SHINEI NOUZEN
*Había demasiados deberes que tenía que hacer en la Academia Militar. Demasiados. Tantos, que sólo podía privarme de horas de sueño.
Calculen cómo me dejaba todo esto: diez horas de Artillería y Armaduras.; tres horas de matemáticas; comidas: hora y media; aseo personal: una hora; papeleo militar: una hora; «George»: dos horas; dormir: ocho horas. Total: veintiséis horas y media. La nave ni siquiera se regía según el día de Santuario, de veinticinco horas, porque una vez en marcha, seguíamos la hora de Greenwich y el calendario universal. Así que mi única opción era adaptarme al modo zombie día tras día.
Estaba sentado en la sala de juego un día, hacia la una de la madrugada, luchando con las matemáticas, cuando entró el capitán Blackstone.*
- Buenas noches, mi capitán - *le dije.*
- Buenos días, querrá decir. ¿Qué demonios le pasa, hijo? ¿Insomnio?
- No exactamente.
*Cogió el montón de hojas, diciendo:*
- ¿No puede encargarse su sargento de todos estos papeles? Ah, ya comprendo. Váyase a la cama.
- Pero, mi capitán...
- Vuelva a sentarse, Johnnie. Me proponía hablarle. Nunca le veo aquí, en la sala de juego, por las tardes. Paso ante su habitación y siempre está trabajando en su mesa. Cuando su compañero se acuesta, usted se traslada aquí. ¿Cuál es el problema?
- Bueno..., parece que no consigo ponerme al día.
- Eso no lo consigue nadie. ¿Cómo va su trabajo en la Armería?
- Muy bien. Creo que lo completaremos.
- También yo lo creo. Mire, hijo, usted ha de tener sentido de la proporción. Tiene dos deberes primordiales. El primero cuidarse de que el equipo de su pelotón esté a punto, y
eso ya lo hace. No tiene que preocuparse por el pelotón en sí, como le dije. El segundo, y tan importante como el otro, es que se encuentre dispuesto para luchar. Se olvida de eso.
- Estaré dispuesto, mi capitán.
- Tonterías. No está haciendo ejercicio, y pierde sueño. ¿Es así como se prepara una bajada? Cuando uno dirige un pelotón, hijo, ha de estar en forma. De aquí en adelante,
hará ejercicio desde las cuatro y media a las seis todos los días. Estará en la cama y con la luz apagada a las once y, si tarda en dormirse quince minutos dos noches seguidas,
informará al médico para que le imponga un tratamiento. Es una orden.
- Si, señor.
*Sentí que los mamparos caían sobre mi y añadí desesperado:*
-Mi capitán, no veo cómo puedo acostarme a las once y a la vez encargarme de que se haga todo.
- Entonces, que no se haga. Como le dije. muchacho, ha de tener sentido de la proporción. Dígame en qué emplea su tiempo.
*Se lo dije y asintió.*
- Lo que me figuraba. - *Recogió el cuaderno de «deberes» de matemáticas y volvió a dejarlo.* -Esto, por ejemplo. Desde luego, quiere trabajar en ello, pero ¿por qué ha de
hacerlo con tanta intensidad antes de que nos metamos en acción?
- Bueno, yo pensé...
- Lo que no hizo precisamente fue pensar. Hay cuatro posibilidades, y sólo una le exige que termine esos deberes. Primera: podrían matarle. Segunda: podría recibir una herida y retirarse con una comisión honoraria. Tercera: podría salir bien, pero que le suspendiera en su Formulario Treinta y Uno su examinador, es decir yo. Lo cual es precisamente lo
que tanto teme de momento. Pero, hijo, yo ni siquiera le permitiré bajar si usted aparece con los ojos enrojecidos por falta de sueño y los músculos fláccidos por falta de ejercicio.
La cuarta posibilidad es que usted comprenda bien su deber, en cuyo caso tal vez le deje dirigir un pelotón. Entonces supongamos que lo hace y que nos ofrece la mejor actuación desde que Aquiles mató a Héctor, y yo le apruebo. Sólo en ese caso habría de terminar sus ejercicios de matemáticas. De modo que puede realizarlos en el viaje de regreso. Con esto queda liquidado el asunto: ya hablaré yo con la capitana. Y ahora mismo le relevo del resto de sus tareas. En el camino de vuelta a casa podrá dedicar tiempo a las matemáticas. Si es que volvemos a casa. Pero jamás llegará a ninguna parte si no aprende a establecer prioridades. ¡Váyase a la cama!
*Así que el capitán Blackstone me enseñó la importancia del descanso, y desde ese entonces aprendí a valorar en su debido valor la importancia del sueño...
Dormir y descansar no son una recompensa o un premio. Son algo necesario para la salud, porque así se recuperan energías. Establecer prioridades para poder aprovechar al máximo el tiempo y sacar el máximo provecho a los recursos es la mejor manera para conseguir progresos. Disciplina: la piedra angular...*
SHINEI NOUZEN
*Había demasiados deberes que tenía que hacer en la Academia Militar. Demasiados. Tantos, que sólo podía privarme de horas de sueño.
