• Entre el mito y la verdad
    Fandom Oc
    Categoría Suspenso
    Rol cerrado con: Heinrich Rosenberg
    Ciudad Velmont - 1:00 am

    La ciudad tenía una forma particular de respirar en las madrugadas. Calles desiertas, faroles parpadeando como si estuvieran cansados de iluminar y el eco de unos tacones o pasos en la distancia. Joon estaba acostumbrado a todo eso. Había patrullado estos barrios lo suficiente como para saber que los rumores de vampiros, criaturas de la noche o monstruos -como bien los llamaban-, eran todas historias para mantener a los borrachos en sus casas y para asustar a los niños

    Sin embargo, los rumores de ataques extraños no dejaban de circular entre los oficiales. Gente desapareciendo sin rastro y testigos asegurando haber visto "sombras" moviéndose demasiado rápido. ¿se trataba de algún asesino en serie? No podía ser, ya no se veían casos como esos, solo porque 'eran otras épocas'.

    Un cadáver apareció en un callejón detrás de un viejo club de jazz. Nada nuevo. La víctima, un hombre de unos treinta y tantos, sin identificación, piel pálida y sin signos visibles de violencia. Lo inquietante era la falta total de sangre en el cuerpo. "Algún psicópata con fetiches raros", pensó mientras sacaba un cigarro, observando la escena.

    Joon exhaló, masajeándose las sienes.
    ⸻ Otro más… ⸻murmuró mientras encendía un cigarro.
    Era el tercer caso en un mes. Diferentes víctimas, diferentes edades, pero el mismo patrón. Piel blanca como el mármol, sin sangre, sin huellas, sin señales de lucha. Y siempre... de noche.

    Se arrodilló junto al cuerpo, sacando su linterna para inspeccionar de cerca. Cuando de repente el aire se volvió más pesado, más frío. Un escalofrío recorrió su nuca, como si lo estuvieran observando. Su cuerpo se tensó, bajando la mano lentamente hacia su arma.

    ⸻ Sal de ahí ⸻soltó con voz firme, sin voltear aún. Podí asegurar que alguien estaba en la oscuridad del callejón, acompañándolo. Giró en su lugar, apuntando realmente a la oscuridad misma con el arma ya en mano. Ah... ¿estaba alucinando? Su corazón latía con fuerza.

    Esperaba que las noches en vela no le estuvieran cobrando factura, no aún... Tenía que volver a casa y asegurarse que la bola de pelos -de curioso nombre cítrico- había vuelto a casa para dormir.
    Rol cerrado con: [Heinz_Vamp] 📍 Ciudad Velmont - 1:00 am La ciudad tenía una forma particular de respirar en las madrugadas. Calles desiertas, faroles parpadeando como si estuvieran cansados de iluminar y el eco de unos tacones o pasos en la distancia. Joon estaba acostumbrado a todo eso. Había patrullado estos barrios lo suficiente como para saber que los rumores de vampiros, criaturas de la noche o monstruos -como bien los llamaban-, eran todas historias para mantener a los borrachos en sus casas y para asustar a los niños Sin embargo, los rumores de ataques extraños no dejaban de circular entre los oficiales. Gente desapareciendo sin rastro y testigos asegurando haber visto "sombras" moviéndose demasiado rápido. ¿se trataba de algún asesino en serie? No podía ser, ya no se veían casos como esos, solo porque 'eran otras épocas'. Un cadáver apareció en un callejón detrás de un viejo club de jazz. Nada nuevo. La víctima, un hombre de unos treinta y tantos, sin identificación, piel pálida y sin signos visibles de violencia. Lo inquietante era la falta total de sangre en el cuerpo. "Algún psicópata con fetiches raros", pensó mientras sacaba un cigarro, observando la escena. Joon exhaló, masajeándose las sienes. ⸻ Otro más… ⸻murmuró mientras encendía un cigarro. Era el tercer caso en un mes. Diferentes víctimas, diferentes edades, pero el mismo patrón. Piel blanca como el mármol, sin sangre, sin huellas, sin señales de lucha. Y siempre... de noche. Se arrodilló junto al cuerpo, sacando su linterna para inspeccionar de cerca. Cuando de repente el aire se volvió más pesado, más frío. Un escalofrío recorrió su nuca, como si lo estuvieran observando. Su cuerpo se tensó, bajando la mano lentamente hacia su arma. ⸻ Sal de ahí ⸻soltó con voz firme, sin voltear aún. Podí asegurar que alguien estaba en la oscuridad del callejón, acompañándolo. Giró en su lugar, apuntando realmente a la oscuridad misma con el arma ya en mano. Ah... ¿estaba alucinando? Su corazón latía con fuerza. Esperaba que las noches en vela no le estuvieran cobrando factura, no aún... Tenía que volver a casa y asegurarse que la bola de pelos -de curioso nombre cítrico- había vuelto a casa para dormir.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me encocora
    4
    1 turno 0 maullidos 284 vistas
  • Sendero de calma
    Fandom Oc
    Categoría Aventura
    El viento silbaba suavemente mientras Jimoto descendía desde el cielo, su chaqueta ondeando con la corriente. Había viajado largas distancias, impulsado por su determinación de encontrar las siete esferas, y ahora su intuición lo guiaba hasta un bosque majestuoso que se extendía bajo él como un manto esmeralda.

    Al aterrizar entre la hierba alta y húmeda, se encontró rodeado de árboles colosales cuyos troncos estaban cubiertos de musgo y cuyas copas se entrelazaban, dejando filtrar rayos de sol dorado que iluminaban el suelo con patrones danzantes. A lo lejos, un río de aguas cristalinas serpenteaba a través del valle, reflejando el cielo con una pureza inigualable. El sonido del agua corriendo era una melodía serena, acompañada por el canto de aves ocultas entre las hojas.

    Sin embargo, más allá de la belleza del lugar, Jimoto sintió algo más. Una presencia. No era algo opresivo ni asfixiante, sino todo lo contrario: era antigua, vasta, como si la misma tierra estuviera observándolo con curiosidad. No sintió miedo.
    Avanzó con cautela, sus botas apenas dejando huella en el suelo blando. Se inclinó junto al río y sumergió sus manos en el agua fresca, dejándola correr entre sus dedos. Respiró hondo. Algo en este sitio le relajaba.

