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    HIGHWAY 33 — ATARDECER.


    La carretera se abre, vacía como nunca en California. Las montañas en el horizonte, el sol bajando lento. El rugido de la Harley Davidson es lo único que se escucha, sin su chaleco de SAMCRO, el rubio conduce con la mirada perdida.


    "— California es tierra de contrastes. Libertad y condena, belleza y ruina… como la vida misma. A veces necesito dejar atrás Charming, el club, todo el ruido. Salgo a rodar para recordar quién era antes de que todo se jodiera. Antes de la sangre, antes de la traición. hay algo en la soledad del viaje que no puedes encontrar en ningún otro lugar. No hay lealtades, no hay decisiones que maten a tus hermanos. Solo el sonido del motor y el viento que te grita verdades que llevas años evitando. A veces me pregunto si el club me salvó… o si solo me dio una nueva forma de perderme."

    La presencia de uno de los tantos pueblos fantasma pasa inadvertida. Un cartel oxidado dice "Welcome to Santa Lucía “. Todo está cerrado, abandonado. No se detiene.


    "— He visto lo mejor y lo peor del hombre bajo el escudo de un parche. Y aun así, es en la carretera, solo, donde me siento más real. Más yo. Tal vez porque la soledad, por dura que sea, no te traiciona. Solo te acompaña. Y a veces, eso es todo lo que necesitas para seguir rodando."

    La figura difusa del rubio en la distancia se perdía, su silueta recortada contra el cielo naranja fue lo último que se vio de el aquel día.
    HIGHWAY 33 — ATARDECER. La carretera se abre, vacía como nunca en California. Las montañas en el horizonte, el sol bajando lento. El rugido de la Harley Davidson es lo único que se escucha, sin su chaleco de SAMCRO, el rubio conduce con la mirada perdida. "— California es tierra de contrastes. Libertad y condena, belleza y ruina… como la vida misma. A veces necesito dejar atrás Charming, el club, todo el ruido. Salgo a rodar para recordar quién era antes de que todo se jodiera. Antes de la sangre, antes de la traición. hay algo en la soledad del viaje que no puedes encontrar en ningún otro lugar. No hay lealtades, no hay decisiones que maten a tus hermanos. Solo el sonido del motor y el viento que te grita verdades que llevas años evitando. A veces me pregunto si el club me salvó… o si solo me dio una nueva forma de perderme." La presencia de uno de los tantos pueblos fantasma pasa inadvertida. Un cartel oxidado dice "Welcome to Santa Lucía “. Todo está cerrado, abandonado. No se detiene. "— He visto lo mejor y lo peor del hombre bajo el escudo de un parche. Y aun así, es en la carretera, solo, donde me siento más real. Más yo. Tal vez porque la soledad, por dura que sea, no te traiciona. Solo te acompaña. Y a veces, eso es todo lo que necesitas para seguir rodando." La figura difusa del rubio en la distancia se perdía, su silueta recortada contra el cielo naranja fue lo último que se vio de el aquel día.
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  • La espectral joven llegó con pasos suaves hasta el recinto donde se encontraba el oráculo, acompañada de aquella dualidad nata en ella. Seguida por sus sombras, tal como las polillas siguen a la luz. Entro lentamente con una actitud completamente respetuosa, dejando tras de ella las sombras que desaparecieron al entrar en contacto con la gran luz del lugar.

    En sus temblorosas mano llevaba una canasta tejida por ella misma, con una botella del mejor jugo de granada y lo que parecía un queso que la joven hizo con sus propias manos. Se detuvo, respirando como si pidiera permiso al viento para ello, su rostro imperturbable se vio iluminado al retirar el velo oscuro que la cubría. Y con voz serena y aterciopelada comenzó a hablar

    ─ Gran oráculo, te vengo a ver,
    No como dios, sino como hermana que quiere saber.
    Mi hermano Zagreus, guerrero valiente y fuerte,
    Lucha en el Inframundo, con fuego que arde sin muerte.
    Quiero saber si hay una profecía que lo espera,
    Y si puedes guiarme, para que yo pueda
    En su camino ser luz clara y sincera."

