alargadas en las paredes cubiertas de libros, pero ni siquiera el ambiente lúgubre podía compararse con la tormenta que se arremolinaba en su cabeza. No encontraba la respuesta. Había repasado cada caso parecido, cada criatura que se ajustara al problema, cada solución que alguna vez había funcionado… pero esta vez nada encajaba. Y eso le carcomía por dentro. —Piensa, maldita sea… —susurró, pasándose las manos por la cara. Pero su mente no cooperaba. En lugar de lógica, lo asaltaban los fantasmas de sus fracasos. El eco de las veces que no llegó a tiempo. De las promesas que rompió. De las miradas de aquellos a quienes no pudo salvar. El whisky bajó ardiendo por su garganta, pero no ayudó a apagar el fuego de la culpa. Se puso de pie de golpe y comenzó a caminar en círculos por la habitación, las botas resonando contra el suelo de concreto. Tenía que haber algo. Tenía que haber una forma. Porque si la respuesta no estaba en los libros, ni en los contactos que le quedaban, significaba que estaba dentro de él. Respiró hondo y cerró los ojos. Dejó que la ansiedad lo atravesara como una bala, que la desesperación le mostrara su peor cara… y entonces, en medio de todo el caos mental, una idea se filtró. Un detalle que había pasado por alto. Abrió los ojos. Por primera vez en horas, su respiración se calmó. Sí. Había una salida. Y si había aprendido algo en su vida, era que nunca debía subestimar su instinto.
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  • ――――― De Vuelta a la Acción: Neutralizando al Leviatán Fantasma

    Una noche sin luna se cierne sobre nosotros, pero no hay nada similar a paz en esta oscuridad. Estoy aferrado al cuello del leviatán, el viento salado azotándome la cara mientras la criatura lucha con toda su furia. Su cuerpo translúcido, como si estuviera hecho de luz y humo, hace que mis manos resbalen con cada movimiento.

    El rugido de sus mandíbulas abiertas resuena tan fuerte que siento los huesos vibrar.

    ― ¡Equipo, necesitamos que esa cabeza quede baja! ―grito por el comunicador, jadeando y chapoteando― ¡Ahora!

    El plan está en marcha: mi segunda al mando, Lyra, invoca sus esferas mágicas para formar una red eléctrica que chisporrotea con destellos azulados, mientras Jorek, el francotirador, dispara anclas energéticas desde una de las grúas de la plataforma para inmovilizar parte de su cuerpo. Yo soy el anzuelo, como siempre, el señuelo que mantiene a esta bestia interesada en nosotros.

    Con un rugido que rivaliza con el del monstruo, empuño mi arma. Mi hacha ya está cargada, lista para el golpe final... aunque lo último que quiero es matarle.

    De repente, el leviatán cambia de estrategia. Con un giro violento, su cola atraviesa uno de los tanques de combustible de la plataforma petrolera, enviando llamas al aire. En el caos, su cuello da una sacudida que me lanza al vacío. Extiendo mi brazo y me aferro a un saliente de la criatura, pero la bestia se dobla en dos, lanzando su cola sobre si misma, sobre mi. El impacto es brutal. Siento el crujido inconfundible del hueso rompiéndose.

    ― ¡Maldición! ―gruño, los dientes apretados mientras intento mantener el agarre.

    ― ¡Aguanta, Xhiva! ―responde Lyra en el comunicador, con partes iguales de miedo y determinación.

    ― ¡Hazlo rápido, Lyra! ―grito mientras el dolor amenaza con nublar mi juicio― Este desgraciado no me va a soltar.

    Con un destello, la red eléctrica se cierra, atrapando al leviatán y drenando la energía etérea que lo sostiene. La criatura se desploma con un gemido gutural, su forma etérea disminuyendo en una bruma pálida hasta volverse de un tamaño manejable.

    Lyra me atrapa con un campo de energía y me lleva hasta la plataforma. Caigo al suelo metálico, jadeando y con el brazo colgando inerte. Mis compañeros corren hacia mí, pero antes de que puedan decir nada, les sonrío con una mueca de dolor.

    ― Otro día más en la oficina, ¿eh? ―bromeo, mientras Lyra se inclina para revisarme el brazo.

    Ella suspira, sus ojos reflejando alivio y exasperación.

    ― Deberías aprender a no jugar con serpientes más grandes que tú, Xhiva.

    ― No sé de qué hablas. Yo soy la serpiente más grande. Este era un primo lejano... y espero que pronto este más lejos.

