• Cansancio y temor, los ruidos fuertes lo atormentan pero finge fortaleza donde solo hay cicatrices.

    𑁋 Lárgate de mi vista.

    Torciendo la boca, frunciendo el ceño, Luka se mostraba apático. Pero aquellos bullies amaban torturar a los recién llegados y si era un refugiado, premio doble.

    Con acero oxidado en una mano, el neandertal 3 grados mayor que él golpeó el barrote contra una reja.

    𑁋 Paganos por pasar por nuestro lado.

    Mencionó con el iris desorbitado. ¿Abuso de sustancias lícitas?.

    Pero él se negó. Abrió los brazos.

    𑁋 Golpeame si quieres, mono. Eso jamás hará que te crezca la diminuta hombría de tus pantalones.

    Agredió.

    Y él se enfado. Rabiando y echando espuma por la boca como los perros rabiosos. La campana sonó y un profesor llamo su atención.

    𑁋 Joven Matsuda y compañía, a la dirección.

    Maldiciendo la buena suerte del recién llegado, Luka levantó la mirada... ¿Por qué no simplemente lo dejaron?. ¿Quién le había advertido a un profesor en una zona tan apartada?. Suspiro, golpeó una piedra fantasma del suelo y volvió a clases.
    Cansancio y temor, los ruidos fuertes lo atormentan pero finge fortaleza donde solo hay cicatrices. 𑁋 Lárgate de mi vista. Torciendo la boca, frunciendo el ceño, Luka se mostraba apático. Pero aquellos bullies amaban torturar a los recién llegados y si era un refugiado, premio doble. Con acero oxidado en una mano, el neandertal 3 grados mayor que él golpeó el barrote contra una reja. 𑁋 Paganos por pasar por nuestro lado. Mencionó con el iris desorbitado. ¿Abuso de sustancias lícitas?. Pero él se negó. Abrió los brazos. 𑁋 Golpeame si quieres, mono. Eso jamás hará que te crezca la diminuta hombría de tus pantalones. Agredió. Y él se enfado. Rabiando y echando espuma por la boca como los perros rabiosos. La campana sonó y un profesor llamo su atención. 𑁋 Joven Matsuda y compañía, a la dirección. Maldiciendo la buena suerte del recién llegado, Luka levantó la mirada... ¿Por qué no simplemente lo dejaron?. ¿Quién le había advertido a un profesor en una zona tan apartada?. Suspiro, golpeó una piedra fantasma del suelo y volvió a clases.
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  • El turno nocturno había comenzado hacía poco más de una hora. En ese momento la tienda permanecía vacía, quizás porque afuera lloviznaba. La precipitación, aunque leve, era algo que resultaba agradable para Alaska la mayoría del tiempo, porque provocaba que el flujo de clientes en la tienda se reduciera casi a cero. No había nadie. Solo el reflejo de su propia figura, pálida y delgada, moviéndose como un fantasma entre los pasillos.

    Caminó hacia el mostrador y se detuvo justo detrás. Tomó su libreta, vieja y gastada, y deslizó sus dedos por las hojas llenas de anotaciones angulosas y esquemáticas. Su mirada se posó sobre la lista que había dejado recientemente en la esquina de una página:

    ⠀• Reestablecer orden en estante de snacks ✓
    ⠀• Revisar fecha de caducidad de los sandwiches refrigerados ✓
    ⠀• Limpiar mecanismos de tarjetas

    Con una concentración casi absoluta, comenzó a desmontar meticulosamente la máquina registradora. Extrajo cada tornillo y cada pieza con precisión, limpiando cada componente con un paño de microfibra. Un destornillador, una pinza y un frasquito de alcohol estaban perfectamente alineados a su derecha junto a su cuaderno de notas. No era su trabajo, pero el polvo acumulado entre las teclas alteraba la fluidez con la que se presionaban las mismas, y el ruido que hacía el rodillo de papel de las facturas estaba unos 0.3 decibelios más alto de lo normal. Eran pequeñaa imperfecciones, pequeños defectos casi imperceptibles para la mayoría. Pero a ella le causaban ruido, así que sentía la necesidad de corregirlos.

    La pantalla de la caja marcaba la hora en rojo: 21:28. El silencio era profundo, así que podía oir el leve zumbido constante que hacían los tubos de luz fluorescente. Nada parecía fuera de lugar. Todo permanecía en aparente orden por el momento.