    La diosa iba no como tormenta, no como fuego abrazador, no como quien exige sino como quien suplica, quien añora respuestas. Levanto la canasta en directo del gran Apolo, mostrando su contenido. No era una deidad, no era oscuridad, no era nada mas que una hermana preocupada, una que añoraba encontrar un forma de ayudar a su querido hermano.

    ─ Pero se que todo tiene un costo, espero que esté pequeño gesto sea suficiente para lo que solicito...

    El dios sol al ver llegar a la joven, alzo las cejas algo sorprendido, su alegría era clara ante como la diosa se presento hablando en rima, honrándole así al ser dios de las artes y la poesía. Pero antes de poder abrir la boca, Apolo ya estaba soltando una profecía para la chica

    ─ Tu hermano no está perdido,
    duerme envuelto en rojo olvido.
    No lo salves por la fuerza,
    dale amor que le refuerza.
    Di su nombre con ternura,
    muéstrale que aún perdura.
    No es fantasma si hay amor:
    es camino, no dolor.

    Vio al dios terminar de hablar, volviendo a la normalidad, agradeciendo su ofrenda dejándola partir, con aun mas dudas. Su hermano el gran guerrero del inframundo en verdad la preocupaba, ella incapaz de dormir, siempre escuchaba los lamentos que Zagreus daba entre sueños. La preocupaba, en verdad quería ayudarle, esta profecía solo dejaba en claro una cosa, tendría que hablar con us hermano sin tapujos ni escudos, solo corazón y sinceridad en cada palabra.
    La espectral joven llegó con pasos suaves hasta el recinto donde se encontraba el oráculo, acompañada de aquella dualidad nata en ella. Seguida por sus sombras, tal como las polillas siguen a la luz. Entro lentamente con una actitud completamente respetuosa, dejando tras de ella las sombras que desaparecieron al entrar en contacto con la gran luz del lugar. En sus temblorosas mano llevaba una canasta tejida por ella misma, con una botella del mejor jugo de granada y lo que parecía un queso que la joven hizo con sus propias manos. Se detuvo, respirando como si pidiera permiso al viento para ello, su rostro imperturbable se vio iluminado al retirar el velo oscuro que la cubría. Y con voz serena y aterciopelada comenzó a hablar ─ Gran oráculo, te vengo a ver, No como dios, sino como hermana que quiere saber. Mi hermano Zagreus, guerrero valiente y fuerte, Lucha en el Inframundo, con fuego que arde sin muerte. Quiero saber si hay una profecía que lo espera, Y si puedes guiarme, para que yo pueda En su camino ser luz clara y sincera." La diosa iba no como tormenta, no como fuego abrazador, no como quien exige sino como quien suplica, quien añora respuestas. Levanto la canasta en directo del gran Apolo, mostrando su contenido. No era una deidad, no era oscuridad, no era nada mas que una hermana preocupada, una que añoraba encontrar un forma de ayudar a su querido hermano. ─ Pero se que todo tiene un costo, espero que esté pequeño gesto sea suficiente para lo que solicito... El dios sol al ver llegar a la joven, alzo las cejas algo sorprendido, su alegría era clara ante como la diosa se presento hablando en rima, honrándole así al ser dios de las artes y la poesía. Pero antes de poder abrir la boca, Apolo ya estaba soltando una profecía para la chica ─ Tu hermano no está perdido, duerme envuelto en rojo olvido. No lo salves por la fuerza, dale amor que le refuerza. Di su nombre con ternura, muéstrale que aún perdura. No es fantasma si hay amor: es camino, no dolor. Vio al dios terminar de hablar, volviendo a la normalidad, agradeciendo su ofrenda dejándola partir, con aun mas dudas. Su hermano el gran guerrero del inframundo en verdad la preocupaba, ella incapaz de dormir, siempre escuchaba los lamentos que Zagreus daba entre sueños. La preocupaba, en verdad quería ayudarle, esta profecía solo dejaba en claro una cosa, tendría que hablar con us hermano sin tapujos ni escudos, solo corazón y sinceridad en cada palabra.
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  • El vampiro se apoya contra la mesa de acero manchada de sangre. Lleva una camisa blanca remangada hasta los codos, ahora teñida de rojo. Su chaleco negro y su corbata desajustada le dan un aire de funeral permanente. Sus ojos, dorados por la sangre recién consumida, brillan con culpa más que con hambre.

    mike el último de los Hijos de la Estrella Rota, observa su mano con asco. La sangre salpica su piel como la evidencia de una promesa rota. Pero no. No es sangre humana. No esta vez.

