• La luna llena se alzaba imponente en el cielo despejado, su luz plateada bañando el bosque en una quietud aterradora. Bipper lo sentía en lo más profundo de su ser, una energía latente que se acumulaba lentamente desde el primer destello de la luna. Sabía lo que venía. Cada fibra de su cuerpo lo advertía, y aunque lo había vivido antes, el terror de perderse una vez más ante la bestia nunca desaparecía. Su respiración se volvía más pesada, su corazón martilleaba en sus oídos, y una sensación de urgencia lo envolvía mientras caminaba entre los árboles.

    El bosque parecía mantener el aliento, las hojas inmóviles bajo la brisa gélida de la noche. Bipper avanzaba, sus pasos tambaleantes, como si algo dentro de él comenzara a luchar por el control. Era cuestión de tiempo. Un dolor sordo se instaló en su pecho, extendiéndose hacia sus extremidades. El sudor cubría su frente, a pesar del aire frío que lo rodeaba. Con un jadeo, cayó de rodillas.

    El primer latigazo de dolor lo atravesó, arrancándole un grito ahogado. La transformación había comenzado. Sentía sus huesos retorciéndose, alargándose y rompiéndose bajo su piel. Sus músculos se hinchaban, las garras emergían lentamente de sus dedos, desgarrando la tierra bajo sus manos. Su piel se estremecía mientras las venas se marcaban como líneas oscuras. Los colmillos brotaban de su mandíbula, afilados y amenazantes. Los ojos, que alguna vez fueron de un azul profundo, comenzaron a cambiar. Un resplandor rojo, como brasas encendidas, reemplazó el azul mientras la conciencia de Bipper se desvanecía, ahogada por el rugido de la bestia.

    Las runas, siempre presentes bajo su piel, se encendieron con un fulgor carmesí, como si respondieran al llamado de la luna llena. Ya no era Bipper. La criatura que ahora se alzaba era mucho más antigua, más salvaje. El Gran Alfa había despertado. Su cuerpo enorme y monstruoso respiraba poder y furia desatada. Las garras se enterraron en la tierra mientras sus ojos rojos, brillantes como brasas, escaneaban el entorno.

    El bosque lo sentía. Los animales, conscientes de su presencia, huían en silencio. Los sonidos nocturnos, el viento susurrante, el crujir de las hojas, todo se volvía más agudo, más penetrante. Pero la bestia no prestaba atención. No esta vez. Había algo más, una urgencia distinta, un vacío en su pecho que lo empujaba a buscar. La necesidad de encontrar algo, alguien, lo impulsaba en cada luna llena. Y esta noche no sería diferente.

    El aroma de la noche lo inundaba, los olores del bosque se mezclaban con el viento. Pero había un olor distinto, algo que despertaba un instinto más profundo. Era una atracción ineludible, una llamada que no podía ignorar. El Gran Alfa tensó sus músculos, sus garras apretaron el suelo, y con un rugido ensordecedor, se lanzó en busca de esa fuente, de esa necesidad que lo consumía.

    Pero no sabía qué era. No sabía a quién buscaba.

    El impulso lo arrastraba, como siempre, hacia lo desconocido. La bestia, salvaje e indomable, se movía con precisión letal, pero el vacío seguía allí, profundo y constante, como una herida que no sanaba. Cada luna llena lo arrastraba más cerca de esa verdad que no lograba comprender, una verdad que se escapaba de sus garras cada vez.

    Y cuando finalmente el amanecer comenzó a iluminar el horizonte, el Gran Alfa se detuvo. Su cuerpo, que había sido tan inmenso y poderoso, comenzó a encogerse. Las garras desaparecieron, los colmillos se retrajeron, y los ojos rojos se apagaron lentamente, volviendo a ser el azul profundo de siempre. Las runas dejaron de brillar, desvaneciéndose bajo la piel ahora humana.

    Bipper cayó de rodillas nuevamente, cubierto de sudor y tierra. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con dificultad mientras su mente se nublaba. No recordaba nada. Como siempre.

