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    Día del Entrenamiento – Parte II

    (El Campo Que No Era Para Mí)

    La tarde llega, y con ella mi impaciencia.
    Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane.
    La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar.

    Hablamos.
    Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido.

    Me cuenta de su infancia:
    Su madre es mi hermana Yuna, sí,
    pero su otra madre no es cualquiera:
    es la Emperatriz Ishtar, Sasha.

    Aun así, su destino no quedó ahí.
    Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar,
    y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos.
    La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece.

    Porque para Jennifer,
    todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón,
    y por eso decidió ser la mentora de Akane:
    para entrenarla, protegerla,
    y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre.

    Así como debía hacer conmigo,
    esta misma tarde.

    Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura.

    Akane:
    —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste.

    Trago saliva.
    Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza.

    De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar.

    Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender.
    Cuando le hablo, me abraza.
    Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no.

    Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo.
    Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos
    y me invita a probar unos dulces que ha preparado.
    Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer.

    Lili:
    —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva.

    Una única lágrima escapa de Ayane.
    Pequeña, tímida.
    Suficiente para romperme un poquito por dentro.

    Ayane:
    —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale?

    Lili:
    —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!!

    Salgo corriendo.
    Ayane no dice nada.
    Solo camina lentamente hacia la puerta
    y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos.

    Akane Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    Sasha Ishtar
    Jenny Queen Orc
    𝐀yane 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Día del Entrenamiento – Parte II (El Campo Que No Era Para Mí) La tarde llega, y con ella mi impaciencia. Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane. La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar. Hablamos. Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido. Me cuenta de su infancia: Su madre es mi hermana Yuna, sí, pero su otra madre no es cualquiera: es la Emperatriz Ishtar, Sasha. Aun así, su destino no quedó ahí. Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar, y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos. La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece. Porque para Jennifer, todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón, y por eso decidió ser la mentora de Akane: para entrenarla, protegerla, y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre. Así como debía hacer conmigo, esta misma tarde. Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura. Akane: —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste. Trago saliva. Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza. De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar. Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender. Cuando le hablo, me abraza. Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no. Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo. Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos y me invita a probar unos dulces que ha preparado. Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer. Lili: —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva. Una única lágrima escapa de Ayane. Pequeña, tímida. Suficiente para romperme un poquito por dentro. Ayane: —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale? Lili: —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!! Salgo corriendo. Ayane no dice nada. Solo camina lentamente hacia la puerta y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos. [akane_qi] [SashaIshtar] [queen_0] [Ayane_Ishtar]
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    Día del Entrenamiento – Parte II

    (El Campo Que No Era Para Mí)

    La tarde llega, y con ella mi impaciencia.
    Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane.
    La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar.

    Hablamos.
    Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido.

    Me cuenta de su infancia:
    Su madre es mi hermana Yuna, sí,
    pero su otra madre no es cualquiera:
    es la Emperatriz Ishtar, Sasha.

    Aun así, su destino no quedó ahí.
    Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar,
    y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos.
    La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece.

    Porque para Jennifer,
    todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón,
    y por eso decidió ser la mentora de Akane:
    para entrenarla, protegerla,
    y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre.

    Así como debía hacer conmigo,
    esta misma tarde.

    Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura.

    Akane:
    —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste.

    Trago saliva.
    Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza.

    De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar.

    Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender.
    Cuando le hablo, me abraza.
    Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no.

    Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo.
    Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos
    y me invita a probar unos dulces que ha preparado.
    Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer.

    Lili:
    —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva.

    Una única lágrima escapa de Ayane.
    Pequeña, tímida.
    Suficiente para romperme un poquito por dentro.

    Ayane:
    —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale?

    Lili:
    —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!!

    Salgo corriendo.
    Ayane no dice nada.
    Solo camina lentamente hacia la puerta
    y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos.
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    (El Campo Que No Era Para Mí)

    La tarde llega, y con ella mi impaciencia.
    Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane.
    La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar.

    Hablamos.
    Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido.

    Me cuenta de su infancia:
    Su madre es mi hermana Yuna, sí,
    pero su otra madre no es cualquiera:
    es la Emperatriz Ishtar, Sasha.