    —“No eran inocentes… No más. Estaban infectados, perdidos. No quedaba mente que salvar en esas bestias.” —murmura, más para sí que para justificarlo ante los espectros que aún lo siguen en su conciencia.

    Los lobos... eran una vez guardianes del Equilibrio. Hasta que la enfermedad de la Luna Rota los corrompió. Su carne se pudre aún con vida. Su alma, retorcida. Y aunque nadie más se atreve a enfrentarlos, él los caza. Uno a uno. Porque en su sangre todavía hay poder... y pureza.

    Se pasa la mano ensangrentada por el rostro, dejando un rastro oscuro en su mejilla. No siente orgullo. Sólo cansancio.

    “Podría ser más fácil... solo una vez. Probar la sangre humana de nuevo. Una pequeña desviación.”

    Pero cada noche, recuerda. A ella. La última mortal que confió en él. Su voz, antes de morir en sus brazos:

    —“Prométeme que no te convertirás en lo que te hicieron.”

    Y él lo juró. Ante la luna, ante el dolor, ante la eternidad.

    Así que allí está. Solo. Rodeado de acero, sangre y silencio. El carnicero de lo corrupto. El médico del fin del mundo. Un monstruo que eligió no serlo.

    —“Mañana... habrá otro. Siempre hay otro. Pero no serán humanos. Jamás otra vez.”

    Y con el sonido de su gabardina arrastrando, desaparece entre las sombras del laboratorio, como un fantasma con propósito.
    El vampiro se apoya contra la mesa de acero manchada de sangre. Lleva una camisa blanca remangada hasta los codos, ahora teñida de rojo. Su chaleco negro y su corbata desajustada le dan un aire de funeral permanente. Sus ojos, dorados por la sangre recién consumida, brillan con culpa más que con hambre. mike el último de los Hijos de la Estrella Rota, observa su mano con asco. La sangre salpica su piel como la evidencia de una promesa rota. Pero no. No es sangre humana. No esta vez. —“No eran inocentes… No más. Estaban infectados, perdidos. No quedaba mente que salvar en esas bestias.” —murmura, más para sí que para justificarlo ante los espectros que aún lo siguen en su conciencia. Los lobos... eran una vez guardianes del Equilibrio. Hasta que la enfermedad de la Luna Rota los corrompió. Su carne se pudre aún con vida. Su alma, retorcida. Y aunque nadie más se atreve a enfrentarlos, él los caza. Uno a uno. Porque en su sangre todavía hay poder... y pureza. Se pasa la mano ensangrentada por el rostro, dejando un rastro oscuro en su mejilla. No siente orgullo. Sólo cansancio. “Podría ser más fácil... solo una vez. Probar la sangre humana de nuevo. Una pequeña desviación.” Pero cada noche, recuerda. A ella. La última mortal que confió en él. Su voz, antes de morir en sus brazos: —“Prométeme que no te convertirás en lo que te hicieron.” Y él lo juró. Ante la luna, ante el dolor, ante la eternidad. Así que allí está. Solo. Rodeado de acero, sangre y silencio. El carnicero de lo corrupto. El médico del fin del mundo. Un monstruo que eligió no serlo. —“Mañana... habrá otro. Siempre hay otro. Pero no serán humanos. Jamás otra vez.” Y con el sonido de su gabardina arrastrando, desaparece entre las sombras del laboratorio, como un fantasma con propósito.
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  • Ocasionalmente me quedo mirando al vacío, pero no estoy mirando el presente.
    Estoy mirando a Jan gritar sin mandíbula. A Elias con la mirada fija, como si todavía siguiera vivo o a Richard decir como un mantra "Dios nos abandonó" Mientras sangre negra sale de entre su uniforme.

