• {La espada giraba conmigo en un arco perfecto, y con un corte preciso desgarré la bolsa de tierra colgada frente a mí, dejando que la arena se desparramara como si fuera sangre.}

    —¿No se supone que deberías practicar conmigo?

    {Pregunté, sin disimular la ironía, mientras me preparaba para un nuevo movimiento.}

    {A pocos metros, la silueta oscura de mi “compañero” reposaba con despreocupación. El espíritu de caballo, con aquel hocico afilado que parecía el pico de un ave, no mostraba el más mínimo interés por mis esfuerzos. En cambio, se deleitaba con las manzanas que había conseguido para él, como si fueran un pago justo por los favores de su magia oscura. Una manzana se alzó lentamente en el aire, rodeada de un resplandor violeta, y flotó hasta su pico.}

    —Yo solo soy un espíritu que vaga entre mundos, devorando los sueños cálidos para transformarlos en pesadillas. No soy un ser cuya voluntad pueda ser arrastrada por tu ridícula nigromancia.

    {Respondió con esa voz metálica y demoníaca que solía irritarme.
    Apreté el mango de mi espada con fuerza, girándome hacia él con una sonrisa fingida para ocultar mí orgullo herido.}

    —Pero eres un obsequio, ¿no? Como dicen los humanos: mi mascota. Así que, ven aquí ahora mismo.

    {Mi voz sonó firme, aunque por dentro me ardía la frustración de tener que recordarle a quién pertenecía su servidumbre.
    El espíritu resopló, molesto por la interrupción de su festín. Sus pezuñas retumbaron en la tierra mientras avanzaba hacia mí.}

    —Te llevará años de entrenamiento, pequeña neko.

    {Rugió, clavando sus ojos vacíos en los míos.}

    —Tu padre se decepcionaría al ver que la sangre humana de tu madre corre más fuerte en ti que la de los nekomatas. Ni siquiera puedes controlar tus poderes. Apenas salen cuando estás asustada o furiosa. Y aun así, fallan.

    {Su magia invisible me envolvió de pronto. Sentí cómo mi cola se elevaba contra mi voluntad, tirada hacia arriba con un gesto cruel.
    Solté un chillido mientras intentaba bajarla con ambas manos.}

    —Mírate. Ni siquiera has terminado de crecer.

    {Tomé mi cola entre las manos, protegiéndola, y mis ojos lo observaron con furia.}

    —Eres el peor protector y servidor que mi padre me dejó.

    {Refunfuñé, intentando mantener la compostura. Ese espíritu era arrogante, hostil, y más cruel de lo que recordaba… y aun así, era el único que debía llamarse mi guardián.}

    {La espada giraba conmigo en un arco perfecto, y con un corte preciso desgarré la bolsa de tierra colgada frente a mí, dejando que la arena se desparramara como si fuera sangre.} —¿No se supone que deberías practicar conmigo? {Pregunté, sin disimular la ironía, mientras me preparaba para un nuevo movimiento.} {A pocos metros, la silueta oscura de mi “compañero” reposaba con despreocupación. El espíritu de caballo, con aquel hocico afilado que parecía el pico de un ave, no mostraba el más mínimo interés por mis esfuerzos. En cambio, se deleitaba con las manzanas que había conseguido para él, como si fueran un pago justo por los favores de su magia oscura. Una manzana se alzó lentamente en el aire, rodeada de un resplandor violeta, y flotó hasta su pico.} —Yo solo soy un espíritu que vaga entre mundos, devorando los sueños cálidos para transformarlos en pesadillas. No soy un ser cuya voluntad pueda ser arrastrada por tu ridícula nigromancia. {Respondió con esa voz metálica y demoníaca que solía irritarme. Apreté el mango de mi espada con fuerza, girándome hacia él con una sonrisa fingida para ocultar mí orgullo herido.} —Pero eres un obsequio, ¿no? Como dicen los humanos: mi mascota. Así que, ven aquí ahora mismo. {Mi voz sonó firme, aunque por dentro me ardía la frustración de tener que recordarle a quién pertenecía su servidumbre. El espíritu resopló, molesto por la interrupción de su festín. Sus pezuñas retumbaron en la tierra mientras avanzaba hacia mí.} —Te llevará años de entrenamiento, pequeña neko. {Rugió, clavando sus ojos vacíos en los míos.} —Tu padre se decepcionaría al ver que la sangre humana de tu madre corre más fuerte en ti que la de los nekomatas. Ni siquiera puedes controlar tus poderes. Apenas salen cuando estás asustada o furiosa. Y aun así, fallan. {Su magia invisible me envolvió de pronto. Sentí cómo mi cola se elevaba contra mi voluntad, tirada hacia arriba con un gesto cruel. Solté un chillido mientras intentaba bajarla con ambas manos.} —Mírate. Ni siquiera has terminado de crecer. {Tomé mi cola entre las manos, protegiéndola, y mis ojos lo observaron con furia.} —Eres el peor protector y servidor que mi padre me dejó. {Refunfuñé, intentando mantener la compostura. Ese espíritu era arrogante, hostil, y más cruel de lo que recordaba… y aun así, era el único que debía llamarse mi guardián.}
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  • 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝓙𝑒𝑠𝑠 𝓦𝑖𝑙𝑙𝑜𝑤𝑠

    Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla.
    Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado.

    Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente.
    Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir.

    Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖."
    Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica.
    Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más.

    Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo.

    Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses.
    Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada.
    Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos.
    El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo.

    Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida.

    La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto.
    Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto.
    Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero…

    Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más.
    Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta.

    UN AÑO DESPUES

    Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua.
    Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza.
    Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía.

    En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida.
    Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda.
    Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo.

    Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema.
    En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos.

    Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él.

    Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año.

    — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita.