    Con el mapa desplegado en su mano, estudió las marcas que había recopilado en su viaje. Según los antiguos relatos, una de las esferas debía encontrarse en un lugar oculto dentro de este mismo. Aunque Jimoto no estaba seguro de si este era el lugar, pero su instinto le decía que debía seguir adelante.

    Se adentró entre los árboles, atento a cada detalle. Sin apartar la vista de su objetivo, continuó su exploración. Sabía que estaba cerca.
    El viento silbaba suavemente mientras Jimoto descendía desde el cielo, su chaqueta ondeando con la corriente. Había viajado largas distancias, impulsado por su determinación de encontrar las siete esferas, y ahora su intuición lo guiaba hasta un bosque majestuoso que se extendía bajo él como un manto esmeralda. Al aterrizar entre la hierba alta y húmeda, se encontró rodeado de árboles colosales cuyos troncos estaban cubiertos de musgo y cuyas copas se entrelazaban, dejando filtrar rayos de sol dorado que iluminaban el suelo con patrones danzantes. A lo lejos, un río de aguas cristalinas serpenteaba a través del valle, reflejando el cielo con una pureza inigualable. El sonido del agua corriendo era una melodía serena, acompañada por el canto de aves ocultas entre las hojas. Sin embargo, más allá de la belleza del lugar, Jimoto sintió algo más. Una presencia. No era algo opresivo ni asfixiante, sino todo lo contrario: era antigua, vasta, como si la misma tierra estuviera observándolo con curiosidad. No sintió miedo. Avanzó con cautela, sus botas apenas dejando huella en el suelo blando. Se inclinó junto al río y sumergió sus manos en el agua fresca, dejándola correr entre sus dedos. Respiró hondo. Algo en este sitio le relajaba. Con el mapa desplegado en su mano, estudió las marcas que había recopilado en su viaje. Según los antiguos relatos, una de las esferas debía encontrarse en un lugar oculto dentro de este mismo. Aunque Jimoto no estaba seguro de si este era el lugar, pero su instinto le decía que debía seguir adelante. Se adentró entre los árboles, atento a cada detalle. Sin apartar la vista de su objetivo, continuó su exploración. Sabía que estaba cerca.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos 154 vistas
  • ### **El Encuentro con Niko Tokita**

    El bosque se había convertido en su refugio. Durante días, Takeru entrenó sin descanso, endureciendo su cuerpo y despejando su mente. Sabía que una vez que el Torneo Kengan comenzara, no habría marcha atrás. Su destino se forjaría con cada golpe, con cada movimiento, y quizás… con cada vida que tomara.

    Pero el destino tenía otras pruebas para él antes de que llegara el día del torneo.

    Aquella tarde, mientras terminaba de hundir sus puños en una roca, escuchó pasos ligeros acercándose entre la maleza. Su instinto se afiló al instante. No había muchas razones para que alguien lo buscara aquí. Se giró rápidamente, adoptando una postura defensiva.

    Frente a él, de pie sobre una raíz gruesa, estaba un hombre de apariencia peculiar. Llevaba un poncho color arena que ondeaba ligeramente con la brisa, cubriendo gran parte de su cuerpo. Su cabello lacio y oscuro caía de forma desordenada, cubriendo su ojo derecho por completo, dándole un aire misterioso.

    —Vaya, pensé que me recibirías con menos hostilidad. —El hombre cruzó los brazos, evaluándolo con una mirada tranquila, pero afilada.

    Takeru no bajó la guardia.

    —¿Quién eres?

    El hombre dio un paso adelante, sin mostrar signos de amenaza.

    —Soy Niko Tokita. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza ligeramente—. Y vengo a hacerte un favor.

    Takeru frunció el ceño.

    —¿Un favor?

    Tokita señaló sus puños con un leve movimiento de cabeza.

    —Vi tu pelea contra Harold Smith. Buen boxeo. Preciso, rápido… pero también incompleto. —Su tono se volvió más serio—. Si sigues peleando solo con eso, te van a matar.

    Takeru sintió una punzada de irritación.

    —No necesito patadas ni otras tonterías.

    Tokita soltó una leve carcajada.

    —No tienes que aprender a patear si no quieres. Pero dime… —Hizo una pausa, entrecerrando los ojos—. ¿Qué harás cuando te acorralen contra una pared? ¿O cuando alguien mucho más fuerte que tú te agarre y te estrelle contra el suelo?

    Takeru apretó los dientes.

    Tokita continuó.

    —El boxeo es hermoso, pero no es suficiente en este torneo. Aquí no hay reglas, no hay árbitros, no hay segundas oportunidades. —Dio un paso más cerca, mirándolo directo a los ojos—. Si no te adaptas, morirás.

    El silencio entre ambos pesó por un momento. Takeru quería responder, quería decir que no necesitaba ayuda, pero en el fondo sabía que Tokita tenía razón.

    —Entonces… ¿qué propones? —preguntó finalmente.

    Tokita sonrió.

    —El Estilo Niko.

    Takeru levantó una ceja.

    —¿Y qué diablos es eso?

    Tokita no respondió con palabras. En su lugar, inhaló profundamente y cambió su postura. Su expresión serena desapareció, dando paso a una mirada afilada, como la de un depredador que acaba de encontrar a su presa.

    Luego, se movió.

    En un abrir y cerrar de ojos, Tokita se deslizó hacia él con una velocidad aterradora. Takeru intentó reaccionar, pero antes de que pudiera siquiera levantar los puños, una ráfaga de movimientos cayó sobre él.

    Un golpe de palma dirigido a su rostro que desvió por puro instinto. Un giro fluido que lo desbalanceó con un barrido sutil. Un codazo que se detuvo a centímetros de su sien.

    Y en menos de dos segundos, estaba en el suelo.

    Tokita se quedó de pie, su poncho ondeando levemente con la brisa. Su sonrisa confiada no se había desvanecido.

    —Esto es el Estilo Niko. Una combinación de técnicas que te permitirá adaptarte a cualquier situación. —Extendió una mano para ayudarlo a levantarse—. No te pido que renuncies a tu boxeo… solo que amplíes tu arsenal.