    La luna llena había pasado, pero el vacío en su pecho seguía presente, esperando la próxima noche en que la bestia volvería a reclamarlo.
    La luna llena se alzaba imponente en el cielo despejado, su luz plateada bañando el bosque en una quietud aterradora. Bipper lo sentía en lo más profundo de su ser, una energía latente que se acumulaba lentamente desde el primer destello de la luna. Sabía lo que venía. Cada fibra de su cuerpo lo advertía, y aunque lo había vivido antes, el terror de perderse una vez más ante la bestia nunca desaparecía. Su respiración se volvía más pesada, su corazón martilleaba en sus oídos, y una sensación de urgencia lo envolvía mientras caminaba entre los árboles. El bosque parecía mantener el aliento, las hojas inmóviles bajo la brisa gélida de la noche. Bipper avanzaba, sus pasos tambaleantes, como si algo dentro de él comenzara a luchar por el control. Era cuestión de tiempo. Un dolor sordo se instaló en su pecho, extendiéndose hacia sus extremidades. El sudor cubría su frente, a pesar del aire frío que lo rodeaba. Con un jadeo, cayó de rodillas. El primer latigazo de dolor lo atravesó, arrancándole un grito ahogado. La transformación había comenzado. Sentía sus huesos retorciéndose, alargándose y rompiéndose bajo su piel. Sus músculos se hinchaban, las garras emergían lentamente de sus dedos, desgarrando la tierra bajo sus manos. Su piel se estremecía mientras las venas se marcaban como líneas oscuras. Los colmillos brotaban de su mandíbula, afilados y amenazantes. Los ojos, que alguna vez fueron de un azul profundo, comenzaron a cambiar. Un resplandor rojo, como brasas encendidas, reemplazó el azul mientras la conciencia de Bipper se desvanecía, ahogada por el rugido de la bestia. Las runas, siempre presentes bajo su piel, se encendieron con un fulgor carmesí, como si respondieran al llamado de la luna llena. Ya no era Bipper. La criatura que ahora se alzaba era mucho más antigua, más salvaje. El Gran Alfa había despertado. Su cuerpo enorme y monstruoso respiraba poder y furia desatada. Las garras se enterraron en la tierra mientras sus ojos rojos, brillantes como brasas, escaneaban el entorno. El bosque lo sentía. Los animales, conscientes de su presencia, huían en silencio. Los sonidos nocturnos, el viento susurrante, el crujir de las hojas, todo se volvía más agudo, más penetrante. Pero la bestia no prestaba atención. No esta vez. Había algo más, una urgencia distinta, un vacío en su pecho que lo empujaba a buscar. La necesidad de encontrar algo, alguien, lo impulsaba en cada luna llena. Y esta noche no sería diferente. El aroma de la noche lo inundaba, los olores del bosque se mezclaban con el viento. Pero había un olor distinto, algo que despertaba un instinto más profundo. Era una atracción ineludible, una llamada que no podía ignorar. El Gran Alfa tensó sus músculos, sus garras apretaron el suelo, y con un rugido ensordecedor, se lanzó en busca de esa fuente, de esa necesidad que lo consumía. Pero no sabía qué era. No sabía a quién buscaba. El impulso lo arrastraba, como siempre, hacia lo desconocido. La bestia, salvaje e indomable, se movía con precisión letal, pero el vacío seguía allí, profundo y constante, como una herida que no sanaba. Cada luna llena lo arrastraba más cerca de esa verdad que no lograba comprender, una verdad que se escapaba de sus garras cada vez. Y cuando finalmente el amanecer comenzó a iluminar el horizonte, el Gran Alfa se detuvo. Su cuerpo, que había sido tan inmenso y poderoso, comenzó a encogerse. Las garras desaparecieron, los colmillos se retrajeron, y los ojos rojos se apagaron lentamente, volviendo a ser el azul profundo de siempre. Las runas dejaron de brillar, desvaneciéndose bajo la piel ahora humana. Bipper cayó de rodillas nuevamente, cubierto de sudor y tierra. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con dificultad mientras su mente se nublaba. No recordaba nada. Como siempre. La luna llena había pasado, pero el vacío en su pecho seguía presente, esperando la próxima noche en que la bestia volvería a reclamarlo.
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  • -fumando denuevo Somna?- se acercó a su compañera queon se hayaba sentada en el suelo fumando un porro -no me niegues mi única calma cielo- exhaló aquel humo formando letras como la oruga de Alicia -no quieres acompañarme? Se que has estado al límite últimamente- Blossom suspiro y rechazo el cigarro -perdon, le prometí a Incineroar que dejaría de fumar- Somna sonrió -me alegra que lo intentes florecita... Así que le agradas a ese luchador con corazón de pollo? Quien lo diría pensaba que eras alguien de perros no de gatos- cada que exhalaba. el humo una letras de sus palabras se formaba en el
    -fumando denuevo Somna?- se acercó a su compañera queon se hayaba sentada en el suelo fumando un porro -no me niegues mi única calma cielo- exhaló aquel humo formando letras como la oruga de Alicia -no quieres acompañarme? Se que has estado al límite últimamente- Blossom suspiro y rechazo el cigarro -perdon, le prometí a [FireDarkKitty1] que dejaría de fumar- Somna sonrió -me alegra que lo intentes florecita... Así que le agradas a ese luchador con corazón de pollo? Quien lo diría pensaba que eras alguien de perros no de gatos- cada que exhalaba. el humo una letras de sus palabras se formaba en el
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  • Noche perpetua, un cielo negro que se pierde más allá de la vista.
    Un campo de rosas, pétalos carmesí, gotas escarlatas que se extienden hasta el oscuro horizonte.
    Allí yace Hansel Russo, de rodillas en medio de estatuas grotescamente troceadas y con sus restos esparcidos de un lado a otro.
    Otra vez estaba ahí, en ese mundo odioso y onírico. Pero ésta vez era diferente, pues en una de sus manos se encuentra enredado un peculiar hilo rojizo.

