• ──────¿Huh? ¿Ya amaneció? —sus brazos rodearon la almohada y sumergió el rostro en ella—. Solo cinco minutos más, please.
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  • " Una sonrisa es expresada en el rostro del Basilio, en su diestra jugando entre sus dedos con cinco piedras blancas, estando él sentado en el trono, en medio del silencio interrumpido nada más por el chasquido que producen las piedras al chocar entre ellas .

    - Hay algo que aún no entiendes tesoro mío, no puedes liberarme, no estoy preso en mis pesadillas, no estoy abrazado por la maldad, la verdad, yo .. él que vez lo que sientes lo que te rodea, yo soy la oscuridad .
    " Una sonrisa es expresada en el rostro del Basilio, en su diestra jugando entre sus dedos con cinco piedras blancas, estando él sentado en el trono, en medio del silencio interrumpido nada más por el chasquido que producen las piedras al chocar entre ellas . - Hay algo que aún no entiendes tesoro mío, no puedes liberarme, no estoy preso en mis pesadillas, no estoy abrazado por la maldad, la verdad, yo .. él que vez lo que sientes lo que te rodea, yo soy la oscuridad .
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  • ♛┈⛧┈┈•༶
    Lunes.
    ༶•┈┈⛧┈♛

    -La verdad es que no te entiendo.

    *Su voz fue la primera en alzarse luego del estruendoso rugir del motor del Pontiac. Luego volvió el silencio, y nuevamente fue cortado por el sonido de sus lentas y firmes pisadas en el verdoso pasto.*

    -Fue tu elección vivir así, por lo que deberías ser más que conciente de que ésta es solo una de las formas en las que podrías morir. Arrepentirte ahora es una tontería.

    *A sus espaldas puede escuchar las melodías a las que más estaba acostumbrado; los frenéticos golpes, los infaltables quejidos, las suplicas insistentes y los sollozos, el detalle más exquisito de todos. No necesitaba verlo para saber que el rostro de esa persona estaba desfigurado por el miedo.

    Lleva la mano al oscuro interior de su saco negro, luego la sacó para revelar que allí escondía un revolver Colt Walker del 46 de 1800. Otra vez el silencio, pero esta vez estaba sazonado por la respiración agitada de aquel al que sus "cachorros" estuvieron moliendo a golpes durante varias horas consecutivas.*

    -Al principio juraba que le robabas por venganza, al tipo que me pagó para matarte. Pero, cuando me enteré de tu razón para insistir tanto en meterte en su casa e ir a sacarle millones en una sola noche...

    *Voltea, allí donde estaba la "presa"; cabello castaño desalineado, culpa del violento trato de los matones que lo rodean y retienen; piel palida, tanto por el miedo y por herencia genética, pintada con manchas de sangre suya; labios cortados por golpes constantes, hematoma en el lado izquierdo del rostro y la nariz fracturada.*

    -¿Una mujer? ¿De verdad?

    *No tenía ni el más mínimo problema en parecer despectivo, y no lo negaría. Cortó la distancia con el muchacho maltrecho, al mismo tiempo que la palma de su mano hacía girar el tambor del revolver.*

    -Tal vez por una madre, tu hermana o algún otro familiar... ¿Pero por amor? Me encantan los riesgos y el azar, pero lo tuyo fue estúpido.

    *El muchacho, el ladrón que fue apaleado hasta ahora, estuvo a nada de responder, un gruñido se le había escapado por el coraje. Pero el sonido de un chasquido, seco y metálico, le había robado las palabras antes de que siquiera pudieran asomarse en la punta de su lengua; Cormac le apuntó con el arma y jaló el gatillo, pero la recamara estaba vacía.*

    -Uno menos. Quedan cinco, quizás.

    *Su comentario se propaga a lo largo del campo, palabras que serían arrastradas por la helada brisa nocturna.

    ...

    *La noche transcurre hasta que el sol comenzó a asomarse desde el horizonte justo a tiempo para presenciar la conclusión del trabajo de Cormac, justo a tiempo para ser recibido por el rugir de un revolver.

    Cormac vuelve a guardar el arma, entre la oscuridad de su saco, mientras camina en dirección al auto, al juez. Los asuntos en ese lugar estaban terminados, por lo que era hora de volver a casa y esperar por una nueva tarea.

    Encendió el motor, estaba preparado para salir. Pero antes de que pudiera hacerlo, alguien subió y se sentó en el asiento del copiloto; un "cachorro", uno de los hombres bajo las ordenes y cuidados de Cormac.*

    -¿En qué momento te dí permiso?