    Aun así, su destino no quedó ahí.
    Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar,
    y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos.
    La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece.

    Porque para Jennifer,
    todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón,
    y por eso decidió ser la mentora de Akane:
    para entrenarla, protegerla,
    y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre.

    Así como debía hacer conmigo,
    esta misma tarde.

    Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura.

    Akane:
    —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste.

    Trago saliva.
    Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza.

    De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar.

    Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender.
    Cuando le hablo, me abraza.
    Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no.

    Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo.
    Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos
    y me invita a probar unos dulces que ha preparado.
    Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer.

    Lili:
    —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva.

    Una única lágrima escapa de Ayane.
    Pequeña, tímida.
    Suficiente para romperme un poquito por dentro.

    Ayane:
    —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale?

    Lili:
    —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!!

    Salgo corriendo.
    Ayane no dice nada.
    Solo camina lentamente hacia la puerta
    y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos.
    Relato en el post y comentario de la imagen 🩷 Día del Entrenamiento – Parte II (El Campo Que No Era Para Mí) La tarde llega, y con ella mi impaciencia. Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane. La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar. Hablamos. Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido. Me cuenta de su infancia: Su madre es mi hermana Yuna, sí, pero su otra madre no es cualquiera: es la Emperatriz Ishtar, Sasha. Aun así, su destino no quedó ahí. Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar, y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos. La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece. Porque para Jennifer, todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón, y por eso decidió ser la mentora de Akane: para entrenarla, protegerla, y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre. Así como debía hacer conmigo, esta misma tarde. Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura. Akane: —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste. Trago saliva. Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza. De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar. Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender. Cuando le hablo, me abraza. Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no. Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo. Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos y me invita a probar unos dulces que ha preparado. Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer. Lili: —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva. Una única lágrima escapa de Ayane. Pequeña, tímida. Suficiente para romperme un poquito por dentro. Ayane: —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale? Lili: —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!! Salgo corriendo. Ayane no dice nada. Solo camina lentamente hacia la puerta y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos.
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  • ──── 𝘛𝘩𝘦 𝘥𝘦𝘣𝘵 𝘩𝘢𝘴 𝘣𝘦𝘦𝘯 𝘱𝘢𝘪𝘥. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | ℭ𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 [𝟷𝟷]

    [] 𝑃𝑎𝑟í𝑠, 𝐹𝑟𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 — 𝟷𝟶:𝟹𝟶 𝑃.𝑀

    La noche parisina caía como un velo de terciopelo negro sobre el Sena, cuando el vuelo desde Buenos Aires aterrizó en Charles de Gaulle. Santiago descendió del avión con la elegancia de un fantasma, su abrigo negro ondeando ligeramente con la brisa otoñal. Sus ojos rojos ocultos tras lentes ahumados, piel pálida que no reflejaba la luz, y un aura que hacía que los mortales se apartaran instintivamente.

    Argentino de nacimiento, pero con siglos de vagabundeo por el infierno y la tierra, hablaba francés como si hubiera nacido en las calles de Montmartre.

    Tomó un taxi hacia el distrito 16, donde las mansiones de los poderosos se erguían como fortalezas de mármol y oro. Su objetivo: Pierre Duval, el Ministro de Defensa de Francia, un hombre que había cruzado caminos con Santiago décadas atrás, cuándo se deshacía de los opositores u aquellos que atentaban contra él. Pero los contratos cambian, y esta vez, el pago venía por una deuda pendiente del mismísimo Pierre.

    La mansión de Duval era un palacio neoclásico, rodeado de jardines manicureados y vigilado por guardias armados con fusiles de asalto. Santiago se acercó a la verja principal, su silueta recortada contra las luces de la ciudad. Uno de los guardias, un tipo fornido con auricular, lo detuvo.

    Guardia: ──── Identifiez-vous. ────

    Gruñó el guardia, mano en la pistolera.
    Santiago sonrió, revelando colmillos apenas perceptibles.

    ──── Dites à Monsieur Duval que c'est un vieil ami d'Argentine. Santiago. Il me connaît depuis longtemps.────

    El guardia dudó, pero el nombre surtió efecto. Llamó por radio, y tras un minuto de silencio tenso, la verja se abrió.