    —Mi pequeño y miserable Hansel, ¿Sabes qué es eso?—

    Russo alzó la mirada con el ceño fruncido, odiaba con su alma aquella voz burlona y arrogante.
    Al verlo notó que el hilo pasa por el lado de ese monstruo y se extiende hasta más allá de noche perpetua. No supo que responder, por lo que guardó silencio.

    —Es una distracción, Hansel, eso es. En algún futuro tratara de hacerte olvidar tu glorioso propósito.—

    —¿Cuál propósito, sufrir hasta los ochenta?—

    —¡Exacto!—

    Russo apretó los dientes, mientras cerraba sus manos en puños que tiemblan de rabia.

    —Pero no te preocupes, mi pequeño y miserable Hansel. Sé perfectamente cómo arreglarlo. —

    Hansel Russo presenció como ese monstruo tomó el hilo rojo desde dos alejados extremos con sus negras zarpas. Él tiró del hilo, lo tensó y lo estiró. Pero en su último intento lo cortó, tuvo que usar tanta fuerza que hizo temblar a Noche perpetua.

    Por un segundo, exactamente uno, Hansel Russo sintió frío, sintió como una aguda punzada atravesó su corazón y lo obligó a detenerse en ese corto momento. Por alguna razón se sentía vacío, como si le faltara algo, sentía un frío totalmente ajeno al que provocaba Noche perpetua.
    El hilo rojo se contrajo hasta perderse en el cielo negro, mientras que la parte de Russo quedó colgando en aquellas negras zarpas. Su brillo rojizo estaba muriendo, cada vez se tornaba más y más opaco.

    —¿Qué... Qué hiciste?—

    Tartamudeó el confundido Russo, quien miraba sin entender nada. Mientras que el monstruo, él sonreía, mostraba sus puntiagudos dientes en una sonrisa retorcida y demencial.

    —Tenía que ver con algo del destino, una cosa sin importancia; Algo con encontrarse con alguien especial. — Su respuesta iba cargada con aquella burla, con aquella arrogancia que le recordaba a Russo la enorme diferencia entre un humano y un ente de ese tipo.

    —Hansel Russo, aquel que marqué para ser mi punto de conexión con el mundo terrenal. Tu propósito es dar a conocer mi existencia, por cualquier medio que sea necesario. —

    El hombre de la marcas sintió como el aire era despojado de sus pulmones, de una forma tan agresiva que lo hizo caer de cara entre las rosas carmesí. No importa cuánto intentara, el aire simplemente no volvía y de a poco perdía la conciencia.

    —Así como te salvé de que cobraran tu alma en ese mugroso departamento, o como hiciste hace años en ese hospital psiquiátrico. Noche perpetua debe ser conocido, luego mi nombre será revelado. —

    Y eso fue lo último que escuchó Russo, luego de eso se hundió en un profundo silencio entre aquel mar de sangre y pétalos.

    .
    .
    .





