• Al amanecer, cuando la niebla aún serpenteaba entre los troncos. El crujir de las hojas bajo nuestras botas marcaba nuestro andar mientras nos internamos en el bosque de Galdareth. Éramos seis. Cuatro escoltas, hombres endurecidos por el acero y el silencio, y dos comerciantes que portaban más miedo que mercancía.

    Galdareth no es un simple bosque, es un umbral entre lo civilizado y lo olvidado, los árboles son tan antiguos que sus raíces cuentan historias mas antiguas que cualquier libro. Cada sombra al borde del sendero parecía observarnos, no hablábamos mucho. En tierras como estas, el sonido puede ser una invitación no deseada.

    Por momentos, sentía que algo caminaba paralelo a nosotros, más allá del follaje. Pero nada se mostraba, o por lo menos no en ese momento. Uno de los mercaderes, un joven de rostro delgado llamado Therrik, intentó romper el silencio con historias de su aldea y la paga que recibiría. Le sonreí, yo también pensaba en monedas, aunque no por codicia. Cada pieza me ayudaba a mantener una vida decente.

    Al mediodía, nos detuvimos junto a un arroyo para beber agua. Fue entonces cuando oí el silbido, pero no era el viento, sino de flechas. Una emboscada. Bandoleros, cinco o seis, tal vez más, salieron de entre la maleza como lobos hambrientos. No hubo tiempo para dudas, por lo que desenvaine mi espada en el acto. El combate fue breve pero feroz, por suerte solo uno de los escoltas cayó, y otro resultó herido, pero mantuvimos la formación. Mi acero halló dos gargantas enemigas antes de que la batalla concluyera. Los bandidos huyeron al verse superados, pero no los perseguimos, la misión era proteger, no cazar.

    Al caer la tarde, seguimos nuestro camino, más alertas y más silenciosos. El bosque parecía menos denso tras el combate, parecía reconocer la sangre que ofrecimos. Y entonces sentí de nuevo ese peso en el pecho, a pesar de no conocer mucho a mis camaradas, siempre era dificil ver morir a uno.

    Por la noche ya cruzabamos el umbral del bosque y llegaremos a Mirhollow. Lo logramos sin más sobresaltos. La suerte rara vez camina cerca cuando estoy en medio.
    Al amanecer, cuando la niebla aún serpenteaba entre los troncos. El crujir de las hojas bajo nuestras botas marcaba nuestro andar mientras nos internamos en el bosque de Galdareth. Éramos seis. Cuatro escoltas, hombres endurecidos por el acero y el silencio, y dos comerciantes que portaban más miedo que mercancía. Galdareth no es un simple bosque, es un umbral entre lo civilizado y lo olvidado, los árboles son tan antiguos que sus raíces cuentan historias mas antiguas que cualquier libro. Cada sombra al borde del sendero parecía observarnos, no hablábamos mucho. En tierras como estas, el sonido puede ser una invitación no deseada. Por momentos, sentía que algo caminaba paralelo a nosotros, más allá del follaje. Pero nada se mostraba, o por lo menos no en ese momento. Uno de los mercaderes, un joven de rostro delgado llamado Therrik, intentó romper el silencio con historias de su aldea y la paga que recibiría. Le sonreí, yo también pensaba en monedas, aunque no por codicia. Cada pieza me ayudaba a mantener una vida decente. Al mediodía, nos detuvimos junto a un arroyo para beber agua. Fue entonces cuando oí el silbido, pero no era el viento, sino de flechas. Una emboscada. Bandoleros, cinco o seis, tal vez más, salieron de entre la maleza como lobos hambrientos. No hubo tiempo para dudas, por lo que desenvaine mi espada en el acto. El combate fue breve pero feroz, por suerte solo uno de los escoltas cayó, y otro resultó herido, pero mantuvimos la formación. Mi acero halló dos gargantas enemigas antes de que la batalla concluyera. Los bandidos huyeron al verse superados, pero no los perseguimos, la misión era proteger, no cazar. Al caer la tarde, seguimos nuestro camino, más alertas y más silenciosos. El bosque parecía menos denso tras el combate, parecía reconocer la sangre que ofrecimos. Y entonces sentí de nuevo ese peso en el pecho, a pesar de no conocer mucho a mis camaradas, siempre era dificil ver morir a uno. Por la noche ya cruzabamos el umbral del bosque y llegaremos a Mirhollow. Lo logramos sin más sobresaltos. La suerte rara vez camina cerca cuando estoy en medio.
    Me encocora
    Me gusta
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • :“Ruido y Silencio”

    El rugido del Deora-2 llenaba la cabina, pero en la cabeza de Jett Wheeler todo era… tranquilo.

    El volante vibraba bajo sus dedos, firme y vivo, como si el auto respirara con él. La pista naranja se curvaba suavemente alrededor del anillo del planeta, una cinta incandescente que cortaba el vacío como una pincelada hecha por los dioses.

    Más allá del cristal, el espacio se abría infinito: estrellas lejanas, el brillo constante de los anillos flotando como hielo suspendido… y el planeta girando lentamente bajo sus ruedas.

    Jett silbó una melodía tonta. Nadie lo oía, y eso le gustaba.

    *"¿Cuántas veces he pasado por aquí ya… cinco? seis? ¿Y cuántas veces más voy a necesitar para cansarme?"*

    Se rió solo.

    —Nunca, probablemente.

    El aire reciclado olía a ozono y a goma caliente. Sus gogles vibraban cada vez que tomaba una curva cerrada. La sombrilla en el asiento de al lado temblaba con los baches de la pista, como si también disfrutara del viaje.

    *"Los accelerons construyen estos reinos como si fueran caprichos... pero hay algo poético en ellos, ¿no?"*

    Tomó una curva sin frenar. Las ruedas traseras derraparon apenas, y el **Deora-2** rugió como un felino despierto.

    *"La mayoría corre para ganar. Yo corro porque... si no lo hiciera, me ahogaría."*

    Y entonces, lo pensó sin decirlo, como si el universo pudiera oírlo si hablaba en voz alta:

    *"Seguir corriendo es la única forma en que me mantengo vivo."*

    El planeta giró una vez más bajo sus ruedas, y Jett Wheeler sonrió con los ojos cerrados, mientras el Deora-2 aceleraba hacia otra curva imposible.
    🌌:“Ruido y Silencio” El rugido del Deora-2 llenaba la cabina, pero en la cabeza de Jett Wheeler todo era… tranquilo. El volante vibraba bajo sus dedos, firme y vivo, como si el auto respirara con él. La pista naranja se curvaba suavemente alrededor del anillo del planeta, una cinta incandescente que cortaba el vacío como una pincelada hecha por los dioses. Más allá del cristal, el espacio se abría infinito: estrellas lejanas, el brillo constante de los anillos flotando como hielo suspendido… y el planeta girando lentamente bajo sus ruedas. Jett silbó una melodía tonta. Nadie lo oía, y eso le gustaba. *"¿Cuántas veces he pasado por aquí ya… cinco? seis? ¿Y cuántas veces más voy a necesitar para cansarme?"* Se rió solo. —Nunca, probablemente. El aire reciclado olía a ozono y a goma caliente. Sus gogles vibraban cada vez que tomaba una curva cerrada. La sombrilla en el asiento de al lado temblaba con los baches de la pista, como si también disfrutara del viaje. *"Los accelerons construyen estos reinos como si fueran caprichos... pero hay algo poético en ellos, ¿no?"* Tomó una curva sin frenar. Las ruedas traseras derraparon apenas, y el **Deora-2** rugió como un felino despierto. *"La mayoría corre para ganar. Yo corro porque... si no lo hiciera, me ahogaría."* Y entonces, lo pensó sin decirlo, como si el universo pudiera oírlo si hablaba en voz alta: *"Seguir corriendo es la única forma en que me mantengo vivo."* El planeta giró una vez más bajo sus ruedas, y Jett Wheeler sonrió con los ojos cerrados, mientras el Deora-2 aceleraba hacia otra curva imposible.
    Me encocora
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • 𝕎𝔼𝕃ℂ𝕆𝕄𝔼 𝕋𝕆 𝕋ℍ𝔼 𝔼ℕ𝔻𝔾𝔸𝕄𝔼
    Fandom Supernatural
    Categoría Acción
    ㅤㅤㅤㅤ𝒮𝓉𝒶𝓇𝓉ℯ𝓇 𝓅𝒶𝓇𝒶: DEAN WINCHESTER