    Takeru respiró hondo, su mente procesando lo que acababa de pasar.

    Sabía que ese hombre tenía razón. Si quería sobrevivir… tenía que evolucionar.

    Apretó la mano de Tokita y se puso de pie.

    —Está bien. Enséñame.
    ### **El Encuentro con Niko Tokita** El bosque se había convertido en su refugio. Durante días, Takeru entrenó sin descanso, endureciendo su cuerpo y despejando su mente. Sabía que una vez que el Torneo Kengan comenzara, no habría marcha atrás. Su destino se forjaría con cada golpe, con cada movimiento, y quizás… con cada vida que tomara. Pero el destino tenía otras pruebas para él antes de que llegara el día del torneo. Aquella tarde, mientras terminaba de hundir sus puños en una roca, escuchó pasos ligeros acercándose entre la maleza. Su instinto se afiló al instante. No había muchas razones para que alguien lo buscara aquí. Se giró rápidamente, adoptando una postura defensiva. Frente a él, de pie sobre una raíz gruesa, estaba un hombre de apariencia peculiar. Llevaba un poncho color arena que ondeaba ligeramente con la brisa, cubriendo gran parte de su cuerpo. Su cabello lacio y oscuro caía de forma desordenada, cubriendo su ojo derecho por completo, dándole un aire misterioso. —Vaya, pensé que me recibirías con menos hostilidad. —El hombre cruzó los brazos, evaluándolo con una mirada tranquila, pero afilada. Takeru no bajó la guardia. —¿Quién eres? El hombre dio un paso adelante, sin mostrar signos de amenaza. —Soy Niko Tokita. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza ligeramente—. Y vengo a hacerte un favor. Takeru frunció el ceño. —¿Un favor? Tokita señaló sus puños con un leve movimiento de cabeza. —Vi tu pelea contra Harold Smith. Buen boxeo. Preciso, rápido… pero también incompleto. —Su tono se volvió más serio—. Si sigues peleando solo con eso, te van a matar. Takeru sintió una punzada de irritación. —No necesito patadas ni otras tonterías. Tokita soltó una leve carcajada. —No tienes que aprender a patear si no quieres. Pero dime… —Hizo una pausa, entrecerrando los ojos—. ¿Qué harás cuando te acorralen contra una pared? ¿O cuando alguien mucho más fuerte que tú te agarre y te estrelle contra el suelo? Takeru apretó los dientes. Tokita continuó. —El boxeo es hermoso, pero no es suficiente en este torneo. Aquí no hay reglas, no hay árbitros, no hay segundas oportunidades. —Dio un paso más cerca, mirándolo directo a los ojos—. Si no te adaptas, morirás. El silencio entre ambos pesó por un momento. Takeru quería responder, quería decir que no necesitaba ayuda, pero en el fondo sabía que Tokita tenía razón. —Entonces… ¿qué propones? —preguntó finalmente. Tokita sonrió. —El Estilo Niko. Takeru levantó una ceja. —¿Y qué diablos es eso? Tokita no respondió con palabras. En su lugar, inhaló profundamente y cambió su postura. Su expresión serena desapareció, dando paso a una mirada afilada, como la de un depredador que acaba de encontrar a su presa. Luego, se movió. En un abrir y cerrar de ojos, Tokita se deslizó hacia él con una velocidad aterradora. Takeru intentó reaccionar, pero antes de que pudiera siquiera levantar los puños, una ráfaga de movimientos cayó sobre él. Un golpe de palma dirigido a su rostro que desvió por puro instinto. Un giro fluido que lo desbalanceó con un barrido sutil. Un codazo que se detuvo a centímetros de su sien. Y en menos de dos segundos, estaba en el suelo. Tokita se quedó de pie, su poncho ondeando levemente con la brisa. Su sonrisa confiada no se había desvanecido. —Esto es el Estilo Niko. Una combinación de técnicas que te permitirá adaptarte a cualquier situación. —Extendió una mano para ayudarlo a levantarse—. No te pido que renuncies a tu boxeo… solo que amplíes tu arsenal. Takeru respiró hondo, su mente procesando lo que acababa de pasar. Sabía que ese hombre tenía razón. Si quería sobrevivir… tenía que evolucionar. Apretó la mano de Tokita y se puso de pie. —Está bien. Enséñame.
    0 turnos 0 maullidos 256 vistas
  • Luciérnaga.

    La palabra flota en el aire, atrapándome en un eco inesperado. No es un nombre que haya elegido para mí misma, pero alguien más lo ha hecho. Y ahora permanece entre la sombra y yo, ligera y persistente, como si esperara que la reconozca.

    Pienso en ello con cierta ironía. Si soy una luciérnaga, lo soy en mi forma más contradictoria. Una pequeña criatura de luz atrapada en la vastedad de la noche, un resplandor que nunca será suficiente para disipar la oscuridad. Parpadeante, efímera, apenas un destello en el abismo. Pero existente.

    Siempre he pensado en la luz como algo lejano, algo que no me pertenece del todo. La veo en otros, la reconozco en miradas llenas de esperanza y en llamas firmes que arden sin miedo al viento. Pero yo… Yo siempre he sido distinta. Mi luz, si acaso la tengo, titubea. Surge y se desvanece, como si dudara de su derecho a permanecer.

    Las luciérnagas no iluminan el camino. No son faros en la tormenta ni soles que ahuyentan la sombra. Son apenas murmullos de luz, danzando en la penumbra sin reclamar el amanecer. Y, sin embargo, aún en su fragilidad, persisten.

    Tal vez ahí resida la clave. No importa cuán tenue sea mi luz, ni cuántas veces se apague en la brisa gélida de la incertidumbre. Sigo resurgiendo. Persistente. Rebelde. Como si, a pesar de todo, me negara a desaparecer.