    Los veo caer una y otra vez, cada vez que cierro los ojos. Cada vez que alguien en la calle levanta la voz.
    Cada vez que huelo el metal quemado o siento temblar el suelo.

    No puedo explicarlo. No quiero explicarlo.
    Sólo sé que, cuando me quedo quieto… la guerra regresa.
    Mis muertos me miran desde la sombra de cada pared blanca.

    Dormir no es descansar.
    Es una lucha.

    Mi cuerpo se olvida de respirar. Me despierto jadeante, con el corazón como un martillo contra mi fragil cuerpo.
    Sueño que estoy bajo de la tierra en las trincheras de vez en cuando. De vez en cuando, hay fuego.
    Y de vez en cuando, cuando finalmente logro dormir, un condenado ruido lo arruina todo:
    una moto, un grito, un portazo… y vuelvo a ese lugar. Al frente. Al caos.

    Me cuesta salir de ahí.

    Los perros me ponen tenso.
    No los odio… pero no puedo evitarlo. Sus ladridos me atraviesan como un disparo,
    hay algo en su mirada —cuando fijan los ojos, cuando corren sin aviso—
    me recuerda a cosas que preferiría enterrar.

    No le cuento esto a nadie.
    No quiero lástima.
    Solo… a veces, me gustaría poder dormir sin luchar.
    Sin sobresaltos.
    Sin fantasmas.
    Sin el miedo de no despertar… o peor, de despertar en el infierno de nuevo.
    Ocasionalmente me quedo mirando al vacío, pero no estoy mirando el presente. Estoy mirando a Jan gritar sin mandíbula. A Elias con la mirada fija, como si todavía siguiera vivo o a Richard decir como un mantra "Dios nos abandonó" Mientras sangre negra sale de entre su uniforme. Los veo caer una y otra vez, cada vez que cierro los ojos. Cada vez que alguien en la calle levanta la voz. Cada vez que huelo el metal quemado o siento temblar el suelo. No puedo explicarlo. No quiero explicarlo. Sólo sé que, cuando me quedo quieto… la guerra regresa. Mis muertos me miran desde la sombra de cada pared blanca. Dormir no es descansar. Es una lucha. Mi cuerpo se olvida de respirar. Me despierto jadeante, con el corazón como un martillo contra mi fragil cuerpo. Sueño que estoy bajo de la tierra en las trincheras de vez en cuando. De vez en cuando, hay fuego. Y de vez en cuando, cuando finalmente logro dormir, un condenado ruido lo arruina todo: una moto, un grito, un portazo… y vuelvo a ese lugar. Al frente. Al caos. Me cuesta salir de ahí. Los perros me ponen tenso. No los odio… pero no puedo evitarlo. Sus ladridos me atraviesan como un disparo, hay algo en su mirada —cuando fijan los ojos, cuando corren sin aviso— me recuerda a cosas que preferiría enterrar. No le cuento esto a nadie. No quiero lástima. Solo… a veces, me gustaría poder dormir sin luchar. Sin sobresaltos. Sin fantasmas. Sin el miedo de no despertar… o peor, de despertar en el infierno de nuevo.
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  • Cuando Iluna salió con un suéter que parecía hecho para alguien tres veces más grande, la calle estaba tan desierta que hasta los fantasmas parecían haberse ido a dormir.

    — Otra noche de: Iluna vs el insomnio, ¿Quien ganó está vez? El insomnio, claro —murmuró, hablando sola porque, bueno, ¿quien más iba a escuchar sus monólogos a estas horas?. Rune estaba demasiado ocupado durmiendo (o planeando como dominar el mundo, quién sabe).

    Un bache traicionero apareció bajo sus pies, pero ella se salvó de caer de cara con una pirueta torpe que terminó en un zapatazo contra el suelo.