    Tres años.
    Habían pasado tres años desde que Claire había vuelto al pasado. Tres años desde que había irrumpido en la vida de los Winchester, tres años desde que casi le provoca un infarto a su madre adoptiva al presentarse en su casa.
    Habían pasado tres años, y habían pasado demasiadas cosas en aquellos tres años. El bunker se había convertido en su hogar. Los hermanos, Castiel y Jack se habían convertido en su familia. Llevaba…. ¿podia ser cierto? Una idea frena los pensamientos de Claire, una idea que hace que todo lo demás se paralice, la mirada azul de la cazadora salta de la extraña e improvisada reunión que se estaba llevando a cabo en el bunker en aquellos momentos, a la pared del mismo, de donde colgaba un calendario realmente cutre, pero que le recordaba y le confirmaba lo que ella buscaba, en pocas horas haría tres años desde que su relación con Dean había comenzado.

    Tres años en los que había llevado a cabo su plan de mantenerlo a salvo. Con más tropiezos y vueltas de las que le gustaría, pero al fin y al cabo el mayor de los hermanos estaba allí, a su lado, respirando.
    Tenía, en todo aquello, que agradecerle a Sam su incondicional ayuda, ya que era el único que sabía la verdadera razón de su viaje, su misión, y le había prometido ayudarle a cumplirla.
    Por el momento, el más alto había cumplido su promesa, incluso cuando parecía imposible, y casi pierden a Dean por su idea de enterrarse vivo en el fondo de Pacifico.
    Si en algún momento había estado tentada de revelarle su secreto, sin duda había sido ese.
    Pero se había mantenido firme y habían superado aquella bala también, y seguía manteniendo una relación con un hombre al que le ocultaba un gran secreto.

    Pero todo aquello, en esos momentos no tenía demasiado importancia, tan solo Claire había disociado ligeramente de la situación que estaban viviendo porque… ¿Cómo no hacerlo? Tenían al puñetero Dios sentado frente a ellos, jugueteando con la radio del bunker (sin tocarla, claro) diciendo que Jack era altamente apocalíptico, y que debia de intervenir.
    Es justamente en ese punto de la conversación en el que Claire vuelve a conectar al cien por cien con la realidad. Justo cuando Chuck señala el “𝑒𝑐𝑢𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟” el único arma, recién salida del horno de la creación capaz de matar a Jack. Pero… ¿a qué precio?

    Los ojos de Claire saltaban, como los de Sam y el mismísimo Dios, de Castiel a Dean, y de vuelta al ángel, mientras son testigos de su discusión.
    En el fondo la rubia estaba de acuerdo con Castiel. ¿Iban a matar a Jack? Había matado a Mary, eso era cierto, y sabía que el dolor y la traición que Dean sentía hablaban por él, pero… ¿no habían hecho ellos, todos los que estaban reunidos allí, cosas terribles a seres queridos en los momentos más bajos? ¿Debían abandonar a Jack de aquella manera?
    No, por mucho que le molestara (y sin contar con el hecho de que si Dean mataba a Jack, morirían ambos) aquella vez estaba del lado de Castiel, y una vez disuelta aquella reunión, va en busca del más mayor para hacerle cambiar de opinion.

    O al menos esa es su intención ya que al llegar a la puerta de la habitación de Dean esta estaba abierta y de ella salían las voces de los dos hermanos.
    Debería haberse ido, debería haber seguido su camino, pero se para justo unos centímetros antes de poder ser vista por Sam quien estaba sentado a los pies de la cama, de cara a la puerta.

    La cazadora se mantiene en silencio, mientras escucha. La salida del más alto la toma por sorpresa por lo repentina, pero de un salto se dispone a seguirlo varios metros hasta que considera que sus voces ya no se podrían escuchar y le frena posando una mano en su brazo.

    — Tienes que pararlo, tienes que quitarle la idea de la cabeza, Sam.

    — Lo dices como si fuera algo sencillo hacer eso, Claire. Conoces a Dean…

    — No se merecen esto, ninguno de los dos, y lo sabes, Jack no es culpable de sus actos, no en este estado, no cuando se sacrificó por nosotros, por Dean y me prometiste que le salvarías a toda costa…

    — ¡Nada! No hay nada que quiera hacer más que salvar a mi hermano, pero no sé cómo hacerlo.

    — La clave está en esa pistola… en el ecualizador.

    No tenía claro que Chuck, que Dios, le permitiera vivir allí, o que le permitiera vivir directamente, no sabía si ella estaba siguiendo el plan del altísimo, o si se había salido de la hoja de ruta y la eliminaría con un chasquido de dedos, al igual que había acabado con el tema de no poder mentir, así de sencillo. Quizás debería haber muerto en aquel mundo, y su escapada había torcido sus planes, hecho que, no tenía duda arreglaría muy pronto.
    Así que le daba lo mismo si se arriesgaba a hacer aquello, las personas más peligrosas eran aquellas que no tenían nada que perder.

    Robaría esa pistola y huiría con ella, sabía que la encontrarían, sabía que Chuck sabría dónde está en todo momento, pero esperaba poder tener una mínima posibilidad de poner aquella creación lejos de Dean.
    Sam estaba distrayendo a Chuck, en la biblioteca, pero cuando Claire llega hasta la sala de mandos, Dean estaba subiendo por las escaleras, y saliendo por la puerta, sin mirar atrás, con la pistola encima, y sin despedirse.

    >> — ¿Puedes ir un poco más deprisa?

    El pie derecho de Claire se hundía hacia delante, presionando un acelerador que no existía. No tenía intención de dejar que aquello pasara, no iba a perder a Jack, y por supuesto no iba a perder a Dean.

    — Voy todo lo deprisa que puedo, ya estamos llegando.

    — Joder Sam. JODER.

    La pareja sale del coche y corre a toda prisa, por la suave pradera del cementerio, gritando el nombre de Dean. Aquello era una puñetera ejecución, Jack estaba arrodillado delante del Winchester esperando su suerte, sin oponer resistencia, sin desatar el terrible apocalipsis prometido… Pero Dean estaba demasiado ciego para verlo, debían llegar antes.

    — ¡DEAN. DEAN PARA! ¡NO LO HAGAS!

    Sam se había parado, casi en seco, porque Dean se lo había pedido, pero ella no tenía intención alguna de hacerle caso, no iba a escucharlo cuando él tampoco la escuchaba a ella. Y lo hubiera conseguido si al pasar por su lado, Sam no la hubiera rodeado con el brazo, frenándola y pegándola contra él.

    — Dean…

    Claire ya no gritaba, la tensión del momento había dejado al mundo entero en silencio, Sam seguía sujetándola, al menos hasta que… hasta que Dean baja el arma, y todos (menos Chuck) parecen volver a respirar de nuevo. En ese momento Sam la libera, y Claire toma posición tras Dean, a su derecha, colocando una mano sobre el hombro masculino y casi hinchándose de orgullo al ver como Dean plantaba cara al puñetero Dios. Y de un segundo para el siguiente… se desata el caos.

    Jack estaba muriendo.
    Dean salta por los aires, aterrizando contra una lápida.
    Sam se adelanta a la idea de Claire y es él quien dispara a Chuck, hiriéndose él mismo en el proceso.
    Claire se agacha sobre Sam, comprobando su estado… y de repente…

    — 𝗕𝗶𝗲𝗻𝘃𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼𝘀 𝗮𝗹 𝗳𝗶𝗻.