    //Cualquiera diría que nomás ando torturando a Hansel a lo wey-
    PERO! Let me cook boy, todo va a tener su sentido- Si es que consigo dárselo

    Noche perpetua, un cielo negro que se pierde más allá de la vista. Un campo de rosas, pétalos carmesí, gotas escarlatas que se extienden hasta el oscuro horizonte. Allí yace Hansel Russo, de rodillas en medio de estatuas grotescamente troceadas y con sus restos esparcidos de un lado a otro. Otra vez estaba ahí, en ese mundo odioso y onírico. Pero ésta vez era diferente, pues en una de sus manos se encuentra enredado un peculiar hilo rojizo. —Mi pequeño y miserable Hansel, ¿Sabes qué es eso?— Russo alzó la mirada con el ceño fruncido, odiaba con su alma aquella voz burlona y arrogante. Al verlo notó que el hilo pasa por el lado de ese monstruo y se extiende hasta más allá de noche perpetua. No supo que responder, por lo que guardó silencio. —Es una distracción, Hansel, eso es. En algún futuro tratara de hacerte olvidar tu glorioso propósito.— —¿Cuál propósito, sufrir hasta los ochenta?— —¡Exacto!— Russo apretó los dientes, mientras cerraba sus manos en puños que tiemblan de rabia. —Pero no te preocupes, mi pequeño y miserable Hansel. Sé perfectamente cómo arreglarlo. — Hansel Russo presenció como ese monstruo tomó el hilo rojo desde dos alejados extremos con sus negras zarpas. Él tiró del hilo, lo tensó y lo estiró. Pero en su último intento lo cortó, tuvo que usar tanta fuerza que hizo temblar a Noche perpetua. Por un segundo, exactamente uno, Hansel Russo sintió frío, sintió como una aguda punzada atravesó su corazón y lo obligó a detenerse en ese corto momento. Por alguna razón se sentía vacío, como si le faltara algo, sentía un frío totalmente ajeno al que provocaba Noche perpetua. El hilo rojo se contrajo hasta perderse en el cielo negro, mientras que la parte de Russo quedó colgando en aquellas negras zarpas. Su brillo rojizo estaba muriendo, cada vez se tornaba más y más opaco. —¿Qué... Qué hiciste?— Tartamudeó el confundido Russo, quien miraba sin entender nada. Mientras que el monstruo, él sonreía, mostraba sus puntiagudos dientes en una sonrisa retorcida y demencial. —Tenía que ver con algo del destino, una cosa sin importancia; Algo con encontrarse con alguien especial. — Su respuesta iba cargada con aquella burla, con aquella arrogancia que le recordaba a Russo la enorme diferencia entre un humano y un ente de ese tipo. —Hansel Russo, aquel que marqué para ser mi punto de conexión con el mundo terrenal. Tu propósito es dar a conocer mi existencia, por cualquier medio que sea necesario. — El hombre de la marcas sintió como el aire era despojado de sus pulmones, de una forma tan agresiva que lo hizo caer de cara entre las rosas carmesí. No importa cuánto intentara, el aire simplemente no volvía y de a poco perdía la conciencia. —Así como te salvé de que cobraran tu alma en ese mugroso departamento, o como hiciste hace años en ese hospital psiquiátrico. Noche perpetua debe ser conocido, luego mi nombre será revelado. — Y eso fue lo último que escuchó Russo, luego de eso se hundió en un profundo silencio entre aquel mar de sangre y pétalos. . . . //Cualquiera diría que nomás ando torturando a Hansel a lo wey- PERO! Let me cook boy, todo va a tener su sentido- Si es que consigo dárselo :STK-21:
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  • En el corazón de la espesura, un roble se erguía entre los demás como un guardián olvidado, adornado con cientos de listones rojos que pendían de sus ramas desnudas. Bajo él, una espada antigua, oscura y manchada por los años, descansaba flotante al ras de la tierra. Se decía que eran sellos de una prisión destinada a contener una criatura antigua, cuyo poder se rumoreaba devastador, pero hacía siglos que nadie había osado acercarse para confirmar las leyendas.

    Hace una semana, sin previo aviso, un incendio comenzó a arrasar el bosque con una furia desmedida. Las llamas, como bestias salvajes, devoraban todo a su paso mientras el cielo se oscurecía bajo una capa plomiza de ceniza. El viento traía consigo el olor de la destrucción, y los reinos circundantes comenzaron a alarmarse al ver cómo las partículas de ceniza cubrían sus campos y aldeas. Pero algo extraño ocurrió cuando el fuego alcanzó el epicentro: una luz dorada brilló momentáneamente debajo de la espada, y las llamas, voraces en todo lo demás, se detuvieron.