    Dos guardias más lo escoltaron por el camino de gravilla, sus botas crujiendo como huesos rotos. Santiago caminaba con calma, inhalando el aroma a rosas y poder corrupto.
    En el vestíbulo de mármol, iluminado por candelabros de cristal, Pierre Duval lo esperaba. El ministro era un hombre de sesenta años, elegante en su traje a medida, con una copa de coñac en la mano. Su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y nostalgia.

    Pierre : ──── Santiago! Mon Dieu, ça fait combien... vingt ans? Depuis Brazzaville. Entre, entre. Qu'est-ce qui t'amène à Paris? Un contrat?────


    Santiago entró, quitándose los guantes lentamente.

    ──── Exactement, Pierre. Un contrat. Mais cette fois, c'est toi la cible. ────

    Los ojos de Duval se abrieron de par en par. Intentó retroceder, pero los guardias ya estaban alertas.

    Los dos guardias en la puerta levantaron sus armas, pero Santiago fue más rápido. Con un movimiento fluido, extendió la mano y envolviendo su cuello hasta romperlo. El hombre gritó mientras su cuerpo se retorcía, huesos crujiendo como ramas secas, hasta colapsar en un montón de carne inerte.

    El segundo disparó, balas silbando en el aire, pero rebotaron en la piel de Santiago como gotas de lluvia en acero.

    ──── Tu n'as pas changé du tout, Pierre. Tu continues d'échouer malgré toute la sécurité dont tu disposes.────

    El guardia restante cargó con un cuchillo, pero Santiago lo agarró por el cuello, levantándolo del suelo. Con un chasquido, el cuello se quebró.

    El cuerpo cayó pesadamente sobre la alfombra persa.
    Duval retrocedió hacia su escritorio, presionando un botón de pánico oculto.

    Pierre : ──── Pourquoi? Qui t'a payé? On était amis! ────

    Santiago se rio, un sonido gutural que resonó como eco en el infierno.

    ──── Amis ? Nous n'avons jamais été amis. Tu as rompu le pacte, et maintenant tu dois payer. Le démon qui est en moi n'oublie pas. Et ce soir, le prix à payer sera ton sang. ────

    Más guardias irrumpieron desde las escaleras: cuatro en total, armados hasta los dientes. Disparos retumbaron en la mansión, astillando muebles antiguos y perforando paredes. Santiago se movió como humo, esquivando balas. Saco rápidamente su 9mm, solo fueron dos disparos certeros; una a la cabeza de los dos guardias que cubrían la delantera.

    Los últimos dos intentaron flanquearlo. Uno disparó una ráfaga que rozó el hombro de Santiago, rasgando el abrigo pero no la piel.

    ──── Pathétique. ────

    Siseó él, lanzando una daga oculta en su saco que se clavó en la garganta del tirador. El último guardia, aterrorizado, vació su cargador.

    Santiago, apunto nuevamente y disparó otro certero tiro en la cabeza del guardia restante. Duval, acorralado detrás del escritorio, sacó una pistola de un cajón.

    Pierre : ──── Attends! Je peux payer le double! Triple! ────

    Santiago se acercó, ignorando el arma.

    Tomó la pistola de la mano temblorosa de Duval y la aplastó como papel. Luego, con delicadeza casi amorosa, colocó una mano en la frente del ministro y luego la bajó rápidamente para tomarlo del cuello apretando fuertemente.

    ──── Adieu, Pierre. L'enfer t'attend. . . ────

    Hizo una pequeña pausa.

    ────𝘌𝘴𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦 𝘱𝘶𝘥𝘳𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰, 𝘧𝘳𝘢𝘯𝘤é𝘴 𝘣𝘢𝘴𝘵𝘢𝘳𝘥𝘰. ────

    Un pulso fuerte recorrió el cuerpo del ministro. Su piel se agrietó ante aquél tacto, sangre negra brotando como lava. Gritó una última vez hasta que se escucho rápidamente el filo de la garra atravesando su cuello y un rápido movimiento, firme y perfecto realizando un corte limpió donde la cabeza salió rodando por los suelos dejando un camino de sangre en el transcurso.