    Ethan Brown
    El turno nocturno había comenzado hacía poco más de una hora. En ese momento la tienda permanecía vacía, quizás porque afuera lloviznaba. La precipitación, aunque leve, era algo que resultaba agradable para Alaska la mayoría del tiempo, porque provocaba que el flujo de clientes en la tienda se reduciera casi a cero. No había nadie. Solo el reflejo de su propia figura, pálida y delgada, moviéndose como un fantasma entre los pasillos. Caminó hacia el mostrador y se detuvo justo detrás. Tomó su libreta, vieja y gastada, y deslizó sus dedos por las hojas llenas de anotaciones angulosas y esquemáticas. Su mirada se posó sobre la lista que había dejado recientemente en la esquina de una página: ⠀• Reestablecer orden en estante de snacks ✓ ⠀• Revisar fecha de caducidad de los sandwiches refrigerados ✓ ⠀• Limpiar mecanismos de tarjetas Con una concentración casi absoluta, comenzó a desmontar meticulosamente la máquina registradora. Extrajo cada tornillo y cada pieza con precisión, limpiando cada componente con un paño de microfibra. Un destornillador, una pinza y un frasquito de alcohol estaban perfectamente alineados a su derecha junto a su cuaderno de notas. No era su trabajo, pero el polvo acumulado entre las teclas alteraba la fluidez con la que se presionaban las mismas, y el ruido que hacía el rodillo de papel de las facturas estaba unos 0.3 decibelios más alto de lo normal. Eran pequeñaa imperfecciones, pequeños defectos casi imperceptibles para la mayoría. Pero a ella le causaban ruido, así que sentía la necesidad de corregirlos. La pantalla de la caja marcaba la hora en rojo: 21:28. El silencio era profundo, así que podía oir el leve zumbido constante que hacían los tubos de luz fluorescente. Nada parecía fuera de lugar. Todo permanecía en aparente orden por el momento. [blaze_beryl_fox_406]
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  • ⠀⠀⠀Las hojas secas crujieron bajo sus botas, marcando el camino que una vez corrió de niña. En su mente, aún podía escuchar el eco de las risas que se habían vuelto amargas y el sonido de las puertas que se habían cerrado para siempre.

    —¿Nerviosa, Kazuha~? —se preguntó, con un tono ligeramente burlón. Tenía esa costumbre de hablar sola todo el tiempo, después de todo la única persona en la que confiaba era ella misma.

    ⠀⠀⠀Se detuvo frente a la verja de hierro forjado, oxidada por el tiempo y el abandono. Detrás, se alzaba la casa que había sido su hogar en un pasado ya lejano, y que había permanecido abandonada durante muchos años... hasta ahora.

    ⠀⠀⠀Empujó la verja con un chirrido que quebró el silencio del vecindario. Caminó por el sendero de adoquines hundidos, ahora casi devorados por la hierba y la maleza. Subió los escalones de la escalinata que se curveaba hacia el pórtico. La pintura de las paredes ahora estaba resquebrajada, las ventanas no dejaban ver hacia el interior por el polvo y la suciedad. Extendió una mano, pero se detuvo a centímetros de la puerta de roble macizo. ¿Que esperaba encontrar? ¿Fantasmas familiares? ¿El rastro de la niña que fue antes de que todo se pudriera?. La puerta principal cedió. El vestíbulo era vasto y oscuro. Una escalera imperial amplia, llevaba hacia la penumbra del segundo piso.

    ⠀⠀⠀Alzó su mano y deslizó un dedo sobre la superficie de una mesa de madera. La yema de su dedo se ennegreció al instante por la mugre y el polvo.

    —Tsk, parece que nadie ha puesto un pie aquí en muuucho tiempo... —su voz resonó en el vacío, y fue devuelta como un eco.

    ⠀⠀⠀En aquel momento, como respondiendo a su llegada, una mariposa de un rojo casi sanguíneo, vibrante y antinatural, surgió de la nada. Revoloteó a través de las partículas de polvo que flotaban en los rayos de luz filtrados por los vitrales sucios, y se posó con delicadeza sobre su cabello oscuro, como una joya sobre una corona olvidada. 𝘍𝘪𝘯𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘢 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘢 𝘴𝘶 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰 𝘦𝘯 𝘳𝘶𝘪𝘯𝘢𝘴.
    ⠀⠀⠀Las hojas secas crujieron bajo sus botas, marcando el camino que una vez corrió de niña. En su mente, aún podía escuchar el eco de las risas que se habían vuelto amargas y el sonido de las puertas que se habían cerrado para siempre. —¿Nerviosa, Kazuha~? —se preguntó, con un tono ligeramente burlón. Tenía esa costumbre de hablar sola todo el tiempo, después de todo la única persona en la que confiaba era ella misma. ⠀⠀⠀Se detuvo frente a la verja de hierro forjado, oxidada por el tiempo y el abandono. Detrás, se alzaba la casa que había sido su hogar en un pasado ya lejano, y que había permanecido abandonada durante muchos años... hasta ahora. ⠀⠀⠀Empujó la verja con un chirrido que quebró el silencio del vecindario. Caminó por el sendero de adoquines hundidos, ahora casi devorados por la hierba y la maleza. Subió los escalones de la escalinata que se curveaba hacia el pórtico. La pintura de las paredes ahora estaba resquebrajada, las ventanas no dejaban ver hacia el interior por el polvo y la suciedad. Extendió una mano, pero se detuvo a centímetros de la puerta de roble macizo. ¿Que esperaba encontrar? ¿Fantasmas familiares? ¿El rastro de la niña que fue antes de que todo se pudriera?. La puerta principal cedió. El vestíbulo era vasto y oscuro. Una escalera imperial amplia, llevaba hacia la penumbra del segundo piso. ⠀⠀⠀Alzó su mano y deslizó un dedo sobre la superficie de una mesa de madera. La yema de su dedo se ennegreció al instante por la mugre y el polvo. —Tsk, parece que nadie ha puesto un pie aquí en muuucho tiempo... —su voz resonó en el vacío, y fue devuelta como un eco. ⠀⠀⠀En aquel momento, como respondiendo a su llegada, una mariposa de un rojo casi sanguíneo, vibrante y antinatural, surgió de la nada. Revoloteó a través de las partículas de polvo que flotaban en los rayos de luz filtrados por los vitrales sucios, y se posó con delicadeza sobre su cabello oscuro, como una joya sobre una corona olvidada. 𝘍𝘪𝘯𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘢 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘢 𝘴𝘶 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰 𝘦𝘯 𝘳𝘶𝘪𝘯𝘢𝘴.
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  • Vestigia