    Aquellas palabras se quedan vibrando en el ambiente. Ahora eran cuatro y un cadáver, y era noche cerrada.
    Claire ayuda a Sam a levantarse, y cuando Dean se acerca, coge la mano de este, permitiéndose aquel sencillo gesto entre ambos para confirmar que estaban bien. Algo sencillo y escueto ya que los ojos de todos los allí presentes no podían separarse de Jack y de los horribles agujeros quemados que exhibía donde antes había lucido unos precioso ojos azules.

    Claire había visto demasiadas cosas en su vida, al igual que los Winchester y sin embargo su mano libre había acudido a cubrir su boca, horrorizada ante la imagen del cuerpo de Jack, aquel muchacho que a pesar de no tener alma, había aceptado la muerte a manos de Dean, consciente de sus actos y las consecuencias que ellos acarreaban. Aún sin alma era mucho mejor, mucho más humano que demasiadas personas. No se merecía aquel final.

    — Deberíamos llevarlo a ca— La tenue voz de la rubia se apaga de golpe cuando de pronto toda la tierra comienza a temblar mientras una brecha de fuego abre el suelo en dos, dejando salir de ella almas condenadas. Ven volar unas cuantas, pero lo más preocupante, por mucho que costara creerlo no era eso, si no que las tumbas a su alrededor estaba comenzando, literalmente a explotar y de ella salían cadáveres, decenas y decenas de ellos, rodeándoles.

    Solo entonces Dean suelta su mano, para armarse a él mismo, a su hermano y a Claire con tres picas de hierro.

    Pronto la lucha se vuelve encarnizada, los zombies atacaban en masa, y ellos se esforzaban en tratar de alejarlos.
    Cada uno luchaba solo contra cuatro, cinco o más cuerpos. Claire los apartaba con asco, a base de patadas, empentones y en cuanto tenía un hueco, por pequeño que fuera, les hundía su pica con rabia. Tenía un objetivo, aparte de no morir bajo aquel asedio descompuesto, y era llegar hasta Dean para evitar que él sucumbiera también. Habían llegado hasta allí, y no iba a permitir que el jodido capricho de un mini Dios con complejo de micro pene, acabara con todo su plan.

    Mientras más y más almas seguían sobrevolando el cielo, escapando de la brecha.
    El poder de Castiel acabando con los zombies iluminaba la noche, y los gruñidos y los chasquidos de los huesos y los dientes desnudos de aquellos bichos le revolvían el estómago a Claire.
    La llamada del ángel mientras se echaba al hombro a Jack, se hace escuchar por encima de todo aquel caos, y esta vez es Dean quien quitándole un zombie de encima coge su mano y tira de ella sacándola del circulo que habían creado a su alrededor para poder correr tras Sam, Jack y Cas. “𝑆𝑢 𝑝𝑎𝑑𝑟𝑒” había liberado parcialmente el camino, y ahora empalaban muertos mientras corrían hacia lo que claramente era un mausoleo.
    Los cinco (incluyendo a Jack) se precipitan dentro, Sam y Dean cierran la puerta, atrancándola.

    — Perfecto, dos minutos de calma en un puta ratonera. Que alguien haga una marca, acabamos de romper una ley mística del universo.

    Ahí estaba el mal humor de Claire camuflado con un comentario ácido y parcialmente pasota mientras veía a Castiel depositar en el suelo a Jack con el mayor de los cuidados. Tenía las manos cerradas en dos puños, el derecho rodeando aun la pica de hierro, con tanta fuerza que tenía blancos los nudillos.
    Sam pensaba que aquella puerta iba a aguantar, pero Claire, viendo los empujones que daban desde fuera, y la forma en la que, las hojas temblaban contra los goznes, tenía serias dudas, de modo que mientras los hermanos inspeccionaban el lugar, y Castiel se ocupaba de Jack o lo que quedaba de él, ella sube los tres pequeños escalones que hay entre la puerta y ellos, y se coloca allí, como una pobre pero fiera primera línea de defensa si aquellas abominaciones conseguían entrar.