Calculen cómo me dejaba todo esto: diez horas de Artillería y Armaduras.; tres horas de matemáticas; comidas: hora y media; aseo personal: una hora; papeleo militar: una hora; «George»: dos horas; dormir: ocho horas. Total: veintiséis horas y media. La nave ni siquiera se regía según el día de Santuario, de veinticinco horas, porque una vez en marcha, seguíamos la hora de Greenwich y el calendario universal. Así que mi única opción era adaptarme al modo zombie día tras día.
Estaba sentado en la sala de juego un día, hacia la una de la madrugada, luchando con las matemáticas, cuando entró el capitán Blackstone.*
- Buenas noches, mi capitán - *le dije.*
- Buenos días, querrá decir. ¿Qué demonios le pasa, hijo? ¿Insomnio?
- No exactamente.
*Cogió el montón de hojas, diciendo:*
- ¿No puede encargarse su sargento de todos estos papeles? Ah, ya comprendo. Váyase a la cama.
- Pero, mi capitán...
- Vuelva a sentarse, Johnnie. Me proponía hablarle. Nunca le veo aquí, en la sala de juego, por las tardes. Paso ante su habitación y siempre está trabajando en su mesa. Cuando su compañero se acuesta, usted se traslada aquí. ¿Cuál es el problema?
- Bueno..., parece que no consigo ponerme al día.
- Eso no lo consigue nadie. ¿Cómo va su trabajo en la Armería?
- Muy bien. Creo que lo completaremos.
- También yo lo creo. Mire, hijo, usted ha de tener sentido de la proporción. Tiene dos deberes primordiales. El primero cuidarse de que el equipo de su pelotón esté a punto, y
eso ya lo hace. No tiene que preocuparse por el pelotón en sí, como le dije. El segundo, y tan importante como el otro, es que se encuentre dispuesto para luchar. Se olvida de eso.
- Estaré dispuesto, mi capitán.
- Tonterías. No está haciendo ejercicio, y pierde sueño. ¿Es así como se prepara una bajada? Cuando uno dirige un pelotón, hijo, ha de estar en forma. De aquí en adelante,
hará ejercicio desde las cuatro y media a las seis todos los días. Estará en la cama y con la luz apagada a las once y, si tarda en dormirse quince minutos dos noches seguidas,
informará al médico para que le imponga un tratamiento. Es una orden.
- Si, señor.
*Sentí que los mamparos caían sobre mi y añadí desesperado:*
-Mi capitán, no veo cómo puedo acostarme a las once y a la vez encargarme de que se haga todo.
- Entonces, que no se haga. Como le dije. muchacho, ha de tener sentido de la proporción. Dígame en qué emplea su tiempo.
*Se lo dije y asintió.*
- Lo que me figuraba. - *Recogió el cuaderno de «deberes» de matemáticas y volvió a dejarlo.* -Esto, por ejemplo. Desde luego, quiere trabajar en ello, pero ¿por qué ha de
hacerlo con tanta intensidad antes de que nos metamos en acción?
- Bueno, yo pensé...
- Lo que no hizo precisamente fue pensar. Hay cuatro posibilidades, y sólo una le exige que termine esos deberes. Primera: podrían matarle. Segunda: podría recibir una herida y retirarse con una comisión honoraria. Tercera: podría salir bien, pero que le suspendiera en su Formulario Treinta y Uno su examinador, es decir yo. Lo cual es precisamente lo
que tanto teme de momento. Pero, hijo, yo ni siquiera le permitiré bajar si usted aparece con los ojos enrojecidos por falta de sueño y los músculos fláccidos por falta de ejercicio.
La cuarta posibilidad es que usted comprenda bien su deber, en cuyo caso tal vez le deje dirigir un pelotón. Entonces supongamos que lo hace y que nos ofrece la mejor actuación desde que Aquiles mató a Héctor, y yo le apruebo. Sólo en ese caso habría de terminar sus ejercicios de matemáticas. De modo que puede realizarlos en el viaje de regreso. Con esto queda liquidado el asunto: ya hablaré yo con la capitana. Y ahora mismo le relevo del resto de sus tareas. En el camino de vuelta a casa podrá dedicar tiempo a las matemáticas. Si es que volvemos a casa. Pero jamás llegará a ninguna parte si no aprende a establecer prioridades. ¡Váyase a la cama!
*Así que el capitán Blackstone me enseñó la importancia del descanso, y desde ese entonces aprendí a valorar en su debido valor la importancia del sueño...
Dormir y descansar no son una recompensa o un premio. Son algo necesario para la salud, porque así se recuperan energías. Establecer prioridades para poder aprovechar al máximo el tiempo y sacar el máximo provecho a los recursos es la mejor manera para conseguir progresos. Disciplina: la piedra angular...*