    [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: Hope Mikaelson ]
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 [FIGHTERAUR0R] Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla. Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado. Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente. Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir. Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖." Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica. Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más. Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo. Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses. Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada. Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos. El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo. Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida. La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto. Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto. Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero… Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más. Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta. UN AÑO DESPUES Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua. Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza. Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía. En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida. Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda. Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo. Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema. En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos. Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él. Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año. — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita. [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: [thetribrid] ]
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  • ~ La niña que heredó la luna~

    Mientras Lilith disfrutaba de tomar fotografías a la naturaleza y una que otra persona que pasaa por el bosque capturando la atención de la joven vio a un padre y su hija compartiendo un helado, un momento donde solo importaban ellos, recordando entonces aquel momento en que solo fueron ella y su padre.

    "Una fría noche en el invernadero privado de la finca Blackwood una noche que prevee un cruel invierno por venir, pasadas las diez, la nieve cae suave. El mundo está en silencio.

    Víctor Blackwood está sentado en un sillón de hierro forjado, rodeado de plantas dormidas. En sus manos, una copa de vino que no ha tocado. Frente a él, una pequeña figura se mueve entre las sombras con pasos suaves, como si el suelo la conociera.

    Lilith, con su abrigo negro demasiado grande y su cabello blanco desordenado, aparece entre las ramas. Tiene una flor marchita en la mano.

    —Papá… ¿las flores también se mueren cuando están tristes?— susurra en una tono suave y triste

    Víctor la observa. Su rostro, siempre severo, se suaviza.

    —Las flores mueren cuando dejan de luchar contra el frío, Pero algunas… renacen en primavera—

    Lilith se acerca. Se sube al regazo de su padre sin pedir permiso. Él la acomoda con una naturalidad que no tiene con nadie más.

    —¿Y mamá? ¿Ella era una flor?

    Víctor cierra los ojos un instante. El vino sigue intacto.

    —Tu madre era una tormenta disfrazada de jardín.... Y tú… tú eres su luna—

    Lilith sonríe feliz de aquella respuesta pues conoció muy poco a su madre, cansada y con frío poya la cabeza en el pecho de su padre

    —¿Entonces soy peligrosa?—

    —Desde que naciste— musitó con una sonrisa triste

    Ella saca un papel arrugado de su bolsillo. Es un dibujo: un castillo, una corona, y una figura pequeña con cabello blanco y con emoción y una brillo singular en su mirada se lo muestra a su padre

    —Esta soy yo, Pero no tengo espada, porque no quiero pelear. Quiero mandar—

    Víctor ríe, por primera vez en semanas. Una risa baja, rota, pero real.

    —¿Y cómo mandarás sin pelear?—

    —Con palabras. Y con miradas y si eso no funciona… con silencio.. como tú lo haces papá —

    Víctor la abraza más fuerte. En ella ve a su esposa. En ella ve algo más peligroso: una heredera que no necesita gritar para ser escuchada.

    —Prométeme que nunca dejarás que te apaguen— sus palabras mostraba nostálgia pero un amor sincero a la más pequeña de sus 11 hijos

    —Solo si tú prometes que siempre me mirarás como ahora—

    Él no responde. Solo la besa en la frente. La flor marchita cae al suelo. Y en ese instante, Víctor Blackwood deja de ser el hombre que gobierna imperios… y se convierte en un padre que teme perder lo único que aún le da luz. "


    Apagó su cámara para bajarla y sacar su móvil con la única intension de llamar a su padre,

    — papá ¿Estás ocupado? ... Genial ...tu luna te tiene una propuesta — sin más se alejaba lentamente del parque en dirección al estacionamiento para poder subir a su auto caminando con ese aire diversión y dulcura que solo ella sabía da a la perfección
    ~ La niña que heredó la luna~ Mientras Lilith disfrutaba de tomar fotografías a la naturaleza y una que otra persona que pasaa por el bosque capturando la atención de la joven vio a un padre y su hija compartiendo un helado, un momento donde solo importaban ellos, recordando entonces aquel momento en que solo fueron ella y su padre. "Una fría noche en el invernadero privado de la finca Blackwood una noche que prevee un cruel invierno por venir, pasadas las diez, la nieve cae suave. El mundo está en silencio. Víctor Blackwood está sentado en un sillón de hierro forjado, rodeado de plantas dormidas. En sus manos, una copa de vino que no ha tocado. Frente a él, una pequeña figura se mueve entre las sombras con pasos suaves, como si el suelo la conociera. Lilith, con su abrigo negro demasiado grande y su cabello blanco desordenado, aparece entre las ramas. Tiene una flor marchita en la mano. —Papá… ¿las flores también se mueren cuando están tristes?— susurra en una tono suave y triste Víctor la observa. Su rostro, siempre severo, se suaviza. —Las flores mueren cuando dejan de luchar contra el frío, Pero algunas… renacen en primavera— Lilith se acerca. Se sube al regazo de su padre sin pedir permiso. Él la acomoda con una naturalidad que no tiene con nadie más. —¿Y mamá? ¿Ella era una flor? Víctor cierra los ojos un instante. El vino sigue intacto. —Tu madre era una tormenta disfrazada de jardín.... Y tú… tú eres su luna— Lilith sonríe feliz de aquella respuesta pues conoció muy poco a su madre, cansada y con frío poya la cabeza en el pecho de su padre —¿Entonces soy peligrosa?— —Desde que naciste— musitó con una sonrisa triste Ella saca un papel arrugado de su bolsillo. Es un dibujo: un castillo, una corona, y una figura pequeña con cabello blanco y con emoción y una brillo singular en su mirada se lo muestra a su padre —Esta soy yo, Pero no tengo espada, porque no quiero pelear. Quiero mandar— Víctor ríe, por primera vez en semanas. Una risa baja, rota, pero real. —¿Y cómo mandarás sin pelear?— —Con palabras. Y con miradas y si eso no funciona… con silencio.. como tú lo haces papá — Víctor la abraza más fuerte. En ella ve a su esposa. En ella ve algo más peligroso: una heredera que no necesita gritar para ser escuchada. —Prométeme que nunca dejarás que te apaguen— sus palabras mostraba nostálgia pero un amor sincero a la más pequeña de sus 11 hijos —Solo si tú prometes que siempre me mirarás como ahora— Él no responde. Solo la besa en la frente. La flor marchita cae al suelo. Y en ese instante, Víctor Blackwood deja de ser el hombre que gobierna imperios… y se convierte en un padre que teme perder lo único que aún le da luz. " Apagó su cámara para bajarla y sacar su móvil con la única intension de llamar a su padre, — papá ¿Estás ocupado? ... Genial ...tu luna te tiene una propuesta — sin más se alejaba lentamente del parque en dirección al estacionamiento para poder subir a su auto caminando con ese aire diversión y dulcura que solo ella sabía da a la perfección
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  • Vestigia
    Sacrificio .