    𝐹𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑐𝑟𝑒𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 Hope Mikaelson ‼AU
    ㅤㅤㅤㅤ𝒮𝓉𝒶𝓇𝓉ℯ𝓇 𝓅𝒶𝓇𝒶: [JerkHuntxr] Tres años. Habían pasado tres años desde que Claire había vuelto al pasado. Tres años desde que había irrumpido en la vida de los Winchester, tres años desde que casi le provoca un infarto a su madre adoptiva al presentarse en su casa. Habían pasado tres años, y habían pasado demasiadas cosas en aquellos tres años. El bunker se había convertido en su hogar. Los hermanos, Castiel y Jack se habían convertido en su familia. Llevaba…. ¿podia ser cierto? Una idea frena los pensamientos de Claire, una idea que hace que todo lo demás se paralice, la mirada azul de la cazadora salta de la extraña e improvisada reunión que se estaba llevando a cabo en el bunker en aquellos momentos, a la pared del mismo, de donde colgaba un calendario realmente cutre, pero que le recordaba y le confirmaba lo que ella buscaba, en pocas horas haría tres años desde que su relación con Dean había comenzado. Tres años en los que había llevado a cabo su plan de mantenerlo a salvo. Con más tropiezos y vueltas de las que le gustaría, pero al fin y al cabo el mayor de los hermanos estaba allí, a su lado, respirando. Tenía, en todo aquello, que agradecerle a Sam su incondicional ayuda, ya que era el único que sabía la verdadera razón de su viaje, su misión, y le había prometido ayudarle a cumplirla. Por el momento, el más alto había cumplido su promesa, incluso cuando parecía imposible, y casi pierden a Dean por su idea de enterrarse vivo en el fondo de Pacifico. Si en algún momento había estado tentada de revelarle su secreto, sin duda había sido ese. Pero se había mantenido firme y habían superado aquella bala también, y seguía manteniendo una relación con un hombre al que le ocultaba un gran secreto. Pero todo aquello, en esos momentos no tenía demasiado importancia, tan solo Claire había disociado ligeramente de la situación que estaban viviendo porque… ¿Cómo no hacerlo? Tenían al puñetero Dios sentado frente a ellos, jugueteando con la radio del bunker (sin tocarla, claro) diciendo que Jack era altamente apocalíptico, y que debia de intervenir. Es justamente en ese punto de la conversación en el que Claire vuelve a conectar al cien por cien con la realidad. Justo cuando Chuck señala el “𝑒𝑐𝑢𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟” el único arma, recién salida del horno de la creación capaz de matar a Jack. Pero… ¿a qué precio? Los ojos de Claire saltaban, como los de Sam y el mismísimo Dios, de Castiel a Dean, y de vuelta al ángel, mientras son testigos de su discusión. En el fondo la rubia estaba de acuerdo con Castiel. ¿Iban a matar a Jack? Había matado a Mary, eso era cierto, y sabía que el dolor y la traición que Dean sentía hablaban por él, pero… ¿no habían hecho ellos, todos los que estaban reunidos allí, cosas terribles a seres queridos en los momentos más bajos? ¿Debían abandonar a Jack de aquella manera? No, por mucho que le molestara (y sin contar con el hecho de que si Dean mataba a Jack, morirían ambos) aquella vez estaba del lado de Castiel, y una vez disuelta aquella reunión, va en busca del más mayor para hacerle cambiar de opinion. O al menos esa es su intención ya que al llegar a la puerta de la habitación de Dean esta estaba abierta y de ella salían las voces de los dos hermanos. Debería haberse ido, debería haber seguido su camino, pero se para justo unos centímetros antes de poder ser vista por Sam quien estaba sentado a los pies de la cama, de cara a la puerta. La cazadora se mantiene en silencio, mientras escucha. La salida del más alto la toma por sorpresa por lo repentina, pero de un salto se dispone a seguirlo varios metros hasta que considera que sus voces ya no se podrían escuchar y le frena posando una mano en su brazo. — Tienes que pararlo, tienes que quitarle la idea de la cabeza, Sam. — Lo dices como si fuera algo sencillo hacer eso, Claire. Conoces a Dean… — No se merecen esto, ninguno de los dos, y lo sabes, Jack no es culpable de sus actos, no en este estado, no cuando se sacrificó por nosotros, por Dean y me prometiste que le salvarías a toda costa… — ¡Nada! No hay nada que quiera hacer más que salvar a mi hermano, pero no sé cómo hacerlo. — La clave está en esa pistola… en el ecualizador. No tenía claro que Chuck, que Dios, le permitiera vivir allí, o que le permitiera vivir directamente, no sabía si ella estaba siguiendo el plan del altísimo, o si se había salido de la hoja de ruta y la eliminaría con un chasquido de dedos, al igual que había acabado con el tema de no poder mentir, así de sencillo. Quizás debería haber muerto en aquel mundo, y su escapada había torcido sus planes, hecho que, no tenía duda arreglaría muy pronto. Así que le daba lo mismo si se arriesgaba a hacer aquello, las personas más peligrosas eran aquellas que no tenían nada que perder. Robaría esa pistola y huiría con ella, sabía que la encontrarían, sabía que Chuck sabría dónde está en todo momento, pero esperaba poder tener una mínima posibilidad de poner aquella creación lejos de Dean. Sam estaba distrayendo a Chuck, en la biblioteca, pero cuando Claire llega hasta la sala de mandos, Dean estaba subiendo por las escaleras, y saliendo por la puerta, sin mirar atrás, con la pistola encima, y sin despedirse. >> — ¿Puedes ir un poco más deprisa? El pie derecho de Claire se hundía hacia delante, presionando un acelerador que no existía. No tenía intención de dejar que aquello pasara, no iba a perder a Jack, y por supuesto no iba a perder a Dean. — Voy todo lo deprisa que puedo, ya estamos llegando. — Joder Sam. JODER. La pareja sale del coche y corre a toda prisa, por la suave pradera del cementerio, gritando el nombre de Dean. Aquello era una puñetera ejecución, Jack estaba arrodillado delante del Winchester esperando su suerte, sin oponer resistencia, sin desatar el terrible apocalipsis prometido… Pero Dean estaba demasiado ciego para verlo, debían llegar antes. — ¡DEAN. DEAN PARA! ¡NO LO HAGAS! Sam se había parado, casi en seco, porque Dean se lo había pedido, pero ella no tenía intención alguna de hacerle caso, no iba a escucharlo cuando él tampoco la escuchaba a ella. Y lo hubiera conseguido si al pasar por su lado, Sam no la hubiera rodeado con el brazo, frenándola y pegándola contra él. — Dean… Claire ya no gritaba, la tensión del momento había dejado al mundo entero en silencio, Sam seguía sujetándola, al menos hasta que… hasta que Dean baja el arma, y todos (menos Chuck) parecen volver a respirar de nuevo. En ese momento Sam la libera, y Claire toma posición tras Dean, a su derecha, colocando una mano sobre el hombro masculino y casi hinchándose de orgullo al ver como Dean plantaba cara al puñetero Dios. Y de un segundo para el siguiente… se desata el caos. Jack estaba muriendo. Dean salta por los aires, aterrizando contra una lápida. Sam se adelanta a la idea de Claire y es él quien dispara a Chuck, hiriéndose él mismo en el proceso. Claire se agacha sobre Sam, comprobando su estado… y de repente… — 𝗕𝗶𝗲𝗻𝘃𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼𝘀 𝗮𝗹 𝗳𝗶𝗻. Aquellas palabras se quedan vibrando en el ambiente. Ahora eran cuatro y un cadáver, y era noche cerrada. Claire ayuda a Sam a levantarse, y cuando Dean se acerca, coge la mano de este, permitiéndose aquel sencillo gesto entre ambos para confirmar que estaban bien. Algo sencillo y escueto ya que los ojos de todos los allí presentes no podían separarse de Jack y de los horribles agujeros quemados que exhibía donde antes había lucido unos precioso ojos azules. Claire había visto demasiadas cosas en su vida, al igual que los Winchester y sin embargo su mano libre había acudido a cubrir su boca, horrorizada ante la imagen del cuerpo de Jack, aquel muchacho que a pesar de no tener alma, había aceptado la muerte a manos de Dean, consciente de sus actos y las consecuencias que ellos acarreaban. Aún sin alma era mucho mejor, mucho más humano que demasiadas personas. No se merecía aquel final. — Deberíamos llevarlo a ca— La tenue voz de la rubia se apaga de golpe cuando de pronto toda la tierra comienza a temblar mientras una brecha de fuego abre el suelo en dos, dejando salir de ella almas condenadas. Ven volar unas cuantas, pero lo más preocupante, por mucho que costara creerlo no era eso, si no que las tumbas a su alrededor estaba comenzando, literalmente a explotar y de ella salían cadáveres, decenas y decenas de ellos, rodeándoles. Solo entonces Dean suelta su mano, para armarse a él mismo, a su hermano y a Claire con tres picas de hierro. Pronto la lucha se vuelve encarnizada, los zombies atacaban en masa, y ellos se esforzaban en tratar de alejarlos. Cada uno luchaba solo contra cuatro, cinco o más cuerpos. Claire los apartaba con asco, a base de patadas, empentones y en cuanto tenía un hueco, por pequeño que fuera, les hundía su pica con rabia. Tenía un objetivo, aparte de no morir bajo aquel asedio descompuesto, y era llegar hasta Dean para evitar que él sucumbiera también. Habían llegado hasta allí, y no iba a permitir que el jodido capricho de un mini Dios con complejo de micro pene, acabara con todo su plan. Mientras más y más almas seguían sobrevolando el cielo, escapando de la brecha. El poder de Castiel acabando con los zombies iluminaba la noche, y los gruñidos y los chasquidos de los huesos y los dientes desnudos de aquellos bichos le revolvían el estómago a Claire. La llamada del ángel mientras se echaba al hombro a Jack, se hace escuchar por encima de todo aquel caos, y esta vez es Dean quien quitándole un zombie de encima coge su mano y tira de ella sacándola del circulo que habían creado a su alrededor para poder correr tras Sam, Jack y Cas. “𝑆𝑢 𝑝𝑎𝑑𝑟𝑒” había liberado parcialmente el camino, y ahora empalaban muertos mientras corrían hacia lo que claramente era un mausoleo. Los cinco (incluyendo a Jack) se precipitan dentro, Sam y Dean cierran la puerta, atrancándola. — Perfecto, dos minutos de calma en un puta ratonera. Que alguien haga una marca, acabamos de romper una ley mística del universo. Ahí estaba el mal humor de Claire camuflado con un comentario ácido y parcialmente pasota mientras veía a Castiel depositar en el suelo a Jack con el mayor de los cuidados. Tenía las manos cerradas en dos puños, el derecho rodeando aun la pica de hierro, con tanta fuerza que tenía blancos los nudillos. Sam pensaba que aquella puerta iba a aguantar, pero Claire, viendo los empujones que daban desde fuera, y la forma en la que, las hojas temblaban contra los goznes, tenía serias dudas, de modo que mientras los hermanos inspeccionaban el lugar, y Castiel se ocupaba de Jack o lo que quedaba de él, ella sube los tres pequeños escalones que hay entre la puerta y ellos, y se coloca allí, como una pobre pero fiera primera línea de defensa si aquellas abominaciones conseguían entrar. 𝐹𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑐𝑟𝑒𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 [thetribrid]
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • SHINEI NOUZEN

    *Había demasiados deberes que tenía que hacer en la Academia Militar. Demasiados. Tantos, que sólo podía privarme de horas de sueño.
    Calculen cómo me dejaba todo esto: diez horas de Artillería y Armaduras.; tres horas de matemáticas; comidas: hora y media; aseo personal: una hora; papeleo militar: una hora; «George»: dos horas; dormir: ocho horas. Total: veintiséis horas y media. La nave ni siquiera se regía según el día de Santuario, de veinticinco horas, porque una vez en marcha, seguíamos la hora de Greenwich y el calendario universal. Así que mi única opción era adaptarme al modo zombie día tras día.
    Estaba sentado en la sala de juego un día, hacia la una de la madrugada, luchando con las matemáticas, cuando entró el capitán Blackstone.*

    - Buenas noches, mi capitán - *le dije.*
    - Buenos días, querrá decir. ¿Qué demonios le pasa, hijo? ¿Insomnio?
    - No exactamente.