    En las próximas horas y días, los aldeanos lejanos comenzaron a hablar en susurros, sus historias llenas de miedo y advertencias. Decían que la criatura encerrada había despertado lo suficiente para proteger su prisión de ser destruida. Nadie sabía si aquello era un simple rumor o una advertencia verdadera de que el sello comenzaba a debilitarse. Entretanto, los gobernantes de los reinos, viendo las señales de destrucción desde la distancia, enviaron a sus mejores soldados a investigar. Los guerreros avanzaron cubiertos por una capa de ceniza, esperando encontrar un volcán o un pirómano que explicara el desastre, pero lo que hallaron fue algo mucho más inquietante.

    Se toparon con el árbol ancestral y solitario en medio de la desolación. El aire alrededor del árbol era denso, pesado, como si algo invisible estuviera observando desde las sombras. Ninguno de ellos había visto algo igual: Permanecía ileso, protegido por una fuerza misteriosa, mientras el resto del bosque había sido reducido a cenizas.

    Uno de los soldados, joven e imprudente, se adelantó hacia la espada misteriosa. Al extender su mano, una ráfaga de viento súbito lo hizo retroceder, moviendo los listones con una furia que no parecía natural. El capitán del grupo, más sabio y experimentado, ordenó detenerse. Comprendía que lo que enfrentaban no era un simple fenómeno natural, sino algo mucho más antiguo y peligroso. Las llamas habían respetado aquel lugar por una razón, y lo que yacía bajo la espada no debía ser despertado.

    Mientras los guerreros montaban guardia a gran distancia, esperando instrucciones de sus reinos, los rumores de la criatura aprisionada comenzaron a extenderse como la ceniza que aún flotaba en el aire. Los reyes y señores de las tierras cercanas deliberaban, divididos entre el temor y la ambición. Algunos creían que debían dejar el sello intacto, temerosos de desatar un mal imposible de controlar. Otros, seducidos por el poder que podría esconderse bajo el árbol, pensaban que era hora de tomar la espada y enfrentar el misterio que había permanecido oculto por tanto tiempo. El destino del reino pendía de un hilo, mientras la sombra de la criatura permanecía al acecho.

    En el corazón de la espesura, un roble se erguía entre los demás como un guardián olvidado, adornado con cientos de listones rojos que pendían de sus ramas desnudas. Bajo él, una espada antigua, oscura y manchada por los años, descansaba flotante al ras de la tierra. Se decía que eran sellos de una prisión destinada a contener una criatura antigua, cuyo poder se rumoreaba devastador, pero hacía siglos que nadie había osado acercarse para confirmar las leyendas. Hace una semana, sin previo aviso, un incendio comenzó a arrasar el bosque con una furia desmedida. Las llamas, como bestias salvajes, devoraban todo a su paso mientras el cielo se oscurecía bajo una capa plomiza de ceniza. El viento traía consigo el olor de la destrucción, y los reinos circundantes comenzaron a alarmarse al ver cómo las partículas de ceniza cubrían sus campos y aldeas. Pero algo extraño ocurrió cuando el fuego alcanzó el epicentro: una luz dorada brilló momentáneamente debajo de la espada, y las llamas, voraces en todo lo demás, se detuvieron. En las próximas horas y días, los aldeanos lejanos comenzaron a hablar en susurros, sus historias llenas de miedo y advertencias. Decían que la criatura encerrada había despertado lo suficiente para proteger su prisión de ser destruida. Nadie sabía si aquello era un simple rumor o una advertencia verdadera de que el sello comenzaba a debilitarse. Entretanto, los gobernantes de los reinos, viendo las señales de destrucción desde la distancia, enviaron a sus mejores soldados a investigar. Los guerreros avanzaron cubiertos por una capa de ceniza, esperando encontrar un volcán o un pirómano que explicara el desastre, pero lo que hallaron fue algo mucho más inquietante. Se toparon con el árbol ancestral y solitario en medio de la desolación. El aire alrededor del árbol era denso, pesado, como si algo invisible estuviera observando desde las sombras. Ninguno de ellos había visto algo igual: Permanecía ileso, protegido por una fuerza misteriosa, mientras el resto del bosque había sido reducido a cenizas. Uno de los soldados, joven e imprudente, se adelantó hacia la espada misteriosa. Al extender su mano, una ráfaga de viento súbito lo hizo retroceder, moviendo los listones con una furia que no parecía natural. El capitán del grupo, más sabio y experimentado, ordenó detenerse. Comprendía que lo que enfrentaban no era un simple fenómeno natural, sino algo mucho más antiguo y peligroso. Las llamas habían respetado aquel lugar por una razón, y lo que yacía bajo la espada no debía ser despertado. Mientras los guerreros montaban guardia a gran distancia, esperando instrucciones de sus reinos, los rumores de la criatura aprisionada comenzaron a extenderse como la ceniza que aún flotaba en el aire. Los reyes y señores de las tierras cercanas deliberaban, divididos entre el temor y la ambición. Algunos creían que debían dejar el sello intacto, temerosos de desatar un mal imposible de controlar. Otros, seducidos por el poder que podría esconderse bajo el árbol, pensaban que era hora de tomar la espada y enfrentar el misterio que había permanecido oculto por tanto tiempo. El destino del reino pendía de un hilo, mientras la sombra de la criatura permanecía al acecho.
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  • "Mientras las estrellas se alcen en el cielo; tienes mi protección sagrada. No obstante, cualquier prejuicio o indulto que rompa nuestro acuerdo de justicia, absolverá por completo cualquier lazo que nos una".
    "Mientras las estrellas se alcen en el cielo; tienes mi protección sagrada. No obstante, cualquier prejuicio o indulto que rompa nuestro acuerdo de justicia, absolverá por completo cualquier lazo que nos una".
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  • - en el bosque mirando el cielo nocturno, sentada sobre una roca tranquila solo un poco sonido de la naturaleza a su alrededores y su mente. -