    Y si alguien aún me ve, si alguien aún me llama así, entonces tal vez… Tal vez mi luz no es tan invisible como creo.
    Luciérnaga. La palabra flota en el aire, atrapándome en un eco inesperado. No es un nombre que haya elegido para mí misma, pero alguien más lo ha hecho. Y ahora permanece entre la sombra y yo, ligera y persistente, como si esperara que la reconozca. Pienso en ello con cierta ironía. Si soy una luciérnaga, lo soy en mi forma más contradictoria. Una pequeña criatura de luz atrapada en la vastedad de la noche, un resplandor que nunca será suficiente para disipar la oscuridad. Parpadeante, efímera, apenas un destello en el abismo. Pero existente. Siempre he pensado en la luz como algo lejano, algo que no me pertenece del todo. La veo en otros, la reconozco en miradas llenas de esperanza y en llamas firmes que arden sin miedo al viento. Pero yo… Yo siempre he sido distinta. Mi luz, si acaso la tengo, titubea. Surge y se desvanece, como si dudara de su derecho a permanecer. Las luciérnagas no iluminan el camino. No son faros en la tormenta ni soles que ahuyentan la sombra. Son apenas murmullos de luz, danzando en la penumbra sin reclamar el amanecer. Y, sin embargo, aún en su fragilidad, persisten. Tal vez ahí resida la clave. No importa cuán tenue sea mi luz, ni cuántas veces se apague en la brisa gélida de la incertidumbre. Sigo resurgiendo. Persistente. Rebelde. Como si, a pesar de todo, me negara a desaparecer. Y si alguien aún me ve, si alguien aún me llama así, entonces tal vez… Tal vez mi luz no es tan invisible como creo.
    Me gusta
    Me encocora
    9
    2 turnos 0 maullidos 622 vistas
  • ### **El Retorno a las Raíces**

    El sol apenas asomaba entre las copas de los árboles cuando Takeru llegó al bosque. El aire fresco, impregnado con el aroma de la tierra húmeda y la resina de los pinos, lo envolvió en una sensación de familiaridad. Habían pasado años desde la última vez que pisó aquel lugar, pero nada había cambiado. Los mismos árboles robustos, las mismas colinas cubiertas de musgo, el mismo río cristalino que cortaba el paisaje como una serpiente plateada.

    Se quitó la camiseta y dejó sus cosas en una roca cercana. Respiró hondo, cerró los ojos y sintió la brisa acariciar su piel. Aquí, lejos de la ciudad, lejos del ruido, lejos del caos de los combates clandestinos, podía reencontrarse consigo mismo.

    **Primera etapa: la resistencia**

    Caminó hasta el río y dejó que el agua helada le cubriera el cuerpo. Al principio, la temperatura le cortó la respiración, pero pronto su piel se acostumbró. Se sumergió por completo y emergió con una exhalación profunda, sintiendo cómo el agua se llevaba consigo toda la tensión acumulada en sus músculos.

    Sin perder tiempo, empezó a nadar río arriba. La corriente lo empujaba hacia atrás, pero él respondía con brazadas poderosas, peleando contra la fuerza del agua. Cada golpe de brazo y cada patada se sentían como un desafío a su resistencia, pero no se detuvo. Su respiración se volvió rítmica, su cuerpo se adaptó al esfuerzo. Minuto tras minuto, siguió avanzando hasta que sus músculos ardieron y su pecho se llenó de fuego.

    Cuando sintió que su cuerpo estaba al límite, se dejó arrastrar por la corriente de regreso a la orilla. Salió del agua jadeando, con el cuerpo empapado y los músculos tensos. Pero apenas le dio tiempo de recuperar el aliento antes de pasar a la siguiente fase.

    **Segunda etapa: la fuerza**

    Se dirigió hacia un claro donde un enorme tronco caído esperaba, cubierto de musgo y humedad. Lo miró con determinación, flexionó las rodillas y metió las manos bajo la madera. Con un gruñido, levantó el tronco, sintiendo el peso desafiar cada fibra de su cuerpo.

    —¡Uno!

    Lo bajó lentamente y volvió a levantarlo.

    —¡Dos!

    Su espalda, hombros y piernas trabajaban al máximo, cada repetición un martillazo contra su resistencia. El sudor comenzó a resbalar por su frente, pero siguió adelante. Cada vez que sus músculos ardían, apretaba los dientes y continuaba. Sabía que no había otra forma de fortalecerse.

    Después de varias repeticiones, dejó caer el tronco con un estruendo y apoyó las manos en las rodillas, respirando hondo. Pero su entrenamiento no había terminado.

    Tomó el tronco nuevamente, pero esta vez lo cargó sobre sus hombros y comenzó a correr a través del bosque. Sus pies descalzos golpeaban la tierra, sorteando raíces y piedras mientras su cuerpo luchaba contra el peso que lo presionaba hacia abajo. A cada paso, sentía que su resistencia flaqueaba, pero se obligó a seguir.

    Después de recorrer varios metros, dejó caer el tronco y cayó de rodillas, jadeando. Su corazón latía con fuerza, su pecho se expandía con cada respiración profunda. Cerró los ojos por un momento, dejando que su cuerpo se recuperara.

    **Tercera etapa: el combate**

    Se puso de pie y caminó hacia una enorme roca cubierta de musgo. Se puso en guardia y lanzó un primer golpe.

    El impacto resonó en el bosque.

    Volvió a golpear. Y otra vez. Cada puñetazo hacía que la piedra se astillara poco a poco. No se detenía. Su técnica era precisa, calculada, pero con la brutalidad necesaria para romper cualquier defensa. Su respiración se volvía cada vez más pesada, y sus nudillos ardían con cada impacto.

    Luego, comenzó a encadenar combinaciones. Jab, cross, hook. Uppercut, esquiva, contraataque. Se movía con la agilidad de un depredador, imaginando a un oponente frente a él. Cada golpe iba acompañado de un resoplido de esfuerzo, cada movimiento calculado como si estuviera en el cuadrilátero.

    Cuando sintió que su resistencia flaqueaba, aumentó la intensidad. La roca estaba marcada con grietas profundas. Su piel ardía, sus nudillos sangraban, pero no se detuvo.

    Finalmente, con un último golpe, la roca se partió en dos.

    Takeru se quedó ahí, jadeando, con los puños en alto. Observó la piedra rota frente a él, testigo de su esfuerzo.

    Este bosque le había dado la fuerza una vez.