    #𓆙𓆙𓆙 #NagaBros
    ――――― De Vuelta a la Acción: Neutralizando al Leviatán Fantasma Una noche sin luna se cierne sobre nosotros, pero no hay nada similar a paz en esta oscuridad. Estoy aferrado al cuello del leviatán, el viento salado azotándome la cara mientras la criatura lucha con toda su furia. Su cuerpo translúcido, como si estuviera hecho de luz y humo, hace que mis manos resbalen con cada movimiento. El rugido de sus mandíbulas abiertas resuena tan fuerte que siento los huesos vibrar. ― ¡Equipo, necesitamos que esa cabeza quede baja! ―grito por el comunicador, jadeando y chapoteando― ¡Ahora! El plan está en marcha: mi segunda al mando, Lyra, invoca sus esferas mágicas para formar una red eléctrica que chisporrotea con destellos azulados, mientras Jorek, el francotirador, dispara anclas energéticas desde una de las grúas de la plataforma para inmovilizar parte de su cuerpo. Yo soy el anzuelo, como siempre, el señuelo que mantiene a esta bestia interesada en nosotros. Con un rugido que rivaliza con el del monstruo, empuño mi arma. Mi hacha ya está cargada, lista para el golpe final... aunque lo último que quiero es matarle. De repente, el leviatán cambia de estrategia. Con un giro violento, su cola atraviesa uno de los tanques de combustible de la plataforma petrolera, enviando llamas al aire. En el caos, su cuello da una sacudida que me lanza al vacío. Extiendo mi brazo y me aferro a un saliente de la criatura, pero la bestia se dobla en dos, lanzando su cola sobre si misma, sobre mi. El impacto es brutal. Siento el crujido inconfundible del hueso rompiéndose. ― ¡Maldición! ―gruño, los dientes apretados mientras intento mantener el agarre. ― ¡Aguanta, Xhiva! ―responde Lyra en el comunicador, con partes iguales de miedo y determinación. ― ¡Hazlo rápido, Lyra! ―grito mientras el dolor amenaza con nublar mi juicio― Este desgraciado no me va a soltar. Con un destello, la red eléctrica se cierra, atrapando al leviatán y drenando la energía etérea que lo sostiene. La criatura se desploma con un gemido gutural, su forma etérea disminuyendo en una bruma pálida hasta volverse de un tamaño manejable. Lyra me atrapa con un campo de energía y me lleva hasta la plataforma. Caigo al suelo metálico, jadeando y con el brazo colgando inerte. Mis compañeros corren hacia mí, pero antes de que puedan decir nada, les sonrío con una mueca de dolor. ― Otro día más en la oficina, ¿eh? ―bromeo, mientras Lyra se inclina para revisarme el brazo. Ella suspira, sus ojos reflejando alivio y exasperación. ― Deberías aprender a no jugar con serpientes más grandes que tú, Xhiva. ― No sé de qué hablas. Yo soy la serpiente más grande. Este era un primo lejano... y espero que pronto este más lejos. #𓆙𓆙𓆙 #NagaBros
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  • I bet on losing dogs — Mitski

    Shoko se recostó en la fría banca del tejado, el filtro de un cigarrillo consumiéndose entre sus dedos. El humo ascendía en espirales, desdibujándose contra el cielo gris. La música de su teléfono, apenas audible, se mezclaba con los ecos del pasado que resonaban en su mente.

    "My baby, my baby..."

    Había apostado todo a perder. Siempre lo hacía. En sus recuerdos, Suguru y Satoru reían, sus figuras borrosas por la distancia de los años. Ellos eran los brillantes, los invencibles, mientras ella había sido la sombra, siempre al borde de desaparecer. Aun así, los amaba. Los amaba con una devoción que la asfixiaba, sabiendo que nunca sería suficiente para salvarlos, para retenerlos.

    "I bet on losing dogs..."

    Suguru, especialmente, se le aparecía en los momentos más inoportunos, como ahora. Su rostro, joven y lleno de promesas rotas, la observaba desde las volutas del humo. Shoko había apostado por él, incluso cuando el mundo gritaba que era una causa perdida. Lo había visto desmoronarse y no había hecho nada, atrapada entre su deber y su amor mal disimulado.

    "I know they’re losing and I’ll never win..."