    Santiago se limpió las manos en el abrigo, admirando el caos: cuerpos destrozados, sangre salpicando tapices renacentistas. Sacó un cigarrillo, lo encendió con una llama de su dedo, y exhaló humo hacia el techo.

    ──── Paris est toujours aussi belle la nuit. J'ai récupéré ce que vous me deviez. ────

    Murmuró, antes de desvanecerse en las sombras, dejando la mansión como un mausoleo de los caídos. El demonio había cobrado su deuda.
    ──── 𝘛𝘩𝘦 𝘥𝘦𝘣𝘵 𝘩𝘢𝘴 𝘣𝘦𝘦𝘯 𝘱𝘢𝘪𝘥. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | ℭ𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 [𝟷𝟷] [🇫🇷] 𝑃𝑎𝑟í𝑠, 𝐹𝑟𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 — 𝟷𝟶:𝟹𝟶 𝑃.𝑀 La noche parisina caía como un velo de terciopelo negro sobre el Sena, cuando el vuelo desde Buenos Aires aterrizó en Charles de Gaulle. Santiago descendió del avión con la elegancia de un fantasma, su abrigo negro ondeando ligeramente con la brisa otoñal. Sus ojos rojos ocultos tras lentes ahumados, piel pálida que no reflejaba la luz, y un aura que hacía que los mortales se apartaran instintivamente. Argentino de nacimiento, pero con siglos de vagabundeo por el infierno y la tierra, hablaba francés como si hubiera nacido en las calles de Montmartre. Tomó un taxi hacia el distrito 16, donde las mansiones de los poderosos se erguían como fortalezas de mármol y oro. Su objetivo: Pierre Duval, el Ministro de Defensa de Francia, un hombre que había cruzado caminos con Santiago décadas atrás, cuándo se deshacía de los opositores u aquellos que atentaban contra él. Pero los contratos cambian, y esta vez, el pago venía por una deuda pendiente del mismísimo Pierre. La mansión de Duval era un palacio neoclásico, rodeado de jardines manicureados y vigilado por guardias armados con fusiles de asalto. Santiago se acercó a la verja principal, su silueta recortada contra las luces de la ciudad. Uno de los guardias, un tipo fornido con auricular, lo detuvo. Guardia: ──── Identifiez-vous. ──── Gruñó el guardia, mano en la pistolera. Santiago sonrió, revelando colmillos apenas perceptibles. ──── Dites à Monsieur Duval que c'est un vieil ami d'Argentine. Santiago. Il me connaît depuis longtemps.──── El guardia dudó, pero el nombre surtió efecto. Llamó por radio, y tras un minuto de silencio tenso, la verja se abrió. Dos guardias más lo escoltaron por el camino de gravilla, sus botas crujiendo como huesos rotos. Santiago caminaba con calma, inhalando el aroma a rosas y poder corrupto. En el vestíbulo de mármol, iluminado por candelabros de cristal, Pierre Duval lo esperaba. El ministro era un hombre de sesenta años, elegante en su traje a medida, con una copa de coñac en la mano. Su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y nostalgia. Pierre : ──── Santiago! Mon Dieu, ça fait combien... vingt ans? Depuis Brazzaville. Entre, entre. Qu'est-ce qui t'amène à Paris? Un contrat?──── Santiago entró, quitándose los guantes lentamente. ──── Exactement, Pierre. Un contrat. Mais cette fois, c'est toi la cible. ──── Los ojos de Duval se abrieron de par en par. Intentó retroceder, pero los guardias ya estaban alertas. Los dos guardias en la puerta levantaron sus armas, pero Santiago fue más rápido. Con un movimiento fluido, extendió la mano y envolviendo su cuello hasta romperlo. El hombre gritó mientras su cuerpo se retorcía, huesos crujiendo como ramas secas, hasta colapsar en un montón de carne inerte. El segundo disparó, balas silbando en el aire, pero rebotaron en la piel de Santiago como gotas de lluvia en acero. ──── Tu n'as pas changé du tout, Pierre. Tu continues d'échouer malgré toute la sécurité dont tu disposes.