    *Cogió el montón de hojas, diciendo:*

    - ¿No puede encargarse su sargento de todos estos papeles? Ah, ya comprendo. Váyase a la cama.
    - Pero, mi capitán...
    - Vuelva a sentarse, Johnnie. Me proponía hablarle. Nunca le veo aquí, en la sala de juego, por las tardes. Paso ante su habitación y siempre está trabajando en su mesa. Cuando su compañero se acuesta, usted se traslada aquí. ¿Cuál es el problema?
    - Bueno..., parece que no consigo ponerme al día.
    - Eso no lo consigue nadie. ¿Cómo va su trabajo en la Armería?
    - Muy bien. Creo que lo completaremos.
    - También yo lo creo. Mire, hijo, usted ha de tener sentido de la proporción. Tiene dos deberes primordiales. El primero cuidarse de que el equipo de su pelotón esté a punto, y
    eso ya lo hace. No tiene que preocuparse por el pelotón en sí, como le dije. El segundo, y tan importante como el otro, es que se encuentre dispuesto para luchar. Se olvida de eso.
    - Estaré dispuesto, mi capitán.
    - Tonterías. No está haciendo ejercicio, y pierde sueño. ¿Es así como se prepara una bajada? Cuando uno dirige un pelotón, hijo, ha de estar en forma. De aquí en adelante,
    hará ejercicio desde las cuatro y media a las seis todos los días. Estará en la cama y con la luz apagada a las once y, si tarda en dormirse quince minutos dos noches seguidas,
    informará al médico para que le imponga un tratamiento. Es una orden.
    - Si, señor.

    *Sentí que los mamparos caían sobre mi y añadí desesperado:*

    -Mi capitán, no veo cómo puedo acostarme a las once y a la vez encargarme de que se haga todo.
    - Entonces, que no se haga. Como le dije. muchacho, ha de tener sentido de la proporción. Dígame en qué emplea su tiempo.

    *Se lo dije y asintió.*

    - Lo que me figuraba. - *Recogió el cuaderno de «deberes» de matemáticas y volvió a dejarlo.* -Esto, por ejemplo. Desde luego, quiere trabajar en ello, pero ¿por qué ha de
    hacerlo con tanta intensidad antes de que nos metamos en acción?
    - Bueno, yo pensé...
    - Lo que no hizo precisamente fue pensar. Hay cuatro posibilidades, y sólo una le exige que termine esos deberes. Primera: podrían matarle. Segunda: podría recibir una herida y retirarse con una comisión honoraria. Tercera: podría salir bien, pero que le suspendiera en su Formulario Treinta y Uno su examinador, es decir yo. Lo cual es precisamente lo
    que tanto teme de momento. Pero, hijo, yo ni siquiera le permitiré bajar si usted aparece con los ojos enrojecidos por falta de sueño y los músculos fláccidos por falta de ejercicio.
    La cuarta posibilidad es que usted comprenda bien su deber, en cuyo caso tal vez le deje dirigir un pelotón. Entonces supongamos que lo hace y que nos ofrece la mejor actuación desde que Aquiles mató a Héctor, y yo le apruebo. Sólo en ese caso habría de terminar sus ejercicios de matemáticas. De modo que puede realizarlos en el viaje de regreso. Con esto queda liquidado el asunto: ya hablaré yo con la capitana. Y ahora mismo le relevo del resto de sus tareas. En el camino de vuelta a casa podrá dedicar tiempo a las matemáticas. Si es que volvemos a casa. Pero jamás llegará a ninguna parte si no aprende a establecer prioridades. ¡Váyase a la cama!

    *Así que el capitán Blackstone me enseñó la importancia del descanso, y desde ese entonces aprendí a valorar en su debido valor la importancia del sueño...
    Dormir y descansar no son una recompensa o un premio. Son algo necesario para la salud, porque así se recuperan energías. Establecer prioridades para poder aprovechar al máximo el tiempo y sacar el máximo provecho a los recursos es la mejor manera para conseguir progresos. Disciplina: la piedra angular...*
    SHINEI NOUZEN *Había demasiados deberes que tenía que hacer en la Academia Militar. Demasiados. Tantos, que sólo podía privarme de horas de sueño. Calculen cómo me dejaba todo esto: diez horas de Artillería y Armaduras.; tres horas de matemáticas; comidas: hora y media; aseo personal: una hora; papeleo militar: una hora; «George»: dos horas; dormir: ocho horas. Total: veintiséis horas y media. La nave ni siquiera se regía según el día de Santuario, de veinticinco horas, porque una vez en marcha, seguíamos la hora de Greenwich y el calendario universal. Así que mi única opción era adaptarme al modo zombie día tras día. Estaba sentado en la sala de juego un día, hacia la una de la madrugada, luchando con las matemáticas, cuando entró el capitán Blackstone.* - Buenas noches, mi capitán - *le dije.* - Buenos días, querrá decir. ¿Qué demonios le pasa, hijo? ¿Insomnio? - No exactamente. *Cogió el montón de hojas, diciendo:* - ¿No puede encargarse su sargento de todos estos papeles? Ah, ya comprendo. Váyase a la cama. - Pero, mi capitán... - Vuelva a sentarse, Johnnie. Me proponía hablarle. Nunca le veo aquí, en la sala de juego, por las tardes. Paso ante su habitación y siempre está trabajando en su mesa. Cuando su compañero se acuesta, usted se traslada aquí. ¿Cuál es el problema? - Bueno..., parece que no consigo ponerme al día. - Eso no lo consigue nadie. ¿Cómo va su trabajo en la Armería? - Muy bien. Creo que lo completaremos. - También yo lo creo. Mire, hijo, usted ha de tener sentido de la proporción. Tiene dos deberes primordiales. El primero cuidarse de que el equipo de su pelotón esté a punto, y eso ya lo hace. No tiene que preocuparse por el pelotón en sí, como le dije. El segundo, y tan importante como el otro, es que se encuentre dispuesto para luchar. Se olvida de eso. - Estaré dispuesto, mi capitán. - Tonterías. No está haciendo ejercicio, y pierde sueño. ¿Es así como se prepara una bajada? Cuando uno dirige un pelotón, hijo, ha de estar en forma. De aquí en adelante, hará ejercicio desde las cuatro y media a las seis todos los días. Estará en la cama y con la luz apagada a las once y, si tarda en dormirse quince minutos dos noches seguidas, informará al médico para que le imponga un tratamiento. Es una orden. - Si, señor. *Sentí que los mamparos caían sobre mi y añadí desesperado:* -Mi capitán, no veo cómo puedo acostarme a las once y a la vez encargarme de que se haga todo. - Entonces, que no se haga. Como le dije. muchacho, ha de tener sentido de la proporción. Dígame en qué emplea su tiempo. *Se lo dije y asintió.* - Lo que me figuraba. - *Recogió el cuaderno de «deberes» de matemáticas y volvió a dejarlo.* -Esto, por ejemplo. Desde luego, quiere trabajar en ello, pero ¿por qué ha de hacerlo con tanta intensidad antes de que nos metamos en acción? - Bueno, yo pensé... - Lo que no hizo precisamente fue pensar. Hay cuatro posibilidades, y sólo una le exige que termine esos deberes. Primera: podrían matarle. Segunda: podría recibir una herida y retirarse con una comisión honoraria. Tercera: podría salir bien, pero que le suspendiera en su Formulario Treinta y Uno su examinador, es decir yo. Lo cual es precisamente lo que tanto teme de momento. Pero, hijo, yo ni siquiera le permitiré bajar si usted aparece con los ojos enrojecidos por falta de sueño y los músculos fláccidos por falta de ejercicio. La cuarta posibilidad es que usted comprenda bien su deber, en cuyo caso tal vez le deje dirigir un pelotón. Entonces supongamos que lo hace y que nos ofrece la mejor actuación desde que Aquiles mató a Héctor, y yo le apruebo. Sólo en ese caso habría de terminar sus ejercicios de matemáticas. De modo que puede realizarlos en el viaje de regreso. Con esto queda liquidado el asunto: ya hablaré yo con la capitana. Y ahora mismo le relevo del resto de sus tareas. En el camino de vuelta a casa podrá dedicar tiempo a las matemáticas. Si es que volvemos a casa. Pero jamás llegará a ninguna parte si no aprende a establecer prioridades. ¡Váyase a la cama! *Así que el capitán Blackstone me enseñó la importancia del descanso, y desde ese entonces aprendí a valorar en su debido valor la importancia del sueño... Dormir y descansar no son una recompensa o un premio. Son algo necesario para la salud, porque así se recuperan energías. Establecer prioridades para poder aprovechar al máximo el tiempo y sacar el máximo provecho a los recursos es la mejor manera para conseguir progresos. Disciplina: la piedra angular...*
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • Se encontraba mirando el paisaje del mundo terrenal con un rostro pacífico, mientras sus dedos se deslizaban suaves y delicados por su pequeña lira, recostada en una rama gruesa y tronco de un árbol, mientras había dejado el caos del Olimpo atrás por hoy. Afrodita había empezado a jugar a ser cupido, tirando flechas de amor a todos. Algunos dioses menores disfrutan del juego de la Diosa mayor, tales como Heracles y Melinoë, pero a Zagreus se lo veía viajar con discreción entre las sombras, Persefone estaba por enterarse de que Afrodita le tiró como cinco flechas a Hades, hoy si era un juego loco de "escóndete si puedes."