    *Cuestionó el no-muerto, resaltando molestia en su voz de ultratumba. El cachorro lo mira con miedo al principio, pero guardó la calma al recordar que solo se trata de su patrón.*

    -Tengo curiosidad, jefe.
    -¿De qué?
    -¿Qué es usted?

    *El auto comenzó a moverse, giraron las ruedas y en poco tiempo alcanzaron una velocidad vertiginosa. La mirada del piloto cae en el más joven, en el que aún está vivo.*

    -¿Qué soy? Te lo diré; ¿Notas la negrura en mi piel? Es miasma, la peste que emerge de los muertos.
    -¿Es un demonio?
    -No... Yo soy real.

    *El auto alcanza una velocidad mayor, culpa de la presión que él ponía en el acelerador.*

    -Pero es extraño... Mi cuerpo hace cosas, como si aún estuviera vivo.

    *El cachorro yace aferrado al asiento del copiloto, con el corazón latiendo a un ritmo alarmante y con el sudor frío escurriendo por su piel. El miedo le nacía no solo por la velocidad del vehículo, sino del conductor que parecía comerse los pozos y rocas a propósito.*

    -Por ejemplo...

    *Pero él continúa explicando, con una tranquilidad extraña y muy ajena a la molestia anterior. Es como si realmente disfrutara de dar esa "clase".*

    -La verga se me para en ocasiones muy extrañas, como cuando vi anoche a tu mamá.

    *O tal vez solo se estaba conteniendo, retenía la risa que le provocaba esa broma tonta e infantil. El cachorro tuvo sentimientos complicados; tener miedo por la actitud impredecible del no-muerto, o reírse por ese chiste estúpido. Decidir era difícil.*
    ♛┈⛧┈┈•༶ Lunes. ༶•┈┈⛧┈♛ -La verdad es que no te entiendo. *Su voz fue la primera en alzarse luego del estruendoso rugir del motor del Pontiac. Luego volvió el silencio, y nuevamente fue cortado por el sonido de sus lentas y firmes pisadas en el verdoso pasto.* -Fue tu elección vivir así, por lo que deberías ser más que conciente de que ésta es solo una de las formas en las que podrías morir. Arrepentirte ahora es una tontería. *A sus espaldas puede escuchar las melodías a las que más estaba acostumbrado; los frenéticos golpes, los infaltables quejidos, las suplicas insistentes y los sollozos, el detalle más exquisito de todos. No necesitaba verlo para saber que el rostro de esa persona estaba desfigurado por el miedo. Lleva la mano al oscuro interior de su saco negro, luego la sacó para revelar que allí escondía un revolver Colt Walker del 46 de 1800. Otra vez el silencio, pero esta vez estaba sazonado por la respiración agitada de aquel al que sus "cachorros" estuvieron moliendo a golpes durante varias horas consecutivas.* -Al principio juraba que le robabas por venganza, al tipo que me pagó para matarte. Pero, cuando me enteré de tu razón para insistir tanto en meterte en su casa e ir a sacarle millones en una sola noche... *Voltea, allí donde estaba la "presa"; cabello castaño desalineado, culpa del violento trato de los matones que lo rodean y retienen; piel palida, tanto por el miedo y por herencia genética, pintada con manchas de sangre suya; labios cortados por golpes constantes, hematoma en el lado izquierdo del rostro y la nariz fracturada.* -¿Una mujer? ¿De verdad? *No tenía ni el más mínimo problema en parecer despectivo, y no lo negaría. Cortó la distancia con el muchacho maltrecho, al mismo tiempo que la palma de su mano hacía girar el tambor del revolver.* -Tal vez por una madre, tu hermana o algún otro familiar... ¿Pero por amor? Me encantan los riesgos y el azar, pero lo tuyo fue estúpido. *El muchacho, el ladrón que fue apaleado hasta ahora, estuvo a nada de responder, un gruñido se le había escapado por el coraje. Pero el sonido de un chasquido, seco y metálico, le había robado las palabras antes de que siquiera pudieran asomarse en la punta de su lengua; Cormac le apuntó con el arma y jaló el gatillo, pero la recamara estaba vacía.* -Uno menos. Quedan cinco, quizás. *Su comentario se propaga a lo largo del campo, palabras que serían arrastradas por la helada brisa nocturna. ... *La noche transcurre hasta que el sol comenzó a asomarse desde el horizonte justo a tiempo para presenciar la conclusión del trabajo de Cormac, justo a tiempo para ser recibido por el rugir de un revolver. Cormac vuelve a guardar el arma, entre la oscuridad de su saco, mientras camina en dirección al auto, al juez. Los asuntos en ese lugar estaban terminados, por lo que era hora de volver a casa y esperar por una nueva tarea. Encendió el motor, estaba preparado para salir. Pero antes de que pudiera hacerlo, alguien subió y se sentó en el asiento del copiloto; un "cachorro", uno de los hombres bajo las ordenes y cuidados de Cormac.* -¿En qué momento te dí permiso? *Cuestionó el no-muerto, resaltando molestia en su voz de ultratumba. El cachorro lo mira con miedo al principio, pero guardó la calma al recordar que solo se trata de su patrón.* -Tengo curiosidad, jefe. -¿De qué? -¿Qué es usted? *El auto comenzó a moverse, giraron las ruedas y en poco tiempo alcanzaron una velocidad vertiginosa. La mirada del piloto cae en el más joven, en el que aún está vivo.* -¿Qué soy? Te lo diré; ¿Notas la negrura en mi piel? Es miasma, la peste que emerge de los muertos. -¿Es un demonio? -No... Yo soy real. *El auto alcanza una velocidad mayor, culpa de la presión que él ponía en el acelerador.* -Pero es extraño... Mi cuerpo hace cosas, como si aún estuviera vivo. *El cachorro yace aferrado al asiento del copiloto, con el corazón latiendo a un ritmo alarmante y con el sudor frío escurriendo por su piel. El miedo le nacía no solo por la velocidad del vehículo, sino del conductor que parecía comerse los pozos y rocas a propósito.* -Por ejemplo... *Pero él continúa explicando, con una tranquilidad extraña y muy ajena a la molestia anterior. Es como si realmente disfrutara de dar esa "clase".* -La verga se me para en ocasiones muy extrañas, como cuando vi anoche a tu mamá. *O tal vez solo se estaba conteniendo, retenía la risa que le provocaba esa broma tonta e infantil. El cachorro tuvo sentimientos complicados; tener miedo por la actitud impredecible del no-muerto, o reírse por ese chiste estúpido. Decidir era difícil.*
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  • —Veo de lejos...a cinco hombres, parecen estar listos para un ataque, ¡d-debos actuar rápido!