    Y ahora, se la estaba devolviendo.
    ### **El Retorno a las Raíces** El sol apenas asomaba entre las copas de los árboles cuando Takeru llegó al bosque. El aire fresco, impregnado con el aroma de la tierra húmeda y la resina de los pinos, lo envolvió en una sensación de familiaridad. Habían pasado años desde la última vez que pisó aquel lugar, pero nada había cambiado. Los mismos árboles robustos, las mismas colinas cubiertas de musgo, el mismo río cristalino que cortaba el paisaje como una serpiente plateada. Se quitó la camiseta y dejó sus cosas en una roca cercana. Respiró hondo, cerró los ojos y sintió la brisa acariciar su piel. Aquí, lejos de la ciudad, lejos del ruido, lejos del caos de los combates clandestinos, podía reencontrarse consigo mismo. **Primera etapa: la resistencia** Caminó hasta el río y dejó que el agua helada le cubriera el cuerpo. Al principio, la temperatura le cortó la respiración, pero pronto su piel se acostumbró. Se sumergió por completo y emergió con una exhalación profunda, sintiendo cómo el agua se llevaba consigo toda la tensión acumulada en sus músculos. Sin perder tiempo, empezó a nadar río arriba. La corriente lo empujaba hacia atrás, pero él respondía con brazadas poderosas, peleando contra la fuerza del agua. Cada golpe de brazo y cada patada se sentían como un desafío a su resistencia, pero no se detuvo. Su respiración se volvió rítmica, su cuerpo se adaptó al esfuerzo. Minuto tras minuto, siguió avanzando hasta que sus músculos ardieron y su pecho se llenó de fuego. Cuando sintió que su cuerpo estaba al límite, se dejó arrastrar por la corriente de regreso a la orilla. Salió del agua jadeando, con el cuerpo empapado y los músculos tensos. Pero apenas le dio tiempo de recuperar el aliento antes de pasar a la siguiente fase. **Segunda etapa: la fuerza** Se dirigió hacia un claro donde un enorme tronco caído esperaba, cubierto de musgo y humedad. Lo miró con determinación, flexionó las rodillas y metió las manos bajo la madera. Con un gruñido, levantó el tronco, sintiendo el peso desafiar cada fibra de su cuerpo. —¡Uno! Lo bajó lentamente y volvió a levantarlo. —¡Dos! Su espalda, hombros y piernas trabajaban al máximo, cada repetición un martillazo contra su resistencia. El sudor comenzó a resbalar por su frente, pero siguió adelante. Cada vez que sus músculos ardían, apretaba los dientes y continuaba. Sabía que no había otra forma de fortalecerse. Después de varias repeticiones, dejó caer el tronco con un estruendo y apoyó las manos en las rodillas, respirando hondo. Pero su entrenamiento no había terminado. Tomó el tronco nuevamente, pero esta vez lo cargó sobre sus hombros y comenzó a correr a través del bosque. Sus pies descalzos golpeaban la tierra, sorteando raíces y piedras mientras su cuerpo luchaba contra el peso que lo presionaba hacia abajo. A cada paso, sentía que su resistencia flaqueaba, pero se obligó a seguir. Después de recorrer varios metros, dejó caer el tronco y cayó de rodillas, jadeando. Su corazón latía con fuerza, su pecho se expandía con cada respiración profunda. Cerró los ojos por un momento, dejando que su cuerpo se recuperara. **Tercera etapa: el combate** Se puso de pie y caminó hacia una enorme roca cubierta de musgo. Se puso en guardia y lanzó un primer golpe. El impacto resonó en el bosque. Volvió a golpear. Y otra vez. Cada puñetazo hacía que la piedra se astillara poco a poco. No se detenía. Su técnica era precisa, calculada, pero con la brutalidad necesaria para romper cualquier defensa. Su respiración se volvía cada vez más pesada, y sus nudillos ardían con cada impacto. Luego, comenzó a encadenar combinaciones. Jab, cross, hook. Uppercut, esquiva, contraataque. Se movía con la agilidad de un depredador, imaginando a un oponente frente a él. Cada golpe iba acompañado de un resoplido de esfuerzo, cada movimiento calculado como si estuviera en el cuadrilátero. Cuando sintió que su resistencia flaqueaba, aumentó la intensidad. La roca estaba marcada con grietas profundas. Su piel ardía, sus nudillos sangraban, pero no se detuvo. Finalmente, con un último golpe, la roca se partió en dos. Takeru se quedó ahí, jadeando, con los puños en alto. Observó la piedra rota frente a él, testigo de su esfuerzo. Este bosque le había dado la fuerza una vez. Y ahora, se la estaba devolviendo.
    0 turnos 0 maullidos 137 vistas
  • Dean Winchester se apoyó contra la fría encimera de la cocina del búnker, dejando escapar un suspiro satisfecho. El aroma de las tortitas recién hechas flotaba en el aire, una mezcla tentadora de masa dorada, mantequilla derretida y un toque de jarabe de arce. Había pasado un día largo, entre cacerías y viejos grimorios, y lo único que deseaba en ese momento era una buena comida y un batido bien frío.

    Abrió la nevera con un movimiento automático, como si ese rincón del búnker se hubiera convertido en un refugio tan familiar como el Impala. La luz amarillenta iluminó el interior desordenado: botellas medio vacías de condimentos, un par de batidos artesanales que Sam había comprado, y restos de pizza de alguna noche anterior. Dean frunció el ceño, escudriñando entre los estantes, empujando a un lado un tarro de pepinillos y un envase olvidado de yogur que había visto mejores días.

    —Vamos, tiene que haber algo más por aquí... —murmuró para sí mismo, mientras sus dedos tamborileaban impacientes sobre el metal helado.

    Finalmente, encontró lo que buscaba: un batido de chocolate perfectamente frío. Lo sacó con un gesto triunfal, cerrando la puerta de la nevera con la cadera. El sonido característico del líquido agitándose en el envase le arrancó una pequeña sonrisa de satisfacción.

    Se sentó a la mesa, dejando el batido a su derecha y las tortitas frente a él. Por un momento, el búnker, con sus paredes de hierro y su historia sombría, se sintió acogedor. Dean tomó el primer bocado, cerrando los ojos brevemente mientras el sabor le llenaba la boca. Era un instante de paz, raro y precioso, en medio del caos.