    «Morfeo se había escapado a tiempo de todo el loquero, mientras que al pobrecito de Than, ya le habían embaucado con otra Diosa.»pensó con una mirada desanimada«Soy la única Diosa que su corazón ahora lo tiene inmune para estas cosas...»sonríe con desgana.

    —En un momento creí que era buen juego, ahora lo veo como la dinámica hace enloquecer a todos como hormigas antes de ser fumigadas —comentó al aire, como si fuera otra travesura hecha con resultados para nada esperados.
    Se encontraba mirando el paisaje del mundo terrenal con un rostro pacífico, mientras sus dedos se deslizaban suaves y delicados por su pequeña lira, recostada en una rama gruesa y tronco de un árbol, mientras había dejado el caos del Olimpo atrás por hoy. Afrodita había empezado a jugar a ser cupido, tirando flechas de amor a todos. Algunos dioses menores disfrutan del juego de la Diosa mayor, tales como Heracles y Melinoë, pero a Zagreus se lo veía viajar con discreción entre las sombras, Persefone estaba por enterarse de que Afrodita le tiró como cinco flechas a Hades, hoy si era un juego loco de "escóndete si puedes." «Morfeo se había escapado a tiempo de todo el loquero, mientras que al pobrecito de Than, ya le habían embaucado con otra Diosa.»pensó con una mirada desanimada«Soy la única Diosa que su corazón ahora lo tiene inmune para estas cosas...»sonríe con desgana. —En un momento creí que era buen juego, ahora lo veo como la dinámica hace enloquecer a todos como hormigas antes de ser fumigadas —comentó al aire, como si fuera otra travesura hecha con resultados para nada esperados.
    Me gusta
    Me entristece
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • El atardecer ya empezaba a caer y el cielo apenas comenzaba a teñirse de tonos anaranjados cuando Mark despegó con un rugido sónico, cruzando el firmamento como una bala azul. La atmósfera se convirtió en un recuerdo en segundos, y pronto flotaba en el negro silencioso del espacio, con la Tierra encogiéndose detrás de el a medida que iba avazando.

    Parte de su entrenamiento para fortalecer su velocidad y resistencia era medir que tanto tardaba en llegar de un punto a otro. Era un entrenamiento que Cecil le había puesto y ya era la tercera vez que lo estaba poniendo en practica, pero esta vez sin espectadores, ni agentes ni nadie con una computadora que pudiera molestarlo.

    Su destino actual: la Luna. Apretó los puños y mantuvo la trayectoria directa, sintiendo el leve tirón de la gravedad lunar cuando estaba a punto de llegar. Frenó en seco justo antes de impactar, descendiendo suavemente hasta posar los pies sobre la superficie gris. sin perder tiempo, flexionó las piernas y salió disparado de vuelta, atravesando el espacio con la misma velocidad, ahora con el cuerpo entero temblando por el esfuerzo. La atmósfera terrestre lo recibió con una vibración brutal, pero Mark la atravesó con precisión quirúrgica, descendiendo con control absoluto.

    Descendió en un campamento abandonado por los agentes de Cecil, cayendo de pie sin causar más que un leve suspiro de viento. Dio un par de pasos tambaleantes, y luego se dejó caer de espaldas sobre el suelo. Jadeó un momento, con el pecho subiendo y bajando con esfuerzo.

    —Ok, volar a la Luna y volver en tiempo récord sigue sonando más cool de lo que se siente. —hizo una breve pausa para recuperar algo de aliento.

    —Voy a quedarme aquí… solo cinco minutos. O hasta que el planeta se vuelva más cómodo. Lo que pase primero.
    El atardecer ya empezaba a caer y el cielo apenas comenzaba a teñirse de tonos anaranjados cuando Mark despegó con un rugido sónico, cruzando el firmamento como una bala azul. La atmósfera se convirtió en un recuerdo en segundos, y pronto flotaba en el negro silencioso del espacio, con la Tierra encogiéndose detrás de el a medida que iba avazando. Parte de su entrenamiento para fortalecer su velocidad y resistencia era medir que tanto tardaba en llegar de un punto a otro. Era un entrenamiento que Cecil le había puesto y ya era la tercera vez que lo estaba poniendo en practica, pero esta vez sin espectadores, ni agentes ni nadie con una computadora que pudiera molestarlo. Su destino actual: la Luna. Apretó los puños y mantuvo la trayectoria directa, sintiendo el leve tirón de la gravedad lunar cuando estaba a punto de llegar. Frenó en seco justo antes de impactar, descendiendo suavemente hasta posar los pies sobre la superficie gris. sin perder tiempo, flexionó las piernas y salió disparado de vuelta, atravesando el espacio con la misma velocidad, ahora con el cuerpo entero temblando por el esfuerzo. La atmósfera terrestre lo recibió con una vibración brutal, pero Mark la atravesó con precisión quirúrgica, descendiendo con control absoluto. Descendió en un campamento abandonado por los agentes de Cecil, cayendo de pie sin causar más que un leve suspiro de viento. Dio un par de pasos tambaleantes, y luego se dejó caer de espaldas sobre el suelo. Jadeó un momento, con el pecho subiendo y bajando con esfuerzo. —Ok, volar a la Luna y volver en tiempo récord sigue sonando más cool de lo que se siente. —hizo una breve pausa para recuperar algo de aliento. —Voy a quedarme aquí… solo cinco minutos. O hasta que el planeta se vuelva más cómodo. Lo que pase primero.
    Me gusta
    Me encocora
    Me enjaja
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • ¿Me voy por solo cinco minutos y este lugar ya está desolado?. Los humanos si que son aburridos, no queda nada de interés en este reino ~
    ¿Me voy por solo cinco minutos y este lugar ya está desolado?. Los humanos si que son aburridos, no queda nada de interés en este reino ~
    Me gusta
    Me encocora
    Me enjaja
    Me endiabla
    Me shockea
    7
    0 turnos 0 maullidos
  • SHINEI NOUZEN

    *Había demasiados deberes que tenía que hacer en la Academia Militar. Demasiados. Tantos, que sólo podía privarme de horas de sueño.
    Calculen cómo me dejaba todo esto: diez horas de Artillería y Armaduras.; tres horas de matemáticas; comidas: hora y media; aseo personal: una hora; papeleo militar: una hora; «George»: dos horas; dormir: ocho horas. Total: veintiséis horas y media. La nave ni siquiera se regía según el día de Santuario, de veinticinco horas, porque una vez en marcha, seguíamos la hora de Greenwich y el calendario universal. Así que mi única opción era adaptarme al modo zombie día tras día.
    Estaba sentado en la sala de juego un día, hacia la una de la madrugada, luchando con las matemáticas, cuando entró el capitán Blackstone.*

    - Buenas noches, mi capitán - *le dije.*
    - Buenos días, querrá decir. ¿Qué demonios le pasa, hijo? ¿Insomnio?
    - No exactamente.