    Decía Hinata mientras se mantenía a tu lado, observando cuidadosamente hacia el frente con su byakugan.
    —Veo de lejos...a cinco hombres, parecen estar listos para un ataque, ¡d-debos actuar rápido! Decía Hinata mientras se mantenía a tu lado, observando cuidadosamente hacia el frente con su byakugan.
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  • ★¡BUENOS DÍAAAAAS, DORMILÓN!! ¡ES HORA DE LEVANTARSE,
    ¿CINCO MINUTOS MÁS?! ¡MIRA, EL SOL YA ESTÁ ARRIBA, EL MUNDO ESTÁ ESPERANDO, ¡Ahora muévete, el desayuno no se va a comer solo!★
    ★¡BUENOS DÍAAAAAS, DORMILÓN!! ¡ES HORA DE LEVANTARSE, ¿CINCO MINUTOS MÁS?! ¡MIRA, EL SOL YA ESTÁ ARRIBA, EL MUNDO ESTÁ ESPERANDO, ¡Ahora muévete, el desayuno no se va a comer solo!★
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  • Tenía la espalda encorvada y la mirada agotada siendo rodeada por pequeñas manchitas de colores, producto de pasar demasiado tiempo pegada a la máquina de peluches. Tiró una última vez de la palanca sin mucho ánimo y la garra se zambulló en el mar de peluches. Allí iba su último dracma, en ese lamentable intento de miles que le precedieron por conseguir alguno de esos peluches. Justo cuando había perdido las esperanzas, la garra pareció haber pescado algo y jaló hacia arriba de una larga orejita de conejo.

    ──────¡Ah! ¡No me... !

    Allí frente a sus ojos como si la máquina se hubiera apiadado de aquella alma en desgracia, había no uno sino cinco peluches agarrados de las orejitas, sacados de un solo movimiento. Ella solo contempló boquiabierta como estos pasaron del otro lado y salieron por la puertita al exterior, hacia ella. La suerte le había sonreído.

    ──────¡¿Y ahora qué haré con todos ellos?!
    Tenía la espalda encorvada y la mirada agotada siendo rodeada por pequeñas manchitas de colores, producto de pasar demasiado tiempo pegada a la máquina de peluches. Tiró una última vez de la palanca sin mucho ánimo y la garra se zambulló en el mar de peluches. Allí iba su último dracma, en ese lamentable intento de miles que le precedieron por conseguir alguno de esos peluches. Justo cuando había perdido las esperanzas, la garra pareció haber pescado algo y jaló hacia arriba de una larga orejita de conejo. ──────¡Ah! ¡No me... ! Allí frente a sus ojos como si la máquina se hubiera apiadado de aquella alma en desgracia, había no uno sino cinco peluches agarrados de las orejitas, sacados de un solo movimiento. Ella solo contempló boquiabierta como estos pasaron del otro lado y salieron por la puertita al exterior, hacia ella. La suerte le había sonreído. ──────¡¿Y ahora qué haré con todos ellos?!
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  • —¡MÍO, MÍO, MÍO AL FIN! ¡AHAHAHAHA!