──── El guardia restante cargó con un cuchillo, pero Santiago lo agarró por el cuello, levantándolo del suelo. Con un chasquido, el cuello se quebró. El cuerpo cayó pesadamente sobre la alfombra persa. Duval retrocedió hacia su escritorio, presionando un botón de pánico oculto. Pierre : ──── Pourquoi? Qui t'a payé? On était amis! ──── Santiago se rio, un sonido gutural que resonó como eco en el infierno. ──── Amis ? Nous n'avons jamais été amis. Tu as rompu le pacte, et maintenant tu dois payer. Le démon qui est en moi n'oublie pas. Et ce soir, le prix à payer sera ton sang. ──── Más guardias irrumpieron desde las escaleras: cuatro en total, armados hasta los dientes. Disparos retumbaron en la mansión, astillando muebles antiguos y perforando paredes. Santiago se movió como humo, esquivando balas. Saco rápidamente su 9mm, solo fueron dos disparos certeros; una a la cabeza de los dos guardias que cubrían la delantera. Los últimos dos intentaron flanquearlo. Uno disparó una ráfaga que rozó el hombro de Santiago, rasgando el abrigo pero no la piel. ──── Pathétique. ──── Siseó él, lanzando una daga oculta en su saco que se clavó en la garganta del tirador. El último guardia, aterrorizado, vació su cargador. Santiago, apunto nuevamente y disparó otro certero tiro en la cabeza del guardia restante. Duval, acorralado detrás del escritorio, sacó una pistola de un cajón. Pierre : ──── Attends! Je peux payer le double! Triple! ──── Santiago se acercó, ignorando el arma. Tomó la pistola de la mano temblorosa de Duval y la aplastó como papel. Luego, con delicadeza casi amorosa, colocó una mano en la frente del ministro y luego la bajó rápidamente para tomarlo del cuello apretando fuertemente. ──── Adieu, Pierre. L'enfer t'attend. . . ──── Hizo una pequeña pausa. ────𝘌𝘴𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦 𝘱𝘶𝘥𝘳𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰, 𝘧𝘳𝘢𝘯𝘤é𝘴 𝘣𝘢𝘴𝘵𝘢𝘳𝘥𝘰. ──── Un pulso fuerte recorrió el cuerpo del ministro. Su piel se agrietó ante aquél tacto, sangre negra brotando como lava. Gritó una última vez hasta que se escucho rápidamente el filo de la garra atravesando su cuello y un rápido movimiento, firme y perfecto realizando un corte limpió donde la cabeza salió rodando por los suelos dejando un camino de sangre en el transcurso. Santiago se limpió las manos en el abrigo, admirando el caos: cuerpos destrozados, sangre salpicando tapices renacentistas. Sacó un cigarrillo, lo encendió con una llama de su dedo, y exhaló humo hacia el techo. ──── Paris est toujours aussi belle la nuit. J'ai récupéré ce que vous me deviez. ──── Murmuró, antes de desvanecerse en las sombras, dejando la mansión como un mausoleo de los caídos. El demonio había cobrado su deuda.
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  • Entre un jardín de rosas nacidas del deseo,
    Afrodita respira hondo, pero el perfume duele.
    Cada pétalo la llama por su belleza antigua,
    cada espina le recuerda que el amor también hiere.