    > La tranquila de la noche es única , no entiendo por qué los seres humanos se pierden está noche única y joven <
    - en el bosque mirando el cielo nocturno, sentada sobre una roca tranquila solo un poco sonido de la naturaleza a su alrededores y su mente. - > La tranquila de la noche es única , no entiendo por qué los seres humanos se pierden está noche única y joven <
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  • — Te gusta lo que ves cielo?...si quieres me lo podria poner hoy en la cama~

    #SeductiveSunday
    — Te gusta lo que ves cielo?...si quieres me lo podria poner hoy en la cama~ #SeductiveSunday
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  • Es una bella noche , igual que la luna salir un rato de allí cuando el sol se esconde y luna sale .....

    - se queda allí pensado un poco mientras mira el cielo nocturno .-

    Que ser humano estar más allá de estos lugares , llenos de misterios.
    Es una bella noche , igual que la luna salir un rato de allí cuando el sol se esconde y luna sale ..... - se queda allí pensado un poco mientras mira el cielo nocturno .- Que ser humano estar más allá de estos lugares , llenos de misterios.
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  • Un dragón jamás debe abrazar la magia oscura.
    un dragón debe siempre ser quien proteja a quien lo necesite.

    son nuestras alas las cuales pueden surcar los cielos y ser escudo

    es nuestro rugido quien ahuyenta al enemigo
    Un dragón jamás debe abrazar la magia oscura. un dragón debe siempre ser quien proteja a quien lo necesite. son nuestras alas las cuales pueden surcar los cielos y ser escudo es nuestro rugido quien ahuyenta al enemigo
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  • Russo lo entendió, entendió que no importa con cuanta fuerza forcejee o en cuántas excusas pensara; Sus atacantes cumplirían su promesa. Se resignó, bajó los brazos y dejó que su cuerpo quedase colgando. Su último jadeo se llevó el poco oxígeno que quedaba, junto a él se desvanecieron sus últimos pensamientos antes de que el mundo desaparezca ante sus ojos; "Moriré, pero habrá sido por mi propio actuar."


    . . .

    Hansel Russo sueña todas las noches; Sueña con un enorme jardín que está y no está en el mundo, con incontables rosas que se extienden hasta fusionarse con el borde negro de un cielo a oscuras. Russo lo odia, odia ese sueño que es acompañado por el inquietante aleteo de una nube gigante de mariposas blancas. Russo teme ese sueño inquietante donde estatuas sin ojos lo miran dondequiera que vaya. Russo llora, ya que no importa cuántas esculturas troceadas esquive o cuán lejos arrastre esa cadena negra que se enrosca dolorosamente en su cuello; Nunca logra escapar de su vista.


    . . .