    Tormenta

    Han de sonar los tambores una última vez, alzaron las velas los fantasmas que le siguen y le obedecen, el mar tranquilo se transforma en bestia, he ahí el Encantador, Navío del eterno Aldebaran, pirata, Señor ladrón conquistador, de tormentas conoce y de miedo ninguno, todos los ha dejado caer como lágrimas en el mar, temed aquellos todos los ingratos por sus doncellas, el Pirata ladrón y su barco Encantador han regresado, por todas y ninguna, por sus sonrisas y sueños ocultos, por sus deseos prohibidos y su aliento al darlo en su forma de amar, por eso ha venido el Pirata, por eso navega el varón sin alma, por placer no es, ni por dicha propia, tampoco es orgullo, tan solo es un desalmado vagabundo con una dulce sonrisa don de palabra y sin ningún lugar que pueda llamar suyo en el mundo, Aldebaran el temido Señor del Mar, un pirata sin igual, es unico, lleva estrellas grabadas en su piel y corazones en su diestra, le encantan los perfumes finos y también las rosas rojas y el buen vino,no existe hombre ni bestia que pueda competir con su espada, el Pirata lleva grabada la voluntad de su alma que respalda siempre su palabra, ave mía que no hay mar ni tierra que no pueda conquistar, Encantador como temido, la belleza de su barco oculta con delicadeza la magnificencia de su poder en combate, cañones gigantes y un casco blindado casi impenetrable, orgulloso el varón de su destino, no se queja ni se deslumbra, solitario siempre su camino, con muchas historias y amantes en su bolsillo .
    Vestigia Tormenta Han de sonar los tambores una última vez, alzaron las velas los fantasmas que le siguen y le obedecen, el mar tranquilo se transforma en bestia, he ahí el Encantador, Navío del eterno Aldebaran, pirata, Señor ladrón conquistador, de tormentas conoce y de miedo ninguno, todos los ha dejado caer como lágrimas en el mar, temed aquellos todos los ingratos por sus doncellas, el Pirata ladrón y su barco Encantador han regresado, por todas y ninguna, por sus sonrisas y sueños ocultos, por sus deseos prohibidos y su aliento al darlo en su forma de amar, por eso ha venido el Pirata, por eso navega el varón sin alma, por placer no es, ni por dicha propia, tampoco es orgullo, tan solo es un desalmado vagabundo con una dulce sonrisa don de palabra y sin ningún lugar que pueda llamar suyo en el mundo, Aldebaran el temido Señor del Mar, un pirata sin igual, es unico, lleva estrellas grabadas en su piel y corazones en su diestra, le encantan los perfumes finos y también las rosas rojas y el buen vino,no existe hombre ni bestia que pueda competir con su espada, el Pirata lleva grabada la voluntad de su alma que respalda siempre su palabra, ave mía que no hay mar ni tierra que no pueda conquistar, Encantador como temido, la belleza de su barco oculta con delicadeza la magnificencia de su poder en combate, cañones gigantes y un casco blindado casi impenetrable, orgulloso el varón de su destino, no se queja ni se deslumbra, solitario siempre su camino, con muchas historias y amantes en su bolsillo .
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  • "A veces, aún puedo sentir mis heridas celestiales sangrando. Duelen como un fantasmal susurro que me causa escalofrío hasta los huesos.
    Aún así, entre los murmullos, puedo encontrar la verdad...
    Sigo vivo y, si soy capaz de soportar esto, puedo sobrellevar cualquier cosa."
    "A veces, aún puedo sentir mis heridas celestiales sangrando. Duelen como un fantasmal susurro que me causa escalofrío hasta los huesos. Aún así, entre los murmullos, puedo encontrar la verdad... Sigo vivo y, si soy capaz de soportar esto, puedo sobrellevar cualquier cosa."
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  • The Lady of Harrentown.
    Fandom Game Of Thrones
    Categoría Romance
    Starter para 『 𝑺𝑬𝑹 𝑱𝑂𝑅𝐴𝐻 𝑴𝐎𝐑𝐌𝐎𝐍𝐓

    Las historias que se contaban de Harrentown habían cambiado desde la llegada de Lady Valenna Velaryon. Antes se la conocía como una villa común, asentada bajo la sombra ennegrecida de Harrenhal, donde las piedras aún olían a humo siglos después de que Aegon la incendiara. Ahora, en las Tierras de los Ríos, el nombre de Harrentown se pronunciaba con la misma cautela con que se pronuncia el de un fantasma.

    En pocos meses, Valenna había convertido la villa en su feudo. Gobernaba con puño de hierro, y su belleza era tan temida como sus órdenes. Quienes la servían lo hacían con devoción, pero no con amor, sino con ese fervor que nace del miedo. Sabían que bastaba una palabra mal dicha, una mirada mal dirigida, para acabar colgados en las murallas o arrojados vivos al lago. Algunos de esos castigos los ejecutaba ella misma, sin inmutarse, con la misma serenidad con la que otros nobles parten un trozo de pan en el desayuno.

    Nadie se atrevía a decirlo en voz alta, pero todos lo pensaban: la señora de Harrentown era tan hermosa como mortal.

    Aquella mañana había partido sola a caballo. Le gustaba cabalgar hasta Harrenhal, perderse entre sus ruinas y escuchar el eco hueco de un castillo maldito.

    Donde otros veían piedras quebradas, ella veía advertencias y oportunidades.
    Los muros derruidos le hablaban más que los maestres: le recordaban que incluso el poder más grande podía caer devorado por las llamas, y que solo quienes aprendían a sobrevivir entre cenizas merecían reinar sobre ellas.

    El aire olía a humedad y hierro oxidado. Las torres rotas parecían dedos ennegrecidos señalando al cielo. Valenna desmontó y dejó que su corcel bebiera en un charco estancado, mientras ella recorría la explanada con paso seguro, la capa ondeando tras de sí. Era extraño cómo incluso la quietud de Harrenhal parecía doblegarse a su presencia, como si las piedras mismas reconocieran en ella un espíritu afín.

    Y entonces lo vio, en la espesura del bosque.

    Un hombre. El caballo que lo acompañaba apenas se mantenía en pie, las costillas marcadas bajo la piel sucia. El propio hombre parecía más muerto que vivo: sucio, maltrecho, con la ropa hecha jirones. Un caballero despojado de todo salvo de la sombra de lo que había sido.

    Valenna no se movió de inmediato. Lo observó en silencio, con esa mirada calculadora que lo diseccionaba todo. No era compasión lo que encendía su curiosidad, sino la certeza de estar ante una pieza caída en el tablero. Un hombre a punto de perecer no era nada… a menos que alguien decidiera darle un propósito.

    Se acercó despacio, las botas aplastando la grava húmeda, hasta que la silueta del desconocido estuvo lo bastante cerca como para distinguir el peso de su armadura, el emblema apenas reconocible bajo la suciedad. El caballo relinchó con debilidad, y Valenna posó una mano sobre el cuello del animal, calmándolo. Después, sus ojos se alzaron hacia él.

    —Estáis muy lejos de vuestra casa... Vuestro caballo apenas se tiene en pie. Al igual que vos... —se paseó a su alrededor, rodeándolo, observándolo—. ¿Quién es el afortunado hombre al que voy a salvarle la vida?
    Starter para [THEM0RMONTBEAR] Las historias que se contaban de Harrentown habían cambiado desde la llegada de Lady Valenna Velaryon. Antes se la conocía como una villa común, asentada bajo la sombra ennegrecida de Harrenhal, donde las piedras aún olían a humo siglos después de que Aegon la incendiara. Ahora, en las Tierras de los Ríos, el nombre de Harrentown se pronunciaba con la misma cautela con que se pronuncia el de un fantasma. En pocos meses, Valenna había convertido la villa en su feudo. Gobernaba con puño de hierro, y su belleza era tan temida como sus órdenes. Quienes la servían lo hacían con devoción, pero no con amor, sino con ese fervor que nace del miedo. Sabían que bastaba una palabra mal dicha, una mirada mal dirigida, para acabar colgados en las murallas o arrojados vivos al lago. Algunos de esos castigos los ejecutaba ella misma, sin inmutarse, con la misma serenidad con la que otros nobles parten un trozo de pan en el desayuno. Nadie se atrevía a decirlo en voz alta, pero todos lo pensaban: la señora de Harrentown era tan hermosa como mortal. Aquella mañana había partido sola a caballo. Le gustaba cabalgar hasta Harrenhal, perderse entre sus ruinas y escuchar el eco hueco de un castillo maldito. Donde otros veían piedras quebradas, ella veía advertencias y oportunidades. Los muros derruidos le hablaban más que los maestres: le recordaban que incluso el poder más grande podía caer devorado por las llamas, y que solo quienes aprendían a sobrevivir entre cenizas merecían reinar sobre ellas. El aire olía a humedad y hierro oxidado. Las torres rotas parecían dedos ennegrecidos señalando al cielo. Valenna desmontó y dejó que su corcel bebiera en un charco estancado, mientras ella recorría la explanada con paso seguro, la capa ondeando tras de sí. Era extraño cómo incluso la quietud de Harrenhal parecía doblegarse a su presencia, como si las piedras mismas reconocieran en ella un espíritu afín. Y entonces lo vio, en la espesura del bosque. Un hombre. El caballo que lo acompañaba apenas se mantenía en pie, las costillas marcadas bajo la piel sucia. El propio hombre parecía más muerto que vivo: sucio, maltrecho, con la ropa hecha jirones. Un caballero despojado de todo salvo de la sombra de lo que había sido. Valenna no se movió de inmediato. Lo observó en silencio, con esa mirada calculadora que lo diseccionaba todo. No era compasión lo que encendía su curiosidad, sino la certeza de estar ante una pieza caída en el tablero. Un hombre a punto de perecer no era nada… a menos que alguien decidiera darle un propósito. Se acercó despacio, las botas aplastando la grava húmeda, hasta que la silueta del desconocido estuvo lo bastante cerca como para distinguir el peso de su armadura, el emblema apenas reconocible bajo la suciedad. El caballo relinchó con debilidad, y Valenna posó una mano sobre el cuello del animal, calmándolo. Después, sus ojos se alzaron hacia él. —Estáis muy lejos de vuestra casa... Vuestro caballo apenas se tiene en pie. Al igual que vos... —se paseó a su alrededor, rodeándolo, observándolo—. ¿Quién es el afortunado hombre al que voy a salvarle la vida?
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  • No había sido un capricho. Tampoco rebeldía. Pero ella sabía perfectamente lo que todos pensarían: la chica problemática haciendo de las suyas. Otra vez.

    Ya llevaba una lista lo suficientemente larga de faltas como para que esta desaparición encajara perfecto en aquel patrón. Impulsiva, emocional, complicada. Así era como la veían y así la juzgaban. Pero esta vez no había sido un berrinche. ¿Fue otro acto impulsivo más? Si, quizás lo fue. Pero no del todo.

    El autobús se detuvo frente a la entrada de la academia. In-ah se mordió el labio, aún con el celular en modo avión. Dudó si quitarlo, pero terminó bloqueando la pantalla sin revisar nada. "Mejor no saber", pensó. No estaba lista para ver el aluvión de mensajes, ni para los reclamos, y mucho menos para las consecuencias.

    —No sé como voy a salir de esta… —murmuró para sí misma— Agh, da igual... Total, nunca se me dio bien pedir permiso.

    Bajó del autobus con la mochila al hombro y los auriculares colgando del cuello. Caminó hasta la entrada del edificio como si nada, como si volviera de un paseo cualquiera, y no como si hubiera desaparecido durante un fin de semana entero sin dejar rastro, sin pedir permiso y sin dar explicaciones. Como si no hubiera corrido al aeropuerto el viernes por la noche con el corazón en la garganta al enterarse que su hermano estaba enfermo. ¿Había sido impulsiva? Sí, por supuesto. ¿Lo volvería a hacer? Probablemente.

    Empujó la puerta de vidrio del lobby y con pasos que pretendían ser seguros entró. "Solo actúa con naturalidad, In-ah", pensaba, mientras fingía no sentir las miradas encima de ella, ¿O quizás era paranoia? Ni siquiera lo comprobó. No vio a nadie. No buscó a nadie. Se ajustó la gorra hasta casi tapar sus cejas mientras cruzaba rápidamente el lobby como si fuera un fantasma. Solo tenía que llegar al ascensor. Subir. Y fingir que no había vuelto a joder todo.

    Kang Ji Won
    No había sido un capricho. Tampoco rebeldía. Pero ella sabía perfectamente lo que todos pensarían: la chica problemática haciendo de las suyas. Otra vez. Ya llevaba una lista lo suficientemente larga de faltas como para que esta desaparición encajara perfecto en aquel patrón. Impulsiva, emocional, complicada. Así era como la veían y así la juzgaban. Pero esta vez no había sido un berrinche. ¿Fue otro acto impulsivo más? Si, quizás lo fue. Pero no del todo. El autobús se detuvo frente a la entrada de la academia. In-ah se mordió el labio, aún con el celular en modo avión. Dudó si quitarlo, pero terminó bloqueando la pantalla sin revisar nada. "Mejor no saber", pensó. No estaba lista para ver el aluvión de mensajes, ni para los reclamos, y mucho menos para las consecuencias. —No sé como voy a salir de esta… —murmuró para sí misma— Agh, da igual... Total, nunca se me dio bien pedir permiso. Bajó del autobus con la mochila al hombro y los auriculares colgando del cuello. Caminó hasta la entrada del edificio como si nada, como si volviera de un paseo cualquiera, y no como si hubiera desaparecido durante un fin de semana entero sin dejar rastro, sin pedir permiso y sin dar explicaciones. Como si no hubiera corrido al aeropuerto el viernes por la noche con el corazón en la garganta al enterarse que su hermano estaba enfermo. ¿Había sido impulsiva? Sí, por supuesto. ¿Lo volvería a hacer? Probablemente. Empujó la puerta de vidrio del lobby y con pasos que pretendían ser seguros entró. "Solo actúa con naturalidad, In-ah", pensaba, mientras fingía no sentir las miradas encima de ella, ¿O quizás era paranoia? Ni siquiera lo comprobó. No vio a nadie. No buscó a nadie. Se ajustó la gorra hasta casi tapar sus cejas mientras cruzaba rápidamente el lobby como si fuera un fantasma. Solo tenía que llegar al ascensor. Subir. Y fingir que no había vuelto a joder todo. [galaxy_olive_bear_412]
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  • [Vuelvo a publicar porque la app no me deja subir imágenes de mnres]



    •Recuerdos de Haku•


    {Desde pequeña siempre sentí que no pertenecía del todo a este mundo. Como si el suelo bajo mis pies no terminara de aceptarme. Un espíritu que sólo yo podía ver, Para otros era un juego de niña, un amigo imaginario, un delirio infantil… hasta que empezaron a murmurar que quizá estaba loca.}

    {Pero en la casa de mis padres todo era distinto. Ellos jamás me miraron con ese juicio en los ojos. Con ellos podía reír, correr, jugar… sentir que pertenecía. Fue mi padre quien me enseñó a no temer a los espectros que se aferrarían a mí hasta el final, fruto de mi magia nigromante.}

    —No todos los espíritus son enemigos. Algunos son terror puro, pero también pueden ser maravillas misteriosas ocultas del mundo. Aprende a verlos con los dos ojos, no sólo con el del miedo.

    {La primera vez que vi al mío… no lo negaré, quise gritar, quise huir. Era sólo una sombra informe, costrosa, cubierta de un velo fantasmal, grotesco. Su sola presencia me inquietaba. Y, sin embargo, con cada aparición, esa figura iba cambiando. Su silueta se volvía menos amenazante, menos monstruosa, como si respondiera a lo que veía en mí. Jamás entendí por qué, pero mi padre me explicó que los espíritus también eligen: él estaba esforzándose por no parecerme un monstruo.}

    —Papá… dile que se vaya… por favor… yo ya no quiero verlo…

    {Mis lágrimas caían, el miedo me ahogaba. Mi padre, paciente, me sostuvo contra su pecho, acunándome. Sentí cómo sus labios besaban mi frente y sus dedos acariciaban suavemente en mi cabello. Su voz dulce, me susurró:}

    —Cuando tengas miedo, recuerda esto, Haku: tú tienes el poder de dominarlo. Hazlo tuyo, somételo, no dejes que te gobierne. El miedo no es dueño de ti, tú eres su dueña. Nadie, ni siquiera yo, puede luchar esa batalla por ti. Sólo tú puedes enfrentarlo y vencerlo.

    {Levanté mis ojos hacia él. Su mirada estaba cargada de ternura infinita, como si en mí viera el tesoro más preciado de su vida. Y, por un instante, creí que eso era suficiente. Que bastaba con estar en sus brazos para que nada malo pudiera tocarme. Pero la sombra seguía ahí… inmóvil, agazapada en la esquina de mi habitación, pegada al reflejo oscuro de la ventana. Alta, oscura, fría. Sólo sus ojos brillantes, fijos en mí, me recordaban su existencia.}

    {Con un gesto suave, mi padre limpió mis lágrimas. Solté un pequeño respiro, luego un impulso infantil me hizo saltar de la cama. Agarré una almohada… y se la arrojé. Luego otra. Y otra más.}

    —¡Vete! ¡Vete de aquí! ¡Ya no quiero verte nunca más!

    Mis pies descalzos tocaron el suelo al acercarme más y más a esa sombra. El corazón me golpeaba con tanta fuerza que pensé que se me saldría del pecho, pero la presencia de mi padre me daba valor. Nada me haría daño mientras él estuviera a mi lado. Finalmente, me planté frente a esa silueta. Levanté mi rostro, alzando la barbilla desafiante, hasta encontrar esos ojos incandescentes.}

    —Ya no te tengo miedo. ¡Vete!

    {El espíritu me observó en un silencio eterno. Ese silencio que oprime. Lo odiaba. Lo detestaba. Pero cuando ya estaba segura de que jamás desaparecería, ocurrió lo impensado. Mis ojos se abrieron de par en par: la sombra se fragmentó, se quebró como humo en el viento… y con un leve puff, simplemente se desvaneció.}
    ⚠️[Vuelvo a publicar porque la app no me deja subir imágenes de mnres⚠️] •Recuerdos de Haku•📖 {Desde pequeña siempre sentí que no pertenecía del todo a este mundo. Como si el suelo bajo mis pies no terminara de aceptarme. Un espíritu que sólo yo podía ver, Para otros era un juego de niña, un amigo imaginario, un delirio infantil… hasta que empezaron a murmurar que quizá estaba loca.} {Pero en la casa de mis padres todo era distinto. Ellos jamás me miraron con ese juicio en los ojos. Con ellos podía reír, correr, jugar… sentir que pertenecía. Fue mi padre quien me enseñó a no temer a los espectros que se aferrarían a mí hasta el final, fruto de mi magia nigromante.} —No todos los espíritus son enemigos. Algunos son terror puro, pero también pueden ser maravillas misteriosas ocultas del mundo. Aprende a verlos con los dos ojos, no sólo con el del miedo. {La primera vez que vi al mío… no lo negaré, quise gritar, quise huir. Era sólo una sombra informe, costrosa, cubierta de un velo fantasmal, grotesco. Su sola presencia me inquietaba. Y, sin embargo, con cada aparición, esa figura iba cambiando. Su silueta se volvía menos amenazante, menos monstruosa, como si respondiera a lo que veía en mí. Jamás entendí por qué, pero mi padre me explicó que los espíritus también eligen: él estaba esforzándose por no parecerme un monstruo.} —Papá… dile que se vaya… por favor… yo ya no quiero verlo… {Mis lágrimas caían, el miedo me ahogaba. Mi padre, paciente, me sostuvo contra su pecho, acunándome. Sentí cómo sus labios besaban mi frente y sus dedos acariciaban suavemente en mi cabello. Su voz dulce, me susurró:} —Cuando tengas miedo, recuerda esto, Haku: tú tienes el poder de dominarlo. Hazlo tuyo, somételo, no dejes que te gobierne. El miedo no es dueño de ti, tú eres su dueña. Nadie, ni siquiera yo, puede luchar esa batalla por ti. Sólo tú puedes enfrentarlo y vencerlo. {Levanté mis ojos hacia él. Su mirada estaba cargada de ternura infinita, como si en mí viera el tesoro más preciado de su vida. Y, por un instante, creí que eso era suficiente. Que bastaba con estar en sus brazos para que nada malo pudiera tocarme. Pero la sombra seguía ahí… inmóvil, agazapada en la esquina de mi habitación, pegada al reflejo oscuro de la ventana. Alta, oscura, fría. Sólo sus ojos brillantes, fijos en mí, me recordaban su existencia.} {Con un gesto suave, mi padre limpió mis lágrimas. Solté un pequeño respiro, luego un impulso infantil me hizo saltar de la cama. Agarré una almohada… y se la arrojé. Luego otra. Y otra más.} —¡Vete! ¡Vete de aquí! ¡Ya no quiero verte nunca más! Mis pies descalzos tocaron el suelo al acercarme más y más a esa sombra. El corazón me golpeaba con tanta fuerza que pensé que se me saldría del pecho, pero la presencia de mi padre me daba valor. Nada me haría daño mientras él estuviera a mi lado. Finalmente, me planté frente a esa silueta. Levanté mi rostro, alzando la barbilla desafiante, hasta encontrar esos ojos incandescentes.} —Ya no te tengo miedo. ¡Vete! {El espíritu me observó en un silencio eterno. Ese silencio que oprime. Lo odiaba. Lo detestaba. Pero cuando ya estaba segura de que jamás desaparecería, ocurrió lo impensado. Mis ojos se abrieron de par en par: la sombra se fragmentó, se quebró como humo en el viento… y con un leve puff, simplemente se desvaneció.}
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  • No voy a estar permitiendo que Hades me eduqué a base de periodicazos como si yo fuera un gato...

    Estado: Fantasma indignada
    No voy a estar permitiendo que Hades me eduqué a base de periodicazos como si yo fuera un gato... :STK-44: Estado: Fantasma indignada
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  • (Para entrar en escena, musica bailada: So good https://open.spotify.com/intl-es/track/18CEEhZoQBHBiGfGANm0zJ?si=194c6285ac6346f2)

    La noche en La Rapsodia Carmesí había terminado. Las luces estroboscópicas se habían apagado, dejando solo la iluminación tenue y carmesí que bañaba el gran salón. El aire, denso con el aroma residual de la noche, ahora olía a cedro y ozono. Alexander se había quitado la camiseta, sus músculos tensos y definidos brillando con un fino sudor bajo las luces. En el centro de la pista, su figura imponente se movía, no para nadie más que para sí mismo.

    La música, una de sus propias composiciones, llenaba el espacio. No era el ritmo frenético de antes, sino una melodía hipnótica, con un bajo profundo y pulsante que parecía vibrar en las paredes del club. Una percusión tribal marcaba un pulso primario, mientras que sintetizadores melódicos, casi fantasmales, se movían por encima. Era un sonido que mezclaba la agresividad de un depredador y la elegancia de una melodía clásica. Con cada compás, Alexander se movía con una precisión que era a la vez brutal y fluida.

    Sus movimientos de cadera eran afilados y potentes, como un golpe, pero luego su cuerpo se deslizaba con una fluidez que parecía desafiar la física. Era el baile de un depredador en su territorio. Sus brazos se extendían y se contraían con una velocidad letal, mientras que sus pies se movían con una ligereza que negaba su imponente físico. La fuerza de su herencia licántropa se manifestaba en la solidez de sus pies contra el suelo, en la potencia de sus saltos. Su lado demoníaco, en cambio, se reflejaba en la forma en que sus caderas se movían con una cadencia hipnótica, en la fluidez de sus brazos y en la manera en que la oscuridad parecía seguir cada una de sus transiciones. Su mirada, fija en un punto invisible, era una mezcla de concentración y una emoción cruda que rara vez se permitía mostrar.

    Su baile no era una simple coreografía. Era la expresión de su doble vida. La tensión en sus hombros, la manera en que su cuerpo se doblaba y se recuperaba, era el reflejo de la presión de su vida militar. Pero la gracia en sus movimientos, la pasión en cada giro, era la liberación de su alma artística. En ese momento, no era el líder de las fuerzas especiales, ni el descendiente de linajes prohibidos. Era solo él, Alexander, bailando para encontrar el equilibrio entre la fuerza y la gracia.

    El ritmo llegó a su clímax, y Alexander se detuvo en seco, el pecho subiendo y bajando con un aliento pesado. La música se desvaneció, dejando el salón en un silencio que solo el eco de sus pasos rompía. Su cuerpo, bañado en el brillo carmesí de las luces, parecía más un espectro que un hombre. Era un momento de paz total, un recordatorio de que, a pesar de sus demonios internos, él tenía el control.
    (Para entrar en escena, musica bailada: So good https://open.spotify.com/intl-es/track/18CEEhZoQBHBiGfGANm0zJ?si=194c6285ac6346f2) La noche en La Rapsodia Carmesí había terminado. Las luces estroboscópicas se habían apagado, dejando solo la iluminación tenue y carmesí que bañaba el gran salón. El aire, denso con el aroma residual de la noche, ahora olía a cedro y ozono. Alexander se había quitado la camiseta, sus músculos tensos y definidos brillando con un fino sudor bajo las luces. En el centro de la pista, su figura imponente se movía, no para nadie más que para sí mismo. La música, una de sus propias composiciones, llenaba el espacio. No era el ritmo frenético de antes, sino una melodía hipnótica, con un bajo profundo y pulsante que parecía vibrar en las paredes del club. Una percusión tribal marcaba un pulso primario, mientras que sintetizadores melódicos, casi fantasmales, se movían por encima. Era un sonido que mezclaba la agresividad de un depredador y la elegancia de una melodía clásica. Con cada compás, Alexander se movía con una precisión que era a la vez brutal y fluida. Sus movimientos de cadera eran afilados y potentes, como un golpe, pero luego su cuerpo se deslizaba con una fluidez que parecía desafiar la física. Era el baile de un depredador en su territorio. Sus brazos se extendían y se contraían con una velocidad letal, mientras que sus pies se movían con una ligereza que negaba su imponente físico. La fuerza de su herencia licántropa se manifestaba en la solidez de sus pies contra el suelo, en la potencia de sus saltos. Su lado demoníaco, en cambio, se reflejaba en la forma en que sus caderas se movían con una cadencia hipnótica, en la fluidez de sus brazos y en la manera en que la oscuridad parecía seguir cada una de sus transiciones. Su mirada, fija en un punto invisible, era una mezcla de concentración y una emoción cruda que rara vez se permitía mostrar. Su baile no era una simple coreografía. Era la expresión de su doble vida. La tensión en sus hombros, la manera en que su cuerpo se doblaba y se recuperaba, era el reflejo de la presión de su vida militar. Pero la gracia en sus movimientos, la pasión en cada giro, era la liberación de su alma artística. En ese momento, no era el líder de las fuerzas especiales, ni el descendiente de linajes prohibidos. Era solo él, Alexander, bailando para encontrar el equilibrio entre la fuerza y la gracia. El ritmo llegó a su clímax, y Alexander se detuvo en seco, el pecho subiendo y bajando con un aliento pesado. La música se desvaneció, dejando el salón en un silencio que solo el eco de sus pasos rompía. Su cuerpo, bañado en el brillo carmesí de las luces, parecía más un espectro que un hombre. Era un momento de paz total, un recordatorio de que, a pesar de sus demonios internos, él tenía el control.
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