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    Dean Winchester se apoyó contra la fría encimera de la cocina del búnker, dejando escapar un suspiro satisfecho. El aroma de las tortitas recién hechas flotaba en el aire, una mezcla tentadora de masa dorada, mantequilla derretida y un toque de jarabe de arce. Había pasado un día largo, entre cacerías y viejos grimorios, y lo único que deseaba en ese momento era una buena comida y un batido bien frío. Abrió la nevera con un movimiento automático, como si ese rincón del búnker se hubiera convertido en un refugio tan familiar como el Impala. La luz amarillenta iluminó el interior desordenado: botellas medio vacías de condimentos, un par de batidos artesanales que Sam había comprado, y restos de pizza de alguna noche anterior. Dean frunció el ceño, escudriñando entre los estantes, empujando a un lado un tarro de pepinillos y un envase olvidado de yogur que había visto mejores días. —Vamos, tiene que haber algo más por aquí... —murmuró para sí mismo, mientras sus dedos tamborileaban impacientes sobre el metal helado. Finalmente, encontró lo que buscaba: un batido de chocolate perfectamente frío. Lo sacó con un gesto triunfal, cerrando la puerta de la nevera con la cadera. El sonido característico del líquido agitándose en el envase le arrancó una pequeña sonrisa de satisfacción. Se sentó a la mesa, dejando el batido a su derecha y las tortitas frente a él. Por un momento, el búnker, con sus paredes de hierro y su historia sombría, se sintió acogedor. Dean tomó el primer bocado, cerrando los ojos brevemente mientras el sabor le llenaba la boca. Era un instante de paz, raro y precioso, en medio del caos. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    0 turnos 0 maullidos 293 vistas
  • La luz parpadeante del estudio de grabación parecía agravar el mal humor de Brycka, quien había pasado la mañana entera lidiando con problemas técnicos, desacuerdos creativos y la sensación de que nada salía como debía. Su humor los últimos días no había Sido el mejor y todo parecía molestarle.

    Había discutido con su manager, una vez más. Sus diferencias de opinión sobre la dirección creativa de su nuevo álbum se habían vuelto insoportables. Constantemente sentía que debía moldearse a las expectativas de los demás, que debía hacer lo que otros querían, y ser quienes otros esperaban que ella fuera.

    —¡Detengan todo! —gritó, deteniendo la grabación por enésima vez.

    Sin esperar respuesta, se quitó los audífonos, tomó su chaqueta y salió del estudio. Abandonó la cabina de grabación, dejando tras de si un silencio incómodo, y un equipo confundido y preocupado.

    Fuera, el aire fresco le golpeó la cara, ayudando a calmar su mente sobrecargada. Se apoyó contra la pared del edificio, encendiendo un cigarrillo con manos temblorosas. Cada inhalación de humo parecía disipar un poco de la tensión acumulada.

    Mientras exhalaba, observó el ajetreo de la ciudad, tratando de encontrar un poco de paz en el caos que la rodeaba. A pesar de su fachada de confianza y control, momentos como este la hacían sentir vulnerable, como si la presión de su carrera y sus expectativas la estuvieran aplastando.

    —Nunca pensé que esto sería tan difícil. —murmuró para sí misma, mirando el cielo nublado—. Pero no puedo hacer todo perfecto todo el tiempo, ¿O si?


    #FreeRol #RolLibre
    La luz parpadeante del estudio de grabación parecía agravar el mal humor de Brycka, quien había pasado la mañana entera lidiando con problemas técnicos, desacuerdos creativos y la sensación de que nada salía como debía. Su humor los últimos días no había Sido el mejor y todo parecía molestarle. Había discutido con su manager, una vez más. Sus diferencias de opinión sobre la dirección creativa de su nuevo álbum se habían vuelto insoportables. Constantemente sentía que debía moldearse a las expectativas de los demás, que debía hacer lo que otros querían, y ser quienes otros esperaban que ella fuera. —¡Detengan todo! —gritó, deteniendo la grabación por enésima vez. Sin esperar respuesta, se quitó los audífonos, tomó su chaqueta y salió del estudio. Abandonó la cabina de grabación, dejando tras de si un silencio incómodo, y un equipo confundido y preocupado. Fuera, el aire fresco le golpeó la cara, ayudando a calmar su mente sobrecargada. Se apoyó contra la pared del edificio, encendiendo un cigarrillo con manos temblorosas. Cada inhalación de humo parecía disipar un poco de la tensión acumulada. Mientras exhalaba, observó el ajetreo de la ciudad, tratando de encontrar un poco de paz en el caos que la rodeaba. A pesar de su fachada de confianza y control, momentos como este la hacían sentir vulnerable, como si la presión de su carrera y sus expectativas la estuvieran aplastando. —Nunca pensé que esto sería tan difícil. —murmuró para sí misma, mirando el cielo nublado—. Pero no puedo hacer todo perfecto todo el tiempo, ¿O si? #FreeRol #RolLibre
    Me gusta
    Me encocora
    Me entristece
    3
    0 turnos 0 maullidos 407 vistas
  • **La Pelea: Takeru Arakawa contra James Vulture**

    El estadio estaba repleto, la tensión palpable en el aire. El rugido del público resonaba en todo el recinto, iluminado por reflectores que enfocaban el cuadrilátero. En una esquina, Takeru Arakawa respiraba hondo, ajustando los guantes, con la mirada afilada y el cuerpo tenso. En la otra, James Vulture, un coloso estadounidense, observaba con ojos fríos y confiados, como si ya hubiera ganado la pelea antes de que comenzara.

    La campana sonó.

    ### **Primer asalto: la tormenta se desata**

    Takeru salió con rapidez, usando su velocidad para medir la distancia. Vulture, paciente, levantó su guardia, esperando el momento adecuado. Takeru lanzó los primeros golpes, un uno-dos directo al rostro, pero el estadounidense los bloqueó con facilidad.

    —¡Muévete, Takeru! —gritó "X" desde las gradas, con una mezcla de emoción y nerviosismo.

    El japonés se desplazó con agilidad, esquivando un brutal gancho de Vulture. Su velocidad le permitía evitar los golpes más peligrosos, pero no encontraba una apertura. El estadounidense, aunque no atacaba con frecuencia, cada vez que lo hacía, obligaba a Takeru a retroceder.