    El Segundo Sinful Spoil que obtenía, "Subversión". A Dia sólo le faltaban cinco. Debieron esconder este un poco mejor.
    —¡MÍO, MÍO, MÍO AL FIN! ¡AHAHAHAHA! El Segundo Sinful Spoil que obtenía, "Subversión". A Dia sólo le faltaban cinco. Debieron esconder este un poco mejor.
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  • Ya eran las 6am cuando su jornada laboral finalizó, algo que ocurría todos los días puesto que era host en un club. Pero el problema en realidad no radicaba en las horas a las que acabara (aunque eso le hiciera llevar una vida un poco desajustada), era más bien la forma en la que llegaba a su casa.

    Durante las horas de trabajo debía beber mucho, pues consumía alcohol junto a los clientes (hombres y mujeres), después de todo cuantas más botellas pidiera cada cliente más dinero ganaban y más subía el en el ranking. A demás no bastaba solo con eso pues, comúnmente, al salir del trabajo iba a algún antro que aún se mantuviera abierto para beber un poco más allí, quizá consumir alguna sustancia ilícita y, si tenía suerte, tener un rapidín en el baño con algún hombre atractivo tan colocado como él.
    Algunas veces, si podía y tenía el tiempo, también se llevaba a su casa a hombres que conocía en bares o apps de citas, siempre intentando encontrar a ese perfecto dom de sus sueños. Cosa que sabía era imposible y por eso comúnmente los acababa largando a patadas de su casa al terminar (otras veces incluso a mitad del acto si se aburría demasiado)

    Estaba por regresar a su apartamento a las 8am, completamente ebrio aunque no drogado, pues no había encontrado ningún vendedor en el antro al que fue. Se había acostado con un desconocido en el baño del mencionado sitio y se tambaleaba un poco por la calle, con la ropa algo descolocada pues llevaba la chaqueta en la mano, la camisa con varios botones abiertos tanto en la parte superior como inferior y el cinturón del pantalón muy mal puesto. A través de esos botones abiertos se podían apreciar un par de chupetones en su blanca piel y, por dios, apestaba a alcohol y estaba empapado, cualquiera diría que se lo echó por el encima en lugar de beberlo (tampoco sería un pensamiento muy alejado de la realidad).

    Aún le costaba acordarse de donde vivía ya que no hacía demasiado tiempo que se mudó a ese nuevo lugar, tuvo que dejar el anterior porque los vecinos se quejaban del ruido cuando traía compañía.

    -Puta mierda todo... Hip!... Desgraciado que no aguanta ni Hip!... Ni cinco... Minutos...- Sí, iba caminando por la calle quejándose del tipo con el que tuvo relaciones en aquel baño.
    Ya eran las 6am cuando su jornada laboral finalizó, algo que ocurría todos los días puesto que era host en un club. Pero el problema en realidad no radicaba en las horas a las que acabara (aunque eso le hiciera llevar una vida un poco desajustada), era más bien la forma en la que llegaba a su casa. Durante las horas de trabajo debía beber mucho, pues consumía alcohol junto a los clientes (hombres y mujeres), después de todo cuantas más botellas pidiera cada cliente más dinero ganaban y más subía el en el ranking. A demás no bastaba solo con eso pues, comúnmente, al salir del trabajo iba a algún antro que aún se mantuviera abierto para beber un poco más allí, quizá consumir alguna sustancia ilícita y, si tenía suerte, tener un rapidín en el baño con algún hombre atractivo tan colocado como él. Algunas veces, si podía y tenía el tiempo, también se llevaba a su casa a hombres que conocía en bares o apps de citas, siempre intentando encontrar a ese perfecto dom de sus sueños. Cosa que sabía era imposible y por eso comúnmente los acababa largando a patadas de su casa al terminar (otras veces incluso a mitad del acto si se aburría demasiado) Estaba por regresar a su apartamento a las 8am, completamente ebrio aunque no drogado, pues no había encontrado ningún vendedor en el antro al que fue. Se había acostado con un desconocido en el baño del mencionado sitio y se tambaleaba un poco por la calle, con la ropa algo descolocada pues llevaba la chaqueta en la mano, la camisa con varios botones abiertos tanto en la parte superior como inferior y el cinturón del pantalón muy mal puesto. A través de esos botones abiertos se podían apreciar un par de chupetones en su blanca piel y, por dios, apestaba a alcohol y estaba empapado, cualquiera diría que se lo echó por el encima en lugar de beberlo (tampoco sería un pensamiento muy alejado de la realidad). Aún le costaba acordarse de donde vivía ya que no hacía demasiado tiempo que se mudó a ese nuevo lugar, tuvo que dejar el anterior porque los vecinos se quejaban del ruido cuando traía compañía. -Puta mierda todo... Hip!... Desgraciado que no aguanta ni Hip!... Ni cinco... Minutos...- Sí, iba caminando por la calle quejándose del tipo con el que tuvo relaciones en aquel baño.
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  • 0100