    *Cogió el montón de hojas, diciendo:*

    - ¿No puede encargarse su sargento de todos estos papeles? Ah, ya comprendo. Váyase a la cama.
    - Pero, mi capitán...
    - Vuelva a sentarse, Johnnie. Me proponía hablarle. Nunca le veo aquí, en la sala de juego, por las tardes. Paso ante su habitación y siempre está trabajando en su mesa. Cuando su compañero se acuesta, usted se traslada aquí. ¿Cuál es el problema?
    - Bueno..., parece que no consigo ponerme al día.
    - Eso no lo consigue nadie. ¿Cómo va su trabajo en la Armería?
    - Muy bien. Creo que lo completaremos.
    - También yo lo creo. Mire, hijo, usted ha de tener sentido de la proporción. Tiene dos deberes primordiales. El primero cuidarse de que el equipo de su pelotón esté a punto, y
    eso ya lo hace. No tiene que preocuparse por el pelotón en sí, como le dije. El segundo, y tan importante como el otro, es que se encuentre dispuesto para luchar. Se olvida de eso.
    - Estaré dispuesto, mi capitán.
    - Tonterías. No está haciendo ejercicio, y pierde sueño. ¿Es así como se prepara una bajada? Cuando uno dirige un pelotón, hijo, ha de estar en forma. De aquí en adelante,
    hará ejercicio desde las cuatro y media a las seis todos los días. Estará en la cama y con la luz apagada a las once y, si tarda en dormirse quince minutos dos noches seguidas,
    informará al médico para que le imponga un tratamiento. Es una orden.
    - Si, señor.

    *Sentí que los mamparos caían sobre mi y añadí desesperado:*

    -Mi capitán, no veo cómo puedo acostarme a las once y a la vez encargarme de que se haga todo.
    - Entonces, que no se haga. Como le dije. muchacho, ha de tener sentido de la proporción. Dígame en qué emplea su tiempo.

    *Se lo dije y asintió.*

    - Lo que me figuraba. - *Recogió el cuaderno de «deberes» de matemáticas y volvió a dejarlo.* -Esto, por ejemplo. Desde luego, quiere trabajar en ello, pero ¿por qué ha de
    hacerlo con tanta intensidad antes de que nos metamos en acción?
    - Bueno, yo pensé...
    - Lo que no hizo precisamente fue pensar. Hay cuatro posibilidades, y sólo una le exige que termine esos deberes. Primera: podrían matarle. Segunda: podría recibir una herida y retirarse con una comisión honoraria. Tercera: podría salir bien, pero que le suspendiera en su Formulario Treinta y Uno su examinador, es decir yo. Lo cual es precisamente lo
    que tanto teme de momento. Pero, hijo, yo ni siquiera le permitiré bajar si usted aparece con los ojos enrojecidos por falta de sueño y los músculos fláccidos por falta de ejercicio.
    La cuarta posibilidad es que usted comprenda bien su deber, en cuyo caso tal vez le deje dirigir un pelotón. Entonces supongamos que lo hace y que nos ofrece la mejor actuación desde que Aquiles mató a Héctor, y yo le apruebo. Sólo en ese caso habría de terminar sus ejercicios de matemáticas. De modo que puede realizarlos en el viaje de regreso. Con esto queda liquidado el asunto: ya hablaré yo con la capitana. Y ahora mismo le relevo del resto de sus tareas. En el camino de vuelta a casa podrá dedicar tiempo a las matemáticas. Si es que volvemos a casa. Pero jamás llegará a ninguna parte si no aprende a establecer prioridades. ¡Váyase a la cama!

    *Así que el capitán Blackstone me enseñó la importancia del descanso, y desde ese entonces aprendí a valorar en su debido valor la importancia del sueño...
    Dormir y descansar no son una recompensa o un premio. Son algo necesario para la salud, porque así se recuperan energías. Establecer prioridades para poder aprovechar al máximo el tiempo y sacar el máximo provecho a los recursos es la mejor manera para conseguir progresos. Disciplina: la piedra angular...*
    SHINEI NOUZEN *Había demasiados deberes que tenía que hacer en la Academia Militar. Demasiados. Tantos, que sólo podía privarme de horas de sueño. Calculen cómo me dejaba todo esto: diez horas de Artillería y Armaduras.; tres horas de matemáticas; comidas: hora y media; aseo personal: una hora; papeleo militar: una hora; «George»: dos horas; dormir: ocho horas. Total: veintiséis horas y media. La nave ni siquiera se regía según el día de Santuario, de veinticinco horas, porque una vez en marcha, seguíamos la hora de Greenwich y el calendario universal. Así que mi única opción era adaptarme al modo zombie día tras día. Estaba sentado en la sala de juego un día, hacia la una de la madrugada, luchando con las matemáticas, cuando entró el capitán Blackstone.* - Buenas noches, mi capitán - *le dije.* - Buenos días, querrá decir. ¿Qué demonios le pasa, hijo? ¿Insomnio? - No exactamente. *Cogió el montón de hojas, diciendo:* - ¿No puede encargarse su sargento de todos estos papeles? Ah, ya comprendo. Váyase a la cama. - Pero, mi capitán... - Vuelva a sentarse, Johnnie. Me proponía hablarle. Nunca le veo aquí, en la sala de juego, por las tardes. Paso ante su habitación y siempre está trabajando en su mesa. Cuando su compañero se acuesta, usted se traslada aquí. ¿Cuál es el problema? - Bueno..., parece que no consigo ponerme al día. - Eso no lo consigue nadie. ¿Cómo va su trabajo en la Armería? - Muy bien. Creo que lo completaremos. - También yo lo creo. Mire, hijo, usted ha de tener sentido de la proporción. Tiene dos deberes primordiales. El primero cuidarse de que el equipo de su pelotón esté a punto, y eso ya lo hace. No tiene que preocuparse por el pelotón en sí, como le dije. El segundo, y tan importante como el otro, es que se encuentre dispuesto para luchar. Se olvida de eso. - Estaré dispuesto, mi capitán. - Tonterías. No está haciendo ejercicio, y pierde sueño. ¿Es así como se prepara una bajada? Cuando uno dirige un pelotón, hijo, ha de estar en forma. De aquí en adelante, hará ejercicio desde las cuatro y media a las seis todos los días. Estará en la cama y con la luz apagada a las once y, si tarda en dormirse quince minutos dos noches seguidas, informará al médico para que le imponga un tratamiento. Es una orden. - Si, señor. *Sentí que los mamparos caían sobre mi y añadí desesperado:* -Mi capitán, no veo cómo puedo acostarme a las once y a la vez encargarme de que se haga todo. - Entonces, que no se haga. Como le dije. muchacho, ha de tener sentido de la proporción. Dígame en qué emplea su tiempo. *Se lo dije y asintió.* - Lo que me figuraba. - *Recogió el cuaderno de «deberes» de matemáticas y volvió a dejarlo.* -Esto, por ejemplo. Desde luego, quiere trabajar en ello, pero ¿por qué ha de hacerlo con tanta intensidad antes de que nos metamos en acción? - Bueno, yo pensé... - Lo que no hizo precisamente fue pensar. Hay cuatro posibilidades, y sólo una le exige que termine esos deberes. Primera: podrían matarle. Segunda: podría recibir una herida y retirarse con una comisión honoraria. Tercera: podría salir bien, pero que le suspendiera en su Formulario Treinta y Uno su examinador, es decir yo. Lo cual es precisamente lo que tanto teme de momento. Pero, hijo, yo ni siquiera le permitiré bajar si usted aparece con los ojos enrojecidos por falta de sueño y los músculos fláccidos por falta de ejercicio. La cuarta posibilidad es que usted comprenda bien su deber, en cuyo caso tal vez le deje dirigir un pelotón. Entonces supongamos que lo hace y que nos ofrece la mejor actuación desde que Aquiles mató a Héctor, y yo le apruebo. Sólo en ese caso habría de terminar sus ejercicios de matemáticas. De modo que puede realizarlos en el viaje de regreso. Con esto queda liquidado el asunto: ya hablaré yo con la capitana. Y ahora mismo le relevo del resto de sus tareas. En el camino de vuelta a casa podrá dedicar tiempo a las matemáticas. Si es que volvemos a casa. Pero jamás llegará a ninguna parte si no aprende a establecer prioridades. ¡Váyase a la cama! *Así que el capitán Blackstone me enseñó la importancia del descanso, y desde ese entonces aprendí a valorar en su debido valor la importancia del sueño... Dormir y descansar no son una recompensa o un premio. Son algo necesario para la salud, porque así se recuperan energías. Establecer prioridades para poder aprovechar al máximo el tiempo y sacar el máximo provecho a los recursos es la mejor manera para conseguir progresos. Disciplina: la piedra angular...*
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • —Cinco pisos, dos bolsas de víveres, y un billete que no era mío… gracias Wade, tus aportes a mi dieta balanceada serán recordados.