    Cuando el asalto terminó, ambos boxeadores se dirigieron a sus esquinas. Takeru sintió el ardor en los brazos. Vulture era fuerte, y cada bloqueo desgastaba su resistencia.

    —No te precipites, usa tu velocidad —le aconsejó su entrenador Sugawara, dándole un trago de agua—. Encuentra su punto débil.

    ### **Segundo asalto: el poder de Vulture**

    El combate reanudó, y Vulture cambió su estrategia. En vez de esperar, empezó a presionar.

    Takeru intentó esquivar, pero el estadounidense era como una pared imparable. Un gancho al cuerpo lo hizo tambalear. Takeru apretó los dientes, pero no pudo reaccionar antes de que un derechazo cruzado lo impactara de lleno en la cara.

    Todo se volvió borroso.

    Cayó al suelo con un estruendo, sintiendo un sabor metálico en la boca. Su protector bucal salió disparado, aterrizando en la lona. La multitud contuvo el aliento.

    —¡Vamos, Takeru! ¡Levántate! —"X" gritó con desesperación.

    El árbitro empezó la cuenta.

    **Uno… Dos…**

    El sonido de los gritos lo trajo de vuelta. Se incorporó lentamente, tomando aire. El árbitro le preguntó si podía seguir. Takeru asintió con firmeza, aunque su cabeza aún daba vueltas.

    Vulture sonrió. Sabía que lo tenía donde quería.

    ### **Tercer asalto: la sombra de la derrota**

    Takeru intentó mantener la distancia, pero Vulture lo cazaba con precisión quirúrgica. Un gancho al hígado lo hizo doblarse. No había tiempo para respirar. Otro golpe a la mandíbula lo mandó a las cuerdas.

    Las piernas le flaquearon. Si caía una vez más, la pelea se acabaría.

    El árbitro se acercó, listo para intervenir, pero entonces…

    —¡¡Takeru, NO!! —la voz de "X" atravesó el ruido ensordecedor del estadio—. ¡Recuerda todo por lo que has peleado! ¡No te rindas!

    Las palabras retumbaron en su mente. Su visión borrosa se aclaró. Su respiración, pesada, se volvió más estable. **No podía perder. No ahora.**

    Vulture avanzó confiado, preparando el golpe final, pero Takeru lo vio. **Lo leyó.**

    Cuando el estadounidense lanzó su derechazo, Takeru esquivó con una inclinación mínima, sintiendo el viento del puño pasar a centímetros de su rostro. Y en ese instante…

    **BOOM.**

    Un **uppercut** perfecto impactó en el mentón de Vulture.

    El público enmudeció.

    Vulture quedó congelado por un segundo, sus ojos en blanco, su mandíbula sacudida con brutalidad. Luego, su gigantesco cuerpo se desplomó pesadamente sobre la lona.

    El árbitro comenzó la cuenta.

    **Uno… Dos… Tres…**

    No se movía.

    **Ocho… Nueve… ¡Diez!**

    La campana sonó.

    Takeru, jadeando, con los nudillos ardiendo, levantó los brazos en señal de victoria.

    "X" gritaba su nombre desde las gradas, con lágrimas en los ojos. El estadio explotó en vítores.

    Vulture seguía en el suelo, noqueado.

    Takeru, con el cuerpo al borde del colapso, miró a su amigo/a y esbozó una sonrisa. **Lo había logrado.**
    **La Pelea: Takeru Arakawa contra James Vulture** El estadio estaba repleto, la tensión palpable en el aire. El rugido del público resonaba en todo el recinto, iluminado por reflectores que enfocaban el cuadrilátero. En una esquina, Takeru Arakawa respiraba hondo, ajustando los guantes, con la mirada afilada y el cuerpo tenso. En la otra, James Vulture, un coloso estadounidense, observaba con ojos fríos y confiados, como si ya hubiera ganado la pelea antes de que comenzara. La campana sonó. ### **Primer asalto: la tormenta se desata** Takeru salió con rapidez, usando su velocidad para medir la distancia. Vulture, paciente, levantó su guardia, esperando el momento adecuado. Takeru lanzó los primeros golpes, un uno-dos directo al rostro, pero el estadounidense los bloqueó con facilidad. —¡Muévete, Takeru! —gritó "X" desde las gradas, con una mezcla de emoción y nerviosismo. El japonés se desplazó con agilidad, esquivando un brutal gancho de Vulture. Su velocidad le permitía evitar los golpes más peligrosos, pero no encontraba una apertura. El estadounidense, aunque no atacaba con frecuencia, cada vez que lo hacía, obligaba a Takeru a retroceder. Cuando el asalto terminó, ambos boxeadores se dirigieron a sus esquinas. Takeru sintió el ardor en los brazos. Vulture era fuerte, y cada bloqueo desgastaba su resistencia. —No te precipites, usa tu velocidad —le aconsejó su entrenador Sugawara, dándole un trago de agua—. Encuentra su punto débil. ### **Segundo asalto: el poder de Vulture** El combate reanudó, y Vulture cambió su estrategia. En vez de esperar, empezó a presionar. Takeru intentó esquivar, pero el estadounidense era como una pared imparable. Un gancho al cuerpo lo hizo tambalear. Takeru apretó los dientes, pero no pudo reaccionar antes de que un derechazo cruzado lo impactara de lleno en la cara. Todo se volvió borroso. Cayó al suelo con un estruendo, sintiendo un sabor metálico en la boca. Su protector bucal salió disparado, aterrizando en la lona. La multitud contuvo el aliento. —¡Vamos, Takeru! ¡Levántate! —"X" gritó con desesperación. El árbitro empezó la cuenta. **Uno… Dos…** El sonido de los gritos lo trajo de vuelta. Se incorporó lentamente, tomando aire. El árbitro le preguntó si podía seguir. Takeru asintió con firmeza, aunque su cabeza aún daba vueltas. Vulture sonrió. Sabía que lo tenía donde quería. ### **Tercer asalto: la sombra de la derrota** Takeru intentó mantener la distancia, pero Vulture lo cazaba con precisión quirúrgica. Un gancho al hígado lo hizo doblarse. No había tiempo para respirar. Otro golpe a la mandíbula lo mandó a las cuerdas. Las piernas le flaquearon. Si caía una vez más, la pelea se acabaría. El árbitro se acercó, listo para intervenir, pero entonces… —¡¡Takeru, NO!! —la voz de "X" atravesó el ruido ensordecedor del estadio—. ¡Recuerda todo por lo que has peleado! ¡No te rindas! Las palabras retumbaron en su mente. Su visión borrosa se aclaró. Su respiración, pesada, se volvió más estable. **No podía perder. No ahora.** Vulture avanzó confiado, preparando el golpe final, pero Takeru lo vio. **Lo leyó.** Cuando el estadounidense lanzó su derechazo, Takeru esquivó con una inclinación mínima, sintiendo el viento del puño pasar a centímetros de su rostro. Y en ese instante… **BOOM.** Un **uppercut** perfecto impactó en el mentón de Vulture. El público enmudeció. Vulture quedó congelado por un segundo, sus ojos en blanco, su mandíbula sacudida con brutalidad. Luego, su gigantesco cuerpo se desplomó pesadamente sobre la lona. El árbitro comenzó la cuenta. **Uno… Dos… Tres…** No se movía. **Ocho… Nueve… ¡Diez!** La campana sonó. Takeru, jadeando, con los nudillos ardiendo, levantó los brazos en señal de victoria. "X" gritaba su nombre desde las gradas, con lágrimas en los ojos. El estadio explotó en vítores. Vulture seguía en el suelo, noqueado. Takeru, con el cuerpo al borde del colapso, miró a su amigo/a y esbozó una sonrisa. **Lo había logrado.**
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos 184 vistas
  • -Voces perturbadas en agonía se oyen en esa lado del infierno siseantes y con burla descarada
    Ven a alastor y las voces se callan -