    Dime tú Basilio porque estás triste, te conozco yo desde que eras apenas un niño, te he visto pelear, derramar tu sangre y también castigar, pero nunca triste, nunca perdido, dime tú señor Rey de las bestias que es aquello que tú alma ha empañado de tristeza .

    Así fue la interrogante de la dama Carei sacerdotisa del credo Basilio al ver ella con sus ojos al joven Rey que sostiene en sus manos una rosa ya marchita, una rosa de aquellas azules que en las noches brillan como hermosas estrellas .

    - Yacarei .. dime qué debo hacer, quisiera verla una vez más, así sea una última vez, de ella no tuve el valor para despedirme, y como hacerlo si aún lejos nuestros cuerpos, el corazón es uno y el alma mía y la suya se mantienen abrazadas sin importar toda esta distancia .

    " Sin valor para mirar a la mujer que le habla, Zet pronunció sus palabras sin apartar mirada de aquella flor que parecía ya estar muerta .

    La dama recoge un poco su vestido y se inclina para acercarse más al Basilio, dobla sus rodillas pues aquel joven y atribulado Rey estaba sentado a la orilla de un arrollo, los labios de la dama se acercaron al oido del Dragón y susurraron suavemente .

    * Dame tus ojos, sabes bien que ese es mi más codiciado tesoro, dame tus ojos, aquellos que ven la mentira en el rostro y las malas intenciones que se ocultan en las palabras bondadosas, dame tu don para ver la verdad, entonces yo te llevaré con ella, un momento y nada más un instante, entonces dime, eso lo vale ??

    " El Basilio se ha puesto de pie y a lanzado la flor al arrollo .

    - Por cinco minutos daría hasta la última gota de mi sangre, llévame y mis ojos serán tuyos .

    " La mujer se puso de pie, se acercó por la espalda del varón y lo abrazo rodeado con sus delicadas manos la cintura del Rey Dragón .

    * Si no te escuchará yo con mi propio oído no creería que esas palabras fueran pronunciadas por tu boca, te vez tan tierno tan frágil, entonces tenemos un trato ??

    " Yacarei la sacerdotisa de los Basilios siempre había deseado el poder que habita en los ojos del Rey Zet, por esa razón, como una serpiente la mujer se desliza por la herida y con dulces palabras y gestos lo cautiva .

    - Que así sea ..

    " Y así fue, la mujer de inmediato abrió un portal en medio del arrollo conjurando palabras y magia antigua, del otro lado se veía con claridad una recamara, al Basilio le llegó el perfume de la mujer que ama y sin pensarlo atraviesa el portal, del otro lado ella estaba, recostada en su cama, en sus mejillas unas manchas al parecer había derramado unas cuantas lágrimas, dormida, serena y tranquila arropada en una gruesa cobija, Zet se acercó lentamente se subió a la cama, le beso la frente le abrazo con ternura y al oído de la rubia él susurro .

    - Te amo, te amare por siempre y un día más, renuncio a mi poder pero no al amor que tú hiciste nacer .

    " Aquel gran amor del Basilio es en todo contraria a el, es una mujer de luz, de gran belleza, de fortaleza como ninguna otra, Él la llama Reina Leona, de cabellos rubios, el azul es su color favorito, el eterno amor del Tirano Rey de los Dragones Basilios .

    Como un consuelo y despedida la sacerdotisa le regaló al Basilio toda la noche, pero no le permitió despertar a la mujer que amaba, solo estar ahí, solo acompañarla, el Basilio la abrazó y durmió a su lado, al caer la mañana antes de que los ojos de ella se abrieran el cuerpo del Dragón desapareció, dejando en la cama la figura de su cuerpo y su aroma en la recamara .
    Mil veces el Basilio susurro al oído de la mujer que le perdonara, y le dijo también que quizás nunca más la volvería a ver, pero que él nunca la olvidaría, repitió también, mi amor será eterno y si un día te hago falta mira las estrellas, yo estaré siempre en medio de ellas .
    La noche terminó, el Basilio regresó al arrollo, lloro amargamente y como fue pactado el poder de aquel que todo lo ve le fue entregado a la sacerdotisa .

    * Te diré que con esto has firmado tu sentencia de muerte, aquellos que alguna vez te tuvieron miedo ahora vendrán por tu cabeza .

    " Aconteció después de sus palabras que la mujer desapareció como una sombra blanca que se desvanece con la suave brisa del viento .

    " El Basilio miró al cielo, saco un cigarro lo encendió y con una sonrisa simplemente respondió .

    - Diles tu dónde estoy, Diles dónde encontrarme que yo los esperare con ansias, y Diles también que vengan preparados para morir, porque yo estoy herido pero no derrotado .

    Vestigia Sacrificio . Dime tú Basilio porque estás triste, te conozco yo desde que eras apenas un niño, te he visto pelear, derramar tu sangre y también castigar, pero nunca triste, nunca perdido, dime tú señor Rey de las bestias que es aquello que tú alma ha empañado de tristeza . Así fue la interrogante de la dama Carei sacerdotisa del credo Basilio al ver ella con sus ojos al joven Rey que sostiene en sus manos una rosa ya marchita, una rosa de aquellas azules que en las noches brillan como hermosas estrellas . - Yacarei .. dime qué debo hacer, quisiera verla una vez más, así sea una última vez, de ella no tuve el valor para despedirme, y como hacerlo si aún lejos nuestros cuerpos, el corazón es uno y el alma mía y la suya se mantienen abrazadas sin importar toda esta distancia . " Sin valor para mirar a la mujer que le habla, Zet pronunció sus palabras sin apartar mirada de aquella flor que parecía ya estar muerta . La dama recoge un poco su vestido y se inclina para acercarse más al Basilio, dobla sus rodillas pues aquel joven y atribulado Rey estaba sentado a la orilla de un arrollo, los labios de la dama se acercaron al oido del Dragón y susurraron suavemente . * Dame tus ojos, sabes bien que ese es mi más codiciado tesoro, dame tus ojos, aquellos que ven la mentira en el rostro y las malas intenciones que se ocultan en las palabras bondadosas, dame tu don para ver la verdad, entonces yo te llevaré con ella, un momento y nada más un instante, entonces dime, eso lo vale ?? " El Basilio se ha puesto de pie y a lanzado la flor al arrollo . - Por cinco minutos daría hasta la última gota de mi sangre, llévame y mis ojos serán tuyos . " La mujer se puso de pie, se acercó por la espalda del varón y lo abrazo rodeado con sus delicadas manos la cintura del Rey Dragón . * Si no te escuchará yo con mi propio oído no creería que esas palabras fueran pronunciadas por tu boca, te vez tan tierno tan frágil, entonces tenemos un trato ?? " Yacarei la sacerdotisa de los Basilios siempre había deseado el poder que habita en los ojos del Rey Zet, por esa razón, como una serpiente la mujer se desliza por la herida y con dulces palabras y gestos lo cautiva . - Que así sea .. " Y así fue, la mujer de inmediato abrió un portal en medio del arrollo conjurando palabras y magia antigua, del otro lado se veía con claridad una recamara, al Basilio le llegó el perfume de la mujer que ama y sin pensarlo atraviesa el portal, del otro lado ella estaba, recostada en su cama, en sus mejillas unas manchas al parecer había derramado unas cuantas lágrimas, dormida, serena y tranquila arropada en una gruesa cobija, Zet se acercó lentamente se subió a la cama, le beso la frente le abrazo con ternura y al oído de la rubia él susurro . - Te amo, te amare por siempre y un día más, renuncio a mi poder pero no al amor que tú hiciste nacer . " Aquel gran amor del Basilio es en todo contraria a el, es una mujer de luz, de gran belleza, de fortaleza como ninguna otra, Él la llama Reina Leona, de cabellos rubios, el azul es su color favorito, el eterno amor del Tirano Rey de los Dragones Basilios . Como un consuelo y despedida la sacerdotisa le regaló al Basilio toda la noche, pero no le permitió despertar a la mujer que amaba, solo estar ahí, solo acompañarla, el Basilio la abrazó y durmió a su lado, al caer la mañana antes de que los ojos de ella se abrieran el cuerpo del Dragón desapareció, dejando en la cama la figura de su cuerpo y su aroma en la recamara . Mil veces el Basilio susurro al oído de la mujer que le perdonara, y le dijo también que quizás nunca más la volvería a ver, pero que él nunca la olvidaría, repitió también, mi amor será eterno y si un día te hago falta mira las estrellas, yo estaré siempre en medio de ellas . La noche terminó, el Basilio regresó al arrollo, lloro amargamente y como fue pactado el poder de aquel que todo lo ve le fue entregado a la sacerdotisa . * Te diré que con esto has firmado tu sentencia de muerte, aquellos que alguna vez te tuvieron miedo ahora vendrán por tu cabeza . " Aconteció después de sus palabras que la mujer desapareció como una sombra blanca que se desvanece con la suave brisa del viento . " El Basilio miró al cielo, saco un cigarro lo encendió y con una sonrisa simplemente respondió . - Diles tu dónde estoy, Diles dónde encontrarme que yo los esperare con ansias, y Diles también que vengan preparados para morir, porque yo estoy herido pero no derrotado .
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  • —Queen… —[tidal_orange_cow_718] sonrió de lado, con la calma de quien ya ha visto reinos nacer y caer bajo sus manos—. Así que mi legado. Muy bien, pequeña niña, escucha con atención una verdad que corre por tu sangre:
    El caos.
    El caos no es ruina, Lili.
    Es el jardín donde la belleza crece sin permiso. Donde lo imperfecto florece… porque nadie lo ordenó. Ese es tu legado.

    Sus palabras quedaron tatuadas en mi memoria, incluso cuando me alejé hacia la ciudad, guiada por la sed oscura del ente que se alimenta de las sombras. Aceché en la penumbra a los que habían perdido todo: desgraciados que malvivían sin ganas de luchar, abandonando sus miedos como carroña para que yo los devorara. Sentí la fuerza crecer en mi interior, un poder que me devoraba tanto como me fortalecía.

    Pero no bastaba. Necesitaba comprender.

    Así que subí al edificio más alto. El viento me recibió como un verdugo que no olvida, azotando cada fibra de mi cuerpo. Me acerqué al borde, el corazón latiendo como un tambor de guerra. Cerré los ojos y recordé: “El caos florece sin que nadie lo ordene”.

    Oz... —Susurré.—

    Entonces… me dejé caer de espaldas. Sin resistencia. Sin miedo.
    Fluir con el caos.

    Siento mis huesos romperse en mil pedazos... No duele. Una llama arde en mi.

    Primero, nada.
    Después, un rugido ensordecedor.
    Nada otra vez.
    Sirenas de coches. Explosiones.
    Otra vez nada.

    Y cuando abrí los ojos, estaba rodeada de llamas. Un mar de caos ardía a mi alrededor. Helicópteros surcaban el cielo como aves desesperadas. Bomberos gritaban, ahogados entre humo y fuego. La ciudad gritaba.

    —¡Aquí hay una superviviente! —vociferó uno de ellos al verme.

    Me incorporé entre cenizas, el cuerpo débil, pero las manos ardiendo con un calor extraño, como brasas negras latiendo bajo la piel. El fuego no me consumía: me reconocía. El desastre no me rechazaba: me pertenecía.

    Las palabras de Ozma regresaron, retumbando como un presagio:
    "El caos no es ruina. Es el jardín donde la belleza crece sin permiso."

    Y allí, en el corazón ardiente de la destrucción, entendí la duda que me perseguía:
    ¿Soy la flor que brota del caos, o soy la ruina disfrazada de belleza?

    Las llamas danzaban, esperando mi respuesta.
    —Queen… —[tidal_orange_cow_718] sonrió de lado, con la calma de quien ya ha visto reinos nacer y caer bajo sus manos—. Así que mi legado. Muy bien, pequeña niña, escucha con atención una verdad que corre por tu sangre: El caos. El caos no es ruina, Lili. Es el jardín donde la belleza crece sin permiso. Donde lo imperfecto florece… porque nadie lo ordenó. Ese es tu legado. Sus palabras quedaron tatuadas en mi memoria, incluso cuando me alejé hacia la ciudad, guiada por la sed oscura del ente que se alimenta de las sombras. Aceché en la penumbra a los que habían perdido todo: desgraciados que malvivían sin ganas de luchar, abandonando sus miedos como carroña para que yo los devorara. Sentí la fuerza crecer en mi interior, un poder que me devoraba tanto como me fortalecía. Pero no bastaba. Necesitaba comprender. Así que subí al edificio más alto. El viento me recibió como un verdugo que no olvida, azotando cada fibra de mi cuerpo. Me acerqué al borde, el corazón latiendo como un tambor de guerra. Cerré los ojos y recordé: “El caos florece sin que nadie lo ordene”. Oz... —Susurré.— Entonces… me dejé caer de espaldas. Sin resistencia. Sin miedo. Fluir con el caos. Siento mis huesos romperse en mil pedazos... No duele. Una llama arde en mi. Primero, nada. Después, un rugido ensordecedor. Nada otra vez. Sirenas de coches. Explosiones. Otra vez nada. Y cuando abrí los ojos, estaba rodeada de llamas. Un mar de caos ardía a mi alrededor. Helicópteros surcaban el cielo como aves desesperadas. Bomberos gritaban, ahogados entre humo y fuego. La ciudad gritaba. —¡Aquí hay una superviviente! —vociferó uno de ellos al verme. Me incorporé entre cenizas, el cuerpo débil, pero las manos ardiendo con un calor extraño, como brasas negras latiendo bajo la piel. El fuego no me consumía: me reconocía. El desastre no me rechazaba: me pertenecía. Las palabras de Ozma regresaron, retumbando como un presagio: "El caos no es ruina. Es el jardín donde la belleza crece sin permiso." Y allí, en el corazón ardiente de la destrucción, entendí la duda que me perseguía: ¿Soy la flor que brota del caos, o soy la ruina disfrazada de belleza? Las llamas danzaban, esperando mi respuesta.
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  • Meses. Eso fue lo que tuve que aguantar. Fingiendo rezar, repitiendo letanías vacías y vistiendo túnicas que olían a polvo y miedo. Me infiltré en una secta religiosa en Europa del Este, un grupo que jugaba a ser santos mientras comerciaban con armas y compraban lealtades de oficiales corruptos. No podía entrar disparando, no podía desaparecerlos a todos… tenía que convertirme en uno de ellos.

    Me hice llamar “hermano Gabriel”. Sonaba irónico, pero funcionó. Me mostré disciplinado, callado, obediente. Ellos lo vieron como fe, cuando en realidad era paciencia. Gané terreno rápido, tanto que el propio líder empezó a confiar en mí. Pobre bastardo.

    En cada ceremonia, usaban un martillo como símbolo de purificación. Lo vi desde el primer día y supe que ese sería el final del falso profeta. Pesado, sólido… letal en las manos correctas. No podía usar armas de fuego, no podía arriesgarme a dejar rastro. Así que esperé.

    La noche llegó durante un ritual privado. Él me llevó a su cámara, rodeada de incienso y símbolos que pretendían inspirar devoción. Se arrodilló frente al altar, dándome la espalda. No dudé. Tomé el martillo y lo levanté. El primer golpe lo silenció. El segundo aseguró que no se levantaría.

    Salí de la sala como si nada hubiera pasado. Para ellos, “hermano Gabriel” había cumplido un acto de fe. Para mí, era solo otro trabajo sucio terminado.

    Nunca recé, nunca lo haré. Pero mientras dejaba atrás las ruinas de aquella secta, me dije lo que siempre he sabido...

    “A veces, un martillo es todo lo que necesitas para derrumbar un imperio.”
    Meses. Eso fue lo que tuve que aguantar. Fingiendo rezar, repitiendo letanías vacías y vistiendo túnicas que olían a polvo y miedo. Me infiltré en una secta religiosa en Europa del Este, un grupo que jugaba a ser santos mientras comerciaban con armas y compraban lealtades de oficiales corruptos. No podía entrar disparando, no podía desaparecerlos a todos… tenía que convertirme en uno de ellos. Me hice llamar “hermano Gabriel”. Sonaba irónico, pero funcionó. Me mostré disciplinado, callado, obediente. Ellos lo vieron como fe, cuando en realidad era paciencia. Gané terreno rápido, tanto que el propio líder empezó a confiar en mí. Pobre bastardo. En cada ceremonia, usaban un martillo como símbolo de purificación. Lo vi desde el primer día y supe que ese sería el final del falso profeta. Pesado, sólido… letal en las manos correctas. No podía usar armas de fuego, no podía arriesgarme a dejar rastro. Así que esperé. La noche llegó durante un ritual privado. Él me llevó a su cámara, rodeada de incienso y símbolos que pretendían inspirar devoción. Se arrodilló frente al altar, dándome la espalda. No dudé. Tomé el martillo y lo levanté. El primer golpe lo silenció. El segundo aseguró que no se levantaría. Salí de la sala como si nada hubiera pasado. Para ellos, “hermano Gabriel” había cumplido un acto de fe. Para mí, era solo otro trabajo sucio terminado. Nunca recé, nunca lo haré. Pero mientras dejaba atrás las ruinas de aquella secta, me dije lo que siempre he sabido... “A veces, un martillo es todo lo que necesitas para derrumbar un imperio.”
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  • Para ti 2000 años despues.
    Fandom Crossover Attack on titan/Hazbin hotel
    Categoría Drama
    𝐑𝐨𝐥 𝐩𝐫𝐢𝐯𝐚𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐧: Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗

    𝐋𝐮𝐠𝐚𝐫: 𝙰𝚕𝚐ú𝚗 𝚕𝚞𝚐𝚊𝚛 𝚍𝚎𝚕 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘. 𝙴𝚗 𝚎𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝙰𝚍á𝚗 𝚑𝚊 𝚙𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚘 𝚕𝚊 𝚟𝚒𝚍𝚊 𝚓𝚞𝚗𝚝𝚘 𝚊 𝚜𝚞𝚜 𝚑𝚞𝚎𝚜𝚝𝚎𝚜 𝚊𝚗𝚐𝚎𝚕𝚒𝚌𝚊𝚕𝚎𝚜.








    “𝘌𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘢𝘤𝘢𝘣𝘢𝘴𝘦 𝘥𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘳 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘴𝘶𝘦ñ𝘰 𝘥𝘦𝘮𝘢𝘴𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘳𝘨𝘰. 𝘙𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰… 𝘙𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘳𝘦𝘤𝘪é𝘯 𝘤𝘳𝘦𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯 𝘫𝘢𝘳𝘥í𝘯, 𝘢𝘯𝘪𝘮𝘢𝘭𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘱𝘳𝘰𝘵𝘰𝘵𝘪𝘱𝘰𝘴, 𝘴𝘰𝘭𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘯𝘪𝘵𝘰 𝘤𝘦𝘭𝘦𝘴𝘵𝘦 ¿𝘌𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰? 𝘯𝘰… 𝘚𝘶𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴. ¿𝘘𝘶𝘪𝘦𝘯..? 𝘚𝘰𝘯𝘳í𝘦…𝘏𝘢𝘺 𝘭𝘶𝘻 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘥𝘶𝘦𝘭𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘭𝘢 𝘮á𝘴 𝘥𝘶𝘭𝘤𝘦 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘵𝘳𝘢𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 ¿𝘘𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴…? 𝘕𝘰, 𝘯𝘰 𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘯, 𝘦𝘴…𝘦𝘭 𝘰𝘤é𝘢𝘯𝘰. 𝘠 𝘩𝘢𝘺 𝘶𝘯 𝘨𝘳𝘢𝘯 á𝘳𝘣𝘰𝘭 𝘤𝘰𝘯… ¿𝘔𝘢𝘯𝘻𝘢𝘯𝘢𝘴?

    𝘋𝘦 𝘯𝘪ñ𝘰 𝘫𝘶𝘨𝘢𝘣𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘦 á𝘳𝘣𝘰𝘭 𝘤𝘰𝘯 𝘮𝘪𝘴 𝘢𝘮𝘪𝘨𝘰𝘴. 𝘌𝘴𝘵𝘰𝘺 𝘦𝘯…¿𝘌𝘭 𝘱𝘢𝘳𝘢𝘪𝘴𝘰?

    𝘗𝘢𝘳𝘢𝘥𝘪𝘴.

    𝘔𝘪 𝘪𝘴𝘭𝘢, 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘥𝘪𝘴.

    𝘔𝘪 𝘩𝘰𝘨𝘢𝘳, 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘥𝘪𝘴.

    𝘓𝘢𝘴 𝘮𝘶𝘳𝘢𝘭𝘭𝘢𝘴… ¡𝘔𝘪𝘬𝘢𝘴𝘢!¡𝘈𝘳𝘮𝘪𝘯!”

    Y el sueño terminó. Eres abrió los ojos, despertó. Aunque no estaba en los caminos, Tampoco en el mundo de los vivos. Estaba en un pequeño cráter, rodeado de los cuerpos de ángeles. No se extrañó, pese a no poder recordar, a veces sus vidas anteriores se resistían al poder del titán fundador.

    << Esto es… El infierno. >> una pequeña risa sarcástica tiñó sus labios y su cansada mirada, no se levantó permaneció un rato ahí languideciendo, mirando hacia la luz, la lejana entrada al cielo << Lo hice. Todos pudieron vivir en paz aunque…>> cerró los ojos, rebuscando en la ,emte de quien fuera su siguiente sucesor y suspiró << No aprenden. >> y es que para su pesar todo lo que encontró en la Tierra fueron más guerras. Si, habían pasado cientos de años sus compañeros, Mikasa, Armin… los que se salvaron tuvieron vidas tranquilas.

    —Es hora. —Murmuró, y lo poco que quedaba de su vida anterior terminó de desvanecerse, las alas doradas se desintegraron en ceniza, dejando solo los huesos que se enredaron de regreso bajo su columna, su sangre se tornó negra, mientras se arqueaba dolorosamente, como si de repente la vida hubiera irrumpido de forma violenta y no deseada en su cuerpo, sus heridas comenzaron a expulsar vapor con de forma purulenta regenerándose a marcha forzada, los hilos limpios y de un vivo castaño rebelde se volvieron largos y de ébano como el plumaje de un cuervo, el dorado de los ojos del primer hombre se tornó verde como las hojas del árbol bajo el que solía jugar de niño ¿O Quiza azules como el océano que prometió ver? Puede que incluso grises como el día en que decidió marcharse, a la par que un grito gutural escapaba de lo más profundo de su garganta, haciendo estremecer cada rincón del mismísimo infierno. Y es que el mal de la humanidad había despertado.





    𝐑𝐨𝐥 𝐩𝐫𝐢𝐯𝐚𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐧: [LuciHe11] 𝐋𝐮𝐠𝐚𝐫: 𝙰𝚕𝚐ú𝚗 𝚕𝚞𝚐𝚊𝚛 𝚍𝚎𝚕 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘. 𝙴𝚗 𝚎𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝙰𝚍á𝚗 𝚑𝚊 𝚙𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚘 𝚕𝚊 𝚟𝚒𝚍𝚊 𝚓𝚞𝚗𝚝𝚘 𝚊 𝚜𝚞𝚜 𝚑𝚞𝚎𝚜𝚝𝚎𝚜 𝚊𝚗𝚐𝚎𝚕𝚒𝚌𝚊𝚕𝚎𝚜. “𝘌𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘢𝘤𝘢𝘣𝘢𝘴𝘦 𝘥𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘳 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘴𝘶𝘦ñ𝘰 𝘥𝘦𝘮𝘢𝘴𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘳𝘨𝘰. 𝘙𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰… 𝘙𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘳𝘦𝘤𝘪é𝘯 𝘤𝘳𝘦𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯 𝘫𝘢𝘳𝘥í𝘯, 𝘢𝘯𝘪𝘮𝘢𝘭𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘱𝘳𝘰𝘵𝘰𝘵𝘪𝘱𝘰𝘴, 𝘴𝘰𝘭𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘯𝘪𝘵𝘰 𝘤𝘦𝘭𝘦𝘴𝘵𝘦 ¿𝘌𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰? 𝘯𝘰… 𝘚𝘶𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴. ¿𝘘𝘶𝘪𝘦𝘯..? 𝘚𝘰𝘯𝘳í𝘦…𝘏𝘢𝘺 𝘭𝘶𝘻 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘥𝘶𝘦𝘭𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘭𝘢 𝘮á𝘴 𝘥𝘶𝘭𝘤𝘦 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘵𝘳𝘢𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 ¿𝘘𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴…? 𝘕𝘰, 𝘯𝘰 𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘯, 𝘦𝘴…𝘦𝘭 𝘰𝘤é𝘢𝘯𝘰. 𝘠 𝘩𝘢𝘺 𝘶𝘯 𝘨𝘳𝘢𝘯 á𝘳𝘣𝘰𝘭 𝘤𝘰𝘯… ¿𝘔𝘢𝘯𝘻𝘢𝘯𝘢𝘴? 𝘋𝘦 𝘯𝘪ñ𝘰 𝘫𝘶𝘨𝘢𝘣𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘦 á𝘳𝘣𝘰𝘭 𝘤𝘰𝘯 𝘮𝘪𝘴 𝘢𝘮𝘪𝘨𝘰𝘴. 𝘌𝘴𝘵𝘰𝘺 𝘦𝘯…¿𝘌𝘭 𝘱𝘢𝘳𝘢𝘪𝘴𝘰? 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘥𝘪𝘴. 𝘔𝘪 𝘪𝘴𝘭𝘢, 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘥𝘪𝘴. 𝘔𝘪 𝘩𝘰𝘨𝘢𝘳, 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘥𝘪𝘴. 𝘓𝘢𝘴 𝘮𝘶𝘳𝘢𝘭𝘭𝘢𝘴… ¡𝘔𝘪𝘬𝘢𝘴𝘢!¡𝘈𝘳𝘮𝘪𝘯!” Y el sueño terminó. Eres abrió los ojos, despertó. Aunque no estaba en los caminos, Tampoco en el mundo de los vivos. Estaba en un pequeño cráter, rodeado de los cuerpos de ángeles. No se extrañó, pese a no poder recordar, a veces sus vidas anteriores se resistían al poder del titán fundador. << Esto es… El infierno. >> una pequeña risa sarcástica tiñó sus labios y su cansada mirada, no se levantó permaneció un rato ahí languideciendo, mirando hacia la luz, la lejana entrada al cielo << Lo hice. Todos pudieron vivir en paz aunque…>> cerró los ojos, rebuscando en la ,emte de quien fuera su siguiente sucesor y suspiró << No aprenden. >> y es que para su pesar todo lo que encontró en la Tierra fueron más guerras. Si, habían pasado cientos de años sus compañeros, Mikasa, Armin… los que se salvaron tuvieron vidas tranquilas. —Es hora. —Murmuró, y lo poco que quedaba de su vida anterior terminó de desvanecerse, las alas doradas se desintegraron en ceniza, dejando solo los huesos que se enredaron de regreso bajo su columna, su sangre se tornó negra, mientras se arqueaba dolorosamente, como si de repente la vida hubiera irrumpido de forma violenta y no deseada en su cuerpo, sus heridas comenzaron a expulsar vapor con de forma purulenta regenerándose a marcha forzada, los hilos limpios y de un vivo castaño rebelde se volvieron largos y de ébano como el plumaje de un cuervo, el dorado de los ojos del primer hombre se tornó verde como las hojas del árbol bajo el que solía jugar de niño ¿O Quiza azules como el océano que prometió ver? Puede que incluso grises como el día en que decidió marcharse, a la par que un grito gutural escapaba de lo más profundo de su garganta, haciendo estremecer cada rincón del mismísimo infierno. Y es que el mal de la humanidad había despertado.
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  • Dean miró su sándwich como si estuviera frente a un tesoro ancestral. Le dio un mordisco enorme, cerró los ojos un segundo y luego, sin soltarlo, alzó la vista hacia Hope, que lo miraba con esa sonrisa ladeada.

    —¿Sabes qué? —dijo, tras tragar—. Yo no comparto esto con nadie. Con 𝑛𝑎𝑑𝑖𝑒.

    Hope arqueó una ceja, divertida. —Vaya honor… ¿y con esa cara de “ni lo sueñes” esperas que me lo crea?

    Dean se inclinó un poco hacia ella, sosteniendo el sándwich como si estuviera en una ceremonia solemne. —Bueno… solo contigo. Eres la única que podría merecer un bocado de esto.

    Y antes de que ella pudiera responder, lo acercó despacio hasta sus labios, ofreciéndole un mordisco. Hope lo aceptó con una risita, y Dean, orgulloso, murmuró: —Ya ves, Hope Mikaelson, acabas de unirte al club más exclusivo del mundo: el de compartir mi comida.
    Dean miró su sándwich como si estuviera frente a un tesoro ancestral. Le dio un mordisco enorme, cerró los ojos un segundo y luego, sin soltarlo, alzó la vista hacia Hope, que lo miraba con esa sonrisa ladeada. —¿Sabes qué? —dijo, tras tragar—. Yo no comparto esto con nadie. Con 𝑛𝑎𝑑𝑖𝑒. Hope arqueó una ceja, divertida. —Vaya honor… ¿y con esa cara de “ni lo sueñes” esperas que me lo crea? Dean se inclinó un poco hacia ella, sosteniendo el sándwich como si estuviera en una ceremonia solemne. —Bueno… solo contigo. Eres la única que podría merecer un bocado de esto. Y antes de que ella pudiera responder, lo acercó despacio hasta sus labios, ofreciéndole un mordisco. Hope lo aceptó con una risita, y Dean, orgulloso, murmuró: —Ya ves, Hope Mikaelson, acabas de unirte al club más exclusivo del mundo: el de compartir mi comida.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Todo culpa de LoL y Dead Space JAJAJA
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    Me shockea
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  • La azotea estaba silenciosa salvo por el zumbido lejano de la ciudad. Isla Rowan apoyó el rifle de precisión contra la barandilla oxidada, ajustando la mira con calma quirúrgica. El viento frío le movía el cabello castaño, pero sus ojos seguían fijos en el objetivo al otro lado de la calle.

    —Sabes que podríamos haber entrado por la puerta como personas normales, ¿no? —susurró a través del auricular su contacto, escondido en la planta baja.

    Isla sonrió apenas.
    —¿Y perderme el espectáculo? Ni loca.

    El reloj marcó las 23:00. Justo entonces, la puerta del edificio de enfrente se abrió y el objetivo apareció, rodeado de dos guardaespaldas. Isla no titubeó: respiró hondo, ajustó el ángulo y disparó. Un sonido seco, un cuerpo cayendo, y el caos se desató abajo.

    —¿Un tiro, una baja? —preguntó la voz por radio, mezclando sorpresa con nerviosismo.
    —¿Esperabas que gastara dos balas? —respondió ella, ya desmontando el rifle con una tranquilidad escalofriante.

    Mientras descendía por la escalera de incendios, la alarma de la calle llenaba la noche de gritos y luces rojas. Isla se ajustó la chaqueta negra, cruzó la avenida entre el tráfico como si nada y desapareció antes de que llegara la policía.

    —Trabajo limpio, Rowan —dijo su contacto cuando se reunieron en un callejón lateral.
    —Trabajo pagado, querrás decir —replicó ella con una media sonrisa, lanzándole el maletín.

    Nadie en esa calle se fijó en la mujer castaña que pasó caminando, con las manos en los bolsillos y un brillo letal en la mirada.
    La azotea estaba silenciosa salvo por el zumbido lejano de la ciudad. Isla Rowan apoyó el rifle de precisión contra la barandilla oxidada, ajustando la mira con calma quirúrgica. El viento frío le movía el cabello castaño, pero sus ojos seguían fijos en el objetivo al otro lado de la calle. —Sabes que podríamos haber entrado por la puerta como personas normales, ¿no? —susurró a través del auricular su contacto, escondido en la planta baja. Isla sonrió apenas. —¿Y perderme el espectáculo? Ni loca. El reloj marcó las 23:00. Justo entonces, la puerta del edificio de enfrente se abrió y el objetivo apareció, rodeado de dos guardaespaldas. Isla no titubeó: respiró hondo, ajustó el ángulo y disparó. Un sonido seco, un cuerpo cayendo, y el caos se desató abajo. —¿Un tiro, una baja? —preguntó la voz por radio, mezclando sorpresa con nerviosismo. —¿Esperabas que gastara dos balas? —respondió ella, ya desmontando el rifle con una tranquilidad escalofriante. Mientras descendía por la escalera de incendios, la alarma de la calle llenaba la noche de gritos y luces rojas. Isla se ajustó la chaqueta negra, cruzó la avenida entre el tráfico como si nada y desapareció antes de que llegara la policía. —Trabajo limpio, Rowan —dijo su contacto cuando se reunieron en un callejón lateral. —Trabajo pagado, querrás decir —replicó ella con una media sonrisa, lanzándole el maletín. Nadie en esa calle se fijó en la mujer castaña que pasó caminando, con las manos en los bolsillos y un brillo letal en la mirada.
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