    — Reina trepó como toda una dama con cardio forzado y glamour callejero. Si el infierno la quiere, que suba el. —
    —Cinco pisos, dos bolsas de víveres, y un billete que no era mío… gracias Wade, tus aportes a mi dieta balanceada serán recordados. — Reina trepó como toda una dama con cardio forzado y glamour callejero. Si el infierno la quiere, que suba el. —
    0 turnos 0 maullidos
  • Esa noche Okiko había sido llamada por el jefe de la Yakuza, un hombre en sus 50's casi 60's de una terrible apariencia, en todos sus años de vida, esa debía ser la tercera o cuarta vez que ella era llamada con el jefe.

    Con mucho miedo, Okiko entró, tomando asiento frente a aquel hombre, jamás levantando la mirada. La reunión duraría poco porque mas que una reunión, era un orden.

    "Por tu seguridad, no ayudes a todos."
    La voz grave, carrasposa y severa ordenó.

    Ella pudo sentirlo en su pecho, miedo por cómo había sido tratada.
    Abrió su boca para gesticular, iba a decirle que entendía y disculpaba los problemas., pero entonces el jefe volvió a hablar.

    " Por ayudarte; Perdimos a dos de nuestros agentes arreglando los papeles para ese niño. Ahora legalmente es tuyo, es tu hijo y tu su madre. Así que piensa bien cómo me pagarás que dos de mis trabajadores estarán en la carcel por tres y cinco años. "

    Toda la sangre parecía haberse ido a los pies de Okiko, estaba tan asustada, tan sorprendida y atónita. Se suponía que ser una noticia feliz y en lugar de ello, ella sentía culpa.
    ¿Cómo iba a pagar por la vida de dos personas en la carcel?


    ─ ....ah...─
    Apenas iba a hablar, cuando el hombre levantó la mano para pedirle silencio y para continuar hablando.

    "El niño será tuyo en papel, pero nos pertenece, para bien o para mal, lo que te pidamos, harás por nosotros y lo que nos pidas, lo administraremos.
    Por respeto, uno que llevas en la sangre y en un pacto de nuestros antepasados. "

    Los adolescentes ahora no sabían, no les importaba la historia, pero su antepasado, el gran y terrible Mastunaga Hisahide estaba considerado como uno de los tres villanos más grandes de Japón. ( 日本三大梟雄 )

    " Medicamentos, ropa, comida, educación, lujos, todo lo pedirás a nosotros. "

    Entre más parecía el jefe ser bueno Okiko pensaba en que ahora no había nada que hacer, estaba completamente atada a seguir trabajando, apoyándolos y alimentándolos.

    ── Sobre mi otra deuda. ─
    Ella preguntó sin voltear a verlo.

    "*Esa* deuda, ya quedó saldada. Gracias por venir, si es necesario, volveré a llamarte. "

    Con calma, ella se levantó, hizo una reverencia de lo más marcada, antes de salir.
    El camino en el auto fue silencioso, al ser dejada cerca del barrio, a ella le tocaría caminar, pero mientras lo hacía, apenas si saludaba.

    Giró la llave de su casa, subió las escaleras y ahi estaban ya, el paquete de papeles, todo legal y correcto.

    Esa noche Okiko había sido llamada por el jefe de la Yakuza, un hombre en sus 50's casi 60's de una terrible apariencia, en todos sus años de vida, esa debía ser la tercera o cuarta vez que ella era llamada con el jefe. Con mucho miedo, Okiko entró, tomando asiento frente a aquel hombre, jamás levantando la mirada. La reunión duraría poco porque mas que una reunión, era un orden. "Por tu seguridad, no ayudes a todos." La voz grave, carrasposa y severa ordenó. Ella pudo sentirlo en su pecho, miedo por cómo había sido tratada. Abrió su boca para gesticular, iba a decirle que entendía y disculpaba los problemas., pero entonces el jefe volvió a hablar. " Por ayudarte; Perdimos a dos de nuestros agentes arreglando los papeles para ese niño. Ahora legalmente es tuyo, es tu hijo y tu su madre. Así que piensa bien cómo me pagarás que dos de mis trabajadores estarán en la carcel por tres y cinco años. " Toda la sangre parecía haberse ido a los pies de Okiko, estaba tan asustada, tan sorprendida y atónita. Se suponía que ser una noticia feliz y en lugar de ello, ella sentía culpa. ¿Cómo iba a pagar por la vida de dos personas en la carcel? ─ ....ah...─ Apenas iba a hablar, cuando el hombre levantó la mano para pedirle silencio y para continuar hablando. "El niño será tuyo en papel, pero nos pertenece, para bien o para mal, lo que te pidamos, harás por nosotros y lo que nos pidas, lo administraremos. Por respeto, uno que llevas en la sangre y en un pacto de nuestros antepasados. " Los adolescentes ahora no sabían, no les importaba la historia, pero su antepasado, el gran y terrible Mastunaga Hisahide estaba considerado como uno de los tres villanos más grandes de Japón. ( 日本三大梟雄 ) " Medicamentos, ropa, comida, educación, lujos, todo lo pedirás a nosotros. " Entre más parecía el jefe ser bueno Okiko pensaba en que ahora no había nada que hacer, estaba completamente atada a seguir trabajando, apoyándolos y alimentándolos. ── Sobre mi otra deuda. ─ Ella preguntó sin voltear a verlo. "*Esa* deuda, ya quedó saldada. Gracias por venir, si es necesario, volveré a llamarte. " Con calma, ella se levantó, hizo una reverencia de lo más marcada, antes de salir. El camino en el auto fue silencioso, al ser dejada cerca del barrio, a ella le tocaría caminar, pero mientras lo hacía, apenas si saludaba. Giró la llave de su casa, subió las escaleras y ahi estaban ya, el paquete de papeles, todo legal y correcto.
    Me encocora
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados