• "El fin de semana en la ciudad es algo que no te puedes perder" había oído decir más veces de las que podía contar. Había sido una semana ajetreada y la chica, tan aventurera como siempre, quería hacer algo para despejarse y sus amigos le animaron a visitar uno de los antros mas populares entre los estudiantes de su universidad... y tras algunas horas ya se había aburrido. Por lo que se encontraba en el callejón tras la discoteca mientras sus amigos permanecían dentro.

    —2:30 de la madrugada... já

    Lejos de sentir el cansancio, la chica estaba insatisfecha., no tenia ganas de bailar o cantar. La luna llena se alzaba sobre las bulliciosas calles de la ciudad y con la música sonando a través de la puerta a su derecha se encontró fantaseando con tener alguna aventura.

    Solo entonces, se percato de la presencia de alguien más en aquel rincón solitario y poco iluminado. Con una sonrisa y una postura rebosante de confianza fue la primera en romper el silencio.

    —¿y t´ú? ¿también te tomas un descanso de la música a todo volumen?
    "El fin de semana en la ciudad es algo que no te puedes perder" había oído decir más veces de las que podía contar. Había sido una semana ajetreada y la chica, tan aventurera como siempre, quería hacer algo para despejarse y sus amigos le animaron a visitar uno de los antros mas populares entre los estudiantes de su universidad... y tras algunas horas ya se había aburrido. Por lo que se encontraba en el callejón tras la discoteca mientras sus amigos permanecían dentro. —2:30 de la madrugada... já Lejos de sentir el cansancio, la chica estaba insatisfecha., no tenia ganas de bailar o cantar. La luna llena se alzaba sobre las bulliciosas calles de la ciudad y con la música sonando a través de la puerta a su derecha se encontró fantaseando con tener alguna aventura. Solo entonces, se percato de la presencia de alguien más en aquel rincón solitario y poco iluminado. Con una sonrisa y una postura rebosante de confianza fue la primera en romper el silencio. —¿y t´ú? ¿también te tomas un descanso de la música a todo volumen?
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    //Creo que hasta aquí llegamos, queridos desconocidos. Hebe y Morfeo tuvieron caminos separados. Hebe hizo reset, y mi maestro perdió la cuenta por una apuesta. Por lo que, mis motivos de existencia son nulos.

    Asi que, espero tengan una larga y buenaventurada vida. Gracias por compartir su tiempo en el periodo corto que estuve viviendo en este reino tan fantasioso. Tal vez, en otra vida, nos volvamos a encontrar.

    Bye, bye.
    //Creo que hasta aquí llegamos, queridos desconocidos. Hebe y Morfeo tuvieron caminos separados. Hebe hizo reset, y mi maestro perdió la cuenta por una apuesta. Por lo que, mis motivos de existencia son nulos. Asi que, espero tengan una larga y buenaventurada vida. Gracias por compartir su tiempo en el periodo corto que estuve viviendo en este reino tan fantasioso. Tal vez, en otra vida, nos volvamos a encontrar. Bye, bye.
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  • ¿Quién soy?
    Fandom OC'
    Categoría Fantasía
    Emerald no es más que un joven aspirante a aventurero. Con gustos marcados por las aventuras, y una de sus más grandes pasiones; El hornear.

    Sí, ama hornear. Desde panes a pasteles, le pone el corazón y alma para alimentar a sus allegados, bueno... Sí hubiera alguno.

    Emerald, que prefiere ser llamado sencillamente como "Em", es huérfano. Creció y se aprendió a cuidar, en gran parte, solo -y sí, aprendió a hornear solo, y con ayuda de aquella biblioteca donde aprendió de los libros.- Su abuela lo abandonó, apenas tuvo edad suficiente para valerse por sí mismo.

    Quizá...
    ¿Alguien por ahí quiera compartir con él?
    Emerald no es más que un joven aspirante a aventurero. Con gustos marcados por las aventuras, y una de sus más grandes pasiones; El hornear. Sí, ama hornear. Desde panes a pasteles, le pone el corazón y alma para alimentar a sus allegados, bueno... Sí hubiera alguno. Emerald, que prefiere ser llamado sencillamente como "Em", es huérfano. Creció y se aprendió a cuidar, en gran parte, solo -y sí, aprendió a hornear solo, y con ayuda de aquella biblioteca donde aprendió de los libros.- Su abuela lo abandonó, apenas tuvo edad suficiente para valerse por sí mismo. Quizá... ¿Alguien por ahí quiera compartir con él?
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  • En cierta realidad, en la que no se aguantan la consciencia de las cosas, un pescador esbozó un trabalenguas con sus desglosados rezos, esos con forma de cordeles y carnadas, que ante mí exhibía, como si no fuera asunto de sus alevines. Retenía unos cuatro gusanos en su caja más preciada, con la que se anunció el reguero de sus besos sobre el lagomar de sus prudencias. El pescador me contemplaba convencido que era mi turno. Aventurarme en la pesca de espíritus corrosivos no endiosaba a ninguno. Demás que corrompían sus propios anhelos y se tornaban sombreados sus párpados, a medida que los más cautos, preparaban las redes.

    Mi barca, humilde y de estrechas lunas de dunas, fierros macizos de mansos génesis, se entreveía entre el ramaje de las aguas, en las que, para mi suerte, sometía el decorado de las sonrisas que en todos pastaban. ¿Era el alba o se decantaba el cantar de las estrellas entre nosotros? Conté una cantidad escasa de lunares sobre mi propio gen de eternidades. Tracé un dulce de albaricoque sobre la piedra más cercana y me hice el loco: no había más que decir.

    El pescador me estudió convencido; sorteó mis propios atavíos y coronó mi testa con una cuchilla de guadañas, que, ante la hechura de sus poderes de lirios de linajes, se atrevió a verme con otros ojos. Con más respeto que en el instante en el que forjé mis botas de lianas y bambúes. Me ajustó el gorrito. Ahí debía almacenar las presas. Junto a mis orejas, que tantas injurias han escuchado. Él me llama por mi nombre; “Qipaimnarr”, me dice. En nuestra lengua significa cachorro de luz que monta al higo de las montañas, en su brazal de seda.

    No lo hace por maldad. Él me hurtó de mi cuna; llegué a sus orillas y lo engañé con mi cola de pez de coloridas escamas.

    A sus noventa años aún es jovencito. Ríe pese a la escasez de sus dientes; es sabio y pasta ante mis turbios augurios; un umbral de cometas y tersas mañanas con aroma a eucalipto.

    “Qipaimnarr”, me llama. “Hoy habrá buena cosecha. En el amanecer de las cosechas se denota en la detonada de la esperanza de embelesos de tesura”.

    “Busca los ojos de los huracanes en el mar de hierba. El lagomar es a veces, ingrato y tozudo. Quieres ver la paz en él pero, en los siempre de los Para Siempre, siembra una lección a los más más cautos”.

    “¿Los más cautos saben de las lecciones que quiere impartir?”.

    “A veces aprehender a leerlo es como una desiderata. Siempre tiene algo que decir”.

    “¿Y quién llama a su puerta en cada momento? ¿No es la desiderata misma?”, pregunto con las uñas a flor de piel. Degusto una alhaja de lagomar.

    Él calla con la sabiduría pincelada en sus arrugas. Tensa el fuego de la fogata acuosa con la que nos protegemos. Un amuleto para la desiderata. Dos para los que somos nosotros los enclenques que la repasamos al despertar. Decir las erratas de la vida que nos gobierna es empíreo que nos gobierna, entre arroyos y arrullos, entre logística de números que contamos cada vez, y cada vez más, conforme desnudamos nuestras almas ante el terrario, comandan los barcos de escasez.

    Nuestra tersura de rostros alegra el tiempo de los tres tiempos.

    Un espíritu, muy parecido al mío, se alza a la deriva. Toca mis dedos y retrocedo; no temo.

    Mahenh, el pescador al que le debo más que las lecciones que me imparte, me anuncia que guarde silencio. Es abogado de la gracia de entre los seres que provienen de ese pasto acuoso que repta entre nosotros. Y como si se tratara de un objeto de inquisición, él escuda entre los arropes de lo solemne que se puede edificar. Tensa el sostén de sus mejillas contra la garra que le acaricia las entrañas. Se perfila sereno. No hay daño, tan sólo una aguarda la caricia que entre retienen el albor de sus estelas.

    Intriga la emoción. Lo corrosivo atrae; el cambio que eso conmueve. Aprieto los parpados hasta ver las luces que desprende cada uno, que se acerca, sin recato, desnudos con sus propias luminarias.

    Su inocencia me conmueve.

    Entreabro mis pupilas y, allí y sólo allí, deslizan en mis siluetas su fantasmal música. Doy brincos, me perfilo en este solemne sueño que me hechiza. Mi compañero de aventuras retiene el centro de mis núcleos. La inconsciencia reluce entre sus rasgos pero no ha sido derrotado: el pescador sostiene mis manazas, como león de añiles trigales; y no me deja marchar.

    Compone para mí un arrullo de cordialidad. La fineza de su vozarrón delineado como un arrullo entre los puentes de lo que es rito en esa realidad fantástica, no me concierne porque no es para mí el decoro de lo enunciado. Lo corroe un rastro de brea de eso que nos embruja y, pese a su gentil sonrisa en esos momentos de tensión, logro pescar lo que pronuncia con forma corpórea. Deslizo mi carcaj entre los hilos de la tierra y las carcajadas me atraen. Los espíritus revelan sus rostros. Macilento, quizá rebelde. Atraen mi atención y los seis que cuento con el alma en vilo, ante mis carencias, me penetran y rescatan.

    Y sobrevivo ante las afrentas de los más justos.

    El pescador, sometido al perpetuo en júbilo, me zarandea de entre los aparecidos.

    Observo un gris arbóreo en sus pupilas, en las que se asoma una sonrisa que decomisa mi miedo a perderme entre las brumas de los cuatro puntos cardinales. Él me abraza y gobierna mi silencio con una felicidad que viene a mí en forma de relicario. Lo cuelga entre uno de mis dedos; entreveo que es uno de los huesos que él mismo se ha retirado para darme protección. Está bañado con ocre. Adornado por perlas de luz. Ahí entreveo el pastizal del obsequio, que me demuestra con mi orgullo envalentonado, que he golpeado a mi propio proceder en el fértil terreno.

    El mar de hierba decora el rastro de la espera; habrá que esperar a las siguientes lecciones, y, en el instante en que me restriega una carantoña en la cabeza; me anuncia que pasé la prueba en la que todos recuperan la inocencia y el ser criaturas de bien, es el dominio que debo demostrar ahora, de todas mis tonadas musicales.

    Me doy cuenta, que estoy completo.
    En cierta realidad, en la que no se aguantan la consciencia de las cosas, un pescador esbozó un trabalenguas con sus desglosados rezos, esos con forma de cordeles y carnadas, que ante mí exhibía, como si no fuera asunto de sus alevines. Retenía unos cuatro gusanos en su caja más preciada, con la que se anunció el reguero de sus besos sobre el lagomar de sus prudencias. El pescador me contemplaba convencido que era mi turno. Aventurarme en la pesca de espíritus corrosivos no endiosaba a ninguno. Demás que corrompían sus propios anhelos y se tornaban sombreados sus párpados, a medida que los más cautos, preparaban las redes. Mi barca, humilde y de estrechas lunas de dunas, fierros macizos de mansos génesis, se entreveía entre el ramaje de las aguas, en las que, para mi suerte, sometía el decorado de las sonrisas que en todos pastaban. ¿Era el alba o se decantaba el cantar de las estrellas entre nosotros? Conté una cantidad escasa de lunares sobre mi propio gen de eternidades. Tracé un dulce de albaricoque sobre la piedra más cercana y me hice el loco: no había más que decir. El pescador me estudió convencido; sorteó mis propios atavíos y coronó mi testa con una cuchilla de guadañas, que, ante la hechura de sus poderes de lirios de linajes, se atrevió a verme con otros ojos. Con más respeto que en el instante en el que forjé mis botas de lianas y bambúes. Me ajustó el gorrito. Ahí debía almacenar las presas. Junto a mis orejas, que tantas injurias han escuchado. Él me llama por mi nombre; “Qipaimnarr”, me dice. En nuestra lengua significa cachorro de luz que monta al higo de las montañas, en su brazal de seda. No lo hace por maldad. Él me hurtó de mi cuna; llegué a sus orillas y lo engañé con mi cola de pez de coloridas escamas. A sus noventa años aún es jovencito. Ríe pese a la escasez de sus dientes; es sabio y pasta ante mis turbios augurios; un umbral de cometas y tersas mañanas con aroma a eucalipto. “Qipaimnarr”, me llama. “Hoy habrá buena cosecha. En el amanecer de las cosechas se denota en la detonada de la esperanza de embelesos de tesura”. “Busca los ojos de los huracanes en el mar de hierba. El lagomar es a veces, ingrato y tozudo. Quieres ver la paz en él pero, en los siempre de los Para Siempre, siembra una lección a los más más cautos”. “¿Los más cautos saben de las lecciones que quiere impartir?”. “A veces aprehender a leerlo es como una desiderata. Siempre tiene algo que decir”. “¿Y quién llama a su puerta en cada momento? ¿No es la desiderata misma?”, pregunto con las uñas a flor de piel. Degusto una alhaja de lagomar. Él calla con la sabiduría pincelada en sus arrugas. Tensa el fuego de la fogata acuosa con la que nos protegemos. Un amuleto para la desiderata. Dos para los que somos nosotros los enclenques que la repasamos al despertar. Decir las erratas de la vida que nos gobierna es empíreo que nos gobierna, entre arroyos y arrullos, entre logística de números que contamos cada vez, y cada vez más, conforme desnudamos nuestras almas ante el terrario, comandan los barcos de escasez. Nuestra tersura de rostros alegra el tiempo de los tres tiempos. Un espíritu, muy parecido al mío, se alza a la deriva. Toca mis dedos y retrocedo; no temo. Mahenh, el pescador al que le debo más que las lecciones que me imparte, me anuncia que guarde silencio. Es abogado de la gracia de entre los seres que provienen de ese pasto acuoso que repta entre nosotros. Y como si se tratara de un objeto de inquisición, él escuda entre los arropes de lo solemne que se puede edificar. Tensa el sostén de sus mejillas contra la garra que le acaricia las entrañas. Se perfila sereno. No hay daño, tan sólo una aguarda la caricia que entre retienen el albor de sus estelas. Intriga la emoción. Lo corrosivo atrae; el cambio que eso conmueve. Aprieto los parpados hasta ver las luces que desprende cada uno, que se acerca, sin recato, desnudos con sus propias luminarias. Su inocencia me conmueve. Entreabro mis pupilas y, allí y sólo allí, deslizan en mis siluetas su fantasmal música. Doy brincos, me perfilo en este solemne sueño que me hechiza. Mi compañero de aventuras retiene el centro de mis núcleos. La inconsciencia reluce entre sus rasgos pero no ha sido derrotado: el pescador sostiene mis manazas, como león de añiles trigales; y no me deja marchar. Compone para mí un arrullo de cordialidad. La fineza de su vozarrón delineado como un arrullo entre los puentes de lo que es rito en esa realidad fantástica, no me concierne porque no es para mí el decoro de lo enunciado. Lo corroe un rastro de brea de eso que nos embruja y, pese a su gentil sonrisa en esos momentos de tensión, logro pescar lo que pronuncia con forma corpórea. Deslizo mi carcaj entre los hilos de la tierra y las carcajadas me atraen. Los espíritus revelan sus rostros. Macilento, quizá rebelde. Atraen mi atención y los seis que cuento con el alma en vilo, ante mis carencias, me penetran y rescatan. Y sobrevivo ante las afrentas de los más justos. El pescador, sometido al perpetuo en júbilo, me zarandea de entre los aparecidos. Observo un gris arbóreo en sus pupilas, en las que se asoma una sonrisa que decomisa mi miedo a perderme entre las brumas de los cuatro puntos cardinales. Él me abraza y gobierna mi silencio con una felicidad que viene a mí en forma de relicario. Lo cuelga entre uno de mis dedos; entreveo que es uno de los huesos que él mismo se ha retirado para darme protección. Está bañado con ocre. Adornado por perlas de luz. Ahí entreveo el pastizal del obsequio, que me demuestra con mi orgullo envalentonado, que he golpeado a mi propio proceder en el fértil terreno. El mar de hierba decora el rastro de la espera; habrá que esperar a las siguientes lecciones, y, en el instante en que me restriega una carantoña en la cabeza; me anuncia que pasé la prueba en la que todos recuperan la inocencia y el ser criaturas de bien, es el dominio que debo demostrar ahora, de todas mis tonadas musicales. Me doy cuenta, que estoy completo.
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  • ────¿No es curioso? Cerramos los ojos y el cuerpo se apaga. Pero la mente sigue bailando en sueños. Como si incluso dormidos, necesitáramos un poco de aventuras.
    ────¿No es curioso? Cerramos los ojos y el cuerpo se apaga. Pero la mente sigue bailando en sueños. Como si incluso dormidos, necesitáramos un poco de aventuras.
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  • - Más que un capricho, noble aflicción, deseo tierno y corrompido al mismo tiempo, te describo a ti bella odisea cabellos de fuego, ojos profundos hermosos y llenos de misterio, dulce perfume, fragancia ingrata, juegas de a apoco y con migajas provocas los instintos primitivos de mi alma, que pretendes tu, deliciosa bruja de piel blanca, veo tu cuerpo y pienso como haré yo para cambiarte mis versos por una multitud de besos, he de ser yo el que te gobierne o tu la que lleve sobre mi tu dominio silencioso, dulce voz susurro lujurioso, mi amante mi aventura, mi sonrisa y mi letra de poeta, doy de mi lo que quieras cuando quieras, te atare con cuerdas la piel dejandote a mi merced, desnuda sobre la mesa te trataré con pasión, ternura y al mismo tiempo te haré mi puta, placer mio tus mieles son derramados en mis labios, tu mandas tu fantaseas, tu anhelas, soy la figura de tu gozo y yo no soy nadie para negarme he de adorarte hasta que la vida me alcance
    - Más que un capricho, noble aflicción, deseo tierno y corrompido al mismo tiempo, te describo a ti bella odisea cabellos de fuego, ojos profundos hermosos y llenos de misterio, dulce perfume, fragancia ingrata, juegas de a apoco y con migajas provocas los instintos primitivos de mi alma, que pretendes tu, deliciosa bruja de piel blanca, veo tu cuerpo y pienso como haré yo para cambiarte mis versos por una multitud de besos, he de ser yo el que te gobierne o tu la que lleve sobre mi tu dominio silencioso, dulce voz susurro lujurioso, mi amante mi aventura, mi sonrisa y mi letra de poeta, doy de mi lo que quieras cuando quieras, te atare con cuerdas la piel dejandote a mi merced, desnuda sobre la mesa te trataré con pasión, ternura y al mismo tiempo te haré mi puta, placer mio tus mieles son derramados en mis labios, tu mandas tu fantaseas, tu anhelas, soy la figura de tu gozo y yo no soy nadie para negarme he de adorarte hasta que la vida me alcance
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  • Definitivamente, no todas las aventuras salen como lo planeado...
    Definitivamente, no todas las aventuras salen como lo planeado...
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  • "Perdóneme padre, porque he pecado
    Fandom Supernatural || The Vampire Diaries
    Categoría Drama
    ㅤㅤㅤ¿𝐻𝑎𝑠 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜, ℎ𝑖𝑗𝑎? —𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑜́ 𝑒́𝑙.
    ㅤㅤㅤ¿𝑈𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎 𝑝𝑖𝑎𝑑𝑜𝑠𝑎 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎? — 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑜́ 𝑒𝑙𝑙𝑎.

    ㅤㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 𝐕𝐈𝐈
    ㅤㅤㅤㅤㅤ˹ Dean Winchester


    ㅤㅤㅤY podía parecer que después de aquella aventura, que después de su visita por la caja terapéutica todo iba bien, por fin… ¿verdad? Bueno, en realidad sí. Todo iba bien. Hope y Dean pasaron aquella primera noche juntos. La verdad era que la tríbrida no tenia demasiado interés en separarse del cazador. No después de haber perdido tanto tiempo a su lado. Esa noche solo quiso… disfrutar de su recién recuperada relacion. Dejar que las sensaciones que Dean le hacia sentir la embargaran. Y perdió la noción del tiempo entre aquellas sábanas. Seguros de que nadie podría interrumpirlos se dedicaron a ellos mismos en el interior de aquella habitación. Se dedicaron a volver a conocerse, a demostrarse que se querían.

    Asi que no era de extrañar que ambos ignorasen las mil alarmas de sus teléfonos móviles. Tanto ellos como sus cuerpos habían sido sometidos a demasiado estrés durante las ultimas horas. Y sobre todo, Dean, al ver su libre albedrio comprometido bajo el control de aquel orbe marca Mikaelson.

    Hope despertó antes que Dean, quien dormía plácidamente, boca abajo y con un brazo bajo la almohada. Y no pudo evitar quedarse mirándolo durante… no supo durante cuanto tiempo. En ese momento pensaba demasiadas cosas. En lo cabezota y testarudo que era cuando queria, en lo cerca que había estado todo de irse a la mierda, en lo mal que se sentiría a esas alturas si hubiera vuelto a Nueva Orleans… Pensaba en que lo queria. Contra todo pronostico y por raro que sonase se había enamorado de él hasta niveles que siquiera ella era capaz de comprender. Y, estaba segura, lo queria más de lo que había querido a Landon. No había una forma de medirlo, claro…

    A sus pensamientos llegó el recuerdo de lo ocurrido en Morrill.

    “Tú… tú me ayudas, Hope. Tu presencia, tu cercanía calma el instinto asesino que pulsa por salir… “

    Sabia que esas palabras habían sido pronunciadas dentro del estresante contexto de aquella frustrante aventura, claro. Pero tambien sabia que ese sentimiento nacía de alguna parte. Era real. Si ella era capaz de calmar el instinto asesino provocado por un cacharro mágico infernal, es que era capaz de actuar como elemento relajante en la vida de Dean. Por parte de Hope, sabia que con él se sentía a salvo. Sabia que si él estaba cerca no había nada que temer. Aunque había tenido miedo cuando aquella bruja hacia intentado robarle su cuerpo, la verdad era que nunca había dejado de confiar en Dean Winchester. Ni siquiera cuando casi murieron congelados. Siempre tuvo fe en él. Puede que Dean fuera la única persona en el planeta tierra que no podría decepcionarla.

    Asegurándose de que, tras levantarse de la cama, Dean seguía durmiendo, la tríbrida buscó su ropa interior y una de las camisas del Winchester. Y mientras se la abotonaba susurró “Finite” para deshacer el hechizo de encierro sobre aquella habitación. Salió con cuidado de no hacer ruido y caminó descalza hasta la cocina donde se encontró con Hati y Sam quienes parecían haber terminado con una sesión de entrenamiento.

    -¡Vaya! ¡Hola! -saludó un sorprendido Sam tras parar la batidora donde estaba preparándole un batido de fresas y plátano a Hati, a juzgar por la expresión impaciente en el rostro de la morena- ¿Ha ido… todo bien?

    Hope fue incapaz de ocultar su sonrisa algo tímida.

    -Demasiado bien… -confirmó mientras se apartaba cabello del rostro- Parece que ha entrado en razón… -asintió ella- Asi que no va a dejarme y… yo no voy a irme a ninguna parte…
    Sam y Hati la miraron de arriba abajo.

    -Asi que… ¿habéis vuelto? -preguntó Hati.

    Hope asintió.

    -El mundo vuelve a ser un lugar mejor…- rio ella.

    Sam alzó las cejas, sorprendido.

    -Esa caja ha sido lo primero que ha conseguido hacer cambiar de opinión a Dean en treinta y siete años… Deberíamos darle una medalla al tal Vardilio… -bromeó Sam.

    -Vardemus. Profesor Vardemus…- rio Hope- Voy a hacer algo de desayunar… Me muero de hambre… Y me imagino que Dean también…

    >> Media hora después y con una bandeja con dos cafés, huevos y bacon, Hope entraba en la habitación del cazador y dejaba la bandeja en la mesilla antes de subirse a la cama para acercarse a Dean. Seguía totalmente dormido, asi que Hope se subió a la cama y depositó una hilera de besos en el hombro de Dean, descendiendo luego por su espalda. Y aunque estaba claro que el calor del bunker había arrancado un ligero sudor en la piel masculina durante la noche, a la Mikaelson no le importó.

    -Buenos dias… -canturreó ella ascendiendo hasta su mejilla donde dejó un largo trecho de cortos besitos- Te he hecho huevos y bacon…

    Y pareció que esas palabras eran la alarma perfecta para el cazador. Un rato después ambos disfrutaban de aquel nuevo primer desayuno de pareja. Después de un momento de esparcimiento, el gesto de Hope se tornó serio a la vez que sus pensamientos viajaban hacia ese pequeño, ínfimo y minúsculo tema que no había tratado con Dean porque habían cortado…

    -Dean… -habló ella con voz suave dejando un trozo de bacon sobre la bandeja- Hay algo que no te he contado… Tú y yo habíamos cortado y… y yo pensaba irme del bunker, asi que no creí que… necesitaras saberlo. Sé que vas a cabrearte conmigo, pero…

    La expresión en el rostro de Dean era un poema, y Hope inspiró profundamente buscando fuerzas para decir lo que tenia que decir.

    -Se trata de un asunto familiar… Si mi destino al salir de aquí era Nueva Orleans es porque… Bueno, unos dias después de que tú y yo cortásemos me llamó mi tia Freya. Tenia noticias de mi padre… -sabia que esa última frase cortocircuitaría el cerebro de Dean, asi que decidió soltarlo todo de golpe- Han vuelto. Él y mi tio Elijah. Los dos han vuelto… Y hay bastantes probabilidades de que tambien haya regresado mi madre… Aunque no lo sé con certeza… Creo que no quieren decírmelo para que no me haga ilusiones…


    creds:
    psd: https://www.deviantart.com/tigeredits/art/Buzzkill-PSD-collab-with-wheeinisaqueen-944906883
    ㅤㅤㅤ¿𝐻𝑎𝑠 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜, ℎ𝑖𝑗𝑎? —𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑜́ 𝑒́𝑙. ㅤㅤㅤ¿𝑈𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎 𝑝𝑖𝑎𝑑𝑜𝑠𝑎 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎? — 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑜́ 𝑒𝑙𝑙𝑎. ㅤㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 𝐕𝐈𝐈 ㅤㅤㅤㅤㅤ˹ [BxbyDriver] ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤY podía parecer que después de aquella aventura, que después de su visita por la caja terapéutica todo iba bien, por fin… ¿verdad? Bueno, en realidad sí. Todo iba bien. Hope y Dean pasaron aquella primera noche juntos. La verdad era que la tríbrida no tenia demasiado interés en separarse del cazador. No después de haber perdido tanto tiempo a su lado. Esa noche solo quiso… disfrutar de su recién recuperada relacion. Dejar que las sensaciones que Dean le hacia sentir la embargaran. Y perdió la noción del tiempo entre aquellas sábanas. Seguros de que nadie podría interrumpirlos se dedicaron a ellos mismos en el interior de aquella habitación. Se dedicaron a volver a conocerse, a demostrarse que se querían. Asi que no era de extrañar que ambos ignorasen las mil alarmas de sus teléfonos móviles. Tanto ellos como sus cuerpos habían sido sometidos a demasiado estrés durante las ultimas horas. Y sobre todo, Dean, al ver su libre albedrio comprometido bajo el control de aquel orbe marca Mikaelson. Hope despertó antes que Dean, quien dormía plácidamente, boca abajo y con un brazo bajo la almohada. Y no pudo evitar quedarse mirándolo durante… no supo durante cuanto tiempo. En ese momento pensaba demasiadas cosas. En lo cabezota y testarudo que era cuando queria, en lo cerca que había estado todo de irse a la mierda, en lo mal que se sentiría a esas alturas si hubiera vuelto a Nueva Orleans… Pensaba en que lo queria. Contra todo pronostico y por raro que sonase se había enamorado de él hasta niveles que siquiera ella era capaz de comprender. Y, estaba segura, lo queria más de lo que había querido a Landon. No había una forma de medirlo, claro… A sus pensamientos llegó el recuerdo de lo ocurrido en Morrill. “Tú… tú me ayudas, Hope. Tu presencia, tu cercanía calma el instinto asesino que pulsa por salir… “ Sabia que esas palabras habían sido pronunciadas dentro del estresante contexto de aquella frustrante aventura, claro. Pero tambien sabia que ese sentimiento nacía de alguna parte. Era real. Si ella era capaz de calmar el instinto asesino provocado por un cacharro mágico infernal, es que era capaz de actuar como elemento relajante en la vida de Dean. Por parte de Hope, sabia que con él se sentía a salvo. Sabia que si él estaba cerca no había nada que temer. Aunque había tenido miedo cuando aquella bruja hacia intentado robarle su cuerpo, la verdad era que nunca había dejado de confiar en Dean Winchester. Ni siquiera cuando casi murieron congelados. Siempre tuvo fe en él. Puede que Dean fuera la única persona en el planeta tierra que no podría decepcionarla. Asegurándose de que, tras levantarse de la cama, Dean seguía durmiendo, la tríbrida buscó su ropa interior y una de las camisas del Winchester. Y mientras se la abotonaba susurró “Finite” para deshacer el hechizo de encierro sobre aquella habitación. Salió con cuidado de no hacer ruido y caminó descalza hasta la cocina donde se encontró con Hati y Sam quienes parecían haber terminado con una sesión de entrenamiento. -¡Vaya! ¡Hola! -saludó un sorprendido Sam tras parar la batidora donde estaba preparándole un batido de fresas y plátano a Hati, a juzgar por la expresión impaciente en el rostro de la morena- ¿Ha ido… todo bien? Hope fue incapaz de ocultar su sonrisa algo tímida. -Demasiado bien… -confirmó mientras se apartaba cabello del rostro- Parece que ha entrado en razón… -asintió ella- Asi que no va a dejarme y… yo no voy a irme a ninguna parte… Sam y Hati la miraron de arriba abajo. -Asi que… ¿habéis vuelto? -preguntó Hati. Hope asintió. -El mundo vuelve a ser un lugar mejor…- rio ella. Sam alzó las cejas, sorprendido. -Esa caja ha sido lo primero que ha conseguido hacer cambiar de opinión a Dean en treinta y siete años… Deberíamos darle una medalla al tal Vardilio… -bromeó Sam. -Vardemus. Profesor Vardemus…- rio Hope- Voy a hacer algo de desayunar… Me muero de hambre… Y me imagino que Dean también… >> Media hora después y con una bandeja con dos cafés, huevos y bacon, Hope entraba en la habitación del cazador y dejaba la bandeja en la mesilla antes de subirse a la cama para acercarse a Dean. Seguía totalmente dormido, asi que Hope se subió a la cama y depositó una hilera de besos en el hombro de Dean, descendiendo luego por su espalda. Y aunque estaba claro que el calor del bunker había arrancado un ligero sudor en la piel masculina durante la noche, a la Mikaelson no le importó. -Buenos dias… -canturreó ella ascendiendo hasta su mejilla donde dejó un largo trecho de cortos besitos- Te he hecho huevos y bacon… Y pareció que esas palabras eran la alarma perfecta para el cazador. Un rato después ambos disfrutaban de aquel nuevo primer desayuno de pareja. Después de un momento de esparcimiento, el gesto de Hope se tornó serio a la vez que sus pensamientos viajaban hacia ese pequeño, ínfimo y minúsculo tema que no había tratado con Dean porque habían cortado… -Dean… -habló ella con voz suave dejando un trozo de bacon sobre la bandeja- Hay algo que no te he contado… Tú y yo habíamos cortado y… y yo pensaba irme del bunker, asi que no creí que… necesitaras saberlo. Sé que vas a cabrearte conmigo, pero… La expresión en el rostro de Dean era un poema, y Hope inspiró profundamente buscando fuerzas para decir lo que tenia que decir. -Se trata de un asunto familiar… Si mi destino al salir de aquí era Nueva Orleans es porque… Bueno, unos dias después de que tú y yo cortásemos me llamó mi tia Freya. Tenia noticias de mi padre… -sabia que esa última frase cortocircuitaría el cerebro de Dean, asi que decidió soltarlo todo de golpe- Han vuelto. Él y mi tio Elijah. Los dos han vuelto… Y hay bastantes probabilidades de que tambien haya regresado mi madre… Aunque no lo sé con certeza… Creo que no quieren decírmelo para que no me haga ilusiones… creds: psd: https://www.deviantart.com/tigeredits/art/Buzzkill-PSD-collab-with-wheeinisaqueen-944906883
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  • ¡A los barcos! ¡Vamos juntos al mar!
    ¡A vivir libres y ser felices!
    ¡Vamos en busca de aventuras!
    ¡A conquistar tesoros!
    ¡Vamos a reír de la vida!
    Y a sonreír a la muerte
    ¡Vamos! ¡Vamos juntos!
    ¡Porque somos piratas!
    ¡Somos piratas! ¡Somos libres!
    ¡Ven! ¡Vamos juntos al mar!

    ☠☠
    🔥🔥🔥⛵⛵🚤🚤 ¡A los barcos! ¡Vamos juntos al mar! ¡A vivir libres y ser felices! ¡Vamos en busca de aventuras! ¡A conquistar tesoros! ¡Vamos a reír de la vida! Y a sonreír a la muerte ¡Vamos! ¡Vamos juntos! ¡Porque somos piratas! ¡Somos piratas! ¡Somos libres! 😁 ¡Ven! ¡Vamos juntos al mar! 🏴☠☠🏴☠
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  • **✩ Diario del Pequeño Vagabundo ✩**
    **Día... no sé cuál.**

    Ya entré a un lugar ENORME. Todo cruje, como si el piso tuviera hambre y rechinara porque no ha comido. Creo que estoy en el lomo de una tortuga marina gigante... ¡sí, eso debe ser! Porque todo se mueve un poquito, como si estuviera flotando en el agua, y hay sonidos como de gaviotas viejitas que se pelean con cucharones. Le dije a mi brújula rota que era una gran idea venir, y ella no me respondió (como siempre), pero giró su agujita como si me dijera: “¡Sí, Pequeño, por ahí!”.

    Y entonces… ¡los vi!
    Montones de personas… ¡pero GRANDES! Más grandes que cualquier adulto que haya visto, más redondos que los globos de la feria. Caminan raro, como si sus piernas se hubieran olvidado de moverse rápido. Y su piel brilla como si se hubieran bañado en mantequilla.

    Me acerqué porque creí que eran amables, pero uno me vio con cara de “te voy a comer”. ¡Ayayay!

    Uno trató de agarrarme con sus manotas llenas de dedos como salchichas, y corrí tan rápido que mis pies hacían sonidos de "patineta fantasma". Me metí por agujeros, grietas, rendijas y hasta por un ducto que olía a queso olvidado. Todo era oscuro y feo, pero no me importó. Me reí un poquito porque los gorditos no cabían por donde yo sí. ¡Punto para el Pequeño Vagabundo!

    Uno casi me atrapa, ¡me rozó la oreja! Pero justo cuando pensé “adiós mundo bonito”, mi amigo apareció. ¡BOOM!
    Pisó fuerte, y el piso se rompió como galleta húmeda. Algunos de los grandotes cayeron por el agujero y chillaban como focas gordas. Mi amigo me miró con sus ojotes grandes y tristes, y aunque no entendí lo que dijo, creo que era algo como “corre, yo te cubro”.

    Le dije:
    —¡Gracias, Don elegante! ¡Te debo un pan entero y medio abrazo!

    Y aquí estoy ahora, escondido otra vez, escribiendo esto con mis deditos llenos de polvo y miedo. Pero también con emoción… porque esta aventura es como esas historias que invento antes de dormir. Solo que ahora, soy yo el héroe.

    Fin del día,
    **✩ Diario del Pequeño Vagabundo ✩** **Día... no sé cuál.** Ya entré a un lugar ENORME. Todo cruje, como si el piso tuviera hambre y rechinara porque no ha comido. Creo que estoy en el lomo de una tortuga marina gigante... ¡sí, eso debe ser! Porque todo se mueve un poquito, como si estuviera flotando en el agua, y hay sonidos como de gaviotas viejitas que se pelean con cucharones. Le dije a mi brújula rota que era una gran idea venir, y ella no me respondió (como siempre), pero giró su agujita como si me dijera: “¡Sí, Pequeño, por ahí!”. Y entonces… ¡los vi! Montones de personas… ¡pero GRANDES! Más grandes que cualquier adulto que haya visto, más redondos que los globos de la feria. Caminan raro, como si sus piernas se hubieran olvidado de moverse rápido. Y su piel brilla como si se hubieran bañado en mantequilla. Me acerqué porque creí que eran amables, pero uno me vio con cara de “te voy a comer”. ¡Ayayay! Uno trató de agarrarme con sus manotas llenas de dedos como salchichas, y corrí tan rápido que mis pies hacían sonidos de "patineta fantasma". Me metí por agujeros, grietas, rendijas y hasta por un ducto que olía a queso olvidado. Todo era oscuro y feo, pero no me importó. Me reí un poquito porque los gorditos no cabían por donde yo sí. ¡Punto para el Pequeño Vagabundo! Uno casi me atrapa, ¡me rozó la oreja! Pero justo cuando pensé “adiós mundo bonito”, mi amigo apareció. ¡BOOM! Pisó fuerte, y el piso se rompió como galleta húmeda. Algunos de los grandotes cayeron por el agujero y chillaban como focas gordas. Mi amigo me miró con sus ojotes grandes y tristes, y aunque no entendí lo que dijo, creo que era algo como “corre, yo te cubro”. Le dije: —¡Gracias, Don elegante! ¡Te debo un pan entero y medio abrazo! Y aquí estoy ahora, escondido otra vez, escribiendo esto con mis deditos llenos de polvo y miedo. Pero también con emoción… porque esta aventura es como esas historias que invento antes de dormir. Solo que ahora, soy yo el héroe. Fin del día,
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