    — Si esto fuera una peli de terror, este sería el momento donde aparece el asesino... —murmuró, mirando alrededor con una sonrisa cansada— Pero como es mi vida, solo habrá un gato callejero que me juzgue y un story en instagram con un "casi morí lol".

    El viento sopló, llevándose su risa.

    — De todos modos, si muero me gustaría un epitafio que diga "Murió como vivió: tropezando con sus propios pies y culpando a Mercurio Retrogrado"... y que Rune herede todo, menos mi deuda de la uni y del arriendo.
    Cuando Iluna salió con un suéter que parecía hecho para alguien tres veces más grande, la calle estaba tan desierta que hasta los fantasmas parecían haberse ido a dormir. — Otra noche de: Iluna vs el insomnio, ¿Quien ganó está vez? El insomnio, claro —murmuró, hablando sola porque, bueno, ¿quien más iba a escuchar sus monólogos a estas horas?. Rune estaba demasiado ocupado durmiendo (o planeando como dominar el mundo, quién sabe). Un bache traicionero apareció bajo sus pies, pero ella se salvó de caer de cara con una pirueta torpe que terminó en un zapatazo contra el suelo. — Si esto fuera una peli de terror, este sería el momento donde aparece el asesino... —murmuró, mirando alrededor con una sonrisa cansada— Pero como es mi vida, solo habrá un gato callejero que me juzgue y un story en instagram con un "casi morí lol". El viento sopló, llevándose su risa. — De todos modos, si muero me gustaría un epitafio que diga "Murió como vivió: tropezando con sus propios pies y culpando a Mercurio Retrogrado"... y que Rune herede todo, menos mi deuda de la uni y del arriendo.
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    ᛝ• Revenant es una doncella de ojos azules, piel de porcelana y cabello blanco trenzado. Un velo blanco y una corona de flores azules variadas reposan sobre su cabeza. Lleva una túnica blanca fantasmal, una capa azul y diversos amuletos que representan anillos. A menudo se la ve tocando la lira descalza y usa una variante del sistema de Cenizas Espirituales para invocar a un compañero espiritual .

    ‌Revenant se unió a los Nightfarers para derrotar al Señor de la Noche.•ᛝ
    ᛝ• Revenant es una doncella de ojos azules, piel de porcelana y cabello blanco trenzado. Un velo blanco y una corona de flores azules variadas reposan sobre su cabeza. Lleva una túnica blanca fantasmal, una capa azul y diversos amuletos que representan anillos. A menudo se la ve tocando la lira descalza y usa una variante del sistema de Cenizas Espirituales para invocar a un compañero espiritual . ‌ ‌Revenant se unió a los Nightfarers para derrotar al Señor de la Noche.•ᛝ
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  • Si hay una regla no escrita en el mundo pokemon, estaria seria "Nunca llames la furia de un entrenador tipo fantasma" mala suerte para aquel hombre que deicidio atacar al cantante, corto su rostro causando una herida cerca de su ojo derecho, Moon solo respiro ondo sus ojos en lugar de mostrar miedo parecian estar nerviosos, cuando vio aquel corte en su rostro gracias al reflejo de su telefono, perdio totalmente el control -IDIOTA! SABES CUANTO TENGO QUE PREOCUPARME POR CICATRICES Y COSAS?!- su grito hizo el suelo retumbar y sin chistar saco a su pokemon -Chandelure... MANDALO A LA BERNO!- el rechinido de sus dientes casi hizo sangrar los oidos del atacante, quien trato de correr tan solo ver el pokemon -parece que sabes de lo que es capaz chandelure- el pokemon por un segundo pareico sonreir de forma cinica antes de lanzar una llamarada violeta a aquel hombre, el cuerpo parecio quedar intacto pero al ver el rostro este estaba palido y sus ojos sin alma -"sus llamas queman el alma dejando el cuerpo atras como una fria cascara"- solto unas risitas mientras trataba la herida y la cubria con maquillaje dejando el cuerpo del hombre tirado en el asfalto
    Si hay una regla no escrita en el mundo pokemon, estaria seria "Nunca llames la furia de un entrenador tipo fantasma" mala suerte para aquel hombre que deicidio atacar al cantante, corto su rostro causando una herida cerca de su ojo derecho, Moon solo respiro ondo sus ojos en lugar de mostrar miedo parecian estar nerviosos, cuando vio aquel corte en su rostro gracias al reflejo de su telefono, perdio totalmente el control -IDIOTA! SABES CUANTO TENGO QUE PREOCUPARME POR CICATRICES Y COSAS?!- su grito hizo el suelo retumbar y sin chistar saco a su pokemon -Chandelure... MANDALO A LA BERNO!- el rechinido de sus dientes casi hizo sangrar los oidos del atacante, quien trato de correr tan solo ver el pokemon -parece que sabes de lo que es capaz chandelure- el pokemon por un segundo pareico sonreir de forma cinica antes de lanzar una llamarada violeta a aquel hombre, el cuerpo parecio quedar intacto pero al ver el rostro este estaba palido y sus ojos sin alma -"sus llamas queman el alma dejando el cuerpo atras como una fria cascara"- solto unas risitas mientras trataba la herida y la cubria con maquillaje dejando el cuerpo del hombre tirado en el asfalto
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  • El sol de la tarde comenzaba a hundirse entre los árboles del parque, tiñendo las hojas de un dorado suave que parecía casi irreal. Desde su banco de piedra, Esme observaba en silencio. A lo lejos, los gritos y risas de los niños rompían la calma con una energía que a ella le parecía lejana, casi fantasmal. Correteaban entre los columpios, trepaban estructuras de colores, caían y se levantaban con una rapidez envidiable, como si el mundo no pesara sobre ellos.

    Una sonrisa se formó en sus labios. Dulce. Triste.

    Porque no podía evitar imaginar… cómo habría sido. Cómo habría sido correr detrás de una pequeña versión de sí misma, limpiar lágrimas, besar frentes, entrelazar los dedos de una mano tibia que ya no podía tener.

    No. Eso le estaba vedado ahora.

    La oscuridad de su nuevo ser —elegante, implacable, eterna— le había arrebatado el derecho a una vida normal. A los errores pequeños de lo cotidiano, al caos del amor humano. A los hijos. A la vejez digna. A la imperfección que da sentido a los días.

    Sus ojos, de un brillo apagado por la melancolía, bajaron hacia la libreta que tenía sobre las piernas. Sus dedos, finos y pálidos, retomaron el lápiz que había dejado descansar.

    La familia que había estado observando —madre, padre, dos niños, uno con un globo atado a la muñeca— ya vivía entre sus trazos. Con cada línea, Esme les daba algo que ella no tendría jamás: un momento robado al tiempo, inmortalizado en papel. Sonrisas sinceras, sin sombras en la mirada. Amor sin sangre de por medio.

    Siguió dibujando, aunque su pecho se sintiera hueco.
    Porque al menos en ese cuaderno, podía fingir que aún había algo humano dentro de ella.
    El sol de la tarde comenzaba a hundirse entre los árboles del parque, tiñendo las hojas de un dorado suave que parecía casi irreal. Desde su banco de piedra, Esme observaba en silencio. A lo lejos, los gritos y risas de los niños rompían la calma con una energía que a ella le parecía lejana, casi fantasmal. Correteaban entre los columpios, trepaban estructuras de colores, caían y se levantaban con una rapidez envidiable, como si el mundo no pesara sobre ellos. Una sonrisa se formó en sus labios. Dulce. Triste. Porque no podía evitar imaginar… cómo habría sido. Cómo habría sido correr detrás de una pequeña versión de sí misma, limpiar lágrimas, besar frentes, entrelazar los dedos de una mano tibia que ya no podía tener. No. Eso le estaba vedado ahora. La oscuridad de su nuevo ser —elegante, implacable, eterna— le había arrebatado el derecho a una vida normal. A los errores pequeños de lo cotidiano, al caos del amor humano. A los hijos. A la vejez digna. A la imperfección que da sentido a los días. Sus ojos, de un brillo apagado por la melancolía, bajaron hacia la libreta que tenía sobre las piernas. Sus dedos, finos y pálidos, retomaron el lápiz que había dejado descansar. La familia que había estado observando —madre, padre, dos niños, uno con un globo atado a la muñeca— ya vivía entre sus trazos. Con cada línea, Esme les daba algo que ella no tendría jamás: un momento robado al tiempo, inmortalizado en papel. Sonrisas sinceras, sin sombras en la mirada. Amor sin sangre de por medio. Siguió dibujando, aunque su pecho se sintiera hueco. Porque al menos en ese cuaderno, podía fingir que aún había algo humano dentro de ella.
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  • La joven humana -anteriormente fantasma- bailaba despreocupada sobre el sol. Sonriente por su nueva vida y nuevas experiencias.
    La joven humana -anteriormente fantasma- bailaba despreocupada sobre el sol. Sonriente por su nueva vida y nuevas experiencias.
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  • Fueron tres guerras que marcaron gran parte de mi adolescencia y los comienzos de mi adultes. La tercera guerra no fue la más cruel, pero sí la más vacía. Ya no luchábamos por recuperar nada. Solo peleábamos para que el silencio no nos tragara por completo. Para no olvidar los nombres.