    Sus tobillos, antes libres como el viento en el mar,
    ahora se enredan en la flor que un día bendijo.
    Porque incluso la diosa del encanto infinito
    puede quedar prisionera de lo que ella misma inspira.

    Las rosas brillan suaves, carmesí como un suspiro,
    pero sus espinas —finas, precisas— son verdades:
    que amar no es solo caricia ni canto dulce,
    sino una entrega que corta y marca la piel del alma.

    Afrodita alza la mirada, orgullosa aunque herida,
    y comprende que la belleza puede ser un yugo,
    que la pasión, cuando arde demasiado, encadena,
    que incluso la luz más pura proyecta sombras largas.

    Así permanece, divina y humana a la vez,
    rodeada de rosas que la adoran y la hieren,
    símbolo eterno de que el amor es un milagro frágil:
    nace suave… pero siempre guarda espinas.

    #rol
    Entre un jardín de rosas nacidas del deseo, Afrodita respira hondo, pero el perfume duele. Cada pétalo la llama por su belleza antigua, cada espina le recuerda que el amor también hiere. Sus tobillos, antes libres como el viento en el mar, ahora se enredan en la flor que un día bendijo. Porque incluso la diosa del encanto infinito puede quedar prisionera de lo que ella misma inspira. Las rosas brillan suaves, carmesí como un suspiro, pero sus espinas —finas, precisas— son verdades: que amar no es solo caricia ni canto dulce, sino una entrega que corta y marca la piel del alma. Afrodita alza la mirada, orgullosa aunque herida, y comprende que la belleza puede ser un yugo, que la pasión, cuando arde demasiado, encadena, que incluso la luz más pura proyecta sombras largas. Así permanece, divina y humana a la vez, rodeada de rosas que la adoran y la hieren, símbolo eterno de que el amor es un milagro frágil: nace suave… pero siempre guarda espinas. #rol
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  • —Se fue a dormir rodeado de sus gatos, sabiendo que pronto acogería a un perrito también. De nuevo, aunque no subestimaba al Lord si que estaba ilusionado. Idia era caprichoso a fin de cuentas—
    —Se fue a dormir rodeado de sus gatos, sabiendo que pronto acogería a un perrito también. De nuevo, aunque no subestimaba al Lord si que estaba ilusionado. Idia era caprichoso a fin de cuentas—
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  • "Some days, you're the only thing I know
    Only thing that's burning when the nights grow cold
    Can't look away, can't look away
    Beg you to stay, beg you to stay, yeah
    Sometimes, you're a stranger in my bed
    Don't know if you love me or you want me dead
    Push me away, push me away
    Then beg me to stay, beg me to stay, yeah
    Call me in the morning to apologize
    Every little lie gives me butterflies
    Something in the way you're looking through my eyes
    Don't know if I'm gonna make it out alive
    Fight so dirty, but you love so sweet
    Talk so pretty, but your heart got teeth
    Late night devil, put your hands on me
    And never, never, never ever let go
    Fight so dirty, but you love so sweet
    Talk so pretty, but your heart got teeth
    Late night devil, put your hands on me
    And never, never, never ever let go..."

    -La mujer estaba cantando y silbando está canción mientras entraba en un callejón. Una oscuridad que invadió el lugar solo destacó los aperlados dientes de la mujer y al hombre que estaba corriendo-

    Vamos si sigues corriendo te desangraras..
    Tu tiempo termino y me debes tu vida..

    - menciono la mujer el hombre que no tenía un brazo y goteaba sangre, cayó suplicando , una masa amorfa con mucho ojos se abalanzó sobre él abriendo una boca con millones de dientes -

    Salem tiene hambre ..
    Y no puedo negarselo..
    - menciono la sonrisa que se veía de lejos, y aquellos fauces devoraron , trituraron y molieron cada parte de ese ser humano. La oscuridad se comenzó a reunir en la masa achicandose hasta salir un gato esponjoso negro como ojos amarillos, mientras la mujer estaba apoyada en la pared -

    Estás afro Salem...

    Salem: ni una palabra a los vecinos, sere el hazme reír del pasaje..
    "Some days, you're the only thing I know Only thing that's burning when the nights grow cold Can't look away, can't look away Beg you to stay, beg you to stay, yeah Sometimes, you're a stranger in my bed Don't know if you love me or you want me dead Push me away, push me away Then beg me to stay, beg me to stay, yeah Call me in the morning to apologize Every little lie gives me butterflies Something in the way you're looking through my eyes Don't know if I'm gonna make it out alive Fight so dirty, but you love so sweet Talk so pretty, but your heart got teeth Late night devil, put your hands on me And never, never, never ever let go Fight so dirty, but you love so sweet Talk so pretty, but your heart got teeth Late night devil, put your hands on me And never, never, never ever let go..." -La mujer estaba cantando y silbando está canción mientras entraba en un callejón. Una oscuridad que invadió el lugar solo destacó los aperlados dientes de la mujer y al hombre que estaba corriendo- Vamos si sigues corriendo te desangraras.. Tu tiempo termino y me debes tu vida.. - menciono la mujer el hombre que no tenía un brazo y goteaba sangre, cayó suplicando , una masa amorfa con mucho ojos se abalanzó sobre él abriendo una boca con millones de dientes - Salem tiene hambre .. Y no puedo negarselo.. - menciono la sonrisa que se veía de lejos, y aquellos fauces devoraron , trituraron y molieron cada parte de ese ser humano. La oscuridad se comenzó a reunir en la masa achicandose hasta salir un gato esponjoso negro como ojos amarillos, mientras la mujer estaba apoyada en la pared - Estás afro Salem... Salem: ni una palabra a los vecinos, sere el hazme reír del pasaje..
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  • Por supuesto, Daniel era más que una cara bonita, era mucho más que un niño que jugaba con los reflectores y las pasarelas. En realidad sus padres lo habían rodeado de todo tipo de oportunidades toda su vida y algunas de ellas se arraigaron en él como pasiones, quizá no tan visibles, pero que son parte escencial de su vida.
    Por supuesto, Daniel era más que una cara bonita, era mucho más que un niño que jugaba con los reflectores y las pasarelas. En realidad sus padres lo habían rodeado de todo tipo de oportunidades toda su vida y algunas de ellas se arraigaron en él como pasiones, quizá no tan visibles, pero que son parte escencial de su vida.
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  • POST MORTEM: Mentiras Piadosas.
    Fandom OC's
    Categoría Slice of Life
    : Nyssara Starfen
    : https://youtube.com/playlist?list=PLJQRDPns7wPw-MWk9WHJp0-9ym_k2hZbs&si=7tf0XjWkD251eHaT

    El cielo de la mañana estaba limpio, de un azul frío que hacía contraste con el negro impecable del coche que avanzaba por la carretera. Ezra hojeaba, por última vez, las notas de su presentación. No las necesitaba realmente: su discurso estaba memorizado, pulido y revisado al milímetro. Pero el gesto transmitía control, disciplina… Y calma. Además, lo ayudaba para evitar la conversación superficial con Samantha.

    A su lado, la susodicha —una joven de cabello castaño recogido en un moño eficiente—, enviada por la universidad, revisaba el GPS.

    —Llegaremos diez minutos antes, señor Hamilton —informó con una cortesía exacta, modulada para no interrumpir su concentración.

    —Perfecto —respondió él, sin apartar la vista de las hojas—. Me gustaría hacer un breve recorrido por el auditorio antes de comenzar.

    El vehículo tomó la salida hacia el campus, un complejo elegante de edificios modernos rodeados por franjas de pinos. El logo de la Universidad de Oregón se veía en pancartas verdes y doradas que ondeaban en la brisa suave. Había estudiantes por todas partes, algunos cargando portátiles, otros corriendo en dirección contraria con café en mano, todos con el ritmo característico de un campus en plena actividad.

    El chófer aparcó en la zona reservada. En cuanto Ezra descendió, varios miembros del comité académico lo recibieron de inmediato.

    —Señor Hamilton, es un honor —saludó un profesor de criminología, estrechándole la mano con entusiasmo contenido—. Su charla ha generado mucha expectativa. No todos los días tenemos la oportunidad de escuchar cómo la tecnología está rediseñando nuestra disciplina.

    El empresario sonrió con esa mezcla justa de profesionalismo y cercanía.

    —El honor es mío. Las bases de la criminología siguen siendo humanas. La tecnología… Solo nos permite ver más claro lo que ya está ahí.

    Mientras caminaban hacia el edificio principal, los acompañantes comentaban detalles del evento. El castaño escuchaba atentamente, asentía, hacía pequeñas observaciones que denotaban que ya conocía de antemano la estructura del encuentro. Su presencia tenía ese efecto: imponía sin esfuerzo, no por rigidez, sino por la precisión de cada gesto.

    Cuando cruzaron las puertas de vidrio del auditorio, el murmullo del público empezó a filtrarse desde el interior. Luces, banners, pantallas listas para la presentación. Todo estaba preparado.

    Ezra respiró hondo.