    La alarma sonó en su cuarto, sus ojos se abrieron enseguida, pero el cansancio que tenía era demasiado obvio. Juró que acababa de cerrar los ojos, tal vez logró dormir cinco minutos, y ya comenzaron con las alertas.

    Sintió los párpados pesados, los músculos algo entumecidos, pero se pbligó a levantarse de un buen impulso. Eso era el tener que estar activo en su trabajo. Los Kaijus no tenían horario, así que ni él ni ninguno de sus colegas tampoco.

    Enseguida se preparó y espabiló, colocándose el traje para ir directo hacia el Jaeger que la esperaba a él y el segundo piloto para ser llevado a la acción.

    "Será rápido y a descansar", se dijo en su mente, sabiendo muy bien que eso probablemente era una mentira.
    🕐 0100 La alarma sonó en su cuarto, sus ojos se abrieron enseguida, pero el cansancio que tenía era demasiado obvio. Juró que acababa de cerrar los ojos, tal vez logró dormir cinco minutos, y ya comenzaron con las alertas. Sintió los párpados pesados, los músculos algo entumecidos, pero se pbligó a levantarse de un buen impulso. Eso era el tener que estar activo en su trabajo. Los Kaijus no tenían horario, así que ni él ni ninguno de sus colegas tampoco. Enseguida se preparó y espabiló, colocándose el traje para ir directo hacia el Jaeger que la esperaba a él y el segundo piloto para ser llevado a la acción. "Será rápido y a descansar", se dijo en su mente, sabiendo muy bien que eso probablemente era una mentira.
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  • El frasco, vaciándose progresivamente. El sepulturero, cambiándolo por otra, el proceso, repitiéndose por tercera vez en la hora.

    La sangre, fluyendo por su brazo. Invadiendo cada rincón de sus tejidos, nutriendo.

    Un sinfín de imágenes inconexas parpadeando.

    Ciel comenzaba a darles un sentido, sus pensamientos aclarándose.

    —Hermano —musitó. —Jean.

    Fue abriendo los párpados lánguidamente, encontrándose con la luz del sol iluminando su rostro cálidamente.

    —¿Qué hora es? —preguntó.

    La luz que entraba por la ventana era tanta que lo cegaba y no podía ver más que blanco.

    —Las cinco —le contestó Undertaker.

    —La hora del té —murmuró. Luego divagó. —Él debe estar esperándome.

    —Sí —sonrió el Dios de la muerte, viendo hacia la luz. —Lo hace.

    Ciel volvió a cerrar los ojos, el agotamiento le impidió estar más tiempo despierto.

    —Todavía necesita comer más de su alimento —añadió en voz baja, como si hablar alto lo pudiera molestar. —Ahora, solo descanse.
    El frasco, vaciándose progresivamente. El sepulturero, cambiándolo por otra, el proceso, repitiéndose por tercera vez en la hora. La sangre, fluyendo por su brazo. Invadiendo cada rincón de sus tejidos, nutriendo. Un sinfín de imágenes inconexas parpadeando. Ciel comenzaba a darles un sentido, sus pensamientos aclarándose. —Hermano —musitó. —Jean. Fue abriendo los párpados lánguidamente, encontrándose con la luz del sol iluminando su rostro cálidamente. —¿Qué hora es? —preguntó. La luz que entraba por la ventana era tanta que lo cegaba y no podía ver más que blanco. —Las cinco —le contestó Undertaker. —La hora del té —murmuró. Luego divagó. —Él debe estar esperándome. —Sí —sonrió el Dios de la muerte, viendo hacia la luz. —Lo hace. Ciel volvió a cerrar los ojos, el agotamiento le impidió estar más tiempo despierto. —Todavía necesita comer más de su alimento —añadió en voz baja, como si hablar alto lo pudiera molestar. —Ahora, solo descanse.
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