    Russo escucha cientos de voces, las cuales entiende a pesar de cuán desordenadas y diversas sean. Escuchó a una mujer recetando pastillas, a un hombre dando las gracias e incluso a una niña deseándole feliz cumpleaños a alguien. Pero no puede ver, una cosa húmeda le impide abrir sus adoloridos párpados. Un olor familiar llega a su nariz, uno que reconoció al instante; Desinfectante, mismo que estaba mezclado con otro producto de limpieza. Él sentía frío, la temperatura era mas baja en comparación a la de su departamento.

    —... Hospital. —Murmuró el adormecido Russo, quien luego suspiró con desgano. Su cabeza procesó poco a poco la nueva información hasta dar con una posible teoría de su situación actual: Aquello que le impide ver debía ser una venda, su humedad podría ser una crema dérmica, y el frío, junto a los aromas, le recuerdan fuertemente a un hospital.

    Estaba hospitalizado, esa era la verdad y se dió cuenta de ello. Otro suspiro escapó de sus labios, estaba un poco aliviado a decir verdad.

    —Señor Russo, veo que ya despertó. — Una voz lo devuelve a la realidad, una que sería desconocida hasta que pudiera volver a ver. —¿Cómo se siente? —

    Así empezó una ronda de preguntas y respuestas, dónde el desconocido le pedía al hospitalizado que fuera menos vago para responder.

    Hansel aprovechó para saber cuánto tiempo estuvo internado, dándose con que estuvo apenas un día allí. También pudo percatarse de que ahora tendría nuevas marcas, ya que sentía la supuesta crema dérmica justo al lado de su boca.










    //Me disculpo ante cualquier error de ortografía-//
    Russo lo entendió, entendió que no importa con cuanta fuerza forcejee o en cuántas excusas pensara; Sus atacantes cumplirían su promesa. Se resignó, bajó los brazos y dejó que su cuerpo quedase colgando. Su último jadeo se llevó el poco oxígeno que quedaba, junto a él se desvanecieron sus últimos pensamientos antes de que el mundo desaparezca ante sus ojos; "Moriré, pero habrá sido por mi propio actuar." . . . Hansel Russo sueña todas las noches; Sueña con un enorme jardín que está y no está en el mundo, con incontables rosas que se extienden hasta fusionarse con el borde negro de un cielo a oscuras. Russo lo odia, odia ese sueño que es acompañado por el inquietante aleteo de una nube gigante de mariposas blancas. Russo teme ese sueño inquietante donde estatuas sin ojos lo miran dondequiera que vaya. Russo llora, ya que no importa cuántas esculturas troceadas esquive o cuán lejos arrastre esa cadena negra que se enrosca dolorosamente en su cuello; Nunca logra escapar de su vista. . . . Russo escucha cientos de voces, las cuales entiende a pesar de cuán desordenadas y diversas sean. Escuchó a una mujer recetando pastillas, a un hombre dando las gracias e incluso a una niña deseándole feliz cumpleaños a alguien. Pero no puede ver, una cosa húmeda le impide abrir sus adoloridos párpados. Un olor familiar llega a su nariz, uno que reconoció al instante; Desinfectante, mismo que estaba mezclado con otro producto de limpieza. Él sentía frío, la temperatura era mas baja en comparación a la de su departamento. —... Hospital. —Murmuró el adormecido Russo, quien luego suspiró con desgano. Su cabeza procesó poco a poco la nueva información hasta dar con una posible teoría de su situación actual: Aquello que le impide ver debía ser una venda, su humedad podría ser una crema dérmica, y el frío, junto a los aromas, le recuerdan fuertemente a un hospital. Estaba hospitalizado, esa era la verdad y se dió cuenta de ello. Otro suspiro escapó de sus labios, estaba un poco aliviado a decir verdad. —Señor Russo, veo que ya despertó. — Una voz lo devuelve a la realidad, una que sería desconocida hasta que pudiera volver a ver. —¿Cómo se siente? — Así empezó una ronda de preguntas y respuestas, dónde el desconocido le pedía al hospitalizado que fuera menos vago para responder. Hansel aprovechó para saber cuánto tiempo estuvo internado, dándose con que estuvo apenas un día allí. También pudo percatarse de que ahora tendría nuevas marcas, ya que sentía la supuesta crema dérmica justo al lado de su boca. //Me disculpo ante cualquier error de ortografía-//
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