    $: el amo ah vuelto !!
    #: siii. .....el amo ... Nos va a alimentar

    — las sombras me rodean hacienme caer forcejeando me sujetan dejándome colgado de mis manos resignado dejo que mis sombras se alimenten de las sensaciones que me provocan apretando la mandíbula evito hacer ruidos extraños mientras más sombras enpiesan a acumularse
    -Voces perturbadas en agonía se oyen en esa lado del infierno siseantes y con burla descarada Ven a alastor y las voces se callan - $: el amo ah vuelto !! #: siii. .....el amo ... Nos va a alimentar — las sombras me rodean hacienme caer forcejeando me sujetan dejándome colgado de mis manos resignado dejo que mis sombras se alimenten de las sensaciones que me provocan apretando la mandíbula evito hacer ruidos extraños mientras más sombras enpiesan a acumularse
    Me gusta
    Me shockea
    2
    0 turnos 0 maullidos 299 vistas
  • Sombras Nocturnas
    Categoría Original
    Es una noche fría y húmeda en la ciudad humana.
    Las luces de los faroles parpadean débilmente, proyectando sombras alargadas sobre el pavimento Rangrid se encuentra en un parque abandonado, rodeada de árboles cuyas ramas se mecen con el viento,el sonido lejano de la ciudad apenas llega a tus oídos, ahogado por el silencio de la noche,no tenia un lugar donde dormir, y el frío empieza a calar en sus huesos,como dagas afiladas que la atravesaban.

    Un par de horas atrás había consumido una dosis de "Sombraluna", una droga élfica que le permite escapar temporalmente de la realidad, pero que también nubla sus sentidos y la sumergia en visiones inquietantes,conseguía este estupefaciente en el mercado negro mágico, después de tanto tiempo en el mundo humano se había encontrado con diversas razas mágicas y había hecho conectes para conseguir ciertas cosas no muy legales.

    El mundo parecía moverse a cámara lenta, y las sombras cobran vida, susurrandole cosas que solo ella podía escuchar,esto le causaba euforia y miedo hasta cierto punto.
    Estaba sentada en un banco de madera,una larga capa negra envolvía su delgada anatomía y le refugiaba débilmente del frio de la noche,en su mano una tenía una daga empuñada lista para ser usada en caso de peligro.

    Su mente estaba tan dispersa como alerta,y su corazón latía con tanta rapidez y fuerza que podía escucharlo y sentir que se saldría de su pecho disparado.

    —¿Alguna vez alguien tendrá piedad de mi?—

    Se cuestionó con una voz débil apenas audible, mientras intentaba no dormirse,la vida no la había tratado bien hacia mucho tiempo,y quizá está noche no sería distinta a ello.
    Es una noche fría y húmeda en la ciudad humana. Las luces de los faroles parpadean débilmente, proyectando sombras alargadas sobre el pavimento Rangrid se encuentra en un parque abandonado, rodeada de árboles cuyas ramas se mecen con el viento,el sonido lejano de la ciudad apenas llega a tus oídos, ahogado por el silencio de la noche,no tenia un lugar donde dormir, y el frío empieza a calar en sus huesos,como dagas afiladas que la atravesaban. Un par de horas atrás había consumido una dosis de "Sombraluna", una droga élfica que le permite escapar temporalmente de la realidad, pero que también nubla sus sentidos y la sumergia en visiones inquietantes,conseguía este estupefaciente en el mercado negro mágico, después de tanto tiempo en el mundo humano se había encontrado con diversas razas mágicas y había hecho conectes para conseguir ciertas cosas no muy legales. El mundo parecía moverse a cámara lenta, y las sombras cobran vida, susurrandole cosas que solo ella podía escuchar,esto le causaba euforia y miedo hasta cierto punto. Estaba sentada en un banco de madera,una larga capa negra envolvía su delgada anatomía y le refugiaba débilmente del frio de la noche,en su mano una tenía una daga empuñada lista para ser usada en caso de peligro. Su mente estaba tan dispersa como alerta,y su corazón latía con tanta rapidez y fuerza que podía escucharlo y sentir que se saldría de su pecho disparado. —¿Alguna vez alguien tendrá piedad de mi?— Se cuestionó con una voz débil apenas audible, mientras intentaba no dormirse,la vida no la había tratado bien hacia mucho tiempo,y quizá está noche no sería distinta a ello.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    3
    3 turnos 0 maullidos 554 vistas
Ver más resultados
Patrocinados