    Camino entre huesos blanqueados por el sol. Algunos aún llevan restos de estandartes desgarrados, otros nada. Cruzamos este valle hace años. Yo era uno más entre miles. Ahora solo soy uno o quizá alguien mas se salvó. Recuerdo bien la primera. Era joven, torpe aún pensaba que la justicia era una espada brillante y un escudo alto. Creí que luchar era suficiente para proteger. Salí de esa guerra con sangre en las manos y llamas en la mirada.

    La segunda fue peor. Ya no peleábamos por honra, sino por sobrevivir. Vi morir a mi padre con una lanza en el pecho, mientras me gritaba que no lo mirara. No pude obedecerlo.

    Pero fue en la tercera donde realmente morí. Mi reino ya no existía. Sus banderas se habían convertido en cenizas, y sus castillos en polvo. No luchaba por un reino. Luchaba por los fantasmas de uno.
    Me detengo frente a una cruz improvisada. El símbolo de nuestro árbol, tallado torpemente en madera vieja. Mis dedos lo rozan. Aún ardía… aunque ya no quedaba fuego.

    ¿Qué soy ahora? Un caballero sin causa. Un faro apagado. Un recuerdo caminante de una tierra que el mundo decidió olvidar. Pero mientras respire, seguiré nombrando lo que fue. No dejaré que nos borren tan fácil.
    Fueron tres guerras que marcaron gran parte de mi adolescencia y los comienzos de mi adultes. La tercera guerra no fue la más cruel, pero sí la más vacía. Ya no luchábamos por recuperar nada. Solo peleábamos para que el silencio no nos tragara por completo. Para no olvidar los nombres. Camino entre huesos blanqueados por el sol. Algunos aún llevan restos de estandartes desgarrados, otros nada. Cruzamos este valle hace años. Yo era uno más entre miles. Ahora solo soy uno o quizá alguien mas se salvó. Recuerdo bien la primera. Era joven, torpe aún pensaba que la justicia era una espada brillante y un escudo alto. Creí que luchar era suficiente para proteger. Salí de esa guerra con sangre en las manos y llamas en la mirada. La segunda fue peor. Ya no peleábamos por honra, sino por sobrevivir. Vi morir a mi padre con una lanza en el pecho, mientras me gritaba que no lo mirara. No pude obedecerlo. Pero fue en la tercera donde realmente morí. Mi reino ya no existía. Sus banderas se habían convertido en cenizas, y sus castillos en polvo. No luchaba por un reino. Luchaba por los fantasmas de uno. Me detengo frente a una cruz improvisada. El símbolo de nuestro árbol, tallado torpemente en madera vieja. Mis dedos lo rozan. Aún ardía… aunque ya no quedaba fuego. ¿Qué soy ahora? Un caballero sin causa. Un faro apagado. Un recuerdo caminante de una tierra que el mundo decidió olvidar. Pero mientras respire, seguiré nombrando lo que fue. No dejaré que nos borren tan fácil.
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