    —Bien —dijo, acomodándose ligeramente el saco—. Hagamos que valga la pena.

    Y avanzó hacia el escenario con la seguridad de alguien acostumbrado a moverse en mundos donde cada detalle importa… Y donde él siempre se encarga de controlarlos.
    👤: [frost_black_deer_503] 💽: https://youtube.com/playlist?list=PLJQRDPns7wPw-MWk9WHJp0-9ym_k2hZbs&si=7tf0XjWkD251eHaT El cielo de la mañana estaba limpio, de un azul frío que hacía contraste con el negro impecable del coche que avanzaba por la carretera. Ezra hojeaba, por última vez, las notas de su presentación. No las necesitaba realmente: su discurso estaba memorizado, pulido y revisado al milímetro. Pero el gesto transmitía control, disciplina… Y calma. Además, lo ayudaba para evitar la conversación superficial con Samantha. A su lado, la susodicha —una joven de cabello castaño recogido en un moño eficiente—, enviada por la universidad, revisaba el GPS. —Llegaremos diez minutos antes, señor Hamilton —informó con una cortesía exacta, modulada para no interrumpir su concentración. —Perfecto —respondió él, sin apartar la vista de las hojas—. Me gustaría hacer un breve recorrido por el auditorio antes de comenzar. El vehículo tomó la salida hacia el campus, un complejo elegante de edificios modernos rodeados por franjas de pinos. El logo de la Universidad de Oregón se veía en pancartas verdes y doradas que ondeaban en la brisa suave. Había estudiantes por todas partes, algunos cargando portátiles, otros corriendo en dirección contraria con café en mano, todos con el ritmo característico de un campus en plena actividad. El chófer aparcó en la zona reservada. En cuanto Ezra descendió, varios miembros del comité académico lo recibieron de inmediato. —Señor Hamilton, es un honor —saludó un profesor de criminología, estrechándole la mano con entusiasmo contenido—. Su charla ha generado mucha expectativa. No todos los días tenemos la oportunidad de escuchar cómo la tecnología está rediseñando nuestra disciplina. El empresario sonrió con esa mezcla justa de profesionalismo y cercanía. —El honor es mío. Las bases de la criminología siguen siendo humanas. La tecnología… Solo nos permite ver más claro lo que ya está ahí. Mientras caminaban hacia el edificio principal, los acompañantes comentaban detalles del evento. El castaño escuchaba atentamente, asentía, hacía pequeñas observaciones que denotaban que ya conocía de antemano la estructura del encuentro. Su presencia tenía ese efecto: imponía sin esfuerzo, no por rigidez, sino por la precisión de cada gesto. Cuando cruzaron las puertas de vidrio del auditorio, el murmullo del público empezó a filtrarse desde el interior. Luces, banners, pantallas listas para la presentación. Todo estaba preparado. Ezra respiró hondo. —Bien —dijo, acomodándose ligeramente el saco—. Hagamos que valga la pena. Y avanzó hacia el escenario con la seguridad de alguien acostumbrado a moverse en mundos donde cada detalle importa… Y donde él siempre se encarga de controlarlos.
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  • -Sentadas cerca de la fuente que da a la aldea donde ambas vigilan, las dos hermanas se dispusieron a cantar la canción que solo ambas saben, mientras una de ellas, también tocaba el ukelele, dando un ambiente bastate armónico al lugar.

    Algunos aldeanos al escucharlas cantar, se acercan a donde ellas, poco a poco, las gemelas estaba rodeadas de gente mientras Devola y Popola seguían cantado para deleite de los aldeanos, que solo estaban presentes por las hermosas voces de las hermanas-.
    -Sentadas cerca de la fuente que da a la aldea donde ambas vigilan, las dos hermanas se dispusieron a cantar la canción que solo ambas saben, mientras una de ellas, también tocaba el ukelele, dando un ambiente bastate armónico al lugar. Algunos aldeanos al escucharlas cantar, se acercan a donde ellas, poco a poco, las gemelas estaba rodeadas de gente mientras Devola y Popola seguían cantado para deleite de los aldeanos, que solo estaban presentes por las hermosas voces de las hermanas-.
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