    Exhaló, sintiendo cómo el peso en su pecho se expandía, llenando cada rincón de su ser. Ella no lloraba, no podía, no debía. Pero el vacío era constante, un agujero negro en el centro de su corazón. Amar a los perros perdidos significaba abrazar la ruina, pero esa era su elección. Y la elección de seguir adelante, de vivir con los fantasmas, era lo único que le quedaba.

    El cigarrillo llegó a su fin, y Shoko lo apagó contra la barandilla metálica. Cerró los ojos un momento, dejando que el eco de la música se desvaneciera. En silencio, se prometió no olvidar, porque aunque todo era pérdida, esas pérdidas eran suyas.

    Y las amaba.

    I bet on losing dogs — Mitski Shoko se recostó en la fría banca del tejado, el filtro de un cigarrillo consumiéndose entre sus dedos. El humo ascendía en espirales, desdibujándose contra el cielo gris. La música de su teléfono, apenas audible, se mezclaba con los ecos del pasado que resonaban en su mente. "My baby, my baby..." Había apostado todo a perder. Siempre lo hacía. En sus recuerdos, Suguru y Satoru reían, sus figuras borrosas por la distancia de los años. Ellos eran los brillantes, los invencibles, mientras ella había sido la sombra, siempre al borde de desaparecer. Aun así, los amaba. Los amaba con una devoción que la asfixiaba, sabiendo que nunca sería suficiente para salvarlos, para retenerlos. "I bet on losing dogs..." Suguru, especialmente, se le aparecía en los momentos más inoportunos, como ahora. Su rostro, joven y lleno de promesas rotas, la observaba desde las volutas del humo. Shoko había apostado por él, incluso cuando el mundo gritaba que era una causa perdida. Lo había visto desmoronarse y no había hecho nada, atrapada entre su deber y su amor mal disimulado. "I know they’re losing and I’ll never win..." Exhaló, sintiendo cómo el peso en su pecho se expandía, llenando cada rincón de su ser. Ella no lloraba, no podía, no debía. Pero el vacío era constante, un agujero negro en el centro de su corazón. Amar a los perros perdidos significaba abrazar la ruina, pero esa era su elección. Y la elección de seguir adelante, de vivir con los fantasmas, era lo único que le quedaba. El cigarrillo llegó a su fin, y Shoko lo apagó contra la barandilla metálica. Cerró los ojos un momento, dejando que el eco de la música se desvaneciera. En silencio, se prometió no olvidar, porque aunque todo era pérdida, esas pérdidas eran suyas. Y las amaba.
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  • *tomando su cuaderno de notas, comienzo a escribir*

    Estoy algo cansada de desear tener un mínimo acercamiento, no eres más que una sombra muy distante que poco a poco se torna difusa, deseo no borra tu silueta de mi memoria, tu mirada sobre de mi, el tacto preciado de tus manos y labios sobre mi piel.

    Más siento que solo persigo a un fantasma que no planea regresar y que solo se aprovecha de mi pena y dólor disfrutando de mi deseó insano de estar junto a ti.

    *Cierro el cuaderno y llevo mi mano a mi cuello dejando escapar un suspiro mientras cierro mis ojos*
    *tomando su cuaderno de notas, comienzo a escribir* Estoy algo cansada de desear tener un mínimo acercamiento, no eres más que una sombra muy distante que poco a poco se torna difusa, deseo no borra tu silueta de mi memoria, tu mirada sobre de mi, el tacto preciado de tus manos y labios sobre mi piel. Más siento que solo persigo a un fantasma que no planea regresar y que solo se aprovecha de mi pena y dólor disfrutando de mi deseó insano de estar junto a ti. *Cierro el cuaderno y llevo mi mano a mi cuello dejando escapar un suspiro mientras cierro mis ojos*
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  • «Inevitabilidad.

    ¿Es real? ¿O un fantasma cuyo único fin es alimentar a la resignación?

    La pregunta debería ser absurda. Por supuesto que las cosas inevitables son reales. Es un hecho inexorable de la vida, tan certero como el quemarse los dedos al acercarlos al fuego.

    Pero...

    Lo que es inevitable, y lo que parece inevitable, ¿hay manera mortal de distinguirlos?»
    «Inevitabilidad. ¿Es real? ¿O un fantasma cuyo único fin es alimentar a la resignación? La pregunta debería ser absurda. Por supuesto que las cosas inevitables son reales. Es un hecho inexorable de la vida, tan certero como el quemarse los dedos al acercarlos al fuego. Pero... Lo que es inevitable, y lo que parece inevitable, ¿hay manera mortal de